Crónica Negra. Asesinos, atravesando siglos.

Estimado @Serendi: vengo a traerte casos criminales de Argentina para compartir con todos tus asiduos visitantes. Saludos cordiales.

Hoy un caso emblemático de mi país: ROBLEDO PUCH, el Angel de la Muerte o el Angel Negro

He aquí su historia...

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Carlos Eduardo Robledo Puch en 1972.


Carlos Eduardo Robledo Puch
(n. 22 de enero de 1952)1 es un famoso asesino serial argentino, uno de los mayores sociópatas y criminales de la historia del país. Apodado el Ángel Negro o el Ángel de la Muerte por laprensa, con sólo 20 años fue condenado a cadena perpetua por diezhomicidios calificados, un homicidio simple, una tentativa de homicidio, diecisiete robos, cómplice de una violación, y de una tentativa de violación, un abuso deshonesto, dos raptos y dos hurtos.2 Cumple prisión efectiva desde 1972.

Infancia en Olivos
Carlos Robledo Puch vivía en Borges 1956, Olivos, Vicente López. Llegó al barrio con sus padres cuando tendría diez años. Alquilaban un departamento que se encontraba en el primer piso de una herrería. El padre se llamaba Víctor y trabajaba en Chevrolet. Era moreno, algo pelado, delgado y con sus ojos achinados. Se decía que no era el padre de Carlos porque eran muy diferentes. Carlos era igual a la madre. La madre, de origen alemán, era ama de casa y tenía a su hijo en verano siempre con pantalones cortos blancos y remera rayada. Andaba en una bicicleta de su padre, de color negro y como le quedaba grande, tenía que andar de costado por el caño. Carlos Robledo Puch era tímido como su madre. Siempre estaba muy cuidado por ella. El padre trabajaba todo el día. Los sábados y domingos lo veía tomar aperitivos con Roberto Caballero en el almacén "El Vasquito", que estaba casa por medio de su domicilio. Compraban con la famosa libreta negra, así que no era una persona con gran poder adquisitivo. Tenían un auto negro. Carlos jugaba a las bolitas y a las figuritas (esas redondas con personajes de fútbol) o a la payana con los chicos del barrio. Estudiaba piano, cosa que no le gustaba. Cuando comenzó la secundaria fue al Colegio Cervantes, en Florida, Vicente López.

Carrera delictiva
El día 15 de marzo de 1971, Puch y su cómplice Ibáñez ingresaron al boliche Enamour (Espora 3285, Olivos), llevándose 350.000 pesos de la época. Antes de huir, Puch asesinó al dueño y al sereno del establecimiento con una pistola Rubycalibre 7.65 mientras dormían.

El 9 de mayo de 1971, a las cuatro de la mañana, Robledo Puch e Ibáñez ingresaron a un negocio de repuestos de automóviles Mercedes-Benz en Vicente López. Al entrar en una de las habitaciones, encontraron a una pareja y a su hijo recién nacido. Robledo Puch asesinó al hombre de un disparo e hirió a la mujer de la misma forma. Ibáñez intentó violar a la mujer herida -quien sobrevivió y posteriormente testificó en el juicio-. Antes de huir con 400.000 pesos, Robledo Puch disparó a la cuna donde lloraba un bebé de pocos meses, quien logró quedar con vida.

El siguiente 24 de mayo asesinaron al sereno de un supermercado en Olivos.

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Pistola Ruby calibre.32

Por lo menos en dos ocasiones, a mediados de junio de ese mismo año, Robledo Puch ejecutó en la ruta a dos jóvenes mujeres que habían sido víctimas de abuso sexual (una de ellas pudo evitar ser violada) a manos de Ibáñez en el asiento trasero del automóvil de turno.

El día 5 de agosto, en circunstancias bastante dudosas, Ibáñez falleció luego de un accidente automovilístico. Robledo Puch, quien conducía el vehículo, huyó ileso de la escena luego del accidente. Hay quienes sospechan que en realidad se trató de un ajuste de cuentas.

Con la muerte de Ibáñez, hubo un receso en la actividad delictiva de Robledo Puch, la cual retomó en noviembre de 1971 junto con su nuevo cómplice, Héctor Somoza. El 15 de ese mismo mes asaltaron un supermercado en Boulogne, acribillando al sereno con una pistola Astra calibre 32 que habían obtenido pocos días antes en el robo a una armería. Dos días después de este hecho, el 17 de noviembre, irrumpieron en una concesionaria de autos y asesinaron al cuidador. Pasada una semana, fue el turno de otra concesionaria en Martínez. Redujeron al sereno, le quitaron las llaves y robaron un millón de pesos. Robledo Puch lo asesinó de un disparo en la cabeza.

Cronología de sus delitos
Los 11 asesinatos de Robledo Puch (los primeros seis fueron con su cómplice Jorge Ibáñez):

  • El 3 de mayo de 1971, José Bianchi, sereno de una casa de repuestos de Vicente López fue ejecutado a tiros mientras que su esposa fue herida a balazos y violada en el mismo hecho.
  • El 14 de mayo de 1971, asesinaron a tiros al sereno de un boliche de Olivos, Manuel Godoy, y también al encargado de local, Pedro Mastronardi, a los que sorprendieron dormidos.
  • El 24 de mayo de 1971, Juan Scattone, sereno de un supermercado también de Olivos, fue acribillado a balazos y los homicidas brindaron con whisky sobre su cadáver.
  • El 13 de junio de 1971, la joven Virginia Rodríguez fue raptada, violada y ejecutada a tiros a la vera de la Carretera Panamericana.
  • El 24 de junio de 1971, otra joven, Ana María Dinardo, fue raptada a la salida de un boliche de Olivos y también fue violada y asesinada a balazos en el mismo lugar que Rodríguez.
  • El 5 de agosto de 1971, Ibáñez murió en un presunto accidente automovilístico que también involucró a Robledo Puch.
  • El 15 de noviembre de 1971, Robledo Puch y su nuevo cómplice Héctor Somoza, asesinaron a Raúl Del Bene, guardia de un supermercado de Boulogne.
  • El 17 de noviembre de 1971 acribillaron a Juan Rozas, vigilador de una concesionaria de autos.
  • El 25 de noviembre de 1971 asesinaron a otro sereno de agencia de auto, Bienvenido Ferrini.
  • El 3 de febrero de 1972 fusilaron a Manuel Acevedo en una ferretería y luego de una pelea Robledo Puch mató con un soplete a su cómplice Somoza. Ese mismo día la Policía detuvo al múltiple asesino de 20 años quien desde entonces permanece preso, excepto por las 64 horas que estuvo prófugo luego de huir del penal de Olmos en 1973 y ser recapturado.
Detención
El 1 de febrero, Robledo Puch y Somoza ingresaron en una ferretería de Carupá. Asesinaron al vigilante e intentaron abrir la caja de caudales con las llaves. En una situación confusa, en la que aparentemente Robledo Puch se sobresaltó, asesinó de un disparo a Somoza. Intentando dificultar la tarea de reconocimiento por parte de los investigadores policiales, tomó un soplete y quemó la cara del cadáver de Somoza. Luego de abrir el cofre de caudales con el mismo soplete, recogió el botín y huyó de la escena.

Fue detenido el 4 de febrero de 1972 al encontrarse su cédula de identidad en el bolsillo del pantalón de Somoza. Recién había cumplido 20 años.

Juicio, reclusión y actualidad
Fue juzgado y condenado en 1980 a reclusión perpetua por tiempo indeterminado, la pena máxima en Argentina. Sus últimas palabras ante el tribunal de la Sala 1.ª de la Cámara de Apelaciones de San Isidro fueron "Esto fue un circo romanoy una farsa. Estoy condenado y prejuzgado de antemano"".3

Llama la atención lo expuesto en la pericia psiquiátrica adjunta en el expediente del juicio a Robledo Puch.

  • "Procede de un hogar legítimo y completo, ausente de circunstancias higiénicas y morales desfavorables".
  • "Tampoco hubo apremios económicos de importancia, reveses de fortuna, abandono del hogar, falta de trabajo, desgracias personales, enfermedades, conflictos afectivos, hacinamiento o promiscuidad".
En la actualidad, Robledo Puch continúa privado de su libertad en un pabellón del penal de Sierra Chica. Desde julio de2000 puede solicitar su libertad condicional.4 El 27 de mayo de 2008, luego de concedida la prisión domiciliaria al odontólogo Ricardo Barreda, Robledo Puch solicitó su libertad condicional. El juez que atendió su solicitud se la denegó por considerar que no se ha reformado de manera positiva en ninguno de los aspectos sociológicos necesarios para vivir en libertad, además de no poseer familiares directos que puedan contenerlo. El 31 de agosto de 2011 y nuevamente el 30 de octubre de 2013 se le volvió a negar la libertad solicitada.5

En noviembre de 2013 pidió que revieran la sentencia o que lo ejecutaran con una inyección letal, a pesar de que la pena de muerte no puede ser aplicada en Argentina. El pedido no prosperó, pues la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires falló denegando tal beneficio. El 27 de marzo de 2015 la Corte Suprema de Justicia de la Nación rechazó un recurso presentado por Carlos Eduardo Robledo Puch (63), el mayor asesino múltiple de la historia criminal argentina, contra la sentencia anteriormente mencionada que le denegó la libertad condicional.

El 10 de mayo de 2016, llevando 44 años preso, Robledo Puch salió del penal de Sierra Chica por un día. Fue llevado a la Asesoría Pericial de San Isidro para ser sometido a una serie de pericias médicas, debido a su deteriorada salud. Fue escoltado ida y vuelta por una decena de efectivos.

El 4 de febrero de 2017 se cumplieron 45 años de su detención.6

Referencias
  1. Volver arriba↑ La Nación. «Robledo Puch foto». Consultado el 7 de abril de 2014.
  2. Volver arriba↑ La Nación (5 de marzo de 2006). «Robledo Puch: el ángel negro». Consultado el 7 de abril de 2014.
  3. Volver arriba↑ Artículo que refleja el momento en que Robledo Puch emite su amenaza al tribunal acusatorio
  4. Volver arriba↑ Clarín (25 de junio de 2004). «Robledo Puch: el asesino que no quiere quedar libre». Consultado el 7 de abril de 2014.
  5. Volver arriba↑ Clarín (1 de septiembre de 2011). «La Justicia volvió a negarle la libertad a Robledo Puch». Consultado el 7 de abril de 2014.
  6. Volver arriba↑ Clarín (5 de febrero de 2012). «A 40 años de la detención del mayor criminal de la historia argentina». Consultado el 7 de abril de 2014.
Bibliografía
https://es.wikipedia.org/wiki/Carlos_Eduardo_Robledo_Puch


 
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El huérfano de Europa

  • Clasificación: Crimen sin resolver
  • Características: Kaspar Hauser fue un adolescente famoso por el misterio en torno a su origen y a su muerte. Su carácter era el de un niño salvaje, por lo que se sabe que creció en cautiverio en completo aislamiento. Desde su aparición se especuló sobre su posible pertenencia a una casa real, en particular a la familia gobernante en Baden
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crímen: 17 de diciembre de 1833
  • Fecha de nacimiento: 30 de abril de 1812
  • Perfil de las víctimas: Kaspar Hauser, 21
  • Método: Arma blanca
  • Localidad: Ansbach, Alemania
  • Estado: Otro de los grandes misterios que rodean el caso es su propia muerte. ¿su***dio o asesinato?
Kaspar Hauser
Wikipedia

Kaspar Hauser (¿30 de abril de 1812? – Ansbach, Franconia, Alemania, 17 de diciembre de 1833) fue un adolescente alemán famoso en Europa por el misterio en torno a su origen y a su muerte. Su carácter era el de un niño salvaje, por lo que se sabe que creció en cautiverio Kaspar Hauseren completo aislamiento. Desde su aparición se especuló sobre su posible pertenencia a una casa real, en particular a la familia gobernante en Baden. Ha sido llamado el huérfano de Europa.

Orígenes de la leyenda
El 26 de mayo de 1828 apareció en la ciudad de Núremberg (Baviera/Alemania) un niño extraño de unos 16 años y de aspecto descuidado. Llevado a una comisaría apuntó el nombre de “Kaspar Hauser”. En una carta al militar Friedrich von Wessing que llevaba consigo el chico, se había escrito igualmente este nombre. Además mencionó la fecha de nacimiento como el 30 de abril de 1812.

Descripción de Kaspar Hauser
Su estado mental era tal que levantó el interés de juristas, teólogos y pedagogos que llevaron a cabo multitud de ensayos para enseñarle a hablar, leer y escribir. Su mentor y representante legal Anselm von Feuerbach describió que en un principio la leche y la carne le daban asco a Kaspar y que sólo se alimentaba con pan y agua.

Se descubrió asimismo que había sido mantenido cautivo durante mucho tiempo, aunque nunca se consiguió levantar el secreto de su procedencia.

Hipótesis sobre sus orígenes
Ya durante su vida en Núremberg hubo diferentes rumores sobre sus posibles padres. Anselm von Feuerbach estaba convencido de que se trataba de un príncipe badense alemán, que había sido sustituido por un niño moribundo a causa de intrigas dinásticas.

En 1996 la revista alemana “Der Spiegel” y la ciudad de Ansbach mandaron analizar unas manchas de sangre encontradas en unos calzoncillos que pertenecieron supuestamente a Kaspar Hauser. Según el resultado de este análisis, el sujeto no era miembro de la familia reinante de Baden. En un análisis realizado en 2002 sobre material genético de otra prenda guardada en el Museo de Kaspar Hauser y de la herencia de Anselm von Feuerbach, se llegó a otra conclusión. Según este resultado había una gran concordancia, aunque no del 100%, con la huella genética de Astrid von Medinger (una descendiente de la esposa de Carlos II de Baden). Por tanto, se apuntó una posibilidad bastante plausible. Además se determinó que la mancha de sangre del primer análisis no pertenecía a Kaspar Hauser.

El enigma de su muerte
Otro de los grandes misterios que rodean el caso es su propia muerte. Los médicos que practicaron la autopsia, concluyeron que era muy difícil que él mismo pudiera haberse provocado las heridas que llevaron a su muerte y que el escrito encontrado a su lado no indicaba nada concreto.

La hipótesis más reciente añade otra variante a las especulaciones ya existentes. Según esta teoría podría tratarse del hijo ilegítimo de Napoleón Bonaparte con Estefanía de Beauharnais, la esposa de Carlos II de Baden. El matrimonio no era muy feliz y podría haberse producido un encuentro entre Estefanía y su ídolo Napoleón antes de la guerra contra Rusia. Existen varias similitudes físicas entre Kaspar y Napoleón II. La misma distancia entre la nariz y el labio superior, barbillas similares o la misma frente. Hay que tener en cuenta que un hijo extramatrimonial hubiese sido poco deseado tanto por parte de Napoleón como por la dinastía de Baden.

Esta teoría explicaría por qué Kaspar habría pasado sus primeros años de vida en palacios (según sus propios recuerdos) y sólo después, tras la caída de Napoleón, se le escondió. Una primera parte de su cautiverio la hubiese pasado en unas mazmorras cerca de Laufenburg. A esto apunta un mensaje encontrado en una botella y escrito presuntamente por otro encarcelado, diciendo “…mi escondrijo se encuentra bajo tierra y es desconocido incluso a él que le han robado el trono”. Se trataría en este caso del trono de Francia (aunque un hijo ilegítimo no hubiese tenido derecho a ocuparlo como emperador) o del gran ducal de Baden.

La segunda parte de su cautividad la pasó probablemente en el palacio de Pilsach a tan sólo unos 35 km de Nuremberg donde fue encontrado. En este pequeño castillo se descubrió en 1924 por azar una habitación escondida que concuerda con la descripción dada por Kaspar Hauser. Durante unas reformas en 1984 se encontró además un caballo de juguete, que también aparece en las descripciones de Kaspar Hauser, y restos de ropa.

Obras sobre el enigma de Kaspar Hauser
El fenómeno de Kaspar Hauser ha inspirado a numerosos autores, científicos y productores de cine.

Unos ejemplos serían el drama Gaspar Hauser (1838) del escritor francés Adolphe Philippe Dennery, la novela “Caspar Hauser oder die Trägheit des Herzens” (Caspar Hauser o la inercia del corazón) de Jakob Wassermann (1908), además del drama “Kaspar” de Peter Handke.

Kurt Tucholsky utilizó el pseudónimo “Kaspar Hauser” en el género de chanson alemán.

Werner Herzog llevó la historia a la gran pantalla bajo el título Jeder für sich und Gott gegen alle (Cada uno por su parte y Dios contra todos). La misma historia fue utilizada de nuevo por Peter Sehr (1993) con el título “Kaspar Hauser – Verbrechen am Seelenleben eines Menschen” (Kaspar Hauser – crimen contra el espíritu de una persona).

En Ansbach se celebran los festivales Kaspar Hauser en un ritmo bienal. Además se ha levantado una estela en el lugar donde presuntamente Hauser fue apuñalado en 1833, y en el museo de la ciudad hay un apartado dedicado a él.

Paul Auster se inspira en él para crear el personaje de Peter Stilman, en la novela “ciudad de cristal”.

El espectáculo “Kaspariana” del Odin Teatret (1967) parte de un texto de Ole Sarvig sobre el mito de Kaspar Hauser.

El poeta Georg Trakl escribió el poema llamado “Canción de Kaspar Hauser” (“Kaspar Hauser lied”).

Paul Verlaine escribió en 1881 el poema “Garpar Hauser Chante”.

El escritor Karl Gutzkow publicó su novela Los hijos de Pestalozzi en 1870(Die Söhne Pestalozzis), basada en la vida de Kaspar Hauser.

Jakob Wassermann publicó en 1908 su novela más famosa, Caspar Hauser oder Die Trägheit (Gaspar Hauser o la indolencia del corazón).

Su nombre en la ciencia
El nombre de “Kaspar Hauser” se utiliza también en etología. Se refiere a experimentos donde animales jóvenes son criados sin poder aprender de animales adultos. Así se puede distinguir entre comportamiento aprendido y comportamiento instintivo.

También se conoce el síndrome de Kaspar Hauser que se produce si niños crecen durante mucho tiempo sin afecto paternal o incluso contacto con otras personas.

¿Quién mató a Kaspar Hauser?
Juan Gómez – Elpais.com

20 de diciembre de 2008

El misterio sigue vivo a los 175 años de la muerte de uno de los personajes más enigmáticos del siglo XIX alemán.

Hic occultus occulto occisus est, conmemora un pilar octogonal en los jardines del palacio de Ansbach, en Baviera. “Aquí fue asesinado un desconocido de forma desconocida”. El paseante desprevenido podrá preguntarse en homenaje de qué desconocido y en recuerdo de qué muerte se levanta semejante artefacto de tres metros de piedra caliza y adornos neogóticos. La fecha que sigue, el 14 de diciembre de 1833, es tan exacta como el resto de la extravagante inscripción.

Cuando se cumplen 175 años de que Kaspar Hauser resultara herido de muerte en ese mismo lugar, no se ha resuelto en Alemania el enigma de aquel infeliz que, según creen muchos, fue, desde su mismo nacimiento, víctima de conspiraciones sin cuento que lo mantuvieron en mazmorras durante casi tres lustros y culminaron con aquel asesinato en diciembre.

De ser esto cierto, el joven de 21 años apuñalado en los jardines palaciegos de Ansbach era el desposeído primogénito del gran duque Carlos de Baden, nieto de Napoleón I, sobrino de la zarina de Rusia, primo de emperadores y heredero legítimo del Gran Ducado de Baden. De no serlo, pudo tratarse de un simple farsante o del títere de intereses opuestos a la familia ducal. La cuestión, encarnizada en su tiempo, permanece aún hoy lejos de zanjarse.

El lugar y la fecha en la que aquel hombre sufrió la cuchillada que, tres días más tarde, terminaría con su vida, es una de las pocas certezas que quedan de él. Nadie sabe quién lo mató, ni dónde nació ni quién era. Cinco años antes de su inexplicada muerte, había entrado renqueando en una plaza de Nuremberg un adolescente desastrado, incapaz de articular otra frase que “un jinete tal como mi padre es lo que yo quiero ser”. Era el lunes de Pentecostés de 1828.

Su capacidad intelectual se asemejaba a la de un niño preescolar. Portaba dos cartas que lo identificaban como Kaspar, nacido de una criada en 1812. Aunque fechadas con 16 años de intervalo y firmadas una por su supuesta madre y la otra por su supuesto tutor durante 12 años, ambas fueron probablemente escritas por el mismo puño. Cuando los policías que lo detuvieron le cedieron una pluma, el muchacho escribió el nombre de Kaspar Hauser.

Entre 1738 y 1811, el margrave Carlos-Federico gobernó Baden, que él convertiría en un Gran Ducado, con la mano de hierro del absolutista ilustrado. En esos 73 años reunificó los dominios solariegos de los Zähringer, anexionó territorios austriacos y otras regiones colindantes, decuplicó así la población e incorporó a Baden las universidades de Heidelberg y Friburgo. Pues bien, cuando murió su primera esposa en 1783, el casi sexagenario esperó tres años para casarse con su ahijada Luise Geyer von Geyersberg, una dama de la corte 40 años más joven. Aquella unión morganática dio cinco hijos.

Para cuando el mayor de ellos, Leopoldo, que por nacimiento estaba fuera de la línea sucesoria, ascendió al trono de Baden en 1830, habían muerto en 19 años tres grandes duques y tres príncipes herederos.

Agonizante en su lecho de muerte a los 32 años, Carlos, hijo del longevo Carlos Federico, aseguró que lo habían envenenado a él y a sus dos hijos varones. Le sucedió su tío Luis, que también murió con la certeza de estar siendo asesinado. Luise, la madre de Leopoldo, había obtenido una ejecutoria imperial que le daba a ella el condado de Hochberg y ponía a sus hijos en la línea sucesoria después de los Zähringer nacidos de la primera unión de su marido y de los demás parientes directos. En 1830, todos los que se habían interpuesto entre Leopoldo I y el trono de Karlsruhe estaban muertos.

Dos años antes, en 1828, los vecinos de Nuremberg acudían a ver al extraño y a alimentarlo como se hace con los monos del zoo. Kaspar sólo ingería pan y agua. Un doctor lo reconoció sin encontrarle más discapacidades que las causadas por los años de encierro. Lo describió como “semisalvaje”. La sola palabra excitaba la imaginación de la época.

Pronto, las fuerzas vivas de la región consideraron que se había descubierto al buen salvaje de Jean-Jacques Rousseau en medio de Alemania, a un ser que encarnaba “la más alta inocencia de la Naturaleza”, según divulgó el alcalde en un escrito oficial. La noticia llegó hasta Anselm von Feuerbach, jurista y magistrado, uno de los padres del derecho penal alemán. Lo liberó Feuerbach y lo entregó a la custodia del esotérico Georg Friedrich Daumer.

El suceso se había convertido en una verdadera sensación. Era la comidilla en las cortes alemanas, desde donde se extendió unos meses más tarde la sospecha de que Hauser, el dócil muchacho ajeno a las costumbres y al habla humanas que estaba siendo educado por el profesor Daumer, era en realidad el primer hijo que había dado a luz en 1812 Stéphanie de Beauharnais, la hija adoptiva de Napoleón Bonaparte y la esposa del monarca de la vecina Baden. El último vástago, por tanto, de la milenaria dinastía Zähringer y el heredero del Gran Ducado en la Selva Negra. Alguien a quien su joven abuelastra hizo que cambiaran en la cuna por un niño moribundo para allanar el camino al trono de su propio hijo.

El primer atentado contra Hauser fue un golpe en la cabeza que recibió en 1829 en el sótano de Daumer. El rey de Baviera Luis I ofreció entonces 500 florines a quien resolviera el caso. En Berlín apareció el tratado policial Kaspar Hauser, probablemente un estafador.

Mientras, en París se ponían de moda unos albornoces tipo Gaspard Hauser y Anselm von Feuerbach escribía a la corte de Karlsruhe sobre su convicción de que Hauser era uno de los suyos. Además, apareció en la vida de Hauser el conde de Stanhope, un noble inglés sobre cuya relación con el joven circularon rumores amorosos. Stanhope desapareció como había llegado. A la muerte de Hauser, algunos forenses consideraron posible que se hubiera autolesionado. Luis I tasó en 10.000 florines la recompensa de quien diera con el asesino.

En 1996, el semanario Der Spiegel encargó un estudio genético de la sangre que mancha las ropas de Hauser depositadas en el museo de Ansbach. La conclusión fue determinante: no se corresponde con el ADN de los descendientes de Stéphanie de Beauharnais. Pero ni siquiera una portada a todo color acaba con un mito de 175 años.

Los defensores de la hipótesis principesca obtuvieron su satisfacción genética con otro análisis, esta vez de pelo, encargado por el canal de televisión pública ZDF en 2002. Según el forense de Münster Bernd Brinkmann, “no se puede descartar de ningún modo” que Hauser sea descendiente de Beauharnais. La semana pasada, el Frankfurter Allgemeine Zeitung recordaba que es plausible que Hauser fuera de verdad un Zähringer. Si bien no quedan ya cuestiones dinásticas que resolver, los príncipes de Baden se niegan hoy a abrir el panteón donde descansan los despojos del supuesto heredero sin nombre.

