Cuadernos de Psicología.

Soltar duele, pero aferrarse a lo inaferrable duele más

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Soltar. Apenas dos sílabas que se dicen en menos de un segundo pero cuya práctica puede llevarnos una vida entera. Soltar es uno de los ejercicios más difíciles a los que – antes o después – tendremos que enfrentarnos. Y si no aprendemos a soltar por voluntad propia, tendremos que aprender a las malas – la vida se encargará de ello – lo cual implica que nos expondremos a un sufrimiento mayor.

Preocupados por aferrar, olvidamos soltar
El deseo de aferrarnos a las cosas colisiona frontalmente con una característica inherente a la realidad: la impermanencia. Nada permanece estable. Todo cambia. El tiempo nos va arrebatando posesiones, relaciones, personas, estatus, salud… Por eso la pretensión de retener es absurda y solo genera dolor.

Sin embargo, no estamos preparados para soltar. Nos han enseñado a atesorar y aferrarnos. Acumulamos objetos, relaciones, poder, dinero, objetos, propiedades, títulos… Así buscamos una seguridad ilusoria que puede desmoronarse en cualquier momento como un castillo de naipes, pero que a nosotros se nos antoja una fortaleza inexpugnable.

Ese estado mental, en el que no concebimos nada más que el aferrarnos, es el principal responsable del profundo dolor que sentimos al desprendernos de algo o alguien. Sri Nisargadatta Maharaj lo resumió magistralmente: “Entre las orillas del dolor y el placer fluye el río de la vida. Solo cuando la mente se niega a fluir con la vida y se estanca en las orillas se convierte en problema. Fluir quiere decir aceptación, dejar llegar lo que viene, dejar ir lo que se va”.


Por supuesto, no siempre es fácil soltar. Cuando existen profundos vínculos emocionales, soltar duele. Pero dolerá aún más si nos aferramos a lo inaferrable, si pretendemos asir aquello que fluye por su propia naturaleza.

Podemos comprobarlo con un sencillo experimento. Sostén una manzana durante un segundo con tu mano ligeramente levantada. No pesa, ¿verdad? Deja que pasen cinco minutos. Comenzarás a sentir una leve molestia. Al cabo de media hora es probable que ya no puedas más y esa manzana te parezca la cosa más pesada que has sostenido nunca.

El peso de la manzana no ha variado. Lo que sucedió es que te aferraste a ella durante demasiado tiempo. Si la hubieras dejado encima de la mesa antes, no tendrías el brazo adolorido. Eso mismo nos ocurre en la vida. Nos aferramos a algo que ya no es, a un recuerdo que pertenece al pasado, a una relación irrecuperable, a una persona que ya no es la misma o que ni siquiera está a nuestro lado, a una situación que ha perdido su razón de ser, a una meta que se ha esfumado ante nuestros ojos…

Como dijo Hermann Hesse: «Algunas personas piensan que aferrarse a las cosas les hace más fuertes, pero a veces se necesita más fuerza para soltar que para retener».

Perder el miedo a perder
Aprender a soltar no significa que no debamos luchar por las cosas o personas que creemos que valen la pena. Luchar por lo que queremos es lícito. Pero también debemos ser lo suficientemente inteligentes como para saber cuándo ha llegado el momento de dejar ir, de manera que nuestra vida no se convierta en una inútil batalla contra molinos de viento.

En cierto punto, debemos preguntarnos por qué nos estamos aferrando insistentemente a algo que carece de sentido. La causa más común es el miedo a perder. Si pensamos que en la vida solo debemos ganar y acumular, asociaremos el soltar con el fracaso.

El miedo a perder lo conocido también es un gran obstáculo para dejar ir. Muchas veces preferimos la certeza de la miseria que la miseria de la incertidumbre. Nos aferramos a algo o a alguien con la secreta esperanza de que nada cambie, pero de esta manera solo estaremos postergando lo inevitable, haciéndonos daño y dañando a los demás, intentando actuar como un pequeño dique ante el torrente desbocado que es la vida.

Cuando nos aferramos “con uñas y dientes” a lo familiar y conocido, caminamos – lenta pero inexorablemente – hacia el sufrimiento. Porque la vida sigue, pero nosotros nos quedamos atascados, reproduciendo patrones de comportamientos y pensamientos desadaptativos que perpetúan el dolor.

Perder el miedo a perder resulta extremadamente liberador. Debemos ir quitándonos capa por capa, ir soltando lastre, despojándonos de los condicionamientos y las creencias limitantes, para abrazar la libertad que implica aprender a fluir.

Solo cuando nos desprendernos de lo viejo podemos abrirnos realmente a lo nuevo. Solo cuando dejamos ir todo aquello que pensamos que somos, podemos convertirnos en lo que queremos ser.
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Esquizofrenia catatónica: síntomas, causas y tratamiento

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La esquizofrenia es un trastorno mental que puede llegar a ser muy incapacitante, y que afecta entre el 0,3%-0-7% de la población mundial. Sin embargo, no se trata de un trastorno único, sino que existen diferentes subtipos de esquizofrenia. En este artículo conoceremos la esquizofrenia catatónica, caracterizada por alteraciones a nivel motor.

Además, veremos cuáles son sus características habituales, sus síntomas típicos, las causas que pueden desencadenarla y los tratamientos que se aplican.

Esquizofrenia: ¿qué es?
La esquizofrenia es un trastorno psicótico que causa dos tipos de síntomas: los positivos y los negativos. Los síntomas positivos engloban las manifestaciones “por exceso”, y los síntomas negativos, las que son “por defecto”.

Así, mientras los positivos incluyen síntomas como las alucinaciones, los delirios y el comportamiento desorganizado, los negativos incluyen el aplanamiento afectivo, la anhedoniay la apatía, entre otros.

Por otro lado, la esquizofrenia también causa síntomas cognitivos, tales como dificultades atencionales o problemas de memoria.

Subtipos
Sin embargo, no existe un único tipo de esquizofrenia, y ya en las primeras descripciones del trastorno, realizadas por Emil Kraepelin (psiquiatra alemán), el autor empezó a hablar de diferentes subtipos de esquizofrenia. Concretamente, E. Kraepelin diferenció tres subtipos: la esquizofrenia paranoide, la esquizofrenia catatónica y la esquizofrenia hebefrénica o desorganizada.

Estos subtipos se diferencian por los tipos de síntomas predominantes en el cuadro; así, la esquizofrenia paranoide implica fundamentalmente síntomas positivos (alucinaciones, delirios…), la catatónica, síntomas motores como la catatonía, y la hebefrénica, comportamiento y lenguaje desorganizados.

Un poco más tarde, el psiquiatra suizo Eugen Bleuler añadió un cuarto subtipo a los ya propuestos por Kraepelin: la esquizofrenia simple (con síntomas únicamente negativos).

Estos subtipos de esquizofrenia (menos la simple) figuran en el DSM-IV-TR (Manual Diagnóstico de los Trastornos Mentales), pero desaparecen en el DSM-5 (donde solo podemos encontrar el trastorno de esquizofrenia, entre los demás trastornos psicóticos, y la esquizofrenia simple en los anexos).

Esto no quiere decir que no puedan seguir apareciendo estos subtipos de esquizofrenia en la población clínica. Además, remarcar que la esquizofrenia subtipo hebefrénico también se encuentra actualmente en la CIE-10 (Clasificación Internacional de Enfermedades), así como la esquizofrenia simple

Esquizofrenia catatónica: características habituales
La esquizofrenia catatónica, como hemos visto, es un subtipo de esquizofrenia propuesto por Emil Kraepelin. Este tipo de esquizofrenia se caracteriza por tener un pronóstico medio (entre bueno y malo), situándose éste entre el paranoide (pronóstico bueno) y el desorganizado (pronóstico malo).

Se trata de un trastorno que actualmente es poco frecuente en los países desarrollados. La persona con esquizofrenia catatónica suele presentar síntomas ambivalentes y centrados en la motricidad.

Generalmente el sujeto obedece de forma automática a las órdenes (o puede ocurrir justamente lo contrario, que presente negativismo extremo y que no obedezca las órdenes o instrucciones de nadie); además, el individuo suele también actuar con una gran perseveración. Por otro lado, la esquizofrenia catatónica suele incluir también síntomas alucinatorios y delirantes.

Vamos a ver con detalle los síntomas característicos de este subtipo de esquizofrenia.

Síntomas
Los síntomas de la esquizofrenia catatónica consisten, principalmente, en alteraciones motoras. Estas se traducen en:

1. Inmovilidad motriz
También llamada estupor, la inmovilidad motriz hace que el paciente con esquizofrenia catatónica sea incapaz de ejecutar cualquier tipo de movimiento. Se puede quedar “clavado” sin moverse ni decir nada.

2. Actividad motriz excesiva
Sin embargo, puede ocurrir el síntoma contrario al anterior, y que el paciente presente una actividad motriz excesiva, mostrándose incapaz de estarse quieto, moviéndose contínuamente y con cierta agitación.

