Eduardo Dato fue asesinado por revolucionarios de alquiler y pistoleros profesionales

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Una investigación de los hechos revela que nada sucedió como se cuenta ni fue por los motivos que se dicen.

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El coche en el que viajaba Eduardo Dato, tiroteado por detrás. Se halla en el Museo del Ejército, en Toledo - ABC



El presidente del Consejo de Ministros Eduardo Dato Iradier, asesinado a tiros dentro de su automóvil frente a la Puerta de Alcalá el 8 de marzo de 1921, a las 8,14 de la noche, lo fue con armas muy sofisticadas «Mauser C96 Pistole» que han sido celosamente ocultadas hasta hoy a la opinión pública. Los asesinos, Matéu, Nicoláu y Casanellas, no eran los anarquistas que la historia ha aceptado sino revolucionarios de alquiler y pistoleros profesionales que venían del mercado de criminales en el que se convirtió Barcelona de 1918 a 1921. La deformación del relato histórico ha sido de tal tamaño que permitió el fervor ciego de las masas a la llegada de la República que liberaron a Pedro Matéu, el jefe de los asesinos de Dato, sacándolo a hombros de la cárcel de Valencia como si fuera un torero.

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Los asesinos viajaban a bordo de una moto «Indian» gris oscuro con sidecar, de 7 caballos-ABC

El asesinato se desarrolló de una forma insólita e inaudita, con tres jovenzuelos desalmados a bordo de una espectacular moto «Indian» gris oscuro con sidecar, de 7 caballos, de la que sobresalían las armas montadas como carabinas, para lo que se les ajustaba un culatín, en el eje plaza Cibeles-Puerta de Alcalá, donde se llevó a cabo un tiroteo de veinte disparos, alcanzando dieciocho impactos el coche del presidente, tres de ellos mortales de necesidad.

Fue un crimen que parece sacado de una película de gánsteres que se adelantó una década al triunfo de Al Capone en «Chicago años 30». Para darse cuenta basta contemplar la trasera del vehículo tiroteado que se exhibe en Toledo en el Museo del Ejército. Esta nueva investigación exclusiva de los hechos revela que nada sucedió como se cuenta ni fue por los motivos que se dicen.

Impunidad
Los asesinos actuaron con total impunidad gozando de armas de lujo, dinero en abundancia yfuga garantizada. Llegaron a Madrid en tren el 11 de enero y hasta al 8 de marzo se movieron con total libertad saliendo y entrando de la capital a pesar de que las autoridades sabían que el presidente estaba amenazado, incluso con anónimos en los urinarios del hipódromo, hasta el punto de que Dato llegó a redactar su testamento, aunque luego cambió de idea y rompió los papeles. Los criminales estaban tan seguros de sus pasos en Madrid que uno de ellos, Nicoláu, bajo el nombre de Leopoldo Noble, estuvo durante todo el atentado acompañado de «la Rubia», su compañera sentimental, que estaba embarazada. Al principio la banda la componían cuatro asesinos, pero uno fue eliminado porque le venía grande el asunto a pesar de que Matéu calificó el encargo de «trabajo fácil que tenía que liquidarse en 12 segundos, 15 como máximo». No tardaron mucho más.

En la Barcelona de aquel tiempo había tres categorías de mercenarios: los informadores, los dinamiteros, y la crema de la profesión, los pistoleros. Los asesinos de Dato pertenecían a estos últimos. Los informadores cobraban a tanto la pieza pero los dinamiteros percibían un sueldo de 75 a 100 pesetas por semana, mientras que los pistoleros se llevaban lo mismo pero con un plus de mil pesetas por objetivo cumplido. En un asunto del tamaño del presidente del Gobierno, la gratificación era mucho más sustanciosa. Se informa de que a Matéu le sorprendieron con un billete de mil pesetas en el bolsillo. Desde el principio se manejó el hecho de que se estaba ante mercenarios pero se ha disfrazado hasta que Matéu tuvo que declarar que no lo hizo por dinero, sino por sus ideas.

