Crónica Negra. Asesinos, atravesando siglos.

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Las cuatro alegres «viudas negras»
Maje, Conchi, la falsa tetrapléjica; la guardia urbana Rosa Peral y Marta Rama, entre rejas
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La «viuda negra» de Alicante llega a la reconstrucción del crimen - EFE
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Madrid
Actualizado:16/06/2019 02:12h
Descubierta la viuda negra venenosa más grande del mundo

Concepción Martín Velasco, Conchi, acusada de matar a su marido quince días después de su boda, reapareció esta semana en el escenario del crimen, un solar de Alicante, convertida en otra mujer. Erguida, bronceada y con un aspecto físico inmejorable parecía que en lugar de salir de la cárcel de Foncalent volvía de vacaciones. Ni rastro de la supuesta tetraplejía que aseguró padecer ni de la silla de ruedas ni de los desvanecimientos que obligaron a los policías a trasladarla en volandas hasta el juzgado en agosto del año pasado, cuando una policía fuera de servicio presenció el asesinato de José Luis Alonso, de 69 años a manos de Conchi y su excuñado, cuidador y supuesto amante Francisco Pérez Ortega. La víctima era su cuarto marido y la pareja ni siquiera llegó a convivir.

Conchi es una de las cuatro mujeres que en los próximos meses se sentarán en el banquillo, acusadas de la muerte de sus parejas bien participando directamente o bien induciendo al autor (sus respectivos amantes). Rosa Peral, la guardia urbana de Barcelona; María Jesús Moreno, Maje, la «viuda negra» de Patraix y Marta Rama están como Conchi en prisión preventiva, junto a sus compañeros de crimen. La cárcel ha roto las parejas unidas para matar.

Los cuatro casos ocurrieron en quince meses -entre mayo de 2017 y agosto de 2018- y comparten características comunes, acordes a las homicidas «omega» que son: las mueve el interés, casi siempre lucrativo o el deseo de verse libres y utilizan sus encantos para seducir tanto a su víctima como al tercero que se va a encargar de ejecutar sus deseos.

Rosa Peral será la primera a la que se juzgue. La Fiscalía le pide 25 años de prisión y 24 a su amante, el también guardia urbano Albert López por asesinar a la pareja de Rosa, Pedro Rodríguez, policía como ellos. Lo mataron en la casa que compartía la pareja en Vilanova i la Geltrú (Barcelona) y trataron de incriminar al exmarido de Rosa. Los dos acusados eran amantes desde 2012 cuando la mujer estaba casada y vivía con su marido y sus hijas. Antes de separarse en 2016 inició una tercera relación con Rodríguez. Las tres las mantuvo en paralelo. Los celos y las venganzas empezaron a fraguar hasta que los amantes concluyeron que el tercero les molestaba y acabaron matándolo. Tras ingresar en prisión, acabaron acusándose mutuamente y desplegando el mismo odio que antes había sido pasión. Quienes conocen a Rosa Peral aseguran que es «imposible no sucumbir a sus encantos». En los dos años que lleva en la cárcelha tenido que ser trasladada ya tres veces por peleas con otras internas. Esta semana ha vuelto al centro penitenciario de Wad-ras de Barcelona, del que había sido expulsada hace casi dos años.

Tres meses después de ese crimen, el 16 de agosto de 2017 aparecía apuñalado el cuerpo del ingeniero Antonio Navarro, en el garaje de su casa de Patraix (Valencia). El 12 de enero, la Policía detenía a su mujer María Jesús Moreno, Maje, de 27 años, y a uno de los cuatro amantes que simultaneó: el celador Salvador Rodrigo, de 47 años. La enfermera es una devoradora de hombres a los que convencía de que era una mujer maltratada y de que su marido estaba enfermo de cáncer. Salva, su compañero de trabajo, llegó a confesar el crimen en solitario y a reconocer que lo hizo «tan solo porque pensó que sería bueno para ella». «La quiero mucho y quiero que sea feliz», admitió. Cuando se percató, ya en la prisión de Picassent del desdén de ella que seguía con sus conquistas entre rejas detalló cómo Maje lo había planeado todo. Ella quería verse libre y vivir la vida: asegurarse una pensión, el piso que compartían y los planes de pensiones firmados por su joven marido con el que no llevaba casada ni un año. Sus devaneos entre rejas eran tan ostentosos y dio tantas problemas que han tenido que asignarle un destino dentro del módulo y cortarle las alas: ahora ha pasado de reinar entre rejas a ser la encargada de la lavandería.

La milagrosa recuperación de Conchi es una evidencia. Cuando ingresó en Foncalent le asignaron presas para que le pusieran pañales. Las trataba con desprecio e insultos. Ahora es una de las internas más activas. No solo ha vuelto a caminar, sino que practica deportes a diario en el polideportivo, asiste a un taller de pintura y va a la escuela. También está apuntada a yoga, a un programa para dejar de fumar y a otro de autoestima, aunque no parece que le haga falta. En el taller de pintura coincide con su cuñado y supuesto amante, acusado como ella del asesinato del marido, que sigue un programa para deshabituarse del alcohol. Ambos solicitaron un «vis a vis» familiar. Se les denegó. Pero se siguen llevando bien. Son los únicos.

«Fue ella quien me lo pidió», confesó el asesino de Iván Castro
El cadáver de Iván Castro apareció en su garaje de Langreo (Asturias) con dos disparos el 7 de diciembre de 2017. Diez meses después la Policía detuvo a su pareja Marta Rama y al supuesto amante de ella, el taxista Nelson Dos Anjos Correia, de 42 años, que estaba casado y tenía una hija. A la semana del crimen Marta se fue a vivir con él a Oviedo. No fue fácil relacionar a Marta con el asesinato porque ella se había buscado una buena coartada. Estaba en Oviedo con una amiga mientras su enamorado acababa con la vida de su pareja. Tras la detención Nelson se atribuyó el crimen en solitario, pero pasados unos meses reflexionó y contó la verdad: que fue ella quien le pidió que lo matara. En teoría quería ser libre y pensaba que Iván nunca la dejaría. Años antes lo había denunciado por malos tratos.

https://www.abc.es/espana/abci-cuatro-alegres-viudas-negras-201906160212_noticia.html
 
El asesino de la baraja: «Quien mató a Eva Blanco es introvertido, inmaduro y con una mujer sumisa»
Tras doce en prisión, el asesino de la baraja mandó una carta a la Guardia Civil para «ayudar» en otro crimen, el de la menor de Algete (Madrid) Eva Blanco
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SeguirCruz Morcillo@cruzmorcillo
Madrid
Actualizado:23/06/2019 03:04h
De Rocío Wanninkhof a Eva Blanco: 33 años de análisis genéticos

El depredador social y narcisista Alfredo Galán Sotillo, exmilitar y asesino en serie que en 2003 mató a seis personas y lo intentó con otras tres, demostró cuando ya llevaba doce años encarcelado que no quería quedar en el olvido y que su desfachatez no conoce límites. Condenado a 142 años de prisión, el 30 de agosto de 2015 envió desde la prisión de Herrera de la Mancha una carta a los investigadores de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid para «ayudar» a resolver el crimen de Eva Blanco. La chica, de 17 años, había sido violada y apuñalada en abril de 1997 en Algete (Madrid). Se contaba con un ADN pero no se había logrado poner nombre al asesino cuando faltaban menos de dos años para que prescribieran los hechos.

El caso del asesino de la baraja y el del crimen de Eva Blanco fueron dos de los más complejos para los investigadores del grupo de Homicidios de la Guardia Civil de Madrid (en el primero compartieron las pesquisas con la Policía Nacional porque mató en las demarcaciones de ambos Cuerpos). ABC ha tenido acceso a la carta de Galán en la que se atreve a trazar un perfil del hombre sin rostro, valora la personalidad de la víctima, y da consejos a los agentes, los mismos a los que él había confesado doce años antes con frialdad sus crímenes seriales. Los mismos a los que dijo «que quería experimentar la sensación de quitar la vida a un ser humano». Como no sintió nada la primera vez, solo una «indiferencia total», decidió continuar, sin miedo a que le pudieran detener. El 3 de julio de 2003, el hombre más buscado de España en ese momento, se entregó borracho en la comisaría de Puertollano (Ciudad Real) y contó que él era el asesino de la baraja o del naipe, como se le bautizó porque arrojaba una carta de la baraja española a los pies de sus víctimas, a las que no conocía de nada y que murieron solo porque se cruzaron con él en puntos de Madrid que el criminal había seleccionado.

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Doce años después, la Guardia Civil seguía trabajando en una pista muy concreta sobre quien mató a Eva Blanco, una pista que era desconocida para todo el mundo, salvo para los investigadores. Siempre mantuvieron la certeza de que alguien pudiera ayudar, de ahí que periódicamente el caso volviera a los medios de comunicación. Galán, con tantas horas de encierro, lo vio en televisión y escribió a los agentes. «La hipótesis de que el asesino fuera alguien de confianza es bastante factible, no es casualidad, que alguien pasara por allí… lo de las relaciones sexuales consentidas ya no me pega tanto -se barajó esa hipótesis en algún momento-, porque ella era una chica muy madura para su edad y sabía que si llegaba tarde su madre se iba a preocupar», escribió en su carta. «Fue amenazada con algo terrible, para que se desnudara y vistiera sola (…) por el trágico desenlace de la situación él se vería humillado por algo que ocurrió dentro del coche o simplemente la mató para que no hablara (…) Nunca podemos estar seguros de nuestras teorías puedan ser verdaderas», disertaba.

