Fotografía

Marisa Flórez, la fotógrafa de la transición - Constitución 40


Marisa Flórez, la fotógrafa de la transición
 
LAS FOTOS DE LOS LECTORES

La ruta de los columbarios medievales
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Algunos se remontan a la época romana y se hacían servir también como torres de vigilancia y defensa, hoy en día los podemos encontrar diseminados por el territorio

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Columbario romano de Aranyó, Els Plans de Sió. (Àngela Llop Farré / ALLF)

REDACCIÓN, LLEIDA / TARRAGONA / BARCELONA
06/08/2020 06:00

Àngela Llop Farré se ha decidido “a presentar unas fotografías en Las Fotos de los Lectores de La Vanguardia de palomares medievales”.

“Suelen ser de piedra seca, a la vez que torres de vigilancia... un tema interesante”, asegura la autora de las instantáneas.

“Se utilizaban para criar palomas y podemos encontrar un buen número de ellos por toda la geografía”, asegura, antes de citar “el columbario romano de L’Aranyó, que era un monumento funerario”.

La lectora hace alusión también a otros columbarios que “se reconvertieron”, pero que en todos los casos son “unas construcciones ancestrales y curiosas”.

En la ruta propuesta por Àngela Llop podemos ver diferentes muestras constructivas, más o menos antiguas, de unas u otras épocas. En el caso concreto de los columbarios, hay que tener en cuenta que son construcciones funerarias de época romana donde se depositaban las urnas con las cenizas de los difuntos. Su aspecto los hace parecer palomares y de ahí el nombre que han adquirido.

El columbario de L’Aranyó está situado al borde de un camino, entre este pueblo y el de Montcortès, por lo que también se conoce como el columbario de Montcortès.
Columbario romano de Aranyó, Els Plans de Sió.

Columbario romano de Aranyó, Els Plans de Sió. (Àngela Llop Farré / ALLF)
Las hornacinas están excavadas en la roca, con un pequeño resalte que servía para colocar la tapa. Hay estudios que apuntan que estas hornacinas estarían relacionadas con la apicultura y que son mucho más tardías. Sus dimensiones son de 50 x 50 cm y 60 cm de profundidad. Y se señala que en la parte superior de la roca existen tumbas antropomorfas de época medieval.

También en Lleida, la lectora nos invita a ver el columbario de Gospí, en el municipio de Sant Ramon. En este pueblo, entre otros elementos de interés, encontramos un castillo, que tiene adosada una torre de vigilancia cilíndrica que destaca por encima de todas las casas, con una escalera interior de piedra y una serie de pasillos subterráneos.
Columbario de Gospí.

Columbario de Gospí. (Àngela Llop Farré / ALLF)

Hablando de castillos, la ruta propuesta por Àngela Llop también nos lleva a visitar el de Saburella, en el término municipal de Querol (Alt Camp), es decir, ya en la provincia de Tarragona.

Es de construcción posterior a la Reconquista y está situado en la parte derecha del río Gaià, sobre una colina (a 683 metros). Se conserva bastante bien, sobre todo una de las tres torres semicirculares, que se mantiene casi entera, y una parte de la muralla.
Castillo de Saburella.

Castillo de Saburella. (Àngela Llop Farré / ALLF)
La ruta sigue —y se acaba— en el Penedès, en la provincia de Barcelona, donde lo cierto es que podemos encontrar varias muestras de columbarios medievales, que a veces se hacían servir como torre de defensa o vigilancia. En este caso, Àngela Llop nos propone visitar en el Mas Pigot, en el municipio de Castellet i la Gornal.
Columbario de Mas Pigot.

Columbario de Mas Pigot. (Àngela Llop Farré / ALLF)

 
La alegría de vivir de Leopoldo Pomés, el fotógrafo que erotizó España en los años 60
  • VANESSA GRAELL
    Barcelona
Lunes, 3 agosto 2020 - 02:51
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La obsesión por la luz, la Barcelona del Bocaccio, las mujeres, la arquitectura casi abstracta... Un centenar de imágenes homenajean a Pomés en la primera exposición que se le dedica tras su muerte

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Fotografía de la exposición 'Después de todo...'. LEOPOLDO POMÉS


Aquel día no íbamos a ir a la playa. Pero amaneció con una neblina blanca, todo se veía pálido y gris, sin sombras. Él dijo: 'Rápido, hay que coger el coche, esta es la mejor luz'. Y fuimos a la playa de Castelldefels".

Era 1959 y él era un joven Leopoldo Pomés. Ella es Karin Leiz, su todo (compañera, socia, musa, esposa). En esa instantánea perfecta, Karin tenía 19 años: la chica, en bañador blanco, de espaldas a un mar también blanco. Así era Pomés: siempre buscando la luz, intentando quedársela, detenerla en un segundo. Incluso en la cama del Hospital Trueta: esa luz que caía sobre el cojín colocado en una silla... "Su última foto tuve que hacerla yo. Él me iba diciendo donde quería que me colocara para captar la luz, que le daba de tal manera al cojín...", cuenta Karin.

