El silencio es oro. Pueblos abandonados.

BAIGORRI ( NAVARRA)

EL DESPOBLADO DE OTEIZA DE LA SOLANA



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El despoblado de Baigorri, en el término de Oteiza, fue una de las propiedades históricas de los Condes de Lerín y del Duque de Alba.
En puertas ya, como quien dice, del quinto centenario de la conquista de Navarra, nos vamos a acercar hoy a uno de los muchos despoblados que tenemos en nuestra tierra, y que en este caso ha sido durante siglos propiedad del Conde de Lerín y del Duque de Alba, protagonistas y artífices de aquella conquista. Me refiero al despoblado de Baigorri, asomado al río Ega en el término municipal de Oteiza de la Solana.

La imagen hoy de este lugar me atrevería a decir que impresiona. No es un despoblado como los demás. Me explico. Cuando un lugar queda despoblado tanto sus casas como su iglesia poco a poco, y desde el tejado, se van viniendo abajo, dándole a ese espacio una imagen casi diría yo que fantasmagórica. Pero en este caso, y centrándonos principalmente en la iglesia de la Purificación, a todo esto hay que añadir una ruina forzada, es decir, una acción humana de destrucción, la que hicieron las tropas francesas hace dos siglos para evitar que Mina volviese a refugiarse en ese lugar. Es por ello que las ruinas de esta iglesia son atípicas, con dos paredes todavía en pie, y otras dos totalmente ausentes.



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Ruinas del antiguo palacio del Duque de Alba - Foto: Juan Luis Landa



Despoblado en el XV
Siglos atrás, cuesta imaginárselo, hubo allí un castillo rodeado de un bosque inmenso. De hecho, la primera referencia documental del Baigorri altonavarro alude al castillo, informando que Lope Garcés era en el año 1057 el tenente del mismo. Era esta una villa que formaba parte del patrimonio de la Corona; de hecho vemos cómo en el año 1264 los vecinos de Baigorri, que hasta entonces habían tenido potestad sobre el patronato de la iglesia, delegan este derecho en el propio monarca, hecho este que, visto desde la distancia, aparenta ser un gesto de sumisión y un buen regalo al rey, pero… habría que saber si realmente era así. Basta con ver que medio siglo después, en 1320, el rey traspasa este privilegio al propio obispado de Pamplona.

Lo cierto es que en aquella época Baigorri, que tiene el funcionamiento propio de un concejo, vivía en un declive demográfico progresivo. Dicen los datos que en 1330 contaba esta localidad con 53 fuegos, de los que 22 eran de los denominados pobres; a partir de allí fue perdiendo población a pasos agigantados, y es así cómo en el año 1468 la princesa Leonor califica a esta villa como desolado, o despoblado que diríamos hoy.

Las ruinas de aquella población y todo su término las pasó la susodicha princesa a un tal Juan Elías, estellés. Y fue de manos de éste, de quien la propiedad pasó a los Condes de Lerín, que en 1565 la traspasan al Duque de Alba. Se conserva el dato de que unos años antes, en 1548, se construyó en el Ega, dentro de la jurisdicción de Baigorri, una presa con su correspondiente acequia, infraestructura esta que finalmente una riada se la llevó por delante.
Pudo ser en esta etapa cuando Baigorri, restaurado su palacio y su iglesia, vuelve a convertirse en un lugar habitado. Tenemos el dato de que en 1786 contaba con 22 habitantes.

La propiedad de este lugar, a juzgar por los diversos documentos posteriores, parece que revertió de nuevo en los condes de Lerín, que son los que figuran en los últimos siglos como legítimos propietarios. Ellos habitaron el palacio de Baigorri, y ellos eran los que en este lugar, para su mejor gobierno, designaban siempre un alcaide y dos guardas; el primero obligadamente tenía que ser de Navarra “y plaza jurada anexa a la alcaldía mayor de Larraga”.
En el año 1788 un informe que fue enviado a la real Academia de la Historia describía perfectamente este lugar, y lo decía así: “En este bosque, o monte, tiene el conde de Lerín un palacio que demuestra antigüedad, en una elevación sobre el río Ega. Tiene en él un alcaide y dos guardas”. Alude este mismo documento a que en todo el término había un bosque de encinas, monte y pastos. Y que el núcleo principal lo constituía la antigua iglesia románica, con su torre, y el palacio señorial, con porches en la planta baja, y una galería sobre pilares de piedra en el piso principal.



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Fachada principal del palacio - Foto: Juan Luis Landa


Dentro de la historia de este lugar, y aunque el siglo XX haya marcado por segunda vez su condición de despoblado, hay que reconocer que el siglo XIX dejó una profunda huella. Curiosamente, a mediados de ese siglo, puntualmente aparece como propietario del lugar el duque de Berwick y Alba, seguramente fruto de la suspensión del condado de Lerín durante la primera mitad de aquél siglo como consecuencia de la revolución liberal. Fue, sin duda, un momento curioso, que se tradujo en la desaparición del cargo del alcaide en este lugar, y en el que a la vez la jurisdicción del mismo pasó al Consejo de Navarra, entidad ésta que también llegó a extinguirse en el siglo XIX.
De hecho, la desaparición del Consejo, titular de la jurisdicción de Baigorri, creaba una situación atípica, quedando este lugar como tierra de nadie, como un lugar totalmente independiente. Situación ésta que fue efímera, pues inmediatamente el término de Baigorri quedó incorporado al de Oteiza.

Al margen de estas vicisitudes, el siglo XIX trajo consigo para este lugar otro tipo de desgracias. Las tropas de Napoleón encontraron en esta localidad una resistencia que no esperaban; en la iglesia de Baigorri se hicieron fuertes los seguidores de Mina, librándose en Baigorri una dura batalla entre los unos y los otros, convirtiéndose aquella iglesia en fortaleza y parapeto. No es por ello de extrañar que posteriormente las tropas francesas la destruyeran parcialmente para que nunca más pudiera ser usada como fortaleza defensiva. Son paradojas de la historia, caprichos de ésta, pues fue en ese momento cuando el Duque de Alba conoció en su propiedad la misma medicina que tres siglos antes había aplicado él en tantos y tantos castillos y fortalezas de Navarra para evitar que esta se revolviese contra las tropas castellanas que, bajo su mando, conquistaron el Reino de Navarra.



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Columna empotrada en el interior del palacio - Foto: Juan Luis Landa



Deshabitado para siempre
El siglo XX fue también crucial para Baigorri. A mediados de este siglo es cuando Baigorri, por segunda vez, queda totalmente deshabitado, aparentemente ya para siempre. El nomenclátor de población de 1960 nos informa que en ese año ya no vivía nadie en el lugar. A partir de ese momento, y de forma progresiva, los edificios van conociendo un declive que ha venido a convertir, actualmente, a este despoblado en un lugar que impresiona y que duele verlo.

En los pasados años ochenta, concretamente en 1986, 1987 y 1988, bajo la dirección de Carmen Jusué, se realizaron varias excavaciones y catas arqueológicas que permitieron delimitar con exactitud el edificio de la iglesia, ubicar la antigua necrópolis, conocer una parte del despoblado medieval, y consolidar algunos restos.

Baigorri invita hoy a una intervención más amplia. Son realmente escasos los despoblados que hay en esta parte de Navarra, y habría que saber valorar y valorizar estos restos tan llenos de historia, saber interpretarlos y documentarlos, sacar a la luz y de forma responsable cuanto haya de valor en sus restos medievales. No se trata de reconstruir, sino de limpiar y consolidar, y de paso cuidar este lugar para que siga siendo historia viva, para que sus ruinas y sus piedras nos sigan contando cosas. Merece la pena.


Diario de Noticias, 6 de noviembre de 2011
Texto: Fernando Hualde
Fotos: Juan Luis Landa



INTERVENCIÓN SOBRE EL DESPOBLADO MEDIEVAL




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Pueblo medieval. Detalle del pozo y de la fuente. (Foto: Juan Luis Landa)



Bajo las ruinas del actual despoblado de Baigorri sobreviven los restos del antiguo poblado medieval. Durante los años 1986, 1987 y 1988 se hicieron varias campañas de excavaciones arqueológicas bajo la dirección de Carmen Jusué. De aquellas intervenciones la Gran Enciclopedia Navarra nos dice lo siguiente:
La primera intervención estuvo enfocada a la realización de catas en diversos puntos del despoblado: un sondeo junto al muro meridional exterior de la iglesia con el fin de delimitar con precisión su estructura arquitectónica, otra cata en el interior del ábside de la iglesia, y otra en la zona sur-oriental de la iglesia, en la que pudo advertirse que se trataba del sector ocupado por la necrópolis del lugar. Así, en ese espacio se controló la existencia de 4 enterramientos de estructura muy simple y tosca, consistentes en fosas excavadas en la tierra sin ninguna protección en los lados ni en los extremos. El cadáver se introducía simplemente en la fosa, que se cubría con una laja, generalmente monolítica. Únicamente se excavó en su totalidad un enterramiento en el que se descubrió la estructura ósea de un adulto de 1'53 cms de longitud, colocado en posición de cúbito supino, con los brazos cruzados en la pelvis.
Las sucesivas campañas estuvieron orientadas a limpiar de escombros una parte de la iglesia, a la excavación sistemática de un sector del despoblado y a la consolidación de los diversos restos de construcción.

Las labores de limpieza de la iglesia se completaron con el acondicionamiento de los exteriores, efectuándose en la zona de la puerta el hallazgo de un tímpano monolítico, apuntado, con la parte inferior decorada por una orla de cuadrifolias esquemáticas y la exterior enmarcada por un bocel semicircular. Centra la superficie un crismón en relieve, rodeado por una especie de medallones, también en relieve, que representan estrellas y rosetas los situados en los laterales, y una mano en actitud de bendecir el de la zona superior. Todo ello se ajusta, tanto por la estructura ligeramente apuntada como por los motivos decorativos de líneas muy esquemáticas, a modelos protogóticos que se pueden fechar dentro de las primeras décadas del siglo XIII, aunque la tipología no es muy frecuente.

En la parte nor-occidental de la iglesia se excavó una amplia zona del despoblado medieval, con el fin de que ambos elementos -iglesia y despoblado- quedaran relacionados. Así, se descubrieron las plantas de diversas viviendas completas, alguna estructura, posiblemente cercados o corrales, adosadas a dichas viviendas, y amplios tramos de calles alrededor de las mismas. Las plantas de las estancias corresponden al tipo más usual en esta época en todo el Occidente medieval, es decir, rectangulares o cuadrangulares y, a veces, con un muro interno que las divide en dos partes, correspondientes a la zona del hogar y a la de habitación.

 
BEROIZ ( NAVARRA)


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En primer plano las ruinas del palacio; al fondo, la "casa nueva" y la iglesia de San Martín.
(Foto: Fernando Hualde)



Ubicación
Beroiz está situado en el valle de Izagaondoa; justo después de pasar la localidad de Iriso, en dirección a Lumbier, lo encontramos en el lado izquierdo de la carretera, a unos cien metros de la misma. No existe rótulo informativo ni señalización alguna.

Historia
Estamos ante un antiguo señorío; todavía sobreviven las ruinas de su palacio. La primera referencia documental que tenemos de este lugar data del año 1142 como sobrenombre locativo del senior Aznar Galíndez; si bien, es a partir del siglo XIII cuando podemos acreditar que estuviese habitado; y curiosamente es en el siglo XIV cuando, por vez primera, lo vemos deshabitado, tan solo temporalmente.
En 1427, sus dos vecinos “estageros” no debían de pagar pecha alguna, ni ninguna otra carga señorial.

