El diario de JFKennedy dice que la muerte de Hitler fue un gran engaño

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Un diario oculto de Kennedy apunta que la muerte de Hitler fue un gran engaño nazi

El próximo 26 de abril se subastará el dietario personal del fallecido presidente de los EEUU. En él señaló que no había evidencias de que los restos hallados en los alrededores del búnker fuesen del líder germano

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Adolf Hitler - ABC
MANUEL P. VILLATORO - ABC_Historia 28/03/2017 00:50h - Actualizado: 28/03/2017 10:24h. Guardado en: Historia
Desde que el historiador Hugh Trevor-Roper fue enviado por Winston Churchill a Berlín para desvelar qué diantres había sucedido en las entrañas del búnker de la Cancillería durante los últimos días del nazismo, la teoría oficial (la que él divulgó) nos dice que Adolf Hitler se suicidó para evitar las represalias de los soviéticos. Esta idea (y la de que sus subordinados quemaron posteriormente sus restos en un intento de que el cadáver no fuera vejado por el Ejército Rojo) ha sido desde entonces replicada por miles de expertos.

Sin embargo, la falta de pruebas fehacientes que corroboren dicha tesis (cuando los rusos llegaron al «Führerbunker» el presunto cadáver había quedado reducido a meros huesos) provocó que, años después, otros investigadores dejasen caer una curiosa posibilidad. La de que, realmente, todo fue un engaño perpetrado por los nazis y que Adolf Hitler logró escapar en secreto de la trampa mortal en la que se había convertido Berlín.

¿Realidad o conspiración? Esta pregunta lleva rondando la cabeza de los investigadores y de los amantes de lo oculto desde el 30 de abril de 1945, la jornada en la -oficialmente- Hitler dejó este mundo junto a Eva Braun. Ahora, en pleno 2017, la teoría de que escapó se ha vuelto a avivar. Aunque, en este caso, el culpable de echar más leña al fuego no ha sido un «conspiranoico», sino el fallecido presidente de los Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy.


Y es que, acaba de salir a la luz un diario escrito por el mismo político durante su viaje a Europa -a dónde acudió como reportero de guerra- en el que el señala que no hay evidencias de que los restos que se hallaron en el búnker fueran los del «Führer». Y no solo eso, sino que en el cuaderno (que se subastará el próximo 26 de abril) el futuro presidente escribió además que el dictador estaba «hecho de la pasta de la que están hechas las leyendas».

El diario de la discordia
El diario que ha causado esta controversia fue escrito por John F. Kennedycuando tenía apenas 28 años. Concretamente, el que posteriormente se convertiría en el líder de los Estados Unidos anotó en él sus pensamientos cuando viajó como periodista de guerra a Alemania cuatro meses después de la caída del Tercer Reich en 1945. JFK fue, de hecho, un testigo de excepción de los últimos lugares de descanso de Adolf Hitler en Europa, pues visitó -en calidad de reportero de los diarios de Hearst- nada menos que la residencia Berghof de Baviera (una de las mansiones favoritas del «Führer») y el «Nido del Águila» (un chalet que sirvió de retiro al líder nazi cuando cumplió el medio siglo de vida).

Hasta ahora, este diario era propiedad de Deirdre Henderson, quien lo recibió de manos del mismísimo John F. Kennedy cuando trabajaba para él como asistente de investigación en los años 50. Sin embargo, esta política americana (que escribió un libro en 1995 usando como base el susodicho texto) acaba de hacer pública su intención de subastar el cuaderno de notas el próximo 26 de abril bajo el auspicio de la empresa «RR Auction» de Boston. Tal y como ha desvelado la estadounidense a la revista «People», recibió este preciado regalo debido a que, con él, su superior quería informarle de «sus puntos de vista sobre cuestiones de seguridad nacional y política exterior».

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Diario- Casa de subastas
Tal y como ha afirmado Henderson a «People», desde entonces ha guardado celosamente el diario como un tesoro. Jamás, explica, había pensando en desprenderse de él. Al menos, hasta ahora: «La decisión ha venido lentamente. No quería separarme de él, pero ahora creo que necesita un nuevo hogar. Creo que es mejor que sea conocido por los historiadores y por todo el mundo. Es parte de su legado». Al parecer, por eso ha tomado la decisión de venderlo. «Cada vez que lo leo encuentro más y más información. Quiero subastarlo en honor de la celebración del centenario del nacimiento de JFK el próximo 29 de mayo», completa. A día de hoy, se espera que el objeto pueda alcanzar un precio de unos 200.000 dólares.

Lo que el presidente escribió sobre Hitler en el diario (que cuenta con 61 páginas y anotaciones sobre todo tipo de políticos famosos de la época) no tiene desperdicio. En sus primeras páginas, JFK afirma que el líder nazi «está hecho de la pasta con la que están hechas las leyendas». Unas palabras que, según Henderson, no deben considerarse como una alabanza. «Él hablaba del misterio que rodeaba a Hitler, no al mal que perpetró contra el mundo. […] En ninguna parte de este diario, ni en ninguno de sus escritos, hay indicio alguno de simpatías por los crímenes de guerra o las causas nazis», explica la todavía propietaria

En este sentido, la norteamericana es partidaria de que las declaraciones de su antiguo jefe no deben ser malinterpretadas, sino que tienen que ser entendidas en su contexto histórico. «Hitler estaba impulsado por la ambición y era una persona muy peligrosa. Kennedy era entonces un joven que tenía pasión por la historia y que, simplemente, trató de entender sus motivaciones. El por qué hizo lo que hizo. No creo que nadie tenga la respuesta a esta pregunta», añade.

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Página del diario- Casa de subastas
Henderson también cree que JFK se limitó a analizar un personaje tan importante para la época como lo fue el líder nazi. «Dijo que era una leyenda. Y Hitler, efectivamente, es una leyenda, pero eso no implica que sea una buena leyenda. No se puede sacar la conclusión de que sentía admiración por él en base a estas palabras», añade.

Pero estas no fueron las únicas palabras que Kennedy dedicó al controvertido Adolf Hitler. Y es que, el que fuera presidente también dejó escrito que «se puede entender fácilmente cómo, dentro de unos años, Hitler superará el odio que le rodea ahora y resurgirá como una de las figuras más significativas que jamás haya vivido». A su vez, JFK también anotó que el «Führer» «tenía una ambición ilimitada para su país que le convertía en una amenaza para la paz mundial», pero que pero «el misterio que rodeó la forma en que vivió y murió va a pervivir y crecerá más allá de su figura».

Con todo, las anotaciones que han causado más controversia no han sido estas, sino unas líneas en las que JFK pone en duda que los restos calcinados hallados en las afueras del búnker de la Cancillería (atribuidos por Trevor-Roper al líder nazi y a su esposa) sean realmente los de Hitler y Eva Braun. Las palabras que han sembrado la discordia son las siguientes: «La habitación donde se supone que Hitler se encontró con su muerte mostró paredes calcinadas y rastros de fuego, [pero] no hay evidencias de que el cuerpo que se encontró fuera el de Hitler». Estas delicadas frases (que en principio fueron pasadas por alto por los medios que desvelaron la noticia de la subasta del diario) son las que han hecho que, en unas pocas horas, de las redes haya salido fuego.

