El Tribunal de Cuentas: el ente que fiscaliza a políticos y está copado por los partidos

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El organismo encargado de auditar las cuentas de los partidos, marcado por las sospechas de enchufismo, mantiene desde 2012 una clara mayoría conservadora

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La presidenta del Tribunal de Cuentas, María José de la Fuente. EUROPA PRESS
Elena Herrera
30 de agosto de 2020 21:27h
0
@herrera_elena

Se llama Tribunal de Cuentas pero no es ningún juzgado y tampoco está sometido al Poder Judicial. El máximo órgano fiscalizador del Estado es quien vigila la contabilidad de las formaciones políticas, de sus fundaciones y de los organismos públicos, que no pasan por la lupa de la Agencia Tributaria salvo que medie la intervención de un juez si hay sospechas de delito. Pero lo llamativo es que el ente que vigila qué uso hacen administraciones y partidos del dinero público que reciben está controlado por los propios partidos.

Ninguno de los grandes casos de corrupción de los últimos años –Gürtel, Bárcenas, Púnica, ERE de Andalucía, Palau...– ha surgido de sus fiscalizaciones.





El Tribunal de Cuentas deberá identificar a sus cargos eventuales de confianza tras una denuncia de Civio


Sus doce consejeros son elegidos por el Congreso y el Senado –seis cada uno– por mayoría de tres quintos entre censores jurados de cuentas, magistrados, abogados o economistas de reconocida competencia y con más de 15 años de ejercicio profesional, según establece la ley. En la práctica se trata de una institución muy influenciada por los dos grandes partidos, PP y PSOE, que hasta ahora siempre se han puesto de acuerdo para repartirse los puestos cuando expira cada mandato, con una duración de nueve años.

El último proceso de renovación tuvo lugar en julio de 2012, cuando Mariano Rajoy gobernaba con mayoría absoluta. Entonces el bipartidismo reunía 296 de los 350 diputados del Congreso –ahora suman 209– y no existían partidos como Podemos, Ciudadanos o Vox. El Tribunal de Cuentas mantiene desde aquel momento una mayoría conservadora acrecentada por la renuncia en enero de 2018 del exsenador del PSC Lluís Amet, elegido consejero a propuesta de los socialistas. No ha sido sustituido. En este momento, el PP tiene siete consejeros y el PSOE, cuatro, uno de ellos consensuado con IU. Entre ellos, la exministra del PP Margarita Mariscal de Gante o Manuel Aznar, hermano del expresidente.

Los conservadores también ostentan la presidencia, que en 2018 recayó en María José de la Fuente, sobrina del exministro franquista Licinio de la Fuente, nombrada consejera por el Congreso a propuesta del PP. Su predecesor en el cargo, el exdiputado de UCD Ramón Álvarez de Miranda, es hijo del que fuera presidente del Congreso y Defensor del Pueblo. Aunque el órgano se renueva cada nueve años, Álvarez de Miranda lleva en la institución más de treinta, desde 1984. No es el único miembro que ha permanecido durante décadas. Ubaldo Nieto, también expresidente del ente y cuyo nombre estuvo salpicado de polémica tras aparecer como donante del PP en las notas contables de Luis Bárcenas, trabajó para el organismo durante 22 años.

En julio de 2018 también se renovó la comisión de gobierno del Tribunal de Cuentas, la de más poder del organismo porque distribuye los asuntos entre las secciones. Desde entonces está controlada al 100% por el PP. Sus tres miembros –la presidenta María José de la Fuente y los presidentes de las secciones de fiscalización y enjuiciamiento, Javier Medina y José Manuel Suárez Robledano, respectivamente– fueron elegidos a propuesta de los conservadores. Es la primera vez en democracia que ocurre esto. Esta configuración fue impuesta por los siete consejeros del PP, que con su holgada mayoría dejaron sin margen a los cuatro socialistas.


