El poder de la palabra.

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Las palabras son importantes.
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Son los elementos básicos del lenguaje y este, como decía Wittgenstein, es el límite de nuestro pensamiento.

Sobre las palabras asentamos nuestras ideas, y con las palabras las expresamos.

En ciencia las palabras deben ser precisas, para evitar el equívoco y evocar con esmero lo que se quiere explicar.

la ciencia y la palabra
La ciencia busca conceptos para exponer, mediante un lenguaje científico, lo que observamos en la naturaleza. A partir de la observación, la ciencia crea sistemas de conocimiento basados en la lógica y los somete a distintos métodos para probar su consistencia. Una vez probada busca definiciones operativas, bien verbales o bien matemáticas, para compartir ese conocimiento entre los miembros de una comunidad científica.

Una idea, un concepto nuevo, necesita una nueva palabra, y es la ciencia la que a menudo la inventa. Rueda, bronce, imprenta, automóvil, microscopio, teléfono, computadora, wifi o tuit, son palabras que proceden del ámbito tecnológico, el que pone en práctica el conocimiento científico, y se crearon para describir un invento, destacando su función o el material del que está hecho. Cíngulo, cerebelo o hipocampo, son partes esenciales de nuestro encéfalo y como se desconocía (y aún no se conoce a fondo) su cometido, fue su aspecto el que les dio su nombre: ceñidor con borlas en sus extremos, cerebro pequeño y caballito de mar, respectivamente.

el cerebro y la palabra
El artífice de todas estas palabras es el cerebro, vocablo que significa «lo que lleva la cabeza». Como órgano rector de nuestro organismo, manda a los sentidos escudriñar el entorno, asimila y procesa la información que recibe y con ella organiza una respuesta que dirige al cuerpo para hacer lo más conveniente en cada situación. Y todo eso está implícito en una sola palabra: cerebro.

En su «conversación interna», el cerebro usa las palabras para aprehender el mundo. Una naranja es naranja, pero también puede ser color calabaza o butano… Las ideas provocan palabras que a su vez evocan ideas, y se asocian a emociones y al movimiento y a las sensaciones… Porque al contrario de lo que vulgarmente se cree, el cerebro no actúa de forma parcheada, lo hace de forma integrada, como un todo y cuando se activa una parte se produce una cascada de eventos que pone en marcha unas funciones mientras inhibe otras. Probemos: «chupa un limón», lo sé, acabas de salivar.

Y todo esto sucede a una velocidad impresionante, a la velocidad del pensamiento.


Es por esta asociación natural entre ideas, sentimientos y acción, como muchas de las palabras de uso inicialmente científico, traspasan el ámbito de la ciencia y las utiliza el gran público. Dejan de pertenecer a un cuerpo y a una comunidad científica para convertirse en uso del vulgo. Y ahí muchas, muchas veces empiezan los problemas…

el uso de la palabra
Mongólico, subnormal, idiota, imbécil, débil mental, deficiente, cretino, histérica, autista, demente, retrasado… Todas estas palabras han sido usadas con fines médicos, bien se inventaron o bien se tomaron de otro contexto con fines estrictamente científicos.

Mongólico y subnormal, se utilizaban en Medicina para hacer referencia por un lado al aspecto de las personas con síndrome de Down, ya que sus rasgos físicos son muy parecidos a los de los habitantes de Mongolia, y por otro para indicar que su capacidad cognitiva era inferior a la media (norma).

Idiota, imbécil y débil mental se utilizaban en la antigua clasificación de deficiencia mental, lo que hoy en día llamamos discapacidad cognitiva, para indicar el grado de dificultad en desempeñar tareas intelectuales. Así el término idiota indicaba discapacidad cognitiva profunda, imbécil hacía referencia a la grave y débil mental a la leve.

Cretino es el nombre clásico que se daba a los niños que padecían hipotiroidismo congénito.

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La deficiencia de hormona tiroidea, causa en el recién nacido una detención del crecimiento físico y graves difcultades en el neurodesarrollo. Gracias a la prueba del talón, que detecta esta y otras enfermedades del recién nacido antes de que se manifiesten, este problema ha desaparecido en los países desarrollados porque tiene tratamiento sustitutivo a base de hormona tiroidea que se inicia en cuanto se diagnostica.

El niño cretino, presentaba un aspecto característico: talla muy baja, la cabeza y la mandíbula muy grandes que conformaban un contorno facial en forma de número ocho, lengua grande, dientes muy separados, abdomen globuloso, piel cérea, voz profunda… Y además una discapcidad intelectual importante.

Histérica hacía referencia a la mujer que sufría lo que hoy llamaríamos un trastorno de conversión. Son trastornos en los que un problema psíquico importante causa síntomas físicos en el paciente, como por ejemplo pérdida de visión o parálisis de un miembro. El nombre procede del griego hystéra, que significa útero.

En época de Hipócrates, siglo V antes de Cristo, se creía que el útero era un órgano móvil que se movía por el cuerpo de la mujer y que si se quedaba en el pecho le causaba sofocos o convulsiones.

Autista es el término acuñado por Paul Eugen Bleuler, psiquiatra suizo que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, para designar la conducta del niño con Trastorno en el Espectro del Autismo –TEA–. Sus dificultades en el lenguaje, la interacción social y la escasa diversidad de intereses hacían pensar que era un niño «encerrado» en sí mismo, lo que dió origen al término.

La demencia alude a un grupo de enfermedades por las que el paciente pierde progresivamente la capacidad cognitiva. Pero hasta finales del siglo XIX era un concepto mucho más amplio que incluía cualquier causa que impedía un razonamiento fluido.

Por el uso despectivo que se hacía de las palabras idiota e imbécil, empezó a usarse el término retraso mental, pero nuevamente cae en el uso impropio y se sustituye por deficiencia intelectual, que como también empieza a tener un uso vejatorio se habla ahora del trastorno del desarrollo intelectual… Y así podemos continuar hasta el infinito porque el problema no está en el nombre.

Por mi parte poco más puedo añadir. Mientras no respetemos a las personas con problemas cognitivos, psiquiátricos o con problemas médicos en general, el cerebro seguirá asociando las palabras que los designan al desprecio. Y eso tiene difícil solución.

Cuida tu lenguaje, es el escaparate de tu mente. Cuida las palabras, no secuestres su significado para tus propios intereses, son de todos.

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2017 © mj mas
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Relacionados:

Gráficos: «el poder de la palabra» por © mj mas. «Cretinismo» por Ismailovitch, Dimitri, 1892-1976. En Biblioteca Nacional (Brasil)
https://neuropediatra.org/2017/10/02/el-poder-de-la-palabra/#more-19394
 
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