Hablemos de la soledad, una realidad con la que debemos aprender a convivir

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Se compran amigos y abrazos: la epidemia de soledad en EE UU ya es un negocio
Las autoridades alertan de que sentirse solo es tan dañino como fumar 15 cigarrillos diarios. El problema ha alumbrado a una pequeña industria para combatirlo



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Una fiesta de abrazos en un domicilio particular en California. daily breeze Getty
Antonia Laborde
Washington 24 AGO 2019 - 18:15 ART
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Un fin de semana de verano, Tracy Ruble, acompañada de otras 20 personas, se instaló con sillas vacías en una esquina de una calle de San Francisco para hablar con desconocidos. Chuck McCarthy ofreció entrevistas en Los Ángeles sobre el éxito que ha sido su aplicación The People Walker, en la que “paseantes” cobran entre siete y 21 dólares (entre seis y 19 euros) por acompañar a caminar a otra persona. Adam Paulman, de 65 años, asistió a una fiesta de abrazos en San Diego. Una treintena de personas pagaron 20 dólares para tocarse unos a otros sin intenciones sexuales. Mientras proliferan este tipo de iniciativas, las autoridades de la salud de Estados Unidos alertan de que hay una “epidemia de soledad”, una condición más dañina que la obesidad y tan perjudicial como fumar 15 cigarrillos diarios. Las cifras les dan la razón. Más de la mitad de los adultos de este país consideran que nadie los conoce realmente y un 46% reconoce sentirse solo a veces o siempre, según la última encuesta de Cigna e Ipsos.

No importa el género o la ascendencia, la diferencia la determina la edad. La llamada generación centenial (de 18 a 22 años), nativos digitales, es la que se siente más solitaria. Una conclusión obvia sería responsabilizar a la hiperconectividad, pero según la muestra mencionada, no existe una variación relevante entre quienes usan mucho o poco las redes sociales. El factor que define que una persona se sienta más o menos sola es la frecuencia con que sostiene relaciones personales cara a cara. Lo grave del aislamiento es que puede tener consecuencias mortales, como advirtió Julianne Holt-Lunstad, profesora de la Universidad Brigham Young, durante una declaración ante el Senado en 2017, en la que advirtió que este problema es tanto estructural como psicológico.

Desde hace dos años, CareMore Health ofrece en los planes de salud para adultos mayores y personas de escasos recursos un programa llamado Unidos, que trata la soledad como una condición de salud que se puede diagnosticar, prevenir y tratar. En la práctica, consiste en llamadas telefónicas semanales, visitas al hogar del paciente, estímulo personal y programas comunitarios.

Como apunta la máxima de los emprendedores, donde existe un problema, hay una oportunidad de negocio. Chuck McCarthy, creador de The People Walker en 2016, explica que su servicio de cobrar por pasear acompañado es una respuesta a las compañías que invierten miles de millones de dólares “para que las personas se sienten solas delante de una pantalla”. “Si alguien está caminando, no está en las redes sociales, no está viendo servicios de streaming, no está jugando videojuegos y no está comprando online”, afirma. Todos los “paseantes” pasan por un proceso de solicitud y verificación de antecedentes penales. Además, se hace un seguimiento de la ubicación durante el recorrido del usuario.

Un Tinder de amigos
Rent a Friend, fundada en 2009 en EE UU, cuenta con más de 600.000 “amigos de alquiler” en varios países del mundo. Los usuarios, que pagan entre 10 y 50 dólares la hora, también deben seguir un protocolo: reunirse en un lugar público, tener el móvil a mano, decirle a un conocido dónde va a estar y a qué hora planea regresar, entre otras. El emprendedor Scott Rosenbaum se inspiró en una aplicación japonesa, donde la gente pagaba para que un desconocido los acompañara a un funeral o a una cena familiar tras un divorcio. Sin embargo, en EE UU funciona como un Tinder de amigos. Rosenbaum explica que los usuarios hablan con varios candidatos y cuando encajan con uno, contratan su servicio, aunque entre las opciones que ofrece el sitio web aparece “actividades familiares”. A diferencia de las fiestas de abrazos, el contacto físico está prohibido. En este tipo de encuentros nocturnos, creados hace 15 años, el objetivo es “conocerse y crear lazos”, explica Adam Paulman, quien hace de participante y vigilante en estas fiestas desde hace cinco años.

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Voluntarias de Sidewalk Talk, sentadas, se ofrecen a charlar en Fairfax. Bill O'Leary Getty

Para la terapeuta Tracy Ruble, el hecho de que haya tantas iniciativas para combatir la soledad “demuestra lo grande que es el problema”. En 2015 fundó Sidewalk Talk: junto a unos amigos se sentó en la calle frente a sillas vacías, desplegadas para que quienes quisieran conversar con ellos, lo hicieran. Fue tal el éxito que lo transformó en una organización, que ahora funciona en más de una docena de países. De los más de 4.000 voluntarios que participan, un cuarto conocieron el proyecto porque fueron “escuchados” y ahora quieren devolver la ayuda recibida. Los voluntarios son capacitados sobre las nociones básicas de las crisis mentales y la empatía. En los cuatro años que llevan funcionando, solo han tenido dos episodios negativos, según Ruble.

En cuanto al lucro que están generando algunos emprendimientos con lo que ahora se considera una enfermedad, la terapeuta responde que no quiere juzgar a los clientes dispuestos a pagar, pero que cuando lo haces, “hay una dinámica de poder que no existe en las actividades gratuitas, donde todos somos lo mismo”. Para ella, si bien estos proyectos son parte de la solución, lo que hay que lograr es que las personas reciban sueldos dignos. “Cuando tienes tres empleos para poder subsistir quedas agotado y no tienes ganas de juntarte con nadie. Además, tenemos que construir una infraestructura para la gente necesitada. No puede ser el nivel de mendigos que hay en la calle”, alerta la mujer de San Francisco, donde el número de personas sin hogar ha crecido un 17% en los dos últimos años, alcanzando los 8.011. Un habitante de cada 100 no tiene techo. La encuesta no incluye la pregunta sobre si se sienten solos, pero la respuesta se puede intuir.

Un país sin cultura del tacto
“En Estados Unidos no existe la cultura del tacto, que es un tipo de comunicación más allá de las palabras. En las fiestas de abrazos puedes pedir que te toquen y aprender cómo te gusta que lo hagan”, sostiene Adam Paulman, un participante. Los asistentes, que acuden en pijama para no potenciar el deseo sexual, suelen tener entre 35 y 70 años. Sostiene que, desde que comenzó a ir, nunca ha presenciado una situación de abuso. “Puedes encontrar a alguien atractivo y que te despierte una energía sexual, pero al igual que en un aeropuerto, aquí tampoco haces nada al respecto”. Antes de empezar la fiesta, se reúnen en círculo para presentarse y compartir por qué han asistido. En esa conversación se explica que no puede haber un tipo de contacto sexual. “Si hay alguien muy entusiasmado, le pedimos que se siente”, concluye.

https://elpais.com/sociedad/2019/07/29/actualidad/1564417043_013460.html
 
La soledad, una realidad con la que debemos aprender a convivir
En España, dos millones de personas mayores viven solas y la cifra va en aumento. Pero lo que muchos venden como un problema no siempre lo es


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Manuela Sanoja
17 FEB 2019 - 04:04 ART

El pasado mes de enero, la policía de A Coruña encontró a Paz, de 91 años, encogida en un sillón de su casa, cubierta de suciedad y desorientada. Vivía sola y llevaba 19 días sin responder ni al teléfono ni al timbre de su casa, según contó a los medios de comunicación que se hicieron eco de la información el vecino que se ocupaba de hacerle la compra y que alertó a las autoridades. La nonagenaria fue atendida en un hospital, donde los médicos apuntaron que, además, llevaba cinco o seis días sin comer ni beber. Finalmente, fue ingresada en un centro geriátrico. La historia de Paz no es la única que relata la soledad de la tercera edad: en España, según datos de Grandes Amigos (antes Fundación Amigos de los Mayores), casi dos millones de personas mayores de 65 años viven solas. Casi millón y medio (1.410.000) son mujeres: un 71,9% del total. Los hombres ascienden a 550.900, un 28,9%.

