El silencio es oro. Pueblos abandonados.

MURU ( NAVARRA)


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Ruinas del despoblado. (Foto: Marian Inda)




INFORMACIÓN GENERAL


Ubicación
El despoblado de Muru se encuentra dentro del término de Sansoáin, en el valle de Urraul Bajo. Limita al noroeste con el término de Sansoáin, al sur con Nardués Andurra y Arieltz, al norte con Urraul Alto, y al este con el Romanzado.

Historia
Estamos ante lo que se denomina un “coto redondo”, que a día de hoy sigue manteniendo la misma extensión que tuvo siempre. Pertenece al convento de la Compañía de María (Artieda) por vía de herencia.
Aparece documentado por vez primera en el año 1142, siendo entonces cuando su propietario Lope López entrega el palacio de Muru y sus collazos al Monasterio de Leire.

Unos años más tarde es Toda, hija de Enecón, caballero de Muru, entregó también a Leire las pertenencias que tenía en el término de Muru y en el de Artieda, recibiendo como contraprestación por parte del abad Jimeno otras propiedades dentro del mismo término de Muru.
En el año 1268 comprobamos que el Libro de Rediezmos incluye este lugar dentro del valle de Lónguida; y dos años después, 1270, el rey Teobaldo II confirmó al Monasterio de Leire el dominio total de todo el término.
En el año 1428 aparece ya como despoblado, pero posteriormente fue habitado de nuevo. En 1860 mantenía un caserío. Los censos de 1930 y 1940 informan de la existencia de 6 habitantes en este lugar.


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IMÁGENES DE MURU

Reportaje fotográfico realizado por Marian Inda el 31 de octubre de 2009



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NAVARZATO ( NAVARRA)


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NAVARZATO, LA OCTAVA VILLA RONCALESA



En el término municipal de Roncal, a media hora larga de camino, y en un paraje bastante recóndito, se encuentra el despoblado de Navarzato, la que fuera la octava villa roncalesa hasta mediados del siglo XIII que es cuando quedó deshabitada. De ella tan sólo queda su iglesia, hoy ermita, dedicada a San Sebastian, cuya festividad celebramos pasado mañana, y hasta la que se acercarán los roncaleses en tan señalado día.

Este próximo martes se conmemora la festividad de San Sebastian. A la mayoría de los navarros, con la lógica excepción de los tafalleses, esta festividad les dice poco, o nada. Sin embargo, si nos remontásemos unos siglos hacia atrás, descubriríamos y nos sorprenderíamos del arraigo que tenía en nuestra tierra la devoción a este santo mártir, en cuyo honor se erigieron en otros tiempos ermitas, iglesias, e incluso alguna cofradía se preocupó de promover su devoción.

La fecha del 20 de enero, dedicada por la Iglesia a honrar la memoria de San Sebastián, nos pone en bandeja acercarnos a un rincón de Navarra tan inhóspito como desconocido, un rincón del que, además, es muy poco lo que se sabe pues poca es la documentación que de él se conserva. Se trata del lugar de Navarzato, un antiguo poblado roncalés del que únicamente sobrevive a día de hoy su primitiva iglesia –actualmente la vemos como ermita- dedicada a San Sebastián.

Se accede a este hermoso paraje desde la misma villa de Roncal. Por el lado derecho de la ermita de Nuestra Señora del Castillo parte un camino que nos invita a adentrarnos en aquellos pinares por los que tantas veces paseó el tenor Julián Gayarre. El camino empalma enseguida con una pista forestal que también se puede tomar desde la misma carretera. Tan sólo quince minutos después un rústico letrero, con el nombre de Navarzato, nos pondrá en el camino definitivo, por medio de un bosque en el que conviven el pino, el boj y el acebo, hasta llegar al despoblado de Navarzato, un paraje de ensueño, impregnado de magia y de encanto, en el que cuesta creer e imaginar que allí haya existido jamás un núcleo de población.

Basta ver hoy su camino de acceso para darse cuenta de la realidad de aquellos caminos que comunicaban los diferentes pueblos y por los que únicamente se podía ir con caballerías, impensable con carros. De aquél primitivo poblado hoy sólo queda su iglesia, dedicada a San Sebastián, en un estado aceptable de conservación, tanto más si tenemos en cuenta que su tejado fue arreglado recientemente por la juventud de Roncal, así como los restos de alguna casa, pues aunque despoblado, todavía, y hasta tiempos no muy lejanos, el lugar era utilizado con fines ganaderos. Vacas y yeguas frecuentan aún el lugar recordándonos la vida ganadera que antaño tuvo. De aquella vida, junto a Navarzato, perdura todavía el topónimo de “Saleras de Bizkarrandía”, en alusión a las saleras en las que se les daba sal al ganado, extendiéndola sobre las piedras, como complemento alimenticio a la hierba que comían; es esta una costumbre pastoril que se hacía semanalmente, fundamentalmente con las ovejas, y que en el caso del Valle de Roncal fue minuciosamente estudiada por Pablo Orduna Portús y por Ester Alvarez Vidaurre, y publicada posteriormente en los Cuadernos de Etnología y Etnografía de Navarra (julio – diciembre 1999).

E incluso, aunque no deja de ser una hipótesis muy atrevida por mi parte, cabe pensar que el propio nombre de Navarzato, como topónimo, bien pudiera estar reflejando el carácter pastoril de este lugar; no hay que olvidar que antiguamente a los zagales, o rapatanes, que ayudaban a los pastores se les conocía con el nombre de navarzales.


Despoblado
Navarzato es un paraje que conserva un atractivo singular; cualquier época del año es buena y recomendable para acercarse hasta allí. Y sobre todo, es un paraje que invita a sentarse ante la ermita –iglesia que fue de este lugar-, o bajo la portalada de la casa que fue de los Aznárez, y contemplar el entorno rememorando las cuatro cosas que de este antiguo poblado sabemos. Es de justicia reconocerle a Fernando Pérez Ollo, nobleza obliga, la autoría de lo poco que hasta la fecha se ha escrito de Navarzato y de su ermita, o iglesia, de San Sebastián; para ello se ha servido este autor de los documentos y trabajos que han llegado a publicar Luis Javier Fortún, J.R. Castro, Antonio Ubieto, y A.J. Martín Duque, así como de otros documentos que él ha localizado en el Archivo Diocesano. Importante es también el opúsculo que en 1928 escribió don Joaquín Montuno, presbítero de Roncal.

Gracias a todos estos autores, y en particular gracias a la información que nos transmite el Becerro Antiguo de Leire, sabemos que fue hacia el siglo XIII cuando se despobló el lugar de Navarzato. Sabemos, igualmente, que su iglesia de San Sebastián dependía directamente del antiguo monasterio de San Martín, que existió en los terrenos que hoy ocupa en Roncal la fábrica de quesos. Ya hablaremos otro día de lo que en su día llegó a ser en el Valle de Roncal el Camino de Santiago, de la importancia que llegó a tener en una época determinada; hoy bástenos saber que una de las consecuencias de aquella fiebre jacobea pudo ser este monasterio de San Martín, creado supuestamente por peregrinos o por clérigos franceses, y dedicado a San Martín, patrón de Francia.

Lo cierto es que aquél monasterio roncalés, no muy lejano del que existió en Burdaspal (término de Burgui), contaba entre sus propiedades las decanías y las casas de Sios, Bagón, y las iglesias de Aniauz, Roncal, Garde, y la de Navarzato. A su vez, el monasterio de San Martín quedaba incluido dentro del dominio eclesiástico del monasterio de Leire. Esta dependencia, la de Navarzato en este caso concreto, tiene su origen en la donación que el día 28 de enero del año 1085 hicieron a Leire el rey Sancho Ramírez y su hijo Pedro, fecha esta en la que le entregaron al mencionado monasterio nada menos que cuatro monasterios reales, que fueron los de Santa Engracia –al otro lado de la frontera-, el de Igal –en el Valle de Salazar-, y los roncaleses de Burdaspal (Burgui) y de San Martín (Roncal). Es así, con esta caprichosa donación, como en aquél lejano siglo XI la iglesia de San Sebastián de Navarzato pasó a depender del monasterio de Leire.

Aquél cambio no dejó indiferentes a los vecinos de Navarzato, ni tampoco a los de Garde. Y la causa no era otra que la imposición por parte de Leire del rito romano, mientras que la tradición roncalesa estaba basada en el rito hispánico, o toledano. El propio Pérez Ollo, con gran acierto, ya advierte que esta crispación ante el cambio de rito iba mucho más lejos que el mero cambio en la forma de decir la misa o de cantar los salmos y las preces; el verdadero problema es que el nuevo rito que imponía Leire traía consigo dos modificaciones que a los de Navarzato se les antojaron especialmente graves, como eran la designación de clérigos y el reparto de las rentas parroquiales, es decir, el reparto de diezmos y oblaciones. Garde y Navarzato mostraron su rechazo y su oposición a este cambio tan importante para ellos, aunque hay que decir que Garde para el año 1098 dejó solventada esta cuestión, mientras que Navarzato se mantenía en sus trece, sin aceptar la nueva situación. De hecho, fue necesario que interviniese Pedro I, quien dispuso que el cambio debía de ser aceptado, y que, por tanto, la iglesia de Navarzato se sometiese a la obediencia del monasterio roncalés de San Martín, o lo que es lo mismo, a la obediencia del monasterio de Leire, implicando esto la imposición del rito romano.

Es así como el 27 de enero de 1102 se firmó un convenio en Roncal en el que se pactaba la repartición de diezmos y oblaciones entre los clérigos roncaleses y el monasterio de Leire; tuvieron que testificar, entre otros, “Aznar Fortes, presbítero de Navarzato, y Sancho Aznar de Navarzato, y otros vecinos de Navarzato y de Garde”. Aquél convenio establecía que el monasterio roncalés de San Martín se obligaba a enviar “el sacerdote que celebre las misas, y los clérigos de la villa deben cantar allí las horas diurnas y nocturnas, y lo que tengan por costumbre”.

Sirva como dato curioso, recogido y publicado por Pérez Ollo, que hacia el año 1112 “García y Eneco Manz se obligaron a entregar a San Martín de Roncal, cada año, cuatro ‘panes’ de trigo, cuatro galletas (188’32 litros) de vino y un carnero”, según queda recogido en el Becerro Antiguo de Leire.
La Gran Enciclopedia Navarra nos informa que esta villa debió de despoblarse durante la segunda mitad del siglo XIII, y de que todavía en el año 1268 constaba en el “Libro del Rediezmo”, y que incluso en el año 1553 volvía a aparecer con un solo fuego.

A partir de aquí la historia de Navarzato se diluye. Y nos reencontramos de nuevo con este lugar en el año 1844, a donde sabemos que sube la madre de Julián Gayarre con su hijo recién nacido; no hay que olvidar que el tenor roncalés fue bautizado con los nombres de Sebastián y de Julián. Tuvo que abandonar en Italia su primer nombre, el de Sebastián, porque artísticamente –y la fonética italiana así lo aconsejaba- Julián, o Giuliano, sonaba mucho mejor. Se dice, igualmente, que Mariano, el padre de Julián Gayarre, se preocupaba de llevar ante la imagen renacentista de San Sebastián, aquellas coronas de flores que se le arrojaban a su hijo en los diferentes escenarios por los que iba triunfando.

El diccionario de Madoz nos esboza también unas pinceladas de lo que fue aquél Navarzato que Gayarre conoció de niño. Nos dice este diccionario que el lugar gozaba de un clima muy frío, que su iglesia parroquial estaba servida por un abad, que en sus terrenos se producía trigo, cebada, avena, centeno, legumbres y hortalizas; y dice también que había perdices, liebres, zorros, e incluso corzos y lobos. “Por tradición –dice Madoz- se sabe que en tiempos antiguos hubo algunas casas más, que formaban un pequeño pueblo, cuyos vestigios aún se encuentran”.
Lo cierto es que ya casi no quedan ni tan siquiera ruinas. Las últimas casas del lugar pertenecieron a los Aznárez, una saga estrechamente ligada al lugar de Navarzato. Basta con observar la fachada de su casa en Roncal en la que se exhibe y se venera en una hornacina la imagen de San Sebastián.


Romería
Hasta aquí, más o menos, queda expuesta la historia de Navarzato. Pero lo cierto es que a día de hoy, cada 20 de enero, y también cada 1 de mayo, los vecinos de Roncal suben en romería hasta Navarzato. La fecha importante ha sido siempre la del 20 de enero; ya se decía en Roncal: “20 de enero, San Sebastián el primero”. Pasado mañana un puñado de romeros subirán hasta Navarzato. Ya no es lo que era antes, ni mucho menos. De hecho la mayoría de los años ya no hay ni sacerdote, y los roncaleses tienen que conformarse con rezar el rosario ante la imagen de San Sebastián; aprovechan para encender una hoguera y compartir en torno a ella algo de virica, unas chulas, y algo de turrón si es que ha sobrado. Y de allí no se van sin haberle leído los gozos al ínclito mártir, aquellos que en su estribillo dicen “Campeón muy valeroso, del cristianismo escogido, rogad por todo afligido, Sebastián, mártir glorioso”.

En esta misma fecha subían también antes los vecinos de Garde, “en ocasiones hasta con tres sacerdotes”, recuerda Amparó Galé, de Roncal. Esta misma vecina me recuerda cómo hace unas décadas, en vista de que la gente empezó a trabajar en las fábricas, se creó una nueva romería en la fecha del 1 de mayo. Hoy se mantienen las dos, incluso esta última cuenta con una mayor concurrencia, y en ella no falta la misa ni el tradicional rezo del Ángelus.
Pero... ¿desde cuando se sube en romería el 20 de enero a venerar a San Sebastián?. Nadie espere encontrar aquí la respuesta, aunque sí un dato orientativo.

En el año 1691 se redactaron unas nuevas Ordenanzas para la villa de Isaba. Su primeros capítulos eran copia exacta y literal de las Ordenanzas que hasta entonces habían estado vigentes, únicamente el capítulo 5 sufrió alguna variación pues requería una actualización. Aquél capítulo aludía a la tradición que tenía Isaba de ir en procesión a la romería de Navarzato “porque ha muchos años que iban allá” (esta frase venía ya en las Ordenanzas anteriores cuya fecha se desconoce, y nos permite descubrir que ya en el siglo XVII esta romería era muy antigua). Lo curioso es que en 1691 Isaba toma el acuerdo de dejar de ir a Navarzato; a cambio ese mismo día se le dedicaría una misa a San Sebastián en la ermita de Idoya, a la vez que se acuerda enviar cada 20 de enero media libra de cera a Navarzato, y otra media libra a Idoya; y a esta última ermita izabar el Regimiento acuerda enviar en ese día a un hombre “que vele aquella noche por todos, y se tenga, y se observe en todo el año, en su nombre (en el de San Sebastián) en la Parroquial de la dicha villa de Isaba una lámpara con su aceite, y luminaria como hasta ahora se ha usado y acostumbrado”.

Cabe pensar, por tanto, que a Navarzato llegaron a acudir la totalidad de las villas del valle de Roncal.
Aquí queda su historia, y también el reducto de lo que un día fue. Pasado mañana acudirán hasta allí unos cuantos vecinos, como antes lo hicieron sus padres, y cuantas generaciones les precedieron. Que no se pierda.

Diario de Noticias, 18 de enero de 2004
Autor: Fernando Hualde

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EL ÚLTIMO DESPOBLADO DEL RONCAL


Sebastiana Sandalia Gayarre había nacido en Navarzato el 3 de septiembre de 1854. Hacia diez años que había nacido en la cercana villa de Roncal otro niño, que como ella se apellidaba Gayarre, tenía ascendientes de Garde, le habían cristianado Sebastián, y que llegaría a ser bastante más famoso que nuestra protagonista.