Asombro
Los agentes que recibieron la carta no salían de su asombro. Es habitual que los presos, sobre todo los condenados por asesinatos, envíen misivas a medios de comunicación o incluso a quienes los detuvieron, pero no es frecuente que hablen de otros casos, sino del suyo. La primera víctima de Galán fue un portero de la madrileña calle de Alonso Cano. Lo asesinó de un disparo en la cabeza tras obligarlo a arrodillarse y ponerse de cara a la pared delante de su hijo pequeño. Ni siquiera se llevó la billetera negra que había sobre la mesa. Galán estaba entonces de baja como militar del Ejército de Tierra tras haber protagonizado un altercado cuando fue enviado a limpiar chapapote del Prestige.

Galán se permitió en esa carta de cuatro folios hacer un pormenorizado análisis de unos números encontrados en el diario de la menor de Algete sobre los que hubo especulaciones de todo tipo. Según su teoría, Eva Blanco había escrito esos números para que a través de una serie de combinaciones indicaran un mes del calendario (julio) y esa palabra correspondería al nombre de alguien con quien tendría una relación. Sugirió a los investigadores que buscaran a un hombre llamado Julio.

«En aquella época tendría sobre 30 años, introvertido, inmaduro, con un trabajo que no le llenara, viviendo con los padres lo más seguro (…) ya será más maduro y con familia, con una mujer sumisa, que él se siente a gusto para poder controlarla, sin hijos, o en tal caso un solo hijo varón (…) debe de estar inseguro y esperando que pasen los 20 años para librarse, por lo que deberían presionarle con los medios de comunicación, con datos falsos para ver si comete un error».

«Recomendaciones»
Les recomendaba además situarse en el lugar del violador, tratar de ver a través de sus ojos. «No olvidemos que los investigadores nuevos deben de partir de cero y ser optimistas, ya ese promuebe (sic) la investigación. Siempre hay que animar a las nuevas generaciones de investigadores que vienen muy bien preparados». Se despedía deseándoles suerte, toda una ironía.

Un mes después, la Guardia Civil identificaba y detenía en Francia al asesino de Eva Blanco: el español de origen marroquí Ahmed Chelh, de 52 años. Cuando mató a la joven era un treintañero que vivía en una caravana con su mujer y sus dos hijos. A los dos años los abandonó y empezó una nueva vida cerca de la frontera suiza. Tenía una nueva esposa y dos hijos pequeños. No se le llegó a juzgar. Tres meses después se ahorcó en la cárcel de Alcalá Meco

https://www.abc.es/espana/abci-ases...duro-y-mujer-sumisa-201906230304_noticia.html
 
El ‘falso’ Maestro Shaolín que torturaba a sus víctimas en orgías de sangre
El guerrero budista Juan Carlos Aguilar escogía a víctimas vulnerables a las que someter, vejar, violar y asesinar
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Juan Carlos Aguilar, el ‘falso’ Maestro Shaolín que torturaba a sus víctimas en orgías de sangre (Archivo)
MÓNICA G. ÁLVAREZ
28/06/2019 06:30
Actualizado a 28/06/2019 07:21


“Nuestro maestro Aguilar está exultante, especialmente grande… transformado en un enorme tigre de 500 kilos atrapando con sus enormes garras a su presa e inmovilizandola para ser devorada”. Así describían algunos de sus adeptos a Juan Carlos Aguilar, un bilbaíno que impresionaba por su habilidad con las artes marciales, por su predisposición a controlar el dolor y por su especial magnetismo. Nadie podía imaginar que tras aquella apariencia contenida y sosegada como Maestro Shaolín, capaz de caminar sobre brasas o partir ladrillos con las manos, en realidad se escondía la brutalidad de un dragón capaz de matar.

El falso monje utilizaba el budismo, el Kárate y el Kung fu para captar mujeres a las que vejaba, maltrataba, violaba y humillaba. Dos de sus víctimas terminaron siendo asesinadas atrozmente en 2013.

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Juan Carlos Aguilar, el 'falso' Monje Shaolín (Archivo)
Juan Carlos Aguilar nació en Barakaldo (Bizkaia) en 1965 y ya desde niño decía conocer el sufrimiento. Fue su hermano mayor quien le introdujo en las artes marciales a mediados de los ochenta. Una forma de paliar ese infierno interior que él mismo llegó a describir. En aquel momento, disciplinas orientales como el Kárate y el Kung Fu se empezaban a poner de moda y qué mejor que convertir dicha afición en trabajo. Ambos hermanos abrieron un gimnasio en Bilbao.

Sin embargo, la desgracia quiso que el hermano de Juan Carlos falleciese víctima de un accidente. Fue aplastado por un ascensor. Aquello conmocionó tanto al menor de los hermanos que en 1992 decidió viajar a China.

Viaje iniciático

Al año regresó completamente transformado. Su estancia en la provincia china de Henan le convirtió en todo un guerrero milenario, los llamados Monjes Shaolín. Años después se descubriría esta mentira ya que hacía más de 300 años que no existían estos monjes en China. Pero su picaresca y sobre todo, su palabrería, captaron la atención de los acólitos.

Fundó un nuevo gimnasio en Bilbao y también el llamado Monasterio Océano de la Tranquilidad. Allí impartía el conocimiento y la sabiduría adquiridas en aquel viaje catártico. Aparte de ser tres veces campeón del mundo de Kung Fu, Aguilar destacaba por su aspecto de guerrero chino. Y eso terminó de captar a los más curiosos. Incluidos los medios de comunicación.

Javier Sierra, Xavier Sardà, Pepe Navarro o Eduard Punset le dedicaron minutos de gloria en televisión y se creyeron su filosofía y renovación espiritual. En decenas de entrevistas, el falso Maestro Shaolín aparecía vestido de naranja, con el pelo rapado al cero para realizar habilidosos ejercicios marciales, repletos de precisión y dureza en su ejecución.

“Una persona cuando está al límite se ve su verdadera naturaleza”, decía. “Tenemos muchos frenos como animales que somos y nosotros a través de las artes marciales intentábamos potenciarlo”, aseguraba. Sus palabras eran una especie de mantra para sus acólitos que le seguían fervientemente. Todo el mundo quería ir a sus clases, aprender sus movimientos, aferrarse a su fe. Ser el Maestro Aguilar.

Casado y con dos hijos, el monje vasco iba reclutando cada vez más seguidores. Pero hubo en dos ocasiones que estuvieron a punto de descubrirle. Una de ellas en Marbella, en 1997, cuando su actuación generó mucha controversia dada la extrema violencia empleada. El revuelo fue monumental dado que, además, había personajes famosos.

Y la segunda en el año 2000 en Espinosa (Burgos), el pueblo de sus padres, para hacer una exhibición. Ésta consistía en empujar un coche mientras tenía una lanza pinchándole la garganta. Jamás lo hizo y se limitó a hacer acrobacias y romper algunos ladrillos. El coste: 1.200 euros. Tanto el ayuntamiento como los lugareños se sintieron estafados.

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Juan Carlos Aguilar, el 'falso' Maestro Shaolín, en su templo (Archivo)
Pero aún así, seguía cosechando alumnos, aprendices y adeptos tanto para el gimnasio como para el templo. “Su disciplina servía para el control del dolor”, llegó a asegurar el escritor Javier Sierra tras saltar la noticia de los crímenes. “Parecen ejercicios para el dominio del dolor, dolor que se ha autoinfligido. Atarse de manera extrema lo ha hecho con él mismo, con sus discípulos, con sus víctimas. Una obsesión era el dominio de la mente sobre el cuerpo y específicamente del dolor” porque, para el ganador del Premio Planeta, era como si el “dragón oscuro” le devorase “las entrañas”.

“Mirando la foto en la que el Sifú Aguilar esta rodeado de muchísimas puertas rojas manteniendo una actitud relajada pero con mirada penetrante. Y sentí toda su fuerza y paz interior”, explicó una de sus seguidoras cinturón naranja de Kung Fu en un foro de Internet. El engaño llegó lejos, como vemos.

Comienzan los crímenes

En 2004 llegó una mala racha. Su socio se marchó, sufrió amenazas e, incluso, su mujer terminó pidiendo el divorcio. Tuvieron que pasar nueve años para que sus verdaderas prácticas saliesen a la luz. Antes no hubo quejas ni denuncias sobre la violencia empleada. Ni sobre las violaciones. Hasta que Aguilar decidió matar, descuartizar y comerse a sus víctimas.

Eran las 3:20 horas de un 25 de mayo de 2013. El monje recogía con su coche a Yenny Sofía Rebollo, una colombiana madre de dos hijos que estaba pasando por un mal momento económico. Se estaba prostituyendo, así que accedió, se montó en el vehículo y terminaron en el gimnasio ZEN 4 propiedad de Aguilar para mantener relaciones sexuales. Pero en realidad lo que hizo fue maniatarla, hacerle sendas fotografías sexuales, y comenzar a diseccionar su cuerpo.