Los datos demográficos reflejan un problema que parece ir en aumento. En un país en el que la población mayor de 64 años (18,6%) ya supera a la menor de 18 años (17,9%) y en el que se prevé que para 2066 llegue al 34,5% (más del triple que en 1976, cuando era un 10,4%), todo parece apuntar a que cada vez habrá más personas viviendo solas. Es decir, la cuestión atañe a la sociedad en su conjunto.

En lo que al menos fue una declaración de intenciones, el Congreso de los Diputados aprobó en diciembre, con el apoyo de todos los grupos menos del PDeCAT, una proposición de ley para concienciar a la sociedad sobre la soledad crónica. Pero para sensibilizar a la población sobre esta realidad, el primer paso es entenderla, porque se trata de un concepto "complejo, que está poco investigado y lleno de estereotipos que generan alarma social", afirma Mayte Sancho, presidenta de Grandes Amigos.

La soledad adopta muchas formas y no todas ellas llevan implícita una carga negativa. Mientras a algunas personas les viene dada por circunstancias de la vida —como la viudedad en los casos de las personas de la tercera edad—, otras la eligen por voluntad propia. Estos matices son fundamentales, en opinión de Sancho, para evitar lemas como "la soledad mata" que estigmatizan el término. "Vivir solo no es sentirse solo", sentencia.

A pesar de que la ciencia no ha demostrado hasta la fecha que la soledad en sí misma mate, sí hay estudios que apuntan a que vivir solos, en determinados casos, sí podría suponer un riesgo. Así lo reflejan las conclusiones de un reciente estudio llevado a cabo por científicos del Copenhagen University Hospital (Dinamarca) que, tras realizar un seguimiento durante 32 años a 3.346 hombres con una edad media de 62 años, apuntan a que aumenta la mortalidad por cualquier tipo de causa, entre ellas, las enfermedades cardiovasculares.

Con nombre y cara de mujer
Aunque la muestra de esta investigación haya sido únicamente de la población masculina, la realidad es que la soledad como problema, al menos en España, tiene nombre y rostro de mujer. La soledad es Paz, la anciana de A Coruña con la que empezamos este artículo. También es Rosa, la mujer de 81 años que murió quemada en noviembre de 2016 cuando su casa de Reus (Tarragona) ardió por las velas que usaba para iluminarla después de que Gas Natural Fenosa le cortase la luz. Es Maria Amparo, la septuagenaria a la que la policía encontró momificada en su hogar después de cuatro años fallecida. Nadie la había echado en falta.

Ellas son solo tres casos que, aunque son pocos para considerarlos como norma, sirven para ejemplificar y poner cara a un problema que se agudiza cuando confluyen una serie de factores, explica la presidenta de Grandes Amigos: "Que la persona sea pobre, que viva en un tercer piso sin ascensor, que sea mujer y mayor de 84 años, que no tenga redes sociales, la ponen en situación de riesgo".

El estigma de la vejez
Sobre la vejez cae también el peso del edadismo, término acuñado por el psiquiatra y ganador de un premio Pulitzer, Robert N. Butler, que hace referencia a la discriminación que existe hacia la tercera edad. Una concepción diferente de la que tenían las sociedades primitivas sobre la vejez, donde, indica el Boletín sobre el envejecimiento: perfiles y tendencias del Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Inmerso), las personas mayores eran fuentes de conocimiento y experiencia, características necesarias para la adaptación y la supervivencia.

Para acabar con el problema es fundamental eliminar los estereotipos que hoy en día ligamos a la tercera edad. "Las personas mayores no son más tontas ni tienen por qué ser tratadas de formas infantilizadoras. Tampoco son más enfermas ni huelen peor", aclara Sancho. Lejos de esto, recuerda Sancho, "son el primer grupo cuidador de nuestra sociedad".

Cuando Sancho utiliza el término "cuidador" no solo se refiere a los abuelos que llevan a sus nietos al parque o que les dan de comer y los entretienen durante horas mientras los padres trabajan, sino —y sobre todo— a aquellos que sustentan y han sustentado durante años a todos los miembros de sus familias con sus pensiones. En España, hace tan solo dos años y después de ocho desde el inicio de una crisis económica en la que la tasa del paro llegó al 26%, un 34,3% de los hogares tenía como principal fuente de ingreso una pensión de jubilación, invalidez, viudedad, etcétera. Y, añade Sancho, durante los años de la crisis un 20% de las familias se sustentaron con una única pensión; "Sin ellos no habríamos salido adelante".

Más allá del estigma, otros factores derivados de la sociedad en la que vivimos empujan a muchas personas a vivir en soledad. El "yoísmo", dice Sancho, que nos hace estar excesiva y —muchas veces— únicamente pendientes de nuestros asuntos, no favorece a los movimientos sociales necesarios para la integración y la vida en comunidad de aquellos que se sienten solos. Y eso, a pesar de que en España el porcentaje de personas que viven en soledad es mucho menor que el de otros países del norte de Europa: entre un 20% y un 25% frente a un 40% en Dinamarca, según los datos que manejan desde Grandes Amigos.

Las ciudades, por otra parte, tan poco son del todo amigables con las personas mayores. Se dan circunstancias, ejemplifica Carmen García Álvarez, editora jubilada y vecina del barrio de Chamberí (Madrid), como que en muchos parques los bancos para sentarse están situados en las zonas donde los niños juegan a la pelota. Lo que hace que muchas personas mayores acaben pasando el tiempo o descansando en zonas menos agradables: "Para evitar el riesgo de recibir balonazos", dice esta vecina. La presidenta de Grandes Amigos coincide con esta opinión y añade que "una ciudad amable para las personas mayores también lo es para una madre con hijos".

La importancia de los movimientos sociales
Ninguno de estos problemas se puede paliar desde la alarma ni generando un sentimiento de culpabilidad social. "Los sentimientos promovidos desde la beneficencia y desde las miradas infantilizadoras no son adecuados", recuerda Sancho, que explica que tampoco es una solución actuar comprando servicios para la soledad. Es decir, "pagar a una persona para que se vaya de paseo con otra no es un acompañamiento afectivo. La clave está en que la solución no se puede pagar, está en los movimientos sociales y comunitarios".

Ejemplo de ello es el grupo de vecinos que han formado en el edificio de Sancho a través de la aplicación móvil de Grandes Amigos, donde unas 20 personas de su edificio se coordinan para ayudar y hacer compañía a María, la vecina octogenaria del cuarto. Carmen también tiene una comunidad similar para acompañar a varias vecinas nonagenarias. Además, busca a través de aplicaciones como NextDoor llevar a cabo eventos y acciones para enseñar a las personas mayores las actividades a las que pueden acudir en sus barrios y para involucrar a los jóvenes en estos movimientos de convivencia social. Cosas tan simples como poner una mesa en la esquina de una tienda donde cada mañana se reúnan un grupo de viejas amigas para charlar, como lo hizo Miguel, uno de los vendedores del Mercado de Barceló (Madrid).

En una sociedad cada vez más envejecida como la española, que ya tiene una pirámide de población invertida, esta última idea de la convivencia entre generaciones es fundamental para la prevención de cara al futuro, asegura Sancho. Los datos apuntan a que la mayor parte de nosotros acabaremos viviendo solos. De ahí, concluye Sancho, "la necesidad de desestigmatizar la soledad y de aprender a vivir con ella, pero no sin intervenir —a través de la generación de redes y movimientos sociales, y de la eliminación de la exclusión social— en aquellos casos en los que sea necesario".

https://elpais.com/elpais/2019/02/14/buenavida/1550133253_465001.html
 
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Carmen Velasco, en su casa de El Molar, cerca de Madrid. Inma Flores
Ana Alfageme
Madrid 4 NOV 2018 - 15:43 ART
Todos los días, a eso de las seis de la mañana, Carmen Velasco sale a la terraza con un café y se encuentra con Orión y Casiopea. “Luego veo salir el sol”. El ritual simboliza el gusto por vivir sola. Con 68 años, su pequeño dúplex en El Molar, a 40 kilómetros al norte de la ciudad de Madrid, constituye la base de operaciones para una agenda frenética.

Cármenes hay muchas. Mujeres en edad de jubilación que viven solas. Si cuatro de cada 10 hogares unipersonales están habitados por alguien de más de 65 años, la mayoría (71,9%) muestra un nombre femenino en el buzón, según datos del INE. En 2033, estas viviendas serán las que más habrán crecido (un 25%), según las últimas proyecciones. El tremendo envejecimiento y los récords mundiales que ostenta España en esperanza de vida abocan a un panorama de ciudadanos más viejos (87,68, ellas, y 82,92, ellos, de media) y más solos, al menos en sus casas.

