Cuadernos de Filosofía

Peter Kingsley y el catafalco
Nos guste o no, dice este filósofo británico, la cultura occidental ha muerto, aunque hay recetas para redimirnos
peter-kingsley-klLB--620x349@abc.jpg


SeguirAndrés Ibáñez
Actualizado:05/04/2019 00:59h

Poco antes de morir, Carl Gustav Jung tuvo la visión de que a la humanidad le quedaban sólo cincuenta años y luego llegaría su final. Esto sucedía en 1961. En 2011, cincuenta años después, tuvo lugar la catástrofe de Fukushima, en una época de desastres, crisis y reestructuraciones mundiales a la que aún no le vemos el final. Esa visión es el punto de partida del último libro de Peter Kingsley, una obra impresionante titulada Catafalque y dividida en dos gruesos volúmenes, uno escrito al estilo Kingsley, una especie de vórtice envolvente y obsesivo que atrapa la atención del lector para llevarle tenazmente hacia conclusiones asombrosas y otro dedicado a las notas y a la erudición. Kingsley insinúa que si el primero, como buen catafalco, es un gigantesco monumento funerario dedicado al fin de nuestra civilización, el segundo ofrece, de forma secreta (y quizá inútilmente) varias recetas de salvación.

Nos guste o no, dice Kingsley, la cultura occidental ha muerto. Hemos de prepararnos para este final, nosotros, los últimos representantes de este mundo que se acaba. Pero dice también algo que me intriga. Kingsley practica una «incubatio», el antiguo ejercicio de meditación o yoga nidra de los sacerdotes-magos griegos, y tiene una visión: que en realidad no estamos al final de una época, sino en la mitad. «En la mitad, y totalmente perdidos», dice, ya que «a causa de nuestra desidia y nuestra amnesia» hemos olvidado el vínculo que une nuestro futuro con nuestro pasado. La búsqueda de ese vínculo fue el centro de la obra de Jung y es, me parece, lo único que podría salvarnos de la total catástrofe en la que parecemos hundirnos.

Me quedo con este último pensamiento. Yo lo interpreto así: estamos en medio de una época, no al final. Nuestra historia no ha terminado. Si nos hundimos, o parecemos hundirnos, no es porque no nos quede camino que recorrer, sino porque no nos atrevemos a seguir avanzando. ¿Por qué? Porque no nos atrevemos a unir el futuro con el pasado, obsesionados con la fantasía del progreso, la «modernidad» y las máquinas.
https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-peter-kingsley-y-catafalco-201904050059_noticia.html
 
EL HUEVO Y LA GALLINA DIVINOS
Así nacieron los dioses modernos: una nueva teoría sobre la evolución de las religiones
Un nuevo trabajo publicado en la revista 'Nature' concluye que los conocidos como dioses moralizantes aparecen después de las sociedades complejas, y no antes



imagen-sin-titulo.jpg


'No matarás'. (iStock)


HÉCTOR G. BARNÉS

27/03/2019



“Dios le dijo a Abraham / Sacrifícame un hijo / Abi le dijo 'venga, hombre, me estás vacilando' / Dios dijo 'no', Abi dijo '¿qué? / Dios le respondió 'haz lo que quieras, Abi, pero la próxima vez que me veas, sal corriendo por patas / Así que Abi le dijo '¿dónde quieres que le mate? / Dios le dijo 'en la autopista 61”. Pocos retratos del dios vengativo del Antiguo Testamento son tan divertidos como este fragmento de 'Highway 61 Revisited' de Bob Dylan, que bromea con la imperturbabilidad de esa deidad judía capaz de exigir a Abraham el sacrificio de su único hijo Isaac como prueba de su fidelidad. Un instante de suspensión del orden moral por parte de Dios.

Una de las grandes preguntas que han dividido a historiadores, antropólogos y arqueólogos es cómo y por qué surgen las deidades en cada cultura y por qué razón evolucionan en un sentido u otro. Más concretamente, cómo los dioses castigadores como el del Antiguo Testamento, que ponen a prueba hasta el límite a sus seguidores bajo la amenaza de un terrible castigo (convertirte en estatua de piedra es lo mejor que te puede pasar), evolucionaron en lo que se ha denominado “dioses moralizadores”. Su furia ya no se dirige hacia los que osan desatender sus caprichos, sino que se preocupan por cuestiones morales. Ya saben: respeta al prójimo, no le robes sus pertenencias, cuida a tus padres u otros predecesores directos de los diez mandamientos, que conjugan tanto la adoración (“no adorarás a falsos dioses”) como lo moral (“no matarás”).

Los dioses moralizantes aparecieron durante la segunda dinastía en el período arcaico de Egipto, alrededor del año 2800 a.C.


Una nueva investigación sugiere, resolviendo esta ecuación del huevo y la gallina, que los dioses moralizadores aparecen después, y no antes, de las sociedades complejas. En otras palabras, desmiente una de las hipótesis más populares hasta la fecha, que era que el surgimiento de esta clase de deidades era lo que provocaba, debido a su intervención en el día a día de la población, que las sociedades se desarrollasen. Según esta hipótesis, la de los dioses moralizadores, agentes como el Dios de Abraham o el karma budista “aceleraban la complejidad social”, al proporcionar códigos de conducta que permitían una mejor convivencia.


Los resultados, obtenidos a partir de un análisis de 12 regiones donde se dispone de una gan cantidad datos sobre su complejidad social, señalan lo contrario. Fue antes la gallina que el huevo: es cuando las sociedades alcanzan un grado superior de complejidad cuando los dioses comienzan a olvidarse de sangrientas venganzas y a preocuparse por la vida moral de los humanos, y no al revés. El estudio ha sido realizado por un grupo de 13 investigadores dirigidos por Harvey Whitehouse, Pieter François y Patrick E. Savage, los tres pertenecientes al Centro de Estudios sobre la Cohesión Social de Oxford, y los resultados han sido publicados en 'Nature'.

La era de la religión
La del Antiguo Egipto fue una de las sociedades más prósperas y desarrolladas de su tiempo, una cultura que sacaba siglos de ventaja a la mayoría de sus vecinos. Por eso, no es de extrañar que fuese allí donde aparecieron los primeros dioses moralistas. Al menos los analizados en este estudio. Ocurrió durante la segunda dinastía en el período arcaico de Egipto, alrededor del año 2800 a.C.. La diosa Maat, hija de Ra, era la de la verdad, la justicia y la armonía cósmica. Pero también, el 'maat' se convirtió en un concepto que representaba todos esos valores humanos, muy humanos, similares al concepto de virtud que terminaría formando parte de la cosmogonía judeocristiana.



scene-from-egyptian-mythology-maat-goddes-of-order-and-truth.jpg


Nos llevan siglos de ventaja. (iStock)




A lo largo del segundo milenio antes de cristo, otras muestras de dioses moralistas comenzaron a aflorar en regiones como Mesopotamia (alrededor del 2200 a.C.) o Anatolia, la actual Turquía (1500 a.C.). También en China, alrededor del 1000 antes de Cristo. Fue tan solo la primera semilla de lo que pronto se convertiría en una tendencia mucho más generalizada. A lo largo del primer milenio antes del nacimiento del mesías cristiano, cada vez más religiones locales comenzaron a adorar a dioses moralizantes, incluso antes de que las grandes religiones de la época (como el zoroastrimo o el budismo) llegasen a dichos lugares. Un ejemplo proporcionado por los investigadores: los dioses romanos ya castigaban a los que no incumplían sus promesas alrededor del siglo V a.C. En otras palabras, no hubo que esperar a Jesucristo para que los dioses mostrasen su cara más cotidiana.

La frontera se encuentra aproximadamente en el millón de ciudadanos, como explica el estudio. “Incluso si los dioses moralizantes no desencadenan la evolución de sociedades complejas, pueden representar una adaptación cultural necesaria para mantener la cooperación en la sociedad una vez que han sobrepasado determinado tamaño, quizá debido a la necesidad de someter a poblaciones diversas en imperios multiétnicos a un poder de mayor nivel”, explica el autor. Es decir, eran un útil pegamento social a medida que los imperios aumentaban de tamaño. Un dios vengativo podía asustar y crear obediencia, pero un dios moralizante tenía una función adicional: regular el comportamiento diario de habitantes pertenecientes a culturas muy diferentes.

Estas comunidades tenían miedo de las plagas de langostas, las enfermedades o las malas cosechas si no cumplían con los deseos de sus dioses

Es lo que ocurrió, por ejemplo, cuando el imperio español llegó a Sudamérica y arrasó sociedades complejas como la inca. “En estos casos, las doctrinas moralizantes podrían haber contribuido a estabilizar los imperios, al mismo tiempo que impedían las expansiones futuras”, explica el estudio. Es el caso de la conquista de Kalinga por el emperador Asoka, “el pacifista”. Kalinga, un estado de la costa este de India, cayó alrededor del 262 a.C. bajo el poder mauria tras una cruenta guerra. La historia cuenta que Asoka quedó conmovido por los lamentos de los familiares de los muertos, y que sus remordimientos probablemente le llevaron a adoptar el budismo y a renunciar a la guerra. En este caso, el dios budista moralizante no sirvió para controlar a los subyugados, sino para poner freno a un imperio, el mauria, que se expandía a través de la sangre y el fuego.

