Crónica Negra. Asesinos, atravesando siglos.

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Estíbaliz Carranza Zabala

Esti - La Heladera Asesina
  • Clasificación: Asesina
  • Características: Parricidio - Descuartizamiento
  • Número de víctimas: 2
  • Fecha del crimen: 2008 / 2010
  • Fecha de detención: 10 de junio de 2011
  • Fecha de nacimiento: 6 de septiembre de 1978
  • Perfil de la víctima: Holger Holz (su exmarido) / Manfred Hinterberger (su novio)
  • Método del crimen: Arma de fuego
  • Lugar: Viena, Austria
  • Estado: Condenada a cadena perpetua el 22 de noviembre de 2012
Índice

«Esti», la heladera asesina
Elmundo.es

12 de junio de 2011

La historia que escondía Estíbaliz Carranza, la española detenida en Italia el pasado viernes acusada de asesinar y descuartizar a su ex marido y a su novio en el sótano de la heladería que regentaba en Viena, bien podría ser un «remake» de «La pequeña tienda de los horrores», película de culto, en la que una planta, Audrey II, de aspecto amoroso y tierno esconde un secreto terrorífico: necesita sangre para vivir y su dueño no duda en matar para alimentarla en la trastienda de la floristería que regenta.

Lo mismo ocurría con esta española. Nadie podría pensar al entrar y comprarse un helado en la pequeña tienda de Estíbaliz, «Esti», como la llamaban, que en el sótano, metidos en dos heladeras y varios recipientes llenos de cemento, se encontraban los restos de Holger H., su ex marido, y Mandred H., su novio, dos rifles de mira telescópica y una pistola metida en un bolso.

Pero, ¿quién es este «ángel de hielo», como la ha bautizado la prensa austriaca? Hija de un psicólogo, periodista y escritor esóterico mexicano y de una alavesa, residente en Barcelona, nació en 1978 en México D. F. y tenía la doble nacionalidad. Cuando se casó con Holger se trasladó a Viena donde en 2006 montó su negocio: la heladería «Schleckeria» con ayuda de los 100.000 euros que le dio por entonces su todavía marido.

Sin embargo, en 2008, tras divorciarse, el sueño se convertiría en pesadilla. Y la «amable» «Esti», como la describen sus vecinos, se transformaría en asesina cuando su ya ex esposo le pidió el dinero de su inversión. Según ha relatado ella misma a la policía, cogió el fusil de Holger y le disparó por la espalda mientras éste miraba su ordenador.

Después cogió una sierra eléctrica y lo descuartizó en el sótano de la tienda que ambos habían montado guardando su cabeza en una heladera y dejando el resto en otros recipientes que llenó de cemento y que ahora la policía analiza para confirmar que el ADN coincide con el de Holder.

La mente enferma de Estíbaliz inventó una historia rocambolesca para justificar la desaparición de su ex marido con secta y dinero incluido. Según un amigo cercano a ambos, la española contó que le entregó 10.000 euros a su ex marido en concepto de pago anticipado por la deuda que tenía y que éste se unió a los «Hare Krisna» con los que se fue a La India. Nadie sospechó de ella. No había razones para ello.

Dos años después, «Esti» rehizo su vida junto a un vienés de 48 años. A Mandred H. le conoció por su trabajo. Era un representante de helados con el que trataba prácticamente a diario y con el que comenzó una relación a la que puso fin tras una «de sus rabietas». Con el mismo fusil con en el que mató a Holder en 2008, disparó el noviembre pasado a Mandred mientras dormía. El procedimiento el mismo. Le descuartizó en su «pequeña tienda de los horrores», se inventó una historia y siguió con su vida.

Hasta el pasado lunes cuando la curiosidad de un grupo de obreros que trabajaba en una obra en el local de al lado a la heladería les llevó a investigar más por el hedor que salía de su sótano. Cercada y presionada Estíbaliz huyó en taxi a la localidad italiana de Cavazzo donde pasó la noche en un hotel. Al día siguiente viajó en tren a Udine y allí en la estación, conoció a un artista callejero que tras verla muy agobiada y llorando la ofreció quedarse en su piso.

Su anfitrión, al que ahora investiga la policía, empezó a sospechar cuando ella le contó que había tenido graves problemas, evocó la posibilidad del su***dio y dijo que quería consultar diarios austríacos en Internet. Asustado llamó a la policía que rápidamente la identificó.

La «baronesa de hielo» mostró entonces su lado más gélido. Fría y tranquila confesó los asesinatos y los justificó asegurando que lo tuvo que hacer por los malos tratos que padecía de Holger y Mandred, aunque no se han demostrado.

La descuartizadora Estíbaliz Carranza era «amable y sumisa» con sus examantes
Almudena de Cabo / El Correo – ABC.es

22 de noviembre de 2012

El segundo día del juicio contra Estíbaliz Carranza, la joven de ascendencia vasca acusada de haber asesinado y descuartizado a dos hombres en Viena entre 2008 y 2010, estuvo marcado por los intentos de sus abogados de presentarla como víctima de sus debilidades, informa Almudena del Cabo desde Berlín.

La defensa alegó ayer que estaba drogada cuando cometió los crímenes, y los testigos -examantes de la acusada- la describieron como una persona insegura, «amable» y «sumisa», que intentaba presentarse como «perfecta» para atraer y retener a sus parejas.

La joven de 34 años, hija de una alavesa y un mexicano, se declaró culpable el lunes, en el primer día de juicio, de haber matado y descuartizado a su exmarido y a un amante y haberlos escondido en el sótano de su heladería. Sin embargo, mientras las fiscales Petra Freh y Dagmar Pulker -y los psiquiatras que testificaron el lunes- intentan mostrarla como una asesina despiadada, sus abogados defensores, Rudolf Mayer y Werner Tomanek, se afanan por presentar a su clienta como víctima de sus pasiones.

Para desmontar la imagen de mujer fría y manipuladora, sus letrados dieron ayer con una explicación tardía: Carranza se encontraba bajo los efectos de las drogas. En concreto, fármacos legales recetados por su psiquiatra para tratar un estado de miedo constante que le provocaba taquicardias.

Dice la defensa que «Esti», como la llaman en su entorno familiar, tomaba cinco medicamentos diferentes tres veces al día entre los que había antidepresivos y compuestos para luchar contra la esquizofrenia. No obstante, testigos de la policía italiana que llevó a cabo la detención de la acusada tras huir de su casa, en junio de 2011, aseguran que no se encontraba bajo los efectos de ninguna droga. «Ella mató a las víctimas en casa. Un disparo, después otros tres hasta comprobar que ya no salía más sangre de las heridas y asegurarse así que el hombre había muerto», recordó el policía italiano en el estrado de testigos sobre la que fue la primera víctima, un alemán que conoció en Berlín y con el que se casaría y montaría la heladería en Viena.

Después de los agentes le llegó el turno a Roland R., actual marido de Estíbaliz, con la que se casó hace unos meses, cuando ella ya estaba en prisión, y con la que tiene un hijo nacido en la cárcel. El hombre, de 49 años, entró en la sala, miró brevemente al banquillo de los acusados, rechazó declarar contra su mujer y se retiró. Era lo esperado. En una entrevista con el diario austríaco Kurier, declaró que son «una pareja» y que la va a esperar. «Creo que no comprende aún su culpa», afirmó el hombre.

Los testimonios de antiguos amantes de la acusada dieron una imagen diferente de ella. «Siempre hacía lo que los demás le decían», relató una de sus exparejas, al mismo tiempo que calificó a Manfred Hinterberger, su segunda víctima, como «un prepotente y estirado».

Botox y silicona
«Amorosa, amable y simpática», explicó por su parte otro exnovio que estuvo con ella un año, justo en la misma época en la que ella disparó contra su exmarido Holger Holz, algo de lo que él aseguró no haber tenido constancia, ni haber notado nada raro en ella. «La “Esti” era una chica que hacía todo lo posible por gustarte», comentó, y la calificó de «sumisa».

Sin embargo, en su opinión le faltaba «autenticidad». «Ella se presentaba como perfecta, algo que después no podía mantener», agregó sobre la acusada, con la que tuvo una relación hasta mayo de 2009, antes de que conociese a la que sería su segunda víctima. Respecto a esta última, el testigo no tuvo tan buenas palabras. «Era un golfo», afirmó. Sin embargo, Estíbaliz le comentó que le daba igual, que ella quería un hombre y él una heladería.

La propia acusada relató durante el primer día de juicio cómo Hinterberger la obligó a someterse a innumerables operaciones de belleza, desde una operación de nariz hasta inyecciones de botox o silicona en los labios. «También tenía que hacer mucho deporte, a pesar de hacer turnos de doce horas en la heladería, para mantener la figura», aseguró en la vista.

La hispano-mexicana dio todo tipo de detalles durante el inicio del juicio, cuando reconoció haber matado a los dos hombres, haberlos descuartizado y luego introducido en cubetas de helado que rellenó de cemento y escondió en el sótano de la heladería, con la mala suerte de que unos obreros que hacían obras en el local contiguo hallaron los cadáveres.

Condenan a cadena perpetua a Estíbaliz Carranza por descuartizar a dos exparejas
Almudena de Cabo – Elcorreo.com

23 de noviembre de 2012

Estíbaliz Carranza, la joven de ascendencia vasca acusada de haber asesinado y descuartizado a su exmarido en 2008 y a su novio en 2010, fue declarada ayer culpable por la Audiencia Provincial de Viena y condenada a cadena perpetua. Con esta sentencia se puso punto final al juicio tras cuatro días donde peritos de la policía, testigos, médicos y abogados intentaron echar luz sobre los dos asesinatos perpetrados por la mujer -de madre alavesa y padre mexicano-, que conmocionaron a un pequeño barrio de la capital austriaca donde la acusada regentaba una heladería. La sentencia establece que sea internada en un centro para criminales con desequilibrios mentales en base al examen psicológico que dictaminó que padece un grave trastorno de la personalidad.

«No puedo decir nada más que lo siento mucho, siento mucho haber asesinado a Holger y Manfred», señaló entre sollozos la homicida momentos antes de que el jurado se fuera a deliberar. Sin embargo, ni su súplica, ni el alegato de su abogado defensor, que pidió «un rayo de esperanza» para su cliente, consiguieron ablandar a sus miembros. Seguramente estaban aún impactados por la presentación en ‘powerpoint’ de las partes de los dos cadáveres que efectuó de manera exhaustiva el forense el día anterior y que llevó a la Fiscalía a afirmar en su alegato final que Estíbaliz había llevado a cabo «dos asesinatos con alevosía, maldad y de manera aterradora».

«¿Qué sentencia se puede dictar contra una mujer que ha perpetrado unos crímenes tan atroces como estos?», preguntó la fiscal Petra Freh. «Mentirosa» y «perfecta manipuladora» fueron algunos de los adjetivos de los que se valió para describirla, al mismo tiempo que señaló que la acusada no mostró arrepentimiento y que es una mujer «peligrosa y preparada para hacer todo en su propio beneficio».

El último día de juicio estuvo marcado por el informe de la psiquiatra Adelheid Kastner, que evaluó su estado mental. Estableció que la hispano-mexicana padece una anomalía en su personalidad y que la posibilidad de que vuelva a matar es «bastante realista».

La experta explicó cómo la condenada aprendió con el primer crimen «un modo eficiente» para acabar con su segunda víctima y no una lección para no volver a hacerlo. Asimismo, fijó en un 31% la probabilidad de que vuelva a cometer un asesinato. En su opinión, la joven, de 34 años, no ha aprendido «nada» de sus crímenes.

«Perdió sus emociones»
«Una separación tradicional, abandonar de manera sencilla a los hombres que no la hacían feliz, no era posible para ella», explicó la psiquiatra. «Ese camino no era viable». Para la acusada, matar a los dos hombres era la «solución más sencilla». Tanto su exmarido como su novio en esa época le empezaron a causar graves problemas, por lo que «la muerte le pareció el mejor camino para librarse de ellos». El dictamen médico también establece que Estíbaliz era plenamente consciente de sus actos. «No perdió la cabeza, perdió sus emociones», declaró la psiquiatra. «Para ella siempre estuvo muy claro lo que estaba bien y lo que estaba mal».

Tras conocer la sentencia, Estíbaliz Carranza anunció a través de sus abogados su intención de recurrir el dictamen, con la esperanza de ver crecer a su hijo nacido en prisión fruto de la relación con su actual marido, que anunció estar dispuesto a esperarla.

Pero, de momento, se cierra el juicio contra ‘Esti’ después de cuatro días donde ella misma dio detalles de sus dos asesinatos. El primero ocurrió en 2008, cuando su ex marido, un alemán que conoció en Berlín, empezó a reclamarle la inversión de 150.000 euros que había puesto en la heladería que regentaban en Viena. El asunto terminó con tres disparos por la espalda. Una vez muerto, la condenada lo descuartizó con «una sierra eléctrica» e introdujo los trozos en cubetas de helados que rellenó de cemento y escondió en el sótano de la heladería. La misma suerte correría su novio posterior, al que asesinó en 2010 por serle «infiel», y cuyos restos colocó al lado del otro, con la mala suerte de que unos obreros que hacían obras en el local contiguo hallaron los cadáveres.

La heladera que mató y troceó a su marido y a su novio
Juan Gómez – Elpais.com

24 de noviembre de 2012

La prensa austriaca es poco dada a la circunspección cuando informa sobre alguno de esos casos truculentos que parecen prodigarse en el país alpino. El más reciente es el que valió esta semana la cadena perpetua a Estíbaliz Carranza, una mujer de 34 años y doble nacionalidad hispano-mexicana que, según confesó al principio de su juicio, asesinó a su ex marido en 2008 y a su novio posterior en 2010. A ambos los desmembró con sendas sierras eléctricas de bricolaje. Sepultó todos los restos en la heladería que había puesto en Viena con su primera víctima. El proceso contra Carranza no ha alcanzado las cotas espectaculares de casos como el de Josef Fritzl en 2009, aquél «monstruo de Amstetten» que mantuvo encerrada a su hija en el sótano de su casa durante más de dos décadas, pero la combinación entre mujer joven, parricidio y desmembramiento ha llenado innumerables páginas amarillas y casi tantas horas de emisiones sensacionales durante las casi dos semanas de juicio oral. Si Fritzl era «monstruo», Carranza es «Esti» o «la heladera asesina con cara de ángel». El diario de masas Kronen Zeitung hablaba del «proceso del año».

Estíbaliz Carranza nació en México en 1978. Su padre es mexicano y su madre, alavesa. Hasta en las crónicas más sobrias le pintan una vida fuera de lo común: llegó Berlín muy joven, huyendo de un primer prometido español «que la trataba como a una propiedad». En Alemania trabajó de heladera. Cuenta que también su jefe era tiránico. Se casó en 2002 y marchó a Viena para abrir allí su propio negocio. Adelheid Kastner, psiquiatra forense del caso, explicó que Estíbaliz Carranza es «más inteligente que la media» y que está mentalmente sana. Pero su padre es «hijo del pecado», según su expresión, porque sus progenitores eran primos. La madre es «sumisa y agradecida». La psiquiatra ve aquí explicaciones al comportamiento de la propia Carranza. Dice que busca la felicidad a través de las relaciones personales. Cuando tiene una pareja «se entrega incondicionalmente, esperando que la acepten incondicionalmente». Eeude [Elude]los enfrentamientos directos. Si se presentan problemas busca soluciones a sus problemas por otras vías.

En el caso de su marido Holger Holz, Carranza dice que era un hombre brutal y «enamorado de las armas», divorciado de una policía «que también le tenía miedo». Se divorció de él, pero «no sabía cómo quitárselo de encima». Un día de abril de 2008 cogió una de sus armas y le disparó por la espalda mientras usaba el ordenador. Explicó Carranza que pasaron días hasta que fue capaz de tocar el cadáver, que permaneció sentado en una silla de acero. Después compró la sierra y lo cortó en unos pedazos que metió en un congelador. Se había enamorado de otro hombre, llamado Alex, que nunca supo nada y que tuvo el buen tino de alejarse de ella completamente cuando terminó su relación. Carranza empezó otra con Manfred Hinterberger, a quién mató en 2010 con la misma baretta de Holz y cuyos restos terminaron haciéndole compañía. Cuando Carranza se tuvo que mudar, llenó el congelador de los cadáveres con cemento y pidió a unos amigos que le ayudaran a transportarlo al sótano de la heladería, donde fueron descubiertos por unos obreros.

Su actual marido, a quien la fiscal llamó «su pareja superviviente», es el padre del niño de diez meses que nació en la cárcel. Los psiquiatras diagnosticaron «anomalías mentales» a Carranza, pero según Christine Salzborn, del Juzgado de lo Penal de Viena, la sentencia es de cárcel. Puede recurrir.

Confirman la cadena perpetua a Estíbaliz Carranza por matar a dos exparejas en Viena
Elcorreo.com

21 de marzo de 2013

La Audiencia Provincial de Viena confirmó ayer la condena a cadena perpetua para la joven de ascendencia vasca Estíbaliz Carranza, de 35 años, por el asesinato de dos exparejas suyas en 2008 y en 2010 en dicha localidad austríaca. El tribunal rechazó la apelación presentada por el abogado de la acusada, Rudolf Mayer, quien interpuso un recurso contra la pena máxima al alegar que, durante el proceso, los trastornos de personalidad de su clienta se tuvieron poco en cuenta, ya que en el momento en que sucedieron «los hechos ella se encontraba en una situación psicológica de excepción».

Estíbaliz Carranza, hija de un escritor mexicano de temas esotéricos y de madre alavesa, mató a su exmarido, Holger H., el 27 de abril de 2008. Le descerrajó dos tiros en la cabeza desde una distancia de 20 centímetros cuando éste se encontraba trabajando en su ordenador en la vivienda que compartían pese a haberse divorciado. Luego le pegó otro balazo más y tras varios intentos sin éxito de deshacerse del cadáver decidió descuartizarlo con una sierra eléctrica. Metió los trozos en bolsas de plástico y los colocó en un congelador. Meses más tarde trasladó los restos al sótano de la heladería que regentaba -el exmarido le había prestado 100.000 euros para arrancar con el negocio- y los escondió en recipientes cubiertos de cemento.

El 22 de noviembre de 2010 llegó el segundo crimen. La víctima fue un exnovio, Manfred H. En este caso, Estíbaliz acabó con la vida del hombre tras descubrir que tenía varias amantes. Antes de matarlo, tomó clases de tiro, participó en un curso para manejar cemento y compró varios tipos de este material. Ambos cadáveres despedazados pasaron a compartir espacio en el sótano de la heladería, hasta que fueron descubiertos casualmente el 6 de junio de 2011 por unos obreros que llevaban a cabo una reforma en un edificio contiguo. Tras el hallazgo, Estíbaliz Carranza huyó a Italia, pero fue detenida días después. Fue denunciada por un joven que la había alojado en su casa y que descubrió quien era su «inquilina» al ver la orden internacional de detención por televisión.

Según el relato de los hechos que hizo la fiscal durante el juicio, la «dama de hielo» o la «asesina con cara de ángel», apodos con los que fue bautizada la prensa austríaca, es una persona «fría y manipuladora» que actuó motivada por el egoísmo e, incluso, por intereses económicos. La propia Estíbaliz reconoció que «una parte de mi cerebro es roja».

La tenebrosa historia de la «asesina de la heladería» que descuartizó a dos hombres en Austria
BBC Mundo – Bbc.com

16 de noviembre de 2014

El mundo la conoció como la «Baronesa del hielo»: Estíbaliz Carranza, una mujer hispano-mexicana de 36 años, se ganó ese apodo -así como el de la «Asesina de la heladería»- porque en 2008 y 2010 mató a dos hombres, los desmembró y los escondió en el sótano de su heladería «Schleckeria» ubicada en un sector residencial de Viena, Austria.

Ahora, Carranza vuelve a estremecer las noticias del país europeo al publicar sus memorias.

Actualmente ella cumple una condena de cadena perpetua en una institución mental en Austria por los asesinatos de su exmarido, Holger Holz, y su amante, Manfred Hinterberger.

«No estoy buscando que me entiendan o me perdonen», se puede leer en el libro titulado Mis dos vidas, la verdadera historia de la Baronesa del hielo.

El sótano de la muerte
El caso de los «asesinatos de la heladería» conmocionó a Austria en 2011.

La historia había comenzado en 2008, cuando después de una discusión, Carranza le disparó con una escopeta a Holz, quien era su exmarido en ese momento, cuando éste estaba sentado en el computador.

El motivo de la disputa entre ambos había sido la devolución de un dinero que Holz le había prestado a Carranza para que ella abriera su heladería.

Tras cerciorarse de que estuviera muerto, lo descuartizó con una sierra eléctrica, mezcló los pedazos con cemento y los escondió en una nevera ubicada en el sótano de su casa, donde también tenía su negocio.

Y siguió su vida. A los conocidos y amigos le contó que su exmarido la había dejado allí y se había marchado a India.

Modus operandi
Dos años después, Carranza, a quien sus vecinos y las autoridades describieron como una mujer atractiva y muy simpática, conoció a Hinterberger, un representante de máquinas para heladerías, que la visitaba con regularidad.

Ocurrió lo mismo. Una discusión por dinero, Hinterberger se fue a la cama y en la placidez del sueño, Carranza le disparó con la misma escopeta.

Lo llevó hasta el baño, lo descuartizó con la sierra eléctrica y mezcló los pedazos con cemento. Pero esta vez no todo cupo en la nevera, que ya estaba ocupada con los restos de su anterior víctima.

Entonces guardó un pedazo en la arena del gato, para evitar que el hedor la delatase.

De nuevo cuenta a los demás la misma historia: el amante que la abandona para irse a vivir a Tailandia.

Sin embargo, en junio de 2011, un grupo de albañiles que trabajaba en la reparación de un local vecino debió ingresar al sótano de la heladería y descubrieron el horror que allí se escondía.

Carranza fue capturada a los pocos días en el norte de Italia, cuando trataba de huir de las autoridades.

El libro de las confesiones
«Yo asesiné a dos hombres que alguna vez amé», escribió Carranza.

«No hay manera de maquillar esto, de ponerlo bonito: yo le robé dos hijos a sus madres», también se puede leer.

Otra frase importante del libro por su impacto es: «Yo creía que tenía que servir a los hombres, sin importar cómo ellos me trataran».

Frente a Hinterberger, Carranza admite que sufría una suerte de parálisis emocional cuando trataba de expresarle su deseo de separarse.

«Yo no podía decir no. No podía. No había forma de terminar con él».

Afirma que ella convirtió a sus víctimas en «monstruos y finalmente ellos me transformaron en una bestia».

El editor del libro, Bernhard Salomon, le dijo a la BBC que Carranza no recibirá ningún dinero por la publicación del libro.

«Ella le ha cedido los derechos de regalías a los familiares de las víctimas».

Hasta ahora se desconoce una declaración de la familia de los dos hombres.

Embarazada
La editorial dio a conocer un pequeño resumen del libro, que inicia en el momento en que Carranza se entera de que está embarazada pocos días antes de su captura.

Allí describe cómo espera que sus crímenes nunca sean descubiertos y su esperanza de tener un futuro feliz.

Pero días después, los albañiles encuentran los restos de sus víctimas.

En su fuga para evitar a las autoridades austríacas, Carranza logró llegar hasta la ciudad italiana de Udine, ubicada a 480 kilómetros de Viena.

Pero allí fue delatada por un músico callejero que le había ofrecido ayuda.

Durante el juicio que tuvo lugar en 2012, la psiquiatra Adelheid Kastner afirmó que era muy probable que si Carranza era puesta en libertad pudiese cometer un crimen de nuevo.

«No pido perdón. Maté a dos hombres a los que una vez amé»
ABC.es

17 de noviembre de 2014

Estíbaliz Carranza, la mujer de 36 años años de ascendencia vasca que asesinó y descuartizó a su exmario y a su exnovio, publicó sus memorias el pasado lunes, según informa en su versión digital «BBC News». Aunque, en palabras del editor del mismo, no se le ha pagado absolutamente nada por las horas dedicadas ni verá un sólo céntimo por las ventas.

«Yo no pido comprensión o perdón. Maté a dos hombres a los que una vez amé, he despojado a dos madres de sus hijos», escribe la joven en el libro (el cual ha escrito conjuntamente con la periodista Martina Prewein y ha sido titulado «Mis Dos Vidas, La verdadera historia de la Dama de Hielo»). Carranza ha colaborado en la elaboración del texto desde Austria, pues actualmente se encuentra cumpliendo cadena perpetua en una institución del país.

Los crímenes de Carranza se sucedieron en 2008, año en que esta heladera de profesión disparó en la cabeza a su exmarido Holger Holz mientras estaba sentado en el ordenador. Dos años más tarde también acabó con la vida de a su exnovio, Manfred Hinterberger, mientras éste dormía.

Posteriormente, y al no saber que hacer con los cadáveres, los descuartizó con una motosierra y guardó sus restos en el sótano de su heladería. Fue llevada ante los tribunales el 22 de noviembre de 2012 en un juicio en el que, además de ser condenada, se ganó el apodo de «la asesina del hielo».

Ahora ha decidido publicar sus memorias para dar a conocer su cruel historia, aunque ha renunciado a cobrar por el libro por respeto a la familia de sus víctimas. En el texto, entre otras cosas, explica cómo comenzó a planear los asesinatos en 2011 y como, en el caso de su exnovio, se sentía tan ligada a él que prefirió acabar con su vida antes que abandonarle: «No podía decir que no. Yo no podía hacerlo, no podía librarme de él».

La «heladera asesina» tomó clases para aprender a cementar y ocultar los cadáveres
Lavanguardia.com

17 de noviembre de 2014

Estibaliz Carranza, la mujer condenada en 2012 a cadena perpetua por el doble asesinato en Austria de su marido y su amante, actuó con mayor frialdad de la aparente. Según desvela el Daily Mail, la mujer, que trabajaba en una tienda de helados, tomó clases para aprender a cementar con el objeto de esconder mejor los cadáveres. En ambos casos, desmembró a sus víctimas con una motosierra antes de esconder los restos.

Su modus operandi en ambos casos fue idéntico: les descerrajó un tiro en la cabeza, desmembró sus cuerpos y los congeló antes de ocultarlos, sepultados en cemento, en el sótano de su tienda.

Carranza, que ha publicado un libro sobre su vida escrito desde prisión, explica que mató a su marido, Holger Holz, en el año 2008 porque se negó a abandonar el domicilio conyugal tras su divorcio. Dos años más tarde, una discusión con su amante, Manfred Hinterberger, acabó en tragedia cuando Carranza decidió matarle mientras dormía.

En el libro, titulado Mis Dos Vidas, la asesina trata de justificarse: «Maté a dos hombres, pero también los amé». De su amante y segunda víctima, explica: «No podía decirle que no. No podía librarme de él».

Según un informe psiquiátrico, Carranza, que permanece recluida en un ala para presos con problemas mentales, se concebía a sí misma como una princesa que «sólo podía ser rescatada por un hombre».

https://criminalia.es/asesino/estibaliz-carranza/
 
Estibaliz-Carranza.jpg


Estíbaliz Carranza Zabala

Esti - La Heladera Asesina
  • Clasificación: Asesina
  • Características: Parricidio - Descuartizamiento
  • Número de víctimas: 2
  • Fecha del crimen: 2008 / 2010
  • Fecha de detención: 10 de junio de 2011
  • Fecha de nacimiento: 6 de septiembre de 1978
  • Perfil de la víctima: Holger Holz (su exmarido) / Manfred Hinterberger (su novio)
  • Método del crimen: Arma de fuego
  • Lugar: Viena, Austria
  • Estado: Condenada a cadena perpetua el 22 de noviembre de 2012
Índice

«Esti», la heladera asesina
Elmundo.es

12 de junio de 2011

La historia que escondía Estíbaliz Carranza, la española detenida en Italia el pasado viernes acusada de asesinar y descuartizar a su ex marido y a su novio en el sótano de la heladería que regentaba en Viena, bien podría ser un «remake» de «La pequeña tienda de los horrores», película de culto, en la que una planta, Audrey II, de aspecto amoroso y tierno esconde un secreto terrorífico: necesita sangre para vivir y su dueño no duda en matar para alimentarla en la trastienda de la floristería que regenta.

Lo mismo ocurría con esta española. Nadie podría pensar al entrar y comprarse un helado en la pequeña tienda de Estíbaliz, «Esti», como la llamaban, que en el sótano, metidos en dos heladeras y varios recipientes llenos de cemento, se encontraban los restos de Holger H., su ex marido, y Mandred H., su novio, dos rifles de mira telescópica y una pistola metida en un bolso.

Pero, ¿quién es este «ángel de hielo», como la ha bautizado la prensa austriaca? Hija de un psicólogo, periodista y escritor esóterico mexicano y de una alavesa, residente en Barcelona, nació en 1978 en México D. F. y tenía la doble nacionalidad. Cuando se casó con Holger se trasladó a Viena donde en 2006 montó su negocio: la heladería «Schleckeria» con ayuda de los 100.000 euros que le dio por entonces su todavía marido.

Sin embargo, en 2008, tras divorciarse, el sueño se convertiría en pesadilla. Y la «amable» «Esti», como la describen sus vecinos, se transformaría en asesina cuando su ya ex esposo le pidió el dinero de su inversión. Según ha relatado ella misma a la policía, cogió el fusil de Holger y le disparó por la espalda mientras éste miraba su ordenador.

Después cogió una sierra eléctrica y lo descuartizó en el sótano de la tienda que ambos habían montado guardando su cabeza en una heladera y dejando el resto en otros recipientes que llenó de cemento y que ahora la policía analiza para confirmar que el ADN coincide con el de Holder.

La mente enferma de Estíbaliz inventó una historia rocambolesca para justificar la desaparición de su ex marido con secta y dinero incluido. Según un amigo cercano a ambos, la española contó que le entregó 10.000 euros a su ex marido en concepto de pago anticipado por la deuda que tenía y que éste se unió a los «Hare Krisna» con los que se fue a La India. Nadie sospechó de ella. No había razones para ello.

Dos años después, «Esti» rehizo su vida junto a un vienés de 48 años. A Mandred H. le conoció por su trabajo. Era un representante de helados con el que trataba prácticamente a diario y con el que comenzó una relación a la que puso fin tras una «de sus rabietas». Con el mismo fusil con en el que mató a Holder en 2008, disparó el noviembre pasado a Mandred mientras dormía. El procedimiento el mismo. Le descuartizó en su «pequeña tienda de los horrores», se inventó una historia y siguió con su vida.

Hasta el pasado lunes cuando la curiosidad de un grupo de obreros que trabajaba en una obra en el local de al lado a la heladería les llevó a investigar más por el hedor que salía de su sótano. Cercada y presionada Estíbaliz huyó en taxi a la localidad italiana de Cavazzo donde pasó la noche en un hotel. Al día siguiente viajó en tren a Udine y allí en la estación, conoció a un artista callejero que tras verla muy agobiada y llorando la ofreció quedarse en su piso.

Su anfitrión, al que ahora investiga la policía, empezó a sospechar cuando ella le contó que había tenido graves problemas, evocó la posibilidad del su***dio y dijo que quería consultar diarios austríacos en Internet. Asustado llamó a la policía que rápidamente la identificó.

La «baronesa de hielo» mostró entonces su lado más gélido. Fría y tranquila confesó los asesinatos y los justificó asegurando que lo tuvo que hacer por los malos tratos que padecía de Holger y Mandred, aunque no se han demostrado.

La descuartizadora Estíbaliz Carranza era «amable y sumisa» con sus examantes
Almudena de Cabo / El Correo – ABC.es

22 de noviembre de 2012

El segundo día del juicio contra Estíbaliz Carranza, la joven de ascendencia vasca acusada de haber asesinado y descuartizado a dos hombres en Viena entre 2008 y 2010, estuvo marcado por los intentos de sus abogados de presentarla como víctima de sus debilidades, informa Almudena del Cabo desde Berlín.

La defensa alegó ayer que estaba drogada cuando cometió los crímenes, y los testigos -examantes de la acusada- la describieron como una persona insegura, «amable» y «sumisa», que intentaba presentarse como «perfecta» para atraer y retener a sus parejas.

La joven de 34 años, hija de una alavesa y un mexicano, se declaró culpable el lunes, en el primer día de juicio, de haber matado y descuartizado a su exmarido y a un amante y haberlos escondido en el sótano de su heladería. Sin embargo, mientras las fiscales Petra Freh y Dagmar Pulker -y los psiquiatras que testificaron el lunes- intentan mostrarla como una asesina despiadada, sus abogados defensores, Rudolf Mayer y Werner Tomanek, se afanan por presentar a su clienta como víctima de sus pasiones.

Para desmontar la imagen de mujer fría y manipuladora, sus letrados dieron ayer con una explicación tardía: Carranza se encontraba bajo los efectos de las drogas. En concreto, fármacos legales recetados por su psiquiatra para tratar un estado de miedo constante que le provocaba taquicardias.

Dice la defensa que «Esti», como la llaman en su entorno familiar, tomaba cinco medicamentos diferentes tres veces al día entre los que había antidepresivos y compuestos para luchar contra la esquizofrenia. No obstante, testigos de la policía italiana que llevó a cabo la detención de la acusada tras huir de su casa, en junio de 2011, aseguran que no se encontraba bajo los efectos de ninguna droga. «Ella mató a las víctimas en casa. Un disparo, después otros tres hasta comprobar que ya no salía más sangre de las heridas y asegurarse así que el hombre había muerto», recordó el policía italiano en el estrado de testigos sobre la que fue la primera víctima, un alemán que conoció en Berlín y con el que se casaría y montaría la heladería en Viena.

Después de los agentes le llegó el turno a Roland R., actual marido de Estíbaliz, con la que se casó hace unos meses, cuando ella ya estaba en prisión, y con la que tiene un hijo nacido en la cárcel. El hombre, de 49 años, entró en la sala, miró brevemente al banquillo de los acusados, rechazó declarar contra su mujer y se retiró. Era lo esperado. En una entrevista con el diario austríaco Kurier, declaró que son «una pareja» y que la va a esperar. «Creo que no comprende aún su culpa», afirmó el hombre.

Los testimonios de antiguos amantes de la acusada dieron una imagen diferente de ella. «Siempre hacía lo que los demás le decían», relató una de sus exparejas, al mismo tiempo que calificó a Manfred Hinterberger, su segunda víctima, como «un prepotente y estirado».

Botox y silicona
«Amorosa, amable y simpática», explicó por su parte otro exnovio que estuvo con ella un año, justo en la misma época en la que ella disparó contra su exmarido Holger Holz, algo de lo que él aseguró no haber tenido constancia, ni haber notado nada raro en ella. «La “Esti” era una chica que hacía todo lo posible por gustarte», comentó, y la calificó de «sumisa».

Sin embargo, en su opinión le faltaba «autenticidad». «Ella se presentaba como perfecta, algo que después no podía mantener», agregó sobre la acusada, con la que tuvo una relación hasta mayo de 2009, antes de que conociese a la que sería su segunda víctima. Respecto a esta última, el testigo no tuvo tan buenas palabras. «Era un golfo», afirmó. Sin embargo, Estíbaliz le comentó que le daba igual, que ella quería un hombre y él una heladería.

La propia acusada relató durante el primer día de juicio cómo Hinterberger la obligó a someterse a innumerables operaciones de belleza, desde una operación de nariz hasta inyecciones de botox o silicona en los labios. «También tenía que hacer mucho deporte, a pesar de hacer turnos de doce horas en la heladería, para mantener la figura», aseguró en la vista.

La hispano-mexicana dio todo tipo de detalles durante el inicio del juicio, cuando reconoció haber matado a los dos hombres, haberlos descuartizado y luego introducido en cubetas de helado que rellenó de cemento y escondió en el sótano de la heladería, con la mala suerte de que unos obreros que hacían obras en el local contiguo hallaron los cadáveres.

Condenan a cadena perpetua a Estíbaliz Carranza por descuartizar a dos exparejas
Almudena de Cabo – Elcorreo.com

23 de noviembre de 2012

Estíbaliz Carranza, la joven de ascendencia vasca acusada de haber asesinado y descuartizado a su exmarido en 2008 y a su novio en 2010, fue declarada ayer culpable por la Audiencia Provincial de Viena y condenada a cadena perpetua. Con esta sentencia se puso punto final al juicio tras cuatro días donde peritos de la policía, testigos, médicos y abogados intentaron echar luz sobre los dos asesinatos perpetrados por la mujer -de madre alavesa y padre mexicano-, que conmocionaron a un pequeño barrio de la capital austriaca donde la acusada regentaba una heladería. La sentencia establece que sea internada en un centro para criminales con desequilibrios mentales en base al examen psicológico que dictaminó que padece un grave trastorno de la personalidad.

«No puedo decir nada más que lo siento mucho, siento mucho haber asesinado a Holger y Manfred», señaló entre sollozos la homicida momentos antes de que el jurado se fuera a deliberar. Sin embargo, ni su súplica, ni el alegato de su abogado defensor, que pidió «un rayo de esperanza» para su cliente, consiguieron ablandar a sus miembros. Seguramente estaban aún impactados por la presentación en ‘powerpoint’ de las partes de los dos cadáveres que efectuó de manera exhaustiva el forense el día anterior y que llevó a la Fiscalía a afirmar en su alegato final que Estíbaliz había llevado a cabo «dos asesinatos con alevosía, maldad y de manera aterradora».

«¿Qué sentencia se puede dictar contra una mujer que ha perpetrado unos crímenes tan atroces como estos?», preguntó la fiscal Petra Freh. «Mentirosa» y «perfecta manipuladora» fueron algunos de los adjetivos de los que se valió para describirla, al mismo tiempo que señaló que la acusada no mostró arrepentimiento y que es una mujer «peligrosa y preparada para hacer todo en su propio beneficio».

El último día de juicio estuvo marcado por el informe de la psiquiatra Adelheid Kastner, que evaluó su estado mental. Estableció que la hispano-mexicana padece una anomalía en su personalidad y que la posibilidad de que vuelva a matar es «bastante realista».

La experta explicó cómo la condenada aprendió con el primer crimen «un modo eficiente» para acabar con su segunda víctima y no una lección para no volver a hacerlo. Asimismo, fijó en un 31% la probabilidad de que vuelva a cometer un asesinato. En su opinión, la joven, de 34 años, no ha aprendido «nada» de sus crímenes.

