Cuadernos de Historia

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La mujer que hablaba con las piedras.
Publicado por Pablo Mediavilla Costa.

Por la noche en Gulu, capital oficiosa del norte de Uganda, la negrura impenetrable del bush cae como un telón pasada la última farola. Así le llaman aquí al campo: bush, los arbustos, la vegetación que ha sobrevivido a la guerra y la deforestación y de la que nunca sale nada bueno. Los hombres del Ejército de Resistencia del Señor —LRA en sus siglas en inglés— de Joseph Kony, escondidos en el bush, atacaban las aldeas y se llevaban a los niños. En el año 2003, la ciudad asistió a un acontecimiento inédito, cerca de cuarenta mil niños de los alrededores caminaban al atardecer cada día para dormir al raso en las calles de Gulu y evitar los secuestros y la violencia del ejército ugandés en su operación contra Kony. Se les llamó night commuters, los viajeros de la noche. Ahora la región vive una relativa paz desde que Kony y su guerrilla viven emboscados entre la República Democrática del Congo, Sudán del Sur y la República Centroafricana.

«Más que un grupo rebelde, es una secta. Una secta armada y Kony, un experto en control mental. Es capaz de aterrorizarte y, al segundo, decir que eres su mejor amigo», dice el español José Carlos Rodríguez acerca de una conversación por radio que tuvo con él. Father Carlos, expadre comboniano, llegó a Uganda en 1984 y conoce muy bien al LRA. Ha visto las mutilaciones que inflige a sus víctimas y ha rescatado a muchos de sus manos, como Michael Achelam Odongo y Moses Rubangangeyo, a los que conocí en Gulu, afortunados entre los treinta mil niños y adolescentes que el LRA ha secuestrado desde 1986. Michael escondía el ojo que le quedaba tras unas gafas de sol, cojeaba y tenía cicatrices en cara y brazos. «Era un buen soldado, por eso llegué a brigadier», me dijo en una diminuta habitación de hotel. Moses, intacto a simple vista, había creado su propia organización para acoger a otros niños liberados. La cruzada mesiánica de Kony por gobernar Uganda con los diez mandamientos cristianos no hubiera existido de no ser por una mujer que vivía en Opit y de la que decía ser su primo.

El 2 de enero de 1985, la joven ugandesa Alice Auma fue poseída por el espíritu de un capitán del ejército italiano ahogado en el Nilo durante la Primera Guerra Mundial. El ente, que se hacía llamar Lakwena —mensajero, en dialecto acholi—, dominaba setenta y cuatro idiomas y empujó a Alice a viajar hasta el parque natural de Paraa, en el centro de Uganda, para hablar con los animales y los elementos. Alice le preguntó a un afluente del Nilo Blanco acerca del baño de sangre que sufría el país. «Los seres de dos piernas matan a sus hermanos y tiran sus cuerpos al agua. Ve y lucha contra los pecadores», respondió una cascada que se había quedado inmóvil ante la presencia de la chica. Alice, conocida en adelante como Alice Lakwena, habló con hipopótamos y jirafas, con las montañas y las piedras. Todos se lamentaban de la crueldad de los hombres.

Al volver a su pueblo natal, Alice fundó el Movimiento del Espíritu Santo, una guerrilla que era puro sincretismo cristiano y de la religión acholi, la etnia mayoritaria del norte de Uganda. Lakwena bendecía con agua sagrada a los nuevos soldados de su ejército —también escupían en la boca de un cerdo para purgar sus pecados— mientras decía ser visitada por otros espíritus como Wrong Element de Estados Unidos, Ching Po de Corea y una enfermera ugandesa llamada Nyaker. El código de conducta de la milicia, inspirado en el Nuevo Testamento, comprendía veinte normas, recogidas en el libro Alice Lakwena and The Holy Spirits de Heike Behrend:

  1. No llevarás pequeñas ramas o palos en el bolsillo, ni siquiera lo que utilices como cepillo de dientes.
  2. No fumarás cigarrillos.
  3. No beberás alcohol.
  4. No cometerás adulterio o fornicación.
  5. No te pelearás con nadie.
  6. No robarás.
  7. No tendrás envidia ni celos.
  8. No matarás.
  9. Solo obedecerás las órdenes de Lakwena.
  10. No llevarás un bastón en el campo de batalla.
  11. No te protegerás detrás de la tierra, la hierba, un árbol, un hormiguero o cualquier otro obstáculo.
  12. No cogerás del campo de batalla ningún objeto no recomendado por Lakwena.
  13. No matarás a los prisioneros de guerra.
  14. Seguirás las órdenes de tu comandante y nunca las discutirás.
  15. Amarás al prójimo como a ti mismo.
  16. No matarás a ninguna serpiente.
  17. No comerás con nadie que no haya jurado su lealtad al Espíritu Santo.
  18. No te desviarás a otras casas o te darás la mano con nadie de camino al campo de batalla.
  19. No comerás cerdo ni cordero.
  20. Deberás tener dos testículos, ni más ni menos.
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Soldado del ejército ugandés. Fotografía: Cordon.
Uganda se desangraba por entonces en una guerra civil entre el ejército del actual presidenteYoweri Museveni y una coalición del expresidente Milton Obote y fuerzas acholis, entre las que se encontraba la guerrilla de Alice. La guerra de los Arbustos (1981-1986) se cobraría la vida de más de trescientos mil ugandeses y obligaría a millones al desplazamiento interno por orden del Gobierno de Museveni y su política de contrainsurgencia. En 2005, la población refugiada en los campos del norte de Uganda era la más grande del mundo. Mientras unas mil personas morían a la semana a consecuencia de enfermedades y hambre en los campos, «políticos ugandeses del más alto nivel aprovecharon para acumular las tierras abandonadas», afirma Moses Okello, jefe de investigación del Refugee Law Project, un observatorio jurídico de Kampala.

Alice Lakwena, abandonada por sus dos primeros maridos porque era estéril, llegó a reunir a diez mil hombres bajo su mando. Las compañías estaban gobernadas por los espíritus que la poseían y las tácticas de guerra carecían de toda lógica militar. Antes de cada batalla, los soldados construían figuras de barro de sus enemigos que luego destruían y marchaban al frente cantando himnos cristianos con el torso desnudo y la orden de nunca apuntar a matar: los espíritus decidirían qué enemigos debían morir. Los soldados eran acompañados por comandantes que cargaban con cinco litros de agua bendita y unas piedras envueltas en ropa que, al ser lanzadas contra el enemigo, marcaban una línea imaginaria que las balas no podían atravesar. En el año 1986, el Movimiento del Espíritu Santo era la guerrilla más eficaz y organizada del norte de Uganda, los soldados gubernamentales abandonaban sus posiciones. Las victorias se sucedían.

La leyenda del viaje a Paraa tenía mucha importancia. Alice decía a sus hombres que la naturaleza estaba de su lado y que acudiría al rescate cuando fuera necesario. Las abejas proporcionaban ungüentos, atacaban a los soldados de Museveni en mitad de las batallas y, a veces, hasta se los llevaban volando, según relataron miembros del Movimiento. Las serpientes, protegidas por el código, hacían salir de sus escondites al enemigo. El agua enfriaba sus armas y purificaba las heridas. En 1987, Lakwena achacó la primera derrota sufrida en Corner Kilak a que los comandantes se quedaron sin agua bendita. Las montañas y las piedras debían ser «compradas» antes de la lucha con un meticuloso ritual. El ecologismo de Lakwena tenía cierto sentido. Durante la guerra civil e incluso antes, los grandes animales de los parques fueron masacrados para dar de comer a las tropas. El desplazamiento continuo de la población en el norte aceleró la deforestación debido a las nuevas áreas de cultivo y al uso de la madera como combustible. Hoy, Uganda no cuenta con una población de elefantes o leones equiparable a la de sus vecinos Kenia y Tanzania y el país ha perdido dos terceras partes de su masa forestal.

Reforzada por las primeras victorias, Lakwena inventó nuevos métodos como frotarse el pecho con aceite de karité —una especie de mantequilla— para detener las balas y decidió que acabaría con Yoweri Museveni y su ejército en la propia capital. La marcha sobre Kampala alternó algunas victorias y grandes derrotas. A medida que caminaban hacia el sur, la población local era más hostil al Movimiento y los desmanes se convirtieron en moneda común. Lakwena reprendía a sus hombres por matar a civiles o por despertar a soldados enemigos mientras dormían, algo que había prohibido expresamente. En noviembre de 1987, los soldados descalzos de Lakwena fueron masacrados cerca de Jinja, un lugar de una belleza difícil de describir, a orillas del lago Victoria, donde el explorador británico John Hanning Speke había descubierto las fuentes del Nilo. La artillería de las tropas gubernamentales de Museveni fue demasiado para unos hombres poco armados a los que Lakwena había prometido que podrían escapar caminando sobre las aguas del río.

En el colegio Santa Mónica de Gulu conocí a Deborah y Christine, secuestradas por el LRA con doce y nueve años. Deborah me contó que otras dos niñas raptadas junto a ellas fueron ejecutadas en el camino al campamento de Kony. Las dos tenían el pelo corto para evitar los piojos y vestían el uniforme de falda y jersey verdes. En el LRA recogían madera e iban a por agua. Tras la derrota en Jinja, Alice Lakwena huyó a Kenia en bicicleta y pasó el resto de sus días en el campo de refugiados de Daabab, abandonada por todo espíritu, hasta su muerte el 17 de enero de 2007. Sus soldados mágicos, los pocos que sobrevivieron, volvieron al norte. Un hombre llamado Joseph Kony que decía estar poseído volvió a llevárselos bush adentro.

https://www.jotdown.es/2019/05/la-mujer-que-hablaba-con-las-piedras/
 
El exterminio de tres legiones romanas que sumió en la locura al emperador Augusto
En el año 9 d.C., los germanos al mando de Arminio acabaron con 15.000 soldados enemigos. La debacle fue de tales dimensiones que el emperador se negó a afeitarse y cortarse el pelo durante meses

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Zambullirse en la mente de un tipo que pisó la tierra hace más de dos mil años es una tarea ardua donde la haya. Si ya cuesta, a veces, empatizar con un interlocutor más molesto de lo habitual, parece inútil intentar hacer lo propio con un desquiciado Nerón o con un deliranteCalígula. Misión (cuasi) imposible. Aunque, como sentencia un refrán ideado para justificar los errores, siempre existe alguna excepción que confirma la regla. La de hoy es la de Augusto, el emperador de Roma. No hay que estar dotado de una imaginación como la de Georges R. R. Martin (permitan a este redactor de historia este símil seriéfilo cuando apenas queda una semana para el fin de una de sus series predilectas) para entender qué diantres se le pasó por la cabeza cuando le informaron de que tres de sus legiones en Germania -al mando de Publio Quintilio Varo- habían sido reducidas a cenizas por los «bárbaros» en el 9 d.C.

Si no pueden palpar la desesperación de un emperador que jamás había visto una debacle tal, basta con replicar las palabras que dejó sobre blanco el historiador, cronista (y lo que se terciara) Gayo Suetonio. En su «Vida de los doce Césares» afirmó que, tras conocer la noticia de la destrucción de las tres legiones en octubre, el mandamás enloqueció y, durante meses, se negó a afeitarse o cortarse el pelo; evitó personarse en cualquier acto público; se dio múltiples cabezazos contra las paredes y repitió a gritos, una y otra vez, la misma frase: «¡Quintilio Varo, devuélveme mis legiones!». Cuentan que lloró por los soldados como si hubieran sido hijos suyos. En definitiva, y según las palabras del historiador del siglo XVIII Edward Gibbon, «no recibió las melancólicas noticias con toda la templanza y firmeza que podría haberse esperado de su carácter». Un mal día.

Gibbon fue duro en exceso. Al fin y al cabo, y según narra Jesús Hernández en «¡Es la guerra! Las cien mejores anécdotas de la historia militar», el conocido como 'desastre de Varo' (la historia señaló así al general) fue el primero de tal severidad que sufrieron las míticas legiones romanas. Las mismas que se habían convertido en el terror de los pueblos bárbaros gracias a sus tácticas en batalla. Por ejemplo, la formación en «testudo», que ha llegado hasta nuestros días como la «tortuga» gracias a los populares Asterix y Obelix. Pero no nos desviemos del tema y hagamos la pregunta del millón de sestercios: ¿Por qué le escoció tanto aquella derrota? Más allá de la mera aniquilación de sus hombres (que ya es...) los germanos se cebaron con el derrotado. Después de engañar a sus enemigos para que se adentraran en un bosque tan espeso como peligroso, aniquilaron a la mayoría y, al resto, les quemaron vivos.