3. Negativismo extremo
El negativismo extremo se traduce en una resistencia, por parte del sujeto, a seguir cualquier orden que reciba por parte de otra persona; esta resistencia es aparentemente inmotivada. También puede incluir el mantenimiento de una postura rígida en contra de los intentos de moverlo que realizan los demás, así como mutismo.

4. Movimientos voluntarios peculiares
El paciente con esquizofrenia catatónica puede presentar movimientos peculiares de forma voluntaria, tales como manierismos (o manerismos), consistentes en gestos “únicos” para el individuo, exagerados (como si la persona estuviera actuando), y que suelen ser repetitivos y cortos. Estos gestos acompañan la actividad normal, y son más sencillos que las estereotipias. Aparecen típicamente en la esquizofrenia.

5. Ecolalias
Las ecolalias consisten en la repetición de lo último que ha dicho el interlocutor (la última palabra, frase…). Éstas, a su vez, pueden ser inmediatas (ocurren al momento) o demoradas (ocurren horas, días o semanas después de que el individuo las haya escuchado).

Las ecolalias, además de ser típicas en la esquizofrenia catatónica, también aparecen con mucha frecuencia en los niños con un trastorno del espectro autista (TEA).

6. Ecopraxias
Las ecopraxias son similares al síntoma anterior, pero en el terreno motor o gestual; consisten en la repetición, por parte del sujeto, de los gestos que el sujeto ve realizar al interlocutor.

Causas
Las causas de la esquizofrenia catatónica, como cualquier otro tipo de esquizofrenia, se han relacionado con múltiples factores y desde múltiples campos de estudio (se trata de un trastorno de origen multifactorial).

1. Teorías biológicas
Las teorías biológicas, por su parte, proponen un componente genético importante en el origen de la esquizofrenia, siendo mayor la prevalencia de esquizofrenia en hijos de madres biológicas con esquizofrenia.

2. Teorías psicológicas
Las teorías psicológicas plantean un modelo de vulnerabilidad-estrés, donde se produce una interacción entre una posible vulnerabilidad individual en el paciente y el nivel de estrés sufrido por el mismo.

Las teorías sistémicas, por su parte, planean la teoría del doble vínculo (Escuela de Palo Alto: Bateson & cols.); esta teoría sostiene que el doble vínculo está formado por mensajes contradictorios y que se producen dentro de una relación intensa que el paciente no puede evitar, ni comentar.

3. Teorías neuroquímicas
A nivel neuroquímico se ha hablado de una hiperactivación subcortical dopaminérgica en la vía mesolímbica (relacionada con los síntomas positivos de la esquizofrenia catatónica; en este caso, los trastornos motores).

En cuanto a alteraciones cerebrales, se han propuesto alteraciones estructurales detectadas por un TAC presentes en las personas con esquizofrenia (dilatación del tercer ventrículo y de los ventrículos laterales, atrofia cerebelar, asimetría hemisférica invertida, atrofia cortical, disminución de radiodensidad del tejido en diversas zonas del cerebro como el hipocampo, etc.).

Dentro de estas alteraciones, también se han encontrado alteraciones funcionales como una hipofrontalidad (disfunción del córtex prefrontal-dorsolateral) y una disfunción de los ganglios basales.

4. Teorías víricas
También se han hablado de infecciones virales como causantes de la esquizofrenia (aunque nunca se han demostrado), y de alteraciones en el neurodesarrollo.

Estas últimas incluyen una alteración en la formación del cerebro durante la gestación o la infancia, que no se manifiesta hasta que las estructuras implicadas han madurado completamente y aparece una fuente de estrés o cambios hormonales importantes.

Tratamiento
El tratamiento de la esquizofrenia catatónica deberá ir encaminado a los tratamientos utilizados para la esquizofrenia en sí. Principalmente se opta por un tratamiento psicosocial, que busque la reinserción (o inserción) del individuo en la sociedad, a través de procedimientos de empleo protegido, por ejemplo (y entre otros).

Por otro lado, las terapias psicológicas utilizadas (que idealmente incluirán también a las familias), se centran en el entrenamiento en habilidades sociales (EHS), la intervención psicoeducativa (a nivel familiar), la rehabilitación cognitiva y terapias de modificación de creencias (centradas en tratar los delirios y las alucinaciones).

Además, en la terapia psicológica, se busca potenciar las estrategias de afrontamiento del paciente, así como fomentar su autoestima, autoconcepto y autonomía.

En el caso de la esquizofrenia catatónica, además, el tratamiento farmacológico (que deberá estar siempre regulado, independientemente del subtipo de esquizofrenia que se trate), irá encaminado a paliar o suavizar los síntomas motores típicos de este subtipo de esquizofrenia. Es por ello que la adherencia al tratamiento deberá trabajarse siempre, a través de técnicas psicoeducativas y refuerzo positivo, por ejemplo.

Referencias bibliográficas:
  • American Psychiatric Association –APA- (2002). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales DSM-IV-TR. Barcelona: Masson.
  • American Psychiatric Association –APA- (2014). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Madrid: Panamericana.
  • Belloch, A, Sandín, B. y Ramos, F. (2010). Manual de Psicopatología. Volumen I y II. Madrid: McGraw-Hill.
  • Crespo, M.L. y Pérez, V. (2005). Catatonía: un síndrome neuropsiquiátrico. Revista Colombiana de Psiquiatría, 34(2): 251-266.
TÓPICOS



Laura Ruiz Mitjana
Psicóloga

Graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona, con Máster en Psicopatología Clínica Infantojuvenil por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializada en Trastornos del Neurodesarrollo. Actualmente trabaja como Psicóloga infantil en la Associació Catalana del Síndrome X Frágil. Autora del libro "Vivir de memoria" (Editorial Círculo Rojo, 2018). Aficionada del deporte y la lectura.

https://psicologiaymente.com/clinica/esquizofrenia-catatonica
 
Las 6 características de un “espíritu libre”, según Nietzsche

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Las peores ataduras son aquellas que no notamos. “Ninguno es más esclavo que aquellos que falsamente creen ser libres”, escribió Goethe. Aunque a veces nos atemoriza tanto reconocerlo que preferimos mirar en otra dirección, para no notar la profunda escisión entre el deseo de libertad del “yo” y las cadenas opresivas que suelen representar los “otros”.

Nietzsche, quien dedicó parte de su trabajo a pensar en cómo liberarnos de la tiranía social, reflexionó sobre cómo debe ser un “espíritu libre”, una persona dueña de sus actos que piensa y decide por sí misma sin dejarse condicionar por la sociedad. Una persona que no es producto de la ingeniería social sino que toma las riendas de su vida y asume la responsabilidad por sus acciones.

¿Cómo es la persona con un espíritu libre?
A lo largo del libro “Más allá del bien y del mal”, Nietzsche convierte a la autoafirmación de la voluntad y la renuncia a la influencia ajena en los pilares fundamentales para convertirse en un espíritu libre, pero también esboza otras características que, a su entender, deben tener las personas que aspiren a pensar y decidir por su cuenta.

