Cuadernos de Historia

El "escándalo" de Marie Curie y Paul Lagenvin

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El doctor Paul Lagenvin

Cuando en 1906 murió Pierre, atropellado en las calles de París por un carro de caballos, Marie Curie no había cumplido los 39. Era una todavía joven investigadora y tenía toda la vida por delante, tanto personal como profesionalmente. No es extraño por tanto que, unos años después, volviera a enamorarse.

El primer problema consistía en que Marie era la viuda de oro: su marido se había convertido, especialmente después de su muerte, en un auténtico icono de la ciencia francesa. El segundo, que el objeto de su amor era un físico algo más joven que ella y casado.

Marie Curie y Paul Langevin iniciaron su relación en 1910. Y un año después, justo cuando ambos se encontraban invitados en el prestigioso Congreso Solvay (el principal evento científico de la época), la mujer de Paul encontró ocultas unas cartas de amor.

Aunque Langevin estaba en trámites de separación de su esposa, la prensa sensacionalista francesa llevó el asunto a sus portadas. Para la parte más conservadora de la sociedad, Marie había tirado por tierra el prestigio del pasado al mantener una relación prohibida con un hombre más joven y casado.

El acoso social a ambos fue realmente aterrador. Incluso, a la vuelta del congreso Marie encontró a una multitud protestando violentamente a la puerta de su casa. Curie tuvo que alejarse de París y esperar a que pasara el tiempo. De hecho, posiblemente fue el acoso mediático lo que acabó provocando la ruptura de su relación con Paul. Llegaron a infamar a Marie en la prensa llamándola extranjera y que se fuera a Polonia. Los periodistas llegaron a hostigar a las niñas, Irene y Eva, de 14 y 7 años. La Academia de los Nobel llegaron a proponer retirarle su premio en solitario, aunque no llegaron a hacerlo. Aunque ambos dejaron de ser pareja, Langevin y Marie siguieron manteniendo una estrecha relación de amistad y camaradería.

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LA CONSPIRACIÓN DE KOVNER
Los vengadores de Auschwitz: el plan para acabar con 6 millones de alemanes
Un nuevo documental revela los planes de un grupo judío que, recién acabada la IIGM, pretendía envenenar los suministros de agua de las principales ciudades alemanas
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Abba Kovner (derecha) durante la Guerra árabe-israelí de 1948. (Wikimedia Cominos)

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MIGUEL SOLA
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TIEMPO DE LECTURA5 min
25.01.2018 – 05:00 H. - ACTUALIZADO: 2 H.

Más de siete décadas después del fin de la Segunda Guerra Mundial, con las bibliotecas llenas de libros, películas y documentales y los archivos llenos de testimonios y documentos oficiales, uno podría pensar que ya sabe todo lo que hay que saber sobre el Holocausto o que, al menos, lo tiene al alcance de su mano. Es cierto que, a medida que la “solución final” de los nazis se aleja en el tiempo y los supervivientes entran en sus últimos años de vida, el número de revelaciones se ha ralentizado. Tras la apertura al público de los registros soviéticos en 1991 parece que ya está todo dicho: los nazis querían librar al mundo de los judíos, lograron asesinar a seis millones de ellos y todos, excepto unos pocos nombres señalados, eludieron la justicia.

Con todo, todavía hay al menos una historia extraordinaria que apenas se ha contado. No es otra que el relato de un grupo de supervivientes judíos que en 1946 trataron de matar a miles de alemanes como venganza por el Holocausto. Ahora, un nuevo documental, producido por el canal inglés 'Channel 4', promete revelar pruebas nunca antes vistas. En concreto, las cintas de Abba Kovner, un poeta sionista de origen ruso, considerado un héroe de la resistencia judía de los países bálticos.

Habría sido horrible si después de la guerra hubiésemos vuelto a la rutina sin pensar en cómo vengarnos de esos bastardos



Las grabaciones, fechadas en 1985, cuando estaba enfermo de cáncer (falleció dos años más tarde), fueron encontradas por el director del documental, Avi Merkado, en algún lugar recóndito de un museo de Jerusalén. En ellas, Kovner, uno de los testigos más importantes en el juicio contra Adolf Eichmann, explica las sucesivas intentonas de revancha de su grupo. El nombre de aquella organización secreta era Nakam (“venganza” en hebreo), pero habitualmente se la conoce por su apodo más comercial, “Los vengadores judíos”.

¿Es posible la venganza después de Auschwitz?
Sus planes consistían en envenenar los suministros de agua de varias ciudades alemanes, entre ellas Hamburgo, Núremberg, Fráncfort y Múnich, y, una vez fracasó, asesinar a miles de oficiales de las SS retenidos en un campo de prisioneros estadounidense. En las cintas, Kovner revela que su primer propósito planteaba profundas dudas entre algunos miembros del grupo (como si se tratase de la obra de Albert Camus, 'Los justos'), puesto que acabarían matando a inocentes y esto podría socavar el apoyo internacional a la fundación de Israel. No obstante, Kovner se mantuvo fiel al plan, pero de camino a Europa levantó las sospechas de las autoridades británicas y se vio obligado a arrojar el veneno por la borda antes de ser detenido.



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Ava Kovner, durante el juicio contra Adolf Eichmann. (Wikimedia Commons)


Tras este revés, los vengadores cambiaron al plan B, una operación dirigida exclusivamente a los responsables del genocidio. Los miembros del grupo encontraron trabajo en la panadería que suministraba alimentos al campo de prisioneros de guerra Stalag XIII, cerca de Núremberg, y esperaron su oportunidad para matar a los prisioneros que habían pertenecido a las SS. Kovner se encargó de proporcionar el arsénico y Joseph Harmatz vigilaba mientras otros tres miembros mezclaban el veneno con agua y pegamento en más de 3.000 barras de pan.

Llegados a este punto, no se sabe bien el grado de éxito que tuvo el plan. Algunas fuentes aseguran que murieron unos 2.000 soldados y la mayoría, como la que cita la agencia 'AP', que tan solo estos enfermaron de gravedad, con síntomas similares a la cólera. Sea como fuere, tras el intento con los panes, el grupo huyó de Alemania con la frontera checoslovaca, cuyos guardias fronterizos fueron sobornados. Luego fueron a Italia y más tarde se establecieron definitivamente en Israel. Posteriormente, las autoridades alemanas decidieron no presentar cargos debido a “circunstancias extraordinarias”.

El documental desvela que Weizmann y Katzir, ambos futuros presidentes de Israel, fueron acusados de haberles ayudado a adquirir el veneno

La existencia de estos vengadores fue descubierta al desclasificarse un informe militar estadounidense. Harmatz, uno de los líderes del grupo junto con Kovner, confirma a 'New York Post' que el objetivo de sus misiones era matar nazis: “Cuantos más, mejor”. En la entrevista, realizada en Tel Aviv, asegura que solo tiene un único arrepentimiento: que, según su conocimiento, él no mató ningún nazi. Sus declaraciones, por tanto, corroboran la versión de que su plan B también fue un fracaso. “Si estoy orgulloso de algo es de haber pertenecido al grupo. Habría sido horrible si después de la guerra hubiésemos vuelto a la rutina sin pensar en cómo vengarnos de esos bastardos”. Harmatz murió en 2016.