Empecemos por donde comienza toda buena historia: por el principio. Corría el siglo I d.C. en el nuevo y flamante Imperio romano. La calidez del orden parecía copar todas las regiones anexionadas a golpe de gladius. Desde la Galia hasta Ponto. No obstante, también existían lugares donde los vientos de la guerra soplaban con fuerza. Germania era uno de ellos. Narra Hernández que, por entonces, «los pueblos germánicos ocupaban las zonas fronterizas del imperio, al este del Rin y al norte del Danubio, y se veían obligados a pagar un tributo al emperador Augusto». Los impuesto, que no suelen agradar demasiado, soliviantaron los ánimos de aquellas tribus, por lo que el mandamás decidió enviar a uno de sus generales, Publio Quintilio Varo, hasta la región para asegurar el buen orden. A su mando se pusieron cinco legiones; según explica Stephen Dando-Collins en su magna «Legiones de Roma», dos en el Alto Rin y tres en el Bajo Rin
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Augusto
Augusto quizá eligió a su general de forma errónea. Ya lo dejó escrito Veleyo Patérculo, uno de los oficiales romanos que conocieron en persona al propio Varo. Este definió al militar en sus textos como un hombre de unos sesenta añosque había demostrado tener «buen carácter y buenas intenciones» durante su gobierno en Siria. Una persona «de talante tranquilo», en definitiva. Pero esas características no le dotaban, sin embargo, de las capacidades necesarias para dirigir una gran fuerza y enfrentarse a las versadas tribus germanas. De hecho, para el año 9 d.C., cuando llegó la hora del frío acero, se había «habituado más al ocio del campamento que al auténtico servicio de la guerra» y apostaba en exceso por la diplomacia y poco por la espada. Desde que arribó a Germania en el año 6 d.C. «llegó a considerarse a sí mismo como un pretor urbano que administraba justicia en el Foro y no como un general al mando de un ejército en el corazón de Germania».

Frente a él, Varo se encontró con su antítesis: un jefe local que -según dejó escrito el mismo Veleyo- se había cambiado el nombre de Hermann a Arminio. Un hombre que el cronista definió en sus obras como un «joven de noble cuna», «valeroso en la acción», «de mente despierta» y que «mostraba en el rostro y en los ojos el fuego que ardía en su mente». Él, al igual que su hermano Flavo, conocía a la perfección la forma de combatir de las legiones romanas porque había luchado junto a ellas durante años. Incluso había recibido una infinidad de condecoraciones tras haber prestado servicio con Tiberio en el Rin. Según el historiador y senador de época Cornelio Tácito, este líder sirvió al emperador con un cargo equivalente al de prefecto y fue uno de los grandes amigos de Quintilio hasta el mismo año 9. «Era su eterno compañero y a menudo compartía su mesa a la hora de cenar», explica. Sin embargo (lo que son las cosas) la tierra le pudo más que la camaradería y, en secreto, orquestó junto a otros presuntos aliados de Roma un plan para destruir al opresor.

«Varo se había habituado más al ocio del campamento que al auténtico servicio de la guerra»
Veleyo no fue excesivamente duro en sus textos contra el traidor Arminio y sus generales (supuestos aliados de Augusto). Contra quien si se deshizo en improperios fue contra Varo. «Ese joven convirtió la negligencia del general en una oportunidad para la traición». Según explicó, «intuyendo sagazmente que nadie podía ser vencido más deprisa que el hombre que nada teme», se mostró amigable con el confiado oficial hasta que tuvo los suficientes apoyos como para organizar una revuelta de importancia contra Roma. Ese momento llegó en el año 9, cuando decidió dar una sorpresa terrible a sus enemigos. Aunque, eso sí, en un lugar en el que pudiera vencer, pues de tonto no tenía un pelo. «Atrajo a tres de las cinco legiones hasta un territorio que él conocía muy bien, el bosque de Teutoburgo, situado entre los ríos Ems y Weser», añade Hernández. Lo hizo mediante otros tantos generales que convencieron al militar de que se había producido un levantamiento en el norte, y de que los rebeldes se hallaban en aquella arboleda.

Bosque maldito
Dando-Collins explica, de forma pormenorizada, las fuerzas de Varo en su obra:

«Se calcula que las tres legiones ascenderían a un total de unos diez mil hombres. La columna también incluía mil quinientos jinetes auxiliares y tres mil soldados de infantería auxiliares. Como en un ejemplo de libro, al estilo romano, esta fuerza de unos catorce mil quinientos hombres habría sido dirigida hacia las montañas Weser por la caballería y los auxiliares, guiada por germanos que habían sido enviados para llevar al ejército romano hacia la trampa de Arminio. Tras las tropas, venían las partidas de construcción de caminos de los romanos. En la vanguardia de la columna cabalgaba el propio comandante en jefe con su Estado Mayor y su guardia montada. Probablemente, les seguían dos legiones, precediendo la larga columna de bagaje de Varo».

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Despedida de Arminio
Arminio, por su parte, se adentró tenso en el bosque con las tribus que se habían unido a él y eligió un lugar inmejorable para perpetrar su trampa: una zona de estrechos desfiladeros que impedían el avance de la caballería e imposibilitaban que los legionarios adoptaran sus formaciones de batalla. Por si fuera poco (nunca lo es) los dioses a los que veneraban les regalaron una llovizna que embarró el terreno y, además de colmar los ánimos de sus enemigos, hizo intransitables los caminos. Pintaban bastos para los de Quintilio Varo...

La emboscada comenzó cuando los romanos llegaron a este punto. De la nada, cientos de guerreros germanos se ubicaron a ambos lados del desfiladero y comenzaron a arrojar sobre las legiones una lluvia de piedras, proyectiles y -en definitiva- cualquier cosa que tuvieran a mano. Así lo dejó escrito Dión Casio. Les cazaron todavía con sus aperos a cuestas. Rápidamente, los de Varo tiraron al suelo sus efectos personales y levantaron el escudo. Acababa de empezar la peor fiesta de sus vidas. Según Hernández, trataron de adoptar la formación en «testudo» para protegerse, pero los germanos -como si deguerrilleros de los Montes de Toledo se tratasen- se retiraban a la velocidad del rayo para, acto seguido, atacar desde otra dirección. «Inferiores en número a sus asaltantes en todos los puntos de ataque, sufrieron terriblemente y no pudieron ofrecer resistencia», explicaba el mismo Casio.

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Así continuó la contienda durante horas, hasta que la noche obligó a los soldados de Arminio a detener aquel acoso. Los sorprendidos romanos, por su parte, se limitaron a atrincherarse lo mejor que pudieron y pasar la noche allí. A la mañana siguiente el infierno continuó. Varo ordenó a sus hombres desperezarse pronto para seguir avanzando y salir de aquel bosque maldito. No sirvió de nada. Ni siquiera abandonar y quemar los carros de víveres que llevaban consigo para viajar más rápido les valió. Los germanos les siguieron acosando. No había respiro. Los proyectiles, el barro, la lluvia, el miedo... La desesperación por todo ello hizo que, con todo su pesar, el oficial ordenara la retirada.

La desesperación cundió y cada soldado se propuso escapar por sí mismo para poder salvarse. «Numorio Vala, el comandante de la caballería, abandonó al resto de la columna e intentó salir del bosque con sus jinetes, peor no lo consiguió. Los germanos le masacraron», añade Hernández. En medio de aquel desastre, Arminio ordenó un ataque masivo contra el corazón de las fuerzas romanas. La infantería cayó entonces víctima de la confusión. Durante dos días, las fuerzas se midieron en un combate a muerte. Varo, por su parte, fue herido y prefirió suicidarse. «¡Mátame ahora mismo!», le espetó a uno de sus subordinados.

Todo acabó poco después. Miles de soldados murieron, y los capturados fueron ejecutados o quemados vivos en grandes piras. Los germanos destrozaron los estandartes contrarios y escupieron sobre las sagradas águilas (una afrenta más dolorosa incluso que la derrota para un militar). Por ello, cuando la noticia llegó a Augusto, este enloqueció. «¡Quintilio Varo, devuélveme mis legiones!». Pero estas ya se habían perdido para siempre.

Original con video al inicio:
https://www.abc.es/historia/abci-ex...a-emperador-augusto-201905160108_noticia.html
 
La opinión de Hitler sobre los españoles: «moros y vagos» que adoran a una reina «ramera»
A pesar de que admiraba a los combatientes de la División Azul por su valentía, el «Führer» fue uno de los personajes que más aceptó la falsa Leyenda Negra propagada contra nuestro país

SeguirManuel P. Villatoro@ABC_Historia
Actualizado:17/07/2018 09:02h

El 23 de octubre de 1940 las relaciones entre Francisco Franco y Adolf Hitlerdieron un vuelco tras la entrevista que ambos mantuvieron en la ciudad de Hendaya. Aquella jornada, después de varias horas de reunión en el vagón restaurante del Erika (el tren especial que había transportado al «Führer» hasta la región), los dos acabaron decepcionados. El primero, porque no pudo lograr que el líder nazi se comprometiera a entregarle en bandeja de plata el ansiado Marruecos francés. El segundo, porque el ferrolano insistió varias veces en que, si el ejército nazi llegaba a conquistar Inglaterra, sufriría durante años el letal acoso de la flota británica desde Canadá.

Esas palabras, según explica el reconocido historiador Paul Prestonen su obra «Franco», fueron como un puñal para el teutón, que no entendió cómo alguien podía dudar de la victoria del Tercer Reich ante los aliados. La frase que el líder nazi espetó al terminar la charla fue lapidaria y resumió las dos horas y media de conversación: «Con estos tipos no hay nada que hacer».

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Entrevista de Hendaya entre Hitler y Franco
Aquella primera impresión marcó para siempre la opinión que el líder nazi tuvo de Franco. A partir de entonces (y tal y como se recoge en «Las conversaciones privadas de Hitler» -Memoria Crítica, 2004-), el «Führer» le definió en varias ocasiones como un sujeto mediocre que había «asumido todos los amaneramientos de la realeza» decimonónica y que jamás podría ponerse a la altura de Benito Mussolini y de su movimiento fascista. La reunión no ayudó tampoco a que la visión que el nazi tenía de nuestro país mejorara. De hecho, a sus círculos más íntimos solía hablarles de los españoles como unos «vagos» con sangre de «moros» que adoraban a Isabel la Católica, a la que definió como «la mayor ramera de la Historia».

Este juicio solo se modificó después de que Hitler viera combatir a los hombres de la División Azul junto a la «Wehrmacht». A partir de entonces calificó a los soldados de nuestro país de «andrajosos», pero también de valientes. «No tengo idea de seres más impávidos. Apenas se protegen, desafían a la muerte. Lo que sé es que los nuestros están siempre contentos de tener a los españoles como vecinos de sector», afirmó el «Führer» el 4 de enero de 1942. Y todo ello, a pesar de que, cuando vertía estas opiniones, todavía no les había visto luchar a brazo partido en la batalla de « Krasny Bor» (donde seis millares de soldados se enfrentaron a un ejército soviético diez veces más grande).

Leyenda Negra
Más allá de sus opiniones sobre Franco, lo que está claro es que Hitler acrecentó la Leyenda Negra española forjada a partir del siglo XV por los enemigos que no podían vencer a nuestro país. Ejemplo de ello es que, en la noche del 3 de febrero de 1942 (pocos meses antes de que sus tropas se helaran en su camino hacia los pozos petrolíferos del Cáucaso) llegó a cargar contra la Inquisición mediante argumentos tan manidos y falsos como que en la Península habían sido perseguidas y quemadas miles de brujas. Nada más lejos de la realidad ya que apenas un 1,8% del escaso 3,5% de los condenados a muerte entre los años 1540 y 1700 fueron ajusticiados en la hoguera.

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«Cerca de Würzburg hay pueblos en los que, literalmente, fueron quemadas todas las mujeres. Se sabe de jueces del tribunal de la Inquisición que tenían a gloria haber hecho quemar veinte o treinta mil brujas. La larga experiencia de tales honores tiene que dejar huellas indelebles en un pueblo. En Madrid, el olor nauseabundo de la hoguera de los herejes se mezcló durante más de dos siglos con el aire que se respiraba. Si en España vuelve a estallar una revolución habrá que ver en ella la reacción natural a una interminable serie de atrocidades», afirmó el«Führer a sus más allegados aquella jornada.

No contento con eso, también cargó contra esta etapa de la historia del país al señalar que había estado colmada de brutalidades y determinó que la intromisión de la Inquisición había provocado «crueldad, ignominia y mendicidad» en la Península.

Otras mentiras
Pero este no fue el único error histórico en el que incurrió Adolf Hitler. Poco versado en la historia española, el «Führer» llegó a atacar a los cristianos que, a partir del siglo VIII, iniciaron la Reconquista de la Península contra los musulmanes. «El pueblo español tiene una mezcla de sangre gótica, francesa y mora. ]...]. La época árabe […] fue la más cultivada, la más intelectual y en todos los aspectos la época mejor y más feliz de la historia de España. Le siguió el período de las persecuciones, con sus incesantes atrocidades», señaló el «Führer».

En este sentido, el líder germano también criticó que la sociedad española venerara a la Isabel la Católica, uno de los personajes históricos a los que Francisco Franco dedicó su victoria en la Guerra Civil. «Si en 1936 no hubiera decidido enviarle nuestro primer avión Junker, Franco nunca habría sobrevivido ¡Y ahora se atribuye su salvación a santa Isabel! ¡Isabel la Católica, la mayor ramera de la historia, que fue condecorada por el papa con la Rosa de la Virtudmás o menos en la época en que se crucificaba a nuestro Luis de Baviera debido a Lola Montes!», señaló el 1 de agosto de 1942.