Misterios de la era Axial
El filósofo alemán Karl Jaspers acuñó el término Era Axial para referirse al período más determinante en la historia del hombre, aquel en el que las tres grandes regiones de Eurasia (Occidente, India y China)comenzaron a compartir su línea de pensamiento. El hombre toma conciencia de sí mismo, surgen los conflictos filosóficos, las grandes corrientes de pensamiento adquieren su forma moderna y las viejas costumbres son puestas en duda. Un período de excepcional riqueza intelectual que se desarrolla entre el 800 a.c. y el 200 a.C., y que engloba confucionismo, taoísmo, budismo, jainismo, zoroastrismo, judaísmo, la sofística, Platón, Heráclito y Tucídides.



mapa-religiones.jpg




Para los autores, la explicación no encaja dentro de esta teoría de la Era Axial y su torbellino de novedades, ya que en algunas de esas regiones, como ya hemos visto (en concreto, la línea que une Egipto, Mesopotamia y Anatolia) los dioses moralizantes ya habían aparecido durante el milenio anterior. Lo más probable, recuerdan, es que estos dioses ocasionasen la aparición de las primeras identidades a gran escala: “Nuestros datos sugieren que, al menos, los rituales doctrinales condujeron al establecimiento de identidades religiosas a gran escala”. Y estaban basadas por lo general en los dioses moralizantes, no en los vengativos.

¿Qué ocurre con aquellas terribles deidades? Una investigaciónpublicada hace un par de años mantenía, a partir de un análisis de los sistemas religiosos de Austronesia (las pequeñas islas que unen Madagascar hasta la Isla de Pascua) que el castigo sobrenatural solía anteceder la complejidad política pero “la creencia en las deidades supremas emerge después de la formación de culturas complejas”, como mantenía su principal responsable, el especialista en evolución cultural de la Universidad de Auckland en Nueva Zelanda Joseph Watts.

Las buenas o malas cosechas ya no eran tan importantes como la posibilidad de que los vecinos se robasen el fruto de su trabajo unos a otros

“Estas comunidades tenían miedo de que las cosas como plagas de langostas, las malas cosechas o las enfermedades si no cumplían con los deseos de sus dioses”, explica el profesor. “Este miedo estimulaba su trabajo, permitiéndoles que sus cosechas floreciesen y produjesen más de bienes, y por lo tanto, permitiendo que los pueblecitos se convirtiesen en ciudades y comunidades más grandes”. Fue después de ello, a medida que los pueblos comenzaban a desarrollarse, cuando los dioses cambiaron el gesto de su cara, y comenzaron a preocuparse por asuntos más humanos. Las buenas o malas cosechas ya no eran tan importantes como la posibilidad de que los vecinos se robasen uso a otros el fruto de su trabajo. La historia del ser humano había cambiado para siempre.

https://www.elconfidencial.com/alma...n-dioses-modernos-evolucion-religion_1907310/
 
Muere, a los 82 años, el filósofo Javier Muguerza
Fue fundador y primer director del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas
muguerza-kPXH--620x349@abc.jpg


0

El filósofo Javier Muguerza ha muerto hoy en Madrid a los 82 añosde edad, según ha confirmado la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), de la que era catedrático emérito. «Fue seguramente el intelectual español más influyente de la segunda mitad del siglo XX, responsable de la modernización de la filosofía española. Desde la facultad de Filosofía de la UNED, de la que fue impulsor, nos unimos al duelo», ha señalado la institución.

A estas condolencias se ha sumado el ministro de Cultura y Deporte, José Guirao, quien ha destacado la figura de Muguerza como un «nombre clave en la filosofía contemporánea española y creador del Instituto de Filosofía del CSIC».

Nacido en 1936 en Coín (Málaga), era catedrático emérito de Ética en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), tras haberlo sido con anterioridad en la de La Laguna (Tenerife) y la Autónoma de Barcelona. Además, ha sido cofundador y primer director del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). También presidía desde su fundación el Comité Académico de la Enciclopedia Ibero-Americana de Filosofía.

Entre los títulos publicados, «La concepción analítica de la filosofía» (1974), «La razón sin esperanza» (1977), «Desde la perplejidad. Ensayos sobre la ética, la razón y el diálogo» (1990) o «Ética de la incertidumbre» (1998).

https://www.abc.es/cultura/abci-muere-82-anos-filosofo-javier-muguerza-201904101629_noticia.html
 
ENTREVISTA
Santiago Beruete: “Sócrates, Platón y Aristóteles se drogaban. Dijeron cosas muy sensatas y auténticas memeces”

Anatxu Zabalbeascoa

14 ABR 2019


1554729884_149824_1554731871_noticia_normal.jpg




Es antropólogo y filósofo, pero ante todo profesor. Un divulgador cuyos estudios sobre las conexiones entre la utopía y los estilos en jardinería le han llevado a esbozar una original teoría en torno a la búsqueda de la felicidad. Su objeto de estudio más reciente es la paradójica relación que mantenemos con la naturaleza, a la que encumbramos y destrozamos sin medida. Provocar la curiosidad es su leitmotiv


Entrevista:
https://elpais.com/elpais/2019/04/08/eps/1554729884_149824.html
 
ENTREVISTA | Diego S. Garrocho, filósofo y escritor

"Somos una generación forzada a vivir la nostalgia porque se nos han truncado las esperanzas en el futuro"
Creación cultural

Alianza Editorial publica Sobre la nostalgia, un brillante ensayo sobre un sentimiento tan antiguo como la añoranza y tan presente en nuestra cultura actual como el enésimo remake de la película de tu infancia

"La idealización del pasado entraña riesgos muy serios porque nos puede llevar a ciertos pensamientos totalitarios"

"Ha habido una capitalización de esa pulsión nostálgica"

Francesc Miró
14/04/2019 - 20:53h
CfakepathMG4732jpg_EDIIMA20190411_0714_20.jpg

Diego S. Garrocho, autor de 'Sobre la nostalgia'. Benedicto Moya/ Anaya.

"Nuestros bienes comunes no son productos que nos ofrece el Estado, son nuestras conquistas"
Puede que sea una de las palabras más utilizadas de la actualidad. En este texto la verá escrita en numerosas ocasiones. Se habla de su presencia en la industria cultural, en el cine y las series. Se escribe de remakes, reboots, secuelas de películas que todo el mundo creía olvidadas... Pero como sostenía Hayao Miyazaki en El viaje de Chihiro, nada de lo que sucede se olvida jamás, aunque nosotros no podamos recordarlo.

Bien lo sabían los pacientes del médico suizo Johannes Hofer que en 1688 defendió una tesis doctoral en la Universidad de Basilea en la que acuñaría un término único: nostalgia. Varios de sus pacientes presentaban una serie de patologías que, según él, estaban relacionadas con pasar largos tiempos alejados de la tierra de nacimiento y sus seres queridos. A todos ellos les abandonaban los males que les aquejaban gracias a un retiro de vuelta en el hogar familiar. De hecho, el origen de la palabra anida en los vocablos griegos νόστος -'nostos', o regreso- y ἄλγος -'algos', o dolor-, en lo que podría traducirse como el dolor por regresar.

A esta palabra de nueve letras se dedica el amplio y brillantemente construido ensayo Sobre la nostalgia. Damnatio Memoriae. Un texto entre lo filosófico y lo antropológico publicado por Alianza Editorial y escrito por el profesor de Ética y Filosofía Política de la Universidad Autónoma de Madrid, Diego S. Garrocho. Un recorrido fascinante por las distintas derivas en las que el vocablo se ha aplicado a lo largo de estos siglos, y cómo ha cambiado nuestra percepción del mundo que nos rodea. De nuestra idea de memoria, tiempo y presente.

¿Cómo nace Sobre la nostalgia?



Hoy-sonamos-hacer-revolucion-padres_EDIIMA20190411_0888_1.jpg

Todo parte de una vivencia personal. Yo soy una persona obsesivamente nostálgica y el tema siempre me había interesado. Pero además comencé a detectar que había un movimiento social que se empezaba a comprometer con una experiencia nostálgica.


Me sorprendía ver a mis alumnos con las camisetas de Juventud Sin Futuro. Aquel lema resumía perfectamente el espíritu de una época que fue prendiendo. Así que el libro surge de lo que en principio es una experiencia personal y empiezo a ver que esta rima con el tiempo que estamos viviendo.

Me interesaban mucho los mecanismos de olvido y memoria y a partir de ahí empecé a tirar de hilos con muy buena fortuna, e investigar la construcción social de la nostalgia. Había un territorio fascinante que me permitió construir un libro sincopando la parte de investigación con la cuestión afectiva y social. Y salió un texto a mitad de camino entre la filosofía y la historia cultural.

En el libro dice que no hay nada más moderno que la nostalgia porque no hay nada más antiguo que el futuro. ¿El ser humano siempre ha sido nostálgico aún cuando no tenía una palabra para determinar ese sentimiento?

Esa es una de las grandes dudas del libro que deliberadamente dejo abierta. ¿Cómo se construye la experiencia? ¿A través de conceptos o del cuño de las palabras con que las nombramos? La apuesta es que sí, que la añoranza singular que es la nostalgia no solo es anterior a la Modernidad, sino que hay testimonios clásicos como la Odisea que son textos consagrados a la misma.

