El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Casas de San Juan ( Teruel)



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Formidable colaboración de Montserrat Mayor Jimeno. Durante cuatro años (1969-1973) estuvo ejerciendo como maestra en este lugar. A través de su visión particular como foránea podemos ver cómo era la vida en esta aislada población y de como una chica joven tenía que sobreponerse a las adversidades para integrarse en el hábitat rural.

Las Casas de San Juan es uno de los cuatro barrios masoveros que forman parte del extenso municipio de Cantavieja.
Se encuentra en la solana del barranco del río de la Cuba en los límites con la provincia de Castellón, de hecho el río forma la divisoria de las dos provincias.
Núcleo de población muy alejado de la cabecera municipal, al que se llegaba por interminables pistas.

"Yo tardaba tres días en llegar desde mi lugar de origen; el primer día llegaba hasta Teruel donde hacía noche, al día siguiente en autobús hasta Cantavieja, a donde llegaba por la tarde, aquí hacía noche porque ya no me daba tiempo a llegar a San Juan al estar tan lejos (12 km.), para ya al día siguiente arribar a la masía, largo trayecto que hacía en caballería, alguna veces lo hacía en moto, pero pocas.
En primavera, ya con buen tiempo me apunté a una autoescuela en Morella con la idea de sacarme el carné de conducir y comprarme un coche.
Todos los fines de semana me iba a Morella y allí daba una clase por la mañana y otra por la tarde. En la autoescuela fueron muy compresivos con mi situación y me dieron muchas facilidades. El examen fue en Vinaroz y a la segunda aprobé. Ya podía conseguir el coche.
En el último curso aparecí con mi seat 850 de color rojo en Casas de San Juan. Ya duraba solamente un día el recorrido hasta llegar allí en vez de los tres que tenía anteriormente. ¡Qué contenta estaba con mi coche! ¡era la reina del lugar! no me lo podía creer, aunque tenía que circular con precauciones porque el camino era una pista en regular estado". MONTSERRAT MAYOR.


Siete viviendas formaban el núcleo principal, además de unas cuarenta masías en su partida.
No conocieron nunca la luz eléctrica ni el agua corriente en las casas.
Cada vivienda tenía su horno correspondiente.

"Se hacía el pan para quince días, además de unos exquisitos dulces. El día que se hacía era un lujo comer el pan recién horneado, sabía a gloria, a mi la patrona me hacía un panecillo individual que estaba riquísimo. Aunque el pan que yo comía me lo traía el cartero cuando venía un par de veces a la semana".
MONTSERRAT MAYOR.


Las masías del barranco de San Juan al estar muy alejadas de Cantavieja llevaban una economía de subsistencia aprovechando todo el terreno cultivable para producir sobre todo cereal (trigo, avena y cebada), complementándose con la ganadería (ovejas y cerdos).
Los productos de los que carecían (jabón, lejía, telas, pescado, etc), venían vendedores ambulantes con caballerías desde La Cuba y desde Portell de Morella. En muy contadas ocasiones se desplazaban a Cantavieja a no ser para algún asunto administrativo o en días de feria y fiestas, pues para abastecerse de algún producto que no tuvieran allí se desplazaban a La Iglesuela del Cid o a Portell de Morella que les pillaba más cerca.

De Cantavieja acudía el cura a celebrar la misa en la ermita y también de allí venia a caballo el médico cuando la ocasión lo requería.
El cartero venía desde Portell de Morella en caballería.

Tenían tres fiestas en la partida. La primera era el sábado después de Reyes y era la llamada La Tranza, donde se hacia una misa y un subastado de productos comestibles para sufragar los gastos de las fiestas y arreglos de la ermita.
El último lunes de abril se celebraba otro día festivo en el que varios vecinos de Cantavieja elegidos por su ayuntamiento venían hasta la aldea con su estandarte y se realizaban unas rogativas y una comida con todos los que habían venido.
Para el 24 de junio celebraban la fiesta propia de San Juan donde celebraban una misa y una comida. En épocas anteriores a la guerra civil se celebraba también una vaquilla en la plaza.

"En mis años de estancia allí ya no se celebraba fiesta alguna debido a que quedaba muy poca población, lo que sí recuerdo bien era la fiesta de la matanza. Día por todo lo alto en la casa donde se celebraba, los niños no tenían clase, se reunían familiares y amigos, ¡la maestra también estaba invitada! se hacían buenas comilonas que habían sido preparadas en días anteriores, sin olvidar los riquísimos dulces que se elaboraban para la ocasión. Por la tarde-noche se terminaba con un animado bureo (baile masovero). MONTSERRAT MAYOR.

De los años 50 en adelante se fue produciendo un éxodo de emigración en busca de un mejor futuro, llegando a finales de la década de los 60 con la población muy disminuida.

"Yo llegué en el año 69 y solo había dos casas abiertas y alguna masía aislada. Como la gente estaba todo el día con el ganado y los huertos no te encontrabas a nadie, por lo que la vida era muy rutinaria. En mi tiempo libre algunas veces me iba hasta el huerto donde estaba la patrona. Siempre recordaré las almendras tan tiernas que cogía allí, ¡que ricas estaban! nunca las había probado.
Aunque la mayor parte del tiempo libre me quedaba en la escuela. Alquilé una máquina de escribir en Teruel y aprovechaba para aprender. También me llevé material correspondiente para hacer otras oposiciones.
Los fines de semana si hacía buen tiempo solía marchar a Portell de Morella (Castellón), este pueblo quedaba más cerca que Cantavieja. Iba andando por una senda pedregosa que cruzaba un riachuelo, tardaba una hora en llegar. En Portell me quedaba todo el fin de semana con la maestra que había allí que era de Chert. El regreso lo hacía el lunes por la mañana temprano para llegar a clase.
Si el tiempo no lo permitía y no podía salir, venía a hacerme compañía el hermano mayor de Julio (uno de mis alumnos), este chico era más o menos de mi edad, hablábamos y contábamos cosas y pasábamos el rato distraídos. También hice amistad con una sobrina de mi patrona que era del Mas de Soler.
El último año, que ya tenía el coche nos íbamos un grupo de compañeros a visitar lugares que no conocíamos o a pasar la tarde en algún pueblo, donde normalmente solía haber baile en el salón del pueblo con música de tocadiscos".
MONTSERRAT MAYOR.


Aun así hasta últimos de los 80 y primeros de los 90 hubo vida en el barrio de San Juan, siendo el señor Victoriano con su hijo Julio los últimos en marchar. La gente emigró principalmente a Castellón, Vinaroz, y algunos a Barcelona y a Cantavieja.

"Ir ahora a pasar un día en verano puede ser idílico y maravilloso, pero en aquellos años vivir allí era muy duro; unos inviernos muy crudos y muy largos, sin ningún tipo de servicios básicos, mal comunicado y alejado de Cantavieja y de cualquier sitio. Entiendo perfectamente a los masoveros que cuando tuvieron ocasión se marcharon en busca de una mejor calidad de vida".
MONTSERRAT MAYOR.


En la actualidad un par de viviendas continúan recibiendo las visitas de sus moradores de forma esporádica y se sigue celebrando la romería de San Juan en junio, donde se ha recuperado la suelta de la vaquilla que se había perdido.

Visita realizada en marzo de 2010.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

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Llegando a Casas de San Juan por el camino de Cantavieja.


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El peirón de San Juan a la entrada del pueblo.


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Amplitud de la plaza, la iglesia a la derecha. Antiguamente se cerraba y se realizaba la suelta de la vaquilla. Acto festivo que se ha vuelto a recuperar.


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La ermita de San Juan, bonito pórtico sostenido por dos columnas de piedra granítica. Sencilla espadaña. Reloj de sol y veleta en el tejado.


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La escuela vista desde el pórtico de la ermita.


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Entrando a Casas de San Juan por el camino de La Iglesuela del Cid.


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La cosechadora devorada por la vegetación da un toque de tristeza al lugar, detrás la casa del tío Victoriano, la última que se cerró en Las Casas de San Juan.



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La casa del tío Mariano.


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La fuente.


 
El Alconzal (Teruel)



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Agradecimiento muy amplio y repartido para varias personas:
A Miguel Pardo y Pilar Lafuente, vecinos de Valdealgorfa, enamorados de El Alconzal donde pasan gran parte de su tiempo libre, por su gran hospitalidad hacia mi persona.
A Pilar Ejarque, maravillosa y completísima informante de todos los datos y apuntes de El Alconzal y a sus nietas Susana, Elena y Laura pertenecientes a la Asociación cultural Santolea viva sin cuya colaboración no habría sido posible la calidad de este reportaje.


