El muro de Berlin

Registrado
9 May 2017
Mensajes
29.260
Calificaciones
81.589
Ubicación
Buenos Aires - Argentina
La grieta del muro por la que se coló el imperio soviético
El derrumbe del telón de acero precipitó la caída de la URSS. De esa herencia histórica nace el ansia de la Rusia actual por recuperar su papel como agente geoestratégico de primer nivel

María R. Sahuquillo

Moscú 6 NOV 2019 - 20:50 ART

Retirada de tropas de la Guardia de Honor soviética en un monumento del distrito berlinés de Tiergarten, en diciembre de 1990.

Retirada de tropas de la Guardia de Honor soviética en un monumento del distrito berlinés de Tiergarten, en diciembre de 1990. Zöllner GETTY
Serguéi Milchakov pasó la noche del 9 de noviembre de 1989 pegado a la pantalla de televisión. En la cerrada base de Wünsdorf, la mayor instalación del Ejército rojo fuera de la Unión Soviética, aquel soldado de 33 años y sus compañeros aguardaban instrucciones. Pero no llegaron. Y Milchakov, que había llegado a la República Democrática Alemana (RDA) un año antes desde la región de los Urales rusos, cuenta que siguió el derrumbe del Muro de Berlín por los canales de Alemania Occidental que se captaban en la base, a unos 40 kilómetros de ese costurón que había dividido Europa y que estaba siendo desmantelado a golpe de cincel y martillo por los berlineses.


En Moscú, donde por la diferencia horaria ya era noche avanzada, nadie se molestó en despertar al entonces jefe de Estado de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, ni a sus asesores más cercanos. A la mañana siguiente, cuenta Mary Elise Sarotte en su libro El colapso, el Politburó ni siquiera celebró una reunión de emergencia para abordar el tema. El análisis de cientos de documentos de esos años indica que no estuvo sobre la mesa el uso de la fuerza. Además, la Unión Soviética ya tenía suficientes problemas, con una pobre economía y florecientes movimientos de independencia en los países bálticos y Georgia.
Al colapso del Muro le siguieron, como piezas de dominó, el derrumbe de los regímenes comunistas de Europa del Este, primero Polonia, después Checoslovaquia, Rumania... Y, por tanto, el fin del control de Moscú del antiguo Bloque Oriental. Hoy, antiguos aliados del Pacto de Varsovia son miembros de la OTAN. Supuso no solo la unificación de Alemania o el fin simbólico de la Guerra Fría, también la grieta decisiva en la caída del imperio soviético. Y un momento trascendental todavía hoy, 30 años después del hundimiento del telón de acero, para una Rusia que reclama un papel protagonista en el tablero geopolítico global. Un país orgulloso que, pese a sus problemas económicos, construye un nuevo imperio y que no ha dudado, como hizo entonces, en redibujar el mapa para lograrlo. Un Estado gobernado por un líder autoritario y nacionalista que ansía diferenciarse del “liberalismo occidental”.

A 165 kilómetros de Berlín, en Dresde, un oficial de los servicios secretos rusos (el KGB) de 37 años observaba ansioso los sucesos del Muro. Semanas antes, ya se habían producido protestas en Dresde. La situación volvió a caldearse a principios de diciembre, cuando una multitud empezó a asediar el edificio de la policía secreta, la Stasi. Enfrente, en la sede local del KGB, el agente y sus compañeros empezaron a quemar archivos. Temían que los manifestantes se hicieran con ellos.
“Destruimos todos nuestros lazos, contactos, toda la red de agentes. Personalmente quemé gran cantidad de materiales. Quemábamos tanto que estalló la estufa”, rememoró aquel oficial del KGB más tarde. Los manifestantes se acercaban, y llamó a la cercana base del Ejército Rojo para pedir protección. “No podemos hacer nada sin las ordenes de Moscú”, le dijo una voz al otro lado de la línea. “Y Moscú está en silencio”.
Carné de la Stasi de Vladimir Putin, de su etapa en Alemania.

Carné de la Stasi de Vladimir Putin, de su etapa en Alemania.

Aquel oficial del KGB era Vladimir Putin. Y esa frase le marcó. Tanto que analistas como Sarotte o periodistas como Masha Gessen, una gran crítica hacia el Kremlin, se muestran convencidas de que la beligerancia de quien terminaría por convertirse en presidente de Rusia, tiene gran parte de sus raíces en el colapso del Muro. Y en cómo se gestaron los acontecimientos que llegaron después. “Eso de Moscú está en silencio… Me dio la sensación de que el país ya no existía. Estaba claro que la Unión [Soviética] estaba enferma. Era una enfermedad mortal e incurable llamada parálisis. Parálisis del poder”, contó Putin en una serie de entrevistas a periodistas rusos publicadas en el libro Primera Persona: un autorretrato asombrosamente franco del presidente de Rusia Vladimir Putin (2000).
El soldado Anatoli Romas (a la izquierda), destinado en Alemania Oriental (izquierda), junto a sus compañeros en una imagen de su archivo.

El soldado Anatoli Romas (a la izquierda), destinado en Alemania Oriental (izquierda), junto a sus compañeros en una imagen de su archivo.

Anatoli Romas se convirtió en protagonista de una de las consecuencias más visibles del derrumbe: la retirada de las tropas soviéticas. Entre 1989 y 1994, se desmovilizaron más de medio millón de soldados y civiles dependientes. Más de 1.300 aviones y helicópteros, 3.600 piezas de artillería, 4.200 tanques y 8.200 vehículos blindados. “Cuando supimos del Muro ni nos imaginábamos que nos íbamos a retirar del todo. Empezó a rumorearse en 1990, pero oficialmente nadie nos decía nada”, comenta. En aquel entonces, Romas era alférez. Su unidad, se quedó en suelo alemán hasta 1992. “Nos propusieron llevarnos a la provincia de Volgogrado, a una estepa vacía, sin viviendas. Y ya ni hablar de cuarteles militares. Así que me dije que si esa era la única opción me volvía a casa. Mejor salir del Ejército que vivir en una carpa”, recuerda Romas, que hoy tiene 52 años.

Poco a poco, empezó a desarrollarse la que todavía hoy se considera la mayor operación de retiro en tiempos de paz. “Ya antes de la caída del Muro entendía que aquello era inevitable. Igual que la unificación, así que no fue una gran sorpresa”, afirma el veterano Milchakov. Wünsdorf, la base donde estaba destinado, una instalación construida por los nazis y reformada por los soviéticos tras la victoria. Tenía viviendas, tiendas, escuela. Entre los militares soviéticos se la conocía como “pequeña Moscú”; para los alemanes orientales era “la ciudad prohibida”. Hoy, es una enorme instalación abandonada donde todavía quedan los restos físicos de aquel imperio que cayó.
El carné militar de Serguéi Milchakov.
El carné militar de Serguéi Milchakov.

Para muchos, aquella retirada fue un trauma. “Fuimos a Alemania con la bandera de la victoria y huíamos con una bandera blanca cubierta de mierda”, dice rotundo el analista militar Victor Baranets. “Cerca del 80% de las tropas regresaban a Siberia, a Turkmenistán, a desiertos y bosques”, cuenta. Baranets, hoy columnista en el diario Komsolomskaya Pravda, trabajaba en el departamento de información del Ministerio de Defensa, y cuenta que los uniformados y sus familias hallaban en su mayoría “fango, frío, carpas rasgadas, hornos oxidados”. “Muchos ni siquiera sabían dónde iban a aterrizar. Pero sabían, que no tendría nada al regresar. Así que intentaban ganar algo de dinero antes. Vendían todo lo que se podía vender, menos las esposas y los hijos. Desde clavos a secretos militares. Estas tropas solían ser nuestro orgullo y se convirtieron en un gran mercado”, se lamenta.
Andrey Serguéyev llegó a Alemania precisamente para ayudar a la retirada de las tropas. Llegó a Berlín y se fue moviendo por las bases soviéticas orientales. Y vio aquel mercadeo. “Robaban los oficiales, los alférez, contratistas. Como no había que pagar aranceles, un comandante de nuestra unidad se llevó a Rusia 15 coches. Los contratistas compraban pistolas de gas y cartuchos y los escondían en los altavoces y las puertas de los coches”, recuerda. Salió de Alemania de los últimos, en 1994.Y fue reasentado en lo que había sido un campo de patatas, en la provincia de Voronoezh, donde se levantó un cuartel y varias decenas de viviendas para los militares de primer nivel.
Retirada de soldados soviéticos de Berlín en 1994.

