Diccionario mínimo de ciencia política

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Diccionario mínimo de ciencia política
Publicado por Pablo Simón y Berta Barbet
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DP.
Catch‐all party (o partido «atrapalotodo»). Como su propio nombre indica, son partidos que buscan atraerse hacia sí todo tipo de votantes con distintos puntos de vista, ideologías y posición socioeconómica. Reducen al máximo las alusiones a la ideología y por tanto su contrapunto son los partidos altamente ideologizados. Han sido partidos atrapalotodo el Partido Republicano en Estados Unidos durante la época de Lincoln, el Demócrata con Roosevelt o el Partido Justicialista en Argentina ya desde Perón.

Populismo. No es todo lo que no le gusta a uno. Tampoco es cuando se dice algo que agrada a los oídos de la gente (que es más bien demagogia). Básicamente hay dos maneras de entenderlo. Una escuela dice que es una técnica discursiva, un método, mientras que otra lo asimila a una ideología delgada —vamos, un software para otra ideología de fondo más importante de izquierda o derecha—. En todo caso, su rasgo principal es identificar un pueblo virtuoso y unas élites corruptas como unidades sociales básicas, alineándose con el primero para tomar el poder. Además, tiende a creer más en la democracia directa y menos en las instituciones del Estado liberal de derecho.

Cleavage (o clivaje). Literalmente, escote o canalillo. En ciencia política se aplica a la escisión que divide a los votantes en dos bloques separados y que tienen un reflejo en el sistema de partidos. Algunos de los clivajes tradicionales han sido el de clase (propietarios frente a trabajadores), el territorial (centralismo frente a periferia) o el religioso (Estado secular frente a Estado confesional). Ahora hay quien habla del surgimiento de nuevos en torno a la Unión Europea o la globalización. En resumidas cuentas, un clivaje no es más que la línea de fractura que separa y divide en dos bloques, ya sea en una teta y otra o bien votantes posicionados a uno y otro lado en torno a una cuestión central.

Cultura política. No es cuánto sabe la gente, sino más bien el conjunto de actitudes, creencias y sentimientos hacia la política que determinan su comportamiento político. No hay alta o baja cultura política, ni se dice que alguien tiene mucha, poca o una cultura política regular. Los clásicos hablan más bien de cultura política participativa, cultura política parroquial, o cultura política de súbdito. En todo caso, esos rasgos se pueden combinar de diferentes formas. En España, por ejemplo, se suele decir que somos desafectos por tener poco interés e información política, por participar poco en política y quejarnos mucho. Vamos, que la sombra de la socialización franquista («haga usted como yo y no se meta en política») sigue pesando mucho.

Swing voter. No son necesariamente votantes a los que les gusta el swing, sino gente que no tiene una filiación política fuerte y no siempre vota al mismo partido. Este perfil está muy cotizado durante las campañas electorales y todos los partidos tratan de atraérselo para sí. Esto a veces se emplea para las elecciones. Por ejemplo, en Estados Unidos se hablar de los swing states para saber qué estados pueden caer de uno u otro lado.

Desobediencia civil. Es una forma de protesta que consiste en no respetar las normas, órdenes o leyes del Gobierno por considerarse injustas. Hay que diferenciarla pues de la gente que se salta la ley porque no le conviene, que es otra cosa muy diferente. La gran diferencia es que en la desobediencia el ciudadano considera que romper la ley es menos nocivo para la sociedad de lo que serían las consecuencias de seguirla. Además, asume el castigo por su incumplimiento porque cree que su moral está por encima. Esta fórmula la han usado colectivos como las mujeres sufragistas, los negros del movimiento de los derechos civiles americanos o las resistencias en las dictaduras comunistas. En España, los insumisos contra la mili son un buen ejemplo.

