El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Valdegrulla (Soria)


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¨Valdegrulla, poca gente y mucha bulla¨, así reza el dicho popular aprovechando la rima de palabras.

Llegaron a ser veinte viviendas en sus buenos tiempos, aunque la situación actual es bien distinta, pues escasamente poco más de media docena de casas se mantienen en pie con decoro, el resto son un amasijo de escombros y vigas por el suelo, igual suerte que han corrido varios edificios comunales como la casa del pueblo, la escuela, la herrería o los diversos lagares para la elaboración del vino.
Sus campos estaban sembrados de trigo, avena, cebada y viñas principalmente, utilizando las zonas de monte para el pastoreo de las ovejas.

Este pueblo tiene una curiosa leyenda con respecto a su término municipal contada por varios vecinos en Berzosa, y es que antiguamente andaban en pleitos los de Valdegrulla y Berzosa por los límites del término y acordaron que tal día saldrían de cada pueblo una comitiva al amanecer y allí donde se encontraran fijarían las lindes, pero resulta que los de Valdegrulla se durmieron y los de Berzosa siguieron caminando y llegaron hasta las mismas casas de Valdegrulla, por ese motivo este pueblo a su espalda no tiene terreno, la torreta del transformador de la luz y la fuente que apenas distan 100 metros de las casas están dentro del término de Berzosa.

Tenían las fiestas patronales el 16 de septiembre, muy concurrida por gentes de los pueblos vecinos, donde celebraban una misa, procesión, comida con los familiares y por la tarde el baile con los gaiteros de Fuentearmegil.
El cura, el médico y el cartero acudían desde El Burgo de Osma.

No había agua en las casas pero si luz eléctrica y teléfono (en los últimos años), y a pesar de que en el pueblo se vivía aceptablemente bien, desde los años 70 se fue produciendo un incesante goteo de emigración quedándose el pueblo cada vez más mermado. La gente marchó por un efecto dominó en el que unas familias iban arrastrando a otras en busca de mejores expectativas de futuro. La mayor parte de la población emigró al pueblo de Osma y alguna familia a El Burgo de Osma.
El señor Dionisio y su mujer fueron los últimos en salir del pueblo, lo hicieron hacia el año 1997 en que vendieron sus ovejas y lo que tenían y se marcharon para Osma, dejando el pueblo herido de muerte. Triste final para este bonito pueblo soriano.

Más fotos:



VALDEGRULLA RECORRIENDO SORIA






Roban piedras de sillería y las rejas de forja de la iglesia de Valdegrulla, Soria


La Diócesis de Osma-Soria muestra su 'pesar más hondo' por los cinco robos perpetrados en las últimas semanas en el patrimonio soriano.


 
Granadilla (Cáceres)


Vista de Granadilla desde la muralla.



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La imagen perfecta para despedirse de la villa.




Pedro Almodóvar lo utilizó para el final de su película ‘¡Átame’! hace casi tres décadas. El año pasado sirvió como escenario para un videoclip de Balqees Ahmed Fathi, una famosa cantante libanesa, que le regaló al pueblo más de dos millones de visitas en YouTube. Y solo hace un poquito más, en los años 60, se olvidaron de su pasado histórico marcado por musulmanes y Reyes Católicos, para desalojarlo a la fuerza. Está claro que, ya sea por su estética o por su historia, Granadilla se ha ido ganando su fama a pulso.
En el norte de Cáceres (tan al norte que casi está en Salamanca), una carretera rural, por la que no se puede circular a más de 30 kilómetros por hora, conduce hasta uno de los brazos que se adentran en las aguas del embalse Gabriel y Galán. En esa topografía desigual, se yergue orgullosa la localidad amurallada de Granadilla.

Situada por el pantano y la dehesa extremeña, alardea tras los muros de casas de colores y caminos rehabilitados como si en otro tiempo no hubiera sido abandonada y casi devorada por una maraña de zarzas. A la entrada de la villa, el castillo del siglo XV da la bienvenida a los visitantes recordándoles que hace falta mucho más que una expropiación forzosa o la amenaza de una inundación para echarlo abajo. Aunque eso fue hace mucho tiempo y por cómo reluce ahora rehecha cualquiera diría que, incluso para la villa, aquello ya es agua pasada.

Ocurrió en 1964 y según cuentan los últimos habitantes en desalojar el pueblo, el ingeniero jefe de la Confederación Hidrográfica del Tajo (otros dicen que la Guardia Civil) les gritaban: "¡Ni una silla debe quedar!". El embalse se iba a llenar por completo y el agua amenazaba con alcanzar la muralla o eso pensaban entonces. El pueblo no se inundó jamás, aunque sí las tierras fértiles de las que vivían sus gentes.

Un poeta en un pantano


Eran los tiempos de la dictadura y un ambicioso plan hidrográfico se puso en marcha en buena parte de Extremadura. El objetivo era crear un embalse aprovechando las aguas del río Alagón, afluente del Tajo con un meandro digno de mención en la zona de Las Hurdes, pero esa es otra historia. A su paso por las Tierras de Granadilla se utilizó para crear un embalse de casi 4.700 hectáreas.

Aunque el proyecto se terminó concretando en 1955 –fue cuando se declaró la expropiación forzosa de los habitantes de Granadilla–, la idea de un pantano con el nombre del poeta salmantino José María Gabriel y Galán "ya se mencionaba en documentos del gobierno de 1934 durante la II República Española", según asegura Juan José Barrios Sánchez, responsable de la Casa Museo del poeta ubicada en el Guijo de Granadilla (otro de los pueblitos de la zona que bien merece una parada).