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Isabel la Católica
Es más que probable que Hitler no conociera que el exigente confesor de la monarca, Hernando de Talavera, se preocupó de que fuese siempre casta. Esta virtud ha sido corroborada a día de hoy por historiadores locales y extranjeros como William Prescott. Un experto que, a pesar de no ser favorable al catolicismo, ha subrayado en «Historia del reino de los Reyes Católicos» esta característica de la reina: «Bajo una reina así, la corte, que había sido casi un burdel durante el reinado anterior, se convirtió en una escuela de virtudes y de ambiciones generosas».

Héroes
Con todo, Hitler sí guardó un cariño especial para la División Azul, los voluntarios que marcharon hacia Rusia a combatir por Alemania. Esta unidad comenzó a forjarse en junio de 1941, poco después de que Ramón Serrano Suñer pronunciara una arenga en la que animaba a los jóvenes a combatir contra la URSS: «Camaradas: No es hora de discursos, pero sí de que la Falange dicte en estos momentos su sentencia condenatoria: ¡Rusia es culpable! ¡Culpable de nuestra Guerra Civil! (…) ¡El exterminio de Rusia es exigencia de la Historia y del porvenir de Europa!». Aquello desembocó en la creación de un contingente que participó en batallas como la del Voljov o el cruce del lago Ilmen.

El «Führer» no tardó en reconocerles su valentía en una conversación privada fechada el 4 de febrero. Aunque, eso sí, haciendo hincapié en que su carácter latino era un verdadero lastre. «Considerados como tropa, los españoles son una banda de andrajosos. Para ellos el fusil es un instrumento que no debe limpiarse bajo ningún pretexto. Ente los españoles, los centinelas no existen más que en teoría. No ocupan sus puestos, pero si los ocupan durmiendo. Cuando llegan los rusos, son los indígenas los que tienen que despertarlos. Pero los españoles no han cedido nunca una pulgada de terreno. No tengo idea de seres más impávidos. Apenas se protegen. Desafían a la muerte. Lo que sé es que los nuestros están siempre contentos de tener a los españoles como vecinos de sector», explicó Hitler.

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Batalla de Krasny Bor
No acabaron en ese punto sus elogios hacia los soldados de la División Azul. Durante la misma tertulia, Hitler explicó a todo aquel dispuesto a escucharle (era famoso por agotar a sus invitados con extensos monólogos en los que apenas dejaba hablar al resto) que la gallardía de los españoles era histórica. «Si se leen los esritos de Goeben sobre los españoles, se advierte que no han cambiado desde hace cien años. Extraordinariamente valientes, duros para las privaciones, pero ferozmente indisciplinados. En ellos, lo lamentable es la diferencia de trato entre los oficiales y la tropa. Los oficiales españoles viven de maravilla», destacó.

El 5 de septiembre de ese mismo año llegó a afirmar que «una de nuestras más felices iniciativas fue permitir que una legión española luchase a nuestro lado». Tan contento estaba aquel día por la actuación de la División Azul, que señaló que, en cuanto tuviera ocasión, condecoraría a Muñoz Grandes para motivar que más y más hombres se unieran a sus filas. «Cuando regrese a España, habrá que equipar de arriba a abajo a esa legión (y de manera magnífica), darle parte del botín y algunos generales rusos como trofeos. De esta forma harán una entrada triunfal en Madrid y su prestigio será invencible», añadió.

¿Nueva visión?
Tal y como queda recogido en «Las conversaciones privadas de Hitler», hubo muy pocas ocasiones en las que Adolf Hitler alabó la conducta y la sociedad española. Una de ellas se dio el 5 de septiembre de 1942. Ese día, el «Führer» estuvo mucho más amable de lo habitual con nuestro país y afirmó que España era «un país que es imposible no amar».

Incluso usó la palabra «grandeza» (en nuestro idioma) para referirse al pueblo peninsular. «No conozco a un solo alemán que opine de distinta manera. Uno de nuestros primeros jefes regionales de Hannover regresaba de España. No tenía otro deseo que volver allí de nuevo. Jamás he encontrado a nadie que no sienta admiración por los españoles», completó.

https://www.abc.es/historia/abci-op...adoran-reina-ramera-201807162322_noticia.html
 
El intento de agresión en el Congreso tras cantarse La Internacional que empujó a España a la Guerra Civil
El «violento» episodio protagonizado el 16 marzo de 1936 por un diputado socialista que exigió al presidente de la Cámara gritar un «¡Viva la República!» era el reflejo de la creciente tensión en las últimas semanas de la Segunda República

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El esperpento que se vivió este martes en la primera sesión parlamentaria de la legislatura fue de traca. La presencia de los cuatro diputados en situación de prisión por su participación en el procès exaltó ayer los ánimos en el Congreso y desgarró aún más si cabe los dos bloques sobre los que pendula la política española en estos momentos. Sin embargo, aunque muchos medios de comunicación aseguraron ayer que nunca el hemiciclo había servido como marco para un enfrentamiento entre partidos el día de la constitución de Las Cortes, se equivocan.

Esperpento en el Congreso», por Pedro García Cuartango]

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Portada de la sesión de apertura de las Cortes, el 17 de marzo de 1936- ABC
ABC ha buceado en su hemeroteca para encontrar un incidente más grave y bochornoso aún, si cabe, que el protagonizado por algunos diputados en esta sesión de apertura, como los presos entrando en el Parlamento y la reacción del PP, Ciudadanos y Vox. El encuentro entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el líder de ERC, Oriol Junqueras, emplazándose a «hablar». O los independentistas desafiando las normas al jurar la constitución «por la libertad de los presos y exiliados políticos» y «por imperativo legal con lealtad al mandato democrático del 1 de octubre». Y, sobre todo, los golpes en las meses y en el suelo de los miembros de Vox cada vez que estos últimos tomaban la palabra.

El incidente en cuestión tuvo lugar el 16 de marzo de 1936 en la sesión de apertura tras las elecciones generales de febrero. Se puede decir que, incluso, reflejó como nunca la división en el Congreso entre republicanos y conservadores y anticipó el golpe de Estados de Franco, con el consiguiente inicio de la Guerra Civil cuatro meses después. Y es que fue tal el nivel de bronca aquel día a causa de un «¡Viva la República!» que algunos parlamentarios se negaron a pronunciar, que la expulsión del hemiciclo del portavoz adjunto de ERC, Gabriel Rufián, el pasado noviembre se quedó en nada. O la crispación que generaron las elecciones de diciembre de 2015 en la que se certificó la quiebra del bipartidismo.

Wenceslao Fernández Flórez
Retrocedamos, pues, en el tiempo. Aquel episodio « de gran violencia» fue protagonizado por un diputado socialista y el presidente del Congreso, Ramón de Carranza. Fue tal la tensión que, cuarenta años después, el conato de pelea que se produjo entre los diputados aún era recordado en esta redacción por un compañero del encargado de cubrir aquel percance en el Parlamento: el escritor y periodista Wenceslao Fernández Flórez.

No era sino un reflejo del incremento de la tensión social que se había producido en España a lo largo de la Segunda República. La opinión del Conde de Romanones, recogida por ABC aquel mismo día de marzo del 36, lo reflejaba así: «En mi larga vida parlamentaria jamás vi una sesión preparatoria a la que asistiesen más de 300 diputados. ¡Y con qué ímpetu! Estas sesiones siempre fueron de mero trámite, pero aquí ya no hay nada que hacer. Creo que debe actuarse con gran prudencia, pues ese será el único modo de que estas Cortes duren. Si no, pueden morir en cualquier momento de lo que yo llamo un “incidente imprevisto”».

El famoso político liberal y exministro de Primo de Rivera parecía anticipar la asonada del 18 de julio. De hecho, varios generales –incluido Franco– ya habían acordado sublevarse a principios del años si, como ocurrió, el Frente Popular ganaba las elecciones. Esas primeras gestiones fracasaron, pero la semilla estaba plantada cuando se celebró el pleno que nos ocupa. «Mal comienzo tuvo. Poco después de abierta la sesión, los diputados de la mayoría frentepopulista entonaron "La Internacional” puestos en pie y con el puño en alto», contaba el amigo de Fernández Flórez en 1978, según el relato que le había hecho este.

«La Marsellesa»
El diario oficial del Partido Comunista, «Mundo Obrero», se refirió a esta interpretación de su himno en el Congreso –fuera del orden del día y entre insultos al presidente Carranza de filiación monárquica– como una victoria sin precedentes: «Por primera vez en la historia del parlamentarismo español ha retumbado, con ecos de gloriosas llamadas a la lucha, el himno revolucionario del proletariado universal. El himno oficial del país libre que adorna la victoria de la gran Unión Soviética. El canto de guerra antifascista…». Según ABC, sin embargo, muchos fueron los corrillos que se formaron después en el hemiciclo calificando de «insólito» que cien diputados se hubieran atrevido a cantar, con el puño en alto y de pie, un himno que no era el oficial de la República. «A una personalidad de la Izquierda Republicana le oímos decir después –podía leerse al día siguiente– que si los diputados socialistas y comunistas persistían en cantar “La Internacional” cada vez que ocurriera un incidente en la Cámara, los republicanos contestarían entonando “La Marsellesa”».

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Wenceslao Fernández Florez, en 1926- ABC
Con motivo de la inauguración de la Cámara tras las elecciones de febrero,Juan Ignacio Luca de Tena le pidió encarecidamente a Wenceslao Fernández Flórez que, dada la «solemnidad» del acto, suavizara por esta vez sus mordaces y humorísticos comentarios. Llevaba un tiempo retirado de la cabecera y no podía regresar generando la más mínima polémica en un momento crucial como aquel. Lo que no se esperaban el director de ABC y su redactor es que la tensión dentro del Parlamento llegara hasta un punto pocas veces visto.

Cuando Ramón Carranza anunció que levantaba la sesión y se puso en pie para marcharse, un diputado socialista le gritó: «Diga usted viva la República». El presidente del Congreso le respondió en voz alta: «No me da la gana». En ese momento se formó un tumulto tremendo y el mismo hombre que había exigido la proclama se lanzó corriendo para intentar agredir al presidente. A punto estuvo de hacerlo, de no haber sido protegido por el diputado de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), Dimas de Madariaga. El mismo que fue ejecutado en localidad abulense de Piedralaves poco después, en la zona republicana, nada más comenzar la guerra. Sin la intervención de este pacificador desdichado que se interpuso en el camino y frenó al socialista estaríamos hablando de la primera agresión, entre diputados, del congreso español en el siglo XX.

«¿Usted gritaría un “viva la Monarquía”?»
El mismo Carranza relataba así lo ocurrido en una carta enviada a ABC al día siguiente: «Si ese señor se hubiese dirigido a mí recordándome que la práctica era poner fin a la sesión con un “viva la República”, le habría respondido que ignoraba la costumbre. Pero si hubiera sido consciente del ritual, no habría utilizado mi derecho a presidir la sesión [como diputado de mayor edad]. Y si con la debida cortesía me hubiese expresado su deseo de que diese el “viva” que le agradaba, le habría respondido de igual manera que no lo daría a ese régimen, pero sí un “¡viva España!” que nos uniría a todos los que estamos en el salón. Así que continué de pie y volví a repetir: “No doy ese viva porque no quiero”. Y me retiré cuando me pareció conveniente, después de oír buena parte de aquel himno internacional que desconocía».

Según relataba también este diario, los pocos diputados monárquicos que permanecieron en el Congreso tras el incidente, elogiaron el gesto de Carranza, ya que entendía que «este procedió como correspondía ante una invitación tan inoportuna si tenemos en cuenta la filiación política del presidente». Una corriente de opinión a la que se sumó Romanones: «La petición al almirante Carranza podría haber sido resuelta si le hubiera preguntado a su interlocutor lo siguiente: “¿Usted gritaría viva la Monarquía?”. Estoy seguro de que así la Cámara le habría aplaudido».

Ese mismo día, el Partido Socialista denunció en el Congreso que el nuevo presidente del Gobierno, Francisco Largo Caballero, había sufrido atentado en su domicilio. «Nuestro camarada fue tiroteado y algunos de los proyectiles entraron en la habitación de este», detallaba la nota de prensa. Los enfrentamientos se hicieron cada vez más habituales en el campo y en las ciudades, lo que tuvo también su reflejo en las discusiones de las Cortes, centradas en el orden público, hasta que el 12 de julio la situación se hizo insostenible. El teniente Castillo era asesinado por grupos armados de la derecha y, al día siguiente, ocurría lo mismo con José Calvo Sotelo por parte de varios grupos de izquierda. Solo hubo que esperar cinco días para que estallara la Guerra Civil.

Terminada la violenta sesión del 16 de marzo de 1936, Fernández Flórez se dirigía a la redacción de ABC impresionado por lo que acababa de presenciar, pero sin nada apuntado en su cuaderno ni la intención de escribir su crónica de ambiente. Al verle, el director le preguntó por su artículo, dando por hecho que este tendría gran interés por los rumores que le habían llegado. Sin embargo, el periodista le dijo:

No hay artículo.

Pero, hombre, Wenceslao, ¿cómo va a salir mañana ABC sin tus «Acotaciones»?