Kaspar Hauser
Última actualización: 10 de abril de 2015

Se le conoció como “el muchacho venido de ninguna parte”, y unos cuantos años antes de su enigmática muerte en 1833, su extraordinaria historia fue comentario obligado en toda Europa.

Un muchacho de unos 16 ó 17 años, abandonado, llegó a la ciudad de Nüremberg, Alemania, el 26 de mayo de 1828 (un lunes de pentecostés). Tenía los pies ensangrentados y aseguraba que estuvo encerrado en una pequeña celda oscura la mayor parte de su vida. Su ropa con restos de seda, que había sido buena el alguna ocasión, se encontraba ahora tan andrajosa como la de un espantapájaros. Sus piernas estaban casi paralizadas por unas botas mucho más pequeñas que las de su tamaño, reforzadas con herraduras y clavos. De ellas asomaban unos dedos ensangrentados.

Entregó al primer transeúnte que lo vio unas cartas dirigidas “al capitán del 4º escuadrón, regimiento 6º de caballería”, Friedrich von Wessenig. Allí fue llevado.

Mientras esperaba la llegada del capitán, exhibió la primera de las extrañas reacciones que habrían de convencer a muchísimas personas de que el forastero había permanecido la mayor parte de su vida aislado del mundo: interesado en la llama de una vela, trató de agarrarla, profiriendo un agudo grito al quemarse. El olor de lo que se cocinaba le causó náuseas, y casi se desmaya frente al jamón y la cerveza que le ofrecieron. Era capaz de pasar horas sentado e inmóvil y prefería la oscuridad. Le gustaba jugar con un caballo de cartón (llamaba “caballo” a todos los animales, así como “chico” a todas las personas). Comió vorazmente pan y agua, y experimentó terror frente a un reloj de péndulo, quizá considerándolo un ser vivo.

Frente al capitán balbuceó: “quiero ser soldado como mi padre…”. En las cartas se repetía casi como una súplica la necesidad de transformar a su portador en un soldado de caballería. Y ambas concluían con el siguiente texto: “si no quiere conservarlo, debe matarlo con la espada o colgarlo”. El capitán se desentendió del asunto y entregó al muchacho a la policía local.

Al proporcionarle un lápiz y pedirle que escribiera su nombre, puso decididamente “KASPAR HAUSER”. Fuera de eso replicó “no sé” a todas las preguntas que se le formularon.

Dos días después del interrogatorio, el médico oficial del Tribunal civil de Nüremberg, el doctor Preu, hizo un examen exhaustivo al niño y presentó un informe del que se pueden extraer los siguientes fragmentos: “Este joven no es ni un loco ni un imbécil, pero es manifiesto que se le ha separado por la fuerza y con mayor crueldad de todo contacto con los hombres. Desde su más tierna infancia permaneció alejado de la sociedad y educado a escondidas de los demás, en un lugar en el que no podía penetrar la luz del día. Y así permaneció hasta el momento en que, de repente, apareció entre nosotros”. Esto fue avalado por los resultados de su autopsia: lesiones en el cerebro y el hígado atribuibles a una mala alimentación, largo cautiverio y falta de movilidad.

Después de un tiempo, el muchacho se transformó en una atracción pública y la gente concurría a verlo comer pan en la celda. Más tarde sobrevino un aprendizaje sorprendentemente rápido. A las seis semanas hablaba con fluidez y podía leer y escribir, y al cabo de un tiempo pudo realizar una completa declaración acerca de sus primeros años de vida. Según su relato, siempre estuvo prisionero en un calabozo, durmiendo sobre un colchón de Paj*, sin sonidos y con alimento que alguien le llevaba mientras dormía. De vez en cuando su agua tenía un gusto amargo. Esto lo hacía dormirse, y cuando despertaba, se encontraba aseado y cambiado. Tiempo antes de su partida, un hombre se introducía en la celda y le enseñaba a escribir su nombre y las frases que diría al capitán.

En suma, fue encerrado en una mazmorra cuando tenía tres años. Una mazmorra oscura en la que no podía ponerse de pie. Por todo alimento recibía pan negro y agua. Y así permaneció entre 12 y 13 años, hasta que lo soltaron, no sin antes enseñarle a escribir su nombre. ¿Por qué?

Luego de este relato, Kaspar Hauser se trasformó en una celebridad. Las dudas sobre su origen apuntaban a la nobleza que, por algún motivo, quiso mantenerlo oculto durante todo ese tiempo. Hauser siguió educándose y adquirió conocimientos de filosofía, latín y ciencias.

La creencia popular sostenía que Kaspar era hijo ilegítimo de la casa real de Baden, apartado y mantenido encerrado a favor de otro heredero. Un famoso abogado, Anselm von Feuerbach, estudió su caso y defendió la teoría del heredero suplantado. Pero Feuerbach murió en 1833, y poco después Kaspar apareció en casa de su maestro sangrando por múltiples heridas de arma blanca, en los pulmones y el hígado, y afirmando que un extraño lo había atacado en el parque, el que antes de herirlo, le había entregado una nota en la que escribió: “soy de la orilla del río… mi nombre es MLO”. Para aumentar el misterio, la frase estaba escrita de manera especular, es decir, sólo podía ser leída con ayuda de un espejo. Los escépticos pretendieron hacerle admitir que se había apuñalado a sí mismo para reavivar el interés del público por su caso, pero tres días más tarde Kaspar moría, no sin antes decir: “No lo hice yo”.

Ésa no fue la primera vez que atentaban contra su vida: cuatro años antes ya había sucedido algo similar: en octubre de 1929 lo encontraron inconsciente con una herida en la frente. Cuando recobró el habla contó algo sobre un atacante enmascarado.

¿De dónde salió Kaspar Hauser?, ¿quién o quiénes se tomaron el trabajo de mantenerlo oculto tantos años, para luego liberarlo sin ningún motivo aparente? ¿ Por qué murió? … Todas estas interrogantes forman parte de uno de los grandes misterios de la historia.

Kaspar Hauser
Última actualización: 10 de abril de 2015

Kaspar (Gaspar) Hauser nació en torno a 1812 en algún lugar de Baviera. Apareció el lunes de Pentecostés del 26 de mayo de 1828 en la Puerta Nueva de Nuremberg. Por su historia fue conocido como “el muchacho venido de ninguna parte”.

Cuando apareció, al parecer, llevaba dos cartas en las que explicaba su posible origen. Además mencionó la fecha de su posible nacimiento como el 30 de abril de 1812. La primera iba dirigida al Capitán de Caballería del 4º escuadrón, 6º regimiento de caballería ligera, Friedrich von Wessenig. La segunda carta parecía ser de su madre, ya que incorporaba datos que relacionaban al niño con un soldado de dicho regimiento y que, según la carta, era su padre. En las cartas se que convirtieran al niño en un soldado de caballería, como su padre. Ambas cartas decían que si no querían educar al niño como soldado, que lo matasen. Además, en la segunda carta, el hombre que lo liberó explicaba que ya no podía mantenerlo.

Tras leer las cartas, fueron a llamar al capitán. Durante la espera se comprobó la falta de adaptación a la sociedad de Kaspar: intentó coger la llama de una vela, desconocía la comida preparada y cocinada, era capaz de pasar horas sentado e inmóvil y prefería la oscuridad. Además tuvo otros comportamientos que mostraban el aislamiento que había sufrido. Cuando llegó el capitán, Kaspar pronunció una frase de memoria: “quiero ser soldado como mi padre”. Pero, el capitán se desentendió del asunto y entregó al muchacho a la policía local.

Su educación corrió a cargo del pueblo de Nuremberg que se sintió obligado ante la lástima que les producía el niño. Fue difícil porque cuando apareció en Nuremberg no sabía apenas hablar, salvo las pocas frases que sabía de memoria y el nombre de algunas cosas básicas, y era receloso del contacto.

La leyenda se siguió alimentando ya que cuenta que en este estado de total desconocimiento social, fue objeto de interrogatorios y pruebas para intentar averiguar su origen. Cuando le ofrecieron una pluma, la cogió y escribió el nombre de Kaspar Hauser. Al parecer, un tal Daumer fue el encargado de adiestrarle. Cuando aprendió a comunicarse contó su triste historia. Contaba cómo había vivido en un zulo y se había alimentado de pan y agua y que apenas había visto la luz.

Según contaba el propio Kaspar, fue encerrado en una mazmorra cuando tenía tres años. Un lugar oscuro en el que no podía ponerse de pie y en el que sólo se alimentó de pan negro y agua. El hombre que lo cuidaba actuaba como una mano invisible en la leyenda, le proveía de alimentos y de todo aquello que permitía su subsistencia, aunque le mantenía aislado de la sociedad siendo totalmente un niño salvaje. Tras varios años de cuidados mínimos, este hombre no pudo con su conciencia y terminó por liberar a Kaspar, no sin antes haberle enseñado a escribir su nombre.

El médico oficial del Tribunal civil de Nüremberg, el doctor Preu, hizo un reconocimiento a Kaspar en el que concluyó que las afirmaciones del niño parecían ciertas y que realmente estuvo aislado de la sociedad en un lugar al que no llegaba la luz del día.

Tras su leyenda parece residir alguna trama en las altas esferas bávaras sobre herencias y derechos de sucesión que hacían de Hauser una persona poco deseable, pero a su vez, mostraron una dudosa compasión al permitirle vivir privado de su identidad y aislándole de la sociedad. Esta posible conspiración que le persiguió desde su nacimiento puso ser la causa de dos intentos de asesinato que sufrió a lo largo de su corta vida. Por fin murió asesinado en Ansbach el 17 de diciembre de 1833.

Se especuló con que su origen fuese noble, probablemente hijo de Estefanía Beauharnais y del Gran Duque Carlos de Baden. Según continúa la leyenda, Kaspar Hauser, fue abandonado por algún hombre de confianza del Duque en el bosque.

En noviembre de 1996, la revista de noticias “Der Spiegel”, a petición del ayuntamiento de la ciudad de Ansbach, analizaron unas muestras de sangre encontradas en la ropa de Kaspar Hauser. Según el resultado del análisis, Kaspar no era miembro de la familia reinante de Baden.

En un segundo análisis, realizado en 2002 sobre material genético encontrado en otra ropa, sí que se mostraba una posible relación con Astrid von Medinger, descendiente de Estefanía Beauharnais. Ese segundo análisis además dudaba de que el análisis de 1996 se hubiese hecho sobre sangre del propio Kaspar Hauser.

La hipótesis más reciente sobre el posible origen de Kaspar Hauser sostiene que podría ser un hijo ilegítimo de Napoleón y de Estafanía de Beuharnais. Al parecer, tras la derrota de Napoleón, un hijo ilegítimo suyo sería inconveniente tanto para él como para la familia Baden.

Los interesados en la vida de Kaspar Hauser han investigado dónde pudo pasar su cautiverio. Al parecer estuvo encerrado en en unas mazmoras cerca de Laufenburg, pero pronto fue trasladado al el palacio de Pilsach, cerca de Nuremberg. Esta hipótesis se basa en el hallazgo en 1924 de una habitación escondida en dicho palacio que se asemejaba mucho a la descripción dada por el propio Kaspar Hauser.

Su leyenda recuerda a muchos cuentos como el de Blancanieves o algunas leyendas germanas de abandono de niños en medio del bosque que se convierten en hombres bestia que crecen en un estado salvaje. También están en esta esferas las leyendas de los herederos suplantados y los reyes perdidos sin trono a la que podría ceñirse la historia de Kaspar Hauser.

La literatura estudió este hecho real y la leyenda que hubo detrás. El principal autor que estudió a Kaspar Hauser fue Anselm von Feuerbach. Feuerbach, experto en leyes, trató de explicar la situación de Kaspar Hauser como un delito contra su alma, además de los delitos de detención ilegal y de abandono. Feuerbach exponía que al haberle privado del contacto con otros hombres, le privó de las necesidades básicas espirituales, las que alimentan el alma y el espíritu y que permiten al hombre ser libre.
https://criminalia.es/asesino/kaspar-hauser/
 
El menor acusado del asesinato de una joven en Zamora participó en su búsqueda
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07/05/2018



Menor acusado del asesinato de una joven

El juez ha ordenado su ingreso en un centro de menores. A la espera de los resultados de la autopsia, se enfrenta a ocho años privado de libertad por «asesinato». (menos...)



Los vecinos de Castrogonzalo (Zamora) recuerdan perfectamente a «esos dos niños pegados a las faldas de su madre, sin querer soltarla de la mano; cuando venía, no querían saber ya nada de su abuela María, que los crió hasta su muerte, hace pocos años», cuentan. «Esta mujer viene, les lleva a cortar el pelo y ya no se acuerdan de mí», dicen que se lamentaba la señora. Los hijos de Fostrón, como se conoce en esta pequeña población zamorana de 500 almas a «el pastor», «se quedaron con el padre porque si le daban la custodia a la madre también tenía que quedarse ella con la casa y el ganado, y eso no lo consintió ni el padre ni la familia paterna», cuentan quienes han vivido con ellos puerta con puerta. Y recuerdan: «No la dejaron ni entrar en la iglesia el día de la comunión de los chiquillos». Uno de ellos, el menor, de 16 años, ha sido acusado este sábado del asesinato de Leticia Rosino, una joven de 33, que vivía con su pareja en el municipio desde hacía dos años. El chico, que ayer el juez ordenó ingresar en un centro de menores, es conocido por todos, y «compañero del instituto de Benavente» de sobrinos y nietos de los mayores de esta localidad. La tarde del pasado jueves, cuando los familiares de Rosino denunciaron su desaparición porque desde las 18.30 no contestaba al teléfono, él andaba con las ovejas en las inmediaciones del pueblo. A las 22.30, y ante lo extraño de la falta de señales de la muchacha, un guardia civil de paisano organizaba la búsqueda en la puerta de la casa de David, su novio, cuya familia es oriunda de este pequeño municipio. Allí estaba también el hijo menor del pastor, en el círculo formado por los vecinos que se habían ofrecido voluntarios para participar en la batida. «¿No has visto tu a Leticia cuando andabas por ahí con las ovejas?», le preguntó Marisol, la abuela de David. Él respondió que no. Tres horas más tarde, hacia las 1.30 encontraban el cuerpo de la joven en un pequeño barranco, a la entrada del pueblo, junto a la planta de basuras en la que trabajaba su suegra, Clari, y el abrevadero de las ovejas. Una zona próxima a la orilla del río Esla muy transitada por paseantes y una de las vías de acceso y salida de la localidad. «Un reguero de sangre, unas piedras, los leggins y las bragas de la chica…», fueron configurando para los investigadores una escena del crimen que terminó apuntando hacia la casa del pastor. El viernes por la tarde, en su primera declaración, el chico acusó a su propio padre: «Quiso violarla y la mató», contó a los agentes de la Guardia Civil de Benavente, que detuvieron inmediatamente al pastor. «Habían estado juntos esa tarde, sacando a las ovejas», aseguran fuentes próximas a la investigación. El chaval aportó numerosos detalles acerca de lo ocurrido, que teóricamente había visto y le había contado su padre. «Explicó donde ocurrió y cómo, llegó a contar que la chica trató de escapar corriendo tras recibir el primer golpe en la cabeza con una piedra y que volvió a atraparla y le asestó más golpes con otra, y que finalmente la tiró por el terraplén cercano, al que incluso tuvo que bajar para ocultar más el cuerpo», aseguran las mismas fuentes. Todo habría ocurrido en ese paraje transitado, a plena luz del día. Sin embargo, el padre que se mantuvo callado inicialmente ante los agentes, al ser preguntado negó esos hechos. Y su escueta declaración fue avalada más tarde por unas cámaras ubicadas en un local del pueblo y por testigos, que aseguraban haberle visto aquella tarde a la hora a la que supuestamente se perpetró el crimen. Su hijo menor no soportó un segundo interrogatorio: «Las contradicciones e incoherencias en su relato le convirtieron en el sospechoso principal», aseguran los investigadores. El caso dio un giro. Este lunes el chico, de porte corpulento, confesaba los hechos e ingresaba en prisión acusado de asesinato, de momento, y a falta de los resultados de la autopsia que determinará si hubo también agresión sexual. Se enfrenta, según la Ley del Menor, a una pena de ocho años.
Publicado por El País
 
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  • Clasificación: Crimen sin resolver
  • Características: Desaparición forzada - Ángeles Zurera se marchó de su domicilio sin ningún objeto personal, como si la intención de la mujer fuera ausentarse durante un breve periodo de tiempo
  • Número de víctimas: 1
  • Fecha del crímen: 2 de marzo de 2008
  • Perfil de las víctimas: Ángeles Zurera Cañadillas, de 42 años
  • Localidad: Aguilar de la Frontera, Córdoba, España
  • Estado: Ángeles Zurera continúa en paradero desconocido. Su exmarido, Manuel Reina Algaba, fue condenado a seis meses de prisión en 2009 por un delito de malos tratos contra su exmujer acaecido unos días antes de la desaparición. El caso, tras ser sobreseído en junio de 2011, fue abierto de nuevo en noviembre de ese año, sin que hasta la fecha haya habido ningún procesamiento.
Índice

Sin rastro de Ángeles Zurera
Manuel Planelles – El País

24 de abril de 2008

Manuel Zurera no podía aguantar la pena que llevaba dentro. Era el seis de marzo y su hija Ángeles, de 42 años, llevaba desde el domingo día dos desaparecida. Casi dos meses después, no hay ni rastro de la mujer en Aguilar de la Frontera (Córdoba), su pueblo.

Pese a ser un hombre mayor, Manuel participó en varias de las batidas que organizó la Guardia Civil en busca de su hija. El municipio se ha peinado, los buzos han inspeccionado varias lagunas y sigue sin haber pistas fiables sobre el paradero de esta mujer que dejó atrás dos hijos de 18 y 19 años.

El último hecho relacionado con este caso de desaparición ha sido la detención del ex marido de Ángeles, Manuel R. A., propietario de una empresa de excavaciones y movimiento de tierras.

Fue arrestado el sábado pasado. Pero no por su relación directa con la desaparición, sino por un presunto delito de malos tratos contra su ex pareja.

La supuesta agresión se ha conocido ahora gracias a las indagaciones que está realizando la Guardia Civil para intentar arrojar algo de luz sobre el suceso. Se produjo el domingo 17 de febrero, 13 días antes de desaparecer Ángeles. Uno de sus hijos fue el que acompañó a la mujer al hospital, donde elaboraron un parte médico. Ángeles, que terminó con aquella relación a finales de 2007, no denunció en su día el maltrato. Y su familia ha insistido desde el momento de su desaparición en que la separación fue «amistosa». «Ella no nos había dicho nada de aquella agresión», sostuvo ayer su hermano Antonio.

De hecho, a su familia le contó en febrero que aquel moratón que tenía en un ojo se lo había hecho al caerse por las escaleras de su casa. «No nos podíamos imaginar que fuera otra cosa», indicó ayer su hermano.

Tras su detención, la Guardia Civil retuvo al ex marido 72 horas en los calabozos de la Comandancia de Córdoba. Se apuró la estancia máxima que un preso puede estar detenido sin pasar a disposición judicial. Los agentes esperaban que el detenido diera alguna pista sobre el paradero de Ángeles. A los tres días, se presentó al acusado ante la titular del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Aguilar de la Frontera. La juez le tomó declaración y decidió dejarlo libre.

Cada vez son más los que señalan al ex marido en el pueblo. Pero el subdelegado del Gobierno en Córdoba, Jesús María Ruiz, se apresuró ayer a dejar claro que Manuel R. A. no había sido detenido por ser «sospechoso» de la desaparición de su ex pareja, lo que no significa que no pueda aportar información útil sobre el caso. Todas las líneas de investigación están abiertas, fue el mensaje que quiso trasladar Ruiz. O bien se fue voluntariamente o bien se la llevaron.

A eso de las tres de la tarde del domingo dos de marzo, la bocina de un automóvil sonó fuera de la vivienda en la que residía Ángeles. En la casa estaban la mujer y uno de sus hijos, al que su madre sólo le dijo que salía un momento. Ángeles, según su familia, salió casi con lo puesto. Sin móvil, ni DNI ni sus gafas, pese a ser miope, sostiene su hermano Antonio.

La mujer trabajaba en un taller de empleo del Ayuntamiento de Aguilar. Sus cuentas están actualmente controladas por si se produjera algún movimiento extraño. «Sus ahorros siguen en la cartilla», afirmó su hermano.

Cronología de una desaparición
  • Finales de 2007. Ángeles Zurera y Manuel R. A. deciden divorciarse. La familia de la mujer sostiene que fue un «acuerdo amistoso de separación».
  • 17 febrero de 2008. El ya ex marido presuntamente agrede a Ángeles. Ella no lo denuncia y le cuenta a su familia que se ha caído por las escaleras.
  • 2 de marzo. Ángeles Zurera desaparece. El último que vio a su madre fue uno de sus hijos, quien estaba con ella en casa cuando sonó la bocina de un coche y ella salió de la vivienda.
  • 5 de marzo. Vecinos de Aguilar de la Frontera participan en una batida que se repite durante una semana.
  • 17 de abril. La Guardia Civil busca bajo en lagunas y escombreras de la zona.
  • 20 de abril. Detenido el ex marido de la desaparecida por el presunto maltrato a Ángeles en febrero. A las 72 horas, sale en libertad tras prestar declaración ante el juez.
Detienen al hijo de la desaparecida Ángeles Zurera tras un enfrentamiento con su padre
EFE – Diariocordoba.com

26 de febrero de 2009

El hijo de Ángeles Zurera, que desapareció en Aguilar de la Frontera (Córdoba) el 2 de marzo de 2008 en extrañas circunstancias, fue detenido ayer por la Guardia Civil acusado de resistencia a la autoridad y de amenazar durante un altercado a su padre y ex marido de la desaparecida.

El hermano de la mujer y portavoz de la familia, Antonio Zurera, ha explicado a Efe que su sobrino coincidió sobre las 18.00 horas de ayer en una gasolinera con el ex marido de Ángeles, al que su familia considera como el principal sospechoso de su desaparición.

Ha añadido que este hombre estaba «increpando e insultando» a un miembro de la familia de la desaparecida.

Antonio Zurera ha afirmado que la familia está «indignada», ya que el ex marido, que es «el principal sospechoso de la desaparición de mi hermana», lleva un cartel de la desaparecida en su furgoneta, lo que la familia considera que es un acto de «chulería y provocación».

Por este motivo, el padre de la desaparecida, que también se encontraba en la gasolinera, se dirigió hacia el ex marido para «recriminarle su actitud y su desvergüenza», lo que derivó en un «altercado» entre ambos.

El portavoz de la familia ha asegurado que en ese momento llegaron hasta el lugar familiares del ex marido que «comenzaron a insultar y agredir a mi padre», lo que motivó que su sobrino e hijo de la desaparecida «mediara para defender a su abuelo».

En ese instante, padre e hijo se enfrascaron en una discusión en la que mediaron «amenazas de muerte» por parte del ex marido de Ángeles, según la familia.

A los pocos minutos llegaron hasta el lugar agentes del instituto armado que separaron a los participantes en el altercado y detuvieron al hijo de la desaparecida por amenazas y resistencia a la autoridad.

El portavoz de la familia ha explicado que el joven ha sido puesto en libertad esta misma mañana y han pedido al juez que instruye el caso de la desaparición que dicte una «orden de alejamiento contra el ex marido para evitar provocaciones y actos que deriven en nuevos altercados».

Asimismo, Antonio Zurera ha asegurado que el ex marido de Ángeles «nunca se ha preocupado por el hijo de ambos» y hasta hace pocas semanas «seguía el caso desde los bares y ahora pega el cartel de mi hermana en su furgoneta».

Por otro lado, la familia continua con al labor de información entre los ciudadanos de Aguilar de la Frontera para convocarlos a una manifestación que tendrá lugar el próximo lunes, cuando se cumple un año de la desaparición de Ángeles, para exigir que «se tomen medidas judiciales y el caso de mi hermana no quede en el olvida [olvido]».

El portavoz de la familia ha incidido en que esperan que el juez instructor levante el secreto de sumario sobre el caso en los próximos días para «conocer más detalles de la investigación y saber lo que ha ocurrido con mi hermana».

En este sentido, Antonio ha reconocido que la familia está «hundida en su dolor» al comprobar que «no hay nada esclarecido en este caso» y ha pedido que se «agilicen los trámites para juzgar al ex marido de Ángeles por presuntos malos tratos que él mismo ha reconocido públicamente».

El infierno de Ángeles Zurera
Alfonso Alba – Eldiadecordoba.es

2 de marzo de 2009

«La vida es una mierda. Nunca pensé en tantísimo dolor como iba a pasar. Quisiera volver para atrás, pero con mis hijos, porque es lo mejor que tengo. La vida la ha tomado conmigo». Meses antes de su desaparición, Ángeles Zurera Cañadillas escribió sus pensamientos en un cuaderno en el que también apuntaba recetas de cocina y guardaba pequeños recuerdos de un niño saharaui que acogió durante tres veranos. «No lo entiendo. Según das, así recibes, ¿no? Pues yo no creo que merezca tantísimo dolor».

Es el testimonio de una mujer destrozada, angustiada, que estaba en tratamiento psiquiátrico, pero que poco a poco estaba viendo la luz al final del túnel. De hecho, pocos días antes de su desaparición el médico que la trataba le dijo que iba a darle el alta y acababa de comenzar una nueva relación sentimental. «Estaba rehaciendo su vida», resume su hermano, Antonio Zurera, desde el salón de la casa de Ángeles. «Por fin empezaba a ser feliz», relata desde el chalet en el que Angelines, como así la conocen en Aguilar de la Frontera, desapareció sin dejar rastro. Mañana hace justo un año.

