El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Villalbilla - Cuenca


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Agradecimiento para Javier Ballesteros Higueras, ameno y agradable informante recorriendo en su compañía las calles de su pueblo en una fría tarde invernal. Multitud de recuerdos y anécdotas a cada paso.




Antiguo pueblo de renteros, fue propiedad de doña Amparo Eraso Lledó, al igual que los vecinos pueblos de Nohedas y Sacedoncillo. Ya bien entrado el siglo XX sus habitantes compraron las casas y las tierras a los descendientes de doña Amparo.
Diecinueve viviendas conformaban Villalbilla alineadas casi en su totalidad a lo largo de una calle. Tenían sus campos cultivados de cereal (trigo, cebada, centeno). Rebaños de ovejas mantenían cada casa y solo una cabra podían tener por familia, debido a que estas se comían las hojas de las carrascas que había en el monte, el cual era privado.
Celebraban las fiestas patronales para San Pedro el día 29 de junio. Duraban tres días y contaba con gran presencia de gentes de pueblos vecinos.


"Subía gran cantidad de gente desde el Villar de Domingo García y de otros pueblos, en el baile no se cogía en la plaza de la cantidad de parejas que había bailando, por lo que se llegaba a bailar también en una plazuela adyacente. Se bailaba al son del acordeón del tío Vitorino de Villar del Saz, otros años eran dos hermanos de Jabaga que tenían una sastrería en Cuenca, los que venían a tocar con bombo y acordeón.
Se invitaba a comer a todos los familiares y amigos a las casas e incluso ningún forastero se quedaba sin comer, me acuerdo que mi madre nos decía que nos asomáramos a la calle por ver si había alguien que no tuviera ninguna casa donde comer para invitarle a entrar.
Se pasaba muy bien y había un concurso que era acertar al gallo, en el que se enterraba un gallo dejándole solo libre la cabeza, los jóvenes previo pago de una moneda y desde cierta distancia le tiraban piedras a ver quien le acertaba, era muy difícil pues el gallo al ver venir la piedra con un ágil movimiento de cuello la esquivaba, por lo que había que ir acortando la distancia hasta que alguno conseguía darle. Buenas partidas de bolos se echaban también y no solo en fiestas sino todos los domingos". JAVIER BALLESTEROS.


Se hacia otra fiesta el primer domingo de Cuaresma dedicada a Santa María Magdalena, donde se hacia un subastado de productos (trigo, pollos, patatas, manos de cerdo, etc) y con lo obtenido se oficiaban varias misas para las animas benditas del pueblo.

"Un año en estas fiestas de María Magdalena apenas si quedábamos ya tres familias en el pueblo y ese día cayó un nevazo muy grande por lo que no pudo llegar nadie de fuera, solo vino el cura que ofició una misa y luego nos reunimos todos en una casa a comer". JAVIER BALLESTEROS.


La Nochebuena era muy celebrada en Villalbilla

"Se traían tres carros de leña de carrasca y se hacia una gran hoguera en una de las plazas, era inmensa y solía durar hasta 15 días, allí nos reuníamos todos y cantábamos villancicos y comíamos de los dulces que habíamos obtenido de ir pidiendo el aguilando casa por casa (rosquillas, mantecados, etc). Si no daba tiempo de hacer la ronda del aguilando por todas las casas se continuaba al día siguiente". JAVIER BALLESTEROS.

El cura venia de Villar de Domingo García (Don Rogelio), primero en una mula y más tarde en bicicleta. Del mismo pueblo venia el médico (Don Maximino), llegaba en coche hasta el desvío de la carretera general y luego se venía andando el último tramo.
Al Villar se desplazaban los villalberos para realizar las compras pues allí había bastante comercio y también iban allí a por agua, uno de los principales problemas de Villalbilla, la fuente que había no era potable y tenían que ir a buscarlas con las caballerías al Villar, a Nohedas o a Fuentesclaras indistintamente.

A la falta de agua se unió la mecanización del campo que motivó que no hubiera trabajo para todos y así los villalberos se fueron marchando principalmente a Cuenca y a Valencia.
La emigración ya hacía tiempo que rondaba por Villalbilla hasta que llegó el final definitivo.

"En el año 1978 ya solo había tres casas abiertas y el panorama no era muy prometedor, el problema del agua estaba ahí y a ello se unía que los chicos ya tenían que ir a la escuela de Villar, por lo que las tres familias nos marchamos casi a la vez: nosotros (Javier y Dionisia), junto con Desiderio y Eulalia nos bajamos al Villar y los de la otra casa, Félix y Amparo marcharon para Cuenca".
JAVIER BALLESTEROS.


A partir de aquí, solo soledad y silencio y el ya consabido expolio tan brutal en algunos lugares, aquí se llevaron hasta las tejas lo que aceleró de manera considerable el proceso de ruina del pueblo. Todavía algunos años después de marcharse se seguían reuniendo los vecinos para las fiestas, conmemoración que dejó de hacerse años más tarde.


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Alcadima ( Albacete)



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Agradecimiento para Antonio González y Bienvenida Torres, los penúltimos en marchar de Alcadima, magníficos y acogedores informantes.



Preciosa y fotogénica aldea de Alcadima perteneciente al municipio de Liétor, situada en el estrechamiento de un minúsculo vallejo por donde discurre el rio Mundo. Caserío apiñado, con rincones de gran belleza, muy bien conservado, formado por trece viviendas en las que predomina el yeso como material de construcción.

Contaron con luz eléctrica desde hace muchos años proveniente de la cercana central eléctrica de Hijar.
Al estar a orilla del río casi toda su agricultura era de regadío. Así sus tierras estaban sembradas de tomates, pimientos, patatas, habas, olivos, granados, higueras, etc.

"Cogíamos muchas aceitunas, normalmente para consumo, teníamos un buen sistema para quitarles el amargor: llenábamos un saco y lo colgábamos del puente sumergiéndolo en el río toda la noche recibiendo el frescor del agua, al día siguiente estaban listas para comerlas. También las llevábamos a vender a otros pueblos, las cargábamos en el macho y llegábamos hasta Las Cañadas de Hache o Peñascosa donde no tenían olivos y se las vendíamos o bien las intercambiábamos por trigo, puesto que ellos si tenían bastante cereal y nosotros estábamos más escasos". ANTONIO GONZÁLEZ.
Las ovejas, y las cabras en menor medida era el sustento en la ganadería.
Con la aldea de Hijar tenían gran relación dada su cercanía, además de lazos de amistad y vínculos familiares, los niños iban allí a la escuela (alrededor de 20 niños iban a estudiar desde Alcadima), cada quince días acudían también a misa a una capilla instalada en la escuela y donde oficiaba el cura de Liétor para los dos pueblos y además compartían la fiesta patronal.