¿Murió Hitler en el búnker?
La controversia sobre la posible huida del búnker de la Cancillería de Hitler fue tratada por el investigador Eric Frattini en su libro «¿Murió Hitler en el búnker?» (2015, «Temas de hoy»). En él, el periodista ahonda en la veracidad de las diferentes teorías que afirman que el líder nazi abandonó en secreto Berlín. Una investigación basada en más de 3.000 informes a los que este autor tuvo acceso a lo largo de varios años y cuyas fuentes son servicios de espionaje como el FBI o la CIA.

Según desveló Fratinni en 2015 a este mismo diario, él no es partidario de una u otra teoría, pero sí que considera que la mayoría de los historiadores que afirman que el «Führer» se suicidó se basan en una interpretación (la de Trevor-Roper) interesada y que cae en muchas contradicciones. Por ello, aconseja al público informarse de todas las versiones para formarse una opinión acertada.

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JFK- ABC
Según desveló Fratinni a ABC, su libro explica ampliamente los fallos con los que cuenta la versión oficial y que enseñan, a día de hoy, los libros de historia. «Para empezar, Trevor-Roper explicó que había entrevistado a varios supervivientes que habían estado en el búnker y decían haber oído lo sucedido. Luego, en cambio, se descubrió que no se había visto con la mayoría de ellos, sino que había adquirido sus declaraciones en base a interrogatorios de las fuerzas aliadas», explicaba el autor a este diario.

A su vez, el autor señaló a ABC que Trevor-Roper afirmó que accedió al búnker de la Cancillería en septiembre de 1945 para ver el escenario del su***dio. Algo imposible, pues el 21 de julio los soviéticos lo habían inundado. Por otro lado, Frattini también criticó que se de -a día de hoy- una credibilidad total a una teoría avalada por un hombre que certificó que unos supuestos diarios de Hitler hallados hace varias décadas eran verdaderos cuando, como se demostró posteriormente, eran una estafa.

Las teorías más famosas
Entre las teorías más populares, destaca la que afirma que Adolf Hitler pudo escapar de Berlín con la ayuda de Hanna Reitsch, una conocida piloto de pruebas de la «Luftwaffe». Hallar el origen de esta tesis requiere retrotraerse en el tiempo hasta abril de 1945. Fue entonces cuando (con los soviéticos a las puertas de la ciudad) el líder germano hizo un llamamiento a sus pilotos más afamados para que acudieran a la capital del Reich, Una de las que viajó hasta la zona fue esta aviadora quien -tras evitar a las baterías antiaéreas del Ejército Rojo- logró aterrizar en las cercanías del último refugio del del «Führer».

Tras llegar por aire a Berlín, Reitsch mantuvo una reunión con el mismísimo Adolf Hitler. Un encuentro totalmente secreto cuyo contenido se desconoce a día de hoy. La versión oficial afirma que la piloto se fue posteriormente del búnker en solitario. Sin embargo, existen otras teorías que explican que el dictador se marchó en secreto con ella.

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JFK, durante su juventud- Wikimedia
Frattini publicó en su libro un documento elaborado por la inteligencia soviética en el que, tras llevar a cabo un interrogatorio a la aviadora, los agentes de Stalin sugirieron la idea de que el dictador pudo marcharse junto a Reitsch en un avión de pasajeros. Y es que, aunque la piloto señaló en varias partes de la entrevista que el «Führer» había fallecido («¡Hitler está muerto! El hombre al que vi en el búnker no podía vivir», según dijo) también hizo una declaración en los años posteriores que desconcertó a los servicios secretos de todo el mundo: «¿Acaso no sería posible que llevara a Hitler a un lejano escondite? Aún hoy muchos siguen haciéndome esa misma preguntas, pero yo prefiero mantener la boca cerrada».

La misma teoría afirma también que Reitsch pudo transportar a Adolf Hitler y a Eva Braun hasta Magdeburgo. Desde allí, algunas fuentes determinaron que la pareja subió a otro aeroplano junto a un experimentado miembro de la «Luftwaffe». El aviador, según Frattini, fue Erich Baumgart, quien afirmó tras la guerra que les había llevado hasta Dinamarca. Dicha hipótesis fue corroborada por un alto oficial de las «SS» llamado Fiedrich von Angelotty-Mackensen quien, durante un interrogatorio, admitió haber estrechado la mano al «Führer» en aquella región después de que este hubiera dado un discurso a los presentes y antes de que se subiera a otro avión de carga junto a su mujer.

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últimos días de Hitler en el búnker- ABC
A partir de este punto, las teorías sobre qué país sirvió de último refugio a Hitler son muchas. Algunos le sitúan incluso en España. Algo que no parece extraño, pues por nuestras fronteras pasaron multitud de germanos en su camino hacia Latinoamérica tras la Segunda Guerra Mundial.

Entre las más curiosas, destaca una según la cual el líder nazi aterrizó en Barcelona, donde modificó su aspecto físico para poder escapar sin levantar sospechas. «En los años 60, J. Edgar Hoover, el director del FBI, ordenó a la inteligencia militar investigar una extraña historia que afirmaba que un médico en España había tenido a Hitler como paciente y le había hecho una operación de cirugía estética. La hipótesis está documentada porque hay informes de ello, pero no está probada posteriormente», señaló Frattini a ABC.

http://www.abc.es/historia/abci-dia...er-gran-engano-nazi-201703280050_noticia.html
 
Entorno a la II Guerra Mundial hay no pocas mentiras vendidas como verdad en nuestros manuales de historia, porque se sabe bien que los vencedores escriben la historia.

Aquí el estudio de prof. Antony Sutton, historiador americano y profesor universitario de los años '60, "siempre perseguido pero nunca imputado" según sus propias palabras, que con documentación fehaciente demuestra que la IIGM correspondía a los intereses de un selecto grupo de élite mundial de banqueros e industriales que no sólo se enriquecieron enormemente de ella, sino que también la planearon en gran medida con sus lazos y financiación al mismo Hitler y sus planes.

Wall Street and the Rise of Hitler

By

Antony C. Sutton

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Makes Every Previous Book on World War II Obsolete.
Finally, a distinguished scholar has penetrated the cloak of falsehood, deception, and duplicity that for more than thirty years has protected one of the most incredible secrets of World War II: the support from key Wall Street financiers and other international bankers in subsidizing Hitler's rise to power.

Professor Antony C. Sutton proves that World War II was not only well planned, it was also extremely profitable—for a select group of financial insiders. Carefully tracing this closely guarded secret through original documents and eyewitness accounts, Sutton documents the roles played by J.P. Morgan, T. W. Lamont, the Rockefeller interests, General Electric Company, Standard Oil, National City Bank, Chase and Manhattan banks, Kuhn, Loeb and Company, and scores of other business elitists.

Wall Street and the Rise of Hitler shows how the bloodiest, most destructive war in history was financed and promoted. It is sure to spark angry denials and heated debate.

Preface
Introduction
Chapter 1
Wall Street Paves the Way for Hitler
Chapter 2
The Empire of I. G. Farben
Chapter 3
General Electric Funds Hitler
Chapter 4
Standard Oil Fuels World War II
Chapter 5 I.T.T Works Both Sides of the War
Chapter 6 Henry Ford and the Nazis
Chapter 7 Who Financed Adolf Hitler?
Chapter 8 Putzi: Friend of Hitler and Roosevelt
Chapter 9 Wall Street and the Nazi Inner Circle
Chapter 10 The Myth of "Sidney Warburg"
Chapter 11 Wall Street Nazi Collaboration in World War II
Chapter 12 Conclusions

http://reformation.org/wall-st-hitler.html
 
Antony C Sutton: Wall Street and the rise of Hitler & communism



Interview with Doctor Anthony C Sutton on his research about the funding of Nazi party and of Soviet communists by a group of American and European financiers and industrialists.

