Cuadernos de Historia

La extraña muerte de Alfonso «El Inocente» que llevó a Isabel «La Católica» al trono de Castilla.

Descartada la peste en recientes investigaciones, la hipótesis del envenenamiento cobra protagonismo.
Rodeado de sus partidarios, el joven Rey comió una trucha y de forma repentina empezó a sufrir altas fiebres.
Falleció pocos días después para beneficio de sus dos hermanos y del intrigante Juan Pacheco
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César Cervera
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Actualizado:26/12/2018 01:19h15El tratado de paz que puso fin a la poderosa unión de España y Portugal

Alfonso de Trastámara es recordado, sobre todo, por su participación en la Farsa de Ávila, donde fue coronado a los 11 años de edad como Rey por un grupo de nobles que llevaron el desafío al débil Enrique IV «El Impotente» a la categoría de rebelión. Durante varios años, se dio la inusual situación en Castilla de que hubo dos reyes y dos cortes, hasta que el adolescente falleció de forma súbita a causa supuestamente de la peste. Sin embargo, el veneno era una sustancia demasiado habitual en las cortes renacentistas como para descartar su presencia en la muerte del joven Infante. Y, lo que siempre perteneció al campo de la especulación, lo confirmaron hace pocos años investigaciones científicas que descartan definitivamente cualquier rastro del bacilo de la peste en sus restos mortales.

Hijo de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, Alfonso de Trastámara fue conocido como «El Inocente» por estimársele un títere en manos de una nobleza fuera de control. Esta aristocracia revoltosa se valió del joven para sacar nuevos réditos a la debilidad de su hermanastro, Enrique IV. Aunque ambos eran hijos de Juan II, contaban con diferentes madres, y Enrique IV siempre se mostró receloso con los hijos del segundo matrimonio de su padre. TantoIsabel «La Católica» como Alfonso vivieron una infancia complicada, apartados de la Corte en compañía de su madre, quien sufría un proceso de demencia.

Solo cuando una parte de la nobleza vislumbró la posibilidad de usar a ambos hermanos contra Enrique IV, éste ordenó traerlos al Alcázar de Segovia, que hacía las veces de residencia regia, para mantenerlos bajo vigilancia. Las dudas sobre la paternidad de la única heredera del Rey, Juana (conocida como «la Beltraneja» porque se acusaba a Beltrán de la Cueva de ser su auténtico padre), llevó a numerosos nobles, encabezados por Juan Pacheco y su hermano Pedro Girón, a declarar que Isabel y Alfonso eran los sucesores legítimos de la Corona de Castilla.

Alfonso «El Inocente», de 11 años de edad, fue proclamado Rey de Castilla entre el clamor habitual de las entronizaciones castellanas: «¡Castilla, Castilla por el Rey don Alfonso!». La proclamación del nuevo Rey dividió a la nobleza en dos bandos aparentemente irreconciliables: los que apoyaban la insurrección (además de los ya citados, el duque de Medina Sidonia y la familia de los Enríquez) y los fieles al Monarca legítimo ( donde destacaba la familia Mendoza y el ambicioso Primer Duque de Alba).

Durante tres años se dio la situación en Castilla de la coexistencia de dos reyes con sus respectivas cortes y con las ciudades divididas en su afiliación. La situación creada por la Farsa de Ávila, mucho más cruenta si cabe que los sucesos del reinado de Juan II, se mantuvo vigente, entre treguas y enfrentamientos, hasta la celebración de la segunda batalla de Olmedo (1467) y, sobre todo, la muerte del Rey Alfonso (1468), supuestamente envenenado, tras lo cual los cabecillas de la insurrección, principalmente Juan Pacheco, no tuvieron reparos en trabajar a favor de corriente y volver a mostrar lealtad al Rey Enrique.

El Rey cenó una trucha en una posada local a raíz de lo cual pasó varios días en la cama con fiebres elevadas hasta su muerte
Alfonso murió el 5 de julio de 1468 a causa supuestamente de la peste bubónica en el pueblo de Cardeñosa (Ávila), donde se dirigía al frente de su ejército para conquistar la plaza fuerte de Toledo, que acababa de ocupar Enrique. Tras su llegada al pueblo abulense, el Rey Alfonso cenó una trucha en una posada local a raíz de lo cual pasó varios días en la cama con fiebres elevadas hasta su muerte. Los síntomas registrados, además de las fiebres, fueron la pérdida del habla y la conciencia e insensibilidad al dolor. Las especulaciones sobre su posible envenenamiento prendieron casi al momento por toda Castilla. La anomalía de que hubiera dos reyes en Castilla solo podía acabar con la muerte de uno de ellos, haciendo muy tentador que alguien deslizara veneno en la comida del joven.

Juan Pacheco, el principal sospechoso
La hipótesis del veneno pasó a la categoría de probable con la publicación de un estudio en 2013 por el profesor de Antropología Física de la Universidad de León Luis Caro Dobón y la historiadora y profesora de la Uned María Dolores Carmen Morales Muñiz, que se puede encontrar en la revista de genealogía, nobleza y armas «Hidalguía». Según acreditan tres análisis practicados sobre sus restos, Alfonso «El Inocente» no pudo padecer la peste, como parecía apuntar sus síntomas, al no haberse hallado en su cuerpo la presencia de Yersina pestis, el bacilo de esta enfermedad. Asimismo, los autores de la investigación señalan lo improbable de que el Monarca falleciera de una enfermedad que había registrado su gran epicentro un siglo atrás, en 1347, y menos en un emplazamiento temporal, el campamento militar donde vivía en esos momentos. Allí no era tan frecuente encontrar madrigueras de ratas negras (las que transportaban la pulga infectada con el bacilo) como lo era en ciudades y poblaciones más grandes.

Descartada la peste, los autores del estudio se atreven a apuntar al envenenamiento como causa para explicar una muerte tan súbita. A falta de vómitos y diarreas en las descripciones de las fuentes documentales, los investigadores estiman la utilización de un veneno de tipo vegetal suministrado por alguno de sus partidarios. El máximo sospechoso sería Juan Pacheco, el hacedor de reyes, que posteriormente no tuvo problemas en volver a servir bajo el mando de Enrique IV, y estuvo presente, según el cronista Palencia, en la fatídica cena donde siguió comiendo con «gran aparato» mientras el resto de los que rodeaban al Rey se quedaron desolados. Pacheco, no obstante, había obtenido en fechas cercanas la titularidad del Maestrazgo de Santiago, que, en caso de que Alfonso se reconciliara con su hermanastro y fuera nombrado Príncipe heredero, volvería a manos del joven. Su repentina muerte le resultó muy provechosa.

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Isabel I de Castilla representada en el cuadro llamado la Virgen de la mosca
La muerte de Alfonso «El Inocente» favoreció de forma clara a los intereses de Pacheco, al propio Enrique IV, que vio terminado el conflicto, e incluso a Isabel «La Católica». La futura Reina de Castilla ocupó el puesto de su hermano como heredero legítimo de Enrique en una ceremonia celebrada en los Toros de Guisando, el 19 de septiembre de 1468, conocida como la Concordia de Guisando. Isabel se constituyó así como heredera a la Corona por delante de Juana, su sobrina y ahijada de bautismo, aunque se negó a declararse Reina mientras su hermano viviera. A la muerte del Rey, no en vano, los dices y desdices del Soberano causaron un conflicto sucesorio. El principal valedor de Juana «La Beltraneja» fue el Rey de Portugal, lo cual elevó la disputa a la categoría de guerra internacional e impulsó a la mayoría de la nobleza castellana a unirse a Isabel contra la amenaza extranjera.

Pese al sincero cariño entre los dos hermanos advertido por los cronistas, las ventajas adquiridas por Isabel a la muerte de su hermano pequeño no pasaron inadvertidas para los ojos más conspiradores. Hay quien ha visto en la decisión de la joven, que se encontraba en ese tiempo residiendo en Arévalo con su madre, de acompañar a su hermano en la campaña donde finalmente perdió la vida un motivo de sospecha para implicarla en el envenenamiento. Su papel no era relevante en este momento en un contexto militar, pero no resulta extraña su presencia, ni es una causa suficiente para acusarla del crimen o afirmar que pudo estar enterada. Algo parecido a lo que ocurrió en 1474 con la muerte de Enrique IV, quien falleció en medio de rumores de un posible envenenamiento a manos de su hermana Isabel y de su marido, Fernando de Aragón.

El germen de los rumores estaba en que a principios del año en el que murió el Soberano, éste había caído enfermo durante la ronda de negociaciones con Isabel para pactar por enésima vez los términos de su sucesión. Y, siendo fieles a la verdad, nunca fue necesario el veneno para justificar los achaques de Enrique, que durante toda su vida mostró una interminable lista de dolencias.
https://www.abc.es/historia/abci-ex...lica-trono-castilla-201812260119_noticia.html
 
La operación secreta en la que dos espías aniquilaron al sanguinario «Carnicero de Praga» nazi

Narramos el atentado que dos paracaidistas checoslovacos perpetraron contra Reinhard Heydrich

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Manuel P. Villatoro
@ABC_Historia
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Actualizado:28/12/2018 09:52h
25¿Han encontrado el oro perdido de Hitler en el naufragio del «Titanic» nazi?

Le llamaban el «Carnicero de Praga» por las barbaridades que había perpetrado en la ciudad (asesinó a medio millar de personas reconocidas, y se cree que el número real asciende a unas 5.000). Reinhard Heydrich, segundo de Himmler, fue un auténtico demonio que destacaba por su frialdad a la hora de aniquilar a los judíos de Checoslovaquia. Fue por ello por lo que, en la década de los 40 y en plenaSegunda Guerra Mundial, el gobierno del país en el exilio envió un comando de dos paracaidistas para acabar con él, cosa que lograron en un atentado perpetrado el 27 de mayo de 1942durante una misión secreta conocida como «Operación Antropoide».

Checoslovaquia alemana
Para hallar el origen de esta operación secreta -o este atentado, según se vea- es necesario retroceder en el tiempo hasta el año 1938. Más concretamente hasta marzo. Fue entonces cuando un Adolf Hitler ávido de territorios decidió -por obra y gracia de su santo naso- anexionarse Austria y convertirla en una provincia más del III Reich.

Semanas después, además de hacer todo tipo de discursos solicitando a Europa territorios que consideraba germanos, el Führer envió a sus ejércitos a hacer maniobras cerca de Checoslovaquia. Una decisión que, como es lógico, no gustó ni un pelo al gobierno del país. Los políticos, que tontos no eran, debieron pensar algo así como «cuando las barbas de tu vecino veas cortar...».

Chamberlain o del galo Daladier. Estos, junto a otros tantos otros, habían firmado lo que consideraban el pacto definitivo para evitar la guerra: un documento en el que cedían a los nazis nada menos que 40.000 kilómetros cuadrados de territorio checoslovaco a cambio de que detuvieran su escalada de violencia. Todo ello, por descontado, sin contar con el territorio afectado.

PARA SABER MÁS (1): Operación Antropoide en «HistoriasSegundaGuerraMundial»

PARA SABER MÁS (2): «¡Es la Guerra!»

Dicho y hecho. En octubre, Hitler entró exultante en su nueva región y, el 15 de marzo de 1939, completó de forma definitiva gracias a sus ejércitos la conquista del resto del país. El resultado fue la fundación del denominado «Protectorado de Bohemia y Moravia». A su mando, se puso a Konstantin Von Neurath. Como bien explicaJesús Hernández en su libro « Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial», comenzó entonces una época más que negra para el país: «Los habitantes del protectorado perdieron sus libertades democráticas y la economía del país quedó encuadrada dentro del esfuerzo bélico alemán».

Mientras se formaba un gobierno checo en el exilio, los nazis enviaron a miles de sus compatriotas a la zona para hacerla, si cabe, más germana. Todo ventajas para el Führer.

La llegada del carnicero
Esta sumisión, con todo, no marchaba lo suficientemente rápido para Hitler. Algo que el del bigote achacaba a lo «blando» que era Von Neurath. Por ello, en 1941 mandó a este al infierno y le sustituyó por Reinhard Heydrich, más conocido por ser el segundo hombre deHeinrich Himmler en las temidas SS y por su barbarie.

De hecho, apenas un año después sería el artífice y el ideólogo de la denominada « Solución final» (el asesinato masivo de millones de judíos -y personas consideradas «inferiores»-). Este gigantesco oficial de 1,92 metros de altura (llamado el «Carnicero de Praga») había atesorado un gran poder en Alemania, por lo que se sospecha que sus superiores decidieron quitárselo de encima enviándole a Checoslovaquia.

Según explica Russell Phillips en su obra «Un Rayo De Luz. Reinhard Heydrich, Lidice, Y Los Mineros De North Staffordshire», Heydrich arribó a Checoslovaquia el 27 de septiembre y se puso «manos a la obra inmediatamente deteniendo al primer ministro y al ministro de tráfico». Instauró también la ley marcial (cuyo incumplimiento solía acabar en la muerte); asesinó aproximadamente a medio millar de personas en los tres primeros meses en el país y envió a miles más a campos de concentración.

«También presidió una conferencia sobre la solución final al problema judío en el protectorado el 10 de octubre. Afirmó que había alrededor de 88.000 judíos en el protectorado, 48.000 de ellos en Praga. Se tomó la decisión de construir un campo temporal en Terezín al que se enviaron dos o tres trenes al día con unas mil personas», completa el experto en su obra. Por si todo esto fuera poco, también cerró los lugares de culto judíos y sumó casi 100.00 deportaciones al final de la contienda.

Heydrich, con todo, no solía anunciar las ejecuciones masivas que llevaba a cabo, pues quería aparecer como un líder justo (aunque severo) y dadivoso. De hecho, en un intento de fomentar las buenas relaciones con aquellos trabajadores que colaboran con la economía alemana, aumentó las raciones de comida que eran repartidas y fue moderadamente generoso con los que trabajan más.

Lo hizo con el objetivo de producir materias primas para su querida Alemania. Así lo afirma el historiador Manuel J. Prieto en su obra «Operaciones especiales de la Segunda Guerra Mundial», donde señala que el nazi «puso en marcha el empleo de miles de obreros checos en las fábricas y construcciones que prestaban servicios al Reich».

Objetivo: matar al jefe
Mientras las cosas andaban crudas por Checoslovaquia, el gobierno del país en el exilio decidió -favorecido por el servicio secreto británico- que debían acabar más pronto que tarde con Heydrich. De esta forma, se empezó a planear su asesinato bajo el nombre en clave de Operación Anthropoid u Operación Antropoide. Así lo afirma el divulgador histórico Pere Cardona (coautor de « El diario de Peter Brill») en su página web « HistoriasSegundaGuerraMundial». «La operación Antropoide parte de una idea del primer ministro británico Winston Churchill, el cual convence al primer ministro Checo en el exilio Edvard Benes de la necesidad de eliminar a Heydrich para subir la moral del pueblo Checo y de paso quitar de enmedio al posible sucesor de Adolf Hitler», determina el experto español.

En las semanas siguientes, el gobierno checoslovaco buscó a dos hombres que pudieran perpetrar el atentado, y no tardaron mucho en hallarlos. Los seleccionados fueron los militares Josef Gabcik y Karel Svoboda. Al menos en principio pues, a los pocos días de empezar el entrenamiento (debían ser instruidos en técnicas paracaidistas para ser lanzados en Checoslovaquia desde el exilio) el segundo fue sustituido por darse un severo golpe en la cabeza durante un salto. El nuevo comando elegido fue Jan Kubis. «El nuevo margen de tiempo permitió que la formación por parte del SOE fuera más exhaustiva para los elegidos, incluyendo el uso de varios tipos de armas, el manejo de explosivos y la creación de dispositivos detonadores», añade Prieto.

Tras ser entrenados en Escocia, los dos paracaidistas fueron lanzados a 20 kilómetros de Praga aproximadamente a las dos de la mañana del 29 de diciembre de ese mismo año. En « Operaciones secretas de la Segunda Guerra Mundial», Hernández explica de forma extensa las peripecias que tuvieron que vivir hasta llegar a la capital. No obstante, basta decir que entraron en contacto con la resistencia local a través de un miembro de uno de los grupos (el Sokol) y que, una vez en su destino, fueron protegidos en varias casas mientras comenzaban a cumplir su misión: la de asesinar al hombre más poderoso de Checoslovaquia.

«Estuvieron estudiando las costumbres de Heydrich durante un tiempo para encontrar el sitio más adecuado para realizar el atentado, y observaron que siempre viajaba en un Mercedes Benzdescapotable y sin escolta, lo cual les allanaba una parte del camino» explica, en este caso, Pere Cardona en «HistoriasSegundaGuerraMundial».

En la primavera de 1942, pensaron atacar al líder nazi cuando su vehículo pasara por una carretera bordeada por castaños. El plan sería tan sencillo como tender un cable a ambos lados de la vía, esperar a que el chófer de Heydrich impactara contra él y -cuando el automóvil estuviese parado- ametrallar a los dos hombres. Sin embargo, desecharon la idea cuando se percataron de que, si fallaban, aquel tramo de autovía se encontraba en campo abierto y no tardarían en ser capturados. Por ello, establecieron que lo mejor sería atentar contra él en las mismas calles de Praga.

