FESTIVAL DE VENECIA Venecia, archipiélago de cine

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MOSTRA DE VENECIA
Victoria: una reina enamorada de su sirviente indio
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Judi Dench y Ali Fazal, protagonistas de 'Victoria & Abdul' ETTORE FERRARI


Stephen Frears vuelve a sus relatos reales con 'Victoria & Abdul', un tan efectivo como rutinario paseo por la majestad de Judi Dench

Desde Cersei Lannister a Daenerys Targaryen pasando por la protagonista dela serie The crown, las reinas, reales o ficticias, poseen ahora mismo un poder de seducción quizá inédito. Y seducen fundamentalmente por su dramatismo contestatario (mujeres solas entre hombres débiles y mediocres), por su poder o, dado el caso, por su crueldad. Duele pero gusta. Digamos que el relato de la princesa enamorada consorte (piensen en Grace Kelly) y, por ello, condenada a vagar a la sombra de su amor ya no convence ni a Disney, que lleva años embarcada en un plan renove de princesitas pasivas por guerreras proactivas. Y no es tanto feminismo consciente como ley de la oferta y la demanda, siempre más inconsciente o, apurando, hasta subconsciente.

Quizá por ello, Venecia congregó el domingo en la parte más vistosas de su sección oficial, a las reinas por derecho más brillantes y británicas que ha visto recientemente el cine. De un lado, Judi Dench, que retomaba a las órdenes de Stephen Frears el mismo papel que la hizo célebre en 1997 (Su majestad Mrs. Brown): el de la reina Victoria. Y del otro, Helen Mirren. Ahora, eso sí, la mejor Isabel II que se ha visto nunca (recuerden The Queen) no ejercía de monarca en la última producción de Paolo Virzi, pero como si sí. Nobleza, en efecto, obliga.

Dice Stephen Frears que ha hecho la película que le gustaría ver a Trump. Hay declaraciones que comprometen. ¿A qué se refiere exactamente el director? Victoria & Abdul, así se titula la película, recrea la historia quizá de amor entre la reina imperial y su sirviente, pues eso fue, Abdul Karim. En sus últimos días, la reina, de la que Oscar Wilde dijo aquello de que a la vista de cómo trataba a sus prisioneros no se merecía tener ninguno, se encaprichó de un hombre completamente ajeno a su mundo, a su corte, a todo. Si ella, por aquel entonces, era fastuosamente rica, obscenamente poderosa, naturalmente vieja y evidentemente obesa (además de irascible, perezosa e insoportable); él era pobre, inmigrante (casi un refugiado) y musulmán. Otra vez, musulmán. Y ahora la pregunta: asumiendo el irresistible parecido entre la monarca y el presidente de Estados Unidos, ¿cuál de las características del segundo le resultaría más atractiva a Trump? Y ahí, de momento, lo dejamos.

La película, basada en la novela del mismo título de Shrabani Basu, recrea un episodio de la historia desconocida hasta para la propia reina Victoria. Es decir, para Dench tal y como reconoció en la rueda de prensa. Ya al final de su reinado, la plutócrata, eternamente deprimida tras la muerte de su esposo, encontró un confidente para sus penas y un aliciente para su curiosidad en un indio descendiente de una familia de fabricantes de alfombras. Lo hizo traer a Londres, lo colocó a su lado y con él comenzó a aprender urdu.

Frears se limita a registrar con el rigor debido el ruido del contraste. Como ya hiciera en The Queen o en Philomena, las dos referencias claras, el registro de la película se mantiene en el límite entre la comedia más obvia y el drama más formal; siempre atento a la evidencia, a la efectividad tanto de la carcajada como del llanto. La iniciativa, por supuesto, siempre es de una Dench no tanto perfecta como sencillamente inevitable. La actriz cuyo Oscar se lo debe a otra reina (Isabel I en Shakespeare in love) oficia con majestad en unos dominios que sabe suyos. Come, se mueve, rompe a reír, se desespera y llora de la única manera posible que la amiga de Wilde habría osado.

Bien es cierto que, a fuerza de conservadora y consciente de sus virtudes, la cinta acaba por resultar casi enfermizamente esquemática. El guión olvida cualquier tipo de progresión dramática feliz y hasta enamorado del divertido contrasentido de ver a la más poderosa del planeta encandilada por el más miserable, con perdón, de sus súbditos. Frears sabe que, hoy por hoy, pocos placeres como el de una reina en pleno lucimiento de sus reales funciones reales.