El Tribunal de Cuentas, con un presupuesto anual de 63 millones de euros –según las últimas cuentas vigentes, de 2018–, ofrece algunos de los sueldos más altos de la Administración. Su presidenta percibirá este año 122.168 euros brutos. La misma cantidad se asigna a los presidentes de sección y a los consejeros. Es un 44% más de lo que reciben el jefe del Ejecutivo o los vicepresidentes del Gobierno y solo está por debajo de lo que cobra el presidente del Tribunal Constitucional o el del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo. Además, un funcionario del órgano fiscalizador cobra un 30% más de sueldo que un equivalente suyo de otra administración, de ahí que sus plazas sean muy codiciadas, según informó El País.

El caso de Ana Botella

Además de la fiscalización de los fondos públicos, el Tribunal de Cuentas tiene encomendada una jurisdicción contable para el enjuiciamiento de quienes causen menoscabo en los caudales públicos. En el marco de esta competencia –que es compatible con la potestad sancionadora y con la actuación de los tribunales en la vía penal–, el tribunal enjuició a la exalcaldesa de Madrid Ana Botella y a siete cargos de su Gobierno por vender 1.860 viviendas públicas protegidas a dos sociedades del fondo buitre Blackstone a un precio por debajo de mercado.

Botella y el resto de altos cargos fueron condenados en primera instancia a pagar 25,7 millones de euros en concepto de responsabilidad contable por permitir la enajenación por 128 millones de euros, 23 millones menos de su valor real. Sin embargo, la sentencia fue revocada meses después, en julio de 2019. La absolución, por dos votos contra uno, la firmaban dos consejeros propuestos por el PP: los citados Mariscal de Gante y Suárez Robledano, que entendieron que ambas partes llegaron a un "punto de equilibrio de mercado" en un momento de caída de los precios de la vivienda. Votó en contra Felipe García, consejero propuesto por el PSOE, que mantuvo que la operación fue "lesiva" para el patrimonio municipal como había esgrimido el tribunal en un primer momento.

El foco se ha puesto de nuevo recientemente sobre esta institución después de que su fiscal jefe, Ángel Torres Morato –que depende funcionalmente de la Fiscalía General del Estado–, encontrara indicios de contratación supuestamente irregular de la consultora Neurona por parte de Podemos en las últimas elecciones generales, según adelantó la Cadena Ser. El fiscal, que ha pedido llevar el caso a la Justicia ordinaria, sospecha que un contrato de 290.000 euros pudo ser simulado, lo que podría ser constitutivo de delitos de fraude electoral y falsedad en documento mercantil. Se trata, en todo caso, de una investigación que está en una fase muy incipiente.

Sospechas de nepotismo

Los nombramientos a dedo van más allá de los que hacen los partidos con los consejeros. El organismo vivió su mayor crisis reputacional en 2013 cuando se desveló que una buena parte de la plantilla está compuesta por familiares de altos cargos. De los alrededor de 700 trabajadores que conforman la plantilla, un centenar tiene lazos familiares con altos cargos del organismo y antiguos consejeros, según desveló El País.

Uno de los casos de nepotismo más escandalosos lo protagonizaron el que fuera su presidente hasta 2018, Ramón Álvarez de Miranda, y el actual presidente de la sección de Fiscalización, Javier Medina Guijarro. Al menos hasta 2014, cuando el diario de Prisa publicó esa información, estaban en plantilla una concuñada de Ramón Álvarez de Miranda y un sobrino. También trabajaban en la institución la esposa y dos hermanos de Medina Guijarro, que sigue ocupando la máxima responsabilidad en la sección de Fiscalización; así como una pariente lejana de su cónyuge. En 2016, el Tribunal Supremo anuló el intento de nombrar a dedo a uno de sus hermanos como subdirector técnico y condenó al Tribunal de Cuentas a pagar 9.000 euros en costas.

