EUTANASIA-Veinte años después de Ramón Sampedro, la eutanasia aún es ilegal

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pilou12

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    • RAFAEL J. ÁLVAREZ
    • Madrid
  • 12 ENE. 2018 09:57
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Ramón Sampedro escribe postrado en su cama de su casa de Galicia, en una imagen del 20 de febrero de 1995. XOSÉ MANUEL ALBÁN



El 12 de enero de 1998, el tetrapléjico gallego que luchó 30 años por decidir su propia muerte bebió el cianuro que le hizo cumplir su voluntad. Su acto estaba tan prohibido como hoy


El 12 de enero de 1998, 29 años y cinco meses después de quedar tetrapléjico tras romperse el cuello por una zambullida en la playa, Ramón Sampedro sorbió cianuro potásico de un vaso que alguien le había acercado a la boca y se quitó la vida. «Llevo 30 años siendo una cabeza viva en un cuerpo muerto. Se podría decir que soy el espíritu parlante de un muerto».

Hoy, 12 de enero de 2018, 20 años después de su «autoliberación», en expresión de la Federación Mundial de Asociaciones Pro Derecho a Morir, la persona que ayudó a Sampedro o que ayudara a cualquier otro Sampedro tendría los mismos problemas legales que entonces. Porque, hoy la eutanasia sigue estando prohibida.

¿Qué ha cambiado en España desde Sampedro hasta hoy?

«Para un tetrapléjico, no ha cambiado nada. Para alguien que se pueda mover, sí: irse a Suiza». Es Fernando Marín, presidente de la rama madrileña de la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD). Marín, médico, es una encarnación del Código Penal en lo que concierne a la eutanasia. «La ley prohibe tajantemente ayudar a morir y lo castiga con entre seis meses y dos años de prisión. Es decir, no entras en la cárcel, pero asusta. Yo mismo estoy cumpliendo dos años de cárcel por una intervención de ayuda a una mujer que había decidido morir».

El Código Penal tipifica como delito tanto la eutanasia como el su***dio asistido. El artículo 143.4 castiga a quienes ayuden a morir a otro, aunque la petición sea consciente, reflexionada y reiterada, y expresada por una persona con dolencias irreversibles que le causen sufrimiento.

Esa definición valía para Ramón Sampedro, un marino y escritor gallego que el 23 de agosto de 1968, con 25 años de edad, se golpeó con la cabeza en la arena del fondo de la playa. A partir de ese día, sólo pudo mover la cabeza, la boca y los ojos. «Vivo pegado a mi cadáver», sostenía a menudo. Durante muchos años pidió poder morir y se convirtió en un icono social de la elección del final de la propia vida. En una carta redactada poco antes de su trago de cianuro, pidió, sin suerte, al Tribunal Constitucional protección para las personas que lo ayudaran a cumplir su voluntad. Finalmente, un día como hoy, murió.


¿QUÉ HA CAMBIADO EN 20 AÑOS? PARA UN TETRAPLÉJICO, NADA. PARA EL QUE SE PUEDA MOVER, SÍ: IRSE A SUIZA



Nada ha cambiado. La Ley de Autonomía del Paciente (2002) y las normativas de muerte digna de nueve CCAA reconocen a los enfermos el derecho a no recibir tratamientos que alarguen sus vidas, pero no a que un tercero mueva un dedo para ayudarlos a morir. «Se puede sedar paliativamente a un enfermo al que le queden días de vida aunque ello adelante su muerte, pero no porque la sustancia provoque directamente el final de la vida. Tal y como están ahora, los cuidados paliativos no permiten ni adelantar ni retrasar tu muerte. Si tú quieres adelantar tu muerte, porque la vida que te queda ya no la quieres como tal, los paliativos no te sirven. Sólo te queda la clandestinidad», dice el doctor Marín.

Si eutanasia es igual a muerte digna, la sociedad vota legalización. La última encuesta (Metroscopia, febrero de 2017) resultó esclarecedora, al menos, tal y como estaba planteada la pregunta. «¿Cree que un enfermo incurable tiene derecho a que los médicos le proporcionen algún producto para poner fin a su vida?». Contestó afirmativamente el 84%. El apoyo a la acción de ayudar a morir a quien ha expresado esa voluntad obtiene mayoría absoluta, un enorme aumento desde que el CIS lo preguntara en 1988, cuando el sí se llevó un 53%.

El debate eutanasia sí/eutanasia no sigue tan vivo como su ilegalidad. Ningún gobierno ha querido afrontarlo, por lo que las voces y las conciencias que están en contra mantienen su victoria. Hablan de agujero para acabar con personas que no interesan, de «cultura de la muerte» o de desconocimiento del efecto que produce en los enfermos un buen sistema de cuidados paliativos.

Una muestra de que la eutanasia está en el debate social es la actividad política. Meses después de que el Congreso no admitiera debatir una proposición de ley de Unidos Podemos, tanto la formación de Pablo Iglesias como el PSOE de Pedro Sánchez han prometido presentar una propuesta a Las Cortes este mes. El compromiso de ambos partidos va en la línea de despenalizar y regular la eutanasia, aunque aún no han presentado sus textos al parlamento.

La clandestinidad. Eso significa la compra y administración en un domicilio particular de fármacos que provocan la muerte o el viaje a países donde la eutanasia es legal, como Holanda o Suiza. «No sabemos cuántos españoles viajan para poner fin a su vida, pero no son muchos. Sí hay muchos más que vienen a la asociación. Aquí les ayudamos a madurar la situación, les asesoramos sobre la legislación, les aconsejamos que quede muy clara su voluntad y tratamos de que no haya otras personas perjudicadas», desgrana Marín.

