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No comments. Todavía no sé qué decir sobre su último post, sin palabras.
No ha habido reacción por su parte de que podemos haya arrasado estas elecciones? extraño, estará enfermo.
Eso lo escribe palurdez??? No es una parodia???21diciembre
Faenas de campoComo dicen los árabes, “el paraíso se ve a lomos de un caballo”.
- by franciscoriveraordonez
- 21 diciembre, 2015
- 0
Nada de este mundo me gusta más que montar a caballo. Ese animal de una nobleza infinita, porque con lo grande que es y la fuerza que tiene sería un enemigo terrible, en cambio se entrega al hombre para ayudarlo en su trabajo y darnos el privilegio de ir montados en su lomo, aunque solo sea por disfrute. Cuando consigues que el caballo sea tu amigo y que confíe en ti encontrarás en él un amigo para siempre que te protegerá y se creará un vínculo irrompible.
Dentro de montar a caballo, que es mi pasión, las faenas que hay que realizar en el campo, en la ganadería, ya sea con ganado bravo o manso, ¡me encantan!
Este fin de semana me llamó un íntimo amigo que vive en el Rocío, ¡qué suerte más grande! Su casa es una choza de las de toda la vida, como en las que vivían los guardas del coto de Doñana, una auténtica preciosidad con su techo de castañuela y sus paredes de blanca cal.
Pues bien, me llamó para que fuera a ayudarle a recoger los becerros que tiene dentro del parque ya que, como es residente en el Rocío y ganadero, tiene derecho a tener un número de vacas dentro y, pidiendo los permisos pertinentes, entramos varias veces al año para realizar tales faenas necesarias como, por ejemplo, esta. En total éramos cuatro, nos montamos en el caballo a eso de las seis de la mañana, de noche, con los chaquetones puestos porque hacía un frío horroroso, las alforjas bien amarradas y surtidas de un buen chorizo, queso, pan y, por supuesto, la bota no podía faltar.
La idea era adentrarnos lo más posible en el parque para que cuando amaneciera encontrarnos ya en la zona de trabajo y poder empezar a buscar los becerros. Es como encontrar una aguja en un pajar porque, aunque más o menos siempre se quedan por la misma zona, en este caso la zona es muy grande. Una vez los localizas empieza la labor de apartarlos del resto del ganado que no nos vamos a llevar hasta su finca. Es una labor lenta y meticulosa ya que las prisas en esto son muy malas consejeras, imaginad a todos los becerros reunidos y que, de pronto, se den en desbandada… Para llorar…
Sobre el medio día, con la faena más o menos encarrilada y si no ha habido ningún percance, paramos a dar buena cuenta de las alforjas. No existe manjar en el mundo que sepa mejor que un buen chorizo picantito con un trozo de pan, sentado en una piedra en medio del campo sin ver un rastro de civilización en muchos kilómetros a la redonda, rodeado de naturaleza pura, cansado pero feliz, con amigos y tu caballo como compañía. Un auténtico privilegio.
Una vez que hemos repuesto fuerzas, tanto nosotros como los caballos, volvemos a rematar la faena. Este es un momento crítico ya que siempre algún becerro quiere darse a la fuga y si uno se va el resto le sigue, así que tiene su técnica y emoción. El ir bien organizados y que cada uno sepa cual es su sitio es importantísimo. En todo este proceso las risas no faltan, dentro de que un error podría provocar que esto durara quién sabe cuánto. Un año casi nos tuvimos que quedar a pasar la noche, así que hay que andar muy atento y sin bromitas, sobre todo porque hay que cuidar de los caballos.
Regresamos a la finca a eso de las once y media de la noche guiando al ganado por los caminos de arena entre los pinos de la marisma, pasamos bastante cerca de la ermita de la Virgen del Rocío, ¡ viva!, y derechos a las cercas donde van a pasar el invierno los becerros. Una vez llegamos (molidos de cansancio), lo primero es organizar a los caballos, ducharles, ponerles de comer y recoger todo, y cuando todo está en su sitio entramos en la casa donde nos espera una buena comida.
Por supuesto nuestro brindis por la labor bien hecha y finalizada, y de ahí a la cama con ese regusto que solo te da este tipo de experiencias de vivir, la naturaleza, alejado del móvil, de las prisas, de los coches y demás cosas que, si lo piensas bien, no tienen el valor que nosotros nos empeñamos en darles.
No puede parar, nunca duerme...Por Dios, que pare
Fran es nuevo egoblogger y tiene diarrea foril y mental, es totalmente inasumible su ritmo de perpetrar majaderías. Palurdez anonadada sufre en silencioE
Eso lo escribe palurdez??? No es una parodia???
Versión del ganadero rosiero; contra poh de los cahones
Faena jodida en el campo
Al dar las seis de la mañana salí de casa cantando de alegría….como reza la cansión de Jaume Marques…hasta que me topé con el torerito.
