Entrevista (DEMOLEDORA) a Penélope Cruz hoy en EL MUNDO

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ESTA ENTREVISTA DE HOY EN "el mundo" TENEIS QUE LEERLA, Y ENTERA, COTILLAS.

ME HE HECHO FAN DEL ENTREVISTADOR.....HA RETRATADO A PE EN ESTADO PURO .....DEMOLEDOR


Penélope Cruz pasa de las críticas: "¿De qué tengo yo que defenderme?"

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Reuters
La chica de Alcobendas vuelve convertida en 'La Reina de España'. Habla de su afición al 'fast food', de cómo huyó de una fiesta de Madonna y de su actitud ante las críticas.

"Como empecé a trabajar de niña, aprendí a lidiar con todo. Y las alabanzas son igual de peligrosas, ¿eh?".

06/11/2016 02:14
Un miércoles cualquiera, con obertura de tormenta en los tejados, acudo al vis a vis con Penélope con un harén de preguntas afiladas en los bolsillos, como balazos de magnum; no sea que en un traspiés se deje abatir, ojalá, y bajo el chasis de Hollywood se me aparezca la tipa de Alcobendas, hija de peluquera, que ensayaba lo del Oscar y demás con el bote de champú frente al espejo. Pero mientras espero mi turno en un saloncito de candelabros reincidentes (Calle Zurbano, Madrid), un representante de hocico sabueso, como un ministro de Gobernación de la cosa, me aclara la letra pequeña de la entrevista:

-Nada de preguntas personales. Y está terminantemente prohibidísimo hablar de política.

Toca, pues, parlotear de cine. Veremos.

Recluida a buen recaudo en un despacho de la tercera planta, Penélope me aguarda en el esquinazo de una mesa de juntas. Está guapa Pe; gesto manso, media melena, vaqueros, camiseta negra, nada que ver con los tiritos largos de Pierre Balmain y similares que acostumbra en las premières de La Croisette.

Para entrar en temperatura, pues la tarde está pedregosa en los madriles, le hablo del día aquel en que ella y yo nos conocimos, tantos años hace como 17, durante el rodaje de su primera película americana: Woman on top. Con mi prosa atropellada de las entrevistas importantes, le cuento que yo, entonces un turista accidental en San Francisco, todavía guardo una foto de ambos. En la imagen ella luce jovencísima, aún virgen de las inclemencias de Hollywood que habrían de venirle después.

«Ah, qué bien», responde ella sin algarabías, cordial sin más. Sin tiempo para hundirme en el desánimo, pues apenas tengo media hora para desenmarañarle todos los misterios, desenfundo el plan B.

¿Te duelen las críticas?
Como empecé a trabajar tan joven, ya casi siendo una niña aprendí a lidiar con todo tipo de comentarios. Y no me refiero únicamente a las opiniones negativas. Las alabanzas son igual de peligrosas, ¿eh? Ni eres la hostia cuando te dicen que eres la hostia, ni todo lo contrario. Procuro no hacer caso.
¿No escuece ni un poquito vivir siempre en el punto de mira, en esa zona caliente en la que todos hablan?
Creo que fue en el estreno de Jamón, jamón, con 17 años, cuando me di cuenta de algo que me ha ayudado a entender las trampas de vivir de cara al público. Cuando apareces en la pantalla de un cine, el tamaño en el que se te ve es desproporcionado. Estás puesta ahí arriba, inmensa, y tu imagen está entrando por los ojos de la gente de una manera que no es natural. Eso no es real.
O sea: nunca has sentido la necesidad de defenderte...
¿Y de qué tendría yo que defenderme?
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Me lo dice a traición, como si no quisiera escarbar en todos esos titulares que alguna vez la desollaron viva. Parece que la charla se nos complica, y para entonces ya no sé si Penélope es una chica tímida hasta el tuétano o, a lo peor, está demasiado curtida en careos con periodistas. Bien rápido, pues con Penélope las preguntas y respuestas están vivas, como culebras, le echo un capote: «Por ejemplo, cuando se te acusa de no hacer patria y, en realidad, nunca te has mudado a Estados Unidos de manera definitiva. O cuando se repite ese mantra de que no apoyas nuestro cine y lo cierto es que todos los años, a no ser que un rodaje te lo impida, acudes a la gala de los Goya. Y tu dedicatoria del Oscar a los actores de tu país...».