Allí tiene usted que mandar a un redactor de sucesos, no a mí.

https://www.abc.es/historia/abci-in...espana-guerra-civil-201905230244_noticia.html
 
Los barcos del exilio español: las rutas marítimas que los republicanos usaron para escapar de Franco

Memoria histórica

Un proyecto de la Asociación Hijos y Nietos del Exilio Republicano Español traza el perfil de uno de los mayores éxodos de la historia contemporánea

Hay registrados 268 barcos y 168 listas de pasajeros completas, desde 1937 a 1943 que suman decenas de miles de huidos."No están todos", dicen los responsables

La diáspora que huyó de la represión franquista utilizó no menos de tres vías marítimas que llegaban a puertos de África, América y Europa

Juan Miguel Baquero
23/05/2019 - 21:59h
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El buque inglés Stambrook.

LIBRO | El país de la desmemoria, del genocidio franquista al silencio interminable
NIÑOS DE LA GUERRA

"Nos salvaron de la guerra, pero nos perdieron para siempre"


Medio millón de españoles protagonizaron uno de los mayores éxodos de la historia contemporánea. Los refugiados que escaparon de la guerra civil conformaron una migración desesperada que, a menudo, encontró el mar como única puerta de salida del país. La huida se hizo en muchas ocasiones a lomos de barcazas o a bordo de los grandes buques.

El proyecto Barcos del exilio republicano español ha recogido las experiencias de este éxodo para conformar un relato sobre la huida marítima de españoles. Una página webcoordinada por la Asociación Hijos y Nietos del Exilio Republicano. El trabajo cuenta la vivencia de varias rutas que acaban en puertos de África, América y Europa. Y un apartado extra dedicado a los niños del exilio.

"Hemos sumado 268 barcos desde el año 1937 a 1943 y 168 listas de pasajeros", explica Sonia Subirats, del colectivo organizador. Aunque "no están todos los listados completos", advierte, han logrado recopilar datos de, al menos, 15.928 exiliados solo entre Argentina, Chile, Colombia, México, República Dominicana y Venezuela.

La idea es conformar una herramienta "de divulgación y recuerdo". Como "una web abierta" al aporte de descendientes e investigadores, "de documentos, imágenes y datos". El proyecto, que ha sido presentado en el Museu Marítim de Barcelona, coincide además con los homenajes al 80 aniversario del Exilio Republicano.

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Refugiados españoles. | BARCOS DEL EXILIO REPUBLICANO ESPAÑOL (BERE)

La diáspora española
La diáspora española esparció por el mundo miles de historias anónimas. Vidas labradas lejos de la guerra y la dictadura. Pero también dejó como legado los nombres de colaboradores necesarios, caso del poeta Pablo Neruda o el presidente mexicano, Lázaro Cárdenas. O de navíos salvadores como el Stambrook o el Winnipeg.

Así lo cuenta‘Barcos del exilio republicano español. Un espacio digital que parte de las vías marítimas y las embarcaciones, de los puertos de salida y llegada, para explicar el éxodo en "tres tiempos". Uno, "los niños y niñas amenazados por los frentes de combate entre 1936-37". Dos, "la población en el norte peninsular en 1937". Y tres, la huida "masiva de la población tras la derrota y rendición del ejército republicano", desde 1939 a 1943.

América
En varios países del continente americano arribaron los barcos cargados de migrantes forzados por la guerra y la represión franquista.

En Chile atracó el Winnipeg cargado con 2.500 refugiados españoles. Son los primeros días de septiembre de 1939. La guerra terminó en abril, pero la represión sigue azotando con fuerza. Al puerto de Valparaíso llegaron otros buques como el Órbita, el Reina del Pacífico o el Santa Lucía.

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Rutas marítimas del exilio republicano hacia América desde 1939. | (BERE)

Otro puerto predilecto fue el de Veracruz (México). El barco Mexique navegó desde Burdeos (Francia) en julio del 39 con 2.200 exiliados. El Sinaia llegaba dos meses antes, desde las playas galas de Sète, con 1.800. Y el Orinoco, el Ipanema… y un buen puñado de buques que usan puertos como Coatzacoalcos y Tampico.

Buenos Aires, Argentina. Al abrigo de la dársena porteña aparecen barcos como el Alsina, que transporta 262 personas en siete travesías. O el Aurigny (171 viajes, 5 refugiados), el Belle Isle, Highland Monarch, Kerguelen, Mendoza… Zarpan de España. Y también, a veces, desde otros países.

Como en el año 42, con el Herna Gorthon, que sale de La Habana (Cuba) y el Río de la Plata, desde Casablanca (Marruecos). O en el 39, con el Groix desde Lisboa (Portugal) y el Massilia desde La Rochelle (Francia). De la misma tierra gala sale el Alexandrine Eudoxia hasta Barranquilla (Colombia). O el Normandie, desde El Havre, y el Margaret Johnson desde Amberes (Bélgica) hasta Puerto Colombia.

Hay barcos que repiten puertos, caso del Magallanes y el Marqués de Comillas que igual llegan a La Habana que a Nueva York (EEUU), donde también atracan el Normandie, Presidente Harding, Saturnia, Washington… El reguero de migrantes salpica a Santo Domingo y Puerto Plata (República Dominicana) o La Guaira en Venezuela.

Europa
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Rutas marítimas del exilio republicano hacia Francia en 1937. |(BERE)

Francia centra el capítuo europeo. A Marsella llegan el Galatea-Maine desde Gandía, el HMS Devonshire de Menorca, y el Marionga de Alicante. Por La Rochelle aparecen el Alice Marie, Cabo Corona, Habana y Luchana, entre otros.

O un listado de decenas de naves con salida en Asturias y País Vasco. Buques como únicas escapatorias de los asfixiados territorios norteños que buscan puertos como Burdeos, Nantes, Lorient, Bayona o Pauillac.

África
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Rutas marítimas del exilio republicano de marzo a abril del 39. | (BERE)

Las tierras africana también representaron una vía de escape. Argelia ofrecía el muelle de Orán. Por ahí pasaron muchos buques atestados de republicanos. Como el Stambrook con 3.638 españoles que salieron el 28 de marzo de 1939 desde Alicante. El African Trade había depositado a 1.250 personas apenas diez días antes.

Al puerto de Mers El Kebir también llegaron refugiados. En la vecina Túnez lograron desembarcar unos 4.000 exiliados. El lugar elegido fue el embarcadero de Bizerta. Ahí atracaron numerosas naves. Caso de Almirante Antequera, Lepanto, Miguel de Cervantes o Libertad.

Los niños del exilio
El rastro de los menores de edad que dejaron España en el contexto de la guerra civil lleva a Rusia. Un puerto como el de Leningrado recibe barcos como el Sontay que parte desde Burdeos con 1.494 'niños de la guerra' el 13 de junio del 37. El Kooperatsia sale de El Musel (Gijón) en septiembre del mismo año. Otros zarpan de Le Havre, como el Felix Dzerzhisky y el Mayra Ulianova.

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Rutas marítimas del exilio republicano (niños y niñas) en 1937. | (BERE)

Pero los buques enfilan Inglaterra también. El Habana toca el muelle de Southampton el 23 de mayo del 37. Dos días antes partía desde Bilbao con 3.889 niñas y niños a bordo. México recibe al Morelia, con cientos de menores. Argelia a 84 que llegan a Orán en El Mansour desde Port Vendrés.

A Estados Unidos llegaría un grupo a Baltimore, en el Nyasa y en el Serpa Pinto. Las dos embarcaciones enfilan el Atlántico en 1942 desde Casablanca. Dinamarca recibió más de un centenar de jóvenes españoles. Saldrán en 1937 en dos expediciones desde Dunkerque hasta Esbjerg.

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Los buques Winnipeg y Stambrook. | (BERE)

"Somos hijos de exiliados"
"Para nosotros que somos hijos de exiliados, ha sido muy importante hacer este reconocimiento", dice Sonia Subirats sobre el proyecto Barcos del exilio republicano español. Y más haciendo coincidir la puesta en marcha del espacio digital con el 80º aniversario de la diáspora republicana.

"Ahora queda una web abierta para que la gente la vea, nos escriba, nos recuerde, para que sirva para otras investigaciones y para que podamos recibir más información", dice la coordinadora de la Asociación Hijos y nietos del exilio republicano.

Para que las familias de las víctimas del franquismo, los descendientes de los exiliados, sigan aportando "fotografías", relatos, historias. "No todas las listas están completas, pero hemos sumado 268 barcos desde el 37 al 43, y 168 listas de pasajeros", subraya.
https://www.eldiario.es/sociedad/barcos-espanol-republicanos-escapar-Franco_0_902210477.html
 
DRAMA EN EL MEDITERRÁNEO

Los Gelves y el maestre Álvaro de Sande: la heroica resistencia española en el infierno

En 1560 se dio uno de esos sorpresivos y trágicos desastres que dejó en estado de shock a los españoles de la época, acostumbrados a contar las batallas por victorias



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Puesta de sol en Djerba (Túnez). (CC/SuperManu)



ÁLVARO VAN DEN BRULE
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HISTORIA
01/06/2019


"El arena quemaba, el sol ardía,

la gente se caía medio muerta"

–Garcilaso de la Vega, 'Égloga II'


El Mediterráneo es como una bañera grande con un intenso color azul índigo, o verde si estas en una las siete mil islas griegas. Es un lugar de tránsito donde docenas de civilizaciones se han batido el cobre por el control del comercio, se han librado guerras incontables, y rapsodas como Homero, Kavafis o Elýtis, el llorado Miguel Hernández, Dante Alighieri o Petrarca han escrito sus mejoras líneas a ese Dios líquido que hace temblar los sensores del alma. También, el Mare Nostrum es el lugar donde miles de soñadores de color, huyendo de la explotación y del expolio europeo y de sus compinches del hemisferio norte, desnudan de identidad y futuro sus países de origen, condenándolos a buscar paradójicamente amparo tras el goteo de migas que sobran en la mesa de una Europa anciana y con unos valores poco oreados, jibarizados y en cloroformo, valores que por un egoísmo extremo y falta de imaginación para dar soluciones al resultado de su propia criminalidad –unas veces por omisión, otras impulsadas directamente–, la convierten en una confederación de interesesgenocida y deshumanizada cuando deberíamos ser el referente mundial por la experiencias vividas y difundir nuestros tan cacareados valores, los principios de la Revolución Francesa, el respeto a los Derechos Humanos y todas esas zarandajas que nos hemos inventado para parecer los más buenos. El caso es que donde solo hay indiferencia y vacío ante ese éxodo multitudinario, millares de desgraciados mueren en sus maldecidas aguas contra su voluntad recorriendo en un escalofrío aquellos corazones que aún laten.

La insistencia española era obsesiva en su ansia por controlar Djerba. La soberanía española se asentó entre 1520 y 1540 y de 1551 a 1560

Pero también es un mar pequeño y enorme a la vez por la historia. En el siglo XVI, España, que estaba muy subida cabalgando sobre una oleada de victorias encadenadas y sin precedentes, emocionada de tanto repartir estopa a granel, se dio de bruces en un episodio que le supuso una cura de humildad.

El Imperio Otomano contraataca
Al norte de la actual Túnez hay una isla de espectacular belleza donde la naturaleza lo ha cuadrado todo. Se llama este trozo de tierra de poco más de 500 kilómetros cuadrados Djerba. Antaño se llamó Gelves o Los Gelves y fue el punto o demarcación donde los dos bandos enfrentados en aquella época se zurraban de lo lindo. Atravesar la demarcación de Los Gelves definía el concepto de provocación, reto o escupitajoprovocador del adversario; eso era más que frecuente en los siglos XVI y XVII. En 1560 se dio uno de esos sorpresivos y trágicos desastres que por imprevisto, dejó en estado de shock a los españoles de aquel entonces acostumbrados a contar las batallas por victorias.

En los albores de la Edad Moderna, el colosal Imperio Otomano ayudaba a los corsarios berberiscos a hacer el trabajo sucio y de desgaste psicológico. La razias costeras en el sur de Italia, Malta, Sicilia, Lampedusa, etc, la captura de esclavos en el litoral español, el saqueo de naves mercantes en las peligrosas rutas transmediterráneas; obligarían a establecer al recién fusionado Reino de Aragón y el de Castilla a fijar una base permanente en la isla para mitigar la fanática belicosidad de los devotos de Allah.


Fernando el Católico se percató de lo estratégico de la isla y fue el primero en el siglo XVI en dictar doctrina geoestratégica en aquel vergel en medio del Mare Nostrum. Tras conquistar Trípoli, Argel, Orán y Bugía, la Monarquía hispánica puso sus ojos sobre Djerba.

Ya, hacia 1510, el ejército aragonés de Pedro Navarro, al que se habían sumado cerca de 7.000 castellanos al mando de García Álvarez de Toledo, que sería padre del célebre III Duque de Alba, iniciarían un fallido desembarco terrestre, en el que el calor, la falta de agua y la inexperta temeridad de Álvarez de Toledo desembocarían en un grave desastre. Algo más de 4.000 hombres morirían durante una marcha forzada por el desierto para efectuar una maniobra de pinza.