  1. Disfrutan de la soledad. “Todo hombre selecto aspira instintivamente a tener un castillo y un escondite propios donde redimirse de la multitud, de los muchos, de la mayoría”, escribió Nietzsche. Y no es casual que sea una de las primeras características de los espíritus libres que mencione ya que, según el filósofo, la soledad elegida es una condición esencial para el librepensador. La soledad no solo es una condición sine qua non para la instrospección sino que nos permite asumir la necesaria distancia psicológica para encontrar nuestro verdadero «yo» debajo de tantas capas sociales.
  2. Escuchan con la mente abierta. Un espíritu libre no es una persona arrogante, sino que huye de la presunción de saberlo todo y abre su mente a nuevos conocimientos y perspectivas. Nietzsche escribió: “El amante del conocimiento debe escuchar sutil y diligentemente, debe tener sus oídos en todos aquellos lugares en que se hable sin indignación”. Aunque una parte del viaje del espíritu libre transcurre por senderos interiores, en la búsqueda de sí mismo, otra parte transcurre en el mundo compartido, por lo que estas personas deben estar dispuestas a beber de todas las fuentes.
  3. Son ellos mismos. “Tenemos que desembarazarnos del mal hábito de querer estar de acuerdo con todos”, dijo Nietzsche. La necesidad de buscar la aprobación y la aceptación nos puede alejar de nosotros mismos, haciendo que acallemos nuestros auténticos deseos y aspiraciones. Por eso el espíritu libre se libera de la mentalidad de masas y de esa pereza privada que consiste en supeditarse a la opinión pública. Un espíritu libre escucha, pero luego valora y decide autónomamente. Eso, en muchas ocasiones, puede significar que los demás no estarán de acuerdo con nuestras ideas y decisiones, lo cual nos granjeará muchas críticas. Y hay que estar preparados para lidiar con esa oposición.
  4. Son fuertes y saben lidiar con las críticas. Ser un espíritu libre en una sociedad que hace de todo porque las personas encajen en moldes preestablecidos requiere mucha fuerza y coraje. Nietzsche decía “es cosa de muy pocos ser independiente: es un privilegio de los fuertes”. Pensaba que quien intenta serlo “se introduce en un laberinto, multiplica por mil los peligros que ya la vida comporta en sí” y ni siquiera puede aspirar a la empatía ya que la mayoría de las personas no le entienden, por lo que pueden calificar sus ideas y decisiones como tonterías o herejías, según el nivel de alarma que causen y la medida en que choquen con las normas sociales establecidas. Nietzsche lo había previsto: “nuestras intelecciones supremas parecen necesariamente – ¡y deben parecer! – tonterías y, en determinadas circunstancias, crímenes, cuando llegan indebidamente a oídos de quienes no están hechos ni predestinados para ellas”.
  5. Van más allá de los estereotipos sociales. El espíritu libre que describe Nietzsche tiene que ser capaz de ir más allá del bien y del mal, evitar esa “peligrosa fórmula” moral ya que nos convertiría únicamente en “bravos abogados de las ‘ideas modernas’”; o sea, defensores del sistema de turno. Para el filósofo, ser un espíritu realmente libre equivale a deshacerse de los condicionamientos morales y sociales para determinar nuestra vida por nosotros mismos, más allá de lo que se supone que debemos o no debemos hacer. Por eso, el suyo es un llamamiento a subvertir la vieja estructura de valores que, según él, esclaviza al espíritu humano. Una estructura de valores basada en lo bueno o malo, etiquetas que nos impiden ver las cosas en su vasta complejidad y pasar por alto toda la gama de colores que existe entre el negro y el blanco.
  6. Desarrollan el desapego. Para Nietzsche, el espíritu libre “no puede quedar adherido a ninguna persona: aunque sea la más amada”, tampoco a una patria, martirio y ni siquiera a la ciencia porque ese apego enfermizo le arrebataría la objetividad y la posibilidad de seguir avanzando en el camino del descubrimiento. Incluso afirma que no debemos “quedar adheridos a nuestro propio desasimiento, a aquella voluptuosa lejanía y extranjería del pájaro que huye cada vez más lejos hacia la altura, a fin de ver cada vez más cosas por debajo de sí […] Hay que saber reservarse: ésta es la más fuerte prueba de independencia”. La práctica del desapegoconsiste en abrazar la incertidumbre y tener la flexibilidad necesaria como para cambiar de ideas si nos damos cuenta de que estábamos equivocados o de que esas ideas nos estaban dañando porque habían perdido su razón de ser.
De librepensador a espíritu libre
Las características del espíritu libre que define Nietzsche nos indican que se trata de personas que no están encadenadas a las costumbres, convenciones sociales y estereotipos pero, sobre todo – y lo que es más importante – que no están encadenadas a los patrones de pensamiento imperantes, no solo en términos de ideas sino del propio proceso de pensamiento. Son personas que lo cuestionan todo porque necesitan llegar a su propia verdad.


De hecho, Nietzsche hace la distinción entre un librepensador y un espíritu libre ya que, mientras que el primero corre el riesgo de apegarse a sus ideas, convirtiéndolas en algo inamovible, el espíritu libre busca continuamente ya que está inmerso en un proceso de crecimiento constante.

El librepensador se expone a la tentación de cambiar un Dios por otro, como han hecho los científicos, quienes han sacrificado la religión en el altar de la ciencia para construirle a esta un nuevo altar en el que los dogmas establecidos se cuestionan muy poco. El espíritu libre de Nietzsche, al contrario, es un buscador incansable, un cuestionador tenaz que intenta formarse su propia imagen del mundo sin imponerla a los demás. En esa búsqueda se libera de las ataduras y las certezas para emprender el viaje más apasionante de todos: la búsqueda de nuestras propias ideas.

Quedémonos con esta idea de Alvin Toffler: «Los analfabetos del siglo XXI no serán aquellos que no sepan leer y escribir, sino aquellos que no sepan aprender, desaprender y reaprender».



Fuentes:

Acampora, C. (2014) “In What Senses are Free Spirits Free?” Pli: The Warwick Journal of Philosophy; 25: 13-33.

Nietzsche, F. (2007) Más allá del bien y del mal. Gradifco: Buenos Aires
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¿Para qué sirve la Psicología?

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Cuando llegan a la consulta, el 75% de mis clientes han estado esperado hasta el último momento para dar el paso consistente en consultar a un psicológo.

El último momento es aquel donde la persona está tan agotada de sufrir que ya no le queda la cantidad de energía necesaria para llevar a cabo la estrategia que el psicólogo ofrezca, para resolver el problema que lo ha llevado a consultar.

¿Por qué la gente no va al psicólogo?
Hasta el día de hoy, tan solo un 25% de personas acuden al psicólogo como medida preventiva.

Es en ese porcentaje del 75% es donde se encuentran las personas que desarrollarán un trastorno como consecuencia de soportar la situación de estrés durante un periodo tiempo demasiado amplio.

Es decir, el conjunto de síntomas sostenido en el tiempo da como consecuencia un enquistamiento sintomático que recibe el nombre de trastorno.

¿Qué son los trastornos?
Los trastornos son conjuntos de síntomas que tienen una duración superior a tres meses y los cuales ya se han instalado en el sistema de funcionamiento de la persona.

Cuando les pregunto a las personas que acuden a consulta por qué razón han esperado tanto para hacerlo, las respuestas que recibo son del orden siguiente... “quería hacerlo por mí mismo”, “no quería pedir ayuda, ya que nunca he necesitado hacerlo”..., “no me gusta contarle mis problemas a un extraño”... etc.

Es decir, todas ellas son respuestas que denotan creencias estáticas y la presencia de escepticismo, lo que da como resultado que no se atrevan a confiar en el profesional respecto a los temas emocionales, ni tampoco en su propia mejora... quizás en ese momento ni siquiera crean que puedan ser ayudados.

¿Para qué sirve ir al psicólogo?
Tras una primera visita, el psicólogo deja de convertirse en un extraño y tras la puesta en escena inicial del profesional de sus habilidades tales como la empatía, la comprensión y la escucha activa, es entonces que pasa ocupar un lugar de referente y relevancia, en el desarrollo personal de la que persona que consulta.

La psicologia sirve para ahorrar tiempo a la persona.

La Psicología y el psicólogo permiten que una persona piense, durante un periodo de tiempo limitado de su vida, de forma metódica, y se dedique a valorar junto con un especialista en crecimiento personal, que es lo que está ocurriendo en su ambiente y en él mismo, identificando síntomas, problemas y buscando la mejor forma de resolver conflictos que en el transcurrir de la vida del cliente han aparecido mas o menos recientemente.

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La psicología permite que resuelvas con más rapidez el sufrimiento emocional.

El simple hecho de ordenar pensamientos y emociones con un profesional de la salud mental, aclara lo suficiente, como para empezar a atisbar cierta esperanza frente al malestar.

Posteriormente la planificación y decisión sobre las circunstancias que están ocurriendo y que deberán modificarse, esta vez con acierto, en la vida de la persona que consulta, acabaran reorganizando el malestar en un corto espacio de tiempo.

Pensar es uno de los trabajos más difíciles que existen, tal y como dijo Henry Ford, a dicha tarea le has dedicar tiempo y esfuerzo, y también requiere de creatividad. No obstante, la creatividad es una capacidad que puede ser perfectamente entrenada.

Es por ello que realizar la labor de pensamiento, en un momento de saturación mental o estrés, se convierte en una tarea inalcanzable.

Acompañar, guiar
Cuando un cliente acude a la consulta de un psicólogo buscando la solución para salir del estado en el que se encuentra, lo que el psicólogo prescribirá no va a poder ser aplicado aún, porque la fortaleza del paciente en relación a sus capacidades se encuentran disminuidas.

Durante el número de sesiones que la persona precise, el psicólogo deberá hacer una labor de acompañamiento junto al cliente, hasta que este pueda recuperar sus capacidades y habilidades , y desde ahí generar juntos, psicólogo y cliente la expectativa de que la mejora es una opción posible y probable.

Dicha ausencia de expectativa es inherente a la situación actual del cliente, forma parte de la labor del psicólogo aumentar dicha expectativa e iniciar un proceso de mejora personal, que resuelva la situación del cliente, mucho antes de como hubiese sido, sin la aplicación de la psicologia a su circunstancia.

Con el psicólogo, las soluciones se desarrollan antes.

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Mónica Dosil
Psicóloga

Psicóloga y Directora de Isep Clinic Castelldefels, con más de 25 años de experiencia trabajando en la asistencia psicológica a pacientes. Es Licenciada en Psicología por la Universitat de Barcelona, y entre sus títulos de especialización constan el Máster en Gerontología por la Fundació Universitat de Barcelona Les Heures, el Postgrado en Psicología Infantojuvenil (ISEP) y el Postgrado en Trastornos Alimentarios (Isep). Atiende en su consulta de Castelldefels ayudando a personas que necesitan terapia individual, familiar o de pareja.