El Alconzal es una preciosa aldea, perteneciente a Las Planas de Castellote, situada en la ladera de un pequeño barranco.
Compuesta de seis viviendas (en años más remotos llegaron a ser ocho) basadas en una autentica economía de subsistencia como era norma en todas las masías del Maestrazgo.
Aparte de los pequeños huertos para consumo propio cultivaban trigo, cebada, olivo, vid. El ganado que más abundaba era la oveja, además de los animales domésticos en cada casa (cerdos, gallinas, conejos).
Para todo tipo de oficios religiosos (misas, bautizos, bodas, entierros) acudían a la iglesia de Las Planas.
El médico y el veterinario venían desde Santolea.
No había escuela en El Alconzal por lo que los niños en edad escolar tenían que ir a la de Las Planas.

"Cuando yo fui a la escuela era la única niña de El Alconzal, tenía una hora andando de recorrido, por lo que mis padres esperaron a que me hiciera un poco más mayor (9 años) para poder ir sola por los caminos, hasta entonces me enseñaba mi padre en casa, cuando fui a la escuela ya sabía la cartilla y el catón (libro con textos sencillos para aprender a leer). PILAR EJARQUE.

De Las Planas también venia el cartero a repartir la correspondencia, asimismo hasta allí se desplazaban los vecinos en burros a llevar las olivas para elaborar el aceite en la cooperativa de las Planas de la que eran socios. Al molinero se le solía obsequiar con chorizo, huevos y pastas.
Los vendedores ambulantes también venían desde Las Planas, como Alfonso que tenia tienda y más tarde Manuel que también puso tienda e iban con el burro lleno de carga por todas las masías vendiendo de todo (pescados y naranjas entre otros productos).
Algunos vecinos hacían intercambio de productos con otros masoveros de la zona de Villarluengo, así cambiaban aceite y tomate por patatas por ejemplo.
El día 3 de mayo era el día de fiesta de El Alconzal celebrando a La Santa Cruz.

"Se invitaba a familiares y amigos a las casas y se les convidaba a pastas (tortas de alma, magdalenas, roscones, mostachones, almendrados) y a una comida que solía ser especial ese día en cada casa, en la mía por ejemplo era costumbre de hacer cocido de garbanzos con un caldo muy bueno y albóndigas de la pierna del cordero. No se hacía baile y después de comer el cura y los demás invitados se iban cada uno a su pueblo, normalmente eran casi todos de Las Planas.
Aunque la fiesta masovera por excelencia era la de Santa Bárbara (4 de diciembre), celebrada por todas las masías de Las Planas de Castellote. Los de El Alconzal salíamos de casa a las 5 de la mañana, de noche oscura, nos juntábamos en Las Planas desde donde salía la procesión con el cura, muchos se iban añadiendo por el camino y otros esperaban en la ermita, de tal manera que a las 7 de la mañana ya estaba la gente en Santa Bárbara, allí estaban los mayorales, que eran los encargados de preparar la fiesta, obsequiar con vino y pastas a todos los que llegaban, los mayorales se elegían cada año, eran una familia entera de una masía y se encargaban de todos los preparativos. Después de la misa y de la degustación de las pastas cada familia se iba a comer a las masías para más tarde acudir todos al baile que se celebraba en la masada del Perogil, al son de la gaita del Conesa (Santolea) y del tambor del Roso (Las Parras). PILAR EJARQUE.


Poco tiempo libre había para ocio y diversiones en un modo de vida tan sacrificado como el masovero, alejado de los pueblos en un terreno áspero y solitario.

"No sé cual era el tiempo libre, todo el día estábamos ocupados en las tareas de la casa, huertos, ganado, leña, conservas, caza, siempre había algo que hacer: cocinar, limpiar, arreglar ropa, etc. PILAR EJARQUE.

Debido a la política represiva de las autoridades franquistas en la posguerra en la que obligaban a los masoveros a desalojar las masías en varias ocasiones por ser sospechosos de ayudar a los maquis, algunos vecinos se desanimaron y se fueron marchando, otros aguantaron un poco más, pero en la década de los 60 terminaron marchando por el poco futuro que había ya en el campo y la aparición de la industria en las grandes ciudades, cada familia tomó un rumbo distinto y así acabaron emigrando a Vinaroz, Barcelona, Valencia, Puigmoreno, quedándose en soledad durante casi cuarenta años el señor Eusebio y su familia. En el año 2009 Eusebio y su mujer Josefa se marcharon a Castellote, dejando El Alconzal deshabitado pero no abandonado porque siguen acudiendo siempre que tienen ocasión. La aldea presenta un aspecto muy cuidado y hoy día tiene todo tipo de infraestructuras.


Visita realizada en marzo de 2010.


PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Llegando a El Alconzal. Bonita perspectiva de las viviendas formando una muralla.


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La primera casa al llegar a la aldea, ha sido la última en cerrarse en El Alconzal. Se la conocía como la casa del tío Agustín.


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La calle zigzaguea y sube al núcleo central.


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La casa de Los Valero y la casa de Los Migueles, también conocida como la casa de la tía Carmen.
Aquí estaba la pequeña plaza de la aldea. En ella se juntaban las mujeres a hablar, coser, etc. El día de fiesta en vez de arreglar ropa se jugaba a las cartas.



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El horno comunal.
"Hacíamos pan cada quince o veinte días, masábamos más de 30 panes cada vez, cada uno de ellos pesaba un kg. Cuando se iba a hacer la matanza se hacia un pan más pesado apropiado para hacer pellas, sopas". PILAR EJARQUE.

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La calle en su tramo final, donde está la casa del tío Zocarra (a la derecha).


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La casa del tío Bandero en posición altiva, adobe y tapial se mezclan con la piedra.


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El peirón de la Santa Cruz, en un cerro en posición dominante y con unas amplias vistas de las montañas del Maestrazgo y del embalse de Santolea.


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La fuente de El Alconzal.


 
El Campo ( Teruel)



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Deliciosa aldea turolense enclavada en un ensanche del terreno que forma el valle por donde discurre el río Turia.
Oculto por una frondosa arboleda y dispuesto en forma de media luna, este barrio de Villel llegó a contar con unas quince viviendas alineadas a lo largo de una sola calle. Sus características fachadas de color naranja mimetizan a la perfección con el terreno de la sierra a cuyos pies se asienta.
El trigo, la cebada, las remolachas y las manzanas fueron los principales productos agrícolas que obtenían en sus cultivos, mientras que la oveja era el animal básico que conformaba su ganadería.
Varios de sus vecinos iban a trabajar a las minas de arena y de caolín de Villel.

Celebraban sus fiestas patronales el 23 de abril en honor a su patrón: San Jorge.
El cura venia de Libros a oficiar misa dos o tres veces al año.
De Libros también venia todos los días una maestra que impartió clase durante varios años, era natural de aquel pueblo y por eso prefería ir y venir en vez de residir en El Campo.
El médico acudía desde Villel cuando la ocasión lo requería, en caso contrario era el enfermo el que se desplazaba hasta la cabecera del municipio.
También el veterinario venía de Villel.
Para moler el grano iban indistintamente a los molinos que había en Villel y en Libros.
A Villel se desplazaban a menudo pues allí había tiendas, farmacia, estanco y los jóvenes acudían los domingos al salón de baile o al cine.
Si llegaron a contar con luz eléctrica, no así con agua, para lo cual se suministraban del río Turia, río adónde acudían las mujeres a lavar.

La lejanía de Villel, el problema del agua y la búsqueda de una mejora en el modo de vida hizo empujar a los camperos rumbo a la emigración.
Se fueron para Zaragoza, Teruel o el Puerto de Sagunto entre otros lugares.
El matrimonio formado por Román y Dolores fueron los últimos de El Campo, estuvieron viviendo allí hasta últimos de los 70
o primeros de los 80.
Los camperos que un día se fueron y sus descendientes no olvidan el lugar que les vio nacer y siguen acudiendo para San Jorge todos los años para continuar la tradición de la fiesta y que no se pierda la memoria de la bonita aldea que fue El Campo.

Fuente de información: Vecinos de Villel.

Visita realizada en mayo de 2013 en compañía de Carlos Campillos y José Fragua.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Entrando a El Campo.


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Precioso edificio de la escuela. La planta de arriba estaba destinada a vivienda de la maestra.


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Interior de la escuela. Acudían también niños de las masías cercanas. Aquí dentro se realizaba en ocasiones el baile del día de la fiesta.


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Hacía la ermita.


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El blanco de la ermita de San Jorge resalta al lado del color anaranjado de las fachadas.


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Calle de El Campo.


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Vivienda con patio delantero.


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Viviendas por su parte trasera.


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Hacia la escuela (al fondo).



 
El Cañigral ( Teruel)




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Agradecimiento a María Isabel Gómez Jiménez, cañigralera de nacimiento, donde residió hasta los catorce años. Agradabilísima y cordial informante sobre todo lo relativo a su pueblo.

