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*** yo también Pilou12 es un placer seguirte ! ******* QUE MARAVILLA **** __( esperare ansiosa los 7 años !)
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*** yo también Pilou12 es un placer seguirte ! ******* QUE MARAVILLA **** __( esperare ansiosa los 7 años !)
1967: UN ANTES Y UN DESPUÉS
Cómo se perdió la guerra contra las drogas (y qué hizo bien España)
Un nuevo estudio llama la atención sobre un apartado olvidado de la Comisión, que de haber sido más influyente, podría haber cambiado la historia del último medio siglo
La batalla oculta del siglo XX. (iStock)
HÉCTOR G. BARNÉS
08.06.2018
La revista académica 'Criminology & Public Policy' acaba de publicar un estudio que dará que hablar. Se trata de una pequeña revisión del último medio siglo de guerra contra las drogas a partir de un momento crucial de la historia estadounidense, en el que, bajo la presidencia del demócrata Lyndon Johnson, un grupo de expertos alumbró un innovador informe que, en palabras de los propios autores, estaba “décadas por delante de su tiempo”. De haberle hecho caso, quizá el panorama global de la lucha contra la adicción de las últimas décadas, marcada por la “guerra contra las drogas”, habría sido muy diferente y quizá no habríamos llegado a lo que ocurrió en 2011, cuando la Comisión Global de Políticas de Drogas anunció que “la guerra contra las drogas ha fracasado”.
El trabajo se centra concretamente en uno de los capítulos más olvidados de la conocida como Comisión sobre Aplicación de la Ley y Administración de Justicia (para los amigos y los medios americanos, “La Comisión”), un macroinforme publicado en 1967 que intentaba encontrar solución al acuciante problema que presentaba el crecimiento del sistema legal americano, impulsado, en parte, por el aumento en el consumo de drogas. La heroína, que durante décadas había sido el principal problema de las autoridades, empezaba a convivir con la marihuana que, durante los años de auge de la contracultura, había emergido como una alternativa que, para más inri, era consumida en estratos y grupos sociales muy diferentes. Uno de los problema era que estaba clasificada en el mismo grupo que la heroína.
La historia podría haber sido diferente si en 1967 las propuestas de la Comisión basadas en prevención y tratamiento se hubiesen considerado
¿Por qué resultaba tan rompedor dicho informe? Porque por primera vez proponía un enfoque centrado en la prevención y la salud pública, y no tanto en la erradicación absoluta del tráfico y consumo de drogas, el paradigma que había estado vigente desde principios de siglo y que había sido exportado por EEUU al resto de países desarrollados, primero a partir de la Ley Harrison, que prohibía el consumo de narcóticos sin precepto médico, y más tarde a través del director de la Oficina Federal de Narcóticos, Harry Anslinger, que promovió la prohibición de la marihuana y consiguió poner en marcha una guerra a nivel global basada en la persecución del consumidor y que perseguía la absoluta erradicación del consumo, no la minimización de sus efectos.
El enfoque de la Comisión va a contracorriente de todo ello. Para empezar, porque reconoce la adicción a las drogas como una “enfermedad crónica”, en la cual influyen multitud de factores tanto individuales como sociales, y anima a intervenir en dichos ámbitos para evitar que más personas caigan víctimas de ella. Además, pone en duda que la prohibición del consumo de marihuana fuese útil. Lo más importante, sin embargo, es su enfoque general en el que prevalece el tratamiento por encima del castigo a los usuarios. La Comisión estaba formada por algunos de los grandes expertos del tema, que ponían de manifiesto los límites del enfoque sobre drogas basado en la persecución.
La cocaína irrumpió en los 70 y cambió las reglas del juego. (iStock)
Fue, no obstante, un espejismo, como recuerdan los autores, Bryce Pardo y Peter Reuter, de la Universidad de Maryland. Durante las siguientes décadas, no solo no se adoptaron dichos principios, sino que se endureció la persecución a los pequeños traficantes y a los consumidores. Como recuerda el propio Pardo en una entrevista con 'The Appeal', la imagen de “los SWAT derribando puertas y arrestando a camellos en sus casas nace de la iniciativa de Reagan desde principios de los 80”. Era el siguiente paso en una lógica perversa que les había hecho creer que si podían mandar a un hombre a la luna, no sería tan difícil crear “una América sin drogas”. Una táctica que perjudicaría a los sectores más pobres de la sociedad, como los ciudadanos negros.