Retirada de soldados soviéticos de Berlín en 1994. Meißner Getty

Aquellos soldados durmiendo en carpas y vendiendo o contrabandeando todo lo que podían encontrar, fueron un rotundo barómetro político. La Unión Soviética se retiró de Alemania por poco más que créditos sin intereses de Alemania Occidental. No se firmó una garantía formal contra la expansión de la OTAN. Y el dinero pronto desapareció en medio del caos y la corrupción de principios de la década de 1990. Muchos críticos creen aún hoy que Gorbachov debería haber sido más duro. También el Kremlin.
Cuando la URSS se disolvió, en 1991, esa nueva realidad dejó a Rusia como algo casi irrelevante. Y 10 años después, ese oficial soviético que había ido escalando rápidamente —funcionario de alto nivel; vicealcalde de su ciudad, San Petersburgo; director de uno de los servicios de inteligencia; ministro— se hizo con las riendas de un país con una economía muy enferma, traumatizado por el colapso de la Unión Soviética y acongojado por la inseguridad.
Putin ha afirmado en alguna ocasión que la desaparición de la URSS fue “la mayor catástrofe geopolítica del siglo”. El año pasado, solo unos días antes de las elecciones que revalidarían su mandato hasta 2024, aseguró que si pudiera cambiar algún acontecimiento histórico sería el desmoronamiento de la Unión. Y a lo largo de los años, el líder ruso se ha guiado por un principio fundamental: tratar de restaurar la importancia global de Rusia. Recuperar el orden y el orgullo nacional.
Dentro de Rusia, Putin quiere ser el líder orgulloso de los símbolos nacionales y de aquel imperio que derrotó al Ejército nazi, también el presidente cercano al pueblo que no permitiría que los soldados vivieran en tráilers o en carpas desgarradas. Y más: quien ha impulsado lo que en la retórica del Kremlin han llamado la “vuelta a casa de Crimea”, la península ucrania que Moscú se anexionó en 2014, después de las protestas europeístas que derribaron al líder aliado de Rusia y condujeron a Kiev fuera del paraguas de influencia de Moscú. En política exterior, Putin quiere jugar en las grandes ligas, y lo ha demostrado con su intervención en la guerra de Siria, sus intereses en África o su relación con China y Corea del Norte.
Refugiados alemanes orientales se agolpan a las puertas de la Embajada de la República Federal Alemana en noviembre de 1989.
Refugiados alemanes orientales se agolpan a las puertas de la Embajada de la República Federal Alemana en noviembre de 1989. JESÚS CISCAR

El Muro de Berlín parecía conducir al fin del imperio soviético. “Y el colapso de la URSS debía haber confirmado esa teoría”, apunta la reputada politóloga Lilia Shevtsova. “Sin embargo, las últimas décadas muestran que el estado del imperio ruso ha logrado sobrevivir modificándose a sí mismo pero conservando su anhelo de tener áreas de influencia y celo por la expansión, aunque en términos más híbridos. El intento ucraniano de huir es un nuevo golpe para el imperio ruso. Y sus intentos de mantener a Ucrania en sus brazos demuestran que la vieja construcción todavía está muy viva”, analiza la experta del centro de análisis Chatham House.
Junto al Muro, y paulatinamente, hubo otro derrumbe: el de la identidad soviética. Hoy, bajo el liderazgo de Putin, Rusia ha experimentado la democratización y la bonanza; pero también la censura, el auge del ultraconservadurismo y la homofobia. La caída del telón de acero, inicio el proceso de integración de la comunidad política e intelectual rusa en la narrativa occidental. El ‘nosotros somos parte de Europa’ era el lema de los años 90, recuerda Shevtsova. “Pero la incapacidad para transformar el sistema y volver a la tradición rusa de Gobierno ha traído de vuelta el antiguo síndrome de mentalidad ruso: el somos únicos y diferentes”, afirma la politóloga. “Hoy, la ciudadanía rusa está expuesta a la propaganda estatal, y el Kremlin intenta legitimar su poder mediante la creación del modelo Rusia-Fortaleza”, sigue.
Sin embargo, las cosas están cambiando en los últimos años. Alrededor del 60% de los rusos quieren la normalización de la relación de Rusia con Occidente. Solo el 18% quiere confrontación con Estados Unidos y el 14% está listo para la expansión de Rusia a otras repúblicas postsoviéticas. “El viejo modelo de legitimidad se derrumba. El drama es que la élite rusa no tiene ninguna otra idea para consolidar la sociedad y legitimarse a sí misma”, dice Shevtsova. Y añade: “Estamos viviendo en un interregno, cuando la gente está lista para un nuevo capítulo y lista para demoler el actual Muro de sospecha entre Rusia y Occidente. Pero esto socavaría el régimen actual que no está listo para la rendición”.

 
Infografía: las 4 etapas del Muro de Berlín, de la alambrada a una doble pared con torres y perros
Justo en medio de la capital alemana una pared de tres metros y medio de alto y 43 kilómetros de longitud se levantó entre 1961 y 1989, separando forzosamente a sus habitantes. Cómo estaba construida, cómo se fue modificando en diferentes etapas y cuántas personas murieron intentando cruzarlo


Por Germán Padinger
3 de noviembre de 2019

gpadinger@infobae.com



1573104155846.jpeg


Una miembro de las Grenztruppen, guardia de frontera de la República Democrática, observa desde su puesto de observación en el Muro de Berlín (Biblioteca del Congreso)

Un muro de ladrillo, cemento y alambre de púas de 43 kilómetros de longitud, resguardado por soldados armados, perros y obstáculos anitanque, separó a Berlín por el mismo centro de la ciudad durante durante más de 28 años, entre 1961 y 1989.

La infame barrera y símbolo de la Guerra Fría, de cuyo derrumbe se cumplen este sábado 30 años, fue parte de los 155 kilómetros de frontera que separaron a Berlín Occidental del territorio de la República Democrática de Alemania (DDR, en alemán), que a su vez estuvo dividido de la República Federal de Alemania (BRD) por una línea de 1.400 kilómetros desde el Mar Báltico hasta la entonces Checoslovaquia.

El Muro de Berlín comenzó a ser construido el 13 de agosto de 1961, en un contexto de fuertes tensiones entre Estados Unidos y Rusia y ante el deterioro de las condiciones de vida en la DDR y el flujo incesante de inmigrantes hacia el oeste (calculado en 2,7 millones de personas entre 1945 y 1961). En esta etapa, conocida como “de primera generación”, la sencilla “barrera de protección antifascista”, como fue bautizada por las autoridades comunistas, contaba sólo con alambre de púas y paredes de ladrillo de baja altura.

La pared corría a lo largo de la frontera acordada por los aliados vencedores de la Segunda Guerra Mundial (Unión Soviética, Estados Unidos, Reino Unido y Francia) en 1945. Dividía a los barrios de Reinickendorf y Wedding (oeste) con Pankow y Prenzlauerberg (este) en el norte; avanzaba entre el parque Tiergarten (oeste) y la Puerta de Brandenburgo y el Mitte (este); y separaba a Neuköln y Kreuzberg (oeste) de Friedrichshain y Treptow (este) en el sur.

1573104262082.jpeg



%23HZE4XNGRUBCNNBBGT4H3VMJKEY



Había además nueve cruces oficiales dentro de la ciudad, entre Berlín Occidental y Oriental, y otros seis en el resto de la frontera, entre Berlín Occidental y la DDR, de acuerdo a datos oficiales del municipio de Berlín y las fundaciones Gedenkstätte Berliner Mauer (Memorial estatal del Muro de Berlín) y Chronik der Mauer (Crónica del Muro).

En 1962 las autoridades comunistas iniciaron un proceso de expansión y sofisticación del muro que continuaría hasta su derrumbe.

La segunda etapa o “generación” continuó hasta 1965 y se caracterizó por la construcción de una segunda pared a 100 metros de la primera y en paralelo a ésta, conformando una tierra de nadie en el medio que llegaría a ser conocida como la “franja de la muerte”: donde los guardias de frontera tiraban a matar. También, los edificios de departamentos que quedaron en esta zona fueron derrumbados y sus habitantes reubicados.

En 1965 comenzó la construcción de la “tercera generación”, que incorporó los ya famosos bloques de concreto coronados con un cilindro que impedían que fueran escalados. En tanto la “franja de la muerte” comenzó a llenarse de barreras antitanque y zanjas, entre otros obstáculos.

3LG24NOMPVASDDKSBCW4DPVVFY.gif


En 1975 las autoridades de la DDR iniciaron la construcción de la que sería la última y cuarta generación del muro, conocida como Grenzmauer 75 (Muro de frontera 75). A los avances anteriores se sumaron 259 casetas para perros, 302 torres de vigilancia y 20 búnkers con nueve cruces oficiales.

