El fracaso del Rey y del Tribunal Constitucional

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El fracaso del Rey y del Tribunal Constitucional
by Verónica del Carpio Fiestas
Acaba una legislatura vergonzosa e inútil. Extenderse en que ha sido vergonzosa e inútil es inútil. No siga leyendo si quien lee esto no considera que ha sido inútil y vergonzosa

1) una legislatura que ha finalizado sin designarse a un Presidente del Gobierno

2) una legislatura que ha finalizado con cero normas aprobadas por las Cortes, salvo la convalidación de un real decreto-ley del Gobierno; el Gobierno en funciones que no da cuentas a las Cortes alegando estar en funciones ha aprobado la única norma de rango de ley de esta legislatura, una que además se presenta como "de extraordinaria y urgente necesidad" cuando se podía haber evitado sencillamente con previsión la anterior legislatura, y el Congreso la ha convalidado

3) y una legislatura que ha tenido como única eficacia práctica el aforamiento de Dª Rita Barberá y su continuidad como aforada más allá de la finalziación de la legislatura, porque se la nombró senadora y se la incluyó a la Diputación Permanente del Senado y por tanto sigue y seguirá como senadora y como aforada, con lo que ello significa con la que está cayendo.

Pero si usted ha continuado leyendo este post porque cree que la legislatura que acaba de finalizar en efecto ha sido inútil y vergonzosa, quizá le interese leer una reflexión políticamente incorrecta en la que se ponen de manifiesto dos datos que pocos ponen de manifiesto: que esta legislatura sí ha sido muy útil y no por por ello menos vergonzosa para dejar en evidencia la inutilidad de dos instituciones que en teoría son garantes supremos de la Constitución, cada cual en su ámbito.

Me refiero al Rey y al Tribunal Constitucional. El fracaso es clamoroso..

  1. El Rey.
Mire usted las informaciones y notas de prensa distribuidas por la Casa Real: el Rey ha ido recibiendo sucesivamente a los representantes políticos de los partidos en diversas rondas de reuniones. SUCESIVAMENTE, atención. Es decir, que en vez de reunirse a los representantes de los partidos JUNTOS para con la fuerza de su auctoritas, su autoridad moral, como Jefe del Estad, exigirles un acuerdo por el bien de la ciudadanía, del Estado y del Estado de Derecho, viendo los problemas que ve cualquiera que lea el periódico, lo que ha hecho es lo haría alguien que no tiene ni la menor idea de cómo facilitar la negociación entre terceros, o que se cree que estamos en situación de plena normalidad y es posible hacer lo que siempre se ha hecho.

Reuniones sucesivas ¡Por favor! De cada vez entra y sale un líder político que le cuenta lo que sea al Rey y luego el siguiente y el otro y el otro. Ni una vez a presencia del Rey se han reunido DOS O MÁS de esos líderes políticos JUNTOS, ni consta que el Rey haya planteado esa posibilidad. ¿Sabe alguien el abecé de una función mediadora o arbitral? ¿O en qué se diferencia de un paripé formal de reuniones o un correveidile? Porque si usted quien esto lea, tuviera que intentar mediar para que personas que es indispensable que se pongan de acuerdo en efecto se pongan de acuerdo ¿se limitaría a reunirse con cada uno de ellos UNO TRAS OTRO?

Y esto, que lo ve usted en cuanto reflexione medio minuto sobre el tema, ¿no lo ve Su Majestad? ¿No lo ven tampoco los políticos, ni los medios de comunicación? ¿No lo ven pese a que el artículo 56 de la Constituciónatribuye al rey como función la de árbitro y moderador del funcionamiento de las instituciones? ¿De verdad modera y es árbitro, sea en sentido jurídico del tipo que sea, civil o constitucional, o en cualquier otro sentido incluso el del lenguaje de la calle, quien ni reúne a los que están en discordia para en reunión colectiva intentar coadyuvar para limar asperezas o simplemente estando delante con la fuerza de su auctoritas, con su mera presencia silente? ¿Y tampoco les llama a la vez y los mete en una habitación y les dice "me voy os quedáis ahí, hablad y negociad en serio si tenéis vergüenza y sentido de Estado, que el país necesita que lleguéis a un acuerdo, urge, y hay mucho en juego"?

Pues no. Lo que hay son fotos sucesivas con sucesivas "reuniones"; mejor dicho, el Rey "recibe" a uno tras otro. Y a usted se lo venden como que el Rey ha ejercido su función constitucional.

Así que una de dos: o el Rey ha ejercido su función constitucional o no la ha ejercido.