Y en España, ¿qué?
EEUU es un caso extremo de dicho enfoque prohibitivo y punitivo, que no obstante ha terminado influyendo en gran parte de las políticas globales sobre drogas. La situación en España, por sus peculiaridades históricas, es muy diferente, ya que el problema de las drogas no estalla en toda su magnitud hasta la llegada de la democracia. En 1967, una ley admitía que “el problema de los estupefacientes no ha adquirido en España la extensión e intensidad que presenta en algunas naciones extranjeras” y es en 1971 cuando aparece por primera vez en el código penal. Se consumen de forma legal anfetaminas, que se dispensaban en las farmacias.
España realizó un gran esfuerzo a la hora de prevenir, tratar y rehabilitar a toxicómanos
Ante la irrupción de la heroína a gran escala a partir de mediados de los años 70, España comienza a adoptar un enfoque punitivo-terapéutico. El primer gobierno socialista de Felipe González toma cartas en el asunto a instancias del Congreso a través del primer Plan nacional sobre Drogas (PNSD), que tenía vocación de consenso implicando a diversas fuerzas sociales tanto a las fuerzas con representación parlamentaria como a otros actores sociales. Como recuerda en su tesis doctoral Constanza Sánchez Avilés, centrada en la evolución de las políticas sobre drogas en España, los objetivos del plan “se enmarcaron en la convicción de que 'la lucha contra el consumo de drogas' había de basarse en la prevención, con un énfasis en la disminución de las desigualdades y de la marginalidad”, en consonancia con los principios socialdemócrata del gobierno socialista. No obstante, el acercamiento siguió enfatizando la importancia de la actuación policial, especialmente en lo concerniente a los grandes traficantes, tal y como estaba ocurriendo en el panorama global.
Los datos muestran que España realizó un gran esfuerzo a la hora de prevenir, tratar y rehabilitar a toxicómanos. En 1983 había 170 ambulatorios dedicados al tratamiento de heroinómanos y el presupuesto equivalía a unos 4,8 millones de euros actuales. Seis años después, en 1989, el dinero total superaba los 80 millones. A mediados de los años 90, el número de centros asistenciales había aumentado a 500, había 100 centros de dispensación de metadona y 40 de desintoxicación de carácter público. Son los años de extensión de los programas de metadona por toda España, una medida paralela al aumento del presupuesto destinado a esta cuestión.
¿Puede clasificarse la marihuana en la misma categoría que la heroína? (iStock)
¿En qué posición se sitúa nuestro país? Como recuerda Sánchez Avilés en su trabajo, “ante las diferencias de enfoque que se han planteado en el seno de la CND [Comisión de Estupefacientes] entre los partidarios de un enfoque sanitario y asistencial y quienes planteaban la necesidad de enfoques más represivos, el gobierno de España, al menos a nivel de discurso, ha tendido a adoptar una posición intermedia”. La conclusión de la autora, no obstante, es que muchas de sus políticas han tenido como objeto dar respuesta a factores específicos del contexto nacional: “España ha optado por aplicar un conjunto de políticas desviadas [del régimen internacional de control de drogas] manteniendo un perfil modesto a nivel internacional, sin oponerse a la visión ortodoxa del régimen internacional”.
¿Qué ocurre en Portugal, considerado cada vez más el país modelo a la hora de combatir la drogadicción? Para los autores del último trabajo, es un buen ejemplo de cómo la discusión va más allá de legalización y prohibición. Aunque nuestro país vecino no haya legalizado las drogas, su enfoque, centrado en la despenalización del consumo y, sobre todo, en un potente programa social de apoyo al ciudadano, por el cual el consumidor es desviado a un programa u otro tras una valoración realizada por médicos, abogados y trabajadores sociales, le ha convertido en referencia global. Allí, como en España, quizá no se perdió la guerra contra las drogas porque nunca la hubo, al menos en los términos empleados en EEUU.