“Los guerreros que vencían en las batallas se comían el corazón del vencido para humillarlo”

JUAN CARLOS AGUILAR
Cada parte del cadáver la fue escondiendo. Algunos pedazos en un falso techo del gimnasio y otros en su piso de la calle Iturriza número 5. También quemó parte del cadáver en las duchas de la escuela y se deshizo de lo que pudo arrojándolo a la ría de Bilbao. Su actitud los días posteriores era de aparente normalidad. Continuó con su rutina impartiendo clases a sus alumnos, y aunque era habitual que sufriese ataques de ira, una de sus acólitos sí le notó especialmente iracundo e inquieto que de costumbre.

Ocho días más tarde, la madrugada del 2 de junio volvió a las andadas. Regresó a la calle General Concha en busca de una nueva víctima, la nigeriana Maureen Ada Otuya. Tras practicar s*x*, llevó a cabo el mismo ritual que con Yenny. Fueron nueve horas de sufrimiento –golpes, asfixia y toda clase de vejaciones-, donde la mujer de 29 años finalmente logró zafarse y pedir auxilio.

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Las víctimas de Juan Carlos Aguilar (efe)
Verónica, una vecina que pasaba por allí, escuchó los gritos desesperados de socorro de la mujer y llamó a la Ertzaintza. “Vi a una persona de color gritando auxilio, era una persona de color, y a otra persona que la arrastró del pelo hacia abajo”, explicó durante el juicio. Para cuando llegó la policía, se encontraron con una escena dantesca. Maureen, en coma, al borde de la muerte (falleció a los dos días) y un zulo repleto de varias bolsas con restos humanos, toda clase de armas –cuchillos, sierra, hachas, sables- y fotos y vídeos de mujeres desnudas en actitud obscena y de sometimiento, incluidas las dos víctimas.

La explicación que Aguilar dio tras su detención, ya en su primera declaración ante la Ertzaintza, fue que desvarió. Le dio un “ataque de ir descontrolado” debido al “tumor” que tenía en la cabeza. “Al darme cuenta de que estaba muerta, intenté deshacerme de ella. Tuve flashes en la percepción. Se mezclaba la realidad con pérdidas de control. Como me pasa desde hace cuatro años”, afirmaba.

Reconociendo los hechos

Aguilar se refería a cuando escaló 5.550 metros de altitud y sufrió una especie de “muerte inminente”. Según el falso monje “desde ese día, mi pensamiento va más lento, tengo desconexiones, siento que el cerebro se me para”. Aunque en realidad, el diagnóstico médico fue bien distinto. Los facultativos le encontraron un “quiste aracnoideo en el temporal izquierdo, de naturaleza congénita”. El tratamiento: fármacos para la memoria y el comportamiento.

El 15 de abril de 2015 comenzó el juicio contra Juan Carlos Aguilar por el asesinato de dos mujeres a las que previamente había vejado, maltratado y a una de ellas, descuartizado. Cinco hombres y cuatro mujeres conformaron el jurado en una vista judicial que generó gran expectación entre los medios de comunicación. Más de cien periodistas acreditados y múltiples conexiones en directo para informar puntualmente de lo sucedido en la Audiencia Provincial de Bizkaia.

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Exteriores del gimnasio de Juan Carlos Aguilar tras descubrirse los crímenes (efe)
El primero en declarar fue el acusado. Pero antes de escuchar a Aguilar, la secretaria judicial leyó el escrito que él mismo redactó reconociendo los asesinatos con alevosía. “Actué de forma súbita, imprevisible e inesperada”, contó. Eso sí, lo único que no admitió fue el ensañamiento (el de la primera víctima). Estas palabras llegaban tarde. Según las acusaciones no mostró interés alguno en ayudar a los investigadores y cuando lo hizo fue de cara al juicio a modo de “estratagema” “extemporánea” para que le redujesen la condena. Ni siquiera pidió perdón.

Ya de pie, se pudo ver cómo Aguilar no había cambiado nada. Tenía el mismo aspecto que durante su detención, portando un pantalón oscuro y una chaqueta deportiva, tranquilo y frío.

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Momento de la detención de Juan Carlos Aguilar (Mediaset)
Durante el interrogatorio que le hizo el fiscal José María Morales –se negó a responder a las acusaciones particulares-, Juan Carlos admitió todo.

Fiscal: ¿Ató a Yenni los brazos y la agredió hasta matarla?:

Aguilar: Si

F: ¿Le dio patadas en el cuerpo?

A: Si, reconozco todo eso...

F: ¿Diseccionó el cuerpo?

A: Si

F: En cuanto a Mauren, ¿la agarro y la llevo hacia dentro y la ato por las muñecas y por el cuello?

A: Si

F: ¿La estranguló con cuerdas y bridas?

A: Si...

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Momento de la declaración ante el juez de Juan Carlos Aguilar (efe)
Tras aquellas palabras, las acusaciones dejaron claro que Aguilar “disfrutaba manteniendo prácticas sexuales de dominación con mujeres sometidas a él e indefensas, incluso desmayadas o privadas del sentido”. Así lo demostraban las sendas fotografías y vídeos sobre las víctimas. Las “golpeaba hasta darles muerte”, y recogía “dichas prácticas en soporte fotográfico para su posterior disfrute”.

Se creía que el acusado “fantaseó, planeó y ejecutó” el crimen de Maureen “con el ánimo premeditado de saciar sus instintos asesinos, salió con su vehículo a buscar una víctima”. De hecho, cuando la policía encontró a la joven, ésta estaba en el suelo “semioculta por unos colchones y tapada por una tela”. Tenía la ropa desgarrada y“estaba ensangrentada e inconsciente, con las manos y pies atados con bridas y dos vueltas de cinta americana apretándole el cuello. Debajo de la cinta tenía un cordel enrollado cinco veces alrededor del cuello y una brida apretándole”.

Las discípulas del maestro

Aguilar lo tenía todo pensado. “Escogió” a la víctima “con cuidado” al ser “una mujer vulnerable, en situación de exclusión social, con escasa red de apoyo social en Bilbao, inmigrante de un estrato socioeconómico muy bajo, que no iba a ser echada de menos por nadie”. Es decir, “una mujer a la que consideraba una presa fácil”.

Entre los testimonios que pasaron por el juicio, está el de una decena de mujeres que tuvieron relación con el falso Shaolín. Uno de los testimonios claves fue el de una de sus discípulas, María Eva. La joven de 28 años estuvo junto al cadáver de Yenny sin saberlo. Dijo, incluso, haberlo tocado.

María Eva puso en antecedentes al jurado aludiendo a la agresividad del asesino: “Me golpeaba los pechos, el culo, los brazos y el trasero y me tiraba del pelo”. Y se excusaba con un: “Era un desahogo, para sacarse la rabia, el amargor. Me decía que era su compañera para todo”. La relación de sumisión era enfermiza.

Hasta tal punto que al día siguiente del asesinato de Yenny, la declarante estuvo con Aguilar. Él le pidió que acudiese al gimnasio, que le esperase en una sala mientras en otra contigua utilizaba un martillo, un taladro y una motosierra. Además del ruido, la joven aseguraba que mascullaba frases como “putas, putas negras”.

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Bridas y cuerdas, pruebas durante el juicio de Juan Carlos Aguilar (efe)
Dos horas después, le vendó los ojos y le llevó a la estancia contigua. La tumbó sobre la cama y “me dijo que pusiera cara de excitación y me hizo tres o cuatro fotos”. Entonces “me cogió la mano y me dijo que tocara, me la llevó hacia atrás y me hizo palpar aquello, yo pensaba que era una cama. Toqué algo frío y duro”. María Eva no lo sabía pero acababa de tocar el cadáver de Yenny. Tras aquello, ella se marchó y él desapareció en coche junto con varias bolsas.

En aquellos bultos llevaba parte del cuerpo de su víctima que, gracias a las cámaras de seguridad instaladas junto a la Universidad de Deusto, se pudo comprobar que estaba arrojando los pedazos a la ría.

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El interior del gimnasio propiedad de Juan Carlos Aguilar donde se produjeron las torturas y crímenes (EC)
En cuanto a los informes de autopsia atestiguaban que Aguilar les propinó golpes contundentes a las dos víctimas. El de Maureen presentaba una contusión interna en el hígado provocada probablemente por puñetazos; los restos de Yenny fueron identificados mediante una necrorreseña. Su “obsesión” por los cuerpos inmóviles de mujeres desnudas fue lo que, según la Ertzaintza, provocó la muerte de Yenny y su posterior descuartizamiento para deshacerse del cadáver. Para ello necesitó de una semana.

Entre las lecciones que impartía el falso Maestro Shaolín, había una que rezaba: “los guerreros que vencían en las batallas se comían el corazón del vencido para humillarlo”. Y es que las partes blandas del cuerpo de Yenny jamás fueron encontradas.

Sin ensañamiento

Así el jurado se encontró con un hombre “muy listo, muy calculador y muy manipulador”, como le describió Tamara Martínez, abogada de la asociación Clara Campoamor. “Tenía cierto enganche social, conectaba bien con la gente y aprovechaba sus apariciones en televisión”, apuntó.

Tras siete días de juicio, el jurado encontró culpable por unanimidad a Juan Carlos Aguilar de dos asesinatos con alevosía pero “sin ensañamiento” y le condenó a 38 años de cárcel. Un veredicto que tuvo en cuenta que jamás mostró “arrepentimiento” alguno. De hecho, la actitud del monje durante la vista fue de indiferencia: escuchando con los ojos cerrados a los testigos, ladeado, con las manos entrelazadas… Un comportamiento que no dudó en recordar el juez Manuel Ayo al jurado antes de deliberar.

