Fran Rivera y Lourdes Montes. Boda religiosa, hijos y otros temas.

18enero
Recuerdos alrededor de la mesa
Desde hace ya algunos años la cocina está de moda.

En todas las cadenas de televisión encontramos algún concurso o programa relacionado con la comida.

Los alimentos ecológicos, la agricultura tradicional o la compra de productos a granel son tendencia absoluta pero, aunque se recuperen técnicas saludables y se vuelva cada vez más a lo sano y natural, seguimos sin prestar atención de verdad a lo que implica comer.

Creo que dos de las de principales razones por las que hemos olvidado lo que significa sentarse a una mesa es el excesivo culto al cuerpo, ya que nos limita muchísimo a la hora de disfrutar de lo que comemos (yo esto no lo pruebo porque engorda… Uff hoy me estoy pasando… nada de trigo… nada de lácteos), y el otro, por supuesto, es la falta de tiempo.

No estoy defendiendo que debamos atiborrarnos de comida, dejar de cuidarnos o tomar postre a diario, simplemente estoy convencida de que en el término medio está la virtud, y que hay cosas fundamentales para nuestro espíritu que se están perdiendo por culpa de las modas y el estrés de vida que llevamos. Me explico:

Los que hemos tenido la suerte de vivir en casas en las que la comida no tenía nada que ver con la nutrición, la alimentación o la cantidad de proteínas o de quinoa que se deben consumir al día, sino que era el momento de encuentro, de charla, de unión y de debate, de lo mejor y lo peor del día, de contar como había ido el examen de turno, en definitiva, era el momento de hacer familia y crear hogar, creo que valoramos de forma especial la cocina y todo lo que ella conlleva.






Ahora en las casas cada uno come a una hora, una comida distinta, viendo la tele, mirando el móvil… En definitiva, sin comunicarse, sin compartir.

Mi abuela Isabel, gran cocinera, número uno en encontrar la mejor materia prima y sacarle el máximo partido, perfecta en la presentación de sus platos y magnífica repostera, me enseñó que el pan nuestro de cada día no era solo pan…



El arte de poner una mesa de forma impecable o simplemente servir el café en una bandeja con un poco de esmero, son cosas que ahora solo se hacen en Navidad o en alguna fecha especial cuando en realidad debería ser algo diario. Recuerdo que me decía “si tienes que hacerlo ¿qué trabajo te cuesta hacerlo bien?”.



Recuerdo que el día de cada uno de nuestros cumpleaños ponía la mesa con algún toque especial y que ese día siempre hacía la comida preferida del homenajeado. Mi favorita era la fideuá y las pechugas con piña, mi hermana Sibi siempre elegía garbanzos o judías, cosa que al resto de primos les sentaba bastante mal… jajaja.

Es un privilegio recibir cariño en forma de sabores o aromas porque esas sensaciones no se olvidan jamás.

Esos olores son los que nos hacen volver a nuestra infancia una y otra vez para sentirnos tan felices como entonces o incluso para imitar ciertos comportamientos y conseguir que nuestros hijos vivan aquello tan maravilloso que una vez vivimos nosotros.

También recuerdo que de pequeños no nos dejaban comer en la mesa con los mayores y nos tocaba quedarnos en la cocina con nuestros baberos y los platos de muñequitos escuchando las “coplas” y las historias de Antonia, la tata.



A partir de los 8 años, mi abuela nos pasó a una mesa en el office, en la que ya teníamos mantel, servilletas de tela y los cubiertos de los mayores. En ese momento no entendí porqué ese paso intermedio, pero claro, tenía todo el sentido, aún no teníamos edad para escuchar ciertas conversaciones o probar según qué comidas, pero teníamos que aprender a usar los cubiertos, a servirnos y, sobre todo, a no mancharnos, condición sine qua non para poder tomar postre.

En mi opinión, saber comportarse en una mesa es fundamental para enfrentarte al mundo, estar relajado y actuar con naturalidad solo se consigue si se tiene, aunque sea, las nociones básicas.

