Encuentran el cadáver de una niña de 5 años en un hotel de Logroño

Yo también y además dejé un comentario por lo absurdo que se me hacía lo de no poder evitado la muerte de la nieta. Pero ese día se dijeron muchas cosas. Entre otras que la policía habia estado buscando a la abuela por toda la provincia. Ahora se sabe que no es verdad, que fueron directamente al río.

Va a ser una de esas cosas que suelen salir en estas noticias de las que no se supo nunca el origen y ahí quedaron. Yo pienso que la madre no volvió a casa y si ya había manifestado por escrito su intención de suicidarse, tampoco tenía sentido una carta de "re-su***dio".
 
Yo también y además dejé un comentario por lo absurdo que se me hacía lo de no poder evitado la muerte de la nieta. Pero ese día se dijeron muchas cosas. Entre otras que la policía habia estado buscando a la abuela por toda la provincia. Ahora se sabe que no es verdad, que fueron directamente al río.
o_O
Ahora si entiendo menos las cartas.

**Tengo que leer bien el caso y dejar de leer sobre el Coronavirus ??
 
POR ANA MARÍA ORTIZ

02/02/2020

UNA NIÑA MUERTA EN
LA HABITACIÓN 404

Viaje al rompecabezas del ‘crimen’ de la pequeña Carolina,
a la que su madre y su abuela ‘secuestraron’ para no devolvérsela a su padre, que tenía la custodia. En Haro todos recuerdan la obsesión enfermiza de las mujeres por deshacerle las coletas que le hacía su padre. Un relato de terror en el que lo único cierto
por ahora es su muerte. Está por definir del todo
el papel de su madre, que intentó suicidarse desde la ventana de la 404 y no
lo hizo. Y el de su abuela, que dejó la habitación y terminó, muerta también, en las aguas del río Ebro a su paso por Logroño

