El País retira un artículo sobre el comportamiento machista de Rafael Hernando

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Un miembro de la dirección de El País explicó al autor del texto, Octavio Salazar, que "si el artículo se hubiera revisado antes, no se hubiera publicado"

eldiario.es publica el artículo retirado por El País: Rafael Hernando: el hombre que no deberíamos ser

El diario El País ha retirado este viernes de su edición digital un artículo de opinión por considerarlo "inapropiado". Se trata de un texto escrito por el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba e investigador especializado en Igualdad Octavio Salazar en el que se criticaba el comportamiento machista del portavoz del Partido Popular en el Congreso, Rafael Hernando, durante su intervención en la moción de censura.

Bajo el título 'Rafael Hernando: el hombre que no deberíamos ser', el blog Mujeres de El País publicaba a primera hora de esta mañana el artículo crítico con Hernando. "Si alguna consecuencia positiva podemos extraer del debate de la moción de censura es el magnífico ejemplo que nos ofreció una vez más el portavoz del Grupo Parlamentario Popular sobre el tipo de varón que debería estar fuera de la vida pública y al que ningún joven debería aspirar a parecerse", afirma el autor en el texto.


Según ha explicado el propio Octavio Salazar a eldiario.es, el artículo fue enviado a primera hora de la mañana, publicado poco después y llevado a la portada de la edición digital de El País. La tribuna superó los 300 comentarios y fue ampliamente difundida a través de redes sociales.

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A las 16.30 de este viernes se le hizo saber al autor que el artículo debía suavizarse o eliminarse porque, según la dirección, el diario de Prisa "no podía publicar un artículo de estas características", afirma Salazar. Un miembro de la dirección de El País le explicó posteriormente que todo había sido "un error de la edición". "Si ese artículo se hubiera revisado antes, no se hubiera publicado", le señaló sin darle ya posibilidad de matizar el texto, algo que el autor "no estaba dispuesto a hacer porque no hay nada matizable".

Este miembro de la dirección indicó a Salazar que no se "podía publicar un artículo en el que se califique a este representante público (Rafael Hernando) de machista y misógino". También se cuestionó que la actitud de Hernando "se conectara de forma tan evidente con el pacto contra la violencia de género". Salazar asegura que su interlocutor le trasladó que esto no era "lo que El País esperaba" de su colaboración en el diario de Prisa,
donde ha publicado numerosos artículos.
 
Rafael Hernando: el hombre que no deberíamos ser

Octavio Salazar
16/06/2017 - 22:49h




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El portavoz del PP en el Congreso, Rafael Hernando EFE




El País retira un artículo sobre el comportamiento machista de Rafael Hernando



Siempre que en algunas jornadas se plantea el interrogante sobre lo que significan las “nuevas masculinidades” –un término que a mí al menos me genera el rechazo propio de las etiquetas que no transcienden lo políticamente correcto y que en este caso incluso pueden seguirle el juego al patriarcado–, me resulta muy complicado precisar en qué consiste ser un hombre “nuevo”. Resulta mucho más fácil, como en tantos otros debates complejos, especificar lo que en todo caso no debería formar parte de un nuevo entendimiento de la virilidad, despojada al fin de lastres machistas y dispuesta a transitar por senderos en los que sea posible la equivalencia de mujeres y hombres. En este sentido, resulta tremendamente didáctico usar referentes de la vida pública para señalar justamente lo que no debería ser un hombre del siglo XXI. Un territorio, el de la vida pública, que todavía hoy está casi enteramente poblado por sujetos que visten cómodamente el traje de la “masculinidad hegemónica” y que lógicamente están encantados de ser la parte privilegiada del contrato.

Si alguna consecuencia positiva podemos extraer del debate que tuvo lugar en el Congreso hace unos días con motivo de la moción de censura presentada por Unidos Podemos es, además de confirmar lo necesitado que está el Parlamento de voces contundentemente feministas como la de Irene Montero, el magnífico ejemplo que nos ofreció una vez más el portavoz del Grupo Parlamentario Popular sobre el tipo de varón que debería estar fuera de la vida pública y al que ningún joven debería aspirar a parecerse. Como es habitual en él, y como supongo que así lo espera el público que le aplaude y que comulga con su chulería misógina, Rafael Hernando demostró que uno de los ejes esenciales de la subjetividad masculina dominante es el desprecio de las mujeres, la negación de su individualidad y autoridad, así como la necesidad de empequeñecerlas a ellas para que nosotros podamos vernos el doble de nuestro tamaño natural. Algo que ya nos descubriera con su lucidez preclara Virginia Woolf a la que me imagino que Hernando y su fratría de iguales no tienen entre sus lecturas de cabecera.