Lo que sí que está claro es que, a partir de la Modernidad, la nostalgia se radicaliza en sus usos artísticos, clínicos, culturales, filosóficos y políticos. También por esa pérdida de la autoridad con la que tiene que ver toda la Modernidad, que sin embargo seguimos echando de menos. Me refiero a que el habernos quitado el yugo, era algo liberador, pero nos hizo pensar que aquello también abrigaba. Como una suerte de síndrome de Estocolmo. Hay una pulsión en la Modernidad que es echar de menos la palabra del padre, da igual si fuera el César, el Rey Absoluto, el Papa o el canon cultural. En cierto modo, la nostalgia es un precio de la libertad.

Entonces, empezó a investigar el tema porque notaba que había socialmente un compromiso con la nostalgia. ¿Es un sentimiento particular de la generación millennial, o es el resultado de una industria cultural que ha visto en la nostalgia un nicho de mercado?

Creo que hoy vivimos una época culturalmente más nostálgica que otras. Es decir, es cierto que los masones del siglo XVIII podían ser nostálgicos del mundo egipcio o que el Renacimiento echase de menos al clasicismo. Pero parece claro que la industrialización de la nostalgia ha acontecido de forma muy evidente a principios del siglo XXI.

Ha habido una capitalización de esa pulsión nostálgica que ha hecho que no solo los movimientos conservadores sean nostálgicos. Incluso las experiencias que imaginan la revolución lo hacen mirando hacia atrás. Hoy soñamos con hacer la revolución de nuestros padres.

El año pasado fue pesadísimo porque era el aniversario de mayo del 68 y demostraba una ausencia imaginación política evidente el hecho de que no podíamos imaginar una revolución que no fuera como aquella, con los adoquines, la arena de playas, los puños en alto... El último libro de Alberto Olmos, Ejército enemigo, tenía a una chica con el puño en alto en la portada. Parecía una foto de mayo del 68 pero era una foto del otro día en una mani de estudiantes en París. En ese sentido creo que somos más nostálgicos que nunca. Somos una generación a la que se le ha forzado a vivir esa nostalgia en la medida en que se le han truncado las esperanzas en el futuro.

Hablando de mayo del 68, hace unas semanas, en una entrevista le pregunté a Ismael Serrano por qué seguíamos cantando canciones como Papá cuéntame otra vez o L'estaca... ¿No tenemos referentes que construyan nuevos imaginarios?

Ostras... yo le entrevisté siendo un chaval, cuando sacó esa canción. Él, con mucha gracia, contaba que aquel tema era una bronca generacional. Pero yo no lo tengo tan claro. Creo que en el fondo es una canción mucho más nostálgica de lo que él pretende. Tiene muy poco de bronca y mucho de ensoñación. Incluso si uno cogiera verso a verso Papá cuéntame otra vez, se podría debatir sobre la conveniencia de la misma.

No creo que hayamos perdido los referentes, sino que se ha perdido la necesidad de construirlos. Durante mucho tiempo la sociedad contestó a la conveniencia de conductas ejemplares, de que existiesen personas que merecieran ser imitadas. Modelos morales o de conducta. Creo que eso se está revirtiendo y vivimos un momento más constructivo en esa propuesta de referentes morales. Ya nadie se atrevería decir 'todo es opinable, nada es bueno o malo'. No, perdona, la violencia machista no es opinable. Ya no lo es y eso es un avance.

Diego-Garrocho-autor-nostalgia_EDIIMA20190411_0723_20.jpg

Diego S. Garrocho, autor de 'Sobre la nostalgia'. FOTO: BENEDICTO MOYA (ANAYA)

Remedios Zafra sostenía en el libro El entusiasmo que uno de los condicionantes más importantes de la creación cultural actual es que no existen los medios materiales que permitan sustentar una vida dedicada a la cultura o la creatividad. ¿Puede que la precariedad haya influido en la creación de referentes? ¿Que la impida, de hecho?

Remedios me parece una de las máximas referentes en pensamiento crítico de nuestro país y de hecho va a abrir el curso del máster que coordino. Pero he de disentir en este pensamiento. A ver, me gustaría que quedara claro porque no quiero que haya en esto una ambigüedad que haga que se resienta el discurso: esa precariedad hay que discutirla, combatirla y denunciarla. Pero creo que no es necesariamente la causa de los males culturales que tenemos. Escenarios de absoluta precariedad, cuando no miseria, han alumbrado a grandes genios. Épocas de decadencia que han dado obras absolutamente geniales.

Ahora bien, hay que subrayar que esto no puede ser una estrategia de legitimación de la explotación de las personas. Hay que combatir la precariedad con todo lo que tengamos. Nuestra generación ha sido especialmente maltratada en este sentido. Pero tampoco creo que vivamos una época especialmente infecunda en lo cultural. La nostalgia como motor cultural podía estar presente en Goethe pero nadie diría que es un mal autor porque es un autor nostálgico. La nostalgia puede, paradójicamente, alumbrar conductas brillantes.

Ahora que habla de nostalgia como motor cultural: hoy en día se mercadea con ella a nivel global y multitud de productos culturales escapan a la mirada actual. Remakes, reboots y adaptaciones en acción real de clásicos animados como Dumbo, El Rey León o Aladdinson ejemplos. ¿Es Disney responsable de la generación más nostálgica de la historia?

Yo le concedería menos poder a Disney en esto del que solemos darle, porque no estoy tan seguro de que Disney infunda en nosotros nostalgia sino que triunfa porque el ser humano es un animal nostálgico. Hemos constatado que el presente no sirve, el mundo en que vivimos, incluso cuando seamos felices y contemos con una razonable protección material, ya no nos basta.

Entonces, a esa falta casi constitutiva del ser humano que es el echar de menos se suma el no estar a gusto con su situación por bien que le vayan las cosas. Y creo que una industria como Disney es capaz de dirigir sus productos culturales hacia este sentimiento. En su caso de una forma bastante obvia: se trata de perpetuar la infancia. Un lugar y un refugio que son un tópico universal. ¿Quién no querría volver a soñar como un niño? Es un sentimiento imbatible, todos queremos volver a la infancia por un segundo. En parte porque en la vida adulta nos lo han puesto muy difícil, pero también porque aunque nos vaya bien, hemos construido una forma de habitar el presente que es siempre insuficiente.

En este sentido, ¿cómo opera la nostalgia para que añoremos cosas que no hemos vivido? ¿Estamos en un ambiente en el que aceptamos culturalmente la nostalgia de generaciones que no nos pertenecen?

Absolutamente y por eso es tan eficaz. Es el mismo problema que el de los mitos fundacionales de las comunidades políticas: siempre tienen que ser lo suficientemente remotos en el tiempo como para que nadie pueda falsarlos. Esto es igual: el pasado y nuestra memoria es el terreno de lo infalsable. Nadie va a decir que no vivimos aquello que creemos haber vivido.

El futuro en algún momento se resolverá como presente y nuestras expectativas se afirmaran ciertas o inciertas, pero el pasado es un terreno donde volcamos toda nuestra imaginación, todas nuestras aspiraciones. Es un terreno especialmente fecundo para la fabulación. Tendemos a imaginar escenas donde no estuvimos, es un mecanismo muy habitual. París tendría la población de China si todos los que creen haber estado allí en el 68 lo hubieran estado de verdad.

Pero nos ocurre también a un nivel más mediocre: aquella relación que idealizamos y que tal vez no fue tan feliz, aquel viaje iniciático que hicimos con los amigos del selectivo que en el fondo fue penoso... Tendemos a imaginar que aquellos momentos sí fueron importantes de verdad. Por eso los cuentos empiezan así: el Once upon a time no es baladí. Parece que las cosas importantes siempre pasaron en otro tiempo, nunca hoy.

Diego-Garrocho-Benedicto-Moya-Anaya_EDIIMA20190411_0717_5.jpg

Diego S. Garrocho, autor de 'Sobre la nostalgia'. FOTO: BENEDICTO MOYA (ANAYA)

En lo cultural podríamos convenir que hay distintos tipos de nostalgia. Hay una que revisa y analiza críticamente los productos culturales determinados por su contexto. Pero también hay otra que es acrítica, se diría que hasta tóxica, porque romantiza el pasado sin más. ¿Cuál de las dos está más presente en nuestra sociedad?

Es una pregunta muy compleja porque las dos nostalgias son reales y existen. Lo que ocurre es que la idealización del pasado entraña riesgos muy serios porque nos puede llevar a ciertos pensamientos totalitarios. Hay muchas experiencias conservadoras y reaccionarias que insisten fundamentalmente en esa idealización. Son discursos siempre acríticos y muchas veces no tienen nada que ver con la verdad. Cuando se ejerce la crítica hay un objeto sobre el que se cierne esa crítica, pero a veces ni siquiera existe ese objeto y se construyen relatos políticos que son enteras fabulaciones.

También es cierto que puede operar una nostalgia más crítica y revisionista, incluso fiel a los hechos. Pero la necesidad de ejercer la crítica no es patrimonio de la nostalgia sino de la memoria. Debemos revisar nuestras memorias en lo colectivo y en lo personal. Aunque puede que tengamos derecho a inventarnos un poco nuestra vida. Si nuestro viaje de selectividad no moló tanto, a veces es más importante ser un poco feliz que ser fiel a nuestra memoria.

Así que aquí quiero romper una lanza en favor de esas recreaciones más o menos épicas de episodios mediocres que nos hacen vivir un poco más alegremente. Que nos hacen llevar con menos pesadumbre nuestra humana vulnerabilidad y nuestra mediocridad ordinaria. Me atrevería a pensar que unas dosis de fábula en la propia vida tienen sentido. Hay que procurar que no se haga un abuso político sobre ella, pero en lo personal... soñemos con lo que no fuimos, no pasa nada.

