Fran Rivera y Lourdes Montes. Boda religiosa, hijos y otros temas.

Mira de moda no entiendo. Pero de ganchillo si. Ahora se llama crochet pero de toda la vida... Ganchillo.
Recuerdo tardes internables con mi abuela, la tele y el ganchillo. Ella me enseñó y de niña las dos le dábamos a la aguja y a la lengua. En fin que me pongo melancólica
A lo que iba. Hay ganchillo y ganchillo. Puedes hacer un tapete de hilo gordo o una puntilla finísima y delicada
Esta ha hecho el tapete gordo para unas mangas. Alucinada me quedo con el horror. Si quieres hacer unas mangas haz lo delicado, que también se puede.
Para mas INRI le pone directamente el tapete en los hombros.
Que digo yo que puedes poner un detalle en los hombros. Que se lleva y eso. Pero un posavasos?
 
Y encima un tapete basto y feo.
Comparto vivencias contigo @sonia77 .
De costura solo se coser botones, pero de ganchillo se un rato largo. También me enseño mi abuela.
En vez de hilo, han comprado sirga, para acabar pronto.
Si esto es lo que consideran un detalle de ajuar de los de antes, es que no han visto gran cosa en su casa. Aun tengo las sabanas con las puntillas que hicieron mi bisabuela y mi abuela que eran personas modestas y sin infulas de grandeza, pero no tienen nada que ver con lo que estas "hacedoras de ropa" nos enseñan. Que mas querrían ellas!
 
La playa, relación amor-odio
Creo que se puede decir oficialmente que ya es verano. Ya están aquílos calores, bueno, en Sevilla que es un planeta que está mucho más cerca del sol que la Tierra tenemos los calores hace ya unas semanas.

Como se dice por aquí, ¡qué caló joé!

Imagino que la operación bikini ya llevará en marcha por lo menos un mes, pues bien, ya es el momento de ver esos resultados y poner esos cuerpos a calentarse en las playas.

La playa, qué gran invento.

Digo que la relación con la playa puede ser de absoluto amor y devoción, o del más profundo odio y aborrecimiento.

La playa, lugar de relax, diversión y al mismo tiempo lugar incómodo a más no poder, lugar donde se trabaja muchísimo. Ahora me explicaré.

Está claro que no me encanta la playa. Es cierto que durante los primeros veinte minutos la disfruto muchísimo, a partir de ahí… no hay nada más aburrido que la playa.

Yo llego, pongo mi toalla, me tiro encima, me pongo los auriculares para escuchar un poco de música y cuando ya no puedo más del calor hago como todo el mundo, me voy a bañar al mar. Como mucho llego hasta que el agua me llega a las rodillas porque, ¡qué barbaridad lo fría que está el agua en las zonas de Huelva, Cádiz y Málaga!, es que meto los pies y se me quita todo el calor de momento. Así que de vuelta a la toalla que para esas alturas ya está llena de arena, cosa muy agradable.

¿Os dais cuenta lo deportivos que nos ponemos todos en la playa?

Sobre todo los tíos, nos damos unos paseos larguísimos y ya nos creemos que hemos corrido la maratón de New York, jugamos a las palas, al fútbol, con el frisby, le damos con una pala a una pelota amarrada por una cuerda (el colmo).



Bueno, eso era antes porque ahora con esta moda de prohibir, en la playa está prácticamente todo prohibido, hasta el punto que en las entradas a las playas hay unos tablones que tardas aproximadamente cuarenta minutos en leer todo lo que está prohibido, y en aprendértelo ni te cuento. Si nos hicieran un examen para averiguar quién no sabe la normativa de las playas iban a estar como el desierto del Kalahari, como un solar vamos, vacío, vacío.

Dentro de nada se prohibirá pisar la arena y verás el lío tan grande que se va a montar.



Pues lo dicho, no se puede, o podía, jugar a más cosas, y eso sin olvidar los deportes acuáticos como la colchoneta, pasarnos unos a otros la pelota de waterpolo, el pedalón, y no puede faltar el que coge sus gafas de buceo, sus aletas y su tubo y se cree que es Jacques Cousteau. Solo de pensarlo ya estoy cansado.

Menos mal que tenemos uno de los mejores inventos del mundo después del fuego… ¡los chiringuitos!



Gran lugar de recogimiento, de cerveza muy fría, sangría y demás néctares de Dioses.