Se está tomando nota. “El Gobierno, a través del Imserso, planea actuar ante este desafío demográfico y abordar urgentemente la soledad en los mayores”, aseguran fuentes del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.

Cuando Carmen se decidió a jubilarse —“me costó mucho porque me encantaba ser profesora de Educación Especial”, asegura— recibió un sobre: “Un viaje a Verona con una entrada para la ópera, imagínate lo bien que me conocen mis compañeros”. Ama viajar, moverse y vivir sola tras huir de un matrimonio que le chupaba la mitad de la energía. Su día a día se escribe con muchas letras: pilates, clases de francés y de historia, el taller que imparte a dos compañeras del coro, militancia en Europa Laica, conciertos y senderismo en Tierra de Fuego o Dolomitas. “Me gusta tener obligaciones, si no, te vas relajando”.

Dentro de tres lustros, Carmen será octogenaria. “Sé que la vida me pondrá en mi sitio”, dice, “creo que hay que tener muchas aficiones y alternativas”. ¿Y qué necesitaría para seguir disfrutando de la forma de vivir que ha elegido?: “Todos y todas necesitamos servicios públicos de calidad y que nos dejen morirnos en paz con leyes que nos permitan decidir”. Eso y sentir que sus hijos y nietos se encuentren bien.


La mayoría de las mujeres mayores que viven solas (76,9%) son viudas. Se explica por la mayor esperanza de vida femenina. Pero eso, según cuenta Antonio Abellán, director del grupo de Investigación sobre Envejecimiento del CSIC, cambiará algo. “Habrá una nueva soledad, la de quienes envejecen divorciados o solteros”. Como Carmen. Los varones serán más longevos. Al final también estarán más solos.

Frente al portal donde vive Rosa pasan en menos de un minuto un anciano empujando las muletas con gran dificultad, dos señoras del brazo que no cumplen los 70 y otra sola, encorvada sobre su carrito de la compra. Moratalaz es un distrito madrileño que nació en los años sesenta del pasado siglo y ya es presa del envejecimiento que nos aguarda dentro de tres lustros: un 25% de sus vecinos tienen más de 65 años. Cuatro pisos más arriba, centenares de películas y un gato contemplan a Rosa, nombre supuesto de otra jubilada de 71 años tocada con un poncho. “Si viera a alguien apareciendo por ahí” —señala la puerta de entrada a las dos habitaciones— “me sentiría rarísima. Los hombres solo buscan una chacha que les cuide”. Otras cosas que le definen: anárquica, alérgica a las obligaciones, gran lectora, divorciada, un hijo emparejado que vive a siete minutos, salidas con las amigas para ir al cine. Les ve con frecuencia. Como Carmen, tampoco se siente sola.

Rosa camina todos los días. Pero ha cogido muchos kilos al dejar de fumar. Carmen está muy volcada con el pilates y el senderismo. Algo que aprobaría José Antonio Serra, jefe de Geriatría del hospital Gregorio Marañón de Madrid. “El 75% de cómo envejeces son hábitos de vida. Si empiezas a los 40 años a hacer ejercicio y mantienes un peso adecuado, eso se notará a los 60, a los 70 y a los 80”. Si vivimos más y más solos, viene a decir, hay que reducir el tiempo de dependencia, que ahora se cifra en cinco años, hasta dejarlo en uno. Para morirnos lo más sanos posible y sin sufrimientos. “Y eso incluye comer bien. Mucha gente mayor sola, por ejemplo, no cena, por pereza. Y hay que tomar proteínas”, observa el especialista.

Tanto Carmen como Rosa habitan casas de su propiedad, con dormitorios de sobra, antes ocupados. Lo más común. Habrá que construir viviendas más pequeñas, adaptadas a un ocupante y, dado el alza del precio del alquiler, aumentar el parque de viviendas públicas para rentar, opina Jorge Arévalo, socio del estudio de arquitectura Paisaje Transversal. Además, “las casas no han sido pensadas para viejos, desde las rampas a los enchufes, colocados casi en el suelo”, dice Antonio Abellán. “Hay que rehabilitarlas para favorecer la accesibilidad y la mejora energética”, añade Arévalo, “así se facilita que los mayores salgan a la calle, y se ahorra en energía”.

La arquitecta Blanca Lleó, creadora del premiado proyecto de investigación Vivir 100 años, longevidad y ciudad futura, apuesta por casas activas: “Las viviendas no tienen que ser más cómodas, sino al contrario. Hay que fomentar el ejercicio y la atención en la rutina diaria. Subir y bajar escaleras, esforzarse para encender y apagar luces, ejercitar brazos para subir persianas, abrir y cerrar ventanas”. Pero puntualiza que hay que diseñar casas fácilmente transformables cuando se produzca la dependencia.

El barrio de Rosa tiene bastantes centros sociales, tiendas y áreas verdes. Lleó considera que habrá que “fomentar en los lugares públicos de la ciudad y en las dotaciones de barrio la sinergia entre generaciones creando espacios para la integración. Las distintas generaciones tienen intereses y horarios de vida complementarios, su integración permite un uso eficaz del mismo espacio de la ciudad, el barrio, la vivienda. Es integración, fomenta la ciudad compacta y socialmente sostenible”.

Rosa cree que acabará en una residencia, aunque le gustaría seguir viviendo sola. “Pero soy realista. Si los servicios sociales mejoran y les dedican más medios, sería lo perfecto”. De momento, 100 personas dependientes mueren cada día sin recibir los servicios reconocidos por la Administración. El demógrafo Antonio Abellán apunta a los países nórdicos, donde casi la mitad de los mayores viven solos, frente a un 25% en España. “La diferencia la marcan unos servicios sociales más desarrollados, que les permiten vivir en casa ayudados con más recursos”. ¿Cómo encarar esto, entonces? “Paguemos impuestos”, contesta.

Los vecinos y el 'gimnasio' de las relaciones sociales
Entrar en casa y no tener a alguien a quien saludar no significa sentirse solo. Pero los mayores lo acusan más. Las estadísticas varían mucho: desde un 59% (CIS-Imserso) a un 35% (encuesta social europea) lamentan la soledad. “Con la misma edad, las mujeres están mejor y poseen más recursos”, observa Javier Yanguas, director del programa de Mayores de la Fundación La Caixa y coautor del estudio El reto de la soledad en la vejez. Percibir aislamiento tiene graves consecuencias, psíquicas y físicas. Un sumatorio bastante bien estudiado que incluye depresión, riesgo cardiovascular, deterioro cognitivo y muerte prematura.
¿Qué hacer, entonces? “Si vamos al gimnasio y cuidamos la dieta para envejecer mejor, tenemos que planear seriamente y apostar por cultivar las relaciones sociales; eso genera broncas, pero también ilusiones”, dice Yanguas, quien también habla de empoderar, por ejemplo a través del programa Siempre acompañados, a esos ciudadanos que viven solos: “Para que aprendan a gestionar la soledad con recursos y habilidades”.
“Son los vecinos los que se ayudan en el bloque”, dice por su parte Rosa, la madrileña que vive sola en Moratalaz, el distrito envejecido, “sobre todo ellas están pendientes. Tienen la llave de mi casa. Los hombres siempre están sentados en la plaza”.
Algo así hace la Fundación Amigos de los Mayores con el programa Grandes Vecinos, que facilita el intercambio generacional en el mismo entorno. A través de la ONG, el joven que vive en el barrio y que no conocía a nadie le prepara la comida a la mujer mayor y ella toma algo con él.

https://elpais.com/sociedad/2018/11/03/actualidad/1541280281_769686.html
 
Soledad

La soledad es un estado de aislamiento en el cual un individuo se encuentra solo, sin acompañamiento de una persona o animal de compañía.

Puede tener origen en diferentes causas, como la propia elección del individuo, el aislamiento impuesto por un determinado sector de la sociedad, pérdida de seres queridos, una enfermedad contagiosa, trastornos mentales, trastornos neurológicos o circunstancias de empleo o situación. Puede también entenderse por privacidad o privación voluntaria de la compañía.

