Fran Rivera y Lourdes Montes. Boda religiosa, hijos y otros temas.

escribe post cuando le regalan algo
O cuando lava la ropa. Después viene el de las escobas, las fregonas y puede que incluso le regalen un paquete de Evax y escriba un post sobre la primera vez que le vino la regla, algo así: "Seguro que conocéis esa sensación tan terrible de todos los veranos. Estás en la casa de la playa y no sales en todo el día: te da vergüenza bañarte con la regla ¡qué pueden pensar los amigos de tu pandilla de toda la vida!¿Se darán cuenta de algo?. La vieja tata te recomienda que no lo hagas, que no es bueno para la salud, y tú...con la tontería esa que nos entra a las mujeres, rompes a llorar como si no hubiera un mañana.
Me encanta compartir estos recuerdos con ustedes amigas, ¡lo que yo hubiera dado entonces por un paquete de Evax. Como el que me han mandado hoy...una discreta muestrecita promocional ideal para llevar en el bolso, con topos verde Babar sobre fondo nacarado, ¡parece diseñado por nosotras!. Incluso cabe en el clutch si tienes algún cóctel y no puedes llevar esos bolsos enormes que llevamos siempre las madres, de donde sacas hasta los pañales de Carmen usados que olvidaste reciclar anoche.
Pero a lo que iba, descubrimientos como este son lo mejor de la vida porque ya no te sientes tan incómoda y desgraciada por las hormonas que se mueven por todo tu cuerpo. Son cosas muy íntimas de las mujeres que los hombres no pueden ni entender, porque cuando llegan "los días chungos", como dice mi marido, lo mejor es no hablarnos y ni siquiera mirarlo. Yo suelo dar tres vueltas a la estatua de la Plaza del Triunfo, y ahora lo hago con mi Paquete de Evax bien asido para no tener "tío Pepe" doloroso."
 
El blog de la Paca en vez de "Las cosas mías" se debería llamar "El blog H&S"

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Cuelga esta foto por lo que la cuelga, vamos, porque lo que se intuye en el pantalón.

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Ole, ole y oleeeeeeeeeeee, esa rasa y ese tronío de macho mu macho, qué grande la tien...s, digo qué grande eres maestro, arsa, ole, eeeeeeeeeeeeeeeeeeeeepa :ROFLMAO::ROFLMAO::ROFLMAO::ROFLMAO:.
Pero qué casposo es este tío por Dios.
 
09marzo
Viajar en avión o como sardinas en lata
¿A quién no le gusta viajar? A mí me encanta, donde sea, cuando sea, lo importante es la compañía.

Viajar es lo mejor que se puede hacer, desde planear el viaje, la ilusión, preparar la maleta, los nervios, el desconectar de todo, conocer gente que nada tiene que ver contigo, vivir otras tradiciones… Dicen que la vida es un viaje, pero viajar sin duda te da vida.

Se puede viajar en coche, que es la manera de vivir más todo lo que te rodea en ese país nuevo para ti. Se puede viajar en tren, muy elegante y una maravilla en lo referente a la logística. En barco, que nunca lo he hecho, es mi asignatura pendiente el realizar un crucero. Y puedes hacerlo también en avión.

Cierto es que si vas a un país lejano, la forma de viaje más común es el avión, pero la verdad es que la cosa se está poniendo complicadita…

El volar se ha convertido en una auténtica prueba olímpica. Es una prueba para todos tus sentidos donde no solo se mide tu capacidad de paciencia, sino también de aguante.

Desde que llegas al aeropuerto ya te están poniendo a prueba con un sinfín de incómodos inconvenientes que debes ir sorteando uno a uno para conseguir tu meta, llegar a tu destino lo más humanamente posible.

La primera prueba es acceder al aeropuerto en sí. La única vía posible es en taxi. Todo medio de locomoción distinto te obligará a adentrarte en el mundo parking gigantesco que nadie es capaz de saber nunca dónde te encuentras con exactitud. Aquí está la prueba de memoria, debes memorizar el piso, el color de la zona, el número de plaza y el bloque. Después deberás comenzar una prueba constante que es la de la maratón. Ya desde este punto debes recorrer distancias kilométricas hasta los distintos puntos donde deberás sortear diferentes pruebas que medirán todas tus habilidades.

Lo segundo localiza un carro, carga el carro con todas las maletas, y ahora lo difícil es conseguir que el carro vaya en línea recta. Además, deberás ser muy habilidoso para que en esos giros que debes realizar no se caiga ninguna maleta, tarea casi imposible, sobre todo si llevas muchas maletas, que parece que se repelen unas a otras.

La tercera prueba es que debes localizar el mostrador donde facturar. Esta prueba llamada “orientación” va a ser una constante al igual que la maratón.