"Celebrábamos el día trece de mayo a la virgen de Fátima. Compramos la talla de la virgen entre los dos pueblos y el primer año realizamos la fiesta en Alcadima, se puso un altar en la calle, allí se dio una misa, hicimos una pequeña procesión y también un baile y ya los siguientes años lo celebrábamos en Hijar pues ellos eran bastante más vecinos y al cura le pillaba también más cercano desplazarse a Hijar que a Alcadima". ANTONIO GONZÁLEZ.

Pese a pertenecer a Liétor no tenían mucho contacto con aquel pueblo, y solo se desplazaban para algún asunto administrativo y desde allí solo recibían el servicio de cartería, para todo lo demás era Ayna su lugar de desplazamiento.

"A Liétor teníamos casi tres horas de distancia y a Ayna no llegaba a la hora el trayecto. A Ayna nos desplazábamos para todo: al médico, a hacer compras, a moler la aceituna a la almazara, a moler el grano, a la fragua, a vender los corderos a los carniceros, a vender la lana a la Fabrica de lana que allí había, lo mismo que había Fabrica para picar el esparto que en Alcadima recogíamos en mucha cantidad, los jóvenes hacia allá que iban los domingos puesto que había cine y baile, en fin para todo, nuestras visitas a Ayna eran constantes". ANTONIO GONZÁLEZ.

La vida era muy apacible en Alcadima y se vivía bastante bien, por aquí pasaban también los trabajadores de la central eléctrica de Hijar en su camino de ida y vuelta hacia Ayna donde vivían, hasta que años más tarde les hicieron un poblado junto a la central.

"Aunque yo no nací aquí, estaba muy bien integrada en la vida de la aldea, había mucha armonía, los vecinos que quedábamos éramos como una familia, se celebraba la matanza y se invitaba a todos los vecinos que previamente te habían ayudado en los preparativos.
En Navidad los niños salían a pedir el aguilando por las casas, acercándose también hasta Hijar y viniendo los de allí a pedirlo también a Alcadima, se les daba rollos, mantecados y cualquier dulce o golosina que se les pudiera dar.
Los jóvenes se iban en grupo a las fiestas de Ayna, de Liétor, de Elche de la Sierra y sino se realizaba baile aquí en cualquier casa, siempre había alguien que sabia tocar el acordeón y la guitarra y rápido se preparaba un baile".
BIENVENIDA TORRES.


Aun así la emigración no pasó de largo por Alcadima y sus gentes se fueron marchando en busca de un mejor futuro a Barcelona, Valencia y Ayna.

"La gente se marchaba porque la tierra ya no daba trabajo para todos, teníamos deficientes accesos, siempre caminos de caballería, el cierre de la escuela de Hijar también supuso un mazazo para los vecinos que quedaban porque los niños tenían que desplazarse a la de Ayna que les pillaba más retirado. La gente fue a probar suerte en las ciudades. Nosotros ya al final nos vinimos para Ayna y mi hermano Manuel todavía aguantó ocho meses más con su mujer y sus dos hijos pequeños viviendo en Alcadima, fueron los últimos en marchar, pero al final también se vinieron para Ayna, desde aquí podíamos seguir yendo a trabajar las tierras". ANTONIO GONZÁLEZ.

Corría el año 1977 cuando se marcharon los últimos moradores de la aldea, pero afortunadamente los alcadimeros no se olvidaron de su pueblo y siguieron manteniendo sus viviendas en buen estado y cultivando sus huertos, hecho que se sigue haciendo hasta el día de hoy, por lo que raro es el día que no hay ningún alcadimero transitando por este encantador lugar.





El pueblo salido de un cuento Alcadima



 
Arteaga de Abajo ( Albacete)



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En un puntón rocoso sobre el río Puentecillas se sitúa esta pedanía de Peñascosa.


Muy difíciles accesos tuvo siempre está olvidada aldea. A pie o en caballería era la única manera de llegar hasta sus muros.
Al azote de todos los vientos y padeciendo unos inviernos rigurosos con abundantes nevadas, alrededor de unas diez viviendas de sencilla construcción formaban el núcleo de Arteaga de Abajo.

No conocieron la luz eléctrica. Las teas y los candiles de aceite fueron sus fuentes de iluminación.

La agricultura y la ganadería componían la base sobre la que se sustentaba su economía.
Trigo, cebada, avena, centeno, patatas y panizo entre otros productos era lo que cultivaban en sus tierras.
A moler el grano iban al molino de Arteaga de Arriba.

Las ovejas y las cabras era lo que predominaba en el terreno ganadero.
Marchantes y carniceros de Bogarra, Paterna del Madera, Masegoso o Casas de Lázaro aparecían por allí periódicamente para comprar los corderos.
Conejos, liebres y perdices abundaban en sus montes y no se libraban de la puntería de los cazadores de la aldea.
Del río conseguían sacar abundantes cangrejos para aportar una variedad gastronómica en las comidas.

Para todo tipo de oficios religiosos (misa, bodas, bautizos, funerales, etc) se desplazaban hasta la iglesia de Arteaga de Arriba y anteriormente a la construcción de esta, tenían que hacerlo a la de Peñascosa, cabecera de municipio, situado a más de 15 km. de distancia.

El médico venía desde Masegoso. Había que ir a buscarle y llevar una caballería para que pudiera desplazarse a visitar al enfermo. Don Faustino, gallego de nacimiento, fue uno de los que se recuerda.
A la escuela iban a la de Arteaga de Arriba.
El cartero (Pedro) venía desde Fuenlabrada a repartir la correspondencia.
Posteriormente fue Desiderio, natural de Fuenlabrada pero residente en Arteaga de Arriba el que montado en su bicicleta recogía la correspondencia en Peñascosa y la repartía por las aldeas.

Las fiestas patronales en honor a la virgen de Fátima en mayo se hacían para las dos aldeas pero las celebraciones se realizaban en Arteaga de Arriba.
Samuel y Genaro provenientes de la Casa la Toba eran los músicos que con laúd y guitarra amenizaban los bailes.
Los domingos y días festivos por la tarde se hacía baile a nivel local en el interior de alguna casa.

Para coger el coche de línea que cubría el trayecto Bogarra- Albacete tenían que madrugar con ocasión de poder estar a las siete de la mañana en la parada de la carretera de Casas de Lázaro.