Su estancia en la cárcel no había hecho más que comenzar y el 28 de julio de 2015 sufrió un ataque por parte de otro interno. Fue en la prisión de La Moraleja (Palencia) cuando un interno con “un alto perfil psiquiátrico y muy conflictivo” además de gran corpulencia -1,90 de estatura y más de 120 kilos de peso- cogió un cepillo de dientes afilado y la emprendió a puñaladas contra el monjealcanzándole varias veces la cabeza y el cuello. Nunca se temió por su vida.

Tras este episodio y ya recuperado, Aguilar fue trasladado al centro penitenciario de Mansilla de las Mulas (León), donde actualmente cumple condena. Su salida de prisión está prevista para 2038, aunque en 2021 podría disfrutar de su primer permiso penitenciario.

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Juan Carlos Aguilar, en un vídeo grabado para su gimnasio (Archivo)


Reportaje original con la totalidad de su contenido fotográfico, gracias:
https://www.lavanguardia.com/suceso...olin-falso-orgias-sangre-sadico-crimenes.html
 
Enriqueta Martí, la ‘Vampira de Barcelona’ que elaboraba pócimas con sangre de niños
Esta asesina en serie sembró el pánico en la Ciudad Condal a principios del siglo XX
La historia de la curandera y alcahueta está plagada de mitos y leyendas
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REPRODUCCION DE IMAGENES FOTOGRAFICAS DEL ARCHIVO PERSONAL DE PACO VILLAR. IMAGEN PARA ILUSTRAR EL COLECCIONABLE BARCELONA CIUDAD DE VANGUARDIA. LA LINTERNA: SEMANARIO DE SUCESOS (ARCHIVO PACO VILLAR)
MÓNICA G. ÁLVAREZ
05/07/2019 06:30
Actualizado a 05/07/2019 07:27

“Un guardia municipal ha encontrado esta mañana a la niña desaparecida. Estaba secuestrada por una mujer de cuarenta años, llamada Enriqueta Martí, en una casa de la calle de Poniente. Cuando el público ha conocido la noticia, se ha agolpado frente al domicilio de la Enriqueta, y para evitar un asalto, han tenido que acudir las fuerzas del orden público. Ampliaré detalles”. Así describían los diarios de la época, a principios del siglo XX, la detención de la denominada ‘Vampira de Barcelona’.

Una historia plagada de luces y sombras, de mitos y leyendas, que según algunos expertos, fue construida por la mismísima prensa para convertir a la Ciudad Condal en el “parque temático” del crimen con Enriqueta como cabeza de turco.

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REPRODUCCION DE IMAGENES FOTOGRAFICAS DEL ARCHIVO PERSONAL DE PACO VILLAR. IMAGEN PARA ILUSTRAR EL COLECCIONABLE BARCELONA CIUDAD DE VANGUARDIA. LA LINTERNA: SEMANARIO DE SUCESOS. (ARCHIVO PACO VILLAR)
A principios de 1900, el término ‘vampiras’ hacía referencia a aquellas mujeres que raptaban a niños para extraerles sangre, grasa, huesos, e incluso cabellos con el fin de realizar toda clase de ungüentos y pócimas mágicas para curar las dolencias de miembros adinerados de la sociedad. Uno de los casos más aterradores a manos de una ‘vampira’ fue el de Enriqueta Martí, en Barcelona.

De hecho, en la historia negra de España sigue resonando su nombre como una de las peores asesinas, pese a que como veremos, podría haber sido todo producto de un bulo que nada tenía que ver con la realidad.

Las dos ‘Enriquetas’

Enriqueta Martí Ripollés nació en Sant Feliú de Llobregat en febrero de 1868 para, con los años, mudarse a la capital catalana. Trabajó como niñera, sirvienta, prost*t*ta, curandera, lavandera y modista. Tenía antecedentes por corrupción de menores: en 1909 la detuvieron por tener un prostíbulo donde niños de 5 a 16 años ejercían la prostit*ción en la calle de Minerva. El proceso no llegó a más porque alguien muy poderoso intercedió en este asunto y Enriqueta Martí salió en libertad.

La doble vida que ejercía estaba dividida en dos ‘Enriquetas’: la mendiga y la pudiente. Por las mañanas solía visitar parroquias, conventos y centros de acogida para pedir una ayuda; mientras que por las tardes, paseaba por la ciudad exhibiendo costosos vestidos, sombreros y pelucas.

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Joan Pujaló, marido de Enriqueta Martí (Archivo)
Durante ese tiempo contrajo matrimonio con el pintor Joan Pujaló con quien compartió diez años de su vida. Tuvieron un hijo que falleció a los diez meses por desnutrición. Y aquello, según el escritor Jordi Corominas, “la perturbó totalmente”. Esa circunstancia fue lo que provocó en Enriqueta la necesidad de secuestrar a una niña de cinco años llamada Teresa Guitart. Corría el año 1912. Aquel 10 de febrero, los vecinos de Barcelona no hablaban de otra cosa. ¿Dónde estaba la pequeña Teresita? Solo fueron unos segundos. Ana, su madre, se paró a charlar con una vecina a la puerta de la casa. Le soltó la mano creyendo que subiría al domicilio, pero cuando arribó la “nena”, como así la denominaban, no estaba.

Enriqueta había convencido a la pequeña para que se fuese con ella. Según las declaraciones de la niña, le dijo: “Ven, bonita, ven, que tengo dulces para ti”. Cuando Teresita trató de huir, la alcahueta le cubrió la cabeza con un pañuelo negro y se la llevó.

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Teresita Guitart, raptada por Enriqueta Martí (YouTube)
La prensa no hablaba de otra cosa. Hasta tal punto que el gobernador civil tuvo aclarar que los rumores que se estaban “extendiendo por Barcelona acerca de la desaparición, durante los últimos meses, de niños y niñas de corta edad que, según las habladurías populacheras, habrían sido secuestrados” eran falsos. Él decía que no, pero los datos eran otros.

Durante varios días las autoridades intentaron dar con el paradero de Teresita. Pero finalmente fue una vecina, Claudina Elías, quien descubrió dónde habían escondido a la menor. Al asomarse a la ventana vio un niño y una niña. Uno de ellos con la cabeza rapada. Inquieta, decidió hablarlo con otro vecino que, a su vez, alarmó a la policía municipal.

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Los vecinos que avisaron a la policía del rapto de dos niños por Enriqueta Martí (Archivo)
Una brigada arribó a la calle de Ponent nº 29 entresuelo 1ª con la disculpa de inspeccionar el domicilio por un problema con “gallinas”. Cuando entraron se encontraron con dos niñas pequeñas. Se trataba de Angelita y Teresita. La primera declaró ser la hija de Enriqueta y que vio cómo su madre “cogía a Pepito, lo ponía sobre la mesa del comedor y lo mataba con un cuchillo. Yo me fui a mi cama y me hice la dormida”.

Además del testimonio de las pequeñas, el registro de la casa de la ‘Vampira de Barcelona’ reveló multitud de secretos. Un salón con muebles carísimos –sofás, cortinas, lámparas…- en contraste con las habitaciones sucias y descuidadas que lo rodeaban. Armarios con trajes de gala para un niño y una niña, pelucas, vestidos de confección para Enriqueta…. Y un montón de cartas.

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Angelita, niña secuestrada por Enriqueta Martí (YouTube)
Las misivas utilizaban un lenguaje en clave, repletas de contraseñas, iniciales y firmas irreconocibles. Una especie de lista con nombres relevantes de la sociedad catalana. Los agentes también dieron con una segunda prueba en la cocina: un saco con un traje de niño y un cuchillo con sangre. En otra estancia, una bolsa con ropa vieja y sucia, y multitud de huesos de niños. Los expertos identificaron rótulas, costillas y clavículas de treinta menores distintos que habrían sufrido quemaduras para extraer la grasa de sus cuerpos.

En esta inspección también se toparon con centenares de tarros con sangre y grasa humana a modo de pócimas mágicas, además de una libreta con una especie de recetas para curar toda clase de enfermedades. “Confecciono remedios utilizando determinadas partes del cuerpo humano”, explicó Enriqueta ante las abrumadoras pruebas que la señalaban. Eso sí, lanzó una advertencia: “Como sé que me subirán al patíbulo, quiero que conmigo suban los demás culpables”.

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La casa de Enriqueta Martí (YouTube)
Enriqueta se refería a las iniciales y domicilios de su clientela. Los rumores de la época hablaban de políticos, escritores, médicos, abogados, y toda clase de personalidades.

El registro de la calle Ponent no fue el único, también estuvieron en su piso de la calle de Picalqués donde dieron “con los huesos fue encontrado un calcetín de niño que debió de pertenecer a un hijo de familia muy humilde, porque está zurcido y añadido desde su mitad con hilo de otro color”. En la que tenía la calle de Tallers descubrieron más huesos y dos cabelleras rubias de niñas. Y en una casa en la calle de los Jocs Florals de Sants localizaron: el cráneo de un niño de tres años, y más huesos de otros tres pequeños de entre tres y ocho años. En total: una docena de víctimas.

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Lista con el nombre de los clientes de Enriqueta Martí (YouTube)
Tras su detención, la noticia de sus actos cubrieron portadas de los periódicos. “Esos huesos hablan de crímenes bárbaros, y esos emplastos y esas curas, de supercherías medioevales”, decían. Mientras esperaba a ser juzgada, Enriqueta fue encarcelada en la prisión Reina Amalia del Raval. La opinión pública exigía que fuese condenada a muerte, a la pena de garrote vil. Casi año y medio después y aún sin juzgar, con algún intento de suicido de por medio, finalmente Enriqueta murió a causa de una larga enfermedad. Posiblemente cáncer de útero.