Después de la salida del último vecino, la naturaleza tomó cuenta de las casas avanzando implacable. "Cuando el pueblo estaba abandonado veníamos a veces a visitarlo y entrábamos con raquetas en los pies para poder caminar sobre las zarzas que lo cubrían todo", asegura Rafael Seturio Hernández, vecino de Aldeanueva del Camino.

Paseando entre sus calles, el visitante percibe en cada piedra derruida que la villa, fundada por los musulmanes en el siglo IX, encierra entre sus muros historias más antiguas de supervivencia. En el año 1160, el Rey Fernando II de León reconquistó Granada, que así se llamaba entonces "por su perímetro original y el orden de las calles que reproducen la forma del fruto de la granada", según explica uno de los folletos de la Oficina de Turismo. Sin embargo, una vez que fue reconquistada la andaluza, se le cambió por Granadilla para evitar confusiones.

La recuperación de la villa

Después de recibir su última embestida, el desalojo, a Granadilla le salvó la vida ser declarada Conjunto Histórico Artístico en 1980, momento en el que se apostó de nuevo por ella. Y cuatro años después llegaba su resurrección definitiva cuando pasó a formar parte del Programa de Reconstrucción de Pueblos Abandonados, del que solo forman parte, junto a Granadilla, otros dos municipios españoles: Bubal (Huesca) y Umbralejo (Guadalajara). Con este plan no solo se ha rehabilitado el pueblo, sino que también se ha conseguido que miles de estudiantes de toda España emulen la experiencia de ser un agricultor o un ganadero mientras viven y trabajan en los huertos intramuros durante 15 días. Granadilla se convierte cada verano para estos chavales en un laboratorio a tamaño real de la vida en el campo.

Actualmente, cuando uno llega a la plaza, resulta fácil evocar un domingo cualquiera de hace 80 años e imaginarse a la gente del pueblo reuniéndose en la plaza para charlar, jugar o bailar después de haber asistido a la misa dominical en Nuestra Señora de la Asunción, su iglesia del siglo XVI. Ya fuera de los muros, con la primavera refulgen las encinas, los eucaliptos y los olivos a orillas del pantano, que añade al entorno ese aquel que aportan las masas de agua a los paisajes: frescura, belleza y paz.

"Aquí es todo bonito y además la temperatura se mantiene bien durante todo el año: no hace mucho calor en verano ni mucho frío en invierno. Vienes a pasar el día porque el entorno es perfecto y si te traes la canoa puedes pescar, bañarte y merendar", cuenta Hernández, que ha venido a disfrutar del domingo con su familia.

Conviene saber que aunque el baño está permitido, se recomienda precaución. "No deja de ser un embalse y siempre hay dificultades del terreno que no vemos por el agua", recuerda Noelia Parra Jiménez, gerente de la web turística Granadilla Viva. Además, para los que descartan hacer pícnic en los merenderos de la zona, pueden "comer en Zarza de Granadilla, a unos escasos diez minutos, donde hay varios sitios para poder degustar un buen menú a precios muy asequibles".

Las ruinas romanas

Si decidió abandonar la villa medieval para almorzar y recorrer otras zonas, la comarca cuenta con otros pueblos dignos de una visita, ya sea para comer o dormir. Sin embargo, uno no puede irse sin haber visitado las ruinas de la ciudad romana de Cáparra o el puente romano que se mantiene en pie en medio del embalse como si no se diera cuenta de su actual inutilidad.

Si, por el contrario, decide pasar todo el día en Granadilla, recuerde que el pueblo tiene horarios de visita. (De 10 a 13.30 horas y de 16 a 18 horas de noviembre a marzo. Y en verano, de 10 a 13.30 horas y de 16 a 20 horas de abril a octubre. Los lunes está cerrada, excepto los festivos). Uno se pregunta cuando ha atravesado la puerta de la muralla cómo anunciarán el fin de la visita. La respuesta es una campana que está justo a la entrada de la puerta principal. Antiguamente, "cuando había toque de queda, se hacía sonar para que antes de las diez de la noche todo el mundo estuviera intramuros, ya que la puerta se cerraba y quien quedase en la calle esa noche dormía en algún chozo de campo que hubiera disponible", asegura la encargada de la web Granadilla Viva.

Antes de salir, la villa exige un último esfuerzo para recompensar la visita. Desde lo alto del castillo, una panorámica une los colorines dispares de las fachadas rehabilitadas, el azul del pantano sereno y los diferentes verdes de la vegetación entre la que se esconden las escasas piedras de las casas aún derruidas, que aguardan tranquilas su turno para volver a la vida.

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Granadilla - Caceres

 
Curriellos ( Asturias)


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Deliciosa aldea perteneciente a la parroquia de Cerredo en el concejo de Tineo.


Ubicada en lo más profundo de un angosto vallejo que forma el río Barcena metros antes de juntarse con el río Besapie.

Cuatro casas (cinco contando la vivienda de la maestra) conformaban el lugar que padecía unos inviernos muy fríos y rigurosos, se quedaban varios días incomunicados por la nieve, había que abrir camino con la pala para poder moverse de un sitio a otro. Ello era debido a que el sol no daba en Curriellos prácticamente en todo el invierno. La abundante leña de roble ayudaba a calentar los hogares para combatir los rigores del clima.