La considerable distancia a todos los núcleos de población grandes no les hacía desplazarse de continuo para realizar compras por lo que eran los vendedores ambulantes de Bogarra, Paterna del Madera o Casas de Lázaro los que se dejaban ver por Arteaga de Abajo.
También se recuerda a un señor de Pozohondo vendiendo hilo y otros productos de costura, como también a otro vendedor que venía desde Elche de la Sierra con dos borriquillos y vendía telas y todo tipo de ropas.

En un pueblo tan abrupto, con difíciles accesos y mal comunicado la emigración tenía que llegar. Esa imposibilidad de no poder llegar nunca un vehículo, o la dificultad de acarrear el agua por el empinado camino desde la fuente hasta las casas, unido a las ganas de buscar una mejor calidad de vida fue empujando a la gente de Arteaga de Abajo a buscar nuevos lugares de residencia.

La gran mayoría se repartieron entre Albacete y Barcelona.
El matrimonio formado por Julio Aguilar e Isabel García con una hija fueron los últimos de Arteaga de Abajo. Marcharon a principios de los años 70.

 
El Encebrico ( Albacete)


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El progreso nunca se acercó por esta recóndita aldea albaceteña de la sierra del Segura perteneciente al pueblo de Paterna del Madera. Lo más que llegaron a disfrutar fue un carril de tierra para que pudiera llegar algún vehículo, el cual sustituyo a la senda de caballerías que tuvieron siempre, aun así llegó un poco tarde, a mediados de los 60, cuando ya apenas quedaban vecinos.

Por descontado que ni la luz eléctrica ni el agua corriente llegó nunca a El Encebrico, pero además el médico lo tenían a dos horas de camino, en Paterna del Madera. No hubo nunca escuela y solamente en diversos años era algún maestro rural de los que iban en aquellos años ofreciendo sus servicios por cortijos y caseríos aislados. Improvisaban un aula en alguna casa. Cada semana le tocaba a un vecino darle hospedaje (comida y cama). Los años en que no contaban con maestro enseñante no había escuela y los niños aprendían un poco de lo que les enseñaban los más mayores.
Para bautizos, comuniones o bodas se desplazaban a la iglesia de Paterna del Madera, a dos horas de distancia y una vez celebrado el acto religioso volvían a la aldea a celebrar el evento.


Tampoco nunca disfrutaron del servicio del cartero y era algún vecino que bajaba a Paterna a realizar alguna gestión el que se la subía a la aldea.
No aparecían vendedores ambulantes por allí y tenían que hacer tres horas de camino con las caballerías para llegar hasta Riopar, donde estaba el comercio y abastecerse de lo más necesario.

Su considerable altitud, a 1420 metros sobre el nivel del mar, ya da una idea de los inviernos tan rigurosos que solían padecer. Diez o quince días totalmente aislados por la nieve (nevadas hasta de dos metros) donde apenas salían más que para dar de comer a los animales. Tenían abundante leña de pino y de carrasca para combatir los intensos fríos.

Situada en un claro del monte, entre el Calar de la Osera y los Altos del Encebrico, doce viviendas llegaron a componer la aldea.
Sus tierras las aprovechaban para cultivar patatas, judías, panizo y trigo principalmente.
A moler el grano iban indistintamente al molino de Paterna o al de Río Madera.

La ganadería se repartía entre ovejas, cabras y vacas. Tratantes de Elche de la Sierra, Paterna o Molinicos aparecían por allí para comprar corderos o cabritos.

Celebraban su fiesta particular el 3 de mayo (La Cruz de Mayo). No había misa, se subastaban los rollos de la Cruz (dulces en forma de roscos grandes que hacían las mujeres de la aldea). Una comida algo diferente a otros días para agasajar a familiares y allegados venidos de fuera y un baile por la tarde en la era es lo que daba de sí el día festivo.

Los jóvenes acudían a las fiestas de Paterna del Madera y en alguna ocasión a las de La Vegallera.
Algunos domingos por la tarde hacían baile en el interior de alguna casa.

Ante un modo de vida tan austero la emigración lógicamente tenía que aparecer cuando se dieron las circunstancias para ello. Así en los años 50 y 60 se produjo el éxodo en busca de una mejor calidad de vida. Algunos se quedaron en Paterna del Madera y otros buscaron acomodo en las ciudades (Barcelona, Albacete, Bilbao).

Pero hay que decir que el recién empezado siglo XXI conoció existencia humana en la aldea con la presencia de Antolin Muñoz Moreno, el último de El Encebrico, persona amable y hospitalaria con los que por allí se acercaban, nunca quiso salir de su aldea, aguantó en solitario hasta el año 2004 en que su delicado estado de salud hizo que se lo llevaran sus familiares.

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La Casa del Collado (Albacete)




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En la parte sur de la provincia de Albacete un brazo de tierra en forma de cuña se introduce entre medias de las provincias de Jaén, Granada y Murcia.
Allí se encuentra el solitario pero precioso pueblo de Nerpio. Su término municipal se encuentra repartido entre once pedanías que a su vez engloban doscientos ochenta y cuatro cortijos.
Cortijos que han corrido una suerte desigual, mientras que unos han sobrevivido a la despoblación, otros se han recuperado como viviendas de segunda residencia y otro buen número se encuentran despoblados.
Es el caso de la cortijada de La Casa del Collado, perteneciente a la pedanía de La Casa de la Cabeza.

A 1280 metros de altitud en las estribaciones de la sierra de Mingarnao se encuentra este caserío que estuvo compuesto en sus buenos tiempos por doce viviendas, todas ellas de sencilla construcción, con la piedra, el barro y la cal como materiales predominantes.

Rigurosos inviernos los que padecían en esta zona serrana para lo cual aprovechaban la leña de pino y sabina para calentar la lumbre de las cocinas.
Sus tierras de cultivo se aprovechaban para el cultivo del cereal (trigo, avena y cebada).
El molinero de Nerpio recogía el grano y devolvía el equivalente en harina.
Cada ocho días se hacía pan en los tres hornos que llegó a haber en la aldea.

"En los meses de agosto y septiembre mi padre y yo nos dedicábamos a recoger espliego. En una caldera junto a la fuente lo preparábamos y lo cocíamos y una vez elaborado venía un señor de Nerpio y se llevaba la esencia. Nos pagaba de acuerdo a lo que tuviera estipulado con mi padre". ANSELMO GARCÍA.