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Gracias chic@s. Fue el regalo más grande de estos Reyes. Aunque hoy ha hecho un mes. Pesa 3,620 kg y mide 52,5 cm. Todo va muy rápido». El 28 de enero de 2015, Adriana Ugueto colgaba en su Facebook una fotografía de su hija Carolina y escribía estas líneas para agradecer los mensajes en los que la felicitaban y elogiaban a la pequeña. La niña habría nacido el 28 de diciembre de 2014, el día de los Santos Inocentes, según citaba la madre en este post.
Pese a la dicha que sus palabras transmitían, en aquel momento su relación con Javier, el padre de Carolina, se hallaba ya en un punto de ruptura del que no habría retorno. «Me lo encontré cuando la niña sólo tenía una mes y le pregunté: “¿Qué tal, Javi, cómo va la niña?”. Y me dijo llorando que se iba a separar».
A los vecinos del barrio donde residió la pareja, en la localidad riojana de Haro, muy cerca del cuartel de la Guardia Civil, les unen esta semana dos cosas. Primero: el desquicie de tratar de resolver el puzzle de lo sucedido entre la tarde del domingo y la mañañana del lunes en la habitacion 404 del hotel Los Bracos de Logroño, a unos 50 kilómetros de distancia. Qué pasó allí exactamente para que la estancia acabara con la pequeña Carolina fallecida, envuelta en una manta en la cama; la madre, Adriana, sentada en el alfeizar de la ventana con varios cortes en los brazos, y la abuela, Olga, precipitada al río Ebro, también cadáver.
El segundo punto en la que coinciden es en defender a Javier sin fisuras y en adjudicar a Adriana el papel de mala de una película a la que nadie le habría adivinado un final tan atroz. «Él es muy buena persona», cuentan en su rellano. «Ella también lo era, pero a raíz de tener a la cría, no sé si una depresión postparto o qué, cambió radicalmente. Javi se separó desde que tuvo a la cría, en un mes desapareció de la casa. Se fue a vivir con sus padres».
Adriana Ugueto nació el 5 de junio de 1984 en Venezuela, pero con sólo 13 años se trasladó a España con sus padres, también venezolanos: Olga, de 57 años, y Ramón, ingeniero, según su currículo, de 62 años. El hombre, que trabaja para una multinacional especializada en la construcción de plantas industriales, pasa mucho tiempo fuera de Haro, pero permanece estos días encerrado en su piso con el pequeño de sus hijos. Sólo se asoma al balcón para espantar a los periodistas que lo esperan abajo para que les conceda una entrevista.
Fue el hijo, también de nombre Ramón, quien dio la alerta al despertarse el domingo por la mañana y descubrir que ni su madre, ni su hermana —tampoco la niña— estaban en casa. La noche anterior, sábado, ambas se habían despedido para irse a dormir con total normalidad. Ramón se acostó a las 02.30 horas. Poco después debieron abandonar silenciosamente la vivienda porque entraron en el Hotel Los Bracos de Logroño con la niña en brazos, dormida, la madrugada del ya domingo.
Cuando a Ramón lo despertó el perro, a las 07.30 horas, la casa estaba vacía. Los teléfonos móviles de ambas seguían allí. No habían dejado ninguna nota que avisara de una salida imprevista. Se habían marchado con lo puesto. Ramón se extrañó y llamó entonces a su otra hermana, Daniela, por si ella sabía algo. Nada. Se pusieron en contacto con los hospitales pensando en un accidente o alguna emergencia y alertaron también a la Guardia Civil. En la mañana del día siguiente, lunes, Ramón puso la casa patas arriba buscando una pista sobre su paradero y encontró siete folios manuscritos en la que manifestaban su intención de quitarse la vida y mencionaban también a la niña, pero no que fueran a hacerle daño.
ASÍ SE CONOCIERON
Adriana Ugueto conoció a Javier, profesor de Educación Física, en el gimnasio de la localidad al que ambos acudían. Ella también se había graduado en Magisterio, en la Universidad de Burgos, pero nunca consiguió la plaza como docente. Pronto hicieron planes de futuro y compraron juntos una casa que compartieron durante dos años, hasta semanas después de nacer Carolina. Nunca se casaron.
Personas del entorno de Javier, conocedoras de cómo fue el proceso de separación, explican que mientras se resolvía judicialmente la batalla por la custodia de Carolina, durante un tiempo se estableció que la niña permaneciera en el domicilio familiar y que fueran los padres quienes se turnaran semanalmente. «Pero cuando le tocaba a él se encontraba la casa completamente destrozada y medio vacía. Los juguetes de la niña no estaban, no había platos, todo sucio, aceite en el suelo de la terraza, la calefacción sin funcionar porque le había vaciado el agua... No podía vivir aquí», aseguran estas fuentes.
