El silencio es oro. Pueblos abandonados.

Libros que he leido que tratan sobre la despoblación

Faustino Calderón




Pobles abandonats de la Península Ibèrica







Agustí Hernàndez ha tenido la gentileza de enviarme hace unos días el nuevo libro que acaba de publicar. Al igual que el anterior (Pobles valencians abandonats. La memòria del silenci) lo ha editado por el método del Crowfunding.
Si en aquella ocasión el repertorio de pueblos se circunscribía solo a la comunidad valenciana, en este nuevo trabajo ha rescatado pueblos de dicha comunidad que no tuvieron cabida en esa publicación añadiéndolos a poblaciones de distintas provincias de España. Así aparecen pueblos de Soria, Lleida, La Rioja, Guadalajara, Teruel, Huesca entre otras provincias.

Unos están completamente caídos, otros están en relativo buen estado y otros están volviendo a la vida de una manera diferente a como lo hicieron tiempo atrás. Pero todos tienen su espacio para mostrar un mundo que se nos fue, por lo que este libro aporta su granito de arena para salvaguardar la memoria de estos lugares.

Por citar solo algunos podemos ver Las Ruedas de Enciso, Aramunt vell (foto de portada), Granadilla, Peñalcazar, Jánovas, Moya, Búbal, Domeño, Belchite, Muro de Roda o La Vereda, así hasta un total de 50.
El autor sigue en la misma línea de su anterior obra de dejar que sean las fotografías las que hablen y las que lleven el mayor protagonismo del trabajo.
En palabras de Agustí prefiere que los lectores se hagan una idea de lo que van a ver en cada despoblado si algún día lo visitan y luego ya si cada uno quiere profundizar en la historia de cada pueblo que se documente por otras informaciones.

El buen trabajo fotográfico se acompaña de una reseña de cada pueblo, destacando datos relevantes del lugar, las causas de la marcha de sus vecinos, la manera de llegar o una breve impresión personal.
No olvida tampoco dar voz a alguna de las personas que vivieron en estos lugares.

Finaliza con una pequeña exposición fotográfica de los complementos que acompañan a cada despoblado: caminos de acceso, detalles interiores de viviendas, las impresionantes tonalidades y colores que las diferentes estaciones del año nos regala, sin olvidar un mínimo homenaje en forma de fotos a uno de los adelantos que lamentablemente no llegó a la mayoría de estos lugares: la luz.
En definitiva el libro está escrito para los lectores de la comunidad valenciana pero asequible para cualquier persona por su fácil lectura.





Contraportada del libro.


Publicado por Faustino Calderón
 
Libros que he leido que tratan sobre la despoblación

Faustino Calderón


Pobles valencians abandonats; La memòria del silenci









Pobles valencians abandonats es un libro recién "sacado del horno" que su autor Agustí Hernàndez ha tenido el buen detalle de mandarme un ejemplar sabedor de mi afición y mi conocimiento de muchos deshabitados de la comunidad valenciana.

Como una prolongación de su primer libro en el que participó como coautor: "Poblets abandonats. Els paisatges de l´oblit" pero enfocado de una manera distinta al anterior, Agustí deja que sean las fotografías las que tomen la palabra y enseñen una visión actual de treinta pueblos de las tres provincias valencianas. Pueblos que en algunos casos ya no existen por estar bajo las aguas de un pantano como Campos de Arenoso o Tous, otros en los que apenas queda en pie alguna fachada o la iglesia como Suera Alta o Benicalaf y pueblos que todavía se conservan en relativo buen estado pese a la ruina generalizada como Bibioj, Vizcota o Los Mores.

Cada reportaje de un pueblo tiene luego un complemento de un lugar de interés para ir a visitar cercano al despoblado que se reseña, ya sean parajes naturales como cascadas, hoces, picos, miradores o bien monumentos de interés arquitectónico y cultural como castillos y ermitas. Algo que resulta muy llamativo si se hacen excursiones en compañía de gente no muy apasionada de los despoblados.
El autor del libro pretende que la visita se extienda más allá del despoblado. Así el Mas d´Escrig va acompañado de una reseña de la ermita de la Mare Déu de l´Ortisella, Jinquer del Castell

d´Alcudia de Veo, Olmedilla de la cascada del Bercolón o El Reatillo del Pic Ropé por citar solo unos ejemplos.
Esto es una novedad muy interesante desde mi punto de vista al conjugar silencio y abandono con historia, arte o naturaleza.
En definitiva un libro que entra muy bien por los ojos del lector debido a la enorme calidad de las fotografías y a la breve descripción de cada pueblo, donde no faltan tampoco algunos testimonios escritos de antiguos vecinos de esos lugares.
Un gran trabajo en el que Agustí ha puesto toda su ilusión.






Contraportada del libro


Publicado por Faustino Calderón
 
La canción más hermosa escrita sobre la despoblación


Al aire van los recuerdos

y a los rios las nostalgias

A los barrancos hirientes

van las piedras de tus casas.


¿Quien te cerrará los ojos

tierra, cuando estés callada ?

En los muros crece yedra

y en las plazas no hay solanas,

contra la lluvia y el viento

se golpean las ventanas.


¿Quien te cerrará los ojos

tierra, cuando estés callada?

Sólo quedan cementerios

con las tumbas amorradas,

a una Tierra, que los muertos

siguen teniendo por suya.

¿Quién te cerrará los ojos

tierra, cuando estés callada?



JOSE ANTONIO LABORDETA
 
RADA

DESPOBLADO DE RADA
HISTORIA AL DESCUBIERTO

Texto y fotos: Fernando Hualde
("Diario de Noticias", 9 de septiembre de 2012)



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Conjunto de cimientos de viviendas en Rada



En plena Ribera de Navarra, entre Mélida y Caparroso, nos sorprenden, en un alto, los restos de un despoblado amurallado que desde 1455 permanece vacío.
Este año, coincidiendo con el quinientos aniversario de la conquista de Navarra, el Gobierno de Navarra puso en marcha hace unos meses la denominada “Ruta de los castillos y fortalezas en Navarra”, con la que se quiere poner en valor, y convertir en destino turístico, a una cuidada selección de 19 castillos, fortalezas o recintos amurallados de nuestro viejo reino. Se trata de una ruta, cuya puesta en marcha, ha puesto de manifiesto que teníamos en nuestra tierra un recurso de primera categoría, al que nos faltaba darle el empujón que ahora se le ha dado.
Dentro de esta ruta hay cuatro itinerarios bien definidos: la zona de los Pirineos, la cuenca de Pamplona, la Zona media, y la Ribera. Y hoy, desde esta sección, vamos a dirigir nuestra atención a una de estas fortalezas a la que las excavaciones arqueológicas han convertido en un museo al aire libre. Estamos hablando del despoblado de Rada y de su recinto amurallado, que es uno de los destinos turísticos que promociona la mencionada ruta.