El plan final
Al final, con el paso de los días los dos agentes -a los que se unió un tercero llamado Valcik, entrenado también en Gran Bretaña- establecieron que lo idóneo sería atacar al «Carnicero» cuando este saliera de su residencia (ubicada a las afueras de Praga) y pasara con su vehículo por una curva cerrada antes de acceder a la ciudad. El plan no era malo. Y es que, en aquella zona, el chófer de Heydrich se veía obligado a aminorar severamente la velocidad del Mercedes Benz. ¿Qué mejor lugar para perpetrar el magnicidio? Ya solo les quedaba establecer un plan de ataque.

Según narra Hernández en « Operaciones de la Segunda Guerra Mundial», el trío determinó que -a las nueve de la mañana del día seleccionado- se ubicarían en una parada de tranvía próxima a la curva. Llegado el momento, Valcik avanzaría unos metros y haría una señal a sus dos compañeros cuando viera aparecer el Mercedes Benz. Entonces, Gabcik pondría a punto su subfusil Sten y ametrallaría el vehículo cuando este pasase frente a él.

Por su parte, Kubis sacaría de su cartera una granada anti vehículo de 40 centímetros de longitud y la arrojaría contra los nazis. Todo ello, para asegurarse de su fallecimiento. «Cerca de ellos tendrían preparadas unas bicicletas para desaparecer por las callejuelas de la zona», completa el periodista e historiador español (autor también del blog « ¡Es la guerra!»).

El atentado
El atentado se produciría el 27 de mayo. Aquel día, la primera parte del plan salió a pedir de boca. Valcik avisó a sus dos compañeros cuando se percató de que el vehículo se acercaba. Impecable. A los pocos minutos, Gabcik y Kubis ya estaban en la curva. Todo estaba preparado para ametrallar el Mercedes cuando este disminuyese la velocidad.

Sin embargo, cuando llegó el momento más importante de su vida, el paracaidista apretó el gatillo.... Pero no sucedió nada. Lo intentó una serie de veces más... nada. En palabras de Hernández, su compañero le miró entonces con pesadumbre y le gritó «¡Josef!». El interfecto no supo qué diantres hacer y, pocos segundos después, se limitó a arrojar el arma y salir por piernas.

Parecía que Heydrich iba a salvarse. El chófer (Klein) solo tenía que acelerar y salir a toda pastilla de allí para que su superior no muriese. Pero a ambos les pudo el odio hacia sus nuevos enemigos. El conductor detuvo el Mercedes y sacó su pistola Luger de la funda, dispuesto a acabar con los asaltantes. Otro tanto hizo el «Carnicero de Praga» que, en lugar de mirar por su vida, azuzó a su camarada mientras se disponía a salir del vehículo también con su arma en ristre. Las cosas iban a ponerse duras.

Kubis, entonces, recordó que llevaba en su cartera la gigantesca granada y decidió hacer uso de ella. Instantáneamente, la arrojó contra la puerta que se disponía a abrir el jerarca nazi. «Se produjo una fuerte explosión. Piezas de metal y jirones del tapizado salieron despedidos por el aire. La onda expansiva rompió las ventanillas de dos tranvías próximos», añade Hernández. El impacto fue brutal pero, a pesar de ello, todavía pudo bajar del Mercedes y dar unos pasos. Finalmente, el atentado se había perpetrado. Y todo, por culpa de la tradicional prepotencia de los nazis.

Asumiendo que la explosión había matado al nazi, Kubis huyó hacia la ciudad en bicicleta. No obstante, con lo que no contaba era con que sería perseguido por el chófer, que había resultado ileso. «El enfurecido Oberscharfuhrer siguió corriendo detrás de él. Gabcik buscó refugio en la puerta de una tienda y desde allí abatió a Klein de un tiro certero», completa Hernández. Una vez a salvo, se subió a un tranvía cercano con la extraña sensación del deber cumplido a pesar del fallo inicial. Para su desgracia, pronto recordó que tanto él como su compañero habían dejado cerca de la curva varios objetos personales que, en un futuro, podrían delatarles.

Hacia el hospital
Para su suerte, el que la bomba no cayera en el interior del coche hizo que Heydrich se salvase. Aunque acabó malherido. Momentos después de que la curva quedase desierta, un camión conducido por una mujer llegó a la zona. Esta llevó al jerarca nazi -todavía con vida- hasta el hospital. Una vez en el centro, se cerró una planta expresamente para él. Además, el «Carnicero de Praga» se negó a ser atendido por médicos locales y exigió que solo le intervinieran germanos. Según parece, no se fiaba de aquellos a los que había tratado con tanto odio.

Pronto se supo que su estado era más que grave. «A las 15.26 horas se envió un primer mensaje a Berlín comunicando la situación de Heydrich y el resultado de la primera operación a la que había sido sometido. En el mismo se podía leer que tenía una herida lacerante en la parte izquierda de la columna vertebral, sin daño en la espina dorsal; el proyectil, una pieza de metal, había destrozado la decimoprimera costilla y perforado el estómago, alojándose finalmente en el bazo. La herida contenía cierta cantidad de pelo de caballo, probablemente procedente del relleno de la tapicería del coche. Los daños también incluían problemas extirpado», añade Prieto.

Finalmente, Heydrich falleció de sus heridas en la mañana del 4 de junio. Fue enterrado con los máximo honores del nazismo. Paralelamente, comenzó una operación de búsqueda por parte de las autoridades alemanas. Estas intentaron hacer todo lo posible por atraparles. Lo primero fue colocar tras una cristalera los objetos encontrados en el lugar del atentado solicitando información sobre sus propietarios. También se ofrecieron 10 millones de coronas a quien aportase datos de los dos atacantes y, como no, se amenazó a la población afirmando que todo aquel que ocultase información sería ejecutado con su familia.

Las brutales represalias
Al final, las pesquisas de las SS (que investigaron día y noche el suceso haciendo todo tipo de registros) fueron exitosas y descubrieron que los comandos (así como varios miembros de la resistencia) se escondían en las iglesias de San Cirilo y San Metodio.

«Un ejército de 600 soldados rodeó la iglesia donde se encontraban Jozef Gabcík, Jan Kubis, Jan Hruby, Adolf Opalka, Jaroslav Svarc y Josef Valcík e iniciaron un ataque que al final terminó con el su***dio de todos ellos, excepto Jan Kubis que murió unas horas después en un hospital a causa de las heridas causadas por una granada», añade Cardona en « HistoriasSegundaGuerraMundial».

Las represalias no acabaron en ese punto, sino que Adolf Hitler, en represalia por lo sucedido, ordenó que se arrasase hasta los cimientos el pequeño pueblo de Lídice. «Allí se fusiló a todos los hombres mayores de 15 años. Las mujeres fueron enviadas al campo de concentración de Ravensbrück y los niños fueron seleccionados: Los que podían ser arianizados fueron llevados a Alemania, donde se entregaron a familias de oficiales de las SS. Los que no pudieron serlo fueron llevados al campo de concentración de Chelmno», añade el divulgador histórico.
https://www.abc.es/historia/abci-op...arnicero-praga-nazi-201612190134_noticia.html
 
LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS. VOLUMEN I – Peter H. Wilson
Publicado por Iñigo | Visto 5010 veces

Peter H. Wilson es un historiador británico, catedrático de la Universidad de Oxford, colaborador habitual de eminentes publicaciones de Inglaterra, además de miembro de la Royal History Society. Pues bien, Desperta Ferro se ha lanzado a publicar en España su magna obra dedicada a la Guerra de los Treinta años publicada en inglés en el año 2009. En su lógica y muy razonable política editorial, se decidió editar la obra completa dividida en dos tomos, el primero de los cuales abarca la guerra entre los años 1618 y 1630.
Este primer volumen consta de casi seiscientas páginas. El relato de un conflicto tan complejo y extenso como el que protagonizó buena parte del siglo XVII viene precedido de una introducción que ocupa, en este caso, la mitad de la extensión con la que el autor busca discernir y aclarar al lector las circunstancias que llevaron a gran parte de Europa hacia una de las confrontaciones bélicas más destructivas de la historia. Para ello, Wilson se embarca en una bien estructurada y diáfana explicación de las diferentes fases previas al conflicto, así como las claves y variadas crisis que ocuparon buena parte de finales del siglo XVI, como antesala a este conflicto. Tal como describe el autor, los problemas de la cristiandad en su foro interno, favorecieron una situación de crispación, tanto con la formación de la Reforma y la respuesta católica con la Contrarreforma, como en los continuos y propios conflictos dentro del protestantismo en la búsqueda de su propia manera de llegar a la salvación. Pero señalar el origen de la guerra en meras cuestiones religiosas es simplificar en exceso y no profundizar en las causas reales y complejas de la Europa del momento.

Por un lado, la propia situación interna de la Casa de los Austrias, muestra una nada sencilla estructura de gobierno en sus dominios de Centroeuropa. La política es especialmente compleja a cuenta del difícil equilibrio mantenido entre la Casa de los Habsburgo, los distintos principados, arzobispados, la asambleas y dietas, en un variopinto territorio que conformaba todo centroeuropa, lo que vino a complicarse con la presencia de la diversidad religiosa y la complejidad de la siniestra lucha por la preponderancia católica o protestante, ésta en sus distintas variantes, bajo el influjo del poder, la economía, la independencia y el autogobierno. Pero el entorno exterior tampoco facilitaba la prestancia y el gobierno de estos territorios. La presencia turca en el este y una convulsa Transilvania, ponía en valor de manera continua un peligro no exento de importancia. España, católica y cabeza de una de las ramas de los Habsburgo quería mantener su hegemonía en el mundo y su mayor dolor de cabeza venía provocado por su situación en Holanda y las provincias protestantes, fronterizas en una larga extensión con los territorios del emperador, siempre predispuesto a cierta presión por parte de sus familiares españoles. El Báltico estaba en plena tensión con la permanente lucha entre Suecia y Dinamarca por dominar el territorio, y Francia, en el oeste, inmersa en su propia crisis con los hugonotes, siempre plantea problemas en su incoherente y compleja actuación internacional por lograr su lugar de preeminencia en el continente. Pero ante todo, la línea de presentación previa al conflicto, nos lleva a profundizar en la dinastía de los Habsburgo y en figuras como Rodolfo II y Fernando II ambos claves, sobre todo el primero, para entender cómo se fraguó el conflicto.

En su segunda parte, Peter H. Wilson acomete la guerra en sí. Los precedentes no pueden pasar desapercibidos y habían sembrado las semillas con suficiente profundidad, agua y luz solar, como para generar una gran guerra. El aldabonazo se dio en Bohemia, hasta entonces capital del Imperio. Los representantes de Fernando II son atacados en Praga y el territorio se rebela. Es curioso observar los distintos beligerantes que conformaron las diferentes facciones y su participación en la guerra. Ante las revueltas territoriales, imbuidas en parte por motivos religiosos, la unión de protestantes por un lado y católicos por otro, no fue cerrada. Los intereses políticos y dinásticos pesaban más que la unión religiosa. Fernando era católico, pero paralelamente a sus esfuerzos por consolidar el poder se creó la Liga Católica llamada a defender la independencia de Baviera y otros territorios católicos lejos de la larga sombra imperial. Así mismo, entre los protestantes, la separación entre calvinistas y luteranos, radicales o moderados, llevó a complejas relaciones entre ellos. Por ejemplo Sajonia y Branderburgo fueron ejemplos de moderación, mientras el Palatinado y otros pequeños principados del centro del territorio radicalizaron su posición en la Unión Protestante hasta provocar más tarde, la intervención danesa, alargándose hasta finales de 1629, cuando se cierra este tomo. Paralelamente, conflictos externos que protagonizaron Francia, de la mano de Richelieu, y España, comandada por el Conde-Duque de Olivares, no aportaron precisamente calma y tranquilidad, provocando pequeñas intervenciones en territorio imperial, en la búsqueda de su propio beneficio, ya sea en la guerra por la Provincias Unidas o en el norte de Italia. Los intereses internacionales eran extensos e inagotables, dando paso a la intervención por alianzas o propio interés, a otros países como Polonia o Suecia. Las victorias de Fernando, lideradas por un conflictivo Wallenstein, a lo largo de los años pudieron promover la paz interna entre católicos y protestantes y por ende entre las dinastías y principados. Sin embargo un mal cálculo en la promulgación del Edicto de Restitución tiró por tierra años de guerras, muerte y sangre.

Este ensayo en el que se abarca la llamada guerra alemana del conflicto, presenta al lector gran número de detalles, causas, consecuencias y circunstancias dentro de la gran complejidad internacional de territorio en el que se fraguó la guerra. Wilson estructura con razonamiento y buen orden los capítulos, creando un río narrativo bastante claro y constructivo, que logra guiar al lector a lo largo de los territorios que conforman lo variopinto de una generación convulsa, en lo que respecta a la religión y la política, diezmada en estos años no solo por las guerras, sino también por las epidemias que la acompañaron. De muy recomendable lectura, esta primera parte no hace sino provocar en el lector el deseo inevitable de comenzar la lectura de su segundo tomo, próximo a publicarse en el mes de mayo. Sin duda estamos ante un gran ejercicio ensayístico
http://www.hislibris.com/la-guerra-de-los-treinta-anos-volumen-i-peter-h-wilson/
 
Así murió Bermudo III, el último rey asturleonés
Los forenses que analizaron el cuerpo determinaron que una lanza le entró por el ojo derecho, le reventó la órbita ocular y le arrancó el maxilar superior


VICENTE G. OLAYA
Madrid 15 OCT 2018


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Cráneo de Bermudo III. JOSETXO MÍNGUEZ



La culpa fue de la celada. Bermudo III, rey de León, la levantó –o simplemente no le protegía bien los ojos– antes de enfrentarse en solitario a cientos de enemigos en la batalla de Tamarón (Burgos, 1037). La lanza adversaria le entró por el ojo derecho, le reventó la órbita ocular y le arrancó el maxilar superior. Además, una decena de estoques le atravesaron la parte inferior del tronco. Resultado: muerte en el acto o, como mucho, agonía por múltiples infecciones poco después. Así lo determina la autopsia que un equipo de la Sociedad Española de Paleopatología realizó a sus restos en 1997 y que vuelve a salir a la luz tras la polémica de dónde se halla su cadáver: si en el panteón real de San Isidoro de León o en el de Nájera (La Rioja).

Las crónicas medievales relatan que el último rey de la dinastía leonesa del Reino de León fue lanceado, asaeteado y atravesado con espadas y puñales en unas cuarenta ocasiones. "Cosido a lanzadas", detallaron los narradores del siglo XI. Sin embargo, la autopsia reduce los lances comprobados, casi todos mortales, a 16. Y todo porque Bermudo III iba a lomos de una montura (Pelayuelo) más rápida que sus huestes, por lo que se encontró solo ante el enemigo (los ejércitos castellanos de Fernando I). A sus soldados no les dio tiempo a rescatarlo.

De todas formas, la falta de previsión ante la batalla debía de ser genética en su dinastía, ya que su padre, Alfonso V, falleció también en un asedio en territorio portugués porque se quitó la armadura por el calor y una saeta le atravesó el pecho.

El lugar de descanso final de Bermudo III, que murió con solo 19 años, por lo que era conocido como El Mozo, es muy polémico. Las ciudades de León y Nájera se disputan ser las depositarias de sus restos, ya que cuentan con sus respectivas sepulturas en unos impresionantes panteones reales, una controversia que ha rescatado el trabajo forense de María Encina Prada Marcos y Francisco Etxeberría Gabilondo.

Josetxo Mínguez, de la Asociación Cultural Tamarón, y experto en la batalla, recuerda que el museo de San Isidoro —donde se halla el panteón de los reyes de León— requirió la presencia de 24 expertos y forenses en 1997 para poner en orden el “batiburrillo” de huesos en que se había convertido el cementerio real. Se les dio solo 15 días de plazo para terminar su trabajo.

El embrollo comienza cuando los franceses en 1808 convirtieron la cripta de San Isidoro (cuyos frescos son considerados la Capilla Sixtina del románico) en una caballeriza. Los sepulcros reales de piedra de los monarcas de León fueron descerrajados a la búsqueda de las piezas de oro que había en ellos y convertidos en abrevaderos para las monturas."Los huesos", señala la antropóloga María Encina Prada, "fueron acumulados en una esquina y trasladados a otra iglesia en 1865, aunque posteriormente volvieron al panteón. En los traslados se perdieron muchos, sobre todo los pequeños".

Por eso, los expertos requeridos por el museo lo primero que hicieron fue encajar los existentes como si fuera un puzle para recomponer los cuerpos, pero sin saber con certeza a quién correspondía cada esqueleto. Menos uno. Se trataba de un hombre joven, de entre 1,70 y 1,74 metros, cuyas heridas de guerra casaban perfectamente con las de Bermudo III. "Es muy posible que lo sea, pero no podemos afirmarlo al cien por cien hasta que no se hagan pruebas de ADN", indica Prada. "Pero sí es verdad que los resultados hacen compatible que sea Bermudo III".


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Sepulcro de Bermudo III, a la izquierda, y de su padre, Alfonso V, en San Isidoro de León. V. G. O.



El informe de los doctores detalla las heridas. Entre ellas, un lanzazo de 23 milímetros en la cadera (post morten), otro más en el mismo sitio de 11 milímetros, una incisión longitudinal de 17, un espadazo oblicuo en la parte delantera del fémur, otra en la posterior, un corte de 10 milímetros en la mejilla que le “secciona el hueso malar”, y la mortal: “una herida inciso-punzante de 47 milímetros de longitud” en la “cara interna de la órbita derecha” que “deja su impronta sobre el parietal y sobre el maxilar superior y rompe la pared”.