«Perdió sus emociones»
«Una separación tradicional, abandonar de manera sencilla a los hombres que no la hacían feliz, no era posible para ella», explicó la psiquiatra. «Ese camino no era viable». Para la acusada, matar a los dos hombres era la «solución más sencilla». Tanto su exmarido como su novio en esa época le empezaron a causar graves problemas, por lo que «la muerte le pareció el mejor camino para librarse de ellos». El dictamen médico también establece que Estíbaliz era plenamente consciente de sus actos. «No perdió la cabeza, perdió sus emociones», declaró la psiquiatra. «Para ella siempre estuvo muy claro lo que estaba bien y lo que estaba mal».

Tras conocer la sentencia, Estíbaliz Carranza anunció a través de sus abogados su intención de recurrir el dictamen, con la esperanza de ver crecer a su hijo nacido en prisión fruto de la relación con su actual marido, que anunció estar dispuesto a esperarla.

Pero, de momento, se cierra el juicio contra ‘Esti’ después de cuatro días donde ella misma dio detalles de sus dos asesinatos. El primero ocurrió en 2008, cuando su ex marido, un alemán que conoció en Berlín, empezó a reclamarle la inversión de 150.000 euros que había puesto en la heladería que regentaban en Viena. El asunto terminó con tres disparos por la espalda. Una vez muerto, la condenada lo descuartizó con «una sierra eléctrica» e introdujo los trozos en cubetas de helados que rellenó de cemento y escondió en el sótano de la heladería. La misma suerte correría su novio posterior, al que asesinó en 2010 por serle «infiel», y cuyos restos colocó al lado del otro, con la mala suerte de que unos obreros que hacían obras en el local contiguo hallaron los cadáveres.

La heladera que mató y troceó a su marido y a su novio
Juan Gómez – Elpais.com

24 de noviembre de 2012

La prensa austriaca es poco dada a la circunspección cuando informa sobre alguno de esos casos truculentos que parecen prodigarse en el país alpino. El más reciente es el que valió esta semana la cadena perpetua a Estíbaliz Carranza, una mujer de 34 años y doble nacionalidad hispano-mexicana que, según confesó al principio de su juicio, asesinó a su ex marido en 2008 y a su novio posterior en 2010. A ambos los desmembró con sendas sierras eléctricas de bricolaje. Sepultó todos los restos en la heladería que había puesto en Viena con su primera víctima. El proceso contra Carranza no ha alcanzado las cotas espectaculares de casos como el de Josef Fritzl en 2009, aquél «monstruo de Amstetten» que mantuvo encerrada a su hija en el sótano de su casa durante más de dos décadas, pero la combinación entre mujer joven, parricidio y desmembramiento ha llenado innumerables páginas amarillas y casi tantas horas de emisiones sensacionales durante las casi dos semanas de juicio oral. Si Fritzl era «monstruo», Carranza es «Esti» o «la heladera asesina con cara de ángel». El diario de masas Kronen Zeitung hablaba del «proceso del año».

Estíbaliz Carranza nació en México en 1978. Su padre es mexicano y su madre, alavesa. Hasta en las crónicas más sobrias le pintan una vida fuera de lo común: llegó Berlín muy joven, huyendo de un primer prometido español «que la trataba como a una propiedad». En Alemania trabajó de heladera. Cuenta que también su jefe era tiránico. Se casó en 2002 y marchó a Viena para abrir allí su propio negocio. Adelheid Kastner, psiquiatra forense del caso, explicó que Estíbaliz Carranza es «más inteligente que la media» y que está mentalmente sana. Pero su padre es «hijo del pecado», según su expresión, porque sus progenitores eran primos. La madre es «sumisa y agradecida». La psiquiatra ve aquí explicaciones al comportamiento de la propia Carranza. Dice que busca la felicidad a través de las relaciones personales. Cuando tiene una pareja «se entrega incondicionalmente, esperando que la acepten incondicionalmente». Eeude [Elude]los enfrentamientos directos. Si se presentan problemas busca soluciones a sus problemas por otras vías.

En el caso de su marido Holger Holz, Carranza dice que era un hombre brutal y «enamorado de las armas», divorciado de una policía «que también le tenía miedo». Se divorció de él, pero «no sabía cómo quitárselo de encima». Un día de abril de 2008 cogió una de sus armas y le disparó por la espalda mientras usaba el ordenador. Explicó Carranza que pasaron días hasta que fue capaz de tocar el cadáver, que permaneció sentado en una silla de acero. Después compró la sierra y lo cortó en unos pedazos que metió en un congelador. Se había enamorado de otro hombre, llamado Alex, que nunca supo nada y que tuvo el buen tino de alejarse de ella completamente cuando terminó su relación. Carranza empezó otra con Manfred Hinterberger, a quién mató en 2010 con la misma baretta de Holz y cuyos restos terminaron haciéndole compañía. Cuando Carranza se tuvo que mudar, llenó el congelador de los cadáveres con cemento y pidió a unos amigos que le ayudaran a transportarlo al sótano de la heladería, donde fueron descubiertos por unos obreros.

Su actual marido, a quien la fiscal llamó «su pareja superviviente», es el padre del niño de diez meses que nació en la cárcel. Los psiquiatras diagnosticaron «anomalías mentales» a Carranza, pero según Christine Salzborn, del Juzgado de lo Penal de Viena, la sentencia es de cárcel. Puede recurrir.

Confirman la cadena perpetua a Estíbaliz Carranza por matar a dos exparejas en Viena
Elcorreo.com

21 de marzo de 2013

La Audiencia Provincial de Viena confirmó ayer la condena a cadena perpetua para la joven de ascendencia vasca Estíbaliz Carranza, de 35 años, por el asesinato de dos exparejas suyas en 2008 y en 2010 en dicha localidad austríaca. El tribunal rechazó la apelación presentada por el abogado de la acusada, Rudolf Mayer, quien interpuso un recurso contra la pena máxima al alegar que, durante el proceso, los trastornos de personalidad de su clienta se tuvieron poco en cuenta, ya que en el momento en que sucedieron «los hechos ella se encontraba en una situación psicológica de excepción».

Estíbaliz Carranza, hija de un escritor mexicano de temas esotéricos y de madre alavesa, mató a su exmarido, Holger H., el 27 de abril de 2008. Le descerrajó dos tiros en la cabeza desde una distancia de 20 centímetros cuando éste se encontraba trabajando en su ordenador en la vivienda que compartían pese a haberse divorciado. Luego le pegó otro balazo más y tras varios intentos sin éxito de deshacerse del cadáver decidió descuartizarlo con una sierra eléctrica. Metió los trozos en bolsas de plástico y los colocó en un congelador. Meses más tarde trasladó los restos al sótano de la heladería que regentaba -el exmarido le había prestado 100.000 euros para arrancar con el negocio- y los escondió en recipientes cubiertos de cemento.

El 22 de noviembre de 2010 llegó el segundo crimen. La víctima fue un exnovio, Manfred H. En este caso, Estíbaliz acabó con la vida del hombre tras descubrir que tenía varias amantes. Antes de matarlo, tomó clases de tiro, participó en un curso para manejar cemento y compró varios tipos de este material. Ambos cadáveres despedazados pasaron a compartir espacio en el sótano de la heladería, hasta que fueron descubiertos casualmente el 6 de junio de 2011 por unos obreros que llevaban a cabo una reforma en un edificio contiguo. Tras el hallazgo, Estíbaliz Carranza huyó a Italia, pero fue detenida días después. Fue denunciada por un joven que la había alojado en su casa y que descubrió quien era su «inquilina» al ver la orden internacional de detención por televisión.

Según el relato de los hechos que hizo la fiscal durante el juicio, la «dama de hielo» o la «asesina con cara de ángel», apodos con los que fue bautizada la prensa austríaca, es una persona «fría y manipuladora» que actuó motivada por el egoísmo e, incluso, por intereses económicos. La propia Estíbaliz reconoció que «una parte de mi cerebro es roja».

La tenebrosa historia de la «asesina de la heladería» que descuartizó a dos hombres en Austria
BBC Mundo – Bbc.com

16 de noviembre de 2014

El mundo la conoció como la «Baronesa del hielo»: Estíbaliz Carranza, una mujer hispano-mexicana de 36 años, se ganó ese apodo -así como el de la «Asesina de la heladería»- porque en 2008 y 2010 mató a dos hombres, los desmembró y los escondió en el sótano de su heladería «Schleckeria» ubicada en un sector residencial de Viena, Austria.

Ahora, Carranza vuelve a estremecer las noticias del país europeo al publicar sus memorias.

Actualmente ella cumple una condena de cadena perpetua en una institución mental en Austria por los asesinatos de su exmarido, Holger Holz, y su amante, Manfred Hinterberger.

«No estoy buscando que me entiendan o me perdonen», se puede leer en el libro titulado Mis dos vidas, la verdadera historia de la Baronesa del hielo.

El sótano de la muerte
El caso de los «asesinatos de la heladería» conmocionó a Austria en 2011.

La historia había comenzado en 2008, cuando después de una discusión, Carranza le disparó con una escopeta a Holz, quien era su exmarido en ese momento, cuando éste estaba sentado en el computador.

El motivo de la disputa entre ambos había sido la devolución de un dinero que Holz le había prestado a Carranza para que ella abriera su heladería.

Tras cerciorarse de que estuviera muerto, lo descuartizó con una sierra eléctrica, mezcló los pedazos con cemento y los escondió en una nevera ubicada en el sótano de su casa, donde también tenía su negocio.

Y siguió su vida. A los conocidos y amigos le contó que su exmarido la había dejado allí y se había marchado a India.

Modus operandi
Dos años después, Carranza, a quien sus vecinos y las autoridades describieron como una mujer atractiva y muy simpática, conoció a Hinterberger, un representante de máquinas para heladerías, que la visitaba con regularidad.

Ocurrió lo mismo. Una discusión por dinero, Hinterberger se fue a la cama y en la placidez del sueño, Carranza le disparó con la misma escopeta.

Lo llevó hasta el baño, lo descuartizó con la sierra eléctrica y mezcló los pedazos con cemento. Pero esta vez no todo cupo en la nevera, que ya estaba ocupada con los restos de su anterior víctima.

Entonces guardó un pedazo en la arena del gato, para evitar que el hedor la delatase.

De nuevo cuenta a los demás la misma historia: el amante que la abandona para irse a vivir a Tailandia.

Sin embargo, en junio de 2011, un grupo de albañiles que trabajaba en la reparación de un local vecino debió ingresar al sótano de la heladería y descubrieron el horror que allí se escondía.

Carranza fue capturada a los pocos días en el norte de Italia, cuando trataba de huir de las autoridades.

El libro de las confesiones
«Yo asesiné a dos hombres que alguna vez amé», escribió Carranza.

«No hay manera de maquillar esto, de ponerlo bonito: yo le robé dos hijos a sus madres», también se puede leer.

Otra frase importante del libro por su impacto es: «Yo creía que tenía que servir a los hombres, sin importar cómo ellos me trataran».

Frente a Hinterberger, Carranza admite que sufría una suerte de parálisis emocional cuando trataba de expresarle su deseo de separarse.

«Yo no podía decir no. No podía. No había forma de terminar con él».

Afirma que ella convirtió a sus víctimas en «monstruos y finalmente ellos me transformaron en una bestia».

El editor del libro, Bernhard Salomon, le dijo a la BBC que Carranza no recibirá ningún dinero por la publicación del libro.

«Ella le ha cedido los derechos de regalías a los familiares de las víctimas».

Hasta ahora se desconoce una declaración de la familia de los dos hombres.

Embarazada
La editorial dio a conocer un pequeño resumen del libro, que inicia en el momento en que Carranza se entera de que está embarazada pocos días antes de su captura.

Allí describe cómo espera que sus crímenes nunca sean descubiertos y su esperanza de tener un futuro feliz.

Pero días después, los albañiles encuentran los restos de sus víctimas.

En su fuga para evitar a las autoridades austríacas, Carranza logró llegar hasta la ciudad italiana de Udine, ubicada a 480 kilómetros de Viena.

Pero allí fue delatada por un músico callejero que le había ofrecido ayuda.

Durante el juicio que tuvo lugar en 2012, la psiquiatra Adelheid Kastner afirmó que era muy probable que si Carranza era puesta en libertad pudiese cometer un crimen de nuevo.

«No pido perdón. Maté a dos hombres a los que una vez amé»
ABC.es

17 de noviembre de 2014

Estíbaliz Carranza, la mujer de 36 años años de ascendencia vasca que asesinó y descuartizó a su exmario y a su exnovio, publicó sus memorias el pasado lunes, según informa en su versión digital «BBC News». Aunque, en palabras del editor del mismo, no se le ha pagado absolutamente nada por las horas dedicadas ni verá un sólo céntimo por las ventas.

«Yo no pido comprensión o perdón. Maté a dos hombres a los que una vez amé, he despojado a dos madres de sus hijos», escribe la joven en el libro (el cual ha escrito conjuntamente con la periodista Martina Prewein y ha sido titulado «Mis Dos Vidas, La verdadera historia de la Dama de Hielo»). Carranza ha colaborado en la elaboración del texto desde Austria, pues actualmente se encuentra cumpliendo cadena perpetua en una institución del país.

Los crímenes de Carranza se sucedieron en 2008, año en que esta heladera de profesión disparó en la cabeza a su exmarido Holger Holz mientras estaba sentado en el ordenador. Dos años más tarde también acabó con la vida de a su exnovio, Manfred Hinterberger, mientras éste dormía.

Posteriormente, y al no saber que hacer con los cadáveres, los descuartizó con una motosierra y guardó sus restos en el sótano de su heladería. Fue llevada ante los tribunales el 22 de noviembre de 2012 en un juicio en el que, además de ser condenada, se ganó el apodo de «la asesina del hielo».

Ahora ha decidido publicar sus memorias para dar a conocer su cruel historia, aunque ha renunciado a cobrar por el libro por respeto a la familia de sus víctimas. En el texto, entre otras cosas, explica cómo comenzó a planear los asesinatos en 2011 y como, en el caso de su exnovio, se sentía tan ligada a él que prefirió acabar con su vida antes que abandonarle: «No podía decir que no. Yo no podía hacerlo, no podía librarme de él».

La «heladera asesina» tomó clases para aprender a cementar y ocultar los cadáveres
Lavanguardia.com

17 de noviembre de 2014

Estibaliz Carranza, la mujer condenada en 2012 a cadena perpetua por el doble asesinato en Austria de su marido y su amante, actuó con mayor frialdad de la aparente. Según desvela el Daily Mail, la mujer, que trabajaba en una tienda de helados, tomó clases para aprender a cementar con el objeto de esconder mejor los cadáveres. En ambos casos, desmembró a sus víctimas con una motosierra antes de esconder los restos.

Su modus operandi en ambos casos fue idéntico: les descerrajó un tiro en la cabeza, desmembró sus cuerpos y los congeló antes de ocultarlos, sepultados en cemento, en el sótano de su tienda.

Carranza, que ha publicado un libro sobre su vida escrito desde prisión, explica que mató a su marido, Holger Holz, en el año 2008 porque se negó a abandonar el domicilio conyugal tras su divorcio. Dos años más tarde, una discusión con su amante, Manfred Hinterberger, acabó en tragedia cuando Carranza decidió matarle mientras dormía.

En el libro, titulado Mis Dos Vidas, la asesina trata de justificarse: «Maté a dos hombres, pero también los amé». De su amante y segunda víctima, explica: «No podía decirle que no. No podía librarme de él».

Según un informe psiquiátrico, Carranza, que permanece recluida en un ala para presos con problemas mentales, se concebía a sí misma como una princesa que «sólo podía ser rescatada por un hombre».

https://criminalia.es/asesino/estibaliz-carranza/
Qué interesante!! muchas gracias por traerlo, no lo conocía.
 
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Mateo Banks

Mateocho
  • Clasificación: Asesino en masa
  • Número de víctimas: 8
  • Fecha del crimen: 18 de abril de 1922
  • Fecha de detención: 18 de abril de 1922
  • Fecha de nacimiento: 18 de noviembre de 1872
  • Perfil de la víctima: Dionisio Banks (hermano) / Sara Banks (sobrina) / Juan Gaitán (peón) / Claudio Loiza (peón) / María Ana Banks (hermana) / Juana Dillon (cuñada) / Miguel Banks (hermano) / Cecilia Banks (sobrina)
  • Método del crimen: Arma de fuego (rifle Winchester)
  • Lugar: Partido de Azul, Argentina
  • Estado: Condenado a reclusión perpetua el 3 de abril de 1923. Puesto en libertad el 10 de junio de 1949. Fallece ese mismo año.
Índice

Mateo Banks
Wikipedia

Mateo Banks y Keena (n. en Estancia El Trébol, Chascomús, Provincia de Buenos Aires, 18 de noviembre de 1872 – f. en Buenos Aires, 1949) fue un chacarero argentino de origen irlandés, famoso por haber cometido un homicidio múltiple en el partido de Azul, en 1922. El caso fue muy resonado en la época, y se ha calificado a Banks como el primer multihomicida argentino. Atrás de sus homicidios se encuentra el problema del estatus social que Mateo Banks quería mantener y ya no podía debido a su problema con el juego.

Biografía
Descendiente de irlandeses, su padre había emigrado hacia la Argentina en 1862. Aquí se casó con una irlandesa y vivió primero en Chascomús y luego en Azul. Allí tuvieron siete hijos: María Ana, Dionisio, Miguel, Mateo, Pedro, Catalina (quien había regresado a Irlanda) y Brígida. La familia Banks adquiriría prestigio en Azul, destacándose como inmigrantes triunfadores. Mateo era socio del Jockey Club y de varias ligas de beneficencia, vicecónsul de Gran Bretaña y representaba a la marca de autos Studebaker en la provincia de Buenos Aires. Había contraído matrimonio con una mujer de sociedad, Martina Gainza.

El crimen
Ocurrió el martes 18 de abril de 1922. En horas del mediodía, Banks (de 44 años de edad en ese momento), se encontraba en la estancia “La Buena Suerte”. Allí comenzó su raid homicida. Primero, disparó su rifle Winchester a su hermano Dionisio Banks. La bala le atravesó la espalda, y luego efectuó un segundo disparo para rematarlo. Se encontraba también Sara, hija de Dionisio, de doce años de edad. La niña, asustada, intentó huir. Fue encontrada por Mateo Banks, quien le dio un culatazo en la cabeza, y la arrojó desvanecida a una zanja, donde le disparó dos tiros. Alrededor de las ocho de la noche, llegó a la estancia Juan Gaitán (según otras fuentes apellidado Illescas), un peón que trabajaba allí. Banks lo asesinó de un disparo mientras Gaitán guardaba el sulky.

Banks tomó el sulky y se dirigió a uno de los campos que le pertenecían, “El Trébol”, distante a 5 km de donde se encontraba. Allí se encontró con un peón llamado Claudio Loiza, a quien le dijo que lo acompañara a “La Buena Suerte” para atender a Dionisio, quien se hallaba enfermo. Partieron en sulky, y promediando el recorrido, Banks pidió a Loiza que bajara a buscar el rebenque. Una vez que Loiza bajó, le disparó un tiro en el cuello. Luego lo remató y escondió su cuerpo en un pajonal cercano.

Regresó a “El Trébol”, donde vivían sus hermanos María Ana y Miguel, la esposa de este último, Juana Dillon, y las hijas del matrimonio, Cecilia y Anita (de 15 y 5 años, respectivamente). Luego de la cena y cuando todos dormían, alrededor de las once de la noche, Banks despertó a su hermana y la convenció de ir a “La Buena Suerte” para asistir a Dionisio. Una vez que subió al sulky y luego de andar algunos kilómetros, paró el caballo y le disparó a María Ana.

Arrojó el cadáver a la vera del camino, y regresó. Golpeó la puerta de la habitación de Miguel, y le pidió a Juana que le haga un té. Cuando Julia apareció, la asesinó de un disparo en el pecho. Miguel, quien estaba enfermo en cama, al oír el disparo se incorporó. Mateo Banks lo mató de un disparo en el cuello. Entró en la habitación de Cecilia y también la asesinó. Luego tomó en sus brazos a Anita y a María Ercilia Gaitán (de 4 años, hija del peón) y las llevó a un cuarto, donde las encerró. Serían las únicas sobrevivientes.

Durante la madrugada, Banks se dirigió a Azul, a la casa del doctor Rafael Marquestau. Le aseguró al mismo que los peones, Gaitán y Loiza, habían matado a toda su familia y lo habían atacado, y que en defensa propia los había tenido que matar. Luego de ir a la estancia, llamaron al comisario Luis Bidonde, quien realizó la investigación en la escena del crimen.

Víctimas
Dionisio Banks (hermano)
Sara Banks (sobrina)
Juan Gaitán (peón)
Claudio Loiza (peón)
María Ana Banks (hermana)
Juana Dillon (cuñada)
Miguel Banks (hermano)
Cecilia Banks (sobrina)

Repercusión y juicio
El caso cobró notoriedad pública, y se le dedicaron amplios espacios en diversos diarios de toda la provincia y la ciudad de Buenos Aires. La sociedad de Azul estaba conmocionada, y miles de personas acompañaron los entierros de las víctimas. Se detuvo a Mateo Banks como principal sospechoso del crimen, pero el chacrero se aferraba a su versión. Luego de varios interrogatorios, las contradicciones en su relato vieron la luz.

Además se hallaron otras pistas, como que el tiro que Banks tenía en la bota y que afirmaba era producto de un balazo de Gaitán era en realidad un orificio hecho con un punzón, y las pericias en las balas confirmaron que pertenecían a las escopetas del sospechoso. Asimismo, la hija del peón Juan Gaitán, testificaría que fue Banks el asesino.

Tres semanas más tarde, confesó. Se celebró el juicio en el Sport Club de Azul, habilitado como tribunal para la ocasión. Hubo fuerte presencia de las fuerzas de seguridad ya que los asistentes al juicio querían atacar a Banks. La prensa y la población habían asignado a Banks el mote de “Mateocho”, relacionado con las ocho personas que asesinó.

En principio, Banks se retractó de su confesión, la que dijo había sido arrancada con torturas y amenazas. Luego, debido a las evidencias reunidas por el fiscal, se probaría la culpabilidad. Banks había pasado de ser un próspero chacrero a estar en bancarrota, según se cree, por una afición al juego.

El fiscal probó que en 1921 Mateo había vendido sus terrenos a sus hermanos, y que poco antes de los homicidios, había intentado hacer una estafa falsificando la firma de Dionisio para vender cabezas de ganado que no le pertenecían. Sabía que por esto podría caberle la cárcel, por ello planificó el crimen. Días antes compró las balas que utilizaría, y había intentado envenenar a su familia poniendo estricnina en el puchero, equivocando la dosis y fallando en el intento.

La defensa de Banks fue asumida, luego de que ningún abogado deseara aceptarla, por el defensor de oficio Luis Larrain, quien insistió en la versión de Banks, pero no pudo explicar las inconsistencias en el relato.

Finalmente, el 3 de abril de 1923 la vista de la causa se dio como concluida. Banks emitió la siguiente declaración, antes de ser condenado a reclusión perpetua:

Señor presidente: mucho se ha hablado de este horrendo crimen… He pasado diez meses con el corazón y el alma desgarrados por el dolor y el sufrimiento de las injusticias de las que fui objeto… He aguantado mi dolor en silencio… en la fe de Dios y en la justicia de mis jueces… Por esta cruz (la señala al público), mi pedido es uno solo: ¡que se haga justicia!

Larrain alegó vicios en el proceso, que fue declarado nulo. El juicio fue trasladado a La Plata. Banks contó para este juicio con la defensa de Antonio Palacio Zino, reconocido abogado penalista de la época. A pesar de las estrategias de Palacio Zino, la condena fue confirmada. En 1924 fue trasladado al penal de Ushuaia. Allí concedió numerosas entrevistas. Rezaba continuamente, y llegó a fabricar un rosario con botones, del que nunca se separaba. Más tarde tuvo éxtasis religiosos y dictó liturgias, por lo que fue apodado “El místico”.

Banks afirmó en prisión ser inocente, y culpó por los asesinatos al peón Juan Gaitán. Declaró que el mismo había sido despedido un día antes de los homicidios por su mal comportamiento, y que ese era el motivo por el que asesinó a toda la familia. En cuanto a su confesión inculpándose del delito, Banks dijo que la confesión había sido conseguida con torturas y amenazas de martirizar a su hija.

Libertad luego de la condena
El 10 de junio de 1949 fue liberado. Intentó volver a Azul, pero la condena social era muy grande, por lo que se mudó a Buenos Aires, donde cambió de identidad. Se mudó a una pensión en el barrio de Flores, ubicada en la calle Ramón Falcón 2178, donde se registró con el nombre falso de Eduardo Morgan. El mismo día de la mudanza, resbaló en la bañera, golpeándose la cabeza, falleciendo en el acto.

En la caja fuerte de la cárcel había dejado un manuscrito con sus memorias, de unas 1200 páginas, con instrucciones para su publicación, sin embargo, este se perdió.

En la cultura popular
Los crímenes de Banks inspiraron dos tangos: Doctor Carús (de Martín Montes de Oca) y Don Maté (letra de José Ponzio y música de Domingo Cristino).

Este crimen motivó un circuito turístico en la localidad de Azul. Se recorren las estancias y la casa de Banks en la ciudad.

Ocho ataúdes para Mateo Banks
Alvaro Abos – LaNacion.com.ar

29 de enero de 2006

Fue uno de los crímenes más sonados de su época: ahogado por la bancarrota, un chacarero de Azul, portador de prestigioso apellido, mató a sangre fría a ocho personas, entre éstas a tres de sus hermanos y dos de sus sobrinas.

A la una y cuarto de la tarde del martes 18 de abril de 1922, el chacarero Mateo Banks, de 44 años, disparó su rifle Winchester sobre la espalda de su hermano Dionisio Banks. La bala le atravesó el tórax. Mateo Banks lo remató con un segundo tiro. Dionisio estaba acompañado por su hija Sarita Banks, de 12 años, quien, aterrorizada, trató de escapar. Pero Mateo Banks la alcanzó, golpeándola con la culata del rifle. Semidesvanecida, la arrastró fuera del casco de la chacra La Buena Suerte, en un campo del partido de Azul, trescientos kilómetros al sudoeste de Buenos Aires. Mateo Banks arrojó a Sarita al jagüel. Recargó el rifle y, asomándose, terminó de matar a la niña con dos disparos.

Luego, comprobó que Dionisio estuviera muerto. Buscó un colchón y sobre él tendió el cadáver de su hermano. Esperó la noche. A las ocho, llegó en sulky el único peón que trabajaba en la chacra, un tal Juan Gaitán, que había ido al cercano pueblo de Parish para hacer una diligencia. Mientras Gaitán guardaba el sulky en el galpón, Mateo Banks, sin pronunciar una palabra, lo mató de un balazo en el pecho. Subió al sulky y se dirigió a su propio campo, El Trébol, a cinco kilómetros de La Buena Suerte. En El Trébol trabajaba un peón llamado Claudio Loiza. Mateo Banks le dijo a Loiza que Dionisio estaba enfermo y le pidió que lo acompañara a La Buena Suerte para atenderlo.

-Iré más tarde, patrón, a caballo.

-No hay tiempo. Vamos en el sulky.

El peón accedió y el sulky salió al camino. En algún punto del trayecto, Mateo Banks paró el sulky. Se había caído el rebenque y le pidió al peón que lo recogiera. Cuando Loiza bajó, Mateo Banks le disparó al cuello. Loiza cayó malherido. Mateo Banks, con parsimonia, lo remató. Escondió el cuerpo en un pajonal cercano. Volvió a El Trébol. Allí vivían otros dos hermanos: Miguel, de 49 años, junto con su esposa, Julia Dillon, y María Ana Banks, soltera, de 54. Cuando Mateo Banks llegó, Julia lo llamó para la cena, pero él se quedó en su habitación, aduciendo que no se sentía bien. A las once de la noche no quedaba nadie levantado en El Trébol. Salvo Mateo Banks. Agazapado en la oscuridad de su cuarto, esperaba para completar su raid de sangre. A las once y diez, se deslizó al patio y golpeó la ventana cerrada de María Ana. En susurros, para no despertar a los demás, Mateo Banks le dijo a su hermana que Dionisio estaba muy mal y que debían ir a La Buena Suerte para asistirlo. María Ana se cubrió con un chal y subió al sulky, que una vez más retomó el camino entre ambas chacras. En algún lugar, Mateo frenó el caballo, levantó el rifle que llevaba a sus pies y disparó a bocajarro contra María Ana. Pateó el cadáver, que quedó tirado en el camino. El sulky volvió a El Trébol. Mateo Banks llamó a la puerta de la habitación de Miguel y Julia. Julia se asomó: Mateo Banks le dijo que se sentía mal y le pidió un té. Cuando Julia apareció, le disparó al pecho.

Miguel estaba enfermo, en la cama. Sin embargo, al oír el tiro que había matado a su mujer, se levantó. Mateo Banks apareció en el vano de la puerta y le disparó a su hermano un balazo en el cuello. Quedaban vivas tres personas: Cecilia y Anita Banks, de 15 y 5 años, hijas de Miguel y Julia, y María Ercilia Gaitán, la hijita del peón, de 4 años.

Mateo Banks entró al cuarto donde dormían las tres y mató a Cecilia. Dejó el rifle, aferró a las dos niñas más pequeñas y las llevó a un cuarto vacío, que cerró con llave.

La trama
La orgía de muerte había terminado. Con la parsimonia de un autómata, Mateo Banks había exterminado a toda su familia: tres hermanos, una cuñada, dos sobrinas y dos peones; en total, ocho víctimas.

Mateo Banks recorrió el escenario como un artista que revisa minuciosamente su obra. Inclinándose sobre los muertos, les tomó el pulso para asegurarse de que no hubiera quedado en ellos ni un hálito de vida; los acomodó, los tapó con mantas. Volvió a subir al sulky, regresó a La Buena Suerte, donde se aseguró de que Dionisio estuviera muerto, y se asomó al pozo para comprobar que seguía allí el cadáver de Sarita.

Eran las cuatro de la mañana del 19 de abril. Bajo la lóbrega luz lunar, Mateo Banks se dirigió al pueblo. El sulky se detuvo ante la casa del médico de la familia, el doctor Rafael Marquestau. Mateo Banks golpeó a la puerta.

Luego de largos minutos, se entreabrió una ventana:

-¿Quién es?

-Soy Mateo Banks. Quiero hablar con el doctor. ¡Algo terrible ha pasado!

El médico, que conocía bien al chacarero, lo encontró dominado por la ansiedad:

-¡Acabo de matar a Gaitán! -le dijo Mateo Banks entre sollozos-. ¡Pasa algo que no tiene nombre! ¡Han asesinado a toda mi familia! ¡Les dispararon! Los muertos están allí; he pasado toda la noche con ellos. Los he cubierto con mantas. Loiza me disparó al pie y luego huyó.

El médico se vistió con prisa. Corrió al sulky. Junto con Mateo Banks se dirigieron a las chacras, donde la luz del nuevo día ya iluminaba el horror.

-Hay que avisarle a Carús -le dijo Mateo Banks al médico. Antonio Carús era un abogado y político conservador, caudillo del pueblo. Pero Marquestau insistió en que fueran a la policía.

El comisario Luis Bidonde jamás hubiera imaginado que la mañana del 19 de abril la tragedia llegase de esa forma al pueblo de Azul. ¿Acaso el diablo mismo había aparecido en aquel lugar pacífico de la llanura bonaerense? La policía descubrió un escenario que horrorizaría al país: en La Buena Suerte y El Trébol, las fincas de la prominente familia Banks, y sus inmediaciones, yacían los cadáveres de Dionisio, Miguel y María Ana Banks, Julia Dillon, las niñas Sarita y Cecilia Banks, además del cuerpo de uno de los peones, Gaitán. El denunciante, Mateo Banks, repetía una y otra vez que Gaitán y Loiza lo habían atacado tras abatir a toda su familia.

Los irlandeses
Esta historia había comenzado hacía mucho tiempo: quizá cuando, noventa años antes, en 1832, el coronel Pedro Bustos había fundado el Azul, fuerte militar cercano a un arroyo de aguas con esa coloración. Con el tiempo, desaparecido el peligro de los malones tras la derrota de Catriel y otros caciques, el Azul, como Tandil, Olavarría, Coronel Suárez y diversos pueblos del sudoeste provincial se habían convertido en prósperos centros agrícolas. En 1922, el partido del Azul tenía 30.000 habitantes, entre los cuales se contaban fuertes colonias de inmigrantes vascos, franceses, italianos e irlandeses, como los Banks.

El padre de Mateo Banks había llegado a la Argentina en 1862, huyendo de las pestes, las guerras y la miseria del verde Erín. Se casó con otra irlandesa de apellido Keena y aquí fundó una familia que se estableció primero en Chascomús y luego en el Azul. Pero ahora, en aquel amanecer de 1922, el apellido Banks habría de convertirse, en la historia criminal argentina, en un “caso”: el mayor crimen colectivo consumado por un solo hombre en 15 horas espeluznantes.

Miles y miles de azuleños indignados acompañaron hasta el cementerio los cuerpos de las víctimas. ¿Quién había tronchado de esa forma alevosa la vida de aquellos pioneros? Los siete ataúdes fueron velados en la iglesia catedral. La marea humana cargó a hombros los ataúdes. El juez de paz, el alcalde, los concejales, los hombres prominentes del pueblo, el jefe de la guarnición: todos encabezaban el duelo popular presidido por Mateo, el único Banks que quedaba en el Azul (una hermana, Catalina, había regresado a Irlanda).

El comisario Bidonde, mientras tanto, debía resolver el enigma. ¿Quién y por qué había cometido los crímenes? Las primeras batidas hallaron el cuerpo del peón Loiza, de manera que eran ocho los muertos. Todo tipo de rumores conmovían al pueblo, trayendo ecos de otras masacres de inmigrantes, como la sucedida en el Tandil, cuando los seguidores del fanático curandero y santón Tata Dios degollaron a 36 inmigrantes. Había sido un 1° de enero de 1872, casi exactamente medio siglo antes. Pero, por las dudas, todos los cerrojos y tranqueras del sur de la provincia habían sido reforzados y las armerías agotaron existencias.

Apenas cayó la tierra sobre los féretros de pino, el comisario Bidonde detuvo a Mateo Banks, en principio inculpado por la muerte de Gaitán. La prensa nacional, en especial los vespertinos de Buenos Aires La Razón, Crítica y Ultima Hora, dedicaban amplios espacios de sus ediciones al crimen.

De La Plata había llegado un investigador-estrella, el comisario Ricardo de la Cuesta, que se hizo cargo de los largos y exhaustivos interrogatorios al único testigo vivo y también principal sospechoso de los crímenes: Mateo Banks.

El chacarero se aferraba con uñas y dientes a su versión, pero pronto las contradicciones minaron su relato: el balazo que Banks alegaba haber recibido en la bota no era tal, sino un agujero hecho con un punzón; las autopsias determinaron que el calibre de las heridas correspondía al de la escopeta del sospechoso. Pero, sobre todo, se había descubierto que los Banks, ejemplo de inmigrantes triunfadores, escondían un secreto: en efecto, Miguel, Dionisio y María Ana eran prósperos, pero Mateo Banks estaba completamente arruinado.

Al cabo de tres semanas, el asesino confesó.

La condena
El juicio a Mateo Banks, acusado de ocho homicidios consumados con premeditación y alevosía, tuvo lugar en el Sport Club de Azul, habilitado como tribunal. El lugar estaba abarrotado de gente y el acusado, un hombre robusto cuya pelirroja testa y amplios bigotazos denunciaban su ascendencia irlandesa, debió ser protegido por la policía pues el público quería agredirlo. En el juicio, Mateo Banks se retractó de la confesión, que le había sido arrancada, dijo, con torturas. Pero las evidencias reunidas en la acusación del fiscal, el doctor Horacio Segovia, eran lapidarias contra Banks. La siguiente historia salió a la luz.

Mateo Banks tenía mucho prestigio en Azul, lo mismo que sus hermanos. Era socio del Jockey Club, vicecónsul de Gran Bretaña, representante para el sur de la provincia de la marca de autos Studebaker -uno de los últimos modelos de esta marca, una elegante voiturette, se lo había reservado Mateo Banks y con él se paseaba por Azul.

Era un católico respetado, de los que portaban el palio en las procesiones, e integraba varias ligas de beneficencia. Su sólida posición social se consolidó al casarse con una mujer de postín, Martina Gainza, con la cual había tenido cuatro hijos. Mateo Banks y su mujer no vivían en el campo, sino en el centro de Azul, en una casa en la calle Necochea, con verja, jardín y un frente decorado.

En algún momento, Banks, quizá por su afición desmedida al juego, comenzó a perder su fortuna. “Banks, con su vida de «rico artificial», pensó que todo se arreglaría. y perdió toda noción de sentimientos humanos. No vaciló en sacrificar su apellido. Es una víctima de los vicios humanos que destruyen la dignidad, la honradez y hasta el amor de la familia.” Así lo crucificaba en un artículo un diario de Azul durante el proceso.

El fiscal Segovia probó hechos incontrovertibles: en 1921, Mateo Banks había vendido su parte del condominio familiar a sus hermanos. Y pocas semanas antes del crimen, había falsificado un poder de Dionisio para venderle a un rematador de la zona varios miles de cabezas de ganado, que ya no le pertenecían. Como señala Hugo A. Hohl en su exhaustivo estudio del caso Banks Crimen y status social (1998), el criminal había cometido una estafa: en el momento en que sus hermanos lo denunciaran, no le cabía a Mateo Banks otro destino que la cárcel.

Por otra parte, el crimen había sido preparado con minucia: Mateo Banks había comprado días antes en una armería de Azul cartuchos de 12 milímetros, los que utilizó. Y el mismo día de la masacre había intentado envenenar a su familia echando estricnina en el puchero, aunque, al equivocar la dosis, no produjo consecuencias: tanto Julia Dillon como María Ana y Dionisio echaron a la basura la comida, de asqueroso gusto.

Para el fiscal Segovia, Banks planeó el múltiple asesinato con total racionalidad: ¿por qué no mató a la pequeña Anita Banks? Porque la esposa de Dionisio no vivía en La Buena Suerte; estaba recluida en un manicomio. A Mateo le hubiera tocado un tercio de la herencia, compartida con la mujer de Dionisio y con la hermana de los Banks que vivía en Irlanda. No era necesaria, para este plan, la muerte de Anita. ¿Por qué ensañarse con Cecilia y con los peones? Porque eran testigos indeseables que hubieran arruinado su versión. Según Segovia, cada movimiento de Banks había sido pensado: para sorprender a Loiza y a Gaitán, hombres fuertes que le habrían opuesto resistencia, usó estratagemas. Su plan de acusar a los peones salvó a la nena María Ercilia Gaitán: no era coherente que el peón asesinara a su propia hija.