En total, el muro contaba con 45.000 bloques de concreto de 360 centímetros de alto y 120 centímetros de ancho, con un peso de 2.750 kilogramos cada uno.

Durante esta etapa, la de mayor importancia para el muro, 7.000 soldados de las Grenztruppen (guardias de frontera pertenecientes al Ejército Nacional Popular de la DDR) estaban afectados a su custodia.

Todo este dispositivo estaba montado con el único fin de evitar que los ciudadanos de la DDR emigraran a Occidente, y por tanto las diferentes capas de obstáculos y las fortificaciones defensivas miraban exclusivamente hacia el este, siempre asimétricas. No fue nunca una trinchera defensiva para evitar una invasión desde el oeste, ni una barrera para controlar un flujo masivo de inmigrantes hacia el este.

1573104334436.jpeg

El famoso cruce fronterizo "Checkpoint Charlie", un día después de la caída del Muro de Berlín en 1989 (AP/Thomas Kienzle)

El muro en sí cubría los 43 kilómetros de frontera “urbana” entre Berlín Occidental y Berlín Oriental. Había otros 112 kilómetros de frontera entre Berlín Occidental y la DDR demarcados por alambres de púas, minas antipersonal y puestos de guardia, pero sin llegar a la sofisticación del Grenzmauer 75.

Dentro de estos 43 kilómetros “urbanos” había nueve cruces fronterizos oficiales, incluyendo el famoso Checkpoint Charlie/Friedrichstrasse, destinado a extranjeros y diplomáticos, el Invalidenstrasse/Sandkrugbrücke para ciudadanos alemanes y la parada de trenes Friedrischtrasse, la única del sistema de trenes subterráneos (U-Bahn) y de superficie (S-Bahn) que continuó conectando íntegramente a Berlín, luego de que numerosas estaciones debieran ser cerradas por encontrarse en el lado equivocado de la ciudad.

Las víctimas del muro

Entre 140 personas, según datos del Gedenkstätte Berliner Mauer, y 169, de acuerdo a la Fiscalía de Berlín, murieron en el muro entre 1961 y 1989. La mayoría de estos fueron asesinados por las Grenztruppen, que tenían órdenes de tirar a matar si no se podía evitar el escape por otros medios, o por causa de obstáculos o en accidentes dentro de la “franja de la muerte”. Entre estos figuran también ocho guardias de frontera muerto a manos de los que intentaban escapar, en muchos casos desertores, y un soldado soviético fallecido en accidente.

1573104363338.jpeg

Ida Siekmann, la primera víctima del Muro de Berlín, el 22 de agosto de 1961 (Dominio público)

En total, 600 alemanes del este fueron masacrados por las autoridades de la DDR mientras intentaban escapar al oeste en diferentes puntos de la frontera de 1.400 kilómetros entre las dos Alemanias.

Ida Siekmann, una mujer de 59 años, es comúnmente señalada como la primera víctima del Muro de Berlín. Murió el 22 de agosto de 1961 por la caída tras lanzarse sobre Berlín Occidental de su edificio en la Bernauerstrasse 48, que había quedado justo pegado al muro.

Mientras que Günter Liftin de 24 años, es considerado el primer fusilado por las Grenztruppen, que le dispararon el 24 de agosto de 1961 mientras intentaba cruzar a nado el río Spree.

1573104388436.jpeg

Günter Liftin, primer fusilado por las tropas de frontera de Alemania del Este, el 24 de agosto de 1961 (Dominio público)

Tres personas murieron en 1989, el último año de existencia del muro.

Ingolf Diederichs, de 24 años, falleció luego de saltar de un tren en movimiento el 13 de enero.

Mientras que Chris Gueffroy, de 20 años, fue asesinado de un disparo en Britz mientras intentaba escapar.

El último en morir fue Winfried Freudenberg, de 32 años, quien perdió la vida cuando el globo el que había intentado escapar, y en el que llevaba flotando cinco horas, se precipitó a tierra en el barrio de Zehlendorf, aún en Berlín Oriental.

 
30 años de la Caída del muro, con cuanta ilusión acogimos la noticia, que años tan increíbles vivimos después y en qué ha devenido el mundo.
Que emoción aquella noche, viendo como gente que se conocía sólo por los balcones y no pensaban que se iban a encontrar nunca se abrazaban, como llegaban los familiares para encontrarse y como atrevesaban los pedazos de muro caído con sus trabis. Una noche inolvidable, en casa vinieron vecinos para verlo juntos y brindamos con cava. Mi padre llorando como un chiquillo.
Me pilló en plena juventud, disfrute mucho del ambiente festivo de la época, la sensación de libertad, de cambio de poder realizar sueños. Tengo ahora hijos casi de la misma edad y tienen que crecer en este mundo cada día menos amable, agresivo, que puede explotar en cualquier momento.
 
A 30 años del final de la pared que dividió dos mundos: por qué se construyó el Muro de Berlín y qué significó para la Guerra Fría
Los 43 kilómetros de concreto que partían a la ciudad en dos fueron el mayor símbolo del conflicto entre el occidente capitalista y el este comunista, que dividió al planeta desde el fin de la Segunda Guerra hasta la disolución de la Unión Soviética


Por Darío Mizrahi
2 de noviembre de 2019

dmizrahi@infobae.com

1573174363978.png


La construcción del muro entre Berlín Este y Berlín Oeste por los alemanes comunistas frente a la Puerta de Brandeburgo, el 30 de noviembre de 1961 (Foto de Underwood Archives/Shutterstock (4436602a))



Tras protagonizar las dos guerras que devastaron al mundo en la primera mitad del siglo XX, Alemania se convirtió en una de las principales arenas del conflicto que atravesó a la segunda mitad. Durante cuatro décadas, Berlín fue el gran escenario de la Guerra Fría a nivel político, diplomático, cultural y hasta en el terreno del espionaje.

Qué hacer con Alemania fue lo primero que debieron resolver Estados Unidos y la Unión Soviética, los dos artífices de la derrota del Tercer Reich en su breve período como aliados. Fue uno de los temas centrales de la conferencia de Yalta de febrero de 1945, en la que el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, el líder soviético Iósif Stalin y el primer ministro británico Winston Churchill discutieron los pasos a seguir tras el fin de la conflagración.

En la Conferencia de Potsdam, celebrada entre julio y agosto del mismo año, acordaron dividir el territorio alemán en cuatro zonas de ocupación. El este quedó bajo custodia del Ejército Rojo y el oeste se repartió entre las tres potencias occidentales: Estados Unidos, Reino Unido y Francia. Berlín, ubicada en el nordeste del país, se partió en dos con la misma lógica: el este fue ocupado por las tropas soviéticas y el oeste por los otros tres ejércitos.

1573174395371.png

Winston Churchill, Franklin D. Roosevelt y Iósif Stalin en la Conferencia de Yalta, en febrero de 1945 (Wikipedia)





Los cuatro conformaron el Consejo de Control Aliado como órgano de gobierno de Alemania. Se pensó como algo provisorio, hasta que todas las partes estuvieran de acuerdo en que el país podía volver a autogobernarse.

Sin embargo, la desconfianza entre las naciones occidentales y la URSS creció a gran velocidad. La competencia entre Washington y Moscú por convertirse en la potencia hegemónica en el nuevo orden mundial que empezaba a surgir, con modelos políticos, económicos y sociales antagónicos, frustró cualquier acuerdo. Alemania y Berlín sufrirían las consecuencias de ese enfrentamiento.

Infografía: Marcelo Regalado

Infografía: Marcelo Regalado

La división de Alemania... y del mundo

La Unión Soviética abandonó el Consejo de Control Aliado en 1948. Fue la señal más clara de que Alemania, lejos de ir hacia una reunificación, se dirigía hacia una partición en dos países diferentes, con sistemas opuestos.

Con la intención de convertir a “su” Alemania en un Estado vasallo, el Kremlin impulsó la fusión del Partido Comunista Alemán con el Partido Socialdemócrata, lo que dio lugar a la formación del Partido Socialista Unido de Alemania (SED por la sigla en alemán). Desde 1946 empezó a funcionar un gobierno local comandado por la nueva fuerza, que avanzó con un plan de nacionalizaciones, siguiendo los lineamientos de la economía centralizada.