El cuerpo, a diferencia de otros, no estaba momificado porque su fallecimiento se produjo en medio de las altas temperaturas de agosto y los “procesos naturales de putrefacción” se aceleraron a causa “de los extensos focos de contusiones y heridas graves que facilitaron la entrada de microorganismos patógenos, favoreciendo y acelerando la descomposición cadavérica”.

Mínguez recuerda que Tamarón (30 habitantes censados y 300 descendientes repartidos por todo el mundo) celebra cada año una representación de la batalla en agosto. “Estamos muy orgullosos de nuestra historia y es una manera de juntarnos todos cada año”.

Los vecinos de esta localidad burgalesa han recopilado toda la documentación existente sobre la batalla y atesoran bastantes legajos, excepto pruebas arqueológicas concretas de la lucha. Lo único que poseen es un lugar denominado Carrera del Rey, que suponen que recibe este topónimo por la batalla que perdió Bermudo III en solitario: fue hacia la muerte al galope.

Para liarlo un poco más, el Ayuntamiento de Támara de Campos (Palencia) reivindica que la batalla final de Bermudo III se desarrolló en su actual término municipal, si bien los expertos consultados ponen en duda esta versión, aunque no lo descartan por completo.

¿Y quién tiene el verdadero sepulcro del rey? La respuesta de Mínguez es clara: los dos. “El cuerpo está en León, pero los reyes de aquellos momentos se hacían construir mausoleos en diversos lugares. Era un símbolo de su poder. Lo importante no eran los huesos, sino el sepulcro real, representación de su autoridad”. El antropólogo forense Francisco Etxeberría interviene: "Bueno, a lo mejor, Nájera tiene alguno de sus restos, porque en algún momento de la historia se llevó algo allí, ya que no los encontramos todos".

https://elpais.com/cultura/2018/10/09/actualidad/1539086668_335320.html



 
¿Venganza o justicia? Las bestiales prácticas del verdugo alcohólico de los EEUU que ejecutó a los jerarcas nazis en 1946

John C. Woods, definido como un hombre con «un aliento asqueroso» y con «el cuello siempre sucio» por sus compañeros, fue el encargado de acabar con la vida de los principales secuaces de Hitler condenados en los Juicios de Nüremberg

Años después, fue acusado de modificar las cuerdas con las que fueron ahorcados los reos para hacerles sufrir más. Jamás se demostró, pero su homólogo británico calificó su trabajo de «torpe»

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Manuel P. Villatoro
@ABC_Historia
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Actualizado:24/11/2017 15:49h
42La sádica doctora nazi que extirpaba y reimplantaba los miembros a niños

«That's fast work!». O «¡Ha sido un trabajo rápido!», en nuestro idioma. Las palabras que John C. Woods, el verdugo que ejecutó 10 de las 12 sentencias de muerte dictadas por el Tribunal Militar Internacionalformado tras la Segunda Guerra Mundial(2 de los acusados fallecieron antes de que se pudiesen cumplir), helaron la sangre de aquellos que se habían reunido en el improvisado patíbulo instalado en el gimnasio del Palacio de Justicia deNüremberg. Lo cierto es que a este extraño personaje, más conocido por su alcoholismo y por su poca higiene personal que por su oficio de verdugo en el ejército de los Estados Unidos, no le faltaba razón. Al fin y al cabo, había colgado y retirado del cadalso, con la ayuda de un compañero, a una decena de jerarcas nazis en poco más de hora y media. Todo un récord particular.

John C. Woods fue la mano ejecutora. Con él fue con quien se cerró, en la noche del 15 al 16 de octubre de 1946, el círculo de barbarie que se había iniciado apenas siete años antes cuando Adolf Hitleratravesó como un cuchillo Polonia. De su trabajo, en principio, poco se explicó. Los aproximadamente 450 corresponsales acreditados para los Juicios de Nüremberg se limitaron a señalar que la justicia se había cernido, de una vez por todas, sobre los artífices de la matanza sistemática de entre 6 y 10 millones de judíos (amén de otras tantas culturas).

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Woods no tenía experiencia como verdugo antes de llegar al norte de Francia
Sin embargo, al poco surgieron voces discordantes que cargaron contra este verdugo acusándole de haber modificado las cuerdas destinadas a algunas de las «águilas» nazis enviadas a la horca. Ligeros cambios que habrían logrado que sufrieran más antes de dejar este mundo.

The Nuremberg Trial: A History of Nazi Germany as Revealed through the Testimony at Nuremberg». La segunda de las versiones es, a día de hoy, la más aceptada por la comunidad de expertos.

Más allá del dichoso lugar en el que naciera, Woods tuvo una infancia más que turbulenta. Para empezar, porque después de que sus padres se separaran dejó los estudios. La adolescencia no le ayudó tampoco a centrarse. Según explica Hopmans en su artículo « Woods, John Chris “Hangman”», nuestro protagonista se alistó en la Marina de los Estados Unidos cuando apenas sumaba 18 años y, tras superar el entrenamiento inicial, fue enviado al «USS Saratoga». El camino era habitual para muchos hombres de la época, pero que terminó con una sutil diferencia: el futuro verdugo desertó tras unos pocos meses. Aunque no llegó lejos. Poco después le «cazaron» y le enviaron a California, donde un oficial médico pidió que se le sometiera a un examen psiquiátrico.

Posteriormente fue diagnosticado de «Inferioridad psicopática constitucional sin psicosis». Término muy utilizado en la época para calificar la mayoría de trastornos mentales. Independientemente del dictamen, de lo que no hay duda es de que fue dado de baja por él.

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Posteriormente, Woods señaló que estaba deseando ajusticiar a los diez nazis de Nüremberg - WW2 Gravestone
No existen muchos datos sobre Woods en los años posteriores. Al menos, hasta 1933, cuando se unió a los «Civilian Conservation Corps», un programa mediante el que el presidente Franklin Delano Roosevelt dio trabajo a miles de jóvenes durante la Gran Depresión. Sin embargo, fue expulsado el 27 de septiembre de ese mismo año con deshonor por haber estado ausente de sus labores durante seis días.

El controvertido Woods volvió a intentarlo una década después. En 1943 se unió al ejército y, tras superar las pruebas (y a sus 32 años) fue destinado a principios de 1944 a un batallón de ingenieros de combate de Inglaterra. País en el que se estaba dando forma a la mayor invasión naval de la historia: el Día D. Los informes, según Hopmans, no afirman que se ausentara de su puesto en los primeros seis meses. Por ello, el divulgador afirma que es muy probable que participara en el Desembarco de Normandía junto a su unidad. A partir de entonces dio tumbos por el norte de Francia (y por algunas unidades) hasta que terminó como verdugo del Tercer Ejército de los Estados Unidos.

Verdugo mentiroso
La vida de Woods cambió drásticamente en otoño de 1944. Ese fue el mes en el que -debido a la necesidad imperiosa de alguien ejecutara a los condenados en el viejo continente- los Estados Unidos hicieron un llamamiento entre las tropas para hallar un verdugo. Al no obtener respuesta, nuestro protagonista se ofreció voluntario afirmando que había ejercido como tal en Texas y en Oklahoma. Así lo corrobora el historiador Fernando Paz en su obra « Nüremberg. Juicio al nazismo»: «Había mentido al Ejército para obtener el trabajo, haciéndose pasar por un fogueado verdugo, aunque antes de 1944 no había tenido la más mínima experiencia».

A pesar de todo, lo cierto es que no se puede exculpar a sus superiores, pues parece ser que no corroboraron sus afirmaciones y, con ello, silenciaron el pasado de exámenes psiquiátricos de Woods. Aquellas falacias lograron engañar incluso a la comunidad internacional. Ejemplo de ello es que, en 1946, el diario ABC afirmó que Woods contaba con «dieciocho años en la profesión» cuando se refirió a él en relación a los Juicios de Nüremberg.

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Göring, testificando durante los Juicios de Nüremberg - ABC
Gracias a sus mentiras, Woods fue ascendido a sargento mayor y nombrado único verdugo estadounidense en Francia para tranquilidad del ejército. Y es que, hasta ese momento las únicas ejecuciones se habían llevado a cabo en suelo británico a cargo del inglés Albert Pierrepoint. «Pierrepoint procedía de una familia de verdugos -su padre y su tío habían desempeñado la misma profesión- y su eficiencia era proverbial», añade Paz.

Desde entonces, nuestro protagonista ajustició a 34 soldados estadounidenses por sus excesos y colaboró, además, en otras tres muertes. «Los informes del ejército estadounidense sugieren que Woods participó en al menos 11 ahorcamientos fallidos de soldados estadounidenses entre 1944 y 1946», explica Hopmans.

Nüremberg
Mientras Woods hacía sus pinitos en el noble arte de la muerte estatal, el 20 de noviembre de 1945 (con la Segunda Guerra Mundial terminada y el «Führer» inerte sobre el suelo del búnker de la cancillería) comenzaron los Juicios de Nüremberg. Una serie de procesos en los que la justicia internacional cargó frontalmente contra las barbaridades perpetradas por los germanos.

A día de hoy, se tiende a pensar que los únicos acusados fueron los jerarcas de Hitler imputados en el denominado «Juicio principal». Sin embargo, y a pesar de que fue el más destacado, en este evento mundial también se dirimió la culpabilidad de hasta seis centenares de nazis más (entre ellos, los médicos y enfermeros artífices del temido programa de eutanasia y de la experimentación en humanos).

El protagonismo, no obstante, fue para el «Juicio Principal». El proceso en el que una veintena de mandamases fueron acusados, tal y como afirma Manuel Moros Peña en « Los médicos de Hitler», de «conspiración, crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad». La lista de bestias nazis que pasaron, del 20 de noviembre al 1 de agosto, por la Sala 600 del Tribunal de Nüremberg es escalofriante, según recoge la Revista Ares en «El proceso de Nüremberg»:

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Anuncio de las condenas a los 12 jerarcas nazis - ABC
- Hermann Göring, (Marical del Reich).

-Karl Dönitz, (Gran Almirante de la Kriegsmarine).

- Rudolf Hess, (Lugarteniente de Hitler).

- Joachim von Ribbentrop, (Ministro de Asunto Exteriores).

- Wilhelm Keitel, (Jefe del OKW).

- Alfred Rosenberg, (Ministro de los territorios ocupados).

-Hans Frank, (Gobernador general de Polonia).

-Wilhelm Frick, (Ministro del Interior).

-Ernst Kaltenbrunner, (Jefe del Servicio de Espionaje).

-Walther Funk, (Ministro de economía).

-Hjalmar Schacht, (Ministro de Economía y Presidente del Reichsbank).

-Hans Fritzsche, (Ministerio de Propaganda).

-Constantin von Neurath, (Reichprotektor de Bohemia y Moravia).

- Albert Speer, (Ministro de Armamento).

-Arthur Seyss-Inquart, (Canciller Austríaco y Comisario para los Países Bajos).

- Franz von Papen, (Canciller, Vicecanciller y Emjadaro en Turquía).

-Alfred Jodl, (Consejero militar de Hitler).

-Fritz Sauckel, (Ministro plenipotenciario para la movilización de trabajadores).

-Baldur von Schirach, (Jefe de las Juventudes Hitlerianas y Gobernador de Viena).

-Erich Raeder, (Gran Almirante de la Kriegsmarine).

-Julius Streicher, (editor del diario nazi Der Stürmer).

- Martin Bormann, (asesor personal de Hitler).

Las sentencias se hicieron públicas el 1 de octubre de 1946. Todo ello, después de que se celebraran 218 sesiones en el Palacio de Nüremberg y que se leyera un veredicto de más de 100.000 palabras. El resultado fue de una docena condenadas a morir en la horca, como bien explicó ABC: «El tribunal de Nuremberg ha dictado doce penas de muerte, tres condenas a prisión perpetua, cuatro de diez a veinte años y tres absoluciones».

Con todo, dos de las sentencias de muerte no se pudieron llevar a cabo: la de Martin Bormann (la mano derecha de Hitler, condenado en ausencia debido a que había fallecido unos meses antes en Berlín) y la de Göring.

El caso del orondo jefe de la Luftwaffe fue el más destacado. Y es que, se suicidó apenas dos horas antes de la ejecución. Y no por miedo, sino porque no quería morir en la horca. «Lo único que Göring quería proteger por encima de todo era su honor como militar. Afirmó varias veces que no tendría ningún inconveniente en que le sacaran a la calle y le dispararan ahí mismo, como un soldado. El problema era que consideraba que lo peor que se le podía hacer a un militar era colgarlo», explicó por entonces el cabo Harold Burson, encargado de hacer un resumen del día a día en Nüremberg.

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Las sentencias fueron:

-Hermann Göring, pena de muerte.

-Karl Dönitz, diez años de prisión.

-Rudolf Hess, cadena perpetua.

-Joachim von Ribbentrop, pena de muerte.

-Wilhelm Keitel, pena de muerte.

-Alfred Rosenberg, pena de muerte.

-Hans Frank, pena de muerte.

-Wilhelm Frick, pena de muerte.

-Ernst Kaltenbrunner, pena de muerte.

-Walther Funk, cadena perpetua.

-Hjalmar Schacht, absuelto.

-Hans Fritzsche, absuelto.

-Constantin von Neurath, 15 años de prisión.

-Albert Speer, 20 años de prisión.

-Arthur Seyss-Inquart, pena de muerte.

-Franz von Papen, absuelto.

-Alfred Jodl, pena de muerte.

-Fritz Sauckel, pena de muerte.

-Baldur von Schirach, 20 años de prisión.

-Erich Raeder, cadena perpetua.

-Julius Streicher, pena de muerte.

-Martin Bormann, pena de muerte.

Descuidado y sucio
Las condenas a muerte eran, para los aliados, una cosa muy seria. Por eso resultó más que extraño que el coronel Burton C. Andrus(famoso por el odio que despertaba entre los reos germanos) escogiera a Woods como verdugo principal de los Juicios de Nüremberg. En su descargo hay que decir que no tenía muchas más opciones (salvo haber seleccionado al británico Pierrepoint). Por el contrario, también hay que señalar que no verificó los datos ofrecidos por el sargento mayor, quien por entonces se decía todo un artista en su profesión.

Ejemplo de ello es que el mismísimo diario ABC se hizo eco de su selección el sábado 5 de octubre de 1946: «Aunque no se ha dado a conocer la identidad del verdugo que actuará en esta ocasión, se cree que es el sargento mayor John C. Woods, que lleva dieciocho años, en ese oficio y ha realizado hasta ahora 313 ejecuciones, 87 de ellas en Europa».

Por si su inexperiencia no fuera ya bastante, Andrew Nagorskiafirma en « Cazadores de nazis» que, sabedor Woods de que era el único verdugo norteamericano en suelo europeo y que sus superiores le necesitaban, no prestaba ninguna atención a su aspecto físico ni a su higiene.

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El patíbulo, listo para su siguiente víctima - WWII Gravenstone
Así lo corroboró el soldado Hermann Obermayer (presente por entonces en Nüremberg) quien llegó a definir al sargento mayor como un desarrapado que «no seguía las normas, no se limpiaba los zapatos ni se afeitaba». «Siempre vestía de manera descuidada. Sus pantalones siempre estaban sucios y sin planchar, llevaba la misma chaqueta durante semanas, a veces parecía que incluso dormía con ella puesta, sus galones de sargento mayor estaban sujetos a la manga por una endeble puntada de hilo amarillo a cada extremo y siempre llevaba la gorra arrugada y descolocada», afirmó el militar.

Por si fuera poco, Obermayer afirmó que este verdugo, uno «de los hombres más importantes del mundo» en Nüremberg por el trabajo que tenía que llevar a cabo, era un «alcohólico» que tenía «los dientes torcidos y amarillos, un aliento asqueroso y un cuello siempre sucio».

Preparativos
En la noche del 15 al 16 de octubre de 1946 todo estaba listo para las ejecuciones de los últimos jerarcas nazis. Para aquella jornada, los aliados vistieron de gala el gimnasio del Palacio de Justicia de Nüremberg. Sala en la que, tres jornadas antes, un grupo de soldados estadounidenses había jugado un partido de baloncesto. En aquel lugar se levantaron tres toscas horcas encargadas de llevar hasta el otro mundo a los germanos. La idea era utilizar alternativamente dos de ellas. La última quedaría en reserva por si sus compañeras sufrían algún percance.

Así definió la revista «Time», en su edición del 28 de octubre de 1946, el improvisado patíbulo: «En el pequeño gimnasio de la cárcel (con el suelo polvoriento y unas paredes sucias de color gris), se habían erigido tres horcas negras con más atención a los números que a la eficiencia. Las plataformas estaban ubicadas a ocho pies de distancia, a ocho pies sobre el suelo, y medían ocho pies cuadrados. De cada plataforma se alzaban dos pesadas vigas, que sostenían un travesaño pesado, con un gancho para la cuerda en el medio. Una palanca discreta servía para abrir las trampillas. El espacio debajo de las trampillas estaba oculto por cortinas».

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Julius Streicher - ABC
La construcción de los patíbulos, más concretamente, se llevó a cabo durante el día 14. Al menos, así lo señaló el propio Albert Speer en su diario: «De repente, la idea atraviesa mi cerebro como un relámpago. ¡Están levantando los patíbulos! Entretanto, creo oír el chirrido de una sierra, luego se hace el silencio. Por último, algunos martillazos. Extrañamente, sus ecos parecen acercárseme cada vez más. Al cabo de una hora retorna la quietud absoluta. Me tiendo en mi catre sin poder desechar el pensamiento de que están apuntalando los cadalsos. Insomnio».