Los censos de población nos indican que en 1553 Beroiz tenía tres fuegos; en 1678 tan solo un fuego; en 1786 vivían 19 personas; 20 en 1824; 21 en 1858; 23 en 1887; 19 en 1930; 18 en 1940; 16 en 1950; y 9 en 1960. A partir de ese momento vuelve a figurar como lugar deshabitado.
Básicamente consta de tres edificios: la iglesia de San Martín, la casa nueva (frente a la iglesia), y el palacio (a una cierta distancia de los otros dos.
En el Museo Diocesano de Pamplona sobrevive una talla de la Virgen, procedente de la iglesia de Beroiz.

Estado de conservación
El edificio mejor conservado en los primeros años del siglo XXI es la iglesia. Este edificio carece de culto y está habilitado para acoger en su interior al ganado. Donde antes hubo bancos, hoy hay comederos.
La casa nueva es el siguiente edificio mejor conservado; pese a ello está en ruina total. Tan solo está accesible la planta baja, usada por el ganado, y no es recomendable entrar en ella, pues el peligro de derrumbe es grande. Sobreviven los restos de un viejo horno de pan.
El palacio es el edificio peor conservado; su interior es prácticamente inaccesible; y, por supuesto, que la recomendación es que no se intente.


BEROIZ EN 2006
FOTOGRAFÍAS TOMADAS EL 19 DE ABRIL DE 2006 POR FERNANDO HUALDE


IGLESIA DE SAN MARTÍN

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LA CASA NUEVA

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EL PALACIO

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BOYERAL , EL ( NAVARRA)


SL NA 176A El Boyeral (Rutas Navarra / Napar Bideak)


INFORMACIÓN GENERAL

Ubicación


Se encuentra esta localidad dentro del término municipal de , en la misma muga con Aragón, junto al Canal, muy cerca de lo que se conoce como "el acueducto".


Historia

El Boyeral, dentro del término de Sangüesa, es un pueblo en el que no vive nadie, y sin embargo... no cabe conceptuarlo como despoblado. Aparentemente difícil de entender, pero es cuestión de explicarlo.
La construcción del embalse de Yesa permitió a mediados del siglo XX llevar el regadío a algunas zonas de Navarra en donde hasta entonces las tierras eran pobres, sin posibilidad de explotación agrícola.

Es así como en esos primeros años de la segunda mitad del siglo XX, se construyeron en Navarra cinco pueblos llamados "de colonización", que fueron: Gabarderal, Figarol, Rada, San Isidro del Pinar, y El Boyeral.

En el caso de El Boyeral se construyeron las casas, para seis familias, pero... practicamente no se llegaron a habitar.

Actualmente aquellas casas están abandonadas y totalmente destrozadas. Alguien se llevó primero las tejas, y tras ellas vino un continuado expolio.
Esas tierras, que era comunes de Sangüesa, y que inicialmente fueron llevadas por vecinos de Gabarderal, retornaron en la década de los años noventa (siglo XX) al Ayuntamiento de Sangüesa.

Así pues, estamos ante la historia de un pueblo que se construyó, y sin embargo nunca tuvo vida.


 
BURDASPAL ( NAVARRA)


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NFORMACIÓN GENERAL
Texto: Fernando Hualde
Fotos: Iñaki Ayerra



Otros nombres: Burdaspar, Urdaspal, Urdaspar.

Ubicación
Lugar del municipio de Burgui, ubicado en la margen derecha del Ezka, muy cerca de la carretera que va de Burgui a Roncal, a unos tres kilómetros de Burgui.

Historia
Burdaspal es, o fue, una buena finca. Se extiende desde el barranco de Ajanda, al sur, hasta el de Ugañáin, al norte. Es una franja de aproximadamente un kilómetro de terreno llano, bueno para el cultivo teniendo en cuenta la calidad más bien precaria de las tierras de esta comarca. Al oeste confronta con el río Ezka, y al oeste con monte bajo y pinar.

“Los monjes fundadores –escribe Félix Sanz- tuvieron buen ojo para elegir el terreno de la primera abadía del valle… Hasta contaba con una hermosa fuente, la del “Caserío”, de la que los monjes podían abastecerse en el estío”.

En el centro de esta finca, a la altura de lo que hoy se denomina la “revuelta del Caserío” en la carretera hacia Roncal, a unos cien metros al este de una borda, hoy abandonada, se hallaba lo que primero fue el monasterio y después el palacio de Burdaspal.
Monasterio.- Acogió al monasterio benedictino de Urdaspal, que fue visitado a mediados del siglo IX por San Eulogio de Córdoba cuando era abad Dadilano, al que menciona en la carta que escribió a Guillesindo, obispo de Pamplona. Tuvo San Eulogio “ocasión de admirar el espíritu de humildad y obediencia que animaba a los monjes y también su cultura literaria”, según escribe Lacarra.

Todo hace indicar que el monasterio no debía de ser muy grande. Presumiblemente estaba formado por un pequeño grupo de monjes y por algunas familias de criados encargadas del ganado y de las labores agrícolas.

Poseían los monjes algún cubilarpara el ganado, un molino, huerta y árboles frutales, incluso algo de viña que les servía para elaborar vino.
Conviene tener en cuenta que en aquella época la localidad de Burgui era tan sólo uno de los pequeños núcleos de población (Burgui, Segarra, Uli, Urgue, y Cortes) que hoy quedarían integrados dentro de su actual término municipal.

El monasterio se encargaba de cobrar los diezmos, primicias y oblaciones de las iglesias que había en estas cinco poblaciones.
El historiador local Félix Sanz, de Burgui, alude a que con posterioridad a la existencia de esos cinco pequeños núcleos de población, existió la iglesia de Santa María de la Cabeza, ubicada también dentro del actual término de Burgui. Y de esta iglesia nos cuenta este historiador que dicen las crónicas que en el año 1090 el abad de Urdaspal (Burdaspal), un tal Raimundo, “intentó crear, junto a este templo una nueva villa. Para ello el abad dio a un tal Gardelio y a su hijo, clérigo, dicha iglesia; pero parece que el abad trataba de imponer unas obligaciones económicas demasiado rigurosas para los posibles futuros colonos. A quienes fueron a poblar el lugar les otorgaba ‘todo lo que pudierais o pudieran labrar en esas tierras yermas o incultas, y que nos entregueis el diezmo de las mismas’. Pero a la vez exigía a los futuros súbditos otras servidumbres un tanto arbitrarias, como la de trabajar 15 días para el monasterio recibiendo durante la quincena solo pan y vino… Ante tales pretensiones parece que no hubo quien se presentara a solicitar la vecindad para esta futura nueva villa”.
El rey Sancho Ramírez hizo donación de este monasterio el 28 de enero de 1085 al de San Salvador de Leyre, por cuya cesión, después de extinguido y arruinado, se convirtió el lugar en señorío particular.
Es de suponer que desde su vinculación con Leire tuvo un templo dedicado a la advocación de San Salvador, que de alguna manera San Salvador representaba al Cristo triunfante y glorioso del Tabor y la Resurrección.
El monasterio tenía fuera del valle un par de decanías (fincas o iglesias rurales propiedad de un monasterio), que eran las iglesias de Santa María de Olaz, en el valle de Lónguida, y la de San Martín de Ologasti, en la Canal de Berdún, junto a Aso y Miramón.



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Señorío.- Burdaspal fue también un señorío, con palacio de cabo de armería y de los de la nómina antigua, con llamamiento a Cortes.
Por lo general las relaciones del señorío de Burdaspal con Burgui no fueron muy buenas, pues la condición de señorío no encajaba con las ordenanzas del Valle de Roncal ni con la condición que gozan los roncaleses de hombres libres, no sujetos a señorío.
El linaje de los Burdaspal estuvo repartido fundamentalmente en las localidades de Burgui, Aoiz, y Peralta; vamos a centrarnos aquí en la rama que permaneció fiel a sus raíces, en el propio lugar de Burdaspal.
El primer dueño y señor de Burdaspal que conocemos es Juan de Burdaspal, señor de los palacios y lugar de Burdaspal, de sus términos, y de los bienes agregados de Liédena y de Burgui, quien se preocupó de vincular en mayorazgo sus bienes y apellido al otorgar carta de testamento con fecha 20 de mayo de 1543 ante Juan Pérez de Navascués, notario público y jurado del Reino de Navarra. Este documento nos permite conocer que se casó con doña Grazia, con la que tuvo los siguientes hijos: Juan (su sucesor), Salvador, Cristóbal, Catalina, Blasco (rector del señorío), Marco (fallecido sin tomar estado), y Lucía (fallecida siendo niña).

Ya en el año 1545 nos encontramos con Juan de Burdaspar, señor del palacio de Burdaspal, e hijo del anterior. En aquél momento encontramos al hijo pleiteando con Basilio Burdaspar, rector de la iglesia de Burdaspal y residente en Sangüesa, a causa de varias posesiones, entre ellas una casa en Burgui.
Era el año 1556 cuando Miguel de Andrés, colectordel valle de Roncal, se mete en un pleito con Juan de Burdaspar, señor del palacio de Burdaspal, a causa del impago de 4 ducados y medio de cuarteles y alcabalas.

Al año siguiente, 1557, el valle de Roncal inicia un largo y complicado proceso contra el señor del palacio de Burdaspal exigiéndole el pago de cuarteles y alcabalas como cualquier vecino del valle. Este proceso se alargó nada menos que hasta el año 1643, con el resultado negativo para las pretensiones de los roncaleses, pues la Cámara y Consejos Reales de Navarra, atendiendo a que “la casa de Burdaspal a sido Casa y Palazio de Cauo de Armería de tiempo prescripto e inmemorial, de cuio principio no ha hauido ni ai memoria de ombres en contrario, y en toda la dicha Valle,, por todos los de aquella, ha sido realmente tenido por Palazio y Casa de libertad y no por ottra, no en perjuicio de la dicha Valle sino en honrra della”, tal y como quedó sentenciado en los procesos de 1565 y 1570.

En el año 1560 nos encontramos a Pedro Pérez de Urzainqui, natural y vecino de Urzainqui, envuelto en un nuevo pleito contra Juan de Burdaspar, señor de Burdaspal, “sobre pago de 34 ducados y 12 tarjas de alcance de cuentas y, por vía de reconvención, pago de 8 florines de una obligación”.
Juan de Burdaspar, y su hermano Blas, protagonizan en 1570 un nuevo pleito contra Sancho Ledea y otros vecinos de Burgui, a quienes reclama que le paguen una indemnización por los daños que los ganados de estos han causado en sus piezas.
A Juan le sucede su hermano Blas de Burdaspal, que ocupó el cargo de señor durante muy pocos años, tiempo suficiente para pactar con el Valle los derechos de peaje, correspondientes a sus jurisdicciones.

Tras su fallecimiento le sucede en el cargo Domingo de Burdaspal, Señor de Burdaspal y de Liédena que se casó con doña Águeda de Garat, en cuya casa solariega de Urzainqui nació posteriormente el famoso capitán don Raimundo Necochea de Iñiguez, que pasó a la posteridad por haber sido la persona que capturó en el Perú al rebelde emperador inca Tupac Amaro.
En 1577 el señor de Burdaspal era Fernando de Burdaspar, de quien sabemos que era hijo de Águeda de Olleta, y que compartió el título con su hermano Miguel de Burdaspal y Garat, que casó con María Fernández de Urniza (hija de Miguel y de Ana Fernández de Ardanaz).
Una multa por desacato al juez de insaculaciónle pusieron en 1608 al vecino de Aoiz Miguel de Burdaspar, que en ese momento ostentaba los títulos de señor de los palacios de Burdaspal y de Liédena.