Tenía faena, ir a traerme de vuerta unos becerros, cosa que se hace en ná. Pero se me pegó el esaborío del niño guapito del Paquirri. Venía el tío de farra de incoñito de pasar la noche en blanco escapando de la jartible de su mujer, una palurda de Sevilla que ya se empeñó hace tiempo en sacar a mis críos en los papeles, y menuda la lié a la muy cara cemento.
Nada que hacer, se nos pegó como una lapa. Medio cayéndose de la yegüa, que le di la más mansita. Pues ahí salimos ya perdida media mañana.
Y perdimos casi el resto del día, el tio empeñao en almorsar al rato. Ni un becerro avistao.
Encendí una candelita pa hacer unos choricillos, poca cosa que había tajo, y er niño Paquirri como un ancestro que descubre el fuego, en cuanto me daba la vuerta metía un tronco er tío y yo quitaaaaa, que es una candelita. Joder casi me monta una fogata o un insendio y me la lia.
Se bebio todo el vino con el almuerso y pa qué quieres mas…ese torerillo en la pobre yegüa encaramao cantando a gritos My waaaaayyyyy del Sinatra con la música der móvil a to meter. Los becerros salían despavoridos.
Cuando se amodorró y cerró el pico, pudimos agrupar los animales y ya de vuelta abre el ojo, y carga contra los becerros al grito de Santiago y cierra España, y no se qué de la yihad….
Las 11 eran de la noche cuando pudimos volver. Comparti la cena con el y entre brindis y mas brindis por su Catetana, y la virgen del rocio, se trinco en un momento tres palmeras de chocolate de los chiquillos, que se lo han prohibido decía.
El Paquipijo que que maravilloso que me pensaba venir ayudar en cuanto le diera esquinazo a la palurda de su mujer.
He puesto en venta la finca.
P.D. La candelita se fue de madre. Foto de los vecinos aterrados
21diciembre
Faenas de campoComo dicen los árabes, “el paraíso se ve a lomos de un caballo”.
- by franciscoriveraordonez
- 21 diciembre, 2015
- 0
Nada de este mundo me gusta más que montar a caballo. Ese animal de una nobleza infinita, porque con lo grande que es y la fuerza que tiene sería un enemigo terrible, en cambio se entrega al hombre para ayudarlo en su trabajo y darnos el privilegio de ir montados en su lomo, aunque solo sea por disfrute. Cuando consigues que el caballo sea tu amigo y que confíe en ti encontrarás en él un amigo para siempre que te protegerá y se creará un vínculo irrompible.
Dentro de montar a caballo, que es mi pasión, las faenas que hay que realizar en el campo, en la ganadería, ya sea con ganado bravo o manso, ¡me encantan!
Este fin de semana me llamó un íntimo amigo que vive en el Rocío, ¡qué suerte más grande! Su casa es una choza de las de toda la vida, como en las que vivían los guardas del coto de Doñana, una auténtica preciosidad con su techo de castañuela y sus paredes de blanca cal.
Pues bien, me llamó para que fuera a ayudarle a recoger los becerros que tiene dentro del parque ya que, como es residente en el Rocío y ganadero, tiene derecho a tener un número de vacas dentro y, pidiendo los permisos pertinentes, entramos varias veces al año para realizar tales faenas necesarias como, por ejemplo, esta. En total éramos cuatro, nos montamos en el caballo a eso de las seis de la mañana, de noche, con los chaquetones puestos porque hacía un frío horroroso, las alforjas bien amarradas y surtidas de un buen chorizo, queso, pan y, por supuesto, la bota no podía faltar.
La idea era adentrarnos lo más posible en el parque para que cuando amaneciera encontrarnos ya en la zona de trabajo y poder empezar a buscar los becerros. Es como encontrar una aguja en un pajar porque, aunque más o menos siempre se quedan por la misma zona, en este caso la zona es muy grande. Una vez los localizas empieza la labor de apartarlos del resto del ganado que no nos vamos a llevar hasta su finca. Es una labor lenta y meticulosa ya que las prisas en esto son muy malas consejeras, imaginad a todos los becerros reunidos y que, de pronto, se den en desbandada… Para llorar…
Sobre el medio día, con la faena más o menos encarrilada y si no ha habido ningún percance, paramos a dar buena cuenta de las alforjas. No existe manjar en el mundo que sepa mejor que un buen chorizo picantito con un trozo de pan, sentado en una piedra en medio del campo sin ver un rastro de civilización en muchos kilómetros a la redonda, rodeado de naturaleza pura, cansado pero feliz, con amigos y tu caballo como compañía. Un auténtico privilegio.
Una vez que hemos repuesto fuerzas, tanto nosotros como los caballos, volvemos a rematar la faena. Este es un momento crítico ya que siempre algún becerro quiere darse a la fuga y si uno se va el resto le sigue, así que tiene su técnica y emoción. El ir bien organizados y que cada uno sepa cual es su sitio es importantísimo. En todo este proceso las risas no faltan, dentro de que un error podría provocar que esto durara quién sabe cuánto. Un año casi nos tuvimos que quedar a pasar la noche, así que hay que andar muy atento y sin bromitas, sobre todo porque hay que cuidar de los caballos.
