Cuadernos de Psicología.

Violencia intrafamiliar: Cuando víctima y maltratador viven bajo el mismo techo

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La violencia intrafamiliar es una triste realidad que se ha asentado en muchos hogares dejando a su paso profundas heridas emocionales. Ya sea la violencia de pareja, filio-parental o entre hermanos, sus consecuencias son devastadoras para quien la sufre, afectando seriamente el equilibrio familiar.

Las víctimas de la violencia intrafamiliar suelen ser las personas más vulnerables y dependientes, como los niños, las mujeres, los ancianos o los enfermos. Sin embargo, en todas las relaciones donde exista un gran desequilibrio de poder, hay una persona propensa a convertirse en la víctima de un maltratador.

Violencia doméstica: Un problema de proporciones crecientes
La preocupación de la sociedad por los casos de violencia intrafamiliar está aumentando, a la vez que crece la concienciación sobre una realidad que en el pasado quedaba limitada a la intimidad del hogar. Según la Organización Mundial de la Salud, aproximadamente un tercio de las mujeres que han mantenido una relación de pareja han sido víctimas de violencia física y/o sexual. En algunos países, la cifra de mujeres víctimas de violencia doméstica ronda casi el 40%.

De acuerdo con un estudio realizado en la Universidad de Tuzla, de las mujeres que sufren violencia intrafamiliar, el 33,3% son víctimas de maltratos físicos, el 25,2% sufren abusos sexuales y el 25,2% son maltratadas psicológicamente con frecuencia. De hecho, en el 96,4% de los casos, las víctimas sufren tanto violencia física como psicológica.


Si le echamos un vistazo a la situación de los niños, las cifras no son menos preocupantes. La ONU estima que cada año entre 133 y 275 millones de niñas y niños son víctimas de la violencia dentro de sus propios hogares, un espacio donde deberían encontrar protección y afecto.

Por lo general, las madres son quienes ejercen con más frecuencia la violencia hacia sus hijos e hijas. Pero son los padres quienes suelen cometer abusos sexuales y ejercen maltratos que generan lesiones graves o incluso mortales.

Con estas cifras en mente, la mejor manera para luchar contra la violencia intrafamiliar consiste en darle publicidad, sacándola de las cuatro paredes del hogar para eliminar el estigma que la rodea. Al fin y al cabo, como dijo Jean Paul Sartre: «La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso«.

¿Qué es la violencia intrafamiliar?
Por definición, la violencia intrafamiliar, también conocida como violencia doméstica, es aquella que ocurre en el seno de la familia, entre personas que comparten el mismo techo. Engloba un conjunto de acciones que atentan contra la integridad física, psicológica, social y/o económica de algún miembro de la familia.

La violencia intrafamiliar puede manifestarse como una violencia directa a través del maltrato físico, pero también puede adquirir tintes más sutiles. En ese caso se trataría de una violencia intrafamiliar psicológica marcada por comportamientos como el acoso, la intimidación, las humillaciones, la coerción económica y/o el tratamiento de silencio (dejar de hablarle a alguien como castigo).

El perfil del maltratador
Cuando se hace referencia al maltratador, casi siempre se caricaturiza. A menudo se piensa en personas con bajo nivel educativo y económico, incluso con problemas de consumo de sustancias. Sin embargo, la violencia intrafamiliar puede colarse en cualquier hogar porque el perfil del maltratador es más amplio.

De hecho, si dejamos a un lado los estereotipos y un grupo de personas se reuniera en una habitación, sería difícil determinar quiénes son los hombres y mujeres maltratadores porque no existen signos externos que los desvelen. El perfil del maltratador psicológico, por ejemplo, incluye rasgos como la aparente amabilidad. Por eso, a muchas personas del entorno cercano les resulta difícil imaginar lo que sucede entre las cuatro paredes del hogar. Muchos maltratadores son muy hábiles cubriendo sus huellas.

No obstante, las características del maltratador más comunes son:

  • Busca controlar a la víctima. El maltratador siempre intentará dominar y controlar completamente a su víctima. Construirá una relación de dependencia y sometimiento en la que asumirá el control de la situación. Para lograrlo someterá a su víctima, ya sea recurriendo a métodos físicos o psicológicos.
  • Baja autoestima. Aunque el maltratador proyecta una imagen de seguridad y poder, en realidad posee una baja autoestima. La violencia y el control que ejerce sobre los demás es la expresión de una escasa confianza en sí mismo, la cual les lleva a dominar a los demás para sentirse bien consigo.
  • Expectativas o demandas poco realistas. El maltratador exigirá a su víctima que se comporte tal y como desea, aunque sus exigencias no sean razonable. De hecho, esta persona suele albergar expectativas poco realistas que se traducen en demandas irracionales hacia su víctima.
  • Escasa tolerancia a la frustración. El maltratador es una persona que pierde la paciencia rápidamente. Cuando algo no sale según sus planes, se frustra con facilidad y descarga ese enojo en su víctima, que se convierte en su «saco de boxeo». Ello implica que se trata de personas rígidas que reaccionan mal ante el estrés.
  • Dificultades para gestionar sus emociones. El maltratador no se caracteriza precisamente por su granularidad emocional. Es una persona a la que le resulta difícil gestionar sus emociones, por lo que cuando se siente contento puede ser la persona más amable del mundo y desvivirse en atenciones hacia su víctima, pero cuando se enfada su modo de comportarse cambia drásticamente. En el fondo, esa labilidad emocional es una expresión de su incapacidad para reconocer y gestionar sus emociones asertivamente.
  • Hipersensibilidad. El maltratador suele ser una persona hipersensible, lo cual está dado por su baja autoestima. Es habitual que asuma cualquier comportamiento de los demás, y de su víctima en especial, como un ataque personal y reaccione poniéndose a la defensiva.
  • No asumir responsabilidades. Es raro que un maltratador asuma la responsabilidad por sus comportamientos. Lo habitual es que culpe a su víctima, lo cual la pone en una posición de indefensión total. El maltratador suele creer que la culpa de la agresión es de su víctima porque se ha comportado mal y así se lo hace saber.
En algunos casos, el maltratador también puede sufrir un trastorno de personalidad, o lo que se conoce como “personalidad acentuada, lo cual significa que aunque no padece un trastorno psicológico, presenta rasgos personológicos que se desvían de la norma. Las personalidades más propensas a cometer abusos son:

  • Personalidad antisocial. Se trata de personas que muestran un patrón de desprecio por los derechos de los demás y las reglas de la sociedad. Quienes padecen un trastorno de personalidad antisocial tienden a mentir, se comportan de manera agresiva, violan la ley y no suelen tener remordimientos por sus actos. Es el tipo de maltratador más peligroso ya que puede llegar a cometer actos físicos extremos contra su víctima.
  • Personalidad narcisista. Se trata de personas que se creen superiores a los demás, de manera que exigen su admiración y pleitesía. Quienes sufren un trastorno de personalidad narcisista exageran sus logros, son arrogantes, creen que tienen derecho a todo pasando por encima de los demás y no dudarán en explotarlos para lograr sus objetivos.
  • Personalidad límite. Se trata de personas que mantienen relaciones muy intensas e inestables, marcadas por los vaivenes de su estado de ánimo. Quienes padecen un trastorno de personalidad límite tienen problemas para controlar sus impulsos, por lo que pueden reaccionar con una ira desmesurada, desarrollando a menudo una actitud paranoica.
El perfil de la víctima
Aunque solemos pensar en la víctima como en una persona dependiente y sin fuerza de voluntad, lo cierto es que se trata de estereotipos que no se corresponden plenamente con la realidad.

Cualquier persona puede convertirse en la víctima de un maltratador ya que generalmente la violencia intrafamiliar es el resultado de una relación de dependencia y sumisión que se ha ido gestando a lo largo del tiempo. Durante esos meses o años, el maltratador usa diferentes estrategias de manipulación, muchas veces basadas en el vínculo afectivo que ha construido con su víctima, para arrebatarle su autoestima y autoconfianza.

Obviamente, las personas que sufren un trastorno dependiente de la personalidad o que tienen rasgos dependientes muy acentuados serán más propensas a sufrir maltrato ya que sienten una necesidad excesiva de que se ocupen de ellas, presentando comportamientos de sumisión y experimentando un gran miedo a la separación o a ser abandonados.

Algunas características de las personas que pueden convertirse en víctimas con mayor facilidad son:

  • Dificultades para tomar decisiones si no reciben orientación y validación por parte de alguien más.
  • Necesidad de que otras personas asuman la responsabilidad en las áreas más importantes de su vida, de manera que suelen ceder con más facilidad el control, primero para las decisiones importantes y luego para las más nimias.
  • Miedo a expresar su desacuerdo por temor a perder el apoyo o la aprobación de los demás, lo que las pone en una situación de vulnerabilidad de sus derechos más básicos.
  • Se siente incómodo o desamparado cuando está solo, por lo que necesita mantener relaciones con los demás, que se convierten en su fuente de protección y apoyo.
  • Dificultades para cuidar de sí mismo dadas por una profunda inseguridad personal y la falta de confianza en sus capacidades.
El ciclo de la violencia intrafamiliar
Al incio de cualquier relación, es difícil que aparezca la violencia ya que normalmente el maltratador primero necesita dominar a su víctima. La violencia suele desatarse después de un tiempo, tras pasar por una serie de fases que es importante conocer.

Leonor Walker, una psicóloga estadounidense que ha dedicado décadas a investigar la violencia doméstica y de género, ha determinado las diferentes etapas del ciclo de abuso. No obstante, vale aclarar que cada relación es diferente, por lo que las fases pueden durar tan solo algunas semanas pero en otros pueden prolongarse durante años.

Fase 1. Acumulación de tensión
A medida que la relación avanza, se va acumulando el estrés y la tensión, de manera que el maltratador comienza a mostrar un comportamiento más agresivo hacia su víctima. En un primer momento esa agresividad se limita a los puñetazos en la mesa, dar portazos o romper cosas. De hecho, ese tipo de comportamientos violentos actúan como una válvula de escape para liberar la tensión.

Sin embargo, poco a poco la violencia que se centraba en las cosas se va desplazando hacia la persona. Es habitual que el maltratador comience con el abuso verbal y las humillaciones para luego pasar al maltrato físico.

En esta fase, la víctima responde intentando aplacar al maltratador con el objetivo de evitar los estallidos violentos. La persona intentará calmar al maltratador, hacerle entrar en razón, satisfacer sus necesidades e incluso anticiparse a las mismas para evitar que se enfade.