Lo buena que está la paella en la playa, y no podemos olvidar esos espetos, eso sí que está bueno.



Los chiringuitos hay un momento que parecen los clubs esos antiguos donde solo dejaban entrar hombres, es más, hay señores que no pisan ni una sola vez la arena, van de su casa al chiringuito y vuelta para atrás.

¡Qué sería de nosotros sin nuestros chiringuitos! Larga vida a estos centros de relax, estos pequeños oasis en esas playas plagadas de sombrillas.

Ahora hablemos las verdades del barquero de lo que es ir un día a la playa.

Llegas y hay un millón de sombrillas, con diez millones de almas. Te cuesta la vida encontrar un metro cuadrado sin una toalla, al final estás a dos kilómetros del agua que además para llegar a ella debes ir sorteando un sinfín de obstáculos mientras te abrasas los pies. Y cuando sales del agua, a no ser que seas un indio apache, no vas a saber volver a tu lugar perfectamente camuflado en ese mar de sombrillas y toallas multicolores.



Y si vas a la playa con la idea de comer allí, llevando tu comida y además vas con niños pequeños debes prepararte para un pequeño éxodo.

Tienes que llevar la sombrilla, las sillas, hamacas, la mesa plegable, las toallas, la nevera, el cubo con la palita y el rastrillito, la sandía, la cesta con la comida y prepararte para inflar la pelota de Nivea, la colchoneta, la piscinita para el bebé, los flotadores, los manguitos, y no te olvides de todo los equipos deportivos como las palas, el balón de fútbol, el balón de waterpolo, las aletas, la máscara y el tubo y por supuesto los sombreros, la cesta con las cremas, el libro y el periódico, la radio… Vamos, una pequeña mudanza que, por mucho que sacudas antes de meterlo en el coche, te lo llenarán de arena.





Un horror con mayúsculas. A la playa hay que ir en febrero, dar un paseíto y vuelta para el campo que es donde de verdad se está a gusto.

¿Que quieres agua? Busca un río.

¿Que quieres sombra? Déjate de sombrillas y busca un buen árbol.

Además puedes llevar a tu perro y jugar a lo que te de la gana. Pero vamos, que lo mejor es un paseíto por los senderos y no tener que ir esquivando todo tipo de obstáculos y pinchándote con las conchas, además de abrasarte la planta de los pies.

Yo, creo que queda claro que soy más de campo que las amapolas, pues bien, como en casa manda quien manda… Nos veremos las caras en la playa y sobre todo en los chiringuitos, ese refugio de los sufridores en casa.

Suerte y a “disfrutar”.
 
"La manía de prohibir", tardar 40 minutos en leer un cartel con dibujos, los hombres pasean (date una vuelta por Benidorm a hacer trabajo de campo contra las varices, chaval). No cabe un tópico más.
Edito: le falta hablar de las suecas. ¡¡¡¡Qué gracia, tronío, arte, classse, rasssa, tiene la Paca!!!
 
Palur, tu te coges a tu carmenesto y os vais solas a la playita en punta umbria, q para estar aguantando amargados mejor sola, q pereza de señor parece q tiene oxhenta años, nació cansado, y se tarda 40 minutos.en leer el cartel por q es medio analfabestia
 
La playa, relación amor-odio
Creo que se puede decir oficialmente que ya es verano. Ya están aquílos calores, bueno, en Sevilla que es un planeta que está mucho más cerca del sol que la Tierra tenemos los calores hace ya unas semanas.

Como se dice por aquí, ¡qué caló joé!

Imagino que la operación bikini ya llevará en marcha por lo menos un mes, pues bien, ya es el momento de ver esos resultados y poner esos cuerpos a calentarse en las playas.

La playa, qué gran invento.

Digo que la relación con la playa puede ser de absoluto amor y devoción, o del más profundo odio y aborrecimiento.

La playa, lugar de relax, diversión y al mismo tiempo lugar incómodo a más no poder, lugar donde se trabaja muchísimo. Ahora me explicaré.

Está claro que no me encanta la playa. Es cierto que durante los primeros veinte minutos la disfruto muchísimo, a partir de ahí… no hay nada más aburrido que la playa.

