Fallece Luis Eduardo Aute

Muere Luis Eduardo Aute, amante del amor y la belleza
  • DARÍO PRIETO
Sábado, 4 abril 2020 - 13:28
Ver 14 comentarios
El cantautor llevaba postrado desde 2016, cuando sufrió un infarto. Fue, entre todos los músicos de su generación, el más vitalista, encantador y desenfadado.
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El cantautor, escritor y pintor Luis Eduardo Aute ha muerto a los 77 años, tres años y medio después de sufrir un infarto que lo mantuvo postrado durante los últimos tiempos.
Émulo de las vanguardias, fumador empedernido, galán pícaro, cantante protesta primero y confesional después, testigo del 68, cronista de humor woodyalleniano... Toda la cultura de la segunda mitad del siglo XX se podría resumir en la vida de Luis Eduardo Aute.
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Al principio, Aute era un aspirante a pintor que entró a estudiar la carrera de aparejadores sin éxito. Estuvo en Francia a partir de 1963 y tuvo la habitual educación intelectual de la burguesía culta de esa generación: cine de la Nouvelle Vague, canción francesa, filsofía post marxista... El clic que cambió su vida llegó un poco después, en un viaje a Brasil como pintor. En América descubrió a Bob Dylan y el hallazgo dirigió a Aute hacia la canción.
¿Qué fue lo que hizo distinto a Aute enre tantos admiradores de Dylan? EL amor y más concretamente, el s*x*. Hasta su irrupción, el s*x* que cantaban y practicaban los cantautores españoles olía a pana mojada. En España se hacía el amor contra
algo: contra la Iglesia, contra el franquismo, contra la generación precedente. Todo formaba parte de una lucha por algo más importante: la libertad, el cambio, el futuro. Pero, ¿qué hay más importante que el s*x*, que la vida, que el arte? Aute lo tuvo claro, y aunque su canción más conocida, Al alba, entra dentro del canon cantautoril (la historia de los últimos fusilados por el aparato franquista), ha pasado a la historia por el resto de su producción, vitalista, hedonista, erótica y admiradora de la belleza. Todo sin grandes aspavientos, despacito, Slowly.
Aute nació en Manila, hijo de un catalán destinado en la compañía de tabacos de Filipinas y de una descendiente de emigrantes españoles. Fue durante la Segunda Guerra Mundial, en pleno horror de la invasión japonesa del archipiélago. Allí, frente al malecón, era un niño que miraba al mar, como recordó en uno de sus últimos discos. Su familia se instaló en España siendo él niño y entonces se manifestó que el pequeño Luis Eduardo tenía un don para las artes. Y no para uno en concreto: Aute fue músico, escritor, guionista, cineasta, pintor y hasta artífice de una obra que reunía todas las facetas anteriores en forma de película de dibujos animados, Un perro llamado dolor.
Y aunque en todas sus obras fue Aute, las musicales acabaron labrando su reconocimiento, tanto en su faceta de cantautor como en la de compositor para otros (Rosa León, Massiel, Ana Belén, Mari Trini...). Fue también un hombre que buscó y gustó de la compañía de los demás: Serrat, Sabina, Silvio Rodríguez o Pablo Milanés compartieron escenario y proyectos con él, mientras que su placida forma de estar en el mundo atrajo la atención de los músicos más jóvenes, que se reconocían más en él y en su aproximación al pop que en otros de sus contemporáneos. Christina Rosenvinge, Xoel López, Amaral y hasta Mecano (cuya primera aparición televisiva fue con una versión de Al alba) reconocieron su importancia en plena moda del linchamiento de cantautores.
Aute era inquieto y andaba preocupado porque se le acabase el tiempo. En una reciente entrevista, con motivo del concierto de celebración de sus 50 años en la música, este 2016, lo explicaba mientras encadenada un cigarrillo tras otro ante la atenta mirada de su perra. "El tiempo empieza a existir a partir de una edad. Hasta, digamos, los 50, no es un tema que te ocupe, porque te queda todo el tiempo. Pero llega un momento en que se convierte en algo presente y preocupante. Me preocupa la falta de tiempo y tengo la angustia de aprovechar al máximo el que me queda. Por eso no tengo móvil ni Facebook ni Twitter. Porque soy muy adictable y si me meto ahí me hago adicto. Me aterra esa posibilidad".
 
Muere Luis Eduardo Aute, amante del amor y la belleza
  • DARÍO PRIETO
Sábado, 4 abril 2020 - 13:28
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El cantautor llevaba postrado desde 2016, cuando sufrió un infarto. Fue, entre todos los músicos de su generación, el más vitalista, encantador y desenfadado.