La insistencia española era obsesiva en su ansia por controlar Djerba. La soberanía española se asentó en distintos periodos entre 1520 y 1540 y de 1551 a 1560. En realidad el dominio de la isla fue más nominativo que real pues el Imperio Otomano tenía el Mediterráneobajo control férreo con una superioridad aplastante. Ya allá por el año 1558, el almirante corsario Pialí arrasaría Menorca sin resistencia realizando una carnicería deliberada sobre la indefensa población como aviso a navegantes. Tras este agravio, Felipe II apeló al Papa Pablo IV y a los aliados católicos para que se preparasen para una expedición combinada en 1560 contra Trípoli, arrebatada una década atrás por otro corsario llamado Dragut.

Cuando se puso la operación en marcha, los anatolios ya habían preparado una enorme flota para el contragolpe

Una coalición formada por España con tercios provenientes de Nápoles y Sicilia, Génova, Florencia, los Estados Pontificios y los centrifugados Caballeros Hospitalarios expulsados años atrás de Trípoli, lo intentarían. Probablemente 15.000 hombres de armas (de ellos 9.000 españoles) y en torno a 50 galeras y 40 embarcaciones de alto bord, intentarían el asalto.

Sancho de Leyva se quejaría amargamente a su emperador por la dilatación de los preparativos que acabarían dando al traste con el factor sorpresa. Cuando finalmente se pudo poner la operación en marcha, los anatolios ya habían preparado una enorme flota para generar un contragolpe.

El sobrino del célebre y longevo almirante Andrea Doria, Giovanni, se encargaría de capitanear la flota reunida en Messina. Cuando la flota había arribado a las costas de Trípoli –acabando febrero de 1560–, Doria, que no era de mucho coraje por no entrar en el insulto, mando volver a la flota sobre sus pasos. Hay que destacar que en Lepanto fue el único de los almirantes congregados que dijo que había que evitar el enfrentamiento. Llovía sobre mojado.



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Juan de la Cerda, retratado por Claudio Coello.


Entonces, el grueso de la flota optó por refugiarse en Djerba. Juan de la Cerda, duque de Medinaceli y líder de las fuerzas españolas, ordenó construir un fuerte en el norte de la isla, probablemente en las inmediaciones de la actual Houmt Souk. Esta fortificación en teoría debía estar finalizada en el plazo de seis meses echando toda la carne en el asador; pero Piali Pacha se presentó de improviso al mando de 86 galeras un 11 de mayo al alba y cayó sobre los desprevenidos españoles, hundiendo más de la mitad de la flota cristiana y capturando un numero ingente de prisioneros cuya cifra a día de hoy ningún historiador ha podido determinar con exactitud pero que podríamos situar en 9.000 soldados, que se dice pronto. Con el viento encontrado y al tener que navegar de ceñida pocas galeras pudieron escapar a aquel ataque sorpresa, entre las que curiosamente estaba la de Giovanni Andrea Doria y el duque de Medinaceli, quienes dejaron atrás a la suerte de su fatal destino a 2.000 hombres atrincherados entre la naciente estructura del fuerte.

La torre de cráneos
Tres meses duró el extenuante y fatídico asedio hasta que en su fase terminal, cuando ya no quedaban más dátiles que colectar ni agua que llevarse al gaznate, la guarnición de Los Gelves rindió armas el 31 de julio de 1560 en medio de una atroz canícula cercana a los 40º de temperatura a un ejército de más de 35.000 musulmanes. La resistencia extrema vivida por estos 2.000 soldados roza no lo heroico, lo siguiente. A sabiendas de que no tenían escapatoria, ni condumio, y finalmente, ni agua- la poca que bebían la filtraban del mar con sus camisas -, mantuvieron en alto el elevado patrón de un epitafio cuya sentencia todavía hoy tiene ecos sobre las ruinas de la fortaleza fantasma en la que se dejaron el pellejo.

El maestre de campo Álvaro de Sande pasaría a la historia como un líder titánico e icónico. Hubo una última salida desesperada antes de la rendición, pero los pozos de agua habían sido tomados por los turcos, solo quedaba rendirse. Cerca de 1.000 soldados –la mitad de la guarnición– fueron aniquilados a sangre fría in situ. Una macabra e ingente pila de cadáveres, la llamada Burj al-Rus (torre de las calaveras) sería el testimonio ultimo de aquella fatídica y desigual batalla que durante cerca de tres siglos permaneció expuesta en las inmediaciones de una paradisiaca playa como exposición del horror padecido por aquellos hombres sobrados de agallas pero faltos de compañeros de la misma talla. El dantesco monumento estuvo visible hasta el año 1848, cuando los británicos en un acto que les honra, dieron tierra a los restos de aquellos héroes.

Sande era para los otomanos el mismísimo demonio y fue sometido a pesar de su rango a infames y múltiples humillaciones

En el balance entre el ataque sorpresa a las naves cristianas y el trágico desenlace, alrededor de 10.000 hombres pasaron a mejor vida. El resto, o se dieron a la fuga –los conspicuos venecianos–, o fueron al mercado de esclavos de Gálata en Estambul.

Más de 5.000 prisioneros se llevó Piali a la capital del imperio otomano. Entre el conjunto de los capturados, Sancho de Leyva, Lope de Figueroa, Berenguer de Requesens, Sancho Dávila, Rodrigo de Zapatay Álvaro de Sande fueron moneda de cambio por su elevado estatus; mas no fue así para Álvaro de Sande que sería liberado por el sultán tras la mediación del rey Carlos IX de Francia, aliado de los turcos. Sande era para los otomanos el mismísimo demonio y fue sometido a pesar de su rango a infames y múltiples humillaciones.

El extremeño Álvaro de Sande recordaría el resto de su vida los horrores vividos en Los Gelves, actual Djerba. El enorme desastre causó el pánico en todos los puertos de la cristiandad y España desalojaría Orán, su cabeza de puente más preciada África al considerarla indefendible. Afortunadamente, la guerra que libraban los otomanos en el este de sus fronteras, en Persia, impidió que el sultán lanzara el grueso de sus fuerzas en una contraofensiva de resultados imprevisibles.


Es sabido que la noche es más oscura justo antes de amanecer. Este serio revés en medio de tanta victoria, bajó las ínfulas del rey emperador Felipe II, lo que le acercó de sopetón a la realidad y la envergadura del problema en el Mediterráneo. El Imperio español comenzaría una intensa reforma de la flota artillando convenientemente naves de amura elevada o alto bordo, naos, cocas de mercadería, fragatas, etc; y gracias a ello, la memoria de los caídos en Djerba, pudo ser reivindicada, primero en Malta en 1565 y años más tarde en la dramática y brutal victoria de Lepanto, probablemente la más sangrienta de la historia conocida de la humanidad hasta entonces, en la que perecieron cerca de 40.000 musulmanes en menos de seis horas, quizás, en términos contables, una de las carnicerías más increíbles y breves conocidas en los anales militares. Hay recalcar que tal grado de mortandad solo fue posible porque en el lado de la Liga Santa iban embarcados dos tercios españoles, fuente inagotable de buen oficio.

El historiador William H. Prescott, tras hacer una exhaustiva investigación sobre los hechos acecidos en Los Gelves, dice que nunca en su carrera profesional encontró tantos hechos tan contradictorios en lo que respecta a los factores numerales y la narración de lo ocurrido por diferentes fuentes.

Tras la antológica batalla de Lepanto, los turcos irían cediendo por mar y tierra en un largo cuentagotas todas sus posiciones marítimas y terrestres.

En Los Gelves se dieron enormes contradicciones. Al igual que Doria se dio a la fuga, Sande intentó controlar aquel desbarajuste y ordenar el caos subsiguiente. Su resistencia heroica habla de la madera de un militar de raza y no de algunos que se ponen el uniforme al revés.

https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2019-06-01/gelves-parentesis-victoria_2045154/
 
La guerrilla antifranquista contada desde el mito de los hermanos Quero

Memoria histórica

La obra 'Hijos de una guerra. Los hermanos Quero y la resistencia antifranquista' narra la historia de una mítica saga de guerrilleros antifascistas
El libro parte del caso de Pepe, Antonio, Paco y Pedro Quero y está escrito por Jorge Marco, profesor en el Departamento de Política, Idiomas y Estudios Internacionales de la Universidad de Bath (Reino Unido)
El grupo de partisanos de la Granada de posguerra es un símbolo del antifascismo en Europa durante la II Guerra Mundial, dice el autor

Juan Miguel Baquero
05/06/2019 - 21:27h
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Antonio Quero Robles (en el centro), y el sargento de la Guardia Civil Antonio González (izquierda) y el inspector de la Brigada Político-Social Julio Romero Funes, muertos en tiroteos con los hermanos Quero y guerrilleros en Granada.

HEMEROTECA | Una donación anónima saca a la luz documentos de la Guardia Civil para eliminar la guerrilla antifranquista
MEMORIA

Así masacró el franquismo en Andalucía: diez hitos históricos que nadie puede negar


La guerra ha terminado. La primavera ejerce puntual mientras Sevilla estalla en procesiones de Semana Santa. Y Madrid, el Madrid del '¡No pasarán!', se echa a la calle con el brazo extendido al grito de "¡Franco, Franco, Franco!". La guerra ha terminado. Y la fatalidad florece para los partisanos. Para los Hijos de una guerra, que es el título que Jorge Marco da a su libro sobre la resistencia antifranquista representada en una mítica saga de guerrilleros, los hermanos Quero.

Pepe, Antonio, Paco y Pedro. Desde su barrio natal del Albaicín de Granada asisten a la pedagogía del terror desplegada por los golpistas. Porque el fracaso del golpe de Estado contra el Gobierno de España no expira en julio del 36. Los rebeldes están dispuestos a todo. A derramar toda la sangre.

Y los hermanos Quero, Pepe, Antonio, Paco y Pedro, lideran un grupo de guerrilleros "que se enfrentaron a la dictadura en el periodo más duro, durante los años 40", cita Jorge Marco a eldiario.es Andalucía. Tres fueron soldados republicanos. Un símbolo que cuenta "la historia de la resistencia contra Franco en el contexto de las resistencias antifascistas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial".

Con este marco quedan pintados los episodios que narra el libro Hijos de una guerra. Los hermanos Quero y la resistencia antifranquista (Editorial Comares, 2019). Una obra de Jorge Marco, profesor en el Departamento de Política, Idiomas y Estudios Internacionales de la Universidad de Bath (Reino Unido) que alcanza una segunda edición ampliada.

Desde la lucha por la supervivencia
Hijos de una guerra narra "una de las pocas excepciones de guerrilla urbana" que protagonizan los hermanos Quero desde Granada. Solo otros grupos dibujan casos similares en Barcelona, Madrid o Málaga. "La mayor parte de la guerrilla antifranquista se movió en las sierras", sostiene el autor.

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Paco, Pepe y Antonio Quero Robles y, en el suelo, haciéndose el muerto, el también guerrillero Matías García.

Y el libro también dibuja una capital nazarí "en el periodo más oscuro de la historia de España: una Granada mal iluminada, aterrorizada por la violencia franquista y muerta de hambre", explica Jorge Marco.

Los hermanos Quero fueron encarcelados por el franquismo "y ante el miedo a ser fusilados, escaparon de prisión". Una huida que detona la lucha por la supervivencia "ante los envites de la dictadura" y crece en actividad "una vez los aliados fueron avanzando su victoria en la Segunda Guerra Mundial":

Pepe, Antonio, Paco y Pedro destacaron "por defender un antifascismo más moral que ideológico", dice Marco. Entre los miembros del grupo de guerrilleros que lideran hay "socialistas, anarquistas, comunistas, y personas sin ninguna militancia". Apenas una docena de combatientes que actúa del año 40 al 47 y de los que "incluso hubo ecos en el exilio".

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Victoriano Quero (izquierda), Paco y Pedro Quero Robles (en el centro) y Paco Quero.

Construir un mito antifranquista
Eran pocos, pero el grupo de los hermanos Quero tuvo "enorme relevancia" por "su capacidad de construir un mito". Y, también, por "la sagacidad de sus acciones": como escapaban de los cercos y, finalmente, "por su resistencia inquebrantable, incluyendo su propia muerte":

Abril de 1939. "Todo parecía escrito por la mano de Dios: la entrada triunfal de las tropas nacionales en Madrid, las inmediatas procesiones de la Semana Santa, el caluroso recibimiento al Generalísimo Franco en cada uno de los rincones del suelo patrio", escribe el autor en Hijos de una guerra.

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El matrimonio Quero Robles, Francisco y Matilde, padres de los hermanos Quero.

La prosa de Jorge Marco va trazando el escenario. La guerra ha terminado. Los fascistas españoles han derrotado a la democracia. "Nada podía ser una mera coincidencia", escribe. "El Caudillo era el portador de una misión providencial".

Y ahí, con esos mimbres, "el pueblo se echa a la calle". Madrid ya no va a ser "la tumba del fascismo", como rezaba una mítica pancarta en la ciudad asediada en 1937. La guerra ha terminado. "Todo Madrid flamea de colgaduras y banderas. Enronquecen las gargantas a los gritos de ¡Franco, Franco, Franco!, ¡Arriba España!"

La "sorpresa" en la Fundación Franco
La documentación en poder de la Fundación Nacional Francisco Franco depara un llamativo regalo. "Cuando investigué", cuenta Jorge Marco, "me sorprendió que de los seis únicos informes que se conservaban en su despacho –del dictador– sobre la guerrilla antifranquista, tres se referían a los hermanos Quero".

