Qué le ocurre a la reina española, si nos atenemos al análisis de su comportamiento no verbal?
Analizamos con detalle sus gestos en los actos de abdicación del rey Juan Carlos y la proclamación de Felipe VI, y llegamos a dos conclusiones muy reveladoras:
1. Letizia ha sustituido su espontaneidad verbal por una rigidez facial y postural excesivas, que restan naturalidad a su conducta y dificultan la conexión emocional con el público.
2. Once años después, el lenguaje corporal de la reina Letizia está dominado por dos tipos de gestos, que funcionan como una válvula de escape para esa férrea represión de la conducta que parece imponerse:
* los gestos emblemáticos, con los que sustituye las palabras; y
* los adaptadores, con los que canaliza un presumible nerviosismo.
Su manejo de emblemáticos y adaptadores constituye una combinación nada favorecedora, como se puede apreciar en estos dos carruseles fotográficos, que hemos clasificado para facilitar su apreciación:
Emblemáticos que rompen el silencio
La reprimida tendencia natural a hablar de Letizia se desborda en un exceso de gestos emblemáticos, que utiliza para comunicarse con su entorno más cercano, y que no siempre resultan adecuados ni necesarios: Da instrucciones con las manos, señala con el índice, vigila con la mirada, y llama la atención con las cejas o con los giros de todo su cuerpo.
Este comportamiento puede causar una impresión doblemente negativa en el público:
- por un lado, da la apariencia de una persona demasiado controladora (se aprecia con su esposo y sus hijas); y
- por otro, puede interpretarse como una actitud poco respetuosa cuando, por ejemplo, interrumpe un acto o distrae la atención sobre su desarrollo.
Veámoslo:
Adaptadores que encauzan el nerviosismo
El estrés causado por la represión conductual, más el nerviosismo propio de participar en un acto público, encuentra una válvula de escape en los recurrentes gestos adaptadores de Letizia.
Curiosamente, consigue controlarlos sobre su persona y objetos, pero no puede evitarlos con el rey y, especialmente, con la princesa Leonor y la infanta Sofía, a quienes toca, acaricia, sujeta y empuja constantemente.
Como se puede observar en ambas colecciones de fotos, tanto los emblemáticos como los adaptadores de la reina son innecesarios:
En definitiva, exceso de gestos emblemáticos y adaptadores que sólo muestran su falta de naturalidad y de adaptación a su cargo.
Analizamos con detalle sus gestos en los actos de abdicación del rey Juan Carlos y la proclamación de Felipe VI, y llegamos a dos conclusiones muy reveladoras:
1. Letizia ha sustituido su espontaneidad verbal por una rigidez facial y postural excesivas, que restan naturalidad a su conducta y dificultan la conexión emocional con el público.
2. Once años después, el lenguaje corporal de la reina Letizia está dominado por dos tipos de gestos, que funcionan como una válvula de escape para esa férrea represión de la conducta que parece imponerse:
* los gestos emblemáticos, con los que sustituye las palabras; y
* los adaptadores, con los que canaliza un presumible nerviosismo.
Su manejo de emblemáticos y adaptadores constituye una combinación nada favorecedora, como se puede apreciar en estos dos carruseles fotográficos, que hemos clasificado para facilitar su apreciación:
Emblemáticos que rompen el silencio
La reprimida tendencia natural a hablar de Letizia se desborda en un exceso de gestos emblemáticos, que utiliza para comunicarse con su entorno más cercano, y que no siempre resultan adecuados ni necesarios: Da instrucciones con las manos, señala con el índice, vigila con la mirada, y llama la atención con las cejas o con los giros de todo su cuerpo.
Este comportamiento puede causar una impresión doblemente negativa en el público:
- por un lado, da la apariencia de una persona demasiado controladora (se aprecia con su esposo y sus hijas); y
- por otro, puede interpretarse como una actitud poco respetuosa cuando, por ejemplo, interrumpe un acto o distrae la atención sobre su desarrollo.
Veámoslo:
Adaptadores que encauzan el nerviosismo
El estrés causado por la represión conductual, más el nerviosismo propio de participar en un acto público, encuentra una válvula de escape en los recurrentes gestos adaptadores de Letizia.
Curiosamente, consigue controlarlos sobre su persona y objetos, pero no puede evitarlos con el rey y, especialmente, con la princesa Leonor y la infanta Sofía, a quienes toca, acaricia, sujeta y empuja constantemente.
Como se puede observar en ambas colecciones de fotos, tanto los emblemáticos como los adaptadores de la reina son innecesarios:
En definitiva, exceso de gestos emblemáticos y adaptadores que sólo muestran su falta de naturalidad y de adaptación a su cargo.