El sábado 1 de marzo de 2008, Ángeles Zurera vivió un día normal. Según el testimonio de la familia, la mujer pasó el día en Córdoba con la novia de uno de sus hijos y unas amigas. Compró ropa para Semana Santa en las tiendas del centro y llamó a su madre. «Mamá, he comprado una chaqueta preciosa», relataba ayer la madre de Angelines, que reproduce la conversación telefónica. En Córdoba, cena con unas amigas y ya casi de madrugada regresa a Aguilar de la Frontera con su propio coche. Deja las cinco bolsas de ropa en una salita, se pone el pijama y se acuesta. A partir de entonces, es imposible seguir los pasos que siguió, según la familia.

Al día siguiente, «las bolsas de ropa estaban donde ella las dejó», explica Antonio Zurera, «y la cama apenas está deshecha; tan sólo en un piquito», agrega. Esto hace sospechar a la familia que su desaparición se produjo de madrugada y descarta la primera hipótesis. Uno de los dos hijos de Ángeles aseguró a la Guardia Civil que en la mañana del domingo escuchó un claxon y luego a su madre despedirse, un relato que ahora ni el propio muchacho sostiene como cierto.

Y después de esa madrugada, nada más. Ángeles Zurera se marchó sin nada. Ni las gafas, ni las lentillas, ni el DNI, ni el bolso con dinero, ni el móvil, ni su coche, ni las llaves de su casa, «ni un par de bragas para cambiarse, que es lo que más necesita una mujer», explica su madre, muy entera. «Se dejó una lavadora puesta y ropa en una secadora lista para tender», añade su hermano, quien insiste en que «alguien que decide irse de manera voluntaria no se va de esta forma».

La familia no denuncia la desaparición hasta el lunes por la mañana. Las compañeras de un taller de empleo en el que participaba la mujer la echan de menos y llaman a su hermano. A las 12:00 de la mañana comienza su búsqueda desesperada. El pueblo de Aguilar de la Frontera se vuelca en unas batidas por todo el término municipal en el que participan más de 400 personas. Pasan los días y siguen sin encontrar pistas. El caso salta a los medios de comunicación a nivel nacional. Se imprimen 40.000 carteles con el retrato de Ángeles que se reparten por toda España. Algunos testimonios sostienen haber visto a la mujer hasta en California, pero ninguna pista se sostiene. Poco a poco, la esperanza de encontrar con vida a la mujer disminuye.

«Estamos casi seguros de que está muerta», mantiene el padre de Ángeles Zurera, que tiene dos dedos vendados desde el miércoles, cuando tuvieron una «trifulca» con el ex marido de su hija, Manuel Reina. «Pero no podemos perder la esperanza», asegura la hermana de Angelines. Por eso, «seguimos poniendo carteles por toda la provincia», zanja Antonio Zurera.

A partir de abril, la familia tiene que convivir con la hipótesis de que su hija ha perdido la vida. La Guardia Civil busca un cadáver. Se utilizan perros especiales, se dragan balsas de alpechín, los buzos del instituto armado, «que hoy veo en la tele buscando a Marta del Castillo en el Guadalquivir» explica Antonio, buscan a Ángeles en las lagunas. Se revisa el interior de 300 pozos de casi todo el Sur de la provincia de Córdoba. Hasta se usa una máquina georradar que da un resultado positivo en una viña que se excava con una retroexcavadora, pero nada. Ni rastro de un cuerpo.

«Ese domingo, me llama mi nieto y me dice que mi niña se ha caído por las escaleras y se ha matado, y ya está. La enterramos, la lloramos y se acaba el sufrimiento. Pero lo que estamos padeciendo sólo lo sabemos nosotros», explica la madre, que apenas ha vuelto a salir a la calle. «Un día fui a Montilla al oculista. Al salir de la consulta vi un cartel de mi hija y me caí al suelo», cuenta la mujer, entre sollozos y junto a su familia, todos cabizbajos. «En el pueblo no puedo andar diez metros sin que alguien me pregunte por mi hermana», explica Antonio, que insiste en que lo que a la familia le ha dado más fuerza es sentir el apoyo mayoritario de Aguilar de la Frontera. El pueblo está inundado de carteles de Ángeles Zurera. Muchas casas lucen lazos verdes en solidaridad con la familia y hasta ha surgido una plataforma ciudadana que recauda fondos para intentar que no se olvide el caso.

Pero la investigación está bloqueada. El viernes, a última hora, la juez de Aguilar levantó el secreto de un sumario de tres tomos y en el que la familia espera encontrar mucha luz. De momento, todo son indicios, pero no hay ninguna prueba que aclare nada. Y la relación con el ex marido se ha roto de forma definitiva.

Manuel Reina está a la espera de ser juzgado de un presunto delito de malos tratos hacia Ángeles Zurera cometido sólo 12 días antes de su desaparición. «12 días de infierno», asegura Antonio Zurera. La mujer había sufrido daños en la cara y en un brazo, y fue atendida en el hospital de Montilla. Ella le dijo a su madre que se había caído por las escaleras y al médico y a su hijo que había sufrido un percance al ir a esquivar a un perro. Pero el médico no la creyó, y en su parte de lesiones así lo hace constar. Ángeles Zurera llevaba siete años separada de Manuel Reina, que tal y como recuerda la familia «nunca participó en su búsqueda».

«Hay muchas cosas que no podemos decir porque nos llueven las querellas», sostiene Antonio, que reconoce que su familia está «desesperada». «No hay día que pase en que no nos acordamos de ella. Cuando nos despertamos o nos acostamos… ¿Dónde estará?», se pregunta su hermana. Noches en vela en las que todos sueñan con que Angelines llame otra vez a su puerta.

Heridas que el tiempo deja abiertas
Manuel J. Albert – El País

15 de marzo de 2009

El dos de marzo de 2008, Ángeles Zurera, de 42 años, desapareció. En su casa de Aguilar de la Frontera (Córdoba) dejó toda su ropa, su documentación, su dinero. Hasta sus gafas, sin las cuales no se maneja nada más que regular. Se han cumplido doce meses desde la última vez que se le vio y el caso no se ha resuelto. La familia Zurera no ceja en su empeño por encontrarla. A pesar de que los 2.500 folios de sumario no han servido hasta ahora para aclarar qué pasó, leen detenidamente los tres tomos del caso, esperando hallar pistas que lleven al esclarecimiento final. Una situación que ha convivido a la sombra de las desapariciones de la niña onubense Mari Luz Cortés y, más recientemente, de la de la joven sevillana Marta del Castillo.

La Guardia Civil prosigue la investigación «en íntima colaboración con los organismos de Justicia», afirman sus portavoces. La familia Zurera dice estar satisfecha por los esfuerzos policiales, aunque no puedan ocultar una tristeza que se hunde en el calendario. «Tengo la certeza de que mi hermana está muerta. La tengo casi desde el primer día», reconoce Antonio Zurera, «pero tenemos que saber qué fue lo que ocurrió».

«La vida es una mierda. Nunca pensé en tantísimo dolor como iba a pasar. Quisiera volver para atrás, pero con mis hijos. Por qué la vida la ha tomado conmigo. Yo no le entiendo. Según das, así recibes. No. Pues yo no quiero creer que merezca tantísimo dolor». Hace tres meses, la familia Zurera encontró un viejo cuaderno con estas frases escritas entre recetas de cocina.

La familia cree que Zurera volcó aquella pena en algún momento de los últimos dos años, mientras la mujer soportaba el final de un tormentoso matrimonio de dos décadas -del que nacieron dos hijos que ahora tienen 19 y 20 años- y que terminó en separación y trámites de divorcio. La sentencia del mismo llegó estando ella ya desaparecida.

«Ángeles había logrado empezar a rehacer su vida. Desapareció cuando volvía a ser feliz», dice su hermano Antonio. Por eso, a pesar de la desesperación que Ángeles mostraba en las últimas líneas que escribió en aquel párrafo del cuaderno: «Quisiera morirme ya, y no sentir más, y poner fin a todo», a ningún miembro de su familia se le ha pasado por la cabeza que el caso tenga nada que ver con un su***dio. «Es imposible. Ni siquiera la Guardia Civil lo contempla. Por primera vez en mucho tiempo, Ángeles comenzaba a estar bien. Iba a un taller municipal de trabajo, se llevaba bien con sus hijos. Incluso su psicólogo, al que había acudido por el divorcio, nos dijo que estaba a punto de darle el alta», continúa Antonio. El 1 de marzo de 2008, Ángeles había estado comprando ropa en Córdoba y según su madre, Antonia Cañadillas, se mostró contenta y feliz. «A Angelines se la llevaron. Se fue con alguien que ella conocía. Seguramente creyó que salía un momento», aventura, «por eso se fue sin nada», zanja su hermana Manuela.

Con la separación, Ángela estaba recuperando las riendas de su día a día. Pero el proceso no estaba siendo nada fácil. Su ex marido, Manuel Reina, seguía presente en su vida. Y todo saltó por los aires cuando Reina pegó a su ex mujer el 19 de febrero, 12 días antes de la fecha desde la que se le da por desparecida. Por este hecho, Reina acaba de ser condenado a seis meses de prisión por este episodio. «Se declara probado por conformidad de las partes que […] Manuel Reina Algaba, en el interior de una nave […] golpeó con el puño en la cara de la señora Zurera que, por el impacto, cayó al suelo», reza la sentencia. En la misma, se detalla que la mujer sufrió, entre otras lesiones, traumatismo nasal con hematoma, que requirió asistencia médica.

La Justicia no ha encontrado vínculo entre este episodio de violencia machista y la desaparición final de Zurera. «A los que sospechen que yo puedo estar implicado en la desaparición de mi ex mujer, les digo que la Justicia está para algo», afirmaba ayer Reina.

«A partir de la paliza, Ángeles sufrió días de acoso», recuerda su hermano Antonio Zurera, «insistía en volver con ella. Hasta le insistía a mi madre para que le dijese a Angelines que volviese con él». Con los hijos la relación del padre también ha empeorado. Sobre todo con el pequeño, Daniel. Tanto, que pocos días antes de cumplirse un año de la desaparición, Reina y su hijo menor se enzarzaron en una pelea por las calles de Aguilar. Un pueblo que sigue vistiendo carteles que reclaman a Ángeles Zurera.

Las fechas clave
  • 2 de marzo de 2008. Zurera desaparece. En su casa deja dinero, documentación, ropa y sus gafas.
  • 3 de marzo de 2008. Se inician las batidas. Los vecinos registran más de 300 pozos. Los voluntarios rastrean los campos.
  • 23 de abril de 2008. Se crea una plataforma de ayuda. Se imprimen más de 40.000 carteles y folletos que se reparten por toda España.
  • 5 de marzo de 2009. El juez condena a seis meses de prisión a Reina por maltrato contra su ex mujer.
El exesposo de Ángeles Zurera declara como imputado
Manuel J. Albert – El País

26 de marzo de 2011

Manuel Reina, exesposo de Ángeles Zurera, la mujer desaparecida en Aguilar de la Frontera (Córdoba) hace tres años, declaró ayer por primera vez como imputado en relación con este caso. La juez que instruye la causa decretó secreto de sumario. La abogada de la familia Zurera, Aurora Genovés, considera esta declaración un paso enorme: «De no estar personado en la causa de ninguna forma, ni siquiera como testigo, ha sido llamado a declarar como imputado. Eso abre un capítulo completamente nuevo».

Los padres y hermanos de Ángeles Zurera siempre han sospechado de que su expareja tiene algo que ver en la desaparición de la mujer, que abandonó su domicilio el 2 de marzo de 2008 dejándose el dinero, la documentación e incluso las gafas, sin las cuales no salía de casa. También la Guardia Civil lo ha tenido bajo la lupa todos estos años, sometiéndolo a varios interrogatorios. Los investigadores llegaron a rastrear un vertedero de Aguilar que usaba la empresa de movimientos de tierra que posee Manuel Reina. Pero lo trabajos no dieron con el cuerpo de la mujer ni con pruebas que involucrasen en ese momento al exesposo con la desaparición.

La familia Zurera sospecha que nuevas indagaciones han motivado que la juez le llame a declarar en presencia de su abogado. «Creemos que la investigación ya apunta a una persona y eso es muy importante, nos da muchas esperanzas de que se resuelva pronto», dijo el hermano de la mujer, Antonio Zurera. Él, junto al resto de su familia y numerosos vecinos, forma parte de una plataforma cívica que recuerda constantemente que el caso está abierto y que necesita una resolución.

No es la primera vez que Manuel Reina acude al juzgado. Antes de que desapareciese, Ángeles le denunció por malos tratos. La condena de seis meses de prisión le llegó a Reina un año después de que se perdiese la pista a la mujer. Ayer estaba citado a las once y media. Llegó una hora antes, junto a su nueva compañera, quien declaró como testigo. Sus comparecencias se prolongaron hasta las dos y media, aproximadamente. Reina salió en libertad pero sabiendo de boca de la juez que estaba imputado. Con aire desafiante, atacó a la familia de Zurera. «Hay cosas bastante sospechosas, que no interesan y que son incluso vergonzosas de contar, que las están tapando. Que lo digan todo y que sepa todo el pueblo lo que hay, a ver si opinan que se ha perdido o la he matado o lo que sea», dijo.

La familia de Ángeles Zurera respondió reclamando a Reina que diga todo lo que sabe sobre el caso.

La familia de Ángeles Zurera pide el «test de la verdad» para su exmarido
Alfonso Alba – Cordopolis.es

4 de marzo de 2014

La familia de Ángeles Zurera, la mujer que desapareció en Aguilar de la Frontera en el año 2008 y que a día de hoy sigue en paradero desconocido, ha solicitado que se le realice el test de la verdad a su exmarido y hasta el día de hoy único imputado en la investigación, Manuel Reina. Según ha confirmado a este periódico el hermano de Ángeles, Antonio Zurera, Reina «si tan convencido esta de que no tiene nada que ver» en la desaparición de su hermana «no debería tener ningún problema» en someterse a este test.

Sin embargo, la familia se enfrenta con un serio problema. Por dos veces, la justicia le ha denegado esta prueba. En primera instancia ha sido el Juzgado de Instrucción, y posteriormente ha sido la Audiencia Provincial de Córdoba. La familia, no obstante, va a volver a solicitar esta prueba que ha saltado a la primera plana después de que los jueces, a petición de la Policía Nacional, hayan decidido hacérsela a Miguel Carcaño por su relación con la desaparición de Marta del Castillo.

Ángeles Zurera Cañadillas desapareció hace seis años de su casa, de madrugada, mientras uno de sus hijos dormía y el otro jugaba a la videoconsola. Alguien llamó a la puerta, la mujer abrió y nunca más se supo. Sus hijos no la echaron de menos en todo el día. Al día siguiente, cuando no llegó a trabajar fueron sus compañeras las que denunciaron su desaparición. La Guardia Civil siempre apuntó a su exmarido, del que se separó años antes de desaparecer y con el que compartía dos hijos. Los agentes llegaron a detener al hombre, pero por un delito de malos tratos previo a la desaparición de la mujer. Desde entonces, los investigadores nunca pudieron imputarle nada más.

La Guardia Civil no ha parado de buscar a Ángeles Zurera desde hace seis años. Su hermano, Antonio Zurera, ha cifrado en 14 los dispositivos especiales que recuerda. Se han levantado fincas de olivos y vides, se ha buceado en una laguna, se han abierto zanjas en carreteras y hasta se ha usado el georradar. Nunca se halló nada, ni una sola pista. La última gran búsqueda ocurrió en noviembre de 2011, cuando la Guardia Civil levantó, literalmente, el suelo de una nave industrial de Aguilar de la Frontera. Los agentes sospechaban que en sus cimientos podía estar enterrada la mujer, a la que su familia ya no espera encontrar con vida.

Los agentes califican la desaparición de Zurera como forzada. Desde los primeros días, trabajan con la hipótesis de que algo le pasó a la mujer. Ángeles Zurera salió a la calle sin dinero, sin documentación, sin sus gafas ni lentillas (tenía grandes problemas de visión), sin más ropa de la que llevaba puesta y sin dejar rastro alguno. Nadie vio nada. Nadie escuchó nada. Y así, con la angustia del silencio para una familia que apenas vive desde su marcha su caso volverá a ser archivado.

La Audiencia rechaza realizar el «test de la verdad» en el caso de Ángeles Zurera
ABC.es

26 de abril de 2014

La Audiencia Provincial de Córdoba ha desestimado el recurso planteado por la familia de Ángeles Zurera, la mujer desaparecida en 2008 en la localidad cordobesa de Aguilar de la Frontera, en el que solicitaba que el único imputado en esta causa, el exmarido, Manuel Reina, sea sometido al «test de la verdad», con el objetivo de poder esclarecer el paradero de la mujer, que el día 2 de marzo cumplió seis años desaparecida y en los que no se ha parado de buscar en diversos lugares sin resultados positivos.

Según recoge el auto de la Audiencia, al que ha tenido acceso Europa Press, se trata de una diligencia que «no cabe considerar fuente de verdadera prueba» y que «no consta que vaya a aportar nuevos datos fiables que permitieran el avance de la investigación«, de ahí que considere «acertada» la decisión del Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Aguilar.

En concreto, la Audiencia señala que no puede compartir «la pretensión» de la familia de que «la prueba que propone pueda conciliarse con el respeto a los derechos fundamentales del imputado a no confesar y no declarar contra sí mismo», al tiempo que cree que «pudiera estar comprometido» también otro derecho fundamental, como es la intimidad.

Así, argumenta que dicha diligencia «comporta una comprobación que va más allá de la mera recogida de muestras o de la objetiva constatación de datos fácticos, desde el momento en que es la voluntaria respuesta a los estímulos la que, en definitiva, va a provocar el resultado perseguido».

Al respecto, detalla que «se trata de una diferencia que, de manera indirecta, quiere obtener una revelación fáctica, sorteando la voluntad del imputado, análoga a la que podría producirse si al mismo se le plantearan en una declaración preguntas aparentemente desconectadas del objeto de la causa, pero que pudieran ser significativas desde el punto de vista de la orientación de la investigación policial».

En este sentido, la Fiscalía Provincial también se opuso a realizar dicha prueba, puesto que «no está recogida por la legislación», y, en este caso, considera que se pretende imponer a alguien la práctica del «test», según el razonamiento del Ministerio Público.

Una excavación en busca de Ángeles Zurera
P. García-Baquero – ABC.es

24 de noviembre de 2015 – Actualizado: 25 de noviembre de 2015

«Esto no es una desaparición es un homicidio; estamos buscando a mi hermana enterrada», afirma convencido el hermano de Ángeles Zurera, Antonio Zurera, que el pasado domingo acudió a la manifestación contra la Violencia de Género celebrada en Córdoba. Portando una pancarta, la familia Zurera apunta directamente al exmarido de su hermana como el culpable de su desaparición. «No nos rendimos, sabemos que él lo hizo y vamos a encontrar el cuerpo de mi hermana, porque además fue condenado por violencia de género por una agresión a mi hermana días antes de su desaparición», recuerda Antonio Zurera.

En este sentido, Zurera insistió en que «no vamos a dejar que el caso se archive». En unos días, y apoyados por la Fundación QSDGlobal, que preside Paco Lobatón, «empezamos la excavación y rastreo de una nueva zona próxima a Aguilar de la Frontera». Considera que la Justicia «está siendo demasiado lenta y debería resolver ya las cosas y tomar decisiones, porque todo apunta a un mismo lado».

Intentos en vano
Esta búsqueda sería la quinta que se produce en Aguilar. De las más destacadas fueron las que se realizaron en julio de 2011, cuando la Guardia Civil intentó, sin éxito, rastrear con perros el entorno de la laguna de Zóñar, donde pensaban que podía estar el cuerpo de esta mujer. Otra vez, según pudo saber ABC, también se recorrieron distintos lugares donde se vacían escombros de obras en las inmediaciones de la carretera de Moriles o en el camino de los Yesares. Pero también infructuoso como la que se realizó en la nave del propio marido de Ángeles, permitiendo entonces que las declaraciones de un testigo protegido hicieran que la Audiencia Provincial reabra el caso.

Por otro lado, la Subdelegación del Gobierno informó de que el número de mujeres con órdenes de protección policial activa contra su presunto maltratador ha aumentado en 12 mujeres más que en el primer trimestre de este año. Con las cifras del pasado primer semestre de 2014, que eran 630 mujeres, han pasado a 942 de enero a junio de este año, según el balance de la Unidad Contra la Violencia sobre la Mujer relativos al primer semestre de 2015. En cuanto al perfil de estas mujeres, la mayor parte de ellas tienen entre 31 y 45 años, mientras que hay 22 que son menores de edad.

El hermano de Ángeles Zurera lamenta que el exmarido «no quiere que se busque»
Europa Press – 20minutos.es

9 de febrero de 2016

El hermano de Ángeles Zurera, la mujer desaparecida en 2008 en Aguilar de la Frontera (Córdoba), ha lamentado este martes que el único investigado en esta causa, el exmarido, Manuel Reina, «no quiere que se busque», al tiempo que «intenta desprestigiar a instituciones y organizaciones que tan buena labor hacen por las personas desaparecidas».

En declaraciones a Europa Press, el hermano ha explicado que «él es el único en Aguilar que nunca la ha buscado y cada vez que hay una búsqueda se pone nervioso», en relación a la del pasado sábado, motivo por el que cree que «para ello habla mal de ella», así como de él al estar al frente de la búsqueda.

Asimismo, se pregunta «qué hacia él este lunes a las 15,30 horas en el lugar de la búsqueda», para lo cual dice que cuenta con testigos, al tiempo que cuestiona «por qué se ha negado siempre a colaborar con los investigadores». A su juicio, «intenta enredar y engañar» y la búsqueda del sábado, en la que se recogieron unas 45 pruebas, cree que «le ha dolido», según el hermano, quien asevera que no descartan seguir la búsqueda.

Mientras, la Fundación Europea por las Personas Desaparecidas (QSDglobal) ha defendido que la búsqueda fue «organizada sobre la base de indicios significativos, algunos vinculados a anteriores investigaciones policiales y judiciales, centrándose en espacios en los que hasta ahora no había sido posible llevar a cabo una exploración en profundidad».

En este sentido, destacan que «los 13.000 metros cuadrados rastreados y las 45 muestras recogidas son el mejor exponente del trabajo realizado y de la aportación que suponen para la continuación de las investigaciones sobre la desaparición de Ángeles Zurera».

Igualmente, la entidad confía en la dirección del rastreo por personal de la Asociación Internacional de Policía, que en la provincia de Guadalajara localizó el cuerpo sin vida de una mujer desaparecida seis meses antes, al tiempo que renueva su compromiso con la familia de Ángeles Zurera y con todas aquellas que, «teniendo a seres queridos desaparecidos, luchan por conseguir una respuesta de las instituciones de seguridad y de justicia que ponga fin a su sufrimiento y esclarezca las responsabilidades criminales que puedan existir tras algunas desapariciones sin causa aparente o definitivamente probada».

En concreto, estas manifestaciones se producen después de que Manuel Reina, el exmarido de Ángeles Zurera, ha criticado, según Diario Córdoba, la búsqueda organizada el sábado por la familia, en colaboración con 120 voluntarios coordinados por la Asociación Internacional de Policía y la Fundación QSDglobal, calificándola como «un circo organizado de cara a la galería y que responde más a intereses personales y políticos que a una verdadera intención de encontrarla».

Según Manuel Reina, en el año 2013 un ciudadano de Aguilar que vive en Palma de Mallorca, vinculado al entorno familiar y político de Antonio Zurera, vio que en una página de contactos aparecía Ángeles Zurera, poniéndose en marcha una línea de investigación que aún no ha dado resultados.

En su opinión, la familia ha presionado «excesivamente» a la Policía Judicial y se han obtaculizado [obstaculizado] otras líneas de investigación, fuera de Aguilar, que podían haber dado resultados.

Ocho años de investigación
Cabe destacar que desde el principio del caso, las fuerzas de seguridad investigaron al exmarido de Ángeles Zurera, puesto que cuando se produjo la desaparición, el 2 de marzo de 2008, estaba en proceso de divorcio de su mujer.

Durante los ocho años de investigación, se ha buscado por distintos lugares sin obtener ningún resultado, incluso se ha levantado un vertedero en el que el exmarido solía vaciar los escombros de obras que trasladaba en su camión.

Ángeles Zurera, madre de dos varones de unos 18 y 19 años en el momento de los hechos, desapareció sobre las 15,00 horas del 2 de marzo de 2008 cuando, tras despedirse de sus hijos, se marchó en un vehículo conducido por un individuo no identificado y dejando en la vivienda sus objetos personales, tales como gafas, lentillas y el Documento Nacional de Identidad (DNI).

Las 45 pruebas recogidas en la búsqueda de Ángeles Zurera no despejan dudas sobre su paradero
Europa Press – Lavanguardia.com

24 de febrero de 2016

Las 45 pruebas, entre ellas camisetas, dientes y zapatillas, que se recogieron en la última búsqueda sobre Ángeles Zurera, la mujer desaparecida en 2008 en Aguilar de la Frontera (Córdoba), no despejan dudas sobre su paradero tras peinar 13.000 metros cuadrados, de manera que descartan esa zona y ya trabajan para una nueva búsqueda.