La defensa de Banks, convertido por la prensa en un monstruo social, no fue aceptada por abogado alguno. Finalmente, la asumió el joven defensor de oficio Luis Larrain, que hizo lo imposible por salvar a su cliente insistiendo en la teoría de que los dos peones eran los culpables, quizá con la complicidad de algún otro asesino ignoto. Pero Mateo Banks nunca pudo explicar la farsa del agujero en la bota izquierda.

El 3 de abril de 1923, la vista de la causa se dio por concluida. El tribunal, integrado por los doctores Lisandro Salas, Abdon Bravo Almonacid y Armando Pessagno, le cedió la palabra al acusado, que se levantó y, tras limpiar con un pañuelo sus anteojos sin aro, dijo:

-Señor presidente: mucho se ha hablado de este horrendo crimen. He pasado diez meses con el corazón y el alma desgarrados por el dolor y el sufrimiento de las injusticias de las que fui objeto. He aguantado mi dolor en silencio. en la fe de Dios y en la justicia de mis jueces. Por esta cruz (la señala al público), mi pedido es uno solo: ¡que se haga justicia!

Fue condenado a reclusión perpetua. Pocos meses antes se había abolido en la Argentina la pena de muerte. Larrain alegó vicios de forma y pidió al tribunal la nulidad del proceso. Le fue concedida. El juicio se realizó por segunda vez, pero trasladado a los tribunales de La Plata. Entonces, Mateo Banks sorprendió a todos al nombrar como abogado al penalista más caro de Buenos Aires, Antonio Palacios Zinny, una especie de Perry Mason de su época, célebre por sus exitosas defensas de casos difíciles.

¿Quién pagó sus honorarios?, se preguntaba la opinión pública. Nadie, pero el abogado sabía que el país entero estaría pendiente de su defensa, y su prestigio como defensor de causas perdidas se multiplicaría a pesar de ser Mateo Banks el prototipo del asesino irredimible.

Según cuenta Roberto Tálice en su libro de memorias Cien mil ejemplares por hora, durante este segundo proceso a Banks el defensor Palacios Zinny urdió una estratagema para impresionar a los jueces. Entregó a su cliente una pastilla de cianuro, que contenía una dosis no letal. Banks debía levantarse, proclamar su inocencia e ingerir el veneno. El hábil penalista no sólo había asegurado a su cliente que ese gesto inclinaría al tribunal en su favor.

También habría vendido la exclusiva al vespertino Crítica, cuyos mejores reporteros cubrían la sesión del juicio ese día. En un momento, Palacios Zinny comenzó a hacer desesperadas señas a su defendido, indicándole que se tomara la cápsula. Banks lo miraba fijamente, pero nada sucedió. Según Tálice, a último momento el asesino desconfió. El tribunal de alzada confirmó la sentencia de culpabilidad y la pena de reclusión perpetua.

En 1924, Banks fue trasladado al penal de máxima seguridad de Ushuaia, donde convivió con otros presos famosos, como Cayetano Santos Godino (el Petiso Orejudo) y Simón Radowitzky, el anarquista que había asesinado en 1909 al jefe de policía Ramón Falcón.

Durante su permanencia en Ushuaia, Mateo Banks fue un preso de conducta ejemplar. Concedió numerosas entrevistas, para las cuales el director del penal le prestaba su despacho. Hasta allí llegó un día el popular periodista Juan José de Soiza Reilly, que se fotografió junto al preso Mateo Banks vestido con el tradicional traje a rayas.

Mateo Banks recuperó la libertad en 1949. Intentó regresar a Azul, pero la repulsa social se lo impidió. Era un muerto en vida. Su nombre y sus crímenes eran tan famosos que hasta habían inspirado dos tangos: Doctor Carús, de Martín Montes de Oca, y Don Maté 8 (léase “Mateocho”, ell apodo con el que lo había bautizado la prensa), con música de Domingo Cristino y letra de José Ponzio. Para sobrevivir, Mateo Banks cambió de identidad y se trasladó a Buenos Aires. Quería perderse en el anonimato de la gran ciudad. Con documentos falsos a nombre de Eduardo Morgan, alquiló una pieza sin baño en la pensión de la calle Ramón Falcón 2178, en el barrio de Flores.

El mismo día de la mudanza, con una toalla y un jabón, se dirigió Mateo Banks hasta el final del pasillo, entró en el baño y cerró con llave. Se desnudó y al meterse en la bañera resbaló. El golpe en la cabeza le provocó la muerte. Tenía 77 años.

* El autor es escritor. Publicó más de veinte libros en diversos géneros: novela, cuento, biografía, ensayo y crónica. Entre ellos, Xul Solar, pintor del misterio y Macedonio Fernández – La biografía imposible. Colabora con La Nacion y con El País, de Madrid

(El autor agradece la colaboración de Aurora Alonso de Rocha, directora del Archivo Histórico de Olavarría.)



VÍDEO: REPORTAJE SOBRE MATEO BANKS

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Charlotte Corday

Marie-Anne Charlotte Corday d'Armont
  • Clasificación: Asesina
  • Características: Consideraba a Marat un tirano y el causante de los males de la Revolución
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 13 de julio de 1793
  • Fecha de detención: 13 de julio de 1793
  • Fecha de nacimiento: 27 de julio de 1768
  • Perfil de la víctima: Jean-Paul Marat, de 50 años (político durante la Revolución francesa)
  • Método del crimen: Apuñalamiento
  • Lugar: París, Francia
  • Estado: Ejecutada en la guillotina el 17 de julio de 1793
Índice

Charlotte Corday
Última actualización: 30 de abril de 2015

Charlotte Corday, guillotinada el 17 de julio de 1793 por la muerte de Marat.

La Revolución Francesa proporciona al historiador una larga serie de hechos criminales.

Más de cuatro mil personas fueron ejecutadas hasta que la muerte de Robespierre, St. Just y Couthon puso fin a la época de «el terror».

Pero el único caso interesante de un crimen «no oficial» es el asesinato de Marat realizado por Charlotte Corday.

Charlotte, descendiente de Corneille, nació en 1768 cerca de Sees, Normandía, en el seno de una familia noble empobrecida. Se educó en el Convento de la Trinidad de Caen. A la caída de los girondinos, en 1793, muchos miembros de este partido se refugiaron en Normandía; Charlotte Corday solía acudir a sus reuniones y escuchar atentamente sus discursos. Poco a poco comenzó a sentir un fuerte odio por Marat, a quien consideraba un tirano y el causante de los males de la Revolución. Finalmente, decidió ir a París para asesinarle.

Jean Paul Marat era una de las figuras más destacadas de la Revolución; llevaba una vida de pobreza e idealismo dedicada al estudio de la medicina y la física. El retrato que de él hace Carlyle es, sin duda, parcial e inexacto. A su muerte, sucedida cuando tenía cincuenta años, había publicado muchas obras de gran interés, entre ellas un «Ensayo filosófico sobre el hombre», una traducción de la «Optica» de Newton y varios estudios sobre la luz.

Durante algún tiempo fue médico de la guardia del Conde d’Artois (el futuro Carlos X), pero en 1786 presentó la dimisión del cargo. Al introducirse en la vida política publicó un ensayo sobre «Los males de la constitución inglesa» y proyectó una nueva para Francia. Poco después comenzó a editar un periódico revolucionario, «El amigo del pueblo».

Lejos de ser un tirano o un sádico deseoso solamente de la consecución del poder, llevado de su temperamento anarquista, desconfiaba de todos los partidos revolucionarios, manteniéndose completamente independiente.

En 1789 fue encarcelado durante un mes por atacar la Asamblea Constituyente y en 1790, después de haber dirigido una campaña contra Lafayette, se vio obligado a huir a Inglaterra. En mayo de aquel mismo año volvió a París, viéndose precisado frecuentemente a refugiarse en las cloacas de la ciudad, donde contrajo una dolorosa enfermedad de la piel que le obligó después a permanecer continuamente en el baño.
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El juicio de Luis XVI pone de relieve su profundo sentido de la justicia, se negó terminantemente a atacar en su periódico al defensor del rey, Malesherbes, y declaró abiertamente que nadie tenía derecho a acusar al monarca de los «crímenes» que hubiera cometido antes de jurar la constitución.

Tras la ejecución del rey, Marat comenzó una nueva campaña contra los girondinos, partido de brillantes oradores, quienes le consideraban un insolente extremista incapaz de valorizar sus finos sentimientos y sus agudas palabras. Cuando el partido girondino consiguió el poder, Marat fue sometido a un proceso del que no sólo salió en libertad, sino mucho más famoso y estimado por el pueblo. La caída de los girondinos, ocurrida el 31 de mayo de 1793, significó un triunfo para él.

Charlotte Corday llegó a París con muy poco dinero, compró un puñal de mango de marfil, con una hoja de 10 cm. de largo y acudió al domicilio de Marat, en el número 20 de la Rue des Cordeliers, donde las dos hermanas que le cuidaban, Símone y Catherine Evrard, le negaron la entrada.

Charlotte Corday volvió a su habitación en el «Hotel de la Providence» y desde allí le escribió dos cartas. Intentó por segunda vez verle, pero de nuevo sin éxito.

Por fin, el 13 de julio Marat oyó su voz y, deseando conocer a la autora de las dos misivas que había recibido, la hizo pasar. La joven había visto reforzada su fe por un suceso que había leído en el periódico de aquella mañana: nueve de los veintiséis ciudadanos de Orleans, acusados del asesinato del lugarteniente de Marat en aquella ciudad, Bourdon de la Crosnière, iban a ser ejecutados. Bourdon, borracho, no había respondido al alto de un centinela que, inmediatamente, le había clavado su bayoneta, causándole una herida de importancia. Bourdon había utilizado el incidente como excusa para arrestar a veintiséis ciudadanos que se habían rebelado contra sus abusos y repetidas crueldades.

Cuando Charlotte Corday fue admitida en su casa, Marat estaba en el baño, el único lugar donde podía encontrar algún alivio a los picores que le martirizaban continuamente y donde podía leer y escribir con descanso. La muchacha comenzó a darle los nombres de algunos ciudadanos de Caen, que, según sus palabras, conspiraban contra la Revolución; mientras Marat escribía los nombres, Charlotte Corday le clavó el puñal en el corazón.

Al oír el grito de la víctima, las dos hermanas corrieron a la habitación; Charlotte Corday pudo evadirlas e intentó huir hasta el carruaje que la esperaba en la calle, pero fue interceptada en su camino por uno de los servidores, que la golpeó con una silla hasta dejarla inconsciente, hiriéndola con su mismo puñal.

Juzgada ante el Tribunal Revolucionario, su defensor intentó probar su deficiencia mental, pero fue condenada a muerte y guillotinada el 17 de julio, cuatro días después del crimen. Charlotte Corday tenía entonces 25 años y según algunos cronistas del hecho era una joven de gran belleza.

Charlotte Corday
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Marie Anne Charlotte Corday d’Armont, conocida como Charlotte Corday y en textos en español de la época y posteriores como Carlota Corday (Saint-Saturnin-des-Ligneries, 27 de julio de 1768 – París, 17 de julio de 1793), fue un personaje importante de la Revolución francesa, seguidora del club de los girondinos, famosa por haber asesinado a Jean-Paul Marat.

Infancia y juventud
Hija de François de Corday d’Armont, gentil hombre de provincias de humilde fortuna, y de Jacqueline-Charlotte-Marie de Gontier de Autiers, fue descendiente del famoso autor Pierre Corneille.

La muerte de su madre forzó al Sr. Corday a separarse de sus cinco hijos. Las tres hijas entraron en un monasterio de Caen. Entonces Charlotte Corday tenía trece años, y 22 en el momento de la supresión de los monasterios mediante el decreto del 13 de diciembre de 1790.

Su vieja tía, Madame de Bretteville, la acogió en su casa de Caen. Charlotte ya se inclinaba entonces hacia las nuevas ideas. Era el tiempo en el que los girondinos luchaban contra sus enemigos en la Convención; era el tiempo en el que el jacobino Jean-Paul Marat, que representaba para ella la tiranía, triunfaba en París.

Los girondinos proscritos y fugitivos se refugiaron en Calvados. Tenían asambleas a las que Charlotte Corday asistió en numerosas ocasiones. Fue así como se codeó con Buzot, Salles, Pétion, Valady, Kervélégan, Mollevault, Barbaroux, Louvet, Giroust, Bussy, Bergoing, Lesage, Du Chastel y Larivière.

El 9 de julio de 1793, dejó Caen para dirigirse a París donde se hospedó en el “hôtel de la Providence”, el 11 de julio al mediodía. Provista de una carta de presentación de Barbaroux, Charlotte Corday se presentó en casa del diputado Lauze de Perret, por quien se enteró de que Marat ya no aparecía por la Convención. Era necesario entonces encontrarlo en su propia casa. Ella le escribió lo siguiente:

Llego de Caen, su amor por la patria me hace suponer que tendrá a bien conocer los desafortunados acontecimientos de esta parte de la República. Me presentaré en su casa dentro de una hora, tenga la bondad de recibirme y de concederme unos momentos para entrevistarnos. Les mostraré la posibilidad de prestar un gran servicio a Francia.

No habiendo podido presentarse ante Marat, le hizo llegar una segunda carta:

Le he escrito esta mañana, Marat; ¿ha recibido mi carta? No puedo creerlo, se me niega su puerta. Espero que mañana me conceda una entrevista. Se lo repito, llego de Caen, tengo que revelarles los secretos más importantes para la salud de la República. Además se me persigue por la causa de la libertad. Soy desafortunada, basta que lo sea con tener derecho a su patriotismo.

Sin esperar una respuesta, Charlotte Corday salió de su habitación a las siete de la tarde y se presentó en el número 18 de la “rue des Cordeliers”.

El asesinato de Marat
Alphonse de Lamartine, en su «Histoire des Girondins», libro 44, escribió:

“Descendió del coche en el lado opuesto de la calle, frente a la residencia de Marat. La luz comenzaba a bajar, especialmente en ese barrio oscurecido por altas casas y por estrechas calles. La portera, al principio, se negó a dejar entrar a la joven desconocida en el tribunal. A pesar de ello ésta insistió y llegó a subir algunos peldaños de la escalera bajo los gritos en vano de la portera. Con este ruido, el ama de llaves de Marat entreabrió la puerta, y negó la entrada en el apartamento a la extranjera. El sonoro altercado entre ambas mujeres, en el que una de ellas suplicaba que la dejaran hablar con el “Amigo del pueblo” y la otra se obstinaba en cerrar la puerta, llegó a oídos de Marat. Éste comprendió, por las entrecortadas explicaciones, que la visitante era la extranjera de quien había recibido dos cartas durante la jornada. Con un grito fuerte e imperativo, ordenó que la dejaran pasar.

Por celos o desconfianza, Albertine obedeció con repugnancia y entre gruñidos. Introdujo a la joven muchacha en la pequeña habitación donde se encontraba Marat y dejó, al retirarse, la puerta del pasillo entreabierta para oír la menor palabra o el menor movimiento del enfermo.

La habitación estaba escasamente iluminada. Marat estaba tomando un baño. En este descanso forzado por su cuerpo, no dejaba descansar su alma. Un tablero mal colocado, apoyado sobre la bañera, estaba cubierto con papeles, cartas abiertas y escritos comenzados. Sostenía en su mano derecha la pluma que la llegada de la extranjera había suspendido sobre la página. Esa hoja de papel era una carta a la Convención, para pedirle el juicio y la proscripción de los últimos Borbones tolerados en Francia. Junto a la bañera, un pesado tajo de roble, similar a un leño colocado de pie, tenía un tintero de plomo del más grueso trabajo; fuente impura de donde habían emanado desde hacía tres años tantos delirios, tantas denuncias, tanta sangre. Marat, cubierto en su bañera por un paño sucio y manchado de tinta, no tenía fuera del agua más que la cabeza, los hombros, la cumbre del busto y el brazo derecho. Nada en las características de este hombre iba a ablandar la mirada de una mujer y a hacer vacilar el golpe. El cabello graso, rodeado por un pañuelo sucio, la frente huidiza, los ojos descarados, la perilla destacada, la boca inmensa y burlona, el pecho piloso, los miembros picados por la viruela, la piel lívida: tal era Marat.

Charlotte Corday evitó detener su mirada sobre él, por miedo a traicionar el horror que le provocaba a su alma este asunto. De pie, bajando los ojos, las manos pendientes ante la bañera, espera a que Marat la interrogue sobre la situación en Normandía. Ella responde brevemente, dando a sus respuestas el sentido y el color susceptibles de halagar las presuntas disposiciones del demagogo. Él le pide a continuación los nombres de los diputados refugiados en Caen. Ella se los dicta. Él los escribe, luego, cuando ha terminado de escribir esos nombres: “¡Está bien!” dicho con el tono de un hombre seguro de su venganza, “¡en menos de ocho días irán todos a la guillotina!”.

Con estas palabras, como si el alma de Charlotte Corday hubiera estado esperando un último delito para convencerse de dar el golpe, toma de su seno un cuchillo y lo hunde hasta el mango con fuerza sobrenatural en el corazón de Marat. Charlotte Corday retira con el mismo movimiento el cuchillo ensangrentado del cuerpo de la víctima, y deja que caiga a sus pies— “¡A mí, mi querida amiga!”—, y expiró bajo el golpe.

Alphonse de Lamartine

Charlotte Corday fue detenida, protegida de la furia de la turba, y transportada a la Abbaye, la prisión más cercana a la residencia de Marat, para indagación e interrogatorio. Se encontró, entre otras cosas, bajo sus prendas de vestir, una hoja de papel doblada en ocho partes en la que había sido escrito:

Dirigido a los franceses amigos de las leyes y de la paz.

¿Hasta cuándo, oh malditos franceses, os deleitaréis en los problemas y las divisiones? Ya bastante y durante mucho tiempo los facciosos y bribones han puesto su propia ambición en el lugar del interés general; ¿por qué, víctimas de su furor, se han destruido a ustedes mismos, para establecer el deseo de su tiranía sobre las ruinas de Francia?

«Las facciones estallan por todas partes, la Montaña triunfa por el crimen y la opresión, algunos monstruos regados con nuestra sangre conducen estas detestables conspiraciones… ¡Trabajamos en nuestra propia perdición con más celo y energía que el que hemos empeñado jamás para conquistar la libertad! ¡Oh francés, un poco más de tiempo, y no quedará de ustedes más que el recuerdo de su existencia!»

Charlotte Corday murió en la guillotina el 17 de julio de 1793.

Referencias culturales
Alphonse de Lamartine le dedicó su libro «Histoire des Girondins» (1847), en el cual le daba el famoso sobrenombre de “l’ange de l’assassinat” (el ángel del asesinato).

En Marat/Sade, de Peter Weiss, el asesinato de daniel corday se presenta como una obra teatral, escrita por el Marqués de Sade, que sería realizada por internos del asilo en Charento, para el público.

La dramaturga Sarah Pogson Smith (1774-1870) también incluyó a Charlotte Corday en su drama en verso The Female Enthusiast: A Tragedy in Five Acts. Un personaje menor en la serie Jeeves de P.G. Wodehouse lleva el nombre de Charlotte Corday.

En la novela El Ocho de Katherine Neville, se narra, siempre en forma novelada, el episodio del asesinato de Marat en la bañera de su casa.



MÁS INFORMACIÓN EN INGLÉS
 
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Robert John Bardo

  • Clasificación: Asesino
  • Características: Acosador - Obsesionado con la actriz Rebecca Schaeffer
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 18 de julio de 1989
  • Fecha de detención: 19 de julio de 1989
  • Fecha de nacimiento: 2 de enero de 1970
  • Perfil de la víctima: La actriz Rebecca Schaeffer, 21
  • Método del crimen: Arma de fuego
  • Lugar: Los Ángeles, Estados Unidos (California)
  • Estado: Condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional el 20 de diciembre de 1991
Índice

Robert John Bardo – El asesinato de Rebecca Schaeffer
Wikipedia

Rebecca Lucile Schaeffer (6 de noviembre de 1967 – 18 de julio de 1989) fue una actriz estadounidense, mejor conocida por su papel en la comedia de situación My Sister Sam. Schaeffer fue acosada y luego asesinada por Robert John Bardo, un fan obsesivo que la estuvo acechando durante tres años, lo que instigó a la creación del pasaje de las leyes anti-acoso en California.

Primeros años y carrera
Schaeffer, única hija de un psicólogo infantil y una escritora, fue criada en Portland, Oregón, donde asistió al Lincoln High School y aspiró a ser rabina. Siendo adolescente, trabajó como modelo y apareció en anuncios y como extra en un telefilme. Luego se mudó a Nueva York para continuar con su carrera de actriz. Después de llegar a la portada de la revista Seventeen, probó para el papel de Patti Russell en la comedia de situación de la CBS My Sister Sam.

Después del final de la serie en 1988, Schaeffer tuvo una aparición en Radio Days (aunque gran parte de su actuación fue eliminada), Scenes from the Class Struggle in Beverly Hills, The End of Innocence y en el telefilme Out of Time. También fue portavoz de Thursday’s Child, organización benéfica infantil.

Muerte
El 18 de julio de 1989, Schaeffer fue asesinada por Robert John Bardo, un fan obsesionado que había estado acosándola durante tres años. Bardo se fijó en Schaeffer después que su obsesión anterior, la pacifista Samantha Smith, muriera en un accidente de avión.

Bardo le escribió varias cartas a Schaeffer, una de las cuales fue respondida por un empleado del servicio de fans de Schaeffer. En 1987, Bardo viajó a Los Ángeles en un intento de ver a Schaeffer en el set de My Sister Sam, pero fue rechazado por la seguridad de la CBS. Enojado, regresó un mes más tarde armado con un cuchillo, pero nuevamente los guardias de seguridad le impidieron el acceso a la actriz. Bardo regresó a su ciudad natal, Tucson y se olvidó de Schaeffer por un tiempo, empezándose a ocuparse de las cantantes pop Madonna, Debbie Gibson y Tiffany.

En 1989, después de ver la película de Schaeffer Scenes from the Class Struggle in Beverly Hills, en la que aparecía acostada con un actor, Bardo se enfureció y decidió que Schaeffer debía ser castigada por ser «otra put* de Hollywood.»

Después de haber leído que el acosador de Theresa Saldana, Arthur Richard Jackson, había obtenido la dirección de Saldana a través de un investigador privado, Bardo se acercó a una agencia de detectives de Tucson y les pagó 250 dólares para obtener su domicilio a través de los registros del Departamento de Vehículos Motorizados (DMV) de California. Su hermano le ayudó a conseguir un arma de fuego, porque era menor de edad (Bardo tenía entonces 19).

Luego Bardo viajó a Los Ángeles por tercera vez y, después de localizar el apartamento de Schaeffer, vagó por el barrio preguntando a los transeúntes si esa era su residencia real.

Confiado en que la dirección era correcta, tocó el timbre. Schaeffer, quien se estaba preparando para una audición para un papel en The Godfather III, abrió la puerta. Bardo le mostró la carta y el autógrafo que previamente ella le había enviado y, después de una breve conversación, Schaeffer le pidió a Bardo no volver a su casa nuevamente. Los dos se estrecharon la mano y Bardo se marchó.

Luego se dirigió a un restaurante y desayunó. Una hora más tarde, Bardo regresó al apartamento de Schaeffer por segunda vez. Schaeffer abrió la puerta de nuevo con «una mirada fría en la cara», dijo Bardo más tarde. Bardo sacó un arma de una bolsa de papel marrón y le disparó a quemarropa una vez en el pecho en la puerta de su edificio. Schaeffer gritó y se derrumbó en su puerta, y Bardo huyó.

Un vecino llamó a los paramédicos, que llegaron para transportarla al Cedars-Sinai Medical Center. Schaeffer fue declarada muerta 30 minutos después de su llegada. Al día siguiente, Bardo fue arrestado en Tucson, luego que automovilistas reportaran a un hombre lanzándose al tráfico en la Interestatal 10. Inmediatamente confesó el asesinato.

Bardo fue juzgado por la fiscal Marcia Clark, quien más tarde se hizo famosa por su papel en el Juicio a O. J. Simpson. Declarado culpable de homicidio calificado en un juicio sin jurado, y fue condenado a cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional.

Repercusiones
Luego del asesinato de Schaeffer y del ataque a Saldana, las leyes de California concernientes a la cesión de información personal a través de la DMV fueron cambiadas de forma drástica. La ley de Protección a la Privacidad de los Conductores fue promulgada en 1994, la que impide a la DMV entregar direcciones privadas.

El efecto de la ley ha sido reducido posteriormente debido a los servicios en línea de búsqueda de direcciones. La vida y muerte de Schaeffer fue el tema del primer E! True Hollywood Story, que fue emitido originalmente el 29 de marzo de 1996.

Al momento de su muerte, Schaeffer estaba saliendo con el director Brad Silberling. Esto serviría como inspiración para la película del 2002 de Silberling Moonlight Mile.

Apuñalan en prisión al asesino de la actriz Rebecca Schaeffer
LaVanguardia.com

28 de julio de 2007

Washington. (Efe).- Robert John Bardo, el asesino de la actriz de televisión Rebecca Schaeffer en 1989, fue apuñalado en prisión por otro recluso, informa hoy el diario Los Angeles Times.

Bardo, de 37 años, fue trasladado en helicóptero a un hospital tras recibir once heridas inciso-punzantes en la penitenciaría de Mule Creek, en Ione (California).

Tras recibir tratamiento, el asesino, que cumple cadena perpetua sin posibilidad de libertad condicional, regresó a la cárcel. El sospechoso de este ataque es otro preso condenado a cadena perpetua, de 49 años, según el diario.

Bardo, obsesionado con Schaffer, de 21 años, disparó a la estrella de la serie My Sister Sam cuando, tras haber obtenido la dirección de la actriz mediante un detective privado, llamó a su puerta y la joven abrió.

El asesino fue detenido al día siguiente y condenado a cadena perpetua en 1991. El caso motivó en su día un endurecimiento de las leyes contra los merodeadores.



MÁS INFORMACIÓN EN INGLÉS

https://criminalia.es/asesino/robert-john-bardo/
 
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Véronique Courjault

  • Clasificación: Infanticida
  • Características: Al primer recién nacido lo quemó y a los otros dos los guardó, durante varios años, en un congelador, en su propia casa
  • Número de víctimas: 3
  • Fecha del crimen: 1999 / 2002 / 2003
  • Fecha de detención: 23 de julio de 2006
  • Fecha de nacimiento: 1968
  • Perfil de la víctima: Sus hijos recién nacidos
  • Método del crimen: Estrangulación
  • Lugar: Varias, Corea del Sur, Francia
  • Estado: Condenada a 8 años de prisión el 18 de junio de 2009. Puesta en libertad el 18 de mayo de 2010.
Índice

Véronique Courjault – Una francesa confiesa haber matado y congelado a sus dos bebés
Octavi Marti – El País

12 de octubre de 2006

El marido denunció el hallazgo y negó que fueran hijos de la pareja.

Una mujer francesa, Véronique Courjault, sospechosa de infanticidio tras el hallazgo de dos bebés en el congelador del domicilio familiar en Seúl (Corea del Sur), reconoció ayer su autoría. Ocultó el embarazo al marido, dio a luz en casa, ahogó a los pequeños, los metió en bolsas de plástico y los congeló en su nevera, según informaron ayer medios franceses que citaban fuentes de la policía judicial.

Los análisis de ADN confirmaron el martes que los bebés eran hijos del matrimonio. El marido había denunciado el hallazgo de los cuerpos en el congelador.

Siniestra e incomprensible. Así calificaban los funcionarios judiciales franceses la historia de los «bebés congelados» de la que son protagonistas Jean-Louis y Véronique Courjault, de 40 y 38 años, respectivamente.

Se trata de un matrimonio de franceses que residían en Seúl y en cuyo domicilio coreano se descubrieron dos gemelos recién nacidos guardados en el congelador de la casa. El marido advirtió del hallazgo a la policía del país asiático.

Las pruebas de ADN efectuadas por la policía coreana y por los laboratorios franceses han coincidido en que los bebés son hijos del matrimonio, algo que éste había venido negando. Sin embargo, ayer la mujer, detenida junto con su marido como sospechosa de infanticidio, reconoció «los hechos que se le imputan». «Los asume y dice que actuó sola», afirmó su abogado, Marc Morin.

La Justicia francesa no ha presentado cargos aún contra la mujer, a la que las autoridades surcoreanas consideran sospechosa de infanticidio. La pareja lleva detenida desde el martes, cuando se conoció un nuevo análisis del ADN. En el interrogatorio, la mujer se echó a llorar cuando le preguntaron por qué no dio sus hijos a un orfanato. «No podía», dijo.

En julio de 2006, a raíz de un retorno imprevisto a su domicilio asiático, el marido descubrió en la nevera de casa los dos cuerpos envueltos en toallas y en dos bolsas de plástico. Denunció el hallazgo a la policía que, tras realizar un análisis de ADN, acusó a la pareja. Ésta pidió amparo a la justicia francesa y logró volver a su país de origen. En la ciudad de Tours comenzaron nuevas pesquisas.

Los Courjault, con dos hijos de 10 y 11 años, nunca hablaron de esperar más descendencia y ella nunca fue vista embarazada. A finales de 2003, poco después de la fecha en que se cree nacieron los gemelos, la mujer fue operada del útero. En Corea, el marido, ingeniero, trabajaba para un proveedor de un fabricante automovilístico.

A la vista de los análisis del ADN, los investigadores consideran incomprensible que los propios Courjault denunciaran el hallazgo en lugar de aprovechar el cambio de casa para deshacerse de los bebés.

Además, la convicción con la que han negado toda validez a una prueba de ADN, fiable en el 99,99% de casos, aún sorprende más. A los bebés no se les ha practicado la autopsia, pero se sabe que nacieron sin problemas aparentes, pues sus pulmones estaban desplegados.

La infanticida francesa reconoce haber matado a un tercer hijo suyo
Elmundo.es

13 de octubre de 2006

La madre francesa que confesó haber ahogado a tres de sus bebés, dos de los cuales se encontraron en el congelador de su domicilio de la capital surcoreana, Seúl, ha sido procesada por triple asesinato, anunció su abogado.

Véronique Courjault reconoció los tres infanticidios entre el miércoles y el jueves ante los investigadores en la comisaría de Tours (centro), donde se encontraba detenida desde el pasado martes junto a su marido Jean-Louis, que según el abogado del matrimonio, Marc Morin, también va a ser procesado.

La madre, de 38 años, sorprendió este jueves al confesar un tercer asesinato de un hijo suyo del que los investigadores desconocían la existencia.

Véronique Courjault explicó que había dado luz a este pequeño sola en su domicilio de Francia en julio de 1999 y después había incinerado su cuerpo en una caldera tras haberlo ahogado.

Los esposos Courjault, ambos franceses, fueron detenidos cuando las pruebas de ADN demostraron que eran los padres de los dos bebés descubiertos el pasado julio en el congelador de su casa en Seúl, un vínculo que habían negado inicialmente.

La mujer reconoció que había ocultado ambos embarazos a su marido y que en los dos casos había parido en su domicilio de la capital surcoreana, en 2002 y 2003. Una vez nacidos, ahogó a los bebés y los metió en bolsas dentro del congelador.

Los tribunales surcoreanos ya habían acusado al matrimonio de infanticidio.

Las confesiones de la madre en estos dos días dejan por el momento sin respuesta varios interrogantes, sobre todo los motivos de sus infanticidios y el papel del marido, quien fue el que había denunciado el hallazgo de los niños en el congelador de su casa.

Los investigadores se preguntan si este ingeniero que trabajaba para una empresa estadounidense pudo no darse cuenta de los tres embarazos de su mujer aunque pasase largas temporadas fuera de su domicilio por sus viajes profesionales.

Condenan a madre que mató a bebés
Laprensa.hn

18 de junio de 2009

Diez años de cárcel contra Veronique Courjault, una mujer que reconoció haber dado muerte a sus tres bebés después de embarazos que ocultaba, dos de los cuales fueron encontrados en el congelador de su casa, requirió ayer el fiscal de una corte de Tours.

«No hagáis de Véronique Courjault un demonio, pero tampoco un ícono» manifestó en su alegato el fiscal Philippe Varin de la corte de lo criminal de Tours.

La acusada, analista de sistema de 41 años, permaneció impasible durante el requisitorio.

Juzgada por «asesinato» en un juicio que se había iniciado hace una semana, la mujer es pasible de la reclusión perpetua.

Defensa
El veredicto debe ser pronunciado hoy después de los alegatos de la defensa.

En prisión preventiva desde hace dos años y medio, la mujer, también madre de dos muchachos, era la única acusada en este caso. Su marido Jean Louis, de 42 años, que en un primer momento apareció como sospechoso de complicidad, finalmente fue considerado ajeno a los hechos.

Fue él quien descubrió los cuerpos de los dos bebés en el congelador de su domicilio en Seúl el 23 de julio de 2006 y quien alertó a la policía. La pareja vivía entonces en Seúl, donde el marido trabajaba para una sociedad estadounidense.

Véronique Courjault, la madre infanticida, condenada a 8 años
Elmundo.es

18 de junio de 2009

Véronique Courjault, la mujer procesada por provocar la muerte a tres de sus hijos recién nacidos, ha sido condenada este jueves a una pena de ocho años de prisión por un tribunal de Indre-et-Loire.

La Fiscalía había pedido diez años de cárcel para esta mujer de 41 años, que lleva dos años y medio en prisión preventiva y que permaneció impasible mientras escuchaba la sentencia dictada por el Tribunal de lo Criminal de Tours, en el centro de Francia.

Los abogados de la condenada sostuvieron durante su defensa que la mujer sufre una enfermedad mental denominada «negación de embarazo» que fue lo que le llevó a ocultar sus tres embarazos a su esposo y a estrangular a los niños poco después del parto.

Los letrados agregaron que es «una madre que sufre» y «no un monstruo» y solicitaron al tribunal que la condenase a una pena «de esperanza y no de desesperanza».

La mujer, madre de dos muchachos de 12 y 14 años, se encuentra en prisión preventiva desde hace dos años y medio, cuando se hallaron los cuerpos de dos de los bebés en el congelador del frigorífico de su casa en Seúl, donde residía entonces porque su marido trabajaba para una compañía estadounidense en Corea del Sur.

Fue precisamente el marido, Jean Louis, de 42 años, quien descubrió los cuerpos de los dos pequeños el 23 de julio de 2006 y alertó a la policía.

Tras su arresto, la mujer reconoció en total tres infanticidios, el primero de un recién nacido en 1999 en Francia, y los otros dos, nacidos en septiembre de 2002 y diciembre de 2003 en Seúl.

Veronique Courjault
Danielle Raymond / M. P. Aizpurúa / A. Gallardo – Parati.com.ar

Octubre 2006

Es francesa, tiene 38 años, está casada y tiene dos hijos, pero entre 1999 y 2003 dio a luz a otros tres a los que, instantáneamente, les quitó la vida: tras matarlos con sus propias manos, al primero lo quemó y a los otros dos los guardó, durante varios años, en un congelador, en su propia casa.

El macabro hallazgo ocurrió en Seúl, Corea, donde Veronique vivía con su esposo, quien al parecer “no sabía nada” de sus asesinatos. Parecía la mujer perfecta, pero hoy los medios franceses la llaman “la madre sin alma”.

Los investigadores coreanos no se equivocaron cuando siguieron la pista del matrimonio Courjault durante más de tres meses. El miércoles 11 de octubre, involucrada dos veces por tests de ADN e interrogada minuciosamente por la policía judicial francesa, Veronique Fievre –aunque utilizaba su apellido de casada– (38, ama de casa) confesó el homicidio de sus dos bebés, que fueron encontrados –el 23 de julio pasado– por su marido, Jean Louis Courjault (ingeniero, actualmente trabaja en la empresa automotriz norteamericana Delphi), en un congelador de la casa de la familia, radicada en Seúl, Corea del Sur.

Luego, Veronique también reveló que ya había matado a otro de sus hijos recién nacido –en 1999, en Francia– y que quemó su cuerpo.

El fuego y el hielo fueron el destino final para sus tres hijos, a los que asesinó apenas los dio a luz. Por ahora, su marido clama su inocencia y ella la sostiene, confirmando que el hombre no estaba al tanto de nada, ni siquiera de sus embarazos sucesivos…

Hallazgo macabro
Todo empezó durante la noche del 22 de julio pasado, cuando M. Kim, un exmilitar que combatió en la guerra de Vietnam y que hoy trabaja como guardia de seguridad de un exclusivo barrio cerrado de Seúl –donde vive el matrimonio Courjault– recibió un paquete con una docena de “kangodungo” (caballa) salados.

El paquete estaba destinado a Jean Louis Courjault, quien desde hacía mucho tiempo quería probar esa deliciosa especialidad de la región. “El destinatario estaba ausente, así que guardé el paquete en el congelador”, explicó Kim. A las 8 de la mañana del día siguiente, Jean Louis lo pasó a buscar para llevarlo a su casa. “Lo vi volver más tarde, –continuó su relato Kim–.

Estaba como loco y me gritó un poco en inglés y un poco en coreano: ‘Venga rápido, le tengo que mostrar algo…’”. Kim siguió al hombre hasta su casa y, una vez frente al congelador, Jean Louis abrió la puerta de la heladera y algunos cajones inferiores, el cuarto y el quinto… “Entonces me muestra el contenido y me dijo: ‘¡Fíjese, hay dos bebés! Two babies’”, recordó M. Kim, quien en su relato agregó que al principio pensó que los cuerpos no eran más que pollos pequeños. “Vi dos manitos de bebés con los deditos cerrados”, empezó a darse cuenta de la cruel realidad M. Kim quien, advertido de la gravedad de la situación, decidió llamar a la policía. Según su relato, Jean Louis estaba “shockeado, desamparado y ‘muerto de miedo’”.

Veronique Courjault se declaró culpable casi de inmediato. “¡Quiero ver a mi marido, le quiero explicar!”, fue la frase con que imploró a los policías apenas fue detenida. Al asumir el múltiple infanticidio (infanticida es quien mata a un niño y, en este caso, se trata además de un filicidio, porque las víctimas son los propios hijos) ella se mostró obsesionada por conocer la reacción de su marido.