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Construye una vida que te haga sentir bien por dentro, no una que se vea bien desde fuera

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En el mundo de las apariencias se pierde la esencia. Cuanto más nos preocupemos por aparentar, más nos alejamos de nuestro verdadero “yo”. Cuanto más construimos fuera, más se desmorona el interior, hasta tal punto que esa imagen aparentemente ideal puede terminar engullendo nuestra identidad, convirtiéndonos en carceleros de nosotros mismos.

Las redes sociales son el mejor ejemplo de ello ya que se han convertido en el escaparate donde proyectamos una vida aparentemente perfecta. Aunque pocas, ya hay voces que disidentes, como la de la influencer australiana Essena O’Neill que, con más de medio millón de seguidores, cientos de fotos perfectas y miles de euros en ganancias, dejó Instagram diciendo: “Esta no es una vida sincera, ni genial ni inspiradora. Es la perfección artificial hecha para llamar la atención”.

Sin embargo, muchos no se dan cuenta de que la validación que reciben de las redes sociales se basa únicamente en métricas fabricadas para que confundan la atención con el afecto y la vanidad inflada con el auténtico valor.

Aunque lo cierto es que la tendencia a vivir para aparentar no ha surgido con las redes sociales – estas han sido tan solo un altavoz – sino que tiene raíces mucho más profundas, asentadas en la necesidad de aprobación social para reafirmar un estatus, aunque sea ilusorio y esté construido sobre un castillo de naipes. Las personas con complejo de Eróstrato – aquellas que buscan la fama o la notoriedad sin importar los medios – siempre han existido y seguirán existiendo. Pero si queremos emularlas nos condenaremos a vivir una vida vacía y carente de sentido.

Dime de qué presumes y te diré de qué careces

El afán por resaltar determinadas características o posesiones atractivas o positivas socialmente esconde una profunda inseguridad personal. Es probable que, en el fondo, pensemos que no somos lo suficientemente interesantes, inteligentes, atractivos o exitosos como para llamar la atención por nosotros mismos y necesitemos exagerar o incluso inventar determinadas cosas para conseguir la aprobación social.

Esa necesidad de demostrar constantemente nuestro valor, felicidad o inteligencia en realidad esconde un mecanismo de compensación: intentamos equilibrar nuestra inseguridad desempeñando el rol de una persona segura.

La compensación, un mecanismo psicológico propuesto por Alfred Adler relacionado con los sentimientos de inferioridad, es una estrategia mediante la cual encubrimos – de manera consciente o inconsciente – aquellas debilidades, frustraciones, deseos o incompetencias buscando éxitos, ya sean reales o imaginarios, que puedan equilibrar la balanza o inclinarla a nuestro favor.

Sin embargo, la compensación no suele resolver el problema de base. Publicar fotos sonrientes en las redes sociales no hará que nos sintamos mejor y mostrar cuán grande es nuestra casa no hará desaparecer la sensación de soledad. En realidad, la compensación suele reforzar el complejo de inferioridad desencadenando un mecanismo altamente tóxico para nuestro equilibrio mental.

Vivir para aparentar: La trampa de la sociedad moderna
La sociedad no nos lo pone fácil para desarrollar un “yo” seguro, autodeterminado y auténtico. Al crear una falsa correlación entre lo que somos y nuestras posesiones “la plenitud del placer del consumidor se convierte en sinónimo de la plenitud de la vida. Compro, luego soy. Comprar o no comprar, esa es la cuestión”, como escribiera Zygmun Bauman. El problema es que “para los consumidores deficientes, esos desposeídos de nuestros días, el no comprar es el discordante y purulento estigma de una vida no realizada (y de su propia insignificancia e inutilidad)”, añadió.

El cambio de foco, de lo interno a lo externo, de lo que eres a lo que tienes, genera una gran presión por consumir, ser felices y exitosos que termina “quebrando” a las personalidades más vulnerables, de manera que estas personas prácticamente se sienten obligadas a construir una vida que se vea bien por fuera, para proyectar la imagen que se espera de ellas.

Esa presión hace que no hablen de sus verdaderos problemas, los cuales siguen creciendo tras una fachada perfecta. Y al no buscar ayuda, caen todavía más bajo en el agujero de la frustración. Así se encierran en un círculo vicioso en el cual, cuanto más intentan aparentar, menos trabajan para resolver los problemas que están generando ese malestar. Viven eludiendo el auténtico problema, poniendo el foco en cosas intrascendentes que no brindan más que una descarga efímera de adrenalina que se confunde con la felicidad.

Curiosamente, la sociedad en que vivimos que da pie a esos comportamientos disfuncionales, ni siquiera puede llamarse materialista. “No es correcto, ni mucho menos, decir que la civilización moderna es materialista, si entendemos por materialista la persona que ama la materia. El cerebral moderno no ama las materias sino las medidas, no los sólidos sino las superficies. Bebe por el porcentaje de alcohol y no por el ‘cuerpo’ y el sabor del líquido. Construye para ofrecer una fachada, más que para proporcionar un espacio donde vivir”, escribió Alan Watts.

En realidad, estamos viviendo en la era del perfeccionismo a ultranza, del culto al envase, olvidándonos del contenido, lo cual genera expectativas demasiado altas y a menudo irreales, sobre nosotros y el resto de las personas, creando un ambiente tóxico para nuestro bienestar emocional.

No debemos olvidar que cuando se crea una jerarquía social, es muy sencillo reforzar los modelos culturales de perfección y éxito. Y a medida que un modelo cultural de perfección o éxito se refuerza, nuestro estado de ansiedad aumenta porque nos sentimos deficientes o inferiores. Alguien siempre está por delante de nosotros, lo cual conduce inevitablemente a las comparaciones. Y eso nos lleva a seguir alimentando a la «bestia», con la secreta esperanza de que finalmente logremos estar a la altura de un falso sentido de la felicidad y el éxito, por más ilusorio y efímero que sea.

Es un terrible mecanismo que nos condena a vivir una vida vacía, en la que no construimos lo que queremos realmente sino lo que creemos que se verá bien y que los demás aplaudirán o mirarán con envidia disimulada. Por eso necesitamos cambiar el foco urgentemente y construir una vida que nos haga sentir bien por dentro, no una que parezca perfecta desde fuera. Porque la vida no tiene que ser perfecta, solo tiene que ser maravillosa para ti. Y eso basta.

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Los 2 secretos de los estoicos para desterrar las quejas de nuestra vida

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Quejarse es fácil. Es tan natural como respirar. Quejarnos requiere poco pensamiento y cero acción. Por eso no paramos de quejarnos del gobierno, las autoridades, esa persona tóxica que nos hace la vida imposible, el tráfico infernal, la conexión lenta, el trabajo agotador, el destino, la humanidad entera…

No cabe duda de que las quejas nos permiten deshogarnos, sacudirnos las frustraciones y desahogar la ira, lo cual es liberador, al menos momentáneamente. Sin embargo, ¿de qué sirve quejarse a largo plazo? ¿Esas quejas han mejorado tu vida, han resuelto tus problemas o te han hecho más feliz? Es probable que no.

Quejarse es tan reconfortante precisamente porque nos excusa de asumir la responsabilidad por nuestros pensamientos y acciones. Quejarse nos mantiene entretenidos, pero no nos conduce a ninguna parte. Por eso los estoicos proponen abolir las quejas de nuestra vida. Así de tajante. Así de difícil. Así de liberador.

El arte de olvidar lo que no podemos controlar y enfocarnos en lo que podemos cambiar
Los estoicos estaban convencidos de que podemos usar la filosofía y la razón para alcanzar un estado de serenidad, alegría y fortaleza mental. Por eso creían que lamentarnos y preocuparnos por cosas que no podemos cambiar es una especie de autosabotaje malsano.


Epicteto lo resumió magistralmente: “Solo hay un camino hacia la felicidad: dejar de preocuparse por las cosas que están más allá del poder de nuestra voluntad”. Este filósofo estoico pensaba que preocuparnos, quejarnos e invertir energía emocional en aquellas cosas que no podemos cambiar o controlar es el camino más rápido y directo hacia la desmoralización, la depresión y el agotamiento psicológico.

Al contrario, animaba a centrarse en aquello sobre lo que sí tenemos control, como nuestras acciones, hábitos, respuestas, palabras, patrones de pensamiento y emociones. Marco Aurelio compartía su visión: “Es ridículo no intentar evitar tu propia maldad, lo cual es posible, y en cambio intentar evitar la de los demás, lo cual es imposible […] No necesitas estar nervioso o molestar tu alma por cosas que no puedes controlar. Estas cosas no están pidiendo que las juzgues. Déjalas en paz”.

Se trata simplemente de un cambio de enfoque: dejar de centrarnos en aquello que no podemos controlar para dirigir nuestros esfuerzos y energía en lo que sí podemos cambiar.

Detrás de la aceptación radical que promulgan los estoicos no se esconde una postura conformista, derrotista o pasiva sino todo lo contrario. Centrarnos en lo que podemos cambiar conduce al auténtico empoderamiento, ese que proviene de la plena conciencia de nuestras fuerzas, de la madurez de reconocer su alcance y sus limitaciones.