Olvidarlos no, que sirve de ejemplo a los actuales....Un déspota megalómano total. Todo su reinado lo pasó en guerras para arrebatar sus dominios al Imperio español. Cuando murió el pueblo, en la miseria por los impuestos, se atrevió a echar piedras a su féretro. En su vida privada un amoral sin escrúpulos, con favoritas delante de la reina y haciendo que los bastardos legitimados viviesen junto al único hijo legítimo y su familia. Su Versalles, habitado a la fuerza por los nobles ociosos, siguiendo su ejemplo, era una Sodoma, donde el hermano del rey le provocaba asistiendo vestido de mujer a las fiestas del brazo del amante de turno. Solo la idea de que podía haber estado acostándose con una asidua a misas negras a la que había hecho siete hijos - la Montespan - le empujó a refugiarse en los conyugales brazos de la beata Maintenon, fanática católica que terminó con la tolerancia religiosa del Edicto de Nantes. Un personaje para olvidar y su entierro repudiado por el pueblo anunció la revolución que estallaría 74 años después de su muerte.
Olvidarlos no, que sirve de ejemplo a los actuales....
Las chicas que les volaban los sesos a los nazis
Lyuba Vinogradova revisa la historia de las francotiradoras soviéticas en la Segunda Guerra Mundial
JACINTO ANTÓN
Barcelona 27 OCT 2017 - 23:58 CEST
Francotiradoras sovéticas de la Segunda Guerra Mundial.
Eran en su mayoría muy jóvenes, algunas unas crías. Procedían de toda la Unión Soviética. El Ejército Rojo las reclutó a millares en la Segunda Guerra Mundial para emplearlas como francotiradoras: debían apuntar sus armas en la distancia y volarles los sesos a los soldados enemigos, literalmente. Esa era su misión, ese era el oficio para el que las preparaban meticulosamente, y aunque mataban nazis que habían invadido y devastado su país y muchas consiguieron largas listas de víctimas e incluso algunas llegaron a disfrutarlo, no hubo prácticamente ninguna que no se desmoronora y llorara su primera vez, al alcanzar con su arma a un ser humano. Tampoco se libró ni una de ellas, rodeadas de una gran masa de camaradas sexualmente hambrientos, de tener que soportar el acoso y los abusos de sus mandos y compañeros varones, mayormente ebrios: un verdadero combate en dos frentes. Pese a que varias se hicieron muy populares y hasta consiguieron el título de Heroinas de la URSS, no pudieron hacer luego carrera en el ejército y a su regreso a casa se las denostó a menudo como viragos o prost*tutas.
Lo cuenta la investigadora rusa Lyuba Vinogradova (Moscú, 1973) en su espeluznante y a la vez conmovedora historia de esas francotiradoras Ángeles vengadores (recién publicada en Pasado & Presente). Vinogradova, reconocida colaboradora de Antony Beevor y Max Hastings y de la que la misma editorial ya publicó su obra sobre las no menos asombrosas aviadoras soviéticas de la misma contienda (Las brujas de la noche, 2016), incluye en su libro los testimonios directos de algunas francotiradoras a las que ella mismo conoció y entrevistó. Como Yekaterina Térejova, de 90 años y con una leve cojera resultado de una herida de guerra en Sebastopol, que había abatido a treinta alemanes. Aunque parezca un score tremendo, la cifra palidece ante las de algunas de sus camaradas, como la legendaria Liudmila Pavlichenko, considerada la mejor francotiradora de todos los tiempos, a la que se acreditan 309 víctimas mortales (Vinogradova cuestiona el dato), la mayor parte con su rifle semiautomático Tokarev SVT-40 con mira telescópica de 3.5 aumentos (la mayoría de los francotiradores, sin embargo, preferían el más sencillo rifle de cerrojo Mosin-Nagant, más preciso).
Las francotiradoras fueron, con las aviadoras, la élite de las mujeres soldado soviéticas, de las que el Ejército Rojo, ante la escasez de varones por la sangría de la contienda, envió al frente más de medio millón (muchas más si incluimos a las partisanas y las milicias civiles) para servir en todos los puestos, desde simple infantería a zapadoras, artilleras y tanquistas. La iniciativa contrasta con la oposición absoluta de Hitler a que las alemanas tomaran las armas.