Hace un par de años, cuando Carolina tenía tres, la Justicia se pronunció definitivamente y lo hizo a favor de Javier: «¡Me han dado la custodia!», fue comunicando exultante a los amigos. A Adriana, según dispuso la sentencia, le correspondió estar con su hija dos fines de semana al mes y tres tardes a la semana.
Los momentos en los que ella tenía que devolver a la niña a Javier nunca fueron agradables. Hasta cuatro personas que han presenciado las entregas describen escenas de tensión como esta: «Venían todos, la madre, la abuela, la hermana, el hermano... La hermana grabando con el móvil. Cuando se iba a cerrar la puerta del portal, mientras la niña se metía en el ascensor, sujetaban la puerta y forcejeaban para meterse gritando: “¡Carolina, Carolina, Carolina..!”».
Puesto que Javier, profesor, entraba a trabajar a la misma hora a la que la pequeña comenzaba las clases, era el abuelo paterno, Miguel, quien se encargaba de llevarla al colegio. «Muchas mañanas, la madre, sola o con la abuela o la hermana, la esperaba en el porche del colegio. “Hola, cariño, ¿pero cómo vas así, que ropa te han puesto, y esas coletas?”. Le deshacían las dos coletas y la peinaban a su gusto».
Uno de estos tiras y aflojas a las puertas del colegio público San Felices de Biblio, aseguran estas personas, acabó con una de las mujeres Ugueto tirada en el suelo y un brazo lesionado. El abuelo Miguel, que fue condenado a pagar 3.000 euros, fue denunciado varias ocasiones más.
Refieren también como frecuentes las visitas de la madre con la niña al ambulatorio de la localidad explicando que estaba enferma o malatendida. Presentó varias denuncias por maltrato contra Javier, que fueron archivadas. De vez en cuando, el coche de la nueva pareja de él aparecía rayado o con las ruedas pinchadas, hechos que no fueron denunciados. Si algún amigo le preguntaba a Javier por qué no tomaba cartas en el asunto, por qué no acudía a la Justicia, el respondía: «No vamos a entrar en su juego, vamos a llevar las cosas con calma».
LA ÚLTIMA DENUNCIA DE JAVI
Sí denunció el padre hasta en cuatro ocasiones, los incumplimientos de Adriana en las horas de entrega de la niña. La última, el domingo 26 de enero por la noche, cuando debía devolvérsela tras pasar con ella el fin de semana. La pequeña Carolina se encontraba ya en la habitación 404 del hotel Los Bracos.
A Javier le correspondía la custodia de la niña y por tanto el uso de la casa, pero acabó marchándose por las presiones de ella, según aseguran los vecinos. Por aquel entonces, Adriana subió a sus redes sociales varias informaciones con este titular: «Los divorciados no podrán usar la vivienda familiar si conviven con una nueva pareja».
También usó Facebook para, en febrero del año pasado, publicitar la venta de la casa que tenía (y tiene) con Javier. Publicaba varias fotografías, entre ellas la de la habitación de Carolina, repleta de juguetes rosa, y decía: «Muchas gracias a todos por ayudarme a difundir la venta de “la que era... mi casa”. Urge su venta. Todos sabéis la historia». El piso nunca se vendió —aseguran que porque ella no aceptó el precio— y sigue vacío.
El pasado viernes, tras prestar declaración, el juzgado de instrucción número 1 de Logroño envió a Adriana Ugueto a prisión incondicional por un presunto delito de homicidio. A pesar de la rotundidad de la decisión judicial, en su entorno cuesta creer que Adriana haya hecho daño a su hija. «Adoraba a la niña, se desvivía por ella... Yo, hasta que la autopsia no diga que no ha muerto por causas naturales, no me lo creo», dice una de las madres con las que más trataba en el colegio, quien la define como una persona «alegre, educada, encantadora».
Adriana formaba parte de la AMPA (Asociación de Madres y Padres de Alumnos), donde este año se encargaba del censo y de las actividades extraescolares. Durante un tiempo, estuvo al frente de la ludoteca municipal de Haro. Su actividad en las redes sociales reflejan a una mujer de principios, muy comprometida en la lucha contra la violencia, sobre todo si la sufren niños.
En su muro de Facebook cuelga frecuentemente carteles contra el maltrato infantil y es especialmente beligerante cuando un niño es asesinado. Tras la detención de la madre de Godella, en marzo de 2019, por la muerte de sus dos hijos, compartió este mensaje de una tuitera: «El mismo país que separa a una madre de su hijo por darle dos bofetones, permite que una drogadicta, ocupa y maltratadora, tenga a su cargo a dos bebés para que en medio de una paranoia los mate. Espero que ruede hasta la última cabeza de los servicios sociales de Godella».