Le sucede su hijo José de Burdaspal y Fernández de Urniza, que fue Diputado de las Cortes celebradas en 1642.
En el año 1630 nos encontramos con un pleito que enfrenta a Ana María Fernández, viuda de Domingo de Burdaspal, y que se autotitula señora de Burdaspal, con la villa de Burgui “sobre ejecución por 830 ducados de venta de 830 robos de trigo”.
En 1643 José de Burdaspar, señor del palacio de Burdaspal, pleitea contra Pedro de Vergara, vecino de Urzainqui, “sobre ejecución de un vedado por 28 ducados de réditos de un censo de 120 ducados de préstamo”. Tres años más tarde contrae matrimonio con Josefa de Acedo y Romeo, de Tiebas. Residen en Aoiz.

Es en el año 1651 cuando vemos a José de Burdaspar envuelto en un pleito contra el Fiscal del Reino a causa de la “información de cédula real relativa a solicitud de acostamiento de 50.000 maravedís”. En ese momento José de Burdaspar era señor del palacio de Burdaspal (término de Burgui), del palacio de Racas (término de Navascués), del palacio de Guesaleria (en Ochagavía), y de los palaciós de Ustés y de Liédena. Concretamente los palacios de Racas, de Ustés y de Guesaleria, así como las pechas de Cerréncano, con todas sus preeminencias, derecho de asiento en Cortes y acostamiento, las recibió José de Burdaspal tras morir su tío-abuelo, Juan de Racas, sin sucesión; patrimonio este que desde entonces queda incorporado al linaje de Burdaspal.
La cédula de José de Burdaspar, fechada en Madrid el 14 de septiembre de 1653, consignaba su calidad de hijo-dalgo, noble por todos sus abolorios, e informaba que en 1638 había servido, con una compañía de cien hombres, en la villa de Burguete “los cuales levantó en la villa de Aoiz, siendo Alcalde”, y también que había asistido al sitio de Fuenterrabía.

Pero José de Burdaspar no sólo pleiteaba contra los vecinos del valle o contra el Fiscal, ni tan siquiera su propia familia se libraba. En 1665 lleva a su propio hijo ante los tribunales, que se llamaba igual que él, y que además debiera de ser su sucesor; la razón no era otra que la de que su hijo quería tomar a cuenta 700 ducados de los bienes de su mayorazgo para pagar la dote de su hermana Josefa. Le negó a su hijo el derecho de sucesión, muriendo este hijo “sin tomar estado”después de asistir a las Cortes Generales de 1677.
Ese mismo año de 1665 los vemos pleiteando contra el abad de su iglesia, Francisco Girón, a la vez que exigía ser él quien eligiese al clérigo que ejerciese en su iglesia; y en 1666, y durante trece años, José de Burdaspar mete en un proceso a su propio hermano Joaquín a causa del permiso para tomar a censo 500 ducados en su mayorazgo.



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En 1672, como una prolongación del pleito que hemos visto en 1643, volvemos a encontrar un pleito que enfrenta a Martín de Arles, presbítero beneficiado de la iglesia de Urzainqui, y cesionario del urzanquiar Pedro de Vergara, con José de Burdaspar, señor de los palacios de Burdaspal (Burgui) y de Racas (Navascués) “sobre ejecución de una heredad por réditos de un censo de 80 ducados de préstamo”.
Dos años más tarde, en 1674, José de Burdaspar, en calidad de señor de los palacios de Burdaspar y de Racas, casado con Josefa de Acedo, pleitea contra Juan Antonio de Acedo, de Tiebas, sobre el pago de 2.500 ducados de dote, ofrecidos en los contratos matrimoniales. Jose de Burdaspar y su mujer vivían entonces en Aoiz.

Cuatro años después, en 1678, vemos todavía a Josefa Acedo, en calidad de viuda de José de Burdaspar, acudir a los tribunales a causa de la demanda interpuesta por su hermano, Juan Antonio Acedo, vecino de Enériz en ese momento y señor del palacio de Iriberri (Leoz); en esta ocasión el pleito era por culpa de 900 ducados de la dote.
Del matrimonio formado por José de Burdaspal y Josefa de Acedo nacieron el ya mencionado José (desheredado) y Teresa.
Así pués, doña Teresa de Burdaspal y Acedopasa a ser la nueva señora de Burdaspal, y titular de todas las propiedades y mayorazgos que le venían por herencia. Se tiene constancia de que en 1719 hubo un proceso de doña Teresa Burdaspal y Acedo, vecina de Pamplona, dueña del palacio y señorío de Burdaspal, contra el Fiscal y Patrimonial y los jurados, vecinos y concejo de Burgui, para que estos le devolviesen cinco robos y medio de trigo que le exigieron para el pago del cuartel correspondiente a dicho palacio y señorío, por ser libres y exentos de esa contribución desde muy antiguo.
Teresa se casó con Esteban de Echeverría, capitán de Marina, de la casa de Olano, por cuyo matrimonio agregó a los suyos el mayorazgo fundado por él mismo en Pamplona.

Una vez que Teresa de Burdaspal quedó viuda hizo la distribución de sus bienes tal y como había quedado dispuesto por testamento otorgado en 1726 en la ciudad de Pamplona; y esta distribución la hizo entre los siguientes hijos: María, Fermín, y María Bernarda.
Merced a ese testamento el nuevo titular de los palacios y mayorazgos pasa a ser Fermín de Echeverría y Burdaspal(desaparece Burdaspal como primer apellido). Fermín fue Capitán de Dragones con el Marqués de Caylus, asistiendo entre otras a las acciones de Almansa, Lérida y Villaviciosa. Posteriormente, en 1738, fue nombrado Alcalde de Pamplona, en cuya fecha visitó la capital la Reina doña María Ana de Neoburg.
Se casó con Dionisia de Azpilcueta, hija del muy ilustre señor D. Antonio, Consejero de Su Majestad, y de doña Felicia de Iriarte.
De Fermín y de Dionisia nació Antonio de Echeverría-Burdaspal y Azpilcueta.

En el año 1744 nos encontramos con que Antonio de Echeverría y Azpilcueta (obsérvese que ya no utiliza el apellido Burdaspal, al menos en esta ocasión) en calidad de descendiente de la casa de Echeverría en el lugar de Olano (Valle de Ulzama) solicita de las Cortes del Reino que se acredite su nobleza; Antonio de Echeverría era en aquél momento señor de Urdaspal y de los palacios de Racax Alto, Liédena y Ustés. Desde el año anterior venía pleiteando sobre su derecho de asiento en las Cortes Generales.

Antonio de Echeverría asistió a las Cortes de 1757 y 1780; litigó con el valle de Roncal la titulación de su solar (por muerte sin sucesión de doña María Isabel de Acedo), lo que creó una situación anómala e irregular en la que llegó a perder temporalmente la propiedad.
Dentro de la segunda mitad del siglo XVIII figuraba como casero y arrendador del caserío de Burdaspal don Juan Ibañez, quien había dejado este lugar, en alquiler, al mencionado don Antonio de Echeverría y Azpilcueta, vecino este último de Pamplona y de Tafalla.
Lo cierto es que Antonio de Echeverría, tan preocupado por acreditar su nobleza, se las tuvo que ver con la Junta del Valle de Roncal en un pleitó que duró desde 1761 hasta 1798 a causa de la pretendida denominación de “palacio” a la casa de Burdaspal.
En el año 1802 todavía se mantenía como señorío.

Sobre las ruinas del monasterio se levantó una iglesia dedicada a San Salvador, que hacía las veces de abadía rural. Se sabe que a mediados del siglo XIX estaba en ruinas y que del monasterio todavía quedaban algunos vestigios.
Durante buena parte del siglo XX los lugareños conocían a Burdaspal como El Caserío, quizás –según apunta Félix Sanz en su libro “Burgui, un pueblo con historia” (2001)- en recuerdo de las casas de criados y menestrales que debíó haber alrededor de este señorío.



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Escudo.- Las armas del palacio y apellido de Burdaspal son: escudo de oro, fajado de cuatro de azur que, con este color, o esmaltadas de sinople, se han usado indistintamente por las diferentes familias originarias de esta casa.


 
CAHUÉS ( NAVARRA)



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Estamos ante una localidad, antigua villa, que quedó deshabitada en la primera mitad del siglo XIV, situada dentro del actual término municipal de Miranda de Arga. Hoy, setecientos años después, apenas sobreviven algunos restos de sus antiguas viviendas; es fácilmente detectable su emplazamiento a causa de las numerosas piedras que salpican el terreno, pudiéndose encontrar abundantes restos cerámicos; incluso en algunos casos han llegado a sobrevivir pequeños lienzos de pared correspondientes a los cimientos de sus primitivas viviendas.



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Restos cerámicos




Su ubicación dentro del término de Miranda, muy próxima al término de Falces, muy próxima al río Arga, nos permite recordar que durante un tiempo llegó a pertenecer a esta segunda localidad.
Fue núcleo de población, a principios del siglo XII, de señorío nobiliario. En el año 1114, según nos aportan los documentos, el monasterio de Irache recibió algunas heredades de esta villa. Casi un siglo después, en 1208, los Hospitalarios de San Juan compraron algunas tierras y propiedades en este lugar, las suficientes como para llegar a instalar una encomienda de esta orden en el año 1237.


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Las piedras delatan el emplazamiento de esta antigua villa



Pero antes del año 1280 vemos a la villa de Cahués integrada dentro de las propiedades de la Corona, a la que pagaba una pecha (impuesto) anual de 15 cahíces de trigo y otros tantos de cebada y avena, más los 20 de una y otras especies que habían pertenecido a Gil Garcés de Azagra y Gonzalo Ibáñez de Baztán hasta el secuestro de sus bienes a raíz de la Guerra de la Navarrería, según informa la Gran Enciclopedia Navarra.



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Sobreviven pequeños lienzos de pared



Se calcula que Cahués quedó despoblado en la primera mitad del siglo XIV. El término fue cedido en el año 1307 a Ojer de Mauleón; fue una cesión temporal, pues poco después se ve que vuelve a pertenecer al patrimonio de la Corona. En 1422 hubo una disputa entre Falces y Miranda de Arga sobre su propiedad.



ERMITA DE SAN JUAN BAUTISTA


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Al igual que sucede en otros muchos núcleos de población que llevan siglos deshabitados, lo que nos ha quedado de ellos en su iglesia, convertida actualmente en ermita.
En este caso, en una atalaya privilegiada sobre el cauce del Arga, podemos ver hoy la ermita de San Juan Bautista, antigua iglesia de Cahués, y en un estado más que aceptable tras haber sido sometida recientemente a un proceso de restauración.


Es un edificio rectangular (una única nave), de estilo románico, con cubierta de teja árabe a dos aguas, y vistosa espadaña desprovista de campana a la altura del lado de la Epístola. Su interior está totalmente diáfano, destacando únicamente la estructura de madera que soporta el tejado. Mantiene la portalada original de acceso con arco de medio punto.

Siglos atrás se ve que este edificio perdió su ábside románico en beneficio de una cabecera recta. Y sin remontarse tan atrás, también perdió en su interior el antiguo retablo barroco, siendo lo más lamentable el robo de la imagen del santo titular.