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Planta rectangular de una vivienda



Cuatro calles
Rada está ubicado en ese cuarto itinerario, el de la Ribera de Navarra; entre Caparroso y Mélida, sobre un meandro del río Aragón. Y quien se acerque allí debe de hacerlo dotado de la sensibilidad suficiente para percibir todo lo que esas piedras no están enseñando y transmitiendo. Porque esos restos que allí se muestran son un verdadero libro de historia.

Lo primero que hay que saber es que dentro de ese recinto amurallado lo que hay es una localidad, de origen medieval, que quedó despoblada en el año 1455. Desde entonces nadie ha vivido allí, con todo lo que ello implica. Y lo que ahora se ve son, en buena medida, los restos que han quedado al descubierto tras las excavaciones arqueológicas de los últimos años. Para ser exactos, lo que vamos a encontrar en la cima de ese cabezo de 431 metros de altura, es un hermoso lienzo de muralla de cien metros de longitud por ocho de altura, un torreón de planta circular, la cuadrícula medieval del trazado de sus cuatro calles, la planta de unas 25 viviendas, la necrópolis, el aljibe, y la iglesia románica de San Nicolás; todo ello sobre una superficie de 12.500 metros cuadrados. Es precisamente este último edificio, y uno de los lienzos de muralla, lo único que desde que Rada quedó despoblado se ha mantenido en pie.



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Necrópolis



Todo parece indicar que la calle sobre la que se articula este antiguo núcleo de población es la Calle de la Ermita, que atraviesa longitudinalmente, y por su parte central, el poblado. Es por esta vía por la que se entra a Rada; en ella está, entre otros puntos de interés, la casa del Tenente, la iglesia de San Nicolás, y la necrópolis. Dicho de otra manera, la Calle de la Ermita es la que une la puerta de entrada al recinto con la torre, o donjón. Hasta esta calle llegan otras tres, mucho más pequeñas. Entendemos que la denominación de ermita alude directamente a la iglesia de San Nicolás.

Las excavaciones han permitido sacar a la luz las plantas de unas veinticinco viviendas, con muros de mampostería, en las que se calcula que vivían unas 125 personas. Cuando nos pongamos delante de cualquiera de ellas es importante dejar volar la imaginación para poder entender cómo era en 1455 el interior de aquellas casas. Esa pequeña columna que se ve en el suelo tenía entonces una altura cercana a los dos metros; sobre la columna iba una amplia zapata de madera, y sobre esta apoyaba todo el entramado del suelo de madera de la planta superior, que habitualmente servía de dormitorio. De la planta baja al piso superior se accedía a través de una escalera, también de mampostería, tal y como se puede llegar a apreciar en algunas de las viviendas, teniendo siempre en cuenta que lo que ha sobrevivido es el primer metro de altura.

Obsérvese que el suelo de la planta baja era el natural, rocoso en buena medida, sobre el que entonces echaban una capa de tierra y hierba para hacerlo más cómodo y mucho más limpio. Y, por otro lado, las excavaciones permitieron aventurar que la cubierta de estas casas estaba formada a base de un entramado de vigas de madera y de tejas.




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La iglesia de San Nicolás vista desde la calle de la Ermita




Iglesia de San Nicolás
A modo de curiosidad diremos que a la antigua ermita le ha pasado exactamente lo contrario que a decenas de iglesias de despoblados navarros, que tras perder su entorno de viviendas, han bajado de categoría, pasando de iglesia a ermita. Sin embargo la de Rada ha vivido un proceso inverso; ha pasado de ermita a iglesia. No pasa de ser una cosa curiosa.
En cualquier caso, sea ermita, sea iglesia, estamos ante un templo románico, que exteriormente se caracteriza por su espadaña y por la ausencia de contrafuertes. En su interior nave única de tres tramos rectangulares, rematada con un ábside semicircular; a esta se añade otra nave adosada al lado norte, de altura inferior a la primera, y rematada en esta ocasión por un ábside plano. La rehabilitación de este templo pasó por desmontarlo piedra a piedra, para reedificarlo de nuevo.



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Guerrero de la época



Dentro del templo podemos encontrar algunos pendones de tela que recrean a otros de la época, con sus armas correspondientes; podemos encontrar también algunos maniquís humanos que, con gran realismo, nos aproximan a lo que entonces pudieron ser guerreros y maceros; y además de varios paneles explicativos, nos espera una vitrina cuyo interior aloja una selección de las muchas piezas que han ido apareciendo en las excavaciones.
Esta vitrina nos conecta, instintivamente, con la necrópolis anexa a la iglesia, en la que se han recreado cuatro sepulturas; en ese emplazamiento se recuperaron varias estelas funerarias, así como restos óseos de un total de 79 personas –entre ellas 35 niños-. Igualmente, tal y como se puede ver en la mencionada vitrina, durante las excavaciones arqueológicas se han encontrado abundantes restos cerámicos (cántaros, ollas, jarras, escudillas, etc.), armas, hebillas, pendientes, calzado de cuero, y otros muchos elementos.




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Lienzo norte de la muralla



Recinto amurallado
Lo que exteriormente se ve de Rada desde los alrededores es un recinto amurallado, que lo hacía casi inexpugnable. Conforme se accede con el coche se puede apreciar que la ladera está repleta de piedras, procedentes todas ellas de lo que un día fue muralla.
Tan solo en el lado norte es donde ha sobrevivido un importante lienzo de muralla, que es el que nos permite intuir cómo era el resto de ese recinto fortificado, y en el que está el arco de acceso. Muy cerca de la puerta de entrada, en el interior, se conservan dos defensas cuadradas, abiertas por detrás y que, tal y como puede verse en los dibujos allí expuestos, a lo largo de sus ocho metros de altura albergaban tres pisos de altura, con suelos de madera, desde los que se atendía la defensa a través de las estrechas saeteras.

Y en el extremo opuesto sobrevive la base del donjón, una torre circular con un diámetro externo de 8’5 metros, y que pudo tener unos 15 metros de altura, duplicando casi la altura de la muralla. Evidentemente estamos ante el elemento más vistoso de este espacio. Hay quien apunta que este torreón puede ser de origen árabe. Más claro parece que se trate de un punto de vigilancia, dotado lógicamente de funciones defensivas.