Y luego está lo de Trump. Si contestaron correctamente a la pregunta de tres párrafos arriba, queda claro que el atractivo de la cinta es confeccionar un discurso eminentemente político, comprometido y hasta transgresor, desde un material perfectamente popular. Frears quiere ridiculizar a los que se pavonean de sus privilegios y reivindicar la posibilidad del entendimiento. Y hacerlo con un folletín de digestión fácil, emotiva e instantánea. Fuera los grandes discursos intelectualizados o barnizados de un progresismo estomagante. Ahora, la idea es reconocer el simple poder de lo evidente desde la evidencia y con una película evidentemente obvia. Además de evidente. Y aquí, la verdad, nos gana el director.

Mirren y Sutherland en la carretera
A su lado, decíamos, Paolo Virzi ofrece a Donald Sutherland y Helen Mirren la posibilidad de continuar su irrefutable reinado. También ellos son y fueron monarcas: el primero por Casanova (que aunque no tuviera reino definido, estamos en Venecia) y la segunda, ya lo hemos dicho, por la pertinente impertinencia de Isabel II. La idea del director es repetir la aventura de su cinta anterior, Locas de alegría. Si entonces eran Valeria Bruni Tedeschi y Micaela Ramazzotti las que, en el papel de dos pacientes psiquiátricas, se lanzaban a la carretera a la búsqueda de algo con lo que aplacar el dolor provocado por el sinsentido de todo esto; ahora, son Sutherland y Mirren, como una pareja de dos viejos enfermos, los que emprenden un último viaje al fondo de las cosas con fondo.


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Helen Mirren, hoy, en Venecia. TIZIANA FABI

The leisure seeker quiere ser una aventura emocional, grave y divertida a la vez, a vueltas con asuntos tales como el tiempo, la memoria, la familia, el perdón y, por qué no, el amor. Es decir, todo. Virzi no es precisamente un director dado a las sutilezas y, en consecuencia, su cine se mueve por la pantalla siempre pendiente de lo más cercano, de lo efectivo, de lo obvio. Y así, el guión, tan rutinario y llorón como predecible y directo, se antoja antes que nada un obstáculo que vencer. Eso sí, gusta contemplar la exhibición de cada uno de los actores, pendientes y muy conscientes de la enormidad de su tamaño. Mirren, queda claro, nació para reinar.

Por último, la competición se completó con el último trabajo del marsellés antes que simplemente francés Robert Guédiguian. La villa vuelve a reunir a sus actores de siempre con Ariane Ascaride y Jean-Pierre Darroussin a la cabeza en una fábula dramática que habla de la familia o, mejor, del poder de sus lazos irracionales y profundos para curar heridas. Todas ellas.

La enfermedad del patriarca reúne a los hermanos después de tantos años. Todos vuelven a verse en la casa que les vio crecer. Allí, contrastarán el tamaño de sus resentimientos, la profundidad de las heridas y juntos verán tal vez la posibilidad de algo parecido a la reconciliación. O el perdón. Guédiguian gusta de los cuentos de hadas con vocación social. Su cine exhibe la ingenuidad sin complejos, sin dobles lecturas, sin supuestos cinismos. Lo cual, por el tono prepotente que adopta, se antoja una manera de presentar la ingenuidad muy poco ingenua. Hasta ligeramente cínica. Y, por ello, La villa resulta a la vez transparente y retórica, lúcida e irritante. O, si se prefiere, irritantemente lúcida. Así de contradictorio.

Y así se fue un día dedicado al cine que, a falta de mejor definición, podemos llamar realmente popular. Ya saben, las reinas del pueblo reinan o, en popular, 'lo metan'.

http://www.elmundo.es/cultura/cine/2017/09/03/59ac2558468aeb050c8b45a2.html
 
Helen Mirren y Donald Sutherland emocionan en Venecia

Paolo Virzi aplaudido por una tragicomedia sobre la libertad de elegir cada instante de la propia vida

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Donald Sutherland y Helen Mirren , ayer en Venecia - AFP

ÁNGEL GÓMEZ FUENTES - AGFUENTES1 Enviado Especial A Venecia04/09/2017 03:01h - Actualizado: 04/09/2017 10:29h. Guardado en: Actualidad Noticias de Cine

Emocionan y se aplaude a Helen Mirren, 72 años, y Donald Sutherland, 82, con «The Leisure Seeker», de Paolo Virzi, la primera de las cuatro películas de Italia en concurso en la Mostra de Venecia. Virzi, uno de los directores más internacionales del actual cine italiano -ganó el pasado año la Espiga de Oro en Valladolid por «Locas de Alegría»-, rodó en Estados Unidos «The Leisure Seeker», el sobrenombre de la vieja caravana con la que Ella (Helen Mirren) y John (Donald Sutherland) viajaban en vacaciones con los hijos en los años setenta.

