Cuadernos de Psicología.

PADRE E HIJA ( Françoise Dolto)



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SINOPSIS
Pocos vínculos tan sinuosos como los de padre e hija. Y qué decir cuando la hija en cuestión no es otra que Françoise Dolto (1908 -1988), la eminente pediatra y psicoanalista francesa que junto a Jacques Lacan fundó la Escuela Freudiana de París. Pues bien: Padre e hija descubre veinticuatro años de correspondencia entre Henry Marette y Françoise desde que la nena de sólo 7 años (y con faltas de ortografía) escribía lo lindo que le quedaba el uniforme militar a su papá, hasta la carta de lucidez casi aterradora donde a los 30 años descubre a su padre el siniestro cuadro familiar que la había enfermado.
El librito de sólo 122 páginas es un pequeño tesoro. No sólo porque revela la desconocida y tormentosa infancia y juventud de una profesional notable. También porque el conjunto de cartas tiene un valor dramático per se. Allí está la niña marcada por los delirios de la madre, los primeros amores contrariados, los viajes, dos guerras, las Casas de Locos, las drogas para adelgazar y los cheques con pagos de tratamientos y mensualidades. Y sosteniéndolo todo la voluntad de mantener el vínculo con un padre pudoroso (por no decir necio) donde la niña veía la sombra de su hermana muerta.

'Me consta que tu afecto hacia mí se ha duplicado por otro que fatalmente ha recaído un poco sobre mí', le dice a los 12 años. Muchas de las cartas merecerían reproducirse enteras. La carta donde el padre la alienta a comenzar su cura psicoanalítica con René Laforgue y también donde ella descubre, en pleno tratamiento, su voluntad de convertirse también en analista. Lejos de la adolescente que soñaba en convertirse en una mujer de la que su padre pudiera sentirse orgulloso, Françoise comienza a sospechar de la particular insistencia de los reclamos familiares que insisten en 'enfermarla'. Pero la verdadera trama sólo se le revelará a una Françoise mujer ya convertida en profesional. Y es imposible no leer esta última y decisiva misiva con fervor novelesco. 'Cuando yo dejaba de ser tan huraña y tímidamente me iba ablandando, paralelamente mamá me hacía la vida cada vez más asfixiante, como si la vida normal en la cual daba mis primeros pasos fuera el peligroso camino del Mal, con una M mayúscula', le confiesa al padre.

'Gracias a su actitud reivindicativa hacia mi persona, ella evita recaer en la autodestrucción de los tiempos posteriores a la muerte de Jacqueline', suelta. 'Sólo llegué a comprenderlo, al comprender mi propia neurosis, totalmente calcada sobre la de mamá.' El cierre no podría ser más estremecedor: 'Tal vez creas que para quererme tienes que darme la razón contra mamá, como si fuera necesario elegir entre las dos'. ¿Un dato para morirse de nervios?: nunca se sabrá si esta carta fue efectivamente enviada. Fuera de todo epistolario queda el casamiento de Françoise con Boris Dolto, el nacimiento de sus tres hijos y sus brillos como psicoanalista infantil. Algo más: Françoise sólo alcanzó la fama en un programa de tv donde en directo respondía a las preguntas que ¡por carta! le enviaban decenas de padres preocupados por los problemas de sus hijos.
 
Reír es saludable
Reír es saludable: se ha demostrado científicamente que el córtex cerebral libera impulsos eléctricos un segundo después de comenzar a reír, expulsando de nuestro organismo la energía negativa.

Escrito por:
EVA SALABERT
Periodista experta en salud



Reír es saludable


Sigmund Freud atribuyó a las carcajadas el poder de liberar al organismo de energía negativa. Algo que ha sido demostrado científicamente al descubrirse que el córtex cerebral libera impulsos eléctricos un segundo después de comenzar a reír.

Los bebés empiezan a reírse hacia los cuatro meses de edad. Al reírnos, el cerebro emite una orden que provoca la segregación de endorfinas, sustancias que poseen unas propiedades similares a la morfina, aliviando el dolor, aportando equilibrio entre el tono vital y la depresión.

La risa está localizada en la zona prefrontal de la corteza cerebral, donde reside la creatividad, capacidad para pensar en futuros próximos. A medida que vamos creciendo, ganamos en madurez pero perdemos la espontaneidad de dejarnos llevar por la risa, o incluso de ver el lado positivo y cómico de las cosas. De ahí que haya veces que convenga recordar cómo reír. Existen terapias para ello, destacando la Risoterapia.


Efectos beneficiosos de la risa
Reírse tiene numerosas ventajas, entre las que destacan:

  • Las carcajadas disminuyen el insomnio.
  • Previene los infartos, ya que los espasmos que se producen en el diafragma fortalecen los pulmones y el corazón.
  • Rejuvenece la piel porque tiene un efecto tonificante y antiarrugas.
  • Al liberarse endorfinas, tiene un efecto analgésico.
  • La carcajada hace vibrar la cabeza y se despejan la nariz y el oído.
  • Reduce la presión arterial.
  • Refuerza el sistema inmunológico.
  • Facilita la digestión, al aumentar las contracciones de los músculos abdominales.
  • Mejora la respiración.

En cuanto a los efectos a nivel psicológico, la risa elimina el estrés y alivia la depresión, incrementando la autoestima y la confianza en uno mismo. Combate miedos y fobias, así como la timidez, al facilitar la comunicación entre las personas, expresando emociones y favoreciendo la existencia de lazos afectivos. La risa alivia el sufrimiento, además de descargar tensiones, potenciando la creatividad y la imaginación.


¿Qué es la risoterapia?
La risoterapia es una forma de aprender a ver las cosas desde el lado positivo para poder sacar el mayor fruto a la vida y al trabajo, además de una manera sencilla de mejorar la salud, a través de emociones placentera


"Al reír Dios, nacieron los siete Dioses que gobiernan el mundo(..)
Cuando la risa estalló, apareció la luz(...)
Cuando volvió a reír por segunda vez, brotó el agua (...)
La séptima vez que rió apareció el alma(...)"
REINACH


Hace más de 4000 años, en el Antiguo Imperio Chino, existían unos templos donde las personas se reunían para reírse, con el fin de encontrar un equilibrio para la salud. En culturas antiguas de tipo tribal, existía la figura del “doctor payaso”, un hechicero vestido y maquillado, que aplicaba terapias de la risa para curar guerreros enfermos.

Los talleres son participativos, tratan de sacar esa risa del niño interior de cada uno con juegos, bailes, música, etc...

La metodología general de estos talleres son:

  • Estiramientos, mediante ellos se desbloquea el cuerpo para liberar tensiones.
  • Comunicación, para crear un buen ambiente y complicidad entre los participantes.
  • Juegos, una forma de volver a la infancia.
Es una técnica para provocar esa risa que tenemos desde niños, para que fluya del corazón y no de la cabeza.


 
Hay distintos tipos de procrastinadores, ¿cuál eres tú?

Por
M. Victoria S. Nadal
El cerebro de quienes acostumbran a dejar todo para el último momento es distinto. Conocer las diferencias ayuda a encontrar una solución


Hay distintos tipos de procrastinadores, ¿cuál eres tú?


Todos somos procrastinadores, pero cada uno tenemos nuestro estilo. Por eso, no hay estrategias que funcionen para todos ni soluciones mágicas que puedan aplicarse en cualquier caso, aunque hay algunas recomendaciones que pueden ayudar a corto plazo. Para encontrar una solución útil a la mala costumbre de dejarlo todo para el último momento es necesario saber qué tipo de procrastinador es cada trabajador. También, tener en cuenta algunas nociones de estudios recientes que señalan que ciertas estructuras cerebrales son diferentes en los cerebros de los procrastinadores.




La doctora en psicología clínica Ellen Hendriksen ha estudiado este asunto durante años, analizando el comportamiento de quien procrastina y las peculiaridades de cada uno. Como conclusión, Hendriksen los clasifica en tres grupos diferentes, lo que facilita entender mejor las razones de su comportamiento y encontrar estrategias más personalizadas que ayuden a corregirlo.

Los que evitan
Algunas personas procrastinan para evitar las consecuencias negativas de sus acciones, como la sensación de ansiedad, aburrimiento, agobio o tristeza. Los bloqueos emocionales, como el miedo al fracaso, un perfeccionismo excesivo o baja autoconfianza son otras causas "muy frecuentes, pero no siempre conscientes", explica Elisa Sánchez, psicóloga laboral. A esto se le unen mecanismos mentales como el efecto Zeigarnik, la tendencia a recordar tareas inacabadas o interrumpidas con mayor facilidad que las que han sido completadas. Esta estrategia de evitación no siempre es exitosa, según Hendriksen, porque el mismo hecho de procrastinar puede llevar al trabajador a sentir emociones negativas como el estrés de tener que hacer todo el trabajo en menos tiempo.

Los que buscan placer
Estamos programados biológicamente para buscar sensaciones placenteras y evitar el dolor. Cuando esto se lleva al trabajo, puede ser una de las causas de la procrastinación. Hay empleados que no hacen lo que deben hasta que realmente tienen ganas de hacerlo. En este caso, no se trata tanto de evitar una tarea concreta sino de querer elegir deliberadamente algo que les gusta más.