La ocupación soviética terminó formalmente el 7 de octubre de 1949, con la fundación de la República Democrática Alemana (RDA) —Alemania Oriental—. Abarcaba los cinco estados del este que estaban bajo control ruso: Mecklemburgo-Pomerania Occidental, Brandeburgo, Sajonia, Sajonia-Anhalt y Turingia. De todos modos, el Ejército Rojo nunca abandonó el país y permaneció como una fuerza de última instancia para mantener el orden ante desbordes, como ocurrió con los levantamientos de 1953.

1573174431754.png

Puesto de control estadounidense en el cruce de Friedrichstrasse, en la frontera este-oeste de Berlín, el 25 de octubre de 1961. Conocido como Checkpoint Charlie, se convirtió en un símbolo de la Guerra Fría (Foto de Everett/Shutterstock (10307220a))

307220a))

Si bien en los papeles no había un modelo de partido único como el de la URSS, en los hechos se estableció un sistema muy similar. Distintos partidos pequeños, sin un anclaje demasiado real en la sociedad, se sometían al liderazgo del SED en el marco del Frente Nacional, que no aceptaba oposición alguna ni elecciones libres.

Wilhelm Pieck asumió como presidente de la RDA el 11 de octubre de 1949. Fue el primero y el último, ya que el cargo se abolió tras su muerte en 1960. Pero la máxima autoridad política en términos fácticos era el primer secretario del SED, que entre 1950 y 1971 fue Walter Ulbricht. En 1960 asumió formalmente la jefatura de gobierno como presidente del Consejo de Estado. En 1971, el liderazgo pasó a manos de Erich Honecker, que permaneció como jefe del partido y hombre fuerte de la RDA hasta 1989.

1573174453971.png

Wilhelm Pieck, presidente de la República Democrática Alemana entre 1949 y 1960 (Wikipedia)



La ocupación de las potencias occidentales sobre el oeste del país también terminó en 1949, con la formación de la República Federal de Alemania (RFA). Desde el punto de vista institucional y económico, siguió las pautas de la mayoría de los países del oeste europeo, con un sistema parlamentario con elecciones competitivas y una economía de mercado. Su capital pasó a ser la ciudad de Bonn.

Lo que no terminaba de resolverse era el estatus de Berlín. Al estar en su porción del territorio, la RDA la consideraba su capital y pretendía que las potencias capitalistas salieran de la mitad occidental, algo que no iban aceptar nunca. De hecho, sólo se fueron tras la reunificación. Berlín Oeste se incorporó a la RFA como un estado especial, cuyos ciudadanos podían presentarse a cargos públicos, pero no podían votar en las elecciones federales.

1573174476427.png

Walter Ulbricht, primer secretario del Partido Socialista Unificado de Alemania entre 1950 y 1971 (Wikipedia)



“Desde principios de la década de 1950, Alemania Oriental había intentado reforzar su frontera y criminalizar a los ciudadanos que trataban de salir del país sin el permiso del Estado. Sin embargo, Berlín Oeste, que era una pequeña isla controlada por las potencias occidentales dentro de su territorio, todavía ofrecía una salida. Las personas podían viajar a Berlín Este y luego utilizar el sistema de transporte público para huir hacia Occidente, o encontrar otra forma de cruzar de una parte de la ciudad a otra. Tanto la dirección de la RDA como la Unión Soviética vieron la presencia de Berlín Oeste como una amenaza para la continuidad del Estado socialista”, explicó David Clarke, profesor de estudios alemanes modernos de la Universidad de Cardiff, consultado por Infobae.

El 24 de junio de 1948 estalló una de las primeras grandes crisis de la Guerra Fría: el Bloqueo de Berlín. En represalia por la adopción del marco alemán como moneda de Berlín Oeste —lo que iba a fortalecer los vínculos comerciales con los estados occidentales y a perjudicar los lazos con los orientales—, la Unión Soviética bloqueó todas las vías de acceso terrestres a la ciudad.

Estados Unidos y sus socios replicaron creando un puente aéreo nunca antes visto. Durante más de un año, abastecieron a los berlineses occidentales con aviones enviando incluso más suministros de los que entraban antes por tierra. A comienzos de 1949 era evidente que el bloqueo había fracaso, y Moscú lo levantó el 12 de mayo.

1573174498961.png

Erich Honecker, primer secretario del Partido Socialista Unificado de Alemania entre 1971 y 1989



El Muro

La razón principal para construir el Muro de Berlín fue el gran número de refugiados que huyeron de la RDA hacia la RFA desde 1949. Dado que la frontera interior de Alemania había sido sellada por la RDA en mayo de 1952, la ciudad abierta de Berlín era el único lugar para escapar sin arriesgar la vida. En Berlín no había en los años 50 una frontera fuerte debido a su estatus político especial. Los refugiados eran un problema para la RDA, porque existía la posibilidad real de que el país se desangrara”, dijo a Infobae el historiador Thomas Flemming.

Con el correr de los años se fueron haciendo cada vez más grandes las diferencias en las condiciones de vida en las dos Alemanias. Aunque la RDA era bastante más próspera que otros países del bloque comunista, estaba bastante lejos del bienestar que empezaba a exhibir su contraparte occidental, que estaba apuntalada por el Plan Marshall. Más allá de los problemas de la economía centralizada, Alemania Oriental tenía que pagar millonarias indemnizaciones a la URSS en concepto de reparaciones por los daños causados en la guerra.

1573174528265.png

Un policía de Berlín Oeste se para frente al muro de hormigón que divide Berlín Este y Oeste. A lo largo de la calle Bernauer, los obreros de Berlín Este añaden bloques para aumentar la altura de la barrera el 11 de octubre de 1961 (Foto de Everett/Shutterstock (10293355a))



La distancia se magnificaba entre las dos Berlines, ya que la parte occidental estaba muy subsidiada por la RFA, que quería mostrarla como un modelo opuesto al soviético. Además, se convirtió en un polo artístico y cultural, con libertades civiles y políticas impensables en el este.

“Los alemanes orientales tenían derecho automático a convertirse en ciudadanos de Alemania Occidental, y los trabajadores, especialmente los más jóvenes y calificados, podían simplemente cruzar la frontera entre Berlín Oriental y Occidental para encontrar mejores empleos. En el contexto de las campañas de socialización de las pequeñas empresas privadas o de colectivización de las granjas, un gran número de estos trabajadores, esenciales para cualquier economía industrial, abandonaron el país”, sostuvo Peter C. Caldwell, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Rice, en diálogo con Infobae.

1573174560672.png

Vista aérea de la Puerta de Brandenburgo tras la construcción del muro de Berlín a lo largo de la frontera entre Berlín Este y Oeste a finales de 1961 (Foto de Granger/Shutterstock (8653912a))



El endurecimiento de los controles fronterizos alrededor de Berlín Oeste comenzó a mediados de los 50. Torres de control, cercos y obstáculos antitanque como “erizos checos” pasaron a cubrir los bordes de la ciudad para dificultar la salida de alemanes del este. Pero no era suficiente.
 
continúa...

Entre la creación de la RDA y la construcción del Muro, 2,7 millones de personas huyeron del país. La mayoría, a través de Berlín Oeste, porque las dos mitades de la ciudad estuvieron completamente unidas hasta agosto de 1961. Los refugiados que huyeron de la RDA eran sobre todo jóvenes cuya educación había sido financiada por el Estado. Ingenieros, trabajadores calificados, profesores, directivos y personal médico. Esto significaba una gran pérdida para la economía y la sociedad de Alemania Oriental. Para el régimen comunista, era una necesidad existencial controlar el flujo de fugitivos, bloquear la ruta de escape de Berlín Occidental”, dijo a Infobae el historiador Cyril Buffet, doctor en relaciones internacionales y estudios alemanes, y autor de El día que cayó el Muro (The Day the Wall Fell).

1573174712171.png

El 11 de agosto de 1961, los líderes políticos de Alemania Oriental firmaron las órdenes de cerrar la frontera entre Oriente y Occidente y erigir el temido Muro de Berlín. A medianoche, la policía y las unidades del ejército de la RDA comenzaron a cerrar la frontera y, el domingo 13 de agosto por la mañana, la frontera con Berlín Occidental estaba cerrada (Foto de Bill Cross/ANL/Shutterstock (1335632a))



“¡Nadie tiene la intención de levantar un muro!”, bramó Walter Ulbricht en una histórica conferencia de prensa el 15 de junio de 1961. Dos meses después, el 12 de agosto, ordenó su construcción, que comenzó el 13 a la mañana. Se cercó la totalidad de Berlín Oeste, pero bastante adentro en territorio oriental, para no generar una disputa con el Oeste y dejar varios metros de espacio vacío que permitirían dispararle a quienes intentaran cruzar.