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ELIZABERRIA ( NAVARRA)


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Otros nombres
: Lizaberria


Ubicación
El lugar de Elizaberria estaba
situado en el valle de Ibargoiti, al sur de Salinas; concretamente a la izquierda de la carretera que va a Zabalza; muy cerca de la muga de ambos términos.


Historia
Son varios los lugares en Navarra que han llegado a denominarse Elizaberria, nombre vasco que se traduce como “iglesia nueva”. Precisamente por ello, y para diferenciar a este Elizaberria de otros, la documentación conservada nos aporta el dato de que en el año 1097 se le denominaba Elizauerria de Saualza, mientras que en los siglos XII y XIII aparece bajo la denominación de Elizaberria de Ibargoiti.

Era simultáneamente lugar y monasterio; este último dedicado a Santa María, y dependiente del monasterio de San Salvador de Leire.
El historiador Roldán Jimero Aranguren en su trabajo Cristianización y tradiciones cultuales en Vasconia (publicado en 2008 en el “Bulletin du centre d’études medievales d’Auxerre”) apunta la hipótesis de que el origen de este despoblado, profusamente documentado desde finales del siglo XI, pueda estar relacionado con la renovación impulsada a lo largo del Camino de Santiago.
Curiosamente es en el siglo XIII cuando a nivel documental queda extinguido este lugar, y sin embargo en la primera década del siglo XXI todavía quedaban algunos restos de la cabecera románica de su templo y una parte de su recinto mural.


Estado de conservación
Sorprende ver el estado de abandono que vive este edificio. Está pidiendo a gritos una intervención. Seguramente que ya no es hora de pedir su reconstrucción de este antiquísimo monasterio, pero sí que procede una limpieza del entorno y una consolidación de sus ruinas. Es un edificio con una categoría, con un nivel artístico y con una entidad histórica que lo hacen merecedor de este esfuerzo.



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Texto y fotos: Fernando Hualde

(Fotos: 7 diciembre 2009)


ELIZABERRIA EN 1982
Fotos obtenidas el 27 de enero de 1982 por Adolfo Etxegarai

El paso de los años deja su huella; en este caso es la huella de la dejadez y del abandono, la que nos muestra cómo en las últimas décadas se ha dejado que esta joya arquitectónica quede invadida de vegetación. Así estaba hace unos años este antiguo monasterio de Elizaberria



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ERANSUS ( NAVARRA)


IGLESIA DE ERANSUS. HISTORIAS DESDE LA PUERTA.


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Hace ya un tiempo que los ladrones entraron a la abandonada iglesia del Señorío de Eransus, en el valle de Egüés. Para ello arrancaron un trozo de puerta; trozo este del que hoy nos vamos a servir para evocar lo que un día fue ese templo.

Este pasado mes de enero, en plena nevada, visitaba yo lo poco que queda del Señorío de Eransus. Es una visita que me gusta hacerla con una cierta frecuencia, a pesar del estado de abandono en el que se encuentra. Y cualquier época del año es buena para visitar este remanso de paz.

La construcción de unas viviendas ecológicas junto al conjunto urbano del viejo señorío ha servido para darle un poco de vida a ese entorno, aunque lo cierto es que, lejos de servir para frenar el proceso de deterioro que ha vivido esta localidad durante las últimas décadas, o para evitar el expolio al que se ha visto sometido, no han evitado la intervención de los amigos de lo ajeno. Poco, o nada, queda por llevarse de la iglesia, como no sean las piedras; y poco, o nada, queda por llevarse del viejo palacio que haciendo fondo a la calle principal enseñoreaba esta pequeña localidad del valle de Egüés. Los ladrones, o quien sea, se lo han llevado todo, ni el portalón de la entrada han respetado.

En la iglesia del Salvador, o de la Asunción, no es la primera ni la segunda vez, ni tan siquiera la tercera, que entran a robar. Se llevaron en su día (octubre de 1994) varias imágenes, y lienzos, y la pila bautismal, y también el aguabenditera; en otra ocasión las campanas (1995), y finalmente han acabado por llevarse lo poco que quedaba. Ahórrense los ladrones nuevos viajes, que ya no queda nada, ni tan siquiera los enchufes. Hay quien dice que no siempre han sido los ladrones los que se han llevado las cosas; que tal vez las campanas se ausentaron con ciertos beneplácitos.



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Desconozco en todo este proceso de expolio que ha vivido esta iglesia que papel ha jugado el Arzobispado y los propietarios del lugar, enfrentados en su día por un problema de propiedad. Doy por hecho que en su momento habrían sacado de allí todo lo que entendieron que era de valor, aunque debo de decir que, si así fue, su entendimiento y el mío no coinciden. Allí se quedaron hasta hace muy pocos días las dos aras que en el altar cobijaban las reliquias, allí se quedó la funda de tela de esas reliquias, allí se quedaron las sacras con sus marcos de latón dorado y su textos en latín, y las viejas casullas, algún alba, estolas, los cubrecáliz, los paños del altar con artísticas puntillas, paños para cubrir las fuesas…; todo ello de una antigüedad notoria.

Son piezas cuyo valor material y económico tal vez sea cuestionable, pero cuyo valor inmaterial y etnológico es infinito. Son piezas que han formado parte de la religiosidad popular de un pueblo, piezas que las donó ese pueblo a la iglesia, y que como mínimo debieron de ser retiradas con todo el cariño del mundo. Son piezas de etnología religiosa y litúrgica tras las que hay una historia impregnada de fe popular, una historia que es la historia de los vecinos de Eransus. Porque la iglesia, igual que las casas, los corrales, el palacio, la fuente, y el cementerio, son junto con sus campos, ese espacio que configura la historia íntima de este pueblo.


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La puerta
Lo realmente cierto es que, a día de hoy, ni están las campanas, ni existe el retablo mayor, ni existe el retablo de San Vicente, ni la pila bautismal, ni la pila de agua bendita, ni el sagrario, ni tan siquiera la barandilla del coro. Quedan tan sólo paredes, que en medio de lo malo no es poco. Conservo la esperanza de que, al menos, una pequeña parte de lo que falta no haya sido robado, sino simplemente trasladado por el Arzobispado a otro lugar donde se garantice su conservación.

Se calcula que la iglesia fue construida a principios del siglo XIII. Se calcula también que la puerta obedece a esa misma época. Pues bien, en su momento alguien reventó esa puerta arrancándole un trozo, lo cual me imagino que no habría sido tarea fácil teniendo en cuenta el grosor de la puerta (8 centímetros); se supone que tras este “heroico” gesto pudieron abrirla fácilmente y llevarse lo poco que quedaba en su interior. Para entonces se había hundido ya el techo de la sacristía, sepultando bajo los escombros la relación de piezas anteriormente citadas, piezas estas que a día de hoy han sido cuidadosamente retiradas, limpiadas, y catalogadas.

Así pues, allí quedó en el suelo el trozo de puerta arrancado. Inservible. 40 centímetros de altura, por 10 de anchura. A un lado, el del interior, estaba el asidero de hierro; al otro lado, un bello clavo de forja. 800 años de antigüedad.

Y hoy es el momento de coger esa pieza (que ya ha sido sometida a un tratamiento antixilófagos, y de limpieza), y dejar que haga su último servicio. Podría hablarnos este trozo de puerta de cómo se ensambla la madera, de cómo se coloca un asidero de hierro, de cómo se forja un clavo de esas características, de…Pero, en su lugar, artesanías meritorias a parte, vamos a dejar que ella nos cuente qué es lo que había, y qué es lo que se vivía, a ambos lados de esa puerta.

Y es que por esa puerta durante ocho siglos han pasado generaciones y generaciones de vecinos. Podría hablarnos de la evolución de la indumentaria, de la evolución del lenguaje, de la evolución de los ritos litúrgicos pre y post conciliares. Podría hablarnos de viejos ritos que se hacían en su umbral, como el del pan bendito, tal vez alguna boda, santiguarse o signarse con agua bendita… Por ella han pasado vivos y muertos, han pasado procesiones, han pasado clérigos y labradores, mujeres y niños, viáticos y cruces parroquiales, cirios y mantillas…

Desde esa posición privilegiada de acceso al templo habría visto no pocos bautizos, o al monaguillo debajo del coro ataviado con su roquete tirando de la soga para hacer sonar las campanas, o a pías manos colocando flores a San Vicente, incluso a los ladrones que tantas veces han desvalijado ese templo.
Si este trozo de puerta pudiese hablarnos nos contaría viejas historias como la de la polémica destitución en 1566 de aquél párroco (entonces, en aquél momento, se le llamaba rector) llamado León de Ardanaz, quien se negó a dejar su cargo aún teniendo que renunciar para ello a llevar también la iglesia de Ardanaz, que eran dos parroquias que tradicionalmente habían ido unidas. Tan sólo seis años antes se había colocado allí un pequeño retablo, en el lado del evangelio, financiado con la generosidad de dos mujeres de este lugar: María Fernandiz de Egüés, y su hija María; este retablo, dedicado a San Miguel Arcángel, a Santa Catalina, y a Santa Bárbara, fue robado en 1977.



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Incluso se nos remontaría este trozo de puerta, narrándonos historias y vivencias, hasta el siglo XIV, contándonos que fue entonces cuando se colocó una vieja pintura que representaba a San Vicente. Seguro que si esta parte de la puerta hablase nos explicaría porqué esa imagen de San Vicente, y no de otro santo.

Y nos contaría de las reformas que acometió a principios del siglo XVII el abad de Eransus, don Miguel de Vergara y Egüés. Aquél sí que se lió la manta a la cabeza, dando así continuidad al proceso de reformas iniciado el siglo anterior. Se hizo entonces desde una campana de cuatro quintales, obra de Juan de Gutiérrez de Casa, hasta el retablo mayor, hecho entre 1605 y 1611 por el maestro pamplonés Juan de Landa, que por cierto, allí se las vio su viuda, María de Moret, para cobrar este trabajo. Juan de Landa se había ocupado de todo lo que había sido la labor de dorado y estofado del retablo y del sagrario. Y es que al abad de Eransus lo de los dineros no se le daba nada de bien, incluso tuvo que interponer algún pleito, en 1614, contra Miguel de Isturiz, que era el primiciero del lugar.

También nos aclararía quien era aquella santa situada sobre una peana, no muy lejos de la puerta; seguramente se trataría de la imagen de Santa Eulalia, titular de una ermita que hubo en Eransus hasta el siglo XVIII; pero nos quedamos sin saber quien fue realmente. O nos hablaría de aquella otra imagen de la Virgen que hubo, y que ahora forma parte de una colección particular.

¿Y qué no habrá oído este trozo de puerta?. Misas y misereres a montón; recios sermones apelando a la moral y a las buenas costumbres; vísperas y maitines; rosarios y vía crucis; habrá oído el latín, el euskera, el castellano, y también algún romance de intersección; supongo que no pocas tertulias vecinales, al sol de la tarde, sentados sobre las lajas que forman un banco en el atrio; incluso, afinando bien el oído, habría escuchado esta puerta alguna confesión, tal vez de alguna de esas damas que acudían antaño a la fuente con la herrada, no para recoger agua, sino para hablar de chicos, en medio de conversaciones que se movían entre lo pícaro y lo pecaminoso.