La oveja era el animal sobre el que se basaba la ganadería de la cortijada. Marchantes de Caravaca de la Cruz acudían periódicamente a comprar los corderos.
Nunca llegó la luz eléctrica a las casas y así los candiles de carburo y los quinqués fueron sus fuentes de iluminación.

Para todo tipo de oficios religiosos (misa dominical, bodas, bautizos...) acudían a la iglesia de La Purísima Concepción en el pueblo de Nerpio.
De Nerpio subía el médico a visitar a algún enfermo cuando la ocasión lo requería. Don Antonio en un mulo y don Atanasio después en moto son alguno de los que se recuerdan.

Constantino Reolid Alfaro era el cartero que todos los días hacía el recorrido desde Nerpio hasta la pedanía de Yetas (pasando por todas las cortijadas que hubiera en el camino, entre ellas La Casa del Collado) para repartir la correspondencia. Un trayecto de dieciséis kilómetros que hacía diariamente andando. Llevaba también medicamentos y otros encargos que se le solicitara.

Una hora se tardaba en hacer el trayecto a Nerpio con una mula, se aprovechaba para hacer compras.
Algunos arrieros y vendedores ambulantes se dejaban ver por La Casa del Collado, como era Ginés de Turrilla que con un burro iba vendiendo un poco de todo o Antonio de La Dehesa que también aparecía ofreciendo su mercancía.

No hubo nunca escuela en la aldea por lo que la educación escolar fue muy deficiente en aquellos años.

"Estuvimos yendo unos meses a La Casa de la Cabeza donde había un maestro rural que estuvo enseñando durante un tiempo, pero poco. Lo que aprendíamos era lo que nos enseñaban los mayores.
En mi caso fue un pastor que tuvimos en la casa el que me enseñó lo más elemental". ANSELMO GARCÍA.


Poco tiempo libre había para el ocio, como no fuera bajar a Nerpio o acudir a los bailes cortijeros que se daban en Turrilla, en el Cortijo el Royo o en las Casas de la Carretera, cerca del pueblo.

La vida en La Casa del Collado era muy dura, la ausencia de luz, agua, escuela, médico o la lejanía de Nerpio empujaba a las gentes a marcharse en busca de una mejor calidad de vida.

"En los últimos años ya solo había dos casas abiertas, hubo otra más pero era un matrimonio mayor y se fueron con su hija a vivir a La Casa de la Cabeza. Ya no se daban buenas condiciones para seguir viviendo en la aldea, yo les decía a mis padres que nos teníamos que marchar. El progreso no llegaba por aquí, además trabajábamos con ganado "a costeo" y ya no era plan seguir viviendo así.
En el año 1973 nos pusimos de acuerdo las dos familias y nos marchamos a la vez a Nerpio. Se dio el caso de que yo me había marchado a la vendimia en Francia desde La Casa del Collado y cuando volví ya lo hice a Nerpio, mis padres se habían bajado al pueblo en ese intervalo de tiempo". ANSELMO GARCÍA.


Rufino García y Dermofila Martínez con sus dos hijos Anselmo y Alejandro por un lado y Saturnino y Esperanza con sus dos hijos Pascual y Antonio fueron las dos últimas familias que pusieron punto y final a la presencia humana en la cortijada de La Casa del Collado.
El resto de vecinos buscaron acomodo anteriormente en Nerpio o se marcharon hacía Ibi (Alicante).

Agradecimiento para Anselmo García, uno de los últimos en marchar de La Casa del Collado y para Santano Álvarez por su colaboración.


http://lospueblosdeshabitados.blogspot.com/search/label/La Casa del Collado
 
Las Hermanas (Albacete)


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Las Hermanas es una atractiva aldea albaceteña situada en la sierra del Segura.



Pedanía de Molinicos se presenta en forma alargada dejándose caer a media ladera sobre el barranco de la Dehesa Vieja.
Hasta 35 viviendas llegaron a componer en sus buenos tiempos esta aldea que tenía la base de su economía en el cultivo del olivo y del almendro. El trigo y la cebada era el cereal predominante en sus campos. Grano que se llevaba a moler a uno de los cinco molinos harineros que había en Molinicos.

Las ovejas y las cabras era el aporte que hacía la ganadería para el sustento de sus habitantes. Corderos y cabritos que eran vendidos a carniceros de Molinicos.
Mucha importancia tenía el cultivo y aprovechamiento de las plantas de esparto que se daba en las laderas más soleadas. Se llevaba a la fábrica de Molinicos o en ocasiones lo llevaban a vender a la provincia de Murcia.

Varios de sus vecinos se marchaban finalizando el verano a trabajar en la vendimia francesa para sacarse un dinero extra.
De la provincia de Ciudad Real venían arrieros hasta Las Hermanas y otras aldeas de Molinicos a comprar aceite y miel.
Miel que elaboraban en las numerosas colmenas que tenían y que en verano hacían trashumancia con ellas trasladándolas más arriba de Riopar.

Para todo tipo de oficios religiosos (misas, bodas, bautizos, defunciones) bajaban a la iglesia de Molinicos.
De aquí subía el médico y el practicante cuando la ocasión lo requería.
Para el servicio de correspondencia no había cartero destinado y era cualquier vecino que bajaba a Molinicos para realizar alguna compra el que se subía las cartas para Las Hermanas.

Los niños para ir a la escuela tenían que bajar hasta la aldea de El Morcillar a 1´5 km.
Precisamente con los de El Morcillar compartían patrona: la virgen de Fátima a quien celebraban fiesta el 13 de mayo.
Un año se realizaba la fiesta en El Morcillar y otro en Las Hermanas y así sucesivamente.
Cuando tocaba en Las Hermanas se improvisaba un altar en la calle y allí se oficiaba una misa. Se repartía torta de caridad bendecida y se subastaba el rollo que solían hacer las mozas del pueblo. Los jóvenes que tuvieran algún interés afectivo en alguna de las mozas se encargaban de pujar fuerte por el rollo que hubiera elaborado.

Antonio (el niño del Puerto), acordeonista del pueblo de Puerto del Pino era el encargado de amenizar el baile con su música.
Este día además de las dos aldeas protagonistas venía gente de Molinicos y de todos los caseríos del valle de Arroyo Morote.
No faltaba la cuerva (bebida típica en la zona que era igual que la sangría).
Los jóvenes acudían los domingos a Arroyo Morote donde se realizaban unos animados bailes para las gentes de los caseríos cercanos. En ocasiones dicho baile se realizaba cada domingo en una aldea diferente.