Es lo que apuntaron en la comisaría de Tours, Francia. “Su mujer tiene algo que decirle”, le dijeron a Jean Louis, quien de inmediato se largó a llorar. “Parecía realmente sorprendido. Manifestó una profunda confusión cuando entendió que su mujer había cometido los homicidios”, reveló el comisario Bejeau tras los interrogatorios. Y cuando Veronique Courjault estuvo por fin frente a él, se abrazaron, lloraron juntos, y él le dijo: “Veronique, te sigo queriendo. Sé fuerte, estoy con vos…”.

Veronique Courjault (algunos medios franceses la bautizaron “la madre sin alma”) pasó por los exámenes de sangre en un estado de terror y llorando constantemente, una conducta que no había tenido en los primeros instantes de su detención.

En esa ocasión, la mujer permaneció en absoluto silencio y muy serena. Sólo cuando los agentes de policía la confrontaron con sus propias incoherencias en el relato, ella confesó la atrocidad de sus actos. “Es cierto, quedé embarazada en 2002 y 2003, sin que nadie se diera cuenta. Mi marido nunca supo nada. Mi panza no era grande. Disimulaba mis curvas con ropa amplia. Una noche, sentí contracciones, mientras dormía al lado de mi marido. Fui al baño y tomé anti-espasmódicos, y se calmaron. Me volví a acostar. Jean Louis no se dio cuenta de nada”.

Pero sus partos clandestinos resultan poco factibles, teniendo en cuenta que su marido pasaba casi todas las noches en su casa, junto a ella y a sus otros dos hijos mayores, Nicolás (11) y Jules (10), a los que Veronique iba a buscar al colegio, todos los días a las cuatro de la tarde.

En su declaración ella afirma “haber tenido suerte” para seguir adelante con su embarazos en secreto, indicando que las últimas contracciones de cada parto llegaron en ocasiones en las que ella estaba sola en su casa.

Según Veronique, dio a luz a tres niños en el baño, ella misma cortó el cordón umbilical y escuchó sus primeros gritos. Acto seguido, apretó fuerte y esperó a que el pequeño cuerpo no se sacuda más por espasmos. Ella misma habría sido la hacedora y única espectadora de una tragedia que perpetró tres veces a lo largo de cuatro años: en 1999, 2002 y 2003.

La confesión de Veronique
“No quería tomar más la píldora. No pensé en abortar, después era demasiado tarde.… Los maté. Sentía cierto poder al ser capaz de dar vida y muerte a mis hijos”, figura en su confesión. La primera vez fue en 1999, cuando la familia Courjault vivía en Villeneuve-la-Comtesse, un pequeño pueblo de Charente Maritime, al centro oeste de Francia.

Sus setecientos habitantes hoy están en estado de shock enterados de que allí concibió, mató e incineró a su primer hijo, su primera víctima. Salvo una vecina que asegura recordar que Veronique le anunció la llegada de un tercer hijo, nadie parece haber notado la dulce espera de esta mujer a la que muchos describieron como “una simpática madre de familia, muy cuidadosa con sus dos hijos”.

En 1999 Jean Louis perdió su trabajo. Por entonces, Jules y Nicolás tenían apenas 4 y 3 años, respectivamente, y la situación familiar se vio notablemente dañada. ¿Habría sido esta delicada situación la que provocó por primera vez un rechazo al propio embarazo y su primera pulsión asesina?

Una vez que el caso salió a la luz, el morbo y curiosidad de sus viejos vecinos de Villeneuve-la-Comtesse provocó que todos quisieran ir a ver su antigua casa, donde quemó a su primer hijo. La mujer que hoy la ocupa dice estar “conmocionada” por la noticia. Su nombre es Emmanuelle, actualmente está embarazada de ocho meses, y quiere mudarse de inmediato de ahí. “Voy a ser madre en un mes y me da escalofríos imaginar que un bebé fue quemado en la chimenea de mi living”, declaró.

A 200 kilómetros de distancia del pueblo del primer crimen, en Chinon, vive la familia de Jean Louis Courjault, hoy más aliviada porque éste fue dejado en libertad a pesar de que está en vigencia su inculpación por complicidad en el asesinato.

Jean y Genevieve, los padres de Jean Louis, declararon: “No queremos hablar demasiado para no entorpecer la investigación. No recibimos ninguna instrucción del fiscal, pero queremos dejar que la justicia investigue con serenidad. Tenemos total confianza en la justicia francesa. Veronique está enferma. La queremos y la vamos a sostener siempre”, afirmaron. Por su parte, Philippe, el hermano mayor de Jean Louis, agregó: “Desde hace quince años hemos vivido con ella sin darnos cuenta de nada. Nadie sintió que estaba en tal grado de desamparo y hoy nos cuestionamos todo”.

Actualmente, Jules y Nicolás, los dos hijos sobrevivientes de la “madre sin alma” viven con la familia Courjault, en Souvigny de Touraine, con sus abuelos, tíos y primos, y bajo la atenta mirada de un grupo de psiquiatras que, además de explicarles la ausencia de su madre (no podrán visitarla en la cárcel durante varias semanas) son los encargados de su tratamiento psicológico y, sobre todo, de su preparación para los próximos interrogatorios en los que participarán como testigos.

Sobre todo, los investigadores intentarán saber si los dos chicos pudieron notar la sucesión de embarazos de su madre así como si supieron de los partos. En el futuro, toda la familia y el entorno más íntimo de Veronique Courjault desfilarán por la policía y los tribunales para tratar de delinear un perfil de esta mujer de ojos claros, que algunos definían como “positiva y alegre”.

Retrato de una asesina
¿Qué psicosis padece Veronique Courjault? ¿Qué hay detrás de su retrato, aparentemente el de la más dedicada madre de familia? En su pueblo natal, Parnay, cerca de Nantes, sus padres –Robert y Monique Fievre– están consternados.

Primero se negaron a admitir la culpabilidad de su hija, pero hoy están sumidos en el más absoluto silencio. Martine, hermana mayor de Veronique, habla por ellos. “No la reconozco. Lo que hizo no tiene explicación, tratamos de entender… La queremos y tenemos la esperanza de que esto termine de la mejor manera posible”.

La madre asesina es la penúltima de una familia con siete hermanos, todos criados bajo un catolicismo ferviente. “Era tímida, como la mayoría de nosotros en esta familia, –indica su hermana–. Pero no estaba aislada, se comunicaba con nosotros y parecía feliz y realizada”.

Veronique conoció a Jean Louis Courjault en 1987. “Ella era la mujer acomplejada de un modesto vitivinicultor y él provenía de una familia adinerada de Chinon”. Así dicen que se plantearon los términos de la relación en sus comienzos. El quiso ser ingeniero y seguir los pasos de su padre, director de asuntos internacionales de la Compañía General de Geofísica y consejero municipal.

Veronique, en cambio, no tenía claro su rumbo: estudió y abandonó los estudios de Sociología, y luego se recibió sin vocación ni demasiadas convicciones en el área de computación, como analista de sistemas y programadora.

Hoy Genevieve Courjault, la madre de Jean Louis, recuerda un detalle particular de la boda de Veronique y su hijo. “Tuvimos dificultad para encontrarle un vestido de novia, porque estaba embarazada de su primer hijo y ella no quería que se notara”. Luego la pareja se instaló en Aubigny sur Nère, en el centro de Francia, donde comenzaron a “armar una familia”, con la llegada de Jules, en 1995, y de Nicolás, un año más tarde.

Todo indica que el año de inflexión fue 1999, cuando su marido se quedó sin trabajo y ella comienza a elucubrar su macabro proyecto: no volver a ser madre nunca más. Así, asesina con sus propias manos a quien fue su tercer hijo. Y a esa atrocidad la repite lejos de su país, en Seúl, Corea, un destino al que la pareja se dirigió para “probar suerte”. En términos económicos, cumplieron su objetivo y Jean Louis consiguió reacomodarse en su profesión.

Pero en septiembre de 2002 y en diciembre de 2003, Veronique lo hizo otra vez: en ambas ocasiones estranguló a sus hijos y los colocó en la parte de abajo del congelador, sin preocuparse demasiado por limitar su acceso.

Los psiquiatras y abogados no terminan de entender qué la llevó a asumir tal riesgo. “Quería guardarlos con ella, eso quiere decir que los quería”, fue la explicación de uno de los abogados que defiende a Veronique.

Encerrada en una trágica farsa durante cuatro años, hoy Veronique Courjault cambió esta celda por otra de hierro y cemento. En el fondo de su celda, vive aislada para impedir que sea maltratada por las otras detenidas de la cárcel de Orleáns, que aborrecen a quienes hayan cometido cualquier delito de hostigamiento o maltrato contra sus propios hijos.

Las únicas visitas autorizadas son las del abogado y las del perito psiquiátrico. Mientras tanto, Jean Louis Courjault vive su libertad casi como una inevitable condena, quizás mirando las fotos de su mujer, aparentemente el retrato de “la más dedicada madre de familia”.
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Cheryl Crane

La hija de Lana Turner
  • Clasificación: Homicida
  • Características: Menor de edad (14) - Defendiendo a su madre
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 4 de abril de 1958
  • Fecha de detención: 4 de abril de 1958
  • Fecha de nacimiento: 25 de julio de 1943
  • Perfil de la víctima: John "Johnny" Stompanato, 32 (el amante su madre)
  • Método del crimen: Arma blanca (cuchillo de cocina)
  • Lugar: Beverly Hills, Estados Unidos (California)
  • Estado: El jurado emitió el veredicto de "homicidio justificado"
Índice

Cheryl Crane, hija de Lana Turner
Leopoldest.blogspot.com

Cheryl Crane (1943) es la única hija de la célebre actriz Lana Turner. En su infancia vio pasar una serie infinita de novios, amantes y maridos por la cama de su madre. Pero la relación que Lana tuvo con el mafioso Johnny Stompanato marcó el resto de su vida.

La relación entre ambos era tempestuosa, ello unido a los celos patológicos del gángster y las altas dosis de alcohol que consumían llevó a una inesperada tragedia. Una noche Cheryl descubrió a su padrastro dándole una monumental paliza a su madre y le asestó varias puñaladas mortales con un cuchillo de cocina.

El juicio fue todo un espectáculo retransmitido en directo por TV. A pesar de no ser condenada, Lana siempre le echó por cara a su hija la perdida del amante. Esto causó en la adolescente un largo periplo por internados con la única protección de su abuela, mientras Lana siguió con su vida despendolada acumulando maridos y amantes.

Woody Allen llevó la historia al cine con el titulo de «September», dando el papel de Cheryl Crane a Mia Farrow. Pero en esta película no se cuenta la segunda parte de la biografía de la hija de Lana Turner.

Tras una etapa tormentosa, en la que llegó a ser detenida por posesión de marihuana, hizo pública su relación amorosa con Jocelyn «Josh» LeRoy. Curiosamente este hecho significó la reconciliación entre la madre y la hija. Lana Turner declaró que reconocía a Jocelyn como su propia hija.

En 1988 publicó «Mi vida con Lana Turner, Mi Madre» en la que cuenta su tormentosa relación con su madre, las circunstancias del apuñalamiento de su padrastro y los abusos sexuales sufridos por otro marido de su madre: Lex Baxter. Tras sufrir una masectomia por un cáncer de mama sigue viviendo con Jocelyn, con la que lleva casi 40 años unida.

Hollywood confidential: el escándalo Lana Turner
Teresa Amiguet – LaVanguardia.com

4 de abril de 2013

«Lo harás o te rajo», espeta el gángster Stompanato a la actriz. Cheryl, escondida tras la puerta, presencia la escena. Coge un cuchillo y acude en defensa de su madre. En el fragor de la pelea lo clava en el vientre del agresor. La justicia la exonera, pero…¿era de verdad inocente?

El 5 de abril de 1958 el cadáver del ex gánster Johnny Stompanato aparecía en el piso de la actriz Lana Turner. El mafioso poseía un historial granado: antiguo guardaespaldas del capo Micky Cohen y ex socio del famoso Bugsy Siegel, fundador de Las Vegas, había recalado en Acapulco donde coincidió con la estrella de cine.

Lana, aun cuando contaba tan solo 38 años, se hallaba sumida en una crisis de autoestima. Su afición al vodka empezaba a pasar factura a su rostro y su tormentosa vida sentimental la hacía vulnerable. Lana había contraído matrimonio en siete ocasiones y había mantenido infinidad de romances. Vivía con su única hija de 14 años, Cheryl, habida de su matrimonio con Stephen Crane en 1943.

La «chica del suéter», otrora estrella fulgurante de Hollywood, la sex symbol que había encandilado al público en sus arrebatadores interpretaciones en «El cartero siempre llama dos veces», «Imitación a la vida» o «Cautivos del mal», veía cómo su carrera empezaba a hacer aguas tras varios fracasos en taquilla.

En aquel momento apareció el atractivo Stompanato, apodado «Oscar» por su gran capacidad amatoria, y que sedujo a la actriz buscando limpiar su imagen, marcada por su pasado mafioso. La actriz, sumida en una neurosis provocada por los primeros atisbos de su decadencia, sucumbió a sus encantos. En la cartera del cadáver del gángster la policía encontraría una fotografía de la actriz con esta dulce dedicatoria: «A Johnny, mi vida y mi amor, Lanita.» Eran los primeros momentos de su idilio porque, pronto, la estrella descubriría la verdadera naturaleza de su amante: Stompanato la maltrataba sistemáticamente, abusaba físicamente de ella y la coaccionaba hasta extremos insospechados. Todo ello en presencia de su única hija.

La situación llegó al límite cuando el posesivo gánster amenazó a punta de pistola al entonces actor en ciernes Sean Connery, representante de Escocia en 1950 en el concurso de Míster Universo y su partenaire en «Brumas de inquietud». Informado por sus colegas de que la estrella coqueteaba con el atractivo actor, Stompanato puso precio a la cabeza del futuro James Bond, que se vio obligado a huir a Londres.

Lana descubrió así sus vínculos con el hampa de Los Ángeles y sabedora de que ello podía repercutir en su ya malograda carrera artística, intentó romper la relación.

La noche del 4 de abril se desencadenó la tragedia. Lana y Stompanato mantenían una de sus violentas discusiones. La actriz, con mucha determinación, amenazó con abandonar a su amante. Este reaccionó con la extremada violencia de la que hacía gala habitualmente. En el fragor de la pelea, el gánster amenazó con herir a la estrella: «Lo harás o te rajo», le dijo.

La pequeña Cheryl, agazapada tras la puerta, fue descubierta por los amantes. Ello contrarió a su madre, que increpó con mayor violencia a Stampanato. Decidida, la niña corrió a la cocina, cogió un afilado cuchillo y en presunta defensa de su madre y movida aparentemente por el sentimiento filial, asestó una cuchillada mortal en el vientre del mafioso.

La noticia conmocionó a la opinión pública. El morbo estaba servido: famosa estrella de la cantera hollywoodiense, amante mafioso maltratador, preadolescente asesina.

El escándalo tiñó el suceso de inmediato. El juicio fue retransmitido por televisión, hecho inusual en la historia. La defensa de Lana en pro de su hija constituyó sin lugar a dudas el mejor papel de su carrera interpretativa. Los niveles de audiencia de las emisiones convirtieron el litigio en un auténtico reality show.

Las sesiones eran auténtica carnaza. Así, durante una de ellas un asistente surgió del público gritando: «Todo esto es un montón de mentiras. La hija también estaba enamorada de él y lo mató a causa de los celos». Sembrada la cizaña, la tarea del jurado era compleja pero la convicción de los testimonios de la actriz logró un benévolo veredicto del jurado: «Homicidio justificado».

La joven Cheryl había quedado libre. Con el tiempo publicaría «Una tragedia en Hollywood», escalofriante autobiografía en la que describe paso a paso el terrible suceso y su premeditación al abordar la muerte del mafioso. En el libro logra seducir a los lectores al narrar la dureza de la infancia a la que se vio sometida como hija de Lana Turner, denunciando además haber sido violada en repetidas ocasiones tanto por Lex Barker, cuarto marido de la actriz (futuro esposo de Tita Cervera), un año antes del caso Stomponato, como por el actor Fernando Lamas (padre de Lorenzo Lamas), otro de sus amantes.

Fue una auténtica tragedia hollywoodiense.

La estrella y el gangster
Enrique M. Fariñas

Hollywood, la llamada Meca del Cine, se asemeja al monstruoso Saturno que devoraba sus crías. La en apariencia dorada capital del cine ha sido el escenario de toda una larga serie de hechos sangrientos, que han empezado por suicidios incomprensibles, por muertes misteriosas o en circunstancias poco claras, y que han concluido con asesinatos y crímenes, confirmados o no, esclarecidos o disimulados con mil tapujos, en los que se han visto involucrados muchos de los nuevos ídolos de la sociedad de consumo de nuestro civilizado siglo XX.

Uno de los casos más célebres tuvo lugar en la noche del 4 de abril de 1958, en el fastuoso marco de la residencia de una de las más rutilantes estrellas de Hollywood: Lana Turner.

Lo triste del caso es que lo protagonizaron el amante de la diva, un conocido gángster y gigoló llamado Johnny Stompanato, y la hija de la estrella, una muchacha de sólo catorce años, Cheryl Crane.

Antes de entrar en detalles sobre el desarrollo del luctuoso suceso, no estará de más considerar la personalidad de cada uno de los personajes que, voluntaria o involuntariamente, tuvieron participación en él.

Lana Turner, o Julia Jean Mildred Frances Turner, como se llamaba en 1937 cuando fue descubierta para el cine por el director Melvyn Le Roy, a sus diecisiete años, se convirtió en una de las más rutilantes estrellas del firmamento de Hollywood. No se la consideraba como una gran actriz, pero sí como una mujer sugestiva y muy atractiva físicamente. Los papeles que interpretaba eran los que correspondían a esa función de atracción sexual para los hombres, en lo que obtuvo el triunfo definitivo y esto hasta tal extremo que hubo un periodista que llegó a escribir: «Las piernas, el busto y la sonrisa de Lana Turner han sostenido maravillosamente la moral de nuestras tropas durante la guerra e hicieron más por la victoria que la misma bomba atómica.»

Veinte años después de su debut cinematográfico, Lana Turner podía considerarse como uno de los más descollantes «ejemplos» de Hollywood: casada y divorciada cinco veces, con un palmarés de flirts espectaculares entre boda y divorcio que se contaban por docenas.

El balance amoroso de Lana podía empezarse con su primer matrimonio, con el compositor Artie Shaw, al que no tardó en seguir el divorcio, para contraer después segundas nupcias -en 1942- con Steve Crane, ex actor y dueño de un restaurante en Hollywood.

Este segundo enlace de la Turner tuvo ya unas características muy particulares. Se casaron a la semana escasa de haberse conocido, cuando Steve aún no se había divorciado de su esposa, la cual le demandó judicialmente, por lo que el matrimonio con Lana quedó anulado de hecho, si bien de aquellas relaciones nació poco después su hija Cheryl.

Resuelto el procedimiento judicial entre Steve y su primera esposa, divorciada ya legalmente, volvieron a casarse Lana Turner y Steve, para divorciarse al cabo de no mucho tiempo.

El fogoso temperamento de Lana Turner no se acomodaba demasiado a las exigencias del ex actor, y le dejó para contraer matrimonio poco después con el hijo del rey del estaño, Bob Topping, con el que las relaciones matrimoniales duraron nada menos que tres años.

El quinto matrimonio, con el que sería su cuarto marido, une a Lana Turner con el atlético galán Lex Barker, llamado a seguir las huellas de Tarzán después de Johnny Weismuller y Crabe. Y no muchos meses después se produce la nueva separación, en la que la actriz alegó que era objeto de la «crueldad mental» de aquel marido, al que ella había paseado por todo el mundo como un trofeo conquistado.

Entre matrimonio y divorcio se alineaban los flirts y las relaciones íntimas -con personajes y artistas del mayor renombre. Entre ellos pueden citarse al locutor Charles Jalger, a Tyrone Power, Victor Mature, Tony Martin y Frank Sínatra, y también al misterioso y multimillonario Howard Huges, con un largo etcétera que concluía con Johnny Stompanato, conocido como gángster y gigoló, al que unció a su carro triunfal, viajando juntos y llevándolo a vivir a su magnífica mansión de Beverly Hills, una fastuosa residencia de estilo colonial, con cuatro cuartos de baño, piscina, campo de tenis, garaje múltiple, y cuatro criados.

Lana estaba profundamente enamorada de aquel hombre al que mantenía y costeaba todos sus gastos, sin escatimarle los cheques. Este último punto quedó perfectamente claro cuando, al declarar a la policía después de la muerte de Johnny, en una de sus más llorosas y mejores interpretaciones, la estrella dijo:

-Me ha costado millares de dólares. Yo le ponía en el bolsillo todo el dinero que quería y más todavía. Le he pagado montones de facturas, pero él no se portaba bien conmigo, me maltrataba y me pegaba como si yo fuese una cualquiera…

Llegados a este punto podría considerarse la personalidad del hombre que de tal modo había llegado a dominar a la temperamental Lana.

Johnny Stompanato tenía el apellido y el aspecto de un apuesto y guapo joven italiano. Era un auténtico latin lover, uno de esos galanes morenos que hacen soñar con amores románticos a las rubias cuarentonas de la puritana Norteamérica, que bajo los cálidos rayos del sol dejan que se fundan sus defensas poco consistentes.

Stompanato había pasado por la Universidad y por la Academia Militar. Estuvo en la guerra, obteniendo algunas medallas al valor, y experimentando los azares del peligro y del riesgo, desafiando a la muerte sin obtener demasiado beneficio por ello. A los veinte años, después de aquellas experiencias bélicas, Stompanato eligió el camino más fácil para vivir «a lo grande»: dejarse querer por las mujeres mayores y ricas, sacándoles todo el dinero posible.

Pero no se redujo sólo a eso el ambicioso Johnny. Su capacidad le valió convertirse en el guardaespaldas de Micky Cohen, el llamado «rey de la costa del Pacífico», pasando luego a ser su lugarteniente, controlando algunos clubs nocturnos en los que él era «la ley», sin por ello dejar de seducir a rubias otoñales y millonarias.

De todos modos, Stompanato tenía la virtud de fingirse mayor de lo que era en realidad, acallando así los posibles escrúpulos de sus conquistas femeninas. Y por ello, cuando conoció a Lana Turner, que le llevaba cinco años, él le dijo que ya había cumplido los cuarenta y dos, echándose encima diez años, para que la estrella no se sintiese vieja a su lado.

Sin embargo, lo que Stompanato no ocultó a su última y más célebre conquista era que estaba casado y divorciado tres veces, aunque claro está que eso, a Lana, que había contabilizado ya cinco matrimonios, no podía importarle demasiado.

Lo que sí es del todo indudable es que Lana Turner estaba apasionadamente enamorada de su rudo gángster. Stompanato lucía siempre una pulsera de oro, uno de esos «no me olvides», que le había regalado la actriz y en la que figuraba, grabada en español, esta frase: «A mi amorcito querido, de su pequeña Lanita.»

Aquél era el recuerdo de unos días y noches inolvidables, vividos por la pareja en lo que podía llamarse su «luna de miel», cuando fueron a las cálidas playas de Acapulco para conjugar el verbo amar en el ambiente romántico de México.

Y ya con esto nos hemos acercado al tercer personaje en discordia, la joven Cheryl Christine Crane, nacida de las relaciones de Lana con su segundo marido, Steve Crane.

Cuando se produjeron los hechos, Cheryl tenía sólo catorce años, pero su aspecto físico era el de toda una mujer. Al lado de su rutilante madre, Cheryl parecía más la joven hermana de la estrella que su hija. Y tal vez fue éste el motivo por el que se vio convertida en objeto de unas atenciones por parte del amante de Lana, la cual las consideró excesivas para un posible padrastro y más propias del enamorado de una «Lolita». La verdad es que Lana demostró en algunas ocasiones que tenía celos de su propia hija. Y quizá por eso, al producirse la muerte de Stompanato corrieron rumores de que había sido la propia Lana quien le dio muerte y no su hija, a la que convenció para que se declarase culpable porque, habida cuenta de su edad, y considerando las circunstancias concurrentes en el caso, su responsabilidad sería menor y la condena ínfima.

Cheryl había crecido sin saber lo que era un verdadero hogar. Sus padres estaban separados y ella fue enviada a caros internados donde eran educadas las niñas ricas, que lo tenían todo menos el cariño y el afecto de un padre o de una madre.

La chiquilla se mostró siempre muy voluntariosa, independiente, inquieta, testaruda, indisciplinada. Fumaba mucho, demasiado, quizá porque se aburría excesivamente.

Un año antes de dar muerte a un hombre, Cheryl se escapó del colegio, donde estaban a punto de expulsarla por rebelde. Sobre su hallazgo circulaban varías versiones. Según unos fue encontrada por el chófer de su madre, que la condujo a Beverly Hills, para devolverla luego al internado. Según otros, ella misma fue a presentarse a la policía, cansada de deambular sin rumbo fijo. La tercera versión es la más sintomático, puesto que parece ser que fue encontrada en un bar de mala nota, acompañada de un individuo que formaba parte de uno de los muchos rackets dedicados a la trata de blancas.

Lo cierto es que la muchacha, precozmente desarrollada en lo físico y en lo mental, y en este sentido no demasiado bien, se encontró en la noche del 4 de abril abocada a hacer frente a una situación extremadamente difícil.

Según las declaraciones de Lana Turner, dos horas antes de la muerte de Stompanato, ella y su amante sostuvieron una escena tormentosa.

-Sus palabras eran desmedidas e insultantes, -declaró la estrella-. Me dirigí hacia la escalera y él me siguió hasta el cuarto de Cheryl. Utilizaba un lenguaje de lo más sucio y grosero, propio de los barrios bajos. Yo le dije que no debía hablar de aquel modo delante de una niña, y cuando se calló, le pedí a mi hija que se quedase allí, viendo la televisión hasta que yo regresara.

»La pelea llegó entonces a su punto culminante -siguió diciendo Lana Turner-. Y más todavía cuando le pillé en varios embustes. Entonces le dije que no podía tolerarlo más y que quería que me dejase sola, con mi hija. Él me zarandeó, sujetándome por un brazo, y empezó a amenazarme. Dijo que iba a apuñalarme, que me marcaría la cara, desfigurándome para siempre.

»Johnny parecía haberse vuelto loco. Yo le miraba aferrada y le oía como amenazaba con que mataría a mi madre, a mí y también a Cheryl. Luego, creciéndose en sus amenazas, al ver que yo no le contestaba, añadió que me torturaría de un modo espantoso, y se recreó explicándome algunas de las cosas que me haría antes de matarme. Yo estaba tan horrorizada que volví la cara para no verle, y entonces me di cuenta de que Cheryl había salido de su habitación y estaba allí, mirándonos, escuchándonos…

»Me zafé de la manaza de Johnny y corrí hacia mi hija. La abracé con todo cariño y le dije:

»-No debes estar aquí, mi vida. Vuelve a tu cuarto.

»Cheryl me miró con mucha ternura, como si quisiera ayudarme, pero no mencionó ni una palabra. Dio media vuelta y regresó a su habitación.

»Entonces volví a encararme con Johnny y le dije con toda firmeza que lo nuestro había terminado. Fui hacia la puerta y la abrí diciéndole que se marchase y no volviera nunca más.

»Johnny se rió de mí y soltó una sarta de obscenidades. Luego le vi cambiar de expresión y mirar a algo que estaba detrás de mí. Me volví a tiempo de ver a Cheryl que había vuelto.

»Todo sucedió en cuestión de décimas de segundos.

»Cheryl llegó corriendo, sin hacer ruido por que llevaba puestas las zapatillas y por eso no pude oírla. Me hizo a un lado y se adelantó con un cuchillo en la mano. Yo no había visto siquiera que lo llevase. Pero ella avanzó su mano y la dirigió al vientre de Johnny. Vi cómo él se tambaleaba unos instantes, agitaba los brazos y luego caía al suelo, de espaldas. Lo hizo de tal manera que no llegué a ver la sangre. Me asusté muchísimo. Me acerqué a él y entonces vi que tenía la ropa cortada. Creo que aún no me daba perfecta cuenta de lo que sucedía, pero allí estaba también Cheryl de pie, como una estatua, sollozando suavemente.

»Me puse en pie y corrí al cuarto de baño en busca de una toalla para aplicársela al herido, que lanzaba sordos gemidos. Luego fui al teléfono y llamé a mi madre.

»-¡Mamá, ha sucedido algo terrible -le dije apresuradamente-. Cheryl ha herido a Johnny con un cuchillo. Tienes que llamar en seguida a nuestro médico. Dile que venga inmediatamente.

»Mi madre lanzó una exclamación de espanto y me preguntó cómo había podido suceder aquello, pero yo no estaba para dar explicaciones de nada, y volví a insistir:

»-No pierdas tiempo. Llama al médico o mejor todavía, ve tu misma en su busca. Pero ¡por Dios, mamá, no tardes¡ Quizá aún llegue a tiempo y no muera.

»Estas últimas palabras mías hicieron comprender a mi madre que la cosa era efectivamente muy grave y me dijo que haría lo que yo le pedía. Entonces colgué el teléfono y me volví a mirar a Johnny, que seguía en el suelo, con la toalla sobre el vientre, pero ya enrojecida por la mucha sangre que estaba perdiendo por su herida.

»Mientras tanto, Cheryl fue al teléfono y llamó a su padre explicándole lo que había hecho.

»-¡Ayúdame, papá! -oí que le decía-. Creo que he matado a ese hombre que estaba pegándole a mamá…

»Yo me eché a llorar oyendo a Cheryl y creo que fui a darle un abrazo, mientras ella colgaba el teléfono después de oír a su padre que le decía que vendría inmediatamente.

»Steve fue el primero en llegar. Yo misma le abrí la puerta y pretendí explicarle lo ocurrido, pero él me apartó a un lado y se acercó a Cheryl, que ya corría a refugiarse en sus brazos. Los dos estuvieron así unos minutos. Steve me miró, creo que con odio, luego dirigió una rápida ojeada a Johnny e hizo una mueca que expresaba todo su desprecio. Después, suavemente, fue llevándose de la habitación a Cheryl para que no continuase viendo aquel espantoso cuadro.

»Un poco después llegaron mi madre y el médico. Este se apresuró a examinar a Johnny y comentó con cara preocupada:

»-Me temo que no hay nada a hacer. De todos modos pediré una ambulancia, aunque dudo que llegue vivo al hospital.

»Mi madre se abrazó a mí y rompió en sollozos. Luego fue al cuarto de Cheryl, quedándose con ella y con Steve hasta que vino la ambulancia pedida por el doctor, el cual se hizo cargo del traslado de Johnny, aunque, según supe más tarde, éste murió mientras era llevado al hospital.

»Entretanto, Steve había llamado por su parte a la policía y cuando ustedes llegaron él se encargó de acompañar a Cheryl a la comisaría y llamó a su abogado, Leo Blan, para que interpusiese un recurso de habeas corpus y la niña estuviese encerrada el menor tiempo posible.

El interrogatorio de la famosa estrella fue exhaustivo, dadas las circunstancias que concurrían en aquel hecho. La policía no acababa de creer su declaración, a pesar de que Cheryl la confirmaba en todos sus extremos. Sin embargo, para los agentes de la ley, resultaba demasiado sospechoso el hecho de que una niña de catorce años tuviese la decisión y la fuerza suficientes para dar muerte, de una cuchillada, a un hombre hecho y derecho como Johnny Stompanato.

En el curso de aquellos interrogatorios salieron a relucir gran parte de las incidencias que se produjeron a lo largo de las relaciones entre Lana Turner y su amante.

Así fue como se averiguó que la violencia había formado parte integrante de aquellos amoríos entre el supuesto gángster y la estrella de Hollywood.

-Hace unos meses declaró Lana- mientras estaba rodando una película en Londres, Johnny y yo tuvimos una discusión muy fuerte. Me amenazó con matarme y desfigurarme y llegó a intentar estrangularme. Pero yo pude gritar y hacer que viniesen varias personas que separaron a Johnny.

-¿Denunció usted el hecho a las autoridades británicas?

-Sí, naturalmente. Yo estaba furiosa y declaré la verdad: que había tratado de matarme. Pero luego, cuando supe que podía ir a la cárcel por aquello, retiré la denuncia.

-¿No quedó arrestado Stompanato?

-Sólo durante unos días. Luego las autoridades inglesas le invitaron a abandonar Gran Bretaña y él embarcó para regresar a Estados Unidos.

-¿Cuánto tiempo permaneció usted en Londres después de marcharse Stompanato?

-Dos días. Ya había terminado mi papel y no tenía por qué seguir en Inglaterra.

-¿Qué hizo al volver a Los Ángeles? ¿Trató de ponerse en contacto con Stompanato? ¿Fue él quien la llamó?

-Vine a mi casa para reunirme con mi hija, que había salido del colegio. Fue Johnny el que me llamó para pedirme perdón. Se mostraba muy arrepentido por aquello y me rogó que le escuchase. Me di cuenta de que su tono era sincero y accedí a volver a verle.

-¿Reanudaron entonces sus relaciones?

-Sí; él parecía deseoso de hacerme olvidar lo de Inglaterra y fuimos felices un par de semanas. Luego volvió a portarse como el de antes.

Reanudamos las discusiones y las peleas y… así llegó la noche en que Cheryl le mató para defenderme.

-¿Es cierto, pues, que su hija mató a Stompanato? ¿No fue usted la que lo hizo y convenció a su hija para que se echase la culpa porque la justicia sería más benévola con ella, ya que se apreciaría la defensa de la madre y la circunstancia de que es menor de edad?

-¡Oh, no! -protestó Lana Turner-. ¡Todo sucedió tal y como lo he declarado! ¡Lo juro!

Al mantenerse firme en sus declaraciones la estrella, ni la policía ni el fiscal del distrito consiguieron hallar nada que se contradijese o que representara una posibilidad de engaño por su parte.

Cheryl Crane, en sus declaraciones, mantuvo constante y firmemente la versión ofrecida por su madre.

-Yo estaba en mi cuarto y oí a Johnny que le gritaba a mamá: «Te voy a matar. Te voy a cortar la cara y te desfiguraré para siempre.»

-¿Fue entonces cuando usted corrió en busca del cuchillo?

-No aún no hice nada, porque en realidad estaba muy asustada, pero él, Johnny, seguía gritando como un energúmeno. Oí cómo mi madre le decía que no le daría oportunidad porque lo iba a echar de su lado para siempre. Eso me alegró, porque yo quería estar con mamá sin que él nos estorbase.

-¿Consideraba usted un estorbo a Johnny? ¿No le gustaba físicamente? ¿No estaba usted un poco enamorada de él?

-¡Oh, no! -protestó Cheryl-. Al principio reconozco que llegó a parecerme un hombre apuesto, pero ya había tenido ocasión de darme cuenta de que era un hombre vulgar y grosero. Sus bromas eran desagradables y sucias. No, no me gustaba, ni para mi madre, ni mucho menos para mi.

-Bien, continúe. Estaba diciendo que su madre le dijo a Stompanato que iba a echarlo para siempre. ¿Qué respondió él?

-Se puso muy furioso y soltó toda una serie de indecencias. Y le dijo: «No me importa esperar lo que sea. Y si yo no pudiese acercarme a ti ya encontraré el medio de que sea otro el que haga la faena. Tengo medios y amigos para encontrar a alguien que te deje marcada y no puedas tomarle más el pelo a nadie.»

-¿Fue entonces cuando decidió matarle?

-No, yo no pensaba hacer eso. Sólo quería impedir que Johnny continuase molestando a mi madre.

-Pero usted fue en busca de un cuchillo y corrió en busca de ese hombre para luego herirle en el vientre.

-Bueno, yo hice todo aquello de un modo instintivo. Creo que ni siquiera me di cuenta de que llevaba el cuchillo en la mano hasta que se lo hube clavado. Entonces, cuando le vi caer al suelo y empezó a quejarse fue cuando comprendí lo que había hecho.

Las declaraciones de Cheryl Crane dejaban por completo libre de cualquier responsabilidad a su madre. Y a través de ellas se patentizaba de modo que no dejaba lugar a dudas que había corrido en defensa de su madre, a la que un hombre estaba amenazando de muerte y con desfigurarla. Por eso, su abogado, el hábil Leo Blan, no encontró demasiadas dificultades en convencer a los jurados de que ella, una chiquilla de sólo catorce años, había obrado bajo los impulsos de una fuerte tensión emocional, convencida de que actuaba de la mejor manera, o de la única, en favor de aquella a quien ella debía la existencia.

Las palabras del abogado defensor de Cheryl Crane estuvieron impregnadas de un suave sentimentalismo, un tanto lacrimógeno, pero muy apropiado para influenciar favorablemente al jurado respecto a la precoz homicida.

-Esta niña que hoy comparece ante la justicia -dijo Leo Blan- está aún en la edad de leer a la Alcott. En el reformatorio donde está recluida desde hace varios días, su libro de lectura es Mujercitas, y es que ella es aún eso, una pequeña mujercita, no una mujer capaz de comprender la gravedad del acto que ha cometido.

»Pero ¿es que ella está en condiciones de calibrar lo que significa un homicidio? -siguió diciendo el abogado-. Yo puedo decirles que la primera noche que pasó en el reformatorio su sueño fue tranquilo porque ella no se sentía culpable. Fue luego, después de haber despertado cuando se habló con ella y se iniciaron las preguntas y los interrogatorios, cuando esta niña murmuró: «Quisiera poder llorar, como mamá. Creo que eso hace mucho bien.»

»Sí, ella no podía llorar porque no podía sentir lástima de aquel hombre que había querido matar a su madre. Ella no podía llorar porque su corazón estaba cerrado a la piedad hacia el gángster que amenazaba a su madre. Ella no podía llorar una culpa que consideraba como tal, puesto que para Cheryl Crane su acto homicida estaba avalado por todas las causas justificantes de defender a su madre.

El abogado no echó demasiada tierra encima del nombre de Lana Turner, limitándose a exponer que la muchacha a la que él defendía había carecido del calor de una verdadera madre, por lo cual, cuando creyó que al fin la encontraría, reaccionó violentamente al imaginar que iba a perderla de nuevo.

Cheryl Crane estaba sentada en el banquillo de los acusados. Cerca de ella estaban su abuela, Mildred Turner, y sus padres, que en aquella ocasión volvieron a verse juntos, unidos por la desgracia común. No obstante, Steve Crane, al referirse a su hija, pronunció unas palabras tan emocionantes como significativas:

-Cheryl es realmente una mujercita hecha y derecha, que soporta con mucho valor las culpas ajenas.

Es fácil imaginar que cuando Steve Crane habló de «culpas ajenas» se refiriese a su ex mujer, a la rutilante Lana Turner, y se olvidara un poco de las culpas que él tenía en el abandono moral en que había crecido su hija.