Si eutanasia es igual a muerte digna, la sociedad vota legalización. La última encuesta (Metroscopia, febrero de 2017) resultó esclarecedora, al menos, tal y como estaba planteada la pregunta. «¿Cree que un enfermo incurable tiene derecho a que los médicos le proporcionen algún producto para poner fin a su vida?». Contestó afirmativamente el 84%. El apoyo a la acción de ayudar a morir a quien ha expresado esa voluntad obtiene mayoría absoluta, un enorme aumento desde que el CIS lo preguntara en 1988, cuando el sí se llevó un 53%.

El debate eutanasia sí/eutanasia no sigue tan vivo como su ilegalidad. Ningún gobierno ha querido afrontarlo, por lo que las voces y las conciencias que están en contra mantienen su victoria. Hablan de agujero para acabar con personas que no interesan, de «cultura de la muerte» o de desconocimiento del efecto que produce en los enfermos un buen sistema de cuidados paliativos.

Una muestra de que la eutanasia está en el debate social es la actividad política. Meses después de que el Congreso no admitiera debatir una proposición de ley de Unidos Podemos, tanto la formación de Pablo Iglesias como el PSOE de Pedro Sánchez han prometido presentar una propuesta a Las Cortes este mes. El compromiso de ambos partidos va en la línea de despenalizar y regular la eutanasia, aunque aún no han presentado sus textos al parlamento.

Y ese mismo Congreso de los Diputados, en la sala Ernest Lluch -el político socialista asesinado por ETA que creó la Ley de Sanidad-, acogerá el 26 de enero el Seminario Internacional Cuidados Paliativos y Sociales versus Eutanasia. La jornada será inaugurada por el ex ministro del PP Jaime Mayor Oreja y el diputado de UPN Carlos Salvador.

En Derecho a Morir Dignamente no enfrentan cuidados paliativos y eutanasia. Fernando Marín: «Esperemos que Pedro Sánchez cumpla su palabra y presente un proyecto de ley realista que se pueda aplicar. Sospechamos que no cumplirá todas nuestras expectativas, pero una ley mala es mejor que una no ley. La ley debería dar a la gente poder de decisión y tranquilidad a la voluntad de las personas y la acción de los médicos. Si queda clara la eutanasia, la sedación queda libre de toda sospecha».

¿Para qué sirvió la muerte de Ramón Sampedro? Contesta Derecho a Morir Dignamente: «Para que la gente hablara de la necesidad de la muerte voluntaria, de qué haces si tienes un dolor insoportable. Fue el inicio del movimiento ciudadano por la muerte digna. Fue un hito».

http://www.elmundo.es/papel/historias/2018/01/12/5a57cd35ca474137048b464b.html
 
"A LAS 14:35 LA HAN DORMIDO. YA ES LIBRE"
"Hoy por fin me muero. Tengo 29 años y han aceptado mi solicitud de eutanasia"
Médicos holandeses han llevado a cabo este viernes el su***dio asistido de una joven con múltiples trastornos psiquiátricos. Concluyeron que su mejora era imposible y que sufría un dolor insoportable
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Aurelia Brouwers, en una imagen reciente. (Foto cedida por Aurelia Brouwers)

DAVID MORALES. LA HAYA
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TIEMPO DE LECTURA10 min
26.01.2018 – 10:11 H. - ACTUALIZADO: 26.01.2018 - 15:52H.

Aurelia Brouwers recibió una llamada el 31 de diciembre de 2017. Al otro lado de la línea estaba un trabajador de la federación holandesa de médicos KNMG. “Era un domingo, pero no les importó. Me comunicaron que habían aprobado definitivamente mi solicitud de su***dio asistido y me preguntaron si quería programarlo ya. Les dije que sí y me lo pusieron para el 26 de enero. Fue la mejor noticia que he escuchado en los últimos años. Por fin me voy a morir”, dice a El Confidencial con una gran sonrisa.

Esta joven de 29 años vive en Deventer, al este de Holanda, y está diagnosticada con un trastorno límite de la personalidad, un trastorno de estrés postraumático crónico y diversas adicciones. Sus pesadillas se repiten durante las pocas horas que duerme, pero es peor cuando se despierta. “¿Cómo me siento al levantarme de la cama? Puedo explicarlo de muchas maneras”, dice antes de hacer una larga pausa.

[Aurelia murió a las 14:35 de este viernes. Un mensaje de un amigo que administra su cuenta de Facebook ha publicado el siguiente texto: "Queridos amigos, hoy, 26 de enero de 2018, a las 14:35, Aurelia, rodeada de amigos, se ha dormido pacíficamente. Ella es finalmente libre."
“Es como si tuviera pequeñas agujas en la cabeza y un martillo las golpeara cada segundo. Se trata de una lucha continua que se libra dentro de mí”, explica llevándose las manos a la frente. En ese momento, las heridas que ella misma se ha provocado en los brazos se hacen aún más visibles ante su interlocutor. Aurelia continúa: “No estoy peleando contra unas células cancerígenas, sino contra unos demonios que, de alguna manera, ha creado mi mente. Pero no puedo ganarles porque, si lo hago, también soy yo quien sale derrotada. Es una batalla diaria que llevo perdiendo años, algo que va más allá de mis enfermedades mentales

