FELIPE VI UN REY SIN MITO

Muchísima. Mis amigas del cole casi ninguna lo habla, claro que en mi época empezó a ser una asignatura obligatoria cuando teníamos trece años más o menos. Apenas había ikastolas pero de eso hablo de hace muchos años. Yo tengo 49 así que figúrate.

Hay mucha, mucha gente de aqui que no lo hablamos
Una amiga mia veraneaba en un pueblo de Navarra y aprendio eusquera perfectamente. Sus amigas se reian solo lo hablaban los pueblerinos. Hece años hizo una gestion en el diario Eguin sus interlcutores constantemente querian volver al castellano pero ella seguia con el eusquera.
Los ingleses han tratado a patadas a los irlandeses pero en la Irlanda independiente se habla en ingles y no gaelico.
 

Javier del Rey Morató

Público
Jan 04, 2017

FELIPE VI,
UN REY SIN MITO.

Prof. Javier del Rey Morató
Universidad Complutense de Madrid
Fundación Ortega y Gasset de Madrid,
Buenos Aires, México y Toluca.


I.- EL MONARCA COMO MEDIADOR.

En una monarquía en la que al rey no le basta con la legitimidad dinástica, urge prestar especial atención a la legitimidad de ejercicio. Y esa legitimidad se podrá encontrar en la mediación que sepa impulsar el monarca.
La concepción del monarca como mediador, está contemplada en la Constitución, que, en su artículo 56 (Título II, “De la Corona”) dice que El Rey (…) “arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”.
Arbitrar y moderar es mediar. Y el papel de mediador puede impulsar actuaciones entre el gobierno elegido y los ciudadanos, para recordar al primero que está al servicio del pueblo. Ese papel es el propio de una monarquía en los tiempos que corren, tiempos tercamente republicanos.
Ese papel mediador está necesitado de una revisión y de una puesta a punto: una nueva interpretación para un rol existente, para el cual tiene que prepararse el actual monarca.
Y acaso el papel fundamental mito del monarca esté en la recuperación del diálogo con los nacionalistas e independentistas de Cataluña. Porque el problema de Cataluña, y su alivio, ya que solución no tiene, pivota sobre dos categorías: la nación y el Estado.
La nación española ha perdido a buena parte de los catalanes. Ya sólo queda el Estado y sus recursos: la Constitución, y el Tribunal Constitucional. Pero cuando sólo queda eso, no queda casi nada: cuando un país tiene que apelar a esas instancias es que se ha perdido casi todo.
En otras palabras: es inocultable la pérdida para la nación. La quema de fotos del Rey es símbolo y metáfora de esa pérdida, que supone un desafío para el Estado. TV3 no transmitió el discurso. Tampoco lo hizo Euskal Televista. Ni Gara ni Noticias de Gipuzkoa publicaron nada sobre el discurso real, lo cual dice mucho sobre la situación del monarca.
Y urge la imaginación, la capacidad de asumir riesgos calculados, y un compromiso manifiesto del monarca, que no se quede en discursos distantes y de escasa utilidad: el monarca tiene que hacerse eco del sentir catalán.
Porque el Rey, “Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia”, algo tendrá que hacer por la unidad y permanencia de ese Estado, en cuyo seno la nación se desagua por el Noreste.
El cabildeo y las conversaciones en un despacho se dan por descontado. Pero Esa labor de despacho, ¿no debería verse complementada con comportamientos visibles para los ciudadanos catalanes y para el resto de los españoles?
Obviamente, la sobreexposición del monarca en asunto tan problemático tendría efectos negativos. Eso queda para los políticos, cuya duración depende de las elecciones. En cualquier caso, la exposición limitada a discursos institucionales se queda entre lo obvio y lo irrelevante.
Acaso sólo le queda incitar en público al gobierno a tomar la iniciativa, con prudencia y con tacto. Acaso deba hacer algún pronunciamiento público poniéndose del lado de la sensibilidad de todos los catalanes, lo cual no supone avalar sus demandas.

II.- EL REY, UN LEJANO FUNCIONARIO PÚBLICO.

