Curiosidades de la realeza

en el archipiélago portugués de Madeira se encuentra el Cementerio Británico de Funchal, en la capital insular, donde hay una misteriosa tumba sin lápida marcada hasta hace muy poco únicamente con el número 206 (recientemente se ha colocado un cartel identificativo).

Allí yacen los restos de una mujer que protagonizó un episodio del siglo XIX tan anecdótico como insólito, una esclava africana que logró integrarse en la sociedad británica

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El yoruba es uno de los grandes grupos etnolingüísticos de la zona occidental de África, los llamaban akú, palabra derivada de su forma de saludar. El máximo esplendor yoruba tuvo lugar entre los siglos XIV y XVIII tenían relación con los musulmanes que visitaban la región de forma regular.

El sultán de Sokoto y decretó que la población no musulmana era esclavizable, de manera que la mitad de los habitantes quedaron reducidos a esa condición, convirtiéndose en la mano de obra fundamental para la explotación agraria. De esta forma, aquel nuevo esclavismo tomó el relevo del que habían practicado los europeos hasta entonces y que ya se había extinguido por Gran Bretaña

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Así estaban las cosas cuando nació Sara Forbes Bonetta originalmente llamada Omoba Aina, era de sangre real hacia 1843. Lo hizo en la localidad de Oke Dan (actual Yewa del Sur), en Ogun (uno de los estados del sudoeste de Nigeria).

Omoba Aina apenas tenía cinco años cuando un ejército de Dahomey asaltó su pueblo. Sus padres murieron y ella fue llevada como esclava pero con un futuro aún más siniestro si cabe, ya que estaba destinada a ser sacrificada.

Un capitán de la Royal Navy llamado Frederick E. Forbes estaba de visita en la corte de Ghéza y, apiadándose de la niña, logró convencer al monarca de que se la entregara en calidad de regalo para la reina Victoria. Así fue cómo Omoba salvó la vida.

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Forbes la rebautizó poniéndole Sara de nombre y dándole su apellido, al que añadió un segundo que era una alusión a su barco, el HMS Bonetta. Se la llevó a Inglaterra y, dos años después de quedar huérfana, la niña tuvo ocasión de conocer a la todopoderosa soberana del Imperio Británico, que se empeñaba en llamarla Sally e, impresionada por su historia, decidió tomarla como ahijada.

1591090848549.png La reina Victoria
 
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Cuando Forbes falleció en 1851 fue la familia Schoen, de Palm Cottage, Gillingham, la que se hizo cargo de la pequeña, aunque los gastos los pagó la reina.

Al año de estancia empezó a desarrollar una tos crónica que no auguraba nada bueno, así que por prescripción médica se la envió de vuelta a África, a una misión cristiana colonial de Freetown (Sierra Leona), para terminar allí su formación y su infancia.

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Retornó a Londres en 1855, entrando ya en la adolescencia, y de nuevo fue recibida con la misma mezcla de curiosidad y bienvenida, habida cuenta de quién era su protectora.

Tanto como para que en 1862 fuera invitada a la boda de la princesa Alicia, la tercera hija de la reina, con el gran duque Luis IV de Hesse-Darmstadt; fue una ceremonia más bien triste debido al reciente fallecimiento del príncipe Alberto, consorte de Victoria, por el que aún se guardaba luto oficial.

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Un mes más tarde también ella pasaría por el altar, después de que la soberana diera el visto bueno a su matrimonio con James Pinson Labulo Davies. La boda, fastuosa (el séquito nupcial reunió una decena de carruajes), tuvo lugar en Brighton

Labulo Davies era un ex-capitán indígena de la armada reconvertido en empresario de éxito. De origen yoruba, como su mujer, liberado de la esclavitud por los británicos en Sierra Leona, gracias a lo cual pudo acceder a una esmerada educación que le permitió ser maestro primero y alistarse como cadete en la Royal Navy

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tuvieron tres hijos; a la primogénita la bautizaron con el nombre de Victoria, en agradecimiento a la reina que tanto les había ayudado (y que también la amadrinó)

Sara mantuvo su relación con ella hasta el punto de que, junto a su familia y al obispo Samuel Ajayi Crowther (el primero de religión anglicana en el país, también de etnia yoruba eran las únicas personas a las que había orden de evacuar en caso de guerra o revuelta.


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aquella tos que Sara padecía resultó ser tuberculosis y, durante una escala en Madeira entre Inglaterra y Nigeria, acabó matándola era 1880

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