¿Soledad adecuada o inadecuada?
La soledad durante períodos más largos puede afectar al individuo y suele ser percibida como desagradable, causando depresión, aislamiento y reclusión, dando como resultado de una incapacidad de establecer relaciones con los demás. Los síntomas de una soledad impuesta y prolongada incluyen ansiedad, alucinaciones, o incluso distorsiones de la percepción y el tiempo. Sin embargo, si bien para muchos suele ser causa de depresión, para otros la soledad no es algo deprimente.

Los monjes, por ejemplo, la ven como una forma de iluminaciòn espiritual.
También hay filósofos que, además de recomendar llevar una vida tranquila y solitaria, ven a la soledad como una forma de alcanzar la excelencia.
Ejemplo de ello es Arthur Schopenhauer, filósofo alemán que sostenía que «la soledad es la suerte de todos los espíritus excelentes.»
También hay psicólogos y psiquiatras que recomiendan aprovechar y disfrutar de los ratos de soledad, debido a que «nos permite descubrirnos y darnos cuenta de quiénes somos y qué queremos»

Un individuo puede buscar soledad física para eliminar distracciones y concentrarse o meditar más fácilmente. Aun así, no es el fin en sí mismo, y una vez se alcanza suficiente capacidad para ignorar las distracciones, la gente se vuelve menos sensible a ellas y puede mantener la concentración.
Hay gente altamente entrenada (como los monjes budistas) que pueden alcanzar niveles de concentración superiores a pesar de las circunstancias externas.
Dicha gente no desea interacción con el mundo físico: su atención es únicamente su propio mundo.

Las nuevas tecnologías conectan y socializan pero distraen e impiden la concentración y el descanso mental que se requiere para poder asimilar contenidos, planificar, crear e incluyo leer con profundidad. En ese sentido la soledad también es necesaria para una serie de procesos mentales que propician el equilibrio personal.

Tipología
Diferencias entre "sentirse solo" y "aislarse socialmente"
Existe una clara distinción entre ambos conceptos. Cuando a una persona le afecta negativamente la soledad (es decir, que se siente solo), se lo piensa mediante la discrepancia entre distintos niveles de interacciòn social necesarios y esperables, mientras que a una persona que le afecta positivamente la soledad (es decir, que elige aislarse socialmente haciéndose cargo de su decisión) es simplemente pensado como una falta de contacto con las personas.

Esto lleva a la premisa de que la soledad es, por lo tanto, una experiencia subjetiva; si una persona piensa que está sola, entonces está sola.
Las personas pueden sentirse solas mientras están en soledad o en medio de una multitud.
Lo que hace que una persona se sienta sola es el hecho de que necesitan más interacción social o un cierto tipo de interacción social que no está disponible actualmente.
Una persona puede estar en medio de una fiesta y sentirse sola por no hablar con suficientes personas.
A la inversa, uno puede estar solo y no sentirse solo; aunque no hay nadie alrededor, no está solo porque no hay deseo de interacción social.
También se ha sugerido que cada persona tiene su propio nivel óptimo de interacción social.
Si una persona tiene muy poca o demasiada interacción social, esto podría llevar a sentimientos de soledad o sobreestimulación.

De la soledad transitoria a la soledad crónica

Otra tipología importante de la soledad es aquella centrada en la perspectiva de tiempo.
La soledad puede verse como:
  • transitoria (como parte de un estado de ánimo esperable) o
  • crónica (como un rasgo de la personalidad).
La soledad transitoria (como estado de ánimo) es de naturaleza temporal, causada por algo en el ambiente y que se alivia fácilmente.
La soledad crónica (como rasgo) es más permanente, causada por la persona y no se alivia con facilidad.
Por ejemplo, cuando una persona está enferma y no puede socializar con amigos, sería un caso de soledad transitoria. Una vez que la persona mejorara, sería fácil para ellos aliviar su soledad.
En cambio, aquella persona que se siente sola sin importar si está en una reunión familiar, con amigos o sola; sin importar lo que ocurra en el entorno, la experiencia de la soledad siempre está ahí.

Sentimiento positivo de soledad

Una persona que está experimentando una soledad positiva temporal en la contemplación de un paisaje de la naturaleza.
La soledad puede tener efectos positivos en los individuos. Un estudio reveló que, aunque el tiempo que pasaba solo tendía a deprimir el estado de ánimo de una persona y aumentar los sentimientos de soledad, también ayudaba a mejorar su estado cognitivo, como mejorar la concentraciòn.
Además, una vez que el tiempo había terminado, los estados de ànimo de las personas tendían a aumentar significativamente.
La soledad también se asocia con otras experiencias de crecimiento positivo, experiencias religiosas y construcción de identidad, como las misiones solitarias utilizadas en los ritos de pasajes para adolescentes.

La soledad también puede desempeñar un papel importante en el proceso creativo.
En algunas personas, la soledad temporal o prolongada puede llevar a una notable expresión artìstica y creativa, por ejemplo, como fue el caso de los poetas Emily Dickinson e Isabella di Morra, además de numerosos músicos.
Esto no implica que la soledad en sí misma asegure esta creatividad, sino que puede influir en el artista y es más probable que se presente en personas dedicadas a actividades creativas.

Fuente: Wikipedia
 
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Carmen Velasco, en su casa de El Molar, cerca de Madrid. Inma Flores
Ana Alfageme
Madrid 4 NOV 2018 - 15:43 ART
Todos los días, a eso de las seis de la mañana, Carmen Velasco sale a la terraza con un café y se encuentra con Orión y Casiopea. “Luego veo salir el sol”. El ritual simboliza el gusto por vivir sola. Con 68 años, su pequeño dúplex en El Molar, a 40 kilómetros al norte de la ciudad de Madrid, constituye la base de operaciones para una agenda frenética.

Cármenes hay muchas. Mujeres en edad de jubilación que viven solas. Si cuatro de cada 10 hogares unipersonales están habitados por alguien de más de 65 años, la mayoría (71,9%) muestra un nombre femenino en el buzón, según datos del INE. En 2033, estas viviendas serán las que más habrán crecido (un 25%), según las últimas proyecciones. El tremendo envejecimiento y los récords mundiales que ostenta España en esperanza de vida abocan a un panorama de ciudadanos más viejos (87,68, ellas, y 82,92, ellos, de media) y más solos, al menos en sus casas.

Se está tomando nota. “El Gobierno, a través del Imserso, planea actuar ante este desafío demográfico y abordar urgentemente la soledad en los mayores”, aseguran fuentes del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.

Cuando Carmen se decidió a jubilarse —“me costó mucho porque me encantaba ser profesora de Educación Especial”, asegura— recibió un sobre: “Un viaje a Verona con una entrada para la ópera, imagínate lo bien que me conocen mis compañeros”. Ama viajar, moverse y vivir sola tras huir de un matrimonio que le chupaba la mitad de la energía. Su día a día se escribe con muchas letras: pilates, clases de francés y de historia, el taller que imparte a dos compañeras del coro, militancia en Europa Laica, conciertos y senderismo en Tierra de Fuego o Dolomitas. “Me gusta tener obligaciones, si no, te vas relajando”.

Dentro de tres lustros, Carmen será octogenaria. “Sé que la vida me pondrá en mi sitio”, dice, “creo que hay que tener muchas aficiones y alternativas”. ¿Y qué necesitaría para seguir disfrutando de la forma de vivir que ha elegido?: “Todos y todas necesitamos servicios públicos de calidad y que nos dejen morirnos en paz con leyes que nos permitan decidir”. Eso y sentir que sus hijos y nietos se encuentren bien.


La mayoría de las mujeres mayores que viven solas (76,9%) son viudas. Se explica por la mayor esperanza de vida femenina. Pero eso, según cuenta Antonio Abellán, director del grupo de Investigación sobre Envejecimiento del CSIC, cambiará algo. “Habrá una nueva soledad, la de quienes envejecen divorciados o solteros”. Como Carmen. Los varones serán más longevos. Al final también estarán más solos.