Pedanía de Albarracin situada en las estribaciones de la sierra de Javalón. Formando parte de la comarca de la sierra de Albarracin, un kilómetro es lo que separa de ser aragonés a ser castellano-manchego, pues esa es la distancia que hay desde El Cañigral al límite con la provincia de Cuenca.
Trece viviendas llegó a contar en sus buenos tiempos El Cañigral ubicadas junto al barranco del mismo nombre.
Cada casa tenía su horno para hacer el pan.
Nunca llegó el agua corriente ni la luz eléctrica a las viviendas cañigraleras. Los candiles y la luz de camping gas en los últimos tiempos fueron su fuente de iluminación.
Por estar aquí situado el frente de Teruel durante la pasada guerra civil quedó en muy mal estado al terminar la contienda. Tanto que algunas viviendas quedaron reducidas a escombros y varías familias ya no volvieron al pueblo.
Enclavado a 1425 metros de altitud, su considerable altura da una idea de los inviernos tan rigurosos que soportaban. Hasta un metro de nieve se amontonaban durante varios días en sus calles. Bajas temperaturas que combatían con la leña de pino y aliagas que se utilizaban en la lumbre de las cocinas.

Pueblo de vocación ganadera, eran las ovejas su punto fuerte. Hasta en numero de 3000 llegó a haber en sus mejores tiempos en El Cañigral. Tres familias que eran las que más ganado tenían, hacían la trashumancia en los meses de invierno hasta la zona del campo de Cartagena en Murcia.
El resto de casas al tener menos rebaño mantenían las ovejas todo el año en el pueblo.
Trigo, cebada, centeno, yeros y alfalfa eran los productos que sembraban principalmente en sus tierras de cultivo.
Iban a moler el grano al molino de La Herrería situado en termino del pueblo conquense de Salvacañete.
Abundaban en el monte las setas, rebollones, espliego, gayubas, ontinas y piñones de pino entre otras plantas silvestres. Recolección que efectuaban las gentes de El Cañigral y una vez seleccionadas se vendían a compradores que acudían expresamente al pueblo para ello.

Varios vendedores ambulantes aparecían por el pueblo como eran los de Salinas del Manzano que con una furgoneta vendían ropa, zapatos, telas, agujas, etc.
Como también lo hacía Antón el Campillero, proveniente de El Campillo que con un carro vendía todo tipo de productos, desde albarcas hasta aceitunas. Practicaba el trueque con algunos vecinos ofreciendo diez kilos de tocino a cambio de un kilo de jamón.
Desde el pueblo valenciano de Cheste venía un vendedor con un camión ofreciendo vino, anís, moscatel y otros tipos de bebidas.
En ocasiones se dejaban ver arrieros de Vallanca y Ademuz vendiendo botijos, cantaros, pucheros y diferentes tipos de objetos de cerámica.

El cura venía a oficiar misa desde Terriente. Mosén Félix de Gracia fue uno de los últimos que se recuerda, se desplazaba en coche.
En los últimos años de vida de El Cañigral cuando ya apenas quedaban dos o tres casas abiertas ya no se celebraba misa y el que quería asistir a este oficio religioso acudía a la de Arroyofrio, adonde tuvieron que ir los últimos niños cañigraleros a tomar la comunión.
El médico también acudía desde Terriente.
El cartero (David Murciano), lo hacía desde Toril montado en bicicleta, aunque en los siguientes años fijó su residencia en El Cañigral al casarse con una nativa del pueblo.
El herrero se encontraba en el pueblo de Terriente.

Celebraban sus fiestas patronales para San Antonio, el 13 de junio. Duraban dos días y a ella acudía la gente joven de El Masegarejo, de la Fuente de la Sabina, de Alobras y de Arroyofrío.
Como actos principales realizaban una misa, una procesión con el santo y el baile en el interior de la escuela amenizado por un acordeonista.
El 17 de enero tenían otro día festivo cuyo acto principal era la quema de una enorme pila de aliagas, en torno a dicha hoguera se juntaban todos los concurrentes y degustaban tortas dormidas y patatas asadas. Los jóvenes se ponían esquilas al cuello e iban formando buen alboroto y ruido por las calles del pueblo y por los cerros aledaños.

Entre las curiosidades de la vida cotidiana se encontraban los preparativos y realización del matacerdo. Días de gran armonía y ayuda entre familiares y allegados.
No faltaba tampoco el trasnocho en las largas noches de invierno. Se juntaban varias personas en una casa y al calor de la lumbre salían a relucir historias y leyendas de tiempos pasados.
En tiempos más recientes y como quiera que la luz eléctrica no apareció nunca por El Cañigral no pudieron disfrutar de la llegada de las primeras televisiones que si supuso una pequeña revolución en otros pueblos.

"Cuando en Arroyofrio pusieron la primera televisión en el tele-club fue todo un acontecimiento. Los domingos solíamos recorrer andando los cinco kilómetros que separan ambos pueblos para ver la programación que daban. A mi me gustaba mucho ver las corridas de toros, me llamaban mucho la atención, sin embargo ahora no me gustan, pero de niña si". MARÍA ISABEL GÓMEZ.

En la segunda mitad de los años 50 y primeros de los 60 se produjo la marcha masiva de los cañigraleros. Solo quedaron tres casas abiertas a partir de entonces.
La dureza de la vida en el lugar, la falta de servicios básicos y el efecto dominó en que unas familias iban arrastrando a otras camino de la emigración hizo que El Cañigral terminara por formar parte de la larga nómina de pueblos deshabitados que se daba en aquellos años en toda España.
Barcelona en su mayoría fue el lugar elegido para iniciar una nueva vida. Algunas familias se quedaron en el cercano pueblo de Toril y otras pusieron rumbo a Novelda (Alicante).
Aproximadamente en el año 1977 se cerró la última casa que quedaba abierta en el pueblo.
El matrimonio formado por Doroteo Gómez Jiménez y Cecilia Jiménez Sanchez, con dos hijos que vivían con ellos (Valentín y Teodoro) fueron los últimos de El Cañigral. Se marcharon al cercano pueblo de Valdecuenca.

"Mis padres se querían marchar del pueblo porque ya se habían ido todos. No había luz en las casas ni teléfono para llamar por si había cualquier emergencia y ya no estaban cómodos. Vendieron el ganado y se vinieron a vivir a Valdecuenca. Aquí mi padre pudo seguir ejerciendo el trabajo que más le gustaba: arrastrador de pinos". MARÍA ISABEL GÓMEZ.


Visitas realizadas en marzo de 1993, marzo de 1999 y mayo de 2009.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Ermita de San Antonio. De planta rectangular y tejado a dos vertientes. Portada de arco de medio punto. Está fechada en 1768 según reza una inscripción en la dovela central. Sendos ventanucos enrejados en los laterales con poyos bajo ellas. Espadaña coronada por cruz de hierro. Tenía un campanillo bien sonoro.


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Fachada trasera de la ermita y de la vivienda de Teodoro y María.


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Entrada a la escuela.


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La casa de la maestra. Contaba ya con algunos adelantos propios de la época como era cocina, estufa, depósito de agua caliente o retrete que desaguaba a un pozo ciego.
Algunas docentes utilizaban esta vivienda y otras preferían estar de patrona en alguna casa.



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Vista de la ermita a través de los ventanales de la escuela.


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Vivienda situada sobre un minúsculo cantil rocoso. Construida en mampostería irregular de las piedras excepto la esquina que se utiliza piedra escuadrada en sillarejo para reforzar la unión de los muros. Horno incrustado en el lateral de la casa. Vivió en ella el matrimonio formado por David y Joaquina. Él era natural de Toril donde ejercía de cartero y se trasladó aquí a vivir al contraer matrimonio con la heredera de la casa. Estuvieron aquí durante un tiempo y más tarde se trasladaron a vivir a El Toril. Desde entonces la casa permaneció cerrada.


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Calle situada entre la escuela y la casa de David y Joaquina. De aquí salía el camino que llevaba hasta el cementerio.


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La última casa que se cerró en El Cañigral. Era la más grande del pueblo. Vivía en ella el matrimonio formado por Doroteo Gómez Jiménez y Cecilia Gómez Sánchez. Tuvieron tres hijos. Se marcharon a Valdecuenca.


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Vivienda situada a un centenar de metros del núcleo urbano junto a una pintoresca cascada que forma el arroyo. Tejado a una sola vertiente y vanos simétricos de las ventanas flanqueando la puerta. Vivían en ella el matrimonio formado por Jerónimo Pérez y Juana Jiménez. Tuvieron siete hijos. La emigración los llevó a Teruel.