Solo una de las cuatro casas no tenía horno para hacer el pan para lo cual ajustaba con alguna de las otras casas para poder hacerlo.
Tenían luz eléctrica en las casas proveniente de un molino cercano.

Las cabras y principalmente las vacas eran los animales en los que se sustentaba la ganadería del lugar. Los terneros se llevaban a vender bien a la feria de ganado de Pola de Allande (día 18 de cada mes) o al de Gera (primer domingo de mes). Para ello se salía de madrugada, antes de las cuatro de la mañana ya estaban llevando la res por los caminos para estar bien temprano en el mercado.

Trigo, maíz, patatas y judías principalmente era lo que se sembraba en sus tierras de cultivo.
Había un molino a doscientos metros del pueblo junto al río Barcena para moler el grano.
En los últimos años una malladora proveniente de La Mortera facilitó el trabajo de separar el grano de la Paj* en la época de la trilla.

Para hacer compras aprovechaban las visitas ganaderas a Pola o a Gera, o bien subían a Riocastiello o a La Mortera donde había tres comercios.

Para todo tipo de actos religiosos (boda, bautizo, funeral, misa, etc) se desplazaban a Santiago de Cerredo donde estaba la iglesia parroquial. Trayecto que realizaban en una hora por caminos de caballería.

Don Guillermo el médico venía en casos de enfermedad grave desde Riocastiello a caballo para visitar al enfermo.
El cartero venía desde Santiago de Cerredo a lomos de una yegua a traer la correspondencia. Tarea que desempeñó durante años Benjamín, al que le relevó su hijo Tino.

Carecía de cualquier tipo de fiesta patronal y solo los Carnavales variaban un poco la rutina diaria. Estos días se acostumbraban a hacer los dulces típicos de la zona como eran los frisuelos y las figüelas (postre típico de la matanza).

Un mozo de Casa Nalo, José, tenía un acordeón con el que amenizaba un baile de carácter local los domingos o festivos allá donde se le solicitara (Curriellos, Besapié, Coucellin). Se hacía en el interior de alguna casa y allí se juntaba la juventud de todas las aldeas.

A pesar de alguna de las incomodidades de vivir en tan recóndito lugar la emigración se resistía a llegar y la década de los 60 pasó de largo por el lugar. Tuvo que ser los primeros años 70 cuando se quedó vacío en poco tiempo Curriellos.

El cierre de la escuela fue un mazazo para las gentes que se veían obligadas a internar a sus hijos en Tineo o a que se desplazaran diariamente andando hasta la de La Mortera, por lo que más de una familia ya se tomó en serio lo de marchar. A ello se le unía las ganas de tener un poco más de calidad de vida y poder vivir en los lugares cercanos a la carretera para evitar largos desplazamientos y poder salir del aislado barranco en el que se encontraban.

En 1974 la familia de casa Rapariegos cerraba para siempre la puerta de su casa con lo que ponía punto y final a la presencia humana en Curriellos.

En la década de los 80 hubo una comuna de hippies que estuvieron viviendo durante varios años en el lugar, hasta que pusieron rumbo a otra parte debido a la dificultad de asentarse en el lugar y a que las viviendas estaban en muy malas condiciones.

 
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Santo Adriano del Monte ( Asturias)



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Santo Adriano del Monte (San Adrianu oficialmente y en asturiano)1 es una parroquia del concejo de Grado, en el Principado de Asturias(España). Se encuentra deshabitada (INE 2014). Ocupa una extensión de 8,88 km².

Está situada en el área suroriental del concejo, y limita al norte con la parroquia de Coalla; al este con la de Sama de Grado; al sureste y al sur, con el concejo de Proaza, concretamente con las parroquias de Linares y Sograndio, respectivamente; y al oeste con el concejo de Yernes y Tameza, con la parroquia de Yernes concretamente.


Patrimonio
Según el catálogo urbanístico de Grado aprobado en 2001, se encuentra dentro del término parroquial los siguientes elementos:

arqueológicos: el túmulo del monte Piurices y los abrigos de Peña Blanca, en San Adriano; y el abrigo de el Veirón, en La Condesa —todos ellos en el inventario del Patrimonio Cultural de Asturias— etnográficos (viviendas, horreos, paneras y otros); yla capilla de Nuestra Señora.


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Precioso pueblo situado en la ladera del Buey Muerto, en la cabecera del río Las Varas, también conocido como río Menéndez.
A 655 metros de altitud se encuentra San Adriano, perteneciendo al concejo de Grado.
Unas treinta y cinco casas componían la población en sus mejores tiempos, aunque solo la mitad aproximadamente han llegado en relativo buen estado hasta la época actual. Las demás, entre las que se encuentran casa Pacho, Silvino, Fero, José el Castro, Hilario, Bautista, Frutos o la vieja de Justa son ya solo un recuerdo del pasado, apenas unos muros indican donde estuvo la vivienda.

Contaron con luz eléctrica en las casas desde 1948 por una línea proveniente de San Pedro de los Burros. Era de 125 voltios y los postes tuvieron que pagarlos los vecinos.
Hasta entonces los candiles de aceite o de carburo eran sus fuentes de iluminación.
Buena leña de roble y haya tenían para calentar las cocinas de las casas y sobrellevar mejor los duros inviernos que aquí se daban, donde era frecuente encontrarse con días de nieve de un metro de alto que duraban más de veinte días. Si alguien enfermaba de gravedad en esas fechas tenían que llevar al enfermo en una escalera a modo de parihuelas.

