Es la hora de que Felipe VI se ponga las pilas 07/09/2018

Letizia, Felipe y la muerte del juancarlismo: ¿la hora del exilio?
La nueva caída en desgracia del Rey emérito tras las cintas de Corinna abre otra crisis real que podría cerrarse con decisiones drásticas. ¿Queda algún juancarlista en España?


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Los reyes Felipe y Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía en Covadonga. (EFE)
CARLOS PRIETO
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16/09/2018

"Señor: no se preocupe; nosotros nos ocupamos de todo; diviértase, vuestra majestad". He aquí el espíritu de las fraternales relaciones entre el felipismo y el juancarlismo en los años locos de la democracia, según cuenta Manuel Soriano en 'La sombra del rey' (1995), biografía autorizada de Sabino Fernández Campo, legendario fontanero real. Pero, ¡ay!, del diviértase vuestra majestad hemos pasado al escóndase vuestra majestad; del juancarlismo como gran movimiento político de masas de la democracia, al juancarlismo como enfermedad contagiosa. Del carismático estadista campechano capaz de sacar petróleo de debajo de las piedras a la persona non grata. Del culto a la personalidad y el jijí-jajá al oprobio y el linchamiento. Del no se publican cosas malas sobre el Rey... a la barra libre y el escarnio.

Si nos lo llega a decir alguien hace veinte años, le hubiéramos tomado por un loco, pero ya es un hecho: los juancarlistas están en vías de extinción en España. "¿Juancarlista yo? No, no, yo nunca fui tal cosa", vendría a ser el clima actual de desbandada. Cual 'roedores' que abandonan el barco antes de que se hunda. Casi nadie pone la mano ya en el fuego por el Rey emérito.

Bajo tierra
Y eso que el plan de rehabilitación de la figura de Juan Carlos I había salido más o menos bien… hasta ahora: 1) Abdicación exprés para evitar quilombos. 2) Asunción de responsabilidades vendida como generoso relevo generacional para llevar la monarquía al siglo XXI. 3) Lenta pero progresiva vuelta de Juan Carlos I a los actos institucionales.




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Portada del 'Pronto'


Hasta que estalló el escándalo de las oscuras cintas de Corinna y Villarejo —con la examiga entrañable del rey acusándole de diversas turbiedades económicas— y el castillo de naipes de la regeneración volvió a desmoronarse.

La prensa rosa (y la otra) llevan todo el verano disertando con total naturalidad sobre los presuntos dineros suizos del emérito y sus no menos presuntas comisiones petroleras. De 'Sálvame' a la revista 'Pronto', los medios con más audiencia hablan sin parar sobre los negocios de Corinna y Juan Carlos I. Zarzuela, tenemos un problema (serio de control de daños).

Juan Carlos I, otra vez bajo tierra hasta que escampe.

Señor: no se preocupe; nosotros nos ocupamos de todo; diviértase vuestra majestad

Ni rastro del emérito en el verano mallorquín -burlando la clásica puesta en escena de la Casa Real- y pocas ganas (de momento) de que Juan Carlos I participe en los actos oficiales del 40 aniversario de la Constitución (el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, obvió su nombre hace unos días en la presentación de la conmemoración). ¿Qué hacemos con Juan Carlos I? De momento, la justicia ha decidido que no investigará la trama real de las cintas de Corinna, aunque el roto ya está hecho.

En un artículo publicado por este periódico el 26 de julio —"La inacabada abdicación de Juan Carlos I"— José Antonio Zarzalejosaseguraba que la opinión pública no iba a consentir —tampoco aquella que se considera de razón o de corazón monárquica— que no se investiguen las conductas del Rey emérito hasta donde sea posible. Zarzalejos remataba así: "El Rey se encuentra en una situación comprometida. Su hermana visitando a su marido recluso en Brieva, su padre sometido a investigación judicial, su madre mal avenida con la Reina consorte y de nuevo humillada por el Rey emérito a propósito de los ecos de su relación con Corinna Larsen, y creciendo un movimiento republicano. Y todo ello, provocando aparentemente una perplejidad que la Zarzuela no parece capaz ni de disimular ni, mucho menos, de superar. Hay acontecimientos que, por su imprevisibilidad y contundencia, restan capacidad de reacción. Es el caso. Situación de alto riesgo que se conjurará hundiendo el bisturí hasta donde sea preciso. La monarquía solo prospera si se instala bajo un techo de cristal".