Esa actitud sumisa para evitar más peleas termina dando alas al maltratador, que intentará controlar cada vez más a su víctima, muchas veces generando una relación de dependencia y sometimiento. Lo más terrible es que en esta fase, la víctima ya comienza a sentirse culpable, cree que el maltratador reacciona violentamente por su culpa.

Fase 2. Explosiones agudas de violencia
En esta fase, el maltratador siente la necesidad de descargar la tensión acumulada, por lo que comienza a usar a su víctima como un «saco de boxeo», en el sentido literal o figurado, en el cual descargar todas sus frustraciones.

En comparación con la fase precedente, esta etapa del ciclo se caracteriza por un mayor grado de planificación. El maltratador no se deja llevar por sus impulsos, sino que realiza una elección consciente. Decide en qué lugares es más conveniente desatar su ira (normalmente en el hogar para que no haya testigos) y qué zonas del cuerpo golpear para que su víctima no levante sospechas.

En esta fase la víctima intenta calmar al maltratador o se protege como puede. Generalmente, debido a la relación de dependencia que se ha instaurado y los profundos daños a la autoestima, muchas víctimas sufren pasivamente esperando que la explosión de ira dure lo menos posible y sea lo menos destructiva posible. Esto denota que la víctima ha caído en la indefensión aprendida; o sea, se ha resignado a la violencia.

Fase 3. Arrepentimiento y Calma
Esta fase del ciclo de la violencia se caracteriza por la calma. El maltratador no se muestra violento e incluso saca a la luz su cara más amable y cariñosa. En algunos casos se arrepiente de lo que hizo y pide perdón, prometiendo que no volverá a suceder.

Generalmente la víctima le cree y se ilusiona pensando que el cambio realmente se producirá y será definitivo. También es habitual que perdone a su maltratador, sintiéndose aliviada e incluso contenta porque la pesadilla haya “terminado”.

En algunos casos, el maltratador incluso puede asumir la responsabilidad por lo ocurrido y promete buscar ayuda. El problema es que sin una intervención psicológica que le permita aprender técnicas de gestión del estrés y estilos relacionales más asertivos, es probable que el ciclo de violencia se perpetúe. De hecho, no es inusual que se produzca una escalada en la violencia ya que el maltratador pierde cada vez más el control.

¿Por qué la víctima de la violencia intrafamiliar no sale de esa relación tóxica?
Las estadísticas indican que las víctimas de violencia doméstica soportan una media de siete ataques antes de buscar ayuda o escapar de esa situación. En muchos casos, esa relación se mantiene durante años.

Hay que comprender que el hogar y la familia, como regla general, son nuestra principal fuente de seguridad emocional. Ser maltratado en el lugar donde supuestamente debemos estar a salvo es una experiencia psicológica devastadora que desmorona todas nuestras certezas y seguridades.

En sentido general, las principales razones que llevan a una persona a mantenerse en una relación abusiva son:

  • Dependencia económica. Es común en los casos de violencia paterno-filial, cuando los hijos dependen económicamente de los padres, o en la violencia de pareja, cuando la víctima no tiene otro sitio donde vivir ni posee medios de subsistencia propios.
  • Falta de apoyo emocional externo. La víctima se siente sola y no sabe a quien recurrir o no tiene una persona que pueda comprenderla y ayudarla a salir de su situación. Normalmente el maltratador ha ido haciendo un trabajo psicológico para hacer creer a su víctima que es su única fuente de apoyo. De hecho, es habitual que el maltratador aísle a su víctima de sus otros familiares y amigos, de manera que esta termina sintiéndose sola, sin saber a quién recurrir para recibir ayuda.
  • Negación o minimización del abuso. En algunos casos, la víctima puede negarse a reconocer el abuso, como un mecanismo de defensa para protegerse cuando siente que no tiene otra solución. Es común que la víctima le reste importancia al maltrato pensando que es algo habitual o buscando excusas para expiar al maltratador. Después de todo, si el maltratador es su principal fuente de ayuda y sustento, es comprensible que la víctima intente verlo con los ojos más positivos posible.
  • Culpabilidad y vergüenza por el abuso. Muchas veces las víctimas de violencia intrafamiliar terminan desarrollando la visión del mundo que les ha impuesto el maltratador, es habitual que se sientan responsables y culpables por lo que sucede. En algunos casos incluso sienten vergüenza, les da pena reconocer ante otras personas lo que pasa en su casa.
  • Amor. Puede ser difícil de entender, pero en muchos casos la víctima mantiene la relación de abuso simplemente porque ama al maltratador, o más bien, a la imagen idealizada que tiene de este.
Tipos de violencia intrafamiliar
  • Violencia de pareja. La violencia conyugal es toda aquella que ejerce uno de los miembros de la pareja sobre el otro con el objetivo de someter a la víctima, generando con ello daños físicos y psicológicos. Este tipo de violencia intrafamiliar es más común del hombre hacia la mujer, pero también existen casos en los que la víctima es el hombre, sobre todo cuando se ejerce una violencia psicológica.
De hecho, la violencia de pareja incluye una serie de comportamientos, actitudes, sentimientos y formas de relacionarse complejos que producen daño y malestar grave en la víctima, arrebatándole su dignidad.

Toda relación en la que exista un gran desbalance de poder y en la que uno de sus miembros someta y manipule al otro, implica una situación en la que se violentan los derechos del otro.

  • Violencia paterno-filial. Los padres deberían ser la fuente de apoyo y validación emocional de sus hijos, pero no siempre es así. En ocasiones se instauran situaciones de violencia doméstica en las cuales los niños se convierten en víctimas.
La violencia paterno-filial puede manifestarse de muchas maneras. El maltrato físico es una de las más comunes en la edad infantil ya que los niños se encuentran indefensos, y van desde golpes hasta quemaduras y sacudidas violentas que pueden provocar graves lesiones en los pequeños.

Una forma especial de este tipo de violencia intrafamiliar es la negligencia emocional, que implica que los padres no satisfacen las necesidades afectivas de sus hijos, asumiendo una actitud distante que en muchas ocasiones también genera una negligencia en la satisfacción de sus necesidades más básicas.

El maltrato psicológico también es frecuente, manifestándose bajo formas como la hostilidad verbal, desprecios, rechazos, indiferencia, amenazas y confinamiento. Estos tipos de maltrato influyen negativamente en el desarrollo de la personalidad infantil, impidiéndole desarrollar un apego seguro, que es indispensable para su posterior vida social y autoestima.

  • Violencia filio-parental. Este tipo de violencia, también conocida como violencia ascendente, es la que ejercen los hijos contra sus progenitores. La violencia filio-parental ha aumentado de manera significativa en los últimos años, tratándose de una serie de conductas reiteradas de agresión física (golpes, empujones, arrojar objetos), verbal (insultos repetidos, amenazas) o no verbal (gestos amenazadores, ruptura de objetos apreciados) dirigida a los padres o a los adultos que ocupan su lugar.
Aunque este tipo de violencia intrafamiliar puede ocurrir en un amplio espectro de edades, es cada vez más común en la adolescencia. Generalmente estos padres referían problemas en la crianza desde una edad temprana.

La violencia filio-parental ha estado relacionada con prácticas educativas permisivas, negligentes y con la ausencia física o emocional del padre. La no coincidencia de los estilos educativos del padre y de la madre también son un factor de riesgo para que se produzcan casos de violencia ascendente.

Consecuencias de la violencia intrafamiliar
La violencia intrafamiliar deja profundas huellas psicológicas, algunas de las cuales tardan años en desaparecer o incluso demandan terapia. Por ejemplo, la violencia infantil se ha relacionado con un mayor riesgo a desarrollar trastornos psiquiátricos, mientras que la violencia en sentido general aumenta el riesgo de desarrollar problemas psicológicos en quien la sufre.

En muchos casos, la víctima comienza a padecer ansiedad o depresión. También es habitual que recurra a determinadas sustancias para escapar de una realidad en la que se siente prisionera, como pueden ser los psicofármacos. En otros casos, puede comenzar a comer compulsivamente, como una estrategia para calmar las emociones.

La violencia intrafamiliar termina afectando la salud física y mental, hasta tal punto que muchas de estas personas incluso dejan de ser conscientes del peligro que corren y no son capaces de protegerse.

Maltrato psicologico familiar: ¿Qué hacer?
Necesitamos comprender que el amor no debe doler, sea el que sea. El amor implica confianza, protección, respeto al otro, comunicación y conexión emocional. Compartir la vida con alguien, ya sea la pareja, un hijo o un padre, debe ser una fuente de alegría, no de sufrimiento. Si el amor duele, es que no es de tu talla. Y hay que hacer algo para remediarlo.

Si eres víctima de abusos o conoces a alguien que lo es, debes saber que existen instituciones públicas y organizaciones sin ánimo de lucro que pueden ayudarte. Dejar a un lado la vergüenza y hablar sobre lo que te sucede con otras personas te permitirá encontrar la ayuda que necesitas. Un psicólogo puede ayudarte, pero también existen foros online y grupos de apoyo locales que pueden tenderte una mano.



Fuentes:

Avdibegovic, E. et. Al. (2017) Emotional Profile of Women Victims of Domestic Violence. Mater Sociomed; 29(2): 109–113.

Leiner, M. et. Al. (2014) Psychosocial Profile of Bullies, Victims, and Bully-Victims: A Cross-Sectional Study. Front Pediatr. 2014; 2: 1.

(2013) World Health Organization. Global and regional estimates of violence against women: prevalence and health effects of intimate partner violence and no partner sexual violence. Génova: WHO Press.

Campbell, J. C. (2002) Health consequences of intimate partner violence. Lancet; 359: 1331–1336.

Peek, W. et. Al. (1985) Teenage violence toward parents: A neglected dimension of family violence. Journal of marriage and the family; 47(4): 1051-1058.

https://rinconpsicologia.com/violencia-intrafamiliar-que-es-tipos/
 
¿Leer la Caperucita te convierte en un lobo feroz y machista?
Todos escuchamos mensajes sexistas, violentos, xenófobos…pero luego, cada cual elige la satisfacción o el rechazo que le provocan y que está dispuesto a consentir
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Una escena del cuento de 'La Caperucita roja' (Darko1original / Getty)
JOSÉ R. UBIETO
17/05/2019 06:00
Actualizado a 17/05/2019 07:39

Hace unas semanas, conocimos que la comisión de género de una escuela pública de Barcelona había retirado de la biblioteca infantil 200 cuentos al considerarlos “sexistas”, entre ellos La Caperucita Roja o La Bella durmiente. Sus responsables se quejaban de la falta de “bibliotecas igualitarias donde los personajes masculinos y femeninos aparezcan mitad y mitad, donde hagan el mismo tipo de actividades” y defendían –sin duda con las mejores intenciones- su decisión para prevenir a los más pequeños de los efectos nocivos de estos valores, faltos de la igualdad de género.