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El cantautor, escritor y pintor Luis Eduardo Aute ha muerto a los 77 años, tres años y medio después de sufrir un infarto que lo mantuvo postrado durante los últimos tiempos.
Émulo de las vanguardias, fumador empedernido, galán pícaro, cantante protesta primero y confesional después, testigo del 68, cronista de humor woodyalleniano... Toda la cultura de la segunda mitad del siglo XX se podría resumir en la vida de Luis Eduardo Aute.
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Al principio, Aute era un aspirante a pintor que entró a estudiar la carrera de aparejadores sin éxito. Estuvo en Francia a partir de 1963 y tuvo la habitual educación intelectual de la burguesía culta de esa generación: cine de la Nouvelle Vague, canción francesa, filsofía post marxista... El clic que cambió su vida llegó un poco después, en un viaje a Brasil como pintor. En América descubrió a Bob Dylan y el hallazgo dirigió a Aute hacia la canción.
¿Qué fue lo que hizo distinto a Aute enre tantos admiradores de Dylan? EL amor y más concretamente, el s*x*. Hasta su irrupción, el s*x* que cantaban y practicaban los cantautores españoles olía a pana mojada. En España se hacía el amor contra
algo: contra la Iglesia, contra el franquismo, contra la generación precedente. Todo formaba parte de una lucha por algo más importante: la libertad, el cambio, el futuro. Pero, ¿qué hay más importante que el s*x*, que la vida, que el arte? Aute lo tuvo claro, y aunque su canción más conocida, Al alba, entra dentro del canon cantautoril (la historia de los últimos fusilados por el aparato franquista), ha pasado a la historia por el resto de su producción, vitalista, hedonista, erótica y admiradora de la belleza. Todo sin grandes aspavientos, despacito, Slowly.
Aute nació en Manila, hijo de un catalán destinado en la compañía de tabacos de Filipinas y de una descendiente de emigrantes españoles. Fue durante la Segunda Guerra Mundial, en pleno horror de la invasión japonesa del archipiélago. Allí, frente al malecón, era un niño que miraba al mar, como recordó en uno de sus últimos discos. Su familia se instaló en España siendo él niño y entonces se manifestó que el pequeño Luis Eduardo tenía un don para las artes. Y no para uno en concreto: Aute fue músico, escritor, guionista, cineasta, pintor y hasta artífice de una obra que reunía todas las facetas anteriores en forma de película de dibujos animados, Un perro llamado dolor.
Y aunque en todas sus obras fue Aute, las musicales acabaron labrando su reconocimiento, tanto en su faceta de cantautor como en la de compositor para otros (Rosa León, Massiel, Ana Belén, Mari Trini...). Fue también un hombre que buscó y gustó de la compañía de los demás: Serrat, Sabina, Silvio Rodríguez o Pablo Milanés compartieron escenario y proyectos con él, mientras que su placida forma de estar en el mundo atrajo la atención de los músicos más jóvenes, que se reconocían más en él y en su aproximación al pop que en otros de sus contemporáneos. Christina Rosenvinge, Xoel López, Amaral y hasta Mecano (cuya primera aparición televisiva fue con una versión de Al alba) reconocieron su importancia en plena moda del linchamiento de cantautores.
Aute era inquieto y andaba preocupado porque se le acabase el tiempo. En una reciente entrevista, con motivo del concierto de celebración de sus 50 años en la música, este 2016, lo explicaba mientras encadenada un cigarrillo tras otro ante la atenta mirada de su perra. "El tiempo empieza a existir a partir de una edad. Hasta, digamos, los 50, no es un tema que te ocupe, porque te queda todo el tiempo. Pero llega un momento en que se convierte en algo presente y preocupante. Me preocupa la falta de tiempo y tengo la angustia de aprovechar al máximo el que me queda. Por eso no tengo móvil ni Facebook ni Twitter. Porque soy muy adictable y si me meto ahí me hago adicto. Me aterra esa posibilidad".
Gracias Ambers, desde el móvil no me dejaba pegar la noticia.
Al alba y las cuatro y diez.... están prácticamente en todos mis archivos de música. Una lastima.
 
OBITUARIOMuere Luis Eduardo Aute, patrimonio de la canción de autor española
El cantautor ha fallecido en Madrid a los 76 años
Luis Eduardo Aute, cantante y pintor, en su casa de Madrid en 2016.
Luis Eduardo Aute, cantante y pintor, en su casa de Madrid en 2016.LUIS SEVLLANO ARRIBAS
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FERNANDO NAVARRO
04 ABR 2020 - 13:54 CEST
El cantautor Luis Eduardo Aute ha fallecido en Madrid a los 76 años. Era algo más que un músico para la España democrática, la misma que creció con sus canciones y se educó con su sensibilidad transgresora y su visión exigente de la realidad. Era la voz más emotiva de la España de la Transición, un fabulador fundamental que, en sí mismo, era una fábula: porque el pintor que nunca se imaginó como músico acabó siendo uno de los cantautores más reconocidos y reconocibles de la música popular española, todo un símbolo de las confesiones sentimentales.