No es la única polémica relacionada con la plantilla que ha tenido que afrontar el tribunal. Y es que al ente que vigila la financiación de los partidos y si sus actos al frente de las instituciones se hacen de manera correcta le cuesta ser transparente. El pasado diciembre, el Tribunal Supremo falló que el tribunal había infringido el derecho de acceso a información pública de la Fundación Ciudadana Civio tras negarse a identificar a sus cargos eventuales de confianza a petición de este colectivo.

Otra de las sospechas que han sobrevolado sobre el Tribunal de Cuentas es la lentitud que ha imperado en algunas ocasiones en la fiscalización que ha realizado sobre las organizaciones políticas. Ejemplo de ello es lo que ocurrió en 2013, cuando la fiscalización de las cuentas de los partidos llegó al Congreso con cinco años de retraso. Las posibles irregularidades que hubieran podido detectarse en las cuentas de 2008, auditadas cinco años después, habrían prescrito después de que el PP aprobara en 2012 un plazo de prescripción de cuatro años para los delitos de financiación irregular. En los últimos años el tribunal sí ha hecho un esfuerzo por acabar con esas gigantescas demoras. Por ejemplo, los informes de fiscalización de las elecciones generales del 28 de abril de 2019 se publicaron a finales del pasado julio. Es decir, 15 meses después de celebrarse.



¿Y quien controla a éste Tribunal tan ""imparcial"" ¡Que raudo y veloz para algunos temas y que desidia para otros!

Es lo que hay en éste país tan ""democrático"" o_Oo_Oo_O

Es lo que tenemos en ¡¡HESPAÑA!!
 

La cara oculta del Tribunal de Cuentas​


Antoni Bayona Rocamora
Letrado del Parlament

Fotografía de archivo de la sede principal del Tribunal de Cuentas.
EUROPA PRESS
5 de julio de 2021 23:01h
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El Tribunal de Cuentas es centro de atención por el procedimiento de responsabilidad contable seguido contra autoridades y altos cargos de la Generalitat por actuaciones relacionadas con el procés. Se ha abierto un debate público sobre esta actuación que afecta, de manera especial, a la independencia e imparcialidad del Tribunal de Cuentas, e incide también sobre su función de enjuiciamiento contable, es decir, sobre su actuación jurisdiccional.

Una aproximación seria y rigurosa a este debate debe partir, en mi opinión, de la consideración previa de que existen diversos sistemas de control de cuentas con diferencias importantes entre las instituciones que se dedican a ello. Para exponerlo lo más sintéticamente posible, se puede distinguir entre dos grandes modelos: un modelo de influencia anglosajona (conocido como Westminster) que funciona en Gran Bretaña, Alemania y algunos países nórdicos; y el modelo judicial (también conocido como napoleónico) que funciona en países del sur de Europa como Francia o España.

Son dos modelos que presentan diferencias importantes entre sí, siendo especialmente dos las que interesa destacar. El modelo anglosajón solo ejerce normalmente funciones de control financiero y su composición la integran personas expertas en financiación, contabilidad y auditoría. En cambio, el modelo judicial o napoleónico ejerce una función de control de cuentas desde la perspectiva de la legalidad y suma a esta función la de enjuiciamiento contable, esto es, una función de contenido jurisdiccional que le permite exigir responsabilidades a los gestores de fondos públicos; por esta razón, los miembros que integran este tipo de órganos suelen ser normalmente miembros de la carrera judicial.

Cada modelo tiene sus ventajas e inconvenientes y no es objeto de este artículo entrar en el fondo de ello. Pero sí interesa destacar algo que tiene bastante que ver con el debate político y social que ha producido la actuación del Tribunal de Cuentas relacionada con los gastos derivados de la promoción internacional del procés.