El padre de Sebastiana Sandalia, Jose Joaquín Gayarre, era de Garde. Después de 11 años de matrimonio, por fin nacía su ansiado heredero. El día 4 bautizaron a la niña en la iglesia de Navarzato con el nombre del santo del lugar y el santo del día del nacimiento (San Sandalio o Sandalo martirizado el año 855 en Córdoba). Poco se imaginaban su madre Josefa Martín y su abuela Josefa Labari, las de casa, que iba a ser la última habitante de una villa que llevaba moribunda más de 500 años.


Las 14 villas del valle

Navarzato ("Nabarzato" en los textos medievales), una de las 14 villas del valle de Roncal que tributaban en el siglo XI al monasterio de Leire y que más había resistido la despoblación, estaba muriendo. Atrás se habían quedado sus hermanas, Anués (cerca de Roncal), Vidangoiz (en Vidángoz) y Segarra, Cortes, Ul y Urgés (en Burgui). Navarzato siguió siendo una de las villas del valle de Roncal hasta al menos el año 1270. A partir de esta fecha ya no se le nombra como villa aunque su abad aparece en varios documentados posteriores. En 1321 el abad de Navarzato, Don Vita Garciaton, junto con Sancho Sanz, alcalde de Roncal, y otros aparece en un documento del archivo de la villa de Roncal como testigo de la venta por los monjes de Leire del monasterio de San Martín de Roncal al concejo de Roncal. La gran peste de 1348, que mermó la población navarra en un elevado porcentaje, debió crear muchos problemas en nuestra villa y probablemente le dio la sentencia de muerte.

Pero la parroquia resistiría aún unos cuantos siglos y, aunque en los fuegos de 1368 no aparece, en 1432 aparece el rector de Navarzato siendo también vicario de Isaba. En 1501, en el listado de fuegos aparece "la casa de Navarçato" al final, después de todas las casas de los siete pueblos del Valle. En 1514, el dueño de Navarzato es "Domingo de Nabarzato morador de la casa de Nabarzato" (erróneamente leído por algunos historiadores como roca de Navarzato). En 1540 el abad de Navarzato, Sancho Algarra y su señor Sebastián de Navarzato (Sebastián Daspa) donan el nuevo altar de la iglesia. Pero la aldea parece que vuelve a pasar por malos momentos y en 1549, según sentencia de Consejo Real, se une a la villa de Roncal. En 1577 y a petición de su abad Juan Algarra y la dueña de Navarzato, María Daspa (hija de Sebastián y Catalina Borra) y probablemente influidos por los decretos del concilio de Trento, se firma la unión perpetua de las parroquias de Roncal y Navarzato otorgada por el obispado de Pamplona.

Durante los siglos XVII, XVIII y mitad del XIX se suceden diferentes familias dueñas de la "casa o heredad de Nabarzato": Pedro Alcat, Sebastián Alcat, Pascual Alcat (casado con Juana Martich), Josepha Alcat (casada con Juan Petroch), Juan Joseph Petroch (casado con Manuela Echandi), Francisca Josepha Petroch (casada con Pedro Labari), Josefa Labari (casada con Bernardino Martín) y Josefa Martín (Casada con José Joaquín Gayarre).
Esta última familia ya la conocemos, hemos iniciado el relato con el bautizo de su heredera Sebastiana Sandalia Gayarre. Continuando con la historia, la alegría iba a durar muy poco en Casa Navarzato. El padre y la abuela de la niña mueren cuando cuenta 2 años y su madre muere dos años después de gangrena. Corría el año 1858. El padre es la última persona que entierran en Navarzato. A la madre la enterraron en Roncal. La heredera de la casa de Navarzato con 4 años queda huérfana y a cargo de su tío mayor, Sebastián Martín. La familia baja a vivir a Garde mientras que su otro tío, Lorenzo Martín, se queda en Navarzato donde vive con su mujer e hijos hasta el año 1877. Son los últimos habitantes del lugar. Durante estos años, duros para Sebastiana, su vida trascurre ayudando a su familia adoptiva y viendo cómo su heredad es usada por otros. Navarzato muere para siempre como lugar habitado. Sólo persiste en la actualidad su iglesia convertida en ermita y las ruinas de la "Casa de Navarzato".


Sebastiana al alcanzar la mayoría de edad (21 años) hereda todas las tierras de la casa de Navarzato y rápidamente se casa el 9 de enero de 1877 con un rico heredero de Roncal: Lucas Aznárez. Esta unión hace de la casa Aznárez la más rica del pueblo. Por esas fechas triunfa por el mundo un paisano suyo con el mismo apellido: Sebastián Julián Gayarre, aunque nuestra protagonista no creo que usara mucho su apellido, todo el pueblo la conocía como Sebastiana Navarzato. La familia Aznárez-Gayarre se cambia de casa y tiene 7 hijos aunque cuatro de ellos mueren pronto. En 1904 muere el marido. Sebastiana Navarzato muere en 1917 a los 62 años de edad siendo la última heredera de Navarzato que había nacido y vivido en él. En la actualidad sus descendientes viven fuera del pueblo, aunque mantienen casa en Roncal y visitan el pueblo en el verano.

Rogativas y procesiones

La parroquia-ermita de Navarzato está dedicada a San Sebastián, el abogado de las epidemias. Hasta este lugar subían los roncaleses a pedir remedio para estos males. El concejo también pagaba rogativas especiales a los clérigos de la villa que en solemnes procesiones y novenas pedían al santo su intercesión en ocasiones de especial peligro.
También en 1770 el concejo de la villa se gastó "veinte dos reales por la procesion que se hizo desde la ermita de Navarzato para traer a la Parrochia al glorioso Sn Sebastian con la misa cantada que se celebro al tiempo... quarenta reales por el estipendio de ocho misas cantadas solemnes que con revestidos se celebraron los ocho dias inmediatos al que se traslado a la Parrochia el Santo... y todo mediante acuerdo y comision de la villa pidiendo por su mediacion alivio en la enfermedad de dolor delado que ha corrido en esta villa"

El ayuntamiento también pagaba los gastos de pan, vino y queso que se repartía con ocasión de las romerías que se organizaban todos los años a Navarzato el día de San Sebastián (20 de Enero) y el día de San Marcos (25 de Abril). Las propiedades curativas del santo se extendían también al agua de una fuente que mana debajo de la ermita. Esta agua, que dicen, pasa por debajo del altar del santo, era costumbre bajarla al pueblo en botellas para repartir entre los vecinos que no habían podido subir a Navarzato y guardarla en casa para tomarla rezando al santo pidiendo por la salud de algún miembro de la familia.

Los poderes de San Sebastián no eran sólo para las personas sino que también curaba a los animales domésticos. En un pueblo eminentemente ganadero la salud de los rebaños era fundamental. Todos recuerdan cómo en una ocasión en que una terrible peste atacó a los animales, los roncaleses, conociendo los grandes favores que proporcionaba el santo, subieron con las bestias a la ermita de Navarzato. Al llegar al alto, desde donde ya se divisa la ermita, los animales comenzaron a bramar y en aquel mismo instante y con la sola visión en la lejanía del edificio sagrado, los animales curaron.


Diario de Navarra, 10 de febrero de 2008
Autor: José Ignacio Riezu

 
OLAZ ( NAVARRA)


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INFORMACIÓN GENERAL



Otras denominaciones
: Bassaolaz (1366)

Situación
Se desconoce la ubicación exacta de este antiguo núcleo de población. Sí que se sabe que está dentro del término municipal de Lumbier, y que al paraje que todavía conserva el topónimo se accede desde el Alto de Loiti, por la pista que accede a los molinos eólicos. Aproximadamente a medio kilómetro, en el lado izquierdo de la pista, y a pocos metros de esta, se localiza la antigua nevera de Olaz, único vestigio que queda de aquél poblado. Está cerca de la muga con Aibar. Es Camino de Santiago; paso obligado para los peregrinos que utilizan el camino que une Sangüesa con Izco.
El monte de Olaz, que es Monte Comunal de Utilidad Pública, ocupa una extensión de 397 Ha.

Historia
De generación a generación se ha transmitido la historia, o leyenda, de que los vecinos de Olaz fueron víctimas siglos atrás de una grave epidemia. Fueron todos ellos acogidos en Lumbier, y en compensación aquél término pasó a ser propiedad de los lumbierinos.
A pesar de ello no han faltado debates sobre la pertenencia de este paraje a Lumbier, a Aibar, o a Ibargoiti. Y todo parece indicar que los documentos coinciden en señalar la propiedad para Lumbier; así lo indican desde los informes de Julio Altadill sobre despoblados hasta el documento de inscripción de esta finca en el Registro de la Propiedad de Aoiz a beneficio de Lumbier, del año 1932, pasando también por los deslindes de Lumbier con Aibar e Ibargoiti del año 1928.

En cualquier caso hay que dejar constancia de que la documentación antigua lo incluye en mucho casos dentro de la Val de Aibar, al menos durante la etapa del medievo; pero también hay que decir que en el año 1456 la localidad fue destruida y abandonada; es aquí donde podría encajar, al menos en parte, la vieja leyenda de la grave epidemia. Casi cuarenta años después, en 1494, el desolado fue donado a Alfonso de Artieda, y a este se lo compró en 1497 el concejo de Lumbier.

En el año 1280 la pecha anual que pagaban sus vecinos era de 22 sueldos, 8 dineros por la renta de vino, 8 cahíces, 3 robos de trigo, 18 cahíces, 3 robos, 3 cuartales de cebada y avena, más 4 cahíces, 1 robo de trigo, y otro tanto de cebada y avena en concepto de “cena”. Casi un siglo después, en documentos de 1366, vemos a Olaz con la denominación de Bassaolaz.

Con todas las reservas hay que decir que en 1420 el rey Carlos II hizo una donación a Juan Coxe de Suescun, doncel de cámara de la futura reina doña Blanca, de los lugares de Egüés, Elcano y Olaz, denominado a este último como “Olaz cabo Monreal”, que es la misma denominación con la que queda recogido este lugar en el Libro de Fuegos” de 1427. Así pues entendemos que ese Olaz donado en 1420 no es el que está junto a Pamplona, sino este que pertenece a Lumbier.

Se sabe también que la iglesia parroquial de Olaz estaba dedicada a Santa María. Frente a este dato real y documentado, tenemos también el dato de que una iglesia de Santa María de Olaz (suponemos que esta), que hasta 1085 había sido decanía del monasterio de Urdaspal (Burgui), fue confirmada en 1270 por Teobaldo II a la abadía de Leire.

Estado de conservación
De las casas de Olaz nada queda. Téngase en cuenta que en 1456 no solo quedo deshabitado, sino también destruido. A esto hay que añadir que sobre esas posibles piedras que hubiesen quedado han pasado más de 550 años.
A día de hoy el único vestigio que queda de aquél núcleo de población es la nevera, o pozo de nieve, que utilizaron para abastecerse. Lamentablemente el estado de esta construcción no es bueno; faltaría hacer una excavación para conocer el estado de sus paredes, pero la parte aérea se ha perdido en un porcentaje muy elevado. Las actas municipales del Ayuntamiento de Lumbier reflejan que en alguna ocasión se ha llegado a solicitar la recuperación de esta nevera, como recientemente se ha hecho en Aibar con la nevera de La Vizcaya, junto al corral de Longás.


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ÁLBUM FOTOGRÁFICO DE LA NEVERA DE OLAZ
OCTUBRE 2009 - Fotos: Fernando Hualde


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ORRADRE ( NAVARRA)


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ORRADRE, LOS ÚLTIMOS SÍNTOMAS DE VIDA



El Romanzado, en la merindad de Sangüesa, es una de esas zonas de Navarra que más está acusando la regresión demográfica del ámbito rural. Allí esta Orradre, una pequeña localidad que está oficialmente despoblada, pero en la que todavía se ven síntomas de vida.

En los últimos años estamos asistiendo al resurgimiento de un nuevo vocabulario con el que los políticos abordan en congresos, reuniones, y ruedas de prensa, la situación del mundo rural, especialmente la de las zonas más desfavorecidas. Nos hablan de desarrollo rural, de planes estratégicos, de ecodesarrollo, de planes de comunicación… Palabrería.

Son palabras y expresiones bonitas, que suenan bien, que visten mucho a nivel institucional, que mueven millones, que parecen algo. Y sin embargo la realidad es cada vez más sangrante, más penosa, más dura. Y para muchas localidades navarras todas estas “declaraciones de intenciones” llegan tarde, irremediablemente tarde. Y el Romanzado, en la merindad de Sangüesa, es uno de esos lugares en donde la dura realidad demográfica se nos muestra en toda su crudeza.

En esta misma sección vimos en su día la historia de Iso, un pequeño pueblo junto a la foz de Arbayún, del que ya tan sólo quedan sus ruinas. Hace no mucho veíamos también la historia de Napal, en donde vive el pastor, y en fin de semana y vacaciones algunas personas más. Y hoy, sin alejarnos mucho de Napal, vamos a acercarnos a la realidad de Orradre, al que me resisto a llamar despoblado, aunque la realidad es la que es, y desde los años sesenta figura oficialmente como despoblado.

Y si me resisto a llamarle despoblado, pese a estar todas sus casas vacías, es porque quiero pensar que todos esos planes estratégicos y todos esos proyectos de desarrollo rural acabarán sirviendo para que vuelva a tener vida. Bastaría con tener agua corriente. Lo demás, las ganas de volver a habitar esas casas por parte de sus antiguos inquilinos, creo que se mantienen, como lo demuestra el hecho de que allí acuden los fines de semana y en el verano. Incluso entre semana se detecta algo de vida: el pastor de Napal, el perro de la casa de Juan Tabar, incluso alguna huerta denuncia una presencia humana permanente.



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Pueblo vacío


Hay pocas casas en Orradre. Se pueden contar con los dedos de una mano, y aún sobra un dedo. Hablamos de casa Juanito, casa Ruperto, casa Juan Tabar, y casa García. A estas cuatro casas hay que añadir en el caserío la iglesia de San Juan y varios corrales. A mediados del siglo XIX, según el diccionario de Madoz, había ocho casas en esta localidad, de las que solo cuatro estaban habitadas, sobrentendiéndose que las otras cuatro eran corrales. Seguramente en todo este tiempo nunca han pasado de cuatro casas habitadas. El pueblo quedó deshabitado hacia el año 1962; se quedaron entonces abiertas las puertas de las casas, y estas totalmente abandonadas. Unos años más tarde, hacia 1970, los antiguos vecinos se preocuparon de volver a cerrar las puertas y cuidar sus casas, habitando el lugar en verano y durante muchos fines de semana, situación esta que se mantiene a día de hoy. El censo de 1802, de forma excepcional, nos arroja un censo de cinco casas habitadas; debió de ser la época de mayor esplendor. Lamento no saber el nombre de aquella quinta casa ni su ubicación.

Hubo antaño también una ermita, bajo la advocación de San Julián, que hace siglo y medio estaba en ruinas, y hoy solo quedan unas piedras y el hidrónimo. Hubo también, probablemente, un pequeño molino, que habría estado ubicado en el punto en donde hoy nace la carretera que va a Orradre y Napal, paraje este al que todavía hoy se le conoce como “el Molinacho”. Sin olvidarnos de las caleras, muy cerca del pueblo, de las que hoy todavía quedan restos de dos de ellas. O del cementerio, que antaño rodeaba el recinto parroquial, y hoy mantiene su distancia prudencial con el pueblo.
Actualmente Orradre figura como despoblado, pero lo cierto es que no es raro ver pasar entre sus casas al pastor de Napal, o al de Juan Tabar cuidando y mimando la huerta, incluso se ve una mano humana permanente que se traduce en muchos detalles.
También se detecta otro tipo de presencia humana, la de los amigos de lo ajeno, que en los últimos años se han empeñado en llevarse todas las piedras esquineras de algunas de sus casas y corrales. Pocos pueblos se libran de este tipo de rapiñas, y la verdad es que duele ver ese expolio.