Los optimistas
Son víctimas de la llamada falacia de planificación, que está relacionada con las predicciones sobre cuánto tiempo se necesitará para completar una tarea futura. Distintos estudios respaldan este sesgo y confirman que los humanos son demasiado optimistas cuando calculan el tiempo que les llevará completar una tarea concreta. Una investigación realizada por Jeff Conte, psicólogo de la Universidad Estatal de San Diego (California), identificó el optimismo como un rasgo clave entre aquellos que siempre llegan tarde.

Cerebros diferentes
Hay distintas investigaciones que estudian las causas de estas conductas. Una de las más recientes ha encontrado que hay ciertas estructuras que son diferentes en los cerebros de los procrastinadores. Un equipo de investigadores de la Universidad de Ruhr (Alemania) se ha dedicado a analizar cómo se comporta el cerebro de las personas que tienden a posponer las tareas en lugar de abordarlas directamente. Utilizando imágenes de resonancia magnética, el equipo identificó dos áreas cuyo volumen y conectividad están vinculados a la capacidad de un individuo para controlar sus acciones y, por lo tanto, a decidir cuándo llevarlas a cabo.

En una investigación publicada en la revista Psychological Science, el equipo concluye que las personas que no controlan lo suficiente su capacidad de acción (es decir, que saben que deberían hacer sus tareas pero no son capaces de hacerlas), tienen una amígdala más grande. "Estas personas pueden estar más ansiosas por las consecuencias negativas de una acción: tienden a dudar y posponer las cosas", cuenta Erhan Genç, uno de los investigadores.
Además, la conexión entre la amígdala y la corteza cingulada anterior es menos pronunciada. La función principal de la amígdala es evaluar diferentes situaciones y advertirnos sobre las posibles consecuencias negativas de cada acción. La corteza cingulada anterior utiliza esta información para seleccionar qué acciones se van a poner en práctica. "Debido a una baja conexión entre ambas, las emociones negativas podrían no estar suficientemente reguladas y afectar a la capacidad de iniciar la acción". Futuros estudios tendrán que mostrar si la capacidad de decidir sobre las propias acciones puede modificarse mediante entrenamiento específico o estimulación cerebral.

Cómo solucionarlo
Aunque hay algunas estrategias que pueden funcionar a corto plazo. Cuando la costumbre de dejarlo todo para el último momento llega a afectar al bienestar del trabajador, a su productividad o a la relación que tiene con sus compañeros de trabajo, es necesaria una intervención profesional. ¿De qué tipo? Un metaanálisis de 24 estudios puso a prueba la efectividad de distintas intervenciones. Concluyó que la terapia cognitivo-conductual redujo la procrastinación más intensamente que otros tipos de intervenciones, entre las que se encontraban la autorregulación o intervenciones centradas en los recursos y fortalezas de los individuos.

 
CONFLICTOS FAMILIARES
Cómo frenar la tensión que surge en casa durante los días de encierro
Una psicóloga especialista en relaciones transmite una serie de consejos para evitar acabar tirándonos los trastos a la cabeza después de varios días de confinamiento


Foto: El roce hace el cariño... y las peleas. (Hans Neleman/Corbis)


El roce hace el cariño... y las peleas. (Hans Neleman/Corbis)


AUTOR
FRAN SÁNCHEZ BECERRIL
Contacta al autor
24/03/2020



El estado de alarma se prolongará más allá del 28 de marzo. El periodo excepcional se prorrogará otros 15 días, hasta el sábado 11 de abril, por lo que España estará en Semana Santa aún confinada.

Pedro Sánchez se lo anticipó este domingo a los presidentes autonómicosen el arranque de su segunda videoconferencia en esta crisis del coronavirus, como confirmaron fuentes del Gobierno y también de distintas comunidades.

Por lo cual, pasar las 24 horas del día con tu familia, pareja o compañeros de piso no ha hecho más que empezar. Esta convivencia tan intensa, a la que para nada estamos acostumbrados, puede provocar que surjan pequeños roces o grandes discusiones en casa.
Para aprender a frenar la tensión que puede surgir en el hogar durante los días de encierro, El Confidencial ha charlado con Lara Ferreiro, psicólogaexperta en terapia de pareja. La especialista en relaciones familiares da una serie de consejos para evitar acabar tirándonos los trastos a la cabeza.

Las parejas son un equipo
“Cada uno de los miembros de la pareja debe saber que es temporal, que esto llegará a su fin y, sobre todo, no deben tomar decisiones precipitadas fruto del estrés”.
Convivir de una manera agradable va a requerir trabajo en equipo, colaboración y apoyo entre todos
“Es el momento de darse una tregua, de sacar la bandera blanca y pensar que son un equipo y que no el enemigo en esta situación extraordinaria”, señala la psicóloga. Convivir de una manera agradable “va a requerir trabajo en equipo, colaboración y apoyo mutuo, que serán muy importantes para el bienestar de ambos”.
En esta situación excepcional “también es importante que cada miembro de la pareja reenfoque su mente poniendo energía en cosas que sean útiles y en aspectos positivos de la relación”. “Esto está siendo una oportunidad para que la pareja salga más fortalecida que nunca”, señala la experta.

Compresión y gestión de emociones en pareja
Para Ferreiro uno de los puntos más importantes que deben aplicar las parejas es la comprensión: “En estos momentos lo más importante es ser muy comprensivo y tener claro que al otro miembro de la pareja puede tener un miedo, unas inquietudes o inseguridades”. “Cada persona va activar su sistema natural de supervivencia por esta situación, algo que se debe tener en cuenta”. “Por ello hay que ser más comprensivos que nunca, saber que al final estamos en una situación complicada y tener comprensión y paciencia”, añade.

Un punto importante para frenar la tensión es gestionar las emociones. Para ello, “hay que dar espacio para atender y entender cómo se siente cada uno”. En relación a este punto la psicóloga recomienda hablar los conflictos una vez se haya calmado la situación y no tener despedidas abruptas, como portazos.

Asimismo, puede ser interesante para las parejas practicar actividades relajantes juntos, “que aporten serenidad”, como yoga o deporte en casa. En este sentido es importante destacar la importancia del tiempo erótico en pareja: “Un espacio para estar juntos y comunicarse a nivel más íntimo y cuidar la comunicación, lo que dice y cómo lo dice”. Aclara que esto debe realizarse “desde el respeto y la conexión, no la obligación”.


Espacios independientes
Tanto si vives en pareja, en familia o con compañeros de piso es importante tener espacios independientes para la reflexión. “Se tiene que tener espacios individuales independientemente de que la casa sea pequeña o grande”, señala la psicóloga.


División de las tareas
Es muy importante en todas las casas que exista una división de tareas para evitar conflicto, según Ferreiro. Se pueden negociar las tareas comunes para evitar sobrecargarse si se vive en pareja. “Además, si hay niños en casa puede ayudar todavía más. Esto puede evitar malos entendidos, peleas y sobrecargas de trabajo”, añade.

Puede ser interesante para tener un buen clima familiar realizar actividades todos juntos como juegos de mesa
En esta misma línea señala que es importante que los niños también tengan responsabilidades domésticas adecuadas a sus edades.


Horarios de colegio
Para las familias con niños la psicóloga recomienda seguir llevando horarios de colegio: “Que se levantan, desayunan y se pongan a hacer sus actividades. Eso sí, se pueden vestir cómodos, pero no deben quedarse en pijama, porque si no los niños no va a diferenciar con el fin de semana”. Algo que no solo debe aplicarse a los más pequeños, sino hacerse extensible al resto de familiares.

En este sentido apunta a que es muy importante para toda la familia “mantener unos horarios, una rutina y unos hábitos, porque psicológicamente ordena mucho la cabeza”.

Actividades en familia
Puede ser interesante para tener un buen clima familiar realizar actividades todos juntos como juegos de mesa. Además, la psicóloga recomienda hacer “los viernes por la noche una asamblea en la que cada uno de los miembros de la familia cuente cómo se siente. Es muy importante en estos momentos que haya una ventilación emocional, especialmente con los niños, ya que algunos no gestionan sus emociones y se callan, lo que puede ser una mala señal”.

Los miembros de la familia no deben quedarse en pijama y tienen que seguir las normas de higiene

La comunicación con gente de afuera de la casa también es importante, por lo que la especialista recomienda hacer videollamadas, por ejemplo, a los abuelos y amigos de los más pequeños.


Corregulación y límites
La experta recomienda que exista una corregulación entre los miembros de la familia. Tantos parejas como familias deben velar por el bienestar del restode los componentes del hogar, transmitirles tranquilidad si les ven nerviososy sobre todo “no fomentar la paranoia”.

Por otro lado, Ferreiro recomienda poner límites los niños y dejarles claro que esto no son unas vacaciones. Los menores deben respetar unas normas impuestas por lo padres, pero aclara que se puede llegar a ella mediante negociación con los pequeños.