Antony Sutton, a research fellow at Stanford University's Hoover Institution from 1968 to 1973. During his time at the Hoover Institute he wrote the major study Western Technology and Soviet Economic Development (in three volumes), arguing that the West played a major role in developing the Soviet Union from its very beginnings up until the present time (1970). Sutton argued that the Soviet Union's technological and manufacturing base—which was then engaged in supplying the Viet Cong -- was built by United States corporations and largely funded by US taxpayers. Steel and iron plants, the GAZ automobile factory - a Ford subsidiary, located in eastern Russia - and many other Soviet industrial enterprises were, according to Sutton, built with the help or technical assistance of the United States or U.S. corporations. He argued further that the Soviet Union's acquisition of MIRV technology was made possible by receiving (from U.S. sources) machining equipment for the manufacture of precision ball bearings, necessary to mass-produce MIRV-enabled missiles.
https://en.wikipedia.org/wiki/Antony_C._Sutton
 
Esta crónica se publicó en El Mundo en el año 2013

EEUU | Según revela un libro con sus diarios y cartas

La secreta admiración de John F. Kennedy por Hitler
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ELMUNDO.es |

Actualizado jueves 23/05/2013 14:58 horas

Se tambalea la leyenda. Un libro de reciente publicación revela que el presidente estadounidense John F. Kennedy fue durante una etapa de su vida confeso admirador de Adolf Hitler y la Alemania nazi. El lanzamiento editorial de 'John F. Kennedy. Among the Germans. Travel diaries and letters 1937-1945' (John F. Kennedy. Entre alemanes. Diarios de viaje y cartas 1937-1945) se produce en un momento especialmente sensible, un mes antes de la visita de Barack Obama a Berlín y en vísperas del 50º aniversario de la célebre intervención 'Ich bin ein Berliner' (Soy berlinés), con la que el dirigente, asesinado en Dallas en 1963, quiso hacer visible en la capital germana la solidaridad de EEUU con Europa durante los años de plomo de la Guerra Fría.

Los mencionados relatos de viajes y cartas que relatan las andanzas de JFK por Alemania antes de la II Guerra Mundial, cuando Adolf Hitler comandaba el III Reich, son ahora 'desclasificados' para mostrar a un joven partidario del régimen que iba a precipitar al mundo al mayor enfrentamiento bélico de la Historia.

"¿Fascismo? Lo correcto para Alemania", escribió entonces quién posteriormente ocupó la Casa Blanca y forjó el mito de Camelot. "¿Qué son los males del fascismo frente a los comunismo?", se preguntó Kennedy también en aquella época, según ha divulgado el diario británico The Daily Mail.
  • The Daily Mail. Una defensa del aparato represor y genocida puesto en marcha por el Führer que el editor del libro califica de "inquietante fascinación".

    Sorprendente es, igualmente, comprobar que el 21 de agosto de 1937, dos años antes del estallido de la contienda que se llevó por delante la vida de 50 millones de personas, el estadista demócrata escribió: "Los alemanes son realmente muy buenos [...] Se han aliado contra ellos para protegerse a sí mismos".

    Y en un pensamiento que parece remitir directamente a la idea de superioridad racial proclamada por el III Reich, JFK escribió tras viajar por la región del Rhin: "Ciertamente, las razas nórdicas parecen ser superiores a los romanos".

    Escarnio
    Visto en retrospectiva, el impacto del posicionamiento de JFK es mayúsculo, más aun si se tiene en cuenta que años después él mismo se vio combatiendo en el frente contra los nazis al tiempo que su hermano mayor, el teniente Patrick Joseph 'Joe' Kennedy Jr., resultó muerto en el curso de una operación militar, si bien su cuerpo nunca llegó a ser recuperado.

    Otras reflexiones de John F. se refieren a las infraestructuras del régimen, como cuando asegura que las 'autobahns' eran 'las mejores carreteras del mundo". A ello hay que añadir una visita a la residencia veraniega de Hitler en Berchtesgaden (Baviera), construida en la cima de la montaña.

    "¿Quién ha visitado estos dos lugares puede imaginarse fácilmente cómo Hitler emergerá dentro de unos años del odio que actualmente le rodeacomo una de las personalidades más importantes que han existido", dejó constancia de sus impresiones por escrito.

    Joe P. Kennedy, padre del futuro presidente, había creado controversia al inicio de la II Guerra Mundial al oponerse firmemente a entrar en combatecontra Alemania, lo que le acarreó un importante daño en su carrera política.

    El patriarca de la saga adoptó una postura derrotista (temía que el capitalismo estadounidense no sobreviviera a la entrada del país en el conflicto) y antimilitarista, y también trató de organizar una reunión con Hitler que no contaba con la aprobación del Departamento de Estado.

    En los diarios de los tres viajes que JFK hizo por la Alemania prebélica también reconoció: "Hitler parece ser tan popular aquí como Mussolini en Alemania (sic), a pesar de que la propaganda es probablemente su arma más poderosa".

    Los especialistas en Kennedy afirman que sus escritos oscilaron entre la aversión y la atracción por Alemania. Una mezcla de sentimientos que queda de manifiesto en otros pasajes del libro. En otro momento deja constancia de sus impresiones al caminar por un Berlín devastado por la guerra, donde detecta "un abrumador hedor de cadáveres, dulce y nauseabundo".

    Sobre Hitler, que se había suicidado poco antes, llegó a decir: "Su ambición sin límites por su país lo convirtió en una amenaza para la paz mundial, pero tenía algo misterioso. Era materia de leyenda".

    http://www.elmundo.es/america/2013/05/23/estados_unidos/1369335524.html
 
Sobre las simpatias nazis de Joseph, el padre de Kennedy

El padre de todos los pecados
ACTUALIZADO EL 03 DE NOVIEMBRE DE 2013 A LAS 12:00 AM

Fundador del clan político más influyente de la política norteamericana del siglo XX, se movió como un alfil sin reglas y maniobró para amasar una suculenta fortuna que lo proyectó al poder.



Traficante de licor en su mocedad. Adúltero compulsivo. Artífice de la industria del cine sonoro. Rico como Creso. El patriarca del clan político más trágico de la historia norteamericana era un mezquino que cobraba a sus sirvientes 10 centavos de dólar por cada Coca-Cola que bebieran en su mansión de Boston.

Sus abuelos arribaron a Estados Unidos en 1840, huyendo de las hambrunas en Irlanda; en el siglo XX fue el padre de dos senadores y un presidente, además de cinco hijas; una de ellas encerrada en un manicomio y otra muerta en un accidente aéreo.

Joseph –Joe– Patrick Kennedy vivió –como Caín– con este precepto grabado en su frente: “No importa lo que eres, sino lo que la gente cree que eres”.

Para la élite política norteamericana, la “high life”, Joe era solo el vástago de Patrick J. Kennedy, un trepador irlandés y para peores católico, que trabajó en los muelles de Boston como estibador y montó una cadena de cantinas donde hizo una pequeña fortuna con los vicios de la clase alta bostoniana. Le fue tan bien en el negocio del licor que compró una empresa importadora de whisky.