La RDA proclamó oficialmente que el Muro de Berlín era una protección contra el fascismo, para mantener fuera las influencias occidentales y para sentar las bases de una coexistencia pacífica. En Occidente, sin embargo, los funcionarios señalaron el efecto práctico del Muro en la reducción del flujo de refugiados procedentes del Este. De hecho, para el régimen era urgente poner freno a la pérdida de talento humano y mano de obra”, afirmó la historiadora Margarete Myers Feinstein, profesora de la Universidad Marymount, consultada por Infobae.

1573174749536.png

El presidente estadounidense Richard Nixon y el alcalde de Berlín Occidental Klaus Schuetz el 27 de febrero de 1969, en un monumento en memoria de dos alemanes orientales muertos a manos de guardias cuando intentaban cruzar el Muro de Berlín (Foto de Everett/Shutterstock (10306664a))



El 17 de agosto de 1961 se empezaron a poner los ladrillos del muro. En los meses siguientes, los 43 kilómetros que separaban a las dos Berlines quedaron cubiertos de concreto, y los 156 kilómetros que rodeaban los bordes externos de la ciudad occidental se volvieron infranqueables. Sólo se podía pasar por unos pocos pasos fronterizos estrictamente vigilados.

“Una vez que se construyó el Muro, los soviéticos sintieron que habían resuelto el problema de la ciudad y estabilizado a la RDA —dijo Clarke—. Aunque siguió llamando la atención sobre la brutalidad del régimen oriental y soviético, especialmente cuando los ciudadanos de la RDA eran asesinados al intentar cruzarlo. Tal vez de manera más infame en el caso de Peter Fechter, que murió por heridas de bala en la ‘franja de la muerte’, a la vista de los medios de comunicación del mundo, en agosto de 1962. Además, proporcionó un telón de fondo para que los políticos occidentales reprendieran a los soviéticos por sus políticas opresivas. Sin embargo, después de la construcción, Berlín no volvió a ser sede de un estallido importante de tensiones en la Guerra Fría”.

1573174769701.png

El 10 de noviembre de 1989, los ciudadanos de Alemania Oriental y Occidental celebran subidos al muro de Berlín en la puerta de Brandenburgo tras el anuncio de la apertura de la frontera de Alemania Oriental (Foto: Martti Kainulainen/Shutterstock (503486f)).



El símbolo

“De Stettin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático ha descendido una cortina de hierro a través del continente. Detrás de esa línea se encuentran todas las capitales de los antiguos estados de Europa Central y Oriental. Varsovia, Berlín, Praga, Viena, Budapest, Belgrado, Bucarest y Sofía. Todas estas famosas ciudades y las poblaciones que las rodean se encuentran en lo que debo llamar la esfera soviética”.

Winston Churchill había dejado de ser primer ministro británico un año antes del recordado discurso que dio el 5 de marzo de 1946 en el Westminster College de Fulton, Missouri. El término “cortina de hierro” se popularizaría años después por la potencia y la claridad con la que aludía a la profunda división entre los dos mundos que emergieron tras la Segunda Guerra. Si esa fue la metáfora que mejor describió a la Guerra Fría, el Muro de Berlín fue su expresión material más acabada.

“Para ambos lados, el Muro simbolizó la Guerra Fría —dijo Feinstein—. En el Este, era un recordatorio de la amenaza del imperialismo capitalista y del fascismo. En Occidente, era una prueba de la crueldad y de la falta de libertad en Oriente. Berlín había sido un punto álgido desde que Stalin bloqueó el lado oeste en 1948 y las fuerzas angloamericanas respondieron con el puente aéreo. La preservación del estatus de Berlín Oeste fue un elemento central de la política estadounidense. No obstante, a pesar de la retórica occidental que lo condenaba, el Muro sirvió para estabilizar la situación en Berlín y reducir las tensiones”.

1573174809013.png

Un hombre de Alemania Occidental utiliza un martillo y un cincel para cortar un trozo del Muro de Berlín. Una parte del Muro ya había sido demolida en Potsdamer Platz, 14 de noviembre de 1989 (Foto de F A Archive/Shutterstock (6044515ay))



Los líderes políticos occidentales vieron con cierta satisfacción su construcción porque el orden vigente en Berlín entre 1948 y 1961 era demasiado inestable, y para la RFA empezaba a ser un problema recibir tanta gente de su vecino. Además, el costo de erigir esa barrera atroz lo pagaron exclusivamente la RDA y la URSS, lo que a largo plazo sería una gran victoria simbólica para Occidente.

“En pocos años, múltiples muros de concreto, alambres de púas, trampas para tanques, minas y guardias armados mantuvieron los dos lados muy separados —dijo Caldwell—. Fue una pesadilla de relaciones públicas para los alemanes orientales y para el bloque soviético, porque sin importar lo que dijeran, el Muro existía para impedir que la gente saliera de Alemania Oriental para ir a Occidente. Simbolizaba la incapacidad del socialismo de Estado para mantener voluntariamente a los alemanes en la RDA. Simbolizaba la falta de legitimidad del país y, con ello, la falta de legitimidad del propio socialismo de Estado”.

Por estas mismas razones, la caída del Muro fue el testimonio más visible del fin de la Guerra Fría, por más que la Unión Soviética se disolvió dos años más tarde. El gobierno de la RDA, cada vez más debilitado ante un creciente movimiento de protesta, y temeroso por las revoluciones que empezaron a propagarse en los países del este en 1989, se vio obligado a ceder.


Cuando el 9 de noviembre anunció que sus ciudadanos podrían visitar la RFA, el Muro dejó de tener sentido y miles de personas empezaron a tirarlo abajo. La demolición oficial se inició el 13 de junio de 1990 y el proceso culminó el 3 de octubre, con la reunificación alemana. En rigor, la RDA dejó de existir y sus estados se incorporaron a la RFA, adoptando su sistema político y económico.

El Muro fue y sigue siendo el símbolo icónico de la Guerra Fría, aunque fue construido al menos 14 años después de su inicio. Marcó la realidad visual del conflicto Este—Oeste. Fue la encarnación en concreto y alambre de púas de la metafórica ‘Cortina de Hierro’ descrita por Churchill en 1946. Terminó simbolizando el propio sistema comunista. El Muro parecía ser la última construcción inhumana que encarcelaba a toda una población, privando de sus derechos básicos a los alemanes orientales. Por eso, cada una de las 140 personas asesinadas en el Muro de Berlín representa esta aspiración de libertad. La caída del Muro, hace 30 años, reforzó esta imagen porque significó el fin de la Guerra Fría, el fin de la división de una ciudad, de un país, de un continente”, concluyó Buffet.

 
Última edición:
Berlín, más allá del Muro
Alemania celebra el 30 aniversario del momento histórico en que se abrieron las fronteras entre el bloque soviético y el aliado.




Caída del Muro de Berlín en 1989


Caída del Muro de Berlín en 1989 © Alamy




Han pasado décadas desde la caída, pero las huellas de aquel muro permanecen tan indelebles en la memoria de quienes lo vivieron como en el trazado de la ciudad.
Era casi medianoche cuando llamaron a la puerta de su piso en Kreuzberg. Una atónita Inge Albrecht (1963, Berlín) abre la puerta y se encuentra a su hermano, al que no había visto en años: “¿No te has enterado? ¡El muro ha caído!”.



En cualquier otra circunstancia le hubiera costado creerlo, pero el 9 de noviembre de 1989 la prueba estaba ante sus ojos empañados por la alegría y la confusión. Como el resto de ciudadanos de la RDA (República Democrática Alemana), su hermano nunca hubiera podido cruzar a la RFA (República Federal de Alemania) si la pregunta de un periodista no hubiera precipitado la caída del muro que, desde 1961, dividía Berlín en dos mundos diametralmente opuestos dentro de una misma ciudad.
Hacía escasas horas, el portavoz del comité central del SED (Partido Socialista Unificado) Günter Schabowski comparecía ante la prensa extranjera para presentar la nueva Ley de Viajes que por fin autorizaría las salidas del país.

Caída del Muro de Berlín en 1989


Caída del Muro de Berlín en 1989 © Alamy

Presionados por las evasiones constantes a través de las embajadas y las manifestaciones que exigían la libre circulación, la RDA había decidido abrir sus fronteras. “¿Cuándo entra en vigor?”, inquirió Riccardo Ehrman. Tras rebuscar nervioso en sus papeles, el miembro del politburó repuso: “Ab sofort” (De inmediato).