Sus tierras de cultivo estaban dedicadas al cultivo del maíz, escanda, patatas o alubias principalmente. Contaban también con un buen número de avellanos.
Llegó a contar con cuatro molinos para moler el grano junto al río Las Varas (La Torera, Molinos del Medio y La Carrizal).
Hacían pan de boroña, de maíz o de escanda cada ocho días.

Las vacas y las yeguas conformaban el grueso de la ganadería. Para ello contaban con buenas zonas de pasto común en el monte de San Adriano.
Los terneros se vendían a tratantes de Grado, Proaza y Tameza que posteriormente lo llevaban hasta Madrid y Barcelona.
Hasta cincuenta y ocho brañas llegaron a contarse en las zonas de pasto en sus buenos tiempos.
Pescaban truchas del río y había abundante caza en sus montes, sobretodo conejos, liebres o perdices aunque las gentes del pueblo no eran muy aficionadas a la caza, lo cual era aprovechado por cazadores que venían de fuera.

Los miércoles y los domingos que eran días de mercado en Grado era cuando aprovechaban los vecinos para desplazarse a caballo hasta la capital del concejo.
Llevaban a vender diversos productos (huevos, pollos, conejos) y en otoño buenos sacos de avellanas. Unas veces se llevaban hasta Bayo donde las recogía un camión para llevarlas hasta Grado y otras veces eran los vecinos las que los llevaban directamente.
Aprovechaban el desplazamiento para comprar productos de primera necesidad que no tuvieran en el pueblo.
Algunos vendedores ambulantes gallegos se dejaban ver por San Adriano vendiendo ropa, calzado, paños, hilos, agujas...

El cura venía a dar misa cada quince días o una vez al mes según la ocasión.
De variada procedencia fueron los sacerdotes que llegaban hasta el pueblo a impartir el acto religioso.
Don Pedro venía de Proaza y acostumbraba a comer en casa Julián.
Don Vitor venía de Linares. De Salceo lo hacía don Juan mientras que don Alejandro venía desde Sama y se quedaba a comer en casa Dolfo.
El médico venía desde Proaza, había que ir a buscarle con una caballería para que pudiera desplazarse a visitar al enfermo.
Gran recuerdo dejó entre las gentes del pueblo, don Francisco González, médico de Grado que en los años 60 y 70 subía a San Adriano a caballo a visitar a algún enfermo, incluso en los días más desapacibles del invierno habiendo nevado.

El cartero (Artemio) venía andando desde Bayo. En ocasiones los vecinos le evitaban el desplazamiento si alguno iba por aquel pueblo con lo que aprovechaba para traerse la correspondencia para San Adriano.
El veterinario venía desde Rañeces.
Para cosas de fragua iban a la de Arellanes si era para afilar o reparar aperos de labranza o a la de Verdillés si era para herrar las yeguas.
En el verano aparecían por el pueblo los tejeros de Llanes, aprovechando el buen barro que había por la zona para hacer tejas y ladrillos.

Celebraban las fiestas patronales el día 8 de septiembre en honor su patrona: la Virgen de Covadonga.
Se hacía misa cantada y en ocasiones acompañada de gaitas. Una procesión posterior con la santina daba fin a los actos religiosos de la fiesta.
El baile se hacía junto a la iglesia o en unos prados. Amenizado con gaita, tambor, acordeón o clarinete, los músicos venían de Cañeo o de Proaza.
Se hacía una rifa de una ternera. En cada casa se acostumbraba a matar un carnero o dos para compartir con familiares y allegados.
De Baselgas, de Coalla, de Sograndio, de Proaza, de Yernes, de Tameza venía la juventud a participar de la fiesta. Tampoco faltaban los familiares que venían de Oviedo, Madrid o Barcelona.

"La fiesta tenía la asistencia casi obligatoria de ir a misa. Durante la procesión sonaba la gaita y algún tambor y se tiraban voladores (cohetes). Después la gente se iba a comer a sus casas y el cura elegía la que más le apetecía. Por la tarde se hacía el baile al lado de la iglesia, en los últimos años en la escuela. La música era de gaita y tambor y se cantaban tonadas. En los últimos años ya se hizo con un tocadiscos o un acordeón".
NICANOR GONZÁLEZ Y MARÍA DEL CARMEN GONZÁLEZ de casa Justa y JOSÉ FRANCISCO FERNÁNDEZ Y MAGDALENA FERNÁNDEZ de casa Braulio.


Tenían otros días festivos para el Corpus en junio y para San Antonio en enero.
Los sábados se hacía baile a nivel local en alguna casa al reclamo de las casadiellas (postre típico) que allí se elaboraban. Se hacía una tarta además para ser rifada. La música corría a cargo de un acordeonista o un gaitero.
Los domingos se acostumbraba a jugar a la cuatrea en la bolera junto a la iglesia y también se jugaba al subastado y al siete y medio en la taberna o debajo de algún hórreo.
En el recuerdo quedan como personajes de vital importancia por sus labores de parteras Faustina de casa Fructuoso y María de casa Ignacio.

Una carretera que nunca llegó, el cierre de la escuela y las ganas de buscar una mejora en el nivel de vida fueron los motivos que empujaron a los vecinos a emigrar. Se repartieron por Avilés, Gijón, Oviedo o Grado principalmente.
Joselin de casa Rafael fue el último de San Adriano. Marchó sobre el 1981 aproximadamente.