Susan Sontag decía en Sobre la fotografía que cuando tenemos miedo disparamos pero cuando sentimos nostalgia hacemos fotos. ¿Todas las artes son nostálgicas o lo son más las que tienen un componente visual por el hecho de recrear una realidad concreta que ya ha pasado?

Qué buena pregunta. La voy a pensar porque no quiero darte una respuesta banal. [Se lo piensa] Es obvio que todo arte mimético que trate de retener un instante presente, como la fotografía, la pintura o hasta la literatura, tienen un compromiso con un tiempo que ya no es. Pero eso puede ser una cura para la nostalgia o su peor alimento. La nostalgia siempre se va a alimentar de la interpretación de ese instante retenido.

Pero si pienso en la música, dónde no se da ese intercambio o voluntad de retener, creo que también hay experiencias evocadoramente nostálgicas. De hecho puede que las experiencias más nostálgicas vengan de la música porque no evoca un pasado que podamos recordar sino que nos comunica directamente con un sentimiento que echamos de menos.

La música es una aliada natural de la memoria como prueba el hecho de que en las cultural orales, por ejemplo, se insiste siempre en musicar el verso para recordarlo mejor. Los rapsodas y los poetas jugaban con el ritmo como un aliado de la memoria. De hecho hay canciones censuradas justo por eso: recuerdo el caso de una música tradicional prohibida entre las huestes de los soldados suizos para que no recordaran su hogar.

El sonido excita la memoria. Cualquiera que haya vivido un desamor lo primero que va a hacer es machacarse con una lista de Spotify. Hace hace años lo hacíamos con aquellos casetes compartidos. Creo que la música es la más nostálgica de las artes por esa desconexión de mímesis con lo real.

Comenta en el libro que la nostalgia parte de una desafección o una decepción con el presente. ¿Somos una generación más nostálgica que otras porque el aquí y el ahora nos decepciona?

Yo creo que sí y prueba de ello es que gran parte del consumo de nuestro tiempo es escapista. Vemos series en Netflix, recreamos experiencias de ocio propias de la infancia montando en bici o en patinete, tenemos una imperiosa necesidad de quemar el tiempo. Somos una generación inatenta e incapaz de mirar al presente cara a cara y reflexionar sobre lo que nos está pasando.

Si ahora mismo me levantase y fuese al baño, ¿cuánto tardarías en sacar el móvil? No nos llevamos bien con nuestro presente, tenemos que estar permanentemente yendo a otro lugar, a otra parte, aunque sea un lugar virtual. Ahí la tecnología ha jugado un papel determinante. Somos una generación que se lleva especialmente mal con el presente y por eso las estrategias escapistas son permanentes y cada vez más variadas.

Diego-Garrocho-autor-nostalgia_EDIIMA20190411_0726_20.jpg

Diego S. Garrocho, autor de 'Sobre la nostalgia'. FOTO: BENEDICTO MOYA (ANAYA)
https://www.eldiario.es/cultura/filosofia/Hoy-sonamos-hacer-revolucion-padres_0_887511955.html
 
Paul B. Preciado: "Soy un disidente del sistema sexual"
  • ELENA PITA
Viernes, 19 abril 2019 - 02:26
Inteligente, sagaz y veloz, el filósofo de la palabra hecha cuerpo publica 'Un apartamento en Urano', una colección de ensayos. De su crítica a la diversidad y del arte habla en esta entrevista

15550690089499.jpg

Me reconozco un ser absorbido a mi pesar por el sistema patriarcal y el capitalismo bigdata, y aquí me hallo plantada tal que un pino en la plaza del mismo nombre (barrio gótico de Barcelona) esperando a Paul B.(de Beatriz) Preciado. Filósofo, comisario cultural, activista del tránsito (queer), dinamitador de lo establecido armado de la palabra que escribe con su cuerpo como cuaderno. Desde mi condición integrada, no sé si voy a encontrar a un hombre o a una mujer ni qué aspecto tendrá aunque lo he visto en fotografías, porque Paul B. muta constantemente de piel y espacio y acaba de declararse ciudadano de Urano. Como él o ella tampoco me conoce y arrecia lluvia y frío, rayos y truenos escupe el cielo despiadado a 10 grados menos que ayer mismo, decido replantarme en medio de la plaza vacía de turistas espantados y desplegar mi paraguas de chino coral fosforito. Espero cerca de una hora y empiezo a temer lo peor cuando un sms asoma en mi teléfono con una dirección.

Le descubro al fondo del bar con una taza de chocolate caliente y una maleta tamaño el baúl de una vida. Paul B. Preciado (Burgos, 1970) acaba de publicar en castellano Un apartamento en Urano. Crónicas del cruce (Anagrama) después de venderlo a miles en Francia y al tiempo que se traduce a una decena de lenguas. Lo cuenta todo la uraniana en este libro recopilatorio de sus artículos para el diario Libération, más un suculento prólogo de su ex, la escritora Virginie Despentes, y una prolija introducción. Y todo lo recontamos en casi dos horas de entrevista. Inteligente, sagaz, veloz, genial el filósofo de la palabra hecha cuerpo desgarbado bajo un gabán oscuro y de rostro anguloso de ojos azules. Intento poner orden a esta lucha "somatopolítica".

¿Elige el cuerpo como cuaderno donde escribir su postulado filosófico, su crítica a la identidad?
En el 2005 empecé a aplicarme una dosis umbral de testosterona y durante nueve años transité por un género fluido auto experimentando con la escritura; fue un proceso voluntario de intoxicación que llamé Testo Yonqui. Era mi forma de disidencia al protocolo médico-jurídico según el cual te tienes que declarar disfórico de género y por tanto, enfermo mental. Y en el 2014, decidí pasar a otra dosis, entrar en un protocolo médico [lo hizo en una clínica norteamericana] y asumir la responsabilidad política. Crucé la frontera del cambio de s*x* legal como un proyecto de arte conceptual, pero, sin duda, las hormonas te marcan políticamente.
¿Por qué entiende la transexualidad como un acto político por definición?
Porque la diferenciación sexual es una epistemología política como la raza: no son realidades empíricas. El sexismo es una práctica histórica de diferenciación y taxonomía jerárquica entre cuerpos, cuando en realidad lo que existe es una multiplicidad infinita de cuerpos irreductible al sistema binario. Igual que la raza es una invención científica de la modernidad para justificar la colonización, pero lo que hay, naturalmente, son millones de tonos de piel y diferencias, el objetivo de la noción sexual binaria es segmentar la población en dos nichos biológicos de reproducción, estableciendo normativamente la heterosexualidad como núcleo familiar. Pero ese paradigma entra en crisis en los años 40, porque la medicina constata que existen variaciones genéticas, morfológicas y cromosómicas y así nacen la inter y transexualidad, para aplicar operaciones y hormonas y reconducir los cuerpos al binarismo legal.
¿Aprendió como alumno de Jacques Derrida que la filosofía no es un tratado sino una forma de vida?
No, eso lo aprendí del feminismo. En los 90 yo era una lesbiana radical, de guerrilla, y escribir ese lenguaje en el ámbito universitario aquí era imposible, así que me fui a estudiar a Estados Unidos, donde de Derrida aprendí que la más importante de todas las tecnologías es la escritura: es la acción directa. Como filósofo yo reclamo que dejemos de pensar en la identidad, que es la ideología impuesta por el capitalismo de la modernidad para justificar la jerarquía. Somos sociedades patológicamente obsesionadas con la identidad: solo vemos raza, nacionalidad y s*x*. Reclamo el cuerpo vivo como ciudadano absoluto de la Tierra más allá de toda identidad, incluso cuestiono la diferencia entre animal y humano. Además, creo que estamos viviendo un cambio de paradigma solo semejante a la revolución corpernicana y la invención de la imprenta. La inteligencia artificial, la bio impresora e internet suponen tal golpe al saber supuestamente científico, que hemos pasado de una regulación tecno-científica y estatal a otra neoliberal o del mercado.
¿Es el miedo del mercado y la política al nuevo modo de saber lo que nos ha traído esta nueva ola reaccionaria y neoliberal?
Hay dos procesos, por un lado tenemos un cambio de paradigma de tal profundidad ética que como no nos lo tomemos en serio será el último: nunca antes la supervivencia del planeta ha estado en cuestión. Yo lo llamo transición, porque cuando empecé a hacer la mía me di cuenta de que no era yo sino el planeta lo que mutaba. Me veo a mí mismo como un sismógrafo corporal de esta transición biotecnológica de los lugares donde se produce el valor y el saber en todos los sentidos. De forma paralela se da una multiplicidad de revoluciones micro políticas de cuerpos que no han sido considerados históricamente humanos, empezando por la minoría de las mujeres que son la mitad de la población, las personas con diversidad sexual y funcional, con discapacidad, los enfermos mentales, etcétera. Un 99% de la población reclama el estatuto de vivientes.
¿Quiere decir que no es usted quien elige el cuerpo como cuaderno sino que el cuerpo se lo pide a usted? ¿No decide mutar por una cuestión sexual?
¿Qué es una cuestión sexual? Un transexual hoy es lo que era un hereje en el siglo XV. Soy un disidente del sistema sexual y uso la escritura para desmantelar mi identificación y exigir que se retire la asignación sexual en el nacimiento y en los documentos.
Que ¿de qué le sirve al Estado?
Esa es la pregunta. Sirve de base a un proceso de socialización divergente donde las mujeres siguen siendo el objeto de la violencia patriarcal. Fue cuando decidí cambiar mi pasaporte, durante mi transición, cuando las fronteras se me aparecieron realmente visibles. Algunos cuerpos estamos sometidos a un cruce constante de fronteras, como le sucede a un negro cuando sale del metro y le piden los papeles como si atravesara una aduana.
Navegó como un emigrante, constantemente cuestionado en las garitas fronterizas, durante los años que comisarió la Documenta 14 desde Atenas. ¿Fue un ejercicio consciente o provocado?
Durante tres años di literalmente la vuelta al mundo. Fue como un segundo doctorado, éste en la resistencia antipatriarcal y anticolonial; como hacer una cartografía mundial de todos los movimientos anti sistema. Ahí fui consciente del cambio de paradigma, el desplazamiento de la soberanía desde el estado-nación hacia el mercado y las multinacionales. Y cómo los estados-nación luchan contra ello a través de los fantasmas de identidad, y a partir de ahí de nuevo la mitología de la tierra, la familia, la sangre, la nación y, por tanto, la violencia.
Errabunda, desprovista de un lugar en la Tierra, ¿busca piso en Urano?
Ya no queda un espacio en el planeta, ni en el Amazonas, que no haya sido territorializado por el capitalismo patriarcal. Decidí titular así también como guiño a Una habitación propia donde Virginia Woolf reclama su espacio. Y ¿por qué Urano?, porque los dos lenguajes para pensar nuestra subjetividad son el médico y el psicoanalítico, y buscando una nueva gramática encontré la distopía que puede ser el sueño, el lugar no territorializado por el poder. En el sueño encuentro la emancipación cognitiva, pese a Freud, que es el gran revelador del inconsciente patriarcal, y la farmacología.
Le cito, "no soy hombre, no soy mujer, no soy heterosexual ni bisexual". ¿Es el suyo un género utópico o la negación del género?
Tengo la encarnación corporal que tengo, y lucho por ser públicamente reconocido simplemente como un hombre, cuando he sido educado y he crecido como una niña y toda mi vida es el feminismo. Querer acabar con los géneros es como querer que la piel no tenga color, pero hay que modificar el sistema binario. Mi género es un acto de disidencia.
15550693006189.jpg

