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Después de años compartiéndolo todo, te deja tirada, igual que un trapo viejo.
¿Y la alternativa cuál era? ¿Seguir con ella, hacer el paripé de familia unida y verse con la otra a escondidas? Esto también se le criticaría. De hecho, ya se le critica porque, por lo que se ve, es lo que hizo durante un tiempo. Yo no querría a nadie a mi lado que no quisiera estar, o que estuviera sólo por pena. Nadie debería estar obligado a quedarse en un lugar en el que no esté cómodo. Si una pareja deja de funcionar, lo mejor es que sigan cada uno por su lado, lleven 20 años juntos, 10 meses o cinco minutos. Lo contrario sólo genera frustración y resentimiento.
Cito este mensaje de @Bombilla en el hilo de "Infidelidad o engaño" que me gustó mucho aunque suelo discrepar con ella en bastantes cosas.
Las personas adultas somos completamente libres para relacionarnos con quien queramos y al nivel que queramos, así que si mi pareja se empareja o se liga o se lía con otra, pues qué le voy a hacer, c'est la vie, es como si llegas tarde al trabajo y no puedes aparcar en tu sitio habitual porque alguien lo ha ocupado; pues ajo y agua.
Nadie es propiedad de nadie, aunque la boda por la iglesia o por el juzgado y un libro de familia nos haga creer que hemos adquirido en propiedad a una persona no es así; el Libro de Familia no es una escritura de propiedad y la boda, con toda su parafernalia, solo es una declaración de intenciones.
El adulterio era un delito en el franquismo y lo sigue siendo en algunos países, pero afortunadamente ya no lo es en España.
Así que cabrearse porque alguien se disfruta a nuestra pareja es como cabrearse porque nuestra mejor amiga es ahora la mejor amiga de nuestra peor enemiga; cosas de la vida.
Y lo de dejar tirado a alguien... es algo a lo que te arriesgas en cualquier relación, ya sea de pareja, amistad o trabajo. Yo estuve en una empresa en la que di más de lo que podía, me dejé la piel y, cuando llegó el momento, adiós muy buenas. Por supuesto, ningún compañero me defendió, ni siquiera recibí un mensaje para preguntarme cómo estaba. ¿Los culpo? No, porque entiendo que ellos miraron por sus propios intereses, que eran conservar el puesto de trabajo. Y, si para ello, tenían que dejarme en la cuneta como hicieron, pues olé. Las facturas no se pagan solas.
Y esto mismo me pasó con una amistad a la que ayudé en momento de dificultades económicas para que sacara adelante su negocio. Hoy día, si te he visto no me he acuerdo. Cuando yo he necesitado apoyo moral (simplemente hablar con alguien), no he conseguido ni un café de cinco minutos para contarle mi dilema.
Somos egoístas. Es así. La ley del más fuerte: mi vida y la de los míos vale más que la tuya y la de tus hijos. Si tengo que elegir a quién salvar, salvo a los míos y no a los tuyos. Es que es así.