La función del modelo anglosajón no tiene como objeto principal el control de legalidad del gasto, sino analizar si los gestores públicos han utilizado los recursos, además de hacerlo de acuerdo con la ley, de la manera más eficiente para el interés general. Es una función fiscalizadora que va más allá de la legalidad formal e incide de lleno en el buen gobierno, considerado desde la perspectiva del análisis financiero. En cambio, la función del modelo judicial se proyecta sobre el control de la legalidad del gasto en sentido estricto, que se ejerce mediante la función fiscalizadora propiamente dicha, y también sobre el enjuiciamiento contable que permite juzgar y exigir responsabilidades a los gestores públicos.

Es evidente que estamos ante modelos distintos y esta diferencia debería tener su reflejo sobre la composición de estas instituciones de control. Si no hay función jurisdiccional, los criterios de elección de los miembros se relativizan y puede aceptarse un mayor margen de intervención política en la designación, preservando siempre la idoneidad técnica de los designados. En cambio, si se trata de actuar materialmente como una jurisdicción, la existencia de este margen en la designación resulta difícil de justificar, pues el ejercicio de un poder de naturaleza jurisdiccional debe recaer, como principio general, en miembros de la carrera judicial para garantizar la independencia e imparcialidad del órgano.

En mi opinión, el sistema de designación del Tribunal de Cuentas español no se ajusta bien a este requerimiento por razón de sus funciones. No responde exactamente al modelo judicial que quiere ser, porque sus miembros no son magistrados o jueces y su designación corresponde a un órgano político (las Cortes Generales). Un sistema de designación que no contribuye, desde luego, a construir una imagen de independencia e imparcialidad del Tribunal de Cuentas.

Se me podría responder diciendo que el Tribunal Constitucional también tiene un sistema de designación parecido. Sin embargo, no creo que la comparación sirva por la diferente naturaleza de las dos jurisdicciones. La jurisdicción contable puede tener un impacto directo sobre el patrimonio de las personas que la acerca mucho a la función jurisdicción ordinaria y la aleja notablemente de la naturaleza que tiene la jurisdicción constitucional.

A mi modo de ver, de ello se extrae una conclusión bastante clara. Si se funciona de acorde con el modelo judicial hay que ser coherente con ello, sobre todo cuando la misma Constitución nos dice que los miembros del Tribunal de Cuentas han de tener la independencia y las garantías de inamovilidad propias de los jueces y no impone un sistema de designación concreto, como sí hace con el Tribunal Constitucional. El sistema de designación es una opción del legislador y lo sucedido ahora con las actuaciones relacionadas con el procés pone de relieve que no es la más adecuada. El problema es suficientemente importante y debería suscitar una seria reflexión al respecto.

El sistema actual de designación plantea otro problema. El Convenio Europeo de Derechos Humanos ampara el derecho de los ciudadanos a que sus causas sean juzgadas por tribunales independientes e imparciales, existiendo una doctrina consolidada del Tribunal Europeo en el sentido que esta independencia e imparcialidad debe poder apreciarse de manera objetiva, esto es, creando ante los ciudadanos una apariencia y una confianza de que el órgano judicial actúa de acuerdo con estos principios. Y esto es muy difícil que pueda ocurrir en nuestra cultura jurídica cuando sus miembros son designados por un método netamente político y cuando se da la circunstancia de que el Tribunal interviene sobre una cuestión que tiene una connotación tan política como tiene el procés.

También hay otro problema de fondo que plantea la actuación del Tribunal de Cuentas en este caso. Me refiero a lo que está juzgando realmente en el procedimiento tramitando contra las autoridades y cargos públicos catalanes. De acuerdo con la ley reguladora del funcionamiento del Tribunal, la responsabilidad contable existe cuando en la gestión de caudales públicos se produce, por dolo, culpa o negligencia grave, un menoscabo económico como consecuencia de acciones u omisiones contrarias a las normas presupuestarias y de contabilidad. Es un control de legalidad que no debe confundirse nunca con el uso de los recursos para un objetivo político impulsado por un Gobierno democrático.

