Espido Freire: genio y figura

Espido tiene desde pequeña "mucha facilidad para los estudios" (son sus propias palabras).

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Ha tenido muchos novios, pero no tiene hijos (ni los tendrá, supongo, porque nació en 1974). En ese sentido es muy moderna.
 
Esta mujer me recuerda a Elvira Lindo:

Esas escritoras mediocres, pero mediáticas. Más preocupadas por pulir su imagen, con fatal resultado, que de mejorar su prosa.

Lo de mediáticas lo matizo, a la Lindo la tenemos hasta en la sopa, pero Freire hace tiempo que no está en la palestra cultureta del país.

Da mucha rabia cuando meten en el mismo saco, por así decirlo, a éstas advenedizas con escritoras como Maruja Torres o Almudena Grandes.
 
elvira es lo mismo, con sus gilipolleces burguesas y sus tonterías de la moda, el estilo de vida ufffffff

sólo que elvira no se amarga la vida a ella misma.
 
Esta tía es guapa y superdotada. Daría mi brazo derecho por ser como ella. Y debe de ser rica. Luce ropa de firmas muy caras. Y, en sus propias palabras:
"Soy una defensora ardiente de las causas perdidas, que son las de las personas que no pueden hablar por sí mismas: niños, ancianos, animales, retrasados, etc."
En serio ha dicho esto?
 
Dos tontas muy tontas

Lucía Etxebarria y Espido Freire
Cara a cara

Lucía Etxebarria (Valencia 1966) y Espido Freire (Bilbao, 1974) son dos narradoras de talento, mediáticas, premiadas y ahora poetas. La primera, que acaba de obtener el premio Primavera, ya fue premio Nadal en 1998, mientras que Espido conquistó el Planeta en 1999. Es tanto lo que las une como lo que las separa. Para empezar, su inconformismo, aunque sus talantes sean tan distintos, provocador el de Lucía, más sosegado el de Espido. Y hoy vuelven a coincidir en esa aventura insólita que es su primer libro de poemas: el de Etxebarria es Estación de infierno (Lumen) y el Espido, Aland la Blanca (Plaza)


| 14/03/2001 | Edición impresa

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Morir, Dormir

-¿Cuándo comenzaron a escribir poesía, antes de escribir prosa? ¿Por qué no habían publicado antes sus versos, por pudor, por timidez o desconfianza?

-Lucía Etxebarria: Antes de la prosa, como casi todo el mundo. No publiqué hasta ahora porque no consideraba que lo que había escrito tuviera la calidad o el interés suficiente. Por otra parte, me costó muchí-
simo publicar, puesto que sólo me interesaban unas cuantas editoriales muy concretas cuyos criterios de selección son muy rigurosos. Creo, estoy segura, que hace diez años Lumen no habría aceptado publicar mi poesía.
-Espido Freire: Escribía ripios, muy respetuosos con las normas formales, pero ripios al fin y al cabo, ya en el colegio. Más adelante, quedó clara mi vocación como prosista, pero la poesía continuaba allí, cada vez más depurada, más difícil de abarcar y de asir. Mi seguridad como novelista, o como cuentista, no tenía nada que ver con las dudas que me inspiraban mis capacidades poéticas. De ahí que aguardara a recibir opiniones de gente a la que respeto antes de atreverme a publicar. Si bien no creo en la especialización, tampoco creo que todo autor haya de abarcar todos los campos. Por lo tanto, no tenía ninguna prisa por publicar, hasta que el hecho se impuso casi por sí sólo.

-¿Cómo se dan cuenta de que eso que tienen que decir, tienen que decirlo en verso y no en prosa? ¿Qué diferencia a la poeta de la narradora? ¿Cuánto hay de inspiración y cuánto de trabajo?
-E. F.: Creo que es una cuestión de tono, y sobre todo, de intensidad. A mayor condensación, mayores posibilidades poéticas. Lo intangible, lo no explicable, sólo puede abordarse mediante palabras sin sentido: mediante poesía, en definitiva. Al escribir en prosa se produce un esfuerzo de racionalización mucho más evidente, mucho más marcado por las necesidades de la historia. En el caso de la poesía, fondo y forma surgen simultáneamente, y ambas se solapan. El proceso de gestación es distinto, pero difícilmente transmitible. Todo viene a ser, en el fondo, palabra. Y todas las historias han sido hiladas de la misma manera, aunque con hebras distintas.
-L. E.: Estoy con Blake en que la poesía es uno de los caminos de acceso a lo invisible. Precisamente la poesía me permite entrar en donde la narrativa no llega. La narrativa se refiere a lo visible. Creo, con Brines, en que el verso viene después del rezo, que la poesía tiene una función mágica. La Palabra crea, no en vano en el Principio fue el Verbo (“dijo hágase la luz y la luz se hizo, pues no existía antes de nombrarla”), y salva -como confirman el psicoanálisis y la biblia-, porque lo que no se nombra no existe. Desde el momento en que algo se puede nombrar, se puede empezar a forjar una verdad nueva. Mi poesía intenta crearse a partir del desvelamiento de silencios. El poema “no es lo que da el lenguaje, sino lo que al silencio se le roba”.
Hay mucho más trabajo que inspiración en mis poemas. Rehago, rehago y rehago poemas de forma obsesiva, hasta dar con lo que voy buscando. Algunos he tardado casi tres años en darlos por buenos: cada semana cambiaba algo, un verso, una imagen. Pero de nada me servirían las horas de trabajo sin el segundo de inspiración que pone en marcha la maquinaria de la escritura.