Frente al portal donde vive Rosa pasan en menos de un minuto un anciano empujando las muletas con gran dificultad, dos señoras del brazo que no cumplen los 70 y otra sola, encorvada sobre su carrito de la compra. Moratalaz es un distrito madrileño que nació en los años sesenta del pasado siglo y ya es presa del envejecimiento que nos aguarda dentro de tres lustros: un 25% de sus vecinos tienen más de 65 años. Cuatro pisos más arriba, centenares de películas y un gato contemplan a Rosa, nombre supuesto de otra jubilada de 71 años tocada con un poncho. “Si viera a alguien apareciendo por ahí” —señala la puerta de entrada a las dos habitaciones— “me sentiría rarísima. Los hombres solo buscan una chacha que les cuide”. Otras cosas que le definen: anárquica, alérgica a las obligaciones, gran lectora, divorciada, un hijo emparejado que vive a siete minutos, salidas con las amigas para ir al cine. Les ve con frecuencia. Como Carmen, tampoco se siente sola.

Rosa camina todos los días. Pero ha cogido muchos kilos al dejar de fumar. Carmen está muy volcada con el pilates y el senderismo. Algo que aprobaría José Antonio Serra, jefe de Geriatría del hospital Gregorio Marañón de Madrid. “El 75% de cómo envejeces son hábitos de vida. Si empiezas a los 40 años a hacer ejercicio y mantienes un peso adecuado, eso se notará a los 60, a los 70 y a los 80”. Si vivimos más y más solos, viene a decir, hay que reducir el tiempo de dependencia, que ahora se cifra en cinco años, hasta dejarlo en uno. Para morirnos lo más sanos posible y sin sufrimientos. “Y eso incluye comer bien. Mucha gente mayor sola, por ejemplo, no cena, por pereza. Y hay que tomar proteínas”, observa el especialista.

Tanto Carmen como Rosa habitan casas de su propiedad, con dormitorios de sobra, antes ocupados. Lo más común. Habrá que construir viviendas más pequeñas, adaptadas a un ocupante y, dado el alza del precio del alquiler, aumentar el parque de viviendas públicas para rentar, opina Jorge Arévalo, socio del estudio de arquitectura Paisaje Transversal. Además, “las casas no han sido pensadas para viejos, desde las rampas a los enchufes, colocados casi en el suelo”, dice Antonio Abellán. “Hay que rehabilitarlas para favorecer la accesibilidad y la mejora energética”, añade Arévalo, “así se facilita que los mayores salgan a la calle, y se ahorra en energía”.

La arquitecta Blanca Lleó, creadora del premiado proyecto de investigación Vivir 100 años, longevidad y ciudad futura, apuesta por casas activas: “Las viviendas no tienen que ser más cómodas, sino al contrario. Hay que fomentar el ejercicio y la atención en la rutina diaria. Subir y bajar escaleras, esforzarse para encender y apagar luces, ejercitar brazos para subir persianas, abrir y cerrar ventanas”. Pero puntualiza que hay que diseñar casas fácilmente transformables cuando se produzca la dependencia.

El barrio de Rosa tiene bastantes centros sociales, tiendas y áreas verdes. Lleó considera que habrá que “fomentar en los lugares públicos de la ciudad y en las dotaciones de barrio la sinergia entre generaciones creando espacios para la integración. Las distintas generaciones tienen intereses y horarios de vida complementarios, su integración permite un uso eficaz del mismo espacio de la ciudad, el barrio, la vivienda. Es integración, fomenta la ciudad compacta y socialmente sostenible”.

Rosa cree que acabará en una residencia, aunque le gustaría seguir viviendo sola. “Pero soy realista. Si los servicios sociales mejoran y les dedican más medios, sería lo perfecto”. De momento, 100 personas dependientes mueren cada día sin recibir los servicios reconocidos por la Administración. El demógrafo Antonio Abellán apunta a los países nórdicos, donde casi la mitad de los mayores viven solos, frente a un 25% en España. “La diferencia la marcan unos servicios sociales más desarrollados, que les permiten vivir en casa ayudados con más recursos”. ¿Cómo encarar esto, entonces? “Paguemos impuestos”, contesta.

Los vecinos y el 'gimnasio' de las relaciones sociales
Entrar en casa y no tener a alguien a quien saludar no significa sentirse solo. Pero los mayores lo acusan más. Las estadísticas varían mucho: desde un 59% (CIS-Imserso) a un 35% (encuesta social europea) lamentan la soledad. “Con la misma edad, las mujeres están mejor y poseen más recursos”, observa Javier Yanguas, director del programa de Mayores de la Fundación La Caixa y coautor del estudio El reto de la soledad en la vejez. Percibir aislamiento tiene graves consecuencias, psíquicas y físicas. Un sumatorio bastante bien estudiado que incluye depresión, riesgo cardiovascular, deterioro cognitivo y muerte prematura.
¿Qué hacer, entonces? “Si vamos al gimnasio y cuidamos la dieta para envejecer mejor, tenemos que planear seriamente y apostar por cultivar las relaciones sociales; eso genera broncas, pero también ilusiones”, dice Yanguas, quien también habla de empoderar, por ejemplo a través del programa Siempre acompañados, a esos ciudadanos que viven solos: “Para que aprendan a gestionar la soledad con recursos y habilidades”.
“Son los vecinos los que se ayudan en el bloque”, dice por su parte Rosa, la madrileña que vive sola en Moratalaz, el distrito envejecido, “sobre todo ellas están pendientes. Tienen la llave de mi casa. Los hombres siempre están sentados en la plaza”.
Algo así hace la Fundación Amigos de los Mayores con el programa Grandes Vecinos, que facilita el intercambio generacional en el mismo entorno. A través de la ONG, el joven que vive en el barrio y que no conocía a nadie le prepara la comida a la mujer mayor y ella toma algo con él.

https://elpais.com/sociedad/2018/11/03/actualidad/1541280281_769686.html
Me permito incluir aqui, en este tu hilo Querida Compañera @Coti7495, una cancion de DIANA NAVARRO, que creo lo dice todo con respecto a la soledad.- Gracias por el Hilo y felicitaciones.
 
La soledad como condición humana

El existencialismo ve la soledad como la esencia del ser humano, esencia con la que cada persona viene al mundo y viaja por la vida como alguien separado.
Muchos filósofos existencialistas enfatizan en que, hacer frente a la soledad, aceptarla y aprender a dirigirla en la propia vida con autonomía y satisfacción es considerada como una parte inherente a la condiciòn humana.

Otros filósofos, como Sartre, creen en una soledad epistèmica en la que la soledad es una parte fundamental de la condición humana debido a la paradoja entre la conciencia de las personas que desean un significado en la vida, el aislamiento y la nada del universo.
A la inversa, otros pensadores existencialistas argumentan que se podría decir que los seres humanos se involucran activamente entre sí y con el universo mientras se comunican y crean, y la soledad es simplemente la sensación de estar aislado de este proceso.

Sentimiento negativo de soledad

La soledad como detonante negativo en la vida de una persona, puede ser entendida como una respuesta emocional compleja y generalmente desagradable al aislamiento social.
Suele incluir también sentimientos de ansiedad debido a la falta de conexión o comunicaciòn con otros individuos, tanto en el presente como en el futuro.
Como tal, quien padece los sentimientos de soledad puede sentirse así incluso en presencia de otras personas. Sus causas son variadas e incluyen una amplia cantidad de factores sociales, mentales, emocionales y físicos.

Diversas investigaciones han demostrado que la soledad prevalece en toda sociedad, incluyendo aquellas personas que hayan contraído matrimonios, que estén en una relación amorosa, entre familias, gerontes e incluso personas con carreras exitosas.
Ha sido un tema explorado por mucho tiempo en la literatura de los seres humanos desde la antigûedad clàsica.
También se la ha descrito a la soledad como un dolor social.
En definitiva, se la suele asociar muy a menudo en un contexto de interacciòn social: "experiencia desagradable que ocurre cuando la red de contactos sociales de un individuo es deficiente de manera significativa".

Causas comunes

Puede haber muchas razones, así como muchos eventos de la vida que pueden causarla.
Uno de ellos puede ser la falta de amistades durante la infancia y adolescencia, o la ausencia física de personas significativas. Al mismo tiempo, la soledad puede ser un síntoma de algún otro problema social o psicològico, como la distimia o la fobia social.
En ese sentido, puede ser consecuencia de una disfunción de la comunicación, o el resultado de vivir en lugares con baja densidad de población en los que hay pocas personas con las que interactuar.

Muchas personas experimentan la soledad por primera vez al quedarse solos en la primera etapa vital de su vida (cuando son bebès).
También es una consecuencia esperable, generalmente temporaria, de una ruptura, un divorcio o una pérdida de cualquier relación importante a largo plazo.
En estos casos, puede deberse a la pérdida de una persona específica y al consecuente retiro del grupo social debido a la pérdida evento asociada a ella.