Federalismo. Palabra recurrente en el debate español que se retuerce hasta que se la vacía de significado. Un sistema territorial federal es un sistema con dos niveles de gobierno (federal o central y el de los estados federados) en el que cada uno debe tener el poder y los recursos para ocuparse de ciertas competencias. Los hay de muchas familias; algunos delimitan mejor las competencias entre niveles y otras obligan más a cooperar; otros dan los mismos poderes a todas las regiones, otros solo a algunas; otros dan mucho poder a los Estados, otros poco… El federalismo como nombre de pila es bonito, pero, igual que se hace con las personas, lo mejor es pedirle los apellidos para saber de quién se habla.

Politización de la justicia. No, la politización de la justicia no es algo que se pueda decir cada vez que un juez toma una decisión que no nos gusta. La politización de la justicia es simplemente una situación en la que el Gobierno es capaz de influir en las decisiones que toman los jueces rompiendo el principio de separación de poderes. Esto pasa porque tiene la capacidad de escoger o hacer dimitir a jueces que tomen decisiones que no le gusten o porque es capaz de ejercer presiones para que se tomen ciertas decisiones. El hecho es que los jueces actúan condicionados por el Gobierno. Para el resto de malas decisiones que pueda tomar la justicia hay otro concepto que os puede servir: malas leyes.

Sistema parlamentario / (semi)presidencial. Aunque algunos no se lo creen, en España no se vota al presidente, sino a diputados que luego lo escogen. Bueno, igual con las sesiones de investidura que hemos tenido ha quedado algo más claro. Sin embargo, en Estados Unidos o Francia lo que hacen es votar por separado a un presidente con elección directa (en Francia con una segunda vuelta si nadie tiene más del 50 % de los votos) y por otro lado a su Congreso, Senado, Asamblea Nacional o lo que sea. Esto hay que tenerlo muy presente. No tiene nada que ver el caso de Alemania o Países Bajos, donde el canciller se elige con apoyo de diferentes partidos en el Parlamento, formando coaliciones, que el de Francia, donde la elección es directa.

Socialdemocracia. No tenemos ni idea de quién será el partido y líder de la socialdemocracia en España, pero al menos tenemos una idea bastante clara de lo que es la socialdemocracia. Y no, no es lo que diga Felipe González ni tampoco, necesariamente, lo que dijera Pablo Iglesias. La socialdemocracia es una ideología que pretende luchar contra las desigualdades sociales desde las instituciones de la democracia liberal y aceptando la economía de mercado. Sus años dorados se acaban en los sesenta, cuando salen de la mayoría de Gobiernos y, aunque regresaron en diferentes fórmulas en los años noventa, hoy día en las elecciones les va regular tirando a mal.

Euroescepticismo. En este país nos suena un poco a chino, pero un euroescéptico es alguien que se opone al proceso de integración europeo y quiere desmontar las instituciones de la Unión Europea. Ser euroescéptico no es lo mismo que ser eurocrítico, algo de lo que tenemos unos cuántos más en España. Estos últimos se caracterizan por estar en contra de las decisiones y la forma que toma la UE actualmente, pero no necesariamente por querer desmontarla. Para ser euroescéptico esta crítica debe ir acompañada por ideas de recuperar poderes que actualmente tiene la UE y devolverlos a los Estados.

Feminismo. Teoría política que se centra en el reconocimiento de los derechos de la mujer. Desde la huelga de s*x* encabezada por Lisístrata, el feminismo ha cambiado mucho pero principalmente se ha separado en dos corrientes. De un lado, el feminismo de la igualdad, que considera que las diferencias de género son resultado de la socialización patriarcal. Para llegar a la igualdad proponen que las mujeres se organicen y presionen al Estado. Del otro, el feminismo de la diferencia considera que el ámbito de lo femenino se caracteriza por la empatía y la emoción frente al autoritarismo y agresividad de lo masculino. Su objetivo es conseguir una mejor valoración de características asociadas tradicionalmente al género femenino; y, por otro lado, dejar de tener como punto de referencia a los hombres.