Así lo ha confirmado a Europa Press el hermano de Ángeles, Antonio Zurera, quien ha detallado que las pruebas han resultado «negativas todas», de cara a conocer datos sobre este caso, y tras ello «los atestados de la búsqueda ya están en poder judicial».

No obstante, desde el Grupo de Respuesta e Intervención de Búsqueda de Personas Desaparecidas de la Asociación de Policía Internacional ya trabajan en otra búsqueda, que también se realizará en una zona del municipio en próximos días tras estudiar el sumario del caso, todo ello después de que a principios de mes realizaran la búsqueda en una propiedad privada y que concluyó «sin encontrar el cuerpo».

Mientras tanto, la familia convoca una nueva concentración para el día 2 de marzo, en las puertas de los juzgados de la localidad cordobesa, cuando se cumplen ocho años de la desaparición de Ángeles Zurera, una causa en la que el único investigado es el exmarido, Manuel Reina.

Por otra parte, el hermano de la mujer ha valorado que la Plataforma ciudadana de apoyo a Ángeles Zurera, creada en 2008 tras la desaparición, haya sido premiada como ejemplo de participación social por parte de la Fundación Europea de Personas Desaparecidas (QSDGlobal).

La búsqueda
Cabe recordar que en la última búsqueda, que «se ha realizado en una propiedad privada con autorización», han participado, además de «multitud de ciudadanos», efectivos de Cruz Roja y Protección Civil, miembros de la Asociación de Policía Internacional, así como policía especializada en casos de desaparición y miembros de la Fundación Europea de Personas Desaparecidas (QSDGlobal).

Entretanto, el hermano ha resaltado que desde la familia no van a dejar que «el caso se archive», pues aunque reconoce que «cada vez se pone más complicado encontrarla, porque pasan los años y las posibilidades son más difíciles», tiene «confianza en que se investiga y se trabaja todo lo que se puede».

En concreto, la Audiencia Provincial de Córdoba reabrió el caso a finales de noviembre de 2011, tras contar con un testigo protegido, todo ello después de que el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Aguilar de la Frontera dictó en junio de 2011 el sobreseimiento provisional de la causa contra el exmarido, al considerar que se había investigado todo lo que se había podido y no se pudo determinar nada.

Así, en noviembre la Policía Judicial levantó, sin resultado alguno, una nave del exmarido, cuyo solar había sido rellenado los días posteriores a su desaparición. Para Antonio Zurera, esta noticia suponía «uno más de los tantos indicios», a lo que añadió que el exmarido «fue condenado en su día a seis meses de cárcel» tras desparecer su hermana «por maltrato físico hacia ella, una agresión producida doce días antes de que desapareciera», aunque «no cumplió la condena porque no tenía antecedentes».

Igualmente, la Audiencia Provincial desestimó en abril de 2014 un recurso planteado por la familia de Ángeles, en el que solicitaba que el exmarido fuera sometido al «test de la verdad», con el objetivo de poder esclarecer el paradero de la mujer.

Ocho años de investigación
Cabe destacar que desde el principio del caso, las fuerzas de seguridad investigaron al exmarido de Ángeles Zurera, puesto que cuando se produjo la desaparición, el 2 de marzo de 2008, estaba en proceso de divorcio de su mujer.

Durante los ocho años de investigación, se ha buscado por distintos lugares sin obtener ningún resultado, incluso se ha levantado un vertedero en el que el exmarido solía vaciar los escombros de obras que trasladaba en su camión.

Ángeles Zurera, madre de dos varones de unos 18 y 19 años en el momento de los hechos, desapareció sobre las 15,00 horas del 2 de marzo de 2008 cuando, tras despedirse de sus hijos, se marchó en un vehículo conducido por un individuo no identificado y dejando en la vivienda sus objetos personales, tales como gafas, lentillas y el Documento Nacional de Identidad (DNI).



VÍDEO: EXPEDIENTE ABIERTO – ÁNGELES ZURERA
https://criminalia.es/asesino/desaparicion-de-angeles-zurera/
 
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Jeffrey MacDonald
  • Clasificación: Asesino en masa
  • Características: Parricida
  • Número de víctimas: 3
  • Fecha del crímen: 17 de febrero de 1970
  • Fecha de la detención: 1 de mayo de 1970
  • Fecha de nacimiento: 12 de octubre de 1943
  • Perfil de las víctimas: Su mujer y sus hijas de 2 y 5 años
  • Método: Arma blanca
  • Localidad: Fort Bragg, Estados Unidos (Carolina del Norte)
  • Estado: Condenado a cadena perpetua en 1979
Índice

Jeffrey MacDonald. ¿Por qué iba a asesinar salvajemente a su propia mujer y a sus dos hijas aquel perfecto padre de familia americano?
Última actualización: 16 de marzo de 2015

El doctor Jeffrey MacDonald, médico militar, parecía tenerlo todo… buena apariencia, un destino en el Regimiento de los Boinas Verdes, una bonita esposa y dos hijas. Una noche de febrero de 1970 toda su familia fue asesinada de un modo salvaje. ¿Fue MacDonald el autor del crimen o la víctima de una venganza por parte de unos hippies enloquecidos por la droga?

TRIPLE ASESINATO – La matanza de los inocentes
Una llamada telefónica hizo que la policía militar acudiera a una casa de la base de Fort Bragg, en Estados Unidos, donde se encontraron con un cuadro espantoso… una mujer y dos niñas, muertas a puñaladas. Pero el hombre que había hecho la llamada respiraba aún.

Al otro lado del teléfono la voz del hombre era débil y apagada: «Quinientos cuarenta y cuatro de Castle Drive… Socorro… Quinientos cuarenta y cuatro de Castle Drive… Apuñalamiento…» El sargento del Cuartel General de la Policía de Fort Bragg echó una mirada al reloj. Eran las 3,42 de la madrugada de la fría y húmeda noche del martes 17 de febrero de 1970. En la línea se produjo un sonido de golpeteo, como si el interlocutor hubiera dejado caer el aparato. Después, un silencio prolongado. Por fin, la voz habló de nuevo, ahora aún más débil: «Quinientos cuarenta y cuatro de Castle Drive… Apuñalados… ¡Aprisa!»

Fort Bragg, Cuartel General del Regimiento de Boinas Verdes, es la mayor base militar de Estados Unidos. Está situada en las afueras de Fayetteville, en Carolina del Norte. Castle Drive es una calle formada por pequeñas viviendas ajardinadas destinadas a oficiales casados. El convoy de jeeps y los coches patrulla tardaron escasos minutos en llegar a la silenciosa y oscura casa número 544. La puerta principal estaba cerrada, pero los agentes de la policía militar encontraron abierta la trasera. La escena que se presentó ante sus ojos era la de una espantosa carnicería.

En el dormitorio principal yacía el cuerpo de una mujer cubierta de sangre. La cabeza y el rostro aparecían brutalmente golpeados. Tenía sobre el pecho una chaqueta de pijama desgarrada y ensangrentada. Junto a ella, sin conocimiento, estaba tendido un hombre vestido solamente con los pantalones del pijama. Sobre la alfombrilla, empapada de sangre, había un cuchillo pequeño de pelar verduras. Uno de los policías encendió una linterna. En la cabecera de la cama de matrimonio figuraba la palabra «cerda» escrita con sangre. El hombre comenzó a gemir y susurró: «Busque a mis hijas.»

En el dormitorio sin luz, al pie del vestíbulo, el cuerpo acostado de una niña inundaba de sangre la almohada y el colchón de la cama. Había sido apuñalada en el pecho y en el cuello.

En un tercer dormitorio de la casa, al otro lado de la entrada, los policías encontraron el cadáver de una niña más pequeña aún, muerta a causa de las heridas del pecho y de la espalda. La sangre que goteaba desde un lateral de la cama formaba un charco en el suelo. Entre ella y la puerta aparecía la huella ensangrentada del pie descalzo de un adulto.

El capitán Jeffrey MacDonald, el hombre medio desnudo que yacía herido en el dormitorio principal, estaba intentando hablar.

«Eran cuatro -jadeaba-. Ella decía todo el tiempo: “El ácido es estupendo… Muerte a los cerdos”.» MacDonald respiraba con dificultad, agitándose y temblando. En un momento determinado el capitán pareció perder el conocimiento y uno de los agentes le practicó la respiración boca a boca. MacDonald se rehizo y luchando por incorporarse exclamó: «¡Dios mío! ¡Miren a mi mujer.»

El impasible policía militar había reconocido al capitán MacDonald, uno de los oficiales médicos del campamento. Enseguida comprendieron que los cadáveres encontrados en sus respectivos dormitorios correspondían a la esposa del capitán, Colette, de veintiséis años, y a sus hijas Kimberly, de cinco, y Kristen, de dos. Toda la familia del capitán había sido brutalmente asesinada.

Era tal la envergadura de las heridas inflingidas a la mujer y a las dos niñas que hasta los endurecidos oficiales de policía evitaban mirar el espectáculo. El fotógrafo, a su vez, se sintió indispuesto y tuvo que salir sin acabar su tarea.

El capitán MacDonald, tendido en el dormitorio, explicó entrecortadamente que les habían atacado cuatro intrusos: dos hombres blancos, uno negro y una mujer de larga cabellera rubia, cubierta con sombrero de ala y calzada con botas altas.

Los describió como «esos malditos tipos del ácido», hippies alucinados por el ácido y por el LSD. La mujer del sombrero llevaba una vela en la mano y repetía continuamente, como si estuviera en trance: «El ácido es estupendo… Muerte a los cerdos». En la ambulancia, camino del hospital militar de Fort Bragg, el capitán amplió su historia. También a él lo habían atacado y perdió el conocimiento. Cuando volvió en sí vio a su mujer tendida en el suelo con un cuchillo clavado en el pecho, se arrastró hasta ella y le sacó el cuchillo comprobando que ya no respiraba.

En el hospital, le curaron una pequeña herida en el pecho, la única lesión que exigía cuidados inmediatos. A pesar de que la mujer y las niñas estaban horriblemente mutiladas, ninguna de las heridas del capitán MacDonald era lo bastante importante como para necesitar suturas, aunque una radiografía de tórax reveló, por otra parte, que tenía dañada una zona del pulmón.

A pesar de que las heridas no revestían gravedad, todas las personas que le vieron inmediatamente después del crimen estuvieron de acuerdo en afirmar que parecía terriblemente afectado por la tragedia.

Tres doctores lo reconocieron, entre ellos su amigo Merrill Bronstein, el cual le suministró unos calmantes y dijo: «Lo he hecho por mi propia tranquilidad… Odio ver llorar a un adulto.»

El cirujano de guardia interno, doctor Benjamín Klein, examinó a MacDonald y advirtió cuatro pequeñas heridas en el tórax, además de las otras más importantes.

El policía militar que le hizo la respiración boca a boca declaró que a primera vista le habían parecido rasguños: «Como si alguien le hubiera clavado las uñas». El doctor Klein escuchó al capitán farfullar su relato histéricamente.

Contó que estaba durmiendo en el sofá de la sala cuando alguien le despertó golpeándole. Oyó gritar a Colette en el dormitorio. Había tres hombres, uno de ellos era negro, y una mujer rubia con una vela en la mano, que decía algo así como: «Muerte a los cerdos.»

Según repitió el doctor Klein, «había un hombre con un bate y otro con una navaja, una especie de pequeño instrumento cortante. El hombre del bate le golpeaba y el otro le clavaba el cuchillo; él saltaba tratando de esquivarlos y, mientras, seguía oyendo gritar a su mujer».

El capitán MacDonald le pidió también: «Asegúrese de decir a los policías militares y al Departamento de Investigación Criminal (CID) que yo le saqué el cuchillo que tenía clavado en el pecho. Dígales que saqué el cuchillo del pecho de mi mujer y lo tiré al suelo.»

El interés del capitán MacDonald sobre lo que tenía que saber el CID era muy oportuno, ya que en aquel momento había ya en la casa una docena de oficiales de la división. El primer detective en aparecer en escena había sido William Yvory, el policía de guardia nocturno que llegó a la casa a las 4,10 de la madrugada. A las cinco apareció Franz Joseph Grebner, jefe del Departamento de Investigación Criminal de Fort Bragg, y era tal la actividad en la casa que no encontraba hueco para aparcar su vehículo.

Grebner, un hombre con experiencia de veinte años en el CID, entró en el cuarto de estar, contempló la escena e inmediatamente presintió algo extraño. Sabía que el capitán MacDonald había descrito su lucha a muerte con unos individuos enloquecidos y, sin embargo, eran muy escasas las muestras de desorden.

La mesa de café permanecía intacta junto al sofá. Había una planta fuera del macetero y unas gafas caídas en un rincón, pero, por lo demás, no se apreciaban más huellas de lucha. El comedor, en la habitación contigua, estaba perfectamente ordenado. Las bandejas rectas en su soporte de porcelana con los bordes alineados y las felicitaciones de San Valentín colocadas encima de una mesa.

Los cuerpos de Colette MacDonald y de sus dos hijas fueron retirados a las ocho. Mientras tanto, los hombres de Grebner registraron la casa y los alrededores, y descubrieron tres armas: un bastón ensangrentado de 78 centímetros tirado en el patio trasero y, junto a un arbusto, un punzón de hielo y un segundo cuchillo de pelar. La hoja, como la que había en el suelo del dormitorio, aparecía limpia de sangre.

Hicieron nuevos descubrimientos. En la espalda de la chaqueta del pijama que cubría el cuerpo de Colette MacDonald había un total de cuarenta y ocho agujeros limpios y redondos que podían haberse hecho con el punzón de hielo. Cuando retiraron el cuerpo, los investigadores encontraron en el suelo algunas hebras azules que coincidían con el tejido de la chaqueta del pijama, así como en distintos puntos de la habitación, junto con unos fragmentos de guantes de cirujano desechables.

Mientras los especialistas forenses de los laboratorios del Departamento de Investigación Criminal en Fort Gordon, Georgia, continuaban sus pesquisas en el 544 de Castle Drive, otros agentes iban reconstruyendo los acontecimientos que culminaron en la matanza. El domingo, 15 de febrero, a las cuatro de la mañana, Jeffrey MacDonald inició el recorrido de 90 kilómetros para llegar al hospital de Hamlet, donde estaba pluriempleado en el servicio de urgencias. El lunes a las seis, después de un turno de veinticuatro horas, volvió a Fort Bragg, se puso el uniforme del Ejército y entró a trabajar.

Por la tarde jugó al baloncesto durante una hora. De vuelta a casa se duchó y se puso un pijama viejo azul. Colette había salido para asistir a una clase nocturna y MacDonald acostó a Kristen antes de quedarse dormido en el suelo del salón.

A las ocho de la noche lo despertó Kimberly para que vieran juntos un programa de televisión, y a las nueve, la pequeña de cinco años se fue a dormir. Colette volvió cuarenta minutos después y el matrimonio se dispuso a ver la televisión, sentados en el sofá, mientras saboreaban una copa. Ella, que estaba embarazada de tres meses y medio de su tercer hijo, se fue a la cama después de las noticias, pero su marido se quedó en el salón para ver el espectáculo de Johnny Carson. A la una de la mañana no estaba cansado aún, de modo que terminó de leer una novela y luego lavó los platos de la cena.

Por fin, Jeffrey MacDonald se dispuso a meterse en la cama. Pero encontró en ella a Kristen, la hija más pequeña, durmiendo con su madre. La niña se había orinado y, para no despertarlas cambiando las sábanas, Jeffrey buscó una manta en el cuarto de la pequeña y se quedó dormido en el sofá del salón.

Después, sólo el recuerdo de los gritos de su mujer: «¡Jeff, Jeff, socorro! ¿Por qué me hacen esto?», y la voz de su hija mayor: «¡Papi, papi, papi, papi, papi!»

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Volar en un terrón de azúcar
La dietilamida del ácido lisérgico o LSD era una droga alucinógena, de uso habitual entre la comunidad hippy norteamericana, y se obtenía con gran facilidad en la era del amor y de la paz de los años sesenta y setenta. Es relativamente sencilla de preparar y al contrario de la heroína, no crea adicción.

El LSD se consume generalmente bajo la forma de un terrón de azúcar, y provoca alucinaciones y extrañas sensaciones visuales. Pero actúa también violentamente sobre el sistema nervioso, produciendo euforia y desorientación. Los resultados de esta droga son imprevisibles y el «viaje» deseado falla a veces, haciendo que los consumidores se comporten de modo psicópata y violento.

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Los crímenes de Manson
En la noche del 9 de agosto de 1969, un grupo de hippies, seguidores del satánico Charles Manson irrumpió en el hogar de la actriz cinematográfica Sharon Tate, asesinándole a ella y a cuatro de sus amigos en una orgía de violencia. Tate, la bella esposa del director Roman Polanski, estaba embarazada. Los criminales volvieron a matar la noche siguiente, de modo parecido, a un matrimonio en Hollywood.

La agresión de Fort Bragg mostraba ciertas semejanzas con la matanza que los seguidores de Manson habían llevado a cabo seis meses atrás. Jeffrey MacDonald habló de un grupo de hippies que apuñalaba a sus víctimas en medio de una orgía de droga. Y, como en el caso de Sharon Tate, la palabra «cerdo» apareció escrita con sangre junto a los cadáveres.

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PRIMEROS PASOS – El mejor de la clase
Inteligente, popular y trabajador, Jeffrey parecía destinado a triunfar. La boda con su novia de la infancia confirmaba que el sueño americano puede convertirse en realidad.

Guapo, alto, rubio, atlético, Jeffrey MacDonald era el típico muchacho americano. Nació el 12 de octubre de 1943, segundo de tres hijos, y creció en un entorno de clase media baja en Patchogue, Long Island. En la Escuela Superior fue presidente de la Asociación de Estudiantes y una estrella de la defensa en el equipo de fútbol.

Era realmente popular entre las chicas y, al cumplir los catorce años, se hizo novio de una de sus compañeras de clase… la preciosa rubia Colette Stevenson.

El noviazgo de adolescentes sufría altibajos, y un verano, durante las vacaciones, Colette le comunicó que se estaba viendo con otro chico.

MacDonald desdeñó a su rival como «exactamente un pelmazo», pero se enfadó y se volvió a Patchogue para curar su orgullo herido.

En 1961 obtuvo una beca en la Universidad de Princeton y a su llegada experimentó lo que posteriormente calificaría como «una increíble transformación». «No sé cómo fue, pero, de repente, decidí que quería ser médico -recordaba MacDonald-. Súbitamente, en mi primera semana de estancia en Princeton, con la nueva y maravillosa experiencia de la asociación estudiantil y al conocer a todas esas personas estupendas, comprendí que lo que yo quería era ser médico».

Al mismo tiempo, Jeffrey comenzó a pensar de nuevo en Colette y le escribió una carta larga y emocionada, insinuándole la reconciliación. Entonces ella estaba estudiando en el Skidmore College de Saratoga Springs, en Nueva York, y a pesar de que la respuesta fue evasiva, el muchacho tomó rápidamente un autobús hasta Saratoga Springs para verla y hablar con ella. Las dudas de Colette desaparecieron enseguida. Pasaron el fin de semana en el motel Grand Union y por primera vez tuvieron relaciones sexuales.

Aunque Colette era virgen, Jeffrey había tenido ya experiencias amorosas con anterioridad. A pesar de continuar citándose con su novia, se veía con una compañera de la Escuela Superior llamada Penny Wells, una belleza despampanante a la que más tarde describiría como «una especie de princesa de plástico. No lo digo menospreciándola -era una mujer de un atractivo extraordinario-, quizás un poco vacía, pero muy dependiente de mí y aquello me agradaba».

Se reunía con Penny en su dormitorio de Princeton. «Aunque nuestros encuentros eran extraordinariamente fogosos, libres y muchas, muchas veces apasionados -recordaba MacDonald-, no había en ellos nada de la compenetración espiritual que existía entre Colette y yo.»

Durante su primer año de estancia en la Universidad de Princeton, el joven continuó cortejando a Colette, cuya timidez y retraimiento la hacían aún más atractiva. Según MacDonald, «a ella le gustaba mi carácter dominante y a mí su indefensión y vulnerabilidad». Pero mientras tanto hacía frecuentes visitas a Nueva York para verse con otras mujeres y solía invitar a Penny Wells a pasar juntos algunos románticos fines de semana.

Cuando estudiaba segundo curso, Colette, de veintidós años, se quedó embarazada. Ambos decidieron que no abortara y se casaron en septiembre de 1963. Colette dejó la escuela y en abril de 1964 nació, en Princeton, Nueva Jersey, su primera hija, Kimberly.

Al acabar el tercer año, MacDonald abandonó la Facultad de Princeton e ingresó en el Colegio Médico de la Universidad Northwestern de Chicago. Durante ese tiempo nació su segunda hija, Kristen, y MacDonald hizo su año de residencia en el Centro Médico Presbiteriano de Columbia, en la ciudad de Nueva York. Era el año 1968 y la guerra del Vietnam se encontraba en su punto álgido. La pareja quemaba los avisos de reclutamiento en las manifestaciones antibelicistas de Greenwich Village, donde vivían los padres de ella. Pero también se reclutaba a los médicos y, a pesar de los temores de Colette, Jeffrey se unió al Ejército de Estados Unidos.

Siguió un cursillo de entrenamiento básico en Fort Sam Houston, Texas, y un coronel que visitó el campamento durante unas maniobras le ofreció la posibilidad de formar parte de un destacamento paramilitar. Colette, temiendo verse reducida a vivir con sus hijas en un minúsculo apartamento del Ejército, se mostró claramente contrariada y, a pesar de su resistencia, MacDonald insistió. Confiaba en que al alistarse en los Boinas Verdes se libraría de ir a Vietnam.

Estaba en lo cierto. Tras alistarse inició un curso de entrenamiento en Fort Benning, Georgia, y en septiembre de 1969, con gran alivio por parte de su esposa, lo destinaron como oficial médico a Fort Bragg, Cuartel General de los Boinas Verdes en Carolina del Norte. Sus obligaciones fueron más burocráticas que médicas, ya que era el responsable de la higiene en las letrinas y de cumplimentar los informes mensuales sobre las enfermedades venéreas en el campamento.

Aquellas Navidades, Colette escribía a una amiga en los siguientes términos: «Estamos disfrutando de unas verdaderas vacaciones pagadas a expensas del Ejército. Parece ser que Jeffrey estará destinado aquí dos años más, con lo que se me ha quitado un peso de encima. Nunca hemos vivido tan tranquilos y tan felices. Jeff suele volver a casa a las cinco de la tarde y muchos días hasta llega a comer. A propósito, como estamos pasando tan buena temporada, esperamos otro hijo para el mes de julio.»

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DUDAS – El tema de las muertes
Los detectives militares y los forenses empezaron a comprobar las declaraciones del capitán Jeffrey MacDonald sobre el asesinato de su mujer y de sus hijas. Se mostraban reticentes ante el relato de los hechos y el jefe del CID estaba convencido desde un principio de que les estaba contando un montón de mentiras. Sospechar es una cosa, pero confirmar las sospechas es otra muy distinta.

Cuatro días después de la matanza de Castle Drive, el capitán Jeffrey MacDonald abandonó el lecho del hospital para asistir a los funerales de su esposa y sus dos hijas. «Encogido por el dolor de la herida del pecho -según un testigo-, caminaba con los ojos secos y la cabeza inclinada hacia la capilla de las Fuerzas Especiales de Fort Bragg.» Sólo al terminar la ceremonia, el apuesto oficial perdió la compostura y comenzó a llorar desconsoladamente. Al día siguiente, los cadáveres fueron trasladados en avión hasta Long Island para el entierro.

Los progresos para la identificación de los culpables eran muy escasos. El registro de los alrededores del campamento resultó totalmente infructuoso. Mientras tanto, el equipo del laboratorio de Fort Gordon continuaba peinando el escenario de los crímenes en busca de nuevas pistas. Y el capitán continuaba reiterando su versión de lo ocurrido.

Fue capaz de recordar más detalles y llegó a describir a los intrusos con gran exactitud. El negro, por ejemplo, vestía un traje de faena del Ejército con las insignias de sargento y, según dijo, fue quien le golpeó con el bate de béisbol.

Durante la pelea que se desarrolló a continuación, MacDonald sintió un agudo dolor en el pecho y observó el brillo de un punzón de hielo. Perdió el conocimiento y, cuando se recobró, encontró la casa oscura y silenciosa. Tenía la chaqueta del pijama manchada de sangre, desgarrada y enrollada a las muñecas.

Tambaleándose, recorrió una habitación tras otra descubriendo los cuerpos sin vida de su mujer y de sus dos hijas. Extrajo el cuchillo del cuerpo de Colette y la tapó con su chaqueta del pijama. Antes de llamar a la policía pidiendo auxilio, examinó sus propias heridas en el cuarto de baño.

Sin embargo, cuanto más le oía repetir su relato, más desconcertado se sentía el jefe del Departamento de Investigación Criminal, Franz Joseph Grebner. Nada de lo que decía el doctor le hacía olvidar la sensación que sintió la mañana del crimen al entrar en la sala por primera vez: no había intrusos, no había hippies, solamente el capitán MacDonald, que Grebner estaba seguro había asesinado cruelmente a su familia antes de preparar el escenario, inventando una patraña sobre los asesinos y aferrándose a ella.