Si la ha ejercido diligente y acertadamente mediante el sistema de reuniones sucesivas, y eso es lo que ha de esperarse de un Rey árbitro y moderador es evidente que su función constitucional de árbitro y moderador de las instituciones es inútil, y ahí está el resultado que no requiere mayor argumentación, y por tanto o sobra la institución o hay que hacer una reflexión constitucional y normativa muy seria sobre ello. Y si esa función no la ha ejercido o no ha ejercido diligente y acertadamente, saque usted también sus propias conclusiones. Sin olvidar, claro, que la es usted quien está sufragando a la Casa Real. Usted verá qué opina de carísimos floreros jurídicos.

2. El Tribunal Constitucional

Al Gobierno en funciones no le ha dado la gana, lo digo así deliberadamente, ir a dar cuentas al Congreso.

He tenido el dudoso honor de estar presente en la tribunal de invitados del Congreso el día 11 de abril de 2016, el día en que había sesión de control; una sesión de control con el banco azul vacío. No he pasado más vergüenza en toda mi vida profesional. He visto lo que no sé si es preferible ver para saber que es así, o no ver, para poder dormir tranquila con el ojos que no ven corazón que no siente. He visto a diputados del Partido Popular reírse, repito, reírse, de la pretensión de la oposición de que el Gobierno en funciones dé cuentas de su función. Quisiera olvidar los rostros y gestos de ese diputado del PP que se reía y los de quienes abucheaban a quienes pedían que el Gobierno en funciones se sometiera a control y los de quienes aplaudían en pie a quien, en nombre el PP defendía que es lógico, normal y natural era que un Gobierno en funciones no dé cuentas a las Cortes. Quisiera olvidar esos rostros y gestos contrarios al mínimo sentido común jurídico y por si fuera poco de mala educación y grosería inaceptable;s me será difícil porque como ciudadana y como jurista me he sentido herida y ofendida en lo más vivo.

Y el Tribunal Constitucional no está ni se le espera en esto. La oposición unida planteó ir al Tribunal Constitucional para obligar al Giobierno el funciones a que dé cuentas al Congreso. Y acabó la legislatura.

A la semiextinta UPYD, que en 2013 buscó en el Tribunal Constitucional amparo por la negativa de la Asamblea de Madrid a debatir sobre temas importantes el Tribunal Constitucional le dio la razón en 2015, año y medio después, cuando ya esa legistura autonómica había acabado, cuando la propia UPYD había prácticamente acabado; cuando todo era inútil. El Tribunal Constitucional no sirve, y si no que se lo digan a quienes reclamaron porque un juzgado le señalaba el juicio dos años después y el TC les dio la razón seis años después y sin el menor efecto práctico, y de esos hay varios casos, que se publican en el BOE. ¿Quiere usted enlace, o le da igual? Por si quiere uno, aquí tiene uno entre muchos: en 2009 señalaron un juicio para 2012 y en 2015 el TC dijo que señalar un juicio para tres años después eran dilaciones indebidas inconstitucionales por contrarias al artículo 24 de la Constitución, y lo dijo cuando ese juicio se había celebrado, había sentencia de ese juicio y había incluso hasta sentencia de apelación de ese juicio, y especificando que no tenía efecto alguno esa declaración de que era inconstitucional señar juicio a tres años, y quedándose tan ancho al decirlo seis años después y sin efecto real alguno ¿Qué, usted cómo lo ve?

El TC no sirve, o peor aún solo sirve para usarlo como arma jurídica cuando interesa. ¿Hace falta que le recuerde la prisa asombrosa que dio para suspender normativa catalana de todos conocida? Y también sirve , por ejemplo, para que un Gobierno en funciones pueda recurrir al TC, y en efecto recurra, leyes autonómicas, es decir, que estando en funciones sí puede recurrir y lo hace, y también puede invocar el artículo 162.1 de la Constitución, y lo hace, y con ello dar lugar a la suspensión automática temporal de las leyes autonómicas que recurre; y aquí un ejemplo entre varios. Es decir que estando en funciones también tiene poder para paralizar leyes autonómicas usando para ello al TC, y en efecto lo hace. Pero el TC no puede o no quiere, o las cosas se regulan de tal forma que dé igual que pueda o quiera, obligar en plazo al Gobierno en funciones a dar cuentas a las Cortes; como no pudo o no quiso obligar a una Asamblea autonómica a investigar la corrupción en el Madrid de Gürtel y Púnica.

Y en este punto usted verá qué opina de floreros jurídicos que además cuando no son floreros son armas jurídicas cuando interesa.