Para huir de un destino de cautividad forzada por curas médicas a las que deben someterse -ella con tumor, él con alzheimer-, y que los separaría para siempre, el matrimonio sorprende a sus hijos, ya adultos, y sin avisarles emprenden un viaje hacia Florida. Se trata de una «road movie», una tragicomedia, en la que Virzi mezcla humanidad, ternura, desventuras cómicas, momentos de terror e instantes de alegría.

John, viejo profesor de literatura, está muy desmemoriado; Ella aparece frágil y con achaques, pero lucidísima y milagrosamente en pie. El resultado es una película con dos ancianos a la deriva, pero en los que permanece el fuego vital de su amor recíproco. Eso es lo que emociona. El tema de la senilidad es tratado seguramente con algún cliché excesivo, como el constante recuerdo de que él está perdiendo la cabeza o cómo la pareja se atiborra de pastillas.


Virzi ha tratado de hacer un canto a la vida y logra que el publico entre en una relación de empatía con los dos protagonistas, que realizan una excelente interpretación. Helen Mirren consiguió en 2006 ganar la Copa Volpi a la mejor actriz en la Mostra, por su papel en «The Queen» («La reina», premio Oscar), y podría repetirlo ahora.

El placer de vivir
Paolo Virzi ha manifestado que ha hecho «una road movie sobre la libertad de elegir cada instante de la propia vida». En los personajes hay, a pesar de sus enormes dificultades físicas, un ansia de búsqueda de independencia y de libertad, elementos que, según manifestó Helen Mirren, se reflejan en sus elecciones en esta fase de su propia carrera: «Seguramente es un reflejo de cómo esperaba vivir mi vida. He amado muchísimo el personaje de Ella porque se encuentra ante el final de su vida, pero lo afronta con mucha energía y con el placer de vivir cada día. Espero mantener esto hasta el final de mis días. Seguramente esta energía la tengo todavía. Recientemente hice la parte de la muerte en una película. Para mí es muy importante que mi muerte esté llena de risas, si es posible. Así que el personaje de Ella es un reflejo de mi personalidad». La actriz ha hablado con admiración de Claudia Cardinale, Sophia Loren, Monica Viti y Anna Magnani.

Seguramente la película hará discutir por su final, porque ambos protagonistas eligen juntos, como ha dicho Virzi, «la libertad de decidir sobre el último instante de sus vidas, contra el parecer de los hijos, de los médicos y del sistema americano». El director subraya que ese final «roza un tema (el su***dio), con impacto, pero la película lo toca de una forma narrativa, es decir, no hemos querido hacer una elección del tema a favor o en contra. Pero esta idea de rebelión, aunque pueda parecer escandalosa, me parecía que tenía algo de amorosa. Ciertamente, yo creo en la idea de la libertad de elección de la propia vida y de la propia dignidad. Yo encuentro su final lleno de alegría, lleno de amor y de respeto. Y creo que también los hijos lo habrán comprendido».

http://www.abc.es/play/cine/noticia...d-emocionan-venecia-201709040301_noticia.html
 
MOSTRA DE CINE DE VENECIA
'Loving Pablo': el Escobar de Bardem y Penélope Cruz es un desastre
El biopic de Fernando León solo tiene sentido en la Mostra porque garantiza el paseo de los actores por la alfombra roja
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Penélope Cruz y Javier Bardem presentan 'Loving Pablo' en el Festival de Cine de Venecia
AUTOR
ALEJANDRO ALEGRÉ. VENECIA
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TIEMPO DE LECTURA4 min
07.09.2017 – 05:00 H.

'Loving Pablo' llega a la Mostra tarde. Han pasado ya siete días de festival. Buena parte de los periodistas acreditados o bien ya se han marchado -algunos al festival de Toronto, los más afortunados a casa- o bien están demasiado cansados para prestar más que una atención residual a una película cuya presencia en el certamen -fuera de competición- solo tiene sentido en tanto que garantiza el paseo de Javier Bardem y Penélope Cruz por la alfombra roja. Y la falta de interés juega a su favor. Lo que más le conviene a una película así es hacer el viaje previo a su estreno en cines con sigilo, de tapadillo. Que la menor cantidad de gente posible sepa de antemano cómo es.