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Casas con historia
Pero vamos a detenernos un poco en la historia que hay detrás de esas casas de Orradre. Ya sé que no es una historia de las de salir en las enciclopedias, pero no por ello deja de ser su historia, la historia de sus gentes. Hablamos de sagas familiares como los Oroz, o los Tabar, saga esta última que derivó en tiempos más recientes en los Equiza.


En la parte baja del pueblo esta Casa Juanito. Luce en su blanca fachada una piedra empotrada, que se supone que es la antigua clave de la portalada, en la que se ven las iniciales de JHS (Iesu Homine Salvatore, o Jesús, Hombre y Salvador). Estas iniciales quedaban reservadas antiguamente para aquellas casas que habían aportado a la Iglesia algún clérigo. Colindante a esta casa está el corral, en cuyo interior un habitáculo aloja un horno de pan perfectamente conservado, que de alguna manera nos da una información etnológica interesante sobre el modo de vida de esa casa, cuyo reducido tamaño debió de forzar a sacar el horno al corral.

En el otro extremo del pueblo está Casa Ruperto. Es la peor conservada de las cuatro, de hecho está en ruina total. Luce íntegra su fachada principal con una portalada sencilla con arco de medio punto. Sobre la puerta, más concretamente sobre la ventana que hay encima de la puerta, pude verse tallado en el dintel un dibujo lineal que quiere representar un símbolo solar de sencillo trazado. Ya sé que es un dibujo sencillo, pero no por ello deja de encerrar toda una filosofía de vida en la que se imponía buscar, en base a las creencias populares, las fórmulas adecuadas para invocar la protección de la casa y de cuantos la habitaban.

La casa más grande de todas es la llamada Casa García, todo un señor edificio ante cuya imagen basta con cerrar los ojos para imaginar la vida que pudo haber en épocas anteriores en el mismo umbral de su puerta en donde todavía hoy se pueden vivir momentos llenos de magia. A modo orientativo puedo decir que en el año 1075 García Sánchez, señor de Domeño, y su esposa Urraca, donaron al monasterio de San Salvador de Leire los palacios que tenían en Domeño, Argüiros, Orradre, y Cortes. No sé si es aventurar mucho el decir que esta casa pudo ser aquél palacio de casi mil años de existencia documentada. Su aspecto señorial y el nombre de García me permiten creer que realmente es así. No obstante lo expongo con todas las reservas.

Los Tabar
Otra de las casas es la que siempre se ha llamado de Juan Tabar, o Juantabar. La casa no llega a tener cien años; la clave de su puerta sitúa su construcción en 1919. Sin embargo intuyo que este edificio se hizo en sustitución del anterior, pues la casa Juan Tabar es de las que tiene solera.
¿Quién era Juan Tabar?. Pues para empezar hay que tener en cuenta que el apellido Tabar nunca ha faltado en esta localidad desde hace muchos siglos; y el nombre de Juan se repetía hasta la saciedad en base a esa moda que ha existido siempre de poner el nombre del patrón; en este caso San Juan. No obstante nos encontramos con que en la segunda mitad del siglo XVIII el abad de esta iglesia de Orradre, que era natural del lugar, se llamaba Juan Ramón Tabar.



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En 1766 un tal Juan Tabar, respaldado por el mencionado abad Juan Ramón Tabar, se enfrentó al resto de vecinos por un problema de goce de hierbas. Resulta curioso imaginar aquella situación; cómo en un pueblo con cuatro casas, y de obligada convivencia los unos con los otros, podía llegarse a pleitear. Todo sucedió el 3 de septiembre de aquel año de 1766; ese día se reunieron el escribano con los vecinos en el atrio de la iglesia, “que es el puesto destinado, por no haber Casa Concejil, para actos semejantes”. Allí se vieron las caras Juan Joseph de Yndurain, Juan Martín de Zunzarren, Juan Tavar, y Fermin Tavar (entonces escribían Tabar con “v”), todos ellos jurados y vecinos de este lugar. Y así, estando juntos, dijeron que este pueblo tiene su término muy limitado, y de cortísima pastura, y no obstante introducen en él mucho ganado.

Demasiado ganado para tan pocas hierbas. Es por ello que el 29 de junio, día de San Pedro, tenían los vecinos la obligación de sacar del término de Orradre todo el ganado menudo, llevándolo a “yerbas forasteras”, manteniéndolo en ellas hasta el 29 de septiembre, día de San Miguel. Así estaban las normas establecidas hasta que Juan Tavar, por lo visto el más afectado, se enfrentó a sus vecinos defendiendo que había hierbas suficientes como para no tener que sacar los ganados de allí. Y es que las cosas no se le habían puesto fácil a Juan Tavar (o Tabar), sobre todo desde que dos décadas antes se disolviese la facería que mantenía Orradre con Arboniés.
En 1780, ya viudo, Juan Tabar todavía tiene ganas de pleitear, y lo hace entonces con los Jerónimo García, heredero de Juan Miguel García, que lo mismo vivía en su casa de Domeño que en la de Orradre. Y un año más tarde vemos al hijo de Juan Tabar, llamado Juan Francisco, envuelto también en pleitos con los de Usún.

Quien también debía de ser ganadero era José María Oroz, que en 1828 todavía andaba queriendo cobrar unas deudas que con él habían contraído unos vecinos de Berrioplano tras comprarle un ganado que no acababan de pagar.



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Abades
Y de la parroquia, hoy totalmente vacía y cerrada a cal y canto, sólo decir que antaño tuvo su pequeña historia. En 1558 moría su abad Sancho Pérez de Lumbier, a quien sustituyó Juan de Napal, del que sabemos que en 1597 todavía seguía en el cargo; a este le sustituyó un año después Martín de Lizarraga, que abandonó el cargo en 1607, tomándole el relevo Juan Ibañes de Zuazu, quien décadas más tarde dejó su puesto al ya mencionado Juan Ramón Tabar. Pero, en fin, que no es cuestión de recomponer aquí la relación de abades que ha tenido esa iglesia de San Juan. Simplemente se trata de dejar constancia de que en Orradre tenían abad; quiere esto decir que el nombramiento de cada “párroco” no se les venía impuesto desde el obispado, sino que eran los vecinos quienes proponían su candidato, por tener derecho a ello.

Y nada más por hoy; que allí se queda Orradre, en silencio, con unas casas y unas piedras que nos hablan solas, que nos cuentan mil historias. Hoy es ya momento de interpretar su historia, y también dejar que sus últimos vecinos nos aporten el testimonio de lo que un día llegó a ser. Son relatos que no se deben perder. Y tampoco Orradre se debe perder. Cuestión de agua, dicen.


Diario de Noticias, 27 de marzo de 2006
Autor: Fernando Hualde




RELACIÓN DE DOCUMENTOS QUE SOBRE ORRADRE EXISTEN EN EL ARCHIVO GENERAL DE NAVARRA



1075

García Sánchez, señor de Domeño, y su esposa Urraca, donan al monasterio de San Salvador de Leire los palacios que tenían en Domeño, Argüiros, Orradre y Cortes.
(Ref: CO_DOCUMENTOS, Caj.1, N.1, f. 3r-3v)

1596-1597
Juan de Imirizaldu, Juana de Preciado, su mujer, y Juan de Napal, abad de la iglesia de Orradre, contra Domingo de Boneta, tutor de los hijos de Miguel Ibáñez de Larequi, vecino de Sangüesa, sobre pago de 40 ducados por un conocimiento de deuda.
(Ref: 012731 / 16016227)

1603 (aprox.)
Martín de Zuazu, abad de la iglesia parroquial de Orradre (Romanzado), capellán de la fundación de Sancho Pérez, contra Miguel de Irigoyen, vecino de Zuazu (Izagaondoa), sobre pago de los réditos de un censo a favor de la fundación.
(Ref: 213291)

1711-1763
Francisco Roldán, vecino de Arróniz, contra José Manuel de Acedo, patrono de la fundación de capellánía de Tomás Palacios en la iglesia parroquial de Lúquin, heredero de Diego José de Acedo, cesionario de Eugenio Pérez de Azpeitia, Juan Ramón Tabar, presbítero, abad de la iglesia parroquial de Orradre (Romanzado), capellán de dicha fundación, y otros, sobre nulidad de los autos de ejecución, posesión t remate de bienes, alegando lesión en un pleito relativo a hacer cierto y seguro un censo de 750 ducados, impuesto por Diego Roldán y María de Urrea en la villa de Arróniz.
(Ref: 206657)

1729
El cabildo de la Colegiata de Roncesvalles contra los lugares de Orradre (Romanzado), Murillo-Berroya, Uli y otros, sobre ejecución para pago de un cahiz anual de trigo en concepto de pecha.
(Ref: 126425)

1743-1754
El lugar de Arboniés contra el lugar de Orradre (Romanzado), sobre disolución de facería entre ambos pueblos.
(Ref: 155157)

1766-1767
El lugar de Orradre (Romanzado) contra el Fiscal, Juan Tabar y Juan Ramón Tabar, abad de la iglesia de Orradre, sobre confirmación de cotos para goce de hierbas.
(Ref: 218396)

1780
Juan de Tabar, vecino de Orradre (Romanzado), viudo y usufructario de Joaquina Suescun, contra Jerónimo García, hijo y heredero de Juan Miguel García, su padre, vecino de Domeño, sobre ejecución por 60 ducados, mitad en dinero y mitad en dinerada, resto de la dote ofrecida para su matrimonio por María de Estoqui y Juan Miguel García, su yerno.
(Ref: 207157)

1781-1783
El lugar de Usun contra el Fiscal, Juan y Juan Francisco Tabar, vecinos de Orradre y foranos de Usun, sobre confirmación de acuerdo relativo a rotura de terrenos comunales para pago de los réditos de un censo de 300 ducados de deuda.
(Ref: 051190)

1791
Juan Francisco Tabar, vecino de Orradre (Romanzado), tutor de Juan José Olaverri y sus hermanos, contra Tomás de Olaverri, padre de dichos menores, vecino de Domeño, sobre entrega de la dote de Martina de Uztárroz, su mujer, por haber perdido su usufructo al haber contraido matrimonio en segundas nupcias.
(Ref: 128524)

1828-1829
José María Oroz, vecino de Orradre (Romanzado), contra Marcelo Sarasa, Estefanía Uli, su mujer, Juan Ángel Iriarte y Catalina Insausti, sus padres, vecinos de Berrioplano, sobre ejecución por 1.172 reales fuertes y 19 maravedis adeudados de la venta de ganado.
(Ref: 141146)

1832
El lugar de Orradre contra el Fiscal, sobre permiso de tomar 300 duros a censo para pago de gastos.
(Ref: 055467)
 
PAMPLONA ( NAVARRA)


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PAMPLONA, EL DESPOBLADO QUE UN DÍA FUE CIUDAD

Aproximadamente en el centro de la provincia de Navarra nos encontramos hoy con las ruinas del mayor de los despoblados que existen en la comunidad foral. Se trata de Pamplona, una ciudad que durante siglos fue la capital del reino.
Hoy no es un día cualquiera, hoy estamos a 28 de diciembre del año 2083. Dentro de nuestro largo periplo por el patrimonio de Navarra, iniciado allá por el año 2002, y con motivo del reportaje número 5000 de esta sección, queremos hoy acercar a nuestros lectores una parcela del patrimonio navarro un tanto singular. Vamos a intentar adentrarnos en la historia del despoblado más importante que tenemos en el viejo reino. Nos referimos a lo que un día fue la ciudad de Pamplona, despoblada, tal día como hoy, en el año 2015. Estamos, sin duda, ante la localidad deshabitada de mayor envergadura de cuantas se conservan en nuestra comunidad foral.

Todavía hoy, entre la gente mayor, podemos encontrar testimonios de la vida que este actual despoblado un día tuvo. Sobrevive a duras penas la memoria de lo que, después de veinte siglos de existencia, fueron sus últimos coletazos de vida. Pero para recoger unas primeras pinceladas es obligado acudir a la edición actualizada, ¡y ya van veintidós ediciones!, de la Gran Enciclopedia Navarra, coeditada en 2075 por veinticinco cajas, o entidades bancarias, hijas de la cívica fusión de 2009.



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Causas de la despoblación
Y es a través de la GEN como llegamos a saber que en aquél año de 2015 no quedó deshabitada toda la ciudad, sino el centro neurálgico de la misma, lo que entonces se denominaba Casco Antiguo –coloquialmente Casco Viejo-, Primer Ensanche, y Segundo Ensanche; lo que dio pie a su desintegración como entidad municipal. Dicen los historiadores que este despoblamiento fue el resultado de un proceso que comenzó a finales del siglo XX con la construcción de urbanizaciones en Mendillorri, Sarriguren, Gorraiz, Olloki, Bustintxuri, y Mendebaldea; proceso este que culminó con la construcción de la actual capital de la provincia, Guendulain, que acabó de absorber a la población autóctona residual que todavía habitaba en el corazón de la vieja Iruña.

A nivel de edificios emblemáticos, recuerdan los más ancianos, que uno de los primeros en abandonar el barco, allá por el año 2009, fue el colegio de los Hermanos Maristas, que el próximo año cumplirá sus bodas de diamante en su actual ubicación de Sarriguren. Posteriormente lo hicieron las Universidades, la Delegación del Gobierno (o Virreinato Etxea), la sede del Gobierno de Navarra, y por último El Corte Inglés, hecho este último que acabó por provocar la desbandada general del resto de establecimientos comerciales que supieron buscar los nuevos asentamientos humanos.

La despoblación del centro de la ciudad vino acompañada de la fusión por absorción, de la zona sur de la ciudad, constituida entonces por los barrios de la Milagrosa, Lezkairu y Azpilagaña, que acabaron integrados en el nuevo Noain. Barriadas como las de la Txantrea y Rotxapea quedaron vinculadas administrativamente a Ansoain. San Jorge, Nuevo Artica y Bustintxuri fueron absorbidos por Berriozar, con la única excepción de la entonces llamada calle del Ferrocarril, que fue rechazada por no reunir las condiciones mínimas de higiene y salubridad. Finalmente, los barrios de San Juan, Iturrama y Abejeras acabaron fusionándose, dentro de la cendea de Galar, con el municipio de Esquiroz.

Aritz Zaldibarrarikoagoitia, a pesar de su edad nonagenaria, todavía recuerda aquellos últimos años de Pamplona: “recuerdo que había unos autobuses verdes cuya propiedad iba pasando de mano en mano; se les llamaba villavesas, y para montarse en ellos había que enseñarles tu tarjeta de ciudadano”. Y en este caso el recuerdo da paso a la añoranza, al sentimiento triste de ver que hay cosas que se perdieron para siempre: “nos anunciaban una y mil veces que los Sanfermines y los encierros podían llegar a morir de éxito, pero el fin que tuvieron no lo esperaba nadie; ¡tanto quisieron descentralizarlos, que al final…!”.

Justo tuvo tiempo Pamplona, después de años de reinado de Yolanda Barcina, de conocer al primer alcalde ecuatoriano, Oswaldo Ramírez, que accedió a la alcaldía gracias al respaldo que recibió en barrios como la Milagrosa y el Segundo Ensanche, y que pasó a la historia por haber sido capaz de romper la alternancia de poder que en las últimas décadas ejercían partidos como el PSN (PSOE) y UPN, integrados estos últimos, también de forma intermitente, en el Partido Popular cuya presidencia de honor todavía ostenta el incombustible don Manuel Fraga Iribarne.