Por cierto, que a día de hoy aún el Tribunal Constitucional no ha dictado sentencia en los recurso contra la normativa de tasas judiciales, que es del año 2012; y estamos en 2016. Y por cierto también, el Gobierno sigue sin decir dónde ha ido y sigue yendo el dinero de tasas judiciales, ese que reconoció no saber dónde estaba y que se sigue recaudando, y van ya dos legislaturas que no lo dice.

Pero mejor hablemos de cosas verdad importantes. Hablemos por ejemplo de fútbol.

Verónica del Carpio Fiestas




Verónica del Carpio Fiestas | 06/05/2016 a las 11:52 | Categorías: Sin categoría | URL: http://wp.me/s3JJzC-fracaso


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Bueno, bueno, claro que no lo leo.
Prefiero un gobierno elegido por los ciudadanos al de un pacto.
En el caso que se dio aqui. Era algo demasiado manipulo. Fue ilogico. Y no fue. Por suerte.
Si llegan a pactar "algunos" el resultado habria sido un desastre.
Veremos que pasa, pues la gente está muy manipulada. Y los millones de parados siguen igual. Por tanto el peligro de un resutado erroneo es el mismo.
En fin. Que haya cordura, por favor.
 
Los partidos 'declinan' el encargo del Rey

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Hay que ver la que se montó cuando Mariano Rajoy declinó el encargo del Rey de presentar su candidatura a la investidura como presidente del Gobierno.Todo el arco parlamentario, fundamentalmente la izquierda, se le echó encima. Ni siquiera faltaron militantes del PP que se revolvieron en silencio. No le acusaron de cobardía, no; de lo que le acusaron fue, poco menos que de rebeldía frente a la jefatura del Estado. Le acusaron, sencillamente, de haber dicho no a Felipe VI.

Pues bien, he aquí que ahora quienes han declinado la propuesta del Rey han sido todos y cada uno de los partidos, excepción hecha, en todo caso, del autor de la idea, UPN. Declinar: eso es lo que han hecho PP, PSOE, Podemos, Ciudadanos y la mayoría de los grupos minoritarios de la Cámara, al rechazar un pacto para reducir de manera sensible los gastos electorales. Éste fue el encargo específico del Monarca y, de hecho, la única concreción de provecho de la tercera y última ronda de consultas en La Zarzuela.

Claro que habrá que matizar. Primero, que cada formación por separado ha hecho grandes expresiones de buena voluntad para responder de manera unilateral al envite real. Además, cabe recordar que en tanto el Rey no tiene atribuciones constitucionales para mediar o procurar pactos entre los partidos -o en todo caso, él ha dejado claro estos meses que no cree tenerlas-, la suya no fue tanto una propuesta formal como una sugerencia a los partidos. En todo caso, habrá que convenir en que fue una sugerencia lo bastante explícita e insistente como para que hoy, tras la reunión del Congreso, se haya visto abiertamente desairada.

Ahora sólo queda esperar y ver cómo, si las encuestas les favorecen, los partidos se permitirán el lujo de hacer algún gesto de renuncia a la propaganda que mejore sus propias expectativas electorales; y si por el contrario, los sondeos les ponen en aprietos, empezarán a darle a la máquina expendedora de gastos electorales, sin otro remedio que la fiscalización posterior. En suma, todo un fracaso de ese sistema al que la propia jefatura del Estado tiene como misión salvaguardar.

Y por si el desaire al Rey hubiera sido pequeño, aún puede darse otro, si cabe, más previsible. Porque, por si alguno no se acuerda, Felipe VI también instò a los grupos a no cansar a los electores en esta última campaña. En este caso, más que un encargo, lo que esbozó el Monarca fue un deseo, con el que se reveló como fiel intérprete del hastío de la ciudadanía. Pero está visto que tampoco en esto los partidos van a darle mucha satisfacción. Sólo las últimas peleas y recados envenenados de unos a otros han servido de aperitivo para la ya próxima indigestión de la campaña.

Las fuentes consultadas en la Casa del Rey no ocultan estos días su "preocupación" por la incertidumbre política y el deterioro de la credibilidad de los partidos. No le falta razón. Sobre todo, porque ese deterioro y esa incertidumbre también afecta a la propia jefatura del Estado.

Entretanto, de aquí a la campaña electoral, el Monarca ha incrementado su agenda, y hasta ha programado algún paseo popular por tierras de Castilla La Mancha. Estaría bien que redoblara esos esfuerzos -siempre tímidos a mi juicio-, antes de que vuelva a desaparecer del foco, como es costumbre de la Casa, en cuanto arranque el circo electoral.


http://www.elmundo.es/blogs/elmundo...los-partidos-declinan-el-encargo-del-rey.html
 
Las fuentes consultadas en la Casa del Rey no ocultan estos días su "preocupación" por la incertidumbre política y el deterioro de la credibilidad de los partidos. No le falta razón. Sobre todo, porque ese deterioro y esa incertidumbre también afecta a la propia jefatura del Estado.