Yo llego, pongo mi toalla, me tiro encima, me pongo los auriculares para escuchar un poco de música y cuando ya no puedo más del calor hago como todo el mundo, me voy a bañar al mar. Como mucho llego hasta que el agua me llega a las rodillas porque, ¡qué barbaridad lo fría que está el agua en las zonas de Huelva, Cádiz y Málaga!, es que meto los pies y se me quita todo el calor de momento. Así que de vuelta a la toalla que para esas alturas ya está llena de arena, cosa muy agradable.

¿Os dais cuenta lo deportivos que nos ponemos todos en la playa?

Sobre todo los tíos, nos damos unos paseos larguísimos y ya nos creemos que hemos corrido la maratón de New York, jugamos a las palas, al fútbol, con el frisby, le damos con una pala a una pelota amarrada por una cuerda (el colmo).



Bueno, eso era antes porque ahora con esta moda de prohibir, en la playa está prácticamente todo prohibido, hasta el punto que en las entradas a las playas hay unos tablones que tardas aproximadamente cuarenta minutos en leer todo lo que está prohibido, y en aprendértelo ni te cuento. Si nos hicieran un examen para averiguar quién no sabe la normativa de las playas iban a estar como el desierto del Kalahari, como un solar vamos, vacío, vacío.

Dentro de nada se prohibirá pisar la arena y verás el lío tan grande que se va a montar.



Pues lo dicho, no se puede, o podía, jugar a más cosas, y eso sin olvidar los deportes acuáticos como la colchoneta, pasarnos unos a otros la pelota de waterpolo, el pedalón, y no puede faltar el que coge sus gafas de buceo, sus aletas y su tubo y se cree que es Jacques Cousteau. Solo de pensarlo ya estoy cansado.

Menos mal que tenemos uno de los mejores inventos del mundo después del fuego… ¡los chiringuitos!



Gran lugar de recogimiento, de cerveza muy fría, sangría y demás néctares de Dioses.

Lo buena que está la paella en la playa, y no podemos olvidar esos espetos, eso sí que está bueno.



Los chiringuitos hay un momento que parecen los clubs esos antiguos donde solo dejaban entrar hombres, es más, hay señores que no pisan ni una sola vez la arena, van de su casa al chiringuito y vuelta para atrás.

¡Qué sería de nosotros sin nuestros chiringuitos! Larga vida a estos centros de relax, estos pequeños oasis en esas playas plagadas de sombrillas.

Ahora hablemos las verdades del barquero de lo que es ir un día a la playa.

Llegas y hay un millón de sombrillas, con diez millones de almas. Te cuesta la vida encontrar un metro cuadrado sin una toalla, al final estás a dos kilómetros del agua que además para llegar a ella debes ir sorteando un sinfín de obstáculos mientras te abrasas los pies. Y cuando sales del agua, a no ser que seas un indio apache, no vas a saber volver a tu lugar perfectamente camuflado en ese mar de sombrillas y toallas multicolores.



Y si vas a la playa con la idea de comer allí, llevando tu comida y además vas con niños pequeños debes prepararte para un pequeño éxodo.

Tienes que llevar la sombrilla, las sillas, hamacas, la mesa plegable, las toallas, la nevera, el cubo con la palita y el rastrillito, la sandía, la cesta con la comida y prepararte para inflar la pelota de Nivea, la colchoneta, la piscinita para el bebé, los flotadores, los manguitos, y no te olvides de todo los equipos deportivos como las palas, el balón de fútbol, el balón de waterpolo, las aletas, la máscara y el tubo y por supuesto los sombreros, la cesta con las cremas, el libro y el periódico, la radio… Vamos, una pequeña mudanza que, por mucho que sacudas antes de meterlo en el coche, te lo llenarán de arena.





Un horror con mayúsculas. A la playa hay que ir en febrero, dar un paseíto y vuelta para el campo que es donde de verdad se está a gusto.

¿Que quieres agua? Busca un río.

¿Que quieres sombra? Déjate de sombrillas y busca un buen árbol.

Además puedes llevar a tu perro y jugar a lo que te de la gana. Pero vamos, que lo mejor es un paseíto por los senderos y no tener que ir esquivando todo tipo de obstáculos y pinchándote con las conchas, además de abrasarte la planta de los pies.

Yo, creo que queda claro que soy más de campo que las amapolas, pues bien, como en casa manda quien manda… Nos veremos las caras en la playa y sobre todo en los chiringuitos, ese refugio de los sufridores en casa.

Suerte y a “disfrutar”.



Viejunismo estival elevado a la enésima potencia.
 

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