 
Preguntas y respuestas sobre la ansiedad en niños durante la cuarentena
Jesús Paños, responsable de la Unidad de Psicología Clínica de la Infancia y la Adolescencia del Hospital San Rafael, explica cómo reconocerla y evitarla estos días



La cuarentena prolongada puede afectar al estado de ánimo de los niños.


La cuarentena prolongada puede afectar al estado de ánimo de los niños. GETTY



NACHO MENESES
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Madrid 26 MAR 2020



Las medidas para prevenir la expansión del coronavirus han modificado las rutinas de una gran parte de la población. Ya no hay cole, muchos padres trabajan desde casa, no se puede salir a correr ni a jugar con los amigos... La mayoría de los adultos disponen de las herramientas para adaptarse a estos cambios tan radicales y prolongados en el tiempo, pero ¿y los niños? ¿Estamos seguros de que lo llevan bien? Para saber cómo reconocer y evitar la ansiedad infantil en esta cuarentena, hablamos con el doctor Jesús Paños, responsable de la Unidad de Psicología Clínica de la Infancia y la Adolescencia del Hospital San Rafael, en Madrid.


Pregunta. La reclusión domiciliaria a consecuencia del estado de alarma puede ser difícil de entender para los niños. ¿Cuál es la mejor manera de explicarles la situación en la que se encuentran?


Respuesta.
Una de las primeras estrategias a adoptar con los niños es aportarles información comprensible sobre lo que está ocurriendo con el virus, adaptada a su edad y grado de madurez. Podemos utilizar la comparación de algo que ya conozcan, como una gripe, resaltando la prevención del contagio y la posibilidad de evitar la enfermedad.

Conviene resaltar la idea de que es un virus peligroso y que, por ello, los niños han de quedarse en casa sin cole y muchas mamás y papás van a teletrabajar. Una forma práctica de comenzar a dar esta información es preguntarles antes y comprobar qué saben y qué les preocupa. Puede ser útil utilizar algunos recursos como cuentos o fábulas que hagan más cercana y comprensible la situación. El colegio de psicólogos de Madrid ha editado un cuento llamado Rosa contra el Virus, para niños de entre 4 y 10 años.

P. ¿Es posible que la ansiedad de los padres se transmita a los niños?

R. Hay que intentar evitar los comentarios exagerados y catastrofistas delante de ellos. Somos el modelo en el que se fijan nuestros hijos para poder procesar e interpretar lo que está ocurriendo a su alrededor, y por eso hay que vigilar cómo hablamos sobre estos problemas, porque si no, reconocerán la ansiedad de los padres y comenzarán a estresarse.

P. ¿Pueden las noticias sobre el coronavirus provocar estrés en los menores?

R. Por debajo de los seis años no es recomendable que tengan acceso a todas las noticias que difunden los medios de comunicación. Al ver imágenes perturbadoras por televisión, o escuchar hablar sobre muertes y número de contagiados, pueden preocuparse por su propia seguridad y la de las personas que quieren. Es imprescindible informarles antes de permitirles ver esas noticias, para que puedan interpretarlas y adaptarse a ellas.

Los niños saben que algo malo pasa, y en función de la edad podrán entender lo que es un virus, pero a los más pequeños les costará. Por eso no es recomendable que estén expuestos a tanta información negativa, que no saben cómo manejar. Al hablar con ellos, podemos incluir alguno de los datos que han escuchado, pero de una forma ordenada y con sentido: “Hay personas más débiles que necesitan más tratamiento y eso se hace en los hospitales, para que estén mejor cuidadas y observadas por los médicos”.

P. ¿Qué signos indican la aparición de estrés?

R. En la mayor parte de los niños, la cuarentena no tiene porqué generar estrés, pero sí preocupación. Si hemos podido explicarles de forma clara lo que ocurre, no aparecerán signos externos de ansiedad. No obstante, a lo largo de los días se les hará difícil no poder salir de casa y pueden aparecer demandas de atención, irritabilidad y un ligero malestar por no saber qué hacer. Si la cuarentena se prolonga, la falta de actividad puede llegar a provocar una ligera disminución del estado de ánimo. Por tanto, es bueno estar preparados y llenos de ideas.

Reconocer el estrés en los niños no es fácil, pero podemos observar alteraciones en su conducta: cambios de humor, quejas y protestas, rabietas frecuentes, patrones del sueño irregulares, mojar la cama... Algunos niños notan cambios fisiológicos como una sensación de inquietud interior, presión en el pecho, mareo o malestar en la tripa. Otros pueden experimentar dolor de estómago o de cabeza, mientras que algunos tienen problemas para concentrarse o terminar la tarea escolar. Los más mayores pueden mostrarse irritables y enfadados, mentir o desafiar la autoridad.

P. ¿Cómo se puede evitar la aparición de ansiedad infantil durante la cuarentena?

R. Es recomendable crear, junto a los niños, un plan de actividades en una cartulina o folio, presentarlo de forma visual y que quede a la vista. Pintaremos los siete días de la semana, dividiremos cada día en dos (mañana y tarde) y colocaremos en cada uno cuadrados o círculos que representen actividades y momentos importantes (poniendo dentro de esa figura lo que haremos): un rato para jugar, otro para leer, otro para los deberes... También es necesario dejar espacios sin actividades, para fomentar su creatividad.

Dediquemos un rato al día a leer, a ser posible algo nuevo, cuentos que les obliguen a seguir la historia y acordarse de los personajes que van descubriendo. Hay muchas ideas y enlaces en internet. También sería recomendable hacer, al final del día, un pequeño resumen a modo de diario y jugar a grabarlo con el móvil, contando anécdotas divertidas y las actividades realizadas, para poder contárselo a otros (esos que no ven, pero que saben que están).

P. ¿Qué efectos puede tener el estrés sobre los niños?

R. Desde un punto de vista neuropsicológico, las dos funciones más sensibles al estrés (y las que primero se alteran) son la atención y la memoria. Por eso, entrenarlas nos ofrece la posibilidad de evitar la aparición de pensamientos más negativos. Ejercitémoslas con juegos sencillos, como el de esconder cosas y buscarlas; jugar a descubrir qué número o letra te pinto (con el dedo o con un lápiz con poca punta) en la espalda, y que solo con el tacto descubran de qué letra o número se trataba; o jugar a imitar nuestros movimientos o los de algún animal.

P. Tener a los pequeños en casa todos los días puede ser también motivo de estrés para los mayores. ¿Qué tipo de actividades pueden hacerse en familia, que no supongan una fuente de ansiedad para nadie?

R. Tener que combinar en el mismo espacio y momento del día el cuidado y educación de los hijos y su desempeño laboral puede generar frustración en los adultos. Es importante mantener una rutina que nos deje tiempo para realizar actividades juntos, como estas:

  • Cocinar, buscar recetas y planificar los menús de la semana.
  • Pintar, diseñar o hacer manualidades con las que decorar la habitación; moldear con plastilina, fabricar lápices decorados para la vuelta al cole o crear un botiquín para llevar a clase (¡con toallitas desinfectantes!); jugar a juegos de mimo o de adivinar expresiones y emociones.
  • Podemos aprovechar para aprender relajación o alguna técnica de respiración para niños, que nos serán muy útiles si la situación se alarga en el tiempo. Hay varios tutoriales en Internet y aplicaciones para móviles que nos pueden ayudar. Hay que entrenarles en que la respiración sea calmada y lenta, sin esfuerzo. Otra posibilidad son los baños con espuma, los masajes o los ejercicios de yoga.
  • Ayudar en las tareas de casa. Saber que son capaces de ayudar les hará sentirse bien. La sensación de autonomía mejora la estima y es un poderoso refuerzo para seguir implicándose en nuevas tareas.
  • Escuchar música juntos, cantar o disfrutar de un baile improvisado.
  • Hablar por teléfono o en videollamada con familiares y amigos del colegio normalizará la situación y les ayudará a admitir que lo que viven es algo generalizado; es importante que vean la cara de sus familiares y escuchen su voz. También podemos ayudarles a que hagan preguntas y que no solo hablen de ellos mismos (y así entrenamos su empatía).
P. ¿Puede el ejercicio físico ayudar a evitar el estrés?

R. Hacer ejercicio permite liberar tensión muscular, pero además mejora nuestra capacidad de atención y nuestra memoria de trabajo, en especial si el ejercicio que practicamos implica una secuencia ordenada de movimientos como en el baile, la danza o las artes marciales. Se puede diseñar una tabla de ejercicios o seguir un tutorial en YouTube, o montar una yincana por toda la casa, con paradas donde tenemos que hacer un determinado ejercicio, a ser posible divertido (por aquí hacemos un túnel con las sillas y hay que pasar reptando, por allá hay que ir a cuatro patas o imitando algún animal, etcétera).