Sin entrar a las discusiones sobre la revisión histórica, que dejamos a los expertos, quisiera reflexionar sobre la idea de que podría haber un efecto automático entre la lectura de esos cuentos y la asunción –y realización efectiva- de actitudes machistas. Es un viejo debate, sobre todo en lo relacionado a los videojuegos “violentos” y su influencia en futuros comportamientos.

¿Hay una relación directa causa-efecto?

¿Leer un cuento que contiene valores patriarcales –propios del contexto histórico donde se escribió- o jugar al GTA (Grand Theft Auto) te convierte en un machista o en un conductor asesino? Pensarlo así sería desconocer algo elemental de la realidad psíquica: que los seres hablantes no somos máquinas que copiamos y reproducimos de manera automática. Entre la(s) causa y sus efectos hay siempre el consentimiento de cada uno, sea más o menos consciente.

Consentir es elegir una satisfacción que nos constituye de manera singular, ya que no hay dos estilos de hacer exactamente iguales. Todos escuchamos mensajes sexistas, violentos, xenófobos…pero luego, cada cual elige la satisfacción o el rechazo que le provocan y que está dispuesto a consentir. Esa elección ya se produce en la primera infancia, si bien la consciencia y la responsabilidad, lógicamente, aumentan con la edad.

Ayudar a comprender al realidad


Si no son ejemplos, a imitar sin más, ¿Qué función tienen, pues, esos cuentos y esas ficciones analógicas o digitales que tanto atraen a niños/as y adolescentes? Una muy importante: ayudarles a comprender la realidad, a leerla y sobre todo a dar forma a sus inquietudes y elaborar las preguntas que se van haciendo. Interrogantes sobre la sexualidad, la muerte, la rivalidad, las pérdidas, los conflictos, cuestiones que aparecen a cielo abierto en los cuentos tradicionales y que, por ello, permiten a sus lectores “vivenciarlos” y explorarlos.

Imaginar que son un caballero poderoso que conquista mundos, más que convertirlos en prepotentes, les sirve para darse cuenta de sus insuficiencias reales y, por tanto, asumirlas con ese consuelo. Jugar a maestras mandonas o médicos enérgicos no los convierte en autoritarios sino que les permite “tragar” y aceptar con la posición de alumnos o pacientes que deben asumir en su vida cotidiana. Imaginar los peligros del bosque y las fieras que se comen a las pobres niñas les ayuda a lidiar con la fantasía de devoración que todos hemos tenido, la fantasía de desaparecer tragados por el otro, confundidos en él. Este es el verdadero y real asunto que se juega en esos cuentos, y es por ello que los niños siempre piden que se les repita, sin cambios, aun cuando la historia los atemorice, e incluso les produzca alguna inquietud por la noche.

Más que censurarlos, se trata, pues, de acompañarles en su lectura”

Más que censurarlos, se trata, pues, de acompañarles en su lectura, como interlocutores que ofrecemos también una interpretación de esa ficción, que les ayude a elaborar un saber conectado a su angustia.

Dicho esto, conviene que las nuevas generaciones de escritores/as inventen ficciones de su época y para sus conciudadanos, ficciones que produzcan la catarsis que siempre la literatura ha propiciado como invención lograda. Luego, ya cada uno y cada una elegirán sus propias vías.

José Ramón Ubieto. Psicoanalista. Profesor UOC. Co-autor de Niñ@s híper. Infancias hiperactivas, hiperconectadas e hipersexualixadas (Ned, 2018)
 
Hacer crucigramas y sudokus rejuvenece el cerebro hasta diez años
Los adultos mayores que resuelven regularmente este tipo de acertijos tienen cerebros que funcionan mejor, según un estudio
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@abc_salud
Actualizado:16/05/2019 13:39h

Los adultos mayores que hacen regularmente pasatiempos de palabras o número, como crucigramas y sudokus, tienen cerebros que funcionan mejor, según el estudio en línea más grande hasta la fecha, que contó con más de 19.000 participantes, dirigidos por la Universidad de Exeter y el King's College de Londres.

Los hallazgos se han publicado en dos artículos vinculados en la revista «International Journal of Geriatric Psychiatry», aunque los resultados del efecto de los crucigramas en el cerebro ya se habían adelantado en la Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer en 2018. La nueva investigación amplía los hallazgos, ya que ha visto el mismo efecto en los sudokus.

Los investigadores pidieron a los participantes en el estudioPROTECT, la mayor cohorte en línea de adultos mayores, que informaran con qué frecuencia realizaban crucigramas y sudokus y realizaran una serie de pruebas cognitivas sensibles a la medición de los cambios en la función cerebral. Descubrieron que cuanto más rompecabezas resolvieran, mejor se desempeñaban en las tareas de evaluación de la atención, el razonamiento y la memoria.

A partir de sus resultados, los investigadores calculan que las personas que hacen crucigramas tienen una función cerebral equivalente a diez años más joven que su edad en pruebas que evalúan el razonamiento gramatical, y ocho años más jóvenes en los test que miden la memoria a corto plazo.

«Hemos encontrado que cuanto más tiempo se dedica a realizar crucigramas y Sudoku, mejor es su desempeño en una serie de tareas que evalúan la memoria, atención y razonamiento. Las mejoras son particularmente claras en la velocidad y precisión de su desempeño. En algunas áreas, la mejora fue bastante importante. No podemos decir que jugar estos rompecabezas necesariamente reduzcan el riesgo de demencia en el futuro, pero esta investigación respalda los hallazgos anteriores que indican que el uso regular de los acertijos de palabras o números ayuda a que nuestros cerebros funcionen mejor por más tiempo», explica la doctora Anne Corbett, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Exeter, quien dirigió la investigación.

https://www.abc.es/salud/enfermedad...bro-hasta-diez-anos-201905161335_noticia.html
 
La ley de la psicología que transgrede las bases más elementales de las matemáticas
Hace ahora dos décadas unos psicólogos estadounidenses publicaron un artículo paradigmático sobre los efectos del sentimiento de superioridad ilusorio
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¿Te crees más inteligente que la media? ¿Conduces mejor que los demás? ¿Tus habilidades gastronómicas son superiores a las de tus cuñados? ¿Eres mejor en tu trabajo que tus compañeros? ¿Te consideras un buen jugador de ajedrez? Si tus afirmaciones han sido correctas mi más cordial enhorabuena, eres una de los millones de personas en el mundo que sufre el efecto de Dunning-Kruger.

A los seres humanos nos cuesta evaluar de forma objetiva nuestras propias habilidades y, de forma paradójica, cuanto menos sabemos sobre una materia, más expertos nos creemos.

En nuestro medio podríamos calificar este hecho como el «efecto cuñado», en alusión al cuñadísimo versado que da lecciones de todos los temas que se le pongan por delante, aunque poco o nada sepa sobre ellos.

Para que comprendamos la magnitud del problema, en una encuesta, más del noventa por ciento de los preguntados afirmó estar familiarizado con términos biológicos inexistentes como «bio-sexual», «retroplex» o «meta-toxinas».

Un binomio peligroso: estupidez y vanidad
Se trata de un sesgo cognitivo descubierto a partir de una serie de experimentos que realizaron Justin Kruger y David Dunning, de la Universidad de Cornell (Nueva York, Estados Unidos) a finales de la década de los noventa del siglo pasado y que fueron publicados hace ahora justamente veinte años en la revista «Journal of Personality and Social Psychology».

Estos científicos demostraron que los encuestados más brillantes estimaban que estaban por debajo de la media; los menos dotados y más inútiles estaban convencidos de estar entre los mejores ylos mediocres se consideraban por encima de la media.

El patrón cognitivo de estas personas –incompetentes e inconscientes de su incompetencia- no sólo se confirma en pruebas abstractas de laboratorio sino que es extrapolable a situaciones reales (ética, inteligencia, capacidad para jugar al ajedrez, ortografía, gramática…).

Su cerebro está inundado de intuiciones, corazonadas, sesgos e ideas preconcebidas que se anteponen al conocimiento, fabulando teorías que las hacen presuponer que tienen un conocimiento fiable.

Obviamente imposible
Según un estudio casi el ochenta y ocho por ciento de los conductores estadounidenses afirma conducir mejor que la media. Matemáticamente esta tesis es obviamente imposible, en sí misma es una transgresión de las leyes de las matemáticas.

En el año 2012 se dio a conocer los resultados de otro estudio que señalaba que el veintitrés por ciento de los estadounidenses que se habían declarado en quiebra económica se había puesto previamente la máxima nota en conocimientos financieros.

Todavía fueron más lejos los resultados de una encuesta que se realizó en una empresa de programadores, en donde el treinta por ciento de los mismos creían encontrarse en el percentil noventa y cinco.

No deja de ser curioso que este efecto sea propio de las sociedades occidentales, ya que cuando los investigadores han tratado de replicarlo en países asiáticos los resultados han sido, curiosamente, diametralmente opuestos.

Para finalizar, nos quedamos con una frase de Charles Darwin: la ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento.

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- M. Jara
Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.

https://www.abc.es/ciencia/abci-efe...entales-matematicas-201905172120_noticia.html
 
Tener perro (o no) está influenciado por tus genes
Un estudio con más de 35.000 pares de gemelos ha evidenciado que la elección de tener un perro está muy influenciada por la composición genética de un individuo

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Una nueva investigación prueba que ser dueño de un perro está influido por los genes (ulkas / Getty)
REDACCIÓN
20/05/2019 11:16 Actualizado a 20/05/2019 11:37

¿Te guastan los perros? ¿Tienes uno en casa? ¿Sabes el porqué? Según un nuevo estudio realizado por un equipo de científicos suecos y británicos que en tu casa tengas un perro es porqué lo has heredadode tus padres, abuelos o bisabuelos, es decir, que lo llevas en la sangre.

Los investigadores han recopilado información de 35.035 pares de gemelos del Registro Sueco de Gemelos, el más grande de su tipo en el mundo. Los resultados, publicados en Scientific Reports, han confirmado que la variante genética explica más de la mitad de la relacionada con la propiedad de canes, lo que implica que la elección de tener uno está muy influenciada por la composición genética de un individuo. Ello también podría influir en el efecto sanador de tener un perro.

