A principios de años, cuatro conocidas formamos un grupo de WhatsApp. Nos saludábamos como chochetes. Cuatro mujeres adultas, con un empleo, con casa e hijos, pero profundamente infelices con sus vidas. Descargamos el tinder, aunque yo no lo usé, maldito que no puedan borrarse mis datos. Ellas montaron una competencia de f*r con tinder, enseñaban fotos y conversaciones. De alguno, con crueldad por no dar la talla. Yo me despedí pronto de ellas, pero ellas siguen con sus juegos y les va muy bien. Lo que hacen algunas personas por f*r. A una de ellas, le arreglaron la vida, un piso de alquiler, un trabajo indefinido en una asesoría, llevarla y traerla, llenar la nevera, cocinar y limpiar. Increíble. Ella no ponía un euro. Con alguno, los menos, terminó mal, no f*ban pero se aprovechaba del favor.