De todos modos, fue el propio jefe de policía de Los Ángeles, el comisionado Armstrong, quien demostró una mayor clarividencia, cuando al ser entrevistado en la televisión respecto al caso, declaró:

-Una muchacha de catorce años es la que se ha sentado en el banco, de los acusados. Sin embargo, yo creo que no es del todo justo que ella esté sola soportando el peso de la acusación.

»Estoy convencido -siguió diciendo Armstrong- que este proceso es más importante de lo que parece a simple vista, porque no se trata de una causa vulgar y corriente. No es el proceso habitual del estado de California contra una joven homicida. Es el proceso que se le hace a todo un mundo, a toda una concepción de la vida, que nos está demostrando cuán errónea es.

El comisionado hizo entonces una pausa y con voz tensa, emocionada, añadió:

-Quisiera creer que el delito cometido por la joven Cheryl Crane sirviese para recordar a muchas personas, sobre todo a esas que vemos en las pantallas, que reinan en Hollywood, que se creen por encima de leyes y convencionalismos, que, aunque no lo crean, en el mundo aún existe una moral. Y que ellos también deben respetarla.

Las palabras del comisionado casaron hondo y más de una madre debió reconocerse en aquella famosa Lana Turner, que ante las cámaras de televisión, pero no en los interrogatorios a puerta cerrada, proclamaba con gestos espectaculares:

-¡La culpa es mía!… ¡Yo sola tengo la culpa!

Pero, claro, al admitir aquella culpabilidad, Lana Turner se refería sólo a una responsabilidad de orden moral, no a la material del homicidio en sí. Esa la dejaba para su hija, que se vio acribillada por los flashes de los reporteros gráficos, envuelta en una publicidad de lo más desagradable y oyéndose llamar por algunos «joven asesina» viendo los titulares de los periódicos de la llamada prensa amarilla en los que era apodada: «Cheryl, la destripadora.»

Y así, cuando el caso hubo concluido y se conoció la sentencia que dictara el tribunal, uno de esos periódicos publicó la noticia en los siguientes términos:

«Un cuchillo de cocina en manos de una muchachita de catorce años sirvió para dar fin a la vida del gángster que, en los últimos meses, había vivido con su amante y gracias a sus cheques.

»Cheryl Crane ha sido condenada a un período de reclusión en un reformatorio para menores. Pero ha quedado marcada para siempre con una huella imborrable. En su frente está impreso el sello de los homicidas y ya nunca, por mucho que lo intente, podrá olvidar que una noche sus manos se mancharon de sangre.»

En efecto, la huella indeleble que dejó el suceso en el espíritu de Cheryl Crane habían de marcarla para siempre.

El reformatorio al que fue conducida por orden del juez que la había juzgado no fue lo bastante para retenerla. No menos de cuatro veces escapó de allí, siempre en compañía de una persona distinta, y siempre peor afamada.

Cheryl entró en el reformatorio con un delito en su haber que podía considerarse «legítima defensa», puesto que el homicidio lo realizó para defender a su madre; pero a lo largo de su estancia en el reformatorio, su sensibilidad acusó el shock de aquella noche, su vida quedó traumatizada y las compañías con que alternó entonces la hicieron creerse aquella «Cheryl, la destripadora», de que hablaron los periodistas de la prensa amarilla estadounidense.

Fuese o no realmente su mano la homicida, lo cierto es que desde aquel luctuoso 4 de abril, Cheryl Crane dejó de ser una muchacha alegre, para convertirse en un personaje de la crónica negra.



MÁS INFORMACIÓN EN INGLÉS

https://criminalia.es/asesino/cheryl-crane/
 
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David Baxter Noyes

El Ingeniero Norteamericano
  • Clasificación: Asesino
  • Características: Sádico - Mutilador
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 2 de marzo de 1987
  • Fecha de detención: Mismo día
  • Fecha de nacimiento: 1957
  • Perfil de la víctima: Rufina Sanz Caviedes, de 35 años
  • Método del crimen: Asfixia (que se produjo después de que Baxter aplastara con el pie la laringe de la mujer)
  • Lugar: Madrid, España
  • Estado: Condenado a 20 años de prisión el 11 de julio de 1988
Índice

David Baxter – Detenido un norteamericano como supuesto autor de la mutilación y asesinato de una prost*t*ta
Amelia Castilla – El País

4 de marzo de 1987

La víctima fue arrojada desde un quinto piso de un hotel.

David Baxter Noyes, de 29 años, natural de Saint Louis (EE.UU.), ingeniero técnico de la empresa aeronáutica McDonnell Douglas, fue detenido ayer en el hotel Miguel Ángel, de Madrid, como supuesto autor del asesinato de la prost*t*ta Rufina Sanz Cavieres, de 35 años.

El cadáver desnudo, que fue arrojado desde un quinto piso, presentaba señales de estrangulamiento, mutilaciones en ambos pechos y una raja desde la vagina hasta el abdomen. En la habitación de Baxter se encontraron objetos para prácticas sadomasoquistas.

El presunto asesino estaba en la ducha cuando la policía llamó a la habitación 541. Eran alrededor de las 5,15 de la madrugada. Baxter, que tenía el pelo mojado y se cubría con una toalla, abrió la puerta y no opuso resistencia.

La habitación, según explicó ayer el director del hotel Miguel Ángel, no estaba desordenada. Una cama individual estaba deshecha; en la moqueta había una mancha de sangre y en el cuarto de baño había una toalla ensangrentada. En el cuarto estaban también las ropas de la mujer, una cartilla de ahorros a su nombre y diversos instrumentos utilizados para prácticas sadomasoquistas, según fuentes policiales.

El detenido llegó al hotel el domingo y tenía habitación reservada hasta el próximo día 7. Empleados del Miguel Ángel calificaron al detenido como el «típico cliente. Bien vestido y con buen equipaje». Baxter es soltero y trabaja como ingeniero técnico para la McDonell Douglas, multinacional norteamericana que fabrica aviones civiles y de combate.

Programa FACA
Baxter había llegado a Madrid en relación con el programa FACA (Futuro Avión de Combate y Ataque), emprendido por el Gobierno español para la adquisición de 72 aviones F-18 de McDonell Douglas valorados en 300.000 millones de pesetas. Rufina Sanz ejercía, según la policía, la prostit*ción en la zona centro. Debió de contactar con el cliente en la Gran Vía y le acompañó al hotel.

Los clientes de la habitación contigua llamaron a la recepción sobre las tres de la madrugada y aseguraron que escuchaban ruidos extraños, como si un niño estuviera llorando. Empleados del hotel, según la dirección del establecimiento, recorrieron los pasillos de las plantas quinta y sexta, pero no notaron nada extraño.

Dos horas después se escuchó un golpe seco muy fuerte que alertó al vigilante del hotel. El cuerpo desnudo de la víctima estaba en un patio interior tumbado boca abajo. Funcionarios de la Brigada de Homicidios, que se personaron en el lugar del suceso, registraron varias habitaciones hasta encontrar al supuesto asesino.

Junto al cadáver se encontró un reloj de pulsera. Rufina, según fuentes policiales, presentaba síntomas de estrangulamiento. Tenía amputados los dos pechos y una raja, realizada con un arma blanca, de la vagina al abdomen. Los pechos de la víctima no fueron encontrados. La autopsia reveló que su muerte se produjo por asfixia. Era natural de Pedrajos de San Esteban (Valladolid) y últimamente vivía en una pensión de la calle de Hortaleza.

José Luis Torres, director del establecimiento, negó que la mujer estuviera registrada en el hotel o que su llegada hubiera sido observada por el personal de recepción. Torres aseguró que la dirección no contaba con una fotocopia del carné de identidad de la víctima. La habitación donde se produjeron los hechos fue precintada por orden del juzgado. El hotel Miguel Ángel, de cinco estrellas, está situado en la calle del mismo nombre. Tiene siete plantas y 300 habitaciones.

Baxter niega ser el asesino de la prost*t*ta mutilada
Amelia Castilla – El País

5 de marzo de 1987

David Baxter Noyes, de 29 años, el ingeniero técnico de la empresa aeronáutica McDonnell Douglas acusado de dar muerte a Rufina Sanz Caviedes, negó ayer ante la policía ser el autor del crimen. El cuerpo de la víctima que ejercía la prostit*ción, se halló, desnudo y con mutilaciones, el pasado lunes en un patio del hotel Miguel Ángel.

Baxter explicó en su declaración que conoció a la chica en la calle del Doctor Fleming, entre la una y las dos de la madrugada, y la invitó a acompañarle al hotel. El ingeniero técnico aseguró que tuvieron problemas de entendimiento a causa del idioma y mantuvieron un pequeño forcejeo. Como resultado de la pelea, según la declaración del detenido, Rufina empezó a sangrar por la nariz.

El supuesto autor del asesinato explicó que la ayudó a limpiarse la sangre y que después él entró en el cuarto de baño para limpiarse. Cuando salió del servicio la mujer había desparecido.

Baxter manifestó que la buscó por los pasillos, pero no la encontró, y decidió acostarse. Poco después se levantó a cerrar la ventana y observó que había una mancha de sangre en la moqueta. Baxter, que ayer permaneció en las dependencias de la Brigada de Homicidios, pasará hoy por la mañana a disposición del juzgado.

Según la policía, en la habitación que ocupaba en el hotel se encontraron objetos para prácticas sadomasoquistas, había manchas de sangre en la moqueta y en el cuarto de baño una toalla ensangrentada.

Baxter estaba conceptuado en la multinacional norteamericana para la que trabaja como «un empleado modelo» y se le consideraba como un «joven con gran porvenir en la empresa», según fuentes de McDonnell Douglas. Había viajado a Madrid en otras ocasiones y se había hospedado también en el hotel Miguel Ángel. En esta ocasión, Baxter llegó a Madrid acompañado de otro empleado de la multinacional.

Un portavoz de la Embajada de EE.UU. aseguró ayer que el detenido se encuentra a todos los efectos bajo la jurisdicción de las autoridades españolas.

Tras la muerte de Rufina, que fue estrangulada y salvajemente mutilada, se ha desencadenado una oleada de miedo entre las prost*tutas de Madrid. Las prost*tutas pedían que las autoridades les entreguen al americano para darle su merecido.

Orden de prisión incondicional para el norteamericano acusado de la muerte de una prost*t*ta
Anunciata Bremon – El País

6 de marzo de 1987

El titular del Juzgado de Instrucción número 2 de Madrid, Nicanor Fernández Puga, dictó ayer el auto de prisión incondicional de David Baxter Noyes, ingeniero norteamericano acusado de la muerte de la prost*t*ta Rufina Sanz Caviedes.

Baxter Noyes, de 29 años, es técnico de la multinacional McDonnell Douglas, y estaba en Madrid en relación con el programa FACA (Futuro Avión de Combate y Ataque) del Gobierno español, que incluye la compra de 72 aviones F-18 de esa empresa. El cuerpo mutilado de Rufina Sanz, de 35 años, apareció en la madrugada del martes en el patio del hotel Miguel Angel, donde se hospedaba Noyes.

David Baxter Noyes, esposado y acompañado de un teniente y tres números de la Guardia Civil, abandonó hacia las dos de la tarde el Juzgado de Instrucción número 2, donde había prestado declaración a lo largo de la mañana.

Noyes, de aspecto algo huraño y descuidado, vestido con chaqueta oscura y sin corbata, intentaba en vano rehuir las cámaras fotográficas a la salida del juzgado. El detenido, según manifestó el juez, iba a ser trasladado por la tarde a la prisión de Carabanchel, donde pasada la medianoche aún no había ingresado.

El juez, Nicanor Fernández Puga, afirmó que el caso es competencia, en principio, de la justicia española. «La ley penal es territorial», precisó.

Fernández Puga no quiso dar más información sobre el caso, alegando las restricciones impuestas por el Consejo del Poder Judicial a los jueces en este sentido -«no me ponga usted en un compromiso», dijo-, pero corroboró implícitamente la existencia de detalles sádicos en el caso. «Lo único que puedo decirle es que, en líneas generales, lo publicado por la prensa es correcto», dijo el juez, quien lamentó la imposibilidad de ser más explícito con estas palabras: «Yo considero que la libertad de expresión exige que el pueblo se entere de estas cosas».

Gastos de entierro
Según varios testigos presenciales, los padres de Rufina Sanz y el hermano de ésta, Baldomero Sanz, solicitaron ayer en los juzgados que los gastos de entierro y traslado de los restos de la fallecida hasta la localidad vallisoletana de Pedrajas de San Esteban fueran sufragados por la embajada estadounidense, ya que la situación económica de la familia no es buena.

Los parientes de la fallecida se manifestaban ayer alarmados ante la posibilidad de que el acusado fuera trasladado a Estados Unidos para ser juzgado.

David Noyes se entrevistó en el juzgado, hacia las 13.30, con William Owen, oficial del consulado norteamericano en Madrid, quien manifestó a la salida que hacía uso del «acceso consular» que siempre se permite en estos casos. Este funcionario no quiso hablar del contenido de la conversación ni de la situación de Noyes. «No es mi cargo contar estas cosas», señaló, «sólo me ha facilitado los datos de su familia en Estados Unidos para los contactos con ella».

«Este caso está completamente en manos de la justicia española, en la cual tenemos una confianza total», manifestó el oficial norteamericano. Owen negó taxativamente el rumor según el cual el detenido podría ser trasladado a Estados Unidos para ser juzgado. «Eso es imposible legalmente. Sólo cabe la posibilidad del traslado cuando hay ya condena, por medio de un convenio», dijo, «y a petición del condenado».

Estrangulamiento
Baxter Noyes fue detenido el martes pasado en el hotel Miguel Angel, de Madrid, donde se hospedaba, como supuesto autor de la muerte de Rufina Sanz. El cadáver desnudo de Rufina, que había sido arrojado desde un quinto piso, presentaba señales de estrangulamiento, mutilaciones en ambos pechos y una raja que le recorría el abdomen partiendo de la vagina.

David Baxter Noyes y Rufina Sanz habían entrado, unas horas antes de la aparición del cadáver, en la habitación del primero, donde la policía encontró objetos para prácticas sadomasoquistas, las ropas de la mujer y una toalla ensangrentada.

David Baxter Noyes negó ante la policía ser el autor del crimen, y explicó que sólo mantuvieron un pequeño forcejeo, a consecuencia del cual Rufina sangró por la nariz. Según su declaración, la mujer después desapareció.

Acción popular en el caso de la prost*t*ta asesinada
El País Madrid

14 de marzo de 1987

La Asociación contra la Tortura ejercerá la acción popular en el caso de Rufina Sanz Caviedes, la prost*t*ta brutalmente asesinada en el hotel Miguel Ángel el pasado día 3. Fernando Salas, abogado y presidente de la asociación, se personó ayer en el caso, que instruye el juzgado de Instrucción número 2 de Madrid.

«Consideramos, aseguró el abogado a la salida del juzgado, que se han cometido torturas y malos tratos». La actitud de la asociación responde, según Salas, a la petición realizada por diversos colectivos, entre los que se encuentran las prost*tutas.

David Baxter Noyes, de 29 años de edad, el ciudadano norteamericano al que se acusa de la muerte de Sanz Caviedes, permanece internado en la prisión de Carabanchel.

La acusación pide 30 años para el norteamericano que mató a una prost*t*ta
Amelia Castilla – El País

18 de junio de 1988

La Asociación contra la Tortura, personada como acusación popular en el caso de David Baxter Noyes, procesado por el asesinato y la profanación del cadáver de Rufina Sanz Caviedes, pedirá 30 años de reclusión mayor para el acusado.

Baxter, que trabajaba como ingeniero de la McDonnell Douglas, será juzgado el próximo viernes, día 24, en la Audiencia Provincial. El procesado será asistido por un intérprete durante la celebración de la vista oral.

El ingeniero de la multinacional norteamericana, acusado de la muerte de una prost*t*ta en el hotel Miguel Ángel, espera la celebración del juicio recluido en la prisión de Alcalá-Meco. En la cárcel ocupa una celda individual de una galería en la que convive con otros 40 presos.

Baxter, al que se considera dentro del recinto penitenciario como un marginado, se relaciona muy poco con los demás internos. «Siempre está solo, y pasa la mayor parte del tiempo leyendo», aseguraron fuentes de la prisión.

El acusado, que ha pasado también por las cárceles de Carabanchel y del Psiquiátrico, no ha mantenido ningún enfrentamiento con el resto de los internos ni ha sido molestado por ningún preso. Tampoco ha conseguido mejorar lo más mínimo su pésimo castellano.

Además de los 30 años de reclusión mayor por asesinato, la acusación popular solicita para el ingeniero seis meses de arresto mayor y 150.000 pesetas de multa por profanación de cadáver. Rufina, según la reconstrucción de los hechos realizada por el fiscal, falleció por asfixia.

La asfixia se produjo después de que el acusado aplastara con el pie la laringe de la mujer. Posteriormente infirió al cadáver un potente corte en el abdomen, además de amputarle ambos pezones y lanzar el cuerpo por una ventana.

En la calificación realizada por el fiscal en relación con la muerte de Rufina se considera que «la ingestión de alcohol, el cansancio del viaje», el americano llevaba dos días en Madrid, «y el cambio de horario entre EE.UU. y España estrecharon la conciencia y dirigieron la voluntad de Baxter». El fiscal, que solicita una pena de 20 años, aprecia en la ejecución de los hechos «la atenuante de trastorno mental transitorio».

«Es insolvente»
Julián Pérez Templado y Templado, uno de los abogados privados del acusado, aseguró que la defensa califica los hechos como «homicidio, con la eximente completa de trastorno mental transitorio». El defensor considera que el punto clave de la vista oral estará en determinar si el acusado está loco o no. A juicio del defensor, el acusado padece un trastorno de tipo psicosexual permanente.

En relación con la indemnización de 15 millones de pesetas, que pedirán tanto el fiscal como la acusación popular en concepto de responsabilidad civil para los herederos de Rufina, la defensa del acusado considera que Baxter «es insolvente». Cuando lo detuvieron, aseguró Templado, «llevaba 30.000 pesetas, y desde entonces no ha generado ningún tipo de renta, motivo por el que no podrá hacer frente a ningún pago».

El ingeniero, que llegó a Madrid el 1 de marzo de 1987 en relación con el programa FACA (futuro avión de combate), ingresó en prisión tres días después. En este tiempo ha sido visitado una vez por su familia, según su abogado.

Ninguna de las partes implicadas en el caso dispone de información sobre la posible implicación del acusado en el crimen de otra prost*t*ta norteamericana, pese a que se ha requerido varias veces a la policía para que aclare lo sucedido.

Poco después de ser detenido Baxter, el FBI, a través de la Interpol, pidió las huellas y todas las pruebas con que contaba la Brigada de Homicidios para inculpar al acusado, por si pudiera tratarse de la misma persona que descuartizó a una prost*t*ta en su país.

Piden la pena máxima contra el norteamericano que asesinó a una prost*t*ta en un hotel de Madrid
Ya

21 de junio de 1988

El próximo viernes se celebrará en la Sección Primera de la Audiencia Provincial el juicio contra el norteamericano David Baxter, el ingeniero que en el mes de marzo del pasado año estranguló en un hotel de Madrid a una prost*t*ta y arrojó su cadáver por la ventana tras seccionarle los pezones.

El fiscal solicita para el procesado veinte años de cárcel por un delito de asesinato, con la atenuante de trastorno mental, mientras que la acusación popular, representada por la Asociación contra la Tortura, pide la pena máxima de treinta años de prisión.

Los hechos que se juzgarán el viernes se remontan hasta el 3 de marzo del pasado año. A las cinco de la madrugada de ese día, los empleados del hotel Miguel Angel escucharon un golpe seco que provenía de uno de los patios interiores del edificio.

Tras una pequeña búsqueda para comprobar cuál era el origen del ruido, similar a la caída de un saco de arena en el suelo, los empleados del lujoso hotel descubrieron en un patio el cadáver de una mujer desnuda, boca abajo, con los pezones seccionados y una cuchillada desde la vagina hasta el ombligo, como si hubiera sido víctima de un extraño haraquiri.

La fallecida fue identificada por los inspectores de Policía del Grupo de Homicidios como Rufina Sanz Caviedes, una mujer de treinta y cinco años de edad que se ganaba la vida ejerciendo la prostit*ción en los aledaños de la calle Doctor Fleming y Capitán Haya, en Madrid.

Poco después del hallazgo, funcionarios de Homicidios detuvieron, en la habitación 541 del citado hotel, a un ingeniero norteamericano adscrito al programa FACA y que resultó ser David Baxter Noyes, que había llegado a Madrid dos días antes.

En la habitación, los policías descubrieron una maleta con diversos objetos para prácticas sexuales sadomasoquistas, así como una navaja.

David Baxter, de treinta años de edad, declaró que había conocido a su víctima unas horas antes en un pub de la calle Doctor Fleming y que la invitó a acompañarle, extremo éste que ella aceptó por una cantidad de dinero.

Según su versión, cuando llegaron a la habitación, comenzaron a discutir por el precio de los servicios de la prost*t*ta. Siempre según la narración que realizó el norteamericano a los inspectores, comenzaron a forcejear, y en ese momento Rufina Sanz comenzó a sangrar por la nariz. Cuando Baxter se introdujo en el cuarto de baño y volvió, la prost*t*ta había desaparecido.

Orgía de sangre
Pero la verdad parece muy distinta. Según un cliente del hotel que estaba en la habitación contigua a la del norteamericano, sobre las tres de la madrugada oyó gritos «como de niños». El informe del fiscal consta que, tras una díscusión, Baxter aplastó con el pie el cuello de la mujer, que murió asfixiada.

Seguidamente, el norteamericano seccionó ambos pezones a su víctima y le infirió un corte desde la vagina hasta el ombligo. Tras finalizar este macabro ritual, arrojó el cadáver de la prost*t*ta al patio del hotel.

El fiscal pide, en sus conclusiones provisionales, una pena de veinte años de prisión por un delito de asesinato, con la atenuante de trastorno mental transitorio, así como una indemnización de quince millones de pesetas para los herederos de Rufina Sanz.

Por su parte, la defensa del procesado solicita su absolución por considerarlo autor de un homicidio con la eximente completa de trastorno mental transitorio, al tiempo que le declara insolvente.

Baxter padece «trastorno psicosexual de naturaleza sádica», según los forenses
Manolo Marlasca – Ya

24 de junio de 1988

Hoy comienza el Juicio contra el norteamericano que mató y mutiló a una prost*t*ta.

La defensa de David Baxter, el norteamericano que asesinó y mutiló a una prost*t*ta en un hotel de Madrid, pedirá la libre absolución de su patrocinado, fundamentándose en los informes realizados por los psiquiatras forenses, Fabriciano Jiménez Cubero y José Antonio García Andrade, solicitados por el juez instructor del sumario.

De estos informes se desprende que el procesado padece un «trastorno psicosexual, subclase parafilia, de naturaleza sádica», lo que para la defensa del americano supone una eximente completa del delito de homicidio.

Hoy, en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Madrid se celebra el juicio oral contra Baxter, para el que la acusación popular y particular piden treinta años de prisión por un delito de asesinato, sin atenuantes, mientras que el fiscal solicita veinte años de reclusión al apreciar la atenuante eximente incompleta de trastorno mental transitorio.

En los informes de Jiménez Cubero y García Andrade, que quedan reflejados en las conclusiones provisionales del fiscal y de la defensa, se dice que David Baxter padece un «trastorno psicosexual, subclase parafilia, de naturaleza sádica». Los rasgos esenciales de este trastorno consisten en inflingir sufrimiento físico o psicológico a otra persona hasta producirle lesiones incluso mortales.

Además, los dos forenses señalan en sus informes periciales que en la acción de David Baxter concurren ciertos factores desencadenantes que le hicieron perder «por completo y de manera súbita el control de sus actos y cuando su conciencia obnubilada y su voluntad, impulsivamente dirigida por sus instintos y tendencias sádicas, al haber dejado de ejercer las capas superiores de su personalidad el freno adecuado, produjo la muerte a Rufina Sanz», como indica en sus conclusiones provisionales José Templado y Pérez Templado, abogado defensor de David Baxter.

Estos factores desencadenantes son, además del trastorno psicosexual que sufre el norteamericano, «la abundante ingestión previa de bebidas alcohólicas, el cansancio acumulado por el viaje, el cambio de hora respecto a su país, la excitación sexual y la inicial efusión de sangre de la víctima».

«Estado de embriaguez»
Todas las partes coinciden en señalar que horas antes de dar muerte a Rufina Sanz «consumió abundantes bebidas alcohólicas», si bien la acusación privada y la popular mantienen que estas consumiciones «en ningún momento le hicieron perder sus facultades ni el conocimiento, pudiendo caminar, hablar, pensar y siendo totalmente consciente de todos sus actos».

Sin embargo, en el informe elaborado por la defensa de David Baxter se señala que el procesado «estaba completamente embriagado, manifestándose este estado por su hablar pastoso, paso vacilante, ojos brillantes y el hecho de que hacía mucho ruido cantando, riendo y hablando a gritos».

En las conclusiones provisionales del letrado defensor José Templado se señala que la muerte de Rufina se produce por causas no aclaradas. Sin embargo, el resto de las partes especifican las causas del óbito de la víctima señalando que, tras el forcejeo inicial con la prost*t*ta, «el procesado inicia una serie de brutales golpes que culminan con el lanzamiento de Rufina contra el suelo, a la que aplica el pie calzado sobre el cuello hasta conseguir la estrangulación por aplastamiento de la laringe, que fue arrancada de sus conexiones con el plano prevertebral, lo que produjo su muerte por asfixia»,

La acusación popular, ejercida por Fernando Salas, la acusación privada y el fiscal añaden en sus conclusiones un delito de profanación de cadáveres.

En sus informes, las partes citadas dicen que «con posterioridad el procesado produjo a la víctima una profunda herida incisa en el abdomen, que se inicia en la parte alta de la vulva, amputando el clítoris; sigue por encima del monte de Venus y forma larga cola por encima del ombligo. Asimismo la amputó ambos pezones, los cuales envolvió en un trozo de celulosa y arrojó junto con otros efectos personales de Rufina por la taza del inodoro, deshaciéndose más tarde del cuerpo de la víctima precipitándolo por la ventana de la habitación hacia un patio interior».

Las acusaciones tratarán de demostrar en la vista oral que David Baxter era totalmente consciente de sus actos, mientras que la defensas argumentará la pérdida de razón de su patrocinado, además de lo que denominan en las conclusiones «amnesia lagunar» respecto a los hechos que se le imputan. Esta amnesia consiste en el olvido de ciertos hechos aislados que el propio individuo selecciona.

Según los informes de los psiquiatras, David Baxter, repugnado por su acción, provoca el olvido de sus actos. Esa es la razón por la que el procesado nunca ha reconocido las acciones que se le imputan, a pesar de las pruebas más que evidentes que concurren contra él.

La defensa de Baxter ha presentado una petición de pena alternativa a la absolución por si el tribunal estimase que la eximente propuesta no es completa. En esta petición califican la acción del norteamericano constitutiva de un delito de homicidio, con la eximente incompleta de trastorno mental transitorio, por lo que se solicita un año de prisión menor y dos millones de pesetas de indemnización para los herederos de Rufina Sanz.

Por su parte, el fiscal concluye que los hechos son constitutivos de un delito de asesinato y otro de profanación de cadáveres, apreciando la circunstancia atenuante de eximente incompleta de trastorno mental transitorio, por lo que solicita para el procesado una pena de veinte años de reclusión menor y quince millones de indemnización para la familia de la víctima.

Las acusaciones no creen que existan circunstancias atenuantes, por lo que piden para Baxter la pena de treinta años de reclusión mayor y treinta millones de pesetas en concepto de indemnización a la familia de Rufina Sanz Caviedes.

El ingeniero norteamericano David Baxter dice que no recuerda haber estrangulado a la prost*t*ta
José Yoldi – El País

25 de junio de 1988

David Baxter Noyes, de 29 años, soltero, ingeniero de la empresa McDonnell Douglas, aseguró ayer en el juicio contra él que no recuerda nada del asesinato y posterior profanación del cadáver de la prost*t*ta Rufina Sanz Caviedes, de 35 años.

Este hecho ocurrió en el hotel Miguel Ángel de Madrid en marzo del año pasado. El fiscal solicita 20 años de reclusión para Baxter por el asesinato, y una multa de 15.000 pesetas por la profanación del cadáver. Las acusaciones piden 30 años por el asesinato y seis meses por la profanación. Los familiares de la víctima llamaron ayer «asesino» a Baxter.

La defensa pide la absolución por considerar que Baxter cometió el homicidio cuando estaba afectado por un trastorno mental transitorio. El ingeniero se encontraba en España trabajando en la venta de aviones F18 para el programa FACA.

Baxter, castaño, de baja estatura, con incipiente calvicie, vestido con un impecable terno gris azulado con rayas, contestó con voz aflautada y casi inaudible todas las preguntas. Sus respuestas fueron muy meditadas y en todo momento, con un alarde de agudeza, superó el interrogatorio a que fue sometido.

El norteamericano reconoció que había llevado a su habitación a la prost*t*ta y que se bañó con ella, pero insistió repetidamente en que no recordaba que le hubiera aplastado la laringe al pisarle el cuello, ni que hubiera seccionado al cadáver el clítoris, el abdomen y los pechos.

Se mostró sorprendido porque los vestidos de la mujer se encontraran en su habitación; y no explicó de forma satisfactoria la razón por la que limpió las manchas de sangre que había en la estancia.

Incidente
Baxter, en un tono helado, afirmó que los objetos y revistas sadomasoquistas que se encontraron en su poder no los había utilizado nunca, ni era amigo de esas prácticas sexuales, y explicó que los había comprado seis meses antes en EE.UU. para hablar de ellos con algunas mujeres.

Cuando el presidente concedió un descanso, los padres de Miguel Ángel Rojas -joven que resultó muerto por el navajazo del ciudadano americano Michael Wagner en el concierto de los Skorpios- [Scorpions] y una cuñada de la prost*t*ta fallecida se dirigieron al acusado llamándole asesino y criminal. Baxter esbozó una sonrisa y el presidente ordenó desalojar la sala. En el exterior arreciaron los gritos que pedían la muerte para los dos norteamericanos. La Guardia Civil impidió luego el acceso a la sala de las personas que habían causado el alboroto.

En la sesión de la tarde, los forenses ratificaron que la muerte de Rufina Sanz se produjo al aplastarle la garganta con un zapato y explicaron que la fuerza aplicada para producirle esa lesión fue brutal, «incluso mucho más fuerte de lo que podría conseguir una persona normal apretando conscientemente».

Sadismo
La fase decisiva del juicio se inició con la prueba pericial psiquiátrica, ya que todas las partes están de acuerdo en que Baxter mató a Rufina Sanz, que profanó su cadáver y lo arrojó por la ventana. Pero discrepan en si el ingeniero era consciente de sus actos y si padece una amnesia temporal o laguna en la memoria precisamente en el momento del crimen.

Los peritos, entre los que se encuentra el doctor Alfonso Cabeza, mantienen que Baxter padece un trastorno psicosexual: es un sádico; su personalidad no está afectada en la vida normal, pero cuando se encuentra en excitación sexual, su conciencia se rebaja y afloran sus tendencias sádicas. Además estaba influido por el alcohol, la fatiga y el cambio de horario. Otro perito psicólogo, propuesto por la acusación, sostiene que la conciencia de Baxter no estuvo obnubilada y que los efectos del alcohol y los cambios de horario no influyen en los hechos. El juicio concluye hoy.

Baxter «es un sádico que debió hacer una fuerza sobrehumana», dicen los forenses
Carlos Aguilera – Ya

25 de junio de 1988

«¡Asesino, criminal! Los americanos sólo venís a España a matar a nuestros hijos». Con estas palabras se expresaron ayer airadamente los familiares de Rufina Sanz Caviedes y los padres del joven asesinado por un norteamericano en el concierto del grupo Scorpions durante la vista oral que se inició contra el ingeniero David Baxter Noyes, que compareció ante el tribunal acusado de estrangular y mutilar a una prost*t*ta en el hotel Miguel Angel, de Madrid, el 3 de marzo de 1987. El procesado manifestó que «no soy consciente de haber asesinado a Rufina».

Cuando el presidente del tribunal hizo sonar su campanilla, a media mañana de ayer, para anunciar un descanso en la vista oral iniciada contra el ingeniero norteamericano David Baxter, acusado de asesinato y profanación de cadáver, los familiares de Rufina Sanz, la victima, y los padres del joven asesinado por un soldado norteamericano durante un concierto en Madrid del grupo Scorpions, comenzaron a increpar, desde los asientos del público, al procesado, a quien llamaron a voces «asesino y criminal», produciéndose un pequeño altercado entre los asistentes, que finalmente fue resuelto por los agentes de la Guardia Civil, que desalojaron la sala.

David Baxter Noyes se había sentado, a las once y cuarto de la mañana, en el banquillo de los acusados, con las manos esposadas. El juicio, que despertó una gran expectación en el Palacio de Justicia, se inició con la intervención de la representante del ministerio público, que interrogó al procesado. Este contó en todo momento con la intervención de un traductor.

El norteamericano acusado de estrangular a Rufina Sanz refirió a la fiscal que la noche del 2 de marzo del pasado año bebió «unas tres jarras de cerveza entre tres amigos, tres o cuatro cervezas más y dos pacharanes en el pub El León Rojo», del que salió sobre la una de la madrugada con la intención de tomar un taxi que le llevara al hotel Miguel Angel, en el que se había alojado.

«En ese momento observé a una mujer que con gestos me insinuó lo que quería, estaba claro» Después se dirigieron al citado hotel, donde Baxter recogió en recepción las llaves de la habitación 541, en compañía de Rufina. Ambos subieron a la habitación, aunque Baxter salió inmediatamente para cambiar dinero en el hotel, «mientras que Rufina se quedó en el baño».

Al regresar a la habitación, el norteamericano se desnudó y se sumergió en la bañera junto a ella, «aunque no tuvimos relación sexual». Luego, según declaró el acusado, inició una discusión con Rufina a causa del dinero, ya que ella le iba arrebatando los billetes que él le iba mostrando y hasta trató de quitarle la cartera. Entonces Baxter le pegó un puñetazo en la nariz que le hizo sangrar. A partir de ese momento, el procesado manifestó que no recuerda nada.

En cuanto a una maleta con objetos para prácticas sádicas, que fue hallada por los funcionarios del Grupo de Homicidios de la Policía en su habitación, Baxter dijo que la trajo a España no con el fin de utilizarlos, sino para mostrárselos a sus amigos y comentar cosas». Todos esos objetos, muñequeras con pinchos, pinzas y cinturones para las prácticas sadomasoquistas, fueron expuestos ante el tribunal como piezas de convicción, junto a numerosas revistas y toallas ensangrentadas.

Por su parte, los cuatro médicos forenses que declararon en el juicio coincidieron en señalar que el procesado «no recuerda nada de lo sucedido», y añadieron que Baxter «sufre una amnesia lagunar, no recuerda nada del crimen y además no finge».

Los primeros médicos en declarar, Modesto Martínez y Gregorio Arroyo, que practicaron la autopsia a la prost*t*ta asesinada, afirmaron que el autor del crimen «partió el cuello a Rufina y debió de hacer una fuerza brutal, casi sobrehumana».

Explicaron que la mujer sufrió golpes y lesiones en la ceja, nariz y boca, previas a su muerte y que, probablemente para acallar los gritos de este mal trato, el norteamericano la estranguló con su pie calzado ejerciendo enorme fuerza y varios golpes.

Los médicos psiquiatras y forenses José Antonio García Andrade y Fabriciano Jiménez Cubero, que realizaron un informe psiquiátrico del acusado, afirmaron que Baxter padece un «trastorno psíquico-sexual. Es un sádico, pero su inteligencia, su educación y su condición social hacen que este sadismo no haya aflorado hasta el día que comete el crimen. En ese momento su conciencia se estrecha y su voluntad se relaja y aparece el sadismo mayor que le lleva a cometer hasta un acto de «canibalismo metafórico, como fue arrojar los pezones de Rufina por el inodoro, ya que es un sádico oral y utiliza las cañerías del hotel como si fueran sus propios intestinos».

Suspendido el juicio por el asesinato de una prost*t*ta
El País Madrid

26 de junio de 1988

El juicio que se sigue en la Audiencia Provincial de Madrid contra el Ingeniero norteamericano David Baxter Noyes, por el asesinato y mutilación de la prost*t*ta Rufina Sainz Caviedes, fue suspendido ayer al no comparecer dos de las testigos. Se trata de María Pla de Miguel y María Visitación de Miguel García, que ocupaban la habitación contigua a la del norteamericano, donde ocurrieron los hechos en la madrugada del 3 de marzo de 1987, en el hotel Miguel Ángel de Madrid.

Sí acudieron a declarar ayer dos empleados y dos policías que habitualmente se encuentran en este hotel, y que practicaron la detención de David Baxter. También compareció ante el tribunal el fontanero que desatascó el inodoro de la habitación donde se cometió el crimen.

Un fontanero declara que halló los pechos de Rutina en el inodoro
Ya

26 de junio de 1988

Un fontanero del hotel Miguel Angel, en una de cuyas habitaciones fue estrangulada y mutilada Rufina Sanz Caviedes, a manos del ingeniero norteamericano David Baxter Noyes, declaró ayer, en el juicio que se sigue contra el acusado en la Audiencia Provincial de Madrid, que días después del crimen extrajo del inodoro de la habitación 541, ocupada por el procesado, los pezones de la víctima, que habían sido envueltos en algodón.

Al término de la sesión, los magistrados del tribunal decidieron la suspensión de la vista oral hasta el próximo viernes, a causa de la incomparecencia de dos testigos, dos mujeres que ocupaban la habitación contigua y que, según la Policía, escucharon los gritos de una mujer.

En la sesión de ayer del juicio que se sigue contra David Baxter, acusado de asesinato y profanación de cadáver, el fontanero del hotel Miguel Angel, Julio Hernández Rodino, declaró al tribunal que cuando le avisaron de la existencia de una avería en la habitación 541 del hotel, días después de haberse cometido el crimen de Rufina Sanz Caviedes, procedió a desatascar el retrete, momento en el que encontró unos algodones que envolvían unos pezones seccionados, que más tarde se comprobó pertenecían a la víctima.

Rufina Sanz había sido asesinada la madrugada del 3 de marzo del pasado año, cuando acompañó al norteamericano David Baxter a su habitación del citado hotel madrileño, donde el procesado le dio muerte, produciéndole una tremenda herida desde la vagina al ombligo, además de seccionarle los pezones.