Testigo mudo de mil historias, de mil escenas. En el exterior, a tres metros, está el cementerio. Dos puertas mirándose de frente, ¿qué no se habrán contado?, ¿qué no habrán visto?, ¿qué no sabrán de oraciones y plegarias, de llantos y de flores?. Yo me imagino pasando bajo el umbral de la puerta de la iglesia, saliendo de ella, a algún clérigo ensotanado, breviario en mano, tocado con el bonete, camino de El Pineral, buscando un sitio libre del corsé de las cuatro paredes parroquiales en donde hacer sus oraciones, en medio de sotos y arbolado. O paseando hasta Mendioroz…, o hasta la venta, o hacia el monte de Echálaz.



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Puertas afuera
A este lado de la puerta, en el exterior de la iglesia, lo que hay es un pequeño pueblo con calle única. En esa calle, a un lado estaban las casas, y al otro lado los corrales. Cerrando aquella calle estaba, y está, el palacio, con su pequeño patio interior y sus caballerizas. Y entre las casas y el palacio, rompiendo un poco el orden de las edificaciones, estaba la escuela.

Al final de la calle, un poco antes de llegar al palacio, está la fuente, con abrevadero y lavadero adosados por detrás. Este elemento arquitectónico, que se autoabastece de la denominada Fuente Vieja, era realmente el centro social de la localidad, donde confluían los vecinos, lo mismo los señores que los sirvientes, lo mismo los labradores con sus caballerías, que las lavanderas con sus baldes de zinc cargados de ropa. Allí se hablaba de lo humano y de lo divino. Allí se convivía. La fuente y la iglesia eran dos puntos de unión; destino de todos, como el cementerio.



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Ahora mismo, año 2006, tal día como hoy, la imagen es la de un pueblo fantasma. Alguien decidió no hace muchos años que las casas había que derribarlas totalmente, tal vez por seguridad, ante la construcción a pocos metros de unas viviendas ecológicas. De ellas no quedan más que unos montones de piedras junto a la hilera de plataneros. Para unos son eso, piedras; para otros esos montones de piedras esconden para siempre unas historias, la historia de Casa Máximo, la historia de Casa Leache, la historia de Casa Zacarías…; historias de hondo sabor humano.

Los corrales y las cuadras siguen en pie, pero prácticamente hundidos, en ruina total. La escuela mantiene, y muy deteriorada, su estructura externa, pero el tejado y el interior se han venido abajo. Y el palacio, con su jardín de cedros…, el palacio da pena. Sus puertas y ventanas están tapiadas. El magnífico farol que había en su fachada, voló; lo mismo que sucedió unos años antes con el recio portalón de entrada. De la cocina se han llevado la cocina económica. Ausencia total de mobiliario, excepto lo poco que hay en las viejas cuadras, aprovechado por algunos indigentes. La planta baja todavía se mantiene en pie, pero de allí para arriba está todo hundido. Triste final el de este bastión de poder local. Duro contraste con aquellas celebraciones de las fiestas dedicadas a la Asunción del Señor.
Queda el consuelo de ver a la fuente en plena actividad. A su lado un sauce le hace compañía; agua a cambio de sombra; soledad compartida.



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Esto es Eransus. Y estas son las historias que nos ha evocado un trozo de puerta arrancado a la historia de la iglesia. Sesenta y nueve vecinos hace cuarenta años; hoy… silencio, soledad, y ruina. También paz. A aquellos vecinos de hace cuatro décadas, a los que yacen en el camposanto, a cuantos han vivido en este lugar a lo largo de tantos siglos de historia, a todos ellos, va dedicado este texto; no en vano todos ellos tienen en común, seguramente, el hecho de haber puesto alguna vez su mano sobre el tirador de este trozo de puerta.


Diario de Noticias, 27 de febrero de 2006
Autor: Fernando Hualde



ÁLBUM FOTOGRAFICO DEL PALACIO DE ERANSUS

FOTOGRAFÍAS TOMADAS EL AÑO 2005



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Detalle del azulejo de la fachada


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Fachada principal en un día nevado (29 de diciembre)


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Dovela central, o clave, de la portalada, luciendo el escudo del señorío.


 
ERRONDO ( NAVARRA)


ERRONDO, LA TORRE DE UNCITI

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Una alta y recia pared, ruinosa y solitaria, nos recuerda en el término de Unciti que allí existió el término de Errondo, con su torre defensiva, sus casas, su molino, y su iglesia románica.

Hace unas cuantas décadas, concretamente durante la segunda década del siglo XX, Arturo Campión nos obsequió con una novela, o un relato novelado integrado en sus “Narraciones baskas”, que todavía hoy nos invita a reflexionar. Su título era “El último tamborilero de Erraondo”, y vio la luz en 1917.
Contaba Campión la historia de Pedro Fermín, hijo del txuntxuneroMartín Izko, de quien heredó su flauta y su afición a la música. Vivía nuestro protagonista muy cerca de Pamplona, en una pequeña localidad del valle de Unciti de la que hoy poco queda; su nombre: Errondo.

Un buen día Pedro Fermín emigró a América, igual que hacían tantos y tantos paisanos suyos en aquellos años, solo que su viaje estaba motivado por el hecho de que quería evitar a toda costa servir a Carlos V, y tampoco a María Cristina. El caso es que allá estuvo de pastor durante medio siglo, conviviendo con gentes euskaldunes, como él. Después de cinco largas décadas Pedro Fermín, en el ocaso de su vida, volvió a su tierra; su sorpresa fue que ya nadie le conocía, que el vascuence ya no lo hablaban, y que el txistu a aquellos lugareños les sonaba como algo advenedizo.



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Sucedía esto en Errondo (o Erraondo, Raondo, Rondo…). Hoy es el día en el que en esa localidad no se habla el vascuence ni tampoco el castellano, en el que ya a nadie le parece que el txistu pueda ser advenedizo; hoy es el día… en el que ya nadie habita en aquél paraje, ni quedan rastros de sus casas, ni de su iglesia, ni de su molino; tan sólo una recia pared de piedra es el único vestigio de lo que un día fue.
Oficialmente aparece deshabitado desde el siglo XV, pero se sabe que en siglos posteriores la presencia humana ha sido intermitente.

Redondo
A día de hoy el paraje de Errondo está integrado en el término municipal de Unciti, en el valle del mismo nombre. Pero siglos atrás Errondo tenía su propio término, caprichosamente redondo, como si estuviese hecho con un compás.
Tal día como hoy quien se acerque hasta allí lo único que va a encontrar es un impresionante lienzo de pared, único vestigio de la que antaño fuese la torre defensiva de este viejo señorío. Doy por hecho que todos los edificios que allí pudo haber se construyeron al amparo de esta torre, que habría sido el primer elemento arquitectónico de este enclave, y el que habría dado nombre al paraje; a falta de la opinión de algún entendido me permito apuntar la hipótesis que el nombre de Errondo puede derivar de “dorre ondoa” (junto a la torre); menos fiable me parece, aunque también entra dentro de lo posible, que derivase de “errota ondoa” (junto al molino).

En cualquier caso esta torre podría asemejarse a la cercana torre de Mendinueta, pero con un grosor superior, que todavía hoy oscila entre los 185 y los 250 centímetros, incluso conserva este muro una canalización interior muy interesante. Una foto de esta torre, obtenida en el año 1923, viene a demostrarnos que en todo este tiempo la fortaleza ha perdido una de las dos paredes que parcialmente conservaba, lo cual nos da una idea del proceso de deterioro que viene padeciendo, y nos permite augurar –sin pecar de catastrofistas- que en tan sólo unas décadas puede quedar todo reducido a un montón de piedras, eso sí, a un montón enorme.


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Aprovecho estas líneas para sugerir que a estos restos se les aplique un tratamiento de consolidación para evitar que en unas décadas ya no existan. Se muy bien que una intervención de este tipo reporta escasos votos, y que las arcas administrativas seguramente que tienen otras prioridades. Pero lo único claro, cierto, y palpable es que en pleno siglo XXI los vestigios de nuestra historia están desapareciendo ante nuestros ojos en medio de un silencio sepulcral y, lo que es peor, en medio de la indiferencia más absoluta. Y la torre de Errondo es una muestra más de esto que digo.

Ya desapareció hace más de un siglo, en este mismo lugar, el hermoso tímpano de la vieja iglesia románica de Santa María –también llamada Capilla de Ntra. Sra.-, localizado posteriormente en Nueva York, como tantas y tantas piezas de la arquitectura románica del Pirineo. Un tímpano en el que se veía a los cuatro evangelistas impartiendo las enseñanzas de Cristo, y al que los expertos relacionan con la obra del llamado “maestro de Cavestany”, que en el siglo XII dejó su artística obra en la franja pirenaica.
Algunos capiteles de esta misma iglesia fueron entresacados de las ruinas y recogidos por el padre Escalada, jesuita, que los trasladó al Museo del Castillo de Javier.



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Desapareció también un dintel procedente de esta iglesia de Errondo, que del templo pasó al molino, y de allí quien sabe a donde; al menos de esta última pieza se conserva al menos una fotografía sacada en 1923 cuando decoraba una pared del molino. Se trataba de un dintel rectangular con un crismón en el centro, tallado sobre la figura de un cordero; este crismón, dentro de un círculo, es sostenido en sus flancos por sendos ángeles, mientras otros dos se acercan a los primeros.

Son restos de una iglesia, o capilla, que en el siglo XV cobraba un diezmo de dos cahizesanuales de trigo, y en la que el abad de Unciti tenía a su cargo mantener media capellanía.
¿Y qué no decir del desaparecido molino?. Fray Fernando de Mendoza en un artículo publicado en 1924 en la revista “Verdad y Caridad” lo definía como un “molinito de juguete, de belén, con puerta chiquita, cauce de escape de aguas en arco redondo baquetonado y su cubierta de bóveda y tierra. Dentro la piedra de moler, que casi llena la celda”. Este mismo fraile ya nos decía en aquél año que el molino hacía ya tiempo que no funcionaba, “¡cuánto ha rodado en otro tiempo esta piedra!, ahora ni rueda ni canta. Pero el agua sigue deslizándose ociosa y alegre, indiferente a lo que le sale al paso, día y noche corriendo a su ignorado destino”.


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Piedras con historia
Hoy ya no queda el tímpano, ni el dintel, ni el molino, ni casa alguna; tan sólo, como testimonio de lo que allí hubo queda parcialmente una de las cuatro recias paredes que configuraban la torre. Y queda el topónimo, y también el nombre del barranco cuya agua hoy, como antaño, sigue recorriendo el lugar.
Al contemplar una pared de ese grosor y de esa envergadura a nadie le puede caber la duda de que detrás de esas piedras hay una historia, una historia rica, una historia que nos remonta al siglo XI. Es en el año 1037 cuando encontramos la primera referencia documental de este lugar.
Casi tres siglos después, en 1317, los viejos legajos nos hablan de que Errondo aparece entre los bienes confiscados a García Almoravid después de la guerra de la Navarrería. Se le confiscaron bienes en Errondo (viñas, huerto, manzanedo, monte y prado), en Góngora, Eicega, Aquirrian, Zuazu, Arteiz, Zoroquiain, Elcarte, Andosilla, lerín y Viana.

