Una mujer saudita termina en la cárcel por salir de su casa sin las vestimentas tradicionalesY viste así en Arabia? puede? está permitido?
En Arabia Saudita, cuando las mujeres salen a la calle deben llevar puesta la abaya, una vestimenta que les cubre todo el cuerpo salvo los ojos. Una joven de cerca de 20 años desafió la ley y lo hizo público.
Por: Redacción Internacional
Foto: Sarah Abdallah - Twitter
Esta fue la fotografía que posteó la joven, identificada como Malak Al Shehri (nombre sin confirmación), en su cuenta de Twitter.
Las mujeres sauditas tienen prohibido conducir, comer solas en un restaurante o tener un trabajo sin la autorización de un hombre, que juega como su tutor. También tienen prohibido salir a la calle sin la abaya, una vestimenta, por lo general de color oscuro, que cubre todo el cuerpo salvo los ojos. Es la prenda por excelencia del islam más radical. Una joven de 20 años, identificada como Malak Al Shehri —aunque su nombre no fue confirmado por las autoridades sauditas—, decidió enfrentar la norma: a finales de noviembre, salió a la calle con gafas de sol, un gabán que le llegaba a la mitad del muslo y una falda que sólo dejaba descubierta una parte de sus tobillos. Entonces se fotografió y puso su fotografía en Twitter con un mensaje en el que anunciaba su desafío (en caso de que no quedara claro que era una decisión propia).
El ruido comenzó justo en esa red social. Muchos pidieron su ejecución por romper la regla sagrada. Este lunes, las autoridades anunciaron que la arrestaron y que, además de haber violado el código de vestimenta, la mujer también había hablado en público sobre “relaciones prohibidas con otros hombres no relacionados con ella”, como anunció un vocero de la Policía. Es decir, la joven cometió dos infracciones: eludir la sagrada abaya y relacionarse con hombres ajenos a su familia (también lo tienen prohibido por ley).
La Policía no confirmó su nombre. Fue trasladada, según sus declaraciones, a una prisión para mujeres y su caso seguirá nuevas investigaciones. En su comunicado, la Policía aconsejó a sus ciudadanos “suscribir las enseñanzas del islam”. Algunos internautas dijeron: “queremos sangre”, “mátenla y tiren su cuerpo a los perros”, “su último castigo debe ser descabezarla”. La joven borró su cuenta de Twitter, pero el ruido continuó: amenazas, insultos en abundancia y también felicitaciones. Hubo quien la comparó con Rosa Parks, la afroamericana que aportó al movimiento de derechos civiles cuando decidió no cederle su puesto a un ciudadano blanco en un bus.
No es una sorpresa. En febrero de 2015, la representante diplomática de Arabia Saudita en Naciones Unidas, Manal Radwan, fue investigada porque apareció con la cabeza descubierta durante una sesión de esa organización. El incidente no pasó a mayores. En agosto de 2014, una periodista saudita trasmitió —la misma infracción— sin el pañuelo que debe cubrir su cabeza en la cadena Al Ekhbariya. La periodista se encontraba en Londres, pero dado que se dirigía a un público saudita, debía llevarla puesta. La cadena aseguró que no fue avisada y prometió que el incidente no ocurriría de nuevo.
La vestimenta es un tema particular: molesta a Occidente y molesta a Oriente. Molesta a la tradición liberal y molesta a los musulmanes. Para los primeros, es la expresión tangible de la represión contra las mujeres y, por lo tanto, debe ser abolido —puesto que va contra la aplicación efectiva de los derechos humanos—; para los segundos, es la expresión esencial de que se cumplen las normas sociales y religiosas, que van más allá de cualquier dictado del hombre. La vestimenta es, en ese sentido, una declaración política (forzosa o no). En agosto de este año, varios pueblos franceses prohibieron a las musulmanes que vistieran el llamado burkini, un vestido de baño propio de su religión que no deja mucho a la vista. La policía local detuvo en varias ocasiones a las mujeres que querían lucirlo, y en otras fueron los ciudadanos mismos quienes se encargaron, incluso con violencia, de desvestirla. Porque el vestido de Occidente es tener poco vestido, debían ajustarse. Y entonces, tanto liberales como musulmanes terminaron pareciéndose: ambos tomaban decisiones contrarias a la voluntad individual.
Nesrine Malik, una musulmana, escribió en el diario The Telegraph: “Para mí, vestir un velo era a veces incómodo, caliente, bochornoso, limitante e impráctico. En otras ocasiones era cotidiano, incluso tranquilizados. Dependiendo del contexto, destilaba un profundo sentido de vergüenza sobre mi cuerpo o derribaba la interacción social y la hacía más directa. Mis colegas, cuando se iban de Arabia Saudita, lo vestían algunas veces por el sentido de comodidad social que provee. No todas las mujeres que ves con una niqab (vestimenta entera para las musulmanas) está irritada por la incomodidad: para algunas, hace la vida más fácil”.