Se mostraba además partidaria de la prisión permanente, pena a la que podría acabar enfrentándose ella si los resultados finales de la autopsia corroboran que Carolina no murió por causas naturales: «Si mi hijo va a comprra golosinas, me lo matan (Mari Luz) Si me divorcio y cumplo un régimen de visitas, me los matan (Ruth y Jose). Si rehago mi vida amorosa o mi ex pareja, me los matan (Gabriel)... ¿Qué más necesitáis para endurecer las leyes españolas? yo digo sí a la prisión permanente», colgó en su Facebook.
Se ha publicado que Adriana se encontraba en tratamiento psiquiátrico, pero su hermana Daniela, que ha pasado la semana en Logroño reclamando el cadáver de su madre y esperando ver qué decidía la Justicia respecto a su hermana, ha negado que visitara a ningún especialista y que tomara medicación.
En una entrevista en Telecinco, describía a su hermana Adriana como una persona «seria, tranquila, muy sensata, muy correcta». Deslizaba también, apuntalando una posible muerte natural, que la pequeña Carolina sufría «neutropenia aguda», una enfermedad que se caracteriza por la falta de determinados glóbulos blanccos pero que en ningún caso provoca una muerte repentina.
Tanto Daniela como su hermano Ramón han asegurado que no detectaron ninguna rareza en las horas previas a la desaparición en el comportamiento de Adriana y Olga. Y se encogen de hombros cuándo se les pregunta qué creen ellos que ha sucedido en la habitación 404 del hotel Los Bracos.
Es comprensible que se les escapara qué tramaban porque ninguno de ellos vivía en la casa familiar. Daniela, casada, reside con su marido y Ramón estudia en Madrid. Madre e hija residían por tanto prácticamente solas. La relación entre ambas siempre fue muy estrecha pero se afianzó aún más tras la separación, cuando comenzaron a vivir juntas.
EL APOYO DE LA ABUELA
Olga respaldó a su hija en todo, también cuando hace un par de años decidió abrir una tienda de ropa en la vecina localidad de Miranda de Ebro, a 20 km de distancia, ya en la provincia de Burgos. Las dos atendían el negocio, pero estaba a nombre de Olga. Fue un fracaso.
Dos años después de la apertura, en octubre pasado, pusieron este anuncio en sus redes sociales, endulzorando al quiebra: «Siguiendo las tendencias de las nuevas tecnologías, masQmarcas [así se llamaba] cierra su tienda física para darle paso 100% a la era virtual a traves de www.masquemarcasmiranda. com». La tienda online nunca llegó a estar operativa y la física les dejo importantes deudas.
«La personalidad fuerte de la familia era la abuela, la que tomaba todas las decisiones del negocio, la que llevaba las riendas», dice uno de los proveedores con los que trabajaban, aturdido tras conocer la noticia. «Sabía de los problemas de Adriana con su ex y de las deudas de la tienda, pero nunca, nunca, podría esperar una cosa así? Se sabe ya qué ha sucedido?», pregunta buscando una respuesta al enigma de lo acontecido en la habitación 404 .
La secuencia de lo conocido es la siguiente. La madrugada del domingo 26 de enero, Olga, Adriana y su hija se instalan en el hotel Los Bracos de Logroño, cuatro estrellas, 120 euros la noche. Unas horas después, la abuela abandona el establecimiento. La mañana del día siguiente, lunes 27, un vecino del hotel ve a una mujer sentada en el alféizar de una de las ventanas de la cuarta planta, en lo que parece un intento de su***dio. Llama al hotel y éste a su vez a la Policía. Cuando los agentes acceden a la habitación 404, la mujer sigue en la ventana. En la cama hallan el cadaver de una niña de cinco años cubierto con una manta. La madre se encuentra como ida, semi ausente, y es ingresada en la unidad psiquiátrica del hospital De San Pedro.
En la escena falta la abuela, a la que comienzan a buscar esperando que arroje luz a lo ocurrido. Un día después, martes, aparece muerta en el río Ebro, presumiblemente tras arrojarse voluntariamente.
En la resolución del caso y en ls reconstrucción de los hechos será clave el informe final de la autopsia al cadáver de niña. Deberá aclarar si murió asfixiada, drogada o si cabe la remota posibilidad de una muerte natural. Varias muestras de sus órganos han sido enviadas a Madrid, pero los resultados tardarán varias semanas. Crucial es también saber a qué hora murió. ¿Antes o después de que su abuela se marchara?
 