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Judíos de camino a Auschwitz. (Cordon Press)


Por su parte, el diario 'Times of Israel', que también se ha hecho eco de la noticia, matiza y señala que “la mayoría de los supervivientes del Holocausto estaban demasiado cansados o devastados como para considerar acciones violentas contra los alemanes”. “La mera reconstrucción de sus vidas y el inicio de nuevas familias fue suficiente venganza contra un régimen nazi que pretendía destruirlos. Para otros, la retribución física iba en contra de la moral y las tradiciones judías. Además, el concepto de la represalia parece inútil dado el alcance del genocidio”.

No obstante, el grupo estaba formado por al menos 50 personas, tres de las cuales -Yehuda Maimon, Simcha Rotem y Hasia Warshawski- salen en el documental. Asimismo, desvela que Chaim Weizmann y Efraim Katzir, ambos futuros presidentes de Israel, fueron acusados de haber ayudado a Nakam a adquirir el veneno y, en definitiva, de haber estado involucrados con el grupo armado.

https://www.elconfidencial.com/alma...ocausto-nazis-segunda-guerra-mundial_1510763/
 
LA CONSPIRACIÓN DE KOVNER
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Un nuevo documental revela los planes de un grupo judío que, recién acabada la IIGM, pretendía envenenar los suministros de agua de las principales ciudades alemanas
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Abba Kovner (derecha) durante la Guerra árabe-israelí de 1948. (Wikimedia Cominos)

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Más de siete décadas después del fin de la Segunda Guerra Mundial, con las bibliotecas llenas de libros, películas y documentales y los archivos llenos de testimonios y documentos oficiales, uno podría pensar que ya sabe todo lo que hay que saber sobre el Holocausto o que, al menos, lo tiene al alcance de su mano. Es cierto que, a medida que la “solución final” de los nazis se aleja en el tiempo y los supervivientes entran en sus últimos años de vida, el número de revelaciones se ha ralentizado. Tras la apertura al público de los registros soviéticos en 1991 parece que ya está todo dicho: los nazis querían librar al mundo de los judíos, lograron asesinar a seis millones de ellos y todos, excepto unos pocos nombres señalados, eludieron la justicia.

Con todo, todavía hay al menos una historia extraordinaria que apenas se ha contado. No es otra que el relato de un grupo de supervivientes judíos que en 1946 trataron de matar a miles de alemanes como venganza por el Holocausto. Ahora, un nuevo documental, producido por el canal inglés 'Channel 4', promete revelar pruebas nunca antes vistas. En concreto, las cintas de Abba Kovner, un poeta sionista de origen ruso, considerado un héroe de la resistencia judía de los países bálticos.

Habría sido horrible si después de la guerra hubiésemos vuelto a la rutina sin pensar en cómo vengarnos de esos bastardos



Las grabaciones, fechadas en 1985, cuando estaba enfermo de cáncer (falleció dos años más tarde), fueron encontradas por el director del documental, Avi Merkado, en algún lugar recóndito de un museo de Jerusalén. En ellas, Kovner, uno de los testigos más importantes en el juicio contra Adolf Eichmann, explica las sucesivas intentonas de revancha de su grupo. El nombre de aquella organización secreta era Nakam (“venganza” en hebreo), pero habitualmente se la conoce por su apodo más comercial, “Los vengadores judíos”.

¿Es posible la venganza después de Auschwitz?
Sus planes consistían en envenenar los suministros de agua de varias ciudades alemanes, entre ellas Hamburgo, Núremberg, Fráncfort y Múnich, y, una vez fracasó, asesinar a miles de oficiales de las SS retenidos en un campo de prisioneros estadounidense. En las cintas, Kovner revela que su primer propósito planteaba profundas dudas entre algunos miembros del grupo (como si se tratase de la obra de Albert Camus, 'Los justos'), puesto que acabarían matando a inocentes y esto podría socavar el apoyo internacional a la fundación de Israel. No obstante, Kovner se mantuvo fiel al plan, pero de camino a Europa levantó las sospechas de las autoridades británicas y se vio obligado a arrojar el veneno por la borda antes de ser detenido.



ava-kovner-durante-el-juicio-contra-adolf-eichmann-wikimedia-commons.jpg

Ava Kovner, durante el juicio contra Adolf Eichmann. (Wikimedia Commons)


Tras este revés, los vengadores cambiaron al plan B, una operación dirigida exclusivamente a los responsables del genocidio. Los miembros del grupo encontraron trabajo en la panadería que suministraba alimentos al campo de prisioneros de guerra Stalag XIII, cerca de Núremberg, y esperaron su oportunidad para matar a los prisioneros que habían pertenecido a las SS. Kovner se encargó de proporcionar el arsénico y Joseph Harmatz vigilaba mientras otros tres miembros mezclaban el veneno con agua y pegamento en más de 3.000 barras de pan.

Llegados a este punto, no se sabe bien el grado de éxito que tuvo el plan. Algunas fuentes aseguran que murieron unos 2.000 soldados y la mayoría, como la que cita la agencia 'AP', que tan solo estos enfermaron de gravedad, con síntomas similares a la cólera. Sea como fuere, tras el intento con los panes, el grupo huyó de Alemania con la frontera checoslovaca, cuyos guardias fronterizos fueron sobornados. Luego fueron a Italia y más tarde se establecieron definitivamente en Israel. Posteriormente, las autoridades alemanas decidieron no presentar cargos debido a “circunstancias extraordinarias”.

El documental desvela que Weizmann y Katzir, ambos futuros presidentes de Israel, fueron acusados de haberles ayudado a adquirir el veneno

La existencia de estos vengadores fue descubierta al desclasificarse un informe militar estadounidense. Harmatz, uno de los líderes del grupo junto con Kovner, confirma a 'New York Post' que el objetivo de sus misiones era matar nazis: “Cuantos más, mejor”. En la entrevista, realizada en Tel Aviv, asegura que solo tiene un único arrepentimiento: que, según su conocimiento, él no mató ningún nazi. Sus declaraciones, por tanto, corroboran la versión de que su plan B también fue un fracaso. “Si estoy orgulloso de algo es de haber pertenecido al grupo. Habría sido horrible si después de la guerra hubiésemos vuelto a la rutina sin pensar en cómo vengarnos de esos bastardos”. Harmatz murió en 2016.