Nació en 1943 en Manila, en plena contienda de la Segunda Guerra Mundial. La ciudad se hallaba devastada por los combates entre las tropas filipinas y los invasores japoneses, que perpetraron todo tipo de masacres. Aquel niño llamado Luis Eduardo Aute, que estudiaba inglés en la escuela, hablaba español en casa y tagalo en la calle, creció rodeado de catástrofe. Hijo de un padre catalán y una madre filipina, aunque de padres españoles, al pequeño le gustaba refugiarse en el dibujo y el cine, pero no quitó para que hiciese mucha vida en la calle cuando, acabada la gran guerra, la ciudad intentó recuperar el pulso y reconstruirse con ayuda del dinero estadounidense. En Manila aprendió a ser un chaval inquieto aunque retraído y tímido, un chico al que con 11 años Madrid le pareció una urbe gris y triste, mojigata y monacal, cuando su familia se mudó a vivir a España.

La última fábula que le gustaba contar a Aute tenía como protagonista un girasol insumiso. Lo hacía llamar el Giraluna, un girasol que, a diferencia del resto, decidía no agachar la cabeza por la noche y aguardaba la llegada de la luna. Cuando el cielo se fundía en negro, este girasol conocía la luna y las estrellas y, bajo el efecto de esa luz pura en plena oscuridad, era recompensado con una sagacidad y lucidez especiales por su fe, curiosidad y criterio propio. El Giraluna, ese elemento disidente y diferenciador entre la caterva, podía ser el propio Aute, el juglar político, el cantautor de inmensas canciones de amor, el poeta de lo cotidiano, el artista plástico, el amante del cine, el sutil soñador y el anciano de verbo perspicaz e indignado por los desajustes de un mundo siempre desajustado.
A los 16 años ya era pintor y exponía sus primeras obras, pero fue en la música donde, por casualidad, despegaría con fuerza su carrera artística, aun cuando no le gustaban los escenarios. Fue su padre, su “adorado padre” al que el músico no dejó nunca de recordar en entrevistas y charlas, el que le regaló una guitarra cuando estaba en bachillerato. Aute, que se había nutrido de música y cine anglosajones en sus años en Filipinas, se aficionó aún más al rock’n’roll al escuchar Carava musical de Ángel Álvarez en la radio. Tocó la guitarra acústica en grupos colegiales, en los que dio rienda suelta a su gusto por Elvis Presley. A su regreso del servicio militar en Cataluña, sin abandonar la pintura e influido por un viaje a París donde conoció los nuevos sonidos franceses representados en Jaques Brell o Serge Gainsbourg, escribió sus primeras canciones. Una de ellas, Rosas en el mar, sería un éxito en la interpretación de Massiel. Mari Trini y Rosa León también lucieron en sus voces sus estampas sentimentales.
Eso le llevaría a publicar en 1967 su primer disco, Diálogos de Rodrigo y Ximena, en el que, influido por el primer Bob Dylan, mostraba un cantautor introspectivo pero también crítico con el mundo que le rodeaba. Con mejor acabado editó un año después, 24 Canciones Breves, un álbum de un perfil más existencialista, marcado por la separación de sus padres y en el que el compositor, que se acababa de casar con Maritchu Rosado –su esposa hasta su muerte-, dejaba ver su particular exploración del universo femenino.
Pese al éxito, vio su aventura musical como algo temporal, intentando dedicarse a la pintura y la poesía. Desencantado con la industria discográfica, pensó en retirarse de la música tras la salida de 24 Canciones Breves, pero en los primeros setenta publicó una fabulosa trilogía discográfica formada por Rito (1973), Espuma (1974) y Sarcófago (1976). Conocida como la trilogía de Canciones de amor y de muerte, Aute, que en aquellos años también compuso bandas sonoras para películas de Jaime Chávarri o Fernando Fernan Gómez, se erigió como un maestro de la sátira social, dueño de un verso libre y expresionista, desbordante de sarcasmo ante las injusticias sociales. Y no sólo eso: maravilló -especialmente en Espuma- por su erotismo, desplegando armas líricas novedosas en composiciones que no trataban a la mujer como un mero artículo. Sería una constante en su carrera y en su mejor obra: en sus canciones el amor no seguía un esquema rígido y superficial, tan propio del pop. De esta forma, en aquella España con el franquismo aún presente, temas como Anda, Nana a una niña fría, Sólo tu cuerpo o Lentamente eran toda una transgresión contra morales obsoletas y sensibilidades caducas.