 
Las Casillas de Bezas ( Teruel)



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Agradecimiento a Ramiro de la pagina web http://www.bezas.org , por su desinteresada colaboración y por ponerme en contacto con las personas adecuadas y a Marcial Martinez del pueblo de El Campillo por ejercer de informante con tan buena predisposición.

Las Casillas de Bezas es una aldea turolense enclavada en el término municipal de Albarracin.
A 1180 metros de altitud, se sitúa en un montículo sobre la rambla del Cabello.
Nueve viviendas conformaban la población, dedicadas a la ganadería, con ganado de ovejas y cabras y al cultivo de trigo y cebada.
Nunca tuvieron agua en las casas, la cogían de un pequeño manantial que había por debajo de la masada, ni tampoco tuvieron luz eléctrica, por lo que los candiles fueron su única fuente de iluminación.

Había una pequeña ermita junto a las eras para los oficios religiosos.
No había escuela por lo que los niños se desplazaban a la de El Campillo recorriendo diariamente cinco kilómetros.
El cura venía del pueblo de Bezas.

Del mismo pueblo venía el médico cuando la situación lo requería.
De El Campillo acudían vendedores ambulantes ofreciendo productos de cacharrería y comestibles.
Algunos jóvenes iban a Bezas los domingos a disfrutar del cine y del baile que allí se celebraba.
En el año 1984 aproximadamente el señor Apolinar con su mujer y su hijo cerraron la única casa que permanecía abierta con lo que se apagó para siempre el último rayo de luz que mantenía con vida la masada.

Una de las causas principales de la marcha de la gente fue la repoblación forestal de pinos que prohibió el pastoreo de las cabras, con lo que se acabó con uno de los principales recursos de Las Casillas. A ello se le añade la falta de infraestructuras que había en la aldea y la llamada de las grandes ciudades por los alicientes que allí se daban en cuanto a trabajo y mejora de calidad de vida. La gente emigró a Teruel, a Barcelona y alguna familia a Francia.

Visita realizada en mayo de 2009.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Entrada a Las Casillas de Bezas.


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Delimitación de esquinas conformando la calle. Vivienda de tres pisos. Escasez de ventanas. No había que dejar pasar el frío.


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Portalón de acceso al patio de la vivienda que protegía de la intimidad de la calle.


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Viviendas en buen estado. Son mantenidas por sus dueños para evitar el derrumbe


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Vivienda sin cubierta. El final parece próximo. Puerta de madera de doble hoja, dintel hecho de viga de madera. Minúsculos vanos en las ventanas, para proteger la entrada de frío al interior.


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¡Cuántas tardes sentad@ a la sombra de la sabina!


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Camino de la ruina definitiva


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Saliendo de Las Casillas por el camino de Bezas.


 
Valdemoro de San Pedro ( Soria)




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En las estribaciones de la sierra de la Alcarama, a 1150 metros de altitud se sitúa el pueblo de Valdemoro.
Al pie del barranco de la Media Aldea y recostado en la ladera de la Peña el Contrero, unas treinta casas componían la población (a principios de siglo XX casi duplicaba el número de viviendas). A mediados de los años 40 eran diecinueve las casas habitadas, quedando reducidas a ocho en 1960.

Como correspondía a la zona el invierno era duradero y frío en extremo.
Abundantes nevadas con las consiguientes heladas paralizaban la vida cotidiana del pueblo.
La leña de estepa y los troncos de roble era lo más utilizado en la combustión de la lumbre en las cocinas valdemoreñas para combatir los rigores invernales.

El mes de febrero del año 1956 pasará a la historia como el más frío que se recuerda en Valdemoro. Las temperaturas nocturnas llegaron a situarse entre 25º y 30º bajo cero. Se heló toda la cosecha de cereal.
El agua para consumo y aseo personal se traía desde el cercano riachuelo que pasaba por el barranco de La Media Aldea. Se transportaba en cántaros y pozales y una vez en casa se metía en tinajas de las que se iba sacando según las necesidades.
La luz eléctrica llegó a Valdemoro en el año 1954.
Tierra de secano mayormente por lo que sus campos estaban cultivados de trigo, cebada, avena y centeno, no faltaban tampoco las lentejas, los yeros y los cucos.

El trigo se empleaba para hacer el pan y se llevaba a los molinos del río Linares, entre San Pedro Manrique y Vea. Se llevaba a lomos de caballería por caminos de herradura. El resto del cereal se utilizaba como pienso para los animales.
Las ovejas y las cabras conformaban la ganadería en Valdemoro. Los cabritos y los corderos venían a comprarlos tratantes de Arnedo y de Enciso.
Las cabras se ordeñaban para consumir la leche y para hacer quesos, las ovejas no eran ordeñadas pues de ellas se amamantaban los corderos. Las cabras se llevaban a pastar todas juntas, en lo que se denominaba la "cabrada" las sacaban por turnos rotatorios entre los vecinos según las que tuviera cada uno mientras que las ovejas era cada familia la que se ocupaba de sacar a pastar las suyas, generalmente iban de pastores los más jóvenes de cada casa a partir de los doce o trece años.

"Mi hermana Esperanza y yo fuimos de pastoras con nueve y once años respectivamente. Con días de frio y de ventiscas. ¡¡Las ovejas eran más grandes que mi hermana!! Llevábamos una taleguilla con un trozo de pan, una tortillita y algo de labor para pasar el día. En días de lluvia y tormenta no se oían los cencerros ni se veían las ovejas pero al caer la tarde todas regresaban a los corrales".
IGNACIA JIMÉNEZ.


"Cierto día las ovejas llegaron solas a los corrales al atardecer pero yo no regresé con ellas. Avisaron a mi padre y en compañía de algunos vecinos con candiles y luces empezaron a buscarme porque ya había anochecido. Al llegar ellos a Los Abriguillos empiezo a oír voces que me llamaban: ¡Esperanza...! ¡Esperanza....! A lo cual contesté: ¡Aquí estoy! y es que..... ¡me había quedado dormida! ¡Menudo susto les hice pasar a todos! ESPERANZA JIMÉNEZ.

La matanza era un ritual muy celebrado. Se hacía en familia y se decía "estar de cachuela" o "moraga". Días de mucho ajetreo en el cual participaban todos, con muy buena armonía. A los vecinos de más confianza se les obsequiaba con una morcilla y un trozo de tocino.

Todos preparados
para la matanza
con alegría y contento
y los chicos en algarabía
y amigos venidos de lejos.

Toda la familia reunida
hermanos, tíos y abuelos
para atacar por sorpresa
a este animal indefenso.

La dueña... delantal blanco,
peinada con buen pañuelo,
lo guardaba muy planchado
para el último adiós al puerco.
BASILIO JIMÉNEZ.


Para hacer compras hacían los desplazamientos a San Pedro y a Enciso. Al primero iban los lunes que era día de mercado, donde se juntaban gentes de toda la comarca en una jornada plena de ebullición de personas y animales. Se compraba y vendía de todo.
También se acudía a las ferias que se celebraban el catorce de junio (la de San Antonio) y el primer domingo de octubre (la del Rosario).
Todo lo que se llevaba a vender y posteriormente las compras se realizaban a lomos de los machos. Unas tres horas suponía el trayecto a San Pedro.
Los domingos pero con menos asiduidad se acercaban hasta el mercado del pueblo riojano de Enciso, distante otras tres horas de recorrido.
Los cochinos de siete semanas llamados tetones se llevaban a vender al mercado de San Pedro Manrique, en menor medida al de Enciso.
Vendedores ambulantes aparecían también con cierta frecuencia por Valdemoro a vender su mercancía. Tal era el caso del ¨Puay¨ que venía desde Enciso a vender baratijas y poco más.

De Valdeprado llegaba otro vendiendo cosas de quincalla.
De San Pedro venía Mario que vendía telas, géneros de punto, agujas, alfileres, carretes y bobinas de hilo. En casa de Arcadio Jiménez dejaba para vender cervezas, galletas o chocolate entre otros productos. En ocasiones traía sardinas frescas. Venía a caballo y llevaba dos burros para el transporte de la mercancía. Acostumbraba a pernoctar en casa de Arcadio, con el cual mantenía una buena amistad.
Del pueblo riojano de Igea venía Leandro " el Sastre", compraba huevos y pieles de oveja, cabra o conejo.
Todos estos vendedores estaban obligados a pagar un impuesto llamado la "Alcabala".

Cada mes un vecino estaba obligado a tener vino a disposición de quien lo solicitara. Apenas se hacía uso de esta norma porque en cada casa solía haber vino para consumo, solamente los mozos en alguna ocasión especial utilizaban esta taberna rotatoria para alguna celebración.
Para comprar el vino se desplazaban al pueblo riojano de Prejano.