En la actualidad los vecinos tienen pendiente la escisión del pueblo del concejo de Santo Adriano donde están actualmente para pasar a pertenecer al concejo de Grado, con el cual siempre han tenido más afinidad y relación laboral y familiar y con el que se sienten más unidos porque es el que ha realizado inversiones en las mejoras para el pueblo. Ha sido el alcalde actual de Grado (José Luis Trabanco) el que se ha implicado más en el asunto para que el pueblo pase a pertenecer a su concejo. Es un pleito que viene ya del lejano año de 1927, sin haber llegado a un acuerdo, lo cual retrasa también otros asuntos pendientes como es la construcción de una carretera ya planificada hasta el pueblo o la dotación de diversas infraestructuras como la luz y el agua o la rehabilitación del edificio de la escuela como centro social.
Las gentes esperan como agua de mayo que todo se solucione pronto y pasen a pertenecer al concejo de Grado como es su deseo por unanimidad y así poder ponerse manos a la obra en recuperar el esplendor que éste bellísimo pueblo de San Adriano tuvo antaño.




Santo Adriano del Monte










 

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Porcieda - Cantabria




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Campanario de la ermita de Porcieda, una de las edificaciones del pueblo en venta./



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Porcieda es un pequeño pueblo abandonado cercano a la localidad de Tudes, perteneciente al municipio de Vega de Liébana (Cantabria, España).


Naturaleza

Para acceder a él se atraviesa el arroyo de Quemadinas y en sus proximidades está el alcornocal más extenso de la comarca, el de Tolibes.

Historia
Sus primeras referencias datan de 961 y está deshabitado desde hace más de 20 años. Albergó un monasterio dedicado al apóstol Santiago y está atravesado por el Camino de Santiago del Norte, también llamado Ruta Vadiniense. Antiguamente era la penúltima parada del "Camino Leonés" antes de llegar a su destino, el cercano Monasterio de Santo Toribio de Liébana.

Arquitectura y patrimonio
A pesar de su situación de abandono, es uno de los mejores conjuntos de la arquitectura rural de la comarca de Liébana. Tiene buenos ejemplos de la arquitectura tradicional cántabra.


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Se vende pueblo en Cantabria por 1,5 millones de euros

ENRIQUE MUNÁRRIZSantander Lunes, 29 junio 2015, 07:09

La inmobiliaria Mikeli ha puesto de acuerdo a los herederos de la pequeña aldea deshabitada de Porcieda (Vega de Liébana) y busca comprador para el núcleo entero, con una docena de viviendas, su ermita, su plaza, la fuente... y vistas privilegiadas a los Picos de Europa





El silencio de un pueblo | Porceda, Vega de Liébana


 
Montabliz ( Cantabria)



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Viaducto de Montabliz



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Montabliz es una localidad despoblada del municipio de Bárcena de Pie de Concha, en Cantabria (España). Se encuentra a una distancia de 6 km de la capital del municipio y tiene una altitud de 490 msnm. Hoy en día el nombre de Montabliz se identifica con el bosque y el lote de caza en el que está incluido, dentro de la Reserva Nacional de Caza del Saja.

Asimismo, la infraestructura más importante de la Autovía Cantabria-Meseta, el Viaducto de Montabliz, toma su nombre de esta localidad. El pueblo de Montabliz llegó a tener una estación de ferrocarril que aun se conserva pero en la que los trenes ya no efectúan parada.




Estación de Montabliz

En el año 2007, un lluvioso día en la estación de Montabliz, en la subida a Reinosa.






Viaducto de Montabliz La Hormiga Comunicación


Filmación aérea en el viaducto de Montabais (Cantabria) mostrando la obra de ingeniería de la autopista que une la Meseta con el Cantábrico. Realizado íntegramente por Luis Alfonso Rodríguez Estudiante del Grado de Comunicación en la UOC


 
Trabazos ( La Coruña)



Casa abandonada




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La aldea abandonada de Trabazos se localiza en la parroquia de Mourentán, en Arbo, a 100 metros de altitud, al este del profundo y sinuoso valle que aquí forma el río Deva. La aldea aprovechó una suave zona de la ladera de la montaña del Monte Peilán.

A la aldea se puede llegar de varias formas. Una de ellas es andando siguiendo el Sendeiro Circular da Moura que sale desde el puente de Mourentán situado a unos 1.400 metros de este lugar. Otra forma más sencilla es por la carretera que viene desde San Xoán y que pasa junto al Monte Cabrón, en donde se ubica uno de los yacimientos más interesantes y más antiguos de la prehistoria de Galicia. También desde el norte desde el Pazo de Sande sale una estrecha carretera que nos llevará directamente paralelo al río Deva. La mejor forma de localizarlo es fijarse en la línea de alta tensión y que atraviesa el valle, pues la aldea está justo debajo.

Se trata de los restos de un conjunto de una docena de casas repartidas junto al antiguo camino que desciende el valle. La ausencia de caminos asfaltados, electricidad, saneamiento y la estructura de las casas nos indican la antigüedad de las casas cuyo origen serían posiblemente los siglos XVIII o XIX. Sin embargo en las imágenes del vuelo americano de 1956-57 se puede ver aún actividad agrícola en la zona así como alguna vivienda que parece intacta.

Los incendios del año 2016 que arrasaron Arbo dejaron muy mal herido este lugar que se encuentra en muy mal estado y muchas de las paredes y muros se han venido abajo recientemente. Además la nueva vegetación sobre todo de acacias ocultan muchas de las casas haciendo imposible observarlas más de cerca.