P.J., como lo tildaban, construyó un modesto imperio asentado en una carbonera y obtuvo sustanciales acciones en un banco, que le permitieron darle a Joe y a sus dos hermanas una vida regalada.


Con el capital generado en sus bares retomó los estudios que dejó botados a los 14 años y comenzó a labrarse una carrera pública, hasta llegar a senador del estado de Massachusetts.

Su talante amable y generoso con la comunidad irlandesa, le abrió el paso como líder católico demócrata en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. P.J. se granjeó fama de maquiavélico y manipulador.

De aquellos polvos llegaron estos lodos y la madre de Joe, Mary Augusta, lo matriculó en el más prestigioso colegio público de la ciudad; el jovencito era lerdo para el estudio, pero un “queda bien”; pronto lo eligieron presidente de la clase por su innegable popularidad.

Con el carisma propio de los Kennedy, se extendió como una enredadera y escaló posiciones como líder social, hasta que un compañero de la fraternidad estudiantil Delta Epsilon lo rechazó por sus orígenes irlandeses. Esto lo amargó el resto de su vida.

Recién salido de la Escuela de Leyes de Harvard asumió la herencia paterna, invirtió en la Bolsa de Nueva York y diversificó el negocio hacia la construcción, los bienes raíces y –con la ayuda del hijo del Presidente Franklin D. Roosevelt– obtuvo el monopolio para la importación de whisky de Irlanda a EE. UU.

Lo demás fue sentarse a contar billetes, porque ese permiso para vender alcohol fue una patente de corso que multiplicó su fortuna, todo para construir la plataforma política que lo lanzaría hacia el infinito y más allá.

Como un político pobre es un pobre político, compró el edificio más grande de Chicago y financió la alicaída industria del celuloide, sobre todo en el periodo de transición al cine sonoro, según relató Cari Beauchamp en el libro Joseph P. Kennedy: His Hollywood Years .

Sangre de reyes

Joe apareció por los andurriales de Boston el 6 de setiembre de 1888; desde que su madre lo vio supo que sería un hombre guapo, de buen porte y seductor. Este Joe, igual que su padre P.J. y su hijo –el presidente John F. Kennedy– serían miel en gotero para las mujeres.

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El patriarca junto a sus dos hijos, Joe Jr., y el futuro presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. Era cariñoso aunque muy estricto con ellos; los incitaba al ahorro casi hasta la tacañería. | LATINSTOCK/CORBIS PARA TELEGUÍA
Vendió su alma al diablo por tres deseos: plata, posición y poder. Jamás dejó que se le fuera un “business”. Fue presidente de un banco, sobrevivió a la Gran Depresión de 1929, lucró en el mercado accionario, importó licor cuando era prohibido tomarlo, fue embajador en Londres en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial y tuvo tiempo para maniobrar a favor de sus hijos: Joseph, John, Robert y Edward, esperanzado en colocarlos –uno tras otro– en el Olimpo de los señores de la Tierra.

A los 25 años Joe tenía en el puño al Columbia Trust Bank, al que salvó de la quiebra gracias a su fino olfato y falta de escrúpulos. Entró como un cosaco al mercado de valores –que por cierto carecía de estos y de ética– y el crack del año 29 en lugar de hundirlo lo hizo más rico, ya que pasó de poseer $4 millones a $180 en menos de seis años.

Fiel a su lema de “la imagen es la realidad” logró que el Presidente Roosevelt lo pusiera, en 1934, de mandamás en la Comisión de Seguridad y Cambio, cuyo deber sería ordenar el mercado de valores. El mandatario escogió a un “sinvergüenza” para meter en cintura a otros.


Cuando abolieron la Ley Seca, en 1933, poseía una inmensa bodega de whisky y calmó la sed de miles de norteamericanos, ávidos de licor tras más de una década de beber a escondidas.

De los negocios pasó a la política y en 1938 ocupó el cargo de embajador de Estados Unidos en Inglaterra, del cual renunció debido a su simpatía con los nazis y a la frase antisemita que le atribuyó Seymour Hersh en su obra El lado oscuro de Camelot : “algunos judíos son buenos, pero como raza apestan”.

Fue partidario de apaciguar a Hitler e incluso pidió a su amigo William R. Hearst –el magnate de la prensa– que ayudara al dictador alemán a mejorar su imagen. Joe, incluso, fue gran amigo del senador Joseph McCarthy y uno de sus hijos –Bob– integró el equipo del cazador de brujas, durante la razia desatada por el senador contra los enemigos del estilo de vida americano.

La serie Los Kennedy , producida por el estudio canadiense independiente Muse Entertainment Enterprises, exhibió sin asco las vergüenzas del patriarca al que presentó como un manipulador, oportunista, cobarde y ruin.

Por algo la familia Kennedy utilizó sus influencias y suavizaron el tono para la versión latinoamericana, sobre todo las pistas que conducen al espectador al supuesto papel desempeñado por Joe y la mafia, en la victoria electoral de John F. Kennedy en 1960.

Doble cara

¡El poder bien vale una matrimonio! Escalar socialmente fue algo que Joe practicó con la destreza de una araña. Por eso, en 1914, se casó con la modosita Rose Fitzgerald, hija del alcalde de Boston, John F. Fitzgerald.

Así como tenía una cara para los negocios y otra para la política, poseía una tercera como padre de familia. Con esta careta lucía como un ejemplar progenitor de nueve hijos, a veces estricto y en otras complaciente, según se desprende de las cartas que les escribía, publicadas por The New Yorker y recopiladas por su nieta Amanda Smith.

En una de ellas reprendió con dureza a John F., futuro presidente norteamericano, y le dijo “no espero mucho de vos…te falta honestidad, ser directo”. ¡El diablo repartiendo escapularios!

Corregía sus ortografías y gramática; los reprendía por derrochadores –nunca se le quitó lo miserable–, porque uno de ellos gastó $10.8 en una lavandería.

A Ted, de ocho años, le pidió que dedicara su vida a la felicidad de los demás; el futuro senador le tomó la palabra e hizo “muy feliz” a su secretaria Mary Jo Kopechne, quien en 1969 terminó ahogada dentro de un automóvil conducido por este. Ted abandonó el lugar y fue condenado a dos meses de cárcel que no cumplió por la levedad del delito, pero acabó con su aspiraciones presidenciales. Unos años antes Ted fue expulsado de la Universidad de Harvard por copiar en un examen final de español.

Joe sermoneaba en sus epístolas y allí disertaba sobre sus ambiciones, deseos y frustraciones. Lo mismo enmendaba a sus hijos que al Presidente Roosevelt, al jefe del FBI Edgar J. Hoover y hasta al héroe de la aviación Charles Lindbergh.


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Joseph Patrick y su esposa, Rose Kennedy posan junto a sus cinco hijos: (de izq. a der.): Joseph, Jr. (arriba), John, Rosemary, Eunice y Kathleen. | LATINSTOCK/CORBIS
Las misivas revelan como enfrentó las tragedias que signaron a los Kennedy, como la muerte de Joseph, su preferido, en la Segunda Guerra Mundial.

También la desaparición de Kathleen – su hija– en un accidente de aviación; pero más aún la espantosa lobotomía a Rosemary, la mayor de las mujeres.