Podemos entrenar la coordinación y la psicomotricidad con juegos sencillos como jugar a ver quién da más botes seguidos a una pequeña pelota (que no haga mucho ruido), andar sobre una línea pintada en el suelo y hacer equilibrio con un pie detrás de otro, aguantar en la pata coja unos segundos, andar de puntillas hasta la cocina o hacia atrás…


 
NERVIOS E INCERTIDUMBRE
Las mejores formas de reducir rápidamente el estrés de la cuarentena, según una experta
¿Sientes que tu ansiedad ha aumentado desde que comenzaste el periodo de confinamiento? No te preocupes, es normal y tiene remedio gracias a estos consejos



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AUTOR
ACYV
Contacta al autor
27/03/2020


Sabemos lo difícil que es mantenerse bien mentalmente en un momento como el que estamos viviendo. Pasar cerca de treinta días aislados en el hogar puede conllevar escenas de estrés y ansiedad que pueden pasar factura al bienestar personal y del entorno en el cual vives. Y más aún si sospechamos que la dichosa enfermedad habita en alguno de nosotros y procuramos no mantener demasiado contacto físico con el resto.

Antes de que sucediera todo esto, el trastorno de ansiedad estaba en boca de todo el mundo. Cerca de un 90% de los españoles han sufrido episodios de estrés en algún momento del último año. Por tanto, es probable que esta patología mental se vea agravada por el hecho de estar enerrados o tener a algún familiar enfermo. En este sentido, es de suma importancia mantener la compostura y no dejarse llevar por los nervios, ya que eso solo complicaría más la situación.

Centrar toda tu atención en cualquier cosa, aunque sea tan solo una palabra o una cuenta, hace que el cerebro deje a un lado los pensamientos negativos
El periódico británico 'The Guardian' ha consultado con Lucy Atcheson, psicóloga y autora del libro 'Ansiety Attacks' ("Ataques de Ansiedad"), en el que ofrece algunas pautas para luchar con esta desagradable sensación.


Ejercicio de un minuto
"Respira despacio", asegura la experta. "Inhala despacio a través de la nariz, cuenta hasta tres y sostén tu respiración, y luego expulsa el aire contando hasta seis". Haciendo este ejercicio, reduces los niveles de cortisol, la hormona del estrés, a la vez que te ayuda a sentir una sensación de bienestar. Atcheson recomienda sentarse en posición de loto y con la espalda recta para así conseguir un mayor efecto. Y también incide en el hecho de usar la nariz y no la boca, ya que cuando hiperventilamos el aire que entra en nuestro cuerpo lo hace a través la abertura bucal y no nasal, lo que hay que evitar.

De cinco minutos
Aprende algo sencillo. Bien puede ser una definición o un cálculo matemático. Aunque pueda sonar absurdo, centrar toda tu atención en algo, a pesar de que sea tan solo una palabra o una cuenta, hace que el cerebro deje a un lado los pensamientos negativos que se repiten sin cesar. Podrías aprovechar esta cuarentena para aprender una materia que te interese o escribir un libro. Ten en cuenta que los grandes proyectos siempre empiezan desde actos muy simples. Y que no hay mal que dure cien años, pero ejercitar el cerebro, aunque solo sea durante unos pocos minutos al día, sin duda corregirá en cierta medida esos momentos de ansiedad que no te dejan en paz.

De diez minutos
"Escríbete una carta a tí mismo sobre las cosas que estás haciendo bien",asegura Atcheson. "Lo mejor que puedes pensar es: 'Me voy a escribir una carta a mí misma para darme ánimos'. Esto pone a prueba la voz crítica de tu cerebro, ya que una de las mayores fuentes de ansiedad es no creer lo suficiente en nuestras propias habilidades". Si nunca te interesó la escritura, ¿quién sabe? A lo mejor descubres más de ti mismo de lo que pensaste en un primer momento.

De veinte minutos
"Cuando nos sentimos estresados, empezamos a pensar emocionalmente y dejamos atrás la lógica", asegura la experta. "La mejor forma de volver a tomar perspectiva es traer el pensamiento racional con un breve descanso mental". Para ello, túmbate boca arriba en alguna superficie blanda. Dobla las piernas y apoya las manos sobre ellas. Tienes veinte minutos para cerrar los ojos y tan solo "concentrarte en tu respiración". Intenta no caer dormido. "Lo que sucede es que todos los pensamientmos que corren por tu cabeza acaban neutralizándose. Están ahí, pero ya no pueden hacerte nada", recalca Atcheson. ¿Te sientes ahora mejor?


 
La muerte sin rostro

La epidemia de coronavirus ha quebrado los ritos de acompañamiento y de despedida y nos ha abocado a un duelo masivo sin calor humano


"SEGUIR SIENDO HUMANO, ALBERGANDO ILUSIÓN EN EL ALMA, DESEOS FRENÉTICOS EN EL CORAZÓN, EN MEDIO DE ESTA PESADILLA, ESO LE PIDO YO A LOS DIOSES."

Manuel Vilas, escritor




El diácono Santiago Pérez oficia un responso a la entrada de la capilla de La Almudena, Madrid, el pasado 31 de marzo. A causa de la crisis vírica de momento se ha prohibido celebrar ceremonias dentro de la capilla y el sacerdote sale a la calle a realizarlas provisto con una mascarilla y guantes.



1 de abril.


Un día antes.

Es martes 31 de marzo. La epidemia no ha alcanzado todavía su pico y nos seguimos muriendo. A las 11 de la mañana un coche fúnebre se para a las puertas de la capilla del cementerio de La Almudena, Madrid. Lleva dentro un féretro con el cuerpo de una mujer fallecida por coronavirus. Ha empezado la primavera, pero hoy es uno de los peores días del año. Por la noche ha nevado. Hace mucho frío. El cielo es una capota gris. La lluvia cae gorda y helada. El diácono Santiago Pérez sale a la puerta de la capilla vestido con una túnica blanca, una estola morada de cuaresma cruzándole el pecho y una mascarilla de raso que le hizo una modista de su parroquia.

–Querida familia. Queridos amigos. Un adiós, un hasta siempre, un hasta el cielo.

El cura comienza el oficio. Delante de él están el conductor del vehículo y tres familiares de la difunta, el límite de asistentes a los entierros de víctimas de la Covid 19 impuesto por el Gobierno. Tampoco está permitido celebrar las exequias en el interior. Por eso Santiago Pérez ha sacado afuera una mesilla sobre la que ha colocado la cruz de Cristo y un cirio encendido. Pero lo más extraño, lo que muestra de forma más dura que esta tragedia está partiendo en dos nuestras estructuras simbólicas, es que ni siquiera se puede abrir la puerta del coche para que el diácono eche el agua bendita sobre el ataúd. En su lugar, se acerca con el isopo al vehículo y salpica tres tristes gotas sobre la amplia luna del maletero.

El virus ha realizado una dolorosísima doble operación con la muerte. La ha aumentado en número de manera insoportable y a la vez la ha suprimido de manera también insoportable: quienes están falleciendo no pueden ser acompañados en los hospitales en sus últimas horas, y cuando mueren, sus cuerpos no pueden ser vistos ni velados y únicamente pueden ser despedidos por su más estrecho núcleo de allegados en el cementerio o en el crematorio. Así, la muerte está por todas partes pero ha desaparecido. Estamos viviendo un velatorio colectivo sin cuerpo presente.

"Se ha producido un cortocircuito en los ritos de paso que nos ayudan a asimilar la muerte", reflexiona María Cátedra, catedrática emérita de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid y autora de La muerte y otros mundos (1998). La profesora explica que la ritualidad de la muerte se compone de tres pasos definidos como separación, margen e incorporación que se han quebrado durante esta crisis. En la mayoría de los casos, se mantiene la separación –cuando el enfermo es hospitalizado– pero se elimina el margen intermedio de acompañamiento hasta que pierde la vida y, por último, debido a la cancelación de los velatorios y a la reducción de la presencia humana en entierros y cremaciones a un mínimo aséptico, queda en una nebulosa la incorporación del difunto a la categoría de muerto. "Es un corte radical en nuestros procesos culturales de asunción de la muerte, que no por ser ritos y pertenecer a la dimensión de la costumbre dejan de ser fundamentales", sostiene Cátedra, que nos responde desde su cuarentena en una casa retirada en la naturaleza de la sierra de Gredos.

En la capilla de La Almudena, el coche fúnebre se marcha. Enseguida llega uno más. "Como veis, ya tengo otro, y luego otro y otro", dice el sacerdote Santiago Pérez, que ha visto como la actividad en su capilla se ha triplicado de unos 8 oficios diarios antes de la epidemia a una veintena larga ahora.

A unos metros está un enterrador con mascarilla. Los enterradores de La Almudena no quieren salir en fotografías ni en vídeos y hablar no les motiva lo más mínimo. Pasan el tiempo trabajando o conversando en círculo entre ellos, algunos fumando con esos rostros curtidos y graves del oficio. Cada cuadrilla de cuatro ha pasado de hacer unos cuatro entierros diarios a una docena o más. Están pasando unas jornadas extenuantes en las que lo peor, según cuentan, es ver la soledad de las familias despidiendo a los muertos. "El miedo al contagio es lo de menos", nos dice el enterrador que está junto a la capilla. "Lo que es una verdadera penuria es ver a una mujer grabando el entierro de su padre para enseñárselo luego al resto de la familia. Eso sí es una penuria".