En 1361 el rey Carlos II donó a Rodrigo de Úriz “las casas de Raondo y de San Constantín, con todas sus pertenencias, en atención a sus buenos servicios”; esos buenos servicios no eran otra cosa que el agradecimiento del monarca navarro a Rodrigo de Úriz por las 300 libras que este le prestó para financiar las partidas de Francia y de Normandía, que le fueron abonadas en 1363 por García Miguel de Elcarte, tesorero del reino. Rodrigo de Úriz era en este tiempo señor de Raondo (o Erraondo) y de Úcar; en 1370 lo vemos intercediendo ante el comisario de las ayudas de la merindad de Sangüesa para que exima a Lizarraga y a Idoate de pagar determinados impuestos que estaban obligados a pagar.

Era en el año 1383 cuando la propiedad de Errondo revierte de nuevo a la Corona, asignándose en ese año a Leonel, el hijo de Carlos II, y hermano bastardo de Carlos III. Mantuvieron estos la propiedad del lugar hasta su enfrentamiento con el príncipe Carlos de Viana, que en 1455 volvió a confiscar estas propiedades para entregarlas seguidamente a su vicecanciller y caballerizo Carlos de Cortes. En ese tiempo aparecía ya Errondo como un despoblado.

En 1544 vemos al fiscal Pedro de Navarra, marqués de Cortes, y al guarda Pedro de Unciti, pleitear contra Juan de Otano, vecino de Unciti, que acabó en prisión este último por talar árboles en Errondo –que eran propiedad del marqués- y por agredir al guarda. Unas décadas después, en 1567, Pedro de Rada, en nombre y como procurador de Martín de Córdoba, virrey del reino, y su mujer Jerónima Navarra, marqueses de Cortes, firmaron una escritura de censo perpetuo en la que concedían al lugar de Unciti el término redondo de Errondo por 40 robos de trigo anuales, escritura esta que fue recurrida en 1593 por Diego Fernández Jiménez, gobernador del Marqués de Cortes, que pretendía que los 40 robos anuales se convirtiesen en 150.




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Esta es la historia del lugar plasmada en cuatro pinceladas para evitar entrar en detalles que pueden aburrir al lector, pero que quien lo desee puede acceder a ellos hurgando en el Archivo General de Navarra; esta es la historia que ha vivido esa pared de la torre que, altaneramente, desafiando a la ley de la gravedad, todavía sigue en pie. Estamos ante una torre que en el siglo XIV tenía sus “gentes de armas”, ante una torre que sin duda formaba parte de esa línea defensiva que se comunicaba visualmente y que recorría todo el valle de Izagaondoa, Unciti, y Aranguren, hasta llegar a Pamplona; Irulegui, Leguín, Mendinueta…, y la propia torre de Errondo, son restos de todo aquello.

Soy consciente de que es poco probable –y espero equivocarme- de que llegue el día en el que alguien tome la decisión y la iniciativa de proteger estos restos; no hablo de reconstruir la torre, sino de consolidar lo que queda. Pero, desde esta tribuna pública comprometida con el patrimonio navarro, quisiera al menos dejar “consolidada” la historia que estos restos nos evocan. Mientras tanto las piedras siguen cayendo.

Diario de Noticias, 24 de febrero de 2008
Autor: Fernando Hualde


 
EYZCO ( NAVARRA)



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Pared del cementerio de Arteta construida con piedras de Eyzco




Etimología
Se desconoce el significado de este nombre. Algunos lingüistas lo vinculan con la palabra “junco” –i(h)i-, y sin embargo otros defienden que pueda estar relacionado con la palabra “peña” –aitz-, o con la palabra “caza” –eiz-.

Ubicación
Se desconoce la ubicación exacta de este despoblado; pero hay que situarlo dentro de Ezprogui. Algunos mapas de Navarra del siglo XVIII lo sitúan enfrente del actual despoblado Loya. Es una localidad diferente a Izco (Ibargoiti), pues los mencionados mapas llegan a recoger la ubicación de los dos núcleos de población.

Historia
La recomposición de la historia de este lugar requiere todo un trabajo de investigación minuciosa. En principio la existencia de Eyzco oficialmente no aparece documentada, pero todo parece indicar –y lo digo con todas las reservas- que estamos asistiendo a una lamentable confusión a causa de asignarle a la localidad de Izco, en el valle de Ibargoiti, todo lo relacionado con Eyzco, o Izco (Ezprogui); ambos núcleos de población estuvieron relativamente próximos, lo cual ayuda a entender esta confusión. Basta con acudir a la Gran Enciclopedia Navarra para leer que el nombre de Izco aparece también en los documentos bajo la forma Eyzco; incluso llega a indicar que Izco, después de las reformas municipales de 1835-1845, era gobernado por el diputado del valle de Aibar; y que tras esa reforma formó ayuntamiento con Ezprogui, Moriones, Gardaláin, Guetádar, Sabaiza, Loya, Julio, Usumbelz y Arteta. Dentro de ese mismo baile de denominaciones se ha llegado también a publicar en la enciclopedia mencionada que tras las reformasa administrativas de 1835-1845 la localidad de Loya se llegó a integrar en Izco, “que más tarde desaparecería”.

Todo parece indicar que estamos ante un error a corregir, pero… ¿dónde estaba Eyzco?. Los mapas antiguos lo sitúan exactamente frente a Loya, en el sombrío bosque que hoy vemos desde este despoblado en la ladera que hay al otro lado del barranco.
Manuel Apestegui, actual panadero de Sada, fue quien “levantó la liebre” sobre la extraña ausencia de documentación que hay sobre Eyzco, habiendo constatado él su ubicación sobre un mapa del siglo XVIII. A partir de ese momento se ha indagado a través de los testimonios orales recogidos de ancianos del entorno, quienes coinciden en señalar que en ese mismo emplazamiento que indica el mapa ellos llegaron a conocer los restos de varias casas, convertidas ya en montañas de piedras; y que esas mismas piedras, transportadas con caballerías, a lo largo de los años fueron aprovechadas para levantar corrales y viviendas en Arteta (la pared del cementerio se rehízo con estas piedras, entre otras paredes), y en Loya. Es fácil suponer que alguna otra localidad se habría beneficiado también de aquellos restos.

Queda ahora por delante la tarea de analizar todos aquellos documentos que hablan de Eyzco y de Izco. De entrada el Becerro de Roncesvalles alude a un tal Ynigo de Eyzco. Y en el Archivo General de Navarra en documentos fechados entre 1532 y 1591 se recogen hasta tres variantes del nombre de esta localidad: Eizco, Eyzco, y Eyssco. En ese mismo archivo la base informática no distingue entre en Izco (Ibargoiti) e Izco (Ezprogui) –ni tampoco es esa su función-; entre el amplio listado de documentos que hay dentro de la sección de Procesos es difícil discernir cuales corresponden a un sitio y a otro; por lógica a buen seguro que son mayoría los que afectan a Izco (Ibargoiti). Pero en el año 1567 nos encontramos con un proceso judicial que afecta a un tal Pedro de Ordoqui, vecino de Izco, denunciado por Pedro de Aibar, señor de Sada y dueño del despoblado de Gardalain, por haber dejado entrar y pastar a ganados del valle de Salazar. Dentro de ese amplio legajo, compuesto por decenas de documentos, al menos en dos ocasiones se alude a Izco como cabo de Loya, y se aprecia que hay una unidad territorial configurada por núcleos de población como el propio Izco, Gardaláin, Loya, Julio, Arteta y Guetadar. Esto nos permite, de entrada, saber que aquellos documentos de Izco con presencia del apellido Ordoqui, se corresponden muy probablemente con la localidad de Izco, o Eyzco, de Ezprogui.

Es por ello que sabemos que el susodicho Pedro de Ordoqui, era hijo de Juan de Ordoqui, apodado Lindo, quien en los años treinta del siglo XVI compartía vecindad, no exenta de pleitos, con María Mina de Oloz, hija de Miguel de Oloz, y con Juan de Aldunate, entre otros.



EYZCO, UN PUEBLO SIN CASAS Y SIN HISTORIA


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No es muy normal, pero en Navarra hay algunos pueblos que no sólo han desaparecido físicamente, sino que por tener otro tocayo, han llegado a perder su historia. Es el caso de Eyzco, o Izco, en Ezprogui, antiguo Val de Aibar.

El hecho de haber abierto en internet un blog sobre los despoblados de Navarra (despobladosnavarra.blogspot.com) utilizando como punto de partida los reportajes que sobre ellos voy publicando en este periódico, ha dado pie, y esto nunca lo hubiese sospechado a comprobar el alto interés que hay en Navarra sobre estos lugares que, teóricamente, ya no tienen quien les llore. Han sido numerosas las personas que han escrito pidiendo que incluya a despoblados que vieron nacer a sus antepasados, o que me han enviado fotos antiguas, o datos, o simples y entrañables palabras de agradecimiento. A todos he respondido con gratitud.

Pero hace unos días mi amigo Manuel Apestegui, el panadero de Sada, me comentaba un hecho curioso. Me decía que dentro de la finca de Ezprogui hubo un pueblo que aparece en los mapas del siglo XVIII, y del que sin embargo no hay constancia documental de su existencia. La localidad en cuestión se llamaba Eyzco, o Izco; que no hay que confundirla con el vecino Izco, en Ibargoiti. De hecho en algunos mapas aparecen los dos. Lo cierto es que en la amplia relación de despoblados que configuran la finca de Ezprogui este núcleo de población no figura por ninguna parte. Ni figura en relaciones antiguas de despoblados; y ni lo cita la Gran Enciclopedia Navarra; o tal vez lo cita de refilón. Eyzco no existe; y sin embargo…

Izco
Todo parece indicar que estamos ante una mezcla de “personalidades”. No hay que olvidar que Eyzco recibía también el nombre de Izco; y parece que la proximidad de ambos hizo que la historia de uno, el de Ezprogui, se fundiese en la del otro, el de Ibargoiti. Este fenómeno no es nuevo, y la existencia en Navarra de pueblos con el mismo nombre da pie a este tipo de confusiones. Localidades como Murillo, o como Villanueva, requieren en nuestra tierra del uso de un apellido que las diferencie. Tenemos un despoblado en el mismo Ezprogui que se llama Arteta, igual que la localidad del valle de Ollo. Algún historiador ha fundido también en uno solo a pueblos tan distantes, ya extinguidos, como Izanoz (Izagaondoa) e Izania (Ollo). A Mugueta (Lónguida) de pronto lo vemos en los documentos pleiteando con Mugetajarra (Unciti), lo que nos hace pensar que siglos atrás esa distancia que hoy hay en Muguetajarra entre la iglesia y las casas podía traducirse en dos localidades diferentes del mismo nombre, lo que habría obligado a la más antigua a denominarse “la vieja”, es decir, Muguetazarra, o Muguetajarra.

Pero en el caso que nos ocupa la confusión es más normal a causa de la proximidad; al fin y al cabo Ezprogui e Ibargoiti comparten muga; aunque entre un Izco y otro había pueblos de por medio. Es importante aclarar que las denominaciones de Izco, Eyzco, Eyssco… bailan contínuamente.
¿Dónde estaba Eyzco, o Izco, el de Ezprogui?. Pues la verdad es que se desconoce su ubicación exacta. Sí que se sabe que estaba dentro de lo que hoy es la finca de Ezprogui, dentro de la cual están los despoblados de Guetádar, Sabaiza, Usumbelz, Julio, Arteta, Loya, Gardalain e Irangoiti.
Pues bien, los mapas sitúan Eyzco justo enfrente de Loya, al otro lado del barranco. Es una localidad que pudo quedar despoblada en el siglo XIX. Obsérvese, por ejemplo, que la Gran Enciclopedia Navarra cuando recoge la historia de Loya nos dice que tras las reformas administrativas Loya se unió en un mismo municipio con Izco, “que luego desaparecería” dice textualmente. No tendría sentido que Loya se uniese con otro localidad bastante más distante habiendo pueblos en medio.