En su obra, Fernando Paz afirma que Woods no lo tuvo fácil a la hora de preparar las horcas, pues desconocía cuál era exactamente el peso y la estatura de cada uno de los jerarcas nazis. Un problema a la hora de elegir la extensión de las cuerdas que se abrazarían por última vez a sus cuellos. Con todo, practicó varias veces con sacos de 90 kilos y 1,75 metros de altura llenos de tierra.

Controversia
A eso de la una de la madrugada (a la 1:11, para ser más exactos), comenzaron las ejecuciones. El primero en subir los tres escalones del cadalso fue Joachim von Ribbentrop, quien -antes de que Woods le colgase- se limitó a señalar: «Dios proteja a Alemania». Después de una nueva declaración, el verdugo norteamericano llevó a cabo un proceso que repetiría hasta en diez ocasiones: le colocó una capucha negra sobre la cabeza, ajustó una cuerda alrededor de su cuello, y -para terminar- tiró de la palanca que abría la trampilla. Keitel fue el posterior, seguido de Kaltenbrumer, Rosenberg, Frank y Frick. Con ninguno de ellos hubo ninguna dificultad.

En el caso de Streicher arribaron los problemas. El director del diario nazi llegó a la sala a las 2:21 y, cuando le solicitaron que se identificara, se limitó a soliviantar los ánimos de los presentes con un grito seco: «¡Heil Hitler!». En palabras de Nagorski, el sentenciado fue subido a la horca a empujones antes de decir sus últimas palabras: «Algún día, los bolcheviques os colgarán a vosotros».

A continuación comenzó el trabajo de Woods, quien le puso una capucha negra y tiró de la cuerda... con un resultado horrible. «La trampilla se abrió con gran estruendo y Streicher cayó al vacío pataleando. Cuando la cuerda por fin parecía tensarse, empezó a balancearse violentamente hacia los lados y los gruñidos de Streicher resonaron por toda la sala», añade Nagorski en su obra. El verdugo bajó entonces a la parte inferior de la plataforma y tiró de los pies del preso hacia abajo. El germano falleció con gran agonía.

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Jodl, recién ahorcado. Cada reo fue sacado del cadalso en camilla con su nombre escrito en una etiqueta - ABC
¿Error o venganza? El teniente Stanley Tilles, uno de los organizadores de las ejecuciones, fue partidario de lo segundo. Según sus palabras, Woods colocó mal deliberadamente la cuerda para que Streicher no se partiera el cuello y muriera estrangulado. «Todos los que estábamos en la sala habíamos sido testigos del número de Streicher y se ve que Woods tomó buena nota. Woods odiaba a los alemanes […] y yo vi cómo se le iba encendiendo la cara de ira y apretaba las mandíbulas. […] Le vi esbozar una sonrisa al tirar de la palanca».

Al parecer, otro de los que sufrió especialmente en la horca fue Sauckel, quien -antes de que Woods tirara de la palanca- gritó: «Muero siendo inocente. La sentencia es errónea. Que Dios proteja a Alemania y haga Alemania grande de nuevo. ¡Larga vida a Alemania! Que dios proteja a mi familia». ¿Casualidad? Tampoco les fue demasiado bien a Maser (que tardó 18 minutos en morir) y Jodl (quien llegó a 24).

«Muero siendo inocente. La sentencia es errónea. Que Dios proteja a Alemania y haga Alemania grande de nuevo»
Por otro lado, un reportaje posterior publicado en «The Star» cargó contra Woods al firmar que había modificado las cuerdas y no las había atado correctamente alrededor del cuello de los condenados. En palabras de Nagorski, esto habría provocado que «se golpearan la cabeza con la trampilla al caer» y que «murieran asfixiados lentamente». «En sus memorias, el general Telford Taylor, que ayudó a preparar la acusación del Tribunal Militar Internacionalcontra los jefes nazis y posteriormente se convertiría en el fiscal jefe en los siguientes doce juicios que se celebraron en Nüremberg, admitió que las fotos de los cuerpos que yacían en el gimnasio parecían confirmar estas sospechas. Algunos tenían restos de sangre en la cara», añade el autor en su obra.

A todas estas críticas se sumó el despreciado Pierrepoint, quien dijo hallar «ciertos indicios de torpeza» en el trabajo de Woods. Entre ellos, «la caída de metro y medio, que era la misma para todos», o «la soga vaquera de cuatro nudos, ya muy pasada de moda».

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Woods, junto a su esposa
Lo cierto es que los posibles fallos en las ejecuciones acabaron causando cierta controversia. La polémica llegó hasta tal punto que, en una entrevista llevada a cabo por «Star and Stripes», Woods se defendió afirmando que se sentía orgulloso de haber acabado con los diez nazis.

«Hice un buen trabajo. Todo fue de primera. […] No recuerdo una ejecución mejor. Lo único que lamento es que ese Göring se me escapara; habría que sabido estar a su altura», afirmó. También señaló que «no estaba nervioso» y que «este encargo de Nüremberg era exactamente lo que quería». «Deseaba que me lo ofrecieran a mí con tantas fuerzas que decidí quedarme allí un tiempo más aunque podría haberme ido a casa antes».

Woods acabó sus días electrocutado en un extraño accidente el 21 de julio de 1950. Un final controvertido para una vida llena también de controversia.
https://www.abc.es/historia/abci-ve...jerarcas-nazis-1946-201711240250_noticia.html
 
Institut Nova Història o cómo ignorar que Barcelona fue Aragón
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Una mujer con una estelada independentista en Barcelona GTRES
CÉSAR ALCALÁ
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PUBLICADO 25.12.2018 - 05:15ACTUALIZADOhace 5 horas

La historia de Cataluña ha sido sistemáticamente manipulada en beneficio de la española. Esta es la sensación argumental de muchos historiadores catalanes con respecto a lo que se ha explicado en libros y tratados de historia en los últimos 200 años. Por este motivo miembros de la ANCdecidieron crear el Institut Nova Història. Su misión era reconvertir todo lo publicado y darle un toque de realidad catalana.


¡La república no existe, idiota!¡La república no existe, idiota!
Los libros de historia han escrito, a lo largo de los años, aquello que pasó. Sin tergiversar una realidad que nunca es parcial, pues a no ser que hablemos de memorias, los historiadores se basan en manuscritos que, a su vez, han sido escrito parcial o imparcialmente por escribanos. Una realidad que no desean escuchar es que no fue hasta 1521 cuando aparece, por primera vez, el nombre de Cataluña. Tampoco les gusta recordar que, desde el 1151, el condado de Barcelona forma parte de la Corona de Aragón. Bajo esta premisa los historiadores del Institut Nova Història han construido un relato adecuado a las circunstancias actuales del momento. Esto es, que nunca Cataluña formo parte de España y que la guerra del 1714 sirvió para conquistar un territorio, hasta ese momento, independiente.

1714
La guerra de Sucesión -nunca de Secesión- tenía que estructurarse como un acontecimiento único. La gran lucha del pueblo catalán para no perder sus derechos. La batalla final no tuvo nada de romántica ni de gloriosa. A las 12 horas del 11 de septiembre los defensores de Barcelona pidieron un alto el fuego. Estuvieron peleándose durante muchas horas para ver qué hacían y, al final, a las 17 horas del 12 de septiembre se rindieron. Esta versión no satisface al independentismo. El pueblo catalán lucha, hasta la última gota de sangre, para defenderse. Teniendo en cuenta que Rafael de Casanovahabía caído herido, a primera hora de la mañana del 11 de septiembre, idearon heroico con este hecho luctuoso. Los defensores de Barcelona nunca se rindieron. Barraron que el coronel Tobar llamara al alto el fuego. En ese preciso momento Barcelona cayó heroicamente en manos del enemigo. La otra mentira de todo es que la fiesta se debería celebrar el 12 de septiembre y no el 11. Porque el 11 de septiembre del 1714 Barcelona aún estaba en guerra, pues hasta el día siguiente no se entregó la plaza al general Berwick.

Institut Nova Hostòria
Miembros de la ANC decidieron crear el Institut nova Història para aprovechar la coyuntura política del país. Sus fundadores Jordi Bilbeny y Victor Cucurull -ninguno de ellos historiador- se han dedicado a tejer unos episodios románticos alrededor de la grandeza de Cataluña y como ha sido ninguneada por España. Bilbeny ha teorizado, por ejemplo, con la catalanidad de Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes o El Lazarillo de Tormes.

Según INH todo lo bueno que ha pasado en el mundo es gracias a Cataluña

Han buscado a ponentes aficionados a la historia para participar en simposios dedicados al descubrimiento de América por parte de catalanes. Gracias al subvencionismo han podido dar forma a una teoría que se aguanta con pinzas. “Cataluña es la artífice de todo lo bueno que ha pasado en el mundo”. La cultura catalana, para ellos, está a la misma altura que la griega y la romana. Gracias a Cataluña el mundo ha evolucionado. Y, al no ser cierto, tienen que reconstruir la historia para dar cuerpo a sus falsedades.

La catalanización
Algunos ejemplos de esta catalanización son estos. Hernan Cortés se llamaba Ferrán. Francisco de Pizarro era Francesc de Pinós de So i Carrós. Diego de Almagro era Jaume d’Aragó-Dalmau. Américo Vespuncio era Aymerich Despuig.

Artur Mas es descendiente directo de Cristóbal Colón

La guinda del pastel es la catalanización de Colón. En su tiempo existió un tal Joan Colom i Bertán. Teniendo en cuenta que la Generalitat siempre ha subvencionado al Instituto, este personaje era antecesor de Artur Mas. El tal Joan era hijo de Cristóbal Colón. Y el Joan, pariente lejano de Artur Mas, ha pasado a la historia como Erasmo de Rotterdam. Si Colón era catalán, era normal que saliera del puerto de Pals (Gerona) y no de Palos de la Frontera. Las falsedades del INH han sido desmontadas por el Centro de Estudios Colombinos.

Literatura catalana
Al no tener Cataluña, durante la Edad de Oro, a un literato de peso, se lo han tenido que inventar. El catalán no era la lengua vernácula de los escritores, sino el castellano. ¿Quién es el literato mas famoso? La respuesta es Miguel de Cervantes. Quizás no el mejor, pero si el más universal. Pues bien, el nombre es apócrifo. En realidad se llamaba Joan Miquel Servet. Este escritor tuvo ciertos problemas con el fisco o debido a correrías y fue perseguido por la inquisición. Para salvarse de todo esto huyó. ¿Dónde? A Inglaterra. En su nuevo país empezó a publicar obras en inglés. Para no ser descubierto se invento un nuevo nombre. El Joan Miquel Servet conocido en España como Miguel de Cervantes, empezó a ser conocido en Inglaterra como William Shakespeare.

Santa Teresa de Jesús nunca pisó Ávila y era abadesa del Monasterio de Pedralbes

Lo mismo sucede con el Lazarillo de Tormes. Su autor no es anónimo, sino que se llama Joan Timoneda. Este mismo autor escribió la Celestina. Garcilaso de la Vega se llamaba Galceran de Cardona. Francisco de Quevedo era un plagiador y toda su obra estaba basada en las obras de Francesc Vicent García, conocido popularmente como Rector de Vallfogona. Santa Teresa de Jesús nunca pisó Ávila. Se llamaba Teresa Enríquez de Cardona y era abadesa del Monasterio de Pedralbes.

Stars and Stripes
Finalizaremos con dos supuestos hechos históricos vinculados a Cataluña. Si durante siglos se ha especulado sobre quién era La Gioconda, en un breve lapsus de tiempo el INH dio con la clave. Se trata de Isabel de Aragón y las montañas que aparecen en un segundo plano son Montserrat. La inspiración le vino a Leonardo da Vinci visitando Cataluña.

Los Estados Unidos copiaron a los catalanes la Estelada para crear la suya

Jordi Bilbeny ha demostrado que “la bandera de Estados Unidos está inspirada en nuestra Estelada”. Y añade: “Gracias a mis investigaciones ahora sabemos que el Continente americano fue descubierto, conquistado, evangelizado y poblado por los catalanes, y que los escudos y banderas catalanas aparecen en multitud de planisferios, mapamundis y cartas de navegación del Nuevo Mundo”.

Bilbeny obvia que la bandera de los Estados Unidos se institucionalizó en el 1777. La estelada fue inventada en el 1908 por un tal Vicenç Albert Ballester, inspirándose en las banderas de Cuba y Puerto Rico.
https://www.vozpopuli.com/cataluna/...as-independentismo-cataluna_0_1202279960.html

Ejemplo de artículo para contar falsedades deliberadas contra los catalanes. Es triste. Yo solo sé,probado históricamente, que bajo la Corona de Aragon, Catalunya no estaba "anexionada", sino que era el Condado de Barcelona, una entidad política propia igual que el Reino de Aragón, el Reino de Valencia, el Reino de Baleares, el Reino de Nápoles y el Reino de Sicilia. En Barcelona existía la Generalitat y el heredero del Condado de Barcelona era el Principe de Girona. En 1714 se abolieron los Fueros catalanes, valencianos y baleares, pero éso no quiere decir que los catalanes perdiesen su conciencia política y cultural propia.
 
La extraña muerte de Alfonso «El Inocente» que llevó a Isabel «La Católica» al trono de Castilla.

Descartada la peste en recientes investigaciones, la hipótesis del envenenamiento cobra protagonismo.
Rodeado de sus partidarios, el joven Rey comió una trucha y de forma repentina empezó a sufrir altas fiebres.
Falleció pocos días después para beneficio de sus dos hermanos y del intrigante Juan Pacheco
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César Cervera
@C_Cervera_M
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Actualizado:26/12/2018 01:19h15El tratado de paz que puso fin a la poderosa unión de España y Portugal

Alfonso de Trastámara es recordado, sobre todo, por su participación en la Farsa de Ávila, donde fue coronado a los 11 años de edad como Rey por un grupo de nobles que llevaron el desafío al débil Enrique IV «El Impotente» a la categoría de rebelión. Durante varios años, se dio la inusual situación en Castilla de que hubo dos reyes y dos cortes, hasta que el adolescente falleció de forma súbita a causa supuestamente de la peste. Sin embargo, el veneno era una sustancia demasiado habitual en las cortes renacentistas como para descartar su presencia en la muerte del joven Infante. Y, lo que siempre perteneció al campo de la especulación, lo confirmaron hace pocos años investigaciones científicas que descartan definitivamente cualquier rastro del bacilo de la peste en sus restos mortales.

Hijo de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal, Alfonso de Trastámara fue conocido como «El Inocente» por estimársele un títere en manos de una nobleza fuera de control. Esta aristocracia revoltosa se valió del joven para sacar nuevos réditos a la debilidad de su hermanastro, Enrique IV. Aunque ambos eran hijos de Juan II, contaban con diferentes madres, y Enrique IV siempre se mostró receloso con los hijos del segundo matrimonio de su padre. TantoIsabel «La Católica» como Alfonso vivieron una infancia complicada, apartados de la Corte en compañía de su madre, quien sufría un proceso de demencia.

Solo cuando una parte de la nobleza vislumbró la posibilidad de usar a ambos hermanos contra Enrique IV, éste ordenó traerlos al Alcázar de Segovia, que hacía las veces de residencia regia, para mantenerlos bajo vigilancia. Las dudas sobre la paternidad de la única heredera del Rey, Juana (conocida como «la Beltraneja» porque se acusaba a Beltrán de la Cueva de ser su auténtico padre), llevó a numerosos nobles, encabezados por Juan Pacheco y su hermano Pedro Girón, a declarar que Isabel y Alfonso eran los sucesores legítimos de la Corona de Castilla.

Alfonso «El Inocente», de 11 años de edad, fue proclamado Rey de Castilla entre el clamor habitual de las entronizaciones castellanas: «¡Castilla, Castilla por el Rey don Alfonso!». La proclamación del nuevo Rey dividió a la nobleza en dos bandos aparentemente irreconciliables: los que apoyaban la insurrección (además de los ya citados, el duque de Medina Sidonia y la familia de los Enríquez) y los fieles al Monarca legítimo ( donde destacaba la familia Mendoza y el ambicioso Primer Duque de Alba).

Durante tres años se dio la situación en Castilla de la coexistencia de dos reyes con sus respectivas cortes y con las ciudades divididas en su afiliación. La situación creada por la Farsa de Ávila, mucho más cruenta si cabe que los sucesos del reinado de Juan II, se mantuvo vigente, entre treguas y enfrentamientos, hasta la celebración de la segunda batalla de Olmedo (1467) y, sobre todo, la muerte del Rey Alfonso (1468), supuestamente envenenado, tras lo cual los cabecillas de la insurrección, principalmente Juan Pacheco, no tuvieron reparos en trabajar a favor de corriente y volver a mostrar lealtad al Rey Enrique.

El Rey cenó una trucha en una posada local a raíz de lo cual pasó varios días en la cama con fiebres elevadas hasta su muerte
Alfonso murió el 5 de julio de 1468 a causa supuestamente de la peste bubónica en el pueblo de Cardeñosa (Ávila), donde se dirigía al frente de su ejército para conquistar la plaza fuerte de Toledo, que acababa de ocupar Enrique. Tras su llegada al pueblo abulense, el Rey Alfonso cenó una trucha en una posada local a raíz de lo cual pasó varios días en la cama con fiebres elevadas hasta su muerte. Los síntomas registrados, además de las fiebres, fueron la pérdida del habla y la conciencia e insensibilidad al dolor. Las especulaciones sobre su posible envenenamiento prendieron casi al momento por toda Castilla. La anomalía de que hubiera dos reyes en Castilla solo podía acabar con la muerte de uno de ellos, haciendo muy tentador que alguien deslizara veneno en la comida del joven.