Sus primeras depresiones llegaron con 12 años y su primer gran bache, tres años después con la repentina muerte de una amiga. “Colapsé. La escuela les dijo a mis padres que necesitaba ayuda de una institución mental y empecé terapia con un psiquiatra”. Fue entonces cuando empezó a medicarse, en aquel momento sólo con antidepresivos. “Al principio pensaban que estaba de luto, que mejoraría después de cinco o seis conversaciones, pero no funcionó. En ese momento aún no se habían dado cuenta de la gravedad de mis problemas”.
La carrera cuesta abajo se hizo más pronunciada en su primer intento serio de su***dio, cuando con 21 años estuvo a punto de tirarse por una ventana

Empezó a autolesionarse en la adolescencia y ha seguido haciéndolo hasta ahora. La joven se justifica con un tono que denota, sin verbalizarlo, el cansancio de haber escuchado la misma pregunta decenas de veces. “Es una manera de liberar mis emociones, pero cuando empecé no podía cubrir todas las heridas. Mis profesores se dieron cuenta en la clase de gimnasia y se lo contaron a mis padres. Se hizo evidente que no sólo estaba de luto, se trataba de algo más serio”.

Aurelia siguió diferentes terapias durante años y probó todo tipo de pastillas, incluso unas que estaban en fase de experimentación. “¿Qué más daba? No había nada que perder”, apunta. La carrera cuesta abajo y sin frenos se hizo más pronunciada en su primer intento serio de su***dio, cuando con 21 años estuvo a punto de tirarse por una ventana. Su novio de aquel momento llegó a tiempo para evitarlo. “Me había convertido en un serio peligro para mí misma”, reconoce. Su ingreso en una clínica mental fue justo después, en un principio para sólo seis meses.


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Aurelia Brouwers, en una imagen reciente. (Foto cedida por Aurelia Brouwers)

“Esa experiencia me hizo más daño que otra cosa”, explica. Siguió más terapias y otros medicamentos, pero en el horizonte nunca oteó visos de mejora. Después de dos años y medio, en el transcurso de una discusión, amenazó a una enfermera con un objeto punzante. La seguridad del centro tuvo que inmovilizarla y el incidente le costó la expulsión del centro.

“En realidad estaba muy contenta de salir de allí y orgullosa de poder tener mi propio apartamento”, indica. Lo que en un principio pareció un paso adelante terminó siendo un espejismo primero, y un agujero negro después. “La ambulancia tenía que venir a mi casa unas tres veces al mes por mis intentos de su***dio”, reconoce. Pero no sólo eso. “Los vecinos llamaban cada dos por tres a la Policía porque estaba muy frustrada e iba dando gritos por la calle. Después empecé a hacer lo mismo, pero con un cuchillo en la mano. Los agentes ya me conocían, era evidente que no les gustaba”.

La situación se volvió insostenible un día en el que Aurelia discutió con un amigo a través de Facebook. “Me sentía muy frustrada, necesitaba hacer algo con mi dolor y mi mente entró en un estado de locura. Fui al sótano de mi casa y le prendí fuego. Lo pienso ahora y… Fue la cosa más estúpida que he hecho en toda mi vida porque puse en peligro a mucha gente”.

El caso llegó a juicio y la joven fue sentenciada a dos años y medio de privación de libertad. Sus abogados pidieron que cumpliera la condena en una clínica mental, propuesta que contaba con el visto bueno de sus psiquiatras, pero los jueces la rechazaron. Aurelia, con apenas 25 años, terminó con sus huesos en la cárcel.

“Fue la experiencia más terrible de mi vida”, apunta. La pusieron en una sección destinada a reclusos con problemas mentales y allí hizo algunos amigos, pero lo demás fue un infierno. “Me volví más suicida, no podía aguantar la autoridad de los guardias, me pasaba el día gritándoles que me quería morir. Mi trastorno límite de la personalidad se me fue de las manos y me volví agresiva. Creo que mis enfermedades se intensificaron en la cárcel”, explica con calma.

Sus actitudes violentas y comportamientos suicidas, según relata la propia Aurelia, llevaron a las autoridades de la prisión a encerrarla varias veces en una celda de aislamiento. “Es algo horrible. Normalmente puedes disfrutar de libros o de una televisión y tienes cosas que hacer, pero en esas mazmorras no hay nada. Absolutamente nada. Estás sola, encerrada contigo misma”.

Aurelia ha militado en el partido democristiano CDA, que se opone a la eutanasia, pero lo justifica por sus creencias. “Si Dios es amor, él me dejará ir”

Recuperó la libertad en diciembre de 2016 y en el primer reencuentro con su psiquiatra le dijo abiertamente que, si no encontraba una solución para curarla, estaba dispuesta a solicitar la eutanasia. El facultativo le sugirió entonces la clínica De Hoop (“La Esperanza” en holandés), un centro cristiano de atención psicosocial situado en Dordrecht. “Sí. Soy creyente, por eso me lo recomendaron”, responde. De hecho, Aurelia ha militado en el partido democristiano CDA, que se opone a la eutanasia. Reconoce lo contradictorio de su elección política, pero la justifica por sus firmes creencias religiosas. “Si Dios es amor, él me dejará ir”, asegura.