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Torreón circular



Historia
Sabemos de este viejo poblado que existía ya en el siglo XI; los documentos así lo atestiguan. Es esa ubicación tan próxima al reino de Aragón la que hace que Rada esté predestinado a ejercer una función defensiva. Del linaje de los Rada pasó al de los Mauleón.
El rey Juan II, casado con doña Blanca (hija de Carlos III), se enfrentó a su propio hijo (Carlos, Príncipe de Viana), ambicionando para sí la sucesión de la corona que ostentaba doña Blanca. Se inició así una cruenta guerra civil con dos bandos bien diferenciados. Por un lado estaban los partidarios de Juan II (agramonteses), y por el otro los de su hijo Carlos (beaumonteses). Fueron estos últimos los que se adueñaron de la fortaleza de Rada, acaudillados por Charles de Mauleón; y esto, a su vez, se tradujo en que en 1455 mosén Martín de Peralta, al frente de las tropas agramontesas, sitió el lugar de Rada, consiguiendo finalmente penetrar en su interior, y destruir este recinto fortificado.
Es así como en 1455 queda Rada definitivamente despoblado. Y algo más de cinco siglos después, en 1981, Luis de Silva, duque Miranda, y último propietario de este enclave, hace donación al Gobierno de Navarra de este solar. Por último, es a partir de 1984, cuando un grupo de arqueólogos, con Inés Tabar al frente, inicia una minuciosa tarea de excavación arqueológica del interior del recinto amurallado, que es la que permitió en noviembre de 1999 inaugurar uno de los mejores museos, al aire libre, en los que, entre piedras, puede leerse una parte importante de la historia de Navarra; tan importante como triste.
Rada nos invita hoy a acercarnos, a pasear entre sus restos, a interpretar lo que las piedras nos ayudan ya a intuir. Es un enclave emblemático, una atalaya privilegiada de la que se puede disfrutar aún cuando no hubiese ni una sola piedra. Pero allí, en la cima de ese cabezo, hay paisaje, hay historia, hay arquitectura. Es un lugar para sentir.


 
Adansa ( Navarra)


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Ubicación

Adansa se localiza sobre una meseta en la margen derecha del río Salazar, en el Romanzado. Tomando la carretera que desde Domeño sale hacía Usún enseguida encontramos una pista a la derecha (cerrada al tráfico de vehículos), que es la que permite acceder hasta el lugar de Adansa.


Etimología

Se desconoce el significado de la palabra Adansa; Arturo Campión apuntó la hipótesis de que este topónimo podía derivar de la voz vasca adar “rama”. Parece, según indica el lingüista Mikel Velasco, que la denominación Adansa podría estar relacionada con otras poblaciones y despoblados próximos que también terminan en –sa: Yesa, Elesa, Benasa...


Historia

El caserío de Adansa, con la categoría de “lugar”, pertenece al valle de Romanzado, en la merindad de Sangüesa. Sin embargo su pertenencia siglos atrás a este valle nunca ha estado clara; de hecho en el siglo XIV aparecía como lugar de Lónguida, y poco después figuraba inscrito en Urraul.
Tuvo iglesia dedicada a Santa Engracia, que hasta el año 1042 perteneció al monasterio de Lisabe; pero en tiempos de García Ximenez el mencionado monasterio, con todas sus pertenencias pasó a depender del monasterio de Leyre.

En los años 1366 y 1427 contaba Adansa con tres fuegos hidalgos. En los censos de 1553 y de 1678 aparece con cuatro fuegos. En 1786 tenía 28 habitantes; 20 en 1857; 15 en 1887; 23 en 1920; 12 en 1930; 9 en 1940; 5 en 1950; y aunque en 1960 figuraba con 7 habitantes, para ese año estos ya se habían trasladado a Lumbier, permaneciendo despoblado desde entonces.
El apellido Irigoyen estuvo ligado a la casa principal de Adansa, pero hacia el año 1760 la propietaria contrae matrimonio con un Cabodevilla, siendo ese apellido el que desde entonces está ligado a la propiedad de este coto redondo.



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Iglesia de San Juan Bautista

Se encuentra a unos doscientos metros de las casas. Construida en piedra aproximadamente a principios del siglo XIII. Está configurada por una sola nave dividida en tramos por arcos fajones sobre bóveda de cañón ligeramente apuntado, cuya articulación queda reflejada en el exterior en recios contrafuertes. Su cabecera es de testero recto.
Adosada a sus pies está la torre, desprovista ya de sus dos campanas. A mitad de su altura, mirando al caserío, exhibe una ventana geminada gótica, del siglo XV.

La puerta de acceso, hacia el lado del río, está ubicada en el lado de la epístola, mostrándonos en su arco el estilo románico tardío; luce en su clave el anagrama IHS. Carece de tímpano.
Esta iglesia, dedicada a la advocación de San Juan Bautista, dejó de tener culto a principios de los años sesenta del siglo XX.
Nada queda de su retablo (era un retablo sencillo de madera policromada, con cuatro pequeñas imágenes); y una de las campanas fue trasladada a Usún. Los ladrones saquearon una tumba que había dentro del templo, vaciaron completamente la sacristía, se llevaron el suelo (baldosas rectangulares de barro cocido), y se llevaron la pila bautismal.

En el exterior, adosado a la cabecera del templo, sobrevive el cementerio con al menos cuatro enterramientos señalizados. Algún desaprensivo rompió la cruz de una de las sepulturas (Tomás Cabodevilla Redín, fallecido en 1927 a la edad de 55 años) y la arrojó por el terraplén. También desaparecieron las pocas estelas que había



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Casas

En la localidad de Adansa han llegado a sobrevivir hasta cuatro viviendas en el siglo XX. Una de ellas, con portalada de medio punto, es la que podríamos considerar la principal. Cuenta con planta baja (cuadras, pocilga, despensa, y un pozo para conservar los alimentos), primer piso (habitaciones, sala de estar, cocina, un horno de pan ya hundido, y un baño), y el sabayao, o desván (habilitado en otro tiempo como palomera). Luce en la clave el doble anagrama IHS con la fecha de 1749, y cantos rodados en el suelo de su entrada. Adosados a la fachada hubo dos balcanes, utilizados para sentarse y para subir y bajar de las caballerías; e igualmente, delante de la casa, a tan sólo un metro de distancia, hubo un pozo que hoy permanece tapado. Esta ha sido la última casa habitada.

Frente a esa casa principal hubo otra casa, denominada Casa del Oso (la única que ha tenido nombre), de la que hoy tan solo quedan algunas piedras en el suelo.

Y las otras dos viviendas, anexas, ocupan un mismo edificio de planta baja y una altura; en una de ella todavía pueden verse los restos de un horno de pan. Sus últimos ocupantes fueron pastores.

Quedan también restos de otros edificios, como un corral, un gallinero, y un abejar.

Con anterioridad al siglo XX, siglos atrás, se sabe que junto a la iglesia hubo otras casas que configuraban lo que entonces se denominaba el barrio de la Abadía. La última de aquellas casas que parece que pudo llegar hasta principios del siglo XX fue la denominada de la Abadía, anexa a la torre de la iglesia.

Ninguna de estas casas tuvo nunca agua corriente; la lúz eléctrica llegó en los últimos años gracias a la instalación de un transformador y de un sencillo tendido eléctrico.