Pues bien, una vez localizado el mostrador es muy posible que te encuentres que eres tú el que debes hacer el check-in, lo que quiere decir que tienes que enfrentarte a una especie de ordenador que te pide un montón de claves que ni conoces ni sabes dónde buscarlas. Esta es la prueba para medir tu nivel de informática. Una vez que has concluido esta tarea (pidiendo ayuda a uno que pasaba por allí de uniforme y que al pedirle ayuda te vio esa cara de agobio y se apiadó de ti porque él/ella no tenían nada que ver con aquel artilugio pero aun así te ayuda), vuelves al mostrador, eso sí, después de esperar una cola que se te hace eterna.

Esto es solo como preparación de lo que se te viene encima, la prueba para medir tu paciencia. ¡¡¡Sorpresaaaa!!! Tu maleta tiene exceso de peso, pero claro, el ordenador de fuera no mide eso, entonces debes apartarte, abrir tus maletas delante de todo el mundo y reorganizar el contenido, lo que quiere decir que empiezas a meter cosas en tu mochila hasta que ya casi no cierra y, rezando, vuelves a poner la maleta en la balanza… Uffff, menos mal, has conseguido sacar lo justo para que el peso sea el correcto, porque hoy en día, las maletas deben tener un peso y medida exacta, si no, no vuelan. Agudeza para calcular el peso de tu maleta a pulso. ¡Prueba superada!



Pues bien, ya tienes tus tarjetas de embarque, en las cuales, por cierto, no pone casi nunca la puerta de embarque. Así que esa es otra prueba para más tarde, pero por lo menos eso, ya sin maletas. Que por cierto, yo cada vez que veo que les ponen una pegatina y las meten en esa cinta transportadora que va quién sabe a dónde, siempre digo lo mismo: “que sea lo que Dios quiera“. Es alucinante que lleguen al mismo sitio que tú, parece magia, bueno, cuando llegan claro.

Ahora toca pasar el temido control de seguridad. Esto más que una prueba parece una gincana.

Primero te paras a leer el cartel donde aparecen los artículos prohibidos. ¿Una ballesta, un extintor o una batería de coche? ¿Pero quién viaja con eso por Dios? Bueno a lo nuestro. Quítate el reloj, el cinturón, las botas, el abrigo, los anillos, saca las monedas de los bolsillos, las gafas, el móvil, si llevas ordenador o Ipad sácalos y ponlos en una bandeja aparte, las pulseras, el sombrero o la gorra si llevas… Pues nada, al final pitas y te acaban cacheando, pero lo peor no es eso, seguro que has metido un pequeño cortaúñas en la mochila a última hora y claro, ¿cómo no te das cuenta del arma tan terrible que es un cortaúñas hombre? Pues te quedaste sin él.



A todo esto llevas la tarjeta de embarque en la boca.

Una vez superas la gincana, te vistes después de haber vivido en tus carnes esa tremenda cola otra vez, lenta, agoniosa, y todo el mundo mirando el reloj y murmurandolo pierdo seguro“, viene la prueba de, ¿seré capaz de no comprar nada? Bueno, en esta prueba si pierdes no pasa nada….

Siguiente prueba, tener buena vista. Como en la tarjeta de embarque casi nunca pone la puerta de embarque, valga la redundancia, tienes que ir a una pantalla azul chillón y buscar tu vuelo el cual está en letras clave, muy chiquitito escrito y que además va cambiando de una lista a otra, o sea que si no eres rápido de vista te cambian la pantalla y debes empezar de nuevo, ¡qué tensión!



Tu cara de concentración en esta terrible prueba es genial, y la satisfacción momentánea cuando encuentras tu puerta genial también. Y digo momentánea porque una vez que te orientas dónde estás tú y dónde está tu puerta comienza la siguiente prueba… ¡Contrarreloj!



Siempre te toca en la otra punta del gigantesco aeropuerto, así que miras el reloj y le dices a tu acompañante: “¡Vamos corre!” Empiezas a sortear pasajeros, entras y sales de las cintas eléctricas (que alguna no funciona), ves tu puerta a lo lejos, aprietas el paso y cuando llegas sudando y feliz de tu velocidad y de cómo has sorteado todos los obstáculos… ¡zasss…! Vuelo retrasado. Lo que te entra por el cuerpo…

Siguiente prueba, más paciencia que el santo Job.

Empiezan a pasar las horas lentas, muy lentas, una tras otra. Llega una azafata, que por cierto mirad si la cosa está mal que es la misma de facturación, y te levantas para recoger pero… falsa alarma. Esta situación a veces te pasa dentro del avión, así que infinitamente mejor fuera. Pues bien, una vez solucionados los problemas “técnicos” (nunca te cuentan que ha pasado), comienza el embarque. Saca la tarjeta de embarque y el DNI y ya por fin llegas a tu asiento y a la siguiente prueba, la más dura, contorsionismo o cómo sentirte sardina el lata.