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La Pamplona de hoy
Casi siete décadas después del despoblamiento de Pamplona resulta realmente impactante pasear por las ruinas de esta ciudad. La vegetación, siguiendo la ley natural, ha recuperado poco a poco su espacio. Asistimos a un escenario desolador en donde reina la ruina y el silencio. El monumento a los Fueros, caído y roto, es fiel reflejo de la realidad actual de aquellos derechos; todavía hoy, para celebrar su ruina, celebran allí una fiesta anual militantes de un partido político fundado hace ocho décadas por una ex eurodiputada socialista que destacó por su oposición al sistema foral navarro.
La plaza del Castillo es hoy un enorme solar en donde la maleza se ha apoderado de todos los rincones, y, lo que es peor, parece que la estructura del parking que en ella se construyó empieza a ceder por el lado norte, por lo que en breve podríamos encontrarnos con un enorme socavón, que ya, a día de hoy es considerable.

La Catedral fue desmontada en su día, piedra a piedra, para ser trasladada a Estados Unidos. Aquellos norteamericanos, buscadores de arte, no se sabe muy bien por qué, se llevaron todo el edificio, pero se dejaron la fachada.
Curiosamente el primer edificio en caer fue el que entonces denominaban Baluarte, que por lo visto no tenía la misma solidez y consistencia que los edificios construidos en la parte más antigua de aquella urbe; aunque todavía pueden verse algunos adoquines por el entorno del solar de aquél edificio. Junto a aquél, dicen que un grupo de individuos de etnia gitana desmontaron la estructura metálica de otro gran edificio cuyo nombre todavía hoy nos evoca la vieja aspiración española de soberanía sobre una roca llena de monos.

Nada queda tampoco del viejo Archivo General de Navarra, ni de otros muchos edificios a los que, siendo antiguos, se les quiso dar un toque arquitectónicamente moderno; hasta el punto que lo que un día fue Condestable pasó a denominarse Condeinestable.
Llama enormemente la atención a los investigadores actuales cómo a la hora de hacer un estudio toponímico de aquella Pamplona que quedó deshabitada en el 2015, se encuentra una amplia gama de topónimos que tienen la terminación “Reyno de Navarra”; sospechan algunos que pudo esto deberse a una epidemia republicana, en donde la palabra “reyno” era tan solo una contracción lingüística.



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Futuro museo
La noticia es que el Departamento de Cultura del Gobierno de Navarra ha incluido en los presupuestos del próximo año una importante partida destinada a la creación de un museo en la ciudad condal de Guendulain, concretamente en el barrio de Zizur Mayor, en donde quede recogida la memoria de aquella ciudad que durante siglos fue la capital de Navarra.

Quiere ser un recurso turístico de primer orden, en donde los turistas puedan llegar a conocer como eran hasta el 2015 las fiestas de San Fermín que los pamploneses celebraban en el mes de julio. Imágenes del encierro de los toros, el busto relicario de San Fermín, incluso las figuras de lo que fue la Comparsa de Gigantes y Cabezudos, que durante algo más de 150 años ambientaron en fiestas esas mismas calles que hoy vemos desoladas, cubiertas de maleza, y llenas de escombros, coronando la margen izquierda del río Arga.

En el futuro museo se expondrá también una “villavesa”, la locomotora del castañero, lo que sobrevivió del monumento al encierro, la campana María, y una bota de las tres “Z”; en este sentido es destacable el esfuerzo que ahora mismo está haciendo la consejería de Cultura y Turismo por hacer una recreación de los que fue el “carrico Moreno”. Igualmente, un juego interactivo permitirá a los guendulaineses y a cuantos turistas visiten este espacio museístico, conocer de cerca los principales rasgos biográficos de los últimos alcaldes que tuvo Pamplona, siendo posteriormente necesario vincular sus nombres con objetos concretos, como puede ser una excavadora, o un centro de aguas termales, entre otros; de tal forma que a quien consiga emparejar a todos se le obsequiará con un lote de maquillaje Lizaur.

En fin, esta es, de forma muy resumida, la historia de un despoblado, hoy tierra de nadie, que tuvo el privilegio de ser la principal ciudad de Navarra durante veinte siglos. Sirvan estas líneas de homenaje a todos aquellos pamploneses que a lo largo de los siglos dieron vida y continuidad a esta localidad. Un recuerdo muy especial a quienes vivieron y sobrevivieron al asedio romano en el siglo I, al asedio castellano-guipuzcoano en el siglo XVI, y al asedio carlista en el siglo XIX, porque a pesar de todo ello todavía hubo siempre una llama de esperanza y un testimonio de la verdadera esencia de esta tierra. Recuerdo, emotivo también, para quienes en los años 1893 y 1894 consiguieron eliminar a Gamazo del Gobierno central y devolverle a esta tierra el orgullo de ser foral, el orgullo de haber sido la capital de un viejo reino, y el recuerdo de que ese reino fue un estado independiente

. Y, por último, un recuerdo especialmente cariñoso al ciudadano anónimo, al del día a día, al que raramente salía en los medios, al que sufría la ORA, al que chateaba por “lo viejo”, al mozo-peña, al casta (también llamado PTV), y al que acudía cada dos domingos al estadio de fútbol a animar a Osasuna. Y…, hablando de Osasuna…, tantas décadas después todavía se recuerda aquella gesta en la Liga2009-2010, en la que después de las Navidades, no se sabe de donde sacaron fuerzas, pero sorprendieron a todos con un juego extraordinario que les llevó, por vez primera en su historia, a ser los campeones de Liga.

Texto: Fernando Hualde
Fotografías: Iker Andrés
Diario de Noticias, 28 de diciembre de 2083

 
PEÑA ( NAVARRA)


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EL DESPOBLADO DE PEÑA REVIVE POR SAN MARTÍN


El pasado 11 de noviembre, por unas horas, el despoblado de Peña recuperó su pulso vital. Sus vecinos volvieron a ocupar su espacio, se llenó de nuevo el templo, y no faltó el recuerdo a todos los que allí han vivido.
Las casualidades son las casualidades, y no hay que darle más vueltas. Entre mis muchas asignaturas pendientes que yo tengo en mis recorridos por el patrimonio de Navarra, estaba la de visitar el despoblado de Peña, que solo conocía por fotografías y que me parecía, sencillamente, espectacular.
La excursión la proyecté con un amigo para este pasado martes, pero la lluvia nos forzó a retrasarla al día siguiente, que era miércoles y 11 de noviembre. Y allá que fuimos.

De Pamplona a Sangüesa; de “la que nunca faltó” a Gabarderal; y de allí a Torre de Peña, un pequeño poblado por el que pasa la Cañada Real de los Roncaleses, y que sorprende por la gran colección de estelas funerarias que desde hace cuatro décadas decoran el pequeño jardín que hay delante de su iglesia de San Gabriel. Estábamos ya dentro del término de Peña, un término municipal que durante siglos ha tenido un único propietario, y que hace tres generaciones, aun quedando dentro de la misma rama familiar, se dividió en tres partes: Monte de Peña, Sierra de Peña, y Torre de Peña.

Lo cierto es que el guarda de Peña, al ver nuestro coche se acercó interesándose amablemente por nosotros. Le mostramos nuestra intención de dejar el coche allí y, por el camino viejo, subir hasta el despoblado de Peña. Nos dijo que no había ningún inconveniente, y para nuestra sorpresa nos informó que ese era precisamente el día de subir a Peña, pues era 11 de noviembre, fiesta de San Martín, patrón del lugar, y que ese día se abría la iglesia y se hacía una misa honrando al patrón. Estaba claro que, sin quererlo, habíamos elegido muy bien el día.



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Los últimos
El camino era estrecho, de esos que antaño llamaban de herradura, pues únicamente se podía transitar andando o con caballerías, y siempre “en fila india”. Y desde allí mismo empezamos la ascensión. Buena parte de la senda discurre bordeando la malla metálica que cierra una de las tres partes de Peña; bordeamos algún sembrado, caminamos entre encinas a la vez que íbamos cogiendo altura, hicimos un alto en el corral que hay a mitad de camino, que por cierto, ¡cuántas casas de Navarra quisieran tener esas piedras de sillería que lucían las paredes del corral!; y es así como, serpenteando con la torre a la vista como regia referencia, llegamos hasta las mismas casas, ya en ruinas, de Peña.

Como era de esperar, en día tan señalado no habíamos sido los únicos en subir hasta allí. Algunos habían subido a pie, como nosotros, y otros en vehículos todoterrenopor una de las pistas. Lo cierto es que en aquél templo, que excepcionalmente abría sus puertas ese día –igual que lo hace cada 9 de mayo, San Gregorio-, nos reunimos 29 personas en una eucaristía celebrada por José Mª Marticorena, nuevo párroco de Sangüesa y de Peña, que además era portador de los saludos del Arzobispo para todos los asistentes a ese acto religioso.

La situación era surrealista. La casualidad había querido que fuésemos a Peña precisamente uno de los dos días del año que tiene vida, y además teníamos la suerte de compartir aquella jornada con las últimas personas vinculadas con ese despoblado. De nuevo aquella iglesia estaba llena, de nuevo sonaba bajo esa bóveda el kyrie, de nuevo olía a cera, y de nuevo la figura de San Martín, como tantas veces lo había hecho en otro tiempo, volvía a contemplar a aquellas personas que un día dieron vida a esas casas.

Lamentablemente los amigos de lo ajeno, que encaramándose al tejado, tantas veces habían entrado a esa iglesia buscando no se sabe muy bien el qué, habían forzado a cerrar esa vía de acceso, y en consecuencia ahora no se podían hacer sonar las campanas, lo cual hubiese sido un momento mágico; pero a cambio de eso, Salvador Navarro, encargado de la finca, y nada menos que algo más de sesenta años presente en esos parajes, salió con la campanilla anunciando a los que hasta allí habían llegado que la misa comenzaba.

Era un momento curioso; yo lo valoraba desde la perspectiva de quien va recorriendo todos los despoblados buscando cualquier signo que permita interpretar y recomponer lo que pudo ser la vida en ese lugar. Y lo curioso es que en esa iglesia estaban esa mañana, y en ese momento, todas aquellas personas con las que a mí me hubiese gustado hablar para intentar salvaguardar la memoria de ese lugar. He recorrido decenas de iglesias abandonadas, y era como si alguien me hubiese hecho el regalo de llenarme los bancos de esa iglesia con quienes fueron sus últimos usuarios. No perdí el tiempo. Nada más acabar la misa, mientras se degustaba un generoso lunch a base de pan, chorizo, queso y tallos de espárragos, fui hablando con esas personas.

Allí estaba, entre otros, José Antonio Landa Leoz, un gran conocedor de este lugar, y también la última persona que nació en Peña; esto sucedía un 1 de agosto del año 1939. Llegó a tiempo de ser alumno de la escuela de este pueblo hasta los 8 años de edad. Me contaba que los últimos vecinos de esa localidad habían sido Nicanor Leoz y Asunción Landa, que cerraron la puerta de su casa por última vez en el año 1952. Desde ese año el lugar está despoblado, que esto no quiere decir ni mucho menos que esté abandonado; de hecho la iglesia de San Martín ha conocido arreglos y restauraciones posteriores, incluso la casa Abacial ha llegado a ver cómo su cara externa era rehabilitada muy oportunamente.


El ermitaño belga
Además, en los años sesenta, me recordaba Salvador Navarro, había vivido en Peña un ermitaño de nacionalidad belga; dicen que era pariente, o amigo, de los propietarios de esta finca, monje dominico, y que antes de dedicarse a la vida religiosa había sido ingeniero, pero una descarga eléctrica cuando estaba en una torre de alta tensión le hizo cambiar su vida. Fruto de aquél accidente es que desde entonces tenía que andar con una pierna ortopédica. Era el padre Arnaldo de Liedekerke. Y debo decir que todas las personas con las que hablé en Peña coincidieron, unánimemente, en señalarle como un auténtico santo. Recordaban que se alimentaba exclusivamente de pan, huevos, trigo y leche, que semanalmente le subían los empleados de la finca hasta allí. Fuera de ese contacto los empleados procuraban respetar su vida eremita, y el acuerdo que tenían con él es que si alguna vez no se encontraba bien y necesitaba ayuda, lo único que tenía que hacer era sacar una sábana por la ventana y dejarla colgando. En Semana Santa tenía además la costumbre de no hablar con nadie, eran para él días espiritualmente fuertes, y eso los empleados lo sabían muy bien; de hecho, la comida que se le subía en esos días no la llevaban hasta el despoblado, sino que se la dejaban al pie de una encina que hay en el borde de la pista a unos quinientos metros de la iglesia; y allí acudía el padre Arnaldo a recoger esos modestos alimentos una vez que se aseguraba de que ya no había nadie.

Salvador Navarro recordaba haber conocido en Peña tres casas habitadas: “la del maestro, que era manco, la de Nicanor, y la de Ángel”; incluso recuerda que a Peña iban niños de la localidad aragonesa de Sofuentes, y de Cáseda, a pasar la semana; acudían a esta localidad atraídos por la calidad de la enseñanza.

La casa más grande de este lugar es la denominada Casa Abacial, Uno de los propietarios de esta finca, Beltrán Ibarra, me decía que se desconocía el origen de este nombre, pues la iglesia de Peña nunca había sido abadía, y que es muy posible que tuviese algo que ver con el monasterio que hubo, al menos desde el siglo VIII, un poco más arriba del cementerio, a cuyo frente debió de estar el abad Virila (San Virila), a quien en un momento dado el obispo le mandó trasladarse a Leire para que solucionase un problema que había entre los monjes; acudió allí y lo solucionó con éxito, obteniendo a cambio el beneficio de poder peregrinar a Tierra Santa. En ese viaje ocupó unos años de su vida (se habla de 3 ó 4 años), durante los cuales se produjo en Leire el cambio de orden monástica, por lo que cuando volvió se encontró que en ese monasterio del que él creía ser todavía el abad, los monjes no le conocían. Parece que esto puede ser el origen de la leyenda del abad y el ruiseñor al que estuvo escuchando durante 300 años.



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El aviador inglés
Lo curioso es que estábamos allí, junto a la iglesia, hablando después de misa, y era 11 de noviembre. Y si digo que eso es lo curioso es porque hace exactamente sesenta y seis años, en esas mismas y exactas circunstancias, estando los vecinos de charla después de honrar a su patrón, sucedió que oyeron el motor de un avión, sucedió que de inmediato lo vieron, y que vieron que iba en llamas, y que de la cola del aparato colgaba un paracaídas por un hombre cuyo destino no podía ser otro que estrellarse con el avión. Y se estrelló allí cerca, ante la mirada de todos.

Los vecinos rescataron el cadáver. Se trataba de un aviador inglés según rezaba la documentación que llevaba encima, concretamente el capitán Donald Walker, 28 años de edad, de la Royal Air Force; cuyo aparato, un Mosquitohabía sido alcanzado en Francia por la artillería alemana. Los dos pilotos que allí iban, a pesar de la seria avería, se marcaron como objetivo volar desde las inmediaciones de Toulouse, que es donde les habían alcanzado las tropas de Hitler, hasta España para intentar aterrizar en las llanuras del Ebro, pero la mala fortuna hizo que una vez rebasados los Pirineos el avión se incendiase, así que optaron por saltar en paracaídas; primero lo hizo el copiloto, de apellido Crow, que cayó y se salvó en las inmediaciones de Sos del Rey Católico; y después lo hizo el capitán Walker, con tan mala suerte que el paracaídas se enganchó a la cola del avión, un avión en llamas y sin nadie que lo pilotase.