Rebelde, difícil e incómoda a los 23 años le practicaron una neurocirugía para apaciguarla. Un neurólogo le hizo un hueco en la cabeza, le taladraron el cerebro y la infeliz quedó sin habla; la redujeron a una criatura de tres años y terminó sus días en el Memorial Hospital, de Fort Atkinson, a los 86 años en el 2005.

Rose aguantó con santa resignación las trapacerías de Joe, hasta que en 1974 publicó su biografía Tiempo de recordar , y desnudó las correrías de su marido, que ellas llamaba “indiscreciones”. Una de ellas fue la de Gloria Swanson, fulgurante actriz que desató una tormenta en el circunspecto clan Kennedy.

Papá Joe

Por donde Joe pasaba crecía el dinero. Fue el único advenedizo a la meca del cine que nunca salió trasquilado. Estuvo cinco años en Hollywood, atrajo a los tiburones tigre de Wall Street, para que invirtieran ahí y aceleró el tránsito del cine mudo al sonoro.

Controló tres estudios: FBO, Pathé Exchange y First National; dirigió KAO, una cadena de salas para exhibir sus propias cintas habladas y utilizó unos métodos tan brutales para hacer dinero que lo apodaron El Napoleón de las películas.

A la tierra de la fantasía llegó en 1926 y ni el funeral de su padre, ni las súplicas de Rose y sus hijos lo hicieron desprenderse de su capricho, que ellos creían eran los filmes, cuando en realidad fue una luminaria de fuego, Gloria Swanson.

En su biografía Rose sintió pena por la “pobre Gloria”, pues según ella su noble consorte solo sostuvo con Swanson una relación estrictamente profesional.

Joe era la piel de Judas; se aprovechó de las deudas de Gloria y se hizo cargo de las cuentas a cambio de unos pingües intereses carnales que la actriz saldó en cómodas cuotas hoteleras, mientras su marido –Henri le Bailly, marqués de La Falaise– andaba de pesca.

Hombre guapo y seductor, vendió su alma al diablo por tres deseos: plata, posición y poder. Jamás dejó que se le fuera un “business”.

Con la Swanson filmó Queen Kelly , un espectacular fracaso taquillero producido por la calenturienta imaginación de Erick von Stroheim, un cineasta austríaco que vendió a Kennedy el peregrino argumento de una doncella seducida por un príncipe europeo, que termina de madame en un lupanar africano.

Joe no perdió ni un centavo pero dejó en la lipidia a Gloria, que montó en santa cólera cuando se enteró que su amante era un amarrete, el cual la dejó más enjaranada que antes y además cargó a su cuenta los abrigos de visón, un romántico búngalo, las cenas y regalos que le dio con tanta magnanimidad.

Convertida en una Hécate Swanson se destapó contra Joe en su biografía y confesó que la relación fue más allá del celuloide, e incluso culminó con un hijo, que el pícaro de Joe llamó Joseph Patrick y ella lo pasó como un retoño adoptado.

Otra de sus amantes fue Marlene Dietrich, quien lo llamaba “Papá Joe”. Años después el presidente Kennedy invitó a la actriz a la Casa Blanca para un encuentro amoroso y este le preguntó –con la discreción del caso– si alguna vez se había acostado con su padre; para no ser malagradecida le confesó que no y este se alegró de haber entrado a un lugar donde su padre nunca había estado.

Del cine saltó a la política y ahí intrigó, hizo alianzas, sacudió conciencias y desde la sombra gestionó el ascenso al poder de su hijo John F. Kennedy.

A todo chancho gordo le llega su Navidad. Con cuatro hijos muertos a la espalda, otro fracasado por cobarde y una en el manicomio, una apoplejía lo encadenó a una silla de ruedas y Joseph –Joe– Kenned falleció en 1969. ¡Por fin Rose pudo dormir en paz!
 
Entorno a la II Guerra Mundial hay no pocas mentiras vendidas como verdad en nuestros manuales de historia, porque se sabe bien que los vencedores escriben la historia.

Aquí el estudio de prof. Antony Sutton, historiador americano y profesor universitario de los años '60, "siempre perseguido pero nunca imputado" según sus propias palabras, que con documentación fehaciente demuestra que la IIGM correspondía a los intereses de un selecto grupo de élite mundial de banqueros e industriales que no sólo se enriquecieron enormemente de ella, sino que también la planearon en gran medida con sus lazos y financiación al mismo Hitler y sus planes.

Wall Street and the Rise of Hitler

By

Antony C. Sutton

wall-st-front-cover.jpg

Makes Every Previous Book on World War II Obsolete.
Finally, a distinguished scholar has penetrated the cloak of falsehood, deception, and duplicity that for more than thirty years has protected one of the most incredible secrets of World War II: the support from key Wall Street financiers and other international bankers in subsidizing Hitler's rise to power.

Professor Antony C. Sutton proves that World War II was not only well planned, it was also extremely profitable—for a select group of financial insiders. Carefully tracing this closely guarded secret through original documents and eyewitness accounts, Sutton documents the roles played by J.P. Morgan, T. W. Lamont, the Rockefeller interests, General Electric Company, Standard Oil, National City Bank, Chase and Manhattan banks, Kuhn, Loeb and Company, and scores of other business elitists.

Wall Street and the Rise of Hitler shows how the bloodiest, most destructive war in history was financed and promoted. It is sure to spark angry denials and heated debate.

Preface
Introduction
Chapter 1
Wall Street Paves the Way for Hitler
Chapter 2
The Empire of I. G. Farben
Chapter 3
General Electric Funds Hitler
Chapter 4
Standard Oil Fuels World War II
Chapter 5 I.T.T Works Both Sides of the War
Chapter 6 Henry Ford and the Nazis
Chapter 7 Who Financed Adolf Hitler?
Chapter 8 Putzi: Friend of Hitler and Roosevelt
Chapter 9 Wall Street and the Nazi Inner Circle
Chapter 10 The Myth of "Sidney Warburg"
Chapter 11 Wall Street Nazi Collaboration in World War II
Chapter 12 Conclusions

http://reformation.org/wall-st-hitler.html
Si, como March en España
 
Entorno a la II Guerra Mundial hay no pocas mentiras vendidas como verdad en nuestros manuales de historia, porque se sabe bien que los vencedores escriben la historia.

Aquí el estudio de prof. Antony Sutton, historiador americano y profesor universitario de los años '60, "siempre perseguido pero nunca imputado" según sus propias palabras, que con documentación fehaciente demuestra que la IIGM correspondía a los intereses de un selecto grupo de élite mundial de banqueros e industriales que no sólo se enriquecieron enormemente de ella, sino que también la planearon en gran medida con sus lazos y financiación al mismo Hitler y sus planes.

Wall Street and the Rise of Hitler

By

Antony C. Sutton

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Makes Every Previous Book on World War II Obsolete.
Finally, a distinguished scholar has penetrated the cloak of falsehood, deception, and duplicity that for more than thirty years has protected one of the most incredible secrets of World War II: the support from key Wall Street financiers and other international bankers in subsidizing Hitler's rise to power.

Professor Antony C. Sutton proves that World War II was not only well planned, it was also extremely profitable—for a select group of financial insiders. Carefully tracing this closely guarded secret through original documents and eyewitness accounts, Sutton documents the roles played by J.P. Morgan, T. W. Lamont, the Rockefeller interests, General Electric Company, Standard Oil, National City Bank, Chase and Manhattan banks, Kuhn, Loeb and Company, and scores of other business elitists.