Entre los adelantos de la época solo el teléfono apareció por Las Hermanas cuando ya apenas había población.
Debido a la ausencia de servicios e infraestructuras la gente fue marchándose en los años 60 y 70 casi en su totalidad a Molinicos, del que dada su cercanía podían seguir subiendo a Las Hermanas a trabajar las tierras.

El cierre de la escuela de El Morcillar supuso un duro golpe para las últimas familias que todavía residían en la aldea pues ya tenían que llevar a sus hijos a la de Molinicos, por lo que decidieron fijar su residencia en la cabecera municipal.
Las Hermanas aguantó con presencia humana hasta mediados de los 90 cuando el delicado estado de salud de Eleuterio López (el último y solitario vecino) hizo que sus familiares se lo llevaran de la aldea.

Posteriormente hubo un proyecto de hacer un complejo rural que hubiera revitalizado el lugar, pero la cosa no cuajó.
El expolio se encargó de hacer el resto y a día de hoy todas las edificaciones están abandonadas.



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Llombai (Alicante)



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En la vall de Gallinera en la comarca de La Marina Alta se asienta sobre una minúscula faja del terreno el pequeño núcleo de Llombai. En sentido descendente se van alineando todas las viviendas en hilera a un solo lado de la calle. Hasta quince casas llegó a contar en sus tiempos de máximo apogeo.
Dos o tres viviendas tenían horno particular para hacer el pan. Los que no lo tenían usaban prestado el de algún vecino o iban al cercano pueblo de Alpatró donde había varios hornos.

La agricultura era su punto fuerte en la que se basaba su economía y dentro de ella eran los olivos su principal fuente de ingresos. Una vez elaborado el aceite en la almazara que había en el pueblo se vendía a tratantes de la Vall que se encargaban de transportarlo en camiones para su venta en Pego y otros pueblos cercanos a la costa.

En ocasiones algunos vecinos intercambiaban aceite por arroz con gentes de Pego, pueblo que era buen productor del mencionado grano blanco. Además del olivo también cultivaban trigo, cebada, cerezos o almendros entre otros productos.
A moler el grano iban al pueblo de Lorcha.
La ganadería con ello quedaba en un segundo plano, algunas familias poseían pequeños rebaños de cabras.

Al carecer de iglesia acudían a la de Alpatró para los diversos oficios religiosos (misa, bautizos, bodas, defunciones, etc).
Tampoco había escuela en Llombai, así que los alumnos en edad escolar acudían a la del cercano pueblo de Benisili. Alrededor de ocho o nueve niños y niñas iban en los años 50.

El médico residía en Beniali. Si era muy urgente acudía a Llombai a visitar al enfermo en alguno de los taxis que había en la Vall. Si no era caso grave el enfermo acudía a Alpatró donde pasaba el doctor consulta una o dos veces a la semana.
La correspondencia la cogía cualquier vecino que iba a Alpatró por algún motivo.

Carecían de fiestas patronales, pero participaban activamente de las de Alpatró en agosto. El primer día, por la mañana era costumbre hacer un pasacalles hasta Llombai con los músicos de Lorcha que habían acudido para amenizar el baile en las fiestas.
En los años 50, un vecino de Llombai, Pascual Gascó Seguí donó una imagen de la Virgen de los Desamparados a la iglesia de Alpatró. Ese año hubo fiesta por todo lo alto en Llombai.
Para realizar compras de poca entidad acudían a Alpatró donde había un comercio, si eran compras de mayor envergadura aprovechaban cuando se desplazaban hasta Pego.

El envejecimiento de la población, la búsqueda de un mejor futuro por la gente joven y la opción de poder vivir en el cercano Alpatró donde había mejores servicios e infraestructuras y a su vez podían seguir acudiendo a trabajar las tierras a Llombai fue lo que propició el paulatino despoblamiento del lugar. En los años 60 el pueblo se quedó vacío pero oficialmente no fue hasta el año 1977 cuando se quedó deshabitado Llombai con la muerte de su último habitante.

Esta persona fue un personaje enigmático y misterioso. Se llamaba Stefan Gregor, todos le conocían como Esteban o Estefano. Llegó a últimos de los años 40 y se instaló en una casa que compró. Todo tipo de interrogantes se cernieron sobre su persona. De origen incierto, aunque parece ser que era yugoslavo (otras conjeturas dicen que austriaco o alemán) era un refugiado nazi de la Segunda Guerra Mundial que buscando ocultarse acabó en este rincón alicantino. Lógicamente causó un gran revuelo y una aureola de misterio no tan solo entre las gentes de Llombai sino de toda Gallinera. En la comarca era conocido como "el nazi de Llombai". Llegó con un Mercedes (que más tarde tapió en un corral en una de sus muchas excentricidades), trajo mucha cubertería de plata y valiosos trajes, de todo lo cual se fue deshaciendo en forma de regalos a las gentes de la Vall.

Muchas cosas se cuentan sobre su inquietante vida en Llombai como que una vez quisieron secuestrarlo, en otra ocasión agentes secretos de la policía franquista acudieron al pueblo para recabar información entre los vecinos para ver como se desenvolvía.

Vivía casi de la mendicidad, solamente el cartero de Beniali tenía la misión de traerle un pan cada día (no se sabe ordenado por quien) lo demás era a costa de lo que le daba algún vecino, en ocasiones él mismo sin permiso de nadie se metía en los huertos a coger fruta u hortalizas con la complicidad silenciosa de los vecinos que por no saber realmente quien era aquel misterioso personaje no se atrevían a llamarle la atención por sus pequeños hurtos.
Excéntrico, culto, huraño, solitario, esquivo, bondadoso, desequilibrado, todo tipo de calificativos recibía de las gentes que lo trataron habitualmente.
Por falta de mantenimiento la vivienda donde habitaba se vino abajo un día. Con el tiempo se había construido una pequeña caseta en lo alto de una loma al pie del castillo de Benisili donde pasaba buenas temporadas completamente aislado sin contacto con nadie.

Rodeado de un gran misterio, de la misma forma que llegó se produjo su fallecimiento. En la más absoluta soledad y sin que se sepa muy bien el motivo falleció en 1977 a los 63 años de edad.
Esta enterrado en el cementerio de Alpatró.
Posteriormente un promotor ingles que vivía en la zona de la costa compró varias casas en Llombai (pagó 300.000 pesetas por cada una) con la idea de hacer un complejo rural. Pero el proyecto nunca se llevó a cabo. No hubo segunda oportunidad de volver a la vida para Llombai.