Con todo esto lo que os quiero transmitir es que muchos de mis recuerdos bonitos son alrededor de una mesa, coincidiendo, compartiendo, a veces con más prisa otras con menos, comiendo más o menos sano, con más o menos apetito… Pero siempre dando importancia a aquello que se creaba en ese momento en el que todos nos sentíamos parte de algo.

También me gusta estar al otro lado y desde pequeña me metía en la cocina a observar, a preguntar, incluso a veces me dejaban hacer algo, como preparar huevos pasados por agua con mi abuelo Manuel, rezando justo tres Padres Nuestros para que no se pasaran.

Esto es algo que le voy a transmitir a Carmen, de hecho, como me encanta cocinar y cada día invento una receta nueva, he decidido escribirlas en un cuaderno para que de mayor ella las tenga.

Espero haber sabido transmitir todas esas maravillosas sensaciones y convenceros de que hay cosas que no podemos perder.

¡Besos a todas y buena semana!


Que aburrimiento de mujer. Chica, que sólo tienes treintayná y hablas como una abuela. Qué pena de presente para añorar tanto la niñez, que la tienes demasiado cerca.
 
18enero
Ahora en las casas cada uno come a una hora, una comida distinta, viendo la tele, mirando el móvil… En definitiva, sin comunicarse, sin compartir.
Mi abuela Isabel, gran cocinera, número uno en encontrar la mejor materia prima y sacarle el máximo partido, perfecta en la presentación de sus platos y magnífica repostera, me enseñó que el pan nuestro de cada día no era solo pan…
El arte de poner una mesa de forma impecable o simplemente servir el café en una bandeja con un poco de esmero, son cosas que ahora solo se hacen en Navidad o en alguna fecha especial cuando en realidad debería ser algo diario. Recuerdo que me decía “si tienes que hacerlo ¿qué trabajo te cuesta hacerlo bien?”.
También recuerdo que de pequeños no nos dejaban comer en la mesa con los mayores y nos tocaba quedarnos en la cocina con nuestros baberos y los platos de muñequitos escuchando las “coplas” y las historias de Antonia, la tata.
A partir de los 8 años, mi abuela nos pasó a una mesa en el office, en la que ya teníamos mantel, servilletas de tela y los cubiertos de los mayores. En ese momento no entendí porqué ese paso intermedio, pero claro, tenía todo el sentido, aún no teníamos edad para escuchar ciertas conversaciones o probar según qué comidas, pero teníamos que aprender a usar los cubiertos, a servirnos y, sobre todo, a no mancharnos, condición sine qua non para poder tomar postre.
En mi opinión, saber comportarse en una mesa es fundamental para enfrentarte al mundo, estar relajado y actuar con naturalidad solo se consigue si se tiene, aunque sea, las nociones básicas.

Hay que ver con que desparpajo nos suelta lo que se hace "ahora en las casas" y lo poco que nos esforzamos no siendo navidad o una fecha especial. Pues será en la suya, no te ****! El pozo de sabiduría derramando su contenido para ilustrar a la plebe. Gracias por guiarnos!!

Pero vaya, lo que son las cosas, resulta que seguimos leyendo y es en su casa donde niños y mayores comían por separado y cosas distintas. Esta mujer tiene una percepción de la realidad y el entorno, cuanto menos, peculiar.

Pues estaría contenta su abuela viendo los manteles arrugados y con lamparones que nos saca...

Eso sí, LouLou, gracias a su exquisita educación en la mesa, es "capaz de enfrentarse al mundo, estar relajada y actuar con naturalidad" y.... espera...

He dicho LouLou y naturalidad en la misma frase???
 