Estos hallazgos tienen implicaciones importantes en varios campos diferentes relacionados con la comprensión de la interacción perro-humano a lo largo de la historia y en la historia moderna

TOVE FALL Autora principal del estudio y profesora de Epidemiología Molecular en la Universidad de Uppsala
”Nos sorprendió ver que la composición genética de una persona parece tener una influencia significativa en si posee un perro. Como tal, estos hallazgos tienen implicaciones importantes en varios campos diferentes relacionados con la comprensión de la interacción perro-humano a lo largo de la historia y en la historia moderna”, explica Tove Fall, autora principal del estudio y profesora de Epidemiología Molecular en la Universidad de Uppsala (Suecia).

Los perros fueron los primeros animales domesticados y han tenido una relación cercana con los humanos durante 15.000 años. Hoy se han convertido en la mascota más común en la mayoría de las sociedades de todo el mundo e incluso se considera que aumentan el bienestar y la salud de sus dueños. “Aunque los perros y otras mascotas son miembros comunes de la familia en todo el mundo, poco se sabe de cómo influyen en nuestra vida diaria y nuestra salud. Quizás algunas personas tienen una mayor propensión innata a cuidar de una mascota que otras”, explica Fall.

Aunque los perros y otras mascotas son miembros comunes de la familia en todo el mundo, poco se sabe de cómo influyen en nuestra vida diaria y nuestra salud

TOVE FALL Autora principal del estudio y profesora de Epidemiología Molecular en la Universidad de Uppsala
Carri Westgarth, profesora de interacción entre humanos y animales en la Universidad de Liverpool y coautora del estudio, asegura que etos hallazgos son importantes, ya que sugieren que los supuestos beneficios para la salud de tener un perro que recogen algunos estudios pueden explicarse en parte por aspectos genéticos de las personas estudiadas.

Los supuestos beneficios para la salud de tener un perro que recogen algunos estudios pueden explicarse en parte por aspectos genéticos de las personas estudiadas

CARRI WESTGARTH Coautora del estudio y profesora de interacción entre humanos y animales en la Universidad de Liverpool
Estudiar gemelos es un método bien conocido para desentrañar las influencias del entorno y los genes en nuestra biología y comportamiento. Debido a que los gemelos idénticos comparten su genoma completo, y los gemelos no idénticos en promedio comparten solo la mitad de la variación genética, las comparaciones de la concordancia entre la propiedad del perro entre grupos pueden revelar si la genética desempeña un papel en esta cuestión. Los investigadores descubrieron que las tasas de concordancia de la propiedad de perros son mucho más altas en gemelos idénticos que en no idénticos, lo que respalda la opinión de que la genética juega un papel importante en la elección de tener un perro.

Este tipo de estudios de gemelos no nos pueden decir exactamente qué genes están involucrados, pero al menos demuestran por primera vez que la genética y el ambiente juegan roles iguales en la determinación de la propiedad de los perros

PATRIK MAGNUSSO Autor del estudio y Jefe del Registro Sueco de Gemelos
”Este tipo de estudios de gemelos no nos pueden decir exactamente qué genes están involucrados, pero al menos demuestran por primera vez que la genética y el ambiente juegan roles iguales en la determinación de la propiedad de los perros. El siguiente paso obvio es tratar de identificar qué variantes genéticas afectan a esta elección y cómo se relacionan con los rasgos de personalidad y otros factores, como la alergia”, explica Patrik Magnusson, autor principal del estudio y Jefe del Registro Sueco de Gemelos.

”El estudio tiene implicaciones importantes para comprender la historia profunda y enigmática de la domesticación de perros”, dice el zooarqueólogo y coautor del estudio Keith Dobney. “Décadas de investigación arqueológica nos han ayudado a construir una mejor imagen de dónde y cuándo los perros entraron al mundo humano, pero los datos genéticos modernos y antiguos nos permiten explorar directamente por qué y cómo”, concluye.

El estudio tiene implicaciones importantes para comprender la historia profunda y enigmática de la domesticación de perros

KEITH DOBNEY Zooarqueólogo y coautor del estudio
Artículo científico de referencia:
’Evidence of large genetic influences on dog ownership in the Swedish Twin Registry has implications for understanding domestication and health associations’. Tove Fall, Ralf Kuja-Halkola, Keith Dobney, Carri Westgarth, Patrik K.E. Magnusson. Scientific Reports Published: 17 May 2019. DOI: 10.1038/s41598-019-44083-9
 
Pseudoconflictos: Las discusiones por malentendidos

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Discutes. Defiendes tu idea. Te enfadas.

Te preguntas cómo puede pensar de manera tan diferente.

Vuelves a la carga. Refuerzas tus argumentos. Te frustras.

Piensas que vuestras posturas son irreconciliables.


Hasta que de repente, generalmente una tercera persona dice: ¡Pero si estáis hablando de lo mismo! Solo entonces os dais cuenta de que estabais defendiendo la misma postura desde puntos de vista diferentes.

Si esta situación te resulta familiar, es probable que hayas vivido un pseudoconflicto.

¿Qué es un pseudoconflicto?
Un conflicto es un desacuerdo producto de dos fuerzas que ejercen presión en direcciones opuestas. Podemos tener conflictos internos, con nosotros mismos, los cuales suelen aparecer cuando nos encontramos ante encrucijadas importantes en la vida. Y podemos tener conflictos interpersonales, los cuales aparecen cuando nuestras ideas, valores o sentimientos van en dirección opuesta al de otras personas.

Los conflictos suelen ser una gran fuente de tensión, provocando una gran activación emocional. Pero hay ocasiones en que esos conflictos no son tan reales como pensamos. Entonces caemos en un pseudoconflicto.

El pseudoconflicto ocurre cuando las personas están de acuerdo, pero, debido a una comunicación deficiente, creen que no lo están. El pseudoconflicto es un conflicto falso, pero las personas no comprenden que sus diferencias están causadas por un malentendido o una mala interpretación, no por auténticas diferencias de opinión.

¿Cómo se origina el pseudoconflicto?
Los conflictos son el resultado de las diferencias entre dos o más personas. Esas diferencias pueden estar dadas por múltiples factores, desde diferencias en el nivel de información que se maneja hasta diferencias de personalidad o valores. Dado que cada persona es única y tiene su propio sistema de valores, actitudes y creencias, es inevitable que surjan conflictos.

No importa cuán empáticos queramos ser, seguiremos teniendo una perspectiva individual del mundo que no siempre corresponde con las de los demás. Ello genera diferencias de opinión. Sin embargo, en la aparición de los conflictos también influye la percepción. Y la percepción a menudo nos juega malas pasadas, sobre todo en un ámbito tan complejo como la comunicación humana. Entonces es probable que surja un pseudoconflicto.

El pseudoconflicto a menudo es el resultado de conclusiones precipitadas basadas en suposiciones erradas. Por ejemplo, podemos concluir a partir de pequeñas pistas que nos brinda nuestro interlocutor que está enfadado y defiende una posición opuesta a la nuestra, cuando en realidad no es así. También es común cuando existe un conflicto latente con esa otra persona.

El pseudoconflicto es, por tanto, el resultado de una percepción sesgada, que nos lleva a realizar suposiciones erróneas a partir de las cuales sacamos conclusiones que no se ajustan a la realidad.

El pseudoconflicto no es real, pero sus consecuencias sí
Si no lo atajamos a tiempo, el pseudoconflicto puede convertirse rápidamente en un conflicto. El hecho de que realmente no existan posiciones diferentes no implica que no puedan surgir ya que todos tenemos puntos de desencuentro. Al fin y al cabo, lo que es real en nuestra mente, puede terminar siendo real en el espacio compartido.

Si creemos que nuestro interlocutor defiende una posición diferente a la nuestra, es probable que nos pongamos a la defensiva y terminemos atacándole, lo cual generará a su vez una respuesta defensiva que puede terminar creando un conflicto auténtico que puede causar mucho daño a quienes están envueltos en la situación.

Por eso, antes de concluir que tenemos un conflicto, es conveniente que nos detengamos un segundo a reflexionar y nos preguntemos si se trata de una diferencia real o si tenemos más puntos en común de lo que parece.

¿Cómo evitar los pseudoconflictos?
Para gestionar asertivamente un pseudoconflicto, es importante que:

  1. Preguntes, preguntes, preguntes… Si tienes dudas sobre lo que ha dicho tu interlocutor, no caigas en la tentación de hacer suposiciones que te conduzcan a conclusiones equivocadas. Simplemente pídele que aclare lo que ha dicho. La mejor manera para evitar los malentendidos en la comunicación es preguntar para aclarar las palabras y frases que no hayamos entendido bien.
  2. Desarrolla la escucha activa. Eso implica detenerte para ponerte en el lugar del otro. Muchas veces los pseudoconflictos surgen porque estamos demasiado imbuidos en defender nuestra idea, de manera que no nos damos cuenta que estamos defendiendo lo mismo desde distintos puntos de vista. Sintonizar con las ideas de tu interlocutor te ayudará a encontrar los puntos en común y te ahorrará muchas discusiones en la vida.
  3. Olvídate de “ganar”. Imbuirse en una discusión con la idea de ganar al supuesto adversario implica alimentar un clima de guerra. La comunicación debería ser un intercambio de ideas en el que ambos saquen algo positivo, no un campo de batalla para demostrar una supuesta superioridad intelectual o de cualquier otro tipo. Se trata de un cambio de actitud sutil pero muy importante porque abandonar el deseo de imponer el punto de vista propio te abrirá a las ideas de tu interlocutor y te permitirá ver que realmente estáis hablando de lo mismo y que no existe un conflicto real, sino un pseudoconflicto.
Y recuerda que “la paz no es la ausencia de conflicto sino la presencia de alternativas creativas para responder al conflicto”, como dijo la periodista Dorothy Thompson. Incluso del conflicto podemos obtener cosas positivas, si aprendemos a gestionarlo asertivamente.
https://rinconpsicologia.com/pseudoconflicto-que-es/
 
Cuanto más te enfades, más enfermarás, lo confirma la ciencia

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Nadie está a salvo de la ira. Todos, en algún momento, la hemos experimentado. Hemos sentido ese calor que sube desde el pecho hasta la cabeza, cómo el corazón se acelera y los músculos se tensan.

Las emociones que solemos catalogar como “negativas” no son necesariamente dañinas. De hecho, tienen un gran poder activador, lo cual significa que nos predisponen a la acción. El problema no son las emociones en sí, sino el tiempo durante el cual nos aferramos a ellas.

Cuando las emociones negativas se convierten en nuestras compañeras de viaje, pueden volverse crónicas y poner en peligro nuestra salud. Ya lo advertía Séneca hace siglos: “La ira es un ácido que hace más daño al recipiente donde se almacena que en cualquier cosa sobre la que se vierte”.