Las fiestas patronales se celebraban en honor a San Juan Bautista. En principio eran el 29 de agosto pero debido a que en esas fechas los vecinos estaban en plena faena de la trilla se trasladaron al veintisiete de septiembre con una duración de dos días.
El primer día la música la pagaba el ayuntamiento y el segundo los mozos, hubo algún año en que se alargó un día más por deseo de los jóvenes que sufragaban los gastos de los músicos.

Las mozas solían ir a esperar a los músicos a la entrada del pueblo, los cuales llegaban la víspera por la tarde y nada más hacer su aparición daban una vuelta por las calles tocando. Después de cenar se hacía baile en la plaza Vieja.
Al día siguiente, 27, fiesta mayor. Primeramente se hacía la procesión por las calles con los estandartes, pendones y cruces correspondientes, además del volteo de campanas. Finalizado este acto se realizaba una misa solemne cantada por Valentin y Salustiano (hijos del pueblo).
El baile se hacía indistintamente en las dos plazas, la Nueva y la Vieja, o en el frontón, en alguna ocasión también en una era (la de Arcadio Jiménez). Si el tiempo no acompañaba se celebraba el baile en el salón del ayuntamiento.
Era costumbre en las fiestas hacer alguna rifa como podían ser rosquillas o alguna prenda. Se preparaban unos boletos numerados que compraban los forasteros y la gente del pueblo.

Los músicos que venían eran el Santos del pueblo riojano de Garranzo que tocaba el clarinete y el Indalecio del pueblo de Leria que tocaba el tambor.
Años más tarde venían músicos de San Pedro Manrique: Juan José al violín y Beni con la trompeta. Otros años venían tres hermanos del pueblo riojano de Muro de Aguas: Pepe que tocaba el violín, Guillermo que tocaba la guitarra y otro más tocando la trompeta.
Los músicos se alojaban un año en cada casa por orden correlativo entre el vecindario.

Venía la juventud de Buimanco, Vea, Armejún, Peñazcurna, Valdeperillo....
A todos se les invitaba a comer y a cenar. Se mataba una oveja vieja para la ocasión, se hacían rosquillas, magdalenas y dulces en el horno comunal, se compraban botellas de licor para la ocasión y los jóvenes hacían el zurracapote.
En primavera, los domingos por la noche los mozos hacían rondas por el pueblo tocando la guitarra y cantando canciones a las puertas de las casas donde había mozas.
Los domingos y días de fiesta los jóvenes acostumbraban a jugar a la pelota en el frontón, se jugaba al mus o se hacía baile en el salón del ayuntamiento con música de guitarra. Las mujeres se reunían a contar historias y jugar a la brisca.

Cada domingo se celebraba misa en la iglesia parroquial de Valdemoro. El cura primeramente venía de Vea en la persona de don José. Posteriormente el cura venía desde Buimanco, don Pedro Nolasco, don José Luis Eguizabal (natural de Prejano en La Rioja) o don José Soto (natural de Albelda en La Rioja) eran algunos de los que acudían a oficiar los actos religiosos. Siempre solían hacer el trayecto entre Buimanco y Valdemoro andando.
El médico residía en San Pedro Manrique. Don Epifanio primero y luego don Manuel (era dentista también) fueron algunos de los que se desplazaban a visitar a los enfermos por los pueblos de la comarca. Iba montado a caballo aunque en ocasiones había que ir a buscarlo con un macho.

"En una ocasión que contaba yo con unos cuatro años de edad me caí desde el balcón situado en la primera planta hasta el suelo y a pesar de que el vestido que llevaba puesto hizo de "paracaídas" y amortiguó la caída, mi padre se asustó por las consecuencias que pudieran derivarse del golpe e hizo llamar al médico de San Pedro.
Una vez que llegó don Manuel y en vista de que el golpe no era mayor cosa refunfuñó malhumorado dirigiéndose a mi madre: ¡¡Y para esto me han hecho venir!! ARACELI JIMÉNEZ.


El cartero recogía la correspondencia en San Pedro Manrique y posteriormente la repartía en los pueblos que tuviera asignados. Primeramente venía de Vea, posteriormente lo hacía Florentino de Villarijo, a este le sucedió Isidro que era de Buimanco, siendo el último Vicente Pastor, residía en Valdemoro y todos los días se hacía el trayecto de seis horas entre ida y vuelta a San Pedro a por la correspondencia y la repartía en su pueblo y en Buimanco.

En septiembre se cortaban lotes de robles en la dehesa y se sorteaban. El ayuntamiento daba un litro de vino por vecino y día para la ocasión.
Se arreglaban los caminos una vez al año y se decía "ir de vereda".
Tanto para las juntas de ayuntamiento como cuando venía el tío Joaquin, el herrero de Ambasaguas se acudía al toque de campana.
En septiembre una vez recogida la cosecha, los mozos celebraban "las machorras". Se compraba una oveja gorda y a ser posible machorra. Se mataba para consumirla, a lo cual se invitaba a las mozas, mientras que duraba la fiesta se bailaba al son de guitarras. Unos días de mucho alborozo entre la juventud.
El día de Todos los Santos, por la noche y después de cenar los mozos rezaban y cantaban el rosario por la calle. Iban a la iglesia, cogían dos farolas que se encendían y con una cruz y una campanilla una comitiva de jóvenes iba por el pueblo entonando una tonada un poco quejumbrosa durante el rosario. Al mismo tiempo dos mozos subían al campanario y en cada vano de las campanas ponían una luz y tocaban a muerto. Como todo el pueblo estaba a oscuras (aún no había llegado la luz eléctrica), el conjunto de la iluminación y el sonido recreaba en el ambiente una atmósfera patética y lúgubre.

"En invierno las mujeres se juntaban a pasar la velada nocturna en algún lugar que no hiciera mucho frío y se hacía el "trasnocho". Cosían, jugaban a cartas o se contaban historias. También los mozos acudíamos, se hacían bromas y chistes y se pasaba bien. Una de las bromas consistía en poner en un recipiente lumbre y guindilla picada, se llamaba "pimentonada". Irritaba los ojos y la garganta y no se podía estar allí, había que salirse. Cosas de entonces". PABLO JIMÉNEZ.

Las Pozas, el Arenal, el Pozo Mingarro, la Redondilla, la Peña Belio, las Arrañes, el Huerto de las Tronzas, la era de Las Campanas o el Chorrón entre otros nombres quedaran para siempre como parte de la toponimia local en el recuerdo de las gentes que habitaron Valdemoro.

En los años 50 y 60 la gente se iba marchando de Valdemoro debido a que el progreso no aparecía por el pueblo. La productividad de la tierra era escasa, el pueblo tenía malos accesos, solo deficientes caminos de caballería. Los jóvenes no querían seguir viviendo en el campo y la gente mayor iba falleciendo.
Fueron buscando acomodo en pueblos industriales de La Rioja como Calahorra, Arnedo, Alfaro o en la propia capital riojana. Otras familias buscaron empezar una nueva vida en Zaragoza, en Soria o en Sevilla, y los más atrevidos dieron el salto cruzando "el charco" y se fueron hasta Argentina.
Patrimonio Forestal del Estado expropió todas las tierras para la repoblación forestal de pinos.

Qué me has dado Valdemoro?
pueblo siempre recordado
que aunque solitario estás
para mi serás siempre amado.

Qué me has dado Valdemoro?
que recordando el pasado
tanta nostalgia sentimos
y hoy solitario has quedado.

Que me has dado Valdemoro?
qué las gentes que tú has dado
a pesar de amarte tanto
te han entregado al Estado.
JOSÉ MARÍA JIMÉNEZ


Hacía el año 1962 se acabó para siempre el ciclo de vida en Valdemoro cuando cerraron la puerta de su casa Basilio Jiménez y Basilia Hernández (natural de Vea). Vivían también con ellos sus hijos: Manuel, Antonio, Nilda, Emilio, Juan Jesús y la abuela Francisca. Se marcharon a Logroño.

De los hombres que un día habitaron este pueblo
quiero rendir homenaje
a un hombre puro y sincero,
pequeño en estatura
y agudo en el ingenio
que supo sacarle a la tierra
el fruto con esmero.
Él se llamaba Basilio
y nos espera en el cielo,
él descansa en Logroño
ya muy lejos de su pueblo.
CÉSAR JIMÉNEZ


Visitas realizadas en junio de 1997 y diciembre de 2018.

Agradecimiento a Araceli Jiménez por su entusiasta colaboración para dar forma a este reportaje sobre su querido y añorado pueblo.

Han colaborado:
Pablo Jiménez
Aracelí Jiménez
Esperanza Jiménez
Ignacia Jiménez.
Otra fuente de información:
-Libro: Este es mi pueblo "Valdemoro" de Araceli Jiménez.


PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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A punto de llegar a Valdemoro


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Aparecen las primeras edificaciones junto al camino que lleva a Armejún. El transformador de la luz a la derecha.