Aquellas palabras bastaron para que los corresponsales corrieran a alertar a las agencias internacionales, al mismo tiempo que los televidentes que seguían la retransmisión en directo se echaban a las calles para comprobarlo en primera persona.
Los pasos fronterizos se llenaron de curiosos que se encontraron ante la negativa de unos dubitativos agentes a los que nadie había dado instrucciones. Ante la afluencia de las masas, alrededor de las 23:30, a los guardias de Bornholmer Straße no les quedó más remedio que ceder. En las horas siguientes cerca de 20.000 personas cruzaron Bösebrücke sin ningún tipo de control.
Justo al lado del puente, en la plaza del 9 de noviembre, los restos del muro y unas placas conmemorativas recuerdan 30 años después ese histórico momento que Inge Albrecht nunca pensó que viviría. Inmediatamente después de recibir a su hermano se desplazaron hasta este punto de la ciudad para contemplar cómo miles de personas conseguían lo que tanto le había costado a ella: cruzar al otro lado.

Inge Albrecht, en Bulgaria en 1982


Inge Albrecht, en Bulgaria en 1982 © © Inge Albrecht

Yo quería estudiar y en la RDA nunca hubiera podido hacerlo. Mi padre no gozaba de la simpatía del régimen y a mí no se me permitía realizar mi Abitur (examen de acceso a la universidad similar a la Selectividad)”, explica.







Con tan solo 21 años y después de tres intentos fallidos, dos en la frontera de Bulgaria con Turquía y uno en Varsovia, en 1984 se le presentó una nueva oportunidad. Junto con una amiga, una conocida y los hijos de ambas, acudió al equivalente de la embajada de la República Federal en Berlín Oriental, donde muchos ciudadanos trataban de conseguir su visado de salida.
La entrada y ambos lados de la calle estaban custodiados por agentes de la Stasi (Sevicio de Seguridad) pero la suerte quiso que un desfile de jóvenes que celebraban Pentecostés pasara en ese momento por Hannoverschen Straße.
Un guardia vio cómo el grupo se infiltraba entre la muchedumbre, pero no logró hacerse entender con su compañero al otro lado de la calle. Cuando llegaron a la puerta tomados de la mano, un policía agarró a uno de los niños: “¡Suelte a mi hijo!”, gritó su compañera. Por muchas veces que Inge cuente la historia, la fuerza en su voz denota que el recuerdo permanece vívido.
Aquel día consiguieron franquear la entrada, no obstante aún tendrían que esperar cuatro semanas junto a más de 50 personas en la misma situación para poner sus papeles en regla. “Esto no es un hotel”, les diría el primer funcionario que les atendió, sin saber que aquella frase se convertiría en el título del proyecto documental en el que la joven narraría su experiencia durante los estudios de cine que cursaría después.

Inge Albrecht


Inge Albrecht en 1982 © © Inge Albrecht







Cuando finalmente dejó la embajada, lo hizo con la promesa de poder cruzar a Berlín Occidental solo si volvía antes su antigua casa en Friedrichshain. Lo que debían ser unos pocos días, se tornó una eternidad cuando entendió que la Stasi la seguía.
Tras una confrontación directa fue obligada a abandonar Berlín Oriental para siempre, pero en una hábil maniobra, Inge Albrecht tomó el teléfono de la mesa de su interlocutora y llamó a su padre para despedirse.
Él se apresuró a recoger a su mujer del trabajo y llegar hasta donde estaba su hija a quien pudieron ver marchar desde la estación de Friedrichstraße flanqueada por agentes de la Stasi. Allí debía tomar la línea 6 de metro que discurría por la RDA sin efectuar paradas. Una vez dentro, no saldría de su asombro al contemplar a la gente enfrascada en sus periódicos y revistas ajena al mundo sobre sus cabezas.
BORNHOLMER STRASSE, AL OTRO LADO DEL MURO

Como Inge Albrecht y su hermano, cuando Mario Schatta (1963, Berlin) se enteró de que las fronteras estaban abiertas también acudió a Bösebrücke.

Inge Albrecht


Inge Albrecht frente a la Puerta de Brandeburgo © Inge Albrecht

En su caso, la noticia llegó mientras celebrara un memorial de la Noche de los Cristales Rotos (quiso la casualidad que dos de los episodios más trascendentes de la historia de Alemania compartan efeméride), condujo hasta su casa para discutir con su mujer cómo debían proceder y se dirigió al puente junto a un amigo que, más tarde descubriría, era miembro de la Stasi y llevaba meses espiándolo.







Pero de aquella noche solo recuerda la alegría. Era la primera vez en su vida que cruzaba a Berlín Occidental y cuenta que quedó maravillado con las luces y los colores. De ahí se fueron a una discoteca en Charlottenburg a continuar con la celebración.
BERNAUER STRASSE, EL MEMORIAL DEL MURO
Si seguimos la cicatriz de aquella herida que permaneció abierta durante 28 años, 2 meses y 27 días, desde Bornholmer Strasse atravesaremos Mauerpark, famoso por su mercadillo semanal similar al Rastro, para llegar hasta Bernauer Strasse.

Caída del Muro de Berlín en 1989


Caída del Muro de Berlín en 1989 © Alamy

A lo largo de esta calle, unos postes con mapas y testimonios sonoros dan cuenta de los intentos de fuga, los que llegaron a buen término como el de Inge Albrecht (4.000 según las estimaciones) y los que no (se dice que 79 personas fueron asesinadas tratando de atravesar la frontera hasta la RFA).
Esta instalación al aire libre deja constancia de la división a cuchillo que sufrieron algunos vecindarios, e incluso edificios, y culmina con el Memorial del muro. Un centro de información con un mirador desde el que se puede observar una torre de control y la llamada “zona de la muerte” que se conservan intactas.
LA PUERTA DE BRANDEBURGO







Continuando con el trazado que muchas veces aparece representado por adoquines metálicos en el suelo berlinés, llegaremos hasta el símbolo de la ciudad cuyos arcos permanecieron ciegos durante los años de la división. A un lado, el Tiergarten donde los sectores occidentales se las ingeniaron para superar el bloqueo comercial plantando patatas y coles. De ahí el tópico.
Al otro lado, con motivo del 30 aniversario de la caída del muro, la instalación artística Visiones en movimiento hace ondear una bandera de mensajes, deseos y esperanzas frente a la Puerta de Brandeburgo.
En ese mismo emplazamiento, tuvo lugar el célebre concierto de Año Nuevo de 1989 en el que actuó David Hasselhoff, cuyo nombre siempre sale a relucir cuando se menciona la Caída del Muro. No, el ex vigilante de la playa no tuvo nada que ver en este hito sociopolítico, pero lo que sí es verdad es que su canción 'Looking for freedom' constituyó todo un éxito de ventas aquel año y, dadas las circunstancias, casi adquirió la categoría de himno.
POTSDAMER PLATZ
El 13 de agosto de 1961 una línea divisoria, primero de alambre de espino y después de hormigón, abrió una barricada entre Potsdamer Platz y Leipziger Platz. A lo largo de todo el país, el muro constaba de una frontera exterior, una interior y una zona vacía intermedia que acabó con muchos edificios en el centro de la ciudad.







Hoy recuperada como zona comercial y centro empresarial, Potsdamer Platz exhibe trozos del muro como parte de una instalación artística.

Inge Albrecht frente a la Puerta de Brandeburgo


Inge Albrecht frente a la Puerta de Brandeburgo © © Inge Albrecht

TOPOGRAFÍA DEL TERROR
No muy lejos, se conserva otro segmento de muro prácticamente intacto que fue declarado Patrimonio Histórico en 1990. Y a su lado, se erige un centro de documentación de la Segunda Guerra Mundial y los años del Tercer Reich ya que en ese mismo lugar se ubicaba la central de la Gestapo durante los 1933-1945.
De nuevo, otro punto de convergencia entre ambos períodos, los más determinantes de la memoria histórica que Alemania no se permite olvidar.
CHECK POINT CHARLIE
Este punto fronterizo es mundialmente conocido por la imagen del soldado que anuncia: “está usted abandonando el sector americano”.
Con todo, solo es uno de los pasos –bautizados según el alfabeto militar: Alfa, Bravo…- que separaban la RFA de la RDA. Dada su céntrica ubicación es uno de los más visitados.
EAST SIDE GALLERY
Ahora bien, el tramo de muro más concurrido está también el mejor conservado de la ciudad en el barrio de Friedrichshain. Mide 1,3 kilómetros y está compuesto por 106 murales que hacen de la East Side Gallery la mayor galería de arte al aire libre del mundo. Pintados entre febrero y septiembre de 1990 por el costado oriental, los más famosos son el beso entre Brezhnev y Honecker y la imagen del Trabant (el coche de la RDA) que atraviesa el muro.