Las personas pueden sentirse solas incluso cuando están rodeadas de otras personas.
Incluso puede verse como un fenòmeno social, capaz de propagarse como una enfermedad. Cuando una persona en un grupo comienza a sentirse sola, este sentimiento (de acuerdo al contexto en que se encuentre) podría propagarse hacia otras personas, lo que aumentaría el riesgo de que todos se sientan solos.
También puede ocurrir después del nacimiento de un niño (a menudo expresado como una depresiòn posparto), después del matrimonio o después de cualquier otro evento socialmente perturbador, como mudarse del hogar a una comunidad desconocida, lo que lleva a la nostalgia.

Fuente: Wikipedia
 
Prevalencia

La soledad parece haberse intensificado en todas las sociedades del mundo a medida que se produjo la modernizaciòn.
Cierta cantidad de esta soledad parece estar relacionada con una mayor migraciòn, menores tamaños de hogares y un mayor grado de consumo en general, lo que le hace guardar una estrecha relación con el capital social.

Dentro de las naciones desarrolladas, la soledad ha mostrado los mayores aumentos entre dos grupos: personas mayores y personas que viven en suburbios de baja densidad.
Las personas mayores que viven en áreas suburbanas son particularmente vulnerables, ya que a medida que pierden la capacidad de conducir, a menudo se quedan "varadas" y les resulta difícil mantener relaciones interpersonales.

Por otro lado, existe cierta controversia entre la correlación del uso de Internet y la soledad, con algunos hallazgos que muestran que los usuarios de Internet están más solos y otros que muestran que las personas solas que usan Internet para mantenerse en contacto con sus seres queridos (especialmente las personas mayores) informan menos soledad, pero que aquellos que tratan de hacer a,igos en lìnea se volvieron más solitarios.
Por otra parte, estudios realizados en 2002 y 2010 encontraron que "el uso de Internet disminuyó la soledad y la depresión de manera significativa, mientras que el apoyo social percibido y la autoestima aumentaron significativamente" y que Internet "tiene un papel habilitante y empoderador en la vida de las personas, ya que al aumentar su sentido de libertad y control, esto tiene un impacto positivo en el bienestar o la felicidad".

Fuente: Wikipedia
 
Efectos

Salud mental


Soledad, por Hans Thoma (Museo Nacional de Varsovia)

Hay efectos psicológicos positivos y negativos de la soledad.
La mayor parte del tiempo, estos efectos y la longevidad están determinados por la cantidad de tiempo que una persona pasa aislada.
Los efectos positivos pueden variar desde más libertad hasta mayor espiritualidad, mientras que los efectos negativos son privativos socialmente y pueden llegar a desencadenar la aparición de una enfermedad mental.
Mientras que la soledad positiva es a menudo deseada, la soledad negativa es a menudo involuntaria o no deseada en el momento en que ocurre.

Efectos positivos
Hay muchos beneficios para pasar el tiempo solo. La libertad es considerada como uno de los beneficios de la soledad; las limitaciones de los demás no tendrán ningún efecto en una persona que pasa tiempo en soledad, y por lo tanto, le da a la persona más libertad en sus acciones. Con mayor libertad, es menos probable que las elecciones de una persona se vean afectadas por los intercambios con otros.

La creatividad de una persona puede ser provocada cuando se le da libertad. Puede aumentar la libertad y, además, la ausencia de distracciones tiene el potencial de estimular la creatividad. En 1994, el psicólogo Mihaly Scikszentmihalyi descubrió que los adolescentes que no pueden soportar estar solos a menudo dejan de mejorar los talentos creativos.

Otro beneficio comprobado del tiempo dado en la soledad es el desarrollo del yo.
Cuando una persona pasa tiempo solo, puede experimentar cambios en su autoconcepto.
Esto también puede ayudar a una persona a formar o descubrir su identidad sin distracciones externas.
La soledad también proporciona tiempo para la contemplaciòn, el crecimiento de la espiritualidad personal y el autoexamen. En estas situaciones, la soledad se puede evitar mientras la persona sepa que tiene relaciones significativas con los demás.

La soledad también puede ser usada positivamente para orar: la devoción del Rosario ayuda a la persona a orar con un sentimiento de estar acompañada por Jesùs u ñla Virgen Marìa en la contemplación de los misterios de su vida con un gran sentido de paz; El Rosario llena de oración los días de muchos contemplativos, o se mantiene en compañía de los enfermos y los ancianos.

Efectos negativos
Tener demasiada soledad no siempre se considera beneficiosa. Muchos de los efectos negativos se han observado en los presos. A menudo, al pasar mucho tiempo en soledad, su comportamiento puede empeorar. La soledad puede desencadenar respuestas fisiológicas que aumentan los riesgos para la salud.

Los efectos negativos de la soledad también pueden depender de la edad. Los niños de escuela primaria que experimentan soledad frecuentemente pueden reaccionar negativamente.Esto es en gran parte porque, a menudo, la soledad a esta edad no es algo elegido por el niño. La soledad en los niños de la escuela primaria puede ocurrir cuando no están seguros de cómo interactuar socialmente con otros, por lo que prefieren estar solos, causando timidez o rechazo social .

Si bien es más probable que los adolescentes se sientan solos o infelices cuando no están cerca de otros, también es más probable que tengan una experiencia más agradable con los demás si primero han tenido tiempo solos. Sin embargo, los adolescentes que con frecuencia pasan el tiempo solos no tienen un ajuste global tan bueno como los que equilibran su tiempo de soledad con su tiempo social.

La soledad se ha relacionado históricamente con la depresión y, por lo tanto, es un factor significativo de riesgo para el su***dio. Emile Durkheim ha descrito la soledad como la incapacidad o falta de voluntad de vivir para otros, es decir, para amistades o ideas altruistas; razón por la cual llamó a esto "su***dio egoísta".

Tanto en niños como en adultos, la soledad a menudo influye negativamente en el aprendizaje y la memoria. Su interrupción de los patrones de sueño puede tener un impacto significativo en la capacidad de funcionar en la vida cotidiana.

En los adultos, la soledad es un factor importante en la depresión y el alcoholismo.
Las personas que están aisladas socialmente pueden reportar una mala calidad del sueño y, por lo tanto, tienen procesos restaurativos disminuidos.
La soledad también se ha relacionado con un tipo de carácter esquizoide en el que uno puede ver el mundo de manera diferente y experimentar la alienación social, que se describe como el yo en el exilio.

Las personas mayores que padecen soledad son propensas a tener peor salud: sufren hipertensión, síntomas precoces de demencia, mayor riesgo de enfermedades del corazón, gripe, etc.
Los costes de la soledad son altos tanto para quien la padece como para la sociedad en su conjunto.
Para reducir la soledad hay que fomentar las relaciones -familia, amigos, vecinos-.

El dolor, la depresión y la fatiga funcionan como un conjunto de síntomas y, por lo tanto, pueden compartir factores de riesgo comunes.
Dos estudios longitudinales con diferentes poblaciones demostraron que la soledad era un factor de riesgo para el desarrollo de síntomas depresivos, de dolor y de fatiga a lo largo del tiempo. Estos datos también resaltan los riesgos para la salud de la soledad; el dolor, la depresión y la fatiga a menudo acompañan a enfermedades graves y ponen a las personas en riesgo de salud y mortalidad.

Salud física

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Paro, una mascota robot clasificada como dispositivo médico en los EE.UU.

La soledad crónica puede ser una condición de salud grave y potencialmente mortal.
Se ha encontrado que se asocia con un mayor riesgo de accidente cerebrovascular y enfermedad cardiovascular.
La soledad muestra una mayor incidencia respecto a la alta presión arterial, colesterol alto y obesidad.

Se muestra que la soledad aumenta la concentración de los niveles de cortisoll en el cuerpo.
Los niveles prolongados y altos de cortisol pueden causar ansiedad, depresión, problemas digestivos, enfermedades cardíacas, problemas de sueño y aumento de peso.