Qué barbaridad, dónde vamos a llegar. Primero nunca hay sitio para todas las maletas de mano y tienes que empezar a empujar tu pobre mochila en la que llevabas unos bombones y que Dios sabe cómo llegarán. Después, ya por fin, te encajas en tu pequeño cubículo, muy pequeño, pequeñísimo.



Yo mido un metro setenta y uno y voy como una auténtica sardina en lata, no me puedo ni imaginar los altos. Ya no es solo lo pegado que vas al de delante, que cuando llegas tienes dos moratones en las rodillas, es que de lo estrecho que es, casi vas de perfil. Estos son los sillones que les ponen a los presos para que hablen. ¿Y el apoyabrazos? Será apoya el brazo en el brazo del pasajero que va a tu lado porque los dos no caben, de hecho, cuando uno mueve el brazo el otro lo pone haciéndose el loco pero con cara de triunfo.



Pero lo peor está por llegar… la bandeja de comida. Bueno, eso si es vuelo intercontinental, porque si es doméstico como ellos dicen, te cobran hasta por respirar casi. Cuando te dan de comer, lo primero y más difícil es abrir la bolsita donde van los cubiertos que parece que es antirrobo. Por cierto, te quitan el cortaúñas en el control y ahora te dan un cuchillo y dos tenedores, me quedo mucho más tranquilo, sí señor, con dos co…

Volviendo a la comida, ¿alguna vez habéis intentado comer sin separar un milímetro los brazos del cuerpo? Te entra dolor de cuello de estirarlo para poder meter algo de comida en la boca, pero lo mejor es cuando te dan agua y un refresco o un vasito de vino y te ves con un vaso en cada mano y sin sitio en la bandeja, mucho menos en la mesita. ¿Qué haces? Esta prueba es de ingenio. Pues te bebes el agua del tirón, metes el otro vaso dentro del agua, el pan lo pones dentro del plato junto con los dos tenedores y el cuchillo y ya tienes sitio para el vaso de vino. ¿Veis como no es tan difícil?



Una vez comido te dispones a dormir y, justo cuando estás cogiendo la postura, pasan el carrito por si quieres comprar un perfume. Superado lo del perfume y cogiendo otra vez el sueño, habla el comandante para contarte que volamos a no sé cuántos pies y a no sé cuántos nudos por hora, lo cual ni sabes lo que significa y además te da igual. Eso sí, te regalan un muy pequeño neceser con un peine, un cepillo de dientes que no sirve para nada, un antifaz y un enjuague bucal, que todos guardamos como si fuera oro en paño hasta que, tres meses después, lo encuentras en un cajón de tu casa y lo tiras. Lo que siempre guardo son los antifaces, me encantan, tengo un montón, jajajajaja.

Por fin comienza el descenso y te piden que pongas derecho el asiento porque esa levísima inclinación de dos milímetros pone en peligro a quien va detrás, vamos, si el que va detrás casi va sentado encima de ti, pues nada, debes aterrizar derecho como una vara. Cuando te desencajas de tu cubil no sientes las piernas, solo un dolor terrible en las rodillas por tenerlas chocando con el asiento de delante. Terminaremos viajando como en el autobús, de pie.



Bajas del avión y vas directo a enfrentarte a la última prueba.

Prueba acto de fe.

Localizas la cinta transportadora después de haber recorrido otra vez todo el aeropuerto de punta a punta y te preparas para ver pasar delante de ti una y otra maleta esperanzado con que la siguiente será la tuya, te tranquilizas a ti mismo diciendo que seguro que ha llegado. Y de pronto ves una, es la tuya, pero no, solo es del mismo color, y por cada maleta que sale de ese túnel y no es la tuya te va invadiendo un pánico terrible al pensar que tu maleta está ahora mismo llegando a Kazakhtán pero te haces fuerte en tu fe y de pronto… ¡sí! ¡Ahí está tu maleta! ¡Qué alegría más grande te entra, como si vieras a tu mejor amigo!

¡Y prueba superada!

Lo del avión, la verdad, cada día se pone más antipático, pero merece la pena pasar por cualquier penuria de este tipo con tal de poder viajar y conocer otros países. No dejéis de viajar nunca, donde sea, aunque sea al pueblo de al lado, merece la pena.





Patético. Y lo de que mide 1.71 no se lo cree ni él. Sobre todo porque el que mide 1.71 de verdad, redondea y dice que mide 1.70.

De 1.65 no pasa.
 
según la wiki rusia tiene 143 millones de habitantes, que ya son, pero a Flan y Caye lo verán 200 millones de rusos...pues chico no se de dónde los van a sacar o_Oo_Oo_O
 
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