Que Javier Bardem tuviera desde hace años un gran interés en dar vida a Pablo Escobar -el actor es uno de los productores de la película- es algo que se entiende perfectamente. Es un personaje gigantesco en todos los sentidos y, al menos sobre el papel, dotado de una capacidad única tanto para seducir como para repeler y aterrorizar. Sin embargo, contemplándolo en 'Loving Pablo' lo único en lo que uno es capaz de fijarse es la barriga que Bardem exhibe con insolencia, casi siempre desnuda, durante buena parte de la película. Y no por su tamaño -aunque también-, sino porque está claro que es un rudimentario postizo. Y cuando en la segunda mitad de la película el actor empieza a lucir también papada, resulta inevitable preguntarse si comparte maquillador con Joaquín Reyes. El problema es que esas piezas protésicas están lejos de ser lo único que luce falso en 'Loving Pablo'.



La historia que el director Fernando León de Aranoa cuenta obviamente no es nueva: la del ascenso y caída del señor de la droga más famoso de la historia, que surgió de la miseria para llegar a amasar una fortuna de 30.000 millones de dólares gracias a la introducción de cocaína a Estados Unidos, y que en el proceso sembró el terror en Colombia. Todos los 'highlights' de su trayectoria están en la película: la fundación del cártel de Medellín y su coronación como rey de la organización, su entrada en política a golpe de soborno, sus maniobras para tumbar la ley de extradición aprobada para permitir que la DEA, el FBI y la CIA acabaran con él, las matanzas sistemáticas de políticos y policías que orquestó tras ser expulsado del Congreso, su estancia y posterior huida en una prisión de lujo construida por él mismo y, finalmente, su muerte en 1993 mientras trataba de escapar del cerco policial.

La amante del narco
En otras palabras, que la historia esté contada desde la perspectiva de la que fuera amante del narco, Virginia Vallejo -está basada de su libro de memorias, 'Loving Pablo, Hating Escobar'- no dota al relato de la menor originalidad a pesar de que la machacona narración de Penélope Cruz ilustra incluso capítulos de la vida de Escobar en los que Vallejo ni siquiera participó. Al margen de aportar esa voz en off para explicar escenas que se explican por sí solas -“Pablo me presenta a sus socios del cártel”, nos cuenta justo antes de que veamos a Escobar presentándole a sus socios del cártel-, Vallejo es una presencia en la película tan accesoria como la de todo el resto de personajes que no son Escobar. No se nos arroja ninguna luz sobre las realidades más íntimas de su relación amorosa, y por tanto la química que Cruz y Bardem obviamente comparten se pierde por completo.

Los diálogos son incoherentes, las interpretaciones, de telenovela, la tensión dramática es inexistente, y las escenas de acción carecen de impacto

Esa falta de convicción, decíamos, se extiende a la película en su conjunto. Los diálogos puestos en boca de los personajes son una mezcla de inglés y español totalmente incoherente -en Colombia u otro lugar del mundo, nadie habla así-, y las interpretaciones son material de telenovela; varios actores secundarios parecen literalmente de plástico, y algunas líneas narrativas son trazadas de forma poco convincente y luego repentinamente abandonadas; la tensión dramática es inexistente, y las escenas de acción carecen de impacto.

Es cierto que León de Aranoa no tiene experiencia previa en el género, pero nada hace suponer que 'Loving Pablo' sería mejor película de haberse encargado otro de dirigirla. En realidad, lo más sensato habría sido que no se hubiera encargado nadie de hacerlo. Después de todo, sería más fácil pasar por alto el exceso de pelucas y prótesis si 'Loving Pablo' contara algo de interés que no haya sido abordado con más detalle y pericia durante las dos temporadas de 'Narcos'. O por 'Escobar: Paraíso perdido' (2014), en la que Benicio Del Toro resultaba mucho más amenazador que Bardem sin necesidad de gritar “¡Malparíos!” trescientas veces, y bastante más creíble. Al menos su barriga no era de goma.

https://www.elconfidencial.com/cult...r-leon-de-aranoa-cruz-bardem-venecia_1439415/
 
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