A aquél hombre le dieron cristiana sepultura en el camposanto de la localidad. Posteriormente su familia visitó su tumba, se le puso una lápida a semejanza de las que se colocaron en Gran Bretaña a todos los caídos en la II Guerra Mundial, incluso enviaban dinero para flores que cada 1 de noviembre fuesen allí depositadas. Cuando Peña quedó despoblado fueron los montañeros de Sangüesa quienes durante un tiempo se ocuparon de subirle unas flores al aviador inglés, y ahora… y ahora son manos anónimas y buenas las que cada primero de noviembre suben hasta ese cementerio y colocan flores en todas las tumbas.

Sobra decir que visitamos la tumba del aviador inglés; no le faltaban flores, ni a ella ni a ninguna. Este es un detalle simple, pero que dice mucho de esos vecinos que allí conocí, personas extraordinarias y de una gran bondad que, sin duda, merecen que se haga un esfuerzo por salvaguardar la memoria de este lugar.

Ya hablaremos otro día de su historia, de su castillo, de su antiquísimo monasterio, de su iglesia, de la familia propietaria, de…; tiempo habrá para hablar de todo esto. Hoy, ahora, tan solo quería dejar constancia de que Peña todavía vive, viven sus raíces, viven los últimos que lo conocieron con vida, y revive cada 11 de noviembre gracias a San Martín, aquél que compartió su capa con un pobre. Hoy tocaba conocer a Peña en su vertiente más humana. Insisto: unas personas extraordinarias.

Diario de Noticias, 15 de noviembre de 2009
Texto: Fernando Hualde


 
SABAIZA ( NAVARRA)


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ANECDOTARIO



Nacimientos
Es intención de este blog aportar en cada lugar, en la medida que se vaya sabiendo, una relación de las personas nacidas en cada núcleo de población que haya quedado deshabitado.
Así pues, en el lugar de Sabaiza de momento tenemos constancia del nacimiento de las siguientes personas:
Año 1715: Graciosa Armendáriz Echeberria
Año 1741: María Josefa Zariquiegui Echeberria




SABAIZA
Lugar despoblado y antiguo señorío del distrito municipal de Ezprogui, en la histórica Val de Aibar, Merindad de Sangüesa. Tenía 74 habitantes en 1858, 56 en 1887, 62 en 1900, 51 en 1910, 33 en 1920 y 1930, 50 en 1940, 36 en 1950 y 17 en 1960; no figura en los Nomenclátores de Población posteriores. Pertenece a la finca Ezprogui del Patrimonio Forestal de Navarra, integrada además por Uzumbelz, Guetádar, Julio, Arteta, Loya, Gardaláin e Irangoiti, con un total de 3.465 Ha.

Dentro de su término, en la vertiente meridional de la sierra de Izco, se localiza un yacimiento al aire libre del Eneolítico-Bronce.
Era lugar de señorío realengo cuyas cargas señoriales sumaban en 1280 anualmente 18 sueldos 4 dineros por el vino vendido, 12 cahices 1 robo y medio de trigo y otro tanto de cebada, más 4 cahices de trigo en concepto de “boal”. Esta pecha fue atribuida por el rey Luis el Hutín (1307) a Oger de Mauleón. La villa, que en 1366 albergaba 5 vecinos hidalgos y 4 labradores, estaba despoblada en 1427.
En 1802 era un señorío del duque de Granada de Ega, y se incluía en la Val de Aibar. Con la disgregación de esta circunscripción (1846) fue incluido en Ezprogui.

Arte
La parroquia de la Asunción de María edificio de origen románico tardío, en proceso de restauración. Consta de nave única y cabecera semicircular, a la que se le añadió después una pequeña sacristía con acceso desde el lado derecho del presbiterio. Su primitiva cubierta, como permiten ver los restos conservados, era de bóveda de cañón sobre fajones en la nave y de bóveda de horno en la cabecera. El acceso se sitúa en el lado de la epístola con puerta de arco de medio punto moldurado a la que protegía en su origen un pórtico. De aquí procede una imagen de la Virgen con el Niño, en posición sedente, de estilo románico avanzado (primera mitad siglo XIII) que hoy se custodia en la parroquia de San Pedro de Tafalla.




atlas-Ezprogui-Sanguesa.htm


iglesia Nuestra Señora de la Asunción en 1984, doble arco, de medio punto hacia el exterior y escarzano hacia el atrio
 
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VACACIONES POR LA ESPAÑA DESCONFINADA
Un turismo diferente: descubre 7 pueblos abandonados de España este verano
Te proponemos una serie de escapadas que nada tiene que ver con mar ni montaña, pero que tienen un encanto especial cargado de misticismo


Foto: Belchite. Foto: iStock


Belchite. Foto: iStock



AUTOR
FRAN SÁNCHEZ BECERRIL
Contacta al autor
12/07/2020


Cuando hablábamos de las vacaciones tradicionalmente se hacían dos distinciones para elegir cuál iba a ser el destino: mar o montaña. Con el paso de los años y la bajada de los precios de los vuelos, los españoles complicaron gratamente la ecuación vacacional con destinos paradisíacos y turismo internacional.

Pero este año la pandemia del covid-19 ha provocado que las vacaciones de verano de la mayoría de los españoles estén en el aire. Aunque estemos acostumbrados a sacar billetes con meses de antelación, el mundo se ha parado y con ello nuestros viajes. Teniendo en cuenta que lo más cómodo va a ser el turismo nacional y que la mayoría de los españoles improvisarán sus vacaciones casi sobre la marcha, en El Confidencial vamos a sugerirte todas las semanas viajes, escapadas y planes en nuestro espacio ‘Vacaciones por la España desconfinada’.

En esta ocasión queremos proponerte una serie de escapadas que nada tiene que ver con mar ni montaña, pero que tienen un encanto cargado de misticismo. A continuación te vamos a mostrar siete increíbles pueblos abandonados que podemos encontrar en la geografía española y tú puedes decidir cuáles quieres visitar.


Belchite (Zaragoza)
Si hablamos de lugares abandonados Belchite es el pueblo de referencia. Justo al lado del municipio homónimo, se mantienen en pie las famosas ruinas del Pueblo Viejo, bombardeado y arrasado durante la cruenta Guerra Civil.




Belchite. Foto: iStock


Belchite. Foto: iStock



Sorprendentemente, muchas de las ruinas del Pueblo Viejo de Belchitetodavía conservan la grandeza del pasado, como las de la iglesia de San Martín de Tours, la torre del Reloj o los arcos de la Villa y de San Roque. Compruébalo tú mismo de la mano de los guías de la localidad a través de las visitas guiadas diurnas o nocturnas.

La iglesia de San Martín de Tours es uno de los edificios principales del Pueblo Viejo. Su torre procede del siglo XV y sus tres cuerpos tienen decoración mudéjar, al igual que la torre del Reloj, otro de los monumentos mudéjares que se conservan en el pueblo antiguo.
Fuera del casco urbano, puedes acercarte hasta el santuario barroco de la Virgen del Pueyo. Procede del siglo XIII y actualmente conserva una torre mudéjar del siglo XVI.


Ruesta (Zaragoza)
También en la provincia de Zaragoza, aunque no devastado por conflictos bélicos, se encuentra abandonado Ruesta.



Foto: iStock


Foto: iStock



La historia reciente del pueblo está unida a la construcción del embalse de Yesa, ya que el pueblo tuvo que ser abandonado en 1962 a causa de la inundación de sus tierras de cultivo. Hoy Ruesta renace gracias a la labor entusiasta de los miembros de la Confederación General del Trabajo de Aragón, a quien fue cedido en 1988.

Sobresale el castillo de Ruesta, son los restos de una antigua fortaleza musulmana. Se trata de una fortificación compuesta por dos torres unidas por un alto lienzo de muralla, más otra torre ya muy derruida, todas protegidas por un cerco amurallado del que sólo uno de los lados queda en pie.
A la salida del pueblo encontramos la ermita de Santiago, del siglo XI, y ya en los siglos medievales era citada como albergue de peregrinos.
Cientos de peregrinos pasan cada año por este pequeño pueblo fronterizo, siguiendo el tramo aragonés del Camino de Santiago Francés. Esta ruta vivió su esplendor en la época medieval, cinco siglos de peregrinaje que dejaron maravillosas historias y leyendas, además de un legado artístico y cultural de extraordinaria riqueza. La paz que se respira y el espectacular paisaje que te acompaña, dan a este camino una magia especial.


Turruncún (La Rioja)
Turruncún es una aldea en ruinas que en 1975 fue anexionada al municipio de Arnedo, en la Rioja Baja.


Foto: iStock


Foto: iStock



A principios del siglo XX contaba con más de 300 habitantes. En 1965 se construyó su último "edificio", las escuelas del pueblo que nunca llegaron a estrenarse como tal.

En la actualidad se encuentra derruido con algunas construcciones en pie como la iglesia y el anterior colegio mencionado. En la parte trasera del pueblo hay un área recreativa con unas buenas vistas y barbacoas. Como dato curioso, dentro de la iglesia, que aún se mantiene en pie, podemos ver restos óseos que hay quien determina que son humanos. El suelo de la misma está movido como si alguien hubiese extraído algo de su interior, y probablemente sí sean restos humanos. Subiendo por la pista forestal y fijándonos mucho hacia el lado derecho podemos observar el cementerio con una tapia semiderruida donde aún yacen algunas lápidas de gentes que vivieron en Turruncún en una mejor época.


Os Teixois (Asturias)
Ubicado en el concejo de Taramundi, es ejemplo de patrimonio preindustrial vinculado a la cultura y paisaje de la zona.



Foto: iStock


Foto: iStock



El conjunto etnográfico de Os Teixóis data del siglo XVIII y está basado en el aprovechamiento integral de la energía hidráulico del río.

En él se puede visitar una amplia muestra de arquitectura popular formada por casonas, cabazos y hórreos. Actualmente se encuentra en perfecto estado de conservación y en funcionamiento, siendo un recurso visitable.

Ochate (Burgos)
También denominado como el pueblo maldito, Ochate es un paraje despoblado que forma parte del municipio de Condado de Treviño, en la provincia de Burgos. El lugar no es accesible en coche; es necesario recorrer un tramo de camino de tierra a pie hasta alcanzar la torre de San Miguel, uno de los pocos vestigios que se mantienen en pie.



Foto: Wikipedia


Foto: Wikipedia


El pueblo está ahora en ruinas. Se han mantenido los restos de unas pocas casas y la torre de la antigua iglesia de San Miguel, ya que la piedra de la iglesia fue aprovechada, en su momento, por los vecinos de Imiruri para hacer un nuevo cementerio. También pueden verse los restos de la ermita de Burgondo, a poca distancia en dirección Este, desde donde se pueden divisar los alrededores. Hay una necrópolis medieval cerca del pueblo, con tumbas antropomorfas esculpidas en la roca.

El territorio es objeto de muchas leyendas acerca de presuntos fenómenos paranormales. El mismo Ochate se ha convertido en un lugar de peregrinación para los amantes del género desde la década de 1980, siendo considerado uno de los parajes más misteriosos de España.

La leyenda nació en los años ochenta, a causa de un artículo publicado en Mundo Desconocido titulado 'Luces en la puerta secreta'. El artículo se basa en una fotografía de un ovni volando en las cercanías del distrito de Ochate, tomada en 1981 por Prudencio Muguruza, aunque algunos expertos opinaron que la fotografía era falsa.

Según esta versión, Ochate habría sido abandonado debido a tres epidemias misteriosas sucedidas en 1860, 1864 y 1870: viruela, tifus y cólera, que diezmaron el lugar. Inexplicablemente, las epidemias no afectaron a las poblaciones colindantes. Aún con la controversia sobre estos y otros datos, desde hace años se han referido numerosos testimonios, documentos sonoros y varias psicofonías sobre una niña de unos 9 o 10 años que grita kanpora ('fuera', en euskera), y una mujer madura que dice: ¿Qué hace aún la puerta cerrada?.



Granadilla (Cáceres)
A orillas del embalse de Gabriel y Galán hallarás Granadilla, una localidad que fue fundada por los musulmanes en el siglo IX . Esta villa amurallada está declarada Conjunto Histórico-Artístico desde 1980 y en 1984 se incluyó en el Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados. Desde entonces, muchos estudiantes se acercan cada año para ayudar en su rehabilitación.




Foto: Wikipedia


Foto: Wikipedia



Actualmente está adscrita al municipio de Zarza de Granadilla porque en el siglo XX fue desalojada por declararse zona inundable cuando se realizaron las obras de construcción del embalse.

De Granadilla, lo más destacado que puedes visitar son sus murallas almohades, que se levantaron como protección, ya que Granadilla era de paso obligado para todo aquel que hacía la Vía de la Plata. Es su parte más vulnerable, la noroeste, se levantaría una alcazaba que años más tarde pasaría a ser un castillo cristiano, ya en la Edad Media. Si lo visitas al atardecer, te enamorarán sus vistas, pues desde esta atalaya se observa todo el pueblo y una impresionante puesta de sol.

En el interior de las murallas, y en torno a la Plaza Mayor, encontrarás varias casas de familias importantes de Granadilla. Algunas de ellas aún conservan su estructura original. Ejemplo de ello son: la casa que se llama “del ayuntamiento” y que está pegada a este; las más antiguas, las del juzgado de paz y la casa cuartel de la Guardia Civil, que datan del siglo XVI, y la casa consistorial. No es el caso de la casa de las conchas, de la que solo queda la fachada, pero merece la pena verla.

No te olvides de visitar su iglesia parroquial, que se construyó en el siglo XVI.


Umbralejo (Guadalajara)
Umbralejo es un pueblo deshabitado de la provincia de Guadalajara, actualmente integrado en el municipio de La Huerce.



Foto: Wikipedia


Foto: Wikipedia


En 1971 el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA) expropió a sus habitantes sus edificios y terrenos. Desde 1984 se encuentra integrado en el Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados, promovido por los ministerios de Agricultura, Educación y Fomento, lo cual ha provocado que actualmente se encuentre reconstruido y sea utilizado para campamentos de verano.

La reconstrucción ha hecho posible la conservación de las casas levantadas a base de pizarra y barro, siguiendo el estilo de la arquitectura negra. Umbralejo posee aproximadamente unas 70 edificaciones entre casas, pajares y otras edificaciones, ahora perfectamente rehabilitadas como alojamientos, aulas, comedores, talleres o almacenes de herramientas y materiales.


 
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VACACIONES POR LA ESPAÑA DESCONFINADA
Un turismo diferente: descubre 7 pueblos abandonados de España este verano
Te proponemos una serie de escapadas que nada tiene que ver con mar ni montaña, pero que tienen un encanto especial cargado de misticismo


Foto: Belchite. Foto: iStock


Belchite. Foto: iStock



AUTOR
FRAN SÁNCHEZ BECERRIL
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12/07/2020


Cuando hablábamos de las vacaciones tradicionalmente se hacían dos distinciones para elegir cuál iba a ser el destino: mar o montaña. Con el paso de los años y la bajada de los precios de los vuelos, los españoles complicaron gratamente la ecuación vacacional con destinos paradisíacos y turismo internacional.

Pero este año la pandemia del covid-19 ha provocado que las vacaciones de verano de la mayoría de los españoles estén en el aire. Aunque estemos acostumbrados a sacar billetes con meses de antelación, el mundo se ha parado y con ello nuestros viajes. Teniendo en cuenta que lo más cómodo va a ser el turismo nacional y que la mayoría de los españoles improvisarán sus vacaciones casi sobre la marcha, en El Confidencial vamos a sugerirte todas las semanas viajes, escapadas y planes en nuestro espacio ‘Vacaciones por la España desconfinada’.

En esta ocasión queremos proponerte una serie de escapadas que nada tiene que ver con mar ni montaña, pero que tienen un encanto cargado de misticismo. A continuación te vamos a mostrar siete increíbles pueblos abandonados que podemos encontrar en la geografía española y tú puedes decidir cuáles quieres visitar.