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Entrando a la plaza

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La casa de "Los Manolones" a la derecha y la casa de Nicomedes a la izquierda. Entre medias se divisa el transformador de la luz. La vegetación a sus anchas.

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Portada de acceso al templo en arco de medio punto. Cruz latina tallada en la clave, la cual corre serio peligro de desprenderse.


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Interior del templo.


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La iglesia y el pueblo contemplándose mutuamente. Si los edificios tuvieran expresiones llevarían una profunda carga de tristeza en sus piedras viéndose lo que fueron y lo que son ahora.


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Casas del barrio Bajero y transformador de la luz. El camino lleva hasta Buimanco y posteriormente a Taniñe.



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Torreta del transformador de la luz. La energía eléctrica llegó a Valdemoro en 1954 por medio de un tendido eléctrico proveniente de San Pedro Manrique.


Qué lindas historias! Todas.y cuántas añoranzas. Me encanta este hilo?
 
Pilou12, a medida que voy leyendo las historias voy anotando palabras que jamás escuché y después.... al diccionario ! Me encanta y :happy: qué graciosa " la pimentonada " durante " el trasnocho" ☺ en los inviernos de Valdemoro de San Pedro . Saludos!
 
Caudilla ( Toledo)



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Caudilla junto con el pueblo de Val de Santo Domingo conforman el municipio de Santo Domingo-Caudilla.
Situado en terreno llano, quince viviendas se agruparon en torno a la iglesia parroquial y al castillo, símbolos históricos de esta población.
El pueblo en su casi entera totalidad pertenecía a un hacendado: Don Claudio Ruiz Bajo, muerto por represalia durante la guerra civil española junto con sus tres hijos varones (José, Alejandro y Jesús). Sus dos hijas (Dolores y Cándida Ruiz del Álamo), se hicieron cargo de las posesiones al finalizar la contienda, dividiendo las fincas de labor en dos partes.
Los habitantes de Caudilla por tanto eran jornaleros que trabajaban a sueldo para estas familias.

"Muy buena gente eran los amos con nosotros, siempre nos trataron con respeto, no se ganaba mucho pero tenias el jornal seguro, nos cedían la casa (solo pagábamos la luz), nos dejaban tener animales de granja como gallinas y algún cerdo, ellos amasaban el pan y nos daban a todas las familias, así como alguna arroba de garbanzos o judías de cuando en cuando. Así que el pueblo era como una pequeña familia, había muy buena armonía, en las noches de verano era costumbre que nos juntáramos mucha gente a sentarnos a la fresca en la puerta de cualquier vecino". (Antiguo vecino de Caudilla).

Tenían buenas fincas de cultivo dedicadas principalmente al trigo, cebada y a viñedos, en época de mucho trabajo en la vendimia venían bastantes vecinos de Santo Domingo a trabajar a jornal.
La ganadería estaba conformada principalmente por la oveja y no faltaban tampoco buena cantidad de mulas para las labores del campo.
Celebraban sus fiestas patronales el 16 de abril, en honor al Cristo de Caudilla. Después de la guerra civil ya no se celebró baile alguno el día de la fiesta, que quedó reducida a una misa y una procesión.
Don Mateo, el cura de Val de Santo Domingo era el que venía a Caudilla a dar misa.

"Llevaba los dos pueblos, primero daba misa allí, había que ir a buscarle con una tartana, oficiaba la misa en el pueblo y se le volvía a llevar en el mismo carruaje a Santo Domingo".
(Antiguo vecino de Caudilla).



También el secretario del ayuntamiento y el cartero llegaban desde el vecino pueblo.
El camino inverso lo hacían muy frecuentemente los vecinos de Caudilla hacia Santo Domingo dado que allí había más servicios e infraestructuras y la cercanía que existía entre ambos pueblos.
Así acudían a Val de Santo Domingo a consulta médica, a hacer compras, los domingos al baile y a la taberna entre otros motivos.
La mecanización del campo supuso el ocaso de Caudilla, la maquinaria sustituyó a la mano de obra y los jornales fueron disminuyendo drásticamente, así en la década de los 70 ya solo permanecían en Caudilla dos tractoristas y un pastor. Sus vecinos se fueron marchando hacia Val de Santo Domingo, Novés, Torrijos y Madrid entre otros lugares.
En la actualidad algunos descendientes de los antiguos propietarios de Caudilla han arreglado alguna casa para estancias esporádicas y las tierras están todas cultivadas al estar arrendadas a agricultores de Santo Domingo, por lo que en Caudilla raro es el día que no haya presencia humana.

Visita realizada en septiembre de 2012.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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Escuela, iglesia y abrevadero.


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Calle del Castillo.


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La misma calle vista desde la otra esquina.


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Soberbia fabrica de la iglesia parroquial de Santa María de los Reyes en Caudilla, Se tapiaron todos sus accesos para evitar que los vándalos siguieran graffiteando y destrozando su interior. El retablo de la Adoración de los Reyes que presidia el altar mayor se llevó a la iglesia de Menasalbas, los demás objetos de valor se trasladaron a la iglesia de Val de Santo Domingo.


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Escuela de Caudilla, estaba en la planta baja, quedando la planta de arriba para el ayuntamiento.


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Castillo de Caudilla, construido por el señor de Ribadeneira, mariscal de Castilla, en el siglo XV. En el año 1999 se desmoronó gran parte del muro de su fachada debido a los fuertes vientos que azotaron durante unos días la zona.


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Foto cedida por Pablo Lucero
Curiosa imagen de un Cristo en una de las almenas desafiando a las inclemencias meteorológicas.


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Amplio corral para el ganado, la torre de la parroquial sobresaliendo por detrás.


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Fuente y lavadero de Caudilla.


 
Oreja ( Toledo)




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Situado sobre unos riscos en la margen izquierda del río Tajo se encuentra este histórico pueblo de Oreja (sobre su actual emplazamiento se asentó la villa romana de Aureliae), excelente mirador de toda la vega del río.
El castillo de Oreja situado a escasos 300 metros del pueblo y visible desde muchos kilómetros a la redonda es lo que ha salvado de caer en el olvido a esta población compuesta por unas catorce viviendas en forma de U con dos calles exteriores y una central sin salida.
Al tener el Tajo cerca tenían agricultura de regadío (remolacha, maíz, coliflor, repollo, viñedos) y de secano en la parte de arriba del pueblo (trigo, cebada, centeno) quedando las ovejas y en menor medida las cabras en lo relativo a la ganadería.
Varios orejanos trabajaban a jornal en la poderosa finca agrícola de Soto de Oreja propiedad de la familia Monegre, situada por debajo del pueblo junto a la ribera del Tajo.

Celebraban su fiesta patronal el día 15 de agosto en honor a su patrona la virgen de la Asunción.
Ese día se celebraba una misa y una procesión por las calles del pueblo y por la tarde se hacia el baile que ya había dado comienzo la noche del día anterior. El ¨Galguete¨ de Aranjuez con un organillo era el encargado de hacer bailar a los presentes en una explanada junto a la ermita, fiesta muy concurrida por ser en época veraniega y donde no faltaban los turroneros y almendreros de Aranjuez que instalaban allí sus tenderetes.

Tenían maestra y cartero residentes (iba hasta Noblejas a recoger la correspondencia), pero carecían de médico que fuera a hacerles una visita debido a las distancias que había para llegar a Oreja y a los nulos caminos que había entonces, teniendo que ir el enfermo de la manera que pudiera a consulta bien a Aranjuez o bien a Ontigola.

Algunos domingos subía el cura desde Aranjuez a oficiar misa y otras veces era algún fraile de la residencia El Deleite de Aranjuez el que se pasaba por Oreja a tal menester.
Tampoco aparecían apenas vendedores ambulantes por allí por lo que eran los orejanos los que tenían que acercarse hasta Aranjuez o hasta Ontigola a suministrarse.

Hubo un proyecto frustrado de haber subido la luz desde la finca de Soto de Oreja por medio de un transformador pero los vecinos no quisieron acometer el gasto que ello suponía, por lo que hasta el final de sus días Oreja no conoció más luz que la de los candiles y quinqués.
Algo parecido ocurrió con el agua, no se llevo a buen término el proyecto de canalizar una fuente cercana hasta Oreja por lo que siguieron suministrándose para consumo directamente del río Tajo adonde bajaban con cantaros en caballerías.
Esto unido a los malos caminos que había y al envejecimiento de la población llevó al declive a Oreja. Los más ancianos murieron en el pueblo y los hijos fueron marchando en busca de mejor futuro y más comodidades. Para 1959 se había quedado vacío el pueblo aunque muchos vecinos que habían emigrado a Aranjuez, Noblejas y Ontigola siguieron yendo al pueblo a trabajar las tierras.
Actualmente los antiguos vecinos y sus descendientes se siguen reuniendo el 15 de agosto para celebrar el día festivo del pueblo y colaborar para que no se apague la llama de la memoria de Oreja.