Por aquello de no envainarle un escándalo, evito mencionar aquella carta furibunda, menuda coz al star system judío de los United States of America, en la que Bardem y señora calificaban la ofensiva israelí en Gaza de «genocida». Y lo que les llovió. Tampoco me atrevo a recordarle lo del alumbramiento de su primer hijo en el Cedars-Sinai de Los Ángeles, bastión hebreo de quirófanos rimbombantes, que ya entonces derramó kilómetros de tinta enemiga. No vaya a suceder que el representante, cancerbero en la distancia, me trasquile la entrevista antes de tiempo por saltarme los estatutos. Sus estatutos.

«Yo he tenido a mi alrededor un entorno muy sólido que me pondría los pies en la tierra si en un momento dado se me fuera la olla», me confiesa Cruz. «Le debo todo a las mujeres de mi familia, a mi madre, a mis abuelas, a mi hermana, a todas ellas, que son las personas ante las que, en todo caso, respondería de mis actos».

Contesta con el acento tranquilo y la postura zen de los pies a la cabeza, sin inmolarse en titulares bravos que puedan echarle más polvareda encima. Es dura de roer esta Penélope. Sigamos, pues.

¿Te gustas?
Soy bastante exigente conmigo. Pero tampoco entiendo esa falsa modestia de algunos actores que, en las entrevistas, confiesan no gustarse nada y no ver jamás sus películas. Yo sí me veo. Creo que es importante para seguir aprendiendo, no sólo de ti, sino del trabajo de todo un equipo.
Dos años he tardado en lograr que Penélope, actricérrima solicitadísima, me concediese esta entrevista. En todos estos lustros de tintineante carrerón en Las Américas se ha codeado cienes de veces con Larry King, con David Letterman, con madame Oprah Winfrey. Canela fina. Pero entre sus paisanos (y este es otro blanco de reproches de la opinión pública) se ha prodigado tarde, mal y casi nunca. Como si rehuyese de esa prensa rosa tan caníbal, tan de aquí, que la sacude a escobazos y a exclusivas cada vez que pone un tacón en Barajas.

Aprovecho por fin la promoción de La Reina de España, el último lance de Fernando Trueba detrás de la cámara, para sentármela frente a frente. La película, que se estrenará el próximo 25 de noviembre, la ha devuelto a España con idéntico elenco que en La niña de tus ojos, aquella precuela con Antonio Resines, Loles León, Rosa María Sardà o Santiago Segura. A Pe, entonces una muchachita sin idiomas, casi sin mimbres, aquella cinta del 98 le valió un su primer Goya. Han pasado 18 años -«¿Tanto tiempo? Es imposible», se sorprende- y la de Alcobendas colecciona figurines y estatuillas como picas en Flandes: en los Goya, en Cannes, en los Bafta, en los David de Donatello, en los Premios del Cine Europeo, en los Fotogramas de Plata, en la Unión de Actores. Hasta un Oscar tiene Penélope, con sus cuatro kilos de peso y su baño en oro de 24 kilates. Y fue como si España no se lo perdonase nunca.

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En La Reina de España, Cruz vuelve a destilarse en el pellejo de Macarena Granada, actriz de fama pantagruélica que en los años 50 regresa a Madrid tras su exilio americano (¿acaso les resulta familiar?) para rodar una superproducción, bajo palio del régimen de Franco, sobre las bienaventuranzas de Isabel la Católica.

Las comparaciones son odiosas...
Fernando (Trueba) quería jugar con la historia de una actriz que ha hecho carrera en Estados Unidos. Pero más allá de esa similitud, mi biografía y la del personaje de Macarena Granada son muy distintas. Macarena está casada con un estudio de Hollywood y no tiene nada, ni a nadie, que le ate a España. Y yo vivo aquí la mayor parte del tiempo. Mi casa está Madrid, nunca me he marchado del todo. Desde la primera película que hice fuera me fui siempre con billete de ida y vuelta. Siempre.
El experimento de Trueba es un colorín coral que desmenuza el cine de época con trazo de caricatura. Un rodaje dentro de un rodaje, un juego de matrioskas, un cambio de pellejos donde Penélope ejerce de Isabel la Católica con acalorados escotes y acento inglés de Chiclana de la Frontera. Taquillazo seguro. «Yo no quería pronunciar el inglés com
o lo haría yo», explica Cruz. «Y para forzar el acento del sur tuve que escuchar muchas entrevistas de andaluces hablando en inglés».