Que se preocupen de su propia credibilidad, que la credibilidad de los partidos ya la votan los ciudadanos en las urnas
 
¿Y el dinero que nos hemos ahorrado en viajecitos, agapes, reuniones de "trabajo" etc etc ?....ya lo dijeron los belgas, mejor sin gobierno, total para lo que hay en el horizonte...
 
TRIBUNA
POLÍTICA
Felipe VI en el laberinto español
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RAÚL ARIAS
1 Comentarios
  • NICOLÁS REDONDO TERREROS
28/04/2016 03:01
Desde el pasado 20-D estamos asistiendo a una incapacidad de los políticos españoles para dialogar que ha abochornado hasta al más indiferente. Ha habido ruedas de prensa y entrevistas a los distintos líderes en periódicos, televisiones y radios, prácticamente todos los días y frecuentemente varias en el mismo día en diferentes medios de comunicación al mismo dirigente. Han dicho una cosa por la mañana, otra al mediodía y se han contradicho doblemente por la noche. Han posado sentados y erguidos. Se han dado la mano, han sonreído y paseado por los pasillos del Congreso o las calles aledañas. Han encontrado tiempo para reunirse con sindicatos, empresarios y con las asociaciones más diversas; lo han hecho también con discreción y en secreto, muy dudoso al ser divulgado poco después para reconocimiento de la mayoría y particular regocijo de los que ven demostrada la teoría de que en España los secretos son imposibles. Todo lleno de imágenes, palabras, sonrisas pero sin ninguna idea. La falta de límites, la exageración, la falta de empatía, la incapacidad para superar siglas y egoísmos personales nos ha mostrado un espectáculo mostrenco, sin altura de miras.

En la mayoría han primado los cálculos más rácanos, la salvación personal o la consolidación, siempre jugando a la baja, de liderazgos cuestionados internamente. Ninguno de los dos primeros partidos nacionales ha realizado una reflexión sobre sus pobres resultados electorales. El primero, petrificado por la voluntad de su líder, ha esperado a que el resto fracase, en una estrategia inquietante y oscura que no promete tiempos mejores si al final le corresponde gobernar; no han contemplado nunca desde el 20-D ninguna solución que no pase por ver a su candidato en la presidencia del gobierno. El segundo, en contraste divertido, no ha parado de moverse en todas las direcciones si exceptuamos la más razonable, buscando su propio futuro, escaso cuando tengan tiempo para reflexionar sobre unos resultados electorales que han dejado hace ya un tiempo de ser adversos por una coyuntura. Uno ha tenido todo el tiempo necesario para reflexionar sobre las razones que le han llevado a ser un compañero de viaje incómodo para todos, pero no lo ha hecho; el otro, sin tiempo para pensar, ha puesto todas sus ilusiones en objetivos imposibles, sin importarle los dictados de la razón o de la conveniencia del país o de su propio partido. Nunca han sido tan maltratados los dos grandes partidos, el electorado que les apoya y la sociedad en general. Al fin y al cabo, la convocatoria de unas nuevas elecciones supone que los políticos son los que examinan a la sociedad y nos dan una nueva oportunidad para no volvernos a equivocar como lo hicimos a su juicio el 20-D; hasta ese punto ha crecido su arrogancia.

Ya aparecen voces que nos piden no exagerar si tenemos que volver a votar, se multiplicarán por doquier durante las próximas semanas y puede que la tensión de las futuras elecciones nos dulcifique el recuerdo de estos últimos cuatro meses. Pero no es bueno bajar el nivel de exigencia, no es conveniente perder la capacidad de indignarnos. Hubo un tiempo en el que los políticos fueron capaces de renunciar, de interpretar los intereses generales, de conducir a sus votantes y a sus afiliados a las posiciones moderadas y posibilistas, que son desde luego aburridas, pero son las que impulsan periodos de progreso para las sociedades que tienen la suerte de disfrutar de esas políticas pactadas y de esos políticos dispuestos a dar un paso atrás, a renunciar a sus programas máximos. Hubo un tiempo, y no hace mucho que lo vivimos, en el que un líder era capaz de dimitir cuando se consideraba un problema para el país o renunciaba a liderar su partido por no encontrar respaldo a su línea ideológica; hubo quien fue capaz de comprometer su vida política a dos legislaturas, poniendo fecha a su presencia en la vida pública. Santiago Carrillo renunció a toda la estrategia del PCE para legitimar desde la izquierda un proceso de transición en aquel momento dudoso, sin seguridades y que terminó postergando a su organización a una posición ancilar en la política española. Felipe González participó en todas las políticas de consenso con la derecha española que propiciaron el periodo más peculiar de nuestra historia reciente y Adolfo Suárez ofreció pactos y acuerdos a la izquierda sabiendo que esa política supondría que una gran parte de los que fueron sus amigos o compañeros le dieran la espalda. Eran otros tiempos, pero no son un sueño, fueron una realidad que hoy malgastan con palabrería y sectarismo sus sucesores.