¿Ha abandonado totalmente sus facetas curatorial y académica?
Estoy haciendo el pabellón de Taiwán de la Bienal de Venecia y la Bienal de Bergen, y ejerzo como filósofo asociado del Centro Pompidou. Pero no puedo seguir metido en mi museo y mi academia filosófica mientras veo cómo la contrarrevolución se adueña de Europa y América. Por eso decidí escribir una tribuna en un periódico, que es mi forma de ocupar la calle.
Me parece curiosísimo que, detrás de este discurso, sea usted señalado por Art Review como el comisario internacional más influyente en el mundo del arte...
Fui el primer sorprendido, pero no tiene mayor importancia. Quizá sea porque muchos artistas trabajan con mis textos: el arte busca filósofos que lo legitimen.
¿Para qué sirve el arte, o un museo, si su valor lo decide el mercado financiero?
El arte no es per se más crítico que el discurso científico. El artista está dentro del mercado como cualquier vendedor de salchichas. Más que el arte en sí, me interesan los sistemas de representación, y hay artistas que trabajan con parámetros críticos y otros que, como Jeff Koons, no lo hacen en absoluto. Un museo debiera ser un parlamento de lo sensible, sin más, donde uno va a cuestionar sus modos de sentir, a aprender a desear de otra manera, a no ser quién es.
https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2019/04/19/5cb079a321efa0041c8b4664.html
 
Mi profesor de filosofía nos ha recomendado dos libros sobre filosofía del escritor Fernando Sabater "Ética para Amador" y "Política para Amador". Espero poder leerlos este verano. Cuando lo haga, os expondré aquí mi opinión. Hemos leído capítulos salteados para hacer tareas y están muy bien. ¿Alguien sabe de más libros para iniciarse con la Filosofía?
 
Donatella Di Cesare, filósofa y politóloga
Tengo 62 años. Soy de Roma. Soy catedrática de Filosofía en la Universidad La Sapienza (Roma). Estoy divorciada y sin hijos. ¿ Política? Soy de izquierda radical. No tengo creencias religiosas. Los marranos, repudiados por el esencialismo cristiano y judío, inauguraron la modernidad.
img_fmartinez_20190604-163328_imagenes_lv_otras_fuentes_donatella_di_cesare_2-k01H-WZ6AXGI8K5FVA5YX-992x558@LaVanguardia-Web.jpg


12/06/2019 00:21 Actualizado a 12/06/2019 02:32

El otro del otro
Rangel, Galindo, Linares, Lorca, Marivent, Maldonado, Orozco, Romero, Espinoza, Guzmán, Tudela, Cruillas, Vargas... Son algunos apellidos marranos, estampados entre otros en la portada del libro Marranos. El otro del otro (Gedisa), ensayo sobre un fenómeno europeo que se originó en los reinos de España a causa de la conversión forzada de sus judíos al cristianismo. El estudio de Di Cesare desvela la fuerza transformadora del secreto y su memoria, el poder de la intimidad y del que es consciente de ser un paria ante toda fe esencialista. Di Cesare ha debatido en el Palau Macaya-La Caixa sobre Democracia, Europa y extrema derecha junto al politólogo Daniel Innerarity.

Quiénes eran los marranos?

Españoles que, pese a bautizarse cristianos, eran considerados impuros por su origen judío, ¡y sospechosos por ello!

¿Sospechosos de qué?

Deslealtad, perjurio, traición: de “judaizar”.

¿Sólo por tener ascendencia judía?

Por ser ellos, sus padres o abuelos judeoconversos: judíos convertidos al cristianismo a raíz de los sangrientos pogromos de 1391.

¿Qué es un pogromo?

Un asalto a la judería de la ciudad, con saqueos, quemas y matanzas.

Y el judío se convertía para sobrevivir...

Diana del descontento popular, discriminados por la ley, perseguidos... se bautizaban.

Y ya convertidos al cristianismo...

Se les llamaba conversos o marranos

¿Son vocablos sinónimos?

Lo son, pero mientras converso es sólo descriptivo... ¡ marrano incluye una carga insultante! Descalifica al cristiano nuevo.

¿Y quién era cristiano viejo?

El que podía acreditar que todos sus ascendientes eran cristianos: en la práctica, que sus cuatro abuelos fueron cristianos.

¿Hostigaba el cristiano viejo al nuevo?

En el año 1449 se decreta el Estatuto de limpieza de sangre: todo aspirante a desempeñar ciertos cargos, oficios o funciones ¡debía demostrar esa limpieza con documentos!

Limpieza de sangre, eso es...

¡Racismo, sí! Porque el agua bautismal no te limpiaba la sangre: eras impuro por nacimiento y morías impuro, sin salvación.

¡Qué poco cristiano es esto!

Ya. El ideal de pureza... es una pulsión humana irracional. Como la de identidad: ¡mitos! Porque todo es siempre mezcla...

¿A qué viene esa necesidad de pureza?

Al pavor a desaparecer. A dejar de ser una comunidad lo que cree ser. A perder identidad. Es una pulsión del grupo por protegerse y seguir siendo lo que imagina ser: gitano, judío, católico, español, italiano, catalán...

¡Qué obsesión, querer ser inmutable!

Es cíclica y universal. Casi cinco siglos después, esa ley de limpieza de sangre la clonan los nazis en favor de la sangre aria. Siempre el inquisidor ve al impuro como amenaza que puede contaminar a los puros...

¿Eran perseguidos los marranos?

La Inquisición rastreaba indicios de criptojudaísmo, de marranismo, insaciablemente, y había torturas, y condenas.

¿Cómo vivía el marrano todo esto?

Es interesante: en el ánimo del marrano sucederá algo que... ¡incubará la modernidad!

¿La modernidad es marrana?

¡Así lo sostengo! El marrano ya no es judío... y aún no es cristiano. Para judíos y cristianos es extraño, fuera del centro: excéntrico, vive en el confín. ¿Qué es, pues, el marrano?

¿Qué es?

¡Moderno! Al sentirse fronterizo, mezclado, escindido, inestable, impuro... ¡el marrano estaba inaugurando la modernidad!

Pues sí, me siento algo marrano...

Fuera se descubría un Nuevo Mundo, y el marrano descubría otro interno: se siente con derecho a no pertenecer, a la disidencia, a tener secretas convicciones interiores. ¡Derecho al silencio, al secreto!

¿En qué se basa para sostener eso?

En el Lazarillo de Tormes. Y en Baruch Spinoza. Y en Teresa de Ávila. Todos supuran por la herida de la escisión: son marranos.

¿El Lazarillo es un libro marrano?

Su madre le dice: “¡Válete por ti mismo!”. ¡Es la modernidad! No tienes ya grupo al que acogerte, quedas expuesto al ciego mundo: el pícaro es el primer moderno.

¿Santa Teresa era marrana?

¡Su abuelo fue converso! Amenazada de tortura por la Inquisición, tiene el coraje de no dejar de escribir como mujer al dictado de su interior incontrolable: en su obra El castillo interior se plantea: “¿Cuál es mi verdad? ¡Es un secreto hasta para mí misma!”

¿Y Spinoza era marrano?