La luz sobre un cojín de hospital... O la luz de la joie de vivre de un día de playa. La de Castelldefels es una de las miles de fotografías que Pomés dejó en cajas y que su mujer (ahora también comisaria) y su hija Juliet han rescatado para la exposición 'Después de todo...', la primera tras su fallecimiento en agosto de 2019.

El verano pasado, Pomés acababa de publicar sus memorias: 'No era pecado' (Tusquets) . "¡No son un libro cualquiera! He hecho retratos de García Márquez, Cortázar, Picasso, Nico....", decía cuando estaba a punto de terminarlas y le llegó el Premio Nacional de Fotografía en 2018. "Por su contribución a la historia de la imagen en España", destacó el jurado.

Por supuesto. Pomés fue uno de los grandes renovadores de la fotografía en España, junto a autores como Francesc Català-Roca, Oriol Maspons, Colita, Joan Colom o el mismo Xavier Miserachs. Es, precisamente, en la XI Bienal de Fotografia Xavier Miserachs de Palafrugell, en el Empordà, donde se expone 'Después de todo...' (hasta el 11 de octubre)

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Fotografía de la exposición 'Después de todo...'.LEOPOLDO POMÉS / MUNDO


Pero hay una parte de la historia de Barcelona que no se entiende sin Pomés. Profundamente dandy, con el punto hedonista de quien sabe disfrutar hasta el más pequeños detalle, Pomés era el alma de cualquier tertulia, de toda fiesta. Desde la vanguardia intelectual de Dau al Set (con Joan Brossa -por cierto, hay una foto preciosa del poeta-, Antoni Tàpies y compañía) hasta la burguesía chic de la Gauche Divine. La Barcelona de la calle Tuset y del Bocaccio, la de la modernísima tortillería Flash Flash (¿qué otro nombre podía tener?) que abrió en 1970 junto a su amigo Alfonso Milà y, poco después, Il Giardinetto, ese restaurante-coctelería que ahora lleva su hijo Poldo. En la breve calle de la Granada del Penedès, casi un pasaje en medio de la ciudad, Flash Flash y Giardiaetto sobreviven uno frente a otro, dos locales míticos que conservan la esencia y el espíritu de Pomés.

Pero hay otra ciudad, menos 'cool', menos moderna. Una Barcelona casi interior, de paisajes oníricos o arquitecturas que son casi abstracciones. Un limpiabotas de rodillas que, a unos metros, se fija en los zapatos de una mujer (sólo aparecen sus pies en el marco superior de la imagen), dos vecinas que se encuentran en medio de la calle (una sostiene una paella), niños con un improvisado mercadillo de tebeos en la Barceloneta...

"Para él, la ciudad era la gente. Las personas integradas en el ámbito urbano, desenvolviéndose en él. Tenía una mirada entre cruda y poética que a su editor no le gustó nada", cuenta Karin. "En 1957 le encargaron un fotolibro sobre Barcelona. Pero en sus fotos no había parques ni monumentos ni edificios notables. Presentó todo lo contrario de lo que quería el editor. Hasta 2014, esas primeras fotos no se expusieron", explica Juliet.

Y LAS MUJERES...
Nadie lo expresó mejor que su colega Manuel Vázquez Montalbán. Pomés "erotizó a todo un país". Eran los 60. Y sus delicadas y sugerentes fotografías en las que la mujer era la protagonista absoluta se han convertido en iconos. Como el anuncio para el Brandy Terry, con una rubia cabalgando sobre un caballo. En el imaginario popular muchos la recuerdan como una amazona desnuda, pero no, vestía una fina y holgada camiseta blanca que, cual péplum griego, acentuaba sus curvas.

"La primera vez que Leopoldo cogió una cámara fue para retratar a una mujer, a una prima suya muy guapa...", señala Karin. Incluso sus fotos de zapatos y tacones desprenden un punto entre abstracto y erótico. "Su mirada era la del artista, lo veía como una escultura. Y si encima había una señora, más...", añade.

Como publicista -junto a Karin, con quien fundó el Estudio Pomés- creó campañas inolvidables, como las burbujas de Freixenet. En la muestra, destaca una foto de una de las chicas fumando durante un descanso del rodaje, en 1973: una imagen de claroscuros, la 'burbuja' en su brillante maillot dorado junto a un foco y el humo suspendido en el aire.

En aquella época sus 'fotos de autor' quedaron un tanto relegadas. Décadas después, cuando el Estudio Pomés cerró, Karin le animó a bucear en su obra, a "hacer de minero" en sus cajas y ordenar su archivo. Y Leopoldo redescubrió a Leopoldo: "Cuando registraba y examinaba sus cajas a veces le oías exclamar: '¡Pero qué bueno soy!'". Ni él se acordaba... Y en 2015 llegó la gran retrospectiva en la Pedrera de Barcelona: un reconocimiento a toda su carrera, en todos los ámbitos.

'Después de todo...' es una muestra íntima, de corta distancia. Karin y Juliet han seleccionado un centenar de imágenes, muchas inéditas que nunca se habían expuesto. "Creo que la exposición le habría encantado", asegura Juliet. Y Karin añade: "Seguro que habría dicho: '¡Es la hostia!' Siempre lo decía cada vez que alguien de su entorno tenía una idea que a él no se le había ocurrido". Muy Leopoldo.

 
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