Entrevista a Ana Romero
Si a la gran cantidad de información relevante que da en sus libros le añadimos sus cifras de ventas, podríamos decir que Ana Romero es ahora mismo la periodista de asuntos reales más influyente de España (el mes que viene publica un pack —'Crónicas reales'— que recopila sus dos últimos libros). Muy crítica con los manejos del comisario Villarejo que llevaron a la filtración de la cinta de Corinna, Romero analiza las claves del último psicodrama real en esta entrevista.



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Nuevo libro de Ana Romero


PREGUNTA. Parecía imposible caer más bajo que con la cacería y la abdicación, pero Juan Carlos I ha vuelto a caer en desgracia...


RESPUESTA. Más que de nueva caída en desgracia yo hablaría de: el remate. Juan Carlos I cayó en desgracia, abdicó, regresó discretamente, protagonizó un pequeño 'revival' en su 80 cumpleaños [enero de 2018], y cuando parecía que todo lo malo ya había pasado... En realidad no sé si esto es el remate, porque a lo mejor hay más... No obstante, las situaciones [caza de elefantes y abdicación versus cintas de Corinna y Villarejo] no son comparables en modo alguno. El impacto político e histórico de la abdicación es incomparable. Lo que pasó no va a volver a pasar nunca más. Lo de ahora es una recaída posterior a la gran caída.

P. Una vez que la bala de la abdicación ya está gastada, ¿qué margen de maniobra queda si la tormenta vuelve a arreciar?


R. Es que esto ya es como cuando los buitres dan vueltas alrededor de la carne podrida. ¿Qué más queréis? ¿Enterrarle vivo? El margen es muy pequeño. Juan Carlos I abdicó y desapareció. ¿Qué más puede hacer? Hay voces estrambóticas pidiendo que se le confine, como en la Edad Media. ¡Pero si ya abdicó por su falta de ejemplaridad!

P. No obstante, más allá de las apetencias monárquicas de cada cual, entiendo que cualquier movimiento a corto plazo vendría de dentro no de fuera. Me explico: ¿necesita la Casa Real volver a degradar a Juan Carlos I para proveerse de un nuevo cortafuegos?


R. La presencia del Rey emérito puede ser más o menos embarazosa para su familia, pero insisto en que el margen de maniobra es pequeño.

P. Al margen de las grabaciones filtradas y de los intereses perversos que hay detrás, ¿diría que Corinna es un asunto controlado y zanjado o va a dar más sustos a medio plazo?


Hay voces estrambóticas pidiendo que se confine a Juan Carlos I, como en la Edad Media. ¡Pero si ya abdicó por su falta de ejemplaridad!

R. ¿Está cerrado? No creo que sea posible que aparezca un nuevo policía corrupto con aliados mediáticos que intente sacarle más jugo a la examante del Rey. Por ahí parece que está cerrado.

P. ¿Y por parte de Corinna? Me refiero a si quedan aún flecos entre ella y el Rey emérito…


R. Corinna era caso cerrado… hasta que un personaje oscuro —el comisario Villarejo— la usó para una cosa concreta. Corinna debería volver a estar donde estaba, desaparecida, su dosier estaba cerrado: tuvo una relación con el Rey, salió muy beneficiada de la misma… y ya. Pero siempre caben todo tipo de posibilidades: si la justicia española la llama a declarar en algún momento, aunque ahora mismo no tiene pinta de que eso vaya a pasar, volvería a abrirse el caso, un nuevo elemento embarazoso para la Casa Real. Pero al margen de esa posibilidad, no se me ocurre otro motivo para que Corinna no vuelva a caer en el olvido; ahora bien: cualquier previsión sobre este asunto es aventurada.