Aurelia se trasladó a Dordrecht para una primera entrevista en el centro de atención psicosocial que duró dos horas. “Me enviaron una carta semanas después para rechazarme. Decían que mis problemas eran demasiado difíciles y que no sabían cómo tratarlos”, relata. Quedó de nuevo con su psiquiatra y le volvió a plantear su deseo de morir. “Me preguntó si realmente quería hacerlo y le respondí que sí. Lo había deseado durante siete años, era algo que de verdad quería hacer”.

El aspecto más sensible de su solicitud es que sus dolencias no son terminales, pero la ley holandesa establece otros criterios. A saber: el paciente debe haberla reclamado en varias ocasiones, preferentemente por escrito y mientras aún es consciente de sus decisiones. Su sufrimiento debe ser insoportable y sus perspectivas de mejora, nulas. Si el facultativo considera que esos requisitos se cumplen, debe llamar a otro médico independiente para que haga una segunda evaluación. En caso de coincidir, se aprueba. Tras la aplicación, una Comisión Regional de Revisión de la Eutanasia revisa que todo el proceso se ha seguido correctamente.

Las eutanasias por trastornos psiquiátricas como la de Aurelia han aumentado considerablemente en Holanda. Si en 2012 se concedieron sólo 12, en 2016 la cifra escaló hasta 60, es decir, cinco al mes. No obstante, representan menos del 1% del total. La gran mayoría, un 68%, se debe al cáncer. Le siguen desórdenes del sistema nervioso (casi un 7%), enfermedades cardiovasculares (5%) y problemas pulmonares (3’5%), entre otros.

La joven considera que debe “acabarse con el tabú de la eutanasia para pacientes con enfermedades mentales” y reclama “más comprensión social” en casos como el suyo. Cuando decidió hacerlo público recibió atención mediática y el canal holandés RTL Nieuws la ha acompañado en sus últimos días para grabar un documental. Ayer pudo tachar de su lista de deseos, elaborada a principios de enero, su último gran sueño. Conocer al cantante Marco Borsato, una de las figuras más importantes de la música holandesa. “Mi gran héroe vino. ¡Qué hombre tan increíblemente dulce!” escribió en su muro de Facebook, subiendo cuatro fotos en la que ambos salen abrazados.

Los médicos acudirán hoy a la casa de Aurelia. Serán ellos los que le pregunten por última vez si realmente quiere llegar hasta el final

Aurelia preparó anoche una cena a la que invitó a varios amigos. Algunos de ellos se quedaron la noche entera con ella y estarán presentes en sus momentos finales. Una ausencia importante será la de su padre. “Para él está siendo muy duro. Mi madre falleció en agosto del año pasado de forma repentina y ahora va a perder a su única hija. Vendrá a mi incineración y quiere poner todas sus energías en ello, pero no estará cuando me vaya”.

Los médicos de la Clínica para el Final de la Vida, una fundación que se encarga de asistir a los pacientes durante la eutanasia, acudirán hoy a la casa de Aurelia. Serán ellos los que le pregunten por última vez si realmente quiere llegar hasta el final. De contestar afirmativamente, le darán una bebida mortal que ella misma tomará. Preguntada por la posibilidad que aún tiene de echarse atrás, responde de forma tajante. “De ninguna manera. Mi único miedo es no ser capaz de tragarme el líquido o vomitarlo, porque es muy amargo. De ocurrir, le pediré a los doctores que me pongan la inyección. Y todo, por fin, terminará”.

Hacia el final de la entrevista, la joven pide hacer una pequeña pausa y deja caer una reflexión. “¿Sabes? Los tratamientos y la medicación no funcionan para un pequeño porcentaje de enfermos mentales. Ese es el problema. Yo los intenté todos y sé de lo que hablo. Lo que digo es triste, pero es la pura verdad. No funcionaron conmigo. Y yo ya no puedo más”.

“Es como si tuviera pequeñas agujas en la cabeza y un martillo las golpeara cada segundo. Se trata de una lucha continua que se libra dentro de mí”, explica llevándose las manos a la frente. En ese momento, las heridas que ella misma se ha provocado en los brazos se hacen aún más visibles ante su interlocutor. Aurelia continúa: “No estoy peleando contra unas células cancerígenas, sino contra unos demonios que, de alguna manera, ha creado mi mente. Pero no puedo ganarles porque, si lo hago, también soy yo quien sale derrotada. Es una batalla diaria que llevo perdiendo años, algo que va más allá de mis enfermedades mentales


https://www.elconfidencial.com/mund...olanda-aurelia-por-fin-muero-enferma_1511786/
 
Espero que si algún día soy un vegetal, si no me valgo por mí misma, si los dolores me destrozan el alma, tenga una ley que pueda ayudarme a irme con dignidad y sin destrozarle la vida a mi familia. Entonces, Dios y yo conversaremos sobre esto y confío en que su infinita misericordia sepa apiadarse de mi alma y comprender mi sufrimiento.

Para quienes se extrañen, sí, soy católica, apostólica y romana, creo en Dios y también en que es necesario ayudar en el sufrimiento a los demás.
 
No creo que tengamos ningún derecho a decidir sobre la vida de nadie, sobre todo si están sufriendo algo que no nos podemos ni imaginar. Más allá de asegurarnos que son conscientes de la decisión que están tomando y de que están seguros de ello. Ojalá avancemos pronto en este tema.
Veo más complicados los casos en los que los problemas son mentales, porque es muy difícil asegurar que no hay ninguna posibilidad de mejora. Pero confío en que los psiquiatras que evaluaron a esa chica hicieron bien su trabajo.
 