Belchite (Zaragoza)
Si hablamos de lugares abandonados Belchite es el pueblo de referencia. Justo al lado del municipio homónimo, se mantienen en pie las famosas ruinas del Pueblo Viejo, bombardeado y arrasado durante la cruenta Guerra Civil.




Belchite. Foto: iStock


Belchite. Foto: iStock



Sorprendentemente, muchas de las ruinas del Pueblo Viejo de Belchitetodavía conservan la grandeza del pasado, como las de la iglesia de San Martín de Tours, la torre del Reloj o los arcos de la Villa y de San Roque. Compruébalo tú mismo de la mano de los guías de la localidad a través de las visitas guiadas diurnas o nocturnas.

La iglesia de San Martín de Tours es uno de los edificios principales del Pueblo Viejo. Su torre procede del siglo XV y sus tres cuerpos tienen decoración mudéjar, al igual que la torre del Reloj, otro de los monumentos mudéjares que se conservan en el pueblo antiguo.
Fuera del casco urbano, puedes acercarte hasta el santuario barroco de la Virgen del Pueyo. Procede del siglo XIII y actualmente conserva una torre mudéjar del siglo XVI.


Ruesta (Zaragoza)
También en la provincia de Zaragoza, aunque no devastado por conflictos bélicos, se encuentra abandonado Ruesta.



Foto: iStock


Foto: iStock



La historia reciente del pueblo está unida a la construcción del embalse de Yesa, ya que el pueblo tuvo que ser abandonado en 1962 a causa de la inundación de sus tierras de cultivo. Hoy Ruesta renace gracias a la labor entusiasta de los miembros de la Confederación General del Trabajo de Aragón, a quien fue cedido en 1988.

Sobresale el castillo de Ruesta, son los restos de una antigua fortaleza musulmana. Se trata de una fortificación compuesta por dos torres unidas por un alto lienzo de muralla, más otra torre ya muy derruida, todas protegidas por un cerco amurallado del que sólo uno de los lados queda en pie.
A la salida del pueblo encontramos la ermita de Santiago, del siglo XI, y ya en los siglos medievales era citada como albergue de peregrinos.
Cientos de peregrinos pasan cada año por este pequeño pueblo fronterizo, siguiendo el tramo aragonés del Camino de Santiago Francés. Esta ruta vivió su esplendor en la época medieval, cinco siglos de peregrinaje que dejaron maravillosas historias y leyendas, además de un legado artístico y cultural de extraordinaria riqueza. La paz que se respira y el espectacular paisaje que te acompaña, dan a este camino una magia especial.


Turruncún (La Rioja)
Turruncún es una aldea en ruinas que en 1975 fue anexionada al municipio de Arnedo, en la Rioja Baja.


Foto: iStock


Foto: iStock



A principios del siglo XX contaba con más de 300 habitantes. En 1965 se construyó su último "edificio", las escuelas del pueblo que nunca llegaron a estrenarse como tal.

En la actualidad se encuentra derruido con algunas construcciones en pie como la iglesia y el anterior colegio mencionado. En la parte trasera del pueblo hay un área recreativa con unas buenas vistas y barbacoas. Como dato curioso, dentro de la iglesia, que aún se mantiene en pie, podemos ver restos óseos que hay quien determina que son humanos. El suelo de la misma está movido como si alguien hubiese extraído algo de su interior, y probablemente sí sean restos humanos. Subiendo por la pista forestal y fijándonos mucho hacia el lado derecho podemos observar el cementerio con una tapia semiderruida donde aún yacen algunas lápidas de gentes que vivieron en Turruncún en una mejor época.


Os Teixois (Asturias)
Ubicado en el concejo de Taramundi, es ejemplo de patrimonio preindustrial vinculado a la cultura y paisaje de la zona.



Foto: iStock


Foto: iStock



El conjunto etnográfico de Os Teixóis data del siglo XVIII y está basado en el aprovechamiento integral de la energía hidráulico del río.

En él se puede visitar una amplia muestra de arquitectura popular formada por casonas, cabazos y hórreos. Actualmente se encuentra en perfecto estado de conservación y en funcionamiento, siendo un recurso visitable.

Ochate (Burgos)
También denominado como el pueblo maldito, Ochate es un paraje despoblado que forma parte del municipio de Condado de Treviño, en la provincia de Burgos. El lugar no es accesible en coche; es necesario recorrer un tramo de camino de tierra a pie hasta alcanzar la torre de San Miguel, uno de los pocos vestigios que se mantienen en pie.



Foto: Wikipedia


Foto: Wikipedia


El pueblo está ahora en ruinas. Se han mantenido los restos de unas pocas casas y la torre de la antigua iglesia de San Miguel, ya que la piedra de la iglesia fue aprovechada, en su momento, por los vecinos de Imiruri para hacer un nuevo cementerio. También pueden verse los restos de la ermita de Burgondo, a poca distancia en dirección Este, desde donde se pueden divisar los alrededores. Hay una necrópolis medieval cerca del pueblo, con tumbas antropomorfas esculpidas en la roca.

El territorio es objeto de muchas leyendas acerca de presuntos fenómenos paranormales. El mismo Ochate se ha convertido en un lugar de peregrinación para los amantes del género desde la década de 1980, siendo considerado uno de los parajes más misteriosos de España.

La leyenda nació en los años ochenta, a causa de un artículo publicado en Mundo Desconocido titulado 'Luces en la puerta secreta'. El artículo se basa en una fotografía de un ovni volando en las cercanías del distrito de Ochate, tomada en 1981 por Prudencio Muguruza, aunque algunos expertos opinaron que la fotografía era falsa.

Según esta versión, Ochate habría sido abandonado debido a tres epidemias misteriosas sucedidas en 1860, 1864 y 1870: viruela, tifus y cólera, que diezmaron el lugar. Inexplicablemente, las epidemias no afectaron a las poblaciones colindantes. Aún con la controversia sobre estos y otros datos, desde hace años se han referido numerosos testimonios, documentos sonoros y varias psicofonías sobre una niña de unos 9 o 10 años que grita kanpora ('fuera', en euskera), y una mujer madura que dice: ¿Qué hace aún la puerta cerrada?.



Granadilla (Cáceres)
A orillas del embalse de Gabriel y Galán hallarás Granadilla, una localidad que fue fundada por los musulmanes en el siglo IX . Esta villa amurallada está declarada Conjunto Histórico-Artístico desde 1980 y en 1984 se incluyó en el Programa de Recuperación de Pueblos Abandonados. Desde entonces, muchos estudiantes se acercan cada año para ayudar en su rehabilitación.




Foto: Wikipedia


Foto: Wikipedia



Actualmente está adscrita al municipio de Zarza de Granadilla porque en el siglo XX fue desalojada por declararse zona inundable cuando se realizaron las obras de construcción del embalse.

De Granadilla, lo más destacado que puedes visitar son sus murallas almohades, que se levantaron como protección, ya que Granadilla era de paso obligado para todo aquel que hacía la Vía de la Plata. Es su parte más vulnerable, la noroeste, se levantaría una alcazaba que años más tarde pasaría a ser un castillo cristiano, ya en la Edad Media. Si lo visitas al atardecer, te enamorarán sus vistas, pues desde esta atalaya se observa todo el pueblo y una impresionante puesta de sol.

En el interior de las murallas, y en torno a la Plaza Mayor, encontrarás varias casas de familias importantes de Granadilla. Algunas de ellas aún conservan su estructura original. Ejemplo de ello son: la casa que se llama “del ayuntamiento” y que está pegada a este; las más antiguas, las del juzgado de paz y la casa cuartel de la Guardia Civil, que datan del siglo XVI, y la casa consistorial. No es el caso de la casa de las conchas, de la que solo queda la fachada, pero merece la pena verla.

No te olvides de visitar su iglesia parroquial, que se construyó en el siglo XVI.


Umbralejo (Guadalajara)
Umbralejo es un pueblo deshabitado de la provincia de Guadalajara, actualmente integrado en el municipio de La Huerce.



Foto: Wikipedia
(hice lío para citar y no sé corregirlo ):oops: . ~ Muchas gracias ,pilou12 ! Y...• Me gusta • y me alegra la existencia del :programa de Recuperación de Pueblos Abandonados ?? ! ??‍♀️
 
SANTA FE ( NAVARRA)

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BASÍLICA DE SANTA FE, ANTIGUA CAPITAL DE URRAUL ALTO



Al llegar la primavera parece que el tiempo nos invita a salir, a viajar...; y va siendo hora de que empecemos por conocer nuestra propia tierra, que esconde lugares y rincones tan impresionantes como el que hoy vamos a conocer a través de estas páginas. Allá, entre Aoiz y Lumbier, en Urraul Alto, junto a la pequeña localidad de Epároz se encuentra un conjunto histórico-monumental excepcional. Es la basílica de Santa Fe.

En varias ocasiones me han pedido los lectores que me ocupe de dar a conocer la historia de este rincón del valle de Urraul. Lo cierto es que la zona está poco poblada; le corresponde a este valle tanto así como un habitante por kilómetro cuadrado. Es una carretera local, estrecha, la que nos permite acceder a él, y, para colmo de males, en sus dos localidades más norteñas, Elcoaz y Adoain, muere la carretera; lo que equivale a decir que no es lugar de paso hacia ningún sitio. Todo ello se traduce en que Urraul Alto es un enclave poco conocido, y la basílica de Santa Fe, pese a su belleza y monumentalidad, adolece del mismo mal.

Sin embargo, este aislamiento orográfico y geográfico, tiene como contrapartida que estos pueblos de Urraul están muy bien conservados, sin aberraciones arquitectónicas, con casas y con casonas restauradas con mucho gusto, cuidando el estilo de la zona. La otra contrapartida es la paz y la tranquilidad que en este valle se respira, sobre todo, y de forma muy especial, en esta acogedora basílica de Santa Fe, en la que el silencio, durante buena parte del día, es el amo y único habitante del lugar.



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Tierra de pardishes
Siempre se ha oído hablar de la Basílica de Santa Fe de Epároz; sin embargo, lo que mucha gente desconoce es que este conjunto monumental, pese a su proximidad, no está en el término de Epároz sino en el de Ezcániz, un antiguo lugar de Urraul Alto, y también antiguo lugar de señorío nobiliario, que ha quedado despoblado en estas últimas décadas. Precisamente, al quedar despoblado, es cuando la basílica de Santa Fe ha pasado de depender eclesiásticamente, no ya de la iglesia parroquial de San Servando y San Germano –de Escániz-, sino de la de Epároz.

Sea lo que fuere, y pertenezca a quien pertenezca, lo cierto es que Santa Fe es símbolo y patrimonio del valle de Urraul Alto, no en vano esta basílica se ha perfilado siempre como nexo de unión de todos los vecinos de Urraul Alto, pues hasta ella acuden anualmente en romería, y en ella –como capital que era del valle- se celebraban antaño todas las reuniones de su ayuntamiento. Actualmente, y desde hace casi siglo y medio, la capitalidad la ostenta Irurozqui, en donde está la Casa Consistorial. Curiosamente, mientras esto escribo, manejo en mis manos un mapa de Navarra editado en 1993 por el Departamento de Turismo del Gobierno de Navarra en el que figuran los nombres y la ubicación de algunos despoblados de Urraul, y sin embargo no figura el nombre de Irurozqui, y para colmo de males sigue apareciendo Santa Fe como capital del valle; no pasa de ser una anécdota y un premio a lo que este enclave fue: monasterio, basílica, núcleo de población, casa consistorial, y capital del valle. Lo que importa, y lo que hay que destacar, es la simbología que Santa Fe tiene para los vecinos de este valle de Urraul Alto, valle este que antaño era conocido como tierra de pardishes, o pardixes; con este nombre es como les conocían los vecinos salacencos de Izal y Gallués a los vecinos de Urraul Alto. No llegaba a ser un calificativo despectivo, pero sí que con él denominaban a quienes habían perdido ya el uso de la lengua vasca. No pasó mucho tiempo cuando, los pueblos altos del Salazar, denominaron pardishes a los de los pueblos bajos de Izal, Gallués, Uscarrés, e Igal. Y hoy... todos pardishes, pero con un futuro que empieza a ser esperanzador.

Retomando el tema, y centrándonos en el conjunto monumental de Santa Fe (que incluye la basílica, el claustro, el hórreo y las construcciones adyacentes), nos haremos eco de la hipótesis de que en sus orígenes esta basílica dependió de la abadía francesa de Santa Fe de Conques; esto explicaría su advocación. A partir de allí lo que sabemos es que este monasterio acogió a una comunidad de monjes cistercienses, y que finalmente la titularidad del mismo pasó del Cister a la Orden de San Juan, es decir, a los sanjuanistas.

Sabemos también que en el año 1802 la basílica estaba atendida por un prior, el cual era elegido por el propio valle; y que además Santa Fe contaba con la autonomía suficiente como para poseer un molino, a orillas del río Areta, para uso y consumo exclusivo del recinto religioso, exceptuando una pequeña renta que se reservaba siempre para el conde de Ayanz, como pago por sus servicios religiosos.

En el año 1847, por el diccionario de Madoz, tenemos conocimiento de que su condición de casa consistorial formaba ya parte del pasado; relata Madoz –o su informante- que Santa Fe “servía de punto de reunión a los diputados del valle para tratar de los asuntos gubernativos, y a los eclesiásticos para celebrar sus cabildos”.

La verdad es que el hecho de que Santa Fe haya llegado a ser monasterio, basílica, y centro administrativo del valle, explica que en tan poco espacio podamos hoy contemplar una iglesia, un claustro monacal, un hórreo, y unas dependencias (estas últimas en proceso de restauración).


Esteban de Adoáin
Uno de los personajes más emblemáticos de este valle de Urraul Alto es el padre Esteban de Adoáin, un religioso capuchino –sobra decir que era natural de Adoáin- nacido en 1808, y que se caracterizó por su obra misionera. A él le dedicaré en un futuro un reportaje en exclusiva que nos permita a todos conocer con un poco más de detalle tanto su vida como su obra.

Corría el año de 1876 cuando el padre Esteban de Adoáin, adornado con aquellas prominentes barbas blancas, y después de haber estado predicando en Francia, entró a Navarra, su tierra, con el objetivo de trabajar para la restauración de su orden capuchina y de predicar algunas misiones en los valles del Pirineo navarro, tal y como le había encomendado el Obispo de Pamplona. Dentro de su periplo fue especialmente emotivo el reencuentro con su valle natal, con su familia, y con sus gentes; no podía faltar una predicación suya en el centro espiritual del valle, la basílica de Santa Fe. En esta basílica, y en estos pequeños pueblos, estuvo el de Adoáin entre los días 24 de septiembre y 6 de octubre. Hoy en el claustro de Santa Fe una lápida conmemora aquella campaña misional, y en la sacristía un cuadro de Ciga perpetua la memoria del padre Esteban de Adoáin.



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Hay que dejar volar un poco la imaginación, y tratar de ver cómo era aquella basílica que conoció el conocido capuchino. Las dependencias que hoy conocemos nos transmiten una idea de austeridad total. Una cocina, con su fogón y su chimenea troncocónica, como la que ahora se ha recreado, sería el centro de la vida hogaril, con los alimentos bien a mano, preservados en el hórreo de la humedad y de la acción de los roedores. Resulta fácil imaginarse a aquellos religiosos, con sus largos hábitos, rezando laudes, o vísperas, mientras paseaban breviario en mano por el sencillo claustro monacal, a la vez que el hermano lego, o el cocinero, se esforzaba en sacar agua del pozo –aljibe, para ser más exactos- que había, y hay, en el centro de aquél escenario. Una de las alas del claustro tuvo su sobre piso (hoy sólo se conserva una parte de este), en donde a aquellos frailes me los veo entregados al estudio y a la escritura, manejando viejos legajos de teología, dogmas y moral. Me veo también a aquellos hombres paseando hacia Escániz y cruzando el saludo con el lugareño que guiaba el carro de bueyes a su regreso de Campogrande, o por el camino que sube a Aizkurgi, o meditando sobre lo humano y lo divino sentados allí, en una piedra, en el carasol de Santa Fe. Aunque seguro que no todo era idílica paz para ellos, pues lo cierto es que ha sido tradición en esa zona llevar a los niños llorones a la basílica, pues se decía que una bendición recibida en ese lugar curaba tan terrible mal.