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Judíos de camino a Auschwitz. (Cordon Press)


Por su parte, el diario 'Times of Israel', que también se ha hecho eco de la noticia, matiza y señala que “la mayoría de los supervivientes del Holocausto estaban demasiado cansados o devastados como para considerar acciones violentas contra los alemanes”. “La mera reconstrucción de sus vidas y el inicio de nuevas familias fue suficiente venganza contra un régimen nazi que pretendía destruirlos. Para otros, la retribución física iba en contra de la moral y las tradiciones judías. Además, el concepto de la represalia parece inútil dado el alcance del genocidio”.

No obstante, el grupo estaba formado por al menos 50 personas, tres de las cuales -Yehuda Maimon, Simcha Rotem y Hasia Warshawski- salen en el documental. Asimismo, desvela que Chaim Weizmann y Efraim Katzir, ambos futuros presidentes de Israel, fueron acusados de haber ayudado a Nakam a adquirir el veneno y, en definitiva, de haber estado involucrados con el grupo armado.

https://www.elconfidencial.com/alma...ocausto-nazis-segunda-guerra-mundial_1510763/

Qué gran verdad es que la violencia solo genera más violencia, también sufrimiento y dolor, pero sobre todo más violencia. No deja de sorprenderme cuán salvajes podemos ser los seres humanos contra nosotros mismos.

Guerras, limpiezas étnicas, persecuciones religiosas, etc. cuánto dolor.
 
Qué gran verdad es que la violencia solo genera más violencia, también sufrimiento y dolor, pero sobre todo más violencia. No deja de sorprenderme cuán salvajes podemos ser los seres humanos contra nosotros mismos.

Guerras, limpiezas étnicas, persecuciones religiosas, etc. cuánto dolor.

Hay que estar mal de la cabeza para vengarse intentando matar otros 6 millones de personas. Entre esto, el secuestro, "juicio" y ejecución de Eichmann, las ejecuciones posteriores a la matanza de Munich o las matanzas diarias de palestinos, la verdad es que los sionistas parecen estar hartos de ser compadecidos por el Holocausto.
 


Bueno, con el paréntesis de la conquista de Felipe II en 1580 hasta la recuperación de la independencia en 1640.

Hay un relato, por desgracia ahora no recuerdo de quien, que cuenta una ucronia: que habria pasado si el principe Miguel, hijo de Manuel I de Portugal y la infanta Isabel, princesa de Asturias tras la muerte de su hermano Juan, ambos hijos de los Reyes Católicos, hubiese sobrevivido a los dos años de edad y hubiese reinado como Miguel I de Portugal, Castilla y Aragón.

En mi opinión, pues que España hubiese tenido otro lio territorial sin resolver, jajajaja.... Pero claro, el pedazo de Imperio para él habria sido impresionante, pero sin los lios de Europa de los Habsburgo.

He oido que los portugueses son muy orgullosos y miran un poco por encima del hombro a los españoles, pero estos no se enteran porque olvidan que su Imperio fué posterior al portugués. El gran imperio marítimo de Enrique el Navegante, marinos como Magallanes...
 
Última edición:
Bueno, con el paréntesis de la conquista de Felipe II en 1580 hasta la recuperación de la independencia en 1640.

Hay un relato, por desgracia ahora no recuerdo de quien, que cuenta una ucronia: que habria pasado si el principe Miguel, hijo de Manuel I de Portugal y la infanta Isabel, princesa de Asturias tras la muerte de su hermano Juan, ambos hijos de los Reyes Católicos, hubiese sobrevivido a los dos años de edad y hubiese reinado como Miguel I de Portugal, Castilla y Aragón.

En mi opinión, pues que España hubiese tenido otro lio territorial sin resolver, jajajaja....

He oido que los portugueses son muy orgullosos y miran un poco por encima del hombro a los españoles, pero estos no se enteran porque olvidan que su Imperio fué posterior al portugués. El gran imperio marítimo de Enrique el Navegante, marinos como Magallanes...
La historia de España y Portugal acaban siendo mezcladas en muchos momentos, ya que que entre las dos Casas Reales habian cambios de Monarcas o Consorte.
Por ej. Carlota Joaquina Borbon, era la primogenita de Carlos IV de España y ella se casa con Joao VI, Rey de Portugal. Luego Fernando II era su hermano y sucesor de Carlos, se casa con Maria Isabel de Portugal...
Habia competencia por poder y dinero, pero no creo que hubiera superioridad real o mismo del pueblo
 
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La historia de España y Portugal acaban siendo mezcladas en muchos momentos, ya que que entre las dos Casas Reales habian cambios de Monarcas o Consorte.
Por ej. Carlota Joaquina Borbon, era la primogenita de Carlos IV de España y ella se casa con Joao VI, Rey de Portugal. Luego Fernando II era su hermano y sucesor de Carlos, se casa con Maria Isabel de Portugal...
Habia competencia por poder y dinero, pero no creo que hubiera superioridad real o mismo del pueblo


Yo no hablaba de matrimonios reales, continuos desde la Edad Media, sino de unión de facto de las Coronas. Y tampoco creo en la superioridad de nadie, sino del sentimiento que se tiene aun hoy dia. Los españoles más conservadores les tienen resquemor a Portugal porque por su culpa España no ocupa toda la Península Ibérica - de hecho hace años en los mapas del tiempo no incluian a Portugal,como si las isobaras conociesen de fronteras - ylos portugueses me han dicho que son muy orgullosos por eso, porque los españoles se creen más que ellos. Y lo cierto es que se sabe más de Francia que de Portugal, es increible.

Los portugueses siempre han velado por su independencia frente a España a pesar de esos matrimonios. De hecho intentaron que un tio de Don Sebastian le sucediese en el trono pero Felipe II, hijo de la emperatriz Isabel de Portugal, se impuso con su ejército. 80 aéeecaños que terminaron con la independencia porque los portugueses se sintieron ninguneados desde Madrid. Y España es asi, o conmigo o contra mi, asi que a borrarlos durante décadas de los libros de texto, de los mapas del tiempo,... ¡que pena!


Las infantas portuguesas que reinaron en España

Once infantas portuguesas fueron reinas en España entre los siglos XII y XIX. Todas ellas tuvieron un papel importante en las relaciones políticas entre los dos países ibéricos aunque se desconozca su historia o haya quedado prácticamente olvidada


Fueron hijas legítimas de los reyes portugueses que se casaron con príncipes herederos o reyes de otros reinos peninsulares, convirtiéndose en reinas de León, Castila, Aragón y España. En total fueron once infantas lusas que entre 1165 y 1816 subieron al trono español. A lo largo de setecientos años contribuyeron, gracias a su matrimonio, a estrechar los lazos ibéricos y sus nombres quedaron asociados a acontecimientos de relevancia. La historia de alguna de ellas ha tenido mayor destaque que las restantes como es el caso de las madres de Isabel la Católica y de Felipe II, ambas procedentes de la realeza lusitana. Otras han sorprendido a michos, como la de Juana de Portugal hija de Duarte y hermana de Alfonso V, que se casó con Enrique IV de Castilla protagonizando un raro episodio de la época. Fue la primera reina católica que cometió abiertamente adulterio y concibió un hijo del amante.