Felipe VI es un rey sin mito. Su antecesor, Juan Carlos I, recibió ese suplemento de legitimidad que andaba necesitando la noche del 23F. En la versión que circuló durante décadas aparecía sobre aquel episodio aparecía como el rey que nos había salvado del golpe militar, y como el rey demócrata.
Felipe VI no tiene nada de eso. No hay grandes acontecimientos en torno a su figura. No ha protagonizado nada relevante, nada que ingrese en la historia con un protagonismo estelar, ni que merezca titulares encomiásticos en los periódicos.
No despierta entusiasmos ni adhesiones inquebrantables. Es un discreto funcionario público. El funcionario público número uno, sí, pero un rey sin mito.
Con lo cual las comparecencias rituales del monarca, por ejemplo, sus discursos navideños, deberían servirle para perfilar su imagen, y establecer cuál es la relación que quiere mantener con los ciudadanos. Si esa relación se limita a interpretar el papel de un lejano y oscuro funcionario público, hay que reconocer que lo está consiguiendo.
Pero antes de referirnos a esa relación, al servicio de la cual deben ponerse sus comparecencias, haremos una breve referencia a algunos aspectos del discurso de Navidad del monarca.

III.- INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN EN LOS DISCURSOS NAVIDEÑOS DEL MONARCA.

En los discursos del monarca se pueden distinguir dos elementos esenciales: la información y la comunicación. La información es lo que nos dice. La comunicación es el tipo de relación que pretende establecer con los ciudadanos, que puede ser de continuidad, o puede suponer instaurar, o modificar en algún sentido esa relación.
La información está en los temas, en los argumentos, en lo que incluye, y paradójicamente, también en lo que excluye: de qué temas habla y de qué temas calla.
Por ejemplo, en el discurso navideño de 2016 no pronunció la palabra “Cataluña” ni mencionó la palabra “corrupción”. No se refirió a una posible reforma de la Constitución ni tampoco se dio la oportunidad de hablar de la violencia de género.
No mencionó asuntos relevantes como son la crisis abierta en La Unión Europea por el Brexit, la catástrofe de Alepo y el drama de los refugiados.
La comunicación es otra cosa, y en ella se produce la relación que el monarca quiere establecer y mantener con su auditorio: relación familiar, que puede ser protectora, paternal o autoritaria, institucional, o de mediación.
Pero las llamadas al consenso no añaden nada nuevo. Ya le hemos escuchado en ocasiones anteriores el “mensaje de unidad y solidaridad entre los españoles”, y la consigna de “diálogo, concertación y compromiso”.
El monarca no introdujo el catalán, el euskera y el gallego en algunos párrafos del discurso. Sólo al final, para las felicitaciones.
Acaso el monarca perdió la oportunidad de impulsar una relación de mediación entre los ciudadanos y el gobierno, pues nada le impide criticar el comportamiento de los políticos, la corrupción, y una mención sobre las recientes dificultades para alcanzar gobierno, que supusieron que España estuviera con un gobierno en funciones durante casi un año.
Es posible que algunos ciudadanos hayan buscado si había elementos de novedad en el discurso, o si era más de lo mismo, algo que parece inherente a los discursos navideños de un monarca. Porque la impresión que tenemos es que ha cambiado el monarca, pero no los discursos navideños.


IV.- UN MITO PARA FELIPE VI.