Nos movemos por el camposanto hacia un entierro y escuchamos en la radio: "La emergencia sigue. El balance hoy mantiene las constantes de la semana pasada. En las últimas 24 horas han fallecido otras 837 personas". Las vías de La Almudena están vacías. Llegamos al sitio de la inhumación y observamos a distancia. Los enterradores introducen el féretro en la tumba. Hay tres familiares cubiertos con paraguas, separados entre ellos a dos metros de distancia y protegidos con mascarillas. Alrededor no pasa nada, no se mueve nada. Solo hay silencio. Durante el entierro nada más se oyen el piar de los pájaros y paladas de tierra. Es una despedida sin flores ni calor humano. Es pura pena.

El director de cementerios de la empresa pública Servicios Funerarios de Madrid, Rafael Mendoza, informa de que han puesto en marcha "programas de apoyo emocional a los familiares para la gestión del duelo", con psicólogos. También están trabajando en la opción de posibilitar "despedidas por streaming[retransmisión digital en directo]". Tecnología para paliar el vacío. Un recurso obligado por las circunstancias que puede ayudar, sin duda, pero no sustituir las necesidades humanas, según razona Rosa García-Orellán, antropóloga estudiosa del ámbito de la enfermedad y de la muerte y profesora de Ciencias de la Salud en la Universidad Pública de Navarra. "La llegada de esta pandemia se produce en un contexto de revolución digital y el confinamiento en casa nos lleva a vivir el duelo a través de smartphones y de ordenadores. Los medios nos hablan de curas que comparten por YouTube los ritos funerarios o de whatsapps colectivos y videoconferencias en los que la gente drena su dolor desde los domicilios. Pero en este confinamiento día y noche, de 24 horas, si bien la pantalla está siempre a nuestro lado, hay muchos momentos de soledad, y hay ausencia de abrazos, de miradas, de silencios compartidos. De emociones que no se pueden trasladar a través de teclados o de cámaras. El cuerpo necesita al otro no solo de forma virtual, sino con ese sentimiento de clan tan ancestral nuestro", escribe por correo electrónico.

De La Almudena vamos al Tanatorio Municipal M-30. En el vestíbulo encontramos lo mismo: más vacío. En una hora solo entran dos personas que preguntan desorientadas qué hacer para que se recoja a un familiar cuyo cuerpo está en el Palacio de Hielo, la morgue improvisada en Madrid para acumular cadáveres. El personal de información los atiende y vuelve a su tarea de responder al teléfono las incesantes llamadas. "¿En qué residencia ha fallecido?". "Tanatorio M30, buenas tardes". "Ahora ese servicio no se puede hacer. Más adelante, cuando esto haya pasado". "Ya está todo gestionado, señor, pero entienda que tenemos que llevar un orden y estamos teniendo cientos de muertos todos los días". "Tanatorio M30, buenas tardes". "Muchas gracias por el gesto, de verdad", responden a la llamada de un ciudadano que había trabajado en un tanatorio y se ofrecía a acudir a ayudar en lo que se necesitase.

–Estoy agotada –dice una.

Cuelga el teléfono. Vuelve a sonar.

Bajamos al sótano y nos recibe un hombre joven con un sobrio jerséi de cuello alto, vaqueros pitillo y cómodas zapatillas deportivas. Se llama Julio Benito y es el jefe del almacén de féretros. Nos muestra centenares de ataúdes ordenados en filas. A lo largo de una semana normal a este tanatorio llegaban 200 féretros. Desde que estalló la epidemia, reciben 200 al día. Benito cuenta que los primeros días de la crisis del coronavirus fueron angustiosos y que poco a poco se han ido organizando mejor. Está sereno, aunque no oculta que se enfrentan a un reto complejo e inédito: "Hemos tenido otros momentos graves como el accidente del avión de Spanair en Madrid [2008; murieron 154 personas], pero aquello fue algo que tuvo un principio y un fin en un espacio de tiempo limitado. En este caso, por desgracia, no sabemos dónde está el fin". A su lado hay una furgoneta funeraria con un cartel de cartón sobre el volante que dice: "No utilizar. Hay que desinfectar".

En otra zona del tanatorio se preparan para sus servicios los conductores de coches fúnebres. Es un garaje amplio en el que lo primero que llama la atención es la presencia de dos filas de percheros repletos de los llamados trajes EPI (Equipos de Protección Individual). Los conductores se enfundan en estos monos de plástico con capucha para ir a hospitales y domicilios a por muertos por coronavirus. En un cuarto adyacente hay varios ataúdes con difuntos y en cada uno hay una hoja blanca donde se lee, escrito a boli o a rotulador fosforescente, el nombre de la persona y las especificaciones "Covid" o "No covid". Los trabajadores se mueven por el garaje sin posibilidad de guardar las distancias de seguridad recomendadas ante un posible contagio, algunos de ellos prescindiendo de la mascarilla. Igual que sucede por ejemplo con los médicos en los hospitales, o con los enterradores en los cementerios, realizar su labor les está abocando a exponerse al virus abiertamente. Entretanto, por los montacargas llegan ataúdes con muertos con una frecuencia que espanta. Los operarios sitúan dos en medio del garaje y los rocían con agua y lejía. El Jesús crucificado de uno de los féretros queda tocado por gotas de la solución desinfectante. El montacargas subre otra vez, baja y aparece un ataúd más. Un trabajador pregunta:

–¿Otro covid?

–Sí –le responden.

Aunque realizan su cometido mecánicamente –¿cómo hacerlo, si no?–, no están insensibilizados. "Estamos acostumbrados a trabajar con la muerte, pero no tenemos una coraza", dice el conductor José Luis Pérez. Es un hombre de mediana edad con un rostro robusto, austero en palabras pero delicado en el trato, con una presencia de ánimo pacífica que resulta acogedora en un escenario tan desquiciante. Nos dice que las recogidas de difuntos en domicilios son lo más duro para ellos. "Estás delante de familiares que no pueden tocar a sus muertos y que tampoco van a poder velarlos", explica. Estos días ha vivido dos episodios que le costará olvidar. Un hijo que lloraba y le pedía disculpas a su padre por no poder darle un último beso y otro que vio cómo se llevaban al suyo y solo pudo levantar una mano y musitar: "Adiós, campeón".

Pérez sale del garaje conduciendo un coche fúnebre hacia el hospital Gregorio Marañón. Al llegar él y otros tres compañeros que iban en una furgoneta aparcan a la entrada de la morgue, despliegan un plástico en el suelo y se meten trabajosamente en los trajes de seguridad, cerrando los primeros guantes en la muñeca con cinta aislante y poniéndose otro par por encima. Pasan unos minutos, se abre la puerta de la morgue y entran a por el cadáver de una víctima del virus. Dentro lo meten en dos sudarios, uno encima del otro, para sellarlo más. Luego lo sacan ya en el ataúd y le rocían lejía. La entrada en las morgues de los hospitales, dice Pérez, está siendo también traumática. "Para nosotros no es raro ver dos o tres cuerpos allí, pero ver 15 o hasta 20 juntos, tanta acumulación, se hace muy cuesta arriba".

Bajando en taxi hacia el Crematorio Sur de Madrid en la radio se escucha la historia de un pastor evangélico de Estados Unidos que reunió en su iglesia a cientos de fieles y les aseguró que allí estaban libres del patógeno, además de aconsejarles que no dudasen en abrazarse los unos a los otros.

–Buf –se desespera el taxista tras su mascarilla.

Al llegar a la incineradora hay un coche fúnebre aparcado a sus puertas. Un cura dice unas palabras junto a dos allegados del fallecido. Cuando finaliza, vuelve a entrar al tanatorio y el hombre y la mujer que estaban con él se van caminando lentamente hacia su vehículo. Él saca del bolsillo un bote de gel higienizante. Se echa un poco. Se lo pasa a ella. Ambos se alejan frotándose las manos.

La portavoz del crematorio, Nuria Andrés, explica que están llamando a los familiares de los fallecidos para que sepan que pueden acudir a darles un último adiós, aunque sea en estas condiciones tan limitadas. "Por lo menos así tienen ocasión de ver su féretro", dice. Ella suele dedicarse a tareas de comunicación pero ahora está echando una mano también en los hornos, donde ya había trabajado. "La cantidad de trabajo es desbordante. Estamos currando al 200%, cremando unos 30 cadáveres al día, el doble de lo normal, pero mantenemos el control de la situación", afirma. Nos conduce a la parte trasera del crematorio, por donde llegan los ataúdes a los hornos, y allí presenciamos –de nuevo– cómo se pulveriza sobre ellos agua con lejía. El fotógrafo le pregunta a Andrés si la puede retratar y a ella le da timidez, aunque acepta. Esa timidez, esa reacción tan hermosa y humana a unos metros de cuatro hornos crematorios y mientras nuestro mundo tirita de pánico, es un pequeño milagro.