″La soledad se ha asociado con una inmunidad celular deficiente como se refleja en la actividad de las cèlulas asesinas naturales (NK) y los títulos de anticuerpos más altos para el Virus de Epstein Barr y los virus del herpes humano".
Debido a la inmunidad celular dañada, la soledad entre los adultos jóvenes muestra vacunas, como la vacuna contra la gripe, para ser menos efectiva.
Los datos de estudios sobre la soledad y los hombres con VIH+ sugieren que la soledad aumenta la progresión de la enfermedad.

Tratamientos y prevención


Paro, una mascota robot clasificada como dispositivo médico en los EE.UU.

Hay diversas maneras de tratar la soledad en tanto fomente el aislamiento social o depresiòn clìnica.
El primer paso que la mayoría de los profesionales recomiendan es la psicoterapia.
Es una manera habitual y efectiva de tratar ese tipo de soledad ya que con frecuencia es exitosa, especialmente las terapias a corto plazo, indicada especialmente para solitarios o deprimidos.
El énfasis está puesto en comprender la causa del problema, revertir los pensamientos, sentimientos y actitudes negativas producto del problema, y explorar formas de ayudar al paciente a sentirse conectado.
Algunos médicos también recomiendan la terapia de grupo como un medio para conectarse con otros padecientes y establecer una red de contenciòn.
También se suelen recetar antidepresivos (si el cuadro de soledad se agrava o se vuelve incontrolable) como un tratamiento independiente o en conjunto con la terapia a fin de evitar que el paciente quede incapacitado en las áreas de su vida.
Muchos médicos sugieren tomar medidas alternativas para tratar la depresión producto de la soledad.
Estos tratamientos incluyen ejercicio fìsico, dieta, entre otros.
Se considera que participar en estas actividades alivia total o parcialmente los síntomas relacionados a ello.

Otro tratamiento para la soledad y la depresión es la terapia asistida por animales.
Los estudios y las encuestas, así como las pruebas anecdóticas proporcionadas por voluntarios y organizaciones comunitarias, indican que la presencia de animales de compañía como perros, gatos, conejos y cobayas puede aliviar los sentimientos de depresión y soledad entre algunos pacientes. Más allá de la compañía que proporciona el propio animal, también puede haber mayores oportunidades para socializar con otros dueños de mascotas. De acuerdo con los Centros para el Control y Prevenciòn de Enfermedades, hay una serie de diversos beneficios para la salud asociados con la posesión de mascotas, incluida la disminución de la presiòn arterial y la disminución de los niveles de colesterol y triglicèridos.
También se ha encontrado que la nostalgia tiene un efecto restaurador, que contrarresta la soledad negativa al aumentar el apoyo social percibido.

Un estudio comparó la efectividad de cuatro intervenciones: mejorar las habilidades sociales, mejorar el apoyo social, aumentar las oportunidades para la interacciòn social, abordar la cogniciòn social anormal (pensamientos irracionales y patrones de pensamientos). Los resultados del estudio indicaron que todas las intervenciones fueron efectivas para reducir la soledad negativa, posiblemente con la excepción del entrenamiento en habilidades sociales. Los resultados del metanálisis sugieren que corregir la cognición social inadaptada ofrece la mejor oportunidad de reducir la soledad negativa.

Fuente: Wilipedia
 
La otra cara de la soledad
8 julio, 2019
Este artículo fue redactado y avalado por Iago R

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Es común que la soledad sea identificada como algo negativo y perjudicial. Es así porque habitualmente se asocia con la tristeza y la desesperación. Sin embargo, la soledad tiene una cara positiva y necesaria que muchas veces pasa desapercibida. Una cara oculta por la sombra negativa del concepto fatídico presente en la sociedad.

El escritor italiano Carlos Dossi dijo: “¿Por qué, en general, se rehuye la soledad? Porque son muy pocos los que encuentran compañía consigo mismos”. Y es que la soledad es, indiscutiblemente, la mejor vía para acercarnos a nosotros mismos.

Únicamente cuando estamos solos, con nuestros pensamientos y emociones, somos capaces de conocernos y de saber apreciar nuestra propia compañía.

La soledad y la introspección
Cuando estamos con otras personas lo más frecuente es que centremos nuestra atención en su presencia, en las conversaciones que entablamos con ellos. De este modo, pasamos por alto cosas que no nos pasan desapercibidas cuando estamos solos. Cuando estamos solos observamos a nuestro alrededor, nos fijamos en muchos más detalles. Detalles como paisajes, casas, otras personas y un largo etcétera.

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Aprender a convivir con uno mismo es un ejercicio muy importante para conocerse como persona. Saber disfrutar de la única compañía del yo nos aportará fortaleza y autoestima. Nos enseñará además a respetarnos a nosotros mismos.

«Uno debe conocerse a sí mismo. Aún si esto no sirviera para descubrir la verdad, al menos es útil como regla de vida, y por lo tanto no hay nada mejor.»

-Blaise Pascal-

Estar solos nos permite poner los problemas en perspectiva y analizar con calma qué es lo que nos hace felices y lo que nos disgusta. Un paso fundamental para entender nuestros sentimientos y nuestras actitudes, pero también los de los demás. Algo que nos ayudará a mejorar las relaciones interpersonales y la capacidad de empatía.

Charles Baudelaire dijo: “Quien no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo entre una multitud atareada”. Y es que, si no sabemos dominar la soledad, será ella la que nos domine a nosotros. Es sabio, por tanto, pasar momentos en soledad, conocernos a nosotros mismos y separarnos del bullicio que supone la compañía constante. De este modo nos fortaleceremos como individuos y creceremos como personas.

La soledad y la creatividad


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La creatividad es algo que se desarrolla principalmente cuando se está solo. Un músico que no sepa pasar tres horas o tres días a solas consigo mismo nunca será capaz de encontrar en su espíritu las notas que quiere plasmar en un pentagrama. Y nunca será capaz de componer, puesto que el proceso creativo se desarrolla casi siempre sin ningún tipo de compañía.

“El talento se cultiva en la soledad; el carácter se forma en las tempestuosas oleadas del mundo”.

-Johann Wolfgang von Goethe-

Como podemos ver, son muchos los intelectuales que mencionaron la cara positiva de pasar tiempo solos, así como las ventajas que ofrece al individuo. Evidentemente, sus connotaciones negativas pueden llegar a ser muy graves y perjudiciales, pudiendo llegar a ser muy peligrosa. Sin embargo, es importante hablar también de las ventajas que supone estar solo de vez en cuando y tolerar dicha soledad.

La soledad es, por tanto, beneficiosa cuando es voluntaria y tiene carácter temporal. Permite reflexionar con calma, conocerse, descubrir fortalezas y mejorar actitudes. No hay que dejar, sin embargo que se apodere de nuestra vida.

Para finalizar, otra cita. Esta vez del escritor brasileño Paulo Coelho, que resume también lo que aquí se intenta decir sobre esta cuestión: «Un guerrero de la luz usa la soledad, pero no es usado por ella”.

https://lamenteesmaravillosa.com/la-otra-cara-de-la-soledad/
 
Me permito incluir aqui, en este tu hilo Querida Compañera @Coti7495, una cancion de DIANA NAVARRO, que creo lo dice todo con respecto a la soledad.- Gracias por el Hilo y felicitaciones.

Mi enorme agradecimiento a tu exquisito aporte a este hilo, trayendo esta pieza maravillosa interpretada por la enorme Diana Navarro.
Un verdadero lujo para este tema tan sensible para el ser humano: la soledad.
Un gran abrazo Querido Compañero Franfei, y nuevamente gracias por esta exquisitez.
Y mi deseo de que podamos llegar a quienes sufren de soledad.
 
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Carmen Velasco, en su casa de El Molar, cerca de Madrid. Inma Flores
Ana Alfageme
Madrid 4 NOV 2018 - 15:43 ART
Todos los días, a eso de las seis de la mañana, Carmen Velasco sale a la terraza con un café y se encuentra con Orión y Casiopea. “Luego veo salir el sol”. El ritual simboliza el gusto por vivir sola. Con 68 años, su pequeño dúplex en El Molar, a 40 kilómetros al norte de la ciudad de Madrid, constituye la base de operaciones para una agenda frenética.

Cármenes hay muchas. Mujeres en edad de jubilación que viven solas. Si cuatro de cada 10 hogares unipersonales están habitados por alguien de más de 65 años, la mayoría (71,9%) muestra un nombre femenino en el buzón, según datos del INE. En 2033, estas viviendas serán las que más habrán crecido (un 25%), según las últimas proyecciones. El tremendo envejecimiento y los récords mundiales que ostenta España en esperanza de vida abocan a un panorama de ciudadanos más viejos (87,68, ellas, y 82,92, ellos, de media) y más solos, al menos en sus casas.