Sin embargo, hay que reconocer que las historias de estas infantas, salvo algunas excepciones, son bastante desconocidas. “Ello es así porque la historiografía suele interesarse más por las reinas propietarias. Y estas mujeres, siendo consortes, en el mejor de los casos, obtuvieron el poder por delegación. A pesar de que algunas surgían de un “humus” cultural muy sofisticado”, explica a ABC el historiador italiano Marsilio Cassotti, autor del libro “Infantas de Portugal. Reinas de España”. “Es el caso de la esposa de Fernando IV de Castilla, la infanta Constanza de Portugal, cuya madre, santa Isabel de Portugal, nacida infanta de Aragón, se había llevado a tierras portuguesas a su dama de compañía, Vetaxa Lascaris, nieta de un emperador bizantino. El matrimonio de Constanza introdujo en Castilla el uso del nombre Isabel”, puntualiza.

La vida y el destino de las once infantas fueron muy diferentesCassotti se interesó por la vida de estas infantas mientras investigaba un tema relacionado con la monarquía en España. “Me di cuenta de que, desde el nacimiento del reino de Portugal hasta comienzos del siglo XIX, once infantas portuguesas (doce, si se considera a una que vivió poco tiempo) fueron reinas consortes de León, Castilla, Aragón y, finalmente, España”. Destaca además que se trata de la nacionalidad más importante, desde el punto de vista numérico, de entre todas las consortes de origen extranjero que detentaron coronas hispánicas.

La vida y el destino de estas once mujeres fueron muy diferentes en algunos aspectos. Las bodas de las tres primeras (Urraca, Teresa y Mafalda) sirvieron para sellar alianzas y alcanzar la paz en un momento en el que Portugal luchaba por consolidar el reino. Todas ellas sufrieron la humillación y las dificultades que conllevaba la separación matrimonial impuesta por el Papa, porque el Código Graciano prohibía la unión entre parientes consanguíneos hasta el séptimo grado. Cassotti recuerda además que ser reinas españolas “casi nunca sería una tarea fácil para ellas”. A comenzar por la infanta Urraca de Portugal, casada en 1166 con el rey Fernando II de León, con la finalidad de que dos territorios unidos hasta hacía poco hicieran las paces. “Después del nacimiento de un heredero el matrimonio de Urraca fue anulado y ella tuvo que retirarse a un convento de por vida”, explica el historiador italiano.

Matrimonios pactados

Fueron todos matrimonios pactados y hasta el siglo XVI, el acento estaba puesto, sobre todo, en la mejora de las relaciones entre las dos partes, “desgastadas de tanto en tanto por el intento de recuperación de la antigua unidad territorial”, dice Cassotti. Algo que resulta evidente en el matrimonio de Isabel de Portugal con Juan II de Castilla. “La unión de los padres de la futura Isabel la Católica intentaba reparar los daños producidos después de que, en el reinado anterior, los castellanos invadieran Portugal”. Más tarde, tras la instauración de la casa de Braganza en Portugal, a mediados del siglo XVII, el nexo de las uniones dinásticas se encuentra también, en la búsqueda de soluciones a conflictos ambientados en los territorios coloniales americanos.

Adaptadas a su papel de reina

El hecho de que la mayoría de las madres de esas infantas portuguesas fuera de origen español (gracias a la institución de los “dobles matrimonios”: una infanta portuguesa se casaba con un rey o un príncipe heredero español y viceversa) hacía que sus hijas, por lo general, conocieran la lengua y las costumbres del país de adopción. “Muchas veces los servidores de una reina consorte portuguesa eran hijos de la nobleza que había servido a su madre en España de soltera”, subraya Cassotti. Un caso singular caso de “inadaptación” se produjo cuando la infanta María de Portugal, esposa de Alfonso XI de Castilla, después de ser testigo de varios homicidios perpetrados por su hijo, Pedro I el Cruel, o sus acompañantes, ante el temor de convertirse en la próxima víctima, decidió regresar a Portugal.

Pero lo verdaderamente importante en la vida de estas mujeres es que cumplieran bien su papel y el principal cometido de una reina consorte era dar descendencia a la corona. “Y este fue cumplido por casi todas las de origen portugués. Una de las notables excepciones fue Bárbara de Braganza, culta y abnegada esposa de Fernando VI de España, protagonistas de un caso de amor conyugal; de hecho, el marido enloqueció después de la muerte de la reina”, recuerda e historiador. Bárbara no tuvo hijos porque el rey era estéril pero cumplió con otros deberes característicos de las consortes regias de su época, el patrocinio de instituciones religiosas, la fundación conventos, en su caso el de las Salesas Reales de Madrid y el mecenazgo a artistas, como Domenico Scarlatti, maestro de música particular que ella se había traído de Portugal.

La felicidad de las reinas

La vida privada de todas ellas está llena de sorpresas. Sus bodas, embarazos, rivalidades con la reina madre y con las amantes del rey sin olvidar la educación de los príncipes o la lucha por el poder con las nueras. También fueron mecenas de pintores, músicos y arquitectos sin olvidad sus vocaciones religiosas. Y al final ¿fueron felices estas reinas? “Si por felicidad se entiende ser bien tratada por el rey y honrada por los cortesanos, es probable que la infanta Beatriz de Portugal, segunda esposa de Juan I de Castilla, fuera feliz”, afirma Marsilio Cassotti. “Y ello a pesar de no dar descendencia a su marido, el cual se había casado con ella para fundamentar sus derechos a la corona portuguesa”, añade. Aunque ese plan terminó con la derrota de los castellanos en Aljubarrota, ello no afectó al tratamiento de la consorte. “Por lo menos la documentación muestra que Beatriz fue muy bien tratada por los hijos de un anterior enlace del rey, los cuales, tras la muerte de la madrastra, mandaron levantarle un magnífico sepulcro de alabastro en el convento de Sancti Spiritus de Toro, en el que se la connotaba como reina de Castilla y Portugal”.

Por su parte, Isabel de Portugal, esposa de Carlos I de España, consiguió la admiración de la corte y la veneración de sus súbditos. “Pero en el epistolario de la emperatriz durante sus regencias se vislumbra alguna educada queja sobre la soledad a la que la sometía el cónyuge”, aclara el historiador. Sin embargo, Isabel tuvo la última palabra, sobre el emperador, en la elección del hombre que educaría al heredero, el futuro Felipe II, “quien posteriormente convertiría a su madre en modelo a seguir por las sucesivas reinas consortes españolas”.