POR ANA MARÍA ORTIZ

02/02/2020

UNA NIÑA MUERTA EN
LA HABITACIÓN 404

Viaje al rompecabezas del ‘crimen’ de la pequeña Carolina,
a la que su madre y su abuela ‘secuestraron’ para no devolvérsela a su padre, que tenía la custodia. En Haro todos recuerdan la obsesión enfermiza de las mujeres por deshacerle las coletas que le hacía su padre. Un relato de terror en el que lo único cierto
por ahora es su muerte. Está por definir del todo
el papel de su madre, que intentó suicidarse desde la ventana de la 404 y no
lo hizo. Y el de su abuela, que dejó la habitación y terminó, muerta también, en las aguas del río Ebro a su paso por Logroño

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Gracias chic@s. Fue el regalo más grande de estos Reyes. Aunque hoy ha hecho un mes. Pesa 3,620 kg y mide 52,5 cm. Todo va muy rápido». El 28 de enero de 2015, Adriana Ugueto colgaba en su Facebook una fotografía de su hija Carolina y escribía estas líneas para agradecer los mensajes en los que la felicitaban y elogiaban a la pequeña. La niña habría nacido el 28 de diciembre de 2014, el día de los Santos Inocentes, según citaba la madre en este post.
Pese a la dicha que sus palabras transmitían, en aquel momento su relación con Javier, el padre de Carolina, se hallaba ya en un punto de ruptura del que no habría retorno. «Me lo encontré cuando la niña sólo tenía una mes y le pregunté: “¿Qué tal, Javi, cómo va la niña?”. Y me dijo llorando que se iba a separar».
A los vecinos del barrio donde residió la pareja, en la localidad riojana de Haro, muy cerca del cuartel de la Guardia Civil, les unen esta semana dos cosas. Primero: el desquicie de tratar de resolver el puzzle de lo sucedido entre la tarde del domingo y la mañañana del lunes en la habitacion 404 del hotel Los Bracos de Logroño, a unos 50 kilómetros de distancia. Qué pasó allí exactamente para que la estancia acabara con la pequeña Carolina fallecida, envuelta en una manta en la cama; la madre, Adriana, sentada en el alfeizar de la ventana con varios cortes en los brazos, y la abuela, Olga, precipitada al río Ebro, también cadáver.
El segundo punto en la que coinciden es en defender a Javier sin fisuras y en adjudicar a Adriana el papel de mala de una película a la que nadie le habría adivinado un final tan atroz. «Él es muy buena persona», cuentan en su rellano. «Ella también lo era, pero a raíz de tener a la cría, no sé si una depresión postparto o qué, cambió radicalmente. Javi se separó desde que tuvo a la cría, en un mes desapareció de la casa. Se fue a vivir con sus padres».
Adriana Ugueto nació el 5 de junio de 1984 en Venezuela, pero con sólo 13 años se trasladó a España con sus padres, también venezolanos: Olga, de 57 años, y Ramón, ingeniero, según su currículo, de 62 años. El hombre, que trabaja para una multinacional especializada en la construcción de plantas industriales, pasa mucho tiempo fuera de Haro, pero permanece estos días encerrado en su piso con el pequeño de sus hijos. Sólo se asoma al balcón para espantar a los periodistas que lo esperan abajo para que les conceda una entrevista.
Fue el hijo, también de nombre Ramón, quien dio la alerta al despertarse el domingo por la mañana y descubrir que ni su madre, ni su hermana —tampoco la niña— estaban en casa. La noche anterior, sábado, ambas se habían despedido para irse a dormir con total normalidad. Ramón se acostó a las 02.30 horas. Poco después debieron abandonar silenciosamente la vivienda porque entraron en el Hotel Los Bracos de Logroño con la niña en brazos, dormida, la madrugada del ya domingo.
Cuando a Ramón lo despertó el perro, a las 07.30 horas, la casa estaba vacía. Los teléfonos móviles de ambas seguían allí. No habían dejado ninguna nota que avisara de una salida imprevista. Se habían marchado con lo puesto. Ramón se extrañó y llamó entonces a su otra hermana, Daniela, por si ella sabía algo. Nada. Se pusieron en contacto con los hospitales pensando en un accidente o alguna emergencia y alertaron también a la Guardia Civil. En la mañana del día siguiente, lunes, Ramón puso la casa patas arriba buscando una pista sobre su paradero y encontró siete folios manuscritos en la que manifestaban su intención de quitarse la vida y mencionaban también a la niña, pero no que fueran a hacerle daño.
ASÍ SE CONOCIERON
Adriana Ugueto conoció a Javier, profesor de Educación Física, en el gimnasio de la localidad al que ambos acudían. Ella también se había graduado en Magisterio, en la Universidad de Burgos, pero nunca consiguió la plaza como docente. Pronto hicieron planes de futuro y compraron juntos una casa que compartieron durante dos años, hasta semanas después de nacer Carolina. Nunca se casaron.
Personas del entorno de Javier, conocedoras de cómo fue el proceso de separación, explican que mientras se resolvía judicialmente la batalla por la custodia de Carolina, durante un tiempo se estableció que la niña permaneciera en el domicilio familiar y que fueran los padres quienes se turnaran semanalmente. «Pero cuando le tocaba a él se encontraba la casa completamente destrozada y medio vacía. Los juguetes de la niña no estaban, no había platos, todo sucio, aceite en el suelo de la terraza, la calefacción sin funcionar porque le había vaciado el agua... No podía vivir aquí», aseguran estas fuentes.
Hace un par de años, cuando Carolina tenía tres, la Justicia se pronunció definitivamente y lo hizo a favor de Javier: «¡Me han dado la custodia!», fue comunicando exultante a los amigos. A Adriana, según dispuso la sentencia, le correspondió estar con su hija dos fines de semana al mes y tres tardes a la semana.
Los momentos en los que ella tenía que devolver a la niña a Javier nunca fueron agradables. Hasta cuatro personas que han presenciado las entregas describen escenas de tensión como esta: «Venían todos, la madre, la abuela, la hermana, el hermano... La hermana grabando con el móvil. Cuando se iba a cerrar la puerta del portal, mientras la niña se metía en el ascensor, sujetaban la puerta y forcejeaban para meterse gritando: “¡Carolina, Carolina, Carolina..!”».
Puesto que Javier, profesor, entraba a trabajar a la misma hora a la que la pequeña comenzaba las clases, era el abuelo paterno, Miguel, quien se encargaba de llevarla al colegio. «Muchas mañanas, la madre, sola o con la abuela o la hermana, la esperaba en el porche del colegio. “Hola, cariño, ¿pero cómo vas así, que ropa te han puesto, y esas coletas?”. Le deshacían las dos coletas y la peinaban a su gusto».
Uno de estos tiras y aflojas a las puertas del colegio público San Felices de Biblio, aseguran estas personas, acabó con una de las mujeres Ugueto tirada en el suelo y un brazo lesionado. El abuelo Miguel, que fue condenado a pagar 3.000 euros, fue denunciado varias ocasiones más.
Refieren también como frecuentes las visitas de la madre con la niña al ambulatorio de la localidad explicando que estaba enferma o malatendida. Presentó varias denuncias por maltrato contra Javier, que fueron archivadas. De vez en cuando, el coche de la nueva pareja de él aparecía rayado o con las ruedas pinchadas, hechos que no fueron denunciados.