Otras fuentes apuntan a que murió de las heridas causadas por una paliza, que incluso la habrían envenenado antes de ser asesinada…

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La detención de Enriqueta Martí, la 'Vampira de Barcelona' (Archivo)
Mientras que para Millán Astray, jefe superior de policía a cargo de su caso, Enriqueta fue “una neurótica que se creía curandera, un caso de bruja antigua que hubiera sido quemada viva en la hoguera”; para escritores como Jordi Corominas, en realidad Martí “no era una asesina sino más bien paradigma de una Barcelona pobre y desesperada que era la que no acostumbraba a salir en los medios”.

Aunque lo cierto es que su verdad, la de Enriqueta Martí, jamás salió a la luz. Tampoco los nombres de aquella lista. Y el mito y sus sombras siguen perviviendo.



https://www.lavanguardia.com/suceso...crimenes-ninos-pocimas-las-caras-del-mal.html
 
Un destierro, un sicario, un crimen y una venganza entre mercheros
ABC reconstruye el asesinato de una limpiadora en Toledo ordenado por parientes de quien fue la mano derecha del Lute


SeguirCruz Morcillo@cruzmorcillo
Madrid Actualizado:07/07/2019 09:23h
Seguidores de «El Lute» en el siglo XXI

A Mercedes y a su hijo Daniel no les dio tiempo ni a ver la cara del asesino. La mujer, de 41 años, y el niño, de once, acababan de salir de su casa en la urbanización Monteviejo III de Las Ventas de Retamosa (Toledo), un tranquilo pueblo de poco más de 3.000 habitantes. Cuando habían circulado unos 200 metros, a la altura de una rotonda, un individuo se acercó a la ventanilla del conductor y descerrrajó ocho disparos a la mujer sin mediar palabra. Uno le impactó en la cabeza y otro en el pecho. A Daniel le entró una bala por la pierna. Eran las 8.45 de la mañana del 4 de mayo de 2018. Mercedes y su hijo menor se dirigían al colegio como cada mañana. Ella murió en el acto mientras el autor de los disparos huía.

ABC ha reconstruido un año después un crimen que parece sacado de otra época, un móvil anclado en el odio, con un destierro de por medio e históricas familias mercheras (quinquis) implicadas: los hijos de Raimundo Medrano, el que fuera la mano derecha de Eleuterio Sánchez, «el Lute», considerado el enemigo público número dos durante el franquismo. Justicia del ojo por ojo y diente por diente, esa que no es justicia y se cobra vidas inocentes como la de Mercedes Martín Ayuso, que tuvo la mala fortuna de escuchar lo que no debía y de que la acusaran de falacias. La investigación de la Guardia Civilresultó brillante y rapidísima, cuajada además de colaboradores anónimos y certeros.

La mañana del crimen el asesino escapó en un Seat León gris. Daniel Bautista, el niño, pese a la conmoción de ver morir a su madre y quedar herido, se fijó en el coche y dio la marca y modelo a los agentes que llegaron al lugar. De la investigación se hizo cargo el Grupo de Personas de Policía Judicial de la Guardia Civil de Toledo. Las primeras hipótesis que se barajaron en esas primeras horas fueron un ajuste de cuentas e incluso un crimen machista. El ex de Mercedes, padre del niño, y el que era su pareja actual, de origen marroquí, fueron llamados a declarar.

Los agentes recurrieron a la investigación puerta a puerta al tiempo que revisaban cámaras de seguridad de la zona. Un vecino dio la primera clave. El día anterior se había fijado en un Seat León merodeando por la urbanización. Tanto le había llamado la atención que incluso entró en su casa dispuesto a hacer una foto del vehículo y del individuo. Cuando salió había desaparecido. El primer número de la matrícula era un cero. «Supimos así que el supuesto autor había estado vigilando a la víctima para conocer sus rutinas», señala uno de los investigadores del caso.

A lo largo de la mañana reciben otra información valiosísima. Media hora después del crimen habían quemado un vehículo en la localidad madrileña de Torrejón de la Calzada que coincidía con la marca y modelo señalado. Una pareja de agentes se dirige al lugar y se encuentra con el tercer testigo privilegiado. Había visto cómo prendían fuego al coche en un descampado y cómo quien lo hizo huyó en otro turismo del que aportó la matrícula. Se fijó tanto porque el tipo salió de allí «haciendo ruedas» y casi le atropella.

La Guardia Civil envió una requisitoria sobre ese segundo coche especificando que estaba implicado en un homicidio. Eran las doce de la mañana, tres horas después del crimen. A las 16.30 horas, el asesino sufre un accidente en la A3 sentido Valencia, a la altura del kilómetro 264, en el término municipal de Fuenterrobles. El individuo, había recorrido unos 300 kilómetros, se quedó dormido y chocó contra un camión. Abandonó el coche y otro conductor lo recogió. Los agentes de la Guardia Civil de Valencia descubren que es el vehículo buscado por sus compañeros de Toledo. El conductor que lo había auxiliado, cuarto testigo colaborador, llama también al Instituto Armado porque el individuo le infunde desconfianza y cuenta que lo ha dejado en la estación de autobuses de Utiel (Valencia). Otra patrulla lo encuentra en ese apeadero; lleva un bolso de viaje en el que guarda el arma del crimen: una pistola Zastava de origen ruso, de 7,65 mm, la misma que ocho horas antes había acabado con la vida de Mercedes.

Fue identificado como Raúl Romero Aparicio, de 39 años, un malagueño afincado en Barcelona, que había salido poco antes de prisión por un atraco. Acumulaba un largo historial de delitos contra el patrimonio, pero ninguno de sangre y se negó a declarar. En su bolsa de viaje además de la pistola llevaba un teléfono móvil y una tarjeta prepago. Desde ese terminal solo se había hecho una llamada, justo después del asesinato. «Lo lógico era pensar que se trataba de un sicario, pero también que se hubiera equivocado de persona porque Mercedes no tenía ni dinero ni antecedentes ni nada raro en su vida», explican fuentes de la investigación.

A las 48 horas, Balística confirmó que los casquillos correspondían a la pistola hallada, pero el silencio del asesino a sueldo (reconocido por el testigo al que casi atropelló) no ayudaba a cerrar el círculo. Los agentes averiguaron que Mercedes había trabajado como limpiadora en casa de una familia de mercheros de Las Ventas de Retamosa y que el móvil del supuesto sicario había sido activado junto a otro número una semana antes en una tienda de teléfonos regentada por un paquistaní en Badalona (Barcelona), muy cerca de la casa de Romero.

La familia de la víctima detalló que Mercedes había estado empleada en la casa de Luis del Castillo, alias «el Vaca», un conocido merchero del pueblo y que él y su mujer la habían amenazado. El Vaca y su esposa, María del Carmen Medrano, habían sido desterrados de Las Ventas de Retamosa por los patriarcas mercheros y ellos culpaban a Mercedes de ese destierro. El origen era, según ellos, que la limpiadora había hablado de más sobre las relaciones extramatrimoniales que tenía la pareja. En el caso de María del Carmen eso era más que una afrenta para los clanes.

El matrimonio acusó a la asistenta de haber hablado de más, y la culpaban de su destierro
Del Castillo y Medrano, alejados a la fuerza por orden de los patriarcas, vivían muy cerca del sicario en Barcelona, dedicados a timos como el «tocomocho» y la «estampita». El paquistaní de la tienda de Badalona reconoció al Vaca como el individuo que una semana antes del crimen había comprado dos móviles y dos tarjetas prepago. La Guardia Civil detuvo un mes después al matrimonio. Pero aún faltaban colaboradores.

El sicario, también merchero, viajó desde Barcelona el día antes de ejecutar a Martín, sin conocer la zona ni a la víctima. Fue el cuñado del Vaca, hermano de su mujer, quien le proporcionó los dos coches robados con los que se movió. Emilio Medrano, que vive a caballo entre Guadalajara y Toledo, también fue arrestado como cooperador necesario. Los agentes llevaron a cabo una quinta detención: la de la mujer del esbirro. Gracias a las intervenciones telefónicas averiguaron que el matrimonio desterrado había pagado el abogado del asesino a sueldo, cuando este ingresó en prisión y enviado dinero a su esposa a cambio de su silencio.

Romero, el sicario, y el Vaca siguen en prisión, como autor material e intelectual, respectivamente. El resto, cooperadores, están a la espera de juicio. Los Medrano, hijos de uno de los delincuentes quinquis más famosos de los años sesenta que fue condenado a muerte aunque se le conmutó la pena, y el Vaca aplicaron primero la ley del talión y luego la del silencio, esas ancestrales que comparten gitanos y mercheros. Mercedes Martín no pertenecía a ninguno de esos grupos, se ganaba la vida limpiando casas. Un año después, aún no se sabe cuánto pagó la familia merchera por el crimen para lavar su honor y su destierro.

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Agentes de la Guardia Civil trabajan con el coche de la víctima - Ana Pérez Herrera
Protagonistas de un crimen de otra época
Mercedes Martín Ayuso, la víctima de este suceso, tenía 41 años cuando fue asesinada a tiros en su automóvil. Limpiaba en la casa de quienes ordenaron su muerte. La acusaban de provocar su destierro por los patriarcas.