Pero su vida religiosa se desarrollaba, fundamentalmente, en la iglesia, un templo de nave única con ábside semicircular, rematada con una torre sencilla que hoy se nos muestra desnuda de campanas. Se dice, y posiblemente con mucho fundamento, que tanto la iglesia como el claustro son de estilo románico, pero lo cierto es que a día de hoy nos ha llegado un conjunto monumental bastante descafeinado, pero no por ello deja de ser bello, armonioso, y mágico. Sí, creo que magia es la palabra que mejor define todo lo que Santa Fe transmite, sobre todo si uno se acerca allí un día cualquiera, soleado y primaveral, sin que sea fin de semana, y no tiene más compañía que las piedras y los pájaros, unos y otros transmitiendo sus mensajes.


Hórreo
Lo realmente curioso es que, pese a la magia y a la historia que envuelve a la basílica y al monasterio de Santa Fe, el elemento más conocido de todo este conjunto arquitectónico y monumental es su hórreo. Es uno de los veintidós que nos quedan en Navarra. No muy lejos, sin salir de Urraul, encontramos otro hórreo en Zabalza, el de Estoki; y un poco más hacia la parte oriental, ya en el Valle de Salazar, está el de Izal, del que ya nos ocupamos hace unas semanas.

El hórreo de Santa Fe es la imagen más conocida de este valle, y a la vez el gran desconocido. Es una construcción atípica por su número de pilares, nada menos que doce (el resto de hórreos que se conservan en Navarra son de ocho pilares), y que en su cara norte nos muestra un arco de entrada de medio punto, mientras que en su cara sur tres pequeñas ventanas facilitaban la ventilación de los alimentos allí depositados. Se me antoja pensar que era algo más, mucho más, que un almacén de grano; que era la despensa alimenticia del monasterio en la que se conservaban toda clase de alimentos, y cerca de la cocina; no había otro sitio ni mejor emplazamiento que ese. Era lo que se llamaba un hórreo comunal, o de diezmo. Y se me antoja, también, imaginarme su interior repleto de grandes cajones de madera (zizkuak) en los que se separaban los diferentes alimentos: trigo, veza, avena, alubias... Resulta llamativo el hecho de que aunque el hórreo estaba en el exterior de la basílica, este se encontraba anexo a esta en un recinto descubierto pero cerrado.

Dicen los que entienden que esta construcción data del siglo XV. Toda una obra de arquitectura popular, como sucede con casi todos los hórreos, elaborada con rústicas técnicas, pero a la vez con mucha cabeza. Lamentablemente los insectos xilófagos y el abandono que ha padecido durante décadas llevaron a esta construcción al borde de su ruina, pero una oportuna intervención desarrollada durante los años 1980 y 1981 le devolvieron a este hórreo todo su esplendor.


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Finalmente, y para despedir el reportaje, quisiera dedicar unas palabras de recuerdo a don Ignacio Félix San Martín Bacaicoa, sacerdote, impulsor y artífice de toda la obra de recuperación y restauración de Santa Fe. Me consta que trabajó mucho, con sus propias manos, para conseguir que hoy la vieja basílica esté como está. El mejor homenaje que se le puede hacer es un compromiso, efectivo y práctico, encaminado a darle continuidad, desde la administración, a la recuperación de este entorno.

Y tú, querido lector, no pierdas la oportunidad de acercarte a este lugar. Visítalo con tranquilidad, sin prisa. Déjate enganchar por su magia, por su encanto. Santa Fe, y todo Urraul Alto, son un tesoro a descubrir. No hay rincón feo.


Diario de Noticias, 28 de marzo de 2004
Autor: Fernando Hualde



SANTA FE, EN URRAUL ALTO. NUEVO FOCO TURÍSTICO
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El conjunto monumental de Santa Fe se nos perfila como un nuevo centro de atracción turística con un futuro prometedor. La apertura de un hotel con encanto en este emplazamiento marca el inicio de una nueva andadura.
Años atrás, en esta misma sección, nos ocupábamos de dar a conocer la historia de la Basílica de Santa Fe, junto a la localidad de Epároz, en el valle de Urraul Alto. Lo hacía yo entonces con la promesa y el compromiso de volver a incidir en este enclave, pues su historia es rica, tan rica como desconocida.
Este próximo sábado se inaugura allí un hotel con encanto, la Hospedería Santa Fe, ocupando buena parte de lo que en otro tiempo fueron las dependencias de la basílica. Esto le da un nuevo giro a este entorno. Lo que hasta ahora era un inconveniente para el turismo, es decir, acercarse a un lugar en donde los servicios eran escasos, y en donde la carretera finaliza en las dos localidades norteñas del valle, que son Elcoaz y Adoain; a partir de ahora, con la creación de esta estructura hotelera con capacidad para acoger a los visitantes de la zona, esta enorme tranquilidad de Urraul Alto forzada por una carretera hacia ninguna parte, se reconvierte en un atractivo turístico interesante que, sin duda, va a servir para valorizar una zona necesitada de ello, en donde la situación demográfica hace ya muchos años que había hecho saltar la luz roja.


Conjunto monumental
Es, por tanto, una buena ocasión para llamar de nuevo la atención sobre este enclave, sobre este conjunto monumental en donde la tranquilidad, la historia y la belleza se han fundido armoniosamente, haciendo causa común. Y es que a Santa Fe hay que ir a sentir, con los cinco sentidos; hay que ir a percibir la historia del lugar, la magia del enclave, la espiritualidad de sus muros; hay que ir a respirar paz, tanto más en estos tiempos en los que vivimos tan deprisa. Además de todo esto, cualquier persona mínimamente sensible, va a saber interpretar todo lo que un hórreo nos dice, o lo que nos dice un claustro, o una ménsula, o una simple puerta. Santa Fe fue monasterio, basílica, núcleo de población, casa consistorial, y capital del valle, de un valle del que es y ha sido siempre su centro geográfico y espiritual. En esta basílica se reunían hasta hace unas décadas los “diputados” de Urraul Alto para tratar de asuntos gubernativos y económicos; y también en ella se reunían los párrocos del valle para celebrar sus cabildos.

El hecho de que este lugar haya tenido tantas funciones y cometidos explica que en tan poco espacio podamos hoy contemplar una iglesia, un claustro monacal, un hórreo, y unas dependencias, conjunto todo este que configura el patrimonio monumental de Santa Fe. Estamos, por tanto, ante un recurso turístico que había permanecido virgen hasta ahora y que pedía a gritos una intervención inmediata. Ahora hay que saber vender el valle y su entorno, hay que dotarlo de nuevos servicios, de una infraestructura turística más amplia; y ya de paso plantearse la posibilidad de atraer un turismo religioso en torno a la figura del padre Esteban de Adoain, o de un turismo que busque desconectar del ruido y de las prisas, que para esto último Santa Fe es un auténtico paraíso.


Hórreo
Lo primero que llama la atención en el conjunto monumental de Santa Fe, además de la tranquilidad y de la belleza del entorno –especialmente ahora que va a irrumpir la primavera- es el hórreo, un hórreo de piedra que data del siglo XV. Es este un elemento que es símbolo de la zona, un ejemplo magnífico de arquitectura popular, y que desde un punto de vista etnográfico goza de un valor incalculable; y sin embargo es el gran desconocido.

El hórreo, por definición, es una construcción de uso agrícola que sirve para almacenar el grano y los productos alimenticios de tal manera que queden preservados de la humedad y de la acción predadora de los roedores. Y este hórreo de Santa Fe, restaurado en los años 1980 y 1981, aunque ya no cumple con la función para la que fue creado, nos habla de una época en la que la agricultura era la base de la vida social; de una época en la que el grano era un verdadero tesoro gastronómico, y había que protegerlo de los ratones y de otros animales; de una época en la que los impuestos, las primicias, los diezmos, se pagaban a la iglesia por el uso de sus campos o como pago de sus servicios; de una época en la que los maestros canteros labraban la piedra a golpe de maza, y ponían tejados de lajas, y redondeaban los tornarratas para que fuesen obstáculos insalvables para los roedores; y de cuando los carpinteros trabajaban la madera sin ponerle un solo herraje de hierro. De todo eso y de mucho más nos habla un hórreo como este de Santa Fe.


Es una construcción atípica por su número de pilares, nada menos que doce (el resto de hórreos que se conservan en Navarra son de ocho pilares), y que en su cara norte nos muestra un arco de entrada de medio punto, mientras que en su cara sur tres pequeñas ventanas facilitaban la ventilación de los alimentos allí depositados. Se me antoja pensar que era algo más, mucho más, que un almacén de grano; que era la despensa alimenticia del monasterio en la que se conservaban toda clase de alimentos, y cerca de la cocina; no había otro sitio ni mejor emplazamiento que ese. Era lo que se llamaba un hórreo comunal, o de diezmo. Y se me antoja, también, imaginarme su interior repleto de grandes cajones de madera (zizkuak) en los que se separaban los diferentes alimentos: trigo, veza, avena, alubias... Resulta llamativo el hecho de que aunque el hórreo estaba en el exterior de la basílica, este se encontraba anexo a esta en un recinto descubierto pero cerrado.


No hay que perder tampoco la referencia, a la hora de contemplarlo, de saber que estamos ante uno de los veintidós hórreos que nos quedan en Navarra (no quedan incluidos aquí ni el que hay en Pamplona en la Magdalena, ni el de Uroz, por ser recreaciones posteriores). No muy lejos, sin salir de Urraul, encontramos otro hórreo en Zabalza, el de Estoki; y un poco más hacia la parte oriental, ya en el Valle de Salazar, está el de Izal; sin olvidarnos tampoco del de Erdozain.


Interpretación
Y esta misma visión retrospectiva, esta interpretación que hacemos del hórreo, podríamos aplicarla a alguna puerta, a las arcadas del claustro, a la portalada de la iglesia, a las ventanas palaciegas (procedentes de las ruinas de una casa solariega y reutilizadas en Santa Fe), y a tantos y tantos detalles que hacen de Santa Fe un conjunto monumental con encanto.

Es cuestión de cerrar los ojos e imaginarse al padre Esteban de Adoain, capuchino, con sus largas barbas blancas arengando a sus paisanos aquél lejano 24 de septiembre de 1876. Es fácil imaginar aquél ambiente de austeridad que se vivía en esta basílica; no resulta difícil imaginarse a aquellos religiosos, con sus largos hábitos, rezando laudes, o vísperas, mientras paseaban breviario en mano por el sencillo claustro monacal, a la vez que el hermano lego, o el cocinero, se esforzaba en sacar agua del pozo –aljibe, para ser más exactos- que había, y hay, en el centro de aquél escenario. Una de las alas del claustro tuvo su sobre piso (hoy sólo se conserva una parte de este), en donde a aquellos frailes me los veo entregados al estudio y a la escritura, manejando viejos legajos de teología, dogmas y moral. Me veo también a aquellos hombres paseando hacia Escániz y cruzando el saludo con el lugareño que guiaba el carro de bueyes a su regreso de Campogrande, o por el camino que sube a Aizkurgi, o meditando sobre lo humano y lo divino sentados allí, en una piedra, en el carasol de Santa Fe. Aunque seguro que no todo era idílica paz para ellos, pues lo cierto es que ha sido tradición en esa zona llevar a los niños llorones a la basílica, pues se decía que una bendición recibida en ese lugar curaba tan terrible mal. Pero su vida religiosa se desarrollaba, fundamentalmente, en la iglesia, un templo de nave única con ábside semicircular, rematada con una torre sencilla que hoy se nos muestra desnuda de campanas.

Se dice, y posiblemente con mucho fundamento, que tanto la iglesia como el claustro son de estilo románico, pero lo cierto es que a día de hoy nos ha llegado un conjunto monumental bastante descafeinado, pero no por ello deja de ser bello, armonioso, y mágico. Sí, creo que magia es la palabra que mejor define todo lo que Santa Fe transmite, sobre todo si uno se acerca allí un día cualquiera, soleado y primaveral, sin que sea fin de semana, y no tiene más compañía que las piedras y los pájaros, unos y otros transmitiendo sus mensajes.

Y podríamos seguir hablando de la historia de este lugar, de cuando se acude en romería, de las romerías de antaño, de aquella ocasión que fueron los de Lumbier con su alcalde al frente y los lugareños se ocuparon de no dejarle a él un sitio en el banco de autoridades, pues era esta una forma de decirle que ya estaban cansados del trato vejatorio que se les daba en Lumbier a los de Urraul. Y podríamos seguir contando muchos más detalles históricos, o hablar del viejo molino que los monjes tenían a orillas del río Areta, o del origen francés del nombre de Santa Fe, o de mil cosas más.
Pero lo cierto es que todos estos detalles y aspectos para lo que deben de servir es para que las paredes, los edificios, y el entorno de Santa Fe nos transmita algo. Sin toda esa historia lo que tendríamos ante nuestros ojos sería un conjunto monumental bello y armonioso enclavado en un lugar lleno de paz, que no es poco todo esto, y que ya por sí solo nos invita a acudir a conocerlo; pero a lo que hay que aspirar es a que a través del conocimiento de su historia podamos entender e interpretar cada uno de los rincones y de los detalles de este lugar. Y ya entonces la satisfacción del visitante será completa, eso está garantizado.

Así pues, sea bienvenida esta iniciativa de impulso al turismo en esta zona. El marco que han elegido para instalar un hotel con encanto es inmejorable, y parten además de un recurso turístico con futuro, sin explotar prácticamente hasta el día de hoy –salvo las visitas guiadas-, y con unas posibilidades por delante que muchos quisieran.


Diario de Noticias, 18 de marzo de 2007
Autor: Fernando Hualde


 
SARRIGUREN ( NAVARRA)


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NOTA IMPORTANTE.- Este artículo fue publicado en 2003, cuando fueron expulsados los últimos vecinos para dar paso a la construcción de una ecociudad que hoy cuenta con varios miles de habitantes. Es un homenaje a la etapa rural de Sarriguren y a sus últimos vecinos que habitaron unas casas que todavía hoy siguen en pie, como si fuesen la "parte vieja" de Sarriguren.


SARRIGUREN, DE SEÑORÍO A ECOCIUDAD



Muy cerca de Pamplona, cada vez más cerca, está la localidad de Sarriguren. Se trata de un concejo que pertenece al Valle de Egüés. Y hay que decir, para situarnos mejor, que después de la incorporación de Mendillorri a Pamplona, Sarriguren se ha quedado dentro del valle en su límite más occidental, es decir, más próximo a la gran ciudad. Espero que esto no sea augurio de nada.

Un día como hoy, en pleno mes de febrero, un hecho tan sencillo como puede ser el de pasear por sus calles resulta imposible. La localidad está cercada, las casetas de obra se apilan muy cerca de la iglesia, y en toda esa llanura que flanqueaba el que hasta hace poco ha sido el camino a Badostain aparece ahora ante nuestra vista como un mosaico parcelado en el que crecen por doquier las farolas y en el que las aceras urbanizadas y ordenadas nos indican por dónde deben de ir nuestros pasos.