“Recuerda que todo lo que escuchamos es una opinión, no un hecho. Todo lo que vemos es una perspectiva, no es la verdad […] Si estás afligido por algo externo, ese dolor no se debe al acontecimiento en sí, sino al significado que le das, y tienes el poder de eliminarlo en cualquier momento […] Tú tienes poder sobre tu mente, no sobre los acontecimientos. Date cuenta de esto y encontrarás la fuerza”, escribió Marco Aurelio.

¿Cómo lidiaban los estoicos con la adversidad sin quejarse?
Epicteto pasó su infancia como esclavo en Roma y vivió gran parte de su vida con una pierna completamente discapacitada, pero aún así celebró su suerte y se convirtió en un gran filósofo cuyas enseñanzas traspasaron la barrera del tiempo y el espacio.

Séneca, otro gran exponente del estoicismo, enfrentó con serenidad su condena a muerte por razones políticas y se dice que incluso regañó a sus discípulos por llorar su destino pidiéndoles que recurrieran a las enseñanzas estoicas para sobrellevar la pérdida.

1. Visualización negativa
Los estoicos estaban convencidos de que necesitamos controlar nuestras expectativas y deseos porque son la principal fuente de fustraciones, decepciones y quejas. Si alimentamos expectativas irreales y estas no se cumplen, nos sentiremos abatidos y tendremos la tendencia a buscar un culpable.

Para evitarlo, los estoicos proponían una especie de visualización negativa que nos ayude a prepararnos para los golpes de la vida. “Deberíamos amar a todos nuestros seres queridos, pero siempre teniendo en cuenta que no tenemos la garantía de mantenerlos por siempre; es más, ni siquiera tenemos la garantía de que los mantendremos por mucho tiempo”, dijo Séneca.

Marco Aurelio recomendaba un ejercicio de visualización negativa diario: “Comienza cada día diciéndote a ti mismo: Hoy me reuniré con la interferencia, la ingratitud, la insolencia, la deslealtad, la mala voluntad y el egoísmo”.

Quizá en la hegemonía del “pensamiento positivo”, las palabras de los estoicos destilen un sabor amargo, pero en realidad este tipo de ejercicio puede empujarnos lejos de la depresión y el abatimiento para animarnos a celebrar todo lo que tenemos, aquí y ahora.

La visualización negativa puede ayudarnos a prepararnos para lo peor de la mejor manera, para que nada nos tome por sorpresa y no nos sintamos tan abrumados o abatidos cuando la adversidad toque a nuestra puerta – algo que ocurrirá antes o después.

¿El secreto? Aplicar esta técnica en su justa medida, evitando convertirla en una excusa para alimentar el pensamiento catastrofista. Hay que tener en cuenta que sus principales objetivos son rebajar nuestras expectativas para evitar desengaños y aprender a no dar nada por sentado.

Una manera constructiva de aplicar la visualización negativa de los estoicos consiste en escribir cada día tres cosas valiosas que tenemos. Imaginando lo tristes o defraudados que nos sentiríamos sin ellas, podemos revalorarlas aún más, experimentar gratitud y cuidarlas de la mejor manera posible.

Como por arte de magia, cuando comenzamos a centrarnos en lo que tenemos, en vez de lo que no tenemos, las quejas desaparecen de nuestra vida. “Un hombre sabio es aquel que no llora por las cosas que no tiene, sino que se regocija por las que tiene”, sentenció Epicteto.

2. Amor Fati
Amor fati es una frase latina que significa “amor a tu destino”. Es una mentalidad estoica que implica aceptar todo cuanto nos sucede en la vida, incluido el sufrimiento y la pérdida, como algo positivo o de lo cual obtener una enseñanza porque nos ha permitido convertirnos en la persona que somos hoy. Según los estoicos, ese era el camino para vivir de manera más serena y feliz, lejos de las quejas banales.

Epicteto resumió esta idea: “No intentes que las cosas sucedan de la manera que quieres; más bien, desea que lo que sucede, suceda como sucede: entonces serás feliz”.

El amor fati significa que sentimos que todo lo que sucede forma parte de un proceso, de un camino de aprendizaje que debemos seguir para crecer como personas. Sin embargo, ese destino no se entiende como inevitable, no asumimos un papel pasivo, sino que tenemos la posibilidad de construir, dentro de los límites impuestos por el azar – entiéndase nuestra sociedad, cultura, familia….

El azar desempeña un papel importante, pero tenemos la posibilidad de reaccionar de dos maneras: negarlo y vivir como si la propia vida fuera una carga pesada, lamentándonos por todo lo que nos ocurre; o aceptarlo y asumir que en la vida algunas veces se gana y otras se pierde. O sea, si aceptamos los triunfos también debemos aceptar las derrotas y si aceptamos la alegría toca aceptar la tristeza porque uno no existiría sin el otro.

Sin embargo, el amor fati no implica simplemente aceptar la realidad, sino de abrazarla. El objetivo es pasar del “no estoy de acuerdo con lo que me ha sucedido” al “asumo lo que sucedió y voy a sacarle provecho”.

Existen muchas maneras de aplicar el amor fati. Un ejercicio sencillo consiste en mirar atrás, a las situaciones adversas que hemos enfrentado, e intentar comprender cómo nos han fortalecido o qué enseñanzas nos han brindado.

Al respecto, Nietzsche, que en ciertos aspectos podría considerarse un filósofo estoico, escribió: “Mi fórmula para expresar la grandeza en el hombre es amor fati: el no-querer que nada sea distinto ni en el pasado ni en el futuro ni por toda la eternidad. No solo soportar lo necesario, y aún menos disimularlo ―todo idealismo es falsedad frente a lo necesario― sino amarlo”.

Debemos recordar que solo cuando abrazamos la vida, con sus luces y sombras, con las dichas y desgracias, desarrollaremos la actitud adecuada para aprovecharla plenamente, hasta la última gota.
https://rinconpsicologia.com/como-dejar-de-quejarse-estoicos/
 
Efecto Garcìa: qué es y qué nos sobre el condicionamiento clásico


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Seguro que te ha ocurrido alguna vez, que después de ingerir algún tipo de alimento y sentir dolor de tripas, acabas rechazando (de forma consciente o inconsciente) volver a comer ese alimento, al menos por un tiempo.

Pero, ¿por qué ocurre esto? Se puede explicar a través del efecto García, un fenómeno del condicionamiento clásico.

Este fenómeno, descubierto por el psicólogo americano John García en los años 50, consiste en un tipo de condicionamiento aversivo al sabor, que se empezó a estudiar con ratas. En este artículo conoceremos cómo se descubrió este efecto, en qué consiste y por qué se produce.

Efecto García: ¿en qué consiste?
El efecto García es un fenómeno que encontramos dentro del condicionamiento clásico, y que alude al hecho de que un Estímulo Condicionado (EC) exteroceptivo (por ejemplo una luz o un sonido) se asocia más fácilmente con un Estímulo Incondicionado (EI) exteroceptivo, y que un EC interoceptivo (por ejemplo un tipo de comida) se asocia más fácilmente con un EI interoceptivo.

Un ejemplo de este efecto sería cuando sentimos dolor de estómago, o náuseas, y acto seguido lo relacionamos con algo que hemos comido; da igual que el dolor o las náuseas se produzcan por cualquier otra razón externa, que la mayoría de las veces lo relacionaremos con comida.

Esto ocurre porque se produce un condicionamiento selectivo acorde al tipo de estímulo; es decir, asociamos la naturaleza del estímulo con la naturaleza de la respuesta, que debe ser la misma (en este caso, un origen interno). Pero, ¿cómo se llegó al descubrimiento del efecto García? Vayamos al origen.

Origen del condicionamiento aversivo
El origen del estudio del condicionamiento aversivo al sabor lo encontramos alrededor de los años 40. Para la realización de estos estudios, se utilizó veneno a fin de erradicar plagas de ratas y ratones. Recordemos que el condicionamiento aversivo implica aprender una respuesta de rechazo hacia algún tipo de estímulo.

Concretamente, este tipo de condicionamiento del que hablamos está asociado al sabor o al olor de ciertas comidas (que serían el estímulo aversivo).

Diez años más tarde, hacia los años 50, John García, un psicólogo americano, se interesó en estudiar el condicionamiento aversivo. Fue el creador del llamado “Efecto García”. Este psicólogo y investigador estudió en la Universidad de California (Berkeley) y posteriormente empezó a trabajar en San Francisco para la Marina.

Experimentos de John García
Fue en San Francisco donde, a través de sus experimentos con ratas, J. García les aplicó a las mismas radiaciones ionizantes para provocarles dolores gástricos. Acto seguido observó cómo éstas dejaban de beber agua de la botella de plástico, ya que habían asociado el dolor de barriga (respuesta condicionada interna) con el plástico de las botellas de agua (estímulo condicionado interno).

También lo estudió con comida, y el efecto era el mismo. Esto se producía aunque el causante del dolor de barriga fuera otro. Según él, y lo que define el propio efecto García, las ratas asociaban estos dos estímulos (que en realidad, no tenían nada que ver, porque el dolor de barriga era causado por otro estímulo, la ionización), porque tenían la misma naturaleza interna.