Wall Street and the Rise of Hitler shows how the bloodiest, most destructive war in history was financed and promoted. It is sure to spark angry denials and heated debate.

Preface
Introduction
Chapter 1
Wall Street Paves the Way for Hitler
Chapter 2
The Empire of I. G. Farben
Chapter 3
General Electric Funds Hitler
Chapter 4
Standard Oil Fuels World War II
Chapter 5 I.T.T Works Both Sides of the War
Chapter 6 Henry Ford and the Nazis
Chapter 7 Who Financed Adolf Hitler?
Chapter 8 Putzi: Friend of Hitler and Roosevelt
Chapter 9 Wall Street and the Nazi Inner Circle
Chapter 10 The Myth of "Sidney Warburg"
Chapter 11 Wall Street Nazi Collaboration in World War II
Chapter 12 Conclusions

http://reformation.org/wall-st-hitler.html

Totalmente de acuerdo.Yo leí uno de los libros "perseguidos" por el establisment norteamericano, "El mito de la guerra buena",

Jacques R. Pauwels nació y creció en Bélgica, pero vive en Canadá desde 1969. Estudió Historia en la Universidad de Gante, donde se graduó en 1969. Hizo su Doctorado en la York University en Toronto, Canadá. Centrado en la historia alemana contemporánea escribió, supervisada por el profesor Michael H. Kater, una tesis sobre las mujeres universitarias en la Alemania nazi, doctorándose en 1976. Reescrita para un público general, su disertación se publicaría en 1984 por la Greenwood Press con el título Women, Nazis, and Universities. Dio cursos sobre historia europea en York University, en la University of Western Ontario, y en la University of Toronto, y se implicó cada vez más en el negocio de los viajes de su hermano Norbert, la Pauwels Travel Bureau, lo cual le dio la oportunidad de viajar mucho como guía turístico, tanto por Europa como por otras partes del mundo.Cada vez más dedicado a la investigación y la escritura, publicó en 2000 The Myth of the Good War, una historia sobre el papel de los EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial y que ha recibido generales elogios.

Los grandes historiadores siempre han sabido –y no lo han negado– que sus relatos de los hechos pasados no dejan de ser, por muy científicamente que se trabaje sobre ellos, un punto de vista sobre aquellos acontecimientos de que se trata, y que los historiadores no son ciudadanos neutros y sin ideología, que se mecieran en las nubes de una “objetividad” imposible. Pero de ello a mentir sobre determinados hechos u ocultarlos maliciosamente va un abismo. Esta casa editorial tiene inquietudes al respecto, y está procurando el acceso al público de libros que no aparecen generalmente en las grandes casas, porque sus autores no están al servicio de la historia oficial. Es el caso de Jacques Pauwels, cuyas revelaciones, muy documentadas, ponen las cosas claras sobre el comportamiento de los EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial y también antes y después, durante los largos años de la Guerra Fría.

Relata como numerosos industriales y banqueros norteamericanos simpatizaban con el régimen nazi. De hecho, las plantas de Coca-Cola se mantuvieron en Alemania donde el botellín era comercializado con la esvástica. Las inversiones alemanas en los USA no se tocaron. Industrias americanas en Alemania se aprovecharon de la mano de obra esclava de los presos. El embajador Joseph. P. Kennedy, en Londres, afirmó que alababa la forma en que Hitler habia terminado con la anarquia y propugnaba satisfacer su deseo de tomar "espacio vital" a costa de las naciones del Este de Europa, siendo además, según Kennedy, su gran brazo contra el comunismo soviético.

Pawels afirma que el gran interés norteamericano para entrar en la guerra era la competencia que sostenia con Japón por el control de las materias primas de China y las colonias europeas ya al borde de la descolonización. Para ahogar el desarrollo japonés, el gobierno de Roosevelt habia impuesto un embargo de petróleo a Japón, toda una trampa para que Japón iniciase la guerra. Los USA solo se interesaban por la guerra del Pacífico, esa era su guerra, donde se jugaban sus intereses como controlador de la economía de Asia. Mientras tanto, Roosevelt se limitó a mandar armamento a Gran Bretaña para evitar la invasión nazi de las islas, pero durante 4 años los USA fueron indiferentes a la ocupación alemana de Europa. Solo cuando el Ejercito Rojo empezó a avanzar hacia el Oeste europeo tomando los paises del Este rumbo a Berlin los aliados se lanzaron a organizar a todo meter el Dia D para poder formar parte del reparto del pastel europeo y evitar que la URSS se quedase con todo.

Y hubo tantos pro-nazis en la América de entreguerras. Philip Roth escribió una novela de tipo "ucronia", "La conjura contra América", en la que Charles Lindberg, el aviador héroe de América, abierto defensor de Hitler, como Henry Ford, lograba ser votado Presidente de los EE.UU. y cómo los judios y todos los opositores empezaban a pasarlo mal en el país de la Libertad.
 
Sobre las simpatias nazis de Joseph, el padre de Kennedy

El padre de todos los pecados
ACTUALIZADO EL 03 DE NOVIEMBRE DE 2013 A LAS 12:00 AM

Fundador del clan político más influyente de la política norteamericana del siglo XX, se movió como un alfil sin reglas y maniobró para amasar una suculenta fortuna que lo proyectó al poder.



Traficante de licor en su mocedad. Adúltero compulsivo. Artífice de la industria del cine sonoro. Rico como Creso. El patriarca del clan político más trágico de la historia norteamericana era un mezquino que cobraba a sus sirvientes 10 centavos de dólar por cada Coca-Cola que bebieran en su mansión de Boston.

Sus abuelos arribaron a Estados Unidos en 1840, huyendo de las hambrunas en Irlanda; en el siglo XX fue el padre de dos senadores y un presidente, además de cinco hijas; una de ellas encerrada en un manicomio y otra muerta en un accidente aéreo.

Joseph –Joe– Patrick Kennedy vivió –como Caín– con este precepto grabado en su frente: “No importa lo que eres, sino lo que la gente cree que eres”.

Para la élite política norteamericana, la “high life”, Joe era solo el vástago de Patrick J. Kennedy, un trepador irlandés y para peores católico, que trabajó en los muelles de Boston como estibador y montó una cadena de cantinas donde hizo una pequeña fortuna con los vicios de la clase alta bostoniana. Le fue tan bien en el negocio del licor que compró una empresa importadora de whisky.

P.J., como lo tildaban, construyó un modesto imperio asentado en una carbonera y obtuvo sustanciales acciones en un banco, que le permitieron darle a Joe y a sus dos hermanas una vida regalada.


Con el capital generado en sus bares retomó los estudios que dejó botados a los 14 años y comenzó a labrarse una carrera pública, hasta llegar a senador del estado de Massachusetts.

Su talante amable y generoso con la comunidad irlandesa, le abrió el paso como líder católico demócrata en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. P.J. se granjeó fama de maquiavélico y manipulador.

De aquellos polvos llegaron estos lodos y la madre de Joe, Mary Augusta, lo matriculó en el más prestigioso colegio público de la ciudad; el jovencito era lerdo para el estudio, pero un “queda bien”; pronto lo eligieron presidente de la clase por su innegable popularidad.

Con el carisma propio de los Kennedy, se extendió como una enredadera y escaló posiciones como líder social, hasta que un compañero de la fraternidad estudiantil Delta Epsilon lo rechazó por sus orígenes irlandeses. Esto lo amargó el resto de su vida.