Juan Pacheco, el principal sospechoso
La hipótesis del veneno pasó a la categoría de probable con la publicación de un estudio en 2013 por el profesor de Antropología Física de la Universidad de León Luis Caro Dobón y la historiadora y profesora de la Uned María Dolores Carmen Morales Muñiz, que se puede encontrar en la revista de genealogía, nobleza y armas «Hidalguía». Según acreditan tres análisis practicados sobre sus restos, Alfonso «El Inocente» no pudo padecer la peste, como parecía apuntar sus síntomas, al no haberse hallado en su cuerpo la presencia de Yersina pestis, el bacilo de esta enfermedad. Asimismo, los autores de la investigación señalan lo improbable de que el Monarca falleciera de una enfermedad que había registrado su gran epicentro un siglo atrás, en 1347, y menos en un emplazamiento temporal, el campamento militar donde vivía en esos momentos. Allí no era tan frecuente encontrar madrigueras de ratas negras (las que transportaban la pulga infectada con el bacilo) como lo era en ciudades y poblaciones más grandes.

Descartada la peste, los autores del estudio se atreven a apuntar al envenenamiento como causa para explicar una muerte tan súbita. A falta de vómitos y diarreas en las descripciones de las fuentes documentales, los investigadores estiman la utilización de un veneno de tipo vegetal suministrado por alguno de sus partidarios. El máximo sospechoso sería Juan Pacheco, el hacedor de reyes, que posteriormente no tuvo problemas en volver a servir bajo el mando de Enrique IV, y estuvo presente, según el cronista Palencia, en la fatídica cena donde siguió comiendo con «gran aparato» mientras el resto de los que rodeaban al Rey se quedaron desolados. Pacheco, no obstante, había obtenido en fechas cercanas la titularidad del Maestrazgo de Santiago, que, en caso de que Alfonso se reconciliara con su hermanastro y fuera nombrado Príncipe heredero, volvería a manos del joven. Su repentina muerte le resultó muy provechosa.

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Isabel I de Castilla representada en el cuadro llamado la Virgen de la mosca
La muerte de Alfonso «El Inocente» favoreció de forma clara a los intereses de Pacheco, al propio Enrique IV, que vio terminado el conflicto, e incluso a Isabel «La Católica». La futura Reina de Castilla ocupó el puesto de su hermano como heredero legítimo de Enrique en una ceremonia celebrada en los Toros de Guisando, el 19 de septiembre de 1468, conocida como la Concordia de Guisando. Isabel se constituyó así como heredera a la Corona por delante de Juana, su sobrina y ahijada de bautismo, aunque se negó a declararse Reina mientras su hermano viviera. A la muerte del Rey, no en vano, los dices y desdices del Soberano causaron un conflicto sucesorio. El principal valedor de Juana «La Beltraneja» fue el Rey de Portugal, lo cual elevó la disputa a la categoría de guerra internacional e impulsó a la mayoría de la nobleza castellana a unirse a Isabel contra la amenaza extranjera.

Pese al sincero cariño entre los dos hermanos advertido por los cronistas, las ventajas adquiridas por Isabel a la muerte de su hermano pequeño no pasaron inadvertidas para los ojos más conspiradores. Hay quien ha visto en la decisión de la joven, que se encontraba en ese tiempo residiendo en Arévalo con su madre, de acompañar a su hermano en la campaña donde finalmente perdió la vida un motivo de sospecha para implicarla en el envenenamiento. Su papel no era relevante en este momento en un contexto militar, pero no resulta extraña su presencia, ni es una causa suficiente para acusarla del crimen o afirmar que pudo estar enterada. Algo parecido a lo que ocurrió en 1474 con la muerte de Enrique IV, quien falleció en medio de rumores de un posible envenenamiento a manos de su hermana Isabel y de su marido, Fernando de Aragón.

El germen de los rumores estaba en que a principios del año en el que murió el Soberano, éste había caído enfermo durante la ronda de negociaciones con Isabel para pactar por enésima vez los términos de su sucesión. Y, siendo fieles a la verdad, nunca fue necesario el veneno para justificar los achaques de Enrique, que durante toda su vida mostró una interminable lista de dolencias.
https://www.abc.es/historia/abci-ex...lica-trono-castilla-201812260119_noticia.html

Lo que no entiendo es porque llaman rey al infortunado muchacho, que nunca lo fué, sino un títere de los nobles sublevados contra el Rey Enrique. De Pacheco me puedo esperar cualquier cosa, pero no creo que lo envenase porque Pacheco había logrado que el Rey, en vez de cortarle la cabeza, lo restituyese como su consejero, y a Pacheco le venía bien tener otro infante en la recámara para volver a utilizarlo en caso de necesidad. Bastante adversaria peor fué la joven Isabel, sin embargo, no hay noticias de que Pacheco intentase envenenarla.
 
¿Venganza o justicia? Las bestiales prácticas del verdugo alcohólico de los EEUU que ejecutó a los jerarcas nazis en 1946

John C. Woods, definido como un hombre con «un aliento asqueroso» y con «el cuello siempre sucio» por sus compañeros, fue el encargado de acabar con la vida de los principales secuaces de Hitler condenados en los Juicios de Nüremberg

Años después, fue acusado de modificar las cuerdas con las que fueron ahorcados los reos para hacerles sufrir más. Jamás se demostró, pero su homólogo británico calificó su trabajo de «torpe»

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Manuel P. Villatoro
@ABC_Historia
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Actualizado:24/11/2017 15:49h
42La sádica doctora nazi que extirpaba y reimplantaba los miembros a niños
«That's fast work!». O «¡Ha sido un trabajo rápido!», en nuestro idioma. Las palabras que John C. Woods, el verdugo que ejecutó 10 de las 12 sentencias de muerte dictadas por el Tribunal Militar Internacionalformado tras la Segunda Guerra Mundial(2 de los acusados fallecieron antes de que se pudiesen cumplir), helaron la sangre de aquellos que se habían reunido en el improvisado patíbulo instalado en el gimnasio del Palacio de Justicia deNüremberg. Lo cierto es que a este extraño personaje, más conocido por su alcoholismo y por su poca higiene personal que por su oficio de verdugo en el ejército de los Estados Unidos, no le faltaba razón. Al fin y al cabo, había colgado y retirado del cadalso, con la ayuda de un compañero, a una decena de jerarcas nazis en poco más de hora y media. Todo un récord particular.

John C. Woods fue la mano ejecutora. Con él fue con quien se cerró, en la noche del 15 al 16 de octubre de 1946, el círculo de barbarie que se había iniciado apenas siete años antes cuando Adolf Hitleratravesó como un cuchillo Polonia. De su trabajo, en principio, poco se explicó. Los aproximadamente 450 corresponsales acreditados para los Juicios de Nüremberg se limitaron a señalar que la justicia se había cernido, de una vez por todas, sobre los artífices de la matanza sistemática de entre 6 y 10 millones de judíos (amén de otras tantas culturas).

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Woods no tenía experiencia como verdugo antes de llegar al norte de Francia
Sin embargo, al poco surgieron voces discordantes que cargaron contra este verdugo acusándole de haber modificado las cuerdas destinadas a algunas de las «águilas» nazis enviadas a la horca. Ligeros cambios que habrían logrado que sufrieran más antes de dejar este mundo.

The Nuremberg Trial: A History of Nazi Germany as Revealed through the Testimony at Nuremberg». La segunda de las versiones es, a día de hoy, la más aceptada por la comunidad de expertos.

Más allá del dichoso lugar en el que naciera, Woods tuvo una infancia más que turbulenta. Para empezar, porque después de que sus padres se separaran dejó los estudios. La adolescencia no le ayudó tampoco a centrarse. Según explica Hopmans en su artículo « Woods, John Chris “Hangman”», nuestro protagonista se alistó en la Marina de los Estados Unidos cuando apenas sumaba 18 años y, tras superar el entrenamiento inicial, fue enviado al «USS Saratoga». El camino era habitual para muchos hombres de la época, pero que terminó con una sutil diferencia: el futuro verdugo desertó tras unos pocos meses. Aunque no llegó lejos. Poco después le «cazaron» y le enviaron a California, donde un oficial médico pidió que se le sometiera a un examen psiquiátrico.

Posteriormente fue diagnosticado de «Inferioridad psicopática constitucional sin psicosis». Término muy utilizado en la época para calificar la mayoría de trastornos mentales. Independientemente del dictamen, de lo que no hay duda es de que fue dado de baja por él.

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Posteriormente, Woods señaló que estaba deseando ajusticiar a los diez nazis de Nüremberg - WW2 Gravestone
No existen muchos datos sobre Woods en los años posteriores. Al menos, hasta 1933, cuando se unió a los «Civilian Conservation Corps», un programa mediante el que el presidente Franklin Delano Roosevelt dio trabajo a miles de jóvenes durante la Gran Depresión. Sin embargo, fue expulsado el 27 de septiembre de ese mismo año con deshonor por haber estado ausente de sus labores durante seis días.

El controvertido Woods volvió a intentarlo una década después. En 1943 se unió al ejército y, tras superar las pruebas (y a sus 32 años) fue destinado a principios de 1944 a un batallón de ingenieros de combate de Inglaterra. País en el que se estaba dando forma a la mayor invasión naval de la historia: el Día D. Los informes, según Hopmans, no afirman que se ausentara de su puesto en los primeros seis meses. Por ello, el divulgador afirma que es muy probable que participara en el Desembarco de Normandía junto a su unidad. A partir de entonces dio tumbos por el norte de Francia (y por algunas unidades) hasta que terminó como verdugo del Tercer Ejército de los Estados Unidos.

Verdugo mentiroso
La vida de Woods cambió drásticamente en otoño de 1944. Ese fue el mes en el que -debido a la necesidad imperiosa de alguien ejecutara a los condenados en el viejo continente- los Estados Unidos hicieron un llamamiento entre las tropas para hallar un verdugo. Al no obtener respuesta, nuestro protagonista se ofreció voluntario afirmando que había ejercido como tal en Texas y en Oklahoma. Así lo corrobora el historiador Fernando Paz en su obra « Nüremberg. Juicio al nazismo»: «Había mentido al Ejército para obtener el trabajo, haciéndose pasar por un fogueado verdugo, aunque antes de 1944 no había tenido la más mínima experiencia».

A pesar de todo, lo cierto es que no se puede exculpar a sus superiores, pues parece ser que no corroboraron sus afirmaciones y, con ello, silenciaron el pasado de exámenes psiquiátricos de Woods. Aquellas falacias lograron engañar incluso a la comunidad internacional. Ejemplo de ello es que, en 1946, el diario ABC afirmó que Woods contaba con «dieciocho años en la profesión» cuando se refirió a él en relación a los Juicios de Nüremberg.

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Göring, testificando durante los Juicios de Nüremberg - ABC
Gracias a sus mentiras, Woods fue ascendido a sargento mayor y nombrado único verdugo estadounidense en Francia para tranquilidad del ejército. Y es que, hasta ese momento las únicas ejecuciones se habían llevado a cabo en suelo británico a cargo del inglés Albert Pierrepoint. «Pierrepoint procedía de una familia de verdugos -su padre y su tío habían desempeñado la misma profesión- y su eficiencia era proverbial», añade Paz.

Desde entonces, nuestro protagonista ajustició a 34 soldados estadounidenses por sus excesos y colaboró, además, en otras tres muertes. «Los informes del ejército estadounidense sugieren que Woods participó en al menos 11 ahorcamientos fallidos de soldados estadounidenses entre 1944 y 1946», explica Hopmans.

Nüremberg
Mientras Woods hacía sus pinitos en el noble arte de la muerte estatal, el 20 de noviembre de 1945 (con la Segunda Guerra Mundial terminada y el «Führer» inerte sobre el suelo del búnker de la cancillería) comenzaron los Juicios de Nüremberg. Una serie de procesos en los que la justicia internacional cargó frontalmente contra las barbaridades perpetradas por los germanos.

A día de hoy, se tiende a pensar que los únicos acusados fueron los jerarcas de Hitler imputados en el denominado «Juicio principal». Sin embargo, y a pesar de que fue el más destacado, en este evento mundial también se dirimió la culpabilidad de hasta seis centenares de nazis más (entre ellos, los médicos y enfermeros artífices del temido programa de eutanasia y de la experimentación en humanos).

El protagonismo, no obstante, fue para el «Juicio Principal». El proceso en el que una veintena de mandamases fueron acusados, tal y como afirma Manuel Moros Peña en « Los médicos de Hitler», de «conspiración, crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad». La lista de bestias nazis que pasaron, del 20 de noviembre al 1 de agosto, por la Sala 600 del Tribunal de Nüremberg es escalofriante, según recoge la Revista Ares en «El proceso de Nüremberg»:

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Anuncio de las condenas a los 12 jerarcas nazis - ABC
- Hermann Göring, (Marical del Reich).

-Karl Dönitz, (Gran Almirante de la Kriegsmarine).

- Rudolf Hess, (Lugarteniente de Hitler).

- Joachim von Ribbentrop, (Ministro de Asunto Exteriores).

- Wilhelm Keitel, (Jefe del OKW).

- Alfred Rosenberg, (Ministro de los territorios ocupados).

-Hans Frank, (Gobernador general de Polonia).

-Wilhelm Frick, (Ministro del Interior).

-Ernst Kaltenbrunner, (Jefe del Servicio de Espionaje).

-Walther Funk, (Ministro de economía).

-Hjalmar Schacht, (Ministro de Economía y Presidente del Reichsbank).

-Hans Fritzsche, (Ministerio de Propaganda).

-Constantin von Neurath, (Reichprotektor de Bohemia y Moravia).

- Albert Speer, (Ministro de Armamento).

-Arthur Seyss-Inquart, (Canciller Austríaco y Comisario para los Países Bajos).

- Franz von Papen, (Canciller, Vicecanciller y Emjadaro en Turquía).

-Alfred Jodl, (Consejero militar de Hitler).

-Fritz Sauckel, (Ministro plenipotenciario para la movilización de trabajadores).

-Baldur von Schirach, (Jefe de las Juventudes Hitlerianas y Gobernador de Viena).

-Erich Raeder, (Gran Almirante de la Kriegsmarine).

-Julius Streicher, (editor del diario nazi Der Stürmer).

- Martin Bormann, (asesor personal de Hitler).

Las sentencias se hicieron públicas el 1 de octubre de 1946. Todo ello, después de que se celebraran 218 sesiones en el Palacio de Nüremberg y que se leyera un veredicto de más de 100.000 palabras. El resultado fue de una docena condenadas a morir en la horca, como bien explicó ABC: «El tribunal de Nuremberg ha dictado doce penas de muerte, tres condenas a prisión perpetua, cuatro de diez a veinte años y tres absoluciones».

Con todo, dos de las sentencias de muerte no se pudieron llevar a cabo: la de Martin Bormann (la mano derecha de Hitler, condenado en ausencia debido a que había fallecido unos meses antes en Berlín) y la de Göring.

El caso del orondo jefe de la Luftwaffe fue el más destacado. Y es que, se suicidó apenas dos horas antes de la ejecución. Y no por miedo, sino porque no quería morir en la horca. «Lo único que Göring quería proteger por encima de todo era su honor como militar. Afirmó varias veces que no tendría ningún inconveniente en que le sacaran a la calle y le dispararan ahí mismo, como un soldado. El problema era que consideraba que lo peor que se le podía hacer a un militar era colgarlo», explicó por entonces el cabo Harold Burson, encargado de hacer un resumen del día a día en Nüremberg.

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Las sentencias fueron:

-Hermann Göring, pena de muerte.

-Karl Dönitz, diez años de prisión.

-Rudolf Hess, cadena perpetua.

-Joachim von Ribbentrop, pena de muerte.

-Wilhelm Keitel, pena de muerte.

-Alfred Rosenberg, pena de muerte.

-Hans Frank, pena de muerte.

-Wilhelm Frick, pena de muerte.

-Ernst Kaltenbrunner, pena de muerte.

-Walther Funk, cadena perpetua.

-Hjalmar Schacht, absuelto.

-Hans Fritzsche, absuelto.

-Constantin von Neurath, 15 años de prisión.

-Albert Speer, 20 años de prisión.

-Arthur Seyss-Inquart, pena de muerte.

-Franz von Papen, absuelto.

-Alfred Jodl, pena de muerte.

-Fritz Sauckel, pena de muerte.

-Baldur von Schirach, 20 años de prisión.

-Erich Raeder, cadena perpetua.

-Julius Streicher, pena de muerte.

-Martin Bormann, pena de muerte.

Descuidado y sucio
Las condenas a muerte eran, para los aliados, una cosa muy seria. Por eso resultó más que extraño que el coronel Burton C. Andrus(famoso por el odio que despertaba entre los reos germanos) escogiera a Woods como verdugo principal de los Juicios de Nüremberg. En su descargo hay que decir que no tenía muchas más opciones (salvo haber seleccionado al británico Pierrepoint). Por el contrario, también hay que señalar que no verificó los datos ofrecidos por el sargento mayor, quien por entonces se decía todo un artista en su profesión.