Así, el efecto García hace referencia a un tipo de reflejo condicionado de rechazo a determinados alimentos y sabores. En este caso expuesto, el estímulo de rechazo sería el agua contenida en las botellas de plástico.

Variaciones en los experimentos
John García utilizó otra técnica para demostrar el efecto García; lo que hizo fue cambiar el sabor del agua de las botellas de plástico, añadiendo sacarina en el recipiente. Se trataba así de un nuevo sabor para las ratas. J. García incorporó una luz roja en el recipiente con el agua+sacarina.

Comprobó cómo las ratas seguían rechazando el agua (en este caso, con un nuevo sabor), pero no rechazaban la luz roja que contenía el recipiente. Este último fenómeno refuerza la idea fundamental del efecto García, que alude a la naturaleza de los estímulos, considerando que debe ser la misma para que se produzca el condicionamiento (en este caso, la luz es un estímulo externo, y el dolor de tripa es interno).

Rechazo de su investigación
Al principio, las investigaciones de John García fueron rechazadas por la comunidad científicaporque no seguían los principios básicos del condicionamiento clásico, considerados éstos como verdaderos. Es por esto que revistas científicas de prestigio, como por ejemplo Science, se negaron a publicar sus hallazgos.

Características del fenómeno psicológico
Es interesante explicar las aportaciones novedosas que realizó John García al campo del condicionamiento clásico, a partir del fenómeno del efecto García. Estas aluden también a las características de dicho efecto, y fueron las siguientes:

Por un lado, determinó que el condicionamiento podía conseguirse sólo a través de una exposición, y que no siempre era necesario que se produjeran muchas exposiciones para alcanzar el condicionamiento o aprendizaje. También sostuvo que el condicionamiento era selectivo; en el caso de las ratas, éstas asociaban el dolor de barriga (respuesta interna) con la comida o la bebida (estímulo interno).

En cambio, no asociaban el dolor con estímulos externos (por ejemplo una luz roja), aunque estuvieran apareados en el tiempo; esto es así porque el efecto García defiende la asociación de estímulos de la misma naturaleza.

Además, otra novedad que propone J. García fue que el intervalo de tiempo que acontecía entre los estímulos condicionados (en este caso, el sabor y el olor de la comida) y la respuesta incondicionada (dolor de tripa) que se acaba condicionando (a rechazo del alimento), era prolongado.

Dicho intervalo podía llegar incluso a las 6 horas. Es decir, que podían pasar hasta 6 horas desde que el animal comía hasta que padecía el dolor de barriga, y que de todas formas se producía el condicionamiento y el aprendizaje de que “la comida me ha causado este dolor, por lo tanto rechazo la comida”. Finalmente, el efecto García es un fenómeno resistente al desaprendizaje, es decir, que es difícil de extinguir (cuesta que desaparezca).

Ejemplos en la vida cotidiana
Otra característica en el fenómeno de J. García es que el hecho de que el animal (o la persona) conozca que la reacción o malestar (dolor de barriga) se produce por una enfermedad (por ejemplo gripe o cáncer), no evita que siga rechazando dicha comida.

Esto también se observa en pacientes con cáncer, que acaban desarrollando un rechazo hacia la comida que han consumido previamente a una sesión de quimioterapia si ésta última les ha producido náuseas o vómitos; así, aunque la persona “sabe” que la comida no le ha causado las náuseas y los vómitos, su organismo sigue rechazándola porque la asocia con estos síntomas.

Otros animales
El efecto García también se demostró en otros animales como los coyotes. J. García observó cómo éstos generaban una respuesta condicionada de rechazo a alimentos envenenados. Para conseguir este condicionamiento, como en el caso de las ratas, bastaba una sola exposición.

Se llegó incluso a conseguir que los coyotes rechazaran la carne de oveja inyectando veneno en la misma. De esta manera, estos animales acabaron asociando el malestar gástrico con el sabor de la carne y por lo tanto, finalmente rechazaron comer este tipo de carne. También se demostró el efecto García en los cuervos, que, utilizando el mismo mecanismo, se consiguió que rechazaran comerse los huevos de las aves.

Referencias bibliográficas:
  • Bayes, R. y Pinillos, J.L. (1989). Aprendizaje y condicionamiento. Alhambra: Madrid.
  • Garcia, J., and R. A. Koelling. (1966). Relation of cue to consequence in avoidance learning. Psychonomic Science, 4: 123 - 124.
  • Garcia, J., Ervin, F. R. and Koelling, R. A. (1966). Learning with prolonged delay of reinforcement. Psychonomic Science, 5 :121 - 122.
TÓPICOS



Laura Ruiz Mitjana
Psicóloga

Graduada en Psicología por la Universitat de Barcelona, con Máster en Psicopatología Clínica Infantojuvenil por la Universitat Autònoma de Barcelona. Especializada en Trastornos del Neurodesarrollo. Actualmente trabaja como Psicóloga infantil en la Associació Catalana del Síndrome X Frágil. Autora del libro "Vivir de memoria" (Editorial Círculo Rojo, 2018). Aficionada del deporte y la lectura.

https://psicologiaymente.com/psicologia/efecto-garcia
 
Protocolo de evaluación de riesgo de su***dio, y señales de alerta.


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En los últimos años, la tasa del su***dio ha aumentado de manera significativa en varios países del mundo; sin embargo, para muchas personas esto sigue siendo un tema tabú y no están informadas ni saben identificar señales de alerta, por lo tanto, se complica la posibilidad de prevenirlo.

Esto está relacionado con la poca sensibilidad que hay en muchos países acerca de la salud mental, ya que muchas veces el su***dio es una de las consecuencias de padecer algún trastorno mental que no fue tratado adecuadamente, o que nunca lo fue en absoluto.

La ideación suicida es algo que puede llegar a experimentar cualquier persona, y es por eso que es importante que conozcamos del tema, sepamos qué es verdad sobre el su***dio y qué son mitos, y cómo poder ayudar a una persona que conocemos que está pasando por un momento difícil y tiene ideación o ha tenido intentos suicidas.

Características del su***dio
Las principales características comunes del su***dio son las siguientes.

1. Estímulo
Lo que lleva a una persona a cometerlo es normalmente un dolor psicológico insoportable.

2. Propósito
El propósito es buscar una solución a ese dolor que siente.

3. Emoción
La persona puede experimentar diversas emociones como vergüenza, culpa y desesperanza.

4. Actitud interna
En muchos casos, el individuo presenta un sentimiento de ambivalencia en cuanto al hecho, por una parte, quiere morir para acabar con ese dolor pero por otra espera ser rescatada; una lucha entre nuestra pulsión de vida y nuestra pulsión de muerte.

5. Meta
Parecido al propósito, la meta es terminar con la consciencia de sí mismo que carga todo el dolor psicológico.

6. Estado cognoscitivo
La persona se encuentra en un estado de constricción en el que ve como única opción el su***dio y difícilmente puede ver otras alternativas para conseguir la meta.

La prevención del su***dio: señales de riesgo
Cada persona puede expresar o comunicar su ideación suicida a su manera, ya sea de forma verbal o no verbal. Puede ser sencillo reconocerlo cuando abiertamente dice frases como “no sirvo para nada”, “ya no quiero vivir”, “todos estarían mejor si me muero”, “mi vida no tiene sentido”, entre otras; sin embargo, hay señales que no son tan fáciles de identificar y pueden pasar desapercibidas como el hecho de que la persona se vuelva más apática, que empiece con arreglos específicos para dejar “en orden” sus cosas, que tenga patrones irregulares de sueño, que se deshaga de pertenencias que aprecia, o que presente ánimo depresivo.

Cuando se realiza una intervención psicológica con un paciente que tiene ideación suicida y/o que ha tenido intentos de terminar con su vida, será importante comenzar a indagar utilizando palabras o términos que hayan sido dichos por el mismo paciente, para evitar que éste se sienta juzgado o que se hagan interpretaciones incorrectas de la situación.

En estos casos, los psicólogos hacen preguntas neutrales evitando que sean de crítica o de enjuiciamiento. Con esto se puede establecer una relación de confianza paciente-terapeuta, ya que no se sentirá juzgado y sabrá que el terapeuta realmente está interesado en ayudarle.

Protocolo para evaluar la ideación suicida
Para la evaluación de la peligrosidad, será importante tomar en cuenta 3 variables:

1. Plan
¿Hasta qué punto se ha llegado lejos con la idea? Se evalúa si tiene los medios para llevarlo a cabo o cuál es la dificultad o facilidad para conseguirlos.

2. Historia de intentos previos
Se pretende saber cuántos han sido, cómo han sucedido y cómo han resultado; en cada intento aumenta la posibilidad de que sea exitoso.

3. Voluntad de hacer uso de auxiliares externos
Los pacientes solitarios suelen estar en mayor riesgo, pues no hay nadie que pueda apoyar en la contención; si el paciente es renuente a pedir ayuda, se deberá idear un plan de contingencia.

El objetivo es poder ganar tiempo para asegurar el bienestar del paciente y que se pueda llegar a un acuerdo con él.