Terrorismo. No hay acuerdo absoluto sobre lo que es terrorismo, pero eso no significa que cualquier acto violento (incluyendo el machista) sea terrorista. Tampoco que debamos decidir si lo son o no en función del color de piel de quien lo ejecuta. Para que haya terrorismo el acto violento debe hacerse con la intención de crear miedo entre los ciudadanos y además se debe querer utilizar este terror para conseguir algún cambio político. Es decir, para conseguir visibilidad, concesiones políticas, un cambio en el statu quo… Ha habido actos de terrorismo de muchos tipos, desde el terrorismo independentista al de extrema derecha o izquierda. Hoy la principal amenaza global es el terrorismo islamista.

Votante mediano. Absolutamente nada que ver con Frodo Bolsón depositando la papeleta, con independencia de que en la Comarca prefieren desayunar por enésima vez en domingo antes que votar. El votante mediano es el votante que es capaz de decantar la mayoría a un lado u otro porque tiene una proporción más o menos igual de gente a cada lado del conflicto. Para que nos entendamos, es como el federalista catalán o el votante del PSOE, su decisión sobre quiénes son sus aliados acaba decantando quién va a ganar una elección o Gobierno. Son este último trozo de pastel que nos acaba llenando a todos y que no siempre nos comemos nosotros.

Empate técnico. Las encuestas siguen siendo el mejor instrumento disponible para medir el estado de la opinión pública. Entre chupar el dedo y mirar a dónde sopla el viento y preguntar a la gente, aunque tenga sus sesgos, me quedo con lo último. Eso sí, todas las encuestas tienen un margen de error. Es decir, un intervalo de imprecisión de acuerdo con el tamaño de su muestra. Esto hace que, por ejemplo, veamos que se pone en las fichas que una encuesta tiene un margen de error de +- 3 %. Eso significa que el resultado de cualquier partido puede estar hasta tres puntos por encima o por debajo del nivel marcado. Cuando dos partidos coinciden dentro de ese margen —por ejemplo, como en la elección presidencial austriaca— están en empate técnico. Es decir, que el recuento va a estar emocionante.

Liberalismo. ¿Qué es el liberalismo?, nos preguntamos todos cuando vimos la posibilidad de que Beppe Grillo pactara con el grupo liberal europeo. Pues, independientemente de sus alianzas, el liberalismo es una ideología que persigue la libertad de las personas sobre cualquier otro principio. Como libertad es una palabra bastante ambigua esto se traduce en cosas bastante diferentes, pero en general los liberales son partidarios de limitar las regulaciones del Estado y permitir que cada cual escoja cómo actuar, tanto en la economía como en la organización de familia. Además, el liberalismo también se suele ligar a la idea del control de poderes y la creación de instituciones contramayoritarias, pues para el liberalismo es muy importante limitar los abusos de poder que puedan limitar las libertades personales. Si os suena raro es porque en España casi no tenemos.

Circunscripción. Lo primero que debemos saber de la circunscripción es que no es la ley d’Hondt —que, por cierto, es una FÓRMULA—. Dejad tranquilo al pobre matemático belga, que bastante tiene con lo suyo. La circunscripción electoral es el conjunto de ciudadanos cuyos votos se van a contabilizar para repartir un número concretos de miembros del Parlamento. En algunos casos, este conjunto supone todos los electores con derecho a voto (circunscripción única, como en Países Bajos o Israel), pero en muchos casos el electorado se divide en distintas circunscripciones que escogen cada una sus representantes. En España la circunscripción es la provincia, y en muchos casos tiene un tamaño tan reducido que hace que los partidos pequeños no consigan representación.

Partidos anti-establishment. No se sabe muy bien quién es el establishment, pero en teoría es todo el que manda (y no me gusta), desde empresas y Gobiernos a medios de comunicación. Los partidos anti-establishment serían todos aquellos que canalizan el enfado de la gente con sus élites o gobernantes. A veces hay quien lo usa como sinónimo de populistas, pero también hay quien dice que no necesariamente deben serlo para entra dentro de la categoría. El movimiento Cinco Estrellas italiano, por ejemplo, es un caso paradigmático de este tipo de partidos. Un partido dirigido por un cómico, que cree solo en la democracia directa y que no tiene muchos más principios que echar a los que gobiernan.