Así que has tenido Canal Sur sintonizado a todas horas.
Más o menos.
Qué empollona...
Un poco sí. Me gusta mucho estudiar. Primero con Cristina Rota, después con Juan Carlos Corazza... Me preparo cada personaje a conciencia, pues si algo me puede mantener joven por dentro es esa sensación de ser una eterna aprendiz. Si un día llegase a un rodaje sintiendo que controlo la situación, que sé lo que va a pasar, que adivino lo que voy a sentir, mi trabajo como actriz ya no tendrá sentido. Ese vértigo, esa sensación de que cada día es como la primera vez, es lo que más engancha de esta profesión.
¿Eres tan obsesiva como parece?
Me lo tomo muy en serio, e intento reservarme un tiempo para salir a la calle y olfatear, para investigar, bucear, entender quién es esa persona. Si te quedas sin tener esas vivencias, sin haber notado en tu estómago las sensaciones que tuvo el personaje, me da la impresión de que es un proceso cojo. Es como cocinar una sopa: echas los ingredientes poco a poco y los dejas macerar para luego digerirlos.
Sin darte cuenta acabas de darnos la receta del Oscar...
A mí me gusta trabajar así, pero respeto a los actores que se mueven por instinto. Victoria Abril siempre cuenta que jamás ha ido a una escuela de interpretación. Y yo siempre he pensado: «Hija, ni falta que te hace, porque eres una actriz como la copa de un pino».
Por milésimas, Penélope entra en calor. Hasta le intuyo por el rabillo un chispazo de locura cuando habla del oficio: «Intento no llevarme los personajes a casa, porque entonces estás forzando tanto la máquina que no hay aire que ventile todo aquello. Pero durante el rodaje de No te muevas me pasó algo muy extraño. Yo interpretaba al personaje de Italia. Italia. Nada menos que Italia. Tenía que hablar italiano con acento albanés, algo dificilísimo, y tuve un profesor ocho horas al día que me llevó al límite. Le quería estrangular. Fue tan agotador que sufrí algo parecido a una revolución interior. Me quedé ahí, atascada en Italia: hablaba como ella, me movía como ella, vestía como ella, con ropa que yo misma me compré en sitios infames, prendas a un euro... Lo recuerdo como algo tremendo».

Un tabardillo en toda regla.
A veces cuesta comprender este trabajo. Hay momentos de mucha introspección emocional, que además hay que aprender a conjugar con una exposición pública exagerada. La gente cree que los actores somos unos tipos raros. Unos locos.
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Parada obligada en Pedro Almodóvar. «Él es de los pocos que sí te entiende. Lo vuestro es como un amor de los que ya no se estilan...», le digo. «Cuando rodamos juntos se genera una complicidad que solo sentimos el uno con el otro», responde. «Lo que me pasa con Pedro no me ocurre con nadie más, y es tan fuerte que incluso me da pudor hablar de ello».

Acabamos de entrar en fase mística. Y así, como sacudida por una ventolera energética, a Penélope parecen relajársele los chakras. Ha dejado de medir cada palabra con diapasón, se agita en la silla, sonríe incluso. Pero antes de que se nos atragante el paréntesis espiritual decido regresar a la Tierra.

«Cuéntame aquello del Oscar y las lentejas», le sugiero, a ver si consigo librarme de los tics de photocall, que los tiene, y descubro a la Pe cachonda de andar por casa.

«El año que gané la estatuilla, mientras me arreglaba para la ceremonia, estaba tan nerviosa que me olvidé de comer», relata. «Y cuando ya estaba lista me entró un ataque de hambre terrible, así, sin más, y me metí entre pecho y espalda un plato de lentejas. Imagínate que mancho el vestido, me habría vuelto loca. Después, cuando acabó la gala, fuimos a un drive in de hamburguesas y sin bajarme de la furgoneta me zampé una XL».