La ira afecta la salud
Todas las emociones tienen un impacto fisiológico, por lo que no es extraño que un estudio realizado en las universidades de Leipzig y Concordia haya comprobado que la ira afecta la salud. Estos investigadores apreciaron que los niveles de ira elevados están relacionados con una mala salud en las personas mayores.


En el estudio participaron 226 adultos, a quienes tomaron muestras de sangre para evaluar los niveles de inflamación crónica y analizaron su salud en la búsqueda de enfermedades crónicas relacionadas con la edad, como patologías cardiovasculares, artritis y/o diabetes. Los participantes también completaron un cuestionario sobre el nivel de ira que suelen experimentar durante un día normal.

Los resultados indicaron que los niveles más altos de ira y enojo se asociaron con una mayor inflamación y una mala salud a medida que se avanzaba en el calendario. Esto nos puede indicar que, si bien durante las primeras décadas de la vida la ira no nos pasa factura, podría tener un efecto acumulativo que comience a manifestarse con el paso de los años.

Efectos físicos de la ira
Para comprender cómo la ira afecta la salud, hay que partir de sus efectos sobre el cuerpo. La ira genera una activación del sistema simpático, que es el encargado de liberar unas hormonas llamadas catecolaminas, las cuales están relacionadas con el estrés y son las que afectan el sistema cardiovascular al aumentar la frecuencia cardíaca y la tensión arterial.

Cuando nos enfadamos a menudo y no dejamos ir esa emoción, nuestro cuerpo debe realizar un gran esfuerzo. Se produce un aumento mantenido de la tensión muscular y se segrega una gran cantidad de adrenalina. Ese estado de activación constante termina afectando nuestro organismo. De hecho, no es inusual que la ira provoque dolor de cabeza emocional, mareos y pérdida de energía.

La ira crónica también termina provocando una desregulación de los procesos fisiológicos a nivel de sistema neuroendocrino y autonómico, provocando una inflamación crónica que aumenta el riesgo de sufrir diferentes enfermedades. De hecho, en el estudio se apreció que las personas que referían sentirse más enfadadas también presentaban mayores niveles de IL-6, una citosina relacionada con la actividad antiinflamatoria y proinflamatoria que, cuando se produce en exceso, puede causar diferentes enfermedades inflamatorias y autoinmunes, como la artritis, esclerosis múltiple u osteoporosis.

La ira no se ignora, se gestiona
  • Calma tu cuerpo. Cuando la ira se desencadena, genera una serie de respuestas fisiológicas. Si aprendes a detectar esas reacciones, podrás detenerlas antes de que se produzca un secuestro emocional. Poner en marcha ejercicios de respiración te ayudará a activar el sistema parasimpático, que disminuye la presión arterial y el ritmo cardíaco en cuestión de minutos.
  • Identifica la causa de la ira. La ira es un mensaje, por lo que no debes ignorarlo. Si reprimes la ira solo lograrás que se acumule, hasta hacerte estallar. En su lugar, profundiza en su causa. Es probable que descubras que la ira tiene raíces mucho más profundas de lo que pensabas y que en realidad necesitas solucionar otros problemas: como el exceso de trabajo o un conflicto latente.
  • No reacciones, responde. Uno de los pasos más importantes para gestionar asertivamente la ira consiste en inhibir el impulso inicial. Antes de reaccionar, detente a reflexionar sobre lo que estás a punto de decir o hacer. Intenta mirar la situación desde una distancia psicológica que te permita asumir una postura más desapegada.
Fuente:

Barlow, M. A. et. Al. (2019) Is Anger, but Not Sadness, Associated With Chronic Inflammation and Illness in Older Adulthood? Psychology and Aging; 34(3): 330 –340.

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La ansiedad afecta a nuestra forma de tomar decisiones
Las personas con altos niveles de ansiedad responden más rápidamente ante la amenaza de peligros futuros
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Sentimos miedo cuando afrontamos un peligro inminente, como un tigre que acaba de aparecer en nuestra espalda. La ansiedad se activa cuando el peligro no es tan inmediato, y tenemos tiempo para sopesar nuestros próximos movimientos: por ejemplo, cuando vemos venir a un tigre en la distancia y podemos escoger entre escondernos o subirnos a un árbol.

Aunque la mayoría de nosotros no vive en la selva, el miedo y la ansiedad se activan constantemente ante todo tipo de situaciones cotidianas, como un examen, una discusión o un susto con el coche. Por ello, resulta interesante estudiar la base de estos comportamientos. Ahora, un estudio que se acaba de publicar en Nature Human Behaviour ha averiguado que el cerebro humano siempre responde igual de rápido a las amenazas inminentes, activando la huida. Pero que la velocidad de la respuesta ante las amenazas menos inminentes depende de los niveles de ansiedad: cuanta más ansiedad sufra una persona, antes huirá de una situación peligrosa.

«Si le dices a una persona ansiosa que hay un tigre en el edificio, querrá salir inmediatamente», ha dicho Dean Mobbs, primer autor del estudio e investigador en el Instituto tecnológico de California (Caltech). «El cerebro de personas ansiosas muestra una actividad más fuerte y más rápida (...) cuando se encuentran ante amenazas lentas». Por otra parte, la velocidad de respuesta ante amenazas inmediatas, como ese peligro que está justo delante de nosotros, es igual de rápida con independencia de los niveles de ansiedad.

A la vista de lo concluido por Mobbs, la toma de decisiones importantes en situaciones de ansiedad puede ser poco recomendable.

La respuesta del cerebro
Para llegar a estas conclusiones, los científicos analizaron la actividad cerebral de varios voluntarios mientras jugaban a una especie de videojuego. Los participantes eran atacados por un depredador virtual, y tenían que permanecer escondidos el máximo tiempo posible para ganar dinero. Si esperaban demasiado, el depredador les atacaba y sentían una descarga eléctrica en la mano. Si esperaban demasiado poco, ganaban poco dinero.

Gracias a estas pruebas, los expertos observaron que las amenazas rápidas activaron el circuito del miedo, localizado en la parte central del cerebro, entre una estructura conocida como sustancia gris periacueductal y la corteza mediocingulada. Sin embargo, las amenazas menos inmediatas activaron respuestas en la parte frontal del cerebro, en el circuito de la ansiedad, formado por el hipocampo y la corteza cingulada posterior (ambos implicados en la memoria y en el pensamiento sobre el futuro), así como el córtex prefrontal ventro-medial, implicado en tomar decisiones y en sopesar riesgos.

Los análisis mostraron que las personas con mayores niveles de ansiedad escaparon de sus atacantes virtuales antes que aquellas con menores niveles de ansiedad, pero solo en escenarios de amenazas lentas.

La importancia de sobreponerse
Según ha dicho Bowen Fung, el director de la investigación, esta es la primera ocasión en la que se obtienen evidencias de que este fenómeno ocurre en un entorno «real». También ha destacado que la investigación apoya la importancia de la estrategia de sobreponerse a la ansiedad, tanto si esta proviene la amenaza de un dolor futuro o de la culpa por acciones pasadas.

Song Qi, coautor del trabajo, ha destacado que la gente muy ansiosa ganó menos dinero que las personas más tranquilas, pero que estas escaparon con más frecuencia del depredador virtual. Por ello, ha recordado que, desde el punto de vista de la evolución, es importante que haya un equilibrio entre las recompensas ganadas con audacia y la supervivencia.

«La ansiedad es parte de la estrategia de las predicciones, y lleva a la prevención», ha dicho Qi. Sin embargo, ha añadido: «La ansiedad no está necesariamente construida para el mundo moderno. Hoy, podemos imaginar situaciones peligrosas que nunca ocurrirán». Por ello, este científico cree que cuanto más se pueda aprender sobre cómo todo esto funciona, más se podrá ayudar a las personas aquejadas de desórdenes de ansiedad.
https://www.abc.es/ciencia/abci-ans...ma-tomar-decisiones-201905222028_noticia.html
 
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La procrastinación, o cómo nos saboteamos a nosotros mismos


La procrastinación, dejar las cosas para mañana, es un fallo del circuito del autocontrol en el cerebro que sufre la mayor parte de la gente en mayor o menor medida, pero se puede corregir

Darío Pescador
22/05/2019 - 22:56h
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procrastinación

Procrastinar es algo tan común como difícil de pronunciar. Consiste en aplazar las tareas o decisiones necesarias, y hacer en su lugar algo que nos produzca una satisfacción inmediata. Por ejemplo, yo tendría que estar escribiendo este artículo sobre la procrastinación, pero de repente me parece extremadamente urgente limpiar mi cuenta de Facebook de personas que no conozco, u ordenar mis camisetas doblándolas al estilo Marie Kondo.

Lo peor de la procrastinación es que sabemos lo que estamos haciendo. Somos conscientes de que es un comportamiento autodestructivo, que nos acarreará consecuencias negativas más tarde y, sin embargo, no conseguimos evitarlo.

Los estudios indican que al menos el 20% de los adultos y el 50% de los estudiantes consideran que tienen un problema grave de procrastinación. Pero sin llegar casos extremos, se calcula que entre un 80 y un 95% de los estudiantes lo sufren de una forma u otra, tanto es así que se llama el síndrome del estudiante. Esto quiere decir que prácticamente todo el mundo lo ha experimentado alguna vez.

La procrastinación es un fallo en la capacidad de autorregulación del cerebro. El autocontrol es lo que nos permite sobrevivir como especie. Es lo que hace que repartas la comida con el humano que tienes al lado, a pesar de que te la quieres comer toda, porque la supervivencia depende de la existencia del grupo, no del individuo. Es lo que impide que le rompas la cabeza con una silla a tu jefe, aunque lo odies profundamente.

No es de extrañar, por tanto, que nuestro cerebro tenga circuitos dedicados específicamente a inhibir nuestros instintos individuales en favor de beneficios futuros. Pero ocurre con otras adaptaciones evolutivas, todavía no le hemos pillado el tranquillo al autocontrol. Los curas pederastas, los políticos corruptos, y esa inmensa mayoría de procrastinadores son ejemplos claros de que ese mecanismo no siempre funciona como se espera.

Así funciona la procrastinación
La falta de autocontrol de la procrastinación pone la satisfacción inmediata (mirar Facebook, ver una temporada entera de una serie en Netflix) por encima de otros fines que son desagradables a corto plazo (trabajar en el proyecto pendiente, ir al gimnasio) pero que indudablemente tienen beneficios posteriores.

En definitiva la procrastinación es la distancia entre lo que tenemos intención de hacer y lo que de verdad hacemos. En el caso de la dieta, ese pastel o esa pizza a domicilio son el ejemplo perfecto de la autorregulación cuando falla: un minuto en la boca, toda la vida en la barriga.