Recién salido de la Escuela de Leyes de Harvard asumió la herencia paterna, invirtió en la Bolsa de Nueva York y diversificó el negocio hacia la construcción, los bienes raíces y –con la ayuda del hijo del Presidente Franklin D. Roosevelt– obtuvo el monopolio para la importación de whisky de Irlanda a EE. UU.

Lo demás fue sentarse a contar billetes, porque ese permiso para vender alcohol fue una patente de corso que multiplicó su fortuna, todo para construir la plataforma política que lo lanzaría hacia el infinito y más allá.

Como un político pobre es un pobre político, compró el edificio más grande de Chicago y financió la alicaída industria del celuloide, sobre todo en el periodo de transición al cine sonoro, según relató Cari Beauchamp en el libro Joseph P. Kennedy: His Hollywood Years .

Sangre de reyes

Joe apareció por los andurriales de Boston el 6 de setiembre de 1888; desde que su madre lo vio supo que sería un hombre guapo, de buen porte y seductor. Este Joe, igual que su padre P.J. y su hijo –el presidente John F. Kennedy– serían miel en gotero para las mujeres.

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El patriarca junto a sus dos hijos, Joe Jr., y el futuro presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy. Era cariñoso aunque muy estricto con ellos; los incitaba al ahorro casi hasta la tacañería. | LATINSTOCK/CORBIS PARA TELEGUÍA
Vendió su alma al diablo por tres deseos: plata, posición y poder. Jamás dejó que se le fuera un “business”. Fue presidente de un banco, sobrevivió a la Gran Depresión de 1929, lucró en el mercado accionario, importó licor cuando era prohibido tomarlo, fue embajador en Londres en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial y tuvo tiempo para maniobrar a favor de sus hijos: Joseph, John, Robert y Edward, esperanzado en colocarlos –uno tras otro– en el Olimpo de los señores de la Tierra.

A los 25 años Joe tenía en el puño al Columbia Trust Bank, al que salvó de la quiebra gracias a su fino olfato y falta de escrúpulos. Entró como un cosaco al mercado de valores –que por cierto carecía de estos y de ética– y el crack del año 29 en lugar de hundirlo lo hizo más rico, ya que pasó de poseer $4 millones a $180 en menos de seis años.

Fiel a su lema de “la imagen es la realidad” logró que el Presidente Roosevelt lo pusiera, en 1934, de mandamás en la Comisión de Seguridad y Cambio, cuyo deber sería ordenar el mercado de valores. El mandatario escogió a un “sinvergüenza” para meter en cintura a otros.


Cuando abolieron la Ley Seca, en 1933, poseía una inmensa bodega de whisky y calmó la sed de miles de norteamericanos, ávidos de licor tras más de una década de beber a escondidas.

De los negocios pasó a la política y en 1938 ocupó el cargo de embajador de Estados Unidos en Inglaterra, del cual renunció debido a su simpatía con los nazis y a la frase antisemita que le atribuyó Seymour Hersh en su obra El lado oscuro de Camelot : “algunos judíos son buenos, pero como raza apestan”.

Fue partidario de apaciguar a Hitler e incluso pidió a su amigo William R. Hearst –el magnate de la prensa– que ayudara al dictador alemán a mejorar su imagen. Joe, incluso, fue gran amigo del senador Joseph McCarthy y uno de sus hijos –Bob– integró el equipo del cazador de brujas, durante la razia desatada por el senador contra los enemigos del estilo de vida americano.

La serie Los Kennedy , producida por el estudio canadiense independiente Muse Entertainment Enterprises, exhibió sin asco las vergüenzas del patriarca al que presentó como un manipulador, oportunista, cobarde y ruin.

Por algo la familia Kennedy utilizó sus influencias y suavizaron el tono para la versión latinoamericana, sobre todo las pistas que conducen al espectador al supuesto papel desempeñado por Joe y la mafia, en la victoria electoral de John F. Kennedy en 1960.

Doble cara

¡El poder bien vale una matrimonio! Escalar socialmente fue algo que Joe practicó con la destreza de una araña. Por eso, en 1914, se casó con la modosita Rose Fitzgerald, hija del alcalde de Boston, John F. Fitzgerald.

Así como tenía una cara para los negocios y otra para la política, poseía una tercera como padre de familia. Con esta careta lucía como un ejemplar progenitor de nueve hijos, a veces estricto y en otras complaciente, según se desprende de las cartas que les escribía, publicadas por The New Yorker y recopiladas por su nieta Amanda Smith.

En una de ellas reprendió con dureza a John F., futuro presidente norteamericano, y le dijo “no espero mucho de vos…te falta honestidad, ser directo”. ¡El diablo repartiendo escapularios!

Corregía sus ortografías y gramática; los reprendía por derrochadores –nunca se le quitó lo miserable–, porque uno de ellos gastó $10.8 en una lavandería.

A Ted, de ocho años, le pidió que dedicara su vida a la felicidad de los demás; el futuro senador le tomó la palabra e hizo “muy feliz” a su secretaria Mary Jo Kopechne, quien en 1969 terminó ahogada dentro de un automóvil conducido por este. Ted abandonó el lugar y fue condenado a dos meses de cárcel que no cumplió por la levedad del delito, pero acabó con su aspiraciones presidenciales. Unos años antes Ted fue expulsado de la Universidad de Harvard por copiar en un examen final de español.

Joe sermoneaba en sus epístolas y allí disertaba sobre sus ambiciones, deseos y frustraciones. Lo mismo enmendaba a sus hijos que al Presidente Roosevelt, al jefe del FBI Edgar J. Hoover y hasta al héroe de la aviación Charles Lindbergh.


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Joseph Patrick y su esposa, Rose Kennedy posan junto a sus cinco hijos: (de izq. a der.): Joseph, Jr. (arriba), John, Rosemary, Eunice y Kathleen. | LATINSTOCK/CORBIS
Las misivas revelan como enfrentó las tragedias que signaron a los Kennedy, como la muerte de Joseph, su preferido, en la Segunda Guerra Mundial.

También la desaparición de Kathleen – su hija– en un accidente de aviación; pero más aún la espantosa lobotomía a Rosemary, la mayor de las mujeres.

Rebelde, difícil e incómoda a los 23 años le practicaron una neurocirugía para apaciguarla. Un neurólogo le hizo un hueco en la cabeza, le taladraron el cerebro y la infeliz quedó sin habla; la redujeron a una criatura de tres años y terminó sus días en el Memorial Hospital, de Fort Atkinson, a los 86 años en el 2005.

Rose aguantó con santa resignación las trapacerías de Joe, hasta que en 1974 publicó su biografía Tiempo de recordar , y desnudó las correrías de su marido, que ellas llamaba “indiscreciones”. Una de ellas fue la de Gloria Swanson, fulgurante actriz que desató una tormenta en el circunspecto clan Kennedy.

Papá Joe

Por donde Joe pasaba crecía el dinero. Fue el único advenedizo a la meca del cine que nunca salió trasquilado. Estuvo cinco años en Hollywood, atrajo a los tiburones tigre de Wall Street, para que invirtieran ahí y aceleró el tránsito del cine mudo al sonoro.

Controló tres estudios: FBO, Pathé Exchange y First National; dirigió KAO, una cadena de salas para exhibir sus propias cintas habladas y utilizó unos métodos tan brutales para hacer dinero que lo apodaron El Napoleón de las películas.