Una joven chilena con una dolorosa enfermedad degenerativa pide que autoricen su eutanasia
Su dolencia, para la que no hay un diagnóstico claro, comenzó en 2013


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Paula Díaz espera que Michelle Bachelet la visite. TWITTER/@DESCANSOPARAPAU


VIDEO:https://elpais.com/internacional/2018/02/07/mundo_global/1518014696_667720.html


EL PAÍS
Madrid 8 FEB 2018 - 10:58 CET
“No tengo descanso, es algo tan terrible que no puedo descansar ni de día ni de noche”. Con estas palabras comienza su testimonio, postrada en la cama, Paula Díaz, una joven chilena de 19 años que sufre una enfermedad degenerativa que ha ido deteriorando su cuerpo con un intenso dolor que le ha llevado a iniciar una campaña para pedir a la presidenta saliente de Chile, Michelle Bachelet, que autorice su muerte asistida.

“Le suplico con toda mi fuerza que me venga a ver porque ya no puedo más esperar”, pide la joven en unas duras imágenes difundidas por su familia en las redes sociales con la que dicen buscan sensibilizar a la sociedad sobre la situación de Paula que pasó “de ser una niña sana a estar postrada en una cama sufriendo un dolor interminable de día y de noche”.

Su hermana Vanessa contó en la emisora de radio Bio Biocómo ha sido el proceso de deterioro que empezó en noviembre de 2013 con una serie de síntomas inconexos, en ocasiones desconocidos para los médicos. Primero comenzaron los movimientos involuntarios, luego perdió la sensibilidad en las manos y las piernas. ”Los médicos no acertaban a asociar con una enfermedad concreta”, cuenta. A partir de ahí la familia empezó un periplo de hospitales y centros médicos para tratar de determinar qué le sucedía a Paula pero no existe un diagnóstico claro.

Las consecuencias sí son visibles. Paula yace en la cama con las piernas rígidas dobladas hacia atrás, tiene fotofobia, siente ardores en el cuerpo constantemente por lo que gime y pese a las compresas de frío y las bolsas de hielo no hay nada que le alivie. Apenas puede dormir unas horas. “Hemos pasado por muchísimas instituciones hospitales, múltiples diagnósticos. Es terrible no tener una certeza de lo que pasa con ella”, lamenta su hermana.

En su mensaje la joven reclama la ayuda de la presidenta, después de haber probado numerosos tratamientos. "Sigo luchando para que ella me escuche porque no puede saber lo que me sucede, si yo soy la que estoy sufriendo, solo pido descanso y le suplico que me de la eutanasia porque ya no soporto mi cuerpo".

Este puede que se uno de los últimos retos de la presidencia de Bachelet, que ya tuvo que enfrentarse a un caso similar en 2015 cuando la adolescente Valentina Maureira, enferma de fibrosis quística, pidió a la mandataria que le ayudase a “dormir para siempre”. No obstante, en Chile, la eutanasia está prohibida.Desde el Parlamento algunos legisladores han solicitado reactivar un proyecto de ley presentado en 2014 sobre la regulación de la eutanasia.

La madre de la joven, María Cecilia Ahumada, una profesora divorciada que lleva cuatro años sin empleo, dirigió una carta al Parlamento el pasado diciembre contando la historia de Paula y pidiendo ayuda para afrontar la difícil situación que atraviesan, también económica. “Mi hija exige descanso, pide una inyección que la duerma para siempre (...) todo esto sería mucho más llevadero si tuviera los recursos económicos”, escribió. En su misiva, hacía referencia a las constantes hospitalizaciones de la adolescente y los diagnósticos inciertos. Según su testimonio, algunos médicos sugirieron que la enfermedad de su hija podría estar vinculada con dos vacunas que le pusieron en agosto de 2013, valoraciones “que solo dieron verbalmente”, expuso.

En la nueva campaña pidiendo 'Justicia para Paula' reactivada tras la publicación de un extenso reportaje de El Mostrador que ha acompañado con imágenes en redes sociales la familia hace una última petición: “Basta de ser ignorada, necesita urgentemente una respuesta, cada día está condenada a enfrentar un dolor del que no puede escapar. Exigimos justicia para que Paula pueda descansar dignamente”.
 
Cuántas veces hemos conocido casos de personas que están a punto de morir por un accidente, una enfermedad, una discapacidad profunda y pensamos eso de "más le vale morirse que quedarse así". Pero resulta que ahí está la medicina, la a veces maldita medicina para no dejar morir y mantener a esa persona viva hecha una piltrafa durante años.
En ocasiones esa persona, como fue el caso de Sampedro, tiene la capacidad mental para pedir una y otra vez su eutanasia y es la ley quien no se lo permite. En otras ocasiones, la persona afectada no tiene esa capacidad ni siquiera para expresar su voluntad y entonces ...... nadie puede pedir la eutanasia para otro.
¿No sería absurdo que pudiéramos pedir la eutanasia para uno mismo y no pudiéramos dársela a alguien querido que no puede pedirla por sí mismo? Pensemos por ejemplo en un menor de edad, en alguien que ha nacido con una gran discapacidad, en un padre o madre en estado vegetal.....
Estoy de acuerdo con que se apruebe una ley de eutanasia, pero ¿estamos preparados para adiministrársela a quien no puede pedirla por si mismo?
 