P. ¿Cómo ha quedado la figura del emérito después de todo esto?


Corinna debería volver a estar donde estaba, desaparecida, su dosier estaba cerrado: tuvo una relación con el Rey, salió muy beneficiada de la misma… y ya

R. Lo que ha pasado es muy malo para Juan Carlos I. Las personas que quieren que el Rey pague por todo pueden estar contentas: lo que ha pasado dificulta la actividad de la Casa Real. Por otro lado, cuando el Rey emérito fallezca, no solo se destacará su buena labor durante la Transición, sino también que la cagó al final de su vida.

P. ¿Se publicarán más turbiedades?


R. Pues esto es un poco como lo de las 'nuevas' informaciones sobre Bárbara Rey: Juan Carlos I está ya amortizadísimo. Pero, oye, las circunstancias cambian: es legítimo que un país se empeñe en juzgar a una figura histórica.

Sabino, el fontanero mañoso
La sensación es, por tanto, que la Casa Real ha perdido el control informativo, y que para estabilizar la situación hace falta algo más que un cerrojazo judicial. Los tiempos han cambiado y la batalla de los medios es clave. Y es que, desde que saltó por los aires el pacto de silencio entre la monarquía y los medios —vigente desde la Transición—, la Casa Real no para de achicar agua, incapaz de procesar el brusco cambio de paradigma informativo: del no poder publicar casi ninguna noticia delicada sobre el Rey (1977-2011) hemos pasado al vale todo 'villarejista' y al 'clickbait' digital. O las luces y sombras de la ampliación del campo de batalla informativo: por suerte, ahora hay mucha más libertad que antes para escribir sobre la Casa Real, pero también mucho más libertinaje.

Existía un pacto táctico entre Sabino y la prensa: todos los temas importantes que afectaran al Rey se consultaban con él antes de publicarse. En muchas ocasiones, naturalmente, no salían a la luz

Las cosas eran muy diferentes en los viejos tiempos de Sabino Fernández Campo (1977/1993), que controlaba a la prensa con una mezcla de mano izquierda, engatusamiento y astucia de hombre de Estado.

Atentos a lo que cuenta Manuel Soriano (con el visto bueno de Sabino) en la biografía del cancerbero real. He aquí una lección magistral sobre las relaciones de poder entre periodistas y fuentes de Estado que debería estudiarse en todas las facultades para que los estudiantes de periodismo se caigan del guindo cuanto antes.



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El libro sobre Sabino




1) "Sabino dedicaba mucho tiempo a conseguir que los medios 'trataran bien' a la familia real o fueran discretos con sus asuntos más delicados… Desde los poderosos editores hasta el más modesto redactor de provincias que se interesara por los asuntos de la Zarzuela entraban en su agenda… Existía un pacto táctico entre Sabino y la prensa según el cual todos los temas importantes que afectaran al Rey y a su familia se consultaban con él antes de publicarse. En muchas ocasiones, naturalmente, no salían a la luz. Cuando se trataba de persuadir al periodista de que desistiera de sus propósitos, el argumento más habitual era: 'Este tema no conviene'".

2) "Siempre utilizaba unas formas impecables, exentas de la más mínima brizna autoritaria. Desplegaba toda su inteligencia y simpatía para convencer al periodista de que quien tomaba la decisión era él mismo. Trataba de conseguir una decisión voluntaria, no impuesta. Tenía muy en cuenta la necesidad de evitar que el periodista se sintiera ultrajado en su dignidad profesional. Por el contrario, le convencía de que realizaba un valioso servicio al país con su decisión de no publicar un determinado tema. Había descubierto que la vanidad es consustancial a los profesionales del periodismo. Sabía que para lograr sus fines era importante estimularla. Empleaba dosis directamente proporcionales a la fama o el prestigio del periodista con el que trataba… Sabino hacía creer a cada interlocutor que era con quien más confianza tenía. Hacía ver que se sentía obligado a facilitar alguna información importante bajo el compromiso de la confidencialidad. Era un genio del 'off the record'. Todos se lo respetaban. Tuvo la capacidad de conseguir que los periodistas le fueran muy leales. Hipnotizaba dando la impresión de que hacía grandes revelaciones, pero administraba con reserva lo que sabía, que era casi todo, sin mentir al periodista".

