Escritura creativa

Rachel miró a los calzoncillos y después a la mujer, que la examinaba con una expresión preocupada.
-Querida, ¿cuántas veces te he dicho que no debes recoger la basura que encuentras en la calle? ¡A saber dónde habrán estado!
Rachel quiso explicarse, decirle que eran de su vecino, pero antes de que sus labios se despegaran, con un gesto rápido, la anciana le arrancó los calzoncillos de las manos y, sujetándolos con un gesto de asco, se alejó hacia el cuarto en el que, supuso, estaba el cubo de la basura.
-¡Oiga, señora! -exclamó sin poder contenerse-. ¡Usted no es...!
La desconocida interrumpió su camino y se volvió hacia ella emitiendo un suspiro de resignación.
-La cena se está enfriando y Oliver no tardará en llegar. Quítate la pashmina, ponte las zapatillas y ven pronto.
Rachel no podía creer que todo aquello estuviera ocurriendo. Por lo poco que conseguía entender, se suponía que Oliver era aquel lunático que estaba buscando a su perro, pero, ¿quién podía ser aquella mujer? ¿Por qué la trataba con tanta familiaridad? Y, lo más inquietante, ¿por qué se dirigía a ella como si la conociera de toda la vida?
-Vamos, no te quedes ahí parada, como si fueras el hombre anuncio de un compro oro. Será mejor que vayas a tu cuarto a quitarte la ropa de calle.
-¡Oiga! -ahora estaba realmente asustada-. ¡No sé quién es usted ni que quiere, pero le aseguro...!
-Ay, querida, será mejor que leas tu diario, ese cuaderno de tapas moradas que siempre dejas sobre la mesita de noche de tu cuarto (es la segunda puerta a la izquierda) -aclaró bajando la voz.
-¿Pero qué...?
-Parece que siempre olvidas quiénes somos Rachel- dijo la mujer desilusionada - llevamos cuidándote tantos años y es como el primer día.

La mujer le acarició el pelo como si se tratase de una abuela consolando a su nieta. Rachel miró a su alrededor intentando buscar algo que le fuese familiar, algo que le dijera de una vez por todas donde estaba.

Al ver las fotos colgadas en la pared su Alma dejo su cuerpo, eran fotos suyas. Desde los cinco años hasta sus actuales treinta, ella en su cumpleaños, ella con más niños y adolescentes todos con la misma mirada perdida.

Todos vestidos de la misma forma, las niñas con un polo rosa, una falda de algodón blanca y unos zapatos de deporte negros, los niños por su parte vestían un polo azul y vaqueros.

-¿Quien eres?- dijo Rachel con lágrimas de frustración en sus ojos.

-Yo soy vuestra mami, os he rescatado de familias perdidas, mujeres y hombres que no siguen la palabra del creador. Rachel yo os he salvado a todos.
 

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