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La Vall de Gallinera: Stefan Gregor, l'últim habitant de Llombai. Canal 9. RTVV.


Fragment de la 2a edició de notícies dels informatius de Canal 9 del dia 5-5-12, on es conta la misteriosa història d'Stefan Gregor (conegut a la Vall de Gallinera com "l'alemà"), l´últim habitant de Llombai. Es pensa que aquest personatge va ser una "nazi" que es va refugiar a Espanya després de la Segona Guerra Mundial.



 
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Hueli (Almeria)


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Hueli es una de las treinta y dos pedanías que tiene el término municipal de Sorbas, uno de los más extensos de la provincia de Almeria.
Población agrupada en su núcleo principal sobre un pequeño cerro arcilloso contando además con varios cortijos diseminados en los alrededores.
En un terreno árido rodeado de pitas y chumberas el lugar tiene un cierto aire norteafricano, de hecho se han rodado escenas de algunas películas ambientadas en aquellas tierras.

Pueblo compuesto por unas 14 viviendas, dedicado al cultivo de cereal (trigo, cebada, centeno), con buen número de olivos y almendros.
Para moler el grano iban a Sorbas o a Los Molinos de Río Aguas. La aceituna la llevaban a las almazaras de Sorbas para extraer el aceite.
Las ovejas y las cabras eran la base de la ganadería.

Dependía de Sorbas para todo tipo de servicios. Allí iban a los oficios religiosos (misas, bautizos, bodas, entierros).
También a Sorbas se desplazaban para asistir a consulta médica (solo en casos extremos se desplazaba el doctor hasta Hueli).
Los jueves era día de mercado en Sorbas y hasta allí iban a la compra-venta de productos y aprovechaban para llevar la correspondencia ya que hasta Hueli no llegaba el cartero.

En Hueli si había escuela, se daba clase en una habitación habilitada para ello en una de las viviendas (doña María fue una de las ultimas maestras, acudía diariamente desde Sorbas en una moto llevada por su marido).
Los domingos se hacían animados bailes a nivel local en el interior de alguna vivienda.

La falta de servicios básicos y la dureza del medio de vida fueron empujando paulatinamente a sus habitantes hacia la emigración, unas cuantas familias se quedaron en Sorbas y otras marcharon para Barcelona. En el año 1979 quedaban tres casas abiertas y se fueron marchando escalonadamente en dicho año, siendo la familia que habitaba el cortijo del Llano la última en cerrar la puerta de su casa.
Posteriormente y debido a que unas cuantas familias se habían establecido en Sorbas seguían viniendo a trabajar las tierras y manteniendo las casas en buen estado, lo que se fue perdiendo con el paso de los años y actualmente todas las viviendas menos una se encuentran abandonadas.



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Hueli es un pequeño pueblo abandonado de la provincia de Almería, cerca de Sorbas.

 
Mancheño ( Almeria)


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Mancheño es un apartado caserío situado bajo la Hoya Alta en los límites con la provincia de Murcia.
Bonito pueblo situado en disposición alargada y formado básicamente por dos calles paralelas. Se componía de unas 32 viviendas y sus campos estaban dedicados principalmente al cultivo de cereal (trigo, avena, cebada y centeno), los rebaños de ovejas y cabras reforzaban la economía de sus vecinos.
No había escuela en Mancheño por lo que los niños tenían que ir a la del pueblo de La Capellania (Murcia). El médico venia en caso necesario desde Topares.

El cartero no llegaba hasta Mancheño y la correspondencia la recogía en Topares algún vecino cuando iba a hacer compras.
Por allí aparecían los tenderos de Los Royos (Murcia), primero en caballerías y más tarde en un camión de venta ambulante vendiendo sus productos.
No tenían fiestas patronales pero lo suplían acudiendo a las de Topares o a la que se celebraba en la ermita de los Poyos de Celda.
No conocieron la luz eléctrica y a pesar de que tenían dos fuentes en las inmediaciones del pueblo no eran muy buenas para beber, por lo que a menudo iban a buscarla con las caballerías hasta el pueblo de La Capellania.

Un dato muy relevante de la historia de Mancheño sucedió aproximadamente en 1978 cuando cayó una nevada muy intensa que dejó al pueblo aislado casi una semana. Vivían entonces 5 personas allí, dos de ellos de avanzada edad, lo que hizo movilizarse a todos los pueblos cercanos (Topares, Las Cobatillas, La Capellania, La Junquera) y acudir numerosos vecinos hasta Mancheño para ver si necesitaban ayuda en forma de víveres, alimentos o lo que fuera, incluso un helicóptero (no se sabe bien de que institución) consiguió posarse en las eras para ver si había alguien enfermo o necesitaban ayuda. Esta gente que vivía en Mancheño ya estaba bien provista de alimentos, leña y demás porque eran previsores y sabían que el invierno era duro por allí y podía pasar esta situación y afortunadamente no tuvieron que recibir ayuda. Tenían preocupación por las ovejas que estaban en unas parideras en el monte y no podían llegar hasta ellas para llevarlas comida, pero por suerte no hubo desgracia con el ganado y aguantaron bien hasta que se empezó a deshacer la nieve.

La mayoría de los vecinos antes de este suceso ya habían marchado debido a la falta de infraestructuras y las malas comunicaciones que tenían, prácticamente casi todos acabaron en Elche (Alicante) en un efecto dominó en el que unas familias fueron arrastrando a otras.
El matrimonio formado por Prudencio y Valentina fueron los últimos de Mancheño, se marcharon en 1982 al cortijo del Espín, en término de Topares y en una segunda emigración lo hicieron a Los Royos.



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Marchalico Viñicas ( Almeria)



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Otra de las pedanías de Sorbas que perdió toda su población, situada en la solana de un terreno desértico con abundancia de piedra yesifera, es un excelente balcón sobre el valle del río Aguas y la Autovía del Mediterraneo.
Unas 15 viviendas separadas en dos barrios componían la aldea, que se dedicaban al cultivo de trigo, cebada, almendros, algarrobos entre otros productos y con la oveja como referente en la ganadería.

Su cabecera municipal la tenían a más de tres horas de camino en caballerías por lo que los niños en edad escolar bajaban a la escuela de La Herrería.
A La Huelga acudían a los oficios religiosos.

El médico llegaba desde Sorbas en casos muy necesitados, de lo contrario era el enfermo él que acudía a consulta al pueblo. Don Agustín o don Pedro son algunos de los que se recuerdan. Iban hasta el Marchalico montados en un burro.