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Portada de 'Hijos de una guerra. Los hermanos Quero y la resistencia antifranquista'.

Los nombres de Pepe, Antonio, Paco y Pedro, en el despacho de Franco. Oteados por el ojo genocida del dictador. Tras la guerra, habían regresado a sus casas. Pero el pasado de lucha por la democracia era una sombra alargada.

Tres acabaron encarcelados. "Pepe y Antonio en la prisión de La Campana, y Pedro en el campo de concentración de Guadix", recita el investigador. Los dos primeros aguantaron poco. "Se fugaron en 1940 y organizaron el grupo guerrillero en Granada que mantuvo en jaque a las autoridades entre 1940 y 1947 en la ciudad".

Todo está en Hijos de una guerra. "Esta segunda edición aporta varias novedades", sostiene el autor. Como "una nueva portada e ilustraciones realizadas por el artista Álvaro García", alias Seisdedos. O un "nuevo y extenso prólogo". Y "nuevas historias y detalles gracias a nuevos documentos y testimonios, particularmente de Bernardo, Rafael y Matilde Quero Robles, hermanos de los cuatro hermanos Quero que lideraron el grupo guerrillero".

"Estos tres hermanos no estuvieron integrados en el grupo, eran muy pequeños, pero si colaboraron con ellos, les ayudaron, y padecieron la violencia de la dictadura franquista", cuenta Jorge Marco.

Tres partes para los 'Hijos de una guerra'
El libro consta de tres partes y 25 capítulos. Tras un texto introductorio, ‘Del mito al olvido, del olvido a la historia’, el autor entra de lleno en un “tiempo de denuncias y delaciones”. El año 39 trae el final del conflicto armado y el inicio de la persecución de posguerra.

De ahí regresa a la “resistencia popular” del 36. En sucesivos episodios traza “la escuela de las trincheras” que deviene tras la guerra civil en la “geografía penitenciaria” que baña todo un país. O los “prófugos de la justicia”, el acoso de los falangistas y casos particulares como Juan Medina alías El Yatero y Francisco Rodríguez, de apodo El Sevilla.

De los secuestros a las cartas desde prisión, Jorge Marco desembarca en una segunda parte que refleja la huida de Paco Quero en 1943. Los expedientes abiertos y los “golpes contra la familia”. O cómo la resistencia antifranquista se convierte en el único camino posible.

El tercer fragmento de Hijos de una guerra sigue oliendo “a pólvora y dinamita”. El año 1945 vive la entrada del Ejército Rojo en Berlín (Alemania) y, también, “el último cigarrillo de Pedro Quero”. Fueron tiempos marcados, en España, por “la oscura labor de los chivatos”.

https://www.eldiario.es/andalucia/l...uista-contada-hermanos-Quero_0_901510521.html
 
HISTORIA

La misteriosa canción que Ana Bolena escribió justo antes de ser decapitada
Algunos musicólogos aseguran que la reina consorte, acusada de traición, compuso una pieza musical mientras esperaba su ejecución en la Torre de Londres



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Enrique VIII y Ana Bolena.



ANA RAMÍREZ
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09/06/2019




“Sola en esta prisión / espero mi destino. ¡Vale de algo esta suerte cruel / que yo deba saborear esta pena!”. Algunos musicólogos aseguran queAna Bolena escribió estos versos encarcelada en la Torre de Londres, mientras esperaba su ejecución. Segunda de las seis esposas de Enrique VIII, fue decapitada bajo las acusaciones de adulterio, incesto y traición en 1536.

El texto pertenece a la obra ‘O death, Rock Me Asleep’ (‘Oh, muerte, méceme hasta que duerma’), escrita para voz y laúd en el mismo año de su ejecución. La autoría de la canción continúa siendo un misterio; otros la atribuyen al hermano de Ana Bolena o a un músico anónimo que, inspirado en el acontecimiento, cantaría a la muerte de una reina que se proclamó inocente hasta el final.







El quizá último lamento de Ana Bolena abre este domingo el concierto de la soprano Mariví Blasco y el grupo Speculum en el Festival de Música Antigua de Aranjuez. El título “Desapercibidas, el Barroco por Ellas” encabeza un programa dedicado al papel de las compositoras en los siglos XVII y XVIII. Según el Festival, la calidad de sus obras no está por debajo de cualquier figura célebre del Barroco. Las obras de Isabella Leonarda, Francesca Caccini, Anna Lucia Bon, Madame Rochette y Barbara Strozzi completan el programa.

El concierto recupera las obras de compositoras olvidadas por la historia de la música, pero Ernesto Schmied, director del grupo Speculum, matiza: “Teniendo en cuenta nuestros tiempos, es posible que este tipo de obras cobren una fuerza especial ahora. Pero lo que nosotros hemos intentado cuidar es la calidad de la música. Da igual quién la escriba, no hay diferencias de género en lo intelectual”.


“La canción de Ana Bolena encierra un misterio”, comenta el músico. “La hipótesis sobre la composición es que ella estaba encarcelada por una orden indirecta de su marido. Se supone que en el cautiverio no tenía acceso a pluma y papel, pero el nivel de corrupción en estos lugares era alto… Puede que alguien se lo hubiera proporcionado. Desde luego, la letra es un testamento. Se ajusta mucho a esta teoría”.

Schmied cita la tesis de la musicóloga estadounidense Brooke Catherine Little, ‘La educación musical y la relación de las seis mujeres de Enrique VIII’, en la que se alude a la educación de Ana Bolena, a su habilidad para el canto y el laúd. “De ahí se puede entresacar, hay que seguir investigando porque la obra guarda una incógnita. Quizá nunca se sepa, aunque se tienen antecedentes de otros condenados que componían a la espera de ser lapidados, por ejemplo”.


Ejecutada por traición
El matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena fue el desencadenante de la revolución religiosa en la Inglaterra del siglo XVI. La primera esposa del rey, Catalina de Aragón, sufrió varios embarazos fallidos que no dieron al Tudor el heredero varón que esperaba. Para poder casarse otra vez, el monarca pidió la nulidad del primer matrimonio al papa Clemente VII. Cuando se cansó de esperar la respuesta de la Iglesia Católica, creó una nueva en la que él sería la “única cabeza suprema”: la Iglesia Anglicana.

Ana Bolena se convirtió en un icono de la agitación religiosa en Inglaterra. Su enfrentamiento por el trono con Catalina de Aragón, hija menor de los Reyes Católicos, perdura en nuestro idioma. El diccionario de la Real Academia Española recoge que una “anabolena” es una “mujer alocada y trapisondista”. Un insulto que ha atravesado cinco siglos.




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La suerte de la segunda esposa no fue mejor. Aunque su única hija, Isabel I, llegó a ser una de las reinas más poderosas de Inglaterra, no dio a Enrique VIII el heredero que ansiaba. Muchos historiadores coinciden en que las acusaciones de adulterio, incesto, traición y el posterior juicio fueron más que discutibles.

Ana Bolena fue decapitada tras su cautiverio en la Torre de Londres. Al día siguiente, Enrique VIII anunció su tercer matrimonio. Otro verso de la tétrica canción que, quizá, allí compuso: “Ya está dictada mi triste sentencia. [...] La muerte está cerca, no tiene remedio”.

https://www.elconfidencial.com/cult...ena-escribio-antes-de-ser-decapitada_2060394/
 
Toreros negros, negras flamencas: el rastro de los esclavos y la negritud en la historia de España
El libro Las Negras de la Inmaculada busca en el relato silenciado de una época en el que las negras, y los negros, fueron protagonistas en el país
La obra es el segundo capítulo de la serie 'Los invisibles', del investigador Jesús Cosano, que arrancó con Hechos y cosas de los negros de Sevilla
El autor cuenta "la importancia que tuvieron los negros en los inicios del toreo y el flamenco", con quince capítulos protagonizados, sobre todo, por mujeres

Juan Miguel Baquero
09/06/2019 - 17:57h
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María Martínez en el Majesty's Teathre. The Illustrated London News. British Newspaper Archive. | LAS NEGRAS DE LA INMACULADA

DOCUMENTAL | La raíz negra (y esclava) de Andalucía
NEGRITUD

El "racismo histórico" que oculta la "sangre negra" y africana de Andalucía


Mujeres negras de Sevilla. Flamencas. Y toreros negros. Son parte de la historia oculta, silenciada, del rastro de los esclavos que sigue aportando pistas de la época apenas se rasca en el relato de la negritud. Pero fueron protagonistas de un tiempo "que se conoce poco", como dice el investigador y escritorJesús Cosano, autor del libro Las Negras de la Inmaculada.

"Es tremendo. Cuando empiezas a profundizar ves lo cerca que está todo, la cantidad de negros que había entonces… Es sorprendente. Aparecen continuamente cosas que se han ido perdiendo", explica Cosano. La obra transcurre entre finales del siglo XVI y principios del XVII.

En quince relatos, el autor traza "la importancia que tuvieron los negros en los inicios del toreo y el flamenco". Como Polonia La Cimarrona, que escapó de sus amos, la cantaora Leonor Rico y una actriz con Guantes de Ámbar por nombre artístico.

Y La Marqués, o Juan Coplilla, enterrados en la iglesia de un barrio sevillano "lleno de negros": San Bernardo. O Elena de Céspedes, la "cirujana, mulata, hija de negra y blanco". También aquel torero negro de Cádiz llamado Cándido.

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El negro Meric en un fotograma de la película 'Danse espagnole de La Feria Sevillanos', Hermanos Lumière (1900). | LAS NEGRAS DE LA INMACULADA

Las Negras de la Inmaculada (Aconcagua Libros, 2019) es la segunda entrega de la colección ‘Los invisibles’. Una serie literaria que arrancó con Hechos y cosas de los negros de Sevilla. Y que tendrá próximos capítulos: "Estoy preparando dos volúmenes más contemporáneos, más cercanos, también sobre los negreros, que tampoco se conocen, y de los españoles en África, los traficantes de esclavos", adelanta Jesús Cosano en conversación con eldiario.es Andalucía.

Los primeros toreros, negros
Los capítulos del libro se apoyan en dos acontecimientos destacados de la sociedad española de esos tiempos: por una parte, las controversias y las luchas fratricidas entre los defensores de la pureza de la Inmaculada y los que decían que no. Entre toda esta gente sobresalen los negros sevillanos.

En estos episodios históricos aparecen "las constantes celebraciones y fiestas de placer que las cortes de los Austrias celebraban por toda España". Y ahí destaca "el protagonismo que tuvieron los negros en la gran fiesta que Sevilla estaba preparando para celebrar que Roma había aprobado ese dogma".

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The Black Stars Band en la plaza de toros de Valencia (1935). Mundo Gráfico. | LAS NEGRAS DE LA INMACULADA

En los relatos destaca "la importancia que tuvieron los negros en los inicios del toreo", contado en el libro con "contundentes imágenes y documentos que lo acreditan". En el toreo primitivo y en los inicios del toreo a pie. "Y aparecen también negros y mulatos siendo algunos de los que protagonizaron los inicios del flamenco en España".

Porque Las Negras de la Inmaculada toma Sevilla como centro neurálgico de la narración. De ahí parte, y en esa ciudad cierra capítulo. Pero los episodios transcurren por muchas ciudades. Desde Tenerife a Valencia, Málaga o Cádiz, de Madrid a Valladolid, de Galicia a Monforte de Lemos… Y América: Honduras, Santo Domingo, Colombia.

Las mujeres, protagonistas
"Las protagonistas de Las Negras de la Inmaculada son las mujeres", dice Jesús Cosano. Actrices, cantaoras, bailarinas. Y cirujanas y "negras pioneras en la sanidad y el establecimiento de los primeros hospitales en América". Caso de Elena de Céspedes: "la primera cirujana conocida de Europa, mulata, hija de negra y blanco, que era de Granada y estuvo viviendo en muchos sitios de Andalucía, desde Jerez a pueblos de Sevilla, y acabó en Madrid, donde se casó con otra mujer: era lesbiana", cuenta Cosano.

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Chirigota de Los Ñáñigos, 'Historia gráfica del carnaval de Cádiz. Años 1950-1959'. | LAS NEGRAS DE LA INMACULADA

En libro está trufado de personajes como Guantes de Ámbar, nombre artístico, una actriz. O Polonia la Cimarrona, "que se escapó de sus propietarios y acabó en Colombia combatiendo a los españoles". Y Leonor Rico, "una negra portuguesa que cantaba, tocaba la guitarra y bailaba, que actuaba con otros negros en los carros que se contrataban para el Corpus y en fiestas no religiosas". Durante más de 20 años, "haciendo disfrutar a los sevillanos".

Sevilla, como ejemplo de aquellos años de esclavitud. Como rastro primario de la negritud perdida en el silencio de una parte de la historia. El conocido como ‘barrio de los toreros’ guarda así la historia de cómo "a la vuelta de los toreros de su recorrido por la España de los Austrias son recibidos por todo el barrio, la mayoría negros".