Muchos aprendieron a amar a través de las canciones de Aute, que sin buscarlo se convirtió en un representante de la Nueva Canción Castellana, un joven talento que compartía espacio y visión con el grupo Canción del Pueblo formado por cantautores como Hilario Camacho, Elisa Serna o Adolfo Celdrán. Pero 1978 fue su año clave. Ofreció su primer concierto durante un acto del sindicato de la CNT en la ciudad de Albacete y publicó Albanta, su disco más emblemático, donde poetizaba el rayo de esperanza de la nueva España democrática. Este álbum, que contó con los arreglos de Teddy Bautista, guardaba su himno Al alba, una canción sufriente y de desamor que compuso al hilo de la brutal coyuntura de los últimos condenados a muerte del régimen franquista. Pero contenía más joyas de ese pensamiento insumiso como Anda suelto satanás, Digo que soy libre o A por el mar. Su camino de errante idealista y díscolo, que también había iniciado a su manera Joan Manuel Serrat, más tarde sería el horizonte en el que se fijaría Joaquín Sabina.
Tras sufrir una tuberculosis en Cuba, donde entabló una estrecha amistad con Silvio Rodríguez, su obra quedó empañada de un pensamiento más escéptico pero no por ello menos lúcido con respecto a la existencia, algo que plasmó en la segunda trilogía de su carrera, llamada Canciones de amor y vida y compuesta por De par en par (1979), Alma (1980) y Fuga (1982).
Durante los ochenta hubo criba de cantautores en España, pero él sobrevivió, en buena parte por la complicidad con su público. En ese tiempo publicó trabajos desafortunados y que fueron un fracaso como Templo, y otros más interesantes como Segundos fuera. Su creación musical se redujo a partir de los años noventa, aunque en su catálogo se podían encontrar buenos discos como Slowly (1992), Alevosía (1995) y Alas y balas (2002). Su compromiso político, tan criticado en los sectores conservadores, nunca mermó, apoyando incluso a partidos como Izquierda Unida. Tampoco lo hicieron sus otras pasiones artísticas como la pintura, la poesía y el cine, que le llevaron a abrir exposiciones, editar poemarios y dirigir películas animadas.
Inquieto y exigente, Aute llegó al siglo XXI reconocido como un gran referente musical. La canción de autor española no podía ser lo mismo sin él y muchos se lo reconocieron en numerosos homenajes. En 2000, el disco tributo ¡Mira que eres canalla, Aute! contó con nombres como Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Pedro Guerra, Pablo Milanés, Javier Álvarez, Ana Belén, Ismael Serrano, Silvio Rodríguez, Rosendo o José Mercé. Más recientemente, el año pasado, el álbum Giralunas sumó a músicos de otra generación rindiéndole honores como Xoel López, Rozalén, Depedro, Estopa, Leiva, Vanesa Martín, Andrés Suárez, Miguel Poveda o Soleá Morente.
Aute era patrimonio de la canción de autor y todos lo sabían. Una de sus últimas actuaciones fue en Madrid en junio de 2016 en un concierto solidario, al que acudió desinteresadamente como tantas veces hizo a lo largo de su medio siglo de carrera. En la sala La Rivera estaban Vetusta Morla, Los Enemigos, Depedro, Andrés Suárez o La Habitación Roja, entre otros. Llegó con su guitarra al hombro, la camisa por fuera, caminando despacio, con su particular seriedad venerable y una extraordinaria sencillez mundana. Entre bambalinas, se respiraba un respeto omnipotente a su figura. Todos los músicos fueron uno por uno a saludarle. Especialmente emotivo fue el momento en el que Miguel Ríos, enterado de su presencia, le buscó y le abrazó en el estrecho pasillo del backstage al grito de “cómo me alegro de verte canalla”. Era como ver pasar la historia de la música popular española, con todas sus emociones luchadas y conquistadas, en el abrazo de esas dos viejas glorias.
Minutos después, Aute salió solo al escenario de una sala abarrotada de jóvenes. Quieto, iluminado simplemente por el foco, parecía haber brotado en la oscuridad como ese girasol de la fábula que solía contar. Habló con temple, miró a los rostros de las primeras filas como si fueran estrellas y contó de dónde venía su canción Al alba, que dedicó a todas las víctimas del drama de los refugiados en Europa. Hoy podríamos oírla en mitad de este goteo de ausencias por el coronavirus. Cuando sonaron los primeros acordes acústicos de una incisiva Al alba, el silencio cortaba la respiración. Ahora también. Aunque ya se haya ido, en mitad de unos tiempos terriblemente difíciles, sus canciones fueron, son y serán fábulas con las que explicar nuestras vidas en este mundo de desajustes.
 
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