Se está tomando nota. “El Gobierno, a través del Imserso, planea actuar ante este desafío demográfico y abordar urgentemente la soledad en los mayores”, aseguran fuentes del Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.

Cuando Carmen se decidió a jubilarse —“me costó mucho porque me encantaba ser profesora de Educación Especial”, asegura— recibió un sobre: “Un viaje a Verona con una entrada para la ópera, imagínate lo bien que me conocen mis compañeros”. Ama viajar, moverse y vivir sola tras huir de un matrimonio que le chupaba la mitad de la energía. Su día a día se escribe con muchas letras: pilates, clases de francés y de historia, el taller que imparte a dos compañeras del coro, militancia en Europa Laica, conciertos y senderismo en Tierra de Fuego o Dolomitas. “Me gusta tener obligaciones, si no, te vas relajando”.

Dentro de tres lustros, Carmen será octogenaria. “Sé que la vida me pondrá en mi sitio”, dice, “creo que hay que tener muchas aficiones y alternativas”. ¿Y qué necesitaría para seguir disfrutando de la forma de vivir que ha elegido?: “Todos y todas necesitamos servicios públicos de calidad y que nos dejen morirnos en paz con leyes que nos permitan decidir”. Eso y sentir que sus hijos y nietos se encuentren bien.


La mayoría de las mujeres mayores que viven solas (76,9%) son viudas. Se explica por la mayor esperanza de vida femenina. Pero eso, según cuenta Antonio Abellán, director del grupo de Investigación sobre Envejecimiento del CSIC, cambiará algo. “Habrá una nueva soledad, la de quienes envejecen divorciados o solteros”. Como Carmen. Los varones serán más longevos. Al final también estarán más solos.

Frente al portal donde vive Rosa pasan en menos de un minuto un anciano empujando las muletas con gran dificultad, dos señoras del brazo que no cumplen los 70 y otra sola, encorvada sobre su carrito de la compra. Moratalaz es un distrito madrileño que nació en los años sesenta del pasado siglo y ya es presa del envejecimiento que nos aguarda dentro de tres lustros: un 25% de sus vecinos tienen más de 65 años. Cuatro pisos más arriba, centenares de películas y un gato contemplan a Rosa, nombre supuesto de otra jubilada de 71 años tocada con un poncho. “Si viera a alguien apareciendo por ahí” —señala la puerta de entrada a las dos habitaciones— “me sentiría rarísima. Los hombres solo buscan una chacha que les cuide”. Otras cosas que le definen: anárquica, alérgica a las obligaciones, gran lectora, divorciada, un hijo emparejado que vive a siete minutos, salidas con las amigas para ir al cine. Les ve con frecuencia. Como Carmen, tampoco se siente sola.

Rosa camina todos los días. Pero ha cogido muchos kilos al dejar de fumar. Carmen está muy volcada con el pilates y el senderismo. Algo que aprobaría José Antonio Serra, jefe de Geriatría del hospital Gregorio Marañón de Madrid. “El 75% de cómo envejeces son hábitos de vida. Si empiezas a los 40 años a hacer ejercicio y mantienes un peso adecuado, eso se notará a los 60, a los 70 y a los 80”. Si vivimos más y más solos, viene a decir, hay que reducir el tiempo de dependencia, que ahora se cifra en cinco años, hasta dejarlo en uno. Para morirnos lo más sanos posible y sin sufrimientos. “Y eso incluye comer bien. Mucha gente mayor sola, por ejemplo, no cena, por pereza. Y hay que tomar proteínas”, observa el especialista.

Tanto Carmen como Rosa habitan casas de su propiedad, con dormitorios de sobra, antes ocupados. Lo más común. Habrá que construir viviendas más pequeñas, adaptadas a un ocupante y, dado el alza del precio del alquiler, aumentar el parque de viviendas públicas para rentar, opina Jorge Arévalo, socio del estudio de arquitectura Paisaje Transversal. Además, “las casas no han sido pensadas para viejos, desde las rampas a los enchufes, colocados casi en el suelo”, dice Antonio Abellán. “Hay que rehabilitarlas para favorecer la accesibilidad y la mejora energética”, añade Arévalo, “así se facilita que los mayores salgan a la calle, y se ahorra en energía”.

La arquitecta Blanca Lleó, creadora del premiado proyecto de investigación Vivir 100 años, longevidad y ciudad futura, apuesta por casas activas: “Las viviendas no tienen que ser más cómodas, sino al contrario. Hay que fomentar el ejercicio y la atención en la rutina diaria. Subir y bajar escaleras, esforzarse para encender y apagar luces, ejercitar brazos para subir persianas, abrir y cerrar ventanas”. Pero puntualiza que hay que diseñar casas fácilmente transformables cuando se produzca la dependencia.

El barrio de Rosa tiene bastantes centros sociales, tiendas y áreas verdes. Lleó considera que habrá que “fomentar en los lugares públicos de la ciudad y en las dotaciones de barrio la sinergia entre generaciones creando espacios para la integración. Las distintas generaciones tienen intereses y horarios de vida complementarios, su integración permite un uso eficaz del mismo espacio de la ciudad, el barrio, la vivienda. Es integración, fomenta la ciudad compacta y socialmente sostenible”.

Rosa cree que acabará en una residencia, aunque le gustaría seguir viviendo sola. “Pero soy realista. Si los servicios sociales mejoran y les dedican más medios, sería lo perfecto”. De momento, 100 personas dependientes mueren cada día sin recibir los servicios reconocidos por la Administración. El demógrafo Antonio Abellán apunta a los países nórdicos, donde casi la mitad de los mayores viven solos, frente a un 25% en España. “La diferencia la marcan unos servicios sociales más desarrollados, que les permiten vivir en casa ayudados con más recursos”. ¿Cómo encarar esto, entonces? “Paguemos impuestos”, contesta.

Los vecinos y el 'gimnasio' de las relaciones sociales
Entrar en casa y no tener a alguien a quien saludar no significa sentirse solo. Pero los mayores lo acusan más. Las estadísticas varían mucho: desde un 59% (CIS-Imserso) a un 35% (encuesta social europea) lamentan la soledad. “Con la misma edad, las mujeres están mejor y poseen más recursos”, observa Javier Yanguas, director del programa de Mayores de la Fundación La Caixa y coautor del estudio El reto de la soledad en la vejez. Percibir aislamiento tiene graves consecuencias, psíquicas y físicas. Un sumatorio bastante bien estudiado que incluye depresión, riesgo cardiovascular, deterioro cognitivo y muerte prematura.
¿Qué hacer, entonces? “Si vamos al gimnasio y cuidamos la dieta para envejecer mejor, tenemos que planear seriamente y apostar por cultivar las relaciones sociales; eso genera broncas, pero también ilusiones”, dice Yanguas, quien también habla de empoderar, por ejemplo a través del programa Siempre acompañados, a esos ciudadanos que viven solos: “Para que aprendan a gestionar la soledad con recursos y habilidades”.
“Son los vecinos los que se ayudan en el bloque”, dice por su parte Rosa, la madrileña que vive sola en Moratalaz, el distrito envejecido, “sobre todo ellas están pendientes. Tienen la llave de mi casa. Los hombres siempre están sentados en la plaza”.
Algo así hace la Fundación Amigos de los Mayores con el programa Grandes Vecinos, que facilita el intercambio generacional en el mismo entorno. A través de la ONG, el joven que vive en el barrio y que no conocía a nadie le prepara la comida a la mujer mayor y ella toma algo con él.

https://elpais.com/sociedad/2018/11/03/actualidad/1541280281_769686.html
El típico artículo donde gente que tiene una vida confortable ocupa su tiempo de jubilación haciendo actividades ociosas.
Si opciones hay muchas para mejorar la calidad de vida en la tercera edad cuando hay dinero.

El problema es cuando no tienes dinero, tienes problemas de salud .
 
Algo que se tendría que trabajar a lo largo de toda la vida es a aprender a estar solo/a.
Muchísima gente no se atreve a realizar actividades en solitario.
Es importante tener ratos de soledad para meditar, para pensar en uno mismo , para saber lo que una quiere ....
 
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