Visita realizada en febrero de 2012.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.

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El pueblo y el castillo en su elevada posición vistos desde la finca de Soto de Oreja.


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Llegada a Oreja.


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La ermita de la Asunción de Nuestra Señora.


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El castillo de Oreja, construido por los musulmanes hacia el siglo X para proteger y dominar el paso del río en su defensa del reino de Toledo, por delante los escasos restos que quedan de la parte antigua del pueblo.


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El pueblo visto desde el castillo.


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La calle de Enmedio, las viviendas daban a esta calle y también tenían salida por detrás a través de un patio.


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La casa de la maestra y la casa de la tía Cipriana.


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Muchas de las casas eran dos viviendas independientes, una en la planta baja y otra en la planta de arriba a la cual accedían por las escaleras situadas en el patio.



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Poco queda en pie de la escuela de Oreja.


 
Vizcota ( Valencia)



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Agradecimiento muy cordial para Arturo Cortés Collado, ameno y agradable informante, antiguo vecino de Vizcota del que se marchó siendo un niño al pueblo de El Collado, por lo que nunca le ha perdido la pista a su pueblo.


Vizcota es una de las numerosas aldeas que pertenecen al ayuntamiento de Alpuente. Situado en la solana de un cerro denominado la Muela Catalana.
Poco va quedando de los tiempos en que esta bonita población llegó a contar con casi una treintena de viviendas. Muchas de ellas ya dieron con sus piedras en el suelo y actualmente unas siete u ocho son las que se mantienen en pie dando fisonomía a Vizcota.
Duras condiciones de vida en este pueblo donde nunca llegaron a conocer la luz eléctrica y padecían unos inviernos muy rigurosos con malas comunicaciones pues solo había caminos de caballerías.

Dedicados desde siempre al cultivo de cereal (trigo, avena y cebada) y algunos viñedos complementándose con pequeños rebaños de ovejas en cada casa.
Había escuela en la aldea, pero carecían de los demás servicios básicos y así tenían que desplazarse hasta el pueblo de El Collado para asistir a los oficios religiosos y para el servicio sanitario acudían hasta Alpuente, en casos muy graves iban a buscar al médico con un burro para que viniera a visitar al enfermo.

Marcelino Pérez se encargaba de traer la correspondencia montado en un burro y años más tarde haría esa función su hija caminando.
A moler el grano se desplazaban hasta el molino de La Jarra en Titaguas y otras veces iban al pueblo turolense de Arcos de las Salinas. Las compras en general acudían a realizarlas a Alpuente, aunque algún vendedor ambulante se dejaba ver por Vizcota.

"Me acuerdo especialmente de un señor que le llamaban el manco de Hontanar, no tenia brazos y llevaba un cajón en la parte delantera sujeto a los hombros con unas correas. Vendía cerillas, hilos, agujas, chocolate, etc. Las propias mujeres que le compraban le cogían la mercancía y le pagaban el dinero y recogían las vueltas si se daba el caso. También aparecían comerciantes de Arcos de las Salinas que venían a comprar huevos, pollos y conejos, se vendían muy bien pues Arcos en esa época tenía mucha vida". ARTURO CORTÉS.

Había mucha armonía entre el vecindario y en las noches veraniegas la gente acudía a la plaza a sentarse a la fresca donde había un olmo muy grande.
Pero Vizcota no se libró de la emigración que tanto azotó esta comarca de los Serranos y así sus vecinos se fueron marchando en busca de mejores condiciones de vida hacia las capitales (Valencia y Barcelona) y pueblos dispersos de la provincia. En el año 1965-1966 quedaban cuatro familias en el pueblo y decidieron irse prácticamente a la vez viendo ya que Vizcota estaba sentenciada y había que buscar otros lugares con mejores infraestructuras y calidad de vida. Así las familias de Agustín Collado y Rafael Rubio se fueron ambas al pueblo de Burjassot, la familia de Ramón Herrero se marchó para Barcelona y Adelaida Sanmiguel que estaba viuda se quedó en el cercano pueblo de El Collado.
Posteriormente en los años 90 se instalaron allí unos campamentos de verano que venían desde el pueblo de Torrent, se edificaron unas duchas y letrinas, unas bancas de piedra y en tiendas de campaña hacían la vida. Estuvieron acudiendo varios veranos hasta que dejaron de aparecer por allí.

Visitas realizadas en mayo de 1996 y julio de 2011.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.



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La casa del tío Montes en la parte más baja del pueblo y junto al camino que lleva a El Hontanar.


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La casa de la tía Adelaida y la del tío Simeón.


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La casa del tío Simeón vista desde la escuela.


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Esta era la primitiva calle que subía hacia la parte alta del pueblo.


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La casa del tío Antonio a la izquierda en ruina total y la casa del tío Agustín a la derecha que a duras penas se sostiene en pie.



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La casa del tío Antonio y la del tío Vicente en la parte más alta del pueblo.


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Bajando hacia la plaza y la parte baja del pueblo.


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La fuente a la izquierda y el lavadero a la derecha.


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Capelleta dedicada a los santos Abdón y Senén en las afueras del pueblo. Cada semana un vecino se encargaba de poner y mantener una vela encendida


 
Otero de Sarasiegos ( Zamora)



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Agradecimiento a los hermanos Montero (Francisco y Jacobo). Excelentes y entusiastas informantes de su pueblo, del que no quieren que caiga en el olvido su historia.


Como su nombre indica, población situada sobre un otero o altozano desde donde se divisan excelentes vistas de las lagunas de Villafáfila así como la llanura donde se asientan los pueblos de Villarrin de Campos y Villafáfila.

"Cuando estábamos esperando algún familiar y se retrasaba un poco nos íbamos al lateral de la iglesia, desde allí se divisaba todo el camino y veíamos por donde venia". JACOBO MONTERO.

Bonito pueblo ya venido a menos que llegó a contar con unas dieciocho viviendas. Las casas eran construidas de barro y adobe y como este material lleva muy mal el paso del tiempo, muchos de los edificios están en el suelo.
El trigo y la cebada eran los productos principales que sembraban en sus campos, mientras que las mulas, vacas y ovejas eran los animales más representativos en la ganadería.

Sus vecinos estaban asociados en la Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos para gestionar y defender sus intereses. Tenían la figura del guarda rural que era el encargado de vigilar los posibles hurtos así como cuidar que el ganado no se metiera en las tierras de cultivo además de otros asuntos.
Contaban con una finca excelente para pastos: la pradera de Valdecasas, donde llevaban a pastar el ganado vacuno y mular que no se utilizara en tareas del campo. De ello se encargaban los vaqueros que tocaban un cencerro por la mañana por el pueblo para que los vecinos fueran sacando sus animales.
Miguel de Villarrin de Campos y Julio de Villafáfila ejercieron este oficio de vaqueros durante años en Otero de Sariegos.

Celebraban sus fiestas patronales el día 25 de abril (San Marcos). El lanzamiento de cohetes y petardos anunciaba el comienzo de la fiesta donde tenía gran protagonismo la misa, espectacular con unos cánticos que ponían la piel de gallina. Se sacaba en procesión a la virgen por las calles del pueblo, siendo las mujeres las encargadas de llevar las andas. El baile se realizaba por la tarde y la noche, siempre en el interior de algún edificio como era la planta baja de la casa de los Ojero, en alguna panera o en algún corral bien acondicionado. La música corría a cargo de un organillo que traían los hermanos Santacirila de Villafáfila, en años más recientes se sustituyó por un tocadiscos.

Ese día se hacia una comida especial en las casas pero el plato estrella era el arroz con leche preparado para la ocasión que tenía mucha fama en todos los pueblos del contorno.
De Villafáfila y Villarrin de Campos eran los pueblos de donde acudía más gente a participar de la fiesta.
El día 11 de noviembre para San Martin había fiesta de nuevo, pero en esta ocasión no había procesión.

El cura venía siempre de Villarrin de Campos. Todos los domingos se oficiaba misa. Don Julián, don Abdón, don Arcadio o don Agustín fueron algunos de los párrocos que acudieron a realizar tal acto.
El médico (don Daniel), llegaba desde Villafáfila, había que ir a buscarle con una caballería para que se desplazara a Otero a visitar al enfermo.
Agustin Miñambres el cartero venia dos veces a la semana desde Villarrin de Campos a traer todo tipo de correspondencia e incluso la pensión que cobraban las personas mayores también las llevaba.