En su declaración, el fontanero aseguró que también había encontrado unas bragas, una cartera, unas pastillas, un preservativo, una compresa y unos pendientes rojos durante la reparación que efectuó en la citada habitación.

Según comprobaron posteriormente los Funcionarios del Grupo de Homicidios de la Policía madrileña, todo ello era propiedad de Rufina Sanz, quien se había despojado de toda su ropa y sus pertenencias al llegar al alojamiento, donde se bañó.

Toalla ensangrentada
Por su parte, el director del hotel Miguel Angel, José Luis Torres, relató a la sala que a las cinco y diez de la madrugada del día 3 de marzo del pasado año le despertó un empleado para informarle que había encontrado el cadáver de una mujer en el patio del establecimiento hostelero.

El señor Torres manifestó que inmediatamente dio aviso del hecho a la Policía, y que acompañó posteriormente a los funcionarios de Homicidios hasta la habitación que ocupaba el norteamericano David Baxter Noyes, que había llegado a nuestro país como ingeniero de la empresa MacDonnell Douglas [McDonnell Douglas] en relación con el programa FACA (futuro avión de combate).

José Luis Torres agregó que Baxter se negó a abrir la puerta «porque decía que se estaba duchando, y tuve que utilizar la llave maestra». Sin embargo, según prosiguió el director del hotel en su relato, el norteamericano tenía echada la cadena en la puerta, por lo que tuvieron que esperar hasta que David Baxter se decidió a franquearles la entrada, «envuelto con una toalla por la cintura y con otra que ocultaba y que tenía manchas de sangre».

El director del citado hotel agregó que el ingeniero no estaba borracho y que se encontraba muy tranquilo, incluso cuando le comunicaron que estaba detenido. También indicó que pudo comprobar cómo el cuarto de baño había sido fregado. «al menos dos veces», según dijo el señor Torres

Durante la sesión de ayer sábado declararon también los tres policías que participaron en detención de Baxter. Estos señalaron que el norteamericano afirmaba que no sabía nada del asesinato de la prost*t*ta cuando le preguntaron sobre el hallazgo del cadáver de Rufina, y que pudieron observar cómo había restos de sangre entre las dos camas de la habitación, que se encontraba en completo orden y sin signos de violencia alguna.

Objetos sádicos
Los funcionarios de Homicidios ratificaron también que Baxter se encontraba tranquilo y que sobre una silla vieron un maletín con diversos objetos para prácticas sexuales sadomasoquistas, entre los que se encontraba una cadena con dos pinzas en sus extremos, unas muñequeras con pinchos y un cinturón de las mismas características, además de varias revistas de temas sadomasoquistas.

Al término de la sesión de ayer, los magistrados de la Sección Primera decidieron la suspensión de la vista hasta el próximo viernes, debido a la incomparecencia de dos testigos, dos mujeres cuyo testimonio es considerado «fundamental» por el letrado de la acusación popular, Fernando Salas, presidente de la Asociación contra la Tortura, personada en esta causa.

Estas dos testigos son María Pla de Miguel y María Visitación de Miguel García, que la madrugada en que fue asesinada Rufina Sanz ocupaban la habitación contigua a la 541, en la que se alojaba David Baxter.

Ambas mujeres declararon en las diligencias tramitadas por la Policía que a las tres de la madrugada del 3 de marzo de 1987 escucharon gritos de mujer, por lo que avisaron a la recepción del hotel. Un empleado y un vigilante del mismo recorrieron entonces la planta del hotel donde se habían escuchado los gritos, sin descubrir nada sospechoso.

Dos horas más tarde, el cuerpo de Rufina Sanz fue arrojado, sin vida y ensangrentado a causa de las mutilaciones y heridas, al patio interior del establecimiento hotelero.

Para el próximo viernes está previsto que quede visto para sentencia el juicio tras la lectura de las conclusiones provisionales de todas las partes. Mientras el ministerio público solicita veinte años de cárcel para Baxter y las acusaciones la pena máxima de treinta años, la defensa pide la absolución del acusado al calificar los hechos como un delito de asesinato con la eximente completa de trastorno mental transitorio, basada en los informes emitidos por los forenses.

Visto para sentencia el juicio contra el ingeniero estadounidense acusado de asesinar a una mujer
José Yoldi – El País

2 de julio de 1988

Dos testigos oyeron gritos de auxilio desde la habitación contigua del hotel donde mataron a una prost*t*ta.

El juicio contra el ingeniero de la empresa McDonell Douglas [McDonnell Douglas] David Baxter Noyes, de 29 años, acusado del asesinato de la prost*t*ta Rufina Sanz Caviedes, de 35, quedó ayer visto para sentencia. En la sesión final, dos mujeres que ocupaban la habitación de al lado en el hotel Miguel Ángel de Madrid, donde ocurrieron los hechos, declararon ayer que oyeron los gritos de auxilio.

María Vísitación de Miguel García y su hija María Sonsoles Plá de Miguel, que la noche del 2 al 3 de marzo de 1987 se encontraban alojadas en la habitación contigua a la que ocupaba el ciudadano estadounidense, testificaron ayer en el juicio que a las tres de la madrugada oyeron una voz femenina que gritaba: «¡Socorro, auxilio, ayúdenme!».

Las dos mujeres relataron que sabían que eran las tres de la mañana porque miraron la hora y telefonearon a la recepción del hotel para avisar de los gritos. Después volvieron a acostarse y al poco rato oyeron cómo en la habitación de al lado tiraban repetidamente de la cadena del retrete.

Madre e hija precisaron que creían recordar que habían oído un golpe seco sobre las cinco de la mañana, que podría coincidir con la caída de la prost*t*ta desde la ventana.

Baxter, para el que el fiscal pide 20 años de cárcel por asesinato con la atenuante de trastorno mental transitorio, estuvo como en las jornadas anteriores inalterable, elegante y frío, y no quiso decir nada cuando el presidente, acabado el juicio le preguntó si tenía algo más que añadir en su defensa.

Conciencia de sádico
La fiscal, Julia del Rosal, relató el proceso que siguió Baxter para estrangular a Rufina Sanz; cómo, a su entender, le quemó los pezones con un cigarrillo cuando todavía estaba viva, le seccionó los pechos y el s*x* después de muerta y, posteriormente, la arrojó por la ventana. La fiscal considera que el ingeniero no es un enfermo mental, es consciente de que es un sádico y le gusta tener placer sexual causando dolor a su pareja.

En su informe, la fiscal admite que Baxter pudo sufrir un trastorno mental en el momento del crimen, pero estima que se dio cuenta de cómo sufría su víctima cuando la mataba. Añadió que en buena medida era consciente puesto que trató de borrar las huellas de sangre, deshacerse de las ropas de Rufina y fabricarse una coartada, aunque con muchas contradicciones.

La fiscal concluyó que Baxter era responsable de sus actos aunque su imputabilidad estaba disminuida. Sugirió al tribunal la posibilidad de sustituir parte de la pena que se le imponga por un tratamiento médico adecuado.

Los acusadores, Juan José Blasco, en representación de la familia de la fallecida, y Fernando Salas, que ejerce la acción popular en nombre de la Asociación contra la Tortura, solicitaron penas de 30 años por asesinato y de seis meses por la profanación del cadáver.

Ambos se refirieron al ensañamiento con que Baxter prorrogó de forma cruel e innecesaria el sufrimiento de su víctima, cuando todavía estaba viva. Agregaron que su mente no estaba trastornada y que se excitó con los objetos sadomasoquistas que el propio ingeniero se había traído en una maleta desde Estados Unidos.

Salas calificó a Baxter como simulador y afirmó que ha mentido en todo momento. Puso de manifiesto su peligrosidad y recordó el informe de los forenses, según el cual, Baxter puede repetir su crimen con mayor facilidad. Por último recordó que una persona de sus características, con un sueldo en España de 600.000 pesetas al mes, no puede ser insolvente, y pidió que se indemnice con 30 millones a la hija de la fallecida.

El defensor, Gonzalo Rodríguez Mourullo, reconoció los hechos, pero pidió la absolución por entender que el trastorno mental de Baxter le incapacitaba para ser responsable de sus actos

La paradoja
José Yoldi – El País

2 de julio de 1988

El caso del sádico David Baxter Noyes ha puesto de manifiesto las contradicciones del derecho. Los forenses y peritos psiquiatras han explicado al tribunal que el norteamericano es un individuo sumamente peligroso y que, debido a su personalidad sádica, puede repetir en cualquier momento una acción como la que causó la muerte a la prost*t*ta Rufina Sanz, a la que estranguló, profanó el cadáver y lo arrojó por la ventana de su habitación.

Sin embargo, los peritos no coinciden sobre si Baxter era consciente y, por tanto, responsable de sus actos. Cuatro de ellos consideran que tenía las facultades mentales muy disminuidas, mientras que un quinto, asegura que el ingeniero finge la amnesia y que es perfectamente imputable.

Todos ellos están de acuerdo en que no es un enajenado, esto es, que no está loco todo el tiempo, sino sólo en los momentos de excitación sexual, por lo que no tiene sentido internarlo permanentemente en un psiquiátrico, del que, por otra parte, una persona de gran inteligencia, como él, no tendría ningún problema para escaparse cuando quisiera.

Se da entonces la paradoja de que la sociedad no puede dejar en libertad a Baxter porque es un individuo muy peligroso, pero al mismo tiempo, su responsabilidad, según la mayoría de los peritos, está muy disminuida por lo que la condena tendría que ser leve, y por tanto quedar pronto en libre.

David Baxter: «No hablo con nadie, solo leo»
Gonzalo Goicoechea – Interviú

4 de julio de 1988

«He aceptado hablar con ustedes porque temo que, si me niego, escriban un artículo contra mí. La única condición es que no me pregunten nada sobre el caso, porque de eso no quiero hablar».

Así comenzaba David Baxter Noyes, ciudadano norteamericano, la entrevista que, tras mucho pensárselo, concedió a Interviú pocos días antes del inicio del juicio, el pasado viernes, en el que se le acusa del asesinato y profanación del cuerpo de Rufina Sanz Caviedes, una prost*t*ta que ejercía su oficio en la zona madrileña de Cuzco.

Todos los que estos últimos meses han tratado con David Baxter coinciden al resaltar su carácter frío, introvertido y poco comunicativo. Los policías que lo detuvieron, los abogados de la defensa, los psiquiatras y los funcionarios de la prisión madrileña de Alcalá-Meco, donde se encuentra desde hace dieciséis meses, es lo primero que cuentan. En estos meses de cárcel apenas ha cruzado palabra con nadie.

Baxter lo achaca al problema de la lengua y dice sufrir esa soledad que tanto sorprende: «Me siento muy solo, aislado. Durante mucho tiempo sólo he hablado con mi abogado sobre lo que está pasando, con nadie más. Realmente me siento aislado».

Niega que no quiera hablar con los demás presos: «El problema de la lengua es importante. Entiendo un poco el español, algunas palabras, preguntas simples que se hacen unos a otros, como déjame el periódico y cosas así. Pero es muy difícil mantener una conversación. Y luego, la mayoría de los que están aquí, no todos pero sí la mayoría, aunque fueran americanos, no tienen muchas cosas en común conmigo. Estaría encantado de que aquí hubiera alguien con quien poder charlar, alguien que tuviera una preparación similar para poder hablar de nuestras cosas».

Soluciona Baxter el problema leyendo libros de todo tipo, novelas, ensayos de divulgación científica, libros que le consiguen los funcionarios de la embajada norteamericana. «Estuvieron aquí los de la embajada y me preguntaron en qué podían ayudarme. Pero no pueden ayudarme. Así que volvieron y me trajeron libros».

Tiene un rostro de rasgos infantiles, a pesar de la barba fuerte, correctamente afeitado. Es más bien bajo y viste un chándal gris que hace más menudo su cuerpo. Como buen estadounidense su voz suena de un modo nasal. No sonríe. Pero no rehuye la mirada, aunque la incomodidad del locutorio le obliga a bajar la cabeza constantemente para hacerse entender.

Buena chica, pobre chica
¿Miraría así la noche de autos? La madrugada del 3 de marzo de 1987 queda ya lejos. Pero David Baxter, entonces de veintiocho años, no la olvidará fácilmente. Tampoco los agentes del grupo de homicidios que a aquellas horas estaban de guardia. Lo especial del caso hace que éstos recuerden todo con precisión.

Una llamada telefónica les avisó de que una mujer yacía muerta en el patio del madrileño hotel Miguel Angel. Los agentes se dirigieron al lugar. Había nerviosismo en el lujoso establecimiento, y los empleados, preocupados por no alarmar a la clientela, apenas podían disimular su inquietud. Los agentes pasaron al patio.

Efectivamente; junto a una gran maceta de flores estaba el cuerpo de una mujer. Aparentemente, pensó el agente G, -cuyo nombre omitimos a petición del interesado-, se trata de un su***dio. Un pequeño charco de sangre junto al cadáver desnudo. Pero al volver el cuerpo los agentes se dieron cuenta de que el caso no era tan sencillo.

El horror de la imagen les dominó breves instantes: los pezones de la mujer estaban cortados y el s*x* parecía desgarrado por una profunda herida que alcanzaba hasta el ombligo; tenía hematomas, rasguños y otras heridas menores.

Superada la repugnancia, casi sin hablarse, los agentes estuvieron de acuerdo en que se trataba de un caso especial. Un asesinato distinto de los cincuenta o sesenta que se producen al año en nuestro país.

Cuando el agente G. examinó más detenidamente el rostro de la muerta, reconoció a «La Rufi», una prost*t*ta a la que en sus tiempos de destino en la comisaría de la calle de la Luna había visto detenida más de una vez; detenciones sin importancia, por redadas y cosas así.

Por entonces, «La Rufi» buscaba clientes por la zona de Ballesta. Después se la encontró algunas noches por los aledaños de la Castellana.

Sí, era una buena chica «La Rufi» y, sin embargo, ahí estaba, muerta, con su cuerpo mutilado. El agente G. sintió pena, no demasiada, pues el oficio endurece y, al fin y al cabo, no era más que una pobre «lumi». Volvió a examinar su rostro ensangrentado, un rostro de rasgos toscos, ordinarios, alejados de los cánones que definen la belleza; el rubio teñido, de tan evidente, no ayudaba a mejorarlo.

Rufina Sanz se dedicaba a la prostit*ción porque quizá no sabía hacer otra cosa y la vida se le había puesto muy dura. Había nacido en Pedrajas de San Esteban, un pueblo de la provincia de Valladolid. De familia jornalera, se casó joven con Teodoro, con quien tuvo una hija. Enseguida el matrimonio se rompió.

Según Fernando, un taxista sesentón, amigo-amante-chulo, «La Rufi» no valía para el oficio porque le faltaba picardía. Según algunas compañeras de penas y profesión lo que le había pasado era previsible «porque la clase de vida que llevaba no era buena; le gustaba demasiado el bingo y robar a los clientes». Otras amigas, sin embargo, declararían que no, que nunca había robado.

El americano impasible
Pero todos esos datos y declaraciones se conocerían después, cuando el caso saltó a las páginas de la prensa. El agente G. al recordar los hechos, niega que «La Rufi» se dedicara a levantarles la cartera a los clientes. Al menos, no habitualmente. «Si hubiera tenido esa costumbre, alguna vez habría sido denunciada. Pero nunca tuvo problemas. En el mundo de los bajos fondos se miente mucho», afirma.

Recuerda el agente G. que las pesquisas para dar con el supuesto asesino fueron sencillas. Su compañero y jefe corrobora sus palabras. Dado el ángulo de caída del cuerpo, varias habitaciones quedaron enseguida descartadas como lugar del crimen. También los cuatro primeros pisos, porque, según los empleados del hotel, habían sido desalojadas esa misma noche, ya que se habían utilizado para un certamen de moda.

El cerco se estrechaba. Sólo había que examinar una parte de los pisos quinto y sexto. Repasaron la lista de clientes. El portero dio la pista definitiva. El norteamericano de la 541 había subido hacía unas horas con una rubia de la calle que se parecía mucho a la víctima.

Los agentes se dirigieron al piso quinto, acompañados por un empleado que hablaba bien el inglés. Había más datos que señalaban al norteamericano como presunto autor: los clientes vecinos de la 541 habían protestado por los extraños ruidos que salían de la habitación y por un prolongado e insistente llanto, semejante al de un niño.

Los policías llamaron a la puerta. Unos segundos de espera, las armas preparadas, por si acaso. «Abran, es la policía». Y el empleado traducía al inglés. Por fin se abrió la puerta, aunque no del todo. Por la rendija, defendido por la cadena de seguridad, apareció David Baxter Noyes. Tenía el pelo mojado y, desnudo, se cubría sus partes con una toalla.

Dijo que no entendía. El empleado le explicó que era la policía. Insistió que no entendía. Los agentes comenzaban a ponerse nerviosos. Finalmente se abrió la puerta. En el interior de la habitación había pruebas evidentes y acusadoras: manchas de sangre, una toalla también con sangre, una libreta de ahorro a nombre de Rufina Sanz, las ropas de ésta.

Sin embargo, ni en esa primera inspección ni en otras más concienzudas se encontraron los pezones que le faltaban al cadáver. Se descubrieron días más tarde en las cañerías, cuando el fontanero las revisó, pues la cisterna no funcionaba bien. Un pequeño fallo sin importancia ése de no examinar los desagües.

David Baxter Noyes estaba tranquilo, increíblemente tranquilo, como nunca habían visto los agentes. Lo trasladaron a una habitación contigua para un primer interrogatorio, vestido todavía tan sólo con la toalla humedecida.

Su versión era muy sencilla: esa noche había salido con otros compañeros de trabajo, técnicos como él de la McDonnell Douglas, a tomar unas copas. Sobre las dos de la madrugada ligó con Rufina y subió con ella a la habitación del hotel. Tuvieron una pequeña discusión. Y luego, nada más, un espacio en blanco hasta que, de pronto, la policía había llamado a la puerta.

Negó entonces, y lo sigue negando, que él hubiera matado a la chica. Los psiquiatras dan razones técnicas para tal olvido en el informe pericial del sumario, pero dicho informe tardó varios meses en ser elaborado. En la madrugada del 3 de marzo del año pasado los agentes del grupo 10 de homicidios sólo veían un americano impasible que negaba los hechos, a pesar de haber encontrado tanta pruebas en su contra.

Le dijeron que se vistiera y se lo llevaron a la Dirección General. Su actitud no cambió. Entre otras pruebas, se fotografió y se guardó un maletín de objetos sadomasoquistas, nada que no se vea en cualquier sex-shop: látigos, cadenas, bragueros y unas pinzas enlazadas por una cadena para enganchar los pezones y tirar. Según el forense, hay que tirar mucho para arrancar los pezones.

Baxter, ingeniero técnico, trabajaba en el programa FACA, el de los trescientos o cuatrocientos mil millones. Nació en San Luis, en los Estados Unidos y, según todos, hasta los funcionarios de prisiones, es un chico muy listo.

Pero no recuerda que aquella triste madrugada matara a «La Rufi». Y duerme tan tranquilo, sin ayuda de pastillas ni nada por el estilo. Ha pasado más de quince meses en la cárcel de Alcalá-Meco sin apenas comunicarse con nadie.

En espera de la sentencia
Los días anteriores al juicio los funcionarios no observaron ningún cambio en el comportamiento de Baxter. Él esperaba con la tranquilidad de siempre. «Un par de veces algunos que están estudiando en la cárcel me han hecho preguntas técnicas de matemáticas y cosas así. Pero claro, cuando la gente tiene una cultura distinta no tienes muchas cosas en común con ellos y es difícil mantener una conversación», dijo Baxter a Interviú.

Según convenio entre España y Estados Unidos, los norteamericanos condenados en España pueden cumplir la pena en su país de origen si así lo solicitan y si lo aceptan los tribunales.

Baxter no ha tomado ninguna decisión al respecto: «Hay muchas preguntas que antes del juicio no tienen respuesta. No sé tampoco a qué prisión americana me enviarían. Lógicamente, sería mejor para mí una cárcel que estuviera cerca del hogar de mi familia. Aquí, por ejemplo, los españoles tienen mucha ayuda de sus familias. Les envían ropa, comida, muchas cosas. Yo, al estar tan lejos del hogar, no recibo nada. Pero, ya le digo, sin conocer la sentencia, no puedo pensar en el futuro».

Quizá esta misma semana se haga pública la sentencia, y entonces Baxter pueda planificar su vida. Según los psiquiatras, puede ser sincera su negativa a reconocerse autor de la muerte de Rufina Sanz, puede ser cierto que realmente no recuerda nada, una especie de amnesia.

El fiscal calificó los hechos como un asesinato cualificado por la circunstancia de ensañamiento y apreció un atenuante eximente incompleta. Su petición: veinte años de reclusión menor por delito de asesinato y, por profanación de cadáver, dos multas de treinta mil y quince mil pesetas con arrestos sustitutorios de treinta y quince días.

El abogado defensor pidió la absolución por enajenación completa y, alternativamente, solicitó la calificación de los hechos como homicidio con el mismo eximente incompleto del fiscal. Este pidió también una indemnización para los herederos de quince millones de pesetas. El defensor dice que Baxter es insolvente.

Días antes del juicio, algo más de quince meses después de los hechos, David Baxter no quiere hablar del caso. Siempre vigilante, su negativa no admite resquicios: «Entiendo que a usted le interesen ese tipo de preguntas. Pero no puedo decir nada».

Pero hay otro dato del que tampoco quiso hablar. A los pocos días de su detención, la policía norteamericana pidió a la española cuantos datos tuviera sobre Baxter porque sospechaba que también pudiera ser el autor de la muerte y mutilación de otra prost*t*ta, esta vez en Estados Unidos. El cadáver de la norteamericana fue encontrado con los genitales cortados en una zona rural cercana a San Luis, ciudad natal del sospechoso.

Unos agentes del FBI de la base de Torrejón le fueron a visitar a la cárcel de Alcalá-Meco hace tan sólo dos o tres semanas. Fue una visita incómoda.

También su padre le visitó hace bastante tiempo. Pasó una semana en Madrid. Baxter hijo se mostraba contento con su comportamiento: «Sí, he tenido una gran ayuda de mi familia».

El «flash» del fotógrafo se refleja en el cristal del locutorio y Baxter pone un gesto raro. Sin perder la frialdad, remata: «Para ser honesto, no creo que nada de lo que me ha preguntado me sirva de ayuda. Pero sí podría poner a la gente en mi contra. Por eso he aceptado la entrevista. Puede usted decirme que va a escribir todo tipo de cosas buenas sobre mí, pero yo no lo sé, no le conozco. Usted puede escribir un artículo jugando con mi vida. Espero que no escriba contra mí».

Y nos despedimos. Se da la vuelta y se marcha. ¿Será escribir contra el acusado recordar que Rufina Sanz, put* callejera, murió una fría mañana de marzo por asfixia según la autopsia, y que sus ropas y su sangre estaban en la habitación del sospechoso?

Condenado a 20 años de cárcel el ingeniero norteamericano que estranguló a una prost*t*ta
José Yoldi – El País

12 de julio de 1988

La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a 20 años de cárcel a David Baxter Noyes, ingeniero norteamericano de McDonnell Douglas, por haber estrangulado a la prost*t*ta Rufina Sanz Caviedes en un hotel de Madrid. Baxter, después de matar a la mujer, profanó su cadáver con diversos ritos sádicos y la arrojó por una ventana.

El tribunal ha fijado una indemnización de 20 millones de pesetas destinados a la educación y mantenimiento de la hija de la víctima, que ha quedado en una precaria situación económica. El tribunal ha calificado los hechos como asesinato con el atenuante de trastorno mental transitorio.

Los magistrados, que consideraron también culpable al ingeniero de un delito de profanación de cadáveres, declararon probado que Baxter, de 31 años, estuvo bebiendo con unos amigos la noche del 2 de marzo de 1987. Cuando de madrugada se quedó solo, se puso en contacto con Rufina Sanz, de 35. Ambos se desplazaron al hotel Miguel Ángel de Madrid, donde Baxter, a pesar de tener unas 10.000 pesetas, cambió un cheque de 100 dólares. Tras darse un baño en la habitación, ambos discutieron sobre los servicios que debía prestar la prost*t*ta y el precio de los mismos.

La sentencia precisa que en ese momento afloraron «las pretensiones sádicas del cliente, quien había viajado desde EE.UU. provisto de una serie de objetos propios de tales prácticas y revistas ilustrativas sobre el tema».

El tribunal establece que Baxter golpeó a Rufina en la discusión pero que finalmente ella accedió a la relación sádica, tumbándose en el suelo y consintiendo que Baxter le aplicara su zapato en el cuello, tal y como figuraba en una de las revistas de contenido sado que el norteamericano había traído.

Cuando la presión del pie aumentó, Rufina pidió auxilio a gritos, pero Baxter le aplastó la laringe de forma brutal, causando su asfixia. Seguidamente, el ingeniero seccionó el s*x* y los pezones de su víctima, y los arrojó por el retrete. Finalmente, lanzó el cadáver por la ventana de la habitación.

Baxter padece un trastorno psicosexual, cuyo rasgo principal consiste en producir sufrimiento físico o psicológico para conseguir placer sexual, llegando a causar la muerte.

El tribunal, que califica de «brutal crimen y aberrantes prácticas» lo sucedido, considera que Rufina se doblegó a las prácticas sádicas por su precaria situación económica, y que en el momento de su muerte estaba tumbada boca arriba, postura que tuvo que adoptar voluntariamente, ya que no existen síntomas de que hubiera sido atada.

La sentencia puntualiza que Baxter ocultó sus propósitos hasta que tuvo a su víctima a sus pies, totalmente sometida e indefensa. Entonces la sorprendió dando «rienda suelta a sus instintos sádicos».

El fiscal pidió 20 años por asesinato y multas de 30.000 y 15.000 por la profanación, con la eximente incompleta de trastorno mental transitorio, y 15 millones de indemnización, mientras que las acusaciones de la familia y de la Asociación contra la Tortura pidieron 30 y seis años, respectivamente, con 30 millones de indemnización, por considerar que no hay eximente.

Por su parte, la defensa solicitó la libre absolución y alternativamente un año y dos millones de indemnización por homicidio con la atenuante de trastorno mental transitorio.

El tribunal ha ordenado que se investigue la situación económica de David Baxter, ya que ha declarado poseer 42.141 pesetas, dinero a todas luces insuficiente para hacer frente a la indemnización, pero los magistrados no aceptaron la insolvencia del procesado, que tiene un sueldo en España de 600.000 pesetas al mes.

Personalidad sádica
El País

12 de julio de 1988

La sentencia dictada ayer por la Audiencia Provincial de Madrid considera que David Baxter, que estranguló el 2 de marzo de 1987 a una prost*t*ta en Madrid y mutiló su cadáver, padece un trastorno psicosexual cuyo rasgo esencial es la necesidad de infligir sufrimiento físico o psicológico para experimentar placer sexual.

Este hecho, y el de que Baxter había ingerido bebidas alcohólicas, dio lugar a que el procesado «tuviera la conciencia estrechada en esos momentos y su voluntad impulsivamente dirigida por los instintos y tendencias, lo que originó que sus facultades volitivas e intelectuales se encontraran muy disminuidas».

El fallo, que condena a Baxter Noyes a 20 años de prisión, se fundamenta en el dictamen de los psiquiatras, que negaron que éste simulara su amnesia respecto de lo sucedido en la habitación del hotel Miguel Ángel, de Madrid, después de discutir con la prost*t*ta.

La consecuencia jurídica de esta perturbación es que el tribunal aplica la eximente incompleta de transtorno mental transitorio, que reduce sensiblemente la pena por los delitos de asesinato y profanación de cadáver.

Baxter Noyes no recordó en el juicio nada de lo ocurrido desde que llegaron a la habitación del hotel hasta que, a la mañana siguiente, la policía fue a la habitación para detenerle. Para el tribunal, es de aplicación la eximente incompleta de transtorno mental transitorio por la personalidad sádica de Baxter y el alcohol ingerido, como lo demuestra la «burda maniobra» de arrojar el cadáver por la ventana, si con eso quería eliminar su vinculación con el crimen.

El Supremo confirma la condena de David Baxter por la muerte de una prost*t*ta
EFE

24 de junio de 1989

El Tribunal Supremo ha confirmado la condena de 20 años de prisión impuesta por la Audiencia Provincial de Madrid al norteamericano David Baxter por el asesinato y mutilación de una prost*t*ta, Rufina Sanz, en un hotel de Madrid, el dos de marzo de 1987. La sala segunda del Supremo ha desestimado el recurso de casación interpuesto por la defensa, al considerar que no se infringió el principio de presunción de inocencia.

Rufina Sanz, de 35 años, subió a la habitación de Baxter, al que antes había conocido en un mesón de la capital. Tras darse un baño juntos «afloraron las pretensiones sádicas del cliente», según la sentencia de la Audiencia, que añade que Baxter, ingeniero de la empresa McDonnell Douglas, había viajado desde EE.UU. con utensilios propios para prácticas sádicas.

Tras una discusión, Baxter golpeó a la víctima que, siguiendo las pretensiones del ingeniero, consintió que éste aplicase el pie calzado contra su cuello. Baxter presionó hasta aplastar la faringe de Rufina, causando su muerte por asfixia. A continuación, seccionó el clítoris y los pezones de la víctima y arrojó el cadáver por el patio del hotel.

Según el Supremo, existen pruebas en abundancia que confirman la autoría del asesinato por David Baxter.



HISTORIA CLÍNICA DE DAVID BAXTER NOYES

AUDIO – ELENA EN EL PAÍS DE LOS HORRORES – DAVID BAXTER NOYES (MIN. 78)
https://criminalia.es/asesino/david-baxter/
 
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Steven Benson

  • Clasificación: Asesino
  • Características: Parricidio - Para heredar 10.000.000 de dólares
  • Número de víctimas: 2
  • Fecha del crimen: 9 de julio de 1985
  • Fecha de detención: 22 de agosto de 1985
  • Fecha de nacimiento: 26 de julio de 1951
  • Perfil de la víctima: Su madre, Margaret Benson, de 63 años, y su hermano, Scott Benson, de 21
  • Método del crimen: Explosión de una bomba casera
  • Lugar: Naples, Estados Unidos (Florida)
  • Estado: Fue condenado a dos cadenas perpetuas (mínimo 50 años) y una adicional de 37 años por intento de asesinato e incendio el 2 de septiembre de 1986
Índice

Steven Benson
Última actualización: 6 de abril de 2015

LA EXPLOSIÓN – El coche bomba
Decidió volar en pedazos a su madre en un coche bomba. Estaba tan convencido de que el método era infalible, que no le importó acabar con toda su familia. Había tanto dinero en juego, que valía la pena eliminar a todos los herederos.

La mañana del martes 9 de julio de 1985, Steven Benson, un hombre de negocios de treinta y tres años, se marchó de su casa de Fort Myers, en Florida, y condujo 32 kilómetros hacia Naples, en el golfo de México. Se dirigía a desayunar con su madre, hermana y hermano menor, pero cuando llegó a la lujosa casa de estilo español en que vivían en Quail Creek, su familia le recibió con recelo.

Aquella mañana tenía un buen motivo para querer evitar a su madre, Margaret. Iba a tener que responder a preguntas un tanto delicadas sobre un dinero que ella le había prestado. Aun así, la noche anterior le había dicho a su hermana mayor, Carol Lynn, que les ayudaría a marcar con estacas la distribución de una casa que Margaret quería construir cerca de allí; después, insistió en que Scott, su perezoso hermano de veintidós años, les acompañara.

Al llegar a la cocina, Steven les saludó efusivamente. El abogado de su madre, Wayne Kerr, estaba en la casa, y al verle, se ofreció a salir a comprar café para el desayuno. Esta actitud contrastaba con su reciente propensión al mal humor. Sabía que su madre había llamado al letrado para que investigara su negocio, la Meridian, S. A, en el que había invertido, en tan sólo un año de funcionamiento, cerca de 250.000 dólares del dinero familiar.

Aunque en ir y volver de la tienda no se tardaba más de diez minutos, Steven regresó al cabo de una hora diciendo que se había detenido a charlar de negocios con un conocido. También mencionó que la furgoneta en la que llegó tenía poca gasolina, por lo que tuvo que coger el coche de Scott, un pequeño Chevrolet Suburban.

Poco después de las nueve de la mañana, los cuatro miembros de la familia Benson salieron de la casa con la cuerda y las estacas que necesitaban para marcar el terreno en el que iban a construir la nueva casa. Wayne Kerr se quedó para trabajar en la contabilidad de Margaret. Como la furgoneta apenas tenía combustible, iban a coger de nuevo el coche de Scott el cual, molesto porque le hubieran sacado de la cama, se sentó al volante del Chevrolet y se dio cuenta de que su hermano había quitado la llave de contacto. Mientras tanto, Steven abría la otra puerta delantera para acomodar a su madre, aunque ella aseguraba que prefería viajar atrás. Carol se colocó detrás del conductor, aunque sabía que en la parte trasera solía marearse. Antes de que nadie pudiera protestar por el sitio que Steven les había adjudicado a cada uno, el joven recordó que se había olvidado la cinta métrica en casa. Le pasó las llaves del coche a Scott y se alejó del automóvil andando rápidamente hacia la vivienda.

Carol Lynn dejó su puerta abierta para que circulara el aire, y ese pequeño detalle le salvó la vida. Mientras esperaba que Steven volviera con el metro y se sentara junto a ella, vio a su hermano menor inclinarse hacia adelante para poner en marcha el motor; después, todo se volvió naranja.

Una fuerza impresionante la empujó contra el asiento. Tenía la sensación de estar retrocediendo a toda velocidad por un túnel de fuego. Lo primero que pasó por su cabeza fue que se estaba electrocutando, entonces se dio cuenta de que el coche estaba ardiendo. Bajó la cabeza y contempló con horror cómo sus manos parecían consumirse bajo las llamas. No cesaba de preguntarse cómo podría salir del coche sin manos, pero sin darse cuenta lo consiguió. Tumbada en el suelo junto al coche, pudo ver a Scott; era evidente que estaba muerto. Steven estaba junto al porche, mirándola a través de las llamas. Cuando le llamó gritando, pidiendo ayuda, él se dio la vuelta y corrió al interior de la casa.

La explosión rompió el silencio del vecindario. Algunos hombres de negocios retirados que habían salido a dar el paseo matinal corrieron hacia allí alarmados. A través de los arbustos del jardín pudieron ver un coche ardiendo y el cuerpo mutilado de Margaret Benson tumbado sobre un matorral. La onda expansiva le había arrancado el brazo izquierdo y parte de la cabeza. Cerca de lo que quedaba del vehículo estaba su hija, con la parte derecha de la cara abrasada e intentando ponerse de pie. Uno de los vecinos se acercó para ayudarla, y en ese momento se oyó el estruendo de una segunda explosión.

Dentro de la casa, Wayne Kerr corría hacia el exterior, hacia el lugar del siniestro. Steven se cruzó en su camino con una expresión de horror en el rostro. «Llama a una ambulancia», le dijo. Entonces volvió a salir y, mientras cundía el pánico a su alrededor, se sentó a contemplar la masacre.

Los agentes del departamento del sheriff local llegaron quince minutos después de la primera explosión. Los bomberos habían apagado el fuego, y en el suelo, debajo de los restos del coche, podían verse dos grandes agujeros. Era evidente que se trataba de un caso para el Departamento Estatal de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego, más conocido como el ATF, la brigada con más experiencia en explosivos de todo el país. Un equipo de la ATF se puso a trabajar inmediatamente en el vehículo siniestrado y en la zona afectada por la onda expansiva; un total de 182,44 metros se rastrearon con cribas, rastrillos y guantes, con las palmas recubiertas de placas imantadas. Aquel mismo día encontraron suficientes fragmentos de tubos ennegrecidos por pólvora como para deducir que el siniestro fue producido por dos bombas de tubo de fabricación casera.

El teniente Harold Young, del departamento del sheriff del condado, interrogó a Steven Benson poco después sobre quién podía haber colocado el artefacto. El joven sugirió la posibilidad de que el culpable fuera uno de los individuos que negociaba con Scott. Le preguntó por qué había tardado tanto en ir a la tienda en el Chevrolet a comprar café, a lo que respondió que se había detenido a charlar con alguien de una firma local, pero que no podía recordar su nombre. Parecía estar demasiado nervioso, incluso para encenderse un cigarro.

La novia de Scott, Kim Beegle, también estuvo presente aquella mañana. A pesar de su aflicción, se dio cuenta de que había algo extraño en la ansiedad de Steven. Poco después, cuando la policía la interrogó sobre quién creía que podía ser el responsable de aquello, ella mencionó a Steven; luego le preguntaron por el motivo que pudiera tener para hacer una cosa así, ella respondió: «Motivos económicos.» Carol Lynn, sometida a varias intervenciones de cirugía plástica, no estuvo en condiciones de ser interrogada hasta tres semanas después de los asesinatos. En el hospital mantuvo una conversación con George Nowicki, un agente de la ATF que dirigía la investigación en colaboración con Young. Sus sospechas estaban claras: «Mi madre me dijo que no la extrañaría que mi hermano intentara deshacerse de ella… Mi hermano Steven, quiero decir.»

A medida que se iban acumulando comentarios sobre la culpabilidad de Steven, se iban reuniendo pruebas contra él. Pronto dejó de cooperar con Young y Nowicki. Cerca de la oficina de su sociedad, la Meridian, los dos investigadores encontraron la ferretería en la que se habían comprado los tubos empleados en la fabricación de las bombas. Era de vital importancia comprobar las huellas de las palmas de las manos del presunto asesino con las de los recibos de la tienda. Sin embargo, él se negó a que se las tomaran.

Mientras tanto, los periódicos hablaban del «blanco misterioso» que había entrado a comprar a la ferretería, y el Miami Herald daba con el paradero de un viejo conocido de Steven que aseguraba haberle visto en 1981 explosionar bombas de tubo caseras en la cancha de tenis de su casa.

Poco después, la prensa y los equipos de televisión se apiñaban alrededor de su casa de Fort Myers, donde vivía con su mujer y sus tres hijos. El arresto parecía inminente. Pero hasta que no se pudiera establecer comparación entre sus huellas dactilares y las de la persona que compró los tubos, la policía no podía hacer nada más.

El viernes, 16 de agosto, Young consiguió vencer las defensas legales del sospechoso. Para ello, empleó un procedimiento poco habitual: Se hizo con una orden de registro para poder obtener las huellas. Hubo que esperar unos días para que el laboratorio forense diera los resultados, pero, las huellas de Steven Benson coincidieron con las del cliente de la ferretería.