La procrastinación no es ninguna broma. Entre las consecuencias más negativas están peores notas en la escuela y universidad, salarios más bajos y mayor desempleo en el mundo laboral, mayor estrés, más problemas mentales y peor salud.

¿Por qué nos saboteamos a nosotros mismos de esta manera? Parece un fallo de diseño muy grave para estar tan extendido.

La decisión de hacer algo ahora o dejarlo para más tarde resulta de una batalla interna de motivaciones. El autocontrol nos empuja a hacer algo desagradable, pero que será bueno en el futuro. La procrastinación tira en dirección contraria: hacer otras cosas agradables y que producen satisfacción instantánea para evitar el sufrimiento de la tarea desagradable, por ejemplo, estudiar o hacer deporte.

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A medida que se acerca la fecha del examen, la entrega o la operación traje de baño, la motivación para hacer la tarea desagradable gana la pelea, porque en ese momento ya es urgente.

Así se entiende que cuanto más lejano y abstracto es el objetivo, más fácil es caer en la procrastinación. Los objetivos genéricos como "tengo que adelgazar" no ayudan. Es mucho más sencillo hacer tareas limitadas y bien definidas como "ir al gimnasio el lunes, miércoles y viernes".

Lo mismo ocurre cuando una tarea parece muy larga, muy difícil o inabarcable, como acabar una carrera, o pintar una valla muy larga. Esto tiene además otros efectos secundarios, como la confianza excesiva en nuestra capacidad futura. Pensamos "hay tiempo de sobra, esto lo puedo hacer en dos minutos". Esta predicción casi nunca es cierta.

La personalidad y la influencia de las emociones también son un factor determinante, aunque limitado. Las personas más escrupulosas tienden a procrastinar menos, mientras que las más ansiosas y neuróticas (que experimentan más sensaciones negativas) lo hacen más, precisamente por la evitación. Las personas impulsivas también tienden a dejarse llevar por las distracciones y la perfeccionistas no consiguen arrancar por miedo al fracaso.

La cura de la procrastinación
¿Tiene arreglo? Nuestra vida cotidiana actual no pone fácil escapar a la procrastinación, ya que ofrece un enorme menú de distracciones a través de las pantallas de nuestros dispositivos móviles. En EEUU se calcula que Facebook es responsable de pérdidas de productividad por valor de tres billones (de los de doce ceros) de dólares desde 2008.

La buena noticia es que vencer la procrastinación es una habilidad que se puede aprender. El entrenamiento para superarla consiste en la observación del propio comportamiento para identificar cuándo empezamos a procrastinar, y entonces tomar medidas:

  • Dividir las tareas grandes o abstractas en pasos concretos y más asequibles
  • Eliminar las distracciones que nos rodean todo lo posible
  • Rebajar la ansiedad con periodos cortos de actividad de unos pocos minutos, por ejemplo, usando la técnica pomodoro
  • Llevar un registro del progreso para mantener la motivación y hacer las estimaciones más realistas
Un estudio reciente ha podido comprobar que hay una relación inversa entre la procrastinación y la meditación consciente o mindfulness. La capacidad para concentrarse en el momento presente ayuda a evitar la procrastinación, y al contrario, cuando se corrige la procrastinación se facilita vivir en el momento presente sin ansiedad ni estrés.

Uno de los hacks más simples y efectivos contra la procrastinación es la técnica pomodoro, inventada por Fancesco Cirillo en los años 80. Consiste en usar un temporizador de cocina mecánico, que en el caso del autor tenía forma de tomate (pomodoro en italiano).

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Se pone la alarma para que suene en 25 minutos, y durante ese tiempo se trabaja en la tarea sin distracciones. Cuando suela el timbre, se hace una pausa de cinco minutos y se vuelve a empezar, con pausas más largas cada cuatro "pomodoros". Pruébalo. No lo dejes para mañana.

¿En qué se basa todo esto?
Differentiating Procrastinators from Each Other: A Cluster Analysis
Aproximadamente una quinta parte de la población adulta y la mitad de la población estudiantil se consideran a sí mismos como procrastinadores severos y crónicos.

The Effects of Student Syndrome, Stress, and Slack on Information Systems Development Projects
El síndrome del estudiante se aplica cuando los humanos comienzan las tareas lo más tarde posible y disminuyen os márgenes de seguridad aumentan así la presión del tiempo y los niveles de estrés.

Validation of the Short Form of the Academic Procrastination Scale
Los resultados proporcionaron apoyo para una medida unidimensional de la procrastrinación académica, que poseía una buena confiabilidad de consistencia interna en esta muestra de 282 estudiantes.

Procrastination's Impact in the Workplace and the Workplace's Impact on Procrastination
Los altos niveles de procrastinación se asocian con salarios más bajos, menores duraciones de empleo y una mayor probabilidad de estar desempleados o subempleados en lugar de trabajar a tiempo completo.

"I’ll go to therapy, eventually": Procrastination, stress and mental health
La procrastinación y el estrés se asocian con problemas de salud mental, problemas de salud y demoras en el tratamiento.

An assessment of appraisal, anxiety, coping, and procrastination during an examination period
En un análisis post hoc, los procrastinadores en mayor grado eran más propensos que los procrastinadores moderados a en cada etapa prometerse "que las cosas serán diferentes la próxima vez".

The nature of procrastination: A meta-analytic and theoretical review of quintessential self-regulatory failure.
Un metanálisis de las posibles causas y efectos de la procrastinación, basado en 691 correlaciones, revela que el neuroticismo, la rebeldía y la búsqueda de sensaciones muestran solo una conexión débil. Los predictores fuertes y consistentes de la procrastinacion fueron aversión a la tarea, retraso en la tarea, autoeficacia e impulsividad, así como escrupulosidad y sus facetas de autocontrol, distracción, organización y motivación para el logro.

Procrastination at Work and Time Management Training
Los resultados sugieren que la capacitación en administración del tiempo es útil para disminuir la preocupación y la procrastinación en el trabajo.

Being in the moment later? Testing the inverse relation between mindfulness and procrastination
Estos hallazgos informan a los practicantes sobre la importancia de cultivar la atención plena como un medio para reducir la postergación. Del mismo modo, reducir la tendencia de los individuos a posponer las cosas también puede promover comportamientos conscientes.

https://www.eldiario.es/tumejoryo/estar_bien/procrastinacion-saboteamos-mismos_0_901159876.html
 
Las claves definitivas para comunicarte mejor con tu hijo adolescente
Es natural que los chavales, al madurar, se aparten de los padres; pero puedes lograr que se abran si sabes tratarlos
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Aunque nuestros hijos no se abran a nosotros, es importante persistir y buscar espacios de comunicación (MStudioImages / Getty Images)
ROCÍO CARMONA

25/05/2019 08:00 Actualizado a 25/05/2019 08:11

“Es como si hubiera un muro entre nosotras. Cuando mi hija era más pequeña hablábamos de todo muy abiertamente. Pero a medida que crecía fue apareciendo ese muro. ¿Por qué ya nunca habla conmigo?”. Quien se lo pregunta es Silvia, madre de Xènia, de 16 años. Las dificultades de comunicación con los adolescentes son uno de los temas por los que más consultas reciben los terapeutas y consejeros familiares, además del consumo de drogas, la adicción a las tecnologías, la sexualidad, la agresividad, la dificultad para ponerles límites, o que puedan ponerse en peligro a sí mismos, explica Yolanda Medina, psicóloga y terapeuta Gestalt de Gestaltvida. La frustración de esta madre no es un caso aislado.

Los años de adolescencia, para muchos expertos, tienen mucho en común con la etapa infantil de “los terribles dos”. En ambos momentos de su desarrollo nuestros hijos están en un momento crucial, empezando a hacer cosas nuevas y excitantes, pero a la vez, están probando nuestros límites y los suyos y es bastante común que tengan rabietas. En ambos casos, el salto de maduración que realizan les lleva a la misma situación: apartarse de los padres y hacerse más independientes. Esto complica las cosas para los padres, especialmente porque los adolescentes empiezan a tomar decisiones que tienen consecuencias importantes relativas a sus estudios, sus amigos, la sexualidad o el abuso de sustancias, cuando todavía no son capaces de regular bien sus emociones. Lo que hace aún más importante que la comunicación entre padres e hijos sea fluida. Pero, ¿cómo pueden los padres hablar con sus hijos cuando resulta que ellos se niegan? ¿Cómo traspasar sus barreras?

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No es infrecuente que nuestros hijos adolescentes nos den la espalda durante un tiempo. kajakiki / Getty Images
Adaptarse
Lo natural es que pasen de ti; no te frustres

“Podríamos decir que es natural que para el adolescente en general su principal interés sea relacionarse con sus pares, en detrimento de la comunicación con sus padres, pero no en todos los casos es así”, aclara Medina. Cada adolescente es distinto, y cada padre también, pero lo cierto es que a muchos les cuesta aceptar la cerrazón, la indiferencia y la obstinación de sus hijos en esta etapa de la vida. Los expertos explican que no debemos desesperarnos: aunque parezca lo contrario, los adolescentes necesitan tener relaciones amorosas y positivas con sus padres y los adultos que les rodean.

Arturo Canals, terapeuta Gestalt y coach especializado en adolescencia, advierte que “los hijos aprenden de lo que hacemos y de lo que somos, y no de lo que decimos. Por eso, predicar con el ejemplo es nuestra mejor baza. Respetarles, ser amables y comprensivos con ellos –y con nosotros mismos– desde pequeños nos ayudará a que aprendan formas de relacionarse parecidas”

Estar disponible, acompañarlos en sus dificultades, animándolos, y retirarnos cuando ya no nos necesitan son otras de las claves que Canals presenta. “Poner unos límites claros también es importante, desde pequeños. Los límites, así como el apoyo que les demos, aportan seguridad a los hijos y a los padres. Y por último, es importante que nos hagamos cargo de nosotros mismos como padres y madres, tomando conciencia de nuestras necesidades y de nuestras emociones. Eso ayuda a que los hijos se sientan más seguros y tranquilos para hacerse cargo de su propia vida con éxito”.

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Un padre y su hija adolescente sonríen en una cariñosa escena doméstica. filadendron / Getty Images
Víctor Lorenzo, profesor de instituto en Barcelona, opina que “los adolescentes viven bajo mucha presión: los estudios, la aceptación por parte de sus compañeros, la propia aceptación, su futuro académico o profesional... Se les obliga a crecer muy rápido, aelegir su futuro a edades cada vez más tempranas, a adaptarse a un mundo en constante cambio, en constante evolución. Y eso, lógicamente, no es fácil. El día a día, las prisas, las rutinas... hacen que puedan sentirse solos, con la sensación de que nadie les escucha, de que nadie se interesa por ellos. Un buen modo de acompañarles es cruzar esa muralla que separa ambos mundos, intentar pasar a su lado, sentir empatía. Ponernos en su lugar e intentar comprender sus preocupaciones desde su punto de vista”.