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Jesús Cosano, autor de 'Los invisibles'. | JUAN MIGUEL BAQUERO

"Porque el barrio de San Bernardo estaba lleno de negros", cuenta Jesús Cosano. Y en la iglesia de San Bernardo hay enterrados "muchos negros". Como una mujer centenaria, La Marqués, negra esclava, "una negra venerable" en aquel rincón entonces extramuros de la ciudad. O Juan Coplilla, "que así se llamaba, y también está enterrado" en el mismo recinto religioso "junto a muchos más".

Y es que el rastro aparece en cualquier rincón. Caso de la calle Conde Negro en homenaje al apodo que tenía Juan de Valladolid, "al que los reyes le hicieron responsable de las trifulcas y problemas que hubiera entonces en aquella zona”. Era uno de los "varios corrales de los negros"” repartidos por Sevilla. O la leyenda que da nombre a la más conocida calle de Sevilla: La Sierpes

https://www.eldiario.es/andalucia/l...cas-esclavos-negritud-Espana_0_894860861.html
 
La conquista musulmana de Constantinopla, la agonizante resistencia de una cristiandad desunida
Conquistar la segunda Roma había sido un viejo sueño medieval para los musulmanes desde el siglo VIII. «La guerra santa es nuestra principal obligación», proclamó el sultán otomano Mehmed II años antes de comenzar la campaña
SeguirCésar Cervera@C_Cervera_M
Actualizado:27/05/2018 03:35h
La humillación de Don Juan de Austria al Imperio otomano

Para los Reyes Católicos y los grandes nombres de su generación la conquista de Constantinopla fue un acontecimiento clave a la hora de conformar su forma de entender el mundo, tal y como para sus respectivas generaciones lo fue la ejecución de Luis XVI en Francia o la caída del Muro de Berlín. «Esta es la segunda muerte de Homero y también la de Platón. Ahora, Mahoma reina entre nosotros. El peligro turco pende entre nosotros», anunció el futuro Papa Pío II al conocer la noticia. Cuando Occidente creía que había llegado al fin su momento, el Imperio otomano se presentó ante el mundo como la nueva hidra venida de Oriente a conquistar todo lo que se hallara en su camino. La conocida como segunda Roma había sobrevivido a los años más oscuros de la Edad Media a base de una fuerza militar temida y una pujanza comercial que parecía no tener fin, pero nada pudo hacer ante la llegada otomana.

Conquistar Constantinopla había sido un viejo sueño medieval para los musulmanes desde el siglo VIII. «La guerra santa es nuestra principal obligación [...]. Constantinopla, situada en el centro de nuestros dominios, protege a nuestros enemigos e incita contra nosotros. La conquista de la ciudad es, por lo tanto, esencial para el futuro y la seguridad del Estado otomano», proclamó el sultán Mehmed II años antes de comenzar la campaña. Para este sultán turco aquella guerra era, además, algo más que una cruzada religiosa: era la conquista de un mito otomano, «la manzana roja», por la que se harían con el dominio universal una vez tomaran ese territorio. Mas cuando él se consideraba entre su interminable ristra de títulos «soberano de los romanos» de Oriente. A todo ello había que sumar el resquemor que el sultán guardaba al emperador bizantino Constantino IX Paleólogo por apoyar la cruzada cristiana que en 1444 había dividido en dos el emergente Imperio otomano.

Occidente ignora las peticiones de ayuda
Ante la inminente campaña, Constantino XI Paleólogo lanzó una desesperada llamada de auxilio a toda la cristiandad, y uno a uno casi todo los reyes europeos desoyeron la petición alegando causas egoístas. El Papa vio en la angustiosa situación de la ciudad una oportunidad para convencer a la Iglesia ortodoxa griega de que se uniera a la tradición católica a cambio del envío de tropas. El Cardenal Isidoro acudió allí en noviembre de 1452 con 200 soldados napolitanos buscando negociar la unificación entre iglesias, si bien las autoridades bizantinas solo hicieron caso al enviado papal porque pensaban que se trataba de la avanzadilla de un ejército de rescate. Nada más lejos de la realidad, nadie más iría en nombre del Papa.

Las últimas posesiones bizantinas se limitaban a la gran ciudad, varios territorios en Grecia y a varios puertos marítimos de los que las repúblicas italianas sacaban amplias ventajas comerciales. Es por ello que Venecia y Génova sí participarían en la defensa de Constantinopla.

A principios de 1452, la construcción de una enorme fortaleza otomana en territorio bizantino trajo consigo a la desembocadura del Bósforo una flota otomana que cogió por sorpresa a los cristianos. Se trataba de una declaración de intenciones bastante evidente. Constantino se preparó para lo peor y ordenó que se hiciera acopio de alimentos y bebidas a la población, además de hacer un llamamiento para que los pueblos periféricos se refugiaran en la capital. La plata de las iglesias y monasterios fue empleada para pagar a las tropas y mejorar las defensas de la ciudad. También los aliados organizaron entonces sus refuerzos.

El Senado de Venecia estaba dividido entre los que defendían ir en ayuda de sus viejos aliados y los que consideraban a Bizancio una causa perdida y preferían mejorar sus relaciones con los turcos. El Senado armó dos buques de transporte con 400 soldados cada uno custodiados por 15 galeras que zarparon el 8 de abril de 1453 hacia Constantinopla, si bien no llegaron a tiempo de salvar la ciudad. Según el testimonio de Giacomo Tebaldi, la fuerza de rescate veneciano hubiera roto el asedio de haber llegado solo un día antes. Además, las autoridades venecianas de Creta enviaron otros dos buques de guerra, de los que solo uno llegó a su destino. En tanto, los venecianos que estaban en la capital huyeron en su mayoría, seis de ellos incumpliendo las órdenes de Girolamo Minotto, representante del senado en la ciudad.

Por el contrario, Génova, la gran rival de la Serenísima, envió al Cuerno de Oro a 700 soldados al mando de Giovanni Giustiniani Longo, cuyo reputación de experto en asedios le hizo gala del rango de mariscal de todas las tropas terrestres en Constantinopla. Según estimó Giacomo Tebaldi, en la ciudad había un total de entre 30.000 y 35.000 hombres de armas, extranjeros y locales, y cerca de 7.000 soldados profesionales, lo que sumaba unos 42.000 cabezas armadas. El problema era que el grueso del ejército lo formaban milicias y voluntarios extranjeros sin mucha preparación.

El plan de Mehmed II era terminar rápido el asedio sin causar grandes daños materiales en la ciudad, puesto que temía que el paso del tiempo permitiera a Venecia y Hungría salvar la ciudad. Frente a la superioridad numérica musulmana, los cristianos pretendían hacer valer la fortaleza de sus murallas, que ya en 1422 habían frenado un ataque anterior, y valerse del fuego griego (probablemente se tratara de una mezcla de nafta, cal viva, azufre, y nitrato) para arrojarlo sobre los atacantes. Al otro lado de las murallas bizantinas se presentaron más de un centenar de navíos, entre galeras, galeotas y barcos de transporte, y un océano de hombres que alcanzaba los 80.000 soldados. Entre las filas turcas sobresalían los jenízaros, la élite de la infantería otomana reclutada entre los jóvenes cristianos secuestrados en los Balcanes, la mayoría eslavos y albanos.

La artillería otomana marca la diferencia
El 6 de abril la principal fuerza terrestre otomana con los regimientos de palacio del sultán, temida infantería, en el centro avanzó hacia las enormes murallas que defendían por el oeste la ciudad. El sultán situó su tienda en esta posición, frente a la puerta de San Romano. Los primeros asaltos fueron rápidamente rechazados por unas piedras que llevaban siglos en pie.

El resto de la ciudad estaba rodeado de agua y protegida también por murallas, además de que las galeras bizantinas e italianas se concentraron entre la ciudad y la fortaleza de la Galata, en la otra orilla del llamado Cuerno de Oro. El Emperador confiaba en las experimentadas tripulaciones italianas para defender este estrecho. Si el sultán quería tomar la ciudad debería derrotar a la flotilla cristiana, conquistar la Gálata (perteneciente a Génova) por tierra y por supuesto derrumbar las murallas en el oeste.

Con este último fin había trasladado a esta zona unos enormes cañones de artillería que, de tan pesados, necesitaban 60 bueyes para ser movidos. La artillería se concentró a 8 kilómetros de las murallas y se colocaron en zanjas inclinadas sobre grandes bloques de madera para amortiguar las sacudidas que acompañaban a los disparos. Durante el asedio los cañones no dejaron de rugir día y noche, lo que llevó a que varios se recalentaran e incluso se hundieran en el barro. Giacomo Tebaldi cuenta que los otomanos efectuaban entre 100 y 150 disparos diarios, con un consumo de 500 kilogramos de pólvora. El sultán tenía tantos hombres como para arriesgarse a mandarlos a recoger los proyectiles caídos a las puertas de la muralla.

Tras varios asaltos fallidos, en la noche del 18 de abril los musulmanes lanzaron un ataque nocturno en el sector de Mesoteichon que se alargó sin avances durante cuatro horas. Las cosas iban lentas en tierras, pero todavía más en el mar. El primer ataque otomano contra la barrera flotante cristiana acabó en fracaso, al igual que el segundo, pues la flota cristiana contaba con barcos más altos aunque menos numerosos. El 20 de abril, tres grandes buques de transporte papales con armas, tropas y alimentos cruzaron por sorpresa el bloqueo musulmán y entraron en la ciudad junto a un barco bizantino con trigo. Desde la costa, el sultán turco, colérico, se metió con su caballo en el mar lanzando órdenes incomprensibles a su flota. El bloqueo naval debía ser pleno o no serlo... El comandante turco fue azotado, degradado y sustituido por su negligencia.

La moral cristiana se elevó con aquella pequeña victoria sobre la flota turca. Si bien, no iba a haber tiempo para los festejos. El nuevo comandante de la flota trasladó la mayoría de los cañones de sus barcos a tierra para que bombardearan los bajeles cristianos desde detrás de la Gálata, esto es, en un ángulo similar al de los morteros. Igualmente original fue la idea de trasladar por tierra, usando una rampa de madera, a 72 pequeñas galeras al Cuerno de Oro, en la retaguardia de la barrera flotante cristiana. Así no solo quedó en peligro la flota cristiana, sino que los defensores de las murallas tuvieron que desplegarse también en el este.

Dos horas antes del amanecer del 28 de abril, se produjo una batalla naval que en esta ocasión benefició a los musulmanes y entregó el control del Cuerno de Oro a los musulmanes.

La última defensa desesperada
Aunque la barrera flotante seguía en pie, e incluso resistió ataques el 16, 17 y 21 de mayo, ya no tenían nada que defender ahora que detrás suyo había barcos musulmanes. Mientras tanto, el 25 de abril los cañones otomanos lograron al fin derribar una de las torres de la Puerta de San Romano y abrieron otras brechas en la muralla frente a la que se concentraba el ejército del sultán. El día 6 de mayo la brecha se agrandó hasta los 3 metros de ancho y el posterior asalto estuvo muy cerca de tener éxito, al menos hasta que la plana mayor bizantina, con el mismísimo emperador Constantino a la cabeza, lo evitaron espadas en mano.

El 11 de abril una nueva brecha, esta vez en la Puerta de Caligaria, precedió un asalto que alcanzó el palacio de Blanquerna. Y precisamente en el subsuelo de esta puerta, los zapadores serbios del sultán se enfrentaron a los zapadores bizantinos en una lucha cuerpo a cuerpo bajo tierra. Los asaltos cada vez se acercaban más a su objetivo y a mediados de mayo una serie de malos presagios extendieron entre el pueblo bizantino la idea de que estaban ante el final. La «Odigitria», el icono más sagrado, se desprendió cuando era llevado en procesión. Al día siguiente, una extraña niebla envolvió la catedral de Santa Sofía, en lo que los musulmanes quisieron ver la luz de Alá.

Entre tantas malas noticias, la noche del 19 de mayo los defensores salieron de las murallas y volaron con barriles de pólvora una de las torres de asedio que usaban los turcos a modo de cobertura. Una esperanza en un mar de malos presagios.

En esas fechas, Mehmet envió una última oferta a Constantino XI temiendo que si no rendía cuanto antes la ciudad pudieran llegar refuerzos venecianos y húngaros. Las condiciones dictadas eran que se le respetaría la vida si se retiraba al sur de Grecia y entregaba la ciudad. «Dios no permita que yo viva como un emperador sin imperio. Si cae mi ciudad, yo caeré con ella. Aquel que quiera huir, puede hacerlo y salvar la vida. Y el que esté preparado para enfrentarse a la muerte, que me siga», afirmó el emperador según las crónicas posteriores. Dicho y hecho. Muchos extranjeros se preparan para zarpar ante la defensa suicida planteada por el emperador.

El 29 de mayo de 1453 se preparó un ataque total desde distintos puntos. Giovanni Giustiniano Longo se situó con 400 italianos y lo mejor de las tropas bizantinas frente a la destrozada puerta de San Romano. Pere Julià y un grupo de soldados catalanes defendió uno de los distritos de la ciudad, la zona del Palacio Bukoleon, al sureste de la ciudad tocando al mar. Y otras compañçias extranjeras se repartieron alrededor de la muralla. Todos ellos debieron hacer frente a los ataques sucesivos y en apariencia interminables que siguieron a un largo bombardeo desde el amanecer. Como si se tratara de las tres líneas de las legiones republicanas de Roma, Mehmet lanzó primero a su fuerza más débil, los regulares; luego a sus tropas provinciales; y finalmente a los jenízaros. 3.000 soldados de esta infantería avanzaron lentamente y en silencio hasta penetrar por la Kernaporta, donde desplegaron sus estandartes antes de ser desalojados por los cristianos por enésima vez. Y es que las balas cada vez sonaban más próximas al cuello del emperador.

