Perdone, pero usted de mi ideología no sabe absolutamente nada, señora, así que ahórrese las adivinaciones porque se le dan de pena. Por lo demás, insultar con esa soltura tan deslenguada deja a su ideología, sea la que sea, a la altura del betún. Y no digo nada de lo que significa insultar a quien hace críticas racionales a ciertos servidores públicos cuya ejecutoria tiene como consecuencia que más de cuarentamil personas hayan perdido la vida. Venga, se lo voy a repetir: más de cuarentamil muertos.
Punto número dos. ¿Conoce usted el relato bíblico de Noé, el del Diluvio Universal? ¿Sí? pues fíjese que está escrito unos dos mil años antes de Cristo y se resume en una moraleja muy simple: ante anuncio de catástrofe un hombre que utiliza correctamente sus neuronas se aprovisiona y toma medidas ante lo que sabe que se avecina construyendo un arca de madera y bla, bla, bla. Es un relato que lo entienden hasta los tontos.
Punto número tres. La sanidad pública española es universal y gratuíta. Toda la sanidad para todos los españoles. Lo cual significa que si usted se pone enferma le atenderán gratuitamente en un hospital público o privado concertado. Ejemplo: Carmen Calvo, atendida de covid-19 en un hospital privado-concertado. El cuento de los recortes peperos vaya a soltarlo a las asambleas de la facul, maja, porque es una jaculatoria barata donde las haya. Y por otra parte, que yo sepa, ningún ciudadano tiene prohibido ir a tratarse en un hospital privado si tiene medios económicos. Tampoco está prohibido tener piscina, fincón y supertinaja ni vivir en un barrio pijo.
Punto cuarto. Vamos a suponer que vivimos en el mundo mágico podemita y que todos los españoles, todos, somos sanitarios: médicos, farmacéuticos, celadores, enfermeros, auxiliares, etc. Y como seguimos en los mundos de Yupi de Podemos, todas las instalaciones públicas son hospitalarias: no hay más que Hospitales, Dispensarios, Farmacias y Centros de Salud. Oh, qué bonita es la magia ideolígica y qué bonito es el whisfull thinking de las tontadas. Pues mire, si no hay mascarillas, guantes, geles, respiradores y todo lo que se necesita para combatir una situación de catástrofe sanitaria, da exactamente igual. Huy, Noé, Noé ha vuelto a enseñarnos un relato para tontos. Es el Noé de hace cuatromil años el que deja a Fernando Simón y a Illa a los pies de los caballos, por imprudentes, por troleros, por chapuceros. Y, estos sí, por sinvergüenzas, porque hasta esconden los muertos que han dejado por el camino.
¿Se acuerda de Fernando Simón diciendo entre risitas que las mascarillas no eran necesarias? Yo sí, y lo que me apetece es darle una patada en el culo por incompetente, a ver si se le tuerce su mascarilla de tiburones y le muta en quirúrgica.
Ea. Salud.
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