Se trata de pequeñas viviendas la mayoría de dos plantas en las cuales la de abajo se utilizaba posiblemente para ganado y bodegas. El piso era de madera y viendo los restos esparcidos de este material su cubrición era de teja.
En su interior no queda nada y os recomendamos no entrar pues sus muros son frágiles y amenazan caída con el riesgo que ello conlleva.
En la orilla opuesta del río y defendido por el meandro del Deva se localizaba el castro de Valouta que se encuentra totalmente tapado por eucaliptos.




Un paseo por Trabazos


 
Los Sauces - Ávila




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Los Sauces, hoy anejo de la villa de La Horcajada, se ubica en la provincia de Ávila, dentro de la comarca del Alto Tormes. Antiguamente perteneció a la provincia de Salamanca, siendo en ese momento anejo de la población de Encinares, junto con El Hoyo, San Lorenzo y Vallehondo. En 1976 Encinares se incorporó al municipio de La Horcajada junto con todos sus anejos, incluido Los Sauces.

Hoy en día se pueden observar los restos de algunas de sus edificaciones, alguna de las cuales muestra un buen estado de conservación, lo que quizá nos indica un reciente abandono.
 
El Bardal - Aldeanueva de Santa Cruz ( Avila)




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El Bardal es un anejo de Aldeanueva de Santa Cruz en las estribaciones de la sierra de Villafranca.




Aldea compuesta por doce viviendas de sencilla construcción de las cuales apenas media docena aguantan todavía dignamente en pie, el resto ya son un montón de escombros.
Terreno cultivable con buenas cosechas de patatas y judías que se vendían a gentes de El Barco, La Horcajada y otros pueblos del contorno. El ganado vacuno era el principal en cuanto a ganadería.
Excepto la escuela que acudían a la de Los Cuartos, los demás servicios básicos los tenían en Aldeanueva de Santa Cruz: ayuntamiento, iglesia, médico, etc.

También carecían de fiestas patronales pero no era impedimento para que participaran de las de los pueblos cercanos, como la fiesta de El Cristo en Aldeanueva de Santa Cruz o los Carnavales en Los Cuartos.

Tenían fama los roscones y magdalenas que se hacían en los hornos de las casas y muchos por encargos para gente de Aldeanueva de Santa Cruz.
Los lunes bajaban al mercado de El Barco y los martes lo hacían al de Piedrahita, dada la cercanía a ambos para la compra-venta de todo tipo de productos.
A pesar de vivir aceptablemente bien, la falta de una carretera que hiciera más fácil las comunicaciones a los vecinos y la ausencia de servicios básicos como era el caso de la luz eléctrica fue propiciando la emigración de las gentes. Prácticamente la totalidad de vecinos del pueblo se quedaron en Aldeanueva y en Los Cuartos donde disponían de mejores infraestructuras y podían seguir acudiendo a El Bardal a atender el ganado y las fincas.
Con la marcha de las dos ultimas vecinas que quedaron, Ramona y Rufina que se fueron a Aldeanueva en el año 1981 se puso punto final a la existencia de El Bardal y a pesar de que ha habido algún intento de compra del pueblo, sigue su camino imparable hacia la desolación y el olvido.




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Entrada al pueblo por el camino de Aldeanueva, la piedra granítica presente en todas partes.





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Entrada al pueblo por el camino de Los Cuartos, empedrado natural de la calle.



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La primera vivienda al entrar por el camino de Los Cuartos. El número 13 en un azulejo es la seña de identidad que todavía conserva.




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Pajar y vivienda.



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Vivienda con patio delantero.



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Gruesa lancha de piedra granítica en medio de la calle.



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Vivienda protegida de la intimidad del exterior por un pequeño patio.



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Apenas el hueco justo entre los dos muros para acceder a la vivienda.



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El Cabezuelo - Avila



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Anejo, hoy abandonado, de La Carrera, en la provincia de Ávila. No hemos podido encontrar datos sobre su historia ni sobre las razones de su abandono.



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Casas de la Sierra - Avila



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Agradecimiento para María Rosa Martín García, nostálgica informante de su aldea, a la que a pesar de la distancia la ha llevado siempre en su corazón.




Casas de la Sierra es un anejo que perteneció antiguamente a Santa Lucia de la Sierra y en la actualidad lo hace a Solana de Avila.
Mirador privilegiado del valle del Aravalle y de la sierra de Gredos se sitúa esta aldea escondida entre un espeso robledal, ubicada a considerable altitud (1450 metros), lo que la hacía padecer unos inviernos muy rigurosos y muy fríos con abundantes nevadas por lo que durante muchos días se encontraban aislados.

"Era tal las nevadas que caían, que muchas mañanas mi padre tenía que coger una pala y quitar la nieve para poder salir de casa, en muchas ocasiones hacer una especie de túnel, todos los vecinos desde su casa hacían camino para poder ir donde los animales y darles comida y agua. Como teníamos mucha leña estábamos bien provistos para soportar las bajas temperaturas. Siempre me acuerdo de mi madre cuando iba a lavar la ropa, se ponía ladrillos calientes envueltos en papel sobre la suela de los zapatos para calentarse los pies, además llevaba un cubo de agua caliente para meter las manos de cuando en cuando, solía ir a lavar a un manantial que teníamos en una huerta, allí el agua no estaba tan fría.
Los niños a nuestra manera le sacábamos entretenimiento a estos días tan duros, aprovechando los estanques helados que se formaban como pista de patinaje".
MARÍA ROSA MARTÍN.