Y es que, lo que se está construyendo allí, es nada más y nada menos que la Ecociudad de Sarriguren y, anexa a ella, la Ciudad de la Innovación.
La Ecociudad, según está previsto albergará 4.646 nuevas viviendas. Quiere ser un ejemplo de urbanismo bioclimático basado en el ahorro energético, utilización de materiales no contaminantes, integración de energías renovables, etc.; y para ello lo que se busca es crear una comunidad urbana en la que haya un perfecto equilibrio entre su función como residencia de vecinos, los equipamientos, las áreas de actividad económica y los espacios públicos; dotado todo ello de unas infraestructuras de gran calidad y sensibles y respetuosas con el medio ambiente.
La Ciudad de la Innovación, por otro lado, aspira a ser algo así como el Parque Tecnológico de Navarra, ideado para que se asienten en él empresas de investigación, desarrollo de innovación y alta tecnología.

No entro en si esta nueva urbanización, o ciudad, con tan pomposos nombres y tan buenas cualidades, es necesaria; posiblemente lo sea, aunque confieso que no me considero capacitado para juzgar un proyecto de esta envergadura. Otras personas seguro que lo harían teniendo en sus manos los mismos datos o menos que quien esto escribe, pero yo al menos no quiero caer en esa irresponsabilidad.

Profundo cambio
Sin embargo uno no puede evitar un sentimiento de tristeza cuando ve que en las calles de Sarriguren ya no hay coches, que las puertas y las ventanas de las casas están cerradas, que ya no sale el perro a recibirte, que Martín Apesteguía, el de “Txikito”, ya no está en su puerta, que ya no hay trasiego agrícola..., en definitiva, que ya no hay vida.

Recuerdo con añoranza las últimas fiestas, y las guardo en la memoria como un tesoro porque sé que marcaron historia, que realmente fueron las últimas, con aquella comida bajo la carpa, aquellos cantos, aquella extraña sensación que flotaba en el ambiente, y que iba de boca en boca, de saber que el Sarriguren rural moría, que asistía a sus últimos coletazos, que todos quedaban sin casa y sin tierras en las que trabajar, que en sus campos ya nunca más iba a crecer el cereal sino casas y farolas. Era el punto final, un tanto amargo porque se entendía que no se estaba haciendo bien, que sus últimos moradores no estaban recibiendo un trato justo.

Años atrás, en 1988, los trabajadores de este pueblo, es decir, los padres de familia, cuando estaban a punto de ser los propietarios de las tierras, pues el derecho les asistía por el número de años que llevaban trabajándolas, se vieron forzados y obligados a firmar un documento de renuncia a esos derechos; si no firmaban se cernía sobre ellos la amenaza de ser inmediatamente despedidos. No tuvieron otra salida.

Se ha puesto ya el punto final en Sarriguren a una larga etapa de vecindad y convivencia. Sus moradores eran vecinos, que no dueños; y eso lo han pagado caro. Muy caro. Se habían convertido en meros espectadores de lo que ocurría, nada tenían que hacer ante una venta de terrenos como la que se hizo por parte de los hermanos Uranga, y nada han tenido que hacer ahora ante el nuevo rumbo que a golpe de timón ha impuesto el departamento de Ordenación del Territorio del Gobierno de Navarra al viejo señorío. Los nueve vecinos de Sarriguren eran precaristas, es decir, no tenían derecho alguno sobre la propiedad, o lo que es lo mismo, no tenían derecho al pataleo.

A partir de aquél día las noticias sobre su futuro les llegaban con cuentagotas. Un buen día amanecieron sabiendo que en los 1’4 millones de metros cuadrados que había comprado el gobierno foral se iban a construir viviendas, y más tarde se desayunaron con un proyecto de ecociudad innovadora, y que sus casas se iban a convertir algo así como en el casco antiguo. Todavía no se habían repuesto de tanta sorpresa, cuando de pronto les vino el anuncio de que sus viviendas habían sido expropiadas, y de que tenían un plazo para abandonarlas. El 1 de septiembre de 2002 era el día límite que tenían para abandonar viviendas y tierras. Era tiempo de exilio.



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Proteger la historia
Es el momento de detenerse, de echar una última ojeada a sus casas, al palacio, y a su iglesia, la de Santa Engracia. De ella, y de todo, estaba muy orgulloso Martín, para el que Sarriguren lo era y lo es todo. Con orgullo lo enseñaba, y con profunda admiración lo contemplaba y lo valoraba yo.
Recuerdo el retablo barroco con la imagen de la santa y con otra imagen de la Virgen con el Niño; ambas piezas pertenecieron al retablo anterior, de estilo renacentista que en su día hicieron Ramón de Oscáriz, Pedro de Alzo y Juan de Landa; y recuerdo también el escudo policromado que había en la pared a la altura de la parte superior izquierda del retablo, exactamente el mismo que hay tallado en piedra en la fachada del vecino palacio de Gorraiz, y que son las armas de Juan Navarro Tafalla, el acaudalado indiano que compró en 1756 el palacio de Gorraiz. Especialmente expresiva era la imagen gótica de Cristo crucificado, del siglo XV, que tallado en madera nos miraba desde lo alto con una serena expresión; o la pequeña imagen de San Francisco Javier que presidía en exclusiva un pequeño retablo. Tampoco olvido, porque me llamó gratamente la atención, sobre el armario de la sacristía, un bello conjunto escultórico romanista que representa a la Trinidad, “trono de gloria”.

Todavía conservan sus casas esos azulejos de cerámica con la imagen de San Antón, buscando con ellos la protección de los animales que en ellas moraron. Por no hablar de las gateras con puerta, todo un invento que sólo en Sarriguren he podido ver.
Los viejos legajos nos hablan de este lugar, y nos revelan que fue señorío eclesiástico. Posiblemente con anterioridad hubiese existido allí un asentamiento romano; al menos los restos metálicos y de cerámica romana encontrados años atrás en su término nos orientan en ese sentido.
De sus tiempos de señorío sabemos que sus vecinos pagaban sus pechas, o impuestos, al Obispo de Pamplona; no en vano era señorío eclesiástico. Y que en 1427 debían una renta anual de 31 cahíces de trigo.

Las reformas municipales que conoció Navarra casi a mediados del siglo XIX pusieron fin a la forma que se empleaba hasta entonces para elegir a la persona que debía de gobernar la localidad, que en el caso concreto de Sarriguren sus autoridades habían sido hasta entonces el diputado del Valle de Egüés y el regidor del pueblo que libremente era elegido por sus vecinos. En aquella época, sabemos por Pascual Madoz, el pueblo tenía 6 casas en las que habitaban un total de 62 personas; su iglesia parroquial estaba atendida por un abad, y sus niños acudían a la escuela de Olaz. La familia Uranga, concretamente los hermanos Francisco y José Esteban Uranga Galdiano, ha sido propietaria del lugar durante muchas décadas; como también lo fueron de Gorraiz. La familia Uranga optó hace casi cuatro décadas por vender Gorraiz a una sociedad, y hace tan sólo unos años optaron por vender Sarriguren y sus tierras. Finalmente el Gobierno de Navarra ha sido el último propietario del lugar.

Esta es, en breves pinceladas, la historia de Sarriguren. Una historia que muchos pensarán que es una más. Pero para sus vecinos esta es su propia historia, la que forjaron las generaciones que les precedieron, y en consecuencia, y porque también forma parte Sarriguren del patrimonio histórico de Navarra, sería bueno que esta historia a la que hoy, de alguna manera se le puede poner si no un punto final, si que al menos se le puede poner un punto y aparte, quede recogida, ampliada y documentada, para que los nuevos moradores puedan acceder a ella, hacerla suya, sentirla suya, y respetarla como si suya fuese.

Que sepan los nuevos sarrigurrenses que, como ha sucedido ya con Mendillorri, con Gorraiz, con Olaz, con Alzuza... por citar tan sólo algunos ejemplos sin salirme del Valle de Egüés (aunque Mendillorri ya no pertenezca al mismo), Sarriguren vivió a principios de siglo XXI una auténtica revolución urbanística que hizo, que de la noche a la mañana, pasase de ser un diminuto pueblo agrícola habitado por un puñado de vecinos, apenas tres familias, con sus fiestas y sus tradiciones, a ser una ciudad residencial dotada de amplias zonas verdes, plazas, un lago, corredores ecológicos y... 18.000 habitantes.
Desconozco cuales son los planes del ejecutivo respecto al “casco viejo” de Sarriguren, pero doy por hecho, y no espero otra cosa, que su iglesia se restaurará –como se hizo en Gorraiz con la suya-, y que los viejos caserones que han servido de morada a sus últimos vecinos serán respetados y conservados con el mimo que merecen. Si la chimenea de Mendillorri se ha conservado, que me parece bien, estas casas con mucho más motivo. No vaya a ser que a algún iluminado se le ocurra pensar que sobre ese terreno bien podrían ir un par de bloques de viviendas, por muy ecológicas que sean.
Quede aquí, en estas líneas, mi recuerdo afectuoso a sus últimos vecinos.

Diario de Noticias, 23 de febrero de 2003
Autor: Fernando Hualde


 
ULI BAJO ( NAVARRA)


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ULI BAJO, OTRO PUEBLO QUE SE EXTINGUE




Uli Bajo, situado en el valle de Lónguida, es un pueblo deshabitado, en el que las casas y la iglesia están en ruinas. Los restos dejan entrever una parte de la historia de quienes en su día lo habitaron.
Mutilva, Cerréncano, Racas, y Uli, son núcleos de población de Navarra que viven esa duplicidad de “alto” y “bajo”, o “alta” y “baja”. Y precisamente el último de ellos, Uli, es quien nos muestra sobre el mapa y sobre el terreno una mayor distancia entre Uli Alto y Uli Bajo, una distancia importante, hasta el extremo de que Uli Alto pertenece al valle de Arce, y Uli Bajo al de Lónguida. Entre ambos apenas subsiste un mal camino de varios kilómetros que sólo lo puede recorrer quien lo conozca bien; un camino que, por otro lado, ofrece al paseante unos rincones realmente hermosos, y que permite también acercarnos hasta otro antiguo despoblado, Uloci, que ya lleva medio sigo deshabitado.

Pero hoy nos vamos a quedar en Uli Bajo. Lo podríamos describir como un pueblo despoblado, pero utilizado. Han muerto sus casas y su iglesia, pero viven sus campos, que son cultivados con mimo; incluso en el mismo pueblo existe alguna nave de uso agrícola que es la que propicia con cierta asiduidad una presencia humana en esta localidad . Símbolo de ello es el molino de aire que allí se alza tuteándose con la torre, cubierta de hiedras, de la iglesia de la Purísima Concepción.


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Restos humanos
A pesar de ello uno no puede dejar de lamentarse ante el estado de esas casas, y muy especialmente ante el estado de esa iglesia.

Un servidor, después de haber recorrido una parte importante y mayoritaria de los despoblados que hay en Navarra, se atreve a proponer –y sé muy bien que esto raya en lo utópico- que en el cementerio de Pamplona, a expensas del Gobierno de Navarra, se haga una zona de nichos dedicando cada uno de ellos a una localidad despoblada de Navarra. El objetivo de estos nichos debiera de ser el de acoger en su interior los restos humanos procedentes de estos despoblados. Pocas cosas hay más penosas cuando se visita una de estas localidades que el hecho de ver cómo ladrones y expoliadores han levantado el suelo de las iglesias buscando Dios sabe qué tesoros, desenterrando muertos, y esparciendo sus restos por doquier. Uli Bajo es tan sólo un caso más de los muchos que hay a lo largo de la geografía de Navarra. Y son restos humanos, huesos, que deben de ser exhumados como mínimo con el mismo respeto y cariño con el que fueron enterrados. En Uli Bajo, aunque todavía queda algún hueso a la vista, hay que decir que manos anónimas se ocuparon en su día de volver a enterrar lo que algunas otras anónimas manos habían desenterrado, sin escrúpulos y sin respeto.



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Vestigios de antaño
Al margen de este aspecto, Uli Bajo deja entrever en las ruinas de sus casas una parte de la historia de quienes lo habitaron. La primera de las casas que nos recibe en el lado izquierdo ha perdido ya el escudo nobiliario, blanquecino, que lucía antaño sobre la portalada, ubicado exactamente entre la clave y una hermosa járcena sobre la que se apoyaba una hermosa ventana. Todo desaparecido. Entre las ruinas de esta casa todavía se llegan a ver los restos de otra ventana que lucía, y luce, arco conopial. Y frente a esta casa, al otro lado de la carretera, todavía subsiste en otra ventana una reja de forja rematada en su parte superior con una cruz.

Más adelante, junto a una amplia era, vemos otra casa hermosa, en cuya clave se ve el tradicional IHS, anagrama de Jesús que lucían siglos atrás aquellas casas que habían aportado algún clérigo a la Iglesia. Nosabría yo decir si esta casa es la que en 1849 se llamaba casa de Reta, a la que pertenecía en ese año el abad de su iglesia.

Estas casas, algún corral, y la iglesia que ya lleva décadas abandonada, son residuos de lo que un día fue Uli Bajo, habitado hasta hace muy pocos años, y habitado además desde hace varios siglos.
Tenemos constancia de que ya en el año 1280 era este núcleo de población una villa de señorío realengo. Esto explicaría la existencia hasta hace pocos años del escudo nobiliario que había en la fachada mencionada, así como los detalles arquitectónicos palaciegos que exhibía esa casa.

En 1418 asistimos a una enajenación de rentas llevada a cabo por Eneco Gil Martínez de Beortegui, vecino de Sansoáin, a favor de Miguel García de Maquirriain. Y en 1574 hay constancia documental de que Uli Bajo y Mugueta fueron condenados a pagar a Juan de Beaumont la pecha que le debían.
En 1602 también hay constancia del relevo al frente de la parroquia; ese año muere don Juan de Uli, y le releva en el cargo don Pedro de Uli; ambos eran naturales de ese lugar.



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Curiosamente Uli Bajo es uno de esos contados casos en el que tras las reformas municipales de 1835-1845 en la que quedaron abolidos los señoríos, vemos cómo en 1849 el mencionado clérigo de casa Reta, no solo ejerce de abad, sino también de “señor temporal” del pueblo. No sabemos si esto mismo sucedía frecuentemente con anterioridad, pero lo cierto es que llama la atención en Uli Bajo los escasos pleitos que ha habido en los últimos siglos entre la iglesia y el pueblo; a esto también ha podido influir que en Uli los abades no siempre han sido hombres de paz; sirva como ejemplo lo que sucedió en 1647. Aquél año se reunieron los clérigos de Urraul y de algunas otras localidades del entorno, y se reunieron precisamente en Uli, en la casa de Martín Ibañes, con motivo de la elección del nuevo abad de Murillo de Lónguida. Lo cierto es que en aquella reunión los abades de Uli Bajo y de Mugueta (don Juan Martínez de Liédena y don Juan de Izco, respectivamente), tuvieron palabras fuertes contra el nuevo abad de Murillo, hasta el extremo de que el abad de Uli Bajo no se conformó con la agresión verbal sino que, ni corto ni perezoso, le arreó al nuevo abad un buen bofetón en la cara “a mano abierta”. Justo es decir que después hubo reconciliación.

En fin, son pequeñas historias de la vida cotidiana de un pueblo que poco a poco se apaga. Se fueron sus gentes en el siglo XX a pesar del balón de oxígeno que les supuso el paso del ferrocarril del Irati por Artajo. Se van ahora sus casas y su iglesia. Viven los campos; y viven sus raíces. Algo es algo.

Diario de Noticias, 10 de agosto de 2008
Autor: Fernando Hualde



ERMITA DE SAN MIGUEL
IMÁGENES TOMADAS POR JUAN CARLOS LAIGLESIA EN FEBRERO DE 2013

Esto es todo lo que queda de lo que un día fue la ermita de San Miguel. Justo se puede vislumbrar los cimientos entremezclados con la vegetación.


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