Juana de Portugal

Entre todas las infantas portuguesas que acabaron por ser reinas en España el historiador Cassotti no duda en destacar la historia de Juana de Portugal, esposa de Enrique IV el Impotente, a la que ha dedicado recientemente una biografía, “La reina adúltera”. “Una mujer con la capacidad de seducción de una Diana de Gales y la determinación de una Margaret Thatcher, todo ello inoculado con altas dosis de disimulación”, empieza por explicar. “La visión que la historiografía española ha dado de ella está condicionada por la versión del cronista Alonso de Palencia, que la conoció personalmente y la odiaba. Y sobre todo, porque a Juana le tocó el antipático rol de antagonista de una mujer tan emblemática como la futura Isabel la Católica. Pero se olvida que incluso ésta pasó de los once a los diecisiete años de edad en la casa de la reina portuguesa, y que allí adquirió unas destrezas que le permitirían, ya durante su reinado, recibir de un leal y culto súbdito el calificativo de “maestra de disimulaciones”, en el sentido de dominio del arte de gobierno” continúa exponiendo. Mientras Juana había intentado convencer a Isabel de que casara con el rey Alfonso V de Portugal, hermano de la reina, “la infanta castellana había leído, en portugués, una obra de Cristina de Pisán, básica para la formación de las soberanas, que se hallaba en la rica biblioteca de su cuñada. Por otra parte, los once documentos de época que se presentan en su biografía apoyan la hipótesis de que Juana fue sometida a ciertas “maestrías” para solventar la impotencia, que no esterilidad, del marido. Cassoti explica igualmente que el Dr. Maganto Pavón, especialista en urología de un importante hospital de Madrid, considera a alguno de esos documentos como el primer registro histórico conocido de una forma rudimentaria de inseminación artificial o asistida, practicada por físicos judíos a la reina. “Otra cuestión es que el resultado de esas “maestrías” fuera la princesa Juana, la Beltraneja”, puntualiza.

“Mucho antes de que Virginia Woolf escribiera que a una mujer le hacía falta “un cuarto propio” para ser independiente y dedicarse a la escritura, aquella “poderosa señora” portuguesa (según definición del poeta contemporáneo Gómez Manrique), comprendió que una consorte real, si quería llevar adelante sus propias estrategias políticas, debía contar con una sólida base económica”, sigue relatando el historiador. La portuguesa no sólo obtuvo, de su marido, una de las dotes más cuantiosas de la época, sino que la envió a Portugal para ser administrada y mantener a buen recaudo. “Pero su cometido de lograr la “Unión ibérica” por el lado portugués fracasó, porque Juana se topó con alguien más astuto que ella, Fernando de Aragón, el adecuado novio elegido por Isabel”, finaliza Cassotti.

Investigación

Ha sido un extranjero quien ha traído al conocimiento de los portugueses la vida de estas mujeres olvidadas. Con sus biografías se entiende mejor la historia de Portugal y por consiguiente, la de España. El autor de “Infantas de Portugal. Reinas de España” llevó a cabo una difícil labor de investigación y recopilación de datos porque lo poco que se ha escrito es a través de cronistas e historiadores del pasado que escribieron “con mejor estilo literario que rigor histórico (y un alto grado de intencionalidad política)”. Sus crónicas acabaron por influenciar lo poco que se conoce sobre ellas que responde a clichés o chascarrillos populares. Entre ellos, el que mofaba a Isabel de Portugal, esposa de Fernando VII (“Fea, pobre y portuguesa, ¡chúpate esa!), “olvidando que los estudios de pintura de esa infanta le permitieron aconsejar a su marido la creación de una galería abierta al público donde exponer antiguos cuadros que permanecían arrumbados en un depósito de El Escorial, origen del Museo del Prado de Madrid”, recuerda el historiador.


Yo también añadiria a Maria de Portugal, esposa de Alfonso XI, y madre de su unico hijo legítimo, Pedro I. No soporto el adulterio público de su marido con Leonor de Guzmán, madre de ocho hijos del rey. Cuando el rey murió, la reina Maria hizo matar a Leonor y sus hijos se enfrentaron por el trono. Pedro I llegó a matar a uno de sus hermanastros y a un amante de su madre,que le dió la espalda por eso, y fué asesinado en duelo por su hermanatros, Enrique de Trastamara, fundador de las dinastias de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón
 
Yo no hablaba de matrimonios reales, continuos desde la Edad Media, sino de unión de facto de las Coronas. Y tampoco creo en la superioridad de nadie, sino del sentimiento que se tiene aun hoy dia. Los españoles más conservadores les tienen resquemor a Portugal porque por su culpa España no ocupa toda la Península Ibérica - de hecho hace años en los mapas del tiempo no incluian a Portugal,como si las isobaras conociesen de fronteras - ylos portugueses me han dicho que son muy orgullosos por eso, porque los españoles se creen más que ellos. Y lo cierto es que se sabe más de Francia que de Portugal, es increible.

Los portugueses siempre han velado por su independencia frente a España a pesar de esos matrimonios. De hecho intentaron que un tio de Don Sebastian le sucediese en el trono pero Felipe II, hijo de la emperatriz Isabel de Portugal, se impuso con su ejército. 80 aéeecaños que terminaron con la independencia porque los portugueses se sintieron ninguneados desde Madrid. Y España es asi, o conmigo o contra mi, asi que a borrarlos durante décadas de los libros de texto, de los mapas del tiempo,... ¡que pena!


Las infantas portuguesas que reinaron en España

Once infantas portuguesas fueron reinas en España entre los siglos XII y XIX. Todas ellas tuvieron un papel importante en las relaciones políticas entre los dos países ibéricos aunque se desconozca su historia o haya quedado prácticamente olvidada


Fueron hijas legítimas de los reyes portugueses que se casaron con príncipes herederos o reyes de otros reinos peninsulares, convirtiéndose en reinas de León, Castila, Aragón y España. En total fueron once infantas lusas que entre 1165 y 1816 subieron al trono español. A lo largo de setecientos años contribuyeron, gracias a su matrimonio, a estrechar los lazos ibéricos y sus nombres quedaron asociados a acontecimientos de relevancia. La historia de alguna de ellas ha tenido mayor destaque que las restantes como es el caso de las madres de Isabel la Católica y de Felipe II, ambas procedentes de la realeza lusitana. Otras han sorprendido a michos, como la de Juana de Portugal hija de Duarte y hermana de Alfonso V, que se casó con Enrique IV de Castilla protagonizando un raro episodio de la época. Fue la primera reina católica que cometió abiertamente adulterio y concibió un hijo del amante.

Sin embargo, hay que reconocer que las historias de estas infantas, salvo algunas excepciones, son bastante desconocidas. “Ello es así porque la historiografía suele interesarse más por las reinas propietarias. Y estas mujeres, siendo consortes, en el mejor de los casos, obtuvieron el poder por delegación. A pesar de que algunas surgían de un “humus” cultural muy sofisticado”, explica a ABC el historiador italiano Marsilio Cassotti, autor del libro “Infantas de Portugal. Reinas de España”. “Es el caso de la esposa de Fernando IV de Castilla, la infanta Constanza de Portugal, cuya madre, santa Isabel de Portugal, nacida infanta de Aragón, se había llevado a tierras portuguesas a su dama de compañía, Vetaxa Lascaris, nieta de un emperador bizantino. El matrimonio de Constanza introdujo en Castilla el uso del nombre Isabel”, puntualiza.