Leyendo esto ,con la hermana de por medio, como otra desquiciada más, debo decir que no me dan ninguna ningún ninguna pena ellas. La niña sí, que debió haber dejado de relacionarse con esas taradas hace mucho tiempo. Qué asco de familia, de malas personas y de mierdas humanas. Lo que esperaba a esa pobre niña era una infancia de mierda , una adolescencia igual , completamente manipulada, dónde seguramente se hablarían pestes del padre , puras mentiras.

Pobre padre y pobres abuelos paternos. Lo que han tenido que sufrir y encima ahora la niña asesinada.
 
Sí, pero no creo que le quitaran la custodia de una niña casi bebé por estar obsesionada con el ex.
he leído que en las cartas dan a entender que se llevaban también a la niña, pero que en ningún momento explicitamnte.
Por supuesto no te quitan la custodia por eso, solo digo que si se presentan semana sí y semana también al juzgado para poner denuncias sin sustancia ... Quizás haga pensar que no estás del todo cuerda como para cuidar a tu hija.
 
Va a ser una de esas cosas que suelen salir en estas noticias de las que no se supo nunca el origen y ahí quedaron. Yo pienso que la madre no volvió a casa y si ya había manifestado por escrito su intención de suicidarse, tampoco tenía sentido una carta de "re-su***dio".
Es que no tiene sentido. La abuela sale del hotel el domingo por la tarde y los dos hijos (y el padre de la niña) ya estaban hablando con la GC. A la niña la encuentran el lunes a las 9:30 de la mañana. ¿Para qué va a pasar por casa si dejaron los móviles allí para que no las localizaran? es absurdo.
 
Ay cotis, que acabo de leer esto.
Que la abuela había sido victima de un timo amoroso de 100.000 euros . :eek: :eek:

Acababa d leerlo yo aqui

 
Leyendo esto ,con la hermana de por medio, como otra desquiciada más, debo decir que no me dan ninguna ningún ninguna pena ellas. La niña sí, que debió haber dejado de relacionarse con esas taradas hace mucho tiempo. Qué asco de familia, de malas personas y de mierdas humanas. Lo que esperaba a esa pobre niña era una infancia de mierda , una adolescencia igual , completamente manipulada, dónde seguramente se hablarían pestes del padre , puras mentiras.

Pobre padre y pobres abuelos paternos. Lo que han tenido que sufrir y encima ahora la niña asesinada.
Sí. Menudo nido de víboras!.
Pobre criatura.
Esa familia no me da ninguna pena. Vaya gentuza
Me da pena el padre y la familia paterna
 
Este es un párrafo de una noticia de hoy:

Los Ugueto Febles son de origen venezolano. Llegaron a España hace 23 años y, tras recalar en Canarias, se mudaron a Haro (La Rioja) hace 12 por motivos laborales del progenitor, Ramón Ugueto, ingeniero. Los vecinos aseguran que la pareja se había separado y que por eso Olga estaba un poco «decaída». Daniela lo desmiente y asegura que las estancias de su padre en Madrid eran por motivos de trabajo.

Entonces la abuela según la hija seguía casada con el padre y al mismo tiempo ha sido estafada 100000 euros por un timo amoroso???

Y siempre recalcando que estaban muy unidas.

Y el hermano diciendo en las redes sociales que a su hermana la maltrataban psicológicamente y utilizaban a la niña.
 

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