RELACIÓN DE DOCUMENTOS QUE SOBRE ADANSA EXISTEN EN EL ARCHIVO GENERAL DE NAVARRA


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1361

Martín García de Adansa, escudero, y Toda Jiménez, su esposa, vecinos de Adansa, nombran a Martín Gil de Ureta y a Juan de Arrieta procuradores en la Corte Mayor para que los representen en cualquier pleito que puedan tener.
(Ref: AGN CO_DOCUMENTOS, Caj. 14, nº 20)

1425
El rey Carlos III ordena a García López de Roncesvalles, tesorero, y a Martín Sánchez de Zalba, guarda de los Cofres del Rey, que eximan del pago de los cuarteles a García Jiménez de Meoz, vecino de Adansa, por ser hidalgo y mantener armas y caballo.
(Ref: AGN CO_DOCUMENTOS, Caj. 124, nº 4,1)

1535-1536
Juana de Adansa, vecina de Lumbier, contra Miguel de Elcoaz, vecino de Adansa, sobre indemnización de 400 florines de dote por estupro.
(Ref: AGN 095236)

1536
Juana de Adansa, natural de Adansa, contra Miguel de Elcoaz, natural de Adansa, sobre pago de 400 florines de condena en un pleito relativo a estupro.
(Ref: AGN 085873)

1537
Miguel Elcoaz, vecino del lugar de Adansa, preso por deuda civil, contra Juana de Adansa, vecina de Lumbier, sobre asignación de 15.000 maravedís diarios por alimentos mientras dure su prisión.
(Ref: AGN 085909)

1538-1541
Pedro de Murillo, rector de la iglesia parroquial de Murillo, contra Juan de Ardues, vecino de Adansa, sobre pago de diezmos.
(Ref: AGN 036280)

1550-1552
Juan de San Miguel, beneficiado de la iglesia parroquial de San Juan de Adansa, contra Pedro de Murillo, abad de la iglesia de Murillo-Berroya, sobre fuerza en la posesión de un beneficio en la iglesia parroquial de San Juan de Adansa.
(Ref: AGN 065509)

1551-1552
Domingo de Garro, menor, y María Pérez de Adansa, su mujer, vecinos de Adansa, contra Pedro de Elcoaz, su cuñado, vecino de Gallipienzo, sobre abonimiento del testamento otorgado por María Martín de Adansa, ante Sancho Pérez, rector de la iglesia parroquial de Olaz, vecino de Lumbier.
(Ref: AGN 144322)

1558
Miguel de Liñan, mercader, vecino de Sangüesa, contra Domingo de Garro, vecino de Adansa, sobre pago de venta de una yegua.
(Ref: AGN 010214)

1558-1560
Domingo de Garro, vecino de Adansa y Lumbier, contra Pedro de Usún, tratante, vecino de Lumbier, sobre deserción de apelación de sentencia relativa a pago de 24 libras de venta de mercancías.
(Ref: AGN 211210)

1561-1562
Juan de Irisarri, vecino de Astrain, contra Pedro de Usún, vecino de Adansa, sobre restitución de 8 bueyes o pago de 80 ducados por su valor, 10 ducados y 10 reales de venta de un rocín, y 12 ducados de préstamo.
(Ref: AGN 281118)

1561-1567
Pedro de Usún, mercader, vecino de Adansa, contra Carlos Liédena, vecino de Olite, apoderado de Bernardo de San Miguel, mercader, vecino de Valencia, sobre ejecución por 39 ducados, 4 tarjas, y 9 cornados de costas de un pleito relativo a ejecución por 77 libras de venta de mercancías.
(Ref: AGN 067637)

1562
Carlos Ibañez de Liédena, vecino de Olite, cesionario de Bernardo de San Miguel, vecino de Valencia, contra Juan de Usún, Leonor de Berroeta, mujer de Beltrán de Echarte, boticario, y otros, vecinos de Lumbier, sobre ejecución de bienes de Pedro de Usún, vecino de Adansa, por una obligación.
(Ref: AGN 322789)
Juan de Recain, Juan de Usún, vecino de Lumbier, y Martín de Adansa, apoderados de María de Irisarri, viuda de pedro de Usún, mercader, contra Bernardo de San Miguel, residente en Valencia, sobre oposición a la ejecución de una casa en Adansa, 3 bueyes, y otros bienes de Pedro de Usún, alegando preferencia en dichos bienes.
(Ref: AGN 326150)

1562-1563
Pedro de Usún, tratante, vecino de Adansa, contra Juan de Irisarri, vecino de Astrain, sobre ejecución por 150 ducados, resto de 200 ducados, de dote ofrecida a María de Irisarri, su mujer.
(Ref: AGN 211220)
Pedro de Usún, vecino de Adansa y Lumbier, contra Jaime de Irisarri, su suegro, y Catalina de Ollo, su mujer, vecinos de Astrain, sobre entrega de una cama de ropa de ajuar a María de Irisarri, su mujer, en cumplimiento del contrato matrimonial.
(Ref: AGN 211260)

1563
Bernardo de Garro, natural de Francia, contra Domingo de Garro, vecino de Adansa, y Domingo Orradre, vecino de Tabar, sobre restitución de 2 bueyes embargados indebidamente.
(Ref: AGN 198484)
Juan de Irisarri y María de Artázcoz, su mujer, vecinos de Astrain, contra Pedro de Usún, vecino de Adansa, sobre posesión y restitución de heredades rematadas a Miguel de Irisarri y Jaime de Irisarri, alegando tener cedida la mitad de dichas heredades en cumplimiento de sentencia arbitraria.
(Ref: AGN 322959)

1564-1566
Juan de Ciordia, escribano y portero real, vecino de Pamplona, contra Pedro de Usún, vecino de Adansa, sobre ejecución de bienes por 6 ducados y 30 tarjas de un conocimiento.
(Ref: AGN 323958)

1567
Juan de Armendariz, vecino de Lumbier, contra Pedro de Murillo, abad de la iglesia parroquial de Adansa, sobre inhibición de nueva obra de construcción de un casal de su propiedad en el barrio de la abadía de Adansa.
(Ref: AGN 324209)

1570
Pedro de Usún, vecino de Lumbier y de Adansa, contra Juan de Uztarroz, vecino de Lumbier, sobre ejecución por 20 ducados de arriendo de una casa, heredades, y viñas en Adansa y, por vía de reconvención, indemnización de 100 ducados de daños por pérdida de dicho arriendo y solicitud de cumplimiento de contrato de arriendo por 6 años.
(Ref: AGN 198750)

1576
El lugar de Adansa sobre permiso para tomar 450 ducados a censo para paliar las malas cosechas causadas por el pedrisco.
(Ref: AGN 069341)

1576-1577
Pedro de Usún, vecino de Lumbier y de Adansa, contra Margarita García, viuda de Miguel de Orradre, y otros, sus hijos, residentes en Adansa, sobre ejecución por 24 ducados del arriendo de una casa y su pertenecido en Adansa.
(Ref: AGN 199058)