Sabino hipnotizaba dando la impresión de que hacía grandes revelaciones, pero administraba con reserva lo que sabía, que era casi todo, sin mentir al periodista


3) "Escogió la práctica de la persuasión. Con enormes dosis de paciencia, tranquilidad y meticulosidad, Sabino se empleaba a fondo, una y otra vez, para desactivar las bombas informativas que con cierta frecuencia aparecían enterradas en distintas redacciones. Como los técnicos de explosivos, lo primero que hacía era acordonar la zona. Intentaba que la noticia no transcendiera a otros medios. Después estudiaba detenidamente la composición del explosivo informativo y se dirigía al periodista. Si este no quería, la noticia no se difundía. Para lograrlo, Sabino se ganaba la voluntad del periodista a base de hacerle creer que compartía con él la estabilidad del Estado… El jefe de la Casa entendió que su misión era ayudar al monarca a proyectar de él una imagen de ejemplaridad irreprochable. Tenía que hacer el esfuerzo necesario para evitar que sus comportamientos, tanto públicos como privados, dieran ocasión a habladurías y rumores o a la publicación de historias lesivas… Don Juan Carlos no quería renunciar a disponer de una vida privada impregnada de su carácter vitalista, extrovertido y sencillo...".

Resumiendo: Sabino, el mito, el 'gentleman', o cuando la información delicada sobre el Rey... ni estaba ni se la esperaba. Los viejos buenos tiempos. Y sí, si Sabino resucitara, quizá le diera un infarto al ver cómo ha cambiado el flujo informativo sobre la Casa Real desde el estallido de la crisis y el 'boom' de internet.

El mito del Rey rojo
El silencio de la prensa, por tanto, fue una de las claves de las enormes dosis de popularidad del juancarlismo el pasado siglo. Quizá nada ilustre mejor su éxito transversal que la fascinación que sentían por él los grandes prohombres socialistas. Los políticos socialistas no veían contradicción alguna en declararse republicanos convencidos y juarncarlistas entregados, en una serie de declaraciones públicas de lealtad al borbón que a veces rozaban el surrealismo político:

"Preguntado si el PSOE seguía siendo republicano, Zapatero contestó que el Partido Socialista era 'constitucional' y que ello suponía asumir el carácter monárquico que la Constitución otorgaba a la Jefatura del Estado. En vez de quedarse ahí, con una airosa salida por la tangente, quiso rizar el rizo con un argumento que salvaguardaba la conciencia republicana del PSOE a costa de convertir al Rey en algo que estaba muy lejos de ser. Don Juan Carlos era, en opinión del presidente del Gobierno, un hombre 'bastante republicano', porque ese es el honroso calificativo que merece, según él, aquel que defiende las instituciones, los valores democráticos y la vida pública y respeta los sagrados principios de una ciudadanía libre. 'En ese sentido, estamos muy tranquilos y muy a gusto', concluía un Zapatero profundamente agradecido al papel institucional que venía desempeñando el monarca. El galimatías creado por él para eludir una pregunta incómoda —'¿sigue siendo republicano el Partido Socialista?'— suponía finalmente atribuir al nieto de Alfonso XIII un republicanismo que el socialismo gobernante no se atrevía a reivindicar como propio, como si al final la república coronada se hubiera despojado incluso de la corona y los socialistas sintieran que en ese jefe del Estado 'bastante republicano' habían encontrado la horma de su zapato", cuenta el historiador Juan Francisco Fuentes en ‘Con el Rey y contra el Rey’.

O ZP diciendo que el Rey era más rojo que todo el Partido Socialista junto. Superen eso.




https://www.elconfidencial.com/cult...zia-felipe-juan-carlos-rey-casa-real_1615906/
 
Alguien a oido o leido sobre los viajes secretos de ls Kks a Barcelona para " entrevistatse" con un famoso empresario?
Iba en otra prensa pero no se el nombre.
 
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