Cuántas veces hemos conocido casos de personas que están a punto de morir por un accidente, una enfermedad, una discapacidad profunda y pensamos eso de "más le vale morirse que quedarse así". Pero resulta que ahí está la medicina, la a veces maldita medicina para no dejar morir y mantener a esa persona viva hecha una piltrafa durante años.
En ocasiones esa persona, como fue el caso de Sampedro, tiene la capacidad mental para pedir una y otra vez su eutanasia y es la ley quien no se lo permite. En otras ocasiones, la persona afectada no tiene esa capacidad ni siquiera para expresar su voluntad y entonces ...... nadie puede pedir la eutanasia para otro.
¿No sería absurdo que pudiéramos pedir la eutanasia para uno mismo y no pudiéramos dársela a alguien querido que no puede pedirla por sí mismo? Pensemos por ejemplo en un menor de edad, en alguien que ha nacido con una gran discapacidad, en un padre o madre en estado vegetal.....
Estoy de acuerdo con que se apruebe una ley de eutanasia, pero ¿estamos preparados para adiministrársela a quien no puede pedirla por si mismo?

Es una muy buena pregunta. Yo sería incapaz de tomar una decisión así por nadie, no me creo con el derecho de hacerlo. También habría que verse en la situación, porque si fuera el caso de mi hijo, mi marido, mi hermana... Es imposible saberlo.

De todas formas, lo de las personas "en estado vegetal" ya se hace. Si alguien queda en muerte cerebral, por ejemplo, una persona cercana (padre/madre, cónyuge, o quien corresponda) decide, si es que ese alguien no había dejado constancia antes, si quiere "desconectarle" (qué mal me suena esa palabra) o mantenerle con vida artificialmente.

Sobre los otros casos que cuentas, la verdad que ni idea de cómo podría regularse. Sinceramente no creo que pudiera llegar a aprobarse una ley que autorizara la eutanasia sobre alguien que no puede decidirlo o comunicarlo de ningún modo. Se trata precisamente de un derecho a morir dignamente, no de que otra persona o institución decida si vives o mueres.
 
Es una muy buena pregunta. Yo sería incapaz de tomar una decisión así por nadie, no me creo con el derecho de hacerlo. También habría que verse en la situación, porque si fuera el caso de mi hijo, mi marido, mi hermana... Es imposible saberlo.

De todas formas, lo de las personas "en estado vegetal" ya se hace. Si alguien queda en muerte cerebral, por ejemplo, una persona cercana (padre/madre, cónyuge, o quien corresponda) decide, si es que ese alguien no había dejado constancia antes, si quiere "desconectarle" (qué mal me suena esa palabra) o mantenerle con vida artificialmente.

Sobre los otros casos que cuentas, la verdad que ni idea de cómo podría regularse. Sinceramente no creo que pudiera llegar a aprobarse una ley que autorizara la eutanasia sobre alguien que no puede decidirlo o comunicarlo de ningún modo. Se trata precisamente de un derecho a morir dignamente, no de que otra persona o institución decida si vives o mueres.
Sin embargo, el que esa persona siga viviendo ya implica una decisión; decisión que se toma por pasiva, basada en una creencia cristiana de que "la vida es un bien supremo".
Vamos un poco más allá de ese estado vegetal al que te refieres; hay miles de personas que están postradas en una silla de ruedas durante años sin poder ni mantenerse erguidas, ni pronunciar una palabra, sin expresar con un solo gesto su estado anímico, sin contener las babas que le caen hasta un gran babero, ni la orina ni las heces que se contienen en un dodotis, sin reconocer a sus propios padres o hijos, con un aspecto cadavérico, con un color amarillento en una piel pegada a los huesos. En fin, creo que todos hemos conocido personas en ese estado y todos pensamos "si yo estuviera así, quisiera que me dieran la eutanasia".
Y qué decir de esa frase que yo he escuchado tantas veces sobre todo de boca de mujeres cuando alguna vecina tenía un hijo con una discapacidad; "Pobrecillo, ojalá Dios se lo lleve pronto".
Tenemos la eutanasia en la mente, pero no nos atrevemos ni a mencionarla. Nuestra eutanasia consiste en pedirle a Dios la muerte porque nosotros no tenemos valor para llevarla a cabo.
 
Sin embargo, el que esa persona siga viviendo ya implica una decisión; decisión que se toma por pasiva, basada en una creencia cristiana de que "la vida es un bien supremo".
Vamos un poco más allá de ese estado vegetal al que te refieres; hay miles de personas que están postradas en una silla de ruedas durante años sin poder ni mantenerse erguidas, ni pronunciar una palabra, sin expresar con un solo gesto su estado anímico, sin contener las babas que le caen hasta un gran babero, ni la orina ni las heces que se contienen en un dodotis, sin reconocer a sus propios padres o hijos, con un aspecto cadavérico, con un color amarillento en una piel pegada a los huesos. En fin, creo que todos hemos conocido personas en ese estado y todos pensamos "si yo estuviera así, quisiera que me dieran la eutanasia".
Y qué decir de esa frase que yo he escuchado tantas veces sobre todo de boca de mujeres cuando alguna vecina tenía un hijo con una discapacidad; "Pobrecillo, ojalá Dios se lo lleve pronto".
Tenemos la eutanasia en la mente, pero no nos atrevemos ni a mencionarla. Nuestra eutanasia consiste en pedirle a Dios la muerte porque nosotros no tenemos valor para llevarla a cabo.