1578-1579
Pedro Tabar, abad de la iglesia parroquial de Adansa, y Juan de Lesaca, primicieros de la iglesia parroquial de Lumbier, contra Martín de Armendariz, arrendador de los frutos primiciales, y Pascual de Santesteban, su fiador, y otros, vecinos de Lumbier, sobre pago de 700 ducados del arriendo de dos años de la primicia e indemnización de daños.
(Ref: AGN 281917)

1585
Domingo de Garro, viudo de María Perez de Adansa, administrador de sus hijos, vecino de Adansa, contra Juan de Usún y Juana de Orradre, su mujer, vecinos de Lumbier, fiadores de Pedro de Usún, sobre pago de 36 ducados de los réditos de tres años de un censo de 200 ducados adeudado a Juan de Recain, clérigo, vecino de Lumbier, y 48 cahíces de trigo de las rentas de unos bienes y hacienda.
(Ref: AGN 282553)

1598-1601
Martín Domeño y María de Garro, su mujer, vecinos de Adansa, contra Julián de Urniza y María de Olleta, su mujer, vecinos de Adansa y Lumbier, sobre rescisión de escritura de permuta de una casa y sus heredades.
(Ref: AGN 057243)

1599-1602
Juan de Sotes, abad de la iglesia parroquial de Adansa, y María de Sotes, su hermana, mujer del licenciado Otegui, vecinos de Lecumberri, contra los mayordomos del Hospital General de Pamplona, Lucía Lojau, viuda de Juan Pérez de Araiz y otros, vecinos de Pamplona, sobre restitución de una casa, una viña, o pago de 300 ducados por su valor.
(Ref: 001961)

1603
Juan Sotes, abad de la iglesia de Adansa, contra Pedro de Eslava, escribano real, vecino de Lumbier, sobre ejecución por 26 ducados y 10 reales del arriendo de la primicia de la iglesia parroquial de Adansa.
(Ref: 133515 / 17008010)

1619
Juan de Murillo y Lucía de Rala, su mujer, vecinos de Adansa, contra Martín de Redín, vecino de Adansa, sobre injurias.
(Ref: 041842 / 17011898)

1634
Juan de San Miguel, vecino de Lumbier, contra Martín de Tabar, residente en Adansa, sobre cumplimiento con el arriendo de dos casas con su pertenecido en Arboniés por 52 robos de trigo anuales.
(Ref: 255344)

1640
Pedro Ochoa Ibañez, presbítero y beneficiado de la iglesia parroquial de Arboniés, vecino de Arboniés, contra Martín de Aldaba, escribano real, vecino de Adansa y Lumbier, sobre oposición a la ejecución de 3 casas en Adansa por 24 ducados de réditos de un censo de 100 ducados.
(Ref: AGN 074671)

1646
María Lorenz del Cid, heredera de Lucas de Esparza, beneficiado de la iglesia parroquial de Arboniés, contra Pedro de Cabodevilla, Juana de San Vicente, su mujer, y otros, vecinos de Arboniés, sobre restitución de un cuarto de casa, una viña de 16 peonadas en el término de Santa Engracia, y una viña de 10 peonadas en términos de Adansa, pertenecientes a la herencia de Lucas de Esparza.
(Ref: AGN 239640)

1657-1659
Pedro de Aldave, escribano real, vecino de Lumbier y forano del lugar de Adansa, contra martín del Royo, vecino de Adansa, sobre restitución de una oveja carnereada indebidamente y derecho de aprovechamiento de hierbas y aguas.
(Ref: AGN 269626)

1804-1805
El lugar de Adansa contra Juan Ramón Jiménez, vecino de Usún, sobre posesión y restitución de un soto de 80 a 100 robadas lindante al río Salazar y al término del lugar de Ususn, ejecutado por 24 ducados, réditos de 4 años de un censo de 100 ducados impuesto a favor de la fundación de Carlos de Yesa, abad de la iglesia parroquial de Arboniés, y cedido a los antepasados del demandado.
(Ref: AGN 171931)

1891
Catastro provincial. Planos por masas de cultivos. Adansa (Romanzado), fol. 111r.
(Ref. AGN Planos por masas de cultivo – 1891)

1897-1898
Catastro provincial. Planos por masas de cultivos. Adansa (Romanzado), fol. 86r-v.
(Ref. AGN Planos por masas de cultivo – 1897-1898)

1947
Rústico: hojas declaratorias Romanzado (Adansa – Usún)
(Ref: AGN Rústico: hojas declaratorias Romanzado (Adansa – Usún) – 1947)


 
ALOZ ( Navarra)

EN LA ORILLA DEL EMBALSE DE ITOITZ


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Imagen del Sitna en donde se ven las ruinas de Aloz en la lengua de tierra que entra al embalse



Ubicación
Aloz está situado en el valle de Lónguida, dentro de lo que era el término de Itoitz, concretamente entre Orbaiz y Zazpe. La construcción del embalse de Itoitz dejó este despoblado en la misma orilla del embalse.

Historia
La primera referencia documental que nos habla de este antiguo lugar de señorío nobiliario data del año 1203, que es cuando su titular, Sancho de Aloz, dona el lugar a Santa María de Roncesvalles; ese documento nos permite también conocer que en aquél momento cultivaban sus tierras dos villanos de Górriz.

El Libro de Rediezmo del año 1268 le imputa una renta eclesiástica de 2 cahíces, 2 robos, y 3 cuartales de trigo. En 1366 consta que estaba despoblado este lugar, aunque a la vez se informa que en este mismo año existía allí una casa u “hospital”. En 1646 había 1 fuego; en 1786 había 5 habitantes, y en 1824 constaban 6 vecinos censados. A partir de entonces quedó considerado como despoblado.


ALBUM FOTOGRÁFICO

IMÁGENES TOMADAS EL 28 DE SEPTIEMBRE DE 2011 POR JUAN LUIS LANDA



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Construidas a conciencia para resistir el peso de las campanas, las espadañas de las iglesias suelen ser la última pared en caer.



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Palacio de cabo de armería. La mayoría de estos núcleos de población surgen en torno a una torre de vigilancia, adjudicada por el rey a un noble, el cual construye un palacio, y en torno a este unas casas para la servidumbre que atiende torre y tierras. De inmediato se levanta una iglesia para atender las necesidades espirituales de los lugareños. Así nació Aloz. Hoy no hay enemigo que vigilar, ni labradores que trabajen las tierras, ni un vecino que rece en la iglesia, ni un señor que se sienta noble en un palacio que va perdiendo su glamour.



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Antaño hospital y edificio palaciego; hoy... poca gente sabe de su existencia pasada ni presente.



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Ausente ya la madera de sus puertas, resisten todavía, unidos por la maleza, los vanos de las mismas. Dovelas, dinteles y ménsulas que han sido testigos mudos del paso de las últimas generaciones que habitaron el palacio.



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Una vez más, como siempre, la naturaleza regresa para ocupar el espacio perdido. En Aloz reinan hoy la ruina y la maleza en armonioso maridaje.