El Tribunal Constitucional dejó muy claro en la sentencia 42/2014 (relativa al derecho a decidir) que defender y promover la independencia debe considerarse como un proyecto político legítimo que no es incompatible con una Constitución que no exige adhesión, sin excluir de esa acción a los poderes públicos.

Las instituciones catalanas y sus autoridades han sido depositarias en los últimos años de un mandato democrático que implica promover y defender el proyecto independentista, incluyendo su proyección internacional pues ésta es esencial en una cuestión de esta naturaleza.

Esta actuación está amparada por la jurisprudencia constitucional y no hay ninguna norma presupuestaria o contable que la convierta en ilegal.

La Generalitat tiene competencias reconocidas estatutariamente sobre la acción exterior y, al mismo tiempo, está legitimada para promover políticamente el proyecto independentista, sin que esta finalidad pueda ser considerada, en sí misma, un mal uso de los caudales públicos.

Si hubiera algo que juzgar sería, acaso, el incumplimiento de la legalidad presupuestaria y contable en la acción exterior, no la acción política de promover internacionalmente el procés, como tal. Esto debería estar claro, pero no parece que sea así para muchas personas.

 
El organismo encargado de auditar las cuentas de los partidos, marcado por las sospechas de enchufismo, mantiene desde 2012 una clara mayoría conservadora

Ver el archivo adjunto 1582995


La presidenta del Tribunal de Cuentas, María José de la Fuente. EUROPA PRESS
Elena Herrera
30 de agosto de 2020 21:27h
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Se llama Tribunal de Cuentas pero no es ningún juzgado y tampoco está sometido al Poder Judicial. El máximo órgano fiscalizador del Estado es quien vigila la contabilidad de las formaciones políticas, de sus fundaciones y de los organismos públicos, que no pasan por la lupa de la Agencia Tributaria salvo que medie la intervención de un juez si hay sospechas de delito. Pero lo llamativo es que el ente que vigila qué uso hacen administraciones y partidos del dinero público que reciben está controlado por los propios partidos.

Ninguno de los grandes casos de corrupción de los últimos años –Gürtel, Bárcenas, Púnica, ERE de Andalucía, Palau...– ha surgido de sus fiscalizaciones.





El Tribunal de Cuentas deberá identificar a sus cargos eventuales de confianza tras una denuncia de Civio


Sus doce consejeros son elegidos por el Congreso y el Senado –seis cada uno– por mayoría de tres quintos entre censores jurados de cuentas, magistrados, abogados o economistas de reconocida competencia y con más de 15 años de ejercicio profesional, según establece la ley. En la práctica se trata de una institución muy influenciada por los dos grandes partidos, PP y PSOE, que hasta ahora siempre se han puesto de acuerdo para repartirse los puestos cuando expira cada mandato, con una duración de nueve años.

El último proceso de renovación tuvo lugar en julio de 2012, cuando Mariano Rajoy gobernaba con mayoría absoluta. Entonces el bipartidismo reunía 296 de los 350 diputados del Congreso –ahora suman 209– y no existían partidos como Podemos, Ciudadanos o Vox. El Tribunal de Cuentas mantiene desde aquel momento una mayoría conservadora acrecentada por la renuncia en enero de 2018 del exsenador del PSC Lluís Amet, elegido consejero a propuesta de los socialistas. No ha sido sustituido. En este momento, el PP tiene siete consejeros y el PSOE, cuatro, uno de ellos consensuado con IU. Entre ellos, la exministra del PP Margarita Mariscal de Gante o Manuel Aznar, hermano del expresidente.

Los conservadores también ostentan la presidencia, que en 2018 recayó en María José de la Fuente, sobrina del exministro franquista Licinio de la Fuente, nombrada consejera por el Congreso a propuesta del PP. Su predecesor en el cargo, el exdiputado de UCD Ramón Álvarez de Miranda, es hijo del que fuera presidente del Congreso y Defensor del Pueblo. Aunque el órgano se renueva cada nueve años, Álvarez de Miranda lleva en la institución más de treinta, desde 1984. No es el único miembro que ha permanecido durante décadas. Ubaldo Nieto, también expresidente del ente y cuyo nombre estuvo salpicado de polémica tras aparecer como donante del PP en las notas contables de Luis Bárcenas, trabajó para el organismo durante 22 años.