Dieciséis viviendas llegaron a formar la aldea en sus buenos tiempos, reducidas a diez las habitadas en la segunda mitad del siglo XX:
-La de la tía Paulina.
-La de el tío León.
-La de el tío Coleto.
-La de la tía Brígida.
-La de la tía María.
-La de la tía Justa.
-La de la tía Rosa.
-La de la tía Regina.
-Casa el Bueno.
-Casa de Victoriano.

Se dedicaban principalmente a la ganadería con ovejas, cabras y vacas.
En la agricultura obtenían algo de trigo, centeno, cebada, patatas, judías y garbanzos.
Como no podía ser menos, en un lugar tan aislado la convivencia y la armonía entre los vecinos era fundamental para que la vida fuera un poco más fácil.

"El vecindario era bien avenido, yo no recuerdo conflictos importantes, más bien éramos como una gran familia, nos ayudábamos entre todos, si a alguien le ocurría algo acudían todos para ayudarle. Recuerdo una vez que se cayó una ternera a un pozo y tuvieron que sacrificarla, todos los vecinos compraron carne para que la perdida no fuera tan grande". MARÍA ROSA MARTÍN.

No había escuela en Las Casas y los niños en edad escolar tenían que bajar a la de Santa Lucía de la Sierra.

"Bajábamos a la escuela entre cinco y siete niños desde Las Casas, con edades entre los 5 y los 14 años. Íbamos todos juntos y los mayores siempre cuidaban de los más pequeños. Si había nevado íbamos también a la escuela a no ser que fuera una nevada muy grande, los padres hacían camino y nos llevaban con burros o mulos, y por la tarde si el tiempo estaba malo nos iban a buscar.

Las madres nos bajaban la comida a mitad de camino y dos o tres de nosotros solíamos subir a buscar la de todos. Si hacia buen tiempo comíamos al lado de una fuente en las afueras de Santa Lucia y si hacia mal tiempo comíamos en casa de algún familiar o conocido, pero siempre con la comida nuestra. Como eran tiempos de posguerra a la escuela llegaba leche en polvo y mantequilla, nos obligaban a llevar de casa una rebanada de pan y un vaso y en el recreo nos daban leche con mantequilla untada en la rebanada". MARÍA ROSA MARTÍN.

Para los oficios religiosos también tenían que coger el camino que les bajaba a Santa Lucia.

"Los domingos era obligatorio acudir a misa, cuando bajábamos llevábamos las medias en el bolsillo y nos las poníamos antes de entrar a Santa Lucia, lo hacíamos para que no se hicieran carreras, era obligatorio entrar con medias, manga larga y velo en la cabeza a la iglesia.
Cuando paria una vaca mi madre nos daba una botella de leche que ofrecía a San Antonio, la poníamos en el altar del Santo y cuando acababa la misa el sacristán la subastaba a la puerta de la iglesia, teníamos que mirar quien la llevaba para que devolviera la botella vacía". MARÍA ROSA MARTÍN.

Los Reyes como es de imaginar eran días muy entrañables para los niños de esta aldea tan apartada y alejada de todo tipo de progreso.

"La noche del 5 de enero cogíamos cencerros y campanillas de los animales y salíamos a hacer ruido a los canchales que hay a la entrada del pueblo para dar la bienvenida a Los Reyes Magos y el día 6 volvíamos hacer lo mismo para despedirlos. Esa noche tan esperada dejábamos los zapatos delante del fuego y mi madre nos ponía la naranja más gorda que encontraba en el mercado, un plátano, (naranjas y plátanos no comíamos casi nunca, había otras frutas, por eso era algo especial) chocolate, caramelos y varias chucherías, también nos ponía dinero que al día siguiente nos lo recogía otra vez, esto puede parecer extraño, pero eran otros tiempos, hace 60 años. En Navidad a la familia de Madrid, mi madre les enviaba productos del campo y de la matanza y ellos nos enviaban turrón, dulces navideños y lotería". MARÍA ROSA MARTÍN.

La matanza también era un ritual muy importante en la vida cotidiana de esta aldea serrana.

"Para la matanza se mataban los cerdos en la calle, todos los vecinos ayudaban, uno de ellos llevaba las muestras al veterinario para analizarlas y cuando volvía, si el cerdo estaba bien, asábamos su cola y los niños de la familia la repartían entre todos los niños de la aldea, se hacia una gran fiesta y se invitaba a todos los parientes y vecinos. Los hombres descuartizaban el animal, picaban la carne, preparaban el lugar para colgarlo y conservarlo todo, preparaban leña para el fuego...., las mujeres lavaban los intestinos del animal, preparaban el mondongo, adobaban y hacían los embutidos. La noche anterior a la matanza, toda la familia la pasaba pelando cebollas y calabazas y cociéndolas para hacer las morcillas". MARÍA ROSA MARTÍN.

Carecían de fiestas patronales pero participaban conjuntamente con las de Santa Lucia de la Sierra donde estaba el ayuntamiento y que englobaba varias aldeas.
Bajaban a celebrar a Santa Lucia el 13 de diciembre y a San Antonio el 13 de junio.

"Cuando un joven forastero pretendía a una moza del pueblo, los jóvenes del pueblo le hacían pagar una cena para todos, que consistía en un asado de carne y vino. Las bodas se celebraban en alguna casa vacía, la limpiaban, la adornaban lo mejor que sabían, mataban algún animal: corderos, pollos o algún ternero, hacían pastas y bebida y las mejores cocineras hacían la comida, también se solía celebrar la 1ª amonestación". MARÍA ROSA MARTÍN.