Le arrestaron en Fort Myers el 22 de agosto. Young y Nowicki le llevaron a Naples, donde fue acusado de dos cargos de asesinato en primer grado y uno de intento de asesinato, y se le negó una fianza. El padre de Margaret Benson, Harry Hitchcock, envió una carta al juzgado en la que decía: “Temo por mi seguridad si Steven queda en libertad. Cualquier persona capaz de asesinar a su madre es capaz de asesinar a su abuelo por la misma razón.»

Oveja negra
La compra efectuada por Steven de una furgoneta Chevrolet hecha de encargo fue un típico ejemplo de cómo estafaba a su madre. Ella le dio los 25.000 dólares que costaba el vehículo, pero él también pidió un crédito bancario por la misma cantidad para comprar un coche de la compañía. Luego ingresó el dinero concedido por el banco en el Meridian Marketing y se las arregló para que Margaret cubriera el préstamo, con lo que la señora Benson perdió 50.000 dólares más intereses. De un modo parecido, se las ingenió para malversar 250.000 dólares del pago inicial de su casa soñada. La auditora Diana Galloway demostró en el juicio que Benson había cogido personalmente unos 85.000 dólares del dinero de su madre durante el año que la Meridian estuvo en funcionamiento. En total, Margaret perdió inútilmente 247.000 dólares en la improductiva compañía de su hijo.

Steven Benson dependía excesivamente del apoyo económico de su madre y siempre permitió que ella le controlara. Hasta su vida matrimonial caía bajo el dominio materno. La enorme fortuna de la familia Benson fue la causa de muchos de los problemas de Steven, Carol Lynn y Scott. En el caso del primero, fue el origen de una envidia sin límites hacia sus hermanos y de una necesidad desesperada de conseguir cada vez más amor y más dinero de su progenitora.

Cuando los auditores amenazaron con revelar la cantidad exacta que le había robado, él no tuvo fuerza moral para asumir su responsabilidad. En lugar de hacerlo, prefirió castigar a su madre por tenerle «manía». Carol Lynn y Scott no se merecían nada, así que podían desaparecer también. No «castigó» a su madre en un arrebato de locura, fue algo premeditado con el furor de un odio concentrado.

EL JUICIO – Cuentas pendientes
La muerte de su madre podía haberle liberado de muchas obligaciones económicas además de hacerle rico. Pero tenía una cuenta pendiente. La ley le exigió un precio más alto que el que hubiera podido pagar con dinero.

En 1984, un año antes de que muriera su madre, Steven Benson fundó un negocio en el que podía aplicar su talento en el manejo de aparatos y mecanismos. Seguridad Meridian, instalaba alarmas antirrobo electrónicas en los hogares de la gente pudiente de la zona de Naples. Por fin había conseguido empezar a ganar su propio dinero.

Pero por esta época la ambición desmedida ya había acabado con su sentido común. Cuando su madre se ofreció para invertir en la compañía, él organizó una juerga de autopromoción con su dinero, encargó un elegante logotipo para la Meridian, colocó lujosos expositores en todas las ferias de muestras de la localidad y contrató un gran anuncio en las páginas amarillas. Margaret comenzó a presumir orgullosamente ante sus amigos diciendo que la sociedad era de su propiedad.

Benson también creó varias compañías dedicadas al negocio inmobiliario, al marketing y al asesoramiento legal y financiero, bautizadas todas con el grandilocuente nombre de Meridian Grupo Mundial. La gigantesca organización de la Honeywell se alarmó y encargó a su oficina de Florida que investigara todos los movimientos del que parecía ser un nuevo rival.

En realidad, Steven sólo vendió unas pocas alarmas antirrobo. Las otras sociedades permanecieron inactivas y la Meridian no salió adelante. Su madre le daba un sueldo de director que ascendía a 36.000 dólares anuales y pagaba todos los gastos comerciales sin revisar jamás las facturas. Paradójicamente, esta generosidad fue llenándole de resentimiento, ya que parecía simbolizar su impotencia y el tremendo poder que su progenitora tenía sobre él. Entonces planeó una pequeña venganza: el desfalco.

Esta fue la información previa presentada por la acusación en el caso Benson el día que comenzó el juicio en Fort Myers, Florida, el 14 de julio de 1986, donde Steven Benson se declaró inocente. El ayudante del fiscal del Estado, Jerry Brock, explicó que las relaciones familiares comenzaron a deteriorarse cuando, pasado el mes de diciembre de 1984, el abogado que Margaret tenía en Pennsylvania, Wayne Kerr, la advirtió que su fortuna, valorada en diez millones de dólares, se evaporaría en menos de siete años si no empezaba a economizar.

Desde que se trasladaron a Florida la señora Benson había comprado cuatro fincas y varios barcos y coches. Estaba pagando la formación de Scott para que alcanzara la categoría de tenista profesional, mientras se gastaba su dinero en alcohol, drogas y vestidos para sus amigas. Margaret comenzó a sospechar de su hijo Steven cuando Kerr revisó los libros de contabilidad de la compañía y le informó de que aquello era un completo desastre y las cuentas no estaban claras.

En el discurso de apertura, Brock describió detalladamente los sucesos del 8 de julio de 1985, el día anterior a los asesinatos, donde la investigación del abogado llegaba a un punto decisivo. Acababa de descubrir dos cosas sobre Steven. Por una parte, había activado en secreto una de las compañías dormidas, la Meridian Marketing, que operaba desde su propia oficina Fort Myers; por otra, se había comprado una casa en el mismo lugar. El 8 de julio, Margaret y Kerr se fueron a Fort Myers y se presentaron en las elegantes oficinas de la M. Marketing. Ella quería saber quién había financiado la reactivación de la sociedad y por qué nadie la había informado al respecto.

Siempre había exigido a sus hijos una lealtad absoluta a cambio de su generosidad. Sin embargo, su actitud dominante y posesiva acabó por destruir el primer matrimonio de Steven con sus intentos de controlar todos los aspectos de la vida de la pareja, desde la elección del hogar en que vivirían hasta el tipo de coche que conducirían o el animal que tendrían en casa.

Cuando fueron con Wayne Kerr a ver la nueva residencia del joven Benson, Margaret montó en cólera. Aquella era la casa con la que siempre había soñado y su hijo vivía en ella con una mujer a la que odiaba. Debbie, la segunda mujer de Steven, se había propuesto luchar contra el poder de su suegra y proteger a sus hijos del control matriarcal de la familia Benson. Para ello le prohibió a Margaret que viera a sus nietos. Sin embargo, su hogar estaba financiado con su dinero. Indignada, le dijo a Kerr que intentara obtener el derecho de posesión de la propiedad hasta que Steven le devolviera el dinero con que la había comprado, y más tarde habló también de desheredarle. El abogado, por su parte, estaba impaciente por enfrentarse a los libros de cuentas de la Meridian. Cuando volvieron a Naples, ella le dijo a su hijo que quería que tuviera toda la contabilidad preparada para una inspección al día siguiente.

Los libros en cuestión, actualizados precipitadamente, se encontraban en la furgoneta en la que Steven llegó a casa de su madre el día de la explosión. La aparcó tan cerca del Chevrolet que quedó cubierta de salpicaduras de sangre y restos de las víctimas.

Durante el juicio, se especuló con la posibilidad de que intentó que ardiera con la explosión, destruyendo así todas las pruebas financieras que había en su contra. También se insinuó que la segunda bomba, activada minutos más tarde, gracias a un reloj automático, iba destinada a Wayne Kerr, ya que calculó que sería el tiempo que tardaría en salir de la casa.

Al final, una auditora de la ATF, Diana Galloway, analizó las finanzas de Benson y apareció en el juzgado con gráficos que mostraban detalladamente el conjunto de las transacciones realizadas entre las diferentes cuentas del banco familiar, y puso de manifiesto la utilización de la Meridian Marketing, la empresa secreta de Steven, para desviar fondos de la empresa de su madre a las suyas. El testimonio de Galloway, junto al de Kerr y los de los miembros del personal de la compañía, consiguió demostrar que el joven tenía un buen motivo, de carácter económico, para asesinar a su madre. Además, el abogado defensor, Michael McDonnell, no pudo rebatir las pruebas forenses referentes a las huellas dactilares que le identificaban como el comprador del tubo empleado en la fabricación de las bombas.

El último gran triunfo de la acusación fue la llegada a la sala de Carol Lynn con un sombrero de ala ancha, gafas oscuras, un traje sobrio y su privilegiada belleza destruida por un montón de feas cicatrices. El emotivo relato de cuanto sucedió la mañana del crimen decidió el destino de su hermano.

Los informes que se emitían por televisión sobre el juicio sustituyeron a los seriales de las emisoras locales y comenzaron a conocerse como «Las crónicas de los Benson». En ellos se especulaba con la posibilidad de que McDonnell, con su extravagante carácter sureño, organizara una defensa estrafalaria. En realidad, iba a culpar a Scott de todo el asunto.

Poco antes del juicio hubo un montón de habladurías y chismes sobre la muerte del joven a raíz de la revelación de Carol de que Scott no era su hermano, sino su hijo ilegítimo que tuvo en la adolescencia y que adoptaron Margaret y Edward. Para él, la vida había sido una historia de excesos y desenfreno. Adicto al óxido nitroso (también conocido corno el gas de la risa), sustancia que almacenaba en grandes bombonas escondidas bajo su cama, había derrochado grandes sumas en mujeres y le había costado a su madre adoptiva una fortuna en fiestas y clases de tenis. Despilfarró el dinero de su progenitora mucho más llamativamente que Steven, y además tenía un carácter violento. El personal de servicio de la familia testificó que en varias ocasiones había agredido a Margaret y a Carol Lynn.

McDonnell podía haber tenido una buena oportunidad de hacerle parecer el verdadero asesino, si Scott no hubiera sido una de las víctimas. Como de hecho lo fue, tan sólo pudo sugerir que la turbulenta vida que llevaba le había convertido en un enemigo acérrimo de la gente con la que se relacionaba en los bajos fondos de Florida. La frecuencia con que se cometían asesinatos relacionados con el mundo de las drogas en el estado era lo suficientemente elevada como para que esta teoría pareciera al menos plausible. Sin embargo, la llamada «defensa basada en la mala fama» fracasó rotundamente, porque lo único que consiguió fue dejar abierta la posibilidad de que una persona o personas desconocidas hubieran colocado los artefactos explosivos. Los ayudantes del abogado recorrieron las zonas de mayor incidencia en las drogas en busca de historias sobre gente con la que Scott hubiera podido tener problemas. Perdieron tiempo y dinero con personajes escurridizos que tenían mucho que contar. Pero no encontraron una sola prueba definitiva que le implicara en los hechos.

Hacia el final del juicio, el caso presentado por el ministerio fiscal era irrecusable. Aun así, el jurado necesitó once horas para emitir un veredicto de culpabilidad en todos los cargos. La mitad de los miembros recomendaron la pena de muerte, pero el juez Hugh Hayes impuso dos sentencias de cadena perpetua por asesinato, y treinta y siete años por intento de asesinato y atentado con explosivos. McDonnell salió del juzgado asegurando haber conseguido «una victoria», ya que todavía no habían enviado a ninguno de sus clientes a la silla eléctrica.

En la legislación de Florida existe un estatuto llamado «Ley de los Asesinos» (Slayers Act), que impone que un asesino no puede heredar dinero de sus víctimas. Sin embargo, este tipo de criminales parten de la base de que no les descubrirán y conseguirán su propósito: hacerse ricos. Steven Benson creía que jamás podrían relacionarle con las bombas, y se convertiría en un acaudalado heredero, no en un preso común.

Las huellas
El arresto de Steven Benson se retrasó varios días, mientras la policía conseguía una muestra de sus huellas para compararlas con las huellas dactilares existentes en los recibos de la ferretería en que compró el tubo empleado en la confección del artefacto explosivo. La negativa a que le tomaran las huellas no debía de haber supuesto obstáculo alguno, ya que suele haber muestras de las huellas dactilares en los archivos policiales o militares; sin embargo, la única impresión que quedó en los recibos estaba borrosa. Es raro que en los registros se incluyan las huellas de la palma de la mano, aunque a menudo son cruciales para la investigación forense. Los recibos tenían dos muestras de “las palmas del escritor”, aquéllas pertenecientes a las partes lateral e inferior de las manos que quedan impresas al firmar en un papel. Benson dejó las suyas cuando firmó el recibo del tubo.

La bomba de tubo
El tipo de bomba que utilizó Benson se puede fabricar en menos de una hora. Se trata de un tubo de acero galvanizado de unos treinta centímetros de largo, conocido como “bobina” (o tubo de unión) porque tiene rosca en los extremos para poder unirlo a otros de mayor longitud. La bobina empleada por Steven tenía diez centímetros de diámetro. En uno de los extremos colocó una tapa de acero que compró con el tubo. Después rellenó el cilindro con pólvora negra de combustión rápida, procedente, probablemente, de cartuchos de escopeta. Selló el tubo con una segunda tapa, de modo que cuando la pólvora ardiera, la presión provocara una explosión. La bomba pesaba doce kilos y estaba conectada por un cable de conducción eléctrica similar a los utilizados en los calentadores eléctricos, que salía al exterior por un pequeño orificio abierto en una de las tapas.

La Hoja de Lancaster
Harry Hitchcock, el abuelo de Steven Benson, fue una figura relevante en la industria tabaquera americana. Su carrera comenzó en 1927, cuando compró todas las tierras del condado de Lancaster, en Pennsylvania, y las distribuyó entre los fabricantes de cigarrillos de su compañía, la Hoja de Lancaster. A mediados de los años treinta, se había convertido en la empresa tabaquera más importante del mundo. Su nieto, Steven, solía fomentar en la gente la idea de que tenía algo que ver con la Benson & Hedges. En realidad, la compañía de su familia era mucho mayor que aquella, aunque menos famosa. Harry Hitchcock no fumó un solo cigarrillo en toda su vida. Siendo ya bastante mayor se convirtió al cristianismo, donó la mayor parte de su fortuna a sus hijos y se dedicó por completo a la jardinería.

PUNTO DE MIRA – Parricidio
El parricidio es uno de los crímenes más excepcionales. Es tan insólito, que los psiquiatras no han sido capaces de entender las motivaciones que pueden llevar a un hijo a matar a su propia madre.

Las leyendas de los antiguos griegos abarcan toda la gama de posibles sentimientos, pero tan sólo nos dejaron una basada en el parricidio. A su vuelta de la guerra de Troya, un joven llamado Orestes descubre que su madre, Clytemnestra, y Egisto, su amante, han asesinado a su padre, Agamenón, y fuera de sí, el afligido joven mata a su madre.

Los griegos demostraron gran compasión hacia la dolorosa confusión mental de Orestes, y no sólo no le sentenciaron a muerte, sino que le dieron la oportunidad de arrepentirse.

A diferencia de otras relaciones que pueden finalizar o interrumpirse bruscamente, un niño pequeño no puede ignorar la existencia de su madre. Cuando ésta es posesiva o sobreprotectora, el crío puede sentirse agobiado por su presencia, y es entonces cuando, confusamente, se verá poseída por el pánico y por una sensación de que aquello perdurará siempre como una «cadena perpetua». Llegado a este punto, la única forma de escapar del control materno es la muerte.

Hay situaciones en las que el pequeño se da cuenta de que el comportamiento de su progenitora es inmoral u ofensivo, y el hecho de sentirse decepcionado y herido puede causarle tal impresión, que, como en el caso de Orestes, prefiera tener una madre muerta que el vivo recuerdo del dolor. Otro ejemplo de decepción extrema podemos verlo en el llanto para llamar la atención o en el ansia insaciable de amor o de dinero materno. El niño, incapaz de soportar el no ser correspondido, encuentra más fácil vivir sin ella. Las madres son tan fundamentales en las vidas de sus hijos que sólo la distorsión emocional más grotesca podría llevarles a matar a la persona que les dio la vida. Estos sentimientos son tan insólitos, que difícilmente pueden juzgarse o imaginarse.

Fechas clave
  • 9-VII-85 – Una bomba hace explosión en el coche de la familia Benson, en Naples, Florida. La madre y un hermano mueren, la hermana resulta herida.
  • 16-VII-85 – La policía consigue las huellas dactilares de Steven Benson, pese a los esfuerzos de su abogado por impedirlo.
  • 22-VIII-85 – Arresto de Steven Benson en Fort Myres, Florida.
  • 14-VII-86 – Comienza el juicio contra Steven Benson en Fort Myres, Florida.
  • 7-VIII-86 – El jurado le declara culpable y es sentenciado a dos condenas de cadena perpetua.


MÁS INFORMACIÓN EN INGLÉS

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Evelyn Dick

  • Clasificación: Asesina
  • Características: Parricidio - Descuartizamiento
  • Número de víctimas: 2 +
  • Fecha del crimen: 1944 / 1946
  • Fecha de detención: 19 de marzo de 1946
  • Fecha de nacimiento: 13 de octubre de 1920
  • Perfil de la víctima: Su marido y su hijo
  • Método del crimen: Arma de fuego - Estrangulación
  • Lugar: Ontario, Canadá
  • Estado: Condenada a cadena perpetua. En libertad en 1958
Índice

Evelyn Dick
Última actualización: 21 de julio de 2015

ENTERRADO – Un torso en medio del bosque

Una zona densamente poblada de árboles y próxima al hermoso lugar de Albion Falls constituía el lugar ideal para que los niños hicieran una excursión campestre; pero aquel bosque era también el sitio perfecto para deshacerse de un cadáver.

La mañana del sábado 16 de marzo de 1946, cinco muchachos decidieron aprovechar el tiempo primaveral para disfrutar de una excursión campestre. Tomaron el autobús en Albion Falls, un lugar célebre por su belleza, situado a unos pocos kilómetros de Hamilton (Ontario), ciudad en la que residían. Se trataba de una zona famosa por sus montañas pobladas de árboles y por las impresionantes vistas que se divisaban desde los barrancos.

Mientras recorrían el campo, los muchachos iban observándolo todo con un telescopio de juguete; hasta que de pronto uno de ellos descubrió en una loma algo parecido a un cerdo decapitado. Impulsados por una natural curiosidad, se acercaron un poco más y se encontraron con que se trataba del torso de un hombre enterrado entre un montón de ramas y hojas. Rápidamente los niños salieron corriendo en busca de ayuda.

El examen preliminar del cadáver reveló que le habían cortado los brazos y las piernas por debajo de las articulaciones, con ayuda de una sierra; la cuchillada que le cruzaba el abdomen indicaba el intento -fallido- de cortarlo en dos. El forense, doctor Deadman, confirmaría más tarde que la operación de descuartizamiento mostraba signos de haberse realizado precipitadamente y con el empleo de más fuerza que pericia.

El torso no llevaba más que la ropa interior y presentaba en el pecho dos heridas de arma de fuego causadas, según Deadman, por varias balas del calibre 32 que no parecían haber resultado mortales. Como no disponían de la cabeza de la víctima, no se pudo confirmar la causa de la muerte. La ausencia de sangre, sin embargo, señalaba claramente que aquella atrocidad se había cometido en algún otro sitio y que antes de deshacerse del cadáver lo habían desangrado.

El 17 de marzo encontraron una camisa ensangrentada en una carretera próxima al lugar del hallazgo del torso. La policía creía entonces estar a punto de identificar el torso, especialmente después de recibir una llamada de un tal Alexander Kammerer quien, preocupado, les informó de la desaparición de su primo, John Dick, ocurrida el 6 de marzo. La descripción que proporcionó de éste se acercaba mucho a las características del cadáver.

El interés de los detectives aumentó aún más cuando Kammerer les explicó por qué había tardado tanto en denunciar la desaparición de su pariente. Cinco meses antes, John Dick se había casado con una mujer mucho más joven que él llamada Evelyn; pero el matrimonio se fue a pique casi de inmediato y la pareja se separó en Navidad. Dick se fue a vivir con los Kammerer y cuando les dejó supusieron que había vuelto a casa para intentar arreglar las cosas. Pero los policías no pensaban lo mismo: ahora no sólo le habían puesto un nombre al torso, sino que contaban también con un móvil para el asesinato.

No perdieron un solo momento en ponerse en contacto con Evelyn, la esposa del hombre fallecido. El 19 de marzo la condujeron a la comisaría para someterla a un interrogatorio. Se hizo cargo de la entrevista el inspector Wood, quien, desgraciadamente, comenzó a interrogarla sin aguardar a que estuviera presente otro oficial para hacer un informe de la conversación. Esta sería una de las muchas irregularidades que causarían más de un problema judicial cuando el caso se llevó ante los tribunales.

En principio no parecía podérsele objetar nada a Evelyn, quien ofreció una desolada visión de su matrimonio. Sus padres se habían opuesto a que se casara con Dick, por lo que tuvo que adoptar un nombre falso para la ceremonia, haciéndose pasar por una viuda llamada «Evelyn White». Casi de inmediato comenzaron las discusiones entre los recién casados, quienes se peleaban constantemente por cuestiones de dinero, y en particular por la propiedad de la casa de Carrick Avenue, registrada a nombre de Evelyn. Además, uno y otro cometían frecuentes infidelidades. (De hecho, y aunque su marido lo ignoraba, Evelyn trabajaba como prost*t*ta.) Ella misma sugirió que probablemente John había sido amenazado por algún marido celoso después de una de sus escapadas extra-matrimoniales.

Evelyn explicó esta teoría aún con más detalles. El 6 de marzo -declaró- alquiló un coche para ir de compras. Al volver a casa recibió la llamada de un gánster, quien le comunicó que un marido furioso le había contratado para vengarse de su esposo. El mafioso insistió en entrevistarse con Evelyn. Cuando ésta acudió a la cita, el hombre la estaba esperando con un enorme saco que contenía el torso de su marido. Aterrada, obedeció sus órdenes y lo condujo hasta un lugar de las montañas, donde abandonaron los restos de John Dick.

Se trataba de una historia absurda y completamente inconsistente. ¿Para qué iba a querer el criminal entrevistarse con ella, en lugar de limitarse a deshacerse del cadáver por sus propios medios? ¿Y por qué Evelyn no se había puesto en contacto con la policía después de recibir la llamada telefónica? Y, por último, ¿no era una increíble coincidencia que el asesino la citara precisamente el mismo día que ella alquiló el Packard?

La policía entonces invitó a Evelyn a enseñarles dónde habían abandonado el cadáver. En compañía del inspector Wood y del detective sargento Preston, ella les condujo directamente hasta Albion Falls. Después, la policía la arrestó y se la detuvo acusada de vagancia -se trataba de un tecnicismo que les permitía mantenerla bajo custodia hasta completar las pesquisas-.

Los detectives localizaron el automóvil alquilado por la mujer, en cuya tapicería encontraron algunas huellas de sangre que correspondían al grupo sanguíneo del hombre fallecido. También encontraron un jersey azul, lleno de manchas, que Evelyn había dejado en el coche y que encajaba con la descripción de una de las prendas que llevaba Dick el día de la desaparición.

Se realizaron algunos registros, tanto en casa de Evelyn como en la de sus padres. En la primera, los detectives descubrieron el uniforme y la máquina de picar billetes que John usaba en su trabajo de conductor de tranvías: un hallazgo sorprendente, teniendo en cuenta que ya no vivía en aquella casa.

Donald MacLean, padre de Evelyn, trabajaba para la misma compañía de transportes, y en su domicilio de Rosslyn Avenue la policía encontró en un escondrijo varios billetes usados, junto con 4.400 dólares en efectivo. Al parecer, MacLean se había dedicado a estafar a sus jefes de modo sistemático. Durante el registro se encontró también un par de zapatos manchados de sangre; una sierra y un cuchillo de carnicero, que muy bien podían ser los utilizados para descuartizar el cadáver; y un revólver del calibre 32 con el que probablemente se habían efectuado las heridas de bala que ofrecía el torso.

Pero el descubrimiento más siniestro tuvo lugar en Carrick Avenue, en casa de Evelyn Dick. El 21 de marzo, en el sótano, encontraron algunas cenizas dentro de un cesto en la entrada del garaje. Después de un atento examen se aislaron varios fragmentos de huesos y dientes, y el forense confirmó que procedían de un cráneo, de unas rótulas y de una mandíbula humana. No había, sin embargo, ningún fragmento de hueso perteneciente a un torso, lo cual apoyaba la teoría de que las cenizas eran los restos de los miembros y la cabeza de John Dick.

La atención de los detectives se centró también en una maleta que había en el ático. Y en ella, debajo de varias piezas de tela, encontraron una bolsa de la compra llena de cemento. La policía lo picó cuidadosamente y halló el cadáver descompuesto de un recién nacido, que más tarde identificarían como Peter, con un trozo de cuerda alrededor del cuello. El anuncio de que en casa de Evelyn Dick se había descubierto a un niño muerto causó auténtica sensación. Toda la atención de la prensa se centró entonces en la atractiva viuda y en su amante, Bill Bohozuk, a quien los periodistas, aludiendo a su deporte favorito, apodaron «el fornido remero».

La policía albergaba sentimientos contradictorios acerca de toda aquella publicidad. Por un lado, estaban convencidos de que en Evelyn, Bohozuk y los MacLean tenían a los culpables de ambos asesinatos. Pero, a pesar de la enorme cantidad de pruebas circunstanciales que habían conseguido reunir, carecían de otras que fueran irrefutables.

Pero esperaban que fuera la misma Evelyn quien acabara desatándose. Desde la primera entrevista, ésta se había mostrado extrañamente deseosa de hablar con la policía. Pero, cada vez que surgía una nueva prueba, Evelyn cambiaba su versión con increíble habilidad.

La primera modificación se produjo el 20 de marzo, cuando a Bill Bohozuk se le sometió a un interrogatorio; entonces, Evelyn Dick, voluntariamente, proporcionó la información de que entre él y su marido existía una profunda enemistad. Y declaró que su amante le había pedido prestados 200 dólares para contratar a un asesino.

Después de la aparición de las cenizas, volvió a modificar su relato y dijo que era el asesino a sueldo quien había alquilado el Packard, en el que llevó hasta su propia casa las ropas de John. También admitió que el cadáver del pequeño era el de su hijo, pero culpó a Bohozuk de su muerte, y dijo que éste se lo había llevado después de que ella saliera de la clínica de maternidad «para estrangularlo rodeándole el cuello con una manta».

La última versión de los hechos la dio Evelyn el 12 de abril. Entonces negó que existiera ningún asesino a sueldo e insistió en que fue su amante el autor de los crímenes, mientras que ella se limitaba a observarle. Enseguida se dio paso a una nueva reconstrucción del asesinato. Evelyn condujo a la policía hasta un polvoriento y solitario camino situado en medio de las montañas. Allí -declaró- Bohozuk disparó tres veces contra su esposo, alcanzándole en el ojo derecho, en la nuca y en el pecho.

Evelyn involucró también en el crimen a su padre, quien según ella le prestó a Bohozuk el arma asesina. Le acusó además de haber quemado los miembros de su marido en la estufa de Rosslyn Avenue. Inmediatamente la policía acusó a los padres de Evelyn y a Bohozuk -aparte, por supuesto, de a la propia Evelyn- del asesinato de John Dick. Y contra la señora Dick y contra su amante se formularía además el cargo de asesinato del pequeño Peter.

*****

El asesinato de Peter
El niño asesinado que la policía encontró dentro de una maleta, era Peter MacLean, el tercero de los hijos de Evelyn Dick. Durante el embarazo ésta se «inventó» un marido, Norman J. White, a su vez padre del niño, y continuó con aquella ficción las otras dos ocasiones. Cuando nació Peter, el 5 de septiembre de 1941, Evelyn vivía en Rosslyn Avenue con sus padres, a quienes la idea de un tercer nieto no agradaba demasiado. Donald MacLean se negó a acogerlo en su casa, por lo que Evelyn accedió a entregarlo en adopción a través de la Asociación de Ayuda Infantil. Después del 15 de septiembre, fecha en que la madre salió del hospital, nunca más se volvió a ver a la criatura.

*****

ANTE EL TRIBUNAL – Un espectáculo increíble
Miles de personas hicieron largas colas para contemplar a la bella asesina autora de hechos tan «antinaturales»: no sólo había descuartizado el cadáver de su marido, sino que, después de matar a sangre fría a su hijo recién nacido, lo enterró en un saco de cemento.

El juicio por el asesinato de John Dick se celebró en Ontario durante las sesiones judiciales de otoño. La fiscalía decidió juzgar por separado a Evelyn, Bohozuk y MacLean; el juicio de la primera, presidido por el juez Barlow, se inició en Hamilton el 7 de octubre. Timothy Rigney representaba a la acusación, mientras que John Sullivan se encargaba de la defensa.

El proceso atrajo desde el principio un enorme interés por parte del público. Una multitud formada por trescientos espectadores se apiñaba delante de la cárcel para ver a la acusada cuando ésta salía hacia el juzgado, mientras que en la sala llegaron a reunirse unas mil personas. También la prensa se sentía fascinada por el asunto. Aquella elegante morena siempre ofrecía un tema del que hablar y, desde su primera aparición ante el tribunal, vestida con «un sombrerito negro y un abrigo de piel gris», los comentarios acerca de los modelos que exhibía se convirtieron en ingrediente habitual de los reportajes de la prensa.

En cuanto el ritmo del juicio parecía disminuir, la atención de los periodistas se centraba en Evelyn. Estos daban cuenta del peso que había ganado mientras estaba detenida, de cómo jugueteaba nerviosamente con los zapatos nuevos, mientras se presentaban las pruebas de la camisa ensangrentada de su marido; o hacían comentarios sobre las interminables notas que tomaba y los constantes garabatos.

También los guardias que la acompañaban fueron exhaustivamente entrevistados. Uno de ellos contó a los periodistas que «se pasaba todo el día canturreando y sonriendo, como si no tuviera nada de qué preocuparse»; y otro mencionó el hecho de que no paraba de pedir revistas: «Ya sabe, historias de amor… montones de ellas.» Evelyn, por su parte, parecía encantada con tanta publicidad y les preguntaba a los reporteros si en las últimas ediciones de los periódicos aparecería alguna fotografía suya.

Sin embargo, y mientras la policía se afanaba en encontrar alguna prueba en apoyo de las declaraciones de la acusada, la mayor parte del juicio se desarrollaba en medio de la más absoluta rutina: se subrayaron los detalles referentes a los últimos movimientos de Dick; se confirmó la existencia de rastros de sangre en el Packard alquilado; y se escucharon los comentarios del forense acerca del descuartizamiento y la posible causa de la muerte. El único episodio realmente dramático tuvo lugar durante el tercer día del juicio, cuando Alexandra MacLean subió al estrado para prestar testimonio contra su propia hija.

La señora MacLean empezó por describir el maltrecho estado del matrimonio de John y Evelyn. Ella se había opuesto con todas sus fuerzas a que se casaran y sus temores pronto se vieron justificados. John estaba siempre sin blanca y se pasaba el día dándole sablazos a su mujer. Cuando se mencionó el nombre de Bohozuk, la señora MacLean declaró que éste había amenazando a Dick por teléfono en varias ocasiones.

Al interrogarla acerca del día del asesinato, la testigo confirmó que Evelyn había salido de casa alrededor de las seis de la tarde en un coche grande de color negro. Pero cuando le preguntó a su hija qué hacía con el Packard, ella le contestó que se metiera en sus asuntos.

Pero el testimonio más perjudicial proporcionado por la señora McLean era el relato de lo ocurrido el 8 de marzo, cuando fue a buscar a Heather, la hija pequeña de Evelyn, para visitar a su padre, John, en el trabajo. El viaje resultó en balde, porque John Dick no ocupaba su habitual asiento en el tranvía; cuando le mencionó el asunto a su hija, ésta le contestó: «No volverás a verle nunca más» y, ante la sorpresa de su madre, añadió: «Sí, John Dick está muerto; y tú, mantén la boca cerrada.»

El otro factor de vital importancia para el resultado final del juicio fue el testimonio prestado por la propia acusada ante la policía. Entre el 11 y el 14 de octubre el juez Barlow celebró varias sesiones a puerta cerrada para decidir si admitía o no las declaraciones efectuadas ante los inspectores Wood y Preston.

Finalmente, su opinión se decantó en favor del fiscal; y, cuando el jurado volvió a ocupar su puesto en la sala, tuvo la oportunidad de oír las declaraciones de Evelyn repetidas ante el tribunal. Entretanto, ésta parecía felizmente ignorante del alcance de todos aquellos debates jurídicos. El 13 de octubre cumplía veintiséis años y recibió un montón de cartas y de regalos. Un felicitante anónimo llegó a enviarle incluso un llamativo ramo de claveles rojos y blancos.

El miércoles 16 de octubre el juicio se dio por terminado y no tardó ni horas en emitir el veredicto de «culpable» al que acompañaba una petición de indulto. El juez agradeció a todos los miembros los esfuerzos realizados, haciendo notar que «con estas pruebas no creo que hubieran podido ustedes emitir un veredicto diferente». Y sentenció a la acusada a la horca, fijando la fecha para la ejecución el 7 de enero del 1947. Evelyn no perdió la calma y se limitó a dejar constancia que deseaba presentar una apelación.

Los reportajes de la prensa se hicieron entonces aún más sensacionalistas. Durante el juicio habían existido considerables restricciones, puesto que Bohozuk y MacLean se encontraba a la espera de ser procesados. Pero ahora la atención de la prensa podía centrarse libremente en la condenada a muerte. Así pues, se realizaron reportajes en los que la madre, aneganda en lágrimas, admitió que «es verdad que puede haber sido perversa, pero se trata de mi hija… de mi única hija; y la adoro».

La prensa se ocupó también detenidamente de los detalles más «sabrosos» del pasado de Evelyn e hizo hincapié en las terribles condiciones de la celda para condenados a muerte que la aguardaba. Pero no hubo una sola queja en tomo al veredicto: todo el mundo pensaba que se había hecho justicia.

La vista de la apelación se celebró el 9 de enero, mientras que la fecha de la ejecución se posponía para un mes después. En esta ocasión, la condenada estaba representada por J.J Robinette, un prestigioso criminalista de Toronto, quien siguió dos líneas fundamentales de argumentación.

En primer lugar intentó explotar el tema de la existencia de varios juicios distintos, indicado que las pruebas señalaban a MacLean como asesino y a Evelyn como cómplice del mismo. Por lo que -aducía- deberían haber sido excluidas del juicio pruebas tales como el revólver o los zapatos ensangrentados. Robinette recusó también la admisión de las confesiones realizadas por Evelyn ante la policía, alegando que no se le habían hecho las advertencias oportunas. El tribunal aceptó estos dos argumentos y ordenó la celebración de un nuevo juicio.

Dicha decisión constituyó un cambio crucial en el asunto y, como una fila de fichas de dominó que al caer se empujan unas a otras, cada uno de los cuatro juicios restantes resultó afectado por ella de forma evidente. Un mes más tarde se volvió a examinar la acusación formulada contra Evelyn Dick, pero, lógicamente, por entonces había desaparecido todo apasionamiento. Mientras se citaba a los testigos para que nuevamente prestaran declaración, El Globe and Mail comentaba: «Ya no se trata de un intenso drama, sino de una simple rutina.» Sin las declaraciones de Evelyn, de funestas consecuencias, el peso de las pruebas circunstanciales no era suficiente para convencer al jurado, quien emitió el veredicto de «inocente».

Evelyn se negó a prestar testimonio en contra de su ex amante y de su padre, lo cual disminuía la importancia de la acusación formulada contra ambos por la fiscalía. Al final se acabaron retirando los cargos contra Bohozuk, mientras que MacLean, gracias a las hábiles negociaciones realizadas por su abogado, fue declarado cómplice de los hechos una vez consumados éstos y se le sentenció a cinco años de prisión.

El hecho de que a Evelyn se la condenara a cadena perpetua después de haber sido declarada culpable del homicidio voluntario de su propio hijo, quizás ayudara a aplacar algunas críticas. Pero había mucha gente que opinaba que el brutal asesinato de John Dick había quedado impune.

*****

Matrimonio fracasado
Evelyn Dick, por el contrario, se llevaba «demasiado bien» con las autoridades. Su aparente deseo de cooperar y sus versátiles cambios sirvieron para entorpecer con eficacia la labor de la acusación. Como ella misma le dijo a su madre «le voy a contar a la policía tantas historias diferentes que no van a saber por dónde tirar».

El abogado defensor de Evelyn preparó una serie de pruebas psiquiátricas para explicar las razones de su comportamiento. En su informe, el doctor Robert Finlayson testificó ante el tribunal que se trataba de una mujer retrasada. Su coeficiente intelectual la situaba en los limites entre «torpe» y «retrasada mental». Además, su personalidad mostraba ciertos signos de desorden psicosomático.

Su escasa inteligencia podía estar relaciona con la falta de emoción que demostraba. Por ejemplo, la policía se percató de que Evelyn Dick jamás ofreció signos de culpabilidad o de remordimiento cuando la atraparon contando una mentira. Del mismo modo, muchos observadores comentaron sus impasibles reacciones a lo largo del juicio y cómo, incluso cuando se abordaban los aspectos mas siniestros del asunto, no dejaba de hacer garabatos en un papel.

Y no era precisamente que tratara de ocultar sus emociones en público, porque todo aquello también se podía aplicar a la actitud mostrada en la intimidad ante los asesinatos. Al principio, Evelyn explicó que la precaución con la que había actuado estaba motivada por el miedo. Declaró que se había callado y no había mostrado su disconformidad con los crímenes asustada por las amenazas de Bohozuk y de sus amigos mafiosos de Windsor; y ello a pesar de que los detectives probaron que todas aquellas historias no eran más que una invención. Pero el ejemplo más siniestro de su falta de sensibilidad fue su comportamiento con su hijo. Tanto la policía como el público se estremecieron ante la idea de una mujer capaz de vivir dieciocho meses en su casa sabiendo que su hijo se encontraba en el ático muerto.

Evelyn era hija única, y sus padres intentaron mantenerla al margen de sus compañeras de colegio. Probablemente deseaban proteger a la niña contra el duro mundo exterior. Evelyn estaba muy mimada y fue incapaz de entablar relaciones con nadie. Después de la condena, quienes la conocían desde la escuela comentaron a los reporteros que «a Evelyn le hubiera gustado ser amiga de todo el mundo, y no podía entender por qué tanta gente procuraba evitarla».