Daniel Bautista Martín, hijo de la víctima, resultó herido. Estaba en el vehículo con su madre y salvó la vida de milagro. Tenía once años.

Raúl Romero Aparicio, de 39 años, es el sicario que ejecutó la venganza. Nacido en Málaga y afincado en Barcelona. Tiene antecedentes por delitos contra el patrimonio. Acababa de salir de la cárcel por atraco. Merchero.

Luis del Castillo, el Vaca, autor intelectual del asesinato. Contrató al sicario y compró los teléfonos y tarjetas hallados. Merchero desterrado.

María del Carmen Medrano Villa. Esposa de «el Vaca» e hija del histórico quinqui Raimundo Medrano, que era la mano derecha del «Lute». Cooperadora del crimen.

Emilio Medrano Villa. Cuñado de «el Vaca», hijo de Raimundo Medrano. Proporcionó al sicario los dos coches robados usados en el asesinato.

Raimundo Medrano. Considerado enemigo público número dos en el franquismo, compañero de Eleuterio Sánchez,«el Lute». Condenado a muerte, se le conmutó la pena. Asesinado en 2015 por su mujer en Calatayud.

María del Carmen Villa. Esposa de Medrano y madre de dos de los implicados en el crimen. Confesó que había matado a su marido. Está en busca y captura

Original con vídeo al inicio:
https://www.abc.es/espana/abci-dest...nza-entre-mercheros-201907070258_noticia.html
 
El Vaticano abrirá las tumbas de dos princesas para buscar a Emanuela Orlandi
  • EFE
    Roma
Miércoles, 10 julio 2019 - 14:24


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Fotografía de un póster en el que se pide información sobre Emanuela Orlandi.EFE
Las tumbas de dos princesas alemanas que se encuentran en un cementerio dentro de las murallas del Vaticano serán abiertas este jueves para comprobar si esconden los restos de Emanuela Orlandi, la hija de un empleado vaticano desaparecida en 1983.

La fiscalía vaticana dispuso la apertura de las dos tumbas después de la petición de la familia Orlandi, que no se ha rendido nunca en la búsqueda de la joven, cuya desaparición es uno de los grandes misterios del país.

La abogada de la familia Orlandi, Laura Sgrò, explicó que el verano pasado recibieron una carta anónima con una fotode la tumba con la frase "Busque donde indica el ángel" y pidieron a la Secretaría de Estado vaticana que autorizase su apertura.

Serán abiertas la llamada 'Tumba del Ángel', en la que está enterrada la princesa Sofía von Hohenlohe, fallecida en 1836 y la adyacente, en la que está sepultada la princesa Carlotta Federica de Mecklenburgo, que murió en 1840.

Las tumbas se encuentran en el Cementerio Teutónico, dentro de los muros vaticanos, donde una vez estuvo el llamado Circo de Nerón, lugar de martirio de muchos de los primeros cristianos, y posteriormente pasó a ser propiedad de una fundación alemana.

El encargado de la toma de muestras para el posterior examen de ADN, el profesor de medicina legal en la Universidad de Tor Vergata Giovanni Arcudi, explicó a la página de información del Vaticano que se examinarán los restos óseos "para su clasificación y datación y para todos los demás diagnósticos que se puedan hacer en antropología forense, para establecer la edad, el s*x*, la estatura, etc".

Después de este primer examen, se podría "excluir la hipótesis de que los restos óseos pertenezcan a personas diferentes a las dos que fueron enterradas allí", agregó.

Pero en el caso de que se encuentren otros restos humanos, añadió, "el tiempo de la operación se alargaría y podría ser útil la identificación odontológica, el estado de los dientes, a partir del cual se puede rastrear hasta la edad".

Posteriormente se realizará el examen de ADN "para llegar a certezas y excluir de forma definitiva y categórica que en las dos tumbas haya algún resto atribuible a la pobre Emanuela".

"Para la prueba del ADN pueden ser necesarios 20 días, 30 días, e incluso pueden ser 60 días porque a veces hay que repetir la prueba", destacó el médico forense.

DESAPARECIDA EN 1983
Los trabajos se realizarán en presencia de los abogados de las partes y los familiares de Orlandi y de las personas enterradas en estas tumbas, y agentes de la Gendarmería vaticana.

El caso Orlandi, la chica de 15 años que desapareció el 22 de junio de 1983 cuando salía de la escuela de música de San Apolinar, en el centro de Roma, sin que desde entonces haya habido noticias sobre su paradero, ha estado siempre rodeado de misterio por las varias teorías de la implicación desde hombres de la Curia vaticana, a la Banda de la Magliana (la mafia de Roma) o del atentado a Juan Pablo II a manos del turco Ali Agca.

La familia lleva años intentando encontrar pistas de lo que ocurrió y ya en 2012 pidió una investigación cuando se encontraron restos óseos sin identificar al lado de la tumba en la basílica de San Apolinar de Enrico De Pedis, jefe de la "Banda de la Magliana", la mafia de Roma durante los años 70 y 80.

También recientemente el hallazgo de unos huesos en el sótano de la nunciatura (embajada) de la Santa Sede en Roma hizo que se volviese a hablar del caso, pero finalmente se determinó que los huesos eran anteriores a 1964, según la Fiscalía de Roma.

https://www.elmundo.es/internacional/2019/07/10/5d25d4d821efa001488b4573.html
 
¿Atentado? Los enigmas sin resolver del trágico incendio de Zaragoza donde murieron 80 personas
Cuarenta años después de que el fuego acabar con la vida de 78 personas en este edificio, siguen las incógnitas a su alrededor. ¿Fue el fuego provocado?, ¿era un ataque que pretendía acabar con la Transición?
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@abc_historia
Madrod
Actualizado:12/07/2019 09:46h

Fue el tercer incendio más catastrófico de nuestro país. Ocurrió el 12 de julio de 1979 en el hotel Corona de Aragón, y hubo que lamentar nada menos que 78 víctimas mortales y 113 heridos. El titular con el que el ABC explicaba en su portada el triste suceso lo dice todo: «Espantosa tragedia en Zaragoza». Como en el edificio se alojaban multitud de militares, se barajó la posibilidad de que fuera un atentado que buscara frenar laTransición. No obstante, a día de hoy se desconoce quién fue el culpable y cuáles eran sus motivos. Es un enigma que, 40 años después, sigue sin resolverse.

La catástrofe convulsionó a un país que, como bien destacó ABC, luchaba todavía por abrirse paso en la nueva democracia. «España entera se halla conmocionada por el espantoso incendio que destruyó por completo el hotel Corona de Aragón, de Zaragoza. El fuego prendió en todo el edificio en muy pocos minutos, causando decenas y decenas de víctimas por asfixia», señalaba este diario. No fue la única forma de morir. Y es que, los inquilinos llegaron a «saltar al vacío desde sus habitaciones» y a fallecer a decenas por culpa de la intoxicación.

Fue, en definitiva, un suceso horrendo en el que, incluso, se vio afectada la familia Franco. «Se da la circunstancia de que en el hotel se alojaba buen número de militares con sus familias, que iban a asistir a los actos castrenses, así como la Señora de Meirás y los duques de Franco, que habían acudido a Zaragoza para acompañar a Cristóbal Martínez Bordiú en el acto de fin de curso de la Academia General Militar», desvelaba este diario. La presencia de la viuda del Generalísimo, así como de sus hijos, terminó de desconcertar a los investigadores.

Corría el 12 de julio de 1979. El Hotel Corona de Aragón, de cinco estrellas y 247 habitaciones, estaba prácticamente lleno. Muchos de sus huéspedes habían pernoctado allí para asistir a la entrega de despachos de la Academia General Militar. Entre ellos, Carmen Polo, la viuda de Franco, y los marqueses de Villaverde con sus hijos. Un nieto del dictador iba a recibir su despacho de teniente.

Sobre las 8.15 horas de ese día se declaró un incendio en la churrera de la cafetería del hotel. Los bomberos apenas tardaron minuto y medio en llegar al lugar, pero las llamas y el humo se extendieron planta por planta a una velocidad inédita hasta alcanzar la azotea. En diez minutos estaba ardiendo todo el edificio.

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La mayoría de las víctimas, algunas refugiadas bajo las camas o en las duchas de sus habitaciones, murieron asfixiadas. Otras llegaron a arrojarse al vacío. Algunos huéspedes pudieron salvarse rescatados por los bomberos o por sus propios medios, como un hombre que se descolgó por la fachada después de enlazar varias sábanas. Solo hay que ver las imágenes de la tragedia, todavía en blanco y negro, para hacerse una idea de su magnitud.

¿Accidente o atentado?
Ramón J. Campo, periodista del Heraldo, ha dedicado mucho tiempo a investigar el incendio y lo tiene claro. Para él, fue un atentado con el que alguien quiso frenar la transición. Así lo afirma también en un documental, «Los años de humo», dirigido por Germán Roda y producido por Estación Cinema en colaboración con Aragón TV.

Un documental que, a partir de mañana, estará disponible en la plataforma Filmin y en el que testigos directos del incendio también ofrecen su opinión sobre las causas de la tragedia.

Tanto Radio Zaragoza como el Heraldo recibieron llamadas ese día en las que grupos terroristas como ETA y el Frente Revolucionario Antifascista y Patriótico (FRAP) lo reivindicaban.