Escribe del mismo modo rancio y pretencioso que su marido con un tono nostálgico constante que da mucho que pensar.
La pretenciosidad y la soberbia del que se cree que lo suyo es lo mejor porque no ha conocido otra cosa.
Ella intenta disimularlo pero se le nota mucho en detalles como los de la tata Antonia y la abuela señorona que no quería a locos bajitos que hicieran ruido, se mancharan o no supieran usar los cubiertos (o sea, le molestaban los niños). Para aguantarlos y enseñarles estaba la "tata". Hará lo mismo con su hija? Qué pena!
Él escribe siempre que lo suyo es lo más mejor: su barrio, sus amigos, el camarero que le sirve, el barbero, sus amigos, la Soto Family, sus hermanos cofrades... La parte de su última entrada triunfal de las cosas suyas que me ha enamorao el alma ha sido al explicar que los bajitos como él eran el motor de su paso. Claro, porque está él. Si no, ni los mentaria.
Ooooleee tú!
Le ha salido malamente, pero yo creo que lo que ella ha intentado con el detalle de la tata y los niños en el office con servilletas de tela es dar a entender que vivían como lo que ve en las pelis sobre gente de relumbrón (de Downton Abbey no digo ná porque si no recuerdo mal comían todos juntos, los padres, la abuela, los niños... :ROFLMAO:), los pequeños aparte porque en una casa grande "se lo podían permitir" y una tata pa ellos (a falta de una mrs o una fräulein es lo que hay amigah), pero ha quedado fatal y como tú dices da la sensación de que por muy bonito que lo pinte, los mandaban allí básicamente porque molestaban. Es mu pava.
 
Josú, esa casa de la abuela debía ser como el sindicato vertical hasta para comer, menos mal que los que hemos comido desde pequeños con los mayores todos revueltos en familia, hemos llegado a la edad adulta sin comer con las manos y sabiendo usar los cubiertos y las servilletas.
Claro que tampoco nos hacemos selfies con lazos de lentejuelas en la cabeza, que todo hay que tenerlo en cuenta, hemos salido muy dignos a ese respecto.
 
Esperemos que Lulú practicara con los cubiertos también en casa y no sólo durante las visitas a casa de la abuela porque si no todavía me la veo saltándole un ojo a un comensal. Los primos Fracasaitos tienen pinta de no manejarlos todavía.
En cuanto a la tata, por mucho que intente hacerla pasar por una niñera, en Andalucía la tata es la sra que lleva trabajando toda la vida en una casa. Limpia, cocina, cose, cría a los hijos de los sres, quiere a los nietos de la casa como propios. Solían vivir internas porque estaban solteras y porque con lo que ganaban mal podían vivir independientemente.
Y por cierto no debería generalizar, a mi familia a diario le pongo una mesa en condiciones, ya para el desayuno y eso que mi abuela no tenía ni tata ni office.
 
Última edición:
Le ha salido malamente, pero yo creo que lo que ella ha intentado con el detalle de la tata y los niños en el office con servilletas de tela es dar a entender que vivían como lo que ve en las pelis sobre gente de relumbrón (de Downton Abbey no digo ná porque si no recuerdo mal comían todos juntos, los padres, la abuela, los niños... :ROFLMAO:), los pequeños aparte porque en una casa grande "se lo podían permitir" y una tata pa ellos (a falta de una mrs o una fräulein es lo que hay amigah), pero ha quedado fatal y como tú dices da la sensación de que por muy bonito que lo pinte, los mandaban allí básicamente porque molestaban. Es mu pava.

Si es que lo que cuenta ella es lo que se ha hecho toda la vida en muchas casas, hasta en las más humildes. Incluso en las que no había servicio. Y los niños comían con los adultos sin hacer estropicios más allá de los lógicos de su edad. Aprendían a comer con los demás y no manchaban más que los adultos

A esta pobre se le han subido los humos (más si cabe) al casarse con uno que se cree alguien importante por ser hijo y nieto de toreros conocidos.
 
Y el detalle de que con ocho años los pasaron a comer al office también es muy windsoriano.


Que pena, como en mi casa no se estilaba office, pasé directamente de la cocina al comedor, eso sí, sabiendo utilizar los cubiertos, que nosotros en la cocina no comíamos con las manos, usabamos cuchara, tenedor y según la edad hasta cuchillo!!!!
 
Yo cuando he leído he pensado, uy qué fisnaaaa, office, tata... para mi el office es el del restaurante, lo siento en mi casa había cocina y salón, no llegábamos ni a comedor así que... Comíamos todos juntos, más gente más larga la mesa, los niños todos juntos en una esquina y a partir de ahí los mayores. AH, y todos comíamos lo mismo peques y grandes, no como ahora que manía de menús infantiles con croquetas, pasta, lomo y pechuga, dale un buen solomillo o cordero a un niños y verás.
 

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