Algunos trabajos de restauración en 1996, 2000 y 2009 obligaron a los artistas a volver a pintar sus obras. Por eso, la mayoría defiende un proyecto de preservación a largo plazo que evite que los proyectos de construcción vuelvan a suponer una amenaza para sus trabajos.

Inge Albrecht frente al East Side Gallery


Inge Albrecht frente al East Side Gallery © © Inge Albrecht

LICHTERFELDE, LA FRONTERA SUR
La noche del 9 de noviembre de 1989, Gisela Meyer (1946, Berlín) y su marido escucharon por radio las noticias mientras renovaban el salón de su casa situada en Lichterfelde, muy cerca de la frontera exterior de Berlín Occidental con la RDA. Los vecinos de los alrededores de Ostpreussendamm habían sido testigos de la construcción del muro en 1961 aunque a Gisela, que por entonces tenía 15 años, y a su familia les sorprendió dos días después, al volver de las vacaciones de verano.
Desde 1952, los ciudadanos de la RFA tenían prohibido el acceso a la RDA pero la situación de Berlín era especial y la carretera por la que normalmente cruzaban cientos de trabajadores cada día estaba inusualmente desierta. “Primero pusieron unos paneles de madera con alambre de espino”, recuerda. “Con los años, la frontera se volvió más densa, mejor asegurada y se construyó el muro. Afortunadamente, un poco alejado y no directamente detrás de casa”.







Aquellos escasos metros de separación no evitaron que experimentara momentos de verdadero horror: “Escuchamos voces detrás de la casa, toda la franja fronteriza de unos 50 metros estaba intensamente iluminada por los focos. Se oyeron gritos, “alto, no se mueva”, disparos y después las sirenas de coches militares pequeños seguidos de otros más grandes. Se escuchaban gritos y más gritos pero no vimos nada”.
Desgraciadamente, aquello no fue un episodio aislado: “Mucha gente recibía disparos en el área cerca del Canal de Teltow. Era deprimente”, se lamenta.
Quizá por eso cuando habla del 9 de noviembre y los días posteriores se intuye la alegría en su voz. El día 10 condujo con su marido hasta Bornholmer Straße donde la incertidumbre había dado paso a la euforia. “El ambiente era indescriptible”, asegura. El 14 de noviembre por la mañana se unió a otros vecinos de Lichterfelde y Treptow para celebrar. “Había un coro y el alcalde dio un discurso, fue el día más feliz de mi vida sin contar los vividos en familia”.

La primera pieza de muro se retira en Philipp-Müller-Allee en Teltow (RDA). Vista desde Berlín-Lichterfelde, 1989


La primera pieza de muro se retira en Philipp-Müller-Allee en Teltow (RDA). Vista desde Berlín-Lichterfelde, 1989 © © Peter Jaeckel

EL MURO DE BERLÍN EN EL MUNDO
En los días posteriores al 9 de noviembre, los llamados mauerspechte, literalmente, "pájaros carpinteros del Muro", armados con mazas y picos echaron abajo el símbolo material del Telón de acero. Momento que aprovecharon algunos oportunistas para llevarse un souvenir histórico. Cuentan que hasta The Hoff, como se le conoce en Alemania, repartió algunos trozos entre sus compañeros de reparto de los Vigilantes de la playa.







Actualmente, se cree que hay restos del muro repartidos hasta en 40 países del mundo. Guatemala, Albania, Japón… Algunos han sido adquiridos y la mayoría cedidos por las autoridades alemanes. Por ejemplo, el papa Juan Pablo II o la Biblioteca Kennedy recibieron sendos fragmentos como regalo, pero las tres piezas que se exhiben en el Parque de Berlín de Madrid costaron alrededor de tres millones de pesetas cada una. Y casi todos están repartidos entre instituciones oficiales como el Parlamento Europeo de Bruselas o la sede de Naciones Unidas en Nueva York y lugares comunes como la estación de tren de Mónaco y algunas universidades.
BERLÍN NO ES ALEMANIA
Aquella noche hace 30 años el muro no cayó solo en Berlín, el resto de Alemania también había permanecido separada de sus familiares durante varias décadas. Karin Schönfelder conserva intactas las emociones que la invadían cuando iba a ver su abuela a la RDA. Por un lado, la ilusión de reencontrarse con Oma Blanca, por otro, el miedo y la angustia que nunca llegó a confesar a sus padres por temor a que no la dejaran volver.

Frontera abierta en Ostpreußendamm (Berlín-Lichterfelde) - Philipp-Müller-Allee (Teltow). Los residentes de la RDA a pie y en coche son recibidos con alegría en Berlín Occidental el 14.11.1989.


Frontera abierta en Ostpreußendamm (Berlín-Lichterfelde) - Philipp-Müller-Allee (Teltow). Los residentes de la RDA a pie y en coche son recibidos con alegría en Berlín Occidental el 14.11.1989. © © Gisela und Bernd Meyer/www.lichterfelde-süd.de

Cuando tenía 10 años y su hermana 8, se subieron al tren que conectaba Colonia con Leipzig con una única indicación: bajo ningún concepto debían levantarse de sus asientos. Sus padres les habían avisado de que los pasajeros que permanecieran de pie tendrían que abandonar el tren en la frontera.







Ya en el andén, los soldados causaron gran impresión a las niñas atemorizadas por los uniformes, las armas, las miradas suspicaces y los gestos adustos. Una vez en el vagón, solo esperaban que no se acercaran a ellas. “Recuerdo que el tren se paró, subieron muchos soldados y nos preguntaron si llevábamos periódicos, dinero… Nosotras decíamos que no a todo”, relata. De pronto otros pasajeros entraron en su compartimento para tratar de quitarles el asiento pero las dos niñas se mantuvieron firmes.
Solo un tiempo más tarde Karin y su hermana se enteraron de que su madre aprovechaba esos viajes para enviarle dinero a su abuela escondido en su ropa. En otra ocasión, lo introdujo en el pan de sus bocadillos, pero entonces sí les advirtió: “El de queso es para vosotras, el de embutido no es para comer”.
Por muchos años que hayan pasado a Karin aún se le paraliza el corazón cuando ve las imágenes de los soldados en la televisión y le cambia el tono cuando habla de la brecha que el muro abrió en su familia. A excepción de su madre y su tía, la mayoría permaneció en el Este y la relación se fue resintiendo por la distancia, las restricciones y el debate político.


Con todo, aprecia los momentos que pasó de vacaciones en casa de su abuela comiendo el chocolate artificial de la DDR –“¡Nos encantaba!” –, el período sin guerras en Alemania y la enseñanzas que extrajo para sus hijos: “Nada es para siempre, ni la peor de las situaciones”, sentencia.
“Tenemos un dicho en Alemania”, concluye: “Es kommt zusammen was zusammen gehört”. Acabará por unirse, lo que deba estar unido.


 
47 cosas que no sabías del Muro de Berlín

El Museo de la Guerra Fría abrió sus puertas en 2015 en Berlín junto a Checkpoint Charlie, el paso fronterizo de Friedrichstrasse, legado del Muro de Berlín que mantuvo a la ciudad dividida durante 28 años. A día de hoy no hace falta esforzarse mucho para darse cuenta de los vestigios de esa división y el muro ha pasado de ser una separación a convertirse en una galería artística al aire libre, libre al fin. Estas son las curiosidades desde el momento de su levantamiento hasta la actualidad.


47 cosas que no sabías del Muro de Berlín


47 cosas que no sabías del Muro de Berlín © Getty Images



1. Fue construido mientras Alemania dormía, en una sola noche, entre el 12 y el 13 de agosto de 1961.

2. La Alemania Oriental empezó cerrando los puntos de control, dejando abiertos sólo 12 y levantando una pared provisional.

3. El 13 de agosto pasó a ser una alambrada de 155 kilómetros.

4. La construcción se hizo bajo la vigilancia armada de las fuerzas de defensa de la RDA: Volkspolizei, policía fronteriza, Ejército Popular Nacional y brigadas (se calcula que estaban preparados para el ataque más de 14.500 efectivos).

5. El muro también fue “subterráneo”, creando una suerte de estaciones fantasma (pero atestadas de militares de la RDA) ya que la RDA no podía parar la circulación de las líneas occidentales, pero sí tapiarlas, creando este vacío paseo sobre raíles.

Agosto del 61


Construcción del Muro en la puerta de Brandeburgo en agosto del 61 © Corbis

6. El primer desertor de la RDA fue Conrad Schumann, quien escapó al lado Occidental el 15 de agosto de 1961, cuando el muro era todavía una alambrada.