Teófilo el barbero acudía desde Villafáfila a cortar el pelo en las casas que se le solicitaba.
Iban a moler el grano a la fábrica de harinas de La Tabla, donde entregaban el trigo y les devolvían el equivalente en harina.
El día de más movimiento en Otero de Sariegos era los jueves que era día de mercado en Benavente (los jueves de Benavente), era costumbre de los oteranos y de todos los pueblos de la comarca ir ese día a Benavente, a vender algún animal, a comprar productos o simplemente a pasar el día aunque no se hiciera nada en especial. Para ello se levantaban a las dos de la mañana para recorrer los doce kilómetros que les separaban de la estación ferroviaria de La Tabla y coger el tren hasta Benavente. Años más tarde había coche de línea que salía de Villanueva del Campo y recogía las gentes de todos los pueblos de la comarca para trasladarlos a Benavente. Los oteranos tenían que madrugar también porque tenían que estar en el cruce de la carretera a las ocho de la mañana que es cuando pasaba el transporte.

En menor medida se acudía también a los mercados de Zamora (los doce de Zamora) por los mismos medios de transporte.
Siempre se compraban productos y enseres de todo tipo el día que se iba a Benavente pero también se desplazaban a Villarrin de Campos y a Villafáfila donde había comercio a realizar compras más simples.

Y además los vendedores ambulantes se encargaban de traer a Otero productos que no había en el pueblo, como eran los Toresanos que con un carro de mulas en reata (una mula delante de la otra) llevaban pimientos, tomates, cebollas, etc. Con un carro aparecía otro vendedor ambulante de Villalba de la Lampreana que iba vendiendo arroz, aceite, azúcar...
Ya cuando había carretera acudía un vendedor de Villafáfila con vehículos de la época vendiendo utensilios y menajes como los famosos platos Duralex tan de moda aquellos años.

Por lo general cada casa solía tener su horno, donde aparte del pan se elaboraban unas deliciosas pastas y magdalenas. Años más tarde ya se dejó de cocer el pan y lo traía el panadero de Villafáfila.
La juventud se desplazaba los domingos a Villarrin de Campos o a Villafáfila donde había baile y cine en ambos pueblos.

"Íbamos a uno o a otro según los intereses amorosos o de amistad que tuviéramos en el momento". FRANCISCO MONTERO.


A principios de los 60 hubo un resurgir en la vida del pueblo con dos hechos que hicieron la vida más fácil a los oteranos: la llegada de la carretera y de la luz eléctrica.
Estas comodidades llegaron siendo alcalde de Otero de Sariegos don Ignacio Montero.
La luz fue una gran novedad y sustituyó a los candiles de carburo con el que se alumbraban los oteranos por las noches.

"Se trajo desde una central eléctrica que había en Aspariegos propiedad de Aquilino Gato, costó 25 mil pesetas la traída, fue en octubre del 61".
FRANCISCO MONTERO.


El otro gran adelanto como era la carretera, era algo muy necesario porque antes era un sendero y en invierno se ponía impracticable de barro y agua debido a que había muchos humedales, a veces ni se podía pasar.

"Sobre el año 60 se inició la construcción de la carretera por medio de un contratista de Salamanca, Ramiro Gullón, era de una longitud de un kilómetro setecientos metros y se hizo a golpe de pico y pala. Costó 63.000 pesetas. La obra estuvo parada durante dos años. Ya se había construido más de un kilómetro, pero unos cuatrocientos metros antes de llegar al pueblo la carretera iba a ocupar parte de una finca próxima, a lo que la propietaria se opuso. La carretera quedó estancada aquí. Hubo un juicio y el ayuntamiento lo perdió, por lo que para pagar las costas y demoras hubo que parcelar en partes la pradera Valdecasas y que cada vecino arrendara una parcela para llevar allí el ganado y así poder sufragar los gastos del juicio.
Al cabo de un tiempo la buena señora, posiblemente con remordimiento de conciencia del perjuicio que causaba al pueblo con su negativa, dio autorización para que la carretera pudiera pasar por sus tierras y se diera por finalizada la obra". FRANCISCO MONTERO.


Aunque los primeros años 60 fueron buenos años para el pueblo, que incluso llegaron a conocer el teléfono cuando ya solo quedaban dos casas abiertas, no ocurrió lo mismo con los 70, en esta década se produjo una salida importante de vecinos buscando una mejor calidad de vida.
Villarrin de Campos y Villafáfila absorbieron casi a partes iguales a los oteranos que salieron del pueblo.

La disolución del ayuntamiento de Otero de Sariegos debido a que el pueblo fue mermando mucho de población fue el principio del fin para Otero. Los vecinos que quedaban optaron por votación incorporarse al municipio de Villafáfila. La Hermandad de Labradores se integró en la de Villafáfila, se hizo la concentración parcelaria, así que los vecinos que quedaron optaron por marcharse a los dos pueblos cercanos, donde había más comodidades y mejores servicios y desde allí podían seguir acudiendo a trabajar las tierras a Otero. Si a esto se le añade la falta de agua en las casas y el cierre de la escuela se comprenderá el ocaso de Otero de Sariegos.
Aun así dos personas mantuvieron un soplo de vida en el pueblo hasta no hace muchos años.

"Cuando ya nos marchamos todos se quedaron por un lado María Ares que era viuda y por otro Porfirio Alonso que estaba soltero. Si bien María en los últimos años pasaba un tiempo en Villafáfila y otro en Otero, no estaba de continuo allí y sin embargo Porfirio si vivía todo el año en el pueblo, por lo que se puede decir que Porfirio fue el último de Otero de Sariegos. Era un hombre de más de ochenta años que vivía sin agua en casa y un poco en precario. Se fue de Otero el día 21 de noviembre de 2003. La tarde anterior estuve yo en Otero, hablé un poco con él y ya me lo comunicó- ¨Al día siguiente por la mañana me marcho, no he salido nunca de Otero más que para ir al servicio militar pero con gran pesar me voy y ya no vuelvo nunca más-¨. Palabra que ha cumplido porque Porfirio con casi 95 años vive en la residencia de Benavente". FRANCISCO MONTERO.

Con su marcha dejó de salir humo en las chimeneas oteranas y el pueblo quedó sumido en el silencio.
Aun así los hijos de Otero y sus descendientes siguen acudiendo al pueblo el día 25 de abril para conmemorar la fiesta de San Marcos y que no se apague del todo la llama de Otero de Sariegos.
Las tierras siguen cultivadas por agricultores de Villarrin y Villafáfila y el pueblo aunque sea de refilón es muy frecuentado porque está en la zona de paso hacia los observatorios de aves que hay en las lagunas de Villafáfila. De hecho un palomar se ha rehabilitado como observatorio.


Visita realizada en abril de 2014 en compañía de Francisco Montero.

PUBLICADO POR FAUSTINO CALDERÓN.


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Llegando a Otero de Sariegos.


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Entrando por el camino de Toro.


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Calle de Otero de Sariegos. Llegando a la plaza.


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La iglesia parroquial de San Martín de Tours. A la derecha pared que era utilizada por los jóvenes para jugar al frontón y rincón que también utilizaban las mujeres para sentarse a coser.


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La escuela.

"Unos veinte niños llegó a haber en sus buenos tiempos. Cada niño nos teníamos que llevar algo para calentarnos en el interior en los días más fríos del invierno porque no había estufa. Solíamos llevar una especie de lata con brasas. El interior era simple: la mesa de la maestra, una pizarra, dos mapas en las paredes laterales, un armario y los pupitres en el centro.
Doña Demetria fue la maestra que estuvo más años. Era de las de antes, más exigente y estricta. Me acuerdo una vez que en el recreo un niño le trajo unas ramas de mimbreras muy bonitas como obsequio. La maestra tan contenta por el regalo y el niño también por haber agradado. Pero todo se fue al limbo enseguida, a los quince minutos de dar clase le sacudió una buena somanta de cachetes por una trastada que había cometido.
Después ya venían maestras más jóvenes recién terminada la carrera, apenas estaban un año y se iban a otro destino. Guardo muy buen recuerdo de doña Bernarda, tenía 23 años, solo estuvo un año aquí, pero aprendí mucho con ella". FRANCISCO MONTERO.




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El teleclub. Primero fue sede de la Hermandad Sindical de Labradores y ganaderos. La llegada de la televisión supuso una pequeña revolución por la novedad. Las mujeres se venían por la tarde a ver los programas de entretenimientos de la época. También los jóvenes echaban partidas de cartas.


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La fuente y pilón. Sufrió una transformación porque era cuadrado.


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Pozo de agua y pila. Hasta aquí venían a lavar la ropa las mujeres oteranas. Había cinco o seis pilas. Ponían a secar la ropa en la pradera. Este agua era buena para poner en remojo los garbanzos, los ablandaba mejor que el agua de la fuente que era un poco más dura.


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Palomar circular con patio interior ya en ruinas. Los palomares eran muy característicos de la Tierra de Campos, se dedicaban a la cría del pichón.

 
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