¿Con kétchup y todo?
Con kétchup y todo.
Y de ahí a la fiesta de Madonna...
Aquello fue increíble. Nada más llegar a esa casa vi en el mismo sofá a Scorsese, DiCaprio, Robert de Niro, Harvey Keitel y Joe Pesci. Cuando entré con mi Oscar y me miraron, los cinco a la vez, no lo pude soportar. Llevaba acumuladas tantas emociones que hui aterrorizada. Tendría que haberles sacado una foto, porque aquella estampa era muy fuerte, pero fui incapaz.
Como en un Cinema Paradiso, las andanzas de Penélope me colman la cabeza de alfombras almidonadas sobre el Chinese Theater, de cheddar fundido en la tapicería de una limusina, de Madonna cimbreando muslazos en el regazo de Scorsese. Nunca estuve tan cerca de Hollywood. Y en lo que la tarde se nos escapa hasta creo oler a lentejas frías.

Se nos acaba el tiempo, pero antes de regresar al mundo mundanal necesito conocer un último detalle, sólo uno, que tiene a España en vilo desde aquella noche de 2008 en la que una chica de Alcobendas recogía una estatuilla.

¿Dónde guardas el Oscar, Penélope? Por favor, dime que está en una repisa del cuarto de baño...
A veces lo tengo en casa, pero a veces se lo dejo a alguien por una temporada.
¿Lo prestas? ¿Sin más? ¿Tu Oscar? ¿Como un amuleto?
No soy de esas histéricas que prohíben que la gente se acerque por si se raya.
Cosas de Hollywood. No entiendo nada.
 
Pe cae mal. Para mi gusto está muy sobrevalorada. Hay acrices mil veces mejores. Un amigo mio actor dice q si me imaginaria a pe haciendo teatro. O el monólogo de blanca portillo en el teatro real que vi antes del verano. No. Pues eso.
 
Es una actriz regulera. Hacer teatro ni loca, mejor que no demuestre sus carencias. Ahora, en algunos papeles con un buen director (La niña de mis ojos o Volver - su mejor papel), da el pego.
Tampoco me parece mala persona. Me da la impresión de ser una persona sensible, pero manipulable y sin mucha personalidad, que no anda muy "sobrada de fuerzas". No se si se me entiende lo que quiero decir :whistle::whistle::whistle:
 
que sí, mujer, léelo con detenimiento...
No, si ya lo leí pero no encontré nada nuevo. El entrevistador maquea un poco la entrevista con pullitas (que no son para tanto) pero lo hace a la hora de escribirla no de hacerle la entrevista.
A mí Pe no me parece una buena actriz pero no me cae mal. No parece mala persona aunque ahora esté un poco en guardia porque la verdad es que desde que está con Bardem le han dado por todos lados.
 
era malísima actriz
con los años se ha convertido en una actriz bastante buena. sólo hay que verla en volver o en los abrazos rotos. está estupenda de verdad

como sucede casi siempre, lo de mala actriz la acompañará el resto de sus días

es un personaje que nunca me ha interesado, pero esta entrevista me ha sorprendido para bien.
dice cosas normales y corrientes, de forma inteligente, sin querer caer bien a toda costa estilo heggpañaaaaaa e maravillosa, le debo todooo, la llevo en er corasón y paridas similares

aquí siempre la han puesto verde x no comulgar con la prensa del hígado, entre otras cosas.
por no hablar de la chifladura contra javier bardem, un maravilloso actor que particularmente no me cae bien, pero insultarle por defender la sanidad pública y reprocharle que él no la utilice es de ...

la mujer esta se dedica a lo suyo, pa variar tiene una profesión, en la mayoría de los casos no sabemos en que consiste lo de lo suyo
vive su vida, yo ni sé los hijos que tiene, palabra.
ha sido capaz de convertirse en buena actriz cuando era un esperpento.
y no cree que nadie tenga que perdonarla la vida. imagino que ella tampoco va perdonándola

gracias por traerlo
 
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