Ejemplo de ello es que el mismísimo diario ABC se hizo eco de su selección el sábado 5 de octubre de 1946: «Aunque no se ha dado a conocer la identidad del verdugo que actuará en esta ocasión, se cree que es el sargento mayor John C. Woods, que lleva dieciocho años, en ese oficio y ha realizado hasta ahora 313 ejecuciones, 87 de ellas en Europa».

Por si su inexperiencia no fuera ya bastante, Andrew Nagorskiafirma en « Cazadores de nazis» que, sabedor Woods de que era el único verdugo norteamericano en suelo europeo y que sus superiores le necesitaban, no prestaba ninguna atención a su aspecto físico ni a su higiene.

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El patíbulo, listo para su siguiente víctima - WWII Gravenstone
Así lo corroboró el soldado Hermann Obermayer (presente por entonces en Nüremberg) quien llegó a definir al sargento mayor como un desarrapado que «no seguía las normas, no se limpiaba los zapatos ni se afeitaba». «Siempre vestía de manera descuidada. Sus pantalones siempre estaban sucios y sin planchar, llevaba la misma chaqueta durante semanas, a veces parecía que incluso dormía con ella puesta, sus galones de sargento mayor estaban sujetos a la manga por una endeble puntada de hilo amarillo a cada extremo y siempre llevaba la gorra arrugada y descolocada», afirmó el militar.

Por si fuera poco, Obermayer afirmó que este verdugo, uno «de los hombres más importantes del mundo» en Nüremberg por el trabajo que tenía que llevar a cabo, era un «alcohólico» que tenía «los dientes torcidos y amarillos, un aliento asqueroso y un cuello siempre sucio».

Preparativos
En la noche del 15 al 16 de octubre de 1946 todo estaba listo para las ejecuciones de los últimos jerarcas nazis. Para aquella jornada, los aliados vistieron de gala el gimnasio del Palacio de Justicia de Nüremberg. Sala en la que, tres jornadas antes, un grupo de soldados estadounidenses había jugado un partido de baloncesto. En aquel lugar se levantaron tres toscas horcas encargadas de llevar hasta el otro mundo a los germanos. La idea era utilizar alternativamente dos de ellas. La última quedaría en reserva por si sus compañeras sufrían algún percance.

Así definió la revista «Time», en su edición del 28 de octubre de 1946, el improvisado patíbulo: «En el pequeño gimnasio de la cárcel (con el suelo polvoriento y unas paredes sucias de color gris), se habían erigido tres horcas negras con más atención a los números que a la eficiencia. Las plataformas estaban ubicadas a ocho pies de distancia, a ocho pies sobre el suelo, y medían ocho pies cuadrados. De cada plataforma se alzaban dos pesadas vigas, que sostenían un travesaño pesado, con un gancho para la cuerda en el medio. Una palanca discreta servía para abrir las trampillas. El espacio debajo de las trampillas estaba oculto por cortinas».

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Julius Streicher - ABC
La construcción de los patíbulos, más concretamente, se llevó a cabo durante el día 14. Al menos, así lo señaló el propio Albert Speer en su diario: «De repente, la idea atraviesa mi cerebro como un relámpago. ¡Están levantando los patíbulos! Entretanto, creo oír el chirrido de una sierra, luego se hace el silencio. Por último, algunos martillazos. Extrañamente, sus ecos parecen acercárseme cada vez más. Al cabo de una hora retorna la quietud absoluta. Me tiendo en mi catre sin poder desechar el pensamiento de que están apuntalando los cadalsos. Insomnio».

En su obra, Fernando Paz afirma que Woods no lo tuvo fácil a la hora de preparar las horcas, pues desconocía cuál era exactamente el peso y la estatura de cada uno de los jerarcas nazis. Un problema a la hora de elegir la extensión de las cuerdas que se abrazarían por última vez a sus cuellos. Con todo, practicó varias veces con sacos de 90 kilos y 1,75 metros de altura llenos de tierra.

Controversia
A eso de la una de la madrugada (a la 1:11, para ser más exactos), comenzaron las ejecuciones. El primero en subir los tres escalones del cadalso fue Joachim von Ribbentrop, quien -antes de que Woods le colgase- se limitó a señalar: «Dios proteja a Alemania». Después de una nueva declaración, el verdugo norteamericano llevó a cabo un proceso que repetiría hasta en diez ocasiones: le colocó una capucha negra sobre la cabeza, ajustó una cuerda alrededor de su cuello, y -para terminar- tiró de la palanca que abría la trampilla. Keitel fue el posterior, seguido de Kaltenbrumer, Rosenberg, Frank y Frick. Con ninguno de ellos hubo ninguna dificultad.

En el caso de Streicher arribaron los problemas. El director del diario nazi llegó a la sala a las 2:21 y, cuando le solicitaron que se identificara, se limitó a soliviantar los ánimos de los presentes con un grito seco: «¡Heil Hitler!». En palabras de Nagorski, el sentenciado fue subido a la horca a empujones antes de decir sus últimas palabras: «Algún día, los bolcheviques os colgarán a vosotros».

A continuación comenzó el trabajo de Woods, quien le puso una capucha negra y tiró de la cuerda... con un resultado horrible. «La trampilla se abrió con gran estruendo y Streicher cayó al vacío pataleando. Cuando la cuerda por fin parecía tensarse, empezó a balancearse violentamente hacia los lados y los gruñidos de Streicher resonaron por toda la sala», añade Nagorski en su obra. El verdugo bajó entonces a la parte inferior de la plataforma y tiró de los pies del preso hacia abajo. El germano falleció con gran agonía.

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Jodl, recién ahorcado. Cada reo fue sacado del cadalso en camilla con su nombre escrito en una etiqueta - ABC
¿Error o venganza? El teniente Stanley Tilles, uno de los organizadores de las ejecuciones, fue partidario de lo segundo. Según sus palabras, Woods colocó mal deliberadamente la cuerda para que Streicher no se partiera el cuello y muriera estrangulado. «Todos los que estábamos en la sala habíamos sido testigos del número de Streicher y se ve que Woods tomó buena nota. Woods odiaba a los alemanes […] y yo vi cómo se le iba encendiendo la cara de ira y apretaba las mandíbulas. […] Le vi esbozar una sonrisa al tirar de la palanca».

Al parecer, otro de los que sufrió especialmente en la horca fue Sauckel, quien -antes de que Woods tirara de la palanca- gritó: «Muero siendo inocente. La sentencia es errónea. Que Dios proteja a Alemania y haga Alemania grande de nuevo. ¡Larga vida a Alemania! Que dios proteja a mi familia». ¿Casualidad? Tampoco les fue demasiado bien a Maser (que tardó 18 minutos en morir) y Jodl (quien llegó a 24).

«Muero siendo inocente. La sentencia es errónea. Que Dios proteja a Alemania y haga Alemania grande de nuevo»
Por otro lado, un reportaje posterior publicado en «The Star» cargó contra Woods al firmar que había modificado las cuerdas y no las había atado correctamente alrededor del cuello de los condenados. En palabras de Nagorski, esto habría provocado que «se golpearan la cabeza con la trampilla al caer» y que «murieran asfixiados lentamente». «En sus memorias, el general Telford Taylor, que ayudó a preparar la acusación del Tribunal Militar Internacionalcontra los jefes nazis y posteriormente se convertiría en el fiscal jefe en los siguientes doce juicios que se celebraron en Nüremberg, admitió que las fotos de los cuerpos que yacían en el gimnasio parecían confirmar estas sospechas. Algunos tenían restos de sangre en la cara», añade el autor en su obra.

A todas estas críticas se sumó el despreciado Pierrepoint, quien dijo hallar «ciertos indicios de torpeza» en el trabajo de Woods. Entre ellos, «la caída de metro y medio, que era la misma para todos», o «la soga vaquera de cuatro nudos, ya muy pasada de moda».

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Woods, junto a su esposa
Lo cierto es que los posibles fallos en las ejecuciones acabaron causando cierta controversia. La polémica llegó hasta tal punto que, en una entrevista llevada a cabo por «Star and Stripes», Woods se defendió afirmando que se sentía orgulloso de haber acabado con los diez nazis.

«Hice un buen trabajo. Todo fue de primera. […] No recuerdo una ejecución mejor. Lo único que lamento es que ese Göring se me escapara; habría que sabido estar a su altura», afirmó. También señaló que «no estaba nervioso» y que «este encargo de Nüremberg era exactamente lo que quería». «Deseaba que me lo ofrecieran a mí con tantas fuerzas que decidí quedarme allí un tiempo más aunque podría haberme ido a casa antes».

Woods acabó sus días electrocutado en un extraño accidente el 21 de julio de 1950. Un final controvertido para una vida llena también de controversia.
https://www.abc.es/historia/abci-ve...jerarcas-nazis-1946-201711240250_noticia.html

Yo he leído en alguna parte que este Woods tenía cierto retraso mental, no era un tipo totalmente normal, de ahí sus chapucerías como verdugo, pero como nadie quería hacer ése trabajo, pues adelante... Asi que no me extraña tampoco que muriese electrocutado.
 
LA GUERRA DE LOS TREINTA AÑOS. VOLUMEN II – Peter H. Wilson
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Meses después de la publicación del primer volumen, la editorial Desperta Ferro ha publicado la segunda entrega del voluminoso estudio realizado por el historiador británico Peter H. Wilson, dedicado a la Guerra de los Treinta años. Su ensayo, en origen, estaba reunido en un solo libro, sin embargo su edición en España por esta editorial ha sido publicada en dos volúmenes. Este segundo abarca la guerra entre los años 1630 y 1648, además de incluir un par de capítulos en los que aborda las consecuencias de la misma en el entorno europeo de mediados del siglo XVII. Por mi parte, en principio no ha existido ningún problema a la hora de repartir la lectura entre ambos tomos, excepto porque entre su lectura han mediado unos meses, algo que achaco a mi escasa paciencia para esperar a leer el primero sin haber salido publicado el segundo. Sin embargo, sí que tengo que apuntar que, al no estar en origen dividida la obra, los mapas que aparecen en su primera parte, no aparecen en la segunda, provocando cierta dificultas a la hora de seguir las distintas campañas militares que acontecieron en los últimos dieciocho años de guerra. Por lo demás no se puede achacar ningún problema a la decisión tomada por la editorial, solo agradecer su esfuerzo y compromiso con los aficionados a la Historia con mayúsculas.


Este tomo, como el anterior, viene dividido en varios capítulos, con los que se compartimenta esta segunda parte de la guerra en diferentes periodos anuales. A lo largo de siete capítulos, se reparten los dieciocho años que separan 1630 y 1648 conformando la Parte 3ª del ensayo global, primera de este volumen. Mientras, la Parte 4ª se presenta en tres capítulos, dos de los cuales desarrollan el coste humano y material de la guerra y la experiencia sobre el terreno de la misma, al que se añade el que presenta exclusivamente la definitoria Paz de Westfalia. Dejamos el anterior volumen con la situación más o menos dominada por el emperador Fernando II. Sin embargo, a partir de 1630, la intervención sueca toma protagonismo para todo el resto del conflicto, a niveles hasta ese momento absolutamente inimaginables. Más adelante, la entrada en la guerra de Francia terminará por dirimir y revolucionar una guerra que, en su origen, parecía embarcada a quedar limitada a los principados alemanes y al Imperio, además de algunas intervenciones de corto rendimiento de España, Dinamarca e incluso en un origen la propia Francia.


Suecia, de la mano de Gustavo Adolfo, afrontó el conflicto con el halo de ser el elegido para defender los intereses de los protestantes alemanes. Aunque tras su muerte el ejército sueco sufrirá una dura crisis, la capacidad de Oxenstierna y su administración lo resituará como auténtico elemento desequilibrador de la guerra. Francia por otro lado no podía quedarse al margen de un conflicto en el que además tenía mucho que jugar la España de los Austrias. El Camino Español y los Países Bajos estaban en juego, además de la presencia española en el norte de Italia. La creciente Francia terminó por entrar en guerra de una manera desestabilizadora para la situación de Lorena y Alsacia, además de su inherente intervención contra los Habsburgo. La dimensión del conflicto superaba las expectativas de unos principados que basculaban entre su alianza con los suecos y su enfrentamiento con el Imperio, pero sobre todo, con su lucha por mantener la independencia frente a las grandes potencias participantes del conflicto. Sajonia, Branderburgo y Baviera, además de una incómoda pero irreductible Hesse-Kassel, valoraban apoyar a unos, enfrentarse a otros, más allá de sus expectativas religiosas o políticas. Era más bien una lucha por su supervivencia en una guerra de inmensas dimensiones.


Personajes como los ya nombrados Gustavo Adolfo o Oxenstierna protagonizan las más de quinientas páginas de este volumen. El siempre conflictivo Wallenstein o el combativo Bernardo de Sajonia, entre otros, dirimían por las armas las numerosas batallas que se desarrollan en este periodo, de las que hay cumplidas y detalladas descripciones, todas acompañadas de sus respectivos planos. Pero en los despachos y los tronos se tomaban decisiones, estrategias y tratados bajo el mando de los emperadores Fernando II y Fernando III, los reyes Felipe IV de España y Luis XIII de Francia o Maximiliano de Baviera, entre otros, siempre acompañados de sus manos derechas, imprescindibles en este periodo, como fueron Olivares, Mazarino o Richelieu. Los protagonistas son muchísimos más y todos ellos forman parte de la guerra que llegó a su fin por agotamiento, necesidad y, cómo no, interés partidista de unos y otros.


Uno de los detalles que remarca el autor en los últimos capítulos del ensayo es la oportunidad buscada por los contendientes a la hora de cerrar tratados y acuerdos dirigidos a buscar la definitiva paz. Los principados alemanes fueron los primeros en acordar cierres parciales de enfrentamiento. La presión de Francia y Suecia, además de la crisis tremenda por la que pasaba España, llevó a Fernando III a buscar una paz, la definitiva, entre dos ciudades alemanas. En una negociaron los católicos, en otra los protestantes, dando paso a un hito histórico, el desarrollo internacional en su concepto moderno. La propia guerra desacreditó el uso de la violencia para obtener objetivos políticos o confesionales, de ahí que la paz fuera inevitable. La aceptación de los tres cultos, una amnistía confesional retrotraída hasta 1624, cesión de territorios, peso internacional donde se intercambian los protagonistas, la modificación de la influencia de los soberanos entre sus súbditos y el surgimiento de cambios en el entramado de los derechos corpotativos y el orden social ante el imperio de la ley, entre otras muchas consecuencias, fueron resultado de años de complejas e inevitables negociaciones. El proceso duró años. Por poner un ejemplo: las últimas tropas extranjeras en salir del Imperio lo hicieron en 1654, asunto derivado el problema de Pomeramia creado entre Suecia y Branderburgo en lo años de conflicto. Wilson incide en que el principal impacto de la guerra no fue el hecho de relajar los vínculos entre el Imperio y los príncipes, sino el de potenciar la autoridad de estos últimos sobre sus súbditos, aportando una revolución respecto a la estructura del mismo Imperio y las relaciones entre los estamentos y los estados.


No cabe acabar el gran periplo del autor en su estudio de la Guerra de los Treinta años sin analizar los efectos y consecuencias de la misma, para lo que los dos últimos capítulos terminan por desmenuzar y destripar uno de las grandes tragedias europeas, a nivel humano como material, concluyendo una magna obra, con la seguridad de haber ahondado en la complejidad y la conciencia colectiva del colosal conflicto que asoló Europa.
http://www.hislibris.com/la-guerra-de-los-treinta-anos-volumen-ii-peter-h-wilson/#more-24417
 
El siglo XXI cumple 40 años: por qué todo lo que ocurre hoy tiene su origen en 1979
Historias
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  • 2 ENE. 2019 01:40
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Prácticamente todas las noticias internacionales de los últimos seis meses tienen su origen directo en acontecimientos que se produjeron hace cuatro décadas

La retirada unilateral de EEUU de Siria y Afganistán, el Brexit, los disturbios de los 'chalecos amarillos' o el asesinato de Kashoggi... todo se explica en 1979

«Periodo de cien años». Así es como define la palabra «siglo» el Diccionario de la Academia. Pero, en Historia, un siglo no siempre dura lo mismo. Hay siglos de más de cien años. Y siglos de menos.

Por ejemplo, el siglo XX fue, políticamente, muy corto. Para muchos, fue desde el principio (en 1914) o el final (en 1918) de la Primera Guerra Mundial, hasta la caída del Muro de Berlín (en 1989) o la desintegración de la Unión Soviética (en 1991). O sea, entre 71 y 77 años. Todo lo anterior a esas fechas pertenece al siglo XIX. Todo lo posterior, al XXI.

La Primera Guerra Mundial liquidó el orden político del XIX al acabar con «cinco emperadores, ocho reyes y dieciocho dinastías menores», según enumera con precisión notarial el marqués de Salvatierra, Rafael Atienza, en su ensayo Heredar el Mérito, que fue su discurso de ingreso en la Real Academia Sevillana de Buenas Letras. Y la caída del Muro y el colapso de la URSS -nacida, precisamente, durante la Primera Guerra Mundial- concluyó la Guerra Fría y, con ella, con el terror al Holocausto nuclear.