A la tierra de la fantasía llegó en 1926 y ni el funeral de su padre, ni las súplicas de Rose y sus hijos lo hicieron desprenderse de su capricho, que ellos creían eran los filmes, cuando en realidad fue una luminaria de fuego, Gloria Swanson.

En su biografía Rose sintió pena por la “pobre Gloria”, pues según ella su noble consorte solo sostuvo con Swanson una relación estrictamente profesional.

Joe era la piel de Judas; se aprovechó de las deudas de Gloria y se hizo cargo de las cuentas a cambio de unos pingües intereses carnales que la actriz saldó en cómodas cuotas hoteleras, mientras su marido –Henri le Bailly, marqués de La Falaise– andaba de pesca.

Hombre guapo y seductor, vendió su alma al diablo por tres deseos: plata, posición y poder. Jamás dejó que se le fuera un “business”.

Con la Swanson filmó Queen Kelly , un espectacular fracaso taquillero producido por la calenturienta imaginación de Erick von Stroheim, un cineasta austríaco que vendió a Kennedy el peregrino argumento de una doncella seducida por un príncipe europeo, que termina de madame en un lupanar africano.

Joe no perdió ni un centavo pero dejó en la lipidia a Gloria, que montó en santa cólera cuando se enteró que su amante era un amarrete, el cual la dejó más enjaranada que antes y además cargó a su cuenta los abrigos de visón, un romántico búngalo, las cenas y regalos que le dio con tanta magnanimidad.

Convertida en una Hécate Swanson se destapó contra Joe en su biografía y confesó que la relación fue más allá del celuloide, e incluso culminó con un hijo, que el pícaro de Joe llamó Joseph Patrick y ella lo pasó como un retoño adoptado.

Otra de sus amantes fue Marlene Dietrich, quien lo llamaba “Papá Joe”. Años después el presidente Kennedy invitó a la actriz a la Casa Blanca para un encuentro amoroso y este le preguntó –con la discreción del caso– si alguna vez se había acostado con su padre; para no ser malagradecida le confesó que no y este se alegró de haber entrado a un lugar donde su padre nunca había estado.

Del cine saltó a la política y ahí intrigó, hizo alianzas, sacudió conciencias y desde la sombra gestionó el ascenso al poder de su hijo John F. Kennedy.

A todo chancho gordo le llega su Navidad. Con cuatro hijos muertos a la espalda, otro fracasado por cobarde y una en el manicomio, una apoplejía lo encadenó a una silla de ruedas y Joseph –Joe– Kenned falleció en 1969. ¡Por fin Rose pudo dormir en paz!

Aunque yo misma lo menciono en mi post, creo que tan exhaustivo resumen sobre el patriarca Kennedy y de paso toda la familia iría mejor en el hilo "Los Kennedy".

https://www.cotilleando.com/threads/los-kennedy.104311/

Y es evidente que el tipo era asi pero la forma de expresarlo indica que, desde luego, no lo ha escrito su mejor amigo, me imagino al autor con el colmillo goteando y mojando la pluma en veneno, jajajaja... Incluso el menosprecio con que habla del viejo Patrick, que osó montar un negocio para enriquecerse del mismo modo en que lo hacia todo tipo que se enriqueciese en América y meterse en política para mejorar la situación de los irlandeses de Boston dice bastante sobre el clasismo de quien escribe. ¿Es de aquella época? Es que me recuerda a Peñafiel hablando del abuelo taxista de Letizia.

ara la élite política norteamericana, la “high life”, Joe era solo el vástago de Patrick J. Kennedy, un trepador irlandés y para peores católico, que trabajó en los muelles de Boston como estibador y montó una cadena de cantinas donde hizo una pequeña fortuna con los vicios de la clase alta bostoniana. Le fue tan bien en el negocio del licor que compró una empresa importadora de whisky.

P.J., como lo tildaban, construyó un modesto imperio asentado en una carbonera y obtuvo sustanciales acciones en un banco, que le permitieron darle a Joe y a sus dos hermanas una vida regalada.


Con el capital generado en sus bares retomó los estudios que dejó botados a los 14 años y comenzó a labrarse una carrera pública, hasta llegar a senador del estado de Massachusetts.

Su talante amable y generoso con la comunidad irlandesa, le abrió el paso como líder católico demócrata en los últimos años del siglo XIX y los primeros del XX. P.J. se granjeó fama de maquiavélico y manipulador.


Vamos, que el viejo Patrick, que empezó trabajando de estibador, cometió el pecado de aspirar a algo más y se montó una cadena de cantinas - ya se sabe lo puritanos que han sido los yankeess con sus vicios - con la que sacó pasta, que invirtió en su propia educación, su carrera política y su vástago, éste sí nacido en cuna regalada pero insuficiente para su ambición. Pero a ver que politico no es maquiavélico y manipulador...

En cuanto al embajador, Joe, que de entrada podia ser seductor por su palabreria, pero de guapo no tenia mucho, sí que fué contrabandista, estafador, amigo de mafioso, filonazi...etc. pero que le acusen de adúltero como si todos los hombres poderosos de su generación hubiesen sido santos y su mujer no le hubiese aguantado por interés, que dormía en paz mucho antes de que se muriese el viejo, concretamente desde que le echó de su habitación tras el nacimiento de Teddy, me hace cierta gracia. El que escribe parece el profeta Elias maldiciendo al rey David por su pecado para poseer a Betshabé. Sobre todo porque todo lo que cuenta lo saben hasta los que viven bajo las piedras.

Por cierto, su nieto, el presidente pronto empezó a resarcir a su padre Joe de algunas vejaciones como no ser admitido en ese club. John consiguió en Harvard lo que no había conseguido tampoco su hermano mayor: ser admitido en uno de los clubs masculinos de estudiantes WASP más elitistas de la universidad. Y lo consiguió a pesar de ser de origen irlandés, católico e hijo de Joe Kennedy: por méritos propios en cuanto a personalidad, inteligencia y encanto. Cierto que fue presentado allí por un amigo, pero todo el club de snobs waps tuvieron que votar su aceptación en el club...

Sobre que JFK admirase a Hitler, a mí no me parece que esa frase, que Hitler superará el odio que le rodea y se alzará como una de las figuras más significativas, - no más grande, ni mejor, sino significativa de la época que le dió el poder - quiera decir eso. A JFK le gustaba la Historia - de hecho le habria gustado ser escritor y profesor de Historia de no haber tenido que ser político - y hoy dia figuras como Ivan el Terrible, Pedro el Grande, o Napoleón, hasta Vlad el Empalador han superado el odio que inspiraba sus figuras en su época y hoy se les tiene como grandes figuras históricas muy importantes de su país, y eso que en su haber hay millones de vidas como victimas colaterales o directas.

A ver cuántos libros de Historia retratan a los personajes citados solo y exclusivamente como tiranos asesinos de sus países. No, son importantes porque marcaron su época y el futuro de sus países, como por desgracia hizo Hitler, para mal, pero lo hizo.

A mi entender, Kennedy pensaba en términos de siglos, no de años o décadas. Y si hoy dia hay gente que niega el Holocausto y que dice que Hitler era en el fondo encantador, a saber el juicio que darán los siglos futuros de Hitler si las distopias orwellianas triunfasen. Solo hay que rezar para que Kennedy se equivocase, pero de aí a dar a entender que JFK estaba alabando al genocida ese me parece llevar el odio a los Kennedy demasiado lejos.
 
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