Los lunes era el día que se aprovechaba para bajar hasta el Barco de Ávila que había mercado.
Solían llevar el burro cargado con cargas de escobas (leña) y huevos y compraban los productos de los que carecían en la aldea: aceite, azúcar, arroz, petróleo para el candil, pescado, hilo, ropa, etc, algunas veces llevaban a vender una ternera o un cordero.
Por Las Casas solían acudir por temporadas vendedores ambulantes con un carro desde el pueblo cacereño de Tornavacas vendiendo vino y aceite.
Eran años muy difíciles y a pesar de que había para comer, la gente se las tenía que ingeniar para salir adelante y mejorar un poco la calidad de vida.

"Mi padre era productor de trigo, le obligaban a declarar la cantidad que cosechaba y entregarlo en la harinera estatal, en El Barco. Allí calculaban el pan que le correspondía según el numero de familia que tenia y el resto se lo daban en harina negra, no sé qué clase de harina era, venia de África y la gente enfermaba, mi padre la recogía y con ella mi madre la amasaba para los perros. Naturalmente siempre declaraba menos cantidad de lo que recogía, lo que quedaba en casa lo llevaba a moler al molino donde molían el grano para los animales, de esta manera el molinero también tenía pan blanco. Mi padre con esto del pan hacia contrabando y lo digo muy orgullosa porque era trabajador y honesto y hacia lo que cualquier persona para sacar a su familia adelante sin hacer mal a nadie. En Becedas había una mujer viuda con dos hijos mozos, esta mujer era panadera, cada día amasaba el pan y por la noche sus hijos y mi padre se encontraban en el monte y cambiaban la carga de las mulas, ellos volvían a su casa y mi padre iba toda la noche de pueblo en pueblo a vender pan, campo a través, vadeando ríos y evitando los caminos para no ser descubierto por la Guardia Civil (por suerte nunca lo cogieron), las clientas lo esperaban como agua de mayo, para dar pan blanco a sus hijos, eran tiempos muy difíciles y no había dinero, si no podían pagar en monedas, pagaban con lo que tenían, azúcar, aceite.... lo que fuera, por eso en casa nunca nos faltó nada". MARÍA ROSA MARTÍN.


Debido al aislamiento que padecían y la ausencia de infraestructuras la gente se fue marchando de la aldea.

"La gente no emigró por pobreza como ocurrió en otras partes de España, la gente emigró por falta de infraestructuras y servicios. La comida no nos faltaba, vivíamos muy bien, pero nos faltaba todo lo demás. No había carretera, no había luz, no había agua corriente, para ir los niños a la escuela, las personas a la iglesia, al cementerio, al médico, a cualquier gestión al ayuntamiento, etc, teníamos que bajar a Santa Lucia por un precario camino, lo que hacía todo muy difícil y la vida muy dura". MARÍA ROSA MARTÍN.

Unos se bajaron a Santa Lucia de la Sierra, algunas familias a Barco de Ávila y otras a Madrid.
Hasta la década de los 80 hubo vida en Las Casas por medio de la tía María y sus tres hijos (Pedro, Eduvigis y Eduardo) que fueron los últimos en marchar y lo hicieron a Santa Lucia de la Sierra, aunque Paulino Sánchez que se había bajado al pueblo de Los Loros siguió subiendo durante años a atender el ganado que allí tenia, fue la última persona que deambuló por sus calles y mantuvo presencia humana en la aldea.
Posteriormente en el año 2002 un incendio que hubo en toda esta parte de la sierra de Béjar dejo lo que era una muy bonita aldea serrana herida de muerte para que la vegetación y las inclemencias meteorológicas terminen de hacer el resto.





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La Ribera - Avila



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Río Corneja


La Ribera es una pedanía o anejo del municipio de Villafranca de la Sierra, al sudoeste de la provincia de Ávila, en Castilla y León, España.

Está situada junto al río Corneja y comunicada con el casco urbano de Villafranca de la Sierra a través de una carretera local de aproximadamente kilómetro y medio de longitud.

Este anejo fue poblado en un principio por familias de molineros cuyo medio de vida era la molienda y el cultivo de judías y árboles frutales, gracias al caudal del río Corneja, que por medio de canales y regaderas a su paso por las huertas regaba los cultivos.

Con el paso del tiempo la Ribera se fue poblando también de agricultores y ganaderos que aprovechaban las praderas para que pastaran sus ganados y crecieran sus cultivos. Además en las aguas del río podían pescar truchas comunes.

Debido al notable incremento de la población, hacia el año 1945 se tuvo que construir una escuela mixta a la que acudían los niños del lugar.

En la actualidad los molinos están es desuso o derruidos por culpa de una riada que acaeció el 1 de septiembre de 1999. Uno de ellos sin embargo logró ser recuperado; en otoño de 2011 finalizó la rehabilitación del molino del "Tío Alberto", situado en la parte más alta de La Ribera. Se trata de un antiguo molino de finales del siglo XVII en perfecto estado de uso, que ha quedado abierto al público como museo del agua en el Valle del Corneja.

Hoy en día la localidad está deshabitada. Sus últimos habitantes permanentes dejaron la localidad en el año 2003. No obstante, durante los veranos vuelven algunos de ellos, así como sus descendientes, a disfrutar de algunos días de descanso.
 
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