Pero el siglo XXI político podría haber nacido diez años antes, en 1979. Y, durante una década, habría coexistido con el XX. Entre 1979 y 1989 el mundo vivió uno de los periodos más intensos de la Guerra Fría. Y, al mismo tiempo, las líneas de fractura que marcan la política mundial de hoy ya habían aparecido. Los 7.700 millones de seres humanos que poblamos la Tierra vivimos a la sombra de lo que pasó en 1979. Y eso también se aplica a los 2.400 millones de personas que aún no habían nacido.

Prácticamente todas las noticias internacionales de los últimos seis meses tienen su origen directo en acontecimientos que se produjeron en ese año: la retirada unilateral de EEUU de Siria y Afganistán, la negociación del Brexit, los disturbios de loschalecos amarillos en Francia, la guerra comercial entre EEUU y China, el asesinato y descuartizamiento en el consulado de Arabia Saudí en Estambul del periodista Jamal Khashoggi, y el bloqueo de las exportaciones de petróleo de Donald Trump a Irán.

La razón es que ese año explotó el islam militante (y terrorista) suní y la Revolución islámica chií. En EEUU surgió la coalición cristiana que forma el núcleo duro de apoyo a Trump, y en Gran Bretaña se sembraron las semillas de la desconfianza de ese país hacia lo que representa la Unión Europea. Brotó el neoliberalismo y, con él, la idea de que el individuo es más importante que la colectividad y que la estabilidad macroeconómica -es decir, una inflación baja- es prioritaria, aunque el precio que haya que pagar para lograrla sea paro, salarios bajos, o precariedad laboral. China se dio a conocer como una potencia política y militar y abandonó el comunismo en favor del capitalismo de Estado en el que el Gobierno decide quién gana y quién pierde en un sistema teóricamente de libre mercado que cada día gana adeptos en todo el mundo. Todo en un año.

La idea de1979 como fecha clave no es nueva. El historiador conservador Niall Ferguson ya la ha planteado. Y el jefe de la sección de Opinión del diario The Washington Post, Christian Caryl, le dedicó en 2014 un libro, Strange Rebels: 1979 and the Birth of the 21st Century (Extraños Rebeldes: 1979 y el Nacimiento del Siglo XXI). Como explicó Caryl entonces a Public Radio International, 1979 fue «un punto de inflexión» que marcó el inicio «de una era conservadora».

Lo que sigue es un repaso de cómo, 40 años después, seguimos atascados en los conflictos de aquel año. Porque 1979 no fue un año en el que se produjera una ruptura clara o se creara un orden nuevo. Al contrario. Fue un año en el que se abrieron unas crisis que, tras cuatro décadas, siguen tan lejos de ser solucionadas como lo eran entonces.

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IRÁN
En febrero una coalición liderada por el ayatolá Jomeiní derroca a la monarquía de ese país. En abril se proclama la República Islámica, a medida que los fundamentalistas van imponiéndose a sangre y fuego a sus antiguos socios. En noviembre, un grupo de seguidores de Jomeiní viola la inmunidad de la embajada de EEUU en Teherán y secuestra a 52 diplomáticos de ese país durante 14 meses.

Desde entonces, ambos países están en una guerra fría (y, a veces, caliente, como en 1987 y 1988), mientras Irán expande su revolución y entra en un estado de guerra no declarada contra las dos grandes potencias de la región, Israel y Arabia Saudí. Las guerras de Siria, Yemen, y Afganistán son, totalmente o en parte, consecuencia de esa Revolución. También lo es la decisión de Trump de reinstaurar las sanciones a la exportación de petróleo de Irán en noviembre.

ARABIA SAUDÍ
Casi olvidado, pero tan importante como la Revolución iraní, es lo que pasa en la Gran Mezquita de La Meca, en noviembre y diciembre, cuando 200 integristas la toman al asalto y empiezan a emitir mensajes diciendo que la familia real saudí es «una panda de borrachos, obsesos sexuales y adictos al juego que ha pervertido el islam», según recuerda el entonces corresponsal del New York Times en Líbano y hoy columnista, Thomas Friedman.

La crisis sólo se resuelve cuando Francia envía a Arabia Saudí un grupo de Fuerzas Especiales que son convertidas a toda prisa al islam -«estoy seguro de que se desconvirtieron inmediatamente», explica Friedman- para liquidar a los integristas. Pero las consecuencias duran hoy. «El régimen saudí, que ya había sido desafiado desde fuera por la recién creada República Islámica de Irán, pasa a serlo también desde dentro con la toma de la Mezquita. Así que Riad pacta con los clérigos radicales. Les dicen: «Vosotros bendecís nuestro poder político, y nosotros bendecimos vuestro poder espiritual, y cada uno tiene vía libre para hacer lo que quiera», concluye el periodista.

Según Friedman, hay un segundo trato: «Washington les dijo a los árabes: 'Seguid bombeando petróleo y, sobre todo, no molestéis a los judíos. Si cumplís esa parte del trato, a cambio podéis hacer lo que os dé la gana: tratad a vuestras mujeres como queráis, mandad a radicales a combatir a donde sea...'». Para el periodista, «es un acuerdo que hoy, casi 40 años después, goza de una excelente salud. Y eso es muy deprimente».

AFGANISTÁN
En diciembre, la Unión Soviética invade ese país. Lo que sigue es una de las guerras más salvajes y olvidadas del siglo XX. Y el primer experimento saudí de expansión de su modelo de islam político. Los voluntarios y el dinero de ese país transforman a la resistencia antisoviética, que pasa de ser tribal y tradicionalista a integrista. En 1996, los aliados de Riad, los talibán, toman el poder en Kabul. Pronto se une a ellos un saudí millonario llamado Osama bin Laden. Cuatro décadas después de la invasión soviética de Afganistán, EEUU y sus aliados siguen combatiendo a los talibán y a Al Qaeda que, ahora, se ha metamorfoseado en un grupo mucho más radical que ha aterrorizado al mundo tanto o más que su predecesor: el Estado Islámico.

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GRAN BRETAÑA
Fue sólo por un voto: 311 contra 310. Ése es, el 28 de marzo, el margen de victoria de la moción de censura contra el entonces primer ministro británico, James Callaghan, que tiene que convocar elecciones anticipadas. El resto es historia. Margaret Thatchergana, y en los siguientes 11 años pone en práctica un ideario cada vez más orientado hacia el liberalismo clásico. Los sindicatos que controlan el Partido Laborista serán pulverizados. Las empresas públicas, privatizadas.

Gran Bretaña no sólo es el lugar de origen, en el siglo XVIII, del capitalismo moderno; también se convierte, tras la Segunda Guerra Mundial, en el creador del estado del bienestar que protege a los ciudadanos «de la cuna a la tumba». Ahora, el Gobierno de ese país se está planteando desmontar, al menos en parte, ese sistema de protección social.

Thatcher, además, reforzará el nacionalismo británico en contraposición al superestado representado por la Comunidad Económica Europea del que saldrá la UE actual. Para ello, contrapondrá el capitalismo anglosajón, más liberal y abierto a la globalización (un término que había sido creado en la década de los años treinta), al capitalismo renano, de Alemania y Francia, que da un papel más grande al Estado. La semilla del Brexit, y también del neoliberalismo y del debate sobre la apertura de las economías a la competencia mundial, queda, así, sembrada. El 13 de noviembre, en Nueva York, el ex gobernador de California Ronald Reagan pronuncia cinco palabras: «Voy a presentarme a presidente». La revolución de Thatcher ha cruzado el Atlántico.

EEUU
La presentación de la candidatura de Reagan puede parecer lo más duradero de 1979 en la primera potencia mundial. Pero no lo es. Más relevancia tendrá la fundación, en junio, de la Mayoría Moral, una coalición de los cristianos evangélicos de ese país con un ideario claro: rechazo al aborto, a la homosexualidad y al comunismo, y defensa del patriotismo, de los valores tradicionales y del Estado de Israel. Su propio nombre es una declaración de principios, porque alude a la «Mayoría Silenciosa» de la que había hablado una y otra vez el presidente Richard Nixon a partir de 1969 para referirse a los votantes conservadores que, en teoría, no se encontraban representados por ningún partido, medio de comunicación, ni movimiento cultural establecido.

La Mayoría Moral sólo dura nueve años. Pero su impacto sigue en 2019. Desde 1979, cinco de los seis presidentes que ha habido en EEUU -la excepción es Barack Obama- han tenido que cortejar el voto evangélico para llegar a la Casa Blanca. Una de las primera figuras públicas de relevancia que apoyó a Donald Trump en la campaña de 2016 fue el reverendo evangélico Jerry Falwell, rector de la Universidad de la Libertad... e hijo del reverendo evangélico Jerry Falwell, el fundador de la Mayoría Moral.

El impacto político de los evangélicos no se circunscribe a EEUU. En 2016, el entonces congresista brasileño Jair Bolsonaro escenifica, pese a su declarada fe católica, una ceremonia de bautismo por inmersión típicamente evangélica en el río Jordán, en Israel. El 1 de enero de 2019, Bolsonaro se convierte en presidente de Brasil con el apoyo masivo de, entre otros, los evangélicos de su país.

CHINA
La China que hoy conocemos se forja en 1979. Por un lado, la China agresiva, que coacciona a sus vecinos y tiene ambiciones neocoloniales, da una muestra de esa nueva confianza en sí misma al invadir Vietnam en enero de 1979.

Es, en teoría, una disputa entre el comunismo soviético -representado por Vietnam, que ha invadido Camboya- y el chino -seguido por los Jemeres Rojos camboyanos-. Pero en realidad es el intento de Pekín de reafirmar que su esfera de influencia en Asia es intocable. Un intento que fracasará, porque Vietnam, igual que antes con Francia y con EEUU, derrota a China, que en marzo se retira del país, aunque los choques fronterizos seguirán una década.

Claro que la lucha ideológica entre las dos formas de comunismo -la soviética y la china- es sólo una excusa. Entre otras cosas, porque China ha decidido dejar de ser comunista. En 1979, las grandes empresas estatales del país son autorizadas por Pekín a producir por encima de la cuota fijada por el Gobierno, y a vender tanto a precios fijados por el Estado como por el mercado. Marx y Mao quedan para los museos. El país más poblado del mundo inicia su andadura hacia un capitalismo supervisado por un Gobierno que se autoproclama comunista.

Éstos son los cambios más dramáticos que se produjeron en 1979 y que en 2019 seguirán marcando la actualidad del mundo. Un mundo que, en realidad, nació hace 40 años.
https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/01/02/5c2b8eaffc6c834b4f8b4647.html
 
El legado de Lope de Vega, un genio que continúa de actualidad 400 años después


Una biografía, una exposición y una puesta en escena de El castigo sin venganzaredescubren al genio del Siglo de Oro

"Más allá de los tópicos de mujeriego y prolífico, Lope de Vega respondió a un carácter complejo y contradictorio, pero definido por una inmensa capacidad de trabajo", señala su biógrafo

A pesar de su fama y de su éxito, el autor de El perro del hortelano o Fuenteovejuna no logró ser admitido en la élite del poder en la rígida España de los Austrias

Miguel Ángel Villena
02/01/2019 - 21:15h
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Portada del libro 'Lope. El verso y la vida' (Cátedra)

Lope de Vega, el "monstruo" al que envidiaba Cervantes
Tal vez sea Lope Félix de Vega Carpio (Madrid 1562-1635) uno de los escritores españoles más castigados por los tópicos. Unos que han reducido, en ocasiones, su colosal figura a unos cuantos lugares comunes. Mujeriego, frívolo y pendenciero, en su juventud; ordenado sacerdote en su madurez; y siempre genial, dotado de un increíble talento natural para "escribir comedias en horas 24", como afirmaba el propio Lope.

Pero más allá de esa visión superficial, proyectada por los libros de texto del Bachillerato o por los medios de comunicación, la larga e intensa vida del escritor responde "a un perfil muy complejo, contradictorio en ocasiones y marcado por una obsesiva y absorbente capacidad de trabajo que lo llevaba a escribir compulsivamente mientras comía, en la cama o durante sus paseos".

La anterior definición corresponde a Antonio Sánchez Jiménez, profesor de Literatura Española en la Universidad suiza de Neuchatel y autor de Lope. El verso y la vida (Cátedra), una biografía rigurosa pero que aspira a llegar no sólo a un lector especializado, sino también a los aficionados a la literatura. Esta novedad editorial coincide con una exposición en la Biblioteca Nacional sobre Lope y el Siglo de Oro y con la puesta en escena por la Compañía Nacional de Teatro Clásico de El castigo sin venganza, una de las obras cumbre de la madurez del escritor en una suerte de redescubrimiento del llamado fénix de los ingenios.

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A la izquierda: 'La isla del Sol' (1961) A la derecha: 'Obras son amores' (1618) BIBLIOTECA NACIONAL | LOPE DE VEGA

Tras admitir la escasez de biografías narrativas y con voluntad divulgativa sobre Lope, el profesor Sánchez Jiménez (Toledo, 1974) señala que existe una amplísima documentación sobre la trayectoria del poeta y dramaturgo que permite reconstruir su vida casi día a día. "Para ello resulta fundamental -comenta el biógrafo en una entrevista con eldiario.es- su epistolario, la multitud de cartas que se conservan de la correspondencia de Lope. De hecho, esta circunstancia nos lleva a rebatir que Lope tuviera negros a su disposición, es decir, discípulos que escribieran para él".

El docente continúa diciendo que "contamos con muchas pruebas de grafomanía", ya que Lope solía llevar los bolsillos llenos de papeles en los que escribía en varias direcciones. "Hay que considerar que estuvo marcado desde niño por una cultura del esfuerzo aprendida en su familia y que complementó su asombroso genio. En definitiva, Lope de Vega era obsesivo con su trabajo", asegura. Por ello, algunas cartas, manuscritos y documentación pueden ahora verse en la exposición Lope y el teatro del Siglo de Oro, que permanecerá abierta en la Biblioteca Nacional hasta el 17 de marzo.

Aclamado por la aristocracia y los mendigos
Prolífico y rápido como pocos dramaturgos, era requerido con insistencia por empresarios teatrales del Madrid de la época para que se afanara en sus exitosas comedias. Aclamado por el público teatral, tanto en la Corte como en las corralas, igual entre la aristocracia que entre los mendigos, el autor de Fuenteovejunaconoció el triunfo, la fama y la riqueza.

Hasta tal punto era reconocido su talento y su ingenio para el teatro que la frase "es de Lope" se pronunciaba en los años del Siglo de Oro como sinónimo de calidad. "Sin duda alguna -afirma Sánchez Jiménez- es el primer escritor de masas y profesional de la literatura española. El teatro comercial de finales del XVI y del XVII no puede entenderse sin Lope y viceversa. En realidad, autores contemporáneos pero más jóvenes, como Calderón de la Barca, no hubieran surgido sin el antecedente de Lope".

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Segunda parte de sus comedias. Pedro Calderón de la Barca (1637) BIBLIOTECA NACIONAL

Con 15 hijos documentados, dos matrimonios e innumerables amantes, Lope de Vega llegó a decir de sí mismo que su mayor defecto era el amor. Sus años de juventud estuvieron marcados por una agitada vida amorosa que le deparó grandes placeres, pero también notables disgustos en forma de cárceles, destierros y castigos. En cualquier caso, su vida se convirtió siempre en una inestimable fuente de inspiración para una obra inmensa, brillante y variada, como muestraLope. El verso y la vida, un libro que intercala numerosos fragmentos de sus piezas o poesías al hilo de sus peripecias vitales.

Sin embargo, a modo de una contradicción que Lope nunca resolvió, su pasión por las mujeres convivió con un profundo sentimiento religioso que le condujo a ordenarse sacerdote en 1614, a los 52 años y tras la muerte de su segunda mujer, Juana Guardo. Ahora bien, su nuevo estado religioso no le impidió seguir manteniendo relaciones con amantes hasta llegar a Marta de Nevares, uno de sus grandes amores, que falleció poco antes que el escritor.

Alegre y jovial, seductor empedernido, a Lope de Vega el éxito le sonrió desde joven y sus estrenos se contaban por triunfos en una interminable lista que incluye títulos como Los locos de Valencia, La Arcadia, El caballero de Olmedo, El perro del hortelano, La dama boba, Fuenteovejuna o La noche toledana que se han representado, una y otra vez, hasta nuestros días en una clara prueba del carácter universal de su obra.

Sin ir más lejos, la Compañía Nacional de Teatro Clásico representa ahora en Madrid, hasta el 9 de febrero y bajo la dirección de Helena Pimenta, El castigo sin venganza, obra escrita por Lope en sus últimos años y que aborda sus grandes temas. Es decir, las relaciones con el poder, la justicia, el sentido del honor, la fuerza del amor y del deseo...

Pero a pesar de su condición de triunfador, el dramaturgo fue en el fondo "un hombre inseguro, celoso en el amor y en su profesión, y alguien que no soportaba las críticas", a juicio de su biógrafo. Para Sánchez Jiménez, "Lope tenía una doble personalidad, ya que por un lado era una persona muy abierta y sociable, pero por otro gustaba de la soledad y de la introspección en un carácter un tanto atormentado".

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Fotografía de la función 'El castigo sin venganza' COMPAÑÍA NACIONAL DE TEATRO CLÁSICO

Nacido en una familia de clase media, ya que su padre fue un artesano bordador de cierto renombre en Madrid, el escritor tuvo siempre ansias de ascenso social y aspiró en vano a puestos en la Corte como el de cronista real. Pero la muy rígida estructura social de la España de los Austrias (los 72 años de la vida de Lope transcurrieron entre los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV) impedía que un plebeyo escalara en la pirámide de poder más allá de ciertos límites.