-¿Creen que el que un novelista publique un libro de poemas le da prestigio o se lo puede restar? ¿Lo de la poesía, ha sido una necesidad o un capricho? ¿Piensan hacer carrera como poetas? ¿Tiene sentido escribir versos hoy?
-L. E.: Respecto a lo del prestigio, la carrera y la crítica cito un verso propio que es una reinterpretación muy consciente de Valente: “Murmullos complacidos, vanidades solemnes, sumisión de hacinadas columnas…” Por supuesto, escribo por necesidad (“ Búscate un Nombre y no admitas los otros/ nombres impuestos que no te correspondan”). Escribo para nombrarme... No en vano, el primer título del libro era Redención. Y por eso sigue siendo el titulo del último de los siete libros publicados en el poemario.
En cuanto al sentido, a la razón de escribir versos, me autocito otra vez.: “ Que a la idea de luz se contraponga/ otro sintagma, una nueva y luminosa/ articulación de fonemas [… ] Una nueva retórica que incluya a tu género/ un libro sagrado que engendre otra verdad revelada / […] que te libere de esa vil memoria/ a la que desde hoy llames engaño”.
-E. F.: En mi caso particular, no creo que mi prestigio dependa únicamente de un libro, sino del esfuerzo de varios años y de la coherencia de una carrera. Un libro no es un salto mortal. La mayor parte de los autores son irregulares, y eso debería aligerar la sensación de que cada libro debería ser esencial, Un libro no es más que un libro. Aland la Blanca ha aparecido gracias a los ánimos de quienes lo habían leído antes de su publicación: de otro modo, hubiera permanecido inédito mucho más tiempo. No tengo intención inmediata de publicar más poesía, independientemente de la acogida de los lectores. Es un género que precisa de mesura y de calma, que puede servir de consuelo y de guía, y no me encuentro preparada como para continuar por ese sendero sin otras vivencias y otra madurez. Escribir poesía ha sido, siempre, un gesto absurdo, y eso no ha variado ahora, ni creo que varíe en mucho tiempo.

-¿Qué es la originalidad y el buen poema? ¿Han conseguido voz propia o descubren en sus poemas ecos de aquéllos a los que admiran? ¿Cuáles serían sus poética, en pocas líneas?
-E. F.: La originalidad es la capacidad de descubrir nuevas interpretaciones de la existencia. El buen poema es la capacidad de transmitir esa interpretación nueva. No ambiciono escribir poemas originales: me conformo con hablar, en ellos, de mi mundo propio, de la concepción épica de la existencia que siempre me ha perseguido. Y, dada mi trayectoria, resultaría pretencioso definir una poética propia. Si continúo, tiempo habrá para perfilarla.
-L. E.: Originalidad es el resultado de una buena combinación de tradición y experiencia. Es como un plato que integra una serie de ingredientes conocidos por todos y sin embargo consigue un sabor nuevo, una combinación especial. Un buen poema, para mí, es el que detenta poder de transformación: transformación sobre las palabras, que adquieren un nuevo sentido, otra luz. Y transformación sobre quien lo lee. Un buen poema “desde sí transforma la existencia y la hiende con su espada“.
Por supuesto que incluyo ecos de autores a los que admiro, a veces de forma deliberada y a veces no. Yo me siento heredera y transmisora, hija y madre, criatura y demiurgo, fuente y sedienta: un eslabón en una cadena.
Mi poética la resumo en un poema al principio del libro. Copio algunos versos: “No diremos qué es, simplemente que es. Se explica por su esencia/ refleja bien su tiempo solamente cuando de él se libera […] Armazón y columna de la resistencia, es valiente y adora la aventura. No conoce derecho de pernada ni respeto a un monarca […] Da cuenta de sí mismo sin nombrarse y sin primera persona. […]”