Desciende de judeoconversos ibéricos emigrados a Amsterdam: el filósofo marrano.

¿En qué lo detecta?

La democracia no nace en Atenas, dice, nace en el éxodo judío: ¡ahí sí fueron todos iguales! Y añade que “violento es el imperio que se extiende a los espíritus” (reivindica el libre pensar, irreductible) y que “impensable es el gobierno de un mortal sobre otro”: ¡eso anticipa el anarquismo!

¿Son pilares de la modernidad?

Con Michel de Montaigne. Y con Miguel de Cervantes. Y con Fernando Pessoa... ¡Todos marranos! El extrañamiento es constitutivo en el marrano: es el otro... del otro. Y por eso sigue habiendo marranos entre nosotros.

Y también sigue habiendo puristas...

Ya lo sé: Salvini, Orbán, Duda, Putin, Le Pen, Abascal... El nacionalismo es reaccionario porque siente nostalgia de un integrismo, de un pasado puro, de una esencia nítida.

Pero España es mezcla, es marrana...

Cierto, y muchos marranos de España emigraron al sur de Italia: mi familia tiene un apellido Latorre que es judeotoledano...

¿Y si forjásemos la identidad europea?

Pues debería ser una identidad marrana: es la que no teme al encuentro con el otro, la que sabe que cada uno es distinto... incluso de sí mismo.
https://www.lavanguardia.com/lacont...sa-y-el-lazarillo-eran-marranos-modernos.html
 
Cualquier parecido con la realidad es verdad
publicado por , Joan Feliu

oie_xrtRKQEMeELf.jpg


Se ahorcó a los siete u ocho años. No recordaba la edad exacta, pero seguro que fue antes de la primera comunión, porque en la confesión previa se lo contó todo al cura.

Era verano y estaba jugando a ser Robinson Crusoe, subido a una pila de cinco palets de madera bajo la higuera del patio. En las ramas del árbol quedaban restos de la cabaña construida por sus primos con un somier atado con pita. Una de las cuerdas colgaba en una parábola invertida, con ambos cabos atados aún a la precaria estructura. Simulaba remar con una caña mientras se balanceaba sobre la torre de madera como si las olas lo golpearan, hasta que tropezó con una tacha oxidada y al caer se enganchó por el cuello con el cordel, de tal manera que este comenzó a retorcerse, a enrollarse sobre sí mismo, estrangulándolo. Su tía oyó gemidos y llegó a tiempo de sujetarlo por las piernas.

Siempre había sido un niño raro, poco hablador y de los que disfrutan de la soledad, así que sus padres no terminaron de creerse la teoría del accidente y pensaron que había querido quitarse la vida. En el pueblo comenzaron a llamarle suicida, fácilmente identificable por la marca de abrasión que perduraría muchos años uniendo sus dos orejas.

Al principio se esforzó por contar que todo era fruto de un tropezón, pero poco a poco se fue dando cuenta de los beneficios que conllevaba su fama. La presión por completar los ejercicios de Vacaciones Santillanadesaparecieron, como también los límites en la ingesta de helados, e incluso su abuela se mostró más laxa en el tiempo de espera para evitar un corte de digestión. La historia de su vida según los otros no era la suya, pero no estaba mal. Acabó aceptando su intento de su***dio.

La relación entre el mundo tal como lo vemos y el mundo tal como lo entendemos está condicionada por el acto de enfatizar algunos detalles para prescindir de otros. Vemos a gente que nace, a niños que crecen, a algunos que se casan, a parejas que se separan, a personas que mueren. Cómo percibimos la vida de los otros es parte de nosotros, de nuestros recuerdos, de nuestros proyectos, de nuestros pensamientos.

¿Qué es lo que realmente sabemos del otro? Como todos, ese otro tendrá altibajos, preocupaciones, momentos de duda. Pero solo se nos enseña una pequeña parte. No es por eso que el otro no exista en sus diferentes aspectos. Sin darnos cuenta, conocemos fragmentos de la vida de una persona, creamos una imagen que, aunque no se corresponde completamente con la realidad, existe también. Y quizá sea más real, porque es la percibida. No es una estafa. La vida de los demás, aunque sea solo por las redes sociales, a veces es mágica, a veces terrible, a veces divertida, a veces patética, a veces interesante, a veces aburrida. Pero las emociones que nos produce, las lágrimas o los nervios, son reales.

Incluso cabría plantearse si sería preferible no conocer la vida de los otros al completo, solo escuchar lo que dice el uno del otro. Los innumerables relatos de la vida, como las historias ficcionales son, en todo caso, construcciones.

Vean Big Fish, la película de Tim Burton. Inventamos incluso cuando narramos algo que nos ha sucedido. Según el humor y el estado ánimo, según el tiempo transcurrido, construimos una y mil versiones de algunos acontecimientos; convertimos en relato aquello que, por algún motivo, nos resulta inexplicable. Narramos historias. ¿Quién podría asegurar cuál de las versiones que nos relatamos para explicarnos esos hechos es más verdadera que las otras?

Hay quien critica a las personas que pasan sus días en internet, entendiendo que su vida cotidiana está vacía, convencidos de que una buena charla sobre el buen tiempo en el ascensor es mejor que ver un vídeo informativo o leer un artículo de Jot Down en la pantalla del móvil. Afirman que la vida real es la vida sin internet, como si el net fuera equivalente a un sueño. Pero la vida percibida peyorativamente no existe, no es posible. Todo lo que es experiencia humana es realidad. Conversar con un amigo cara a cara no es ni más virtual ni más concreto que intercambiar palabras con él a través de correos electrónicos o de una cámara web. La pantalla no altera la calidad o el valor de los intercambios. Por el contrario, algunas verdades pueden aparecer aún más fácilmente a través de un mail.

Las relaciones sociales personales parasitan el habla y la proximidad de los interlocutores no es necesariamente una garantía de la integridad intelectual de sus intercambios. Factores humanos, psicológicos, socioculturales y emocionales intervienen distorsionando la sinceridad de los comentarios. En las relaciones de proximidad hay muchas pantallas que interfieren con los interlocutores, solo que son invisibles. El aire que transmite las palabras comunicadas por dos vecinos que indagan sobre el clima no es ni más ni menos que una pantalla, una interfaz, una cortina real y concreta contra la cual se proyecta su pequeña película verbal; el condicionamiento cultural puede ser simplemente un velo opaco.

A lo mejor es siempre preferible el artificio social vacío y seguro, el empaquetamiento de las relaciones humanas directas, los arabescos de inanidades más fáciles de aprehender, que el frío, seco y afilado filo de un «sé fuerte» por SMS. Pero a lo mejor no. Desde luego es más fácil hablar de meteorología con el vecino y llamar a eso vida real que admitir nuestra incapacidad para discutir inteligentemente sobre temas delicados. Aunque eso también nos puede pasar en Whatsapp. La vida real es una paradoja. La vida virtual o la percibida por otros, también. O es que la vida percibida forma parte de la vida real.

Escribir a mano en una hoja de papel, contemplar un paisaje, pintar, escuchar el sonido de un río, enviar un correo electrónico, ver una imagen en la pantalla, escuchar música de un archivo mp3, todo es parte de la vida humana, de su experiencia, de su riqueza. Entre la arena en la que escribimos María Isabel con el dedo, la hoja de papel en la que trazamos con el bolígrafo y la pantalla del ordenador a través de la cual enviamos un correo electrónico, básicamente no hay diferencia. Estamos escribiendo. Del mismo modo, todo es vida, lo comprobable y lo únicamente lo percibido.

La vida real frente a otra inventada supone un enfrentamiento imposible. Simplemente hay vida con sus increíbles potencialidades, sus estallidos interiores y sus maravillas visibles, que no se limita al entorno inmediato, estrictamente material. Todo es real, hasta lo imaginado.

https://www.jotdown.es/2019/07/cualquier-parecido-con-la-realidad-es-verdad/
 
Última edición:
Los nuevos trabajos del ingeniero del alma.

publicado por Jorge Galindo


oie_3164251X5x6WWcg.jpg


Yuri Olesha nació en Ucrania, cuando el siglo XIX terminaba. Veintitrés años después estaba en Moscú, a la vanguardia intelectual de la Revolución rusa. Era escritor. Y era bueno, pero no indispensable, a juicio de críticos e historiadores de la literatura. También era comunista. Como Gorki, este sí (se supone) indispensable. Una noche estaban reunidos en su casa. Les acompañaba Joseph Stalin. Olesha, al parecer, se refirió a los escritores, a los artistas, como «ingenieros del alma». A Stalin le gustó la expresión y la hizo propia. Es gráfica, es precisa, y al mismo tiempo ofrece un contraste entre lo tierno y lo sólido, lo impredecible y lo calculado, lo difuso y lo preciso, todo ello en construcción controlada. En un arranque, el dictador soviético llegó a decir que «la producción de almas es más importante que la producción de tanques». Corría 1932.

Unas pocas décadas después, Isaiah Berlin nos dijo que la noción de la perfección total, la solución última en la cual todo lo bueno convive, le parecía no solo inalcanzable (eso, pensaba, es obvio), sino también conceptualmente incoherente. Algunos bienes supuestamente universales, superiores, no pueden coexistir. Consideraba esto una verdad conceptual. «Estamos condenados a escoger, y cada elección significa una pérdida irreparable». Pero para escoger necesitamos conocer la variedad, ser conscientes de ella, estar sumergidos en ella y poder dirigirnos intelectualmente hacia donde consideremos. «Manipular a los hombres», enuncia Berlin en otro lugar, «impulsarles hacia objetivos que tú, el reformista social, ves, pero que ellos quizás no, es denegar su esencia humana, tratarlos como objetos sin voluntad, y, por tanto, degradarlos». Un ingeniero de almas diseña caminos por los que deberás transitar. Un cartógrafo de ideas deposita un mapa en tus manos y te anima a explorar el mundo a tu alrededor.