Si tienes toda la razón. Yo lo reconozco, me faltaría valor para tomar esa decisión por alguien que no puede expresar sus deseos. Interceder en la vida de alguien que al fin y al caso está "vivo" por muy dependiente que sea, consciente, cuyos órganos funcionan de manera independiente (no sé cómo expresarlo de otra manera), parece más "antinatural" que aquellos casos en los que sabes que, si no fuera por X máquinas, estaría muerto. Y si sabemos que esa persona no es capaz de entender la cuestion que se le plantea ni va a serlo nunca, ¿quiénes somos los demás para decidir que esa persona está mejor muerta que viva?
Que es posible que sí sea algo cultural, al final esos valores están mucho más presentes de lo que creemos. Ahora, me parece un peligro enorme el plantear un criterio para decidir en qué casos podría realizarse la eutanasia sin el consentimiento explícito de la persona. Pero vaya, que esto serían cuestiones técnicas y no tienen tanto que ver con el debate.

Lo que sí creo que puede estar influyendo es otra cosa que has dicho, la "decisión que tomamos de forma pasiva". En psicología se ha investigado mucho con dilemas morales, y está muy comprobado que las decisiones que requieren una intervención directa y activa de la persona que debe tomarla cuestan mucho más. No cuento más sobre esto por no extenderme demasiado, pero si me estoy explicando tan mal como me parece, avisadme, que me enrollo encantada.
 
Me siento fatal sólo de pensar en lo duro que debe de ser encontrarse en esta situación y encima tener que desplazarse para poner fin a tu vida.
¡ Qué decisiones tan difíciles! Se me pone la piel de gallina.
 
Si tienes toda la razón. Yo lo reconozco, me faltaría valor para tomar esa decisión por alguien que no puede expresar sus deseos. Interceder en la vida de alguien que al fin y al caso está "vivo" por muy dependiente que sea, consciente, cuyos órganos funcionan de manera independiente (no sé cómo expresarlo de otra manera), parece más "antinatural" que aquellos casos en los que sabes que, si no fuera por X máquinas, estaría muerto. Y si sabemos que esa persona no es capaz de entender la cuestion que se le plantea ni va a serlo nunca, ¿quiénes somos los demás para decidir que esa persona está mejor muerta que viva?
Que es posible que sí sea algo cultural, al final esos valores están mucho más presentes de lo que creemos. Ahora, me parece un peligro enorme el plantear un criterio para decidir en qué casos podría realizarse la eutanasia sin el consentimiento explícito de la persona. Pero vaya, que esto serían cuestiones técnicas y no tienen tanto que ver con el debate.

Lo que sí creo que puede estar influyendo es otra cosa que has dicho, la "decisión que tomamos de forma pasiva". En psicología se ha investigado mucho con dilemas morales, y está muy comprobado que las decisiones que requieren una intervención directa y activa de la persona que debe tomarla cuestan mucho más. No cuento más sobre esto por no extenderme demasiado, pero si me estoy explicando tan mal como me parece, avisadme, que me enrollo encantada.
Te refieres a una persona "consciente". Yo me refiero....., o me pregunto hasta qué grado puede estar consciente una persona como yo la he descrito. Me refiero a esos miles de personas no ya de la tercera edad, sino de la cuarta, que están olvidados en muchas plantas de residencias donde ya nadie ni les ve, porque quizás ya ni tienen a nadie que les vea y están inmóviles, con la mirada perdida, personas a las que hay que alimentar con papillas introducidas con una jeringa porque ya no son capaces ni de succionar, a las que hay que limpiar el culo y ni siquiera reconocen a quien se lo está limpiando. O personas más jóvenes pero con una discapacidad tan grande que quizás jamás han intercambiado una palabra ni con su propia madre porque no han tenido esa capacidad, que han vivido postradas en una cama sin poder ni moverse ni hacer el más mínimo gesto de alegría o tristeza, y que a la muerte de sus padres van a parar a una residencia donde solamente los verán sus cuidadores hasta el día de su muerte. ¿De verdad crees que esas personas son conscientes de estar vivas, crees que tienen algún sentimiento de apego a este mundo?
Yo tengo claro que, de estar en esa situación, no quiero seguir viviendo y me gustaría que alguien tomase esa decisión en caso de que yo no pueda.
Además, este sistema es tan absurdo que mantiene a una persona viva y sana con una pensión de 500 o 600 euros mientras que si esa persona entra en una fase terminal, entonces le costará al estado 2000 o 3000 euros al mes. ¿No sería más lógico que nos pagasen una pensión digna mientras estamos sanos y que se ahorrasen ese dineral que vamos a costar cuando estemos hechos una mierda?
 
El doloroso final de Marcela
La responsable de tramitar los testamentos vitales de la consejería de Sanidad en Canarias fallece sin que el suyo se haya cumplido, afirman sus familiares

OCTAVIO TOLEDO
Santa Cruz de Tenerife 20 ABR 2018 -



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Una imagen de Marcela Padrón.



Marcela Padrón, de 63 años, había dejado todo preparado para morir. En el documento de Manifestaciones Anticipadas de Voluntad que había firmado en 2013 expresaba su deseo de que, en caso de enfermedad incurable o irreversible, le proporcionaran los tratamientos necesarios para paliar al máximo el dolor, el sufrimiento o la angustia extrema, aunque eso pudiese "acortar" su "expectativa de vida”. Marcela falleció el pasado 15 de marzo en Las Palmas de Gran Canaria después de cuatro días en los que padeció fallos en los riñones y en el corazón, sepsis e inflamaciones por todo el cuerpo. Un tiempo en el que estuvo amarrada a la cama del hospital sin recibir sedantes ni calmantes. Es lo que sostienen sus familiares, quienes piden al centro médico una explicación de por qué no respetaron las últimas voluntades de su ser querido.