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Patio del palacio de Aloz. Planta cuadrangular, torres vigías en las esquinas... Antaño voces de vigías, relinchos, martillazos de herrero, tertulias familiares.... y hoy silencio total, vegetación que sube, y paredes que bajan.



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Ventana palaciega en medio de la fachada pétrea. Columna parteluz en el centro; al otro lado sendos asientos de piedra en donde se aposentaban al atardecer las mujeres de la casa buscando la última luz del día mientras manejaban la rueca y el huso.



ERMITA DE SAN EMETERIO Y DE SAN CELEDONIO
FOTOS: JUAN CARLOS LAIGLESIA
IMÁGENES TOMADAS EL 29 DE JULIO DE 2011


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Interior de la ermita de San Emeterio y San Celedonio, en estado de ruina.



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Exterior de la ermita. Las paredes anuncian ya que no van a aguantar mucho tiempo.


 
AMOCAIN ( NAVARRA)


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AMOCAIN, PIEDRAS CON LEYENDA

Existen rincones en Navarra que, por el hecho de estar alejados de la carretera pasan totalmente desapercibidos y nos resultan desconocidos a la mayoría, con la lógica excepción de los vecinos que habitan los pueblos del entorno. Sin embargo, es precisamente su situación geográfica y orográfica, y la tranquilidad que en ellos se respira, lo que convierte a estos rincones en lugares con un encanto especial, en lugares mágicos. Uno de esos rincones, sin ninguna duda, es Amocain, en el valle de Egüés, a tan sólo 15 kilómetros de Pamplona.

A Amocain se accede desde Ibiricu. Una pequeña carretera nos obliga a pasar por encima de Echálaz, un señorío enigmático y bien cuidado, por cuya calle central hasta hace tan sólo una década discurría la carretera. Algo más adelante nos espera la localidad de Elía, que también fue señorío nobiliario en otros tiempos, con su amplia plaza, sus casas bien conservadas, y su iglesia de Ntra. Sra. de la Asunción en la parte alta, custodiando la sede del concejo.

La carretera se acaba aquí, a la salida del pueblo, con las últimas casas. Y a partir de ese momento la ruta se hace camino, el mismo que se emplea para ascender al Lakarri. Apenas andados unos cientos de metros el sendero nos ofrece una alternativa en su lado derecho, que es la que debemos de seguir.
Desde ese momento, una vez superado el paso, estamos en el Señorío de Amocain, y con sus ruinas a la vista. Un pequeño riachuelo, en época de lluvias, es el que da vida y sonido a este entorno.

Ruinas con historia

Los edificios de Amocain, rodeados por la curva que hace el camino que nos lleva a Galdúroz, o a la ermita de San Antonio de Aguinaga, son hoy un bello conjunto de ruinas, entre las que se adivina la antigua vivienda y la vieja ermita –que fue iglesia- de la Aparición de San Miguel. Ambos edificios han cumplido en las últimas décadas funciones agropastoriles como lo son las de cuadra y pajar, de las que las yeguas eran, y todavía hoy lo son, las principales beneficiarias. El paisaje, la altura, la bruma... invitan a cerrar los ojos y a dejar pasar por nuestra cabeza toda su historia y su leyenda, que de todo tienen estas piedras.

Sabemos que allá por el año 1553 este señorío pertenecía al valle de Arce, y que contaba con un único fuego; sin duda se trataba del palacio. En el año 1786 eran 8 personas las que habitaban el lugar, mientras que en 1824 eran 20 sus habitantes, se supone que entre señores y sirvientes.
El obispo Igual de Soria visitó el 5 de junio de 1796 la ermita –me resisto a llamarle iglesia por su diminuto tamaño- dedicada a la advocación de la Aparición de San Miguel, denominada popularmente “de Ntra. Sra. de Amocain”; cómo estaría este edificio que hasta el obispo se asustó, e inmediatamente ordenó que se suspendiese en él la celebración de cualquier acto religioso, aunque a juzgar por su estado da la impresión de que había poco riesgo de que los dueños del lugar les diese por hacer en ella ceremonia religiosa alguna. De hecho, en su informe el obispo indicaba que la ermita estaba profanada y sin ornamentos, a la vez que advertía de que en el caso de que se equipase de nuevo, deberían de acudir al obispado para solicitar la licencia de culto.

En la segunda mitad del siglo XIX el Señorío de Amocain se segregó del Valle de Arce, con el que la orografía del terreno no permitía mantener una estrecha relación, al menos una relación tan fluida como la que mantenían los vecinos de Amocain con los valles de Arriasgoiti o con el de Egüés. Y fue precisamente a este último valle al que administrativamente se incorporaron los lugareños de Amocain. Contaba en esa época con 11 habitantes y una casa “bastante capaz y con las comodidades que la labranza exige” tal y como lo recogía Madoz en su Diccionario publicado entre 1845 y 1850. Ese mismo número de habitantes lo mantuvo con algunos altibajos hasta el año 1950. Fue en la segunda mitad del siglo XX cuando el viejo señorío pasó a ser, igual que le sucedió al vecino pueblo de Galdúroz, un despoblado más.


Martirio de Santa Felicia

Amocain, pese a ser un lugar desconocido, acoge entre sus ruinas y entre sus campos, una de las más bellas leyendas populares del Camino de Santiago. Y si digo leyenda no es porque nunca haya sucedido, sino porque documentadamente no es posible demostrar que sucedió.
La escenificación de lo que aquí aconteció es hoy un acto popular, declarado Fiesta de Interés Turístico Nacional, y que se celebra anualmente en Obanos con el conocido nombre de “Misterio de Obanos”.
La leyenda, según quien la cuente, o según donde se cuente, tiene sus variantes, aunque al final la esencia y la enseñanza es la misma.

Se cuenta, desde muy antiguo, que una princesa aquitana y su hermano, es decir, Felicia y Guillén (Guillermo), peregrinaron hasta Compostela. La experiencia del camino, el contacto con los romeros, y la fe que le transmitió el apóstol Santiago, hicieron que Felicia se convirtiese al cristianismo y se replantease su vida.

Cuando regresaban a Francia, en el momento que pasaban por Amocain, ella tomó la determinación de quedarse en ese lugar, aparcar a un lado la vida esplendorosa que le esperaba como futura reina, y dedicarla a servir, entregada a los demás. No pudo convencerle Guillermo de lo contrario. Ella se quedó en Amocain, y él continuó su marcha hasta Aquitania.
Enterada su madre de la decisión de Felicia le ordena a su hijo regresar a por ella pues, según decía, no había nacido su hija para servir, sino para ser servida.

