EL REINO DE LAS HADAS

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REGALOS DE HADA por Liana Castello

Si yo fuese un hada daría regalos.
Algunos de ellos hechos con mis manos.
Una torta rica, un dibujo hermoso,
un muy fuerte abrazo… ¡Abrazo de oso!
Flores de papel o dulces caricias
que lleguen al alma como suave brisa.
Una escucha atenta, con el corazón
que brinde consuelo y mucha comprensión.
Pero ahora que lo pienso ¡Soy realmente afortunada!
Para hacer esos regalos ¡No necesito ser hada!
Porque tengo mis manitos y mucho amor para dar
¡Entonces sé que con ello, seguro me va a alcanzar!
Porque estos regalitos que no se pueden comprar
son -sin dudas- los mejores que yo puedo regalar.
- FIN -

Todos los derechos reservados por Liana Castello

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Ángel
17/12/2019

Este bello poema de Edgar Allan Poe, se titula, El país de las hadas. Un poema en el que nuestro poeta admira la niebla cayendo de la luna sobre la montaña y parece que se queda despierto durante la noche para observar como va levantando. Lo que hace que salgan las mariposas por el día, asistiendo así, a una peculiar imagen de la naturaleza.

EL PAÍS DE LAS HADAS

Hay oscuros valles— y misteriosos ríos—
y bosques de aspecto confuso,
cuyas formas no podemos adivinar
por las lágrimas que gotean por todas partes:
enormes lunas allí crecen y menguan—
una vez— y otra— siempre—
a cada instante de la noche—
constantemente cambiando de sitio—
apagan así la luz de las estrellas
con el aliento de sus pálidas caras.
Sobre las doce en la esfera lunar,
una más vaporosa que el resto
(de unas dimensiones, que, a su juicio
pudieron comprobar que era la mejor)
desciende— sigue cayendo— y baja
con su centro sobre la corona
de una ilustrísima montaña,
mientras su amplia circunferencia
con sencillo cortinaje cae
sobre las aldeas, sobre los palacios,
donde quiera que estén—
sobre esos extraños bosques—sobre el mar—
sobre los espíritus en el aire—
sobre cada adormecida criatura—
y los entierra totalmente
en un laberinto de luz—
y después ¡cuán profunda!—oh, intensa,
es la pasión de su sueño.
Por la mañana se levantan,
y su cubierta lunar
se eleva a los cielos,
con esas tempestades mientras dan vueltas
como— casi cualquier cosa—
o un Albatros amarillo.
Ya no usan esa misma luna más
para el mismo fin que antes,
es decir, una carpa—
que considero extravagante:
sus seres, sin embargo,
en una lluvia disidente,
de los cuales aquellas mariposas
de la Tierra, que buscan el cielo,
bajando así de nuevo
(criaturas nunca satisfechas)
trajeron un espécimen
sobre sus temblorosas alas.


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