Hablamos de la necesidad de un mito para Felipe VI, y eso se construye desde la comunicación política. Decimos que la Comunicación Política es
la ciencia que estudia las dimensiones de la comunicación política, y las relaciones que se producen en ellas, que son la agonística (dimensión horizontal) y el lazo social (dimensión vertical).
Si los políticos se instalan en la dimensión horizontal de la comunicación política (la agonística, esto es, los enfrentamientos, y la simulación de enfrentamientos, con el fin de competir en el mercado del voto), al Rey le queda la dimensión vertical de la comunicación política: el lazo social, el vínculo social, el símbolo que representa y actualiza la memoria común de los españoles, se hace eco de sus expectativas defraudadas, y proyecta pasado y presente hacia el futuro.
Y nada de eso se puede conseguir sin mito. Un rey sin mito es un funcionario público distante, un personaje con escasa relevancia como emisor de mensajes de los que pueda esperar algún control sobre su eficacia persuasiva, es decir, sobre su capacidad en orden a cambiar algo en la estructura de la realidad. Piénsese que, a esa realidad pertenecen las percepciones de los ciudadanos, y especialmente las percepciones y opiniones de los ciudadanos catalanes.
Y es aplicable a un monarca lo que dice Riorda sobre el mito de gobierno: es la visión general, proyecto general de gobierno, norte estratégico, rumbo de gobierno, grandes lineamientos, orientación estratégica.
El mito de gobierno es la herramienta fundamental de la comunicación política, el paraguas semántico que ampara toda su comunicación, Y que facilita la creación del consenso.
El mito de gobierno unifica y ampara todos los mensajes del presidente y de sus ministros, y, añade Riorda, simboliza la dirección, la voluntad y la justificación de las políticas.
Ello supone que, en el plano discursivo, el mito de gobierno sea adoptado “para justificar sus acciones e inacciones, es decir su creación de la realidad que sustenta su objetivo político para construir un universo común de sentidos”.
Téngase en cuenta que si esto es así para los gobiernos, más lo es para los reyes: los presidentes pasan, los reyes permanecen.
Esa permanencia exige la adopción de una estrategia de marketing para el monarca, que debería optimizar en la comunicación ese rol institucional de mediador entre los políticos y los ciudadanos, y entre los políticos catalanes y el gobierno de España.

V.- UN REY EN BUSCA DE MARCOS, NARRATIVA Y JUEGOS DE LENGUAJE.

En el discurso navideño de 2016, el marco fue el de siempre: un lejano monarca que habla en castellano, y sólo en castellano, y su retórica de los valores se quedó en meras abstracciones. El storytelling fue institucional. Los juegos de lenguaje se resolvieron en una confortable e irrelevante ejecutoria semántica, en la que las palabras abstractas usurparon el lugar de las referencias concretas, y en la que el mediador, el que “arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones”, perdió la oportunidad de marcar una diferencia con el pasado. Y es la tercera vez que incurre en ello.
Christian Salmon decía que el período de Ronald Reagan fue una narrarquía, queriendo expresar con ese neologismo que su presidencia fue el primado de un relato exitoso, o de una sucesión de relatos afortunados. En España no hay tal narrarquía. Felipe VI es un rey sin relato.
En España ha cambiado el auditorio, los ciudadanos de 2016 ya no son los ciudadanos de 2010, pero el mensaje institucional del monarca es el de siempre. Han cambiado algunos problemas, otros se han agudizado (el paro, el empobrecimiento de buena parte de la población, el desafío independentista de Cataluña), han surgido nuevos partidos.
Y al hilo de todo lo anterior prospera, una sensibilidad ciudadana proclive a la desafección hacia las instituciones, producto de la falta de soluciones a esos y a otros problemas, todo lo cual se ha agravado con la corrupción. Y eso el monarca lo resuelve con un par de párrafos que ni interesan en el momento de escucharlos ni se recuerdan minutos después.
Marcos, relato y juegos de lenguaje deben ser renovados, y constituir la base de una narrarquía al servicio del monarca, que en esos registros es gravemente deficitaria. Porque como rey de Gran Bretaña, Holanda, Suecia o Dinamarca, Felipe VI sería eficaz, pero no lo es como rey de España.

VI.- UNA ESTRATEGIA DE MARKETING PARA UN REY SIN RELATO.

Esa estrategia es tarea de un think tank y no de este profesor. Pero, a modo de ejemplo, aquí planteo algunas de las acciones que podrían impulsarse, enfocadas hacia los ciudadanos catalanes, y también hacia el resto de ciudadanos, que verían con simpatía esas actuaciones del monarca.
Nadie pretende que el monarca baile una sardana en la explanada de la catedral gótica de Barcelona, ni mucho menos que diga que habla catalán en la intimidad. Pero tampoco tenía por qué interrumpir la tradición instaurada por Juan Carlos I, que probablemente sí hubiera recibido a la Presidenta del Parlament de Cataluña.
En efecto, pedir “que la comunicación oficial de la Presidenta del Parlament de Catalunya a Su Majestad el Rey se realice por escrito, a través del Jefe de la Casa” es el trámite correcto. Pero dice poco sobre la cintura política del monarca.