Los cristianos seguían soportando estoicos cada golpe hasta que un balazo alcanzó a Giovanni Giustiniano Longo, convertido en un héroe del pueblo, que herido de muerte se retiró a retaguardia. Cuando los italianos vieron a su comandante retirarse creyeron que estaba huyendo y los otomanos incrementaron la presión en la Puerta de San Romano. El frente cristiano cayó en sucesión como piezas de domino.

El nacimiento de Estambul
En medio del pánico cristiano, una unidad de jenízaros al mando de un hombre de estatura gigantesca llamado Hasán de Ulubad tomó la muralla interior en la Puerta de San Romano, según la leyenda. El derrumbe fue completo ante los rumores de que los turcos habían tomado otros puntos de la muralla y la zona portuaria. Los milicianos griegos huyeron a proteger sus casas, mientras que los extranjeros supervivientes, no así los catalanes de Julià fallecidos en la contienda, trataban de llegar a sus barcos. Los genovesesm, por su parte, intentaron cruzar a nado hasta Gálata, al igual que el cardenal Isidoro que lo hizo disfrazado de esclavo.

Sobre lo que le ocurrió a Constantino XI existen dos versiones. Según una de ellas murió defendiendo la puerta de San Romano al grito de «¿no hay un solo cristiano en quien pueda apoyar mi cabeza». La otra versión afirmó que un grupo de infantes de marina turco le mataron cuando trataba de embarcarse en una galera en dirección a Morea.

Las tropas de la guardia de palacio del sultán tomaron posiciones en los principales palacios de la ciudad para que no fueran saqueados y al mediodía entró a caballo el mismísimo sultán en la catedral de Santa Sofía, pronto convertida en una mezquita. Los ricos monasterios ortodoxos fueron saqueados por la marinería, que estaba asaltando las murallas desde distintos puntos, antes de que las tropas del sultán pudieran evitarlo. 4.000 griegos murieron durante el asedio y el posterior saqueo. La aristocracia bizantina que no había logrado huir se concentró en la catedral esperando clemencia de Mehmet. A diferencia de lo acontecido cuando los cruzados cristianos habían tomado la ciudad a la fuerza en 1204, la cifra de ejecutados fue bastante baja y primó el pago de rescates entre los gentiles hombres italianos en manos musulmanas. La rendición de Gálata y los castillos periféricos se sucedió a los pocos días.

La caída de Constantinopla, rebautizada como Estambul, supuso la consolidación del Imperio otomano y el punto final a la historia del Imperio bizantino. Roma había muerto por segunda vez y la Edad Media había dado con sus huesos en tierra. El siguiente objetivo de Mehmet II fue la Europa Oriental, la zona de los Balcanes. En 1456 atacó sin éxito Belgrado, que a duras penas se defendió bajo la dirección del caudillo húngaro János Hunyadi. Precisamente Hungría haría durante décadas de estado tapón entre Occidente y Oriente. No en vano, antes de su muerte el sultán otomano incorporó Albania y expulsó a los genoveses del mar Negro.

En 1480, los turcos desembarcaron en el sur de Italia y conquistaron Otranto. El Mediterráneo se convirtió de repente en un tenebroso lago propiedad de la Sublime Puerta en el que la mismísima Roma estaba amenazado. Del asedio de Constantinopla a la batalla de Lepanto las aguas iban a seguir igual de oscuras.

Original conteniendo vídeo en origen:
https://www.abc.es/historia/abci-co...noro-gritos-auxilio-201706060212_noticia.html
 
El Cid, héroe popular y soldado de fortuna
El monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña permite familiarizarse con la historia del caballero castellano
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Monasterio de San Pedro de Cardeña en Burgos (fernandogarciaesteban - iStock)
PEPE VERDÚ
16/06/2019 06:00 Actualizado a 16/06/2019 06:39


Los sarcófagos del Cid y de doña Jimena, su esposa, me intimidan un poco. Estoy en la capilla de San Sisebuto, en el burgalésmonasterio de San Pedro de Cardeña . Aunque no soy historiador ni persona erudita, sé los nombres del matrimonio aquí sepultado, de sus hijas (Elvira y Sol), y hasta los del caballo (Babieca) y la espada del difunto (Tizona). Es gracias al Cantar de mío Cid, creado en torno al año 1200. Juglares anónimos divulgaron sus 3.735 versos por plazas, mercados y tabernas, y los monjes de algún cenobio muy parecido a este los transcribieron.

El Cantar de mío Cid se creó para entretener a la plebe y alimentar la autoestima de los cristianos durante la Reconquista. No tiene rigor histórico. El desconocido autor no dudó en transformar al Cid en un caballero monolítico, de una pieza, moralmente irreprochable, íntegro ante la adversidad e invicto en el campo de batalla. Son virtudes meritorias, pero no definen necesariamente al Cid real, mucho más contradictorio... e interesante.

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Estátua del Cid Campeador (Picasa / Pequeño Cid - Flickr)
Rodrigo Díaz nació en el pueblo de Vivar —hoy, Vivar del Cid—, al norte de Burgos, entre los años 1045 y 1049. Su padre era propietario de tierras, y el joven se educó en la Corte, junto al príncipe Sancho, el futuro Sancho II de Castilla, con quien guerreó contra sus hermanos Alfonso, rey de León, García, rey de Galicia, y Urraca, señora de Zamora. Rifirrafes de familia. Cuando Sancho muere en pleno asedio de Zamora, Alfonso es coronado rey de Castilla y de León como Alfonso VI. Al igual que otros súbditos del soberano muerto, el Cid es relegado por los vencedores. Hasta que el nuevo monarca decide atraerlo para su causa y le ofrece un matrimonio concertado con Jimena, su prima segunda. La boda se celebra en Burgos el año 1074.

Durante un tiempo, Rodrigo combate al servicio de Alfonso VI, granjeándose su confianza. Fruto de esta, en 1079 el rey le encomienda una misión importante: el cobro de las parias, los impuestos que los reyezuelos andalusíes abonan a cambio de conservar su trono y de protección militar. Durante la estancia en el sur peninsular, el Cid se inmiscuye en las rivalidades entre taifas, un entremetimiento que le granjea enemistades musulmanas y cristianas. Cuando sus adversarios lo acusan de robar una parte de la recaudación, Alfonso VI lo destierra. Es el año 1081, Rodrigo marcha al exilio junto a sus vasallos y a un grupo de caballeros leales.

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Monasterio de San Pedro de Cardeña, Burgos (Jose Luis Filpo Cabana vía Wikimedia Commons)
A su esposa y a sus hijas las deja en San Pedro de Cardeña, donde las sabe seguras. El abad Sisebuto las acoge. Queda muy atrás el feroz ataque de las tropas de Abderramán III contra el cenobio en el año 934, cuando pasaron a cuchillo a los doscientos monjes. Aquellos religiosos fueron enterrados en el mismo claustro románico de Cardeña, que aún se conoce como ‘de los Mártires’. Las cosas han cambiado desde entonces: debilitados y desunidos, los andalusíes se desangran en guerras intestinas.

La fachada del monasterio de San Pedro de Cardeña es muy austera, solo exhibe piedra desnuda. Parece una cárcel, función que de hecho tuvo durante la Guerra Civil. La parquedad ornamental la rompe el paño central, de estilo barroco. Allí, bajo el escudo de armas de Cardeña, galopa una figura ecuestre del Cid en su versión ‘matamoros’: asesta mandobles a unos pobres sarracenos, desplomados bajo los cascos de su caballo. La escultura replica las muy populares del apóstol Santiago en la batalla de Clavijo.

Rodrigo es un soldado de fortuna, un señor de la guerra, un mercenario

A pesar de esa imaginería naíf, la Reconquista fue un proceso largo, complejo y lleno de recovecos. Cuando el Cid abandona Burgos camino del destierro, ofrece su capacidad militar y su tropa a diversos gobernantes, musulmanes y cristianos. Quien lo contrata es el rey taifa de Zaragoza, cuyas órdenes obedecerá entre 1081 y 1086: durante esos cinco años, el Cid reprime cualquier disidencia interna, guerrea contra reinos musulmanes vecinos... y saquea con saña a los cristianos de la Rioja, Aragón o Cataluña. Rodrigo es un soldado de fortuna, un señor de la guerra, un mercenario.

En 1086 sucede un hecho memorable que cambia la historia peninsular: un gran ejército almorávide, procedente del Sahara, atraviesa el Estrecho de Gibraltar. Profesan una interpretación rigorista del Islam y están dispuestos a imponerla a sangre y fuego. Las primeras escaramuzas desarbolan a las tropas de Alfonso VI, que huyen despavoridas. El soberano comprende el peligro y toca a rebato: levanta el destierro del Cid y lo exhorta a combatir en el levante peninsular. Como estímulo, le ofrece la propiedad de todas las tierras que sustraiga al enemigo. Monarca y vasallo acuerdan confluir con sus ejércitos en Aledo (Murcia), fortaleza estratégica que los almorávides someten a sitio. Sin embargo, el Cid falta a su compromiso, no acude. Abandonadas a su suerte, las tropas de Alfonso VI se ven obligadas a entregar el bastión.

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Una reproducción del 'Cantar del Mío Cid' en el convento de Nuestra Señora del Espino (De Zarateman - Flickr)
¿Qué sucedió? Unos historiadores hablan de mal entendido al concertar el encuentro. Otros, de venganza y traición del de Vivar. El desairado rey ordena un nuevo destierro para el Cid. A este no le afecta mucho: guerrea por su cuenta, en su propio beneficio, sin sometimiento a rey ni a señor alguno. Eso no le resta carisma: reúne un ejército de ocho mil mercenarios con el que toma Valencia en junio de 1094. El hecho enfurece a los almorávides, pero el Cid conserva la ciudad e incluso arrebata algún territorio cercano al enemigo. Hasta que muere en 1099 mientras defiende las murallas. Su esposa, Jimena, mujer de armas tomar, prolonga la resistencia local dos años más, antes de rendirse al empuje musulmán. Abandona Valencia con los restos de su esposo, que enterrará en Cardeña.

Ni siquiera entonces el Cid conocerá el sosiego: en 1272, el rey Alfonso X ordena construirle un gran sepulcro en la capilla mayor de Cardeña; dos siglos más tarde, unas obras en el monasterio obligan al traslado de los despojos a la sacristía, donde se pusieron sobre cuatro leones de piedra; en 1541, otras reformas los llevan a un lateral de la abadía; y ya en 1736, llegan a la capilla de San Sisebuto, entonces de nueva creación. Hoy no permanecen todos los restos, apenas una parte pequeña; el resto descansa en la catedral de Burgos desde 1921.

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Tumbas de El Cid Campeador y su esposa doña Jimena en el monasterio de San Pedro de Cardeña (Joaquin Ossorio-Castillo / Getty Images)
Atravieso la explanada del monasterio mientras musito algún párrafo breve del Cantar de mío Cid. La historia cuestiona que Rodrigo Díaz fuera un defensor de la fe ni un vasallo leal y paciente. Definitivamente, ese cantar de gesta no es nada del otro mundo como fuente documental. Ni siquiera los nombres de las hijas, doña Elvira y doña Sol, son auténticos: se llamaron María y Cristina. ¿Existiría el caballo llamado Babieca? Me lo pregunto frente a su supuesta tumba, señalizada con un monolito. Según la leyenda, el equino sobrevivió dos años a su propietario. Luego Gil Díaz, criado del Cid, lo enterró y plantó dos olmos para identificar el lugar. De los olmos, no hay rastro. Y de los huesos, tampoco, como evidenció una excavación realizada en 1945. No me importa, es irrelevante si pienso en aquel autor anónimo que creó un extenso poema hace ochocientos años, y en el milagro de que este haya llegado con toda su carga dramática y emocional hasta nosotros.

‘El Cantar del mío Cid’
Un autor anónimo creó un extenso poema hace ochocientos años

En 1996, la Diputación de Burgos señalizó un camino senderista que unía Vivar del Cid, donde nació el caballero, la ciudad de Burgos y San Pedro de Cardeña. Más adelante, otras diputaciones provinciales se sumaron al proyecto: Soria, Guadalajara, Zaragoza, Teruel, Castellón, Valencia y Alicante. Ya completado, el Camino del Cid tiene 1.500 km de longitud, y pasa por 390 pueblos y ciudades. Discurre entre Vivar del Cid (Burgos) y Orihuela (Alicante), e hilvana muchos de los lugares vinculados al personaje histórico y al cantar de gesta.

El monasterio de San Pedro de Cardeña está a 10 km del centro de Burgos, en el municipio de Castrillo del Val. Desde la capital provincial se llega por la carretera BU-800

https://www.lavanguardia.com/ocio/v...edro-de-cardena-burgos-tumbas-cid-esposa.html
 
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