-Hace unos meses, en estas páginas, un puñado de poetas discutían la primacía de la tradición o de la vida. ¿Ustedes qué importancia les dan en sus versos, cómo les influye la tradición y qué les parecen las polémicas poéticas? ¿Dónde están ustedes?
-L. E.: Hay una amplia tierra de nadie de poetas que no somos ni de la diferencia ni de la experiencia, y polémicas de ese tipo ignoran la existencia de mucha gente muy válida. Creo que es de cajón que cualquier obra artística, en cualquier campo, debe conjugar tradición y experiencia. Se parte de la experiencia, pero para hacerla universal se trabaja con ella con herramientas que la tradición nos cede. A partir de ese trabajo el resultado puede ser nuevo, pero algo absolutamente, cien por cien novedoso no tendría sentido, nadie lo entendería, sería solipsista. Respecto a la tradición, el poema “es transmisor, el último (por ahora) eslabón de una cadena/ una cadena iniciática, un conocimiento esencial en el tiempo”.
Mi poesía, la mía ( la de otros puede ser distinta) sublima la experiencia, la catartiza, le busca el sentido a lo que no lo tenía. Yo no hago lo que normalmente se llama “poesía de la experiencia”, puesto que la traslación de la experiencia la reservo a la narrativa. La poesía va más allá de la experiencia: se nutre de ella, por supuesto, pero no pretende reflejarla sino superarla hacia un más allá. Va de lo visible a lo invisible.
E.F.: En mi caso, la tradición ha tenido un peso definitivo. No únicamente en poesía, también en mis novelas y, desde luego, en el ensayo. Respecto a las polémicas entre poetas, mi opinión sobre ellas es la misma que las que mantienen los novelistas: son gente tan activa, tan inteligente, que han de gastar el exceso de energía en discusiones: a mí, sin embargo, me hacen mucha falta mis fuerzas para dedicarlas a mi trabajo.

-Sus referentes literarios ¿son diferentes al escribir narrativa y poesía? ¿Creen, con José Hierro, que ya no hay “ni maestro al que seguir ni maestro al que atacar”? ¿Cuáles son los suyos?¿Recuerdan el primer poema que leyó? ¿A cuál vuelven siempre?
-L. E.: No, no son diferentes. Pero mis modelos y referentes son muchos, amplísimos, y a veces exceden lo literario. Absorbo mucho del campo del arte plástico. Creo que Eulàlia Valldosera, por ejemplo, hace poesía en sus instalaciones, y viene a decir lo mismo que yo digo. Me siento muy cercana a ella, aunque no la conozca personalmente. El arte conceptual y las instalaciones nos han enseñado un nuevo significado para la palabra poesía. Lo mismo me sucede con la voz de Bjürk, con interpretaciones de Nuria Espert, o con las coreografías de Béjart. Integro muchos mensajes, y me expreso con las herramientas que mejor manejo.
Respecto a la cita de José Hierro: Nunca debe haber maestro al que atacar. Sí concepciones a las que atacar, pero no poéticas, sino políticas. La poesía, para mí “no nace contra nada o contra nadie, sino que se alimenta solo de sí misma”.
No me gusta nada la palabra maestro. Quizá “espejos” me gustaría más. O “influencia” o “referencia”. En algún momento me gusta utilizar la palabra “hermana” o “hermano”, en el sentido más amplio y litúrgico de la palabra.
He bebido de Pizarnik, Cirlot, Valente, Blake, Olga Orozco, Antonio Colinas, Gimferrer, Verlaine, Apollinaire, Pessoa, Shelley, Catulo, Francisco Brines, Jaime Siles, ángela Figueras, Mallarmé, John Donne… y muchos, muchísimos más.
No recuerdo el primer poema que leí, pero sí el primer poema que compuse, a los seis años. Estaba dedicado a la Virgen María y rimaba. Mi madre lo conserva, creo. No hay poema al que vuelva siempre. Pero hay dos que me marcaron desde muy joven, uno de Garcilaso: “Mientras por competir con tu cabello”… Me lo aprendí de memoria con ocho años (las monjas se extasiaban, claro). Todavía me lo sé. La verdad es que adoro a Garcilaso, aunque no lo copie nunca. Y otro de Lope: “Mira Zaide que te aviso que no pases por mi calle”… Que también me aprendí a la misma edad. Por cierto, me gusta mucho San Juan de la Cruz.
E.F. : Mis referentes no varían esencialmente: Homero, Virgilio, Shakespeare, Rilke, Borges, Pavese... Me cuesta dividir la literatura en compartimentos estancos. Los clásicos están ahí, con su silencio comprensivo y su tremenda generosidad, para acoger al que no sabe. Atacarlos, al igual que reverenciarlos ciegamente, no indica sino inseguridad. O un excesivo afán de rebeldía que no comprendo. Leí mucha poesía de niña, especialmente en el colegio, en las horas en las que debía estar estudiando; pero regreso siempre a las Elegías de Duino.