Nacionalismo. El nacionalismo no (solo) es un insulto que sirve para acabar con cualquier discusión sobre la estructura territorial de España. Se trata de una ideología que persigue la concordancia entre las fronteras del Gobierno soberano y el territorio de la nación, o eso dijo Hechter. Esto significa que pueden ser nacionalistas tanto los que creen que el Gobierno actual no representa sus fronteras y quieren cambiarlas, como aquellos que quieren mantener las fronteras del Gobierno como están para que siga representando a su nación, lo que comúnmente se llama nacionalismo banal. Esta definición, evidentemente, abre el interrogante sobre lo que es la nación. Pero este es un jardín que vamos a dejar para el año que viene, si eso.

Soberanía. La soberanía es como el amor; todo el mundo parece quererla, sin embargo, nadie parece tener muy claro cómo conseguirla. Normalmente se distinguen cuatro tipos diferentes. La doméstica, o la capacidad de un Estado para organizarse dentro de sus fronteras (prohibir las hamburguesas); la interdependiente, o la capacidad del Estado para controlar los movimientos entre fronteras (impedir que entre gente que come hamburguesas); la del derecho internacional, que es el reconocimiento por parte de otros de la soberanía del propio Estado (en EE. UU. aceptan que no te vayan las hamburguesas); y, por último, la westfaliana, que dentro del territorio del Estado no hay ninguna autoridad con más poder para imponer sus decisiones que el propio Estado (ningún McDonald’s por encima). Cuanto más complejo e interdependiente se ha hecho el mundo, más difícil asegurar que no te las acabes comiendo con bacon y doble de patatas.

Politics / Policies. Es una distinción que se ha puesto muy de moda para hablar de dos caras diferentes de la política. Por politics se entiende la política más referida a la competición electoral, la disputa entre los partidos, las estrategias para vender sus mensajes… Es decir, todo aquello de lo que no hemos parado de hablar desde 2014 —y de lo que, con los congresos de los partidos, parece que vamos a seguir hablando—. Por el otro lado, están las policies, que son básicamente las políticas públicas: qué medidas aplicar para mejorar la educación, reducir el paro o la desigualdad… Vamos, las cuestiones de fondo que cambian la sociedad. De vez en cuando estaría bien hablar de esto también.

Posverdad. Es una de las grandes ironías del debate político de estos años. Básicamente es la teoría según la cual hemos entrado en una nueva época política en la que a los ciudadanos ya no les importa lo que dicen los expertos porque han perdido todo el respeto por la evidencia empírica, facilitando así la victoria electoral de candidatos y opciones que se presentaban con discursos llenos de información contrastablemente falsa. La teoría mola, pero lo paradójico es que no sabemos si ella misma es verdad. Efectivamente, ha habido candidatos y opciones que han ganado porque la gente se ha creído información que no era cierta, pero no hay nada que indique que esto se deba a que los ciudadanos antes se creían a los expertos y ahora no.

Sorpasso. Bueno, igual esta palabra es más de 2016, pero uno nunca sabe. La palabra sorpasso, que está en boca de todos, tiene su origen en las elecciones generales de 1976 en Italia. El Partido Comunista (PCI), de Enrico Berlinguer, tenía opciones reales de convertirse en la primera fuerza política y adelantar a la Democracia Cristiana, partido factótum en aquel país desde la II Guerra Mundial. El PCI acariciaba entonces el ansiado sorpasso, pero, pese al importante avance electoral de los comunistas, jamás llegó a producirse. Quedaron muy próximos, solo cuatro puntos por debajo de la formación fundada por De Gasperi. Ahora cada vez que un partido va a desbancar la posición de otro hablamos de sorpasso, que en italiano queda más fino.
https://www.jotdown.es/2018/12/diccionario-minimo-de-ciencia-politica/
 
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