Curiosidades de la realeza

Boda del Príncipe Eduardo, Conde de Wessex, y Sophie Rhys-Jones (1999)

El 19 de junio de 1999, la plebeya Sofía Rhys-Jones acometió una tarea escalofriante, incluso para una avezada relaciones públicas como es ella: ayudar al joven príncipe Eduardo a reavivar el respeto y afecto de los ingleses hacia la monarquía y a triunfar en el área donde sus tres hermanos habían fracasado estruendosamente: el matrimonio.

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A pesar de que Eduardo y su prometida anunciaron que querían una boda “sencilla, íntima y familiar”, la Casa de Windsor no estaba en condiciones de desaprovechar un evento de tales características para levantar los ánimos de la población.

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Así, la moderna y trabajadora pareja principesca tuvo que aceptar una lista de más de medio millar de invitados en la iglesia, 6.000 personas en el interior del castillo, otros varios miles en los aledaños y hasta 200 millones pegados al televisor en todo el mundo.

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La princesa Miguel de Kent, mujer del primo de la reina, no pudo dejar de observar a la novia: “Al avanzar por el pasillo no ha dejado de guiñar el ojo”, dijo, “¡Qué vulgar!”.

Miles de británicos corrieron hacia el Parque de St. James, y rodearon el monumento de la reina Victoria, para ver a los novios y la familia real cuando se asomaron al balcón principal del palacio de Buckingham para corresponder a las aclamaciones de la multitud.


Ver el archivo adjunto 1684847

Es cierto que Sarah Ferguson es vulgar, no solo lo fue ese día, pero que lo diga la princesa Maria Cristina, que es todo un personaje...
 
NI WALLIS NI MEGHAN:

ZSUZSI STARKLOFF, LA 'CENICIENTA' DIVORCIADA QUE ENAMORÓ A UN PRÍNCIPE BRITÁNICO Y ENFADÓ A ISABEL II

El príncipe Guillermo de Gloucester

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El príncipe Harry y su primo lejano, Guillermo de Gloucester, tienen bastantes puntos en común. Ambos nacieron con el mismo puesto en la línea de sucesión al trono de Inglaterra: el cuarto.

Ambos fueron durante un tiempo la oveja rebelde de la familia, ambos sirvieron a su país antes de adoptar los deberes de un miembro de la realeza, y ambos eran innegablemente atractivos y propensos al romance inadecuado (para el canon de la realeza británica).

En el caso de Guillermo de Gloucester, la amada se llamaba Zsuzsi Starkloff: exmodelo, ex azafata de vuelo, piloto de aviones e instructora de vuelo fallecida este año. También refugiada húngara del comunismo, residente y nacionalizada en Estados Unidos, divorciada, y a la que Isabel II dijo "no".

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El romance había empezado de forma brillante: los dos se conocieron en Tokio, donde Guillermo ejercía como diplomático del Foreign Office... Y donde Zsuzsi se había mudado tras su divorcio a aprender japonés, dar clases de inglés, y rehacer su vida.

En una fiesta de 1968 saltaron las chispas y él la bautizó como "Cenicienta". Al día siguiente, ella le envió una carta personal a la Embajada: "Querido Príncipe Encantador: he perdido un zapato. ¿Te gustaría venir a una fiesta?"

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El resto es fácil de imaginar: ella, con 31 años y llena de mundo y carisma; él, con 26, en un país donde nadie fuera de los muros de la Embajada le conocía.

El problema en su futuro aún no había hecho acto de presencia: en los dormitorios de Tokio, no había línea de sucesión que valiese. Hasta que Guillermo escribió a sus padres como el loco enamorado que era y deslizó la idea de casarse con Starkloff que, como buena estadounidense, no tenía ni idea de sucesiones, royals, ni protocolos. Para ella, William de Gloucester era un hombre antes que el heredero de un legado milenario.

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El asunto de repente se convirtió en asunto de Estado. E Isabel II mandó la princesa Margarita, hermana de la reina que, visitase el país de forma oficial con su marido, Lord Snowdon. Y con la misión extraoficial de dinamitar la idea de una boda.

Margarita fue todo lo que se espera de ella: "espera un poco", "vuelve a casa".

El romance, de dos años, se vio interrumpido con la vuelta a Inglaterra, donde a Guillermo se le instó a que se quitase de la cabeza a aquella mujer judía, sin sangre noble, que encarnaba a ojos de Isabel II demasiados de los males de Wallis Simpson.

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La presión funcionó y, al final, Guillermo parecía haber tirado la toalla: el mismo año de su muerte, concedió una entrevista en la que hablaba de que el matrimonio, cuando llegase a su vida, sería con alguien que contase "con el visto bueno de los otros miembros de la Familia Real"

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A su entierro, finalmente, acudiría su novia de entonces, Nicole Sieff, también divorciada (y con dos hijos previos), con la que Guillermo intentaba olvidar a Starkloff. Pero que, al menos, era inglesa. Y con la que tampoco habría habido boda alguna.

NICOLE SIEFF
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