Evelyn Dick fracasó al intentar hacerse popular despilfarrando enormes cantidades de dinero en obsequio para los conocidos, lo cuál aumentó su confusión e hirió aún más sus sentimientos. Después de todo, al personal masculino de Hamilton no parecía disgustarle el pagarle algún dinero a cambio de su afecto. Quizá fue el deseo de salir de este círculo vicioso lo que la llevó a casarse con un conductor de autobús. Y en este caso cometió un error de incalculables conclusiones.

*****

El nombre falso de Evelyn
Los informes del hospital revelaban que un tal «Norman J. White, teniente de la Armada Real Canadiense», era el padre de los tres hijos de Evelyn -uno de los abogados, en tono jocoso, comentó que aquella era la parte más consistente de todo el testimonio ofrecido por Evelyn-; y ésta, haciéndose pasar por viuda, utilizó dicho nombre para casarse con Dick. Las investigaciones de la policía pronto demostraron que el teniente solamente había existido en la imaginación de Evelyn.

El propósito de aquel engaño era doble. Por un lado, proporcionaba a sus hijos ilegítimos un origen respetable. Y, además, la existencia de un «esposo ausente», supuestamente en el servicio activo, podía explicar los abundantes ingresos de Evelyn. En realidad, aquel dinero procedía de los numerosos acompañantes masculinos con que ésta contaba, muchos de los cuales eran relevantes ciudadanos cuya identidad fue cuidadosamente mantenida en secreto por el tribunal. John Dick no sabía nada de toda aquella historia y probablemente el enterarse del engaño no supuso ninguna ayuda para su matrimonio, ya de por sí bastante maltrecho.

*****

Conclusiones
Evelyn Dick pasó once años en la penitenciaría de Kingston por el delito cometido. Allí consiguió mantener excelentes relaciones tanto con la autoridades penitenciarias, como con sus compañeras de prisión, y obtuvo cierto éxito en una de las representaciones de Navidad haciendo el papel de Ángel. En 1958 consiguió la libertad bajo palabra.

Alexandra MacLean abandonó Hamilton en compañía de Heather, la hija de Evelyn. Lógicamente intentaba escapar de las curiosas miradas de los vecinos y empezar una nueva vida.

Probablemente Donald MacLean fue el personaje involucrado en aquel asunto que salió más perjudicado. Después de ser condenado por el caso Dick, se pronunció contra él otra sentencia de cinco años, acusado de robo contra la compañía de transportes para la que trabajaba. En 1951, al salir en libertad, el futuro parecía bastante negro. Enfermo, arruinado y separado de su esposa, pasó los últimos años de su vida como vigilante de un aparcamiento. Falleció en 1955.

*****

Fechas clave
  • 16/3/46 – Se encuentra un torso enterrado en medio de un bosque.
  • 17/3/46 – Aparece una camisa ensangrentada en un lugar cercano.
  • 19/3/46 – La policía interroga a Evelyn Dick.
  • 21/03/46 – En casa de Evelyn se descubre el cadáver de un recién nacido y varios restos de huesos humanos.
  • 12/04/46 – Evelyn Dick incrimina a Bohozuk y a su propio padre en el asesinato de John Dick.
  • 07/10/46 – Comienza el juicio contra Evelyn Dick por el asesinato de su marido.
  • 13/10/46 – Veintiséis cumpleaños de Evelyn Dick.
  • 16/10/46 – Se declara culpable a Evelyn Dick y la condenan a la horca.
  • 09/01/47 – Vista de la apelación. El tribunal ordena la celebración de un nuevo juicio: se la declara inocente.


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Pauline Dubuisson

La Máscara de Orgullo
  • Clasificación: Asesina
  • Características: Celos
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 16 de marzo de 1951
  • Fecha de detención: 16 de marzo de 1951
  • Fecha de nacimiento: 11 de marzo de 1926
  • Perfil de la víctima: Su exnovio, Félix Bailly
  • Método del crimen: Arma de fuego
  • Lugar: París, Francia
  • Estado: Condenada a cadena perpetua en 1953. Puesta en libertad en 1959. Fallecida el 22 de septiembre de 1963 en Essaouira
Pauline Dubuisson
Última actualización: 1 de marzo de 2016

Francesa de 24 años, convicta en noviembre de 1953 de la muerte de su exnovio Félix Bailly.

Pauline Dubuisson había llevado desde la adolescencia una intensa vida amorosa; a los 16 años era la amante de un coronel de 55, Von Domnick, director del Hospital Alemán en Dunkerque durante la ocupación. Terminada la guerra, le fue cortado el pelo como castigo en la plaza principal de Dunkerque junto con otras colaboracionistas.

En 1946 comenzó a estudiar medicina en la Universidad de Lille; una amiga suya de aquella época la describe como «una muchacha bien equilibrada, pero muy orgullosa, siempre coqueta y provocativa». Junto a la medicina dedicó una atención especial al estudio de las técnicas amorosas, escribiendo cuidadosamente en un cuaderno el nombre de sus numerosos amantes con sus correspondientes características sexuales; esta extraña lista, publicada durante el juicio, le valió la hostilidad de la opinión pública.

Uno de sus compañeros de universidad era un tal Félix Bailly, que se convirtió en amante de Pauline y cuyo nombre pasó a engrosar la lista de la muchacha, cuya existencia Félix desconocía. Dos años después de iniciar sus relaciones amorosas, Bailly, convencido de la infidelidad de su amante, la abandonó, trasladándose a estudiar a París. Hay pruebas suficientes para creer que además de desengañado estaba también cansado de Pauline. No volvieron a verse hasta marzo de 1951.

Durante aquellos 18 meses que pasaron separados, Pauline añadió muchos más nombres a su lista y Félix Bailly se enamoró de una muchacha más constante, Monique Lombard, formalizando con ella sus relaciones.

Pauline Dubuisson explicó al jurado su conducta: «Quería intentar amar a otros hombres para convencerme a mí misma de que era capaz de seguir queriéndole a pesar de todo», pero la realidad es que en todo aquel período no hizo el menor intento de ver a Félix de nuevo ni acudió a visitarle a París una sola vez. Por su parte, aquél, encontrándose casualmente con una amiga de su antigua amante, la preguntó: «¿Qué es de Pauline? ¿Sigue tan frívola como siempre?».

Cuando a primeros de marzo de 1951 Mlle. Dubuisson se enteró del compromiso de Félix Bailly, fue a París, donde, según su declaración, volvieron a reanudar sus relaciones. El 10 del mismo mes, Pauline adquiría una pistola automática del calibre 25, explicando a la policía al solicitar su permiso de tenencia de armas que la necesitaba porque solía viajar sola por la noche. Cinco días después salía de su pensión luego de dejar una nota para su patrona explicando que pensaba matar a su exnovio; esta envió sendos telegramas a Bailly y a su familia avisándoles de las intenciones de Pauline.

Aquella noche, Félix Bailly durmió en casa de un amigo, volviendo en la tarde del 16 a su piso, que cerró con cerrojo y cadena; cuando oyó llamar a la puerta, creyendo que sería un compañero de estudios que había accedido a actuar durante aquellos días de guardaespaldas, abrió la puerta. Poco después llegaba su amigo Bernard Mougeot, encontrando el cadáver de Félix con tres heridas de bala en la cabeza; a su lado, Pauline yacía inconsciente junto a la llave, abierta, del gas.

Fue arrestada y acusada de asesinato (que en Francia significaba pena de muerte). Mientras esperaba la fecha del juicio, intentó suicidarse abriéndose las venas.

Finalmente, se celebró la vista el 18 de noviembre de 1953 en el Tribunal del Sena, presidiendo el juez Raymond Jadín. Llevó la acusación el abogado Lindon, y Paul Baudet se encargó de la defensa. Pauline Dubuisson se mostró imperturbable, mereciendo el apodo de «la Máscara de Orgullo»; declaró que en cierta ocasión Bailly, después de haber pasado la noche con ella, la había rechazado inexplicablemente: «…me besó…, todo volvía a ser como antes…, pensé que despertaba de una pesadilla…, pero al llegar la mañana me expulsó de su casa…. la vida ya no significaba nada para mí… En aquel momento decidí matarle y morir yo también».

No se sabe si Pauline Dubuisson actuó llevada por los celos y el resentimiento o si realmente pensó que su vida ya no tenía interés alguno; el jurado la declaró culpable del crimen, pero no de asesinato a sangre fría, seguramente influido por el único miembro femenino, Mlle. Raymonde Gourdeau. La acusada fue sentenciada a cadena perpetua.



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Elizabeth Duncan

Mamá Duncan
  • Clasificación: Asesina
  • Características: Asesinato por encargo (contrató a 2 hombres)
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crimen: 17 de noviembre de 1958
  • Fecha de detención: Diciembre de 1958
  • Fecha de nacimiento: 1904
  • Perfil de la víctima: Olga Kupzyck, de 30 años (su nuera)
  • Método del crimen: Estrangulación - Golpes con una piedra
  • Lugar: Santa Barbara, Estados Unidos (California)
  • Estado: Ejecutada en la cámara de gas en San Quintín el 8 de agosto de 196
Índice

Elizabeth Duncan
Wikipedia

Elizabeth Ann Duncan, también conocida como Ma Duncan (nacida en 1904 -muerta el 8 de agosto de 1962), fue una asesina norteamericana. Declarada culpable por planear el asesinato de su nuera en 1958. Fue la última mujer ejecutada en California antes de que la Corte Suprema de Estados Unidos suspendiera la pena de muerte gracias a la resolución de Furman v. Georgia en 1972.

Elizabeth Duncan fue declarada culpable de contratar a Augustine Baldonado, de 28 años de edad, y Luis Moya, de 23 años de edad, para asesinar a su nuera, quien estaba embarazada en ese momento. Los tres prisioneros fueron ejecutados el mismo día en la cámara de gas de la Prisión Estatal de San Quentin, el 8 de agosto de 1962.

Primeros años
Elizabeth Ann Duncan nació alrededor de 1904. Ella se describió como una vagabunda, declaró haberse casado 20 veces y operado un burdel en San Francisco. Tuvo un hijo, Frank, e hizo de él el centro de su vida.

Angustiada por su vida, Elizabeth Duncan trató de cometer su***dio. Durante su recuperación, ella fue atendida por una enfermera, Olga Kupczyk, de 30 años. Frank, que en ese momento tenía 29 años y era abogado, se casó en secreto con Kupczyk. Elizabeth Duncan interfirió con su matrimonio forzándolos a separarse. En 1958 Olga estaba embarazada de su primer hijo.

Caso
En 1958, Olga Duncan desapareció; tenía siete meses de embarazo del hijo de su esposo. Su suegra Elizabeth Duncan levantó sospechas de la policía cuando se descubrió que había obtenido ilegalmente una anulación del casamiento de su hijo Frank Duncan y Olga. Elizabeth Duncan contrató a Ralph Winterstein de 25 años de edad, para presentarse ante el tribunal como la joven pareja.

Casi un mes después, los investigadores encontraron el cuerpo de la joven mujer en Casitas Pass de Carpinteria, California, en el Condado de Ventura. Augustine Baldonado, de 25 años, confesó que él y Luis Moya, de 22 años, habían recibido 6,000 dólares para matarla de parte de Elizabeth Duncan, la suegra de la víctima. Dirigieron a la policía al sitio donde estaba enterrado el cuerpo. Según el forense y las confesiones obtenidas, los dos hombres la secuestraron, golpearon con una pistola, estrangularon y la enterraron en una tumba poco profunda. Todavía estaba viva cuando la enterraron.

Elizabeth Duncan subió al estrado en su defensa, admitió haber hablado con los dos sospechosos pero dijo que la chantajearon. El jurado se tomó 4 horas y 51 minutos para declararla culpable. Fue sentenciada a muerte en diciembre de 1958. Después de apelaciones, que confirmaron la primera sentencia, fue ejecutada en la cámara de gas en 1962.

Motivo
Los investigadores especularon que Elizabeth Ann Duncan se vio amenazada por el vínculo de su hijo con su esposa. Circularon rumores acerca de la relación de Duncan y su hijo después de ser detenida en la cárcel de Ventura.

Elizabeth Ann Duncan
Última actualización: 19 de marzo de 2015

EL ODIO DE DUNCAN – El corazón de las tinieblas
Mamá Duncan era una mujer rencorosa, vengativa e insensible, que amaba a su hijo hasta el punto de ser capaz de asesinar por él. Cuando su nuera desapareció, las sospechas recayeron sobre la posesiva matriarca.

A última hora de la mañana del 18 de noviembre de 1958, las enfermeras que trabajaban con Olga Duncan comenzaron a sentirse preocupadas. Su compañera no había llegado al trabajo y nadie contestaba a las llamadas realizadas al número 1.114 de Garden Street. Olga no solía faltar al trabajo ni dejaba jamás de informar cuando estaba enferma. Sus colegas decidieron avisar a su casera para que entrara en el apartamento y se asegurara de que todo marchaba normalmente. La casera halló abierta la puerta del apartamento y las luces encendidas. Pero no había nadie dentro.

Olga Duncan era una enfermera muy agradable, descrita por sus amigas del hospital St Francis como una mujer muy complaciente y tranquila. Se trataba de una joven canadiense de veintinueve años procedente de Vancouver, British Columbia, y casada con un abogado a principios de aquel año; estaban esperando su primer hijo.

La noche anterior dos enfermeras habían ido a visitar a Olga. Su apartamento se encontraba en el segundo piso de un moderno edificio de dos plantas enclavado en una pacífica zona residencial con amplios patios y calles flanqueadas de palmeras. Salieron de allí hacia las 11,10 de la noche, después de pasar la tarde intentando consolarla, pues Olga estaba muy trastornada a causa de ciertos problemas matrimoniales. Frank, su marido, no había aparecido por allí. La casera de Frank Duncan le llamó a su oficina para preguntarle si sabía algo del paradero de su señora. No tenía ni idea.

Inmediatamente el señor Duncan avisó a la policía para informar de la desaparición de su esposa. La policía consultó entonces con el médico de Olga, quien les dijo que la enfermera estaba tan deprimida, que había comenzado a padecer neuritis en las manos, síntoma revelador de una aguda tensión nerviosa. Cabía la posibilidad, dijo, que se hubiera suicidado. Al día siguiente el periódico local informó del incidente en pequeños titulares. Proporcionaba unos cuantos detalles encabezados por estas palabras: «La policía busca a una enfermera desaparecida.»

Pasaron varias semanas antes de que aquella desaparición se incluyera de forma oficial en la lista de asesinatos, aunque no había pista alguna del cuerpo de Olga. Durante algún tiempo las sospechas recayeron sobre el propio Frank Duncan, pero pronto se demostró que éste carecía de motivos para matarla. Amaba profundamente a su esposa y la súbita desaparición de la joven y de su futuro hijo le produjo una fuerte conmoción. Más tarde cooperaría plenamente con los detectives de la policía encargados de la investigación.

Roy A Gustafson se hallaba al mando de la búsqueda de la enfermera, tenía cuarenta y dos años y el pelo canoso; gozaba de gran reputación, y era fiscal del distrito. Se le conocía por su decidido apoyo a la pena capital y porque en diez años nunca había perdido un solo caso. El caso Duncan le fascinaba y estaba empeñado en hallar una explicación a la desaparición de la joven.

Pronto se enteró de que las cosas no marchaban demasiado bien entre Olga Duncan y su suegra, Elizabeth. Tanto el médico como las amigas de la enfermera opinaban que las fricciones existentes fueron la causa de la depresión de la joven. Gustafson decidió entonces interrogar a Elizabeth Duncan.

Mamá Duncan, nombre con el que se la conocía, era una indeseable. Aunque la policía todavía no estaba al corriente de ello, había conseguido medrar engañando a los hombres para que se casaran con ella y chantajeándolos luego con la intención de vivir a su costa. Nadie supo jamás con exactitud cuántos maridos tuvo, aunque ella aseguraba que se había casado entre once y veinte veces.

Cuando la policía la interrogó, la señora Duncan denunció el hecho de que dos mexicanos intentaban hacerle chantaje. Aunque aseguró que habían amenazado con matarla a ella y a su hijo Frank, no quiso revelar sus nombres. La policía conectó un aparato a su teléfono para que todas las llamadas quedaran registradas y atrapar de este modo a los chantajistas; pero no se dieron cuenta de que, siempre que éstos llamaban, Mamá Duncan se limitaba a desenchufar el mecanismo.

El comportamiento de Mamá Duncan era bastante extraño y Roy Gustafson, el perspicaz fiscal del distrito, decidió investigar sus pasos. Pronto descubrió que unos meses antes, el 7 de agosto, Mamá Duncan había llevado a cabo una extraña e ilegal anulación del matrimonio de su hijo con Olga. Haciéndose pasar por su propia nuera, acudió acompañada de dos amigos: Ralph Winterstein, que simulaba ser Frank, y la señorita Short como tía de Olga. Gustafson ordenó encarcelar inmediatamente a Mamá Duncan y arrestó a la señorita Short.

Esta fue quien reveló el misterio que rodeaba la desaparición de Olga. Confesó a la policía que el odio de Mamá Duncan hacia su nuera era tan grande, que había planeado matarla por medio de dos asesinos a sueldo -los dos mexicanos que Mamá Duncan había denunciado como chantajistas-. La pasión por su hijo, a quien adoraba, se había convertido en una auténtica obsesión. La señorita Short relató al fiscal una historia que revelaba el carácter desequilibrado de Elizabeth Duncan.

Mamá Duncan había pasado algún tiempo en el Cottage Hospital, de Santa Bárbara, después de ingerir una sobredosis de somníferos. Había intentado suicidarse tras una violenta discusión mantenida con Frank a raíz de un instituto de belleza que tenía proyectado adquirir. La ironía del destino quiso que fuera su futura víctima, Olga, la que la ayudara a recuperarse.

Pero cuando su hijo comenzó a citarse con la agradable enfermera, Mamá Duncan hizo cuanto pudo para separar a los dos enamorados. La señorita Short declaró que la primera vez que Frank invitó a casa a su prometida, la señora Duncan comentó que ojalá tropezara y se rompiera una pierna. Su resentimiento acabó convirtiéndose en una amenaza para la joven, a quien atosigaba con siniestros actos de venganza y rencor.

La pareja estaba demasiado asustada para comunicarle a la señora Duncan que ya se habían casado; pero la suspicaz y obsesiva mujer pronto lo descubrió. Planeó entonces atemorizar e intimidar a su nuera, y lo primero que hizo, tan sólo cuatro días después de la boda, fue publicar un anuncio en el periódico que decía: «Desde el día 25 de junio en adelante no me hago responsable de las deudas contraídas por otra persona que no sea mi madre.» Lo firmaba Frank Duncan.

Pero poco a poco sus planes fueron adquiriendo mayor violencia. Elizabeth decidió dejar a su hijo sin conocimiento después de hacerle tomar una dosis de somníferos, mientras la señorita Short esperaba oculta en un armario. Luego atarían a Frank y se lo llevarían a Los Angeles, donde, pensaba Mamá Duncan, podría convencerle de que su matrimonio era un error. El absurdo plan se vino abajo cuando el hijo se negó a tomar las píldoras.

Fue por estas fechas cuando Mamá Duncan llevó a cabo la falsa anulación del matrimonio de Frank. Olga estaba tan asustada que cambió de domicilio, pero al cabo de dos semanas su verdugo se había enterado de la nueva dirección y acudió a su casa para golpear la puerta una y otra vez con un zapato. Quería expulsar a la joven de la casa, aduciendo que su matrimonio estaba anulado. Y llegó incluso a amenazarla físicamente: «La mataré. Aunque sea la última cosa que haga.»

Aquel odio demencial poseyó de tal manera a Elizabeth que decidió poner por obra su amenaza. Primero le pidió a la señorita Short que engañara a su nuera para que ésta acudiera a su apartamento, donde ella misma se encargaría de estrangularla. El plan fue desechado porque a la cómplice no le agradaba la idea de pasar una noche entera con el cadáver.

Mamá Duncan se dio cuenta de que necesitaba una ayuda menos escrupulosa y comenzó a buscar candidatos más adecuados. Y lo intentó con ocho hombres y mujeres distintos de la zona de Santa Bárbara antes de dar con alguien dispuesto a matar en su lugar. A ninguno de ellos le extrañó o perturbó la petición de la señora Duncan tanto como para comentarla con los amigos o informar de ella a la policía.

El hecho de que nadie la traicionara, ni siquiera la señora Romero, a quien Olga había atendido como enfermera en el hospital de British Columbia, nos da idea del poderoso ascendente que esta mujer lograba adquirir sobre las personas. Durante el juicio quienes la conocían bien dijeron: «Conseguía hechizar de un modo increíble a cualquiera que entrara en contacto con ella.»

Finalmente, la búsqueda de un asesino le condujo hasta el Café Tropical, una sórdida cervecería cuya propietaria, la señorita Esperanza Esquivel, era amiga suya. La señora Duncan le comentó que deseaba deshacerse de su nuera, quien intentaba chantajearla. La señorita Esquivel conocía a dos hombres a quienes ese trabajo les podría interesar y le prometió presentárselos.

Los dos jóvenes eran de origen mexicano -Luis Moya, de veintiún años, y su amigo Agustín «Gus» Baldonado, de veintiséis. Las negociaciones no duraron mucho. Ambos jóvenes buscaban nuevas y excitantes emociones. No tenían experiencia en este tipo de crímenes, pero aceptaron cometer el asesinato a cambio de 6.000 dólares, de los cuales 175 se pagarían por adelantado y el resto una vez hubieran cumplido el trabajo. Mamá Duncan había encontrado a los ejecutores de su nuera.

*****

Amor de madre
Frank Duncan, nacido el 7 de noviembre de 1928 en Santa Bárbara, iba a convertirse en objeto de un amor obsesivo por parte de su madre. Elizabeth Duncan comentó que le quería más que a todos sus demás hijos juntos; y, ya adulto, continuaba sirviéndole el desayuno en la cama. En la época del juicio corrieron rumores de una relación incestuosa entre madre e hijo, aunque nunca se demostró que ésta fuera real.

Frank padecía un defecto de pronunciación que le valió el mote de «El Zopaz». A pesar de ello, Duncan ejercía como abogado y su madre siempre asistía a las audiencias en las que participaba su hijo. Incluso se le negó a ver en la sala con las manos de su madre entre las suyas. Mamá Duncan, por su parte, le aplaudía calurosamente cuando ganaba un caso o bien insultaba al fiscal del distrito si el veredicto era contrario a su hijo.

Mientras su madre se dirigía a la cámara mortal, en el último minuto, Frank se hallaba implorando del juez federal un aplazamiento de la ejecución.

*****

Comprar la muerte
Mamá Duncan contrató a otros para que asesinaran en su lugar. ¿Qué fue lo que le condujo a un odio tan profundo como para acordar fríamente la muerte de su víctima?

Mucha gente afirma que el acto de planear la muerte de un ser humano es producto de la locura. Otros opinan que es una prueba de maldad.

¿Qué decir del estado mental de Mamá Duncan? ¿Se trataba de una loca o de un ser perverso? Un psiquiatra designado por el tribunal, el doctor Louis R. Nash, quien se entrevistó con ella en tres ocasiones en la cárcel del condado de Ventura, dictaminó que la señora Duncan padecía «trastorno de la personalidad» y poseía una «personalidad psicópata». Stephen S. Gillis, un marino norteamericano que fue víctima de chantaje por parte de Mamá Duncan, quedó asombrado ante su carácter: «No importa qué mentiras o qué fantasías contara; las hacía todas creíbles.»

El propio abogado de Mamá Duncan declaró que no había «nada bueno en ella. Creía que carecía de corazón y que tenía la misma sangre fría que Lady Macbeth. Sólo se diferenciaba de ella en un aspecto: adoraba a su hijo Frankie con un sentimiento tan intenso que estaba dispuesta a matar a cualquiera que amenazara con separarla de él. Olga Duncan, la joven esposa de Frank, se convirtió en la víctima de su obsesión asesina.

Consideraba a todos los seres humanos, excepto a su hijo, como juguetes. Elizabeth Duncan, una «embustera patológica», declaró que era incapaz de recordar cuántas veces se había casado. Había pruebas de la existencia de dos maridos -aunque afirmaba que no se acordaba de ellos-: un tal señor Mitchell y el señor Edward Lynchberg. Mamá Duncan llegó a asegurar que no podía decir cuántos hijos tenía, aunque creía que eran seis.

Pensaba que Frank jamás la abandonaría. «No se atrevería. No se atrevería a casarse», le dijo a un médico. Y, si lo hacía -prometió-, ella se «haría cargo» de la esposa.

Mamá Duncan aseguraba amar a su hijo, pero no se planteaba su felicidad ni cuáles eran sus estados de ánimo. Lo único que sabía era que debía permanecer siempre junto a ella. No podía imaginar que la gente tuviera otras necesidades -las personas eran para ella sólo instrumentos para satisfacer sus caprichos-. Su personalidad era inmadura. El hecho de que Oiga Kupczyk le hubiera salvado la vida en una ocasión le parecía irrelevante. Olga se convirtió en esposa de Frank y Mamá Duncan no deseaba que él se casara; así que la joven debía ser eliminada.

*****

AFICIONADOS – Una conspiración de locos
Los dos hombres a quienes contrató Mamá Duncan para cometer el asesinato no eran más que ridículos aficionados. Después del golpe, de dudoso éxito, la pareja ni siquiera estaba segura de la muerte de su víctima. Mamá Duncan, por su parte, mostraba cierta reticencia a pagar a aquellos chapuceros; un error que la conduciría a la cámara de gas.

Las antiguas amigas del Cottage Hospital de Olga Duncan se habían marchado hacia unos 20 minutos cuando llamaron a la puerta. Eran las 11,30 del lunes 17 de noviembre de 1958; Olga se preguntó quién iría a visitarla a una hora tan intempestiva.

En la puerta se hallaba un joven de 1,60 de estatura, de rasgos mexicanos, quien le dijo que había estado en un bar bebiendo en compañía de Frank, su marido; y que era tal su borrachera que le había escoltado hasta casa. Estaba abajo, en el coche, y tendrían que subirlo entre ambos. La joven, aliviada al saber que su marido estaba sano y salvo, se ofreció inmediatamente a ayudarle. Aunque no llevaba más que un camisón rosa con estampado de flores y unas zapatillas, creyó ciegamente en el hombre y le siguió escaleras abajo sin preocuparse de cerrar la puerta de su apartamento. «Por supuesto que le ayudaré a subirlo», respondió encantada.

Abajo, frente al número 1.114 de Garden Street, se hallaba aparcado un Chevrolet 1948 color crema; en el asiento posterior se veía la silueta de un hombre desplomado sobre él. Convencida de que su marido se había desmayado, Olga Duncan abrió la puerta trasera del coche. Se inclinó para ocuparse de él y entonces una mano le asestó un rápido golpe en la parte trasera de la cabeza con una pistola. En respuesta a su grito, la figura que yacía inconsciente resucitó súbitamente y la arrastró al interior del coche. Era muy tarde y estaba oscuro; ningún vecino oyó ni vio nada.

En realidad, el hombre del asiento trasero no era otro que Gus Baldonado, el segundo de los dos hombres contratados por Mamá Duncan para asesinar a su infortunada nuera. El otro, encargado de llamar a la puerta de su piso, era Luis Moya.

Los dos hombres condujeron a Olga Duncan fuera de Santa Bárbara y se dirigieron hacia la frontera mexicana. En el asiento posterior, Baldonado no cesaba de forcejear con la mujer, a quien el golpe en la cabeza no había dejado inconsciente. Intentó frenéticamente taparle la boca, pero no lo consiguió. Al detenerse en un cruce, Luis Moya se volvió y la golpeó varias veces en la cabeza con el revólver hasta que el arma acabó rompiéndose.

«Esto la tranquilizó… Le até las manos con esparadrapo», declararía más tarde Baldonado ante el tribunal.

Desde ese momento los planes de estos asesinos aficionados fueron de mal en peor. El coche comenzó a calentarse demasiado y se dieron cuenta de que no lograrían cruzar la frontera con él. Entonces Baldonado sugirió deshacerse de su víctima en las cercanas montañas de Ojai, una zona que conocían muy bien.

Más tarde Moya declaró al tribunal que estuvo de acuerdo en continuar conduciendo hasta encontrar «el lugar adecuado donde enterrarla».

Cuando lo hallaron, los dos muchachos estaban histéricos. Olga Duncan aún no estaba muerta, pero no podían rematarla porque Luis había estropeado el arma al emplearla para golpear a la joven en la cabeza. Y no estaban preparados para ponerse a cavar en plena noche. Tuvieron que usar sus propias manos para abrir un hoyo, escasamente profundo, y para estrangular a la víctima, quien aún continuaba luchando por su existencia. Baldonado empleó una roca para golpearla en la cabeza una vez más; luego le tomó el pulso con el fin de asegurarse de que estaba muerta.

Incluso después de abandonarla allí, ninguno de los dos sabía con certeza si su víctima permanecía o no con vida. La enterraron en una zanja, a menos de 15 kilómetros al sur de Santa Bárbara, junto a la autopista 150 del condado de Ventura. El propio Baldonado guió a los hombres del fiscal del distrito hasta la tumba de Olga y derramó abundantes lágrimas mientras desenterraban su cadáver.

Poco después de las dos de la madrugada los asesinos se hallaban de vuelta en Santa Bárbara. Tanto ellos como el coche alquilado estaban cubiertos de sangre. Se lavaron y se cambiaron de ropa antes de destrozar las fundas de los asientos. Hicieron un revoltijo con ellas, con la pistola destrozada y con una de las zapatillas de Olga, y ocultaron el macabro paquete en el garaje de un amigo. Al día siguiente devolvieron el coche, explicando que su lamentable estado se debía a que habían cogido una borrachera y le habían prendido fuego con un cigarrillo sin darse cuenta.

Pero cuando Moya comunicó a Mamá Duncan que él y su compañero «se habían hecho cargo de ella», se dio cuenta de que debía haber insistido en el pago por adelantado, pues era evidente que la señora Duncan no estaba dispuesta a cumplir su parte del acuerdo; y, por otra parte, no podían obligarla a hacerlo sin que saliera a la luz su propia complicidad en el asesinato. Como la policía sospechaba que Elizabeth se hallaba involucrada en la desaparición de su nuera, lo último que deseaban los criminales a sueldo era dejarse ver en su compañía.

Cuando Moya le pregunto si «iba a cumplir» su parte del contrato, ella intentó ganar tiempo. En ese momento no disponía de los 5.825 dólares que les debía, y alegó que si retiraba dicha cantidad del banco la policía la interrogaría al respecto. Se fijaron algunas entrevistas secretas con las señoritas Short y Esquivel como intermediarias. En el transcurso de estos encuentros la señora Duncan intentó acallar a los asesinos con un cheque de 200 dólares que su hijo le había entregado para pagar una factura. Los dos hombres, indignados, le reclamaron la suma total.

En respuesta a sus presiones, la mujer no hizo más que acumular mentiras. Por una parte trató de tranquilizar a los asesinos, diciéndoles que estaba a punto de recibir algún dinero de San Francisco; y por otra, les comentó que la policía le había enseñado las fotos de ambos hombres, haciéndole algunas preguntas acerca de ellos. Ella les había contado que los mexicanos estaban chantajeándola. En total, Mamá Duncan no llegó a pagar más que 335 dólares por el asesinato de su nuera. Otro plazo más, ascendente a diez ridículos dólares, les fue entregado dentro de un sobre por la señorita Short.

Fue el decidido comportamiento de Gustafson el que terminó forzando la solución del caso. Después de arrestar a Mamá Duncan por la anulación del matrimonio de su hijo, presionó a la señorita Short, por medio de la cual logró enterarse de los detalles del plan de asesinato ideado en el Café Tropical. Aunque no existía cadáver alguno, la policía interrogó a Baldonado y a Moya. Al primero no le llevó mucho tiempo darse por vencido y accedió a mostrar a los detectives dónde se hallaba enterrado el cuerpo. Todo ello a condición de que no se le obligara a mirar cómo se exhumaba a la joven y de que le acompañara un sacerdote. Ambas peticiones fueron aceptadas.

Moya no cedió tan fácilmente como su cómplice. Pero la tarde del día de Navidad de 1958 hizo llamar a un sacerdote, quien el dijo: «No te ayudaré a leer la Biblia si continúas mintiendo a la gente.» Al día siguiente, abrió de par en par su corazón a Gustafson y confesó.

Mamá Duncan se mostró impenetrable en los interrogatorios, sin confesar jamás haber cometido algún delito. Pero las confesiones de los dos asesinos y de las señoritas Short y Esquivel confirmaron su culpabilidad y firmaron su sentencia de muerte. Después de apelar en varias ocasiones, los tres implicados en el crimen murieron en la cámara de gas, en San Quintín, el miércoles 8 de agosto de 1962.

La mañana del día de la ejecución Elizabeth Duncan continuaba declarándose inocente. Mientras subía las escaleras que conducían a la cámara de cristal y acero, se volvió hacia Warden Fred Dickson y le preguntó: «¿Dónde está Frank?» Su hijo, el objeto de la obsesión que costara cuatro vidas, se hallaba implorando aún un aplazamiento de la ejecución en el momento en que el gas letal envolvía el cuerpo agonizante de su madre. Unos minutos más tarde, a las 10,12 de la mañana, Mamá Duncan estaba muerta.

Aquella misma tarde los dos asesinos a sueldo iban a sufrir la misma suerte. Sentados el uno junto al otro, mientras los gases les rodeaban, no cesaban de reír y bromear. Cuando echaron unas bolitas de cianuro en los cubos llenos de ácido colocados bajo las sillas, Baldonado saludó a su hermanastro, a quien habían permitido asistir a la ejecución, y le gritó:

«Todo va bien… Encárgate de ver a los chicos.»

Los dos infelices continuaron charlando hasta que el gas letal les cubrió por entero y sus cuerpos comenzaron a sufrir espasmos involuntarios. A Moya se le declaró muerto a la 1,15 de la tarde; y, un minuto más tarde, a Baldonado. La mortal obsesión de Mamá Duncan se había cobrado sus dos últimas víctimas.

*****

Las celdas de la muerte
San Quintín es la prisión del Estado de California; y, hasta la abolición de la pena de muerte, contaba con su propia «galería de la muerte», un mundo aparte del resto de la cárcel. En los años cincuenta, dicha galería contaba con treinta y cuatro celdas, desprovistas de ventanas, instaladas en el último piso del bloque norte, que parecía una fortaleza. Cada celda medía 1,40 por 3.

A este piso se accedía por medio de un ascensor que no se detenía en las plantas restantes. Nadie podía salir o entrar de aquel bloque sin pasar antes cuatro puertas de acero custodiadas por su correspondiente puesto de vigilancia. A los presos no se les permitía hacer ejercicio ni comer fuera de aquellas puertas. Se afeitaban con unas navajas especiales que les eran entregadas cada día en sus celdas.

Solo unos pocos afortunados consiguieron el indulto. La mayoría acabó sus días en la cámara de gas.

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PRIMEROS PASOS – La locura mexicana
A pesar de provenir de un ambiente miserable, Luis Moya y Gus Baldonado encontraban la vida divertida. La búsqueda de nuevas emociones fue lo que les condujo hasta el mundo del delito.

Luis Moya y Gus Baldonado pertenecían a la segunda generación americana de inmigrantes mexicanos. Moya nació en 1938 en San Angelo, al oeste de Texas, y Baldonado, en Camarillo, California, el año 1930. Ambos eran de origen humilde; y Moya tuvo que añadir a la pobreza una infancia alejada de sus padres: su madre no le proporcionó demasiado cariño y el padre favorecía claramente a su hermana mayor, Eloísa.

En la escuela demostró ser un consumado y entusiasta deportista, con una inteligencia que superaba la media. Pero al cumplir los doce años comenzó a desviarse del buen camino.

Ante el enojo de su padre, Luis hacía novillos y se mezcló con unos individuos de más edad que él que fumaban marihuana y cometían delitos menores. Las palizas que le propinara su padre sólo sirvieron para aislarle más de su familia y acercarle a sus nuevos amigos. Pronto el joven Moya se dedicaba a asaltar cajas de caudales y a introducir drogas en México a través de la frontera.

Tras ser arrestado por la policía mexicana después de robar un almacén de joyas, fue entregado a su familia, quien lo puso en manos de las autoridades norteamericanas. Esto aumentó el resentimiento del chico hacia su familia en particular y, por extensión, hacia la sociedad entera. Pasó nueve meses en un reformatorio y al salir se fue a vivir con una tía suya; trabajó durante algún tiempo, para volver a caer más tarde en actividades delictivas.

Gus Baldonado, completamente opuesto al brillante y astuto Moya, había nacido para vivir imitando a los demás. Aunque su rápido ingenio y sus constantes bromas le habían granjeado cierta popularidad, tenía una pobre opinión de sí mismo.

Baldonado pertenecía a una familia de ocho hermanos en la que se le descuidó en todos los aspectos. En la escuela pasó completamente desapercibido; pronto tuvo problemas con la justicia y fue enviado al reformatorio de Los Prietos, de donde más tarde se le expulsaría.

Baldonado sirvió activamente en el Cuerpo Médico, en Corea, donde saboreó las emociones de la guerra. Esta acabó pronto para él, pues un día le sorprendieron inyectando heroína a un compañero.

Después de abandonar el ejército, se casó y tuvo dos hijos, uno de los cuales murió. Pero fue incapaz de asumir las responsabilidades de la paternidad y escapó a Santa Bárbara, donde trabó amistad con Luis Moya.

Durante su infancia ninguno de los dos mostraron huellas de auténtica maldad. Aunque en su juventud se vieron ocasionalmente involucrados en peleas callejeras y en los bares, éstas no fueron demasiado importantes; sus delitos eran menores, y no actos de violencia premeditados. Así que los familiares y amigos de ambos apenas podían creer que hubieran cometido un asesinato; lo que no les sorprendió fue su incompetencia.

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Fechas clave
  • 6/11/57 – La enfermera Olga Kupczyk atiende a Elizabeth Duncan.
  • 21/6/58 – Matrimonio de Frank Duncan y Olga Kupczyk.
  • 7/8/58 – Elizabeth Duncan lleva a cabo la fraudulenta anulación del matrimonio de su hijo.
  • 13/11/58 – Elizabeth Duncan se entrevista con Luis Moya y Gus Baldonado.
  • 17/11/58 – Secuestro de Olga.
  • 18/11/58 – Se informa de la desaparición de Olga Duncan.
  • 12/58 – Arresto de Moya y Baldonado.
  • 8/8/62 – Ejecución de Moya, Baldonado y Elizabeth Duncan en la prisión de San Quintín.


MÁS INFORMACIÓN EN INGLÉS

https://criminalia.es/asesino/elizabeth-duncan/
 
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