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Sin embargo, en su boletín interno «Zutabe» difundido el pasado mes de noviembre, ETA asumía 774 asesinatos y 2.606 atentados, pero rechazaba la autoría de «falsos atentados» como el incendio del Corona.

Ramón J. Campo no descarta que fuera obra de la ultraderecha o que estuviera de alguna forma relacionado con el golpe de estado del 23F, el que año y medio después se produjo y que llevaba tiempo fraguándose.

Lo que sí parece claro es que un fuego fortuito en la churrera no pudo causar un incendio de semejante virulencia y dimensiones. Solo el uso de un acelerante como el napalm pudo extenderlo a esa velocidad a las nueve plantas del edificio.

El Gobierno de entonces, presidido por Adolfo Suárez, dijo públicamente dos días después que el incendio había sido fortuito, pero el general Alfonso Armada relató al periodista del Heraldo que los propios militares hospedados le contaron ese mismo día que había un reguero de acelerantes que extendieron el fuego.

Pero la versión oficial que se quiso mantener ya la dejó meridianamente clara el entonces gobernador civil: un incendio accidental de la churrera. «Y no nos vamos a mover de aquí».

Casi once años después, el Consejo de Estado, tras examinar los informes realizados en su día por los expertos, concluyó que el incendio fue un atentado terrorista. De este modo, las víctimas pudieron ser indemnizadas.

El periplo judicial
Campo no llega a entender cómo la Audiencia Nacional «se lavó las manos» y siempre consideró que no había indicios suficientes para tratar el caso como atentado terrorista.

El incendio fue investigado por los tribunales de Zaragoza como una causa civil, que concluyó que no había responsabilidad de la empresa, y penal. En esta última, el juez determinó que era homicidio y envió el caso a la Audiencia Nacional por considerar que se trataba de un atentado.

Pero la Audiencia entendió que no había pruebas salvo las llamadas que lo reivindicaban y archivó el sumario, como hizo también la Audiencia Provincial de Zaragoza al no poder identificar la autoría.

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Los periódicos se hicieron eco de la noticia - ABC
Las familias de las víctimas no cejaron en su empeño y en 1988 la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo falló que un elemento externo causó el incendio. No paró ahí la pelea y en 1992 la AVT elevó al Tribunal Constitucional un recurso para que se reabriera el sumario.

Mientras, desde el lado de la administración central las víctimas fueron reconocidas -«no fue fácil encontrar el resquicio» para ello, dice en el documental el que fuera ministro del Interior Jaime Mayor Oreja- e indemnizadas como víctimas del terrorismo, pero siguen sin saber quién provocó el incendio.

Su insistencia y la de sus abogados obligó a la Audiencia Nacional a reabrir en 2013 el caso. El juez Fernando Andreu pidió en esa ocasión a la Policía un informe acerca de si ETA pudo estar detrás de esa tragedia. Pero acabó archivándolo.

La víctima desconocida
¿Y si el autor fuera la víctima desconocida que nadie reclama? El cuerpo de este hombre fue enterrado en el cementerio de Montjuic en la creencia de que se trataba del cadáver de un empresario barcelonés, José Domingo Pujadas, que se encontraba en el hotel el día del fuego.

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Pero días después se publicó un edicto de un juzgado y una foto de una persona fallecida en el incendio por si alguien podía identificarla. Los familiares de Pujadas afirmaron que ése era sin duda alguna el empresario, por lo que el cadáver que había sido enterrado en su lugar acabó en una fosa común.

Hasta el momento, como señala Ramón J. Campo, nadie se ha puesto manos a la obra para identificarlo. ¿Podría despejar alguno de los interrogantes?

https://www.abc.es/historia/abci-at...urieron-80-personas-201907120946_noticia.html
 
Charles Manson y Sharon Tate: el crimen que cerró los sesenta
Cuatro miembros de «la familia» de Charles Manson irrumpieron en la casa donde se encontraba la actriz el 9 de agosto y le asestaron 16 puñaladas. Después pintaron con sangre la palabra «cerdo»
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SeguirJavier Ansorena@jansorena
Corresponsal en Nueva York
Actualizado:20/07/2019 01:08h

Aquella noche, la del 9 de agosto de 1969, se acabaron de forma abrupta los años sesenta, escribió Joan Didion. Fue el cierre a una década alocada y lisérgica, que hizo despertar a muchos del sueño con un crimen espantoso, que conmovió al mundo.

Sus principales protagonistas fueron Charles Manson, por parte de los perpetradores, y Sharon Tate, entre las víctimas. Él fue el líder de una secta profética que ordenó a varios de sus seguidores –conocidos como «la familia»– un asesinato múltiple, el de Tate –una conocida actriz y mujer del director Roman Polanski– y de sus acompañantes. Era una venganza contra un productor musical, Terry Merchel, que se negó a grabarle un disco a Manson. El escenario del crimen había sido la casa de Merchel, y no está claro si el objetivo de Manson era el productor musical y se encontró a Tate, que había alquilado la casa, y a su compañía por error, o si el criminal era consciente de que Merchel ya no estaba allí.

De lo que no hay duda es de que instruyó a cuatro seguidores para que fueran «a la casa donde vivía Melchor» y acabaran con todo aquel que se encontrara allí «de la forma más horripilante», según contó años después en un libro Vincent Bugliosi, el que fue fiscal del caso. Los miembros de «la familia» eran Tex Watson y tres de las chicas jóvenes y atractivas de las que se rodeaba Manson: Susan Atkins, Patricia Krenwinkel y Linda Kasabian. En la casa estaban Wojciech Frykowski, un incipiente guionista; Abigail Folger, su novia y heredera de una fortuna de la industria del café; el estilista Jay Sebring y Tate, de 26 años y embarazada de ocho meses y medio.

El trabajo del demonio

Antes de entrar en la casa, Watson asesinó a un joven infortunado que había ido a visitar al encargado de mantenimiento de la casa y pasaba por allí. Era pasada la medianoche. Entraron en la casa y se encontraron con Frykowski, que dormitaba. Watson lo despertó de una patada en la cabeza y con un mensaje aterrador: «Soy el demonio y he venido a hacer el trabajo del demonio». Los atacantes encontraron después a Tate y a Sebring, los ataron del cuello con una cuerda. Sebring trató de oponerse ante el tratamiento que daban a una embarazada y le pegaron un tiro. Tanto Frykowski como Folger trataron de escapar y murieron en el intento. Watson disparó al guionista y lo apuñaló con sarna. Folger pudo zafarse en un momento de Krenwinkel, pero esta la alcanzó y la acuchilló. Él recibió 51 puñaladas; ella, 28.

En medio del horror, Tate pidió clemencia, rogó que le dejaran con vida para que pudiera dar a luz y se ofreció como rehén. Pero corrió la misma suerte: la apuñalaron 16 veces. Los asesinos pintaron la palabra «pig» («cerdo») en la puerta de la casa con la sangre de las víctimas.

La única que no participó de forma directa en los asesinatos fue Kasabian, que se quedó fuera de la casa, y al ver los primeros asesinatos mintió al resto del grupo diciendo que había escuchado que llegaba gente. Al día, siguiente, otro grupo de «la familia» asesinó a otras dos personas. A los dos días, Manson instruyó a Kasabian para que participara en otro crimen, el asesinato de un actor libanés. Kasabian lo frustró y huyó a su casa, a la otra punta del país, en Nuevo Hampshire. Meses después se convirtió en la principal cooperadora de las autoridades, a cambio de inmunidad. De su testimonio llegó gran parte de lo que se sabe sobre el asesinato y sobre la formación de «la familia».

Lenguaje apocalíptico
A finales de los años sesenta, Manson se había pegado media vida en prisión, condenado por violaciones, proxenetismo, fraude y otros delitos. Pero en la California pasada y subversiva de la época, su apariencia de gurú y su lenguaje apocalíptico caló entre un grupo de seguidores, la mayoría de ellas mujeres jóvenes de clase media, atraídas por la cultura «hippy». Formaron una comuna, que llegó a tener un centenar de miembros, en las inmediaciones del valle de Topanga, al norte de Los Ángeles.

La deriva violenta de Manson llegó con una profecía sobre un enfrentamiento entre blancos y negros en EE.UU., azuzada con la obsesión que sintió por los Beatles y su «Álbum Blanco», el disco que publicaron a finales de 1968. Manson creyó que era un mensaje dedicado a él y a «la familia» sobre la llegada del «Helter Skelter», el caos masivo.

Las profecías de Manson se mezclaron con la frustración de no poder desarrollar una carrera musical, como había previsto después de un encuentro casual con Dennis Wilson, uno de los fundadores de los Beach Boys, con el que trabó amistad (a cambio de compartir con él las chicas de «la familia»). El resultado fue la ola de violencia que desató y acabó con la detención de Manson y otros miembros de «la familia» en diciembre de 1969.

Manson fue condenado a pena de muerte, conmutada a cadena perpetua. Falleció en 2016 en la cárcel estatal de California, convertido en símbolo de violencia y locura.

https://www.abc.es/cultura/abci-cha...rimen-cerro-sesenta-201907200108_noticia.html
 
CRÍMENES DE VERANO
Tras las huellas de Charles Manson: 50 años de un verano de s*x*, música pop y orgías de sangre

La unción de Charles Manson como anticristo hippy comenzó durante el Verano del Amor de San Francisco en 1967. Una paradoja conveniente si aceptamos que los atroces crímenes de agosto del 69 en el 10.050 de Cielo Drive, Beverly Hills, contribuyeron a clausurar para siempre cierta utopía floral y pueril en la que se guareció un monstruo para crear una comunidad monstruosa junto a los fuegos campamentales del Spahn Ranch, un antiguo decorado de Westerns cuyo alquiler era pagado con los favores sexuales que las discípulas de Manson dispensaban a su octogenario propietario.