El príncipe Guillermo volvió hasta Amocain transmitiéndole a su hermana el mensaje y la orden de su madre. Pero ella se mantuvo firme en su decisión; su fe y sus convicciones religiosas estaban lo suficientemente arraigadas como para no dejarse tentar por unos aires de grandeza que se reñían con la humildad que ella anhelaba. Su hermano trató en vano de convencerle, y ciego de ira por su fracaso sacó un cuchillo y allí mismo le dio muerte.

Poco tiempo pasó hasta que Guillermo se arrepintiese y se horrorizase de lo que había hecho, y apenado por ello, lejos de regresar a su casa marchó a Roma en donde confesó su culpa. El Papa le mandó regresar al lugar del crimen, y le dijo que desenterrase a su hermana, que cargase la caja con sus restos sobre una mula, y que a esta la dejase andar. El cometido establecía también que, allá donde se parase la mula, debía de levantar una ermita que acogiese los restos de Felicia.

Y así lo hizo el príncipe aquitano. Regresó a Amocain, desenterró a su hermana, y sobre una mula blanca cargó los restos de Felicia. El animal se puso a andar con tan pesada carga; cruzó el valle de Egüés, y se adentró en el de Aranguren. Dice la leyenda que al pasar por el lugar de Labiano la mula se paró, y se desplomó. Y fue en ese mismo sitio en donde Guillermó levantó una ermita. La misma que hoy acoge, y en la que hoy se venera, el cuerpo incorrupto de Santa Felicia.
Una vez cumplida su misión, Guillermo se retiró a la ermita de Arnotegui, en Obanos, en donde acabó sus días como ermitaño de la misma.



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GRABADOS, ESTAMPAS Y MEDALLAS

El pueblo soberano le concedió a Santa Felicia el título de Reina, y la eligió como abogada contra los dolores de cabeza. Curiosamente Amocain nunca ha sido lugar de peregrinación, es más, nos dice la tradición que los propios señores del palacio de Amocain trasladaron su residencia a Labiano, y transformaron su vida poniéndose al servicio de la santa, de la que hasta entonces, en vida, les había servido a ellos.

Dentro de la biografía de Felicia es, precisamente, su martirio en Amocain la escena que la imaginería popular ha querido dejar plasmada en grabados, litografías, estampas, e incluso en viejas medallas de latón, que durante siglos han servido para canalizar la devoción que Pamplona y su cuenca han expresado hacia la “Reina Santa Felicia” en la popular romería que se celebraba, y se celebra, cada mes de junio a su ermita de Labiano.
En estos grabados la imaginación de sus artistas, o tal vez el conocimiento real del terreno, nos dejó plasmado a plumilla la imagen del caserío de Amocain. Hoy, siglos después, las ruinas del lugar y estas expresiones de arte popular son los únicos vestigios que dan fe de lo que un día fue, con todo su esplendor, el Señorío de Amocain.


Diario de Noticias, 2 de febrero de 2003
Autor: Fernando Hualde

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ALBUM FOTOGRÁFICO
IMÁGENES TOMADAS POR MARIAN INDA EL 31 DE MARZO DE 2010


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ANIZ ( Navarra)


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Ubicación
El lugar de Aniz se encuentra dentro del término municipal de Cirauqui, a tan sólo 1 kilómetro de esa localidad. Esta junto a la carretera N-111, que une Pamplona con Logroño. Si vamos dirección a Logroño, Aniz queda a la derecha de la carretera, a escasos cien metros de la misma, antes de llegar a Cirauqui.

Historia
Estamos ante un despoblado que ya lleva casi quinientos años sin estar habitado. Sabemos que en el año 1537 ya estaba deshabitado, y desde entonces, hasta la actualidad, lo que ha sobrevivido es lo que fue su iglesia, parece que dedicada a la advocación de Santa Catalina, conceptuada hoy como ermita de Santa María. Las paredes de este templo, recios muros, son las que han servido, y sirven hoy, de nexo de unión entre aquellos pobladores del siglo XII y el entorno que contemplamos en el siglo XXI.

Aniz fue en su tiempo señorío de realengo. En el año 1192 el monarca navarro Sancho VI el Sabio unificó la pecha y la “cena” de los vecinos de este lugar. Ese mismo siglo XII el Monasterio de Irache se había hecho allí, por donación de su dueña, con la propiedad del palacio con todas sus dependencias, incluyendo estás últimas el aprovechamiento de dos molinos situados dentro del término.
Poco después, en el siglo XIII, los documentos nos desvelan que los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén también se habían hecho con la propiedad de alguna heredad en el lugar; no hay que olvidar que Aniz está situado, entonces y ahora, en la ruta principal del Camino de Santiago (entre Puente La Reina y Estella).

En el año 1425 los vecinos de Aniz cedieron al prior de la Catedral de Pamplona el patronato de la iglesia parroquial.
El lugar de Aniz se encuentra actualmente dentro del término de Cirauqui; y la anomalía que presenta Cirauqui frente a todas las localidades de su entorno y frente a todos los pueblos de su tamaño, es la existencia dentro de su caserío de dos iglesias (la de San Román y la de Santa Catalina). Esto nos invita a pensar, o a apuntar la hipótesis, de que en el siglo XVI los vecinos de Aniz pudieron trasladarse a Cirauqui, creando en esta localidad su propio barrio con su propia iglesia de Santa Catalina, quedando el otro templo dedicado desde entonces a la Virgen.
Como ha pasado con otras localidades de Navarra, parece ser que Cirauqui fue la localidad que absorbió la población y los terrenos de otras tres localidades, ya desaparecidas, que hubo dentro de lo que hoy es su término municipal; se trata de los despoblados de Aniz, Urbe, y Esquinza.


La iglesia

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Del despoblado de Aniz lo único que queda hoy es su iglesia, actual ermita de Santa María de Aniz. Se trata de un edificio del siglo XII o principios del XIII, románico tardío, construido en una sola nave a base de piedra de sillería. En el siglo XVI se hicieron algunas modificaciones en el templo, a las que se debe el tramo final de coro, siendo esta precisamente la parte del templo que falta, y que tras la última restauración quedó sustituido definitivamente por una reja.
Los muros de este templo se apoyan sobre varios contrafuertes, y precisamente entre dos de ellos se abre la portada con tres arquivoltas apuntadas; encima de esta portada se ven tres grandes ménsulas de rollo. La bóveda de medio cañón se sostiene sobre tres arcos fajones. El alero, en todo su perímetro se apoya sobre canes lisos. Justo encima de la portada, en el tejado, sobrevive la espadaña de ladrillo.
A mediados del siglo XVII el ermitaño que estaba al cargo del cuidado de esta ermita se llamaba Martín de Arguiñano.
En el año 1997 se sometió este templo a una importante restauración, quedando consolidadas sus ruinas y garantizando su continuidad en el tiempo durante muchos años.