Al atardecer nos trasladamos al Palacio de Hielo, el centro de entretenimiento que se ha convertido en el símbolo más ominoso de la capital de España estos días. Su pista de patinaje helada se está usando como almacén de cadáveres provisional para aliviar la saturación de las morgues de los hospitales. La policía resguarda el acceso y entran y salen vehículos: de bomberos, funerarios, de una empresa de productos químicos... El centro comercial es de una arquitectura fría e impersonal que transmite una sensación si cabe más lastimosa. Ahí, mirándolo sin saber qué decir, uno se pregunta qué será de este lugar. Si su estigma hará que lo evitemos o si, tal vez, sea precisamente su estigma algo que nos ayude tras esta pesadilla a simbolizar nuestro dolor, a darle un lugar físico, a proveer de un espacio memorial a este enorme duelo colectivo sin rostro.

Silvia García, una vecina del barrio, pasa cargada con dos bolsas del súper. Ella iba al Palacio de Hielo de niña. Dice que ahora lo ve y se le cae el alma a los pies, pero cree que hasta este edificio sanará: "Verás. Pronto volverán las risas y los correteos".

Las risas, los correteos, la timidez.

Volverá la vida.

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DUELO por CORONAVIRUS: Sin Despedida y en Cuarentena | Cómo superarlo

Consejos para superar el Duelo por muerte de ser querido por Coronavirus (COVID19): Duelo sin Despedida y en Cuarentena. Si quieres superar tu duelo paso a paso: https://wp.me/P8Gue7-14M

Se trata de un Duelo difícil debido a que sucede en mitad de una pandemia global y en estado de obligado confinamiento. En el video te cuento: * Las características de este duelo y por qué es diferente a otros. * Cómo se manifiesta en las personas que lo están viviendo. * Pautas para empezar a elaborar el duelo desde esta situación de cuarentena.




 
Un mundo con ansiedad, miedo y estrés
El encierro, el duelo y la crisis económica doblarán el número de personas con problemas psicológicos, según la OMS


Una familiar de un fallecido por coronavirus asiste a su entierro en Barcelona, el sábado 18 de abril.


Una familiar de un fallecido por coronavirus asiste a su entierro en Barcelona, el sábado 18 de abril.EMILIO MORENATTI / AP




ANA ALFAGEME
Madrid -
20 ABR 2020

Si se pudieran auscultar las emociones, todos los fonendoscopios del planeta escucharían dos: miedo e incertidumbre. La amenaza hasta ahora circunscrita a fechas funestas (11-S, 11-M) o localizada en países casi siempre lejanos, casi siempre pobres, ha tomado, con su avance invisible y letal —160.766 muertos hasta el 19 de abril— una dimensión planetaria, desconocida en el último siglo. La nueva peste ha irrumpido en el centro de la próspera Europa y de la superpotencia americana con una virulencia y celeridad de la que nadie, así se encuentre confinado en un lujoso ático o en una humilde vivienda, puede considerarse a salvo. Y esa súbita falta de certeza, ese temor, solo es el comienzo de otra crisis sanitaria que se cebará en nuestras cabezas, aseguran varios especialistas en salud mental, algunos con amplia experiencia en catástrofes y guerras.

El epidemiólogo e investigador de los efectos mentales de las grandes emergencias Sandro Galea, decano de la Escuela de Salud Pública de Boston, afirma: “Esta crisis es un acontecimiento traumático masivo sin precedentes, mayor que ningún otro por su dimensión geográfica”. La sacudida se ve magnificada en los que enferman (más de dos millones solo con las cifras oficiales), en las familias golpeadas por las muertes y en quienes ya se encuentran con los bolsillos vacíos. “Habrá una avalancha de trastornos del ánimo y de ansiedad en los próximos meses y años en todo el mundo”, pronostica este experto, “eso incluye depresión, ansiedad, estrés postraumático, mayor consumo de alcohol y violencia machista. Todo ello tendrá grandes consecuencias económicas y sociales”. La OMS estima que una de cada cinco personas padecerá una afectación mental, el doble que en circunstancias normales.

Qué va a pasar? ¿Me contagiaré? ¿Tendré trabajo? ¿Cómo estará mi madre? ¿La volveré a ver? La psicóloga Sara Liébana escucha constantemente preguntas como estas, repetidas por comunicantes insomnes, en el teléfono que ofrece el Ministerio de Sanidad. “Es lo más extraordinario que hemos vivido”, exclama esta profesional experimentada en la atención a víctimas del terrorismo, “no solo porque ocurre a nivel mundial, sino por esa masiva sensación de incertidumbre, en todo, la salud, el trabajo, los estudios, las becas, vivimos en ese estrés, esa ansiedad… Ahora somos una sociedad que se hace preguntas”. Su colega psiquiatra Carmen Moreno, del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, insiste: “No termina y no sabemos cuándo va a terminar. Se dan recomendaciones que cambian de un día para otro, eso genera incertidumbre y desprotección, golpea a todo el mundo por igual, es algo impredecible. Y el ser humano necesita predictibilidad”.

Esa sociedad que se hace preguntas, la sociedad de quienes temen y quienes se duelen (los enfermos y los deudos de los muertos) lleva más de un mes encerrada. Y eso no está libre de efectos secundarios. “Me paso el día diciéndole a la gente que no se ha vuelto loca”, asegura el psicólogo Fernando Egea, “que la irritabilidad, los cambios de ánimo y el insomnio son reacciones normales”. Así lo avala una revisión reciente de The Lancet. Estamos con el ánimo bajo (a un 73% le pasa, según uno de los estudios) e irritables (57%). La cuarentena provoca confusión, ira y síntomas de estrés postraumático (esas pesadillas y flashbacks que reviven la experiencia dolorosa, acompañadas de hipervigilancia y anestesia emocional), según la mayoría de investigaciones. “Las circunstancias más estresantes”, señalan los autores, “son el confinamiento prolongado, el miedo a infectarse, la frustración, el aburrimiento, la falta de alimentos o productos básicos, una información inadecuada, pérdidas económicas y estigma”. El aislamiento también ha cambiado el paradigma doméstico. “Nos plegamos en torno a la familia, como en una especie de vuelta a las cavernas, restableciendo vínculos y volviendo a una forma muy básica de relación para protegernos de esta guerra rara”, reflexiona el psiquiatra Enrique García Bernardo, “en la que muere mucha gente, vivimos en la incertidumbre, adaptándonos, con la paradoja de que se vuelven a oír los pájaros mientras muere tanta gente, conteniendo el aliento para que no nos pille”.

La brutal irrupción de la crisis ha causado algo que al psiquiatra Alberto Fernández Liria le sorprendió, por su potencial dañino, cuando trabajaba como enviado de varias ONG en escenarios bélicos: “Los mayores estragos no se deben al combate, sino a la destrucción masiva de la vida cotidiana. En un mundo en el que te defines por tu ocupación, tu papel queda en suspenso, hay una desorientación de la que puede salir cualquier cosa. Se necesita encontrar culpables, distinguir entre los buenos y los malos, como en las guerras”.

En esta misma crisis de la covid-19, pero en China, que fue el primer país afectado, un tercio de la población sufría ansiedad de moderada a severa,según un estudio. Otro veterano en emergencias, el psiquiatra Ricardo Angora, coordinador de Salud Mental de Médicos del Mundo, cree que no tenemos experiencia en situaciones en que todos estamos amenazados. “No había sucedido nunca, al menos en nuestras generaciones. En África hay cólera, sequías y conflictos bélicos. Están más habituados y tienen un aprendizaje, aquí no lo tenemos. Desde un punto de vista emocional nos ha pillado sin anticuerpos”.

En estos días la enfermedad y la muerte discurren en soledad. “Las evoluciones de los enfermos son muy tórpidas, todo ocurre muy rápido”, dice la psiquiatra Moreno, “o el familiar se da mucha prisa en venir, siempre es uno y tiene que cumplir una serie de condiciones, o no se va a poder despedir”. Cree la especialista que la gestión de la muerte es muy difícil, “no se puede velar y existe una especie de congelación de la emoción. Los duelos complicados y prolongados aumentarán”. La psicóloga Liébana escucha a deudos desconsolados, que a veces ni saben dónde está el cadáver de su padre, “les acompañamos en su dolor, en la impotencia de no poder compartirlo con nadie, les animamos a que contacten con los suyos en llamadas grupales y les decimos que podrán despedirse cuando esto acabe”.

Ahora, y a partir de ahora, son las pérdidas las que emergen en nuestro panorama emocional. “Las depresiones van a tener que ver con las pérdidas, las reales, las de nuestros muertos, y otras de diferente dimensión: la renuncia a un estatus, a una forma de vida por el desempleo o el hundimiento de los autónomos”, sostiene García Bernardo, “desde el sujeto aislado (con pérdida de sueños, expectativas), la familia (pérdida de horizontes), lo social (el empleo)”.