Probar esta teoría no iba a ser tarea fácil, ya que el policía se había enterado, con gran disgusto por su parte, de las deficiencias de la investigación. Por ejemplo, el pantalón del pijama del sospechoso, una prueba crucial en un futuro juicio, había sido destruido con la basura del hospital. Los basureros vaciaron los cubos del 544 de Castle Drive antes de que los agentes los hubieran registrado en busca de posibles pistas.

La huella ensangrentada del pie desapareció cuando las tablas del piso quedaron destruidas a manos de un técnico del laboratorio.

En el mismo laboratorio se perdió inexplicablemente un fragmento de piel aparecido debajo de una uña de Colette y lo mismo sucedió con un frasco de cristal que contenía una hebra de hilo azul encontrada bajo una de las de Kristen.

A mediados de marzo, Grebner recibió buenas noticias del laboratorio. Los análisis microscópicos demostraban que las hebras azules desperdigadas por los dormitorios eran idénticas al tejido de la chaqueta de pijama de MacDonald y los fragmentos de guantes de goma coincidían con los de cirujano encontrados bajo el fregadero de la cocina. Aunque en las armas no se apreciaron huellas dactilares, el bastón tenía unas manchas de pintura con idéntica composición química que la empleada en las estanterías caseras del dormitorio de Kimberly.

Sin embargo, lo más importante de todo fue el resultado de los análisis de sangre. Todas las manchas y todas las gotas de sangre que aparecieron en la casa y en los objetos del exterior fueron estudiadas al microscopio. Y es que -aun en contra de cualquier cálculo de probabilidades- se daba la circunstancia de que cada uno de los miembros de la familia MacDonald tenía un grupo sanguíneo diferente y los investigadores localizaron los lugares donde aparecía la sangre de todos ellos.

También pudieron reproducir los movimientos del capitán en el interior de la casa la noche de los asesinatos. Apoyándose en los datos que proporcionaban las manchas de sangre y las hebras azules, el Ejército llevó a cabo una reconstrucción de los hechos que contradecía punto por punto la historia de los intrusos contada por Jeffrey MacDonald.

Según dicha reconstrucción, MacDonald se había quedado dormido en el sofá del cuarto de estar mientras veía la televisión. Cuando se despertó y entró en su cuarto, se encontró con la cama mojada. Esto dio lugar a una discusión con Colette, discusión que acabó en una pelea.

Según los investigadores, el marido «se hizo» con un bastón para pegar a su mujer y acabó por «perder todo control, dejándose llevar por una cólera ciega, frenética, insensata». Al escuchar la conmoción, Kimberly entró en el cuarto de sus padres. MacDonald la atacó destrozándole el cráneo «por accidente o a propósito», y luego volvió a meter el cuerpo de la niña en la cama.

En opinión de los investigadores, cuando el capitán recuperó el dominio de sí mismo comprendió que tendría que explicar a los investigadores la muerte de la pequeña y entonces decidió silenciar a los testigos y acusar del asesinato a unos desconocidos. Golpeó e hirió el cuerpo de Kimberly con el garrote y el cuchillo, y luego se dirigió hacia su aterrorizada esposa, que había huido al cuarto de su hija Kristen en un intento de protegerla.

MacDonald reanudó los ataques contra Colette arrastrándola hasta el dormitorio principal, donde la apuñaló con un cuchillo y un punzón de hielo. Luego volvió al cuarto de Kristen y la hirió diecisiete veces con el cuchillo y quince con el punzón. Por último, se metió en el cuarto de baño y se hirió cuidadosamente a sí mismo para preparar la historia de los intrusos antes de telefonear a la policía.

El capitán Jeffrey MacDonald volvió a su puesto a finales de marzo. A primeros de abril se mudó a un piso próximo a Fort Bragg y al hospital civil de Fayetteville, donde hacía turnos de trabajo en sus días libres. El lunes 6 de abril recibió una citación de la oficina de Grebner para un interrogatorio rutinario.

Este y sus compañeros agentes, William Ivory y Robert Shaw, mostraron desde el principio su incredulidad ante el relato del capitán Jeffrey MacDonald y sus preguntas eran implacables, escépticas, hostiles. El mismo Grebner no se andaba con rodeos.

-«Su historia no me suena a verdadera -afirmó-. Hay demasiadas contradicciones.»

MacDonald estaba tan desconcertado, que después de una pausa exclamó:

-«¡Dios mío! ¡Pero hombre! ¿Cuándo han empezado ustedes a pensar esas cosas?»

-«Cuando vi el aspecto del cuarto de estar -replicó Grebner-, me pareció muy extraño.»

-«¿Y su oficina ha tardado seis semanas en interrogarme? ¡Pero hombre! -murmuró MacDonald-. Esto es una pesadilla. Parece de Edgar Allan Poe.»

El capitán MacDonald se echó a llorar.

-«Bien -dijo por fin-, esto es un montón de majaderías. Ya se lo diré yo. ¡Maldita sea!»

Al acabar la sesión, MacDonald había aceptado someterse a la prueba del detector de mentiras. Pero a los pocos minutos de abandonar el Cuartel General del Departamento de Investigación Criminal llamó por teléfono para decir que había cambiado de idea y aquella misma noche apareció un comunicado del Ejército anunciando que se consideraba al capitán Jeffrey MacDonald sospechoso del asesinato de toda su familia. Y por fin, el 1 de mayo, fue formalmente acusado del mismo.

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Grupos sanguíneos
Los investigadores descubrieron el hecho curioso de que todos los miembros de la familia MacDonald tenían diferentes grupos sanguíneos. Esto significaba que se podía fijar la localización de la sangre de las tres víctimas dentro de la casa y seguir así los movimientos de MacDonald en la noche de los crímenes.

Colette – Grupo A. Su sangre apareció en el dormitorio de Kristen. Era la misma de la huella del pie descalzo. También se encontró sangre de la joven en la ropa de la cama del dormitorio principal.

Kimbererly – Grupo AB. Había gotas de sangre en la zona próxima a la entrada del cuarto de sus padres y rastros de ella en una sábana arrugada y en la chaqueta azul de pijama que apareció enrollada en el dormitorio principal. Se descubrió un reguero de sangre de la niña desde la habitación de sus padres hasta la suya propia, donde se encontró el cadáver.

Kristen – Grupo O. Curiosamente, la mayor parte de la sangre que apareció en su cuarto pertenecía a su madre.

Jeffrey – Grupo B. La mayor parte de su sangre estaba en la cocina, cerca del cubo que contenía una caja de guantes de goma, y también junto al lavabo del cuarto de baño.

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Esquire
Dos días después de los asesinatos, uno de los Boinas Verdes, el teniente Ron Harrison, contó su visita a Jeffrey MacDonald en su casa de Castle Drive el fin de semana anterior. Le sorprendió un incidente que calificó de «curioso» e «irónico».

Harrison explicó que MacDonald acababa de recibir el número de marzo de la revista Esquire, de la que era suscriptor. En la cubierta figuraba una fotografía del actor cinematográfico Lee Marvin, con el siguiente pie: «El demonio ronda por California. Lee Marvin tiene miedo.» La mayor parte de los artículos de la revista estaban dedicados a cultos mágicos y a frenéticas orgías de droga que tenían lugar en California. MacDonald llamó la atención de Harrison sobre un reportaje en el que una «reina del ácido» de largo cabello rubio en compañía de cuatro individuos había culminado su «viaje» con LSD copulando, a la luz de las velas, con un cisne negro.

La revista publicaba también un artículo sobre el asesinato de Sharon Tate e indicaba que la actriz estaba embarazada cuando se produjo su muerte. También relataba que alguien había escrito con sangre la palabra «CERDO» en la cabecera de su cama.

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La casa ensangrentada
Cuando la policía militar acudió a casa de MacDonald en respuesta a su petición de socorro, se encontró la vivienda inundada de sangre. Pero, sorprendentemente, sólo una parte muy escasa procedía del capitán.

La mayor parte de la sangre tipo B perdida por MacDonald apareció en la cocina y sólo dos ligeras manchas en el cuarto de estar. Esto no coincidía con las declaraciones del capitán, según las cuales el ataque se inició en aquél. La sangre del tipo B de la cocina se encontró junto a una caja de guantes de cirujano y la persona que escribió «cerdo» sobre la cabecera de la cama lo hizo con guantes. No había sangre o huellas dactilares en ninguno de los dos teléfonos que, según MacDonald, había utilizado herido, después de reconocer los cuerpos cubiertos de sangre de su esposa y de sus hijas.

Cada miembro de la familia MacDonald tenía un grupo sanguíneo diferente, de modo que los detectives pudieron reproducir, con cierta exactitud, los movimientos de cada uno de ellos después de la agresión. Había sangre de Colette en el cuarto de Kristen y en el suyo propio. Kristen fue asesinada en su dormitorio, pero Kimberley, que apareció en su cama, estuvo en algún momento del ataque en el cuarto de sus padres. En 1979, los miembros del jurado visitaron la vivienda de Castle Drive como parte del estudio de las pruebas. La casa se conservó en el mismo estado en que se encontraba el 17 de febrero de 1970, e incluso con los alimentos en la nevera. Por fin, en 1984, fue desalojada por obreros de la construcción.

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LA ENCUESTA – Bajo investigación
Las pruebas relativas a la vela de cera, los anillos desaparecidos y los informes sobre la rubia de pelo largo, sirvieron para confirmar las declaraciones de MacDonald. Pero una vez que éste consiguió la libertad, la gente se quedó sorprendida ante la incalificable insolencia que mostró en una entrevista televisada.

Según el artículo 32 del Código de Justicia Militar, el coronel Warre Rock fue el designado para presidir una investigación oficial sobre el caso del capitán. El procedimiento se inició el lunes 6 de julio de 1970 en Fort Bragg y duró hasta finales de septiembre.

Se interrogó a los testigos una y otra vez a propósito de las pruebas, y la audiencia se convirtió, de hecho, en un auténtico juicio. Además de proclamar su inocencia, el capitán MacDonald contrató a un abogado civil, Bernie Segal, para que se encargara de su defensa.

Segal se aprovechó de todos los puntos débiles que surgieron en la investigación. Subrayó el hecho de que, con la destrucción de las huellas del pie y de las huellas dactilares, habían desaparecido las pruebas físicas. Cada una de ellas habría demostrado la inocencia de su cliente de una vez por todas. Luego el letrado se ocupó de los testigos.

Jeffrey MacDonald había hablado de que uno de los hippies, la chica del sombrero de ala, llevaba una vela. El jefe de policía, Bernie, reveló que en el cuarto de estar y en el dormitorio de la pequeña Kristen habían aparecido manchas de cera. Como aquella cera no coincidía con la de las velas encontradas en casa de MacDonald, tenían que proceder de cualquier otra. Posteriormente se encontraron los dos anillos que faltaban del joyero de Colette y en ellos aparecieron unas huellas dactilares no identificadas manchadas de sangre.

Un policía militar, Kenneth Mica, prestó testimonio por parte de la defensa y declaró que cuando conducía su vehículo oficial bajo la lluvia en respuesta a la llamada de MacDonald, vio a una mujer parada en una esquina a unos 800 metros de Castle Drive. Él mismo se preguntó qué estaría haciendo allí a aquellas horas (entre las tres y las cuatro de la madrugada). El oficial calculó que tendría unos veinte años y observó que llevaba un sombrero blanco de ala ancha.

Otros testigos afirmaron que una vecina había visto a una chica de pelo largo rubio salir precipitadamente de casa de MacDonald y meterse dentro de un descapotable rojo o marrón. La misma vecina, al declarar en la audiencia, admitió haberse despertado por el sonido de un motor, pero negó que hubiera visto a nadie.

Se especuló sobre si la mujer estaba coaccionada cuando hizo la declaración. Relató el desconcertante episodio del día siguiente al asesinato: desde un coche dos individuos jóvenes apuntaron a su casa con un arma. La mujer avisó a la policía militar y, desde entonces, vivía muy preocupada.

Bernie Segal sacó entonces una carta escondida e identificó a la hippy Helena Stoeckley como uno de los asesinos. La defensa llamó a declarar a William Posey, un miembro de la comunidad hippy de Fayetteville que vivía al lado de la joven, y éste afirmó en la audiencia que Stoeckley solía utilizar un sombrero blanco y una deshilachada peluca rubia. En la noche del asesinato, Posey se levantó a las cuatro de la mañana para ir al cuarto de baño. «Oí a un coche entrar precipitadamente por el camino principal… a gran velocidad.» Escuchó charloteos y carcajadas, y se asomó a la puerta, desde donde vio a Helena bajarse de un Mustang Mach 1. Por el sonido de las voces calculó que en el coche iban, por lo menos, dos hombres.

Helena Stoeckley fue interrogada sobre sus movimientos de aquella noche, y declaró a la policía que era incapaz de recordar porque se había drogado con mescalina. Sólo sabía que estuvo dando una vuelta.

¿Por qué habría elegido aquel grupo de hippies a la familia MacDonald como víctimas del crimen? Cierta teoría vino a aclarar la cuestión. Jeffrey MacDonald era asesor de drogadictos y algunos de sus pacientes, que creían «que les estaba denunciando al Departamento de Investigación Criminal por consumidores», sospechaban que era un confidente del equipo. Según la tesis de la defensa, la matanza de Castle Drive pudo ser la consecuencia de una venganza.

La imagen de Jeffrey MacDonald como un inocente torturado resultó perfecta. La defensa lo subrayó presentando unos diagnósticos de psiquiatras independientes que no sólo encontraron cuerdo al sospechoso, sino que afirmaron que no mostraba ninguno de los rasgos psicológicos que habrían podido impulsarle a cometer los asesinatos.

Las pruebas periciales presentadas por el Ejército eran poco convincentes. La acusación insistía en que si la declaración de MacDonald era cierta, tendrían que haber aparecido hebras de la chaqueta del pijama en el cuarto de estar. Y no las había. Sin embargo, el oficial presidente, coronel Rock, apuntaba en su informe oficial: «Desconocemos dónde fue desgarrado el pijama… Con la prenda enrollada alrededor de los brazos del sospechoso, las fibras pudieron permanecer en ella hasta que la desplegó para cubrir el cuerpo de Colette.»

También se consideraron poco convincentes las pruebas relativas a las manchas de sangre. «Si tomamos en cuenta el copioso derramamiento de sangre en los asesinatos -declaró el coronel Rock-, es perfectamente posible que parte de ella empapara la ropa de los asaltantes y ellos mismos la trasladaran de habitación en habitación.»

A finales de octubre, el Ejército comunicaba que se habían desestimado los cargos contra MacDonald ante la insuficiencia de las pruebas y, por lo tanto, era un hombre libre.

La opinión pública ridiculizó al Ejército por la ineficacia de sus investigadores al reunir las pruebas. La revista Time publicó un artículo a cuatro columnas solidarizándose con MacDonald, al que calificaba de «triunfador americano». El columnista Jack Anderson, del Washington Post, en un extenso trabajo, acusaba al Ejército de «tratar de encarcelar bajo una falsa acusación» al capitán de los Boinas Verdes, un hombre cuyos amigos «juraban que era incapaz de un delito tan depravado». Jeffrey MacDonald se convirtió en la estrella de los medios de comunicación.

MacDonald, estimulado por su abogado Bernie Segal, se puso en contacto con algunos escritores y periodistas, a los que ofreció material sobre el caso. En diciembre de 1970, una semana después de ser exonerado por el Ejército, apareció en el noticiario de la noche de la CBS y cuatro días después participó en el programa de variedades de Dick Cavett, uno de los más populares de Estados Unidos.

«Muchacho, es una historia fantástica -dijo Cavett al final de la entrevista-. Será fascinante ver lo que va a suceder de ahora en adelante. Buena suerte. Después de tus palabras, las cosas vuelven a su lugar.»

El doctor Jeffrey MacDonald, vestido con ropa civil nueva y el pelo algo más largo de lo que permitía el reglamento del Ejército, se puso en pie y salió a grandes pasos, sonriendo triunfalmente ante el caluroso aplauso de los espectadores del estudio.

*****

La chica del sombrero de ala
Uno de los aspectos más extraños del caso fue el papel que desempeñó en él una hippy drogadicta llamada Helena Stoeckley. En febrero de 1978 tenía dieciocho años y era adicta a la marihuana, al LSD, a la mescalina y a la heroína, que se inyectaba por vía intravenosa, por lo que era muy conocida por la Brigada de Narcóticos de la policía de Fayetteville. Cuando en la mañana del 17 de febrero se difundió la vaga descripción de MacDonald sobre una mujer rubia con sombrero de ala, el detective P. S. Beasley pensó que se parecía a Helena, a la que había visto con sombrero de ala, botas altas y peluca rubia. También recordaba a sus acompañantes (blancos y negros), que vestían uniformes militares de faena.

Veinticuatro horas después de que se denunciaran los asesinatos, Beasley interrogó a la hippy. «Puede ser que viera esas cosas -contestó la muchacha, pero añadió: -Estaba atiborrada de mescalina.»

A lo largo de los nueve años siguientes, en los que fue internada frecuentemente por abuso de drogas, Helena Stoeckley ofreció distintas versiones sobre su paradero y actividades en la noche de los asesinatos. Aunque durante los primeros días de la investigación los policías la consideraban firmemente como sospechosa, no encontraron restos de su cabello ni huellas dactilares en el 544 de Cástle Drive.

En un par de años se convirtió en una ruina física y mental, pasando de un centro de rehabilitación a otro, viviendo con distintos hombres o en casa de sus padres en algunas temporadas. A pesar de las advertencias de su madre: «Se lo digo yo; no hablará más que tonterías», Bernie Segal decidió, en 1979, presentarla como testigo en el juicio de MacDonald. Sin embargo, el juez Dupree juzgó increíble su declaración y la rechazó.

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La meta de un hombre
El suegro de MacDonald estaba convencido de que el hombre que se había casado con su hijastra era incapaz de matar. Sin embargo, al cabo de doce meses, Freddy Kassab cambió de opinión y decidió que su yerno tenía que pudrirse en la cárcel.

Unas dos horas después del descubrimiento de la matanza de Fort Bragg, el doctor que curó las heridas de Jeffrey MacDonald llamó al suegro de éste, Freddy Kassab, a Nueva York. Eran las 5,30 de mañana, pero Kassab ya estaba en la ducha y fue su mujer la que contestó al teléfono. El doctor del hospital les urgió para que tomaran el primer vuelo a Fayetteville. Así lo hizo el matrimonio acompañado de Dorothy, la madre viuda del capitán MacDonald, y llegaron a Fort Bragg a primera hora de la tarde. Ninguno de ellos conocía exactamente el motivo de la llamada y fue el mismo MacDonald, deshecho en lágrimas, quien les comunicó la noticia.

Los tres padres estaban destrozados. Terriblemente afectados, se quedaron toda la semana para asistir a los funerales celebrados en la capilla John Kennedy de Fort Bragg.

A primera hora de la mañana siguiente, Freddy Kassab pidió prestado a su yerno el Chevrolet descapotable de color blanco y se fue al 544 de Castle Drive. Aparcó en la acera de enfrente y durante dos horas estuvo sentado, solo, contemplando la casa.

Kassab, de cincuenta años, era el padrastro de Colette. El padre natural de ésta se había suicidado en 1955 y Kassab conoció a su viuda, Mildred, al año siguiente. Estaba muy unido a Colette, quien le consideraba su propio padre, pero se sentía también fuertemente ligado a MacDonald, el apuesto estudiante que cortejaba tan asiduamente a su hijastra desde comienzos de los sesenta.

Mientras estaba sentado ante el 544 de Castle Drive, Freddy Kassab no dudaba ni por un momento de la inocencia de su yerno. Como testificó ante el Tribunal, conocía a MacDonald desde que tenía doce años, le había visto crecer hasta hacerse un hombre y le creía la mejor persona con la que se había encontrado en toda su vida. «Si tuviera otra hija -declaró al oficial investigador- lo querría también para yerno.»

En el exterior de la sala, Kassab habló con los periodistas. «Estamos absolutamente convencidos de que Jeffrey MacDonald está limpio de la menor sombra de duda, tan convencidos como todos los que le conocen. Acusó al Ejército de no haber puesto todos los medios para buscar a los auténticos asesinos y de saber que el capitán es inocente de cualquier crimen que no sea el de servir a su país.» Entonces anunció que él y su esposa ofrecían 5.000 dólares de recompensa por cualquier información que condujera a la detención de los verdaderos culpables.

En el transcurso de un año Freddy Kassab cambió de opinión y llegó a la convicción de que, después de todo, su yerno había asesinado a toda su familia.

Las sospechas de Kassab surgieron el 15 de diciembre de 1970, cuando MacDonald apareció en el espectáculo de Dick Cavett. Se puso furioso. Acababa de pasar cuatro días en Washington tratando, en vano, de persuadir a los congresistas de que presionaran al Ejército para que continuase la búsqueda de los hippies. Pero su yerno, entrevistado en un programa de televisión de gran audiencia, no lo mencionó. En lugar de ello, se extendió sobre las injusticias que se habían cometido con él. Y lo que era aún peor, Jeffrey MacDonald parecía disfrutar provocando la hilaridad de los espectadores.

Y había algo más. A mediados de noviembre, MacDonald telefoneó a Kassab para comunicarle que había seguido la pista y matado a uno de los hippies. Resultaba bastante extraño y, cuando poco antes de las Navidades de 1970, Jeffrey visitó a sus suegros en su hogar de Long Island y no se refirió al asunto, Mildred Kassab llegó a la conclusión de que «quizá no nos está diciendo la verdad».

Pero lo que remachó la convicción de Kassab sobre la culpabilidad de MacDonald fue el examen exhaustivo que efectuó de la transcripción del juicio que estaba en poder del Ejército. Se guardaba en secreto y él tuvo acceso a una copia con el permiso de su propio yerno. Era un documento extraordinariamente extenso y tardó más de un mes en leerlo. A mediados de marzo de 1971, Freddy Kassab había empezado a pensar lo impensable.

El día 27 de dicho mes voló a Fayetteville para reunirse con dos oficiales del Ejército y pasó todo el día siguiente en el 544 de Castle Drive tomando medidas y anotando datos. Cuando poco después de medianoche salió de la casa, Kassab no sólo pensaba lo impensable, sino que estaba convencido de ello. Y en aquel instante puso en marcha una cruzada personal para conseguir que condenaran a Jeffrey MacDonald por asesinato.

*****

MANIOBRAS LEGALES – El doctor en libertad
Los fallos del Ejército en obtener las pruebas contra MacDonald elevaron a éste al estatus de héroe en los medios de comunicación. Olvidó la disciplina del Ejército y comenzó a comportarse como un acaudalado conquistador. Pero una persona, su suegro, estaba dispuesto a que se hiciera justicia.

Jeffrey MacDonald hizo la mayor parte de sus apariciones televisivas en el programa de Dick Cavett. Acusó al Ejército de negligencia en el cumplimiento de sus deberes, incompetencia y perjurio. Freddy Kassab, el irritado suegro, se hizo eco de estas denuncias en una carta de once folios, que dirigió a los miembros del Congreso

Molesto por estas críticas públicas, el mando del Departamento de Investigación Criminal (CID) en Washington ordenó una investigación interna. De ella se dedujo que si la investigación de Franz Joseph Grebner no había sido «un modelo en su género», las acusaciones de incompetencia, perjurio y persecución maliciosa eran infundadas.

El 19 de enero de 1971, el director de ID, coronel Jack Pruett, se hizo cargo del asunto con la ayuda de un equipo de ocho agentes al mando del oficial Peter Kearns, con el objetivo de obtener las pruebas necesarias para descubrir al asesino o asesinos de la familia MacDonald. En febrero, Pruett y Kearns comunicaron a Freddy Kassab que, mientras se llevaba a cabo la nueva investigación de los asesinatos, su yerno estaba considerado sospechoso.

En aquellos momentos Jeffrey MacDonald vivía en Nueva York, donde trabajaba en el servicio de urgencia del nuevo World Trade Center. Se enfrentó irritado con Pruett y Kearns, y Bemie Segal, el abogado de MacDonald, afirmó a los oficiales que mientras no cambiaran el curso de las investigaciones, no podrían esperar ningún tipo de colaboración.

En junio, MacDonald se trasladó a California para trabajar en el Centro Médico de St. Mary, en Long Beach. Alquiló una lujosa vivienda en una elegante urbanización, se relacionaba con hermosas mujeres y holgazaneaba al sol a bordo de su barco de diez metros, The Recovery Room.

Al equipo del coronel Pruett se le exigió un trabajo concienzudo y lo hizo. Kearns y sus ayudantes siguieron pistas en treinta y dos estados y en el extranjero, y realizaron decenas de pruebas nuevas en el 544 de Castle Drive. Estudiaron y analizaron más de treinta informes recientes de laboratorio e interrogaron a casi setecientos testigos.

A finales de 1971, el equipo había terminado su tarea. En junio de 1978, el CID envió al Departamento de Justicia de Estados Unidos un extenso informe de tres mil páginas, en el que se recomendaba acusar de asesinato a Jeffrey MacDonald.

A primeros de septiembre, Warren H. Coolidge, fiscal por el Distrito Este de Carolina del Norte, emitió su veredicto sobre el informe. Se manifestaba en contra de la acusación, porque, según dijo, la investigación original adolecía de numerosos fallos, las pruebas continuaban siendo circunstanciales y las probabilidades de conseguir una condena parecían demasiado lejanas como para justificar el procedimiento. El informe sobre MacDonald volvió a Washington.