 
Arteta ( Navarra)

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Ubicación

Se encuentra este despoblado en el término de Ezprogui, antiguo “Val de Aibar”, ubicado entre el despoblado de Loya y el despoblado de Julio. Desde la localidad de Moriones, por delante de su cementerio, sale una pista hacia Loya, Arteta, Julio, etc. A 1340 metros de Moriones encontramos las ruinas de Loya, y dos kilómetros más adelante, fuera de la vista de quien va por la pista, está Arteta.
Desde la pista sale a la derecha una senda que comunica primero con el cementerio y después permite llegar hasta la fachada de la casa principal.

Coordenadas
Latitud: 42º 36’2, 78’’N
Longitud: 1º 28’6, 69’’O

Historia
Antiguo señoría de la Val de Aibar. De esta localidad sabemos que en el año 1185 su iglesia de San Andrés (entonces con la categoría de “monasterio”) fue restituida por los señores de Leoz a Santa María de Pamplona, y adscrita posteriormente al Arcedinato de la Cámara.
Su población siempre ha sido escasa. En 1366 contaba con cuatro fuegos hidalgos y un fuego labrador; en 1427 solo quedaba un fuego labrador, que pagaba su pecha al rey

La guía “Navarra a la vista”, de carácter anual, en su número correspondiente a 1944, informaba que en ese año el lugar de Arteta contaba con 7 habitantes de hecho y 6 de derecho. Que la iglesia estaba dedicada a la advocación de San Andrés, que el propietario del lugar era el Conde de Aibar, y que el colono que explotaba esas tierras era Cenón Lecumberri.

En la actualidad, y desde el 11 de octubre de 1944, Arteta pertenece al Patrimonio Forestal de Navarra, integrado en la finca denominada Ezprogui (integrada por los despoblados de Sabaiza, Usumbelz, Guetádar, Julio, Arteta, Loya, Gardalain, e Irangoiti), con importantes masas forestales de roble y de pino laricio, este último de repoblación y silvestre.

Estado de conservación
Para empezar hay que decir que el único punto accesible y bien conservado es el cementerio, en el que se conserva una sepultura, o al menos el ornato de esta. La tumba pertenece a Cenón Lecumberri Beorlegui, fallecido el 25 de julio de 1953 cuando contaba con 63 años de edad. Dejaba esposa e hijos. Una segunda inscripción (sobre placa metálica colocada en la cruz de la mencionada sepultura) informa que en el año 1985 fueron trasladados a esa tumba los restos de Sergio Lecumberri Armendariz, fallecido el 19 de noviembre de 1965.

Una senda, prácticamente difuminada entre tanta vegetación, permite acceder hasta lo que fue su casa principal; a partir de ese punto es materialmente imposible adentrarse más en este lugar. Se supone que por detrás hay más casas, e incluso los restos de su iglesia, pero la maleza impide cualquier posibilidad de acceso.

En el dintel de la casa principal se observa, tallada en la piedra, una cruz latina. Faltan algunas piedras importantes de los vanos de puertas y ventanas que, curiosamente, han sido retiradas y sustituidas por carpintería sencilla y sujeta a base de cuñas del mismo material. Es como si alguien se hubiese llevado esas piedras para aprovecharlas y a la vez hubiese querido que esa acción no precipitase el deterioro del edificio.

Delante de esa casa se conserva buena parte del empedrado que hubo en el suelo. La totalidad de las casas están sin cubierta, con toda su estructura interna caída, y con buena parte de sus muros externos derruidos. La altura de la maleza supera en muchos sitios a la de las propias edificaciones. Se lleva a ver entre los restos la presencia de teja curva, o árabe.

Detrás del cementerio se observa un espacio redondo, rodeado de árboles, que hace sospechar que pudiera tratarse de una nevera. En algún tramo de su perímetro deja ver algo de su pared.



ÁLBUM FOTOGRÁFICO
OCTUBRE 2009
Fotos: Fernando Hualde y Esteban Labiano





Detrás de esas casas hay otras, y una iglesia, pero es materialmente imposible pasar




En esto se ha quedado la calle principal




Fachada del edificio principal




Cruz protectora



Suelo de la calle principal que fue empedrado para soportar el tránsito de ganado y de carros




Año tras año, siglo tras siglo... ¿cuantas personas se habrían asomado por esta ventana?




CEMENTERIO DE ARTETA
OCTUBRE 2009
Fotos: Fernando Hualde y Esteban Labiano

En homenaje a todas aquellas personas que habitaron las casas de este lugar, a quienes fueron enterrados en este camposanto. Y en representación de todos ellos citamos a don Cenón Lecumberri Beorlegui, último colono de Arteta y última persona enterrada en este cementerio.




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Pared trasera del camposanto




Sepultura de don Cenón Lecumberri Beorlegui. La tierra que le dio la vida, es la misma que le acoge.


 
AUZOLA ( NAVARRA)


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Situación

El caserío de Auzola está dentro del término municipal de Aoiz, en la misma muga con el valle de Lónguida.
Se puede acceder muy bien desde este último valle. Concretamente desde las inmediaciones de Murillo de Lónguida se toma la carretera que va a Meoz; tan sólo unos metros antes de llegar al pueblo, por el lado izquierdo sale una pista, que es la que va a la sierra de Zariquieta y al despoblado de Zariquieta. Una vez recorridos unos tres kilómetros encontramos una bifurcación, con señales indicativas de hierro. Hacia la izquierda se va, o se asciende, al caserío de Auzola, que lo encontramos a unos setecientos metros.

Historia
Este caserío nunca ha sido considerado núcleo de población (villa, concejo, lugar…); pese a ello todo parece indicar que tradicionalmente ha estado habitado hasta hace pocos años.

Estado de conservación
Es poco lo que queda de este lugar. Lo más interesante es un corral en ruinas, actualmente usado como redil de ovejas, que en su parte trasera exhibe en su pared unas piedras que nos hacen pensar que proceden de alguna iglesia o palacio, o que ese edificio puso ser en otro tiempo una edificación de diferente uso al actual; tal vez una torre defensiva.

Quedan otras dos casas, que además están sin hundir, o al menos mantienen intacto el tejado. Sin embargo, quien se hace cargo de este caserío lamentablemente ha convertido el entorno en una chatarrería de dudoso gusto.
El estado de conservación de los edificios nos hace pensar que este lugar quedó despoblado dentro de la segunda mitad del siglo XX.



ÁLBUM FOTOGRÁFICO
NOVIEMBRE 2009 - Fotos: Fernando Hualde y Esteban Labiano





El sendero local NA-191 pasa por el caserío de Auzola





Antiguo corral rodeado de vegetación




Aún sin tejado, sigue hoy usándose como redil de ovejas




Las ovejas están ausentes en este momento




Piedras atípicamente grandes para ser tan sólo un corral





Tras el amenazante perro vemos una gigantesca rueda de bicicleta.
Los despoblados están llenos de sorpresas.





Este edificio está en buen estado, pero no se puede decir lo mismo de su entorno





Más de lo mismo




El Ayuntamiento de Aoiz se ha preocupado de señalizar este caserío



 
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