ANÁLISIS DAFO DEL REY FELIPE VI

FORTALEZAS
Joven.
Buen aspecto.
Mejor preparado que su padre.
Preparación de la reina Leticia.
Transparencia de la Casa Real.
Ausencia actual de alternativa.

DEBILIDADES
Distante.
Frío.
Escasas comparecencias.
No ha modernizado la Monarquía.
Discursos anémicos:
- Marcos: no inclusivos.
- Relato: arcaico.
- Juegos de lenguaje: ineficaces.
Mediación deficitaria: su actitud con la Presidenta del Parlament de Cataluña sienta mal precedente.
Sentencia del Caso Noos en 2017.
Es un REY SIN MITO.

OPORTUNIDADES
Protagonismo internacional.
Convertir Madrid en escaparate de la diversidad cultural de las autonomías.
Impulsar su presencia institucional en Barcelona.
Actualizar y modernizar el diálogo con los países de América Latina.

AMENAZAS
Independentismo catalán.
Sensibilidad republicana en los jóvenes.
Crítica de la transición.
Nuevo partido de izquierda republicana en el Parlamento.
Paro.
Desafección ciudadana.


Y omitir la lengua de Cataluña en sus discursos navideños, o acuñar tarjetas felicitando la Navidad y el Año Nuevo en castellano y en inglés, sin incluir el catalán, el gallego y el vasco, parece un despropósito. Y terminar el discurso con felicitaciones en esas lenguas sólo confirma que prescindió de ellas en su discurso.
En el DAFO sintetizamos algunos de los aspectos de la imagen del Rey.
A partir de esos datos, hay una línea de actuación que puede seguir, y aquí ponemos algunos ejemplos, partiendo de la base de que una estrategia de marketing para el monarca necesita primero la fijación del mito del Rey Felipe VI, que ampare y signifique las actuaciones del monarca.
Porque hay que tener en cuenta que la búsqueda de ese mito no podrá encontrarse en la monarquía: España no es Gran Bretaña, y la monarquía no es entre nosotros un mito. Al que hay que apuntalar es al monarca. El mito tiene que ser fijado en la figura del Rey.
El mito del Rey Felipe VI debería pivotar sobre dos recursos, que, recurriendo a una metáfora ferroviaria, serían como dos vías paralelas que sustentan el equilibrio de un tren:

- categorías políticas y
- categorías humanas.

Las actuaciones del monarca suponen primero una reflexión sobre los marcos (framing) desde los que debe hablar el monarca, sobre el storytelling que pueda ser eficaz, y sobre los juegos de lenguaje pertinentes.
Si los marcos deben ser institucionales, el relato debería impulsar las categorías humanas del monarca (a expensas de las categorías puramente políticas), y los juegos de lenguaje deberían ser de mediación y de protección de los ciudadanos.

VII.- UN MONARCA IMPLICADO EN LA CULTURA CATALANA.

El monarca no va a conseguir que los catalanes que ya no son españoles se emocionen con el himno de España, con la bandera y con el monarca, porque sus sentimientos dictan otras lealtades. El objetivo no sería tanto recuperarlos para la nación cuanto para el Estado, para su estabilidad y su futuro, que comparten con las otras dieciséis autonomías.
Al mito del nacionalismo catalán, construido por juegos de lenguaje que convirtieron una diferencia de hecho (una lengua distinta) en un hecho diferencial (una nación), hay que oponerle el pragmatismo de Suiza, donde hablar italiano, alemán y francés no tiene otra consecuencia que una identidad transversal, que está por encima de diferencias existentes en la cultura, pero que no golpean a la política.
Algunas actuaciones podrían ser inaugurar un Simposio sobre la cultura catalana en una universidad de Madrid, con la participación de prestigiosas figuras de Cataluña y del resto de España.
Una charla sobre la cultura catalana con Serrat en un restaurante de Madrid hasta altas horas de la madrugada. Una velada con Silvia Pérez Cruz, una cena con Eduardo Mendoza, y otras comparecencias no institucionales del monarca con personas relevantes de la cultura catalana, y del empresariado catalán expresándose siempre en catalán.
En 1999 dije en Bolivia que había que trasladar algo a Barcelona, por ejemplo, el Senado. Me dijeron que incurría en un desvarío. Pero años después lo dijo Albert Rivera.
¿Consejos de Ministros en Barcelona? ¿Estancias más prolongadas del monarca a Barcelona, y no meras visitas episódicas? Algo podrá hacer el rey para impulsar ese cambio, suponiendo que se considere no sólo deseable, sino deseable y posible.
Ignoro si es posible, pero desde luego no es un desatino ni una idea descabellada recuperar Barcelona para España y sus instituciones y no arrinconarla en una mera capital de Cataluña y de sus instituciones.