A las francotiradoras, que obligaron a millares de soldados alemanes a andar a gatas, se las adiestró como a sus colegas masculinos y padecieron como ellos los rigores de una guerra salvaje, a los que se sumaron penurias específicas como que les cortaran las trenzas, no disponer de ropas y calzado adecuados, de instalaciones sanitarias específicas o de las medidas de higiene que requerían. La regla era un fastidio cuando cazabas nazis. Muchas, cuenta Vinogradova, llevaban las braguitas y sujetadores que habían traído de casa debajo de la ropa interior reglamentaria de hombre. Se las enseñó a disparar, a camuflarse, a permanecer inmóviles largos periodos de tiempo. Vinogradova cita que algunos estudios apuntaban (valga la palabra) que ellas podían tener más rendimiento en la caza al ser más tranquilas y pacientes. En su contra tenían la dificultad de encajar el violento retroceso del fusil.
“Era por supuesto mucho más difícil y traumático matar a una persona con el rifle que desde un avión”, señala. “A 200 o 300 metros, a través de la óptica, ves perfectamente la cara de tu víctima, sabes muy bien a quién estás matando. Todas explican que el primer muerto era un gran shock. Algunas se acostumbraban, otras no”. Al matar a su primer alemán, Lida Lariónova saltó de la trinchera horrorizada y corrió hacia sus filas gritando: “¡He matado a una persona!”. Tonia Majliaguina, que era huérfana, se lamentó tras abatir al primero de los suyos: “¡Era el padre de alguien, y yo lo he matado!”. La muerte fue dejándolas de impresionar de manara gradual. “¡Un cartucho, un fascista!”, animaba Roza Shánina cuando llevaba ya más de veinte alemanes. Murió casi al final de la guerra, con el vientre abierto por la metralla, tratando de contener con las manos los intestinos que se le desparramaban y pidiendo a sus compañeros que la mataran rápido. Cuando le entregaron la medalla que había ganado, Bella Morózova hizo lo posible por enseñar solo un lado del rostro.Una bala le había entrado por la sien del otro atravesándole la cavidad nasal y dejándola sin un ojo. Tenía solo 19 años. Y regresó al frente. El soldado que se había enamorado de ella no cambió de opinión tras verla desfigurada y tras la guerra formaron una familia y vivieron muchos años juntos; un raro final feliz.
Las francotiradoras luchaban en parejas y la muerte de la compañera, muy habitual, solía representar un trauma terrible. Alguna perdió hasta cuatro.
Liudmila Pavlichenko, al acecho.
Vinogradova resigue la carrera de un buen número de francotiradoras a lo largo de la guerra. Casos muy notables como los de Natasha Kovshova (capaz de darle a sus objetivos en el puente de la nariz, su firma) y Masha Polivánova, una de las parejas más notables de francotiradoras. En 1942, en Sutoki-Byakovo, prestaban apoyo a un francotirador varón y un ataque los dejó aislados a los tres. Fueron heridos y las chicas —su compañero pudo arrastrarse y escapar— se juramentaron en su pozo de tiradoras para no caer vivas en manos del enemigo (lo que significaba invariablemente para una francotiradora violación, tortura y ejecución). Quitaron el seguro de sus granadas, esperaron a que llegaran los atacantes y entonces las hicieron estallar matándose y llevándose por delante a unos cuantos alemanes.
Hay casos como el de Sasha Shlíajova, a la que la coquetería de conservar una bonita bufanda roja durante su sus misiones le costó que la matara un francotirador alemán. A Tania Baramziná, elegida como francotiradora aunque era corta de vista y llevaba gafas, la capturaron, torturaron y mataron con un lanzagranadas.
Dedica un capítulo Vinogradova a Pavlichenko, que visitó EE UU en loor de multitudes, a la que Woody Guthrie le dedicó una canción y que fue admirada por Chaplin, que le besaba los dedos fascinado, decía, de que hubieran matado a centenares de nazis. “Encuentro su historia muy extraña”, señala la autora. “En realidad considero que cualquier estrella con más de 300 muertos, femenina o masculina, es falsa. La propaganda necesitaba héroes”. Vaya, ¿y Záitsev, el gran tirador que aparece en Enemigo a las puertas? “Muchos de los francotiradores que he conocido eran muy escépticos con su tanteo. Lídiya Bakieva, que mató a 76 alemanes me dijo: 'Eras super afortunada si le dabas a uno al día. Matar diez, bueno, ¡eso habría requerido que se pusieran en fila esperando a que les dispararas!”.
Las francotiradoras Kiseliova, Bulátova y Morózova y un colega varón, en 1944.
https://elpais.com/cultura/2017/10/21/actualidad/1508538803_215725.html