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Lo más curioso es que la gente mayor nos habla de que sus padres y sus abuelos aprovecharon las piedras de aquél despoblado para hacerse casas y corrales, cargándolas en caballerías. Así pues, aún detectándose hoy abundancia de piedras de construcción en determinadas zonas del pinar que hay frente a Loya, podríamos decir que Eyzco está presente principalmente en las casas de Loya y de Arteta, concretamente las paredes del cementerio de esta última localidad parecen proceder del caserío de Eyzco según tienen oído algunos antiguos lugareños.

Los Ordoqui
Si acudimos a la historia de Izco, el de Ibargoiti, podemos ver que en algunos documentos aparece bajo la forma de Eyzco. De nuevo es la Gran Enciclopedia Navarra la que nos dice que Izco (Ibargoiti) tras las reformas municipales de 1835-1845, era gobernado por el diputado del valle de Aibar, y que tras esa reforma formó ayuntamiento con Ezprogui, Moriones, Gardaláin, Guetádar, Sabaiza, Loya, Julio, Usumbelz y Arteta. Evidentemente se están mezclando las historias de ambos lugares, y además es el de Ibargoiti quien ha absorbido la historia del de Ezprogui. Es así como nos encontramos a un Izco que se ha quedado sin casas y sin historia.

Queda ahora por delante la tarea de analizar todos aquellos documentos que hablan de Eyzco y de Izco. De entrada el Becerro de Roncesvalles alude a un tal Ynigo de Eyzco. Y en el Archivo General de Navarra en documentos fechados entre 1532 y 1591 se recogen hasta tres variantes del nombre de esta localidad: Eizco, Eyzco, y Eyssco. En ese mismo archivo la base informática no distingue entre en Izco (Ibargoiti) e Izco (Ezprogui) –ni tampoco es esa su función-; entre el amplio listado de documentos que hay dentro de la sección de Procesos es difícil discernir cuales corresponden a un sitio y a otro; por lógica a buen seguro que son mayoría los que afectan a Izco (Ibargoiti). Pero en el año 1567 nos encontramos con un proceso judicial que afecta a un tal Pedro de Ordoqui, vecino de Izco, denunciado por Pedro de Aibar, señor de Sada y dueño del despoblado de Gardalain, por haber dejado entrar y pastar a ganados del valle de Salazar. Dentro de ese amplio legajo, compuesto por decenas de documentos, al menos en dos ocasiones se alude a Izco como cabo de Loya, y se aprecia que hay una unidad territorial configurada por núcleos de población como el propio Izco, Gardaláin, Loya, Julio, Arteta y Guetadar. Esto nos permite, de entrada, saber que aquellos documentos de Izco con presencia del apellido Ordoqui, se corresponden muy probablemente con la localidad de Izco, o Eyzco, de Ezprogui.

Es por ello que sabemos que el susodicho Pedro de Ordoqui, era hijo de Juan de Ordoqui, apodado Lindo, quien en los años treinta del siglo XVI compartía vecindad en Izco (Ezprogui), no exenta de pleitos, con María Mina de Oloz, hija de Miguel de Oloz, y con Juan de Aldunate, entre otros.
Me gustaría que este reportaje sirviese para que en un futuro alguien se ocupe de analizar toda esa documentación que hay en el Archivo General de Navarra y poco a poco consiga separar la historia de ambas localidades. Mientras tanto, cualquier avance en este sentido, quedará registrado en el mencionado blog dedicado a los despoblados de Navarra. Tal vez a Izco-Eyzco no le podamos devolver las piedras, ni falta que le hace, pero devolverle su historia sí que es bueno, lo primero por respeto hacía quienes a ese núcleo de población le dieron vida durante siglos; y lo segundo porque siempre es bueno y positivo avanzar en clarificar nuestra propia historia.
Allí, en lo más sombrío del pinar, siguen las piedras desparramadas, camufladas de líquenes y musgo, sin sospechar que hoy, después de tantos siglos, alguien las está poniendo en valor.


Diario de Noticias, 8 de noviembre de 2009
Texto: Fernando Hualde


 
GARDALAÍN ( NAVARRA)


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Ubicación
Se encuentra este despoblado en el término de Ezprogui, antiguo “Val de Aibar”, ubicado entre el despoblado de Irangoiti y la localidad de Moriones. Desde este último pueblo, por encima de su cementerio, sale una pista hacia Guetadar. Poco antes de pasar la compuerta del barranco de Gardalain sube un camino hacia la derecha que en 15 minutos nos sitúa ante las ruinas de Gardalain.

Historia
Todo parece indicar que la presencia humana en este lugar –inexistente hoy- data de muy antiguo. Muy cerca de las actuales ruinas de la localidad se ubica un asentamiento al aire libre con restos del Eneolítico-Bronce.
El Diccionario de la Academia de la Historia recogía a principios del XIX la existencia de Gardaláin como “uno de los siete lugares que componen la tierra que llaman Vizcaya del valle de Aybar”. En 1802 contaba esta localidad con siete casas habitadas, en las que vivían un total de 33 vecinos; el lugar era en aquél momento propiedad del Barón de Beorlegui (el primer título nobiliario que se concedió en Navarra), lo que le permitía a este lugar ser considerado como señorío de realengo. Gobernaba el lugar un diputado, designado por su antecesor, y por los regidores del lugar, previamente elegidos por los vecinos.

En 1858 Gardaláin contaba con 59 habitantes; con 33 en 1887; con 54 en 1900; con 44 en 1910; con 43 en 1920; con 30 en 1930; con 26 en 1950; y con 9 en 1960. Es en esa década cuando, tras ser comprado el término por la Diputación Foral de Navarra, queda totalmente despoblado.
En la actualidad Gardalain pertenece al Patrimonio Forestal de Navarra, integrado en la finca denominada Ezprogui (integrada por los despoblados de Sabaiza, Usumbelz, Guetádar, Julio, Arteta, Loya, Gardalain, e Irangoiti), con importantes masas forestales de roble y de pino laricio, este último de repoblación y silvestre.

Estado de conservación
En la catalogación fotográfica realizada en esta localidad en octubre de 2009 se pudo constatar la inaccesibilidad a los edificios, salvo que se vaya debidamente equipado para caminar entre zarzas.
El único edificio que mantiene sus cuatro paredes en pie es la iglesia. Ninguno de los edificios conserva su cubierta, y de todos ellos tan sólo quedan algunos lienzos de pared en pie, y numerosas paredes derrumbadas cuyas piedras se entremezclan con las vigas de madera caídas. Solo quedan restos de paredes de piedra; no se aprecia presencia de ladrillos, ni de tejas, ni de cal. Llama la atención el pequeño tamaño de los vanos de las puertas.
La localidad está anunciada en un lado de la pista con una columna en piedra de la que con una cadena cuelga un rótulo de madera que lleva grabada la palabra “Gardalain”. Debajo de ese rótulo aparece un letrero blanco de madera y un buzón de hojalata. El letrero blanco anuncia la presencia a 1800 metros de la nevera del lugar. Y en esa misma pista, a unos 2500 metros se anuncia también la presencia de una sepultura, pero en la prospección realizada no se pudo localizar.
En el acceso que hay en la pista para entrar a Gardalain existe un abrevadero, una construcción ganadera moderna con yeguas en su interior, y un depósito grande para el suministro de sal.

Intervenciones patrimoniales
Según informa la Gran Enciclopedia Navarra en el asentamiento del Eneolítico-Bronce que hay junto al caserío de Gardaláin se recogieron varias muestras, destacando entre todas ellas un útil pulimentado trapezoidal plano.En octubre de 2009 retiran para su catalogación dos viejas herraduras de ganado caballar. Una de ellas estaba entre los escombros, y la otra estaba colocada en una pared desempeñando en otro tiempo la función de argolla; esta última herradura conserva dos de los clavos con los que fue herrada. Se hace un amplio reportaje fotográfico con el que se levanta acta del estado de conservación de ese despoblado.


GARDALAIN, UN REBAÑO DE CASAS EN RUINAS


Gardalain es uno de los muchos despoblados que hay en la finca forestal de Ezprogui. Ninguna de sus casas se mantiene en pie, y la vegetación lo ha convertido ya en un lugar inaccesible.
Una de las cosas para las que ha servido la creación de un blog dedicado a recoger todos los reportajes que en esta sección dominical se dedican a los despoblados de Navarra (despobladosnavarra.blogspot.com) ha sido para descubrir el enorme atractivo que tiene esta temática entre los lectores. Confieso que no esperaba recibir tantos y tantos correos de personas que me han pedido seguir en esa línea de preservar la memoria de los despoblados; por el contrario, más bien pensaba con anterioridad que estos lugares no tenían quien les llorase. He recibido correos y cartas verdaderamente emotivas, y de todas ellas, representando a esas personas que me han mostrado su agradecimiento, me apetece citar la carta que me envió Blanca Elizari Armendariz, de 80 años, fiel seguidora de esta sección, que agradeció el reportaje dedicado a Irangoiti, y para quien todos esos pueblos de la finca forestal de Ezprogui tienen un valor evocativo muy especial. Una carta tan agradecida y entrañable como la de ella, con todas las aportaciones que hace plasmando los recuerdos de su madre, es de las que te hace verle sentido a toda esta labor de salvaguardar la memoria de tantos rincones de nuestra tierra. Es por ello que hoy me voy a permitir dedicarle este reportaje a Blanca, un reportaje en el que vamos a repasar la historia de otro de los pueblos deshabitados integrados en Ezprogui. Poco a poco iremos sacando a todos los despoblados de esta finca, cuyo recuerdo todavía perdura en la memoria de los más ancianos. Y hoy le toca el turno a Gardalain.

Vegetación salvaje
El despoblado de Gardalain lo encontramos en lo que un día fue, hasta 1846, la Val de Aibar, concretamente dentro del término de Ezprogui, término este que, dicho sea de paso, es en Navarra el que mayor número de despoblados concentra por kilómetro cuadrado; de hecho, en poco espacio de terreno encontramos nada menos que nueve despoblados (Arteta, Ezprogui, Gardalain, Guetadar, Irangoiti, Julio, Loya, Sabaiza, y Usumbelz), todos ellos despoblados en el siglo XX; a los que habría que añadir Eyzco (despoblado en el siglo XIX), y sin olvidarse de Moriones en donde entre semana todavía sale fuego de una chimenea.
Es en este espacio, buena parte de él constituido hoy como finca forestal del Gobierno de Navarra, donde encontramos a la antigua localidad de Gardalain. Para llegar hasta allí hay que acceder desde Moriones; desde esta localidad, por encima de su pintoresco cementerio, sale una pista hacia Guetadar. Poco antes de pasar la compuerta del barranco de Gardalain sube un camino hacia la derecha que en 15 minutos, a pie, nos sitúa ante las ruinas de Gardalain.