La historia del mundo está mucho más llena de ingenieros de almas que de cartógrafos de ideas. Las religiones monoteístas y su dominio casi absoluto se bastaban hasta el Renacimiento, o incluso hasta la Ilustración. El fascismo y el nacionalismo se unen al comunismo soviético como explicaciones unívocas de la realidad que excluyen cualquier visión alternativa. El respeto institucionalizado a la pluralidad es un invento bastante reciente, y tiene condiciones muy exigentes. La principal es asumir que, aunque existen los hechos, resulta imposible establecer un consenso político y social en torno a la verdad. Esta aparente paradoja se resuelve asumiendo la idea, que a nadie resultará ajena, de que todos actuamos movidos por cierto interés. Y que, por tanto, la idea de «pueblo» o de «bien común» no son sino ficciones construidas para embridar el pluralismo, acotando los mapas de la libertad conceptual.

Se trata de una tensión constante, una negociación sin fin entre el establecimiento de hechos y la constitución de bandos. Es inevitable. El politólogo polaco Adam Przeworski, que creció en la Polonia comunista para instalarse en la América plural, elaboró una muy breve crítica a la noción de que la deliberación lleva a la convergencia de voluntades. Explica en las primeras páginas de su Democracy and the Market que para que esto sea cierto ha de asumirse que todos los mensajes son o bien verdaderos, o bien falsos. También ha de asumirse que los individuos van a identificar la verdad de manera sistemática. Y, por último, que el uso de los mensajes será no estratégico, desinteresado. Los tres postulados son problemáticos. «El vaso está vacío» o «la desigualdad aumenta cuando los impuestos son más bajos» son afirmaciones de complejidad muy distinta, pero en ambos casos uno puede ir a la realidad, observarla y comprobar si son correctas o no. «Tenemos que llenar el vaso de agua», «la desigualdad es mala» o «la Guerra Civil la perdieron los buenos» son ideas cualitativamente distintas porque son inevitablemente subjetivas, atadas al interés. Llegados a un punto, la razón y los hechos ya no sirven para dejar atrás el conflicto, y la única solución disponible es el voto. En última instancia, el voto no es un acto de razón ni de deliberación. El voto es un acto crudo de imposición de una voluntad frente a otra. La democracia es un sistema que se basa en que las facciones pierden (y ganan) elecciones. Y, como tal, constituye una primera victoria de los cartógrafos de ideas. Por desgracia, este triunfo es frágil.

Svetlana Aleksiévich construyó un mosaico perfecto de la URSS. Pieza a pieza, palabra a palabra, cita a cita, para después destrozarlo a martillazos sublimes en el mismo libro. En El fin del «Homo sovieticus», Aleksiévich entrevista a decenas de personas que vivieron antes y después de la caída del Muro. Con la URSS de los ingenieros de almas, el conflicto de perspectivas se circunscribía a las cocinas. Era allá, en el corazón íntimo de los hogares, donde no entraba nadie que no fuese de total confianza de la familia, donde se aventuraban tímidas exploraciones en la visión del ojo ajeno. Muchos esperaban que la llegada de la democracia sacase el debate de las cocinas a las calles. Y lo hizo, vaya si lo hizo, por un tiempo. Pero el círculo que dibuja Aleksiévich se cierra sombrío por dos cabos: nostalgia y decepción. Los más viejos echan de menos la certidumbre de atenerse a una sola verdad, a una sola definición de lo que estaba bien y lo que no. Una feroz y despiadada, pero al menos clara, definida. Los más jóvenes se sienten defraudados, y ahora sobrepasados, por la extrema imperfección de la democracia rusa. La oligarquía económica (que incluye a una parte de los dirigentes comunistas) la domina de tal modo que puede suprimir el pluralismo con una efectividad considerable.

Pero el equilibrio entre interés y verdad del que depende el debate en democracia no circunscribe su fragilidad al ataque decidido de los hijos de antiguos dictadores. Cuando una sociedad se abre al pluralismo, resulta inevitable que en su seno se constituyan bandos o partidos que defiendan la perspectiva o los intereses de los distintos sectores que la conforman. Un bando no puede cuestionarse a sí mismo. Es la falta de fisuras aquello que lo define como bando. Y he aquí la contradicción intrínseca: un partido político es, de manera latente, un proyecto de raíces frentistas en un contexto pluralista. En el periodo anormalmente pacífico que disfruta Occidente desde la II Guerra Mundial, esta pulsión se ha mantenido bastante contenida. El incremento en el nivel educativo, en el bienestar y en la igualdad material han sido cruciales para explicar la calma. También ha ayudado, paradójicamente, la relativa concentración de los foros de información y creación de opinión. Periódico, partido, sindicato, iglesia, casa del pueblo. Las ideas seguían canales seguros y de largo alcance.

Pero en la última década la profunda fragmentación de las fuentes de información ha coincidido con una degradación de las condiciones económicas que ha afectado sobre todo a los más débiles. Es este el caldo de cultivo perfecto para las ideas frentistas. Quienes las defienden suelen argumentar que el pluralismo reinante, el de la democracia liberal, no cumplía con el requisito de representar a todas las voces, que había una parte de la población excluida, y que por tanto era necesario abrir un frente desde el que asaltar el castillo. Un seguidor de la obra de Antonio Gramsci lo consideraría como una batalla contra la hegemonía imperante. Y una segunda derivada, proveniente de Jacques Lacan y Ernesto Laclau entre otros, lo denominaría algo así como una lucha por apropiarse el significado de los significantes.

Consideremos la idea de patria en España, por ejemplo. Un concepto atractivo, sin duda. Un paraguas potente, que agrupa a millones de personas. Pero con un simbolismo que muchas rechazan. ¿Qué hacer? Luchar por él, rellenarlo de sonrisas, de canciones, de propuestas vagas para cambiar este país, de la señora que va con bolsas de la compra del Mercadona al portal, pero, ay, le cuesta subir las escaleras porque se hace mayor. Cualquier concepto que resulte atractivo, que tenga el potencial de definir un colectivo (por atracción o por oposición), de crear una identificación, será susceptible de este trabajo. Aquí, o en otros lugares. Si la patria es un valor diluido en el mar de la globalización, como pasa en Estados Unidos o en el Reino Unido, ¿por qué no hacer una recuperación selectiva de lo que significa ser americano o ser británico? Para luego venderla junto a un conveniente enfrentamiento con cualquier cosa que venga de fuera de nuestras fronteras.

Los nuevos ingenieros de almas son los encargados de dibujar los nuevos límites semánticos. Su trabajo no es ya apoyar a regímenes autoritarios en el establecimiento de una verdad única, sino ser competitivos en el mercado de ideas. Entienden que en la mayoría de países no habrá un Vladimir Putin que vuelva a meter el debate en las cocinas, así que su trabajo es colonizar un espacio dentro del mismo y hacerse fuertes ahí. Para ello, disfrazar opiniones con apariencia de hechos se revela como una estrategia ideal. La ingeniería de almas se convierte a los filtros de percepción.

Ya no estamos en 1932. Hoy día, la inmensa mayoría de la población en los países ricos tiene la suficiente capacidad cognitiva como para cuestionar una idea… si así lo desea. Pero ¿y si no? El nuevo ingeniero de almas puede ampliar su trabajo de reconstrucción de significados con el diseño de hechos a medida. Un dato parcialmente cierto aquí, un relato lo suficientemente vago allá, y un «mucha gente dice que» de por medio para evitar la acusación de «¡mentís!». Los angloparlantes lo llaman post-truth politics, la política posverdad. La campaña del brexit está construida paso a paso siguiendo la lógica de adaptar la realidad a los propios puntos de vista, empleando desde la cifra de ahorro diario de un Reino Unido fuera de la UE (falsa, pero específica y con apariencia de plausibilidad) hasta los supuestos problemas que traen los inmigrantes para los trabajadores de las islas (no corroborados por ningún estudio serio). Con ello, los brexiters no aspiraban a imponer una única verdad sobre el conjunto de sus conciudadanos, sino a vencer una guerra de trincheras. No traían su propia visión experta al debate, sino que la rechazaban de plano. «People in this country have had enough of experts» es una cita literal de Michael Gove, uno de los líderes conservadores del movimiento. Lo que importa no es tanto confirmar o desmentir el hecho, sino encajarlo con nuestros prejuicios. Así, nos creeremos cartógrafos, pero en realidad solo estamos recorriendo caminos previamente marcados en el mapa.