Tanto a La Herrería como a La Huelga bajaban las gentes de Marchalico para realizar compras de productos básicos.
Carecían de fiestas patronales pero participaban de la fiesta de La Herrería el 21 de septiembre y de la de San Agustín en La Huelga el 27 de agosto.
No obstante esa falta de fiesta propia la suplían con animados bailes los domingos en alguna era o vivienda al son de guitarra, bandurria y laúd tocados por gentes del pueblo.

Muy concurridos también eran las comparsas de carnaval, los aguilandos de Navidad (se iba casa por casa pidiendo el aguinaldo y en todas les obsequiaban con algún presente) o las cencerradas (jolgorio que se montaba a base de hacer ruido con cualquier cacharro y cantar coplas subidas de tono a la puerta de alguna casa en la que un viudo o viuda se había juntado a vivir con otra persona. Finalizaba cuando los de la casa invitaban a alguna bebida a los improvisados "músicos").

Uno de los principales problemas que tenían las gentes del Marchalico era la falta de agua, pues la fuente que tenían era de agua yesosa y no era potable por lo que habían de desplazarse con las caballerías a más de una hora de camino hasta la aldea de La Umbría a buscar el preciado liquido.
Esta falta de agua unida a la ausencia de otros servicios y la falta de futuro fue lo que empujó a la gente del Marchalico a marchar en los años 50 y 60, emigrando en su mayoría a Barcelona en busca de una mejora de vida. Otros se quedaron en los pueblos cercanos.
Gabriel Requena y su mujer Isabel Muñoz fueron los últimos de El Marchalico, marcharon sobre el año 1969, instalándose en La Huelga.

Fuentes de información:
-Antiguo vecino de Marchalico Viñicas.
-Vecinos de La Herrería.




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Portocarrero ( Almeria)



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Portocarrero es una aldea abandonada situada en la solana de un cerro al comienzo de la Rambla de Gérgal. Rambla que siempre llevó agua en su cauce, imprescindible para las aldeas, cortijos y molinos que había en su ribera pero que hoy está completamente seca.
Anejo de Gérgal, esta aldea situada a 1040 metros de altitud llegó a contar con más de treinta viviendas, hoy día muy deterioradas y vencidas por el paso del tiempo.

Las cabras y las ovejas eran el sustento primordial en la economía de cada casa.
Sus tierras de cultivo estaban sembradas de patatas, garbanzos, trigo, cebada, olivos y almendros.
Para moler el grano lo hacían en cualquiera de los molinos harineros que había en la rambla de Gérgal.
Para extraer el aceite de las olivas acudían a la almazara de Las Aneas o a alguna de las que había en Gérgal.
La mayoría de las casas tenían su horno para hacer el pan.

Nunca llegó la luz eléctrica a Portocarrero.

Población que sabe bien de la dureza de la vida de antaño en que los inviernos solía dejar a Portocarrero dos o tres días aislados por la nieve, de cómo algunos vecinos se levantaban a las cuatro de la mañana para hacer un trayecto de tres horas diarias andando por la sierra para ir a trabajar a las minas de hierro de Las Menas en Serón, mientras las mujeres les tocaba atender la casa, los niños, los animales y los huertos o las tareas extras que realizaban algunos vecinos dedicándose a la recogida del esparto para ayudar en la economía familiar.

Llegada la época de la matanza (a partir de noviembre) eran días de gran ajetreo y de armonía familiar y de vecindad donde se ayudaban unos a otros en los preparativos y en el posterior ritual del sacrificio del animal.

A los niños les tocaba acudir a la escuela de El Almendral.
El médico venia en casos extremos desde Gérgal, desde donde también acudía el cartero.
Carecían de fiesta patronal pero la juventud acudía en buen número a participar de las fiestas patronales de Gérgal, las de San Sebastián en enero y las de la Virgen del Carmen en septiembre. Tampoco faltaban a las fiestas de algunos anejos cercanos como eran las de El Almendral en abril o la de Las Aneas en mayo.

Se desplazaban a Gérgal a realizar compras debido a que en el pueblo había varias tiendas de comestibles. Se abastecían de vino, azúcar, arroz, café...
Tenían buena fama los exquisitos quesos de cabra que se hacían en la aldea y que se vendían a un vendedor ambulante que venía desde Las Alcubillas. También con otros vendedores ambulantes se hacía intercambio de patatas y garbanzos por naranjas y otras frutas que allí no tenían.

Estaban bien abastecidos de agua, pues había tres fuentes en las inmediaciones de Portocarrero, pero la falta de más servicios básicos y las malas comunicaciones, unido al poco futuro que había en el campo hicieron a los vecinos marchar del pueblo en los años 60 y 70 quedándose algunos en Gérgal y marchando otros hacia Barcelona, lugar preferido de emigración de los almerienses, en busca de la emergente industria que aquellos años se daba en la ciudad condal.




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José Angel De la peca
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Potocarrero ha recibido también la visita de Antonio J. Sánchez, almeriense nacido en la capital. Presidente de Cortijo el Fraile, comparte la afición de husmear en lugares deshabitados, la fotografía e Internet. Refleja en su página web, www.muten.es, "ese misterio, el indagar en la historia del pueblo, de cómo se quedó sin sus gentes, el porqué". Sitios como la estación de Doña María, Rambla Encira, Sauco, Los Rojas o Marchalico Viñicas están siendo conocidos por turistas virtuales de España, Europa e incluso de Estados Unidos y Sudamérica. "Es increíble que haya personas en todo el mundo a las que le interese algo tan local como un pueblecito de Almería abandonado", comenta satisfecho.


 
Peguera ( Barcelona)



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Agradecimiento para Antonio Casoliva Treserra de Cal Gran, por sus aportación de datos sobre Peguera y a su mujer Carmen por su hospitalidad. Agradable tarde en el jardín de su casa, donde al amparo de una buena butifarra y una bebida refrescante iban saliendo relatos y anécdotas sobre el pasado, el presente y el futuro de Peguera.





Fue Peguera un tranquilo y apacible pueblo de montaña del Alt Berguedà hasta la llegada de final del siglo XIX en que se vio compartiendo protagonismo y presencia con un proyecto minero de primera magnitud. Porque en esos años se empezaron a explotar las minas de carbón existentes en la zona, creando un magno complejo de ingeniería, con todo tipo de infraestructuras e instalaciones de la época.
Casi todo el termino de Peguera y la colonia industrial era propiedad de Manuel Arumi, para en los años 30 pasar a manos de la familia Olano, conocidos como los condes de Figols.