La mujer, trabajadora de la Consejería de Sanidad de Canarias, era la encargada de tramitar los testamentos vitales en la provincia de Las Palmas. Su hijo Aridani González señala que ella creía en ese documento no solo por su desempeño profesional, sino “como una herramienta fundamental para que la población pudiera procurarse una muerte digna”. Los testamentos vitales en Canarias están amparados por la Ley de Derechos y Garantías de la Dignidad de la Persona, aprobada en 2015. En este periodo se han suscrito unos 11.000 documentos de este tipo en todo el archipiélago.

El director médico del hospital dice que discrepa de "la interpretación de los hechos" y apunta que el centro es una referencia en el manejo del dolor



Además de fecha de final, el calvario de Marcela tuvo día de inicio: el 6 de diciembre de 2017. Unas molestias en el estómago la llevaron hasta el Hospital Doctor Negrín de la capital grancanaria. Por un error de diagnóstico, la empezaron a tratar de un cáncer de hígado en fase cuatro y con metástasis, y le dieron una esperanza de vida de semanas. Ahí comenzó a aplicarse el testamento de últimas voluntades de la mujer, y con ello, un tratamiento paliativo dirigido a dormirla. Hasta que varios días después llegaron los resultados correctos de las pruebas que le habían practicado a su entrada al centro y que determinaron que lo que padecía era un linfoma. Los médicos comenzaron entonces a despertarla para iniciar el tratamiento con quimioterapia.

Aridani guarda recuerdos “dulces” de esos momentos del proceso. “Mi hermano y yo hablamos con ella de la muerte con naturalidad, de qué quería que hiciéramos una vez ella no estuviera. Es una de las vivencias más importantes que me llevaré de mi madre”. Fue durante los meses de enero y febrero, periodo en el que incluso se le permitió regresar a casa. Según los médicos, las posibilidades de curación del linfoma rondaban el 50%. Pero el 8 de marzo todo se tuerce. El estado de salud de Marcela se deteriora bruscamente, e ingresa por Urgencias en el Doctor Negrín. Allí pasa nueve horas en una cama junto a la salida de emergencias del centro, asegura su hijo. A la reclamación que interpusieron recibieron la respuesta de que “el espacio del servicio de urgencias es el mismo que hace 20 años y la demanda asistencial ha ido en aumento; por tanto, muchos pacientes se han de ubicar en los pasillos, aunque no es lo adecuado”, concluye el escrito.

El vía crucis de Marcela, sin embargo, solo había comenzado. El 12 de marzo, la mujer sufre un fallo multiorgánico y una sepsis. “Deciden entonces ingresarla en Medicina Intensiva, pero al no haber camas, la trasladan a Reanimación, donde la médica nos dice que el testamento vital no se va a aplicar”, relata Aridani. Las diferentes interpretaciones de los términos “irreversible” e “incurable” hace que los facultativos continúen el tratamiento para intentar salvarle la vida al entender que su situación era “tratable”, mientras que él considera que de esa manera se alargaba el sufrimiento de su madre en contra de la voluntad que ella misma había expresado en el documento. En caso de sobrevivir, añade, se habría enfrentado “a problemas respiratorios, a diálisis, a posibles amputaciones de miembros o a una más que posible ceguera, lo que refleja la interpretación torticera que hicieron del documen

Cuatro días se prolongó la agonía. En ese periodo, la solicitud de contar con la asistencia del Comité de Ética Asistencial por parte de la familia fue respondida con los argumentos de que era “absurda, ridícula y sin utilidad”, asegura Aridani. Finalmente, el sufrimiento acabó el día 15 de marzo, cuando una médica que entró en turno de tarde, y ante un leve empeoramiento de la paciente, decidió sedarla.

La versión del hospital sobre todo lo ocurrido es otra. El director médico del Doctor Negrín, Daniel Ceballos, que indica que por razones legales y deontológicas de secreto profesional no puede dar muchos detalles del caso, “lamenta discrepar con la interpretación de los hechos realizada por la familia” y apunta que el centro es una referencia nacional en el manejo del dolor.

El artículo 13 de la ley canaria de muerte digna establece que “los pacientes tienen derecho a recibir la atención idónea que prevenga y alivie el dolor, incluida la sedación si el dolor es refractario al tratamiento específico”. Sobre la base de este precepto, el abogado grancanario Patricio Rodríguez argumenta que “Marcela se encontraba en estado grave y con pronóstico mortal, y al parecer, sus medidas paliativas contra el dolor no se aplicaron”. La familia ha presentado un escrito en el hospital solicitando una respuesta y una investigación al respecto. Ahora se abre un plazo de seis meses para que el centro conteste. Transcurrido ese plazo, y si no obtienen respuesta o esta no les satisface, podrían continuar por la vía judicial.

El 14 de marzo Aridani cumplía 40 años. La doctora con la que habló en el hospital ese mañana, aunque le reconoció que no eran las mejores circunstancias para hacerlo, lo felicitó. Él le contestó que el mejor regalo que podía recibir era que su madre falleciera tranquila. Y ella le concedió el deseo al día siguiente, poco después de las siete de la tarde

https://politica.elpais.com/politica/2018/04/20/diario_de_espana/1524221124_474412.html

 
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