Dijo que mataron a Dato por tolerar la «ley de fugas» de la que culpaban al gobernador de Barcelona, Severiano Martínez Anido, pero mientras mataban al desprotegido Dato impunemente nunca se atrevieron contra el gobernador que se paseaba por las Ramblas como si tal cosa mientras hablaba en catalán con la gente que le felicitaba.

Un reformador social
Aunque la historia de la infamia le atribuye ser un monstruo de represión, Eduardo Dato era un reformador social, amigo de los desprotegidos. Un político que defendía los intereses de la clase baja siendo el primero en redactar una ley moderna de accidentes de trabajo y proteger el trabajo de las mujeres y los niños. Profundamente católico, su política se inspiraba en la encíclica «Rerum Novarum» de León XIII, siendo el fundador del Instituto Nacional de Previsión en el que por primera vez se miraba por la jubilación de los obreros. Ya no hay políticos tan católicos. Era un gran estadista y un hombre honrado. Le mataron por eso.

También le cabe el honor de ser el fundador de la Escuela de Criminología de Madrid que sería cerrada por la dictadura de Primo de Rivera. La inquina contra él empezó cuando logró la neutralidad española en el conflicto de 1914 impidiendo a muchos los negocios de la guerra. Se convirtió en un estorbo por su política social y humana.

Los tres criminales conformaban un grupo muy llamativo y ruidoso que los días anteriores al crimen salían a ensayar dando vueltas a la Cibeles con su «caballo de hierro» en espera de que apareciera el coche de Dato que hacía siempre el mismo trayecto del Senado a su casa, al que solían seguir. Era un grupo abigarrado en el que el conductor Casanellas destacaba por sus aires de «locatis»: boina, anteojeras chulescas y pelliza. En el asiento de atrás iba inquieto Nicoláu aferrado a su espalda y en el sidecar el jefe de la banda, Matéu, con el pelo alborotado y dando gritos. Según el ABC de la época, había cinco policías de a pie en el itinerario del presidente que cuidaban de su seguridad: uno en la puerta del Senado, otro en la calle Arenal, el tercero en la Puerta del Sol, el cuarto en Cibeles y el quinto en la puerta del domicilio de Dato. Pese al clima ominoso de amenaza letal, ninguno vio nada llamativo en el comportamiento de aquellos sospechosos que pasaban la tarde-noche dando vueltas a Cibeles con la moto.

Investigación poco fina
Según la sentencia del Supremo, las pistolas del atentado fueron unas «Star», de fabricación española, de las que curiosamente solo figura el número de una de ellas, pero esto es imposible porque las copias españolas de la Máuser alemana no se fabricaron hasta 1927, seis años después. Y además eran de la marca «Astra». Dentro del desparrame del atentado los criminales tuvieron a disposición pistolas de distinto tipo, pero las que dispararon no se conservan. La investigación periodística tampoco estuvo fina pues hasta informaba de que el coche del presidente era un «Hudson» cuando es un «Marmon 34» carrozado por Lamarca.

El coche de Dato viajaba sin escolta, solo con el chófer y un lacayo. El ministro de la Gobernación, Gabino Bugallal y Araujo, segundo conde de Bugallal, que pasaba por amigo íntimo de la víctima, no consideró necesario ponerle mayor seguridad.


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Eduardo Dato fue asesinado con una pistola Mauser-ABC


El coche, sin blindar
Los asesinos gozaron de todo tipo de información sobre los desplazamientos de su objetivo, vigilancias y protección. Sabían que el coche en el que se desplazaba no estaba blindado y que la pistola Máuser, imposible de conseguir por delincuentes como ellos, era capaz de «matar un buey a quinientos metros» y atravesar la chapa del vehículo, que no estaba blindado como mantequilla. Las consiguieron asesorados por grandes expertos dado que mucho tiempo después, Matéu en una entrevista de prensa se delata confesando que no sabía ni siquiera el calibre de la munición que disparaba, que era del 7,63, diciendo que era del 7,65. También ignoraba el domicilio donde vivía el presidente Dato, afirmando que era en Salustiano Olózaga, 1, cuando era en la calle Lagasca, 4. Igualmente confunde su edad diciendo que tenía 77 años, cuando solo tenía 64. Todo ello confirma que le llevaron prácticamente de la mano y en volandas hasta donde solo tuvo que apretar el gatillo. Y en cuanto se movió por su cuenta cayó en manos de la policía.