La vida y el destino de las once infantas fueron muy diferentesCassotti se interesó por la vida de estas infantas mientras investigaba un tema relacionado con la monarquía en España. “Me di cuenta de que, desde el nacimiento del reino de Portugal hasta comienzos del siglo XIX, once infantas portuguesas (doce, si se considera a una que vivió poco tiempo) fueron reinas consortes de León, Castilla, Aragón y, finalmente, España”. Destaca además que se trata de la nacionalidad más importante, desde el punto de vista numérico, de entre todas las consortes de origen extranjero que detentaron coronas hispánicas.

La vida y el destino de estas once mujeres fueron muy diferentes en algunos aspectos. Las bodas de las tres primeras (Urraca, Teresa y Mafalda) sirvieron para sellar alianzas y alcanzar la paz en un momento en el que Portugal luchaba por consolidar el reino. Todas ellas sufrieron la humillación y las dificultades que conllevaba la separación matrimonial impuesta por el Papa, porque el Código Graciano prohibía la unión entre parientes consanguíneos hasta el séptimo grado. Cassotti recuerda además que ser reinas españolas “casi nunca sería una tarea fácil para ellas”. A comenzar por la infanta Urraca de Portugal, casada en 1166 con el rey Fernando II de León, con la finalidad de que dos territorios unidos hasta hacía poco hicieran las paces. “Después del nacimiento de un heredero el matrimonio de Urraca fue anulado y ella tuvo que retirarse a un convento de por vida”, explica el historiador italiano.

Matrimonios pactados

Fueron todos matrimonios pactados y hasta el siglo XVI, el acento estaba puesto, sobre todo, en la mejora de las relaciones entre las dos partes, “desgastadas de tanto en tanto por el intento de recuperación de la antigua unidad territorial”, dice Cassotti. Algo que resulta evidente en el matrimonio de Isabel de Portugal con Juan II de Castilla. “La unión de los padres de la futura Isabel la Católica intentaba reparar los daños producidos después de que, en el reinado anterior, los castellanos invadieran Portugal”. Más tarde, tras la instauración de la casa de Braganza en Portugal, a mediados del siglo XVII, el nexo de las uniones dinásticas se encuentra también, en la búsqueda de soluciones a conflictos ambientados en los territorios coloniales americanos.

Adaptadas a su papel de reina

El hecho de que la mayoría de las madres de esas infantas portuguesas fuera de origen español (gracias a la institución de los “dobles matrimonios”: una infanta portuguesa se casaba con un rey o un príncipe heredero español y viceversa) hacía que sus hijas, por lo general, conocieran la lengua y las costumbres del país de adopción. “Muchas veces los servidores de una reina consorte portuguesa eran hijos de la nobleza que había servido a su madre en España de soltera”, subraya Cassotti. Un caso singular caso de “inadaptación” se produjo cuando la infanta María de Portugal, esposa de Alfonso XI de Castilla, después de ser testigo de varios homicidios perpetrados por su hijo, Pedro I el Cruel, o sus acompañantes, ante el temor de convertirse en la próxima víctima, decidió regresar a Portugal.

Pero lo verdaderamente importante en la vida de estas mujeres es que cumplieran bien su papel y el principal cometido de una reina consorte era dar descendencia a la corona. “Y este fue cumplido por casi todas las de origen portugués. Una de las notables excepciones fue Bárbara de Braganza, culta y abnegada esposa de Fernando VI de España, protagonistas de un caso de amor conyugal; de hecho, el marido enloqueció después de la muerte de la reina”, recuerda e historiador. Bárbara no tuvo hijos porque el rey era estéril pero cumplió con otros deberes característicos de las consortes regias de su época, el patrocinio de instituciones religiosas, la fundación conventos, en su caso el de las Salesas Reales de Madrid y el mecenazgo a artistas, como Domenico Scarlatti, maestro de música particular que ella se había traído de Portugal.

La felicidad de las reinas

La vida privada de todas ellas está llena de sorpresas. Sus bodas, embarazos, rivalidades con la reina madre y con las amantes del rey sin olvidar la educación de los príncipes o la lucha por el poder con las nueras. También fueron mecenas de pintores, músicos y arquitectos sin olvidad sus vocaciones religiosas. Y al final ¿fueron felices estas reinas? “Si por felicidad se entiende ser bien tratada por el rey y honrada por los cortesanos, es probable que la infanta Beatriz de Portugal, segunda esposa de Juan I de Castilla, fuera feliz”, afirma Marsilio Cassotti. “Y ello a pesar de no dar descendencia a su marido, el cual se había casado con ella para fundamentar sus derechos a la corona portuguesa”, añade. Aunque ese plan terminó con la derrota de los castellanos en Aljubarrota, ello no afectó al tratamiento de la consorte. “Por lo menos la documentación muestra que Beatriz fue muy bien tratada por los hijos de un anterior enlace del rey, los cuales, tras la muerte de la madrastra, mandaron levantarle un magnífico sepulcro de alabastro en el convento de Sancti Spiritus de Toro, en el que se la connotaba como reina de Castilla y Portugal”.

Por su parte, Isabel de Portugal, esposa de Carlos I de España, consiguió la admiración de la corte y la veneración de sus súbditos. “Pero en el epistolario de la emperatriz durante sus regencias se vislumbra alguna educada queja sobre la soledad a la que la sometía el cónyuge”, aclara el historiador. Sin embargo, Isabel tuvo la última palabra, sobre el emperador, en la elección del hombre que educaría al heredero, el futuro Felipe II, “quien posteriormente convertiría a su madre en modelo a seguir por las sucesivas reinas consortes españolas”.

Juana de Portugal

Entre todas las infantas portuguesas que acabaron por ser reinas en España el historiador Cassotti no duda en destacar la historia de Juana de Portugal, esposa de Enrique IV el Impotente, a la que ha dedicado recientemente una biografía, “La reina adúltera”. “Una mujer con la capacidad de seducción de una Diana de Gales y la determinación de una Margaret Thatcher, todo ello inoculado con altas dosis de disimulación”, empieza por explicar. “La visión que la historiografía española ha dado de ella está condicionada por la versión del cronista Alonso de Palencia, que la conoció personalmente y la odiaba. Y sobre todo, porque a Juana le tocó el antipático rol de antagonista de una mujer tan emblemática como la futura Isabel la Católica. Pero se olvida que incluso ésta pasó de los once a los diecisiete años de edad en la casa de la reina portuguesa, y que allí adquirió unas destrezas que le permitirían, ya durante su reinado, recibir de un leal y culto súbdito el calificativo de “maestra de disimulaciones”, en el sentido de dominio del arte de gobierno” continúa exponiendo. Mientras Juana había intentado convencer a Isabel de que casara con el rey Alfonso V de Portugal, hermano de la reina, “la infanta castellana había leído, en portugués, una obra de Cristina de Pisán, básica para la formación de las soberanas, que se hallaba en la rica biblioteca de su cuñada. Por otra parte, los once documentos de época que se presentan en su biografía apoyan la hipótesis de que Juana fue sometida a ciertas “maestrías” para solventar la impotencia, que no esterilidad, del marido. Cassoti explica igualmente que el Dr. Maganto Pavón, especialista en urología de un importante hospital de Madrid, considera a alguno de esos documentos como el primer registro histórico conocido de una forma rudimentaria de inseminación artificial o asistida, practicada por físicos judíos a la reina. “Otra cuestión es que el resultado de esas “maestrías” fuera la princesa Juana, la Beltraneja”, puntualiza.