Fernández Liria está de acuerdo: “Va a haber un fenómeno masivo de pérdidas; trabajos, propiedades, referencias, cosas que tienen que ver con la identidad, para mucha gente su identidad laboral, pensemos en el turismo, la actividad fundamental de este país. ¿Qué hará un cocinero, el dueño de un bar? Se tendrán que reinventar, y eso es un proceso muy complicado. Si se acomete apoyándose, de una manera social, puede ser muy constructivo. Dios nos libre de la aparición de movimientos populistas muy descarnados”.

La experiencia previa dice que el impacto económico que se cierne atacará la salud mental. La crisis económica más reciente, de 2009, hizo crecer la depresión (un 18%), la ansiedad (8%) y los trastornos por abuso de alcohol (5%), según un estudio de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). “La economía se puede recuperar, las vidas no. Si se evita que haya repuntes eso hará que se recupere la confianza”, reflexiona Angora.

¿Qué hacer ante ese cúmulo de dolor en supervivientes, profesionales de hospitales, centros de salud y ambulancias, familiares de fallecidos y desempleados? “Educar a la gente para estos desafíos y preparar a los sistemas sanitarios para enfrentarlo”, responde Galea. “Hay un riesgo de inatención”, cree Fernández Liria, “y también de psiquiatrización. Pero hay que acercar la atención, porque los que están peor no son capaces de pedir ayuda”. Ahí, coinciden todos, los médicos que nos siguen, los de cabecera, serán fundamentales para detectar esa avalancha de sufrimiento sumergida.


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El otro fenómeno del confinamiento del que no se habla: el regreso de los ex
Durante las semanas de encierro que estamos viviendo, los recuerdos y el pasado se magnifican e idealizan. Entre otras cosas, esto ha provocado que amores pasados aparezcan de nuevo en nuestras vidas sin motivo aparente


Si algo nos da el encierro, además de múltiples oportunidades para discutir con quien lo compartimos, es tiempo para pensar y valorar aquello que tuvimos en el pasado. En la imagen, Gary Cooper y Audrey Hepburn en la película 'Ariane' (1957).


Si algo nos da el encierro, además de múltiples oportunidades para discutir con quien lo compartimos, es tiempo para pensar y valorar aquello que tuvimos en el pasado. En la imagen, Gary Cooper y Audrey Hepburn en la película 'Ariane' (1957). Foto: Cordon



Una pandemia mundial puede ser uno de los acontecimientos históricos con más fuerza para reafirmar aquello que Jorge Manrique ya mencionó en Coplas por la muerte de su padre: "Cualquier tiempo pasado fue mejor". Cualquier conversación pasada, cualquier lugar que no sean los mismos setenta metros cuadrados que hoy nos oprimen y cualquier encuentro que no hace tanto hubiéramos calificado como mediocre hoy se nos antoja un refugio al que volver. De ahí que durante estas semanas de confinamiento —donde lo más emocionante que a uno le puede ocurrir es encontrar una botella de vino cuando pensaba que ya no quedaba— los recuerdos y el pasado se idealicen y magnifiquen hasta el punto de dar lugar a un fenómeno que ha surgido estos días: el retorno de los ex.


Vivimos tiempos inciertos que despiertan miedo e incertidumbre. De repente, durante el confinamiento aparecen recuerdos de personas del pasado que fueron importantes. Entonces empiezan a surgir pensamientos distorsionados donde se obvia lo negativo y se idealizan relaciones anteriores"


La usuaria de Twitter MariajoHFcompartía en la red social el mensaje que le había enviado una expareja estando ya inmersos en la cuarentena. "No era necesaria una pandemia, pero te lo voy a decir. Me voy a arrepentir toda mi vida. Eres la mejor y sé que es tarde y que te lo hice pasar mal. Me estoy dando cuenta tarde de muchas cosas", decía el WhatsApp que le habían mandado. Pero este no es un caso aislado. Eva Bárcena, asturiana de 28 años, cuenta a ICON que a ella y a muchos de sus conocidos también les está ocurriendo: "Un chico con el que quedé un par de veces en 2015 empezó a responder a todas mis stories de Instagram cuando se decretó el estado de alarma. Al final acabé preguntándole si no tenía nada mejor que hacer y volvió a tirarme la caña. ¡Cinco años sin hablar y ha tenido que venir una pandemia para que vuelva a ser simpático!".

Por su parte, Jorge, guionista madrileño de 42 años, recuerda que hace unos días estaba en mitad de una videollamada con una ex con la que ya mantenía el contacto antes de la cuarentena, cuando empezó a recibir whatsapps de una chica con la que tuvo una historia hacía años y de la que no había vuelto a saber nada. "Después de intercambiar varios mensajescon ella llegué a la conclusión de que la gente se anima a escribir a sus ex por la combinación infrecuente de dos factores: primero, el tiempo del que disponemos nos hace bucear más en nuestra agenda buscando gente del pasado, y, segundo, la certeza de que puedes tontear un poco sin que se te vaya de las manos porque nadie va a poder salir de casa", opina.

No deja de ser curioso que la nueva toma de contacto la lleven a cabo sobre todo personas que formaron parte de nuestra vida hace tantos años. Patricia Rosillo, psicóloga especializada en pareja del centro Prado Psicólogos, señala a ICON los motivos por los que esto ocurre: "Vivimos tiempos inciertos que despiertan miedo e incertidumbre. Esto es algo que el ser humano gestiona mal. De repente, durante el confinamiento aparecen recuerdos de personas del pasado que fueron importantes y que de una forma y otra nos han marcado. Entonces empiezan a surgir pensamientos distorsionados donde se obvia lo negativo y se idealizan relaciones anteriores". La nostalgia, comenta la especialista, nos hace preguntarnos cómo estará esa persona de la que llevamos tiempo sin saber y nos lleva a querer contactar con ella. "Los dramas pasados, sobre todo comparados con el momento que estamos viviendo, se relativizan y olvidamos que si en su momento la relación no funcionó por algo sería", apunta Rosillo.

"No era necesaria una pandemia, pero te lo voy a decir. Me voy a arrepentir toda mi vida. Eres la mejor y sé que es tarde y que te lo hice pasar mal. Me estoy dando cuenta tarde de muchas cosas"
LA USUARIA DE TWITTER MARIAJOHF COMPARTIÓ ESTE MENSAJE QUE LE HABÍA ENVIADO UNA EXPAREJA

Porque si algo nos da el encierro, además de múltiples oportunidades para discutir con quien lo compartimos, es tiempo para pensar y valorar aquello que tuvimos en el pasado. "Nos vemos inmersos en un estado de hibernación en el que se da una especie de anestesia emocional. Esto nos lleva a buscar un chute de adrenalina que nos ayude a sentirnos vivos y a olvidar nuestras preocupaciones cotidianas en tiempos de pandemia", opina María Hurtado, psicóloga clínica de AGS Psicólogos Madrid.

Pasar todo el tiempo entre cuatro paredes sin más opción que sociabilizar, en el mejor de los casos, con pareja, familia o algún compañero de piso, nos lleva a cubrir el vacío que sentimos durante la cuarentena mediante vehículos que no siempre son los más adecuados. "Durante el confinamiento tenemos que lidiar con nosotros mismos. Se trata de una situación difícil que en muchos casos tratamos de sobrellevar tirando de antiguos conocidos y recuerdos que nos calman", anota Rosillo.

Si algo nos da el encierro es tiempo para pensar y valorar aquello que tuvimos en el pasado. "Nos vemos inmersos en un estado de hibernación en el que se da una especie de anestesia emocional. Esto nos lleva a buscar un chute de adrenalina", opina la psicóloga María Hurtado

Esta especialista en terapia de pareja señala que al recontactar con un ex con el que se había cortado todo tipo de relación "se busca cubrir necesidades emocionales sin dejar al otro pasar página cuando lo que hay que hacer es un buen cierre, con su respectivo duelo, para curar heridas y mirar hacia adelante". María Hurtado incide, además, en que al estar encerrados en pareja se discute más, lo que nos lleva a valorar y, una vez más, idealizar relaciones pasadas. "Cuando pasas 24 horas metido en casa con tu pareja es inevitable que surjan disputas que nos lleven a dudar y a cuestionarnos tanto nuestra relación actual como otras pasadas", afirma a ICON Hurtado.

Decirle a la otra persona aquello que querría haber escuchado en el momento en que la relación llegaba a su fin es un recurso manido a la hora de intentar un acercamiento con un ex. Pero el que se recurra tanto a él tiene su explicación: como apunta la psicóloga, normalmente las relaciones no se cierran de una manera sana. Lorena Navarro, madrileña de 34 años, recuerda a ICON cómo una expareja, años después de haber terminado la relación, le dijo palabra por palabra todo lo que hubiera necesitado escuchar cuando la dejó. "En mi caso, fui yo la abandonada y mi autoestima se vio muy dañada. Sentí que me había dejado porque yo no era suficiente. Sin embargo, mucho tiempo después ese chico volvió a contactar conmigo con un discurso que era lo que siempre había querido que me dijera. Me confesó que aún pensaba en mí como una de las mujeres más importantes de su vida y que muchas veces se preguntaba si no había cometido un error al dejarme. Yo tenía pareja cuando me dijo todo esto y, aunque me gustó escuchar aquello, remover un pasado que me había dejado huella me confundió. Nunca fuimos amigos. Desde que nos conocimos empezamos a salir como pareja y pretender entablar una amistad cuando lo que tuvimos fue una relación íntima no tenía sentido para mí".