En julio de 2018 también se renovó la comisión de gobierno del Tribunal de Cuentas, la de más poder del organismo porque distribuye los asuntos entre las secciones. Desde entonces está controlada al 100% por el PP. Sus tres miembros –la presidenta María José de la Fuente y los presidentes de las secciones de fiscalización y enjuiciamiento, Javier Medina y José Manuel Suárez Robledano, respectivamente– fueron elegidos a propuesta de los conservadores. Es la primera vez en democracia que ocurre esto. Esta configuración fue impuesta por los siete consejeros del PP, que con su holgada mayoría dejaron sin margen a los cuatro socialistas.


El Tribunal de Cuentas, con un presupuesto anual de 63 millones de euros –según las últimas cuentas vigentes, de 2018–, ofrece algunos de los sueldos más altos de la Administración. Su presidenta percibirá este año 122.168 euros brutos. La misma cantidad se asigna a los presidentes de sección y a los consejeros. Es un 44% más de lo que reciben el jefe del Ejecutivo o los vicepresidentes del Gobierno y solo está por debajo de lo que cobra el presidente del Tribunal Constitucional o el del Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo. Además, un funcionario del órgano fiscalizador cobra un 30% más de sueldo que un equivalente suyo de otra administración, de ahí que sus plazas sean muy codiciadas, según informó El País.

El caso de Ana Botella

Además de la fiscalización de los fondos públicos, el Tribunal de Cuentas tiene encomendada una jurisdicción contable para el enjuiciamiento de quienes causen menoscabo en los caudales públicos. En el marco de esta competencia –que es compatible con la potestad sancionadora y con la actuación de los tribunales en la vía penal–, el tribunal enjuició a la exalcaldesa de Madrid Ana Botella y a siete cargos de su Gobierno por vender 1.860 viviendas públicas protegidas a dos sociedades del fondo buitre Blackstone a un precio por debajo de mercado.

Botella y el resto de altos cargos fueron condenados en primera instancia a pagar 25,7 millones de euros en concepto de responsabilidad contable por permitir la enajenación por 128 millones de euros, 23 millones menos de su valor real. Sin embargo, la sentencia fue revocada meses después, en julio de 2019. La absolución, por dos votos contra uno, la firmaban dos consejeros propuestos por el PP: los citados Mariscal de Gante y Suárez Robledano, que entendieron que ambas partes llegaron a un "punto de equilibrio de mercado" en un momento de caída de los precios de la vivienda. Votó en contra Felipe García, consejero propuesto por el PSOE, que mantuvo que la operación fue "lesiva" para el patrimonio municipal como había esgrimido el tribunal en un primer momento.

El foco se ha puesto de nuevo recientemente sobre esta institución después de que su fiscal jefe, Ángel Torres Morato –que depende funcionalmente de la Fiscalía General del Estado–, encontrara indicios de contratación supuestamente irregular de la consultora Neurona por parte de Podemos en las últimas elecciones generales, según adelantó la Cadena Ser. El fiscal, que ha pedido llevar el caso a la Justicia ordinaria, sospecha que un contrato de 290.000 euros pudo ser simulado, lo que podría ser constitutivo de delitos de fraude electoral y falsedad en documento mercantil. Se trata, en todo caso, de una investigación que está en una fase muy incipiente.

Sospechas de nepotismo

Los nombramientos a dedo van más allá de los que hacen los partidos con los consejeros. El organismo vivió su mayor crisis reputacional en 2013 cuando se desveló que una buena parte de la plantilla está compuesta por familiares de altos cargos. De los alrededor de 700 trabajadores que conforman la plantilla, un centenar tiene lazos familiares con altos cargos del organismo y antiguos consejeros, según desveló El País.