  • Quizás te interese: "Medicina: una profesión con alto riesgo de su***dio"
Mitos sobre este tema
A pesar de que ya se han logrado cambiar algunas ideas en torno al su***dio, aún quedan algunos mitos que pueden dificultar o impedir la prevención del mismo. Son las siguientes ideas falsas.

  • Los intentos de su***dio son para llamar la atención.
  • Las personas que realmente quieren terminar con su vida, no avisan, simplemente lo hacen.
  • Las que se suicidan son egoístas o valientes (puede cambiar la perspectiva de las personas).
  • Si en los medios de comunicación se da información, provoca que más personas lo hagan.
  • El su***dio no se puede prevenir.
Los intentos de su***dio son una manifestación de desesperación, frustración y dolor psicológico; el que alguien cometa un su***dio no significa que sea egoísta o valiente, sino que refleja a una persona con un nivel de sufrimiento muy alto. Normalmente las personas “avisan” o transmiten de cierta forma su deseo de morir, aunque desafortunadamente no siempre lo percibimos y no sabemos cómo leer las señales que nos dan.

La publicación de información responsable y certera en los medios de comunicación es una herramienta muy útil de prevención, porque sí, sí es prevenible el su***dio.

Referencias bibliográficas:
  • su***dio y Psiquiatría. Recomendaciones preventivas y de manejo del comportamiento suicida. Bobes García J, Giner Ubago J, Saiz Ruiz J, editors. Madrid: Triacastela; 2011
TÓPICOS



María José Rosas Carmona
Estudiante de Psicología Clínica

Estudiante de Psicología Clínica del Tec de Monterrey, campus Monterrey. Ha hecho servicio social en el ámbito de educación especial y en un centro de rehabilitación de trastornos mentales. Actualmente es parte de un proyecto enfocado a la reinserción social de internos de penales de Nuevo León

https://psicologiaymente.com/clinica/evaluacion-riesgo-su***dio-senales-alerta
 

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Generación Z: antes mentíamos a los padres para salir, ahora mienten a los amigos para quedarse en casa
Cambian las salidas a la calle por el uso de las tecnologías



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MANUELA SANOJA
29 SEP 2019



Muchos hemos tenido ese amigo o amiga que, durante la adolescencia, mentía a sus padres sobre dónde iban a estar un viernes o un sábado por la noche. En lugar de estar “en casa de María viendo una película” se iban a intentar entrar en alguna discoteca para mayores de edad. Las tornas parecen haber cambiado: los jóvenes pertenecientes a las nuevas generaciones prefieren poner excusas a sus amigos para pasar las noches de los días libres en casa. Al parecer, se trata de una cuestión generacional: en general los más jóvenes salen menos de fiesta. Algo que se refleja en los datos de actividades relacionadas con la vida nocturna.

Según una encuesta realizada por Berenberg Research en 2018, las generaciones más jóvenes están disminuyendo los datos del consumo de alcohol. La tendencia empezó con los millennials, definidos por el Pew Research Center como "los primeros en llegar a la mayoría de edad en el nuevo milenio" (que nacieron entre 1981 y 1996). Sin embargo, son los miembros de la generación z (nacidos desde 1997) los que marcan la diferencia. En la actualidad, solo un 30,2% de los jóvenes en torno a los 17-18 años (en el último curso de bachillerato) reconocen consumir este tipo de bebidas, frente a al 54% que lo hacía en 1991, reflejan los datos del Pew Research Center.


No solo es el consumo de alcohol. Existe una disminución de las actividades consideradas como adultas entre los adolescentes de la generación posmillennial. También prefieren no conducir y tienen menos relaciones sexuales de lo que lo hacían las generaciones anteriores a su edad, revela un estudio llevado a cabo por la Universidad de San Diego y el Bryan Mawe College. En general, los miembros de la generación Z prefieren quedarse sentados en casa que salir a la calle, apunta esta investigación. ¿Y la clave de su entretenimiento? Las redes sociales.


Expresar emociones a taravés de emojis
Esta mayor tendencia a "reclutarse en casa con la tecnología", explica Mercedes Bermejo, psicóloga infantojuvenil y de familia, e integrante del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COPM). Esto hace que "las personas jóvenes estén dejando de desarrollar las competencias emocionales para relacionarse con otras", indica la experta, quien añade que parecen haber perdido el interés por expresar sus emociones o ver cómo están los demás: "Ahora si estás triste no lo comunicas, simplemente pones un emoji con una carita".

Se nota en las consultas de los especialistas: "Efectivamente, hay cada vez más casos de adolescentes con tendencia al aislamiento", afirma la psicóloga. "Es lo que se conoce como hikkomori, un término japonés que se refiere a los jóvenes que se desconectan de la realidad. Dejan de salir con sus amigos, de hacer deporte y hasta de ir al instituto", continúa la experta, quien indica que en España "hay en torno a unos 200 casos".

El problema no está en que no consuman alcohol —un hábito dañino para la salud— o tengan menos relaciones sexuales, sino en las consecuencias que este aislamiento conlleva para su salud mental, aclara Bermejo. Y los datos la respaldan: enfermedades como la depresión están creciendo entre los más jóvenes. Según la Encuesta Nacional sobre Uso de Drogas y Salud de 2017, un 13% de los adolescentes entre 12 y 17 años reconocen haber tenido al menos un episodio depresivo en ese año, frente a un 8% en 2007.


Un problema que va más allá de las familias
"Es importante que todos tomemos conciencia de la gravedad", dice Bermejo, que añade que se trata de un problema de la comunidad en conjunto y no solo de las familias. Aunque son los padres quienes pueden detectarlo: "Cuando ven que sus hijos pasan más tiempo en lo virtual que en lo real, cuando no disfrutan de las relaciones normales, cuando empiezan a tener respuestas hostiles o empiezan a descuidar su higiene".

La solución pasa por promover otro tipo de conductas desde la infancia. "Si, por ejemplo, desde pequeños juegan al fútbol o al hockey, es más probable que en la adolescencia sigan manteniendo las relaciones con los demás miembros de su equipo. También hay que tomar medidas para sensibilizar como charlas, conferencias o seminarios, escuelas de padres y actividades de ocio entre los jóvenes. De lo contrario, el aislamiento puede acabar en enfermedades futuras", concluye la experta.

https://elpais.com/elpais/2019/09/27/buenavida/1569597592_555709.html?por=mosaico
 
Cómo ayudar a los adolescentes en duelo

PATRICIA DÍAZ, PSICÓLOGA INFANTO-JUVENIL DE FMLC


© Malagón



Son muchas las personas que nos consultan sobre cómo abordar a los adolescentes y tratar con ellos el tema del duelo y la muerte. Entre todos ellos, hay una preocupación que se repite especialmente: qué hacer cuando un adolescente pierde una persona importante en su vida, ya sea un amigo, un progenitor, un abuelo, un hermano o un profesor significativo.

En este artículo vamos a intentar abordar, de manera general, algunas guías claras para tratar el duelo en los adolescentes.


El duelo y la inseguridad adolescente
En primer lugar, hay que tener en cuenta el momento evolutivo en el que se encuentran: los adolescentes sufren un montón de transformaciones durante este periodo, no se trata únicamente de un proceso hormonal duro -al que quitamos importancia-, sino de grandes cambios físicos y cognitivos durante los cuales tiene que crearse una imagen adecuada de su cuerpo y del mundo.

Si a esto le unimos un duelo por alguien significativo, que era fuente de seguridad para él, es probable que el adolescente vea cómo su mundo en construcción se tambalea y su supuesta seguridad caerá unos peldaños, mientras intenta aparentar una falsa normalidad. Dos máximas en el pensamiento adolescente son: “Yo puedo con todo” y “Aquí no pasa nada, todo está bien”. Así que hay que estar prevenido ante estas actitudes. No es que no les duela, sino que simplemente en ese momento no pueden ni quieren manejar ese dolor.


La búsqueda de autonomía
El adolescente se encuentra en un proceso de búsqueda de independencia y autonomía, de modo que es normal que busque ser lo opuesto a sus padres y a los adultos que le rodean. En cierto modo busca independencia y, por otro lado, dejar huella. Esta búsqueda de autonomía implica en muchos casos que se establezcan malas relaciones entre los adolescentes y las figuras significativas que les rodean: se saltan los límites, las normas, tienen conductas inadecuadas, se enfadan con sus amigos, cambian sus prioridades.

Si en ese momento tiene lugar la pérdida de un ser querido, es posible que el adolescente interprete que esa persona fallecida no sabía el cariño real que le tenía y se quedará con esos momentos malos; es decir, el adolescente puede polarizar su pensamiento y creer que son más significativos los malos momentos que toda la gama de buenos momentos vividos, que normalmente pasan a un segundo plano.


La importancia del grupo para el adolescente
El grupo es importante, desde dos puntos de vista diferentes. Una de las quejas habituales de los adultos que conviven con los adolescentes es la incomunicación que perciben. Sin embargo, esto es algo común: los adolescentes hablan de sus cosas con sus amigos, así que es normal que decidan compartir sus sentimientos con sus iguales y no expresen su tristeza o dolor con los adultos, ya que se sienten más comprendidos por sus pares.