Derribar la muralla
Si perciben que tu interés es sincero, acabarán abriéndose

Yolanda Medina aconseja, en primer lugar, tomar conciencia de lo que nos sucede cómo adultos: “Preguntarte para qué quieres llegar a tu hijo. ¿Hay algo que me preocupa y necesito saber? ¿Se trata sencillamente de que me gustaría pasar más tiempo con él? A veces, buscar un buen momento y expresar nuestro deseo como tal es suficiente. No es lo mismo decir: “Te pasas el día con tus amigos o con el móvil. ¿Qué pasa, que ya no quieres pasar el tiempo conmigo?”, que decir “Me encantaría pasar más tiempo contigo. ¿Qué te parece si un día de esta semana hacemos eso que tanto te gusta a ti?”. Expresar un deseo o una necesidad desde uno mismo sin juicios hacia el otro abre un canal mucho más respetuoso. Pero si el hijo no quiere habrá que respetarlo y sostener nuestra frustración. Quizás, si no solemos ser asertivos en nuestra comunicación, de entrada no se fíe de nuestra propuesta y hagan falta más de dos y tres intentos para que responda afirmativamente”.

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Mostrar paciencia, respeto y apoyo es la mejor manera de ganarnos la confianza de nuestros hijos. PeopleImages / Getty Images
Mientras tratamos de encontrar el ladrillo suelto en el muro, Víctor Lorenzo nos da otras claves para aprender a tratar con los chavales: “Preguntarles, escucharles, interesarse por lo que hacen, por lo que piensan, por sus opiniones... No se trata de interrogarles, sino de preguntarles más a menudo “qué tal”, ”¿cómo estás?”, “¿todo bien?”. Preguntas tan básicas como estas que, en ocasiones, no les formulamos por falta de tiempo, por la vorágine del día a día o por creer que no son importantes o que no obtendrán respuesta. Pero la clave, más allá de preguntar, consiste en escucharles con interés. Que vean que te interesas de manera sincera, que te importa lo que dicen, lo que piensan, lo que opinan. Preguntarles por su vida, más allá de lo académico: sus intereses, sus aficiones... Si no ven que sus preocupaciones son realmente importantes para ti no van a contarte nada. Van a cerrarse y van a crear una barrera, un muro entre ambos mundos. En cambio, si notan que tu interés es sincero, van a abrirse, a contarte sus problemas y preocupaciones, a buscar consejo en tus palabras”.

Arturo Canals recomienda que, por muy desesperados que estemos, recordemos que esta no es sino una etapa más de la crianza: “¿Os acordáis de la etapa de los brazos? ¿Os acordáis de los llantos cuando les crecían los dientes? ¿Os acordáis de cuando no os dejaba dormir? Pues esta etapa también pasará. Paciencia, respeto, y mostrarles vuestro apoyo y confianza, preguntarles qué necesitan, hacerles saber que os tienen cerca, hacerles saber vuestras necesidades, vuestros deseos, vuestros miedos, mostraros humanos, y quizás os sorprendáis viendo que los adolescentes también lo son”.

Consejos para mejorar la comunicación
Otros consejos que pueden servir para mejorar nuestra comunicación son:

1. Mostrarles confianza. Los adolescentes quieren ser tomados en serio, por lo que valorarán mucho las muestras de confianza. Pedirle un favor, por ejemplo, dejando claro que estamos seguros de que podrá llevarlo a cabo, puede ser una buena manera de hacerlo.

2. Poner límites, pero no convertirse en un dictador. Más que nunca, los adolescentes necesitan explicaciones comprensivas y amorosas de las normas. Debemos ser firmes con las que decidamos poner, pero también saber explicarlas con cariño y tranquilidad.

3. Validar sus sentimientos. Es importante no tratar de resolver sus asuntos, sino escuchar y poner palabras a lo que les sucede. Si nuestro hijo, por ejemplo, está triste porque se enfadó con un amigo, más que decirle algo como “no importa, tienes otros colegas” le escucharemos, permaneceremos presentes y le diremos algo más parecido a: “vaya, me imagino que debes de haberte disgustado mucho”.

4. Ayudarle a mejorar su autoestima. Aunque parezca que no les importa, los adolescentes siguen buscando y necesitando nuestra aprobación. Elogiar las cosas que hacen bien y buscar motivos para animarles son buenas estrategias para acompañarlos en esta tarea.

5. Seguir compartiendo tiempo juntos. Mantener las comidas en familia y buscar momentos y actividades que podáis disfrutar juntos para reforzar vuestro vínculo.

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Muchos jóvenes se refugian en la tecnología cuando están en casa, pero hay que buscar momentos para compartir actividades con ellos. Dani Duch

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Hay días en los que podemos con todo, hay días en los que todo nos puede






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Hay días estupendos, días en los que tienes una gran energía, te sientes feliz y empoderado y podrías comerte el mundo. Hay días menos estupendos – o francamente malos – en los que la más mínima tarea parece un esfuerzo titánico. Son días en los que no tienes ganas de nada.

Aunque solemos pensar que la manera de tocar fondo psicológicamente viene dada por una profunda depresión o un intenso sufrimiento, en realidad también existen otros estados afectivos que pueden ser devastadores arrebatándonos la energía y la motivación, dejándonos sin fuerzas para afrontar la vida y sin ganas de nada. Como dijo el escritor japonés Haruki Murakami: «Nada es tan cruel como la desolación de no desear nada«.

Abulia: Cuando no tengo ganas de nada
La falta de ganas no es pereza, holgazanería ni cansancio. Es una situación psicológica en la que pierdes la capacidad para actuar porque crees que plantearte metas y objetivos a corto o largo plazo no tiene sentido.

En los casos más extremos se puede llegar a la abulia, que es una alteración de la motivación y comienza a manifestarse con problemas para tomar decisiones y llevarlas a la práctica. La abulia es la falta de voluntad o iniciativa y de energía. Se trata de una especie de apatía extrema en la que cualquier actividad te parecerá abrumadora y pierdes el interés por las cosas que antes te motivaban y entusiasmaban.


Generalmente la abulia se acompaña de anhedonia, que es la pérdida de la capacidad para disfrutar de las actividades y encontrar placer en la vida. Cuando sufrimos ambos problemas, cuando la abulia y la anhedonia echan raíces, es fácil caer en el agujero negro de la depresión.

No obstante, sin llegar a los casos extremos de abulia, puedes atravesar días abúlicos, días en los que no tienes ganas de nada y todo te puede. ¿A qué se debe?

¿Por qué hay días en los que no tengo ganas de hacer nada?
1.Agotamiento, te has llevado al límite

Después de un proyecto agotador, es normal que sobrevenga un periodo de extremo cansancio y abulia que puede extenderse durante varios días o incluso semanas. Cuando estás inmerso en un proyecto muy demandante, tu organismo responde con eustrés, un tipo de estrés positivo que te ayuda a tener una marcha adicional para dar lo mejor de ti. Sin embargo, el eustrés consume energía física y psicológica, que al final termina pasándote factura. Por eso, cuando termines el proyecto y finalmente puedas relajarte, es probable que sobrevenga un agotamiento extremo.

2. Te has descuidado, mucho y durante mucho tiempo

A veces ese agotamiento no proviene de un proyecto muy demandante sino tan solo de un estilo de vida demandante en el que te has descuidado. Si corres de un compromiso a otro, como si vivieras en un eterno maratón, es comprensible que antes o después tu cuerpo y tu mente den el alto porque necesitan un descanso. En ese caso, el deseo de no hacer nada incluso podría considerarse como un mecanismo de defensa, una alerta de que necesitas tomarte un descanso y desconectar.

3. Aburrimiento vital, vives en el día de la marmota

No se trata del típico aburrimiento, sino de un estado de aburrimiento vital. Si no disfrutas lo que haces cada día, no encuentras las tareas motivantes y no te satisfacen, es normal que inconscientemente rechaces comenzar la jornada y respondas ante la perspectiva de un nuevo día con abulia. Si tus jornadas se han convertido en una copia las unas de las otras, tienes muchas rutinas automatizadas y no sabes cómo salir de esa especie de “día de la marmota”, es probable que te hundas en el aburrimiento y la monotonía, dos sentimientos que te arrebatan las ganas de hacer cosas. Basta recordar la frase de Max Stirner: “la costumbre de la renuncia congela el ardor de los deseos”.

4. Frustración, no ves la luz al final del túnel

Hay veces en que esas ganas de no hacer nada provienen de la frustración. Si te sientes atrapado en una vida que no te gusta, pero no sabes cómo escapar de esa situación, es probable que te sientas agobiado y frustrado. De hecho, si has intentado hacer las cosas de manera diferente pero – por alguna u otra razón – no ha funcionado, es probable que termines desarrollando una especie de indefensión aprendida, lo cual significa que te has dado por vencido sumiéndote en la abulia más completa. Sin embargo, «la resignación es un su***dio cotidiano», como escribió Honoré de Balzac.

5. Depresión, simple y llanamente

Hay ocasiones en que esas ganas de nada son el preludio de un cuadro depresivo. La depresión se acompaña de abulia, anhedonia y en sentido general de la pérdida de significado de la vida. En algunos casos, esa depresión es el resultado de una pérdida – de cualquier tipo – que deja un vacío enorme en la vida y genera una sensación de esterilidad emocional. Otras veces puede ser el resultado de una crisis existencial no resuelta en la que se pierde el sentido de la propia vida.

Por último, es importante ser conscientes de que ese estado abúlico también puede ser el resultado de algunos problemas físicos, por lo que es fundamental acudir al médico de cabecera para descartar una posible patología. Las variaciones hormonales, los problemas tiroideos, la anemia, la diabetes y los problemas cardíacos pueden generar cansancio y debilidad extremos.

¿Cómo recuperar las ganas de hacer cosas? El poder de rendirse
Cuando no tengas ganas de hacer nada, ¡ríndete! Parece un contrasentido, pero descubrirás que esa rendición es extremadamente liberadora. Rendirse no es pasar todo el día acostado en la cama, aunque si todo lo que necesitas es descansar para recuperar fuerzas, también es una opción, sino asumir el estado en que te encuentras.