7. El fotógrafo Peter Leibing captó el momento de la huida que hoy se le recuerda en forma de escultura en el mismo tramo del muro por donde logró escapar Schumann: Bernauer Strasse.



8. Acabó siendo más que un muro de cuatro metros rematado por alambre de espino y 300 torres de vigilancia: también un foso conocido como “la franja de la muerte”, una carretera por la que pasaban coches, perros de vigilancia y militares armados.

9. Tres eran los puntos de control, Alfa, Bravo y Charlie. Éste último, Checkpoint Charlie, es hoy un museo al aire libre que cuenta las historias de aquellos que intentaron cruzar el muro.

10. A día de hoy, sigue sin edificarse en algunos tramos de esa “franja del diablo”, como en Bernauer Strasse, donde también hay un monolito conmemorativo a las víctimas que intentaron cruzar sin éxito.

11. En Bernauer Strasse el muro discurría justo enfrente de los edificios, un ejemplo gráfico y radical de cómo este muro afectaba al trazado urbano y a las familias.

Bernauer Strasse


Familias del oeste saludando al otro lado del Muro en Bernauer Strasse © Corbis







12. Aquí se encuentra la placa dedicada a la víctima más longeva del muro, la octogenaria Olga Segler, quien saltó desde su apartamento en Bernauer Strasse para llegar a la parte occidental.

13. También el Berlin Wall Memorial, repleto de placas que recuerdan los lugares donde se intentaron épicas huidas.

FUGAS DE PELÍCULA

14. Harry Deterling
condujo lo que llamó “el último tren hacia la libertad” junto con siete familiares y 19 ciudadanos más: aceleró el vagón de metro a la máxima potencia y consiguió romper el muro. Todos salieron ilesos.

15. El ingeniero Bernd Boettger construyó un mini submarino con el que consiguió cruzar el Báltico de Graal-Müritz en el Este a Dinamarca, en 1968.

16. Dos matrimonios junto con cuatro niños construyeron un globo aerostático con sábanas, cortinas, retales... y bombas de propano que modificaron para alzar el vuelo. Consiguieron cruzar el 3 de mayo de 1978.

Y PELÍCULAS

17.
Esta escapada en globo inspiró la película Fuga de noche.

18. Pero para película sobre el 'muro de la vergüenza', El Cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin), de Win Wenders, donde dos ángeles, Bruno Ganz y Otto Sander, sobrevuelan la ciudad dividida siendo solo visibles a ojos de los puros de corazón.

19. El humor fue decisivo para retratar los 'dos Berlines' como en Un, dos, tres, de Billy Wilder, donde un comerciante comunista trata de introducir Coca Cola al otro lado del Telón de Acero.

20. Más actual es Good Bye, Lenin, película en la que dos hijos tratan de ocultar a su madre, una ferviente comunista que acaba de despertar de un coma, la caída del muro.

'El cielo sobre Berlín'


'El cielo sobre Berlín' © D.R.




21. Sólo se permitió una incursión desde 1962: 100.000 ciudadanos del oeste pudieron visitar a su familia del este en fin de año.

22. Pero las aguas no se calmaron. El intento más numeroso (y exitoso): 57 personas consiguieron cruzar a través de un túnel de 150 metros en octubre del 64.

23. La fotografía fue decisiva para mostrar los horrores del muro: como la hecha al joven Peter Fechter agonizando “al otro lado del muro”. Se dice que se escucharon más de 30 disparos cuando intentaba cruzarlo.

Familias comunicándose a través del Muro


Familias comunicándose a través del Muro © Corbis

24. Entre el baile de datos, la Fiscalía de Berlín considera que fueron 270 personas las que cayeron intentando cruzar el Muro.

25. La última persona que murió intentando cruzar el muro el 5 de febrero del 89 fue el veinteañero Chris Gueffroy. Ese mismo año, el 9 de noviembre, se produciría la caída del muro.
 
continúa...

26. Y luego está el caso de René Seiptius, quien intentó cruzar el muro en 1981 y resultó herido por las balas de la RDA. Sobrevivió, pero sigue constando como “muerto” en las listas de fallecidos, siendo nombrado en los sucesivos homenajes a las víctimas.

27. John F. Kennedy
visitó el muro en el año 63 y pronunció la famosa cita: Ich bin ein Berliner! (¡Yo soy berlinés!) como forma de apoyo a los ciudadanos en el decimo quinto aniversario de la construcción del muro.

28. Años después, en 1987, Ronald Reagan desafió a Gorvachov a derribar el muro con la famosa frase: “Mr. Gorbachev, open this gate. Mr. Gorbachev, tear down this wall!".



29. El fin del muro también fue nocturno: la noche del 9 de noviembre de 1989, tras 28 años, se produjo el Die Wende, “El Cambio”.

La noche de la Caída del Muro


La noche de la Caída del Muro © Corbis

30. La caída del muro fue fruto de una equivocación: Schabowski, militante de la Alemania Democrática, respondió a un periodista italiano que la unión de los dos Berlines sería “inmediata”, cuando en realidad quería decir “al día siguiente”. La gente actuó por él.

Rompiendo el muro


Rompiendo el muro © Corbis

MÚSICA, MAESTRO

31.
Un violonchelista amenizó la destrucción: el maestro Mstislav Rostropovich, habitante del oeste.

32. El sábado por la noche, 24 horas después de la caída del muro, Nirvana tenían programado un concierto durante su gira europea. Cabreados por el infinito tráfico sin saber qué ocurría, tocaron ante 227 personas, no ante las 600 esperadas. Shit happens.

33. U2 dedicó su famoso Achtung Baby (grabado en los estudios berlineses Hansa, a tan solo 450 metros del Muro) a esta época de cambio (y ya de paso, de ruptura musical de su estilo).

Tiempos de cambio


Tiempos de cambio © Corbis

34. Veinte años después de la caída del muro, U2 organizó un concierto conmemorativo... La organización tuvo que construir 'otro muro' para evitar la irrupción de fans sin entrada.

35. Pero lo que realmente impacta es la actuación de David Hasselhoff en el muro en la Nochevieja del 89: un hito. Un casi intento de homicidio por una bengala asesina.




36. Ocho meses después de la caída del Muro, Roger Waters (de Pink Floyd), Marianne Faithfull, Van Morrison, Scorpions o Cindy Lauper, reinterpretaron el disco The Wall de Pink Floyd.

37.
La balada heavy 'Winds of change' de Scorpions, se convirtió en todo un himno de la época, un canto a los cambios sociales y políticos del momento.

38. En 'Heroes' (grabada la canción y el disco en los Hansa), David Bowie canta a una pareja separada por el muro.

39. Y una playlist entera para que disfrutes el espíritu de la caída el muro.


EL MURO HOY

40.
El rastro del muro queda hoy señalizado en una larga doble línea de adoquines en las calles de Berlín.

41. En el puente de Oberbaumbrücke se encontraba uno de los pasos fronterizos que hoy se recuerda con la obra artística de Thorsten Goldberg, una instalación lumínica que reza “Piedra, papel o tijera” (“Stein, Papier, Schere”).

42. También quedan vestigios de la historia negra del muro, como la cruz de madera que yace en el mismo lugar donde Paul Schultz (estudiante de 18 años) trató de escapar la navidad del 63 para ver a su familia, entre Friedrichshain y Kreuzberg.

43. De dividir países a convertirse en un museo de Street Art al aire libre: la East Side Gallery, en Mühlenstrasse, es el trozo de muro más largo conservado en Berlín y hecho lienzo.

East Side Gallery


East Side Gallery, el mayor museo de Street Art © Corbis


44. El primer brochazo lo dio el artista Thierry Noir "para no volverse loco". Le siguieron unos 100 artistas más.

45. En 2013, David Hasselhoff volvió a la carga: esta vez acompañado de personalidades como Roger Waters (Pink Floyd) para protestar contra la demolición de parte del muro con fines inmobiliarios.

46. Parte del muro de Berlín se encuentra en Nueva York, en la 520 de Madison Avenue, en Paley Park.

47. La venganza siempre es mejor disparando arte: Leonid Brezhnev, antiguo líder soviético, da un apasionado beso a su homólogo de la extinta República Democrática Alemana, Erich Honecker. ZAS EN TODA LA BOCA.

Seguir a @maria_fcarballo


Muro e East Side Gallery


Pinturas de artistas del grafiti © © Corbis Images

Bye bye, wall


Bye bye, wall © Corbis


 
Back