Durante el Verano del Amor, ya estaba consagrada como himno generacional la canción de Scott McKenzie con la que John Phillips, de The Mamas & The Papas, había predicado ante 200.000 personas durante el festival de Monterey: «If you're going to San Francisco / Be sure to wear some flowers in your hair...». Con o sin flores prendidas del pelo, el que sí fue a San Francisco en el 67 fue Charles Manson, recién cumplida una condena de seis años en la cárcel de McNeil, donde un atracador de bancos le enseñó a rasguear la guitarra y alimentó con ello la fantasía de Manson de convertirse en un gigantesco ídolo del pop. Lo cierto es que lo conseguiría, pero por otros medios.

En San Francisco, Manson pronto se vio abocado a vagabundear por las calles. Hasta que lo rescató Mary Brunner, una estudiante originaria de Wisconsin, bibliotecaria en la universidad de Berkeley, que lo invitó a vivir en su casa. Brunner fue la primera víctima de la capacidad casi mefistofélica de Manson de subyugar a las mujeres -en mayor medida incluso que a los hombres, que también-, de alienarles la voluntad hasta transformarlas en esclavas dispuestas a cumplir sus órdenes sexuales u homicidas. Fue el embrión de La Familia, que muy pronto se multiplicó. Antes de darse cuenta, Mary Brunner tuvo metidas en casa a otras 18 mujeres que también practicaban el culto de la adoración a Manson.


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Charles Manson.
Antes de estabilizarse en el rancho, la comuna de Manson utilizó un autobús escolar para viajar por toda la costa Oeste, desde el Estado de Washington hasta México. En California, propiciado por la atmósfera beat de la época, Manson fue protagonista de rumores acerca de la existencia de un gurú orgiástico y pagano por el que peregrinaban muchachas más o menos erráticas y necesitadas de una fuerza tutelar. Esta verdad revelada, que aún no había expuesto su reverso criminal, alcanzó a Dennis Wilson, batería y miembro fundador de los Beach Boys, una vez que recogió en su coche a dos chicas pertenecientes a la Familia Manson que hacían autostop. Las jóvenes hablaban con reverencia de un hombre al que apodaban el mago, un personaje crístico al que Wilson quiso conocer.

Famoso y sensual, Dennis Wilson se integró enseguida en la ley del amor libre de Manson y congenió tanto con éste que invitó a la comuna entera a instalarse en la mansión que se había comprado con el dinero obtenido con los éxitos musicales. El batería los expulsaría a todos antes de que las orgías se volvieran de sangre. Pero estuvo marcado durante muchos años por esta relación demasiado íntima con la secta asesina.

La desviación hacia una violencia tan escatológica fue paulatina. Manson comenzó a predicar visiones delirantes acerca de la inminencia de una gran guerra racial en la que señalaba como enemigos mortales a las Panteras Negras. Siempre trató de inculpar a este grupo en sus crímenes, los anteriores al que lo hizo mundialmente famoso, dibujando con sangre en las paredes símbolos de las Panteras o expresiones, como «Political Pig», que éstas usaban.

Al mismo tiempo, se obsesionó con los Beatles, sobre todo con la idea de que la letra de canciones como Helter Skeltercontenían un augurio apocalíptico. Después del asesinato por 60 puñaladas del matrimonio LaBianca en Los Feliz (California), cometido al día siguiente del de Sharon Tate y sus amigos, Helter Skelter aparecería escrito con sangre en la nevera. Por último, Manson, fracasado ya como aspirante a músico, desarrolló un resentimiento contra esa industria, la del show business. Y, en particular, contra Terry Melcher, un exitoso productor musical, hijo de Doris Day, que rechazó a Manson como músico y le recomendó que desistiera.


Este hecho, por un fatalismo casual, condenó a muerte a Sharon Tate y sus amigos. Porque la casa del 10.050 de Cielo Drive era la que había ocupado Terry Melcher antes de que la alquilaran Sharon Tate y Roman Polanski. En la espantosa noche del asesinato colectivo, el objetivo era la casa en sí por tratarse de la de Melcher y, por añadidura, cualquiera que estuviera dentro. Manson no estuvo presente en Cielo Drive junto a sus heraldos de la muerte. Pero Sharon Tate lo vio días antes, cuando Manson acudió a la casa buscando a Melcher y un fotógrafo, Shahrukh Hatani, tuvo que plantarle cara por la actitud, cargada de brutalidad, que asustó a la actriz embarazada de nueve meses. Sería enterrada en el cementerio Holly Cross de Culver City con su hijo no nacido en los brazos.

Sharon Tate, nacida en el 43, fue hija de un coronel del ejército americano, lo cual la condenó a una vida errante, entre un destino militar y otro, sin poder cuajar amistades duraderas. Destacó pronto en algunos concursos de belleza e hizo pruebas de cámara, sin éxito, para directores como Peckinpah y producciones como Sonrisas y lágrimas.

Sharon Tate pidió que la secuestraran hasta que naciera el bebé y luego la mataran. No fue escuchada. Le propinaron 16 puñaladas

La gran oportunidad le llegó cuando fue incluida, junto a Deborah Kerr y David Niven, en la expedición de rodaje a Londres de Eye Of The Devil. El Swinging London, en cuyas fiestas y clubes se sumergió, le cambió la vida. Para empezar, porque allí conoció a Roman Polanski, quien le ofreció un papel en El baile de los vampiros y con quien empezó una relación que acabaría en matrimonio. En Londres, Sharon Tate también tuvo algunos ingenuos escarceos con la wicca, un culto relacionado con la brujería que le permitió aportar ideas para la película de Polanski La semilla del diablo y que, una vez cometido su asesinato, tuvo la culpa de que se dispararan falsos rumores acerca de que el baño de sangre había ocurrido porque a los muertos se les fue de las manos un rito satánico convocado por Tate y en el transcurso del cual el bebé le fue extraído del vientre. Todo mentira.

El día de su muerte, 9 de agosto de 1969, Sharon Tate cenó en el restaurante El Coyote con algunos amigos que le hacían compañía porque Roman Polanski estaba de viaje en Londres. Estaban Jay Sebring, un estilista de estrellas, ex de Sharon. Wojciech Frykowski, escritor polaco, proveedor de drogas para las fiestas de Hollywood, amigo íntimo de Roman. Y Abigail Folger, una heredera cafetera que estaba en relaciones con Frykowski. Hacia las 22:30, todo el grupo decidió continuar la velada en la casa de Cielo Drive.

El primero en morir, sin embargo, no fue ninguno de ellos. Sino un joven de 18 años llamado Steven Parent, recién graduado en la Arroyo High School, que salía con su coche de visitar a William Garretson, el guardés de la finca que vivía en una casa contigua y que fue el primer sospechoso para la policía. Steven murió por una cuestión de segundos.

Se topó mientras salía con el grupo de asalto, compuesto por Susan Atkins, Tex Watson, Patricia Krenwinkel y Linda Kasabian. Steven suplicó por su vida, petición inútil que se repetiría varias veces a lo largo de los siguientes minutos, y fue ultimado a tiros por Watson.

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Leslie Van Houten, Patricia Krenwinkel y Susan Atkins, las tres mujeres sentenciadas a muerte por los asesinatos.CORDON PRESS
Dentro de la casa, el primero en morir fue Jay Sebring. Trató de arrebatar un arma y recibió por ello decenas de cuchilladas. Ataron el cadáver a Sharon Tate, pasando la soga a ambos por el cuello y tendiéndola de una viga. Susan Atkins vagó por la casa y, al verla, Abigail Folger, que leía tendida en una cama, la saludó porque creyó que se trataba de otra amiga de Sharon Tate recién incorporada a la velada. Cosida a puñaladas, Abigail intentó huir y pudo llegar a la piscina, donde cayó muerta. También lo intentó Frykowski, que dormitaba en un sillón y tuvo un despertar horrible. Rajado de arriba abajo, salió al exterior, donde se encontró con Linda Kasabian, que permaneció fuera en tareas de vigilancia. Resignado, exhausto, Frykowski se dejó caer y murió. Sólo quedaba Sharon.

Cuando Susan Atkins se le encaró, Sharon imploró por su hijo. Pidió que la mantuvieran secuestrada unos días, hasta que él naciera, y que la mataran después. No fue escuchada. Susan Atkins le propinó 16 puñaladas y después escribió en una pared la palabra Pig con su sangre: «Cerdo».

A la mañana siguiente, ese barrio residencial, habitado por los ricos y famosos de Hollywood, fue despertado por los chillidos desgarradores de Winifred Chapman, el ama de llaves de los Polanski. Los asesinos serían capturados en las semanas siguientes y llevados a un juicio que atrajo la atención mundial y estableció, con los interrogatorios, el relato de los crímenes. Pero nada volvió a ser igual en Hollywood, donde fue inoculado el veneno del miedo. No quedó una flor prendida del pelo..
https://www.elmundo.es/papel/historias/2019/07/29/5d3d8af5fdddfffc818b4600.html
 
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