-A pesar de su juventud, han obtenido algunos de los premios más prestigiosos y populares de España. ¿Cómo han condicionado sus escrituras? ¿Es el publicar poesía una manera de plantarse ante las exigencias del mercado?
-L. E.: Si de verdad creyese que un premio puede condicionar mi escritura, dejaría de escribir hoy mismo. El mercado a mí no me ha exigido nada. No he hecho concesiones de ningún tipo excepto prestarme a conceder entrevistas. Yo nunca he firmado libros por adelantado y actualmente no tengo agente, lo cual me da una libertad muy grande, no estoy sometida a imposiciones. De hecho, no admito correcciones en mis libros, y yo impongo las portadas y las fotos. Andreu Teixidor me ha tratado exquisitamente y nunca me ha exigido nada, al contrario, me ha dado mucho: cariño, respeto, apoyo, autoestima (y esto es muy importante que lo digas) Tampoco me muevo en el “mundillo” literario, así que me libro de amiguismos, camarillas y demás servidumbres sociales. Por otra parte no he cobrado adelanto por este manuscrito (como cualquier poeta, por cierto), así que no estoy jugando en mercado.
¿Un bicho raro entre poetas? No, en absoluto, me siento muy cercana a Ana Merino, ángela Vallvey, Aurora Luque, Luis Martínez de Merlo, Rafael González Caccamo, Ana Rosetti, Olvido García Valdés, Isla Correyero, Cristina Peri Rossi, Concha García, Amalia Iglesias, Ruth Toledano y muchos otros y otras. Quizá no muy visibles, pero muy profundos, muy cercanos a mí.
-E. F.: Los premios condicionan únicamente hasta donde uno lo permite. En mi caso, ha influido relativamente poco: me ha otorgado una seguridad económica y personal que de otro modo hubiera tardado más en alcanzar, y me han supuesto un gran número de lectores. En el resto no he notado ninguna diferencia. Creo que definirme como escritora resulta más acertado que hacerlo como poeta, y al no hacer ninguna referencia a mi s*x* creo que queda contestada la última pregunta.

-¿Qué reacción esperan por parte de los críticos de poesía y de sus colegas poetas? ¿Van a recibir sus versos con prejuicios? Por otra parte, ¿cuál cree que será la reacción de su público?
-E. F.: ¿Qué obra no se recibe con prejuicios? Por supuesto que los habrá, como con los anteriores libros, y con los siguientes. Es la labor de los críticos. Respecto al público, la reacción está siendo muy positiva, y he recibido hermosas cartas sobre Aland... que me han llenado de sorpresa y agradecimiento.
-L. E.: No creo que al lector fiel le sorprenda en absoluto este giro. Todas mis novelas indagan en cuestiones como el espejo, la construcción de la falsa memoria, el erotismo como defensa y como muralla y también como espejismo, que siguen siendo el tema del poemario, aunque los poemas lo abordan desde una forma completamente diferente. También todas mis novelas aluden a referencias bíblicas, a la necesidad de apropiación de una nueva figura de lo invisible. De todas formas, ni en poesía ni en prosa pienso en el lector cuando escribo. Escribo para la otra que también soy yo.

-¿Hay una mirada femenina en sus poemas?
-L. E.: Por supuesto. Mi libro es un libro religioso compuesto por siete poemas divididos en siete libros que narra la historia de una caída y la posterior redención. Deconstruyo referentes de la tradición religiosa ( (no solo cristiana, también uso otras) para reinterpretarlos desde una mirada femenina: Dalila, Lilith, Betsabé, María Magdalena, Kali, El Maligno, la Serpiente, Los ángeles custodios, el Círculo, el Siete, la Palabra, y todos cobran un sentido nuevo, o más bien redescubren un sentido que se había perdido. La caída erótica es una metáfora. El amor erótico se concibe como espejismo, en busca de un Amor con mayúsculas que no está centrado en un solo objeto, sino que se nutre y se reintegra de un Todo. La tradición religiosa ha relegado a la mujer a un segundo plano que nos ha impedido vivir la experiencia mística ( excepto Santa teresa, claro, pero es una excepción en un vastísimo desierto de la narración poética de la experiencia femenina ). Para vivir la experiencia mística, el cruce a lo invisible, las mujeres necesitamos hacernos con un lenguaje propio, que lógicamente se nutre de toda la tradición anterior. Es por eso que en “maestros” he citado sobre todo a hombres, porque no contamos con muchas mujeres, pero en contemporáneos he citado sobre todo a mujeres.
 
como la niña, a veces anciana, a veces animal y a menudo retrasada que soy, espero que este esperpento no pretenda defenderme de nada. tampoco atacarme. que nos deje en paz y siga disertando sobre la vida, la dificultad del amor y las relaciones, la pasióh, la belleza, su pasión por los zapatos...el harte...
 