Le bastó disparar respirando el humo del tubo de escape. Casanellas guiaba la moto, mientras Nicoláu desde el asiento trasero, y Matéu desde el sidecar, dispararon diez tiros cada uno de sus Máuserque se cargan con un peine provocando una especie de tableteo como el de una ametralladora. Aunque eran malos tiradores no podían fallar porque dispararon casi tocando la chapa con la punta del cañón.

En los manuales de historia, novelas y relatos periodísticos todo el relato de los hechos ha sido tergiversado. Debido al desinterés de los políticos e historiadores, el magnicidio no se ha aclarado hasta ahora. Ha habido un gran trabajo de desinformación.

No se le hizo la autopsia
A Eduardo Dato no se le hizo la autopsia pues ni siquiera se llegó a desnudar el cadáver, sino un simple reconocimiento que fija en tres las heridas que le produjeron la muerte: «Una en la parte inferior y lado derecho de la región occipital, que atravesó el cráneo, las meninges, el lóbulo derecho del cerebelo, la protuberancia, el ventrículo medio, el ventrículo lateral izquierdo, y el lóbulo frontal del hemisferio de este lado, con salida a nivel de la sutura fronto parietal; otra en el lado izquierdo de la cara, que entró por detrás del maxilar inferior, fracturando uno de los molares y saliendo a distancia de un centímetro por fuera de la comisura labial del mismo lado; y otra en el lado izquierdo de la espalda a la altura de la séptima costilla, penetrante en la cavidad torácica, sin salida de proyectil, de las cuales la primera era mortal de necesidad y privó de la vida al Sr. Dato instantáneamente».

En tiempos recientes, cuando se ha contado este episodio de nuestra historia no se ha tenido en cuenta que en 1921, en Madrid, se circulaba por la izquierda, de modo que el coche de Dato subió por la izquierda de la calle Alcalá, girando en la Plaza de la Independencia en el borde de la Puerta de Alcalá para penetrar en la calle Serrano, que era de doble dirección hacia Lagasca y han situado el atentado en el lado derecho, guiándose por el actual sentido del tráfico, lo que ha contribuido a que todo quede embrollado. El sentido de circulación cambió en la capital el 1 de octubre de 1924.

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Pedro Matéu, jefe de la banda que asesinó a Eduardo Dato-ABC


Los asesinos huyeron
De modo que el atentado tuvo lugar en el lado izquierdo de la Puerta de Alcalá, según se mira hacia Ventas, frente a la bocacalle de Serrano, donde el vehículo disminuía la velocidad para girar. Tras los disparos los asesinos huyeron sin ser perseguidos. Nicoláu, con «la Rubia», consiguió llegar hasta Alemania y Casanellas huyó a Rusia, donde se hizo comunista y cambió su nombre por el de Sergio Ivanovich Petrovkin. Al conocerlo Trostky, que sería eliminado por uno de los «ejecutores españoles» que frecuentaba, se limitó a decir: «¡Ah, el terrorista español!»

Matéu cayó en manos de la policía por su propia estupidez regresando a la pensión en la que había estado hospedado supuestamente en busca de «documentos comprometedores», pero en realidad por algún olvido insustancial o simple exceso de confianza. Los tres terroristas dejaron un reguero de cartas comprometedoras que incluso llevó a la detención de la madre de Casanellas, todo lo cual no sirvió para desenmascarar el complot.

Aunque con dificultades, Nicoláu fue extraditado y devuelto a España por las autoridades alemanas. Junto con Matéu fueron juzgados y condenados a muerte, aunque indultados y permutada la condena por la perpetua. Casanellas permaneció en Rusia, de donde vino a España para promover organizaciones comunistas, aunque finalmente por sus locuras acabó estrellándose con la moto contra el chasis de un coche perdiendo la vida. Nicoláu fue fusilado en el 39 y Matéu vivió hasta los 80 años en Francia gozando de las propiedades de un pequeño burgués que, como dejaría ver, eran las delicias que había buscado toda su vida.

http://www.abc.es/cultura/abci-eduardo-dato-asesinado-revolucionarios-201711050040_noticia.html


 
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