Tres minas se abrieron para la extracción del carbón (Pepita, Eureka y Moreta) para lo que se creó todo un sistema de instalaciones en torno a ellas. Como quiera que había que salvar un desnivel de casi 1000 metros en apenas 7 km. para bajar la carga hasta Cercs donde estaba la estación de ferrocarril, se crearon más de diez planos inclinados en el terreno para suavizar la pendiente, amén de un novedoso sistema de bajada y subida de vagonetas por medio de teleféricos para transportar la carga y una compleja obra de vías de ferrocarril y túneles con estaciones intermedias, donde había cargaderos, almacenes y otras instalaciones.

Todo ello trajo un fuerte crecimiento demográfico y de servicios al termino de Peguera.
Aunque a lo que era el pueblo de Peguera propiamente dicho no le afectó sobremanera, pues seguían llevando una vida como habían hecho siempre.
Casi ninguno de sus vecinos iban a trabajar en la mina (eran casi todos gentes venidas de otras partes del país). El único contacto que pudieron tener las gentes de Peguera era que a los jóvenes que tenían que realizar el servicio militar los podían eximir de dicho servicio trabajando a cambio durante ese tiempo en la mina. A los jóvenes les venía bien porque podían quedarse cerca de casa y a la mina también porque tenía mano de obra barata y no había que darles sueldo ni alojamiento.

Su considerable altitud, 1640 metros (uno de los deshabitados más altos de España) da una idea de los crudos inviernos que soportaban en aquellos años.
Contaba Peguera con cerca de cuarenta casas, que se dedicaban a la ganadería, con las vacas como animal primordial y a la agricultura con el cultivo de patatas sobretodo y en menor medida trigo y guisantes.
Mucha fama tenían las patatas de Peguera, que se llevaban a vender a Berga y más tarde eran los propios comerciantes berguedanos los que venían con camiones a llevarse el preciado tubérculo.

También en época de matanza, se seleccionaba las mejores carnes y se llevaba a vender a Berga, para sacar unos ingresos extras. Asimismo a Berga iban sobre todo los sábados que era día de mercado a vender pollos, conejos y excedentes de productos agrícolas. Aprovechaban para realizar compras de productos de primera necesidad que no hubiera en el pueblo (aun cuando algún vendedor ambulante de Berga aparecía por Peguera).
Más tarde un minero cordobés que vivía en Cal Diana puso allí una tienda, donde vendía tabaco, latas de conserva y otros productos comestibles. Asimismo tenia instalada allí la barbería.

Unas dos horas y media tardaban en hacer el desplazamiento a la capital del Berguedâ, trayecto que se solía hacer en burro.
También a Berga les tocaba llevar a moler el grano.
De Berga venia el médico a caballo cuando la ocasión lo requería.
El cura subía desde Sant Corneli a oficiar los actos religiosos.
En Cal Pubill se realizaban bailes los domingos por la tarde entre los jóvenes.
Varias casas vendían vino para todo aquel que quisiera echar un trago.
Celebraban las fiestas patronales el domingo siguiente al 25 de julio.


"Cada año a dos vecinos se les nombraba priores y eran los encargados de hacer todos los preparativos de la fiesta.
Duraban dos días; domingo y lunes.
El domingo después de la misa, las prioras regalaban un clavel a la salida de la iglesia.
Venían músicos de Berga con acordeón, bombo y trompeta para amenizar la fiesta. El primer baile corría a cargo de los dos priores que sacaban a bailar a las prioras. Baile que se realizaba en una explanada en la parte baja del pueblo.
A la comida había costumbre de matar un cordero para compartir con familiares y allegados.
Se hacían carreras de sacos para niños, se jugaba mucho a las cartas (la señora, la manilla, la butifarra).
El lunes íbamos todos a la font de Bergues a comer coca y anís, y con el baile de tarde se daba por terminada la fiesta.
Teníamos la fiesta pequeña el día 8 de mayo, donde dos casas repartían pan que se había bendecido previamente.
La iglesia tenía dos prados que se subastaban ese día. Se ponía una vela pequeña encendida y cuando esta se apagaba el que más había pujado se quedaba los prados. Normalmente siempre les dejábamos que se llevaran las pujas las familias más necesitadas y que tenían menos prados para el ganado. Esos prados los utilizaban ellos desde el 8 de mayo hasta el día de Todos los Santos. Desde aquí hasta el 8 de mayo esos pastos pasaban a ser comunales". ANTONIO CASOLIVA.



En Pascua había la costumbre de bendecir las casas. El cura acompañado de dos monaguillos echaba una cucharada de agua con sal a las puertas para bendecirlas y los vecinos le obsequiaban con huevos o algún producto agrícola.

Con la decadencia de las minas, los condes de Figols ya no querían mantener el pueblo y se les ofrecía trabajo en las minas de Vallcebre a todo aquel que se quisiera marchar.
La gente ya no veía futuro en un pueblo que estaba mal comunicado y carecía de todos los servicios que hubieran hecho falta para seguir sobreviviendo en Peguera.
Así la gente se fue marchando, se repartieron hacia Berga, Navàs, Vallcebre, Manresa o Barcelona.
Peguera se mantuvo con vida hasta el año 1967 cuando se marcharon Pedro Freixa y su mujer Rosa Sánchez, inquilinos de Cal Penjorell.
Como curiosidad destacar que en Peguera, concretamente en Cal Peró nació Ramón Vila Capdevila, más conocido como Caracremada, el último maquis catalán, legendario guerrillero antifranquista que encontró la muerte en una emboscada de la guardia civil en el tardío año de 1963 cuando ya apenas había actividad de los maquis en España.

Después de muchos años de abandono y olvido se tuvo que llegar hasta el año 2003 para que volviera a sonar el nombre de Peguera. Ese año un jeque multimillonario de los Emiratos Árabes compró todo el término de Peguera con la idea de convertir todo el lugar en un complejo hotelero de lujo con un hotel de cinco estrellas, rehabilitación de todas las casas como apartamentos turísticos, spa, cafetería, instalaciones hípicas, tiro con arco, pistas de tenis, además de un helipuerto y otras infraestructuras necesarias para mantener la urbanización.

Proyecto que de momento se encuentra paralizado debido a los trámites administrativos, pero que en poco tiempo podría suponer una catástrofe medioambiental para la zona irreparable, otra cuestión es los supuestos beneficios económicos que pudiera dar a la comarca.



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