Esta tía es guapa y superdotada. Daría mi brazo derecho por ser como ella. Y debe de ser rica. Luce ropa de firmas muy caras. Y, en sus propias palabras:
"Soy una defensora ardiente de las causas perdidas, que son las de las personas que no pueden hablar por sí mismas: niños, ancianos, animales, retrasados, etc."

La inteligencia se hereda. Su hermana es miembro de MENSA.

Mila E. Freire, hermana de la novelista Espido Freire y primera mujer que tuvo mando sobre los superdotados españoles. Freire, profesora de conservatorio, tiene tres carreras universitarias –Música, Filología Hispánica y Ciencias Políticas– y una curiosidad insaciable.

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Pues yo me quedo como soy con mis dos brazos.
 
Dos tontas muy tontas

Lucía Etxebarria y Espido Freire
Cara a cara

Lucía Etxebarria (Valencia 1966) y Espido Freire (Bilbao, 1974) son dos narradoras de talento, mediáticas, premiadas y ahora poetas. La primera, que acaba de obtener el premio Primavera, ya fue premio Nadal en 1998, mientras que Espido conquistó el Planeta en 1999. Es tanto lo que las une como lo que las separa. Para empezar, su inconformismo, aunque sus talantes sean tan distintos, provocador el de Lucía, más sosegado el de Espido. Y hoy vuelven a coincidir en esa aventura insólita que es su primer libro de poemas: el de Etxebarria es Estación de infierno (Lumen) y el Espido, Aland la Blanca (Plaza)


| 14/03/2001 | Edición impresa

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Morir, Dormir

-¿Cuándo comenzaron a escribir poesía, antes de escribir prosa? ¿Por qué no habían publicado antes sus versos, por pudor, por timidez o desconfianza?

-Lucía Etxebarria: Antes de la prosa, como casi todo el mundo. No publiqué hasta ahora porque no consideraba que lo que había escrito tuviera la calidad o el interés suficiente. Por otra parte, me costó muchí-
simo publicar, puesto que sólo me interesaban unas cuantas editoriales muy concretas cuyos criterios de selección son muy rigurosos. Creo, estoy segura, que hace diez años Lumen no habría aceptado publicar mi poesía.
-Espido Freire: Escribía ripios, muy respetuosos con las normas formales, pero ripios al fin y al cabo, ya en el colegio. Más adelante, quedó clara mi vocación como prosista, pero la poesía continuaba allí, cada vez más depurada, más difícil de abarcar y de asir. Mi seguridad como novelista, o como cuentista, no tenía nada que ver con las dudas que me inspiraban mis capacidades poéticas. De ahí que aguardara a recibir opiniones de gente a la que respeto antes de atreverme a publicar. Si bien no creo en la especialización, tampoco creo que todo autor haya de abarcar todos los campos. Por lo tanto, no tenía ninguna prisa por publicar, hasta que el hecho se impuso casi por sí sólo.

-¿Cómo se dan cuenta de que eso que tienen que decir, tienen que decirlo en verso y no en prosa? ¿Qué diferencia a la poeta de la narradora? ¿Cuánto hay de inspiración y cuánto de trabajo?
-E. F.: Creo que es una cuestión de tono, y sobre todo, de intensidad. A mayor condensación, mayores posibilidades poéticas. Lo intangible, lo no explicable, sólo puede abordarse mediante palabras sin sentido: mediante poesía, en definitiva.

hasta aquí he leído!! que fuerte!! o sea que la poesía son palabras sin sentido :dead::jawdrop::blackeye: peaso premio planeta
 
Espido tiene desde pequeña "mucha facilidad para los estudios" (son sus propias palabras).

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Ha tenido muchos novios, pero no tiene hijos (ni los tendrá, supongo, porque nació en 1974). En ese sentido es muy moderna.

¿En qué sentido es muy moderna? ¿En el de no tener hijos? ¿en el de tener muchas parejas? Eso es más viejo y antiguo que ...
 
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