Regresamos a la finca a eso de las once y media de la noche guiando al ganado por los caminos de arena entre los pinos de la marisma, pasamos bastante cerca de la ermita de la Virgen del Rocío, ¡ viva!, y derechos a las cercas donde van a pasar el invierno los becerros. Una vez llegamos (molidos de cansancio), lo primero es organizar a los caballos, ducharles, ponerles de comer y recoger todo, y cuando todo está en su sitio entramos en la casa donde nos espera una buena comida.
Por supuesto nuestro brindis por la labor bien hecha y finalizada, y de ahí a la cama con ese regusto que solo te da este tipo de experiencias de vivir, la naturaleza, alejado del móvil, de las prisas, de los coches y demás cosas que, si lo piensas bien, no tienen el valor que nosotros nos empeñamos en darles.
21diciembre
Faenas de campoComo dicen los árabes, “el paraíso se ve a lomos de un caballo”.
- by franciscoriveraordonez
- 21 diciembre, 2015
- 0
Nada de este mundo me gusta más que montar a caballo. Ese animal de una nobleza infinita, porque con lo grande que es y la fuerza que tiene sería un enemigo terrible, en cambio se entrega al hombre para ayudarlo en su trabajo y darnos el privilegio de ir montados en su lomo, aunque solo sea por disfrute. Cuando consigues que el caballo sea tu amigo y que confíe en ti encontrarás en él un amigo para siempre que te protegerá y se creará un vínculo irrompible.
Dentro de montar a caballo, que es mi pasión, las faenas que hay que realizar en el campo, en la ganadería, ya sea con ganado bravo o manso, ¡me encantan!
Este fin de semana me llamó un íntimo amigo que vive en el Rocío, ¡qué suerte más grande! Su casa es una choza de las de toda la vida, como en las que vivían los guardas del coto de Doñana, una auténtica preciosidad con su techo de castañuela y sus paredes de blanca cal.
Pues bien, me llamó para que fuera a ayudarle a recoger los becerros que tiene dentro del parque ya que, como es residente en el Rocío y ganadero, tiene derecho a tener un número de vacas dentro y, pidiendo los permisos pertinentes, entramos varias veces al año para realizar tales faenas necesarias como, por ejemplo, esta. En total éramos cuatro, nos montamos en el caballo a eso de las seis de la mañana, de noche, con los chaquetones puestos porque hacía un frío horroroso, las alforjas bien amarradas y surtidas de un buen chorizo, queso, pan y, por supuesto, la bota no podía faltar.
La idea era adentrarnos lo más posible en el parque para que cuando amaneciera encontrarnos ya en la zona de trabajo y poder empezar a buscar los becerros. Es como encontrar una aguja en un pajar porque, aunque más o menos siempre se quedan por la misma zona, en este caso la zona es muy grande. Una vez los localizas empieza la labor de apartarlos del resto del ganado que no nos vamos a llevar hasta su finca. Es una labor lenta y meticulosa ya que las prisas en esto son muy malas consejeras, imaginad a todos los becerros reunidos y que, de pronto, se den en desbandada… Para llorar…
Sobre el medio día, con la faena más o menos encarrilada y si no ha habido ningún percance, paramos a dar buena cuenta de las alforjas. No existe manjar en el mundo que sepa mejor que un buen chorizo picantito con un trozo de pan, sentado en una piedra en medio del campo sin ver un rastro de civilización en muchos kilómetros a la redonda, rodeado de naturaleza pura, cansado pero feliz, con amigos y tu caballo como compañía. Un auténtico privilegio.
Una vez que hemos repuesto fuerzas, tanto nosotros como los caballos, volvemos a rematar la faena. Este es un momento crítico ya que siempre algún becerro quiere darse a la fuga y si uno se va el resto le sigue, así que tiene su técnica y emoción. El ir bien organizados y que cada uno sepa cual es su sitio es importantísimo. En todo este proceso las risas no faltan, dentro de que un error podría provocar que esto durara quién sabe cuánto. Un año casi nos tuvimos que quedar a pasar la noche, así que hay que andar muy atento y sin bromitas, sobre todo porque hay que cuidar de los caballos.
Regresamos a la finca a eso de las once y media de la noche guiando al ganado por los caminos de arena entre los pinos de la marisma, pasamos bastante cerca de la ermita de la Virgen del Rocío, ¡ viva!, y derechos a las cercas donde van a pasar el invierno los becerros. Una vez llegamos (molidos de cansancio), lo primero es organizar a los caballos, ducharles, ponerles de comer y recoger todo, y cuando todo está en su sitio entramos en la casa donde nos espera una buena comida.
Por supuesto nuestro brindis por la labor bien hecha y finalizada, y de ahí a la cama con ese regusto que solo te da este tipo de experiencias de vivir, la naturaleza, alejado del móvil, de las prisas, de los coches y demás cosas que, si lo piensas bien, no tienen el valor que nosotros nos empeñamos en darles.