Sí, lo que ocurre es que la altísima tolerancia a la frustración que tuvimos los viejos, y lo de que nuestros mayores se impusieran y nosotros nos achantáramos no es como para colgarnos una medalla, ni estar orgullosos de ello. Seamos justos: cultivamos el miedo cerval y la cobardía acomodaticia porque todos, los de ahora y los de entonces, actuamos por compensaciones. Y a nosotros no nos compensó recibir una ensalada de bofetadas día sí y día también, que la crueldad en familia con la bendición de las autoridades estaba al día.
Ahora no les pegan, pero cualquier padre semianalfabeto se dedica a torturar psicológicamente a su hijo por traer malas notas.
Y la triste realidad es que a la mayoría de los padres no les hace ni puñetera gracia esos zangolotinos que tienen en el libro de familia. Y se vengan como pueden.
Lo de darles a los nenes adminículos tecnológicos carísimos, ropa de marca o lo de montar una fiesta de cumunión como la boda de Farruquito, forma parte del deseo de los padres de aparentar y fardar. No hay más misterio: muchísima gente tiene hijos porque no pudieron soltarlos en la autovía, como al perro, sin ir a la cárcel.
El amor en la familia es un cuento chino, pero chino, chino mandarín.
Yo creo que necesitamos urgentemente menos apariencia y más contenido. O la sensatez se impone o algún día (espero no verlo) acabaremos muy mal.