Los comentarios del portavoz popular, y no digamos las justificaciones posteriores dadas por él mismo y por algunos miembros (y miembras) de su partido, ponen de relieve uno de los mayores obstáculos que las mujeres siguen encontrando para ejercer su estatuto de ciudadanas en igualdad de condiciones con los hombres. Me refiero no solo a como nosotros seguimos prácticamente monopolizando los púlpitos, que también, sino a como desde esos mismos espacios en los que actuamos como representantes de todas y de todos solemos devaluar las aportaciones de nuestras compañeras, les negamos valor por sí mismas y seguimos finalmente prorrogando la concepción de que de las mujeres solo pueden ser seres que viven por y para otros, y que por tanto que si están en política es porque hay hombres que se lo permiten y siempre, claro está, que ellas permanezcan en un lugar subordinado. De esta manera, y mientras que para los hombres los vínculos afectivos o sexuales no han supuesto nunca un argumento que mine nuestra autoridad –al contrario, incluso puede llegar a ser un factor más de reconocimiento entre iguales–, para ellas sus relaciones personales y familiares juegan en contra y son esgrimidas por el adversario como argumento de peso para quitarle valor a su acción política.

Rafael Hernando, no solo por lo que dice sino por como lo dice, es el mejor ejemplo de un modelo de virilidad que deberíamos superar si efectivamente queremos construir una sociedad en la que el sistema s*x*/género no siga estableciendo jerarquías entre nosotros y ellas. Si efectivamente deseamos que los valores éticos que impregnen nuestra democracia tengan que ver, como bien nos enseña el feminismo, con el reconocimiento de nuestra fragilidad y por tanto de nuestra interdependencia, con la necesidad de establecer puentes entre las y los diferentes o con la asunción de que la vida pública y privada no son opuestas sino necesariamente complementarias, necesitamos un modelo diverso de hombría que deje atrás la omnipotencia de quien se sabe sujeto privilegiado y que sea capaz de reconocer a las mujeres como la mitad igual sin la que el pacto democrático no merece este adjetivo. Ello pasa necesariamente por la renuncia a nuestra situación de comodidad, por la superación de la idea de que nuestros deseos pueden convertirse en derechos y por el reconocimiento de la igual autoridad de unas compañeras que todavía tienen que justificar sus méritos el doble que nosotros y a las que es habitual que se les niegue la competencia que con tanta facilidad se aplaude a varones mucho más mediocres que ellas.


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Leticia Dolera

@LeticiaDolera


De qué sirven vuestros minutos de silencio contra al violencia d género si luego en la tribuna os comportáis como unos machistas?#asco

12:53 - 14 Jun 2017


Siguiendo el eco del acertado tuit que mi admirada Leticia Dolera hizo circular tras escuchar a Hernando, si algo nos demostró la fallida moción de censura es que este país necesita no tanto un pacto contra la violencia de género sino un pacto contra el machismo. Lo cual pasa necesariamente por la pérdida de protagonismo en la escena pública de quienes no parecen dispuestos a bajarse del púlpito de su virilidad y por la militancia activa de todos nosotros, los sujetos privilegiados, en la renuncia a nuestros dividendos y en la denuncia feroz de cualquier comportamiento o actitud que nos marque como machitos habituados al ejercicio de la violencia. Una violencia que no solo se traduce en la que habitualmente identificamos estrictamente con la de género, según la LO 1/2004, sino que se expresa también en las múltiples formas –también simbólicas– mediante las que se humilla o desprecia a las mujeres.



Este artículo fue publicado originalmente en la edición digital de El País y fue posteriormente retirado porque la dirección lo consideró "inapropiado". Su autor lo ha difundido a través de su blog personal.

 
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