VIII.- FELIPE VI, UN REY ENTRE MADRID Y BARCELONA.

Resulta inverosímil que no haya en Madrid abundancia de espectáculos y de testimonios de las distintas regiones de España música, danza, folclore, entre los que deberían figurar los de Cataluña y de Euskadi. Madrid persiste en ser sólo una ciudad castellana, y no rompeolas de todas las Españas, como en el verso de Machado.
El monarca podría impulsar la creación de un elenco estable de artistas que mantuviera todo el año un espectáculo de danzas y músicas folclóricas de las distintas autonomías. Podría haber más presencia de lo vasco, lo catalán y lo gallego, pero sólo hay tablaos flamencos.
Por otra parte, España no es Francia: allí el país se divide en París y provincias. En España hay dos capitales: Madrid y Barcelona. Y jugamos a que tenemos una capital, y el resto es provincias.
El mito al que debería aspirar Felipe VI es el del monarca que recupera Cataluña, el rey cuyo protagonismo y cuya presencia pivota entre Madrid y Barcelona, el rey que consigue “elevar a la categoría política de normal, lo que a nivel de calle es plenamente normal", por decirlo en palabras del Presidente Adolfo Suárez.
El monarca comparte su vida con una profesional del periodismo, que ha estudiado en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, y que ha visto la comunicación desde los medios y no desde el poder. Desde la calle y no desde los despachos. Desde el ruidoso y ajetreado plató y no desde lejanos y auríferos palacios.
Y aunque se comprende que haya que dosificar cuidadosamente las comparecencias del rey y de la reina, no parece exagerado afirmar que la pareja real actúa por debajo de sus posibilidades.




Interesante analisis, sin embargo no esta falto de carga de vaselina por aquello de no molestar . Por ejemplo en el apartado de la FORTALEZA habria que ser mas exactos:

1. JOVEN .. No tanto , en España a muchos"jovenes de 49 años" los estan pre-jubilando y si no que este escritor vea las pre-jubilaciones que se dan en Telefonica y en las entidades bancarias.

2. BUEN ASPECTO ....¿Quiere decir que va bien vestido ? ¿que es guapo? ¿ que no se parece en nada al leader de Podemos ? ¿Que parece un modelo ?

3. MEJOR PREPARADO QUE EL PADRE .... bien aqui habria que evaluar si el padre estaba muy preparado o no, si no lo estaba ( creo que nunca obtuvo una licenciatura universitaria ) pues si lo está, pero hoy en dia en España cualquiera tiene acceso a la universidad.
 
PREPARACION DE LA R. LETICIA.... una cosa es estar preparada ( supongo que se refiere a que es una periodista de raza) y otra muy distinta es ser apropiada, y aqui ya sabemos como se las gasta.

TRANSPARECIA DE LA CR.......¿transparencia? ...pero ni siquiera sabemos donde van de vacaciones, sabemos donde NO van y eso es a las playas españolas a hacer Patria.

AUSENCIA ACTUAL DE ALTERNATIVA ...¿? ...seguramente que los miles de republicanos no estaran de acuerdo con esta frase.

De cualquier manera, el articulo hace un analisis bastante mas completo de lo que nos tienen acostumbrados los medios de des-informacion.
 
Total, su trabajo a que se reduce: a dar apretones de mano, descorrer cortinillas, leer los discursos que le escriben, y saberse mantener cuando le abuchean o le niegan el saludo. Ir bien vestido y seguir el protocolo. Para eso está mas que preparado. Claro que si.
Pero, cuando a cualquier acto le tiene que acompañar un ministro o la vicepresidenta. ¿Que quiere decir?, pues que el trabajo lo hace el ministro y el otro sólo tiene que dar la mano. Nada es menos que nada.
 

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