Uno de los aspectos más alucinantes del ya de por sí extraordinario fenómeno que constituyó la campaña presidencial de Donald Trump tenía lugar al final de cada uno de sus mítines. Cuando la gente va saliendo del recinto tiene que pasar por delante del espacio habilitado para los medios. Muchos de los asistentes les interpelan con insultos. Los más, les acusan de traidores a la patria. A la que previamente han rellenado de significado Trump y su equipo, claro. Cómo se atreven los periodistas a relatar los hechos, parecen querer decir, cuando es obvio que estos no favorecen la visión que necesita el país. Para estas personas la tensión entre verdad universal e interés particular se ha roto completamente en favor del segundo. Efectivamente, ya no estamos en 1932. Ni Trump ni nadie, ni siquiera Putin en su dominio autoritario, puede imponer a fuego el pensamiento único. Estamos en 2019, así que basta con producir realidades a medida para el número necesario de almas.

https://www.jotdown.es/2019/08/los-nuevos-trabajos-del-ingeniero-del-alma/
 
Adorno y la sinfonía del pensamiento: cuando los filósofos tocan el piano
Este 6 de agosto se cumplen 50 años de la muerte del pensador y escritor Theodor Adorno, fundador de la Escuela de Frankfurt. Tuvo una relación profunda y fructífera con la música

Horkheimer-Theodor-Adorno-Habermas-Heidelberg_1270083004_13707683_1020x574.png

Max Horkheimer (i), Theodor Adorno (d), y Jürgen Habermas (detrás a la derecha), en 1965 en Heidelberg
KARINA SAINZ BORGO
PERFIL
EMAILTWITTER


PUBLICADO6.8.2019 - 5:15

Thomas Mann se refirió a Theodor W. Adorno (1903-1969) no sólo como un hombre de inteligencia destacadísima, sino como aquel que más y mejor conocía las notas musicales. Hijo de una soprano lírica y sobrino de una cantante, Adorno era capaz de leerlas incluso antes que a las letras del alfabeto. Así llegó a decirlo él mismo. Acaso por eso fue capaz de exprimirlas, por no decir destilarlas.

Melville, el escritor que imaginó a Moby Dick y presagió a KafkaMelville, el escritor que imaginó a Moby Dick y presagió a Kafka
La concepción del saber global que encarnó la Escuela de Frankfurt, de la que Adorno fue fundador y uno de sus nombres más destacados, se expresa en su relación con la música y la interpretación que de ella hace. A los 50 años de su muerte, que se cumplen este 6 de agosto, la figura de Adorno es la piedra angular de un pensamiento estético moderno desde todos los campos que suponen la creación de belleza y significado.

De ahí que la suya sea una obra de conjunto, un espíritu humanista que abarca la estética, la sociología, la filosofía, la cultura… nada quedó fuera del análisis de Adorno, mucho menos la música. No sólo escribió sobre ella, Adorno también la creó. Su faceta de compositor, sin embargo, permanece eclipsada por la de filósofo y pensador.

Cuando se cumplen 50 años de su muerte, la faceta de Adorno como compositor permanece eclipsada por la de filósofo y pensador.

Durante sus años de juventud, Adorno se dedicó por igual a la música y a la filosofía. Nunca pensó que existiese una jerarquía entre y una y otra, para él ambas perseguían una misma cosa. La primera de sus piezas para piano la escribió cuando tenía 17 años. Sus primeros profesores de composición y piano, durante los días de Frankfurt, fueron el pianista, director y compositor Bernhard Sekles y Eduard Jung. Más tarde decidió trasladarse a Viena. Tomó la decisión de marcharse a la capital austriaca tras presenciar, en 1924, la ópera Wozzeck, de Alban Berg, quien a partir de 1925 se convirtió en su profesor junto a Eduard Steuermann.

Una sociología de la música
La Teoría Crítica que Adorno impulsó, configuró las preocupaciones de un saber global de la Escuela de Frankfurt, que se expresa en la obra multidisciplinar del alemán. Ese elemento forma parte de su análisis, incluida su concepción de música y filosofía como partes de un mismo proceso. De ahí se desprenden sus ideas sobre una teoría estética y una sociología de la música, también sus disertaciones sobre la práctica musical, el atonalismo, la dodecafonía o el estudio de compositores como Bach, Beethoven, Schubert, Richard Strauss o Weill a Wagner, Mahler, Berg, Schönberg o Stravinski.

La mayoría de sus textos sobre la materia sobrepasan la crítica de la música, y se enfocan en la relación que ésta tiene con la sociedad que la produce, la interpreta y la escucha. En Filosofía de la nueva música (1948), Adorno se centra en el análisis de la música contemporánea. En esas páginas procura demostrar que la única vía de supervivencia de la música, su verdad social, sólo es posible gracias a su aislamiento de la cultura de masas.

En sus Escritos musicales, Adorno analiza y reflexiona sobre la música de Wagner, Mahler y Berg

En sus Escritos musicales, tres volúmenes traducidos por Alfredo Brotons Muñoz y publicados por AKAL, así como en sus Monografías musicales (también traducido y publicado en español por el sello Akal) es posible apreciar su análisis y reflexión sobre la música de Wagner, Mahler y Berg, también sus principales trabajos de teoría musical («Figuras sonoras», «Quasi una fantasia»), en los que aborda diversas cuestiones relacionadas con la nueva música.

El interés y la reflexión de Adorno abordó desde el estilo tardío de Beethoven, pasando por la imaginería de El cazador furtivo o los cuentos de Hoffmann en los motivos de Offenbach. Su visión total de la belleza y de la obra de arte en función del sistema donde ésta es creada y expuesta son indisociables de su concepción sobre la música, aunque no en la creación musical propia como tal. Sus interpretaciones y composiciones son, según sus estudiosos y especialistas, prolongaciones de su escritura, eran una vía de clarificación, una sinfonía del pensamiento.

https://www.vozpopuli.com/altavoz/c...-fundador-escuela-Frankfurt_0_1270073091.html
 

Filosofía, Sociología

Nos ponemos música porque estamos muy solos
Tenemos miedo al silencio, a que los demás no sean receptivos. El filósofo Hartmut Rosa acude al concepto de resonancia para explicar uno de los males de la modernidad



image.png


'Nos taponamos los oídos con música para alejar al mundo “real” de nuestras ciudades (en el autobús o en el metro, por ejemplo), porque hace mucho tiempo que perdimos la esperanza de obtener de ellas resonancia alguna'

Tenemos miedo al silencio, a que los demás no sean receptivos. El filósofo Hartmut Rosa acude al concepto de resonancia para explicar uno de los males de la modernidad

Nos taponamos los oídos con música para alejar al mundo “real” de nuestras ciudades. Hace mucho que perdimos la esperanza de obtener de ellas resonancia alguna


Mi sensación no provenía de los resultados en sí, sino de la falta de calidez y comprensión: ésas eran las cosas que me hundían o que me apagaban o que apagaban el mundo. Y entonces me di cuenta de que, para mí al menos, la música tenía un papel muy importante. Cuando los ejes de la resonancia estaban abiertos, sentía brotar una melodía o una canción, literalmente, en los labios o en el corazón, y cuando ponía música en mi habitación, era como si la música de los altavoces, la música en mi interior y el mundo exterior formaran una alianza secreta, estuvieran conectados. Mientras que en los días malos era capaz de apreciar que la música que salía de los altavoces era magnífica pero no me conmovía y, desde luego, no sentía que tuviera nada que ver con el mundo exterior.

Esta última observación fue lo que me hizo dudar de seguir a pies juntillas a mi profesor académico, Axel Honneth, quien piensa que el deseo de reconocimiento social y el miedo a ser falsamente reconocido es el mecanismo interno, ese motor impulsor que nos hace seguir adelante. No queremos simplemente que nos quieran, que nos respeten, que nos admiren o nos aprecien; también queremos que nos conmuevan y conmover, buscamos conectar. En pocas palabras: necesitamos resonancia, una relación receptiva con las otras personas, pero también con la naturaleza, con nuestro trabajo y, como diría Charles Taylor, mi otro puntal filosófico, con un cosmos que tenga sentido o, quizás, que sea afirmativo. Llegué a la conclusión de que en este punto nos hallábamos no sólo ante el corazón de la tradición romántica europea —ese anhelo profundo de experimentar el mundo como un mundo hechizado y “que canta”— sino también ante el más grande, el más profundo de los miedos de la modernidad: que el mundo, sin importar ya cuán capaces seamos de instrumentalizar la naturaleza, se vuelva “ajeno”, silencioso, no-receptivo, indiferente hacia nosotros.

Ése es el miedo que encontramos detrás del concepto de alienación de Marx, detrás de la noción de desencantamiento de Weber, de la preocupación de Lukács por la reificación, o de la experiencia de lo absurdo de Camus… Ésa es la razón por la cual solemos poner música en todas partes, también en los supermercados y en los ascensores. Nos taponamos los oídos con música para alejar al mundo “real” de nuestras ciudades (en el autobús o en el metro, por ejemplo), porque hace mucho tiempo que perdimos la esperanza de obtener de ellas resonancia alguna. Por lo tanto, esta forma de musicalización puede leerse como una señal de pánico desde el mundo silencioso. Y no cabe duda de que la velocidad de la vida, la aceleración implacable de todas las formas de interacción con el mundo, no nos ayuda a ganar o a abrir de nuevo nuestros ejes de resonancia. Puesto que establecer o mantener relaciones receptivas, resonantes —no sólo con las personas, también con las cosas, con los lugares y espacios y con el trabajo— requiere mucho tiempo. Por lo tanto, la tarea que tengo por delante es la de escribir una exhaustiva sociología de la resonancia que especifique las condiciones sociales bajo las cuales el mundo se vuelve receptivo o indiferente hacia nosotros, los seres humanos.

https://headtopics.com/es/nos-ponemos-m-sica-porque-estamos-muy-solos-8780916
 
Back