Renunciar a mantener una relación cordial con un ex es un desenlace muy común. Pero no es la única vía. Juan, andaluz de 36 años, por ejemplo, mantiene conversaciones civilizadas con la mayoría de sus exparejas, como si nunca hubiera dolido. Las acoge en su casa cuando están de visita en la ciudad, las invita a sus cumpleaños e incluso es amigo de los nuevos novios de sus ex. "Ser amigo de personas que han sido importantes para mí es algo natural. Cierto es que cuando la ruptura es reciente lo mejor es darse espacio, pero pasado el tiempo de duelo el cuerpo siempre me ha pedido mantener el contacto y estar presente en los momentos trascendentales de la vida de esas personas", explica a ICON.

El escritor Frédéric Beigbeder aseguraba en una novela que el amor dura tres años. Puede que el suyo fuera un pronóstico pesimista, pero es un hecho que los divorcios en China, espejo en el que nos miramos en tiempos de pandemia, se están disparando. Todo parece indicar que pronto replicaremos aquí el mismo fenómeno. Y es ahí, donde el amor y las ganas perecen, cuando nace algo que sí es para siempre: un ex.


 
GESTIÓN DEL DOLOR
Educar sobre la muerte en los colegios: por qué no se hace y cómo debería tratarse
Una de las asignaturas pendientes del sistema educativo español es impartir materias que incluya la conciencia de la finitud de la vida, algo que es parte de la existencia


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AUTOR
FRAN SÁNCHEZ BECERRIL
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10/05/2020



La muerte, por desgracia, está estas semanas más presente que nunca en nuestra realidad. Los datos diarios –cada vez más esperanzadores aunque terriblemente tristes– de fallecidos por covid-19 nos hacen ser conscientes de la finitud de la vida, a pesar de que en esta sociedad hedonista sea un tabú.

Uno de los espacios donde la muerte ha sido ignorada por completo, aunque seguramente sería el propicio para ahorrar sufrimiento, es el sistema educativo español. A pesar de que está presente en todas las esferas de la vida, una de las mayores flaquezas en los colegios de nuestro país es laomisión de la conciencia de muerte y de finitud de la vida.

Así lo demuestran investigaciones académicas como ‘¿Está la muerte en el currículo español?’ e ‘Inclusion of death in the curriculum of the Spanish Regions’. De estos estudios se desprende que, aunque se trate la muerte en ciertos contenidos (el ciclo vital, el Holocausto, las guerras o la extinción de la naturaleza), no puede decirse que se esté educando en la conciencia de esta, desde la perspectiva de los fines pedagógicos y objetivos de cada etapa.

Esta ausencia de conciencia de la muerte en la educación “es algo muy paradójico”, para Pablo Rodríguez Herrero, profesor del departamento de Pedagogía de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y uno de los autores de los citados informes. “Es una certidumbre que a lo largo de la vida nos encontramos, no solo con la muerte biológica, también en otras pérdidas y situaciones que tenemos que afrontar, y la escuela no nos educa para ello”, apunta el pedagogo.

Para Herrero, incluir en las escuelas esta conciencia sobre la muerte y la finitud de la vida “tiene un potencial educativo muy grande, ya que puede orientar en muchas situaciones de la vida y ayudar a vivir de manera más consciente”. “Puede aportar desde lo más concreto y cercano, como es todo lo relacionado con la actual pandemia, hasta estar más preparado ante cualquier situación”.

Impartir en las escuelas la conciencia sobre la finitud de la vida tiene un potencial educativo muy grande, que puede orientar en muchas situaciones


Asimismo, el pedagogo señala que tiene que ver con los valores que enseñamos a los niños, su identidad, la orientación vocacional y la huella que les gustaría dejar. También con reconocer el sufrimiento de los demás y no ser indiferente a ello, “lo que les daría una conciencia de humanidad, porque todos compartiríamos la conciencia de la muerte”.

A este respecto José Antonio Luengo, psicólogo educativo y sanitario, coincide con la necesidad de incorporar esta conciencia sobre la muerte en la enseñanza y señala que “cuando somos capaces de reflexionar en frío sobre una situación, incorporamos elementos de comprensión, identificación e interpretación. Esto, indudablemente, nos puede preparar para sufrir menos, pero sobre todo para entender mejor lo que ha pasado”.

Aunque no tenga por qué reducirse este sufrimiento, Luengo, que también es secretario del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, señala que estar preparado para ello hará que gestionemos mejor el dolor: “No hace falta prepararse para no sufrir, sino para que gestionemos mejor ese sufrimiento e incorporarlo como experiencia, en la medida de lo posible, positiva para la vida”.


Cómo se debería tratar en las escuelas
Ambos especialistas coinciden en que la mejor manera de incorporar esta conciencia de finitud de la vida en las aulas es de manera transversal en las asignaturas ya existentes. Aunque algunas horas de clase dedicadas a tutorías puedan ser espacios adecuados, ahondar en la muerte en áreas como Lenguaa través de poemas o Geografía con los países con menor esperanza de vida sería lo más interesante.

Esto no quita para que se puedan impartir talleres o intervenciones puntualessobre esta temática.

En este sentido el pedagogo aclara que “educar teniendo en cuanta la muerteno tiene por qué significar hablar de la muerte en sí. Tampoco consiste en obsesionarse con hablar de la muerte, pero sí tratarla de manera natural”.



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La edad a la que los escolares reciban docencia sobre este tema, será clave para abordarlo. Rodríguez apuesta por “acompañar a los niños dándoles cariño y sin miedo a decir no sé. Que ellos construyan también su concepto de muerte”.

Por su parte, el psicólogo educativo añade que la explicación para los niños más pequeños debe ser completamente distinta ya que “están más incorporados a un mundo mágico en el que todo este tipo de observaciones de la realidad y explicaciones están muy ligadas a una difícil diferenciación entre el mundo real y el fantástico”.

“Pero sí puedes comentarlo abiertamente con más profundidad si son mayores, que pueden situarse, ya saben el impacto que tiene, las consecuencias y lo que es el dolor. Siempre hay un mensaje que dar a cualquier edad, conforme crecen los argumentos y explicaciones se modifican”, añade el secretario del Colegio de Psicólogos.


Religión, educación y muerte
Causalmente cuando la muerte ha estado más presente en la educación ha sido durante la Dictadura, “pero con una intención de adoctrinamiento religioso”, según explica el profesor de Pedagogía de la UAM. “Cuando la educación ha estado más ligada a la religión ha sido cuando más ha aparecido, pero no con una finalidad educativa como la entendemos actualmente, sino desde un punto de vista exclusivamente religioso”, añade Herrero.

Precisamente las creencias religiosas son un gran consuelo cuando fallece alguna persona del entorno. Pensar que la vida no ha acabado como tal, sino que le espera un lugar mejor, es un bálsamo para la persona que ha sufrido esta pérdida. Pero en España con la llegada de la Democracia, la sociedad cada vez se ha vuelto más laica por lo que abordar la conciencia de la muerte puede ser más importante hoy en día. Para el psicólogo: “Sin duda es más importante. La concepción religiosa hace más digerible todo este proceso gracias a la idea de que la muerte no deja de ser una transición, que es una situación muy dolorosa, pero que en el fondo no ha muerto, sino que sigue estando en otro sitio, que no identificas muy bien”.


El covid-19 y la vuelta al cole
La vuelta a las aulas a día de hoy es incierta desde varios puntos de vista. Uno de ellos es cómo se abordarán las situaciones tan trágicas que se viven a causa del covid-19, los dramas personales (como la pérdida de alguien cercano) y los miedos colectivos (mantener la distancia de seguridad, pánico por contagiarse...).

Para el psicólogo, que habitualmente guía a centros educativo de la Comunidad de Madrid en temas relacionados con la temática que aborda este artículo, “en el momento en que los niños se incorporen va a ser muy importante crear espacios y utilizar tiempos específicos para la gestión de las emociones, tanto de alumnos como de toda la comunidad educativa”.

No solo se debe pensar en volver a impartir las asignaturas, también en que muchos niños se han visto afectados de manera grave por esta situación

“No solo se debe pensar en volver a impartir las asignaturas, también en que muchos niños se han visto afectados de manera grave por esta situación. Además ha sido una experiencia de duelo sin duelo, algo terrible no solo por la muerte de un familiar, sino porque no se han podido despedir con los rituales habituales”, apunta Luengo. “Los centros educativos tienen que identificar las situaciones específicas y tenemos que ver cómo lo trabajamos desde el centro o si es necesario la derivación a algún servicio específico”, añade.

Asimismo el psicólogo apunta a dos figuras clave para el proceso de reincorporación al aula con todo el ‘shock’ que ha generado el coronavirus: lostutores como responsables de cuidar el desarrollo afectivo y los orientadorespara asesorar en esta situación.


 
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