“Mucho antes de que Virginia Woolf escribiera que a una mujer le hacía falta “un cuarto propio” para ser independiente y dedicarse a la escritura, aquella “poderosa señora” portuguesa (según definición del poeta contemporáneo Gómez Manrique), comprendió que una consorte real, si quería llevar adelante sus propias estrategias políticas, debía contar con una sólida base económica”, sigue relatando el historiador. La portuguesa no sólo obtuvo, de su marido, una de las dotes más cuantiosas de la época, sino que la envió a Portugal para ser administrada y mantener a buen recaudo. “Pero su cometido de lograr la “Unión ibérica” por el lado portugués fracasó, porque Juana se topó con alguien más astuto que ella, Fernando de Aragón, el adecuado novio elegido por Isabel”, finaliza Cassotti.

Investigación

Ha sido un extranjero quien ha traído al conocimiento de los portugueses la vida de estas mujeres olvidadas. Con sus biografías se entiende mejor la historia de Portugal y por consiguiente, la de España. El autor de “Infantas de Portugal. Reinas de España” llevó a cabo una difícil labor de investigación y recopilación de datos porque lo poco que se ha escrito es a través de cronistas e historiadores del pasado que escribieron “con mejor estilo literario que rigor histórico (y un alto grado de intencionalidad política)”. Sus crónicas acabaron por influenciar lo poco que se conoce sobre ellas que responde a clichés o chascarrillos populares. Entre ellos, el que mofaba a Isabel de Portugal, esposa de Fernando VII (“Fea, pobre y portuguesa, ¡chúpate esa!), “olvidando que los estudios de pintura de esa infanta le permitieron aconsejar a su marido la creación de una galería abierta al público donde exponer antiguos cuadros que permanecían arrumbados en un depósito de El Escorial, origen del Museo del Prado de Madrid”, recuerda el historiador.


Yo también añadiria a Maria de Portugal, esposa de Alfonso XI, y madre de su unico hijo legítimo, Pedro I. No soporto el adulterio público de su marido con Leonor de Guzmán, madre de ocho hijos del rey. Cuando el rey murió, la reina Maria hizo matar a Leonor y sus hijos se enfrentaron por el trono. Pedro I llegó a matar a uno de sus hermanastros y a un amante de su madre,que le dió la espalda por eso, y fué asesinado en duelo por su hermanatros, Enrique de Trastamara, fundador de las dinastias de Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón
Ya, pero seria dificil volver al pasado y espero que los portugueses sigan teniendo orgullo de lo que son. Han logrado cosas que nosotros todavía no hemos logrado, la Republica.
Aunque también tengan problemas con su economia, este problema ya no lo tienen. Lo mismo paso con Brasil, que también tuvo un grupo de Monarcas Portugueses, de origen Orleans y Bragança como D.Pedro I y su pandilla, haciendo de nobles en el País, pero ni así han logrado mantener la Monarquia en el País. Les dieron una patada bien dada y a otra cosa mariposa.
 
CRÓNICA
La cipotuda Clara Campoamor, que dio el voto a las mujeres
    • JORGE BUSTOS
  • 25 ENE. 2018 16:08
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Clara Campoamor, la más indispensable de las feministas españolas. Aquí, durante uno de sus discursos. CRÓNICA


Hija de una costurera, fue la primera mujer que se dirigió a toda la nación desde la tribuna del Congreso

La gesta del superdotado Elcano, el vasco más cipotudo de la Historia de España...

Había nacido en la Malasaña de finales del XIX, cuando la tasa de analfabetismo femenino frisaba el 80%. Su madre era costurera, pero su padre se desempeñaba de contable en un periódico. Y fue la pronta familiaridad con el mundillo periodístico, el hábito de leer noticias y artículos de opinión en la encrucijada sociopolítica de la España de entresiglos, lo que propició en la niña el despertar de una temprana toma de conciencia. Desarrolló un agudo sentido de la justicia que balizaría su camino de pionera.

Progresaba adecuadamente cuando murió su padre, contando ella apenas 10 años. Aparcó los estudios para emplearse como modistilla, telefonista o dependienta. Pero la necesidad no torcería su ambición. Lo primero era garantizarse la independencia económica, así que con 21 años logró por oposición una plaza de auxiliar del cuerpo de telégrafos y la destinaron a San Sebastián. Pero el puesto le sabía a poco. Se preparó unas oposiciones al Ministerio de Instrucción Pública y sacó la primera plaza. Volvió a Madrid como profesora de taquigrafía, puesto que alternó con traducciones de francés y clases de mecanografía. Lectora incansable, en esos años forjó el estilo que pavimentaría sus éxitos parlamentarios. Publicó sus primeros artículos. Pero sentía que necesitaba formarse mejor.

Así que se sacó el bachillerato, se licenció luego en Derecho y se inscribió en el Colegio de Abogados de Madrid. Era la segunda mujer en hacerlo, un mes después que Victoria Kent. Tenía 36 años y la clase biempensante la acusaba de socialista. Pero ella no le perdonaba al PSOE de Pablo Iglesias su colaboración con los gobiernos del dictador Miguel Primo de Rivera, ni le atraía el ideario marxista: se declaraba demócrata, republicana, liberal, laica. Y feminista, claro.

De la abogacía y el activismo da el salto a la política. Cuando adviene la República, las siglas que la cobijan en las elecciones de 1931 son las del Partido Radical de Lerroux. Se había afiliado a él porque su programa se definía por los mismos principios de liberalismo y laicidad que ella venía propagando por cualquier foro que la admitiera como oradora. Cuando todavía se cuestiona la posibilidad misma del centro político en España, Campoamor lo profesaba resueltamente: «No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo», dirá en su gran día parlamentario.