¿Ninguno de los actores políticos ha estado a la altura de las expectativas que impone su representación institucional? Creo que han sido tres las figuras que no han defraudado a los que representan. Pablo Iglesias 'jr'. ha sido coherente con sus objetivos desde que le conocemos: consiguió un magnífico resultado en las primeras elecciones a las que se presentó y desde esa carta de presentación ha desembarcado con todas las artes del entrismo comunista en IU, dejando a esta organización con un pie en el cementerio y con otro en la duda existencial; desde las elecciones generales procura obtener la primogenitura de la izquierda española, con la ayuda inestimable de un Partido Socialista infantilizado y con un complejo de inferioridad que se nota en cada una de sus posiciones políticas. Sus votantes no deberían pedirle más en tan poco tiempo. Rivera ha desembarcado en Madrid desde Barcelona y nadie puede dudar, sin caer en un análisis parcial, de su esfuerzo por impedir unas nuevas elecciones y por conseguir un gobierno apañado, presentable. Tampoco se le puede pedir más a Ciudadanos, con un número de diputados innecesario matemáticamente pero que lo han convertido en imprescindible para conseguir en estas circunstancias un gobierno digno de tal nombre.

Pero por encima de todos creo que el Rey Felipe VI ha sido la figura más destacada de estas calamitosas semanas. Su padre tuvo un 23-F para enraizar en la sociedad española. En un acto valiente y digno, con la lectura de aquel famoso comunicado nocturno, fue capaz de convocar a todos los españoles en la defensa de la democracia, y sobre aquella acción fue construyendo su figura pública. Siendo un acto valiente y digno, fue también fácil e instintivo; al fin y al cabo se trataba de elegir entre los tanques o la libertad, entre Europa y el mundo o el enclaustramiento, entre el pasado o el futuro... no era muy complicado saber qué hacer. Otra cosa distinta era tener el valor de hacer lo que se tenía que hacer y Juan Carlos lo hizo. Además el acto de reafirmación democrática tuvo su dosis de valor y como bien sabemos, los españoles siempre hemos preferido el valor a la inteligencia, los reyes que iban a la batalla han sido distinguidos con nuestra simpatía sobre los reyes prudentes o que se recluían en su despacho. Siendo la tierra de la Fiesta de los Toros no había ni hay otra elección, siempre nos ha atraído lo extremo, lo corajudo, los desplantes; postergando la moderación, la discreción, y la prudencia -sería para otro artículo analizar cómo entran en este canon peninsular los nuevos dirigentes de Podemos-.

A Felipe VI ¡gracias a Dios!, no se le han presentado los problemas de una manera tan extrema, tan clara; no se le ha exigido un acto de valor, tan admirado por los españoles. Ha sido todo más complicado y el elogio viene provocado por su contención, por su decisión de mantenerse alejado de las pretensiones de los partidos, que en algún momento lo han querido condicionar para servir a sus intereses; y todo ello sin dejar de llevar a cabo su papel constitucional. Rajoy renunció por sorpresa a una investidura a la que pudo presentarse con los diputados de Ciudadanos si hubiera salido de su madriguera, Sánchez se presentó a la investidura con los apoyos de Ciudadanos y la voluntad de salir del Congreso de los Diputados siendo el líder del PSOE, y el Rey mientras tanto estuvo en su sitio, soportando algunas invectivas que le situaban en posiciones partidarias. Cuando pocos de los que influyen se han desenvuelto adecuadamente en su papel, el jefe del Estado lo ha hecho durante estos últimos meses sin alharaca ni exageraciones institucionales, con discreción y prudencia. Los que son monárquicos pueden estar satisfechos con la gestión del Rey, los que eran juancarlistas pueden dejar de serlo y los republicanos tienen la suerte de tener un Rey que ha entendido su papel institucional. Tal vez su labor haya sido lo único elogiable de todo lo sucedido estos últimos meses.

Nicolás Redondo Terreros es presidente de la Fundación Libertad y miembro del
 
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