Por otro lado, el adolescente no quiere ser el diferente, “el raro”, y la muerte los hace distintos a sus iguales, los hace más vulnerables y frágiles, así que no debemos sorprendernos si muestran un comportamiento de aparente normalidad: no quiere decir que no les duela, sino que no quieren significarse, ni ser diferentes.


El silencio como protección ante el dolor
El adolescente suele ser inexpresivo. Esto no debe preocuparnos, ya que se protegen de las emociones de este modo: intentan no expresar e incluso amoldan sus sentimientos, así que no hay que tacharlos de insensibles si, por ejemplo, están en el tanatorio rodeados de sus amigos, fuera, o incluso riéndose. Esto tiene que ver con la apariencia de normalidad que comentábamos antes y con la necesidad de protegerse del dolor.

A menudo también se trata de proteger a los demás de su dolor, pues creen que si no lo expresan, el adulto doliente va a estar mejor que si ellos añaden su pena a la suya: intentan proteger al adulto de una preocupación más. Es conveniente que les demos un espacio propio para expresar ese dolor del modo que sea. A menudo ellos se expresan mejor a través de la música, de escritos, dibujos, etc.


Escuchar al adolescente, pero sin agobiarle
Una de las tareas más complicadas para los adultos es no agobiar al adolescente. En general para sus allegados suele ser difícil, primero porque están preocupados, quieren que esté bien, que recupere su normalidad y muchas otras cosas.

Por este motivo, los adultos tendemos a asediarles con preguntas como: “¿Estás bien?”, “¿Necesitas algo?”, “¿Te gusta así?”, “¿Cómo te encuentras hoy?”, “¿No se te ha pasado aún?” y otras mil preguntas relacionadas con su cuidado, con el que a menudo no estamos familiarizados, ya que no hemos vivido una experiencia como ésta antes. Por ello, hay que tener cuidado para que no se produzca un distanciamiento y un bloqueo por “atosigar” al menor.


Cómo actuar ante un adolescente en duelo
Aunque las peculiaridades del adolescente en duelo son muchas, a la hora de indicar los consejos más significativos para atenderle, señalaríamos como prioritario dejarle su espacio, sin atosigarle, manteniéndonos cerca por si nos necesita, y propiciar medios de expresión alternativos. Hay que tratarle con mucha paciencia ante sus actitudes adolescentes y con comprensión, porque, aunque parezcan insensibles, les duele tanto o más que a los adultos que forman parte de su vida.

Es normal que estén enfadados por la muerte del ser querido y lo paguen en el ámbito familiar, así que hay que ser tolerantes. Aunque intentan aparentar normalidad, aún son niños frágiles que luchan por hacerse un hueco en el mundo adulto y se protegen con actitudes que suelen desesperar a los mayores.

Para saber más sobre la atención del duelo en menores, podéis acudir a nuestro servicio gratuito de Psicoterapia de duelo infantil, solicitar que impartamos una charla gratuita para padres y profesores en vuestro centro educativo (a través de este proyecto) o consultar nuestro manual práctico «Hablemos de Duelo», que ofrece pautas para ayudar a los adultos a hablar de la muerte con los niños y da claves sobre cómo viven el duelo los menores según su edad.

También incluye un apartado sobre cómo atender el duelo en el colegio y cómo ayudar a afrontar el duelo a las personas con discapacidad intelectual. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web:

www.fundacionmlc.org.


 
El duelo en adolescentes: Cuando se muere el amigo de mi hijo

Posted on junio | by FMLC
PATRICIA DÍAZ, PSICÓLOGA INFANTO-JUVENIL DE FMLC



© Malagón




Es muy frecuente que durante la adolescencia se produzcan fallecimientos significativos en el entorno del menor. Hace unas semanas hablábamos de cómo atender el duelo en adolescentes. Sin embargo, hay una pérdida que marca un antes y un después en la vida de un adolescente: la pérdida de uno de sus mejores amigos.
Los adolescentes son seres sociales. El grupo de amigos es uno de los pilares más importantes para su desarrollo, las opiniones de los amigos “van a Misa”, todos tienen unos gustos parecidos, un estilo similar, comparten confidencias, etc. Dentro del grupo de amigos siempre hay alguno que destaca por intimidad, al que normalmente el menor se siente muy unido, es con quien más confidencias comparte y a quien busca para pedir opinión.

Qué supone la muerte de un amigo para un adolescente
Hoy en día una amistad íntima entre adolescentes implica que pasan horas chateando por whatsapp, hablan por Facebook y Tuenti, y se etiquetan en todas las fotos porque comparten planes. En definitiva, los padres opinan que parecen gemelos o clones.
Así que resulta fácil imaginar lo que supone la pérdida de un amigo para un adolescente, a grandes rasgos:

Pérdida de un confidente.
Pérdida de un referente.
Disminución de la comunicación con sus iguales: En muchas ocasiones su amigo era la principal comunicación, llegándole a dedicar tanto tiempo que se produce el aislamiento social con otros iguales. Los adolescentes viven por y para sus amigos
Culpa por todo lo que no se le dijo, o por todo lo contrario. Ya sabemos que los adolescentes a veces tienen relaciones tortuosas, un día están bien y al otro mal, y lo mismo pasa con los amigos que un día son “lo mejor” y otro “lo peor”, así que ante una pérdida se pueden dar ambas situaciones: lo que ha quedado por decir o lo que se dijo y no se reparó… Al final, la conclusión a la que llega el adolescente es la misma: ¿Sabría mi amigo la verdad?

– Sensación de injusticia
. La sensación de que aún le quedaba mucho por vivir: los adolescentes, al igual que muchos adultos, perciben la muerte en términos de justa e injusta, pero la muerte es únicamente fin de vida. Es igual para todo el mundo, salvo que el momento es distinto. Se tiende a pensar que, cuanto más joven fallece una persona, más injusta la muerte, y perdemos de vista la universalidad de la muerte, una de las cuatro premisas básicas a las que hacemos referencia continuamente en nuestra guía y en muchos de nuestros artículos.

Vacío existencial. Ante estas pérdidas, los adolescentes piensan que una parte de su vida ya no tiene sentido.

Pérdida de planes de futuro: es muy normal que los y las adolescentes hagan planes conjuntos de lo que van a estudiar, de vida, de viajes… Y al sufrir esa pérdida, los planes se viven como irrealizables.

Enfado: Igual que el adulto, se enfadan por la pérdida, por todo lo que ha quedado interrumpido y les afecta.

Ambivalencia: Son relaciones de amistad, todo el mundo les indica que ya deberían superarlo y que no deberían estar tan tristes, pero la mayoría de las veces perdemos de vista que son relaciones dependientes, y que implican más cosas de lo que los adultos nos imaginamos.

Incomprensión: El resto de sus iguales que no tenía esa relación tan íntima con el fallecido, recuperan la “normalidad” en su vida antes, una vida normalmente llena de exigencias académicas, sociales, familiares… y ellos se sienten muy incomprendidos, porque no pueden compartir con nadie cómo se sienten.


Cómo ayudar a un adolescente que ha perdido a su amigo
Es muy difícil ayudar a los adolescentes en este punto, pero sí hay algunas cosas que podemos hacer o evitar. He aquí algunos ejemplos:

– Demostrarles que estamos para lo que necesiten, sin agobiarles.
Intentar ponernos en su situación.
– Valorar la pérdida.
– No usar frases como: “Hijo, hay más amigos”.“Tampoco es para tanto”.“No se acaba el mundo”.“Tienes mucha vida por delante”.“Ya se te pasará”.
– Permitirles que acudan a los homenajes y celebraciones.
– Ser conscientes de que harán sus propios homenajes y celebraciones.
– No apremiarles esperando una fecha para que se les pase.
– Ayudarles desde el cariño a ver las actitudes que no les ayudan y a retomar la normalidad en su vida.


Recomendaciones para atender al adolescente en duelo
No hay que perder de vista que los amigos son el eje central en la vida de un adolescente, y son imprescindibles para su desarrollo, de ahí que haya que tratarlo como una pérdida muy significativa en un periodo de muchos cambios y crisis. Si tenéis preguntas, no dudéis en escribirnos o contactar con nuestro servicio gratuito de psicoterapia infanto-juvenil.

Para saber más sobre la atención del duelo en menores, podéis acudir a nuestro servicio gratuito de Psicoterapia de duelo infantil, solicitar que impartamos una charla gratuita para padres y profesores en vuestro centro educativo (a través de este proyecto) o descargar gratis nuestro manual práctico «Hablemos de Duelo», que ofrece pautas para ayudar a los adultos a hablar de la muerte con los niños y da claves sobre cómo viven el duelo los menores según su edad.

También incluye un apartado sobre cómo atender el duelo en el colegio y cómo ayudar a afrontar el duelo a las personas con discapacidad intelectual. La guía está disponible gratuitamente para su descarga en nuestra página web:
www.fundacionmlc.org.

 
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