En mi caso concreto tengo que decir que fui a Gardalain utilizando otro camino, concretamente desde el monte de enfrente, donde está Irangoiti, lo que permite ver la localidad de Gardalain en todo su conjunto desde una cierta distancia y en su más cruda realidad, algo así como un rebaño de casas en ruinas, como esas ovejas que se ponen en el belén navideño, que están tumbadas y el musgo es casi más alto que ellas. Pues ese es el aspecto que ofrece Gardalain desde la distancia. Aquí si que podemos decir que la vegetación ha vuelto a recuperar su sitio.
Y prueba de ello es que una vez que llegas a la localidad, a partir del abrevadero que allí hay, se convierte todo en un lugar prácticamente inaccesible. Tanto lo que fueron sus calles, como el interior de las casas, es hoy una auténtica maraña de zarzas en donde es imposible avanzar ni adentrarse. Tan solo el interior de la iglesia se mantiene, de momento, libre de vegetación; eso sí, a quien sea capaz de llegar hasta la iglesia a ese hay que darle premio. Es precisamente este edificio el único de todos que mantiene sus cuatro paredes; y sobra decir que ninguno conserva su cubierta, o tejado, aunque a través de las ruinas podemos constatar de que algunas de las casas tuvieron tejados construidos a base de lajas, a los que posteriormente se les puso encima la tradicional teja curva, o árabe, como la queramos llamar.

Historia
Todo parece indicar que la presencia humana en este lugar –inexistente hoy- data de muy antiguo. Muy cerca de las actuales ruinas de la localidad se ubica un asentamiento al aire libre con restos del Eneolítico-Bronce. Incluso, muy cerca de la antigua nevera de Gardalain, todavía se puede encontrar una pequeña sepultura, probablemente de un niño a juzgar por el tamaño de la lápida, correspondiente a esa época.
Parece muy probable que entre las casas de esta localidad existiese en otro tiempo una construcción palaciega. De hecho, Sada y Gardaláin tuvieron un mismo señor, que en el año 1613 era Juan de Aibar y Azpilcueta.
El Diccionario de la Academia de la Historia recogía a principios del XIX la existencia de Gardaláin como “uno de los siete lugares que componen la tierra que llaman Vizcaya del valle de Aybar”. En 1802 contaba esta localidad con siete casas habitadas, en las que vivían un total de 33 vecinos; el lugar era en aquél momento propiedad del Barón de Beorlegui (el primer título nobiliario que se concedió en Navarra), lo que le permitía a este lugar ser considerado como señorío de realengo. Gobernaba el lugar un diputado, designado por su antecesor, y por los regidores del lugar, previamente elegidos por los vecinos.


En 1858 Gardaláin contaba con 59 habitantes; con 33 en 1887; con 54 en 1900; con 44 en 1910; con 43 en 1920; con 30 en 1930; con 26 en 1950; y con 9 en 1960. Es en esa década cuando, tras ser comprado el término por la Diputación Foral de Navarra, queda totalmente despoblado.
La guía “Navarra a la vista”, de carácter anual, en su número correspondiente al año 1944 informaba que ese año Gardaláin contaba con 30 habitantes de hecho, y 30 de derecho; decía también que su riqueza residía en la ganadería; e informaba que el párroco era don Sotero Elizari, que el propietario de la localidad era don Manuel González de Castejón (Barón de Beorlegui), y que quien explotaba sus terrenos era doña Teresa Armendáriz.
En la actualidad Gardalain pertenece al Patrimonio Forestal de Navarra, integrado en la finca denominada Ezprogui (integrada por los despoblados de Sabaiza, Usumbelz, Guetádar, Julio, Arteta, Loya, Gardalain, e Irangoiti), con importantes masas forestales de roble y de pino laricio, este último de repoblación y silvestre.

Patrimonio conservado
Acostumbrado en buena medida a recorrer despoblados y a comprobar una y otra vez el expolio al que han sido sometidos, la verdad es que resulta grato observar que en Gardalain, a pesar de la ruina total en la que se encuentra, y a pesar también del dolor que siempre produce el hecho de ver que donde ha habido vida e historia ahora hay silencio, ruina y soledad…; a pesar de todo ello hoy es el día en el que podemos decir que al menos algunas de las piezas importantes del patrimonio artístico de su iglesia parroquial de San Vicente están conservadas.
Por un lado en el Museo Diocesano se exhibe una talla de la Virgen, que parece que pudo formar parte de un Calvario; y en ese mismo lugar se guarda también una escultura de Santa Bárbara.

Y por otro lado hay que destacar que a mediados de los años setenta del siglo XX el arzobispado retiró de la iglesia de San Vicente dos piezas interesantes. Por un lado, de la sacristía se retiró un hermoso lavabo de piedra, o fuente, con la inscripción IHS / AÑO 1751, con su correspondiente desagüe con canalización de piedra; es una pieza que luce un marco rectangular moldurado, coronada en su parte superior por un frontispicio triangular, que aloja en su parte central una pequeña hornacina con su propio pedestal, de donde brota el agua; el frontal de este pedestal exhibe una curiosa cabeza humana tallada en la piedra. Y por el otro lado se retiró la pila bautismal, de trazo sencillo y simple, lisa –sin decoración alguna-, pero de una robustez extraordinaria; la línea superior del vaso presenta un trazo lobulado. Ambas piezas, oportunamente retiradas, se conservan desde hace unas décadas en la parroquia de San Blas, en Burlada (Navarra), cumpliendo con la función para la que fueron creadas, que es el mejor homenaje que se puede hacer a sus autores.

No siendo equiparable en grado de importancia, pero sí al menos digno de mención por lo que de intervención patrimonial supone, el pasado mes de octubre se hizo un amplio reportaje fotográfico de esta localidad para dejar constancia de su estado de conservación en ese momento (una selección de esas fotos pueden verse en el blog mencionado al principio). Así mismo se retiraron de entre las ruinas algunas herraduras de caballerías, destacando que una de ellas conservaba alguno de los clavos; y se retiraron también algunas muestras de elementos constructivos. Todo ello ya está catalogado.
A partir de aquí lo que queda ahora es bucear en el escaso patrimonio documental que sobre Gardalain se conserva en los diferentes archivos navarros. Aunque, sin duda, la prioridad en este momento es la de localizar y recoger el testimonio de aquellas personas que conocieron la vida cotidiana en este lugar. Para ello está también el blog en internet, y esta propia sección dominical, dos herramientas que hacen posible que personas como Blanca Elizari nos aporten el testimonio de que hace más de un siglo las niñas de Gardalain, de Julio, de Guetadar… se comunicaban a través de irrintzispara ponerse de acuerdo a la hora de salir al sitio de siempre a jugar juntas.

Hoy suenan de nuevo esos irrintzisdesde estas páginas haciendo un llamamiento para que todo aquél que guarde algún papel, alguna fotografía, o tenga algún testimonio que contar y que aportar a esta historia íntima de los despoblados de Ezprogui, para que a través del blog se ponga en contacto y contribuya con ello a preservar la historia que forjaron sus antepasados.

Diario de Noticias, 29 de noviembre de 2009
Texto: Fernando Hualde


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ÁLBUM FOTOGRÁFICO
(Octubre 2009) - Fotos: Fernando Hualde, Esteban Labiano



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Vista desde las inmediaciones de Irangoiti


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Monolito informativo


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Conserva la forma del tejado, pero este ya desapareció


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Parecía imposible acceder hasta la iglesia, pero...


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...este es su acceso, y...


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...esto es lo que queda en su interior

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Otro panorama muy diferente a este era el que encontraban antaño al salir de la iglesia


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Rincones con encanto, manualidad en la construcción



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Son paredes con los días contados, tal vez otro fotógrafo ya no las pueda inmortalizar dentro de unos años


 
GUÍNDANO ( NAVARRA)


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Frontal del caserío de Guíndano. Edificios en ruinas, casas sin puertas, pueblo sin gente; esta es la realidad de un pueblo cuyo deterioro es progresivo y a un ritmo que se nos antoja excesivamente rápido.




ÁLBUM FOTOGRAFICO

IMÁGENES TOMADAS EN EL AÑO 1997 EN EL DESPOBLADO DE GUÍNDANO (URRAUL ALTO).

FOTOS: JUAN LUIS LANDA



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La iglesia de San Julián, que antaño acogió las predicaciones del padre Esteban de Adoain, hoy está invadida por la vegetación.


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La torre de la iglesia emerge, perfectamente camuflada en el paisaje, como magnífica atalaya desde la que se domina buena parte del valle de Urraul Alto



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Las pinturas murales que en otro tiempo decoraron el interior de este templo sufren el mismo deterioro y la misma suerte que el resto del templo. Alguien pensó que no eran valiosas.



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Así estaba la iglesia de Guíndano en 1997; hoy está mucho peor; y mañana...


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Las solemnidades religiosas de otro tiempo han dado paso al abandono y a la ruina. La Virgen se llevó a la iglesia de Arce; y se ausentó el retablo, y con él todas las imágenes. San Julián ya no tenía quien le rezase.


 
GURBIZAR ( NAVARRA)


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Iglesia de Santa Cecilia.- Le falta la cubierta y una de las cuatro paredes.




ALBUM FOTOGRÁFICO
IMÁGENES TOMADAS EL 25 DE OCTUBRE DE 2010 POR FERNANDO HUALDE


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Las eras, junto a la iglesia, donde antaño trillaban los vecinos, son hoy maleza y bosque.



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La ausencia de campanas en las espadaña de la iglesia es el símbolo del silencio que desde hace unas décadas impera en el antiguo caserío y lugar de Gurbizar.



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La otra cara de la espadaña es la que mira al interior de la iglesia. Ese interior, impenetrable, es hoy un amasijo de piedras, vigas, tejas, y maleza. Durante siglos hicieron allí su vida los vecinos de este lugar; allí eran bautizados, allí celebraban sus oficios religiosos, y allí eran despedidos al final de su vida para ser posteriormente enterrados en el cementerio que entonces compartían Gurbizar, Urniza y Larraingoa. De aquellos siglos de vida religiosa, estas piedras son hoy el único testigo.



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Esta era, y es, la entrada al pueblo, bien si se venía desde Erro como si se venía por el viejo camino de Idoyeta. En primer término, cubierta por la hiedra, vemos lo que queda de una de las dos o tres casas que tenía Gurbizar. Apenas un lienzo de muro es lo que hoy queda.



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Esto es lo que queda de otra de las casas. Al margen de la presencia de algún individuo, ajeno al pueblo, que ocupó durante un tiempo lo poco que en Gurbizar quedaba para cobijarse, las casas de este lugar llevan medio siglo deshabitadas, al menos desde 1960. Hoy quedan en pie, como se puede ver, restos de dos de las viviendas que hubo, así como de la iglesia de Santa Cecilia, una calera, y restos de pared de la separación de las eras. Nada más. Y probablemente dentro de unos años estas fotos serán historia, pues es de suponer que a corto plazo quedará todo reducido a unos montones de piedras que dentro de unas décadas permitirán, al menos, situar el emplazamiento de un lugar que durante cientos de años tuvo vida.



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He aquí los restos de una calera que todavía se conserva en el arranque del viejo camino que unía Gurbizar (valle de Erro) con Idoyeta (valle de Esteribar). La cal se ha empleado en estos lugares, durante siglos, para desparasitar los troncos de los árboles, para desparasitar las paredes de las casas, para blanquear los interiores de las viviendas, y para remarcar los vanos de las casas (puertas y ventanas) haciéndolas así más visibles desde el exterior en aquellas épocas en las que no había luz eléctrica.


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En medio de la ruina y del silencio, se alza este monolito al aita Santiago, de su esposa Fani y de sus hijos. Sirva este hermoso detalle, también, de homenaje y recuerdo a todas aquellas personas que año a año, siglo a siglo, generación tras generación, dieron vida a este lugar de Gurbizar.


 
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