Indignó igual a conservadores y marxistas. Murió en el exilio en 1972

Fue el 1 de octubre de 1931, en pleno periodo constituyente. Clara ha pasado el verano redactando borradores del artículo referido al sufragio femenino, su gran batalla. Ha trabajado duro, se ha reunido con unos y otros, ha debatido todo, ha aguantado el desprecio, no ha cedido al desánimo jamás. Y llega el día del debate. Será la primera mujer que se dirija a toda la nación desde la tribuna del Congreso. Lleva una intervención muy medida para ganarse el favor de sus señorías, todos varones menos dos: ella y Victoria Kent. Que en la réplica se revela su peor enemiga: una diputada socialista negándole a su propio s*x* la capacidad de pensar por sí mismo en razón de un puro cálculo partidista. Si dejamos votar a las mujeres, tan influidas por los curas, ganará siempre la derecha, dice Kent. Clara supera la decepción. Y sube de nuevo a la tribuna para desmontar con precisión y apasionamiento, maza y bisturí, la posición traicionera de su adversaria.

Si la mujer paga impuestos como el hombre, llena los mítines como el hombre, alza la voz contra la guerra como el hombre porque padece su dolor igual que él, ¿no ha de votar también como él? «No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar. Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen». Y vence: 161 a favor.

Pero se la guardaron. Cuando en 1934 gana la derecha todos la culpan. Cae en el ostracismo. La guerra le pilla en Madrid, donde le avergüenza la crueldad de los milicianos. Parte al exilio, odiada por ambos bandos. Ya no pisará su patria. El cáncer logrará lo que no pudieron el machismo primero ni el extremismo después. Murió en Lausana tres años antes que Franco. No le fue dado contemplar la Constitución que recoge el fruto perenne de su empecinamiento.

http://www.elmundo.es/cronica/2018/01/25/5a625d5ee2704e4d588b45ae.html
 
CRÓNICA
La cipotuda Clara Campoamor, que dio el voto a las mujeres
    • JORGE BUSTOS
  • 25 ENE. 2018 16:08
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Clara Campoamor, la más indispensable de las feministas españolas. Aquí, durante uno de sus discursos. CRÓNICA


Hija de una costurera, fue la primera mujer que se dirigió a toda la nación desde la tribuna del Congreso

La gesta del superdotado Elcano, el vasco más cipotudo de la Historia de España...

Había nacido en la Malasaña de finales del XIX, cuando la tasa de analfabetismo femenino frisaba el 80%. Su madre era costurera, pero su padre se desempeñaba de contable en un periódico. Y fue la pronta familiaridad con el mundillo periodístico, el hábito de leer noticias y artículos de opinión en la encrucijada sociopolítica de la España de entresiglos, lo que propició en la niña el despertar de una temprana toma de conciencia. Desarrolló un agudo sentido de la justicia que balizaría su camino de pionera.

Progresaba adecuadamente cuando murió su padre, contando ella apenas 10 años. Aparcó los estudios para emplearse como modistilla, telefonista o dependienta. Pero la necesidad no torcería su ambición. Lo primero era garantizarse la independencia económica, así que con 21 años logró por oposición una plaza de auxiliar del cuerpo de telégrafos y la destinaron a San Sebastián. Pero el puesto le sabía a poco. Se preparó unas oposiciones al Ministerio de Instrucción Pública y sacó la primera plaza. Volvió a Madrid como profesora de taquigrafía, puesto que alternó con traducciones de francés y clases de mecanografía. Lectora incansable, en esos años forjó el estilo que pavimentaría sus éxitos parlamentarios. Publicó sus primeros artículos. Pero sentía que necesitaba formarse mejor.

Así que se sacó el bachillerato, se licenció luego en Derecho y se inscribió en el Colegio de Abogados de Madrid. Era la segunda mujer en hacerlo, un mes después que Victoria Kent. Tenía 36 años y la clase biempensante la acusaba de socialista. Pero ella no le perdonaba al PSOE de Pablo Iglesias su colaboración con los gobiernos del dictador Miguel Primo de Rivera, ni le atraía el ideario marxista: se declaraba demócrata, republicana, liberal, laica. Y feminista, claro.

De la abogacía y el activismo da el salto a la política. Cuando adviene la República, las siglas que la cobijan en las elecciones de 1931 son las del Partido Radical de Lerroux. Se había afiliado a él porque su programa se definía por los mismos principios de liberalismo y laicidad que ella venía propagando por cualquier foro que la admitiera como oradora. Cuando todavía se cuestiona la posibilidad misma del centro político en España, Campoamor lo profesaba resueltamente: «No dejéis a la mujer que, si es regresiva, piense que su esperanza estuvo en la dictadura; no dejéis a la mujer que piense, si es avanzada, que su esperanza de igualdad está en el comunismo», dirá en su gran día parlamentario.

Indignó igual a conservadores y marxistas. Murió en el exilio en 1972

Fue el 1 de octubre de 1931, en pleno periodo constituyente. Clara ha pasado el verano redactando borradores del artículo referido al sufragio femenino, su gran batalla. Ha trabajado duro, se ha reunido con unos y otros, ha debatido todo, ha aguantado el desprecio, no ha cedido al desánimo jamás. Y llega el día del debate. Será la primera mujer que se dirija a toda la nación desde la tribuna del Congreso. Lleva una intervención muy medida para ganarse el favor de sus señorías, todos varones menos dos: ella y Victoria Kent. Que en la réplica se revela su peor enemiga: una diputada socialista negándole a su propio s*x* la capacidad de pensar por sí mismo en razón de un puro cálculo partidista. Si dejamos votar a las mujeres, tan influidas por los curas, ganará siempre la derecha, dice Kent. Clara supera la decepción. Y sube de nuevo a la tribuna para desmontar con precisión y apasionamiento, maza y bisturí, la posición traicionera de su adversaria.

Si la mujer paga impuestos como el hombre, llena los mítines como el hombre, alza la voz contra la guerra como el hombre porque padece su dolor igual que él, ¿no ha de votar también como él? «No cometáis un error histórico que no tendréis nunca bastante tiempo para llorar. Yo, señores diputados, me siento ciudadano antes que mujer, y considero que sería un profundo error político dejar a la mujer al margen». Y vence: 161 a favor.

Pero se la guardaron. Cuando en 1934 gana la derecha todos la culpan. Cae en el ostracismo. La guerra le pilla en Madrid, donde le avergüenza la crueldad de los milicianos. Parte al exilio, odiada por ambos bandos. Ya no pisará su patria. El cáncer logrará lo que no pudieron el machismo primero ni el extremismo después. Murió en Lausana tres años antes que Franco. No le fue dado contemplar la Constitución que recoge el fruto perenne de su empecinamiento.

http://www.elmundo.es/cronica/2018/01/25/5a625d5ee2704e4d588b45ae.html

¿Que es eso de "cipotuda"?

Bueno, no creo que estuviese realmente satisfecha con el pais actual, donde las mujeres siguen ganando menos que los hombres, no tienen derecho al aborto libre, etc.

Está enterrada en el cementerio de Polloe, en San Sebastián.
 
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