Esa rendición encierra la semilla de la aceptación radical. Es dejar de pensar que tienes que estar haciendo cosas constantemente. Dejar de presionarte en pos de la productividad. Abrazar la tranquilidad y el dolce far niente. No empujar. No forzar. Permitir que las cosas sean como son.

El primer resultado de esa rendición incondicional es que comenzarás a dejar de sentirte mal contigo mismo. Y ese ya es un gran paso.

El segundo paso consiste en encontrar pequeñas cosas que se conviertan en dinamizadores de la conducta y que no requieran un esfuerzo sobrehumano. Una ducha relajante, escuchar la música que te gusta, hacerte un regalo… Cualquier cosa vale con tal de que puedas experimentar emociones más positivas que te hagan sentir mejor.

Se trata de aprovechar ese estado de apatía a tu favor para:

  • Reconectar contigo mismo, con esas cosas que realmente te gustan y que probablemente has descuidado durante mucho tiempo.
  • Tomarte un tiempo para descansar, dándote permiso para salir de la vertiginosidad de la vida cotidiana.
  • Cambiar el rumbo de tu vida – si es necesario – para encontrar nuevas metas que te resulten más motivadoras.
En el plano práctico, para recuperar las ganas de hacer cosas, simplemente necesitas establecer objetivos a corto plazo. Divide las actividades en pequeñas tareas que puedas gestionar mejor. Así te agobiarás menos.

Céntrate tan solo en el próximo paso que debes dar. Y cuando lo termines, date una palmadita en la espalda. ¡Te lo mereces! A medida que vayas dando pequeños pasos, también te irás empoderando y esa abulia irá desapareciendo paulatinamente, tal y como llegó.

https://rinconpsicologia.com/no-tengo-ganas-de-nada/
 
¿Cómo hacer una crítica constructiva?

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Winston Churchill dijo que “las críticas no serán agradables, pero son necesarias”. Sin embargo, criticar es fácil, realizar una crítica constructiva es un arte que pocos dominan. Criticar por criticar, puede llegar a ser extremadamente dañino. La crítica constructiva, al contrario, puede convertirse en un punto de apoyo para crecer y mejorar.

Sin embargo, el principal problema de las críticas es que desafían nuestro sentido del valor. La crítica suele implicar un juicio – y todos evitamos sentirnos juzgados. Por eso, muchas veces asumimos las críticas como ataques o amenazas a nuestro ego. Y cuando nos sentimos “obligados” a defender nuestro valor, disminuye nuestra capacidad para absorber y aceptar lo que nos están diciendo. Estar a la defensiva nos impide reflexionar sobre el posible valor de la crítica porque solo pensamos en organizar nuestro coontraataque.

A la misma vez, necesitamos retroalimentación para corregir nuestras acciones y pensamientos. Sin esa retroalimentación corremos el riesgo de encerrarnos en una visión con tintes psicóticos de la vida. La solución a esa aparente dicotomía entre el deseo de evitar las críticas y la necesidad de recibir retroalimentación se encuentra en la crítica constructiva.

¿Cómo es la crítica constructiva?
Una crítica positiva – o constructiva – es aquella que llama la atención sobre un aspecto que ignoramos o hemos pasado por alto y que podríamos mejorar. Su objetivo principal es brindarnos una orientación o marco de referencia para mejorar nuestro comportamiento o forma de pensar.


Eso significa que para que una crítica sea positiva o constructiva se deben conjugar dos elementos:

  • Proporcionar opciones de comportamiento, dejando libertad a la persona para decidir. Una crítica que se limite a señalar el defecto o error no es constructiva puesto que no brinda pautas para cambiar lo que se está criticando. La crítica constructiva debe contener al menos una alternativa de comportamiento, una sugerencia de mejoría.
  • Posibilidad real de mejoría. Para que una crítica sea constructiva, no basta con tener buenas intenciones, es necesario ponerse en la piel de quien es criticado y preguntarse si esa crítica realmente le hará bien. En otras palabras, si se critica algo que no se puede cambiar o que solo generará más angustia y confusión en la persona, se trata de una crítica destructiva.
Los 3 errores que cometemos al criticar
  1. No comprender que la manera en que decimos las cosas, es tan importante como lo que decimos. Un mensaje valioso puede perderse en el vacío o incluso causar daño si se expresa de manera inadecuada. El tono y las palabras adecuadas, al contrario, pueden predisponer positivamente a la persona criticada, para que sea más receptiva al mensaje.
  2. No tener en cuenta a la otra persona. Incluso las críticas realizadas con las mejores intenciones pueden herir o ser percibidas como un ataque. Criticar sin tener en cuenta la perspectiva, circunstancias y recursos de la otra persona puede hacer más mal que bien.
  3. Asumir que estamos en lo cierto. Criticar pensando que nuestra postura y visión de las cosas es la única posible es un gran error que cometemos a menudo. Necesitamos partir del hecho de que nuestra historia no es necesariamente cierta o más valiosa, sino que es tan solo una interpretación, opinión o sugerencia. No somos poseedores de la verdad.
¿Cómo hacer una crítica constructiva?
1.Ser autocrítico: Antes de señalar la Paj* en el ojo ajeno, asegúrate de no tener una viga en el propio

Lo primero es lo primero, es difícil aceptar de buen grado una crítica “constructiva” de quien no ha “construido” nada. Por eso, antes de dar un consejo, debemos pensar si estamos cualificados para ello. No podemos criticar a una persona con sobrepeso y explicarle cómo debe perder peso si nosotros mismos padecemos sobrepeso. Simplemente no tenemos credibilidad.

Por tanto, antes de criticar debemos preguntarnos: ¿Estamos criticando un error que nosotros mismos solemos cometer? ¿Vamos a sugerirle a una persona que sea más flexible cuando nosotros no lo somos? Normalmente la crítica es aceptada con agrado cuando proviene de una persona fiable y madura. Esto quiere decir que no podemos criticar partiendo del pensamiento: “haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago”.

2. Criticar resultados y comportamientos, no personas

La mejor crítica es la que no responde a la voluntad de ofensa sino a la libertad de juicio”, escribió Fernando Sánchez Dragó. Debemos comprender que la crítica no es un juicio, es una opinión. Y también necesitamos comprender que el hecho de que alguien haya hecho algo mal o se haya equivocado – desde nuestra perspectiva – no significa que sea una persona incompetente.

Si queremos que la crítica sea constructiva, debemos asegurarnos de que no genere una reacción defensiva, y para ello debemos centrarnos en el comportamiento o los resultados, no poner en duda a la persona en su totalidad realizando juicios de valor.

3. Utilizar el tono adecuado: Sugiere, no impongas

El objetivo esencial de la crítica constructiva es lograr un cambio favorable que beneficie a todos, por lo que no se trata de vencer, sino de convencer. Por ende, la intimidación intelectual y los aires de prepotencia no funcionan.

Al contrario, debemos asumir un tono más amigable y cercano para que nuestras palabras no sean percibidas como un ataque. Tiene más sentido ofrecer una retroalimentación desde la humildad intelectual que intentar imponer una idea, apostar por el diálogo en vez de desarrollar un monólogo y elegir la curiosidad en vez de la certeza absoluta.

4. Ser específico: Profundiza, profundiza, profundiza

Mientras más contextualizada sea la crítica, más probabilidades tendrá de llegar a buen puerto. Hablar en sentido general no suele ayudar, es mejor saber exactamente qué queremos decir y expresarlo de forma concisa y clara.

Cuanto más específicos seamos, mejor, porque menos atacada suele sentirse la persona. Por ejemplo, calificar a alguien como “incompetente” ni siquiera es una crítica, es una ofensa en toda regla. Al contrario, señalar dónde se ha equivocado y explicarle los motivos puede ayudarle a mejorar. Por tanto, debemos evitar generalizaciones como “siempre te comportas así” y ser específicos.

5. Ser empático: Antes de criticar hay que entender

No juzgues a una persona hasta que no has caminado dos lunas con sus mocasines”, dice uno de los refranes de los nativos americanos. Por desgracia, aplicamos muy poco esa sabiduría ancestral. En su lugar, criticamos desde nuestro punto de vista, sin tener en cuenta las necesidades, problemas o capacidades de la otra persona.

Por eso, antes de hablar, es conveniente hacer una pausa para pensar cómo nos sentiríamos si alguien nos dijera lo que estamos a punto de decir. Antes de criticar, necesitamos abrir nuestra mente y preguntarnos si esa crítica realmente puede aportar algo valioso a la otra persona y si realmente cuenta con los recursos necesarios para obrar el cambio que le estamos sugiriendo. Si no es así, la crítica positiva se convierte en una crítica destructiva.

6. Buscar el momento justo: Las palabras adecuadas en el momento adecuado obran milagros

La crítica debe hacerse a tiempo; no hay que dejarse llevar por la mala costumbre de criticar sólo después de consumados los hechos”, dijo Mao Tse-Tung. Por desgracia, en la mayoría de los casos la crítica llega una vez que se ha cometido el error, de manera que se limita a ser una especie de llanto sobre la leche derramada. Lo ideal, sin embargo, es que las críticas tengan un carácter preventivo.

Si no es posible, porque los hechos ya están consumados, debemos al menos asegurarnos de que nuestras palabras lleguen en el momento justo. Si la persona ya se ha dado cuenta de su error, por ejemplo, y se siente mal por ello, una crítica adicional sería el equivalente a hacer leña del árbol caído. Si notamos que la persona está desbordada por las emociones, tampoco es el momento de criticar ya que no podrá reflexionar racionalmente sobre nuestras palabras. Por tanto, para que la crítica caiga en terreno fértil, es esencial que llegue en el momento justo.

7. Brindar sugerencias y apoyo: No cerremos puertas sin abrir nuevas posibilidades

Si queremos hacer una crítica constructiva, no solo debemos centrarnos en lo que “NO” se debe hacer sino también en lo que pensamos que “SÍ” se puede hacer. Cuando apuntamos lo que anda mal, pero no brindamos un camino alternativo, provocamos desazón y angustia, de manera que la persona criticada puede sentirse perdida y sin brújula.

Para orientar el comportamiento, las personas necesitan saber lo que está “descartado” y lo que podría funcionar. Si la crítica se refiere solo a un aspecto, ignorando el otro, brinda una información incompleta, que no es muy útil para guiar la acción. En caso de que no tengamos ninguna solución a mano, entonces al menos podemos brindar nuestro apoyo para encontrar juntos una salida.

Frank A. Clark resumió a la perfección el secreto para hacer una crítica constructiva: “Las críticas, como la lluvia, deben ser lo suficientemente suaves para alimentar el crecimiento de un hombre sin destruir sus raíces”.
https://rinconpsicologia.com/como-hacer-una-critica-constructiva/
 
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