Freddy Kassab estaba consternado. En el otoño de 1972 escribió a varios funcionarios del Departamento de Justicia urgiéndoles presentar una acusación contra su yerno, ya que ahora estaba absolutamente convencido de su culpabilidad.

A primeros de diciembre avisó al ayudante del fiscal general, Henry Petersen, de que si el Departamento de Justicia se negaba a resolver el caso, él mismo convocaría a los medios de comunicación para exponerles «la sórdida historia en toda su amplitud».

Cumplió su amenaza en enero de 1973 y concedió una extensa entrevista a Bob Keeler, del Newsday. Dicha entrevista se publicó bajo el siguiente encabezamiento: UNOS PADRES VIVEN PARA VER DETENIDO AL ASESINO. «Desde el momento en que MacDonald fue considerado sospechoso -escribía Keeler-, su suegro se convirtió en su más firme defensor. Pero ahora… Kassab tiene dudas.» El comentario de MacDonald fue desacostumbradamente conciso: «Freddy está desquiciado porque nunca se ha enfrentado con la Justicia -añadió-. Es gracioso que haya perdido la cabeza. No hay nadie más desquiciado que yo.»

El artículo del Newsday y las consiguientes recriminaciones que le siguieron abrieron una brecha permanente entre Kassab y MacDonald, quien le escribió: «En este momento, creo que gritándonos en la prensa no arreglaremos nada.»Sin embargo, Freddy Kassab continuó enviando su correspondencia a todas partes.

Durante nueve meses acribilló a cartas a los funcionarios del Departamento de Justicia, negándose a aceptar las afirmaciones de que se continuaba trabajando en el caso. Por fin, la insistencia de Kassab fue recompensada y, a mediados de enero de 1974, Carl W. Belcher, del Departamento de Justicia, le escribió para comunicarle que había dado orden de que el Ejército continuara las investigaciones con objeto de obtener nuevas pruebas. Habían pasado dieciocho meses desde que el coronel Pruett entregara su informe y cuatro años desde la matanza de Fort Bragg.

Por otra parte, el paso resultaba innecesario en lo que se refería al Ejército, ya que uno de sus representantes legales había escrito ya a Freddy Kassab: «Un exhaustivo análisis del caso y los dispositivos legales nos han hecho llegar a la conclusión de que se proceda a lo que la ley establece como unba prima facie (vista preliminar) del caso».

Los recursos y la insistencia de Kassab dieron lugar, en junio, a la decisión del Departamento de Justicia. El ayudante del fiscal general, Petersen, declaró que si las pruebas resultaban suficientemente convincentes en opinión de un fiscal experimentado en procesos, el caso se presentaría ante el Gran Jurado. El fiscal que tenía en sus manos la decisión era un asesor del Departamento de Justicia llamado Victor Worheide.

Este se movió con rapidez. Sumergiéndose en el caso, comenzó por revisar los miles de papeles, declaraciones, informes, diagramas, fotografías y memorándum que figuraban en el expediente de MacDonald. Escuchó la grabación de la entrevista de éste con Franz Joseph Grebner en abril de 1970. Voló a Fort Bragg y pasó varias horas en el 544 de Castle Drive. Y con su característico desprecio por las conveniencias, envió a buscar a Freddy Kassab.

El 18 de julio, Kassab entraba en la caótica oficina de Victor Worheide, en Nueva York, y lo encontró cortándose las uñas de los pies encima de una papelera. El fiscal le comunicó de sopetón que consideraba a MacDonald culpable de los asesinatos y que estaba dispuesto a convocar un Gran Jurado Federal en el distrito Este de Carolina del Norte.

El Gran jurado, compuesto por veintitrés ciudadanos, comenzó su trabajo en agosto y lo continuó hasta finales de enero de 1975, cuando acusó a Jeffrey MacDonald de tres cargos de asesinato.

Su abogado, Bernie Segal, buscó inmediatamente los aspectos que incidían en el campo constitucional. Pero un juez del Tribunal del distrito federal de Raleigh, capital del estado de Carolina del Norte, denegó las mociones de la defensa y fijó la fecha del juicio para el 18 de agosto de 1975. Tres días antes, el Tribunal de Apelación de Estados Unidos, con sede en Richmond, Virginia, ordenó un aplazamiento y admitió el recurso de Jeffrey MacDonald.

En enero de 1976, un grupo de tres jueces de un tribunal de apelación dictaminó que se habían violado los derechos constituciones de MacDonald y la acusación fue desestimada.

Jeffrey MacDonald, de vacaciones con su novia en Honolulú, exultaba de gozo. Pero si pensaba que sus problemas habían terminado, se equivocaba. En junio, el Departamento de Justicia presentó una petición al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Pasó otro año más antes de que el Tribunal anunciara, por fin, a mediados de junio de 1977, que aceptaba tomar en consideración el caso MacDonald.

En mayo de 1978, este mismo Tribunal anuló el fallo del de apelación y en marzo de 1979, agotadas las maniobras legales, el Tribunal Supremo despejó finalmente el camino para iniciar el proceso de MacDonald por los asesinatos de su mujer, Colette, y de sus hijas, Kimberly y Kristen, cometido nueve años y medio antes.

*****

Un estallido de cólera
¿Cabía la posibilidad de que Jeffrey MacDonald hubiera matado a su propia familia? Un psiquiatra que lo examinó en 1970 declaró que era prácticamente imposible, pero los investigadores que ahondaron más profundamente en su pasado llegaron a la conclusión de que era perfectamente capaz de matar.

Después de la matanza de Fort Bragg, las apariencias estaban a favor de la inocencia de MacDonald. Las investigaciones del Ejército sobre los antecedentes del capitán de los Boinas Verdes confirmaban lo ya sabido por su familia y amigos: MacDonald era un hombre afortunado y feliz, sin motivos para matar a su familia. Hasta el oficial de mayor graduación de Fort Bragg reconocía que, aparentemente, «era el típico chico americano casado con la típica chica americana». Un psiquiatra del Ejército que entrevistó a MacDonald en el hospital, afirmó que demostraba la normal aflicción por lo sucedido.

Sin embargo, las sospechas de Franz Joseph Grebner empezaban a tomar cuerpo. Él opinaba que los asesinatos eran fruto de un estallido de cólera, una explosión cuyo detonante fue una situación doméstica conflictiva. El mismo Bernie Segal, el abogado de MacDonald, tuvo sus dudas inicialmente y después de reunirse con él por primera vez, pensó en basar su defensa en la locura. Se había quedado sorprendido ante la falta de emoción de su cliente al describirle los terribles acontecimientos de aquella noche.

Un mes después del suceso, el letrado consiguió que el psiquiatra Bob Sadoff reconociera al capitán. Este diagnosticó que MacDonald parecía sano y equilibrado. «No creo que su cliente asesinara a su familia», le comunicó al abogado defensor. Después de seis horas de pruebas psicológicas, los doctores informaron que el sospechoso no mostraba signos de psicosis o de tendencias psicópatas. Estos diagnósticos convencieron a Segal, no sólo de la salud mental de MacDonald, sino de la imposibilidad de que hubiera llevado a cabo las muertes.

Las pruebas demostraron que, tras la aparente armonía de la vida familiar, en Castle Drive latía una corriente de descontento.

Jeffrey MacDonald, lejos de ser el marido fiel y el padre ejemplar, mantenía una existencia de libertinaje antes y después de su boda con Colette.

Se siguió la pista y fueron interrogadas algunas mujeres, enfermeras, secretarias y hasta una amiga de la familia, que mantuvieron relaciones sexuales con el atractivo médico. Este sentía por las mujeres un apetito voraz, pero aquellas aventuras o sus ocasionales escapadas de una noche difícilmente podían ser el motivo de la matanza.

El escritor Joe McGinniss, en las páginas finales de su libro Fatal Vision, expuso una interesante teoría sobre lo sucedido aquella noche. Descubrió que, en la época de los asesinatos, Jeffrey MacDonald estaba sometido a un tratamiento con unas píldoras compuestas de anfetaminas, llamadas Eskatrol, y este fármaco puede provocar alucinaciones y hasta psicosis (locura).

Entre sus efectos secundarios se cuenta el insomnio, lo que según McGinniss explicaba la negativa del capitán para irse a dormir la noche de los asesinatos, a pesar de una fatigosa guardia de veinticuatro horas en el servicio de urgencia del hospital de Hamlet, seguida por todo un día de trabajo en la oficina y de una hora dé baloncesto.

Al haber perdido el interés sexual por su mujer -Colette estaba embarazada de nuevo-, no deseaba dormir con ella. (McGinniss subrayaba que la impotencia y los cambios de la líbido son otros de los efectos secundarios de las anfetaminas). Además, parece ser que el capitán Jeffrey MacDonald estaba planeando una nueva escapada y le había dicho a su esposa que iba a acompañar al equipo de baloncesto de Fort Bragg en un viaje a Rusia. Pero la verdad era que pensaba pasar varios días en Nueva York con su antigua novia, Penny Wells.

El escritor encontró pruebas del creciente distanciamiento del matrimonio. Colette había reanudado sus estudios de psicología y para ampliarlos recibía clases nocturnas sobre la materia, una de ellas la misma noche del asesinato. MacDonald pudo sentirse molesto ante el interés de su mujer por su carrera y por su creciente independencia.

Y había algo más. Joe MeGinniss, hojeando poco después del juicio el expediente del caso, encontró el informe de los psiquiatras que habían reconocido al capitán inmediatamente antes de que aquél se celebrara. El juez de Raleigh no dio el permiso para que se oyera el testimonio psiquiátrico, y Bernie Segal le había denegado la autorización para leerlo. Al estudiarlo, McGinniss comprendió las razones.

El informe tildaba a Jeffrey MacDonald de homosexual oculto con tendencias homicidas, «un psicópata violento en determinadas condiciones» que necesitaba terapia y atención especial. Hacía solamente unas pocas semanas que el escritor había conocido al doctor, pero se sintió sorprendido por su ilimitada vanidad y por su preocupación por el aspecto físico. «La vivienda de MacDonald era realmente cómoda -recordaba McGinniss- una vez que te acostumbrabas a todos los espejos.»

En un libro publicado recientemente, La cultura del narcisismo, éste leyó algunos de los rasgos característicos de un desorden de la personalidad conocido como narcisismo patológico. Según Christopher Lasch, autor del libro, éste incluye «un pseudo conocimiento de uno mismo, un atractivo calculador, el sentido del propio vacío interior y una infinita cólera reprimida». Lasch indicó también que los narcisistas sienten en general miedo de las mujeres, lo que los convierte en seres agresivos con relación al s*x* femenino.

La noche en que su hija menor le mojó la cama, Jeffrey MacDonald, atiborrado de Eskatrol, agotado pero incapaz de dormir y asaltado por el deseo de su mujer embarazada, podía ser tan peligroso emocionalmente como un barril de pólvora.

Quizás, especulaba McGinniss, la tensión por dominar «la infinita cólera» que le provocaban las mujeres estalló por fin. Con las anfetaminas alimentando su furia y Colette tratando de comunicarle sus nuevos conocimientos sobre personalidad y comportamiento, el mecanismo de defensa de MacDonald saltó en pedazos y se convirtió en un asesino.

*****

VEREDICTO – Volver al punto de partida
Nueve años después de los crímenes, el doctor Jeffrey MacDonald fue sometido a juicio y la casa donde su mujer y sus hijas encontraron la muerte, se convirtió de nuevo en el centro de la atención pública.

En la segunda semana de julio de 1979, Jeffrey MacDonald, bronceado por el sol californiano y con aspecto relajado tras pasar un fin de semana en Nueva York con su última novia, volaba solo hacia Raleigh, Carolina del Norte. Al llegar encontró a Bernie Segal preocupado por el jurado.

-Vamos a elegir un jurado que no sólo te absolverá, sino que recapacitará y te concederá una indemnización por daños y perjuicios.

-Espero que estés en lo cierto -replicó MacDonald-, porque, francamente, estoy pasando las penas del infierno.

Sus temores estaban bien fundados. Un profesor de psicología contratado por la defensa para preparar el perfil de un «curado ideal» le confió que había sondeado a los miembros elegidos: «Todos ellos opinan que es un maldito culpable.»

Bernie Segal estaba también inquieto por el juez asignado al caso. Era Franklin T. Dupree hijo, con el que el letrado se había enfrentado en 1977 tras ver desestimada su acusación de inconstitucionalidad, y desde entonces lo consideraba un enemigo implacable. «En resumen, un gili … » -decía el abogado.

Victor Worheide había muerto en 1975 y James L. Blackburn, ayudante del fiscal de Estados Unidos por Raleigh, y su colega, Brian Murtagh, se hicieron cargo de la acusación. «Pongan atención a los puntos donde estaba la sangre y a los puntos donde no estaba», fue la advertencia previa de Blackburn al jurado. Se tomó cuatro semanas para exponer el sumario del caso y Bernie Segal pudo comprobar que el jurado cuanto más escuchaba más desconcertado parecía. La acusación se enfrentaba con unos comienzos poco sólidos y el defensor aún conservaba un as en la manga.

Un vecino de los MacDonald en Castle Drive, el teniente John Milne, declaró que en 1970 fue testigo de un curioso espectáculo a última hora de aquella tarde. Al oír voces en el exterior de su casa, se asomó a la puerta trasera, «miró y vio a tres personas a unos diez o quince metros de distancia caminando por la acera. Estos tres individuos llevaban una especie de sábanas blancas. En medio iba una chica y con ella dos hombres, uno a cada lado… Los tres llevaban velas». El teniente recordaba que cuando el trío alcanzó el final de la fachada de su casa, giró a la izquierda en dirección a los dormitorios de la casa de la familia MacDonald.

Cuando la acusación lo requirió para que explicara los motivos de no haberlo denunciado antes, el teniente Milne repuso, con poca convicción, que nadie le había preguntado. En cualquier caso, añadió, sólo había visto a tres personas y MacDonald hablaba de cuatro. El teniente fijaba también sus observaciones un par de horas antes de que se cometieran los asesinatos.

La acusación, haciendo de la necesidad virtud, trató con escepticismo la declaración del testigo de la defensa. Aunque el trío de las sábanas blancas hubiera estado merodeando por Castle Drive, podía no tener nada que ver con el crimen y sólo servir de excusa para que Jeffrey MacDonald fraguara su historia.

En todos los aspectos, pues, el caso dependía de las pruebas forenses. Bernie Segal alegó agriamente ante el juez que las procedentes de la chaqueta del pijama no eran válidas y no se debían tomar en consideración. Sin embargo, el juez Dupree rechazó la protesta.

La prueba de la chaqueta era la más peligrosa para MacDonald. Peter Stombaugh, del laboratorio del FBI, enumeró sus conclusiones tras estudiar las pruebas; en una de ellas se refería a que los cuarenta y ocho orificios de la chaqueta eran perfectamente redondos, y no rasgados. Esto demostraba que los habían hecho cuando la prenda estaba inmóvil, y no mientras Jeffrey MacDonald la empleaba como protección ante el ataque de un hombre que blandía un punzón de hielo.

Stombaugh insistió, menos amenazadoramente, sobre la forma de los orificios. Se distinguían veinticinco de ellos en la parte superior de la prenda que apareció cubriendo el cuerpo de Colette y se podían dividir en dos grupos: dieciséis al lado izquierdo y cinco al derecho. Esto, según el experto, coincidía con las dieciséis heridas del punzón de hielo del costado izquierdo de Colette y las cinco del derecho.

Más aún: los otros orificios de la chaqueta del pijama coincidían con estos veinticinco, de tal modo que parecía posible que alguien hubiera hecho los cuarenta y ocho agujeros con veintiún golpes de punzón, los mismos que causaron a la víctima las heridas del pecho. La defensa, hablando con los periodistas en los pasillos, desechó agriamente las conclusiones de Stombaugh, a las que se refirió despectivamente como «absolutamente faltas de fundamento».

Estas declaraciones, publicadas en las primeras páginas de los periódicos de la mañana, provocaron una severa amonestación del juez Dupree, pero Segal, poniéndose a la defensiva, sometió al experto del FBI a un malhumorado y despectivo interrogatorio. Cuando la defensa intentaba desacreditar la reconstrucción de la parte superior de la prenda hecha por Peter Stombaugh, terminó el tiempo. MacDonald se mostraba jubiloso: «El motivo del razonamiento de Stombaugh soy yo -comentó triunfalmente cuando al día siguiente se inicio el juicio-, pero Bernie lo ha destrozado. Ya han visto ustedes que su pólvora se ha convertido en una mierda.»

Las declaraciones de los peritos por parte de la defensa trataban de rechazar las evidencias de Stombaugh, pero la acusación las evitó. Quería hacer una demostración práctica que aclarara el tema de una vez por todas.

El fiscal del Departamento de Justicia de Estados Unidos, Brian Murtagh, mostró una chaqueta de pijama idéntica a la de MacDonald. Situándose frente al estrado del jurado, enrolló la prenda alrededor de sus propias muñecas y luego se echó bruscamente hacia adelante, tal y como el capitán había declarado que hizo al defenderse de sus atacantes. El ayudante del fiscal, James Blackburn, tomando de entre los objetos expuestos el punzón de hielo, acuchilló el pijama que Brian Murtagh agitaba y sacudía ante el estupefacto jurado. El fiscal exhibió triunfalmente la prenda mostrando una serie de orificios irregulares y diferentes. La defensa protestó por aquella demostración tendenciosa, alegando que los agresores habían acuchillado, y no apuñalado; pero el mal ya estaba hecho.

El capitán Jeffrey MacDonald ocupó el escaño de los testigos el martes 23 de agosto de 1979. Por primera vez en nueve años y medio contó su historia en público y bajo juramento. El abogado defensor, Bernie Segal, le hizo declarar durante cinco horas, provocándole frecuentes torrentes de lágrimas cuando le mostraba las fotografías de los miembros de su familia vivos y muertos. De vez en cuando el ex oficial de los Boinas Verdes, incapaz de hablar, se desmoronaba sollozando abiertamente. Era el propósito de su abogado. «No puedes perderte en actitudes arrogantes -le había dicho-. Te lo pido por la salvación del resto de tu vida, no seas agresivo.»

Segal dejó que la acusación interrogara a su cliente sobre las discrepancias entre sus declaraciones sobre los sucesos de aquella noche trágica y las pruebas halladas en el 544 de Castle Drive. La defensa prefería crear un ambiente de incertidumbre a provocar una escena.

«Nunca he estado seguro -declaró el acusado-. Quizá mis recuerdos son confusos.» Durante el proceso, Freddy y Mildred Kassab, sentados en la primera fila del público, miraban fijamente a MacDonald con los ojos sin lágrimas.

La impresión que produjo el doctor a raíz de los interrogatorios fue francamente desfavorable. El fiscal Blackburn, con un tono superficial, casi cortés, le hizo una serie de preguntas basadas en las pruebas periciales, mientras MacDonald, al contrario, respondía bruscamente y con gesto crispado.

La acusación se centró en el hecho peculiar de que cada uno de los miembros de la familia tuviera un grupo sanguíneo diferente. Al final de la sesión matutina se dirigió al acusado: «Supongamos que, basándose en las pruebas, el jurado dedujera que toda la sangre del suelo del cuarto de Kristen, excepto la de la huella del pie, pertenece al tipo 0 -el de la niña- y, sigamos suponiendo, que, según dichas pruebas, llegara a la conclusión de que la huella corresponde a su pie saliendo de la habitación, y supongamos además que el jurado se encontrara con que esa huella está marcada con sangre del tipo A -el de Colette-, ¿Podría explicarlo usted?»

-Bien, estaría de acuerdo en que la huella era de mi pie, puesto que estuve allí. En lo que se refiere a las muestras de sangre…. suponiendo que el muestreo del Departamento de Investigación Criminal sea correcto, yo…, ¿saben?, no tengo ninguna explicación, siempre que los tipos de sangre y los muestreos sean correctos.

Blackburn insistia en su fórmula:

-Suponiendo que el jurado dedujera de la prueba… ¿dispone usted de alguna explicación para ello?

El fiscal parecía amable, casi conciliador, pero las preguntas se sucedían con las mismas palabras implacables y Jeffrey MacDonald se mostraba cada vez más nervioso.

Con su actuación, el fiscal trataba de que la versión del acusado sobre los hechos entrara en conflicto con las pruebas periciales de la sangre y la chaqueta del pijama. En su resumen final al jurado, James Blackburn llevó su argumento al climax:

-Yo sólo puedo decirles que, según las pruebas periciales de este caso, los datos no mienten. Más bien sugieren que alguien pudo hacerlo y lo hizo.

Después del frío y desapasionado alegato del fiscal, el informe de Bernie Segal resultó casi desastroso. El juez había concedido a la defensa tres horas y cuarto para su exposición. A las dos horas, Segal, con su incoherente, deslabazada y repetitiva arenga, no consiguió abarcar la mayor parte de los puntos que había planeado incluir. A los cinco minutos había mencionado ya a Helena Stoeckley, que había confesado su posible participación en el crimen.

El fiscal Blackburn dedicó al jurado sus últimas palabras:

-Las pruebas periciales piden a gritos una explicación -argüía-. El hecho de que los veintiún navajazos asestados a través de la chaqueta del pijama puedan hacer cuarenta y ocho agujeros que coinciden con los veintiuno de las heridas del pecho de la víctima es un dato singular, significativo, que me demuestra que…. por encima de toda duda razonable, Jeffrey MacDonald mató a su esposa, Colette. Y esto me lleva a afirmar directamente que también mató a sus dos hijas.

Después de seis horas y media, el jurado regresó para anunciar que consideraba a Jeffrey MacDonald culpable de los tres cargos de asesinato. El juez Dupree lo sentenció a tres sucesivas cadenas perpetuas, la sentencia más dura que le permitieron sus atribuciones, ya que la ley federal prohibía la condena a muerte.

Al día siguiente, MacDonald desde su celda escribía a su amigo, el escritor McGinniss: «Me siento sucio y calumniado hasta un punto que soy incapaz de expresar. Y no sé qué decirte, salvo que no es verdad.»

*****

Conclusiones
En julio de 1980, al cumplirse exactamente un año de la celebración del juicio, el Cuarto Tribunal del Distrito informó favorablemente sobre el recurso que le había sido denegado en un procedimiento abreviado y Jeffrey MacDonald quedó en libertad. Pero dieciocho meses más tarde el Tribunal Supremo anuló tal decisión y tuvo que volver a la cárcel.

En enero de 1983, Helena Stoeckley apareció muerta en Seneca, Carolina del Sur, donde ella y su hijo de siete meses vivían a base de bocadillos de mantequilla de cacahuete. La causa de la muerte fue cirrosis hepática. El niño estuvo muy enfermo, pero sobrevivió.

En 1984, MacDonald presentó una querella contra McGinniss, el escritor que según él le había traicionado en su obra Fatal Vision, alegando fraude e incumplimiento de contrato. El jurado falló en contra. Pero tres meses después, el escritor, aún sin admitir su culpa, se comprometía a entregarle 325.000 dólares, que, al parecer, serían pagados por la compañía de seguros del editor.

En octubre de 1984, el doctor John Thornton, que encabezó el equipo de especialistas en el juicio de MacDonald, se entrevistó con su colega Thomas Noguchi, el patólogo de origen japonés que dirigía las investigaciones para el fiscal, y le aseguró que la acusación contra MacDonald era un error. Afirmó que los grupos sanguíneos identificados por el FBI eran distintos a los obtenidos por el Departamento de Investigación Criminal del Ejército. «Que yo sepa -había dicho Thornton-, esto nunca se dio a conocer. Recuerde, tanto el FBI como el CID se apoyaron en las pruebas cedidas por éste en 1979, para demostrar por dónde se movía MacDonald cuando preparaba el escenario que ocultaría el crimen.» El doctor Thornton hizo otra revelación. Estaba dispuesto a testificar que el pantalón del pijama de MacDonald, destruido con la basura del hospital en 1970, estaba rasgado desde la entrepierna a la rodilla.

El doctor Noguchi comprendió enseguida la importancia del dato: «Si las hebras (encontradas en los dormitorios de Kristen y Kimberly) procedían del pantalón del pijama, entonces se explicaba su presencia (allí), sencillamente: MacDonald había estado por los tres dormitorios vestido con aquellos pantalones después de cubrir el cuerpo de Colette con la chaqueta, tal y como había dicho, y en ese caso dichas fibras procederían del pantalón.»

El doctor Noguchi reveló los descubrimientos de Thornton en su libro Coroner At Large, donde llegaba a la siguiente conclusión: «A la luz de la controversia que empaña aún las pruebas… yo recomiendo encarecidamente una nueva investigación a cargo de las autoridades legales antes de que Jeffrey MacDonald se vea obligado a pasar entre rejas el resto de su vida.»



MÁS INFORMACIÓN EN INGLÉS

https://criminalia.es/asesino/jeffrey-macdonald/
 
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LA FUGA DE ALCATRAZ
  • Clasificación: Fuga
  • Número de víctimas: 0 - 3 ?
  • Fecha del crímen: 11 de junio de 1962
  • Localidad: Isla de Alcatraz, Estados Unidos (California)
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(!) ATENCIÓN: Esta galería estará disponible en los próximos días.