"En aquella época -explica Sánchez Jiménez- las personas o eran nobles o plebeyas. No había términos medios ni clases sociales ambiguas y es bien cierto que Lope se sintió frustrado a pesar de su fama y su buena posición. De hecho, en algunas piezas como Peribañez y el comendador de Ocaña critica estos usos sociales". Siempre gozó, pues, del favor del público y excepcional ejemplo de este reconocimiento fueron sus honras fúnebres en el centro de Madrid en 1635, uno de los acontecimientos más multitudinarios del reinado de Felipe IV.

Por el cronista Juan Pérez de Montalbán sabemos que "las calles estaban tan pobladas de gente, que casi se embarazaba el paso al entierro, sin haber balcón ocioso, ventana desocupada ni coche vacío". Más de cuatro siglos después los aficionados a la literatura siguen leyendo a Lope, visitando exposiciones sobre su figura o asistiendo a representaciones de sus obras. El genio, pues, está vivo y no ha pasado de moda.
https://www.eldiario.es/cultura/libros/Lope-Vega-triunfando-siglos-despues_0_852865005.html
 
Vivir en medio de la Tierra, poblar nuestro mar
Publicado por Laura Mínguez
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Beirut is back and it’s beautiful (Series Beirutopía), 2011. Randa Mirza.
El Instituto Valenciano de Arte Moderno se fundó en 1986 gracias al empuje de un grupo de jóvenes intelectuales, viajados, que quisieron para su ciudad un bastión de modernidad y un emblema de lo mediterráneo.

El IVAM, obedeciendo esas voluntades, reúne, desde entonces, colecciones importantes (Julio González), exhibe periódicamente la obra de artistas contemporáneos y lleva a cabo un proyecto que lo define como punto de encuentro de las culturas del mar al que se asoma la propia ciudad de Valencia.

En esa línea se presenta Habitar el Mediterráneo, la muestra que acoge desde el 29 de noviembre hasta el 14 de abril del próximo año y para la que se han programado diferentes actividades como conferencias y proyecciones, que son complementarias de la exposición.

Ha sido comisariada por Pedro Azara, arquitecto y profesor de Teoría e Historia de la Arquitectura, con la colaboración del también arquitecto Tiziano Schürch y el patrocinio del Banco de Sabadell. Se han reunido más de ciento cincuenta obras procedentes de instituciones españolas y extranjeras así como de coleccionistas particulares y galerías de arte.

La pasión de Azara por la arquitectura, por la organización de la ciudad, por su función y por la vida que se desarrolla en ella está presente en todo el espacio expositivo; ese interés que refleja en escritos como Mediterráneo: del mito a la razón (2014) en el que aborda el orden en torno a un espacio central —el ágora o el foro— lo traslada a una instancia superior, el mar común, el lugar de encuentro de pueblos y civilizaciones.

En una entrevista publicada en 2017 por la revista Diagonal, el comisario revelaba otra de sus pasiones: la arqueología y la arquitectura de los pueblos antiguos. Según relataba, había participado en varias excavaciones —invitado por Maria-Grazia Masetti— para estudiar las condiciones de vida que habrían proporcionado a sus moradores las ruinas desenterradas, más allá de sus estructuras edificatorias.

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Mosaico con escenas portuarias (Vega Baja, Toledo) s. III d.C. Piedra, 210 cm.
El amor por la arquitectura y lo que representa en la vida de los hombres y el interés por las culturas antiguas y su presencia en las actuales son los mimbres con los que ha tramado un espacio fluido, que ocupa cinco salas, y que ha sido concebido con la idea de relacionar construcción y recorrido.

Se han utilizado andamios cubiertos por finas telas traslúcidas —como celosías— para separar las estancias; estas armaduras hablan en presente del verbo construir y se han recubierto de mallas —que separan pero no aíslan— delimitando los espacios sin encerrarlos entre paredes. Los andamiajes transmiten así al visitante la idea de unión de diferentes en un entorno compartido, el Mediterráneo.

Se ha editado un catálogo lujoso, no tanto por la manera en que se ha impreso sino por la literatura lúcida y esclarecedora que contiene; además del texto del propio Azara La imagen y habitar el Mediterráneo y del listado de artistas y obras, tiene otros artículos firmados por Laïla Ammar, arquitecta y profesora tunecina —Habitar el Mediterráneo—, Yazid Anani y Abed Al Rahman Shabaneh, dos arquitectos palestinos que dialogan sobre el paisaje urbano, y un tercero de la también arquitecta Blanca Pujals, titulado Contamination is transformation through encounter, en el que analiza las condiciones en las que se ha desarrollado la vida alrededor del Mesogeios Thalassa de los griegos o el mar intermedio de los árabes.

El mar en medio de las tierras: el protagonista indiscutido

Se pregunta Laïla Ammar si el Mediterráneo encierra una realidad o es un modo de cultura en sí mismo: «es —dice— esa mezcla de lo natural con lo sobrenatural, la fraternidad encontrada de hombres, animales y dioses (…) un sinnúmero de paisajes, mares y cuencas (…) civilizaciones apiladas unas sobre otras (…) una muy antigua encrucijada en la que todo ha confluido, enredando y enriqueciendo su historia (…) paradójicamente hoy, mar asesino-barrera para los migrantes que huyen».

En el siglo pasado, el historiador británico A. Toynbee afirmaba en sus escritos que «la civilización sigue el camino del sol»: desde Mesopotamia, pasando por Egipto, Grecia y Roma los pueblos han crecido y prosperado cuando han sabido dar respuesta a sus desafíos pero se han desintegrado cuando no han sido capaces de enfrentarse creativamente a ellos.

Todas esas civilizaciones aparecidas y desaparecidas a las que se añaden la bizantina, la judía, musulmana, turca, hispana y alguna más han ido construyendo la noción de mediterraneidad tan polisémica y plural como el número de países que rodea hoy el «lago salado», en palabras de Ammar, y han convertido, como señala Azara, al Mediterráneo, desde la antigüedad, en «una gran ciudad», el eje central sobre el que ha erigido la muestra.

El Mediterráneo, una gran metrópolis

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Pati blanc II, 2005. Joan Hernández Pijuan.
La exposición se ha estructurado en ocho apartados, todos ellos en torno a la ciudad y sus habitantes.

Se ha concebido como un viaje que parte del puerto de Valencia y se dirige a otras ciudades de la cuenca mediterránea: Barcelona, Marsella, Argel, El Cairo, Túnez, Estambul o Beirut.

No es solo un trayecto hacia los elementos arquitectónicos que componen los paisajes, lo es también hacia los modos de vida a los que esas edificaciones han dado lugar y por ello se compone de dibujos, pinturas, fotografías, instalaciones, esculturas, estatuillas, películas y textos que hablan de lo material tanto como de lo social y espiritual.

Algunas de las obras expuestas ocupan lugares propios y otras comparten espacios en los que se juega a los contrapuestos: antigüedad/modernidad o zonas públicas y privadas.

Las ciento cincuenta obras y la relación que establecen entre sí ofrecen imágenes de ciudades vividas diferenciando claramente los elementos arquitectónicos de sus habitantes, de los ciudadanos, del factor humano.

Se han reunido las piezas con las que se pueden reconocer las formas de habitar a partir de la arquitectura y el urbanismo, tanto del presente como de épocas pasadas: ciudades construidas sobre restos anteriores o con ellos, un rasgo peculiar de nuestra cultura y una labor de conjunto.

El recorrido se inicia en Llegada a puerto, el peso de la Historia, con unas maquetas en yeso de las montañas de Libia de Sergi Aguilar junto a diez dibujos del mismo autor y un mosaico romano con escenas mitológicas y de la vida diaria procedente de Vega Baja, Toledo, que evoca la vida al borde del mar

Como si de un gran impluvium se tratara, el Mediterráneo ha sido el patio central de una villa gigante con dos orillas que se han relacionado y complementado a lo largo de los tiempos. Las casas romanas y las del sur andaluz tenían áreas para lo público y para lo privado, para la intimidad, zonas diferenciadas que formaban un conjunto alrededor de la parte abierta donde se situaba la alberca, como si reprodujeran a pequeña escala la geografía del gran espacio compartido.

Estudiamos en los libros las civilizaciones antiguas y sus descubrimientos. Las hazañas y las creencias de las culturas que nos precedieron se conforman eternas en nuestra mente tal y como las hemos imaginado, pero su realidad es siempre otra: las consideradas primeras ciudades de la historia en Mesopotamia han quedado reducidas a polvo por el abandono, como muestran las fotografías de Ursula Schulz-Dornburg, o el recinto funerario de Saqqara en Egipto que se revela decrépito en las tomadas por Camille Henrot: turistas, perros callejeros y basuras rodean lo que en nuestras mentes vive como ejemplo de la magnificencia constructiva de la antigüedad.

Ocurre lo mismo cuando visitamos Atenas y descubrimos que no existe la ciudad que suponíamos, detenida en el tiempo, como no existe la Alhambra que relata Washington Irving en sus cuentos románticos. La vida ha seguido su curso.

Mesopotamia inventó la ciudad que nos precedería —aunque se discuta la primicia de Mohenjo-Daro, en el valle del Indo—, pero fueron los griegos los que la dotaron de un espacio público ubicado en el centro: el ágora. Hipodamos ordenó el barrio portuario de Mileto según un patrón devenido universal: el trazado ortogonal, en retícula, que aprovecha el terreno e intensifica actualmente las construcciones de la mayor parte de las ciudades occidentales.

Las calles musulmanas resultaban ser, sin embargo, los espacios que dejaba el agregado de viviendas, sin trazado previo, pero los dibujos de la artista germano-egipcia Susan Hefuna esbozan sobre el papel cuadrículas que bien pudieran representar el plano de una polis, una celosía o los complejos alrededor de las mezquitas: líneas que dibujan lazos de unión.

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Prayers, Jerusalem, 2009. Dora García (5 archivos de audio grabados el 20 de octubre de 2009 en Jerusalén).
La urbe se descubre a pie, como refleja el proyecto de Dora García: en otoño de 2009, cinco artistas, desde cinco lugares de Jerusalén, describieron, paseando, todo lo que veían y lo grabaron en cinco archivos de audio.

Las plazas, los espacios abiertos, formaban parte de una ciudad a la medida del hombre; algunas construcciones no lo son, como los proyectos de Le Corbusier para la ciudad de Argel, pensados a la medida de la multitud.

Las plazas, el lugar de reunión, de compraventa, de encontrar al otro, cuadradas o circulares, están presentes en las obras de Hernández Pijuan y en las fotografías de Hrair Sarkissian; las calles, avenidas y extrarradios se muestran en las fotografías de Gabriele Basilico y en la construcción en acero de la Via Laietana de Sergi Aguilar: la realidad observada desde una cámara o sintetizada en un concepto.

La casa es algo más que un lugar de habitación: existen maquetas votivas en la mayoría de culturas antiguas que han aparecido en tumbas, como la Casa de alma o La casa de tres alturas del Museo del Louvre, procedentes de Egipto, el hogar cuyo espíritu se lleva más allá de la muerte.

La casa abierta, el balcón y la celosía, las terrazas: «un balcón permite un cruce de miradas entre quien mira la calle y quien levanta la vista, una fachada sin balcones parece muda y mutilada…». Balcones como los que dibuja el escultor Juan Muñoz; existen las rejas que impiden el paso a extraños desde muy antiguo, como las de la Illeta dels Banyets, de Alicante. Y la celosía, tan característica de la cultura árabe, expresión de los espacios inciertos, ventana velada al exterior que tan bien retratan José Manuel Ballester en su Contraluz y Juan Uslé en Celosía, hitos de la muestra por su tamaño y por su representatividad.

Las terrazas se abren al cielo y desde ellas se domina la ciudad. Posición de francotiradores en Argel, Sarajevo y Alepo, son también lugares de vida y juego, espacios privativos de mujeres y niños en algunas ciudades del norte de África.

La civitas: de lo humano en la ciudad

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Campamento de refugiados de Al Bureji, 1976. Mohammed Al Hawajri. Fotografía: Laura Mínguez.
La polis griega y la urbs romana eran un conjunto de construcciones, pero, sobre todo, eran una civitas,una comunidad de ciudadanos, un tejido de relaciones humanas. Sin personas que las habiten las ciudades mueren; si son destruidas se pueden reconstruir: una ciudad es la voluntad de sus habitantes.

Quienes las pueblan no siempre tienen la misma condición: hay incluidos y excluidos, como en la antigüedad existían los ciudadanos y los no ciudadanos, los sinderechos (los no autóctonos, las mujeres en algunas áreas, los tullidos, los ancianos) representados aquí por un gran número de estatuillas, casi todas pertenecientes al periodo helenístico de la Roma imperial, cuando se reflejaba la realidad en toda su crudeza.

Hay grupos expulsados, obligados a abandonarlo todo, que deben construirse una vida provisional en un campo de refugiados, tan crudamente relatado en las acuarelas de Mohammed Al Hawajri

Las ciudades se cierran no solo al exterior: las murallas se construían para defender a sus habitantes de los que venían de fuera, pero también se construyen muros interiores que aíslan unos barrios de otros. A veces la vida se estanca en ellos: Los relojes de arena de Majd Abdel Hamid contienen hormigón molido procedente del muro que separa Israel de Palestina. El polvo cae, midiendo el paso del tiempo, pero a veces se detiene porque algún grano más grueso no pasa por el estrecho tubo. Es una metáfora magnífica, sencilla y muy conmovedora.

Existen ciudades históricamente en conflicto, inestables: el libanés Rayyane Tabet construye una gran maqueta de Beirut con pequeñas piezas de hormigón como si de un juego infantil se tratara; se juntan pero nada las une y por ello se pueden mover, hacerlas desaparecer, volver a colocar.

Hay ciudades que no conocemos porque el país entero se ha cerrado: en Albania, el dictador Enver Hoxha mandó construir setecientos cincuenta mil búnkeres —entre 1973 y 1982— de tamaño casi individual. Parece increíble, pero es una realidad que hoy día impide labrar los campos o trazar carreteras. La artista Anila Rubiku ha realizado un espectacular montaje recreando ese esperpento en pequeñas figuras de cemento o cera. Pero aun en las situaciones más surrealistas surgen motivos para la sonrisa: muchos de estos espacios fueron refugio de amantes furtivos e hicieron crecer la natalidad entre los jóvenes.

El Mediterráneo es luz

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Colour Correction. Camp Series, 2007-2010. Yazan Khalili.
El mar es luz para pintores, poetas, músicos, escritores, pero lo es, sobre todo, para los que lo habitan. El clima y la luminosidad también han creado un modo de vida diferente que aquí es mucho más relajado y sociable, como defiende Luis Racionero en su ensayo El Mediterráneo y los bárbaros del norte, jugando con las palabras en el propio título. Son muchos los que prefieren vivir en sus costas aunque la vida no siempre resulte apacible.

Pero en todas las sociedades hay gente interesada en enriquecerse a costa de lo que sea, sean particulares o sean administradores de lo público. El urbanismo salvaje ha creado pantallas de edificios que ocultan la naturaleza y que la obvian.

Esas torres de marfil, muchas veces inacabadas, esqueletos vergonzosos de la ambición, han sido fotografiadas por Randa Mirza en Beirut, y Julia Schulz-Dornburg en su Topografía del lucro.

Las ciudades para la diversión, tan denostadas por muchos intelectuales, son la otra cara de las ciudades en conflicto, aunque nos preguntemos si también hay sufrimiento en las primeras y si existen momentos de risa en las segundas. Realidades como Marina D’Or, el Benidorm promovido por Pedro Zaragoza, la Manga de Tomás Maestre, Magaluf o Ibiza satisfacen las ilusiones frívolas de la gran masa que ha podido imitar las vacaciones que antes de los años sesenta del siglo pasado estaban reservadas a las élites.

Durante el invierno se convierten en fantasmas deshabitados que no lloran porque nunca crearon un tejido ciudadano. Al otro lado del mar, en el pequeño campamento lleno de vida de Al-Amari, cerca de Ramala, en Siria, Yazan Khalili ha coloreado de esperanza el futuro que no existe y la inmovilidad de sus habitantes forzada por los otros.

El Mediterráneo es muerte también, es frontera maldita para muchos de los que buscan una vida diferente. Ha sido muerte para fenicios, para vándalos y en Lepanto, la muerte no le es ajena. Sus aguas profundas se despueblan de vida, esquilmadas por las crecientes necesidades nutritivas o maltratadas por residuos que le son extraños.

La instalación de Anna Marín, Sic transit, llena de alfileres el estrecho de Gibraltar, la única abertura.

La desesperanza se disipa cuando se llega a la salida: Khaled Jarrar firma una gran fotografía, Untitled, en la que se aprecia la vida en toda su fuerza, una rama se abre camino en el muro de hormigón, unas hojas le crecen.

Esta muestra es parte de la historia de un mar que se desecó parcialmente hace cinco millones de años pero que se llenó de vida cuando se separaron las tierras que permitieron la entrada de agua del océano. Es el mar de los imperialismos, de los conflictos religiosos, de las ambiciones monetarias, pero también es el mar cálido de los ciudadanos que han reconstruido una y otra vez sus formas de vida.

Una exposición para reflexionar mucho.

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Untitled, 2013. Khaled Jarrar
https://www.jotdown.es/2019/01/vivir-en-medio-de-la-tierra-poblar-nuestro-mar/
 
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