Uno de los casos de nepotismo más escandalosos lo protagonizaron el que fuera su presidente hasta 2018, Ramón Álvarez de Miranda, y el actual presidente de la sección de Fiscalización, Javier Medina Guijarro. Al menos hasta 2014, cuando el diario de Prisa publicó esa información, estaban en plantilla una concuñada de Ramón Álvarez de Miranda y un sobrino. También trabajaban en la institución la esposa y dos hermanos de Medina Guijarro, que sigue ocupando la máxima responsabilidad en la sección de Fiscalización; así como una pariente lejana de su cónyuge. En 2016, el Tribunal Supremo anuló el intento de nombrar a dedo a uno de sus hermanos como subdirector técnico y condenó al Tribunal de Cuentas a pagar 9.000 euros en costas.

No es la única polémica relacionada con la plantilla que ha tenido que afrontar el tribunal. Y es que al ente que vigila la financiación de los partidos y si sus actos al frente de las instituciones se hacen de manera correcta le cuesta ser transparente. El pasado diciembre, el Tribunal Supremo falló que el tribunal había infringido el derecho de acceso a información pública de la Fundación Ciudadana Civio tras negarse a identificar a sus cargos eventuales de confianza a petición de este colectivo.

Otra de las sospechas que han sobrevolado sobre el Tribunal de Cuentas es la lentitud que ha imperado en algunas ocasiones en la fiscalización que ha realizado sobre las organizaciones políticas. Ejemplo de ello es lo que ocurrió en 2013, cuando la fiscalización de las cuentas de los partidos llegó al Congreso con cinco años de retraso. Las posibles irregularidades que hubieran podido detectarse en las cuentas de 2008, auditadas cinco años después, habrían prescrito después de que el PP aprobara en 2012 un plazo de prescripción de cuatro años para los delitos de financiación irregular. En los últimos años el tribunal sí ha hecho un esfuerzo por acabar con esas gigantescas demoras. Por ejemplo, los informes de fiscalización de las elecciones generales del 28 de abril de 2019 se publicaron a finales del pasado julio. Es decir, 15 meses después de celebrarse.



¿Y quien controla a éste Tribunal tan ""imparcial"" ¡Que raudo y veloz para algunos temas y que desidia para otros!

Es lo que hay en éste país tan ""democrático"" o_Oo_Oo_O

Es lo que tenemos en ¡¡HESPAÑA!!
El Tribunal Supremo. Si tu pregunta iba en serio y no era una excusa como otra cualquiera para meterte con España. Que por cierto es una institución que existe en no sé si todos pero desde luego muchísimos Estados. Igual es que crees que no deben controlarse las cuentas de partidos y comunidades autónomas? O que solo está bien cuando piden dinero a políticos del PP, que también lo han hecho?
 

La Cámara de Cuentas detectó gastos fuera de contrato por 3,3 millones en Telemadrid en la primera etapa con Sánchez al frente​

  • La auditoría localizó a través de las actas del comité de compras y del sistema informático múltiples abonos "que no constaban en la relación de contratos entregada porque no se habían tramitado a través del procedimiento contractual correspondiente"
  • La suma total para el periodo 2008-2015 ascendía a 8,88 millones pero casi el 40% de los pagos eran de la etapa en que el ahora recién nombrado administrador provisional ocupaba el cargo de director general: de julio de 2011 a octubre de 2014
  • El director financiero, que ya lo era en aquel momento, asegura que se trataba de compras que requerían "inmediatez" y que no hubo nada “fuera de lo normal” ni “comidas ni viajes”: pero solo en los cinco primeros años el informe incluye 1,89 millones en viajes sin tramitación previa

Supongo que les habrá exigido que devuelvan ese dinero como a los catalanes ¿verdad?

¿O solo se exige a unos y a otros no según quienes sean?

 
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