El misterio de la fuga de Alcatraz persiste 50 años después
Yolanda Monge – Elpais.com

12 de junio de 2012

Para el FBI, una de las pruebas más concluyente de que los hermanos John y Clarence Anglin lograron escapar con vida y no perecieron en las frígidas aguas que rodean a la prisión de Alcatraz fue el hecho de que la madre de estos recibió cada año hasta su muerte un ramo de flores –sin tarjeta- por su cumpleaños. La otra es aquella que especula con que los hermanos asistieron al funeral de la madre en 1973 disfrazados de mujeres pese a la fuerte presencia de agentes del FBI que los esperaba.

La noche del 11 de junio de 1962, cuatro presos tenían programada su fuga de ‘La Roca’, como era conocida desde su apertura en 1933 la inexpugnable prisión federal situada sobre un peñasco frente a la bahía de San Francisco (norte de California) y que echó el cierre en 1963.

Alcatraz estaba considerada como una prisión de alta seguridad debido a su situación geográfica y fue el hogar forzado de aquellos que eran considerados “individuos irrecuperables para la sociedad” y gángsters famosos, como Al Capone.

Tras meses de planificación y excavar túneles con cucharas que les permitieran llegar al punto débil del penal -uno de los ventiladores que estaban en el tejado-, sólo tres de esos cuatro hombres lograron darse a la fuga: los hermanos Anglin y Frank Morris, quien se cree que fue el cerebro del virtuoso plan, todos ellos convictos confesos por robar bancos. El cuarto recluso, Allen West, permaneció en su celda sin que se hayan conocido nunca bien los motivos: el pánico o problemas logísticos que le impidieron llegar hasta el tejado de la cárcel. La información que en los años siguientes proporcionó West al FBI fue básica para conocer el plan de los fugados.

A lo largo de la historia de la prisión se produjeron 14 intentos de fuga que involucraron a 36 personas; solo las tres mencionadas antes siguen en paradero desconocido. Veintitrés reos fueron detenidos de nuevo; seis murieron por disparo de bala durante la fuga y cuatro ahogados. Cuando la mañana del 12 de junio de 1962 se efectuó el rutinario recuento de presos, sobre las camas de los tres hombres reposaban sendas cabezas fabricadas con papel y pelo de la peluquería que daban la impresión de que los reos fugados seguían durmiendo.

De estar vivos, John Anglin tendría hoy 82 años; su hermano Clarence 81; y Frank Morris 85. “Tenemos que trabajar bajo el supuesto de que lograron escapar”, ha asegurado esta semana Michael Dyke, Marshal de Estados Unidos, a la agencia Associated Press con motivo del 50 aniversario de la fuga.

El servicio de Marshals tomó el control de la investigación – que sigue abierta- después de que se la cediese el FBI en 1978. “Si los fugados no son detenidos, se entregan o se prueba que están muertos, la investigación sigue activa hasta que cumplan 99 años, cuando expiren las órdenes de búsqueda y
captura”, dice Dyke.

Los historiadores y parte de las autoridades de entonces supusieron que los hombres perecieron en las frías aguas de la Bahía, a pesar de que habían fabricado una especie de balsa con más de 50 gabardinas de la prisión de la época de la Segunda Guerra Mundial. Pero ningún cuerpo fue encontrado. Además, las estadísticas dicen que dos de cada tres cuerpos que perecen en la Bahía salen a flote, lo que refuerza la tesis de que al menos uno de los presos logró llegar a tierra sano y salvo. La familia de los Anglin cree que John y Clarence consiguieron huir hasta Brasil y han pasado el resto de sus días en Sudamérica.

Alcatraz fue polémica desde su apertura. Su vulnerabilidad –cuando se la definía como inexpugnable- y el hecho de que la sal del mar corroía sus estructuras metálicas e incluso los propios cimientos –una reconstrucción hubiera sido costosísima- llevó al fiscal general de entonces, Robert Kennedy, a tomar la decisión de cerrar el penal en 1963.

El cine se ha encargado de alimentar la leyenda de Alcatraz con películas más o menos fieles a los hechos. Sin duda, Fuga de Alcatraz, dirigida por Don Siegel y con Clint Eastwood en el papel de Morris, es la mejor prueba de las primeras.

El último preso en abandonar el penal fue Frank Watherman. Lo hizo el 21 de marzo de 1963 y declaró su satisfacción por el cierre: “Alcatraz nunca hizo ningún bien a nadie”.

¿Tuvo éxito la mítica fuga de Alcatraz?
M. Arrizabalaga – ABC.es

21 de diciembre de 2012

El 11 de junio todo estaba preparado en Alcatraz para un posible arresto. Se cumplían 50 años de la única fuga de presos de la Roca que pudo tener éxito y corría el rumor de que alguno de sus tres protagonistas, Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin, podían volver a recorrer el penal del que se escaparon en 1962. «Los rumores comienzan en alguna parte y nadie sabe de dónde vienen. Siempre hay leyendas, no creo que vaya a suceder», admitía el comisario Michael Dyke, que pasó el día en la célebre prisión hoy convertida en atracción turística, por si acaso.

Los tres presos, cuya historia llevó al cine Don Siegel con Clint Eastwood en el papel protagonista en «La fuga de Alcatraz» tendrían ahora más de 80 si siguieran con vida. Nunca se supo su paradero ni se encontraron sus cuerpos.

El interrogante de si lograron atravesar la bahía de San Francisco en la pequeña balsa hinchable que confeccionaron con impermeables sigue abierto. De ser así, su fuga sería la única con éxito en los 29 años en que la isla descubierta por el español Juan Manuel de Ayala en 1775 se convirtió en La Roca inexpugnable.

A las medidas habituales en una cárcel de alta seguridad se unían las frías aguas del Pacífico, supuestamente infestadas de tiburones. Un total de 1.545 presos estuvieron recluidos en la famosa penitenciaria, entre ellos Al Capone, George Kelly o Robert Stroud, conocido como «el hombre pájaro de Alcatraz».

El doble asesino que estudió durante años el comportamiento de los pájaros en su celda había sido trasladado al Federal Medical Center de Springfield tres años antes de Morris y los hermanos Anglin se fugaran de la cárcel que albergaba habitualmente a unos 260 presos. Hubo hasta 14 intentos de fuga, pero solo el suyo pudo tener éxito. El alcaide Olin G. Blackwell había advertido días antes a un comité del Congreso del deplorable estado en que se encontraba la penitenciaria señalando que «algunos muros se están derrumbando», tal y como recogía ABC el 26 de mayo de 1962.

El minucioso plan de huida
Frank Lee Morris, Allen Clayton West y John y Clarence Anglin habían descubierto a finales de 1961 un punto débil en el penal. El hormigón estaba muy dañado por la humedad por lo que la rejilla de ventilación de sus celdas podrían extraerse con facilidad. Con cucharas y un pequeño perforador fabricado con elementos de un aspirador robado lograron ampliar el hueco para retirar la rejilla y huir a través del sistema de ventilación. El sonido del acordeón durante la hora destinada a la música amortiguaba los ruidos que hacían al excavar. Durante el día ocultaban los huecos de la pared con pedazos de cartón.

La noche del 11 de junio de 1962 Morris y los hermanos Anglin se fugaron. Unos maniquís con cabello tomado de la peluquería de la cárcel les suplantaron en sus camas burlando así los recuentos nocturnos de los vigilantes. Allen West no les acompañó. Se desconocen aún los motivos por los que a última hora decidió quedarse.

Jolene Babyak, una niña que residía en Alcatraz cuando tuvo lugar la fuga relató su experiencia en el libro «Breaking the Rock: The Great Escape» junto a entrevistas de testigos, documentos del FBI y el análisis de la escena del crimen. A su juicio, West habría sido el cerebro de la fuga. Lo suyo fue «mala suerte».

West colaboró en las investigaciones del FBI, que sin embargo no pudo dar con los tres fugados. Se encontraron restos de la balsa en una isla cercana y algunos efectos personales de los Anglins (dinero y los nombres, direcciones y fotografías de amigos) flotando en la bahía. En julio de 1962 un buque noruego vio un cuerpo flotando a 15 kilómetros del Golden Gate vestido con ropa de cárcel, pero no llegó a recuperarse.

Hipótesis y mitos urbanos
En 1979 el FBI daba por cerrado el caso, el mismo año en que Eastwood protagonizaba la película basada en la famosa huida. Los US Marshals pasaron a hacerse cargo de la investigación, que sigue abierta mientras no sean descubiertos o se recuperen sus cuerpos hasta 99 años después de los hechos. El informe oficial sostiene que se ahogaron en la fuga, pero otras hipótesis apuntan a que sortearon las mareas y llegaron a San Francisco. El nadador español David Meca lo logró, y con grilletes en los pies.

Dicen que John Anglin habría llamado a un abogado de San Francisco al día siguiente pero que colgó sin que se volviera a saber de él y que la madre de los Anglin recibió cada año por su cumpleaños un ramo de flores sin tarjeta. Incluso se piensa que podrían haber asistido a su funeral disfrazados de mujeres. Su familia cree que consiguieron huir a Sudamérica.

En 1993 el expreso Thomas Kent afirmó en televisión haber ayudado a planear la huida, pero dijo no haber participado porque no sabía nadar. Un documental de National Geographic recogía una confesión que llevó a las autoridades a buscar una tumba desconocida y una postal supuestamente firmada por uno de los fugados enviada desde Argentina a un guarda de la cárcel.

La Roca, hoy reconvertida en parque nacional, se cerraba un año después de la mítica fuga. Mantener un preso en Alcatraz costaba aproximadamente el doble que en cualquier otra prisión federal.

Los tres presos de la gran fuga de Alcatraz pudieron haber sobrevivido
J. de J. – ABC.es

15 de diciembre de 2014

El 11 de junio de 1962, tres presos escaparon en una balsa de la isla-prisión de Alcatraz, fuertemente custodiada, al norte de San Francisco (EE.UU.), después de urdir un complejo y arriesgado plan durante meses. Nunca fueron vistos de nuevo y hoy siguen en paradero desconocido. Ahora, científicos holandeses creen que, en base a sus investigaciones sobre las aguas de la bahía, es posible que, si tomaron la opción correcta, lograran tocar tierra y sobrevivieran a la famosa huida.

Frank Lee Morris, un delincuente común y los hermanos Clarence y John Anglin, condenados a más de diez años por robar 15.000 dólares, cavaron un túnel durante meses desde sus celdas utilizando tan solo unas cucharas y aprovechando que el hormigón que rodeaba el respiradero estaba muy dañado por la humedad. Un acordeón que sonaba durante la clase de música amortiguaba los ruidos de la excavación.

La noche del 11 de junio de 1962, dejaron en sus literas unas cabezas falsas fabricadas con jabón, hojas de revistas y pelo que sacaron de la barbería, y se escabulleron por la rejilla de ventilación. Cuando llegaron al exterior, se cree que construyeron una balsa con unas gabardinas y entraron en la bahía de San Francisco.

A pesar de la intensa búsqueda, se desconoce si los presos de la gran fuga sobrevivieron en su intento por llegar a la orilla, a unos dos kilómetros y medio de Alcatraz, o se ahogaron sin remedio en las gélidas aguas que rodean la isla. Como nunca más se supo de ellos, se convirtieron en leyenda por haber sido capaces de burlar a «La Roca», el orgullo de las prisiones de máxima seguridad, de donde se suponía nadie podía escapar.

Simulación de la escapada
Científicos holandeses de la Universidad Técnica de Delft y el instituto de investigación Deltares han presentado en la reunión de la Unión Geofísica Americana (AGU), que se ha celebrado estos días en California, una investigación que simula los movimientos de estos tres hombres esa misma noche. El estudio, un modelo hidráulico de alto rendimiento para simular el movimiento de las masas de agua en deltas y bahías, concluye que la fuga pudo ser posible y que el mejor momento para salir esa noche con un barco de Alcatraz fue alrededor de las 23.30 horas. El bote habría llegado justo al norte del puente del Golden Gate.

El modelo, que tiene en cuenta los datos de las mareas de esa noche, también muestra que restos de madera, en ese escenario, probablemente habrían recalado en la isla del Ángel, exactamente donde el FBI encontró una pala y algunas pertenencias personales. Hasta ahora se suponía que los presos se fueron alrededor de las 22.00 horas.

«No sabemos exactamente dónde ni cuándo los prisioneros tomaron el barco, así que decidimos modelar (la huida) cada media hora desde las 20.00 a las 4.00 horas, en total cincuenta “barcos” que parten de distintos posibles lugares para escapar de Alcatraz, para ver dónde terminan. Además, añadimos el factor del remo, porque asumimos que los prisioneros iban a remar si tenían tierra a la vista», explica Fedor Baart, especialista en simulación de Deltares.

Los investigadores encontraron que si los presos escaparon antes de las 23.00 horas, no tenían ninguna posibilidad de sobrevivir. Debido a las fuertes corrientes, acabarían en alta mar y morirían ahogados o por hipotermia. Sin embargo, si se marcharon entre las 23.00 y la medianoche, tenían una buena oportunidad de llegar a la bahía de Horseshoe, al norte del puente Golden Gate. Toda la madera de ese barco sería impulsada en dirección a la isla del Ángel. «Pero eso, por supuesto, no prueba que esto realmente sucedió», dice Rolf Hut, investigador de Delft.

El equipo ha producido visualizaciones que muestran el peor escenario para la huida y el mejor, utilizando un moderno software de simulación experimental 3Di, que se emplea para conocer los movimientos de las aguas y prevenir inundaciones. En esta ocasión, ha arrojado luz sobre un intrigante hecho histórico.

Durante años, la única pista que los federales siguieron de estos «escapistas» fue un ramo de flores sin tarjeta que la madre de los Anglin recibía cada cumpleaños. Ella murió en 1973 y a partir de ahí, nada. Incluso se dice que los dos hermanos acudieron al funeral disfrazados de mujeres, pero eso ya forma parte de la leyenda. Por cierto que, de seguir con vida, los caballeros tendrían ahora entre los 83 y los 87 años. Quizás todavía disfruten de su libertad en algún lugar.

¿Sobrevivieron los tres presos que huyeron de Alcatraz?
Rebecca Morelle – BBC

15 diciembre 2014

Los tres prisioneros famosos que se escaparon de la prisión de Alcatraz (en la isla que lleva el mismo nombre), en Estados Unidos, pudieron haber llegado a la costa con vida, a pesar de que las probabilidades estaban en contra, según reveló un nuevo estudio.

El trío se fugó en 1962 cruzando las aguas en una balsa y nunca más fue encontrado.

Ahora, un nuevo modelo por computadora indica que, si se marcharon a la medianoche, es posible que sobrevivieran y llegaran a tocar tierra.

Pero, si partieron antes o después, lo más probable es que perecieran en las frías aguas de la Bahía de San Francisco.

La investigación fue llevada a cabo por científicos de la Universidad Delft y el Instituto de Investigación Deltares, ambos en Holanda.

Rostros de pelo y jabón
El escape, inmortalizado por Clint Eastwood en la película “La fuga de Alcatraz”, es uno de las más complejos y audaces que se haya intentado nunca.

Clarence Anglin, John Anglin y Frank Morris -tres asaltantes de banco- pasaron meses cavando un túnel desde sus celdas de cemento con ayuda de unas cucharas afiladas.

La noche del 11 de junio de 1962 dejaron en sus camas cabezas de muñecos hechas con pelo, papel higiénico y jabón y huyeron en cuatro patas de la que era considerada una de las prisiones más seguras del país.

Se cree que al llegar a la orilla construyeron una balsa inflable con impermeables e ingresaron a la Bahía de San Francisco entre las 20:00 y las 02:00, según documentos del FBI.

A pesar de los intensos esfuerzos de búsqueda, los hombres nunca fueron hallados.

Si sobrevivieron y llegaron a la costa o si perecieron al intentar cruzar las aguas continúa siendo un misterio.

Modelo
Y revelar este misterio es precisamente lo que se propuso este equipo de investigadores holandeses.

“Mi colega, Olivier Hoes, estuvo trabajando en un modelo hidráulico llamado 3Di en colaboración con varias empresas, agencias y universidades holandesas”, le explicó a la BBC Rolf Hut, científico del proyecto.

“Es un modelo hidráulico de avanzada para simular el movimiento de cuerpos de agua en deltas y bahías”.

Con este modelo, explica Hoes, “él estuvo simulando el movimiento de las aguas en la zona de la Bahía de San Francisco, y pensé que podíamos tratar de reevaluar lo que ocurrió en 1962”.

El equipo utilizó información sobre el flujo de las mareas de la noche de la fuga para modelar el movimiento de las aguas.

Medianoche, el momento perfecto
“Como no sabíamos la hora exacta en la que partieron con los botes o el punto exacto de partida, decidimos lanzar 50 botes virtuales cada 30 minutos entre las 20:00 y las 04:00 desde distintos sitios de escape posibles en Alcatraz, para ver a dónde llegaban”, le dijo a la BBC Fedor Baart, especialista en simulación de Deltares.

A esto le añadieron el efecto de los remos, asumiendo que los reclusos remaron para impulsarse hacia la costa.

Así, descubrieron que si el escape ocurrió antes de la medianoche, lo más probable es que murieran en el intento.

“En el peor de los casos, en el que remar no hubiese servido de nada, la marea los habría empujado hacia el océano y se habrían muerto de hipotermia”, dice Hut.

Pero si entraron en el agua más tarde, después de la 01:00, la corriente habría cambiado de dirección, llevándolos a otra parte.

Las rutas podrían haber sido varias y todas suponen mucho tiempo en el agua, con lo cual también habrían muerto de hipotermia o habrían sido descubiertos por la policía porque ya estaría amaneciendo.

Oportunidad
Sin embargo, los investigadores descubrieron una pequeña ventana de oportunidad en la que la supervivencia habría sido posible.

Si el trío partió a la medianoche y remó hasta el norte, las fuertes corrientes habrían funcionado en su favor.

“Si tocaron el agua exactamente a la medianoche, la corriente los había empujado hacia el puente del Golden Gate”, le explica Hut a la BBC.

Una vez cerca del puente, la corriente habría cambiado de dirección. Se habría producido un momento de calma en las aguas, y esto les habría permitido llegar a tocar tierra, al norte del puente.

El modelo también predijo que cualquier resto de la balsa tendría que haber flotado hacia la isla Ángel, que es donde el FBI encontró un remo y algunos efectos personales.

Los investigadores dicen que el modelo no pudo demostrar exactamente qué pasó, pero contribuye a esclarecer los escenarios posibles.

Frank Lee Morris
Última actualización: 30 de agosto de 2015

Frank Lee Morris (Washington D.C., 1 de septiembre de 1926- desaparecido el 11 de junio de 1962) es un criminal estadounidense, fugado de la Prisión de Alcatraz el 11 de junio de 1962 y que jamás fue encontrado. Aunque hasta la fecha no hay pruebas concluyentes, el FBI lo declaró muerto.

Los primeros años
Frank Lee Morris nació en Washington D.C.1 dónde pasó la mayor parte de sus primeros años como allegado en diferentes residencias. A la edad de 13 años2 cometió su primer crimen, siendo sucesivamente detenido por muchas otras imputaciones, como posesión de narcóticos y atraco a mano armada. Al cumplir la mayoría de edad, Morris empezó a ser trasladado entre distintas cárceles.

Según estudios revelados Morris poseía una inteligencia superior al resto, con un coeficiente intelectual (CI) de 133, según la serie televisiva Los Cazadores de Mitos (Mythbusters), emitida por Discovery Channel. Decíase que Morris tenía un coeficiente intelectual de 133, que estaba en el 3% más alto.

Alcatraz
El 20 de enero de 1960, Morris fue enviado a la Prisión de Alcatraz, convirtiéndose en su prisionero Nº 1441. Presumiblemente, Morris empezó a planear su fuga en cuanto llegó a Alcatraz. Tras observar la rejilla que servía de ventilación para las celdas, comprobó que tanto ésta, como la pared donde se encontraba empotrada no eran muy sólidas. Advirtió enseguida que arrancando el cemento de alrededor podría quitarla, y agrandar el agujero lo suficiente como para poder pasar a través de él y llegar al pasillo de mantenimiento, situado detrás y paralelamente a las celdas.

Para lograr su propósito, fue ayudado por otros tres prisioneros y amigos: John Anglin, su hermano Clarence Anglin y Allen West. Desde Mayo de 1962 estuvieron llevando a cabo todo lo necesario para la fuga. Cada uno de ellos, mediante utensilios como cortauñas y demás útiles comunes modificados para erosionar el cemento, consiguieron extraer la rejilla y agrandar el agujero del respiradero para salir por él.

Se las ingeniaron para confeccionar salvavidas, una balsa a partir de trozos de impermeables pegados y un conjunto de cabezas, réplicas de las suyas propias, elaboradas con yeso y pelo humano procedente de la barbería de la prisión, con las que confundirían a los guardias nocturnos colocándolas adecuadamente en las camas mientras exploraban las galerías en búsqueda de una ruta de escape que recorrerían el día de la fuga.

La fuga
La noche del 11 de junio de 1962 ejecutaron su plan; los cuatro presos dispusieron en reunirse en el pasillo de mantenimiento de la cárcel. La fuga debía ser conjunta, en un grupo de al menos dos personas, ya que había algunos obstáculos que para superarlos era imprescindible la colaboración de un segundo miembro.

Sin embargo, al llegar la hora de la fuga, Allen West (Charlie Bath), impedido por la rejilla a la que se cree no supo atravesar, o paralizado por el miedo, arribó tarde hacia el punto de encuentro, y viendo que sus compañeros ya se habían marchado, se vio obligado a retornar hacia su celda y los demás le dejaron atrás, sin pensar lo que podría ocurrir.

Tras salir al pasillo de mantenimiento, los fugados accedieron al tejado de la prisión a través de una salida de ventilación. Una vez en el exterior, anduvieron a hurtadillas por el tejado hasta llegar a uno de sus extremos, descendieron por las cañerías bajantes de la fachada y llegaron al suelo.

Seguidamente, tuvieron que saltar por encima de varias cercas metálicas muy altas, para, al fin, conseguir salir del recinto y llegar a la orilla del mar. Una vez allí inflaron la balsa con un acordeón y un sistema de válvula hecha con una pelota de ping pong en una botella y se alejaron impulsados por sus propias piernas.

Al sonar la alarma acudieron todos los policías en la bahía de San Francisco, pensando que irían hasta allí. A la mañana siguiente las fuerzas de seguridad investigaron los hechos, con la colaboración obligada de Allen West, que finalmente no consiguió huir. Se hallaron los muñecos y los respiraderos saboteados.

El FBI llevó a cabo una de las más grandes búsquedas de su historia por los alrededores de la prisión, y en especial en la bahía de San Francisco. En la cercana Isla Ángel, fue hallado una especie de bolso hecho de impermeable, que contenía objetos personales de los hermanos Anglin. Aunque todos pensaban que habían ido dirección a San Francisco, se cree que se dirigieron a esta isla, ya que las corrientes marinas llevaban hacia ella. Las autoridades concluyeron que los reclusos murieron ahogados, aunque sus cuerpos nunca fueron hallados. La prisión de Alcatraz fue cerrada menos de un año después.

Estos hechos fueron recogidos en la película titulada Fuga de Alcatraz o La Roca, rodada el año 1979, con guion de Richard Tuggle, dirigida por Don Siegel y protagonizada por Clint Eastwood, en el papel de Frank Morris, Jack Thibeau, interpretando el papel de Clarence Anglin y Fred Ward como John Anglin.

John Anglin
Última actualización: 30 de agosto de 2015

John Anglin (02 de mayo de 1930 – desaparecido el 11 de junio de 1962) fue un criminal declarado culpable de una serie de robos bancarios junto con sus hermanos Clarence y Alfred, en la década de 1950. Es recordado por su huida de la prisión de Alcatraz, con Clarence y otro recluso, Frank Morris, en 1962 y que jamás fue encontrado. Aunque hasta la fecha no hay pruebas concluyentes, el FBI lo declaró muerto.

Los primeros años
En la década de 1950 comenzó a robar bancos con sus hermanos y fue detenido en 1956. Fueron enviados a la prisión estatal de Florida, la Penitenciaria de Atlanta, donde se reunió con Allen West y Frank Morris. Luego fue trasladado a la penitenciaría de Leavenworth, antes de que se le trasladara a Alcatraz.

Alcatraz
John y Clarence fueron enviados a Alcatraz después de haber sido capturados intentando escapar. John llegó el 21 de octubre de 1960 como el recluso Alcatraz AZ1476. En septiembre de 1961, los hermanos, junto con Morris y West, tenían previsto elaborar un intento de fuga, rascando las paredes de sus celdas, subiendo por una de las chimeneas hacia el tejado y deslizándose por el muro fuera de la prisión para intentar alcanzar la bahía con una balsa fabricada con impermeables.

La fuga tuvo lugar el martes 11 de junio de 1962. Los tres desaparecieron sin dejar rastro y son todavía buscados por el FBI, aunque se cree que se ahogaron en la bahía de San Francisco. Contrario a lo que dicen los rumores, los miembros de la familia de los fugados nunca recibieron correspondencia de estos.

En la película Escape de Alcatraz de 1979 fue interpretado por Fred Ward.

Clarence Anglin
Última actualización: 30 de agosto de 2015

Clarence Anglin (11 de mayo de 1931 – desaparecido el 11 de junio de 1962) fue un criminal declarado culpable de una serie de robos bancarios junto con sus hermanos John y Alfred, en la década de 1950. Es recordado por su huida de la prisión de Alcatraz, con John y otro recluso, Frank Morris, en 1962.

Anglin nació en Donalsonville, Georgia, y trabajó como agricultor y obrero. En la década de 1950 comenzó a robar bancos con sus hermanos y fue detenido en 1956. Fueron enviados a la prisión estatal de Florida, la Penitenciaria de Atlanta, donde se reunió con Allen West y Frank Morris. Luego fue trasladado a la penitenciaría de Leavenworth, antes de que se le trasladara a Alcatraz.

Clarence y John fueron enviados a Alcatraz después de haber sido capturados intentando escapar. John llegó el 21 de octubre de 1960 como el recluso Alcatraz AZ1476, y Clarence llegó el 10 de enero de 1961 como el recluso Alcatraz AZ1485. En septiembre de 1961, los hermanos, junto con Morris y West, tenían previsto elaborar un intento de fuga.

La fuga tuvo lugar el martes 11 de junio de 1962. Los tres desaparecieron sin dejar rastro y son todavía buscados por el FBI, aunque se cree que se ahogaron en la bahía de San Francisco. Contrario a lo que dicen los rumores, los miembros de la familia de los fugados nunca recibieron correspondencia de estos.

En la película Escape de Alcatraz de 1979 fue interpretado por Jack Thibeau.

¿Sigue con vida el último superviviente de la fuga de Alcatraz?
Juanma Gallego – Onemagazine.es

30 de octubre del 2014

El 1 de septiembre de 2014, 52 años después de fugarse de Alcatraz, uno de los delincuentes más buscados de la historia celebró su 88 cumpleaños escondido en algún lugar recóndito y con miedo a ser localizado por quienes se encargan de dar caza a los fugitivos… eso si en realidad no ha muerto ya. Ésta es la sorprendente historia de Frank Lee Morris.

El 1 de septiembre de 2014, uno de los delincuentes más buscados de la historia celebró su 88 cumpleaños escondido en algún lugar recóndito y con miedo a ser localizado por quienes se encargan de dar caza a los fugitivos. Esta hipótesis de trabajo parte de dos supuestos: que el prófugo sobrevivió a la huida y que aún no ha muerto aquejado de ninguna enfermedad.

Si nos atenemos a la versión más aceptada, es poco probable que esta celebración se haya llevado a cabo, porque Frank Lee Morris, el prisionero AZ1441 de Alcatraz, debería estar muerto. Sin embargo, este hecho jamás ha podido ser demostrado en firme por la sencilla razón de que falta su cadáver. Al igual que faltan los cuerpos de sus dos compinches, los hermanos John y Clarence Anglin, que en mayo de 2015 cumplirían 85 y 84 años respectivamente.

Cuesta imaginarse a esta tríada de delincuentes rememorando su vieja hazaña acompañados del sonido de un taca-taca en una granja de Tennessee o haciendo taichí en una playa de Salou, pero lo cierto es que las dudas sobre su destino no han sido del todo despejadas y el cuerpo de alguaciles de los Estados Unidos aún continúa con la búsqueda.

Ha pasado ya más de medio siglo desde que los fugitivos más famosos de la historia lograran escapar de una de las prisiones de más alta seguridad construidas por el ser humano. La versión más asentada dice que los tres presos murieron ahogados a las pocas horas de lograr su huida, pero la falta de pruebas sigue despertando dudas sobre su éxito o fracaso.

El 12 de junio de 1962 los tres prisioneros lograron burlar todas las medidas de seguridad del penal de Alcatraz. El guardia que realizaba el primer turno de comprobaciones de aquella mañana se quedó de piedra cuando la cabeza de uno de los reos que parecía dormitar bajo las sábanas de su catre rodó redonda y pesada tras un pequeño toque de porra. No se trataba, por supuesto, de la cabeza del preso, sino de un burdo muñeco o dummie fabricado a base de materiales pacientemente hurtados a escondidas en diferentes zonas del penal.

De la misma forma, por medio de cucharas y otros materiales convenientemente ocultados a los guardias de la prisión, los tres reos, junto a un cuarto compinche que finalmente no pudo huir, habían urdido un cinematográfico plan de fuga que incluía agujeros en la celda y rejillas de postín. Quienes visitan las instalaciones del ahora museo de Alcatraz, en la bahía de San Francisco, pueden hacerse una buena idea de la forma en que aquellos peligrosos presos lograron superar los muros de la “la Roca”. Tras alcanzar la azotea de la prisión a través de las tuberías de ventilación, los fugitivos lograron acercarse a la orilla del mar, donde inflaron una barca casera y se pusieron unos chalecos salvavidas construidos a partir de unos 50 impermeables hurtados a lo largo de un año.

Según se supo por los interrogatorios Allan West, el cuarto miembro del grupo que no logró huir, el plan consistía en alcanzar la Isla del Ángel y desde allí acceder al continente, donde robarían un coche para alejarse de la zona. La misma mañana de la desaparición, tanto el FBI como el ejército y los guardacostas peinaron la zona, pero no se halló ningún indicio que diera pistas sobre la suerte de los huidos. Desde entonces, ninguna línea de investigación ha dado resultados lo único que se sabe con seguridad es que realmente no se sabe nada.

El 31 de diciembre de 1979 el FBI cerró oficialmente el caso, y delegó su búsqueda a los US Marshals, el cuerpo de alguaciles de los Estados Unidos. Tras más de medio siglo de dudas, los marshals continúan con su concienzuda búsqueda de los famosos prófugos de Alcatraz. El consabido cartel de “se busca” incluye dos fotografías para cada uno de los prófugos: la última imagen policial de los prisioneros en vida y una reconstrucción del aspecto que tendrían en la actualidad hecha por los especialistas del FBI.

En 2012, cuando se cumplieron 50 años de la fuga, David Harlow, director ajunto de la División de Operaciones de los US Marshals recalcó que el caso no está cerrado y que su departamento continuará con la búsqueda “sin importar a dónde nos lleven las pistas o cuantas horas se inviertan en resolver este histórico caso”. Los marshals no cierran un caso hasta que se resuelve o hasta que la edad del fugitivo llega a los cien años. Por eso, el caso seguirá abierto al menos hasta 2031, año en el que Clarence Anglin, el más joven de los tres, llegaría a centenario. Mientras tanto, la búsqueda continúa. Atentos pues a los venerables ancianos del taca-taca o al grupo de jubilados de acento inglés que tan grácilmente hacen el movimiento de la grulla en Salou. Pueden no ser lo que aparentan.

Alcatraz, una prisión con mucha historia
Nationalgeographic.es

La isla de Alcatraz, también conocida como, La Roca, es una pequeña isla ubicada en el centro de la bahía de San en California, Estados Unidos, bañada por el Pacífico.

¿Sabías que?
El primero en descubrir la isla fue el español Juan Manuel de Ayala, en 1775, y la llamó “La Isla de los Alcatraces”.

Los cuarteles disciplinarios de Alcatraz fueron adquiridos por el Departamento de Justicia de los Estados Unidos el 12 de octubre de 1933 y la isla pasó, en 1934, a formar parte de la Agencia Federal de Prisiones.

La cárcel estuvo en uso durante 29 años, hasta el 21 de marzo de 1963, albergando un total de 1545 reclusos.

Al encontrarse en una isla, todo el que quisiera fugarse tendría que atravesar a nado las frías aguas de la bahía, exponiéndose a sufrir una hipotermia o un ataque por parte de los supuestos tiburones que había en la bahía. Las duchas se llevaban a cabo con agua muy caliente para evitar que su cuerpo se acostumbrara al agua fría.

Para evitar los motines y las fugas, cada día se efectuaban trece recuentos individuales, seis de conjunto así como aquellos que se ordenasen de modo imprevisto.

La prisión contaba con 336 celdas, que nunca se ocuparon por completo, siendo 302 el número máximo de presos que alcanzó.

Alcatraz finalmente cerró debido al incremento de los costes de mantenimiento. Hoy en día recibe más de un millón de visitantes al año.

Alcatraz alberga el faro en funcionamiento más antiguo de la costa oeste de los Estados Unidos.

Presos célebres e intentos de fuga
La prisión albergó célebres criminales como Al Capone, Robert Franklin Stroud, conocido como “El Hombre Pájaro”, Jose Sierra, James “Whitey” Bulger o Alvin Karpis.

Quizá sea Al Capone el recluso que generó más expectación.

El prisionero que pasó más tiempo en Alcatraz fue Alvin Karpis, 26 años de sentencia que se prolongaron en Washington, tras cerrar Alcatraz. Tras ser liberado bajo fianza fue deportado a Canadá y finalmente, murió en España en 1979.

Hubo un total de catorce intentos de fuga, pero los únicos prisioneros que se cree pudieron escapar de Alcatraz fueron Frank Morris y los hermanos John y Clarence Anglin en junio de 1962.

Primer intento de fuga: El primer intento de fuga fue por parte de Joseph Bowers en 1936 pero fue tiroteado mortalmente por un guardia.

Intento de fuga más curioso: John Gilles recopilo retales de tela durante 10 años hasta tener suficiente para confeccionar un uniforme de sargento que utilizó para intentar escapar en una embarcación oficial pero fue descubierto y devuelto a la prisión.

La fuga más conocida: Frank Lee Morris, los hermanos John y Clarence Anglin y Allen Clayton West (este último no consiguió escapar) cavaron un túnel por el que se cree que escaparon tras dejar unos maniquís en sus literas para no ser descubierto en los recuentos nocturnos. Nunca se supo nada más de ellos por lo que no se sabe si finalmente salvaron la vida o no, pero su historia sirvió de inspiración para la película Fuga de Alcatraz de Clint Eastwood.

La Prisión Federal de Alcatraz
Wikipedia

La Prisión Federal de Alcatraz o Prisión de Estados Unidos, Isla de Alcatraz (conocida comúnmente como Alcatraz), fue una prisión federal de máxima seguridad en Isla de Alcatraz, (2.01 km) a las afueras de la costa de San Francisco, California, USA, la cual operó desde 1934 a 1963.

El edificio principal de la prisión se construyó entre 1910 y 1912, en este tiempo fue una prisión militar del Ejército de Estados Unidos; Alcatraz fue una ciudadela desde 1860. Los cuarteles disciplinarios de Estados Unidos, la Sucursal del Pacífico en Alcatraz fue adquirida por el Departamento de Justicia de Estados Unidos el 12 de octubre de 1933, y la isla se convirtió en una prisión de la Oficina Federal de Prisiones en Agosto de 1934 después de que los edificios fueron modernizados para satisfacer los requerimientos de una prisión de seguridad de primera categoría.

Dada esta alta seguridad y la locación de Alcatraz en las frías aguas y fuertes corrientes de la Bahía de San Francisco, los operadores de la prisión tenían la creencia de que Alcatraz era a prueba de fugas y la prisión más fuerte de América.

Alcatraz fue diseñada para detener prisioneros que causaban constantemente problemas en otras prisiones federales. Una de las prisiones más notorias y mejores conocidas del mundo durante muchos años, Alcatraz alojó unos 1,576 de los criminales más despiadados de América, incluyendo a Al Capone, Robert Franklin Stroud (el pajarero de Alcatraz), Machine Gun Kelly, Bumpy Johnson, Rafael Cancel Miranda, Mickey Cohen, Arthur Baker, James “Whitey” Bulger, y Alvin Karpis (quien pasó más tiempo en Alcatraz que cualquier otro recluso).

También proporcionó vivienda al personal de la Oficina de Prisiones y a sus familias. Un total de 36 prisioneros hicieron 14 intentos de fuga durante los 29 años de existencia de la prisión, el más notable de los cuales fue el intento de fuga más violento en Mayo de 1946 conocida como la “Batalla de Alcatraz”, y podría decirse que el exitoso “Escape de Alcatraz” por Frank Morris, John Anglin, y Clarence Anglin en Junio de 1962 fue una de las fugas más espectaculares jamás concebida. Enfrentado con costos de alto mantenimiento y pobre reputación, Alcatraz fue cerrado el 21 de Marzo de 1963.

El edificio de celdas de tres pisos incluye los cuatros bloques principales de la cárcel, Bloque-A, Bloque-B, Bloque-C, y Bloque-D, la oficina del alcaide, el área de visitas, la Biblioteca, y la barbería.

Las celdas de la prisión medían 9 pies (2,7432 m) por 5 pies (1,524 m) por 7 pies (2,1336 m) alto. Las celdas eran primitivas y carecían de privacidad, con una cama, un escritorio y un lavabo y un inodoro en la parte posterior de la pared, con pocos muebles excepto una manta.

Los afroamericanos fueron segregados del resto en celdas designadas debido al abuso racial. El Bloque-D alojaba a los peores reclusos y cinco celdas al final de este eran designadas como “El Agujero”, donde los prisioneros que se portaban mal los mandaban por un periodo de tiempo para que fueran castigados, a menudo brutalmente. El comedor y la cocina estaban fuera del edificio principal en una parte extendida donde los prisioneros y el personal comían sus tres comidas al día juntos. El Hospital de Alcatraz estaba encima del comedor.

Los corredores de la prisión eran nombrados como las principales calles de Estados Unidos como Broadway y Avenida Míchigan. Trabajar en la prisión era considerado como un privilegio para los reclusos y muchos de los mejores reclusos eran contratados en el Edificio de Modelos Industriales y el Edificio de Nuevas Industrias durante el día, implicados activamente en proveer, para la milicia, en muchos trabajos como costura y carpintería y hacer varias actividades de mantenimiento y de lavandería.

Hoy en día la penitenciaría es un museo y una de las mayores atracciones turísticas de San Francisco, atrayendo a 1.5 millones de visitas anuales. La antigua prisión es ahora un museo público operado por Servicio Nacional de Parques Golden Gate National Recreation Area, y los edificios gravemente erosionados de la antigua prisión han sido objeto de trabajos de restauración y mantenimiento en los últimos años.

Construcción
El edificio de celdas principal era originalmente el edificio de celdas para la alcaldia militar y la prisión, la cuál existió en Alcatraz desde 1860.

Un nuevo edificio de celdas se construyó entre 1910 y 1912 con un presupuesto de $250,000 y sobre la terminación, de un edificio de concreto de 500 pies (152,4 m) de largo fue según dicen el edificio de hormigón más largo del mundo de todos los tiempos.

Este edificio permaneció entre 1933 y 1934, pero fue modernizado y se convirtió en el edificio de celdas principal de la Prisión Federal de Alcatraz hasta 1963 que fue clausurado. Cuando la prisión de hormigón fue construida en 1910-12, muchos materiales fueron rehusados para su construcción. Escaleras de hierro en el interior y la puerta del edificio de celdas cerca de la barbería al final del Bloque-A se conservaron de la antigua ciudadela y enormes bloques de granito fueron utilizados originalmente como monturas de armas reutilizados como los mamparos de Muelle y muros de retención. Muchos de los antiguos barrotes de las celdas fueron usados para reforzar las paredes, causando problemas estructurales más tarde debido al hecho de que muchos fueron ubicados cerca del borde donde estaban sujetos a la erosión del aire salado y el viento durante años.

Después de que la armada de Estados Unidos uso la isla por más de 80 años (1850–1933), la isla quedó bajo la jurisdicción del Departamento de Justifica de Estados Unidos para su uso por la Oficina Federal de Prisiones. El propósito de esta transferencia fue castigar a aquellos que estuvieran involucrados en el crimen desenfrenado el cuál prevaleció en el país en 1920 y 1930.

Los cuarteles disciplinarios de Estados unidos fueron adquiridos por el Departamento de Justicia el 12 de octubre de 1933, y la isla se convirtió en el Buró Federal de Prisiones en agosto de 1934. La conversión de $260,000 a la prisión federal tuvo lugar en enero de 1934.

El Dr. George Hess del Servicio de Salubridad Pública de los Estados Unidos fue nombrado director médico de la prisión y el Dr. Edward W. Twitchell se convirtió en un consultor de psiquiatría para Alcatraz en enero de 1934.

Las instalaciones del hospital fueron aprobadas por tres oficiales del Hospital de Marina de San Francisco. El personal del Buró de Prisiones llegó a Alcatraz a comienzos de febrero; con ellos estaba Loring O. Mills, oficial mayor.

En abril de 1934, el material viejo fue removido de la prisión, se hicieron agujeros en el hormigón y se instalaron 269 celdas, construidas con cuatro vagones de acero ordenados desde Obras de Hierro Stewart.

Una leyenda en las obras es que un cargamento de celdas y hierro cayó accidentalmente en la Bahía de San Francisco durante el transporte desde el Puerto de San Francisco a Alcatraz y nunca se recuperó. Dos de cuatro escaleras fueron construidas, como también 12 puertas de los corredores y rejillas de la parte superior de las celdas.

El vallado del perímetro de Alcatraz fue realizado por la Industria de Anclaje de Postes de Cerca y las luces de emergencia en la morgue y el tablero de operaciones fue añadido por Enterprise Electric Works.

En junio de 1934, la Corporación Teletouch de New York comenzó la instalación de una “pistola electro-magnética o sistema de detección de metales” en Alcatraz; los detectores se añadieron en el muelle, en la entrada principal del bloque de celdas, y en la puerta de entrada trasera.

Los guardias fueron instruidos en como operar los nuevos dispositivos de bloqueo el 30 de julio de 1934, y el nuevo equipo de radio fue probado por la Guardia Costera de Estados Unidos y el Departamento de Policía de San Francisco en el mismo día. Chequeos y evaluaciones finales se realizaron en los dos primeros días de Agosto.

El inicio de Alcatraz
Alcatraz fue diseñado para retener a prisioneros que causaron constantemente problemas en otras prisiones federales, una “prisión de último recurso” para mantener a los peores criminales que no tenían esperanza de rehabilitación.

A las 9:40 am el 11 de Agosto de 1934, el primer grupo de 137 prisioneros llegó a Alcatraz. La mayoría de los prisioneros eran famosos ladrones de bancos, falsificadores y asesinos. Entre los primeros reclusos habían también 14 hombres de la Isla McNeil, Washington.

El 22 de agosto, 43 prisioneros llegaron de la Penitenciaría de Atlanta y 10 de la Penitenciaría del Noreste, Lewisburg, Pennsylvania. El 1 de septiembre, uno de los prisioneros llegó del Asilo y Cárcel de Washington y otros siete de Reformatorio del Distrito de Columbia en Virginia, y el 4 de septiembre, otro lote de prisioneros llegaron en tren desde Leavenworth.

Los presos siguieron llegando, principalmente de Leavenworth y Atlanta en 1935 y el 30 de junio de 1935, la penitenciaría tenía una población de 242 presos, aunque algunos presos como Verrill Rapp ya habían sido transferidos de Alcatraz algunos meses antes.

En el primer aniversario como una penitenciaría federal, el 30 de junio de 1935, la Oficina de Prisiones señaló que: “El establecimiento de esta institución no solo proporciona un lugar seguro para la detención del tipo más difícil de criminales, sino también tiene un efecto positivo en la disciplina en nuestras otras penitenciarías. No se ha reportado ninguna perturbación de algún tipo durante todo el año.”

Los detectores de metal inicialmente causaron problemas por el sobrecalentamiento y a menudo tuvo que ser desactivado. Tras el fracaso de la Corporación Teletouch para enmendar el problema, en 1937 se dio por terminado el contrato y fueron cargados por una deuda por más de $200 por tres nuevos detectores suministrados por los Laboratorios Federales.

El 10 de enero de 1935, una severa tormenta causó un desprendimiento de tierras en Alcatraz, causando que el edificio de industrias modelo se deslizara. Esto marcó el inicio de series de cambios en la estructura de la isla. Una escollera fue construida alrededor de esta y fue reforzada y una torre de guardia se añadió a la azotea en Junio de 1936, y en el mismo mes los cuarteles fueron remodelados en 11 apartamentos y nueve habitaciones individuales para solteros; para este tiempo ya había 52 familias viviendo en la Isla de Alcatraz, incluyendo 126 mujeres y niños.

Los problemas con los edificios de industrias y la persistencia con los problemas de servicios públicos con algunos de los edificios viejos y sistemas condujeron a cambios extensos en 1937, incluyendo nuevas rejillas a prueba de herramientas en los ventiladores del techo de las celdas, dos nuevas calderas instaladas en la casa de energía y una nueva bomba para la filtración de agua salada y se añadieron barandillas a las escaleras.

Entre 1939 y 1940, hubo una reurbanización de $1.1 millones, incluyendo la construcción del Edificio de Nuevas Industrias, una completa revisión de la casa de energía con un nuevo motor diesel, el edificio de una nueva torre de agua para resolver los problemas de almacenamiento de agua, nuevos bloques de apartamentos para funcionarios, mejoras en el muelle, y la conversión del Bloque-D en celdas de aislamiento.8 Los cambios fueron realizados en Julio de 1941.

Los talleres del Edificio de Nuevas Industrias demostraron ser altamente productivos para la fabricación de uniformes militares y redes de carga y otros artículos que fueron utilizados durante la Segunda Guerra Mundial.

Reputación
Alcatraz se hizo acreedora a una mala fama y reputación debido a que desde su inicio se considero como la prisión más estricta en América y considerada por muchos la más temible de aquella época, y donde ex prisioneros reportarían frecuentemente actos de condiciones brutales e inhumanas en las que su integridad era puesta en juego.

Ed Wutke fue el primer prisionero en recurrir al su***dio en Alcatraz. Rufe Persful se mutilo los dedos después de tomar un hacha del camión de bomberos, pidiéndole posteriormente a otro recluso que le hiciera lo mismo en la otra mano. Un escritor describió Alcatraz como “el gran bote de basura de la Bahía de San Francisco, en el cual todas las demás prisiones federales depositaban sus más podridas manzanas”.

La reputación de la prisión no fue mejor, debido a la llegada de los ladrones de mayor peligro de América, incluyendo Robert Stroud, “el hombre pájaro de Alcatraz” en 1942, quien paso 17 años en Alcatraz. Sin embargo algo que contradice un tanto su mala reputación y la verdad de que varios ex prisioneros la nombraban “Hellcatraz” basándose en sus horrores, es que algunos prisioneros manifestaron que las condiciones de vida en Alcatraz eran mucho mejores que en la mayoría de las otras prisiones en el país, especialmente la comida, y muchos se ofrecieron como voluntarios para ir a Alcatraz.

El 3 de diciembre de 1940, Henri Young asesinó a su compañero de celda Rufus McCain cuando corría de la mueblería a la sastrería, lugar donde McClain trabajaba, y violentamente lo apuñaló; McClain murió cinco horas después. Young fue sentenciado a Alcatraz por asesinato en 1933 y se vio envuelto en un intento de fuga en el que el famoso villano Doc Barker fue disparado a la cabeza.

Young pasó aproximadamente veintidós meses en confinamiento solitario como resultado del intento de fuga, sin embargo después fue acreedor a un derecho de trabajo en la mueblería. Fue juzgado en 1941, lo que llevó a Alcatraz a una reputación peor, cuando los abogados de Young apelaron que él no había podido ser responsable del asesinato de McClain, argumentando que sufrió un “cruel e inusual castigo” previo a su tormento propinado por los guardias de la prisión. Young fue acusado de homicidio involuntario y su sentencia aumento tan solo dos años.

Años finales
Para la década de 1950, las condiciones de la prisión mejoraron, y los prisioneros fueron gradualmente permitidos a obtener más privilegios, tales como tocar instrumentos musicales, ver películas los fines de semana, pintar, y escuchar la radio; el estricto codigo de silencio se volvió más relajado y los prisioneros tenían permitido hablar en voz baja.

Sin embargo, la prisión continuó siendo impopular en el continente dentro de la década de 1950; fue por mucho la prisión más cara de los Estados Unidos y era percibida como la más extrema de América.

En su reporte anual de 1952, el Director James V. Bennett hizo el llamado por una institución más centralizada para reemplazar Alcatraz. Un reporte de 1959 indicó que Alcatraz era más de 3 veces más cara de mantener que las demás prisiones promedio de Estados Unidos; eran $10 diarios por cada uno de los prisioneros, comparado con $3 de las demás prisiones.

El problema de Alcatraz fue empeorado por el hecho de que la prisión estaba severamente dañada estructuralmente debido a la exposición con la sal y el viento, y se necesitarían 5 millones de dólares para cubrir los gastos del problema. Las mayores reparaciones iniciaron en 1958 pero para 1961 la prisión fue evaluada por ingenieros como un caso perdido, y Robert F. Kennedy presentó planes para una nueva institución de máxima seguridad en Marion, Illinois.

Tras la fuga de Alcatraz en Junio de 1962, la prisión fue objeto de investigaciones importantes, y con los grandes problemas estructurales y los gastos en curso, la prisión finalmente cerró el 21 de marzo de 1963. El reporte final de la Agencia de Prisiones dijo acerca de la Penitenciaría Federal de Alcatraz: “La institución cumplió con un importante propósito tomando en cuenta la tensión de las más grandes y viejas instituciones en las islas de Atlanta, Leavenworth y McNeil, ya que nos permitió movernos a la institución más pequeña, cuidadosamente resguardada para los artistas de las fugas, los mafiosos del gran tiempo, y aquellos que necesitaban protección de otros grupos.”

Hoy en día la penitenciaría es un museo y una de las más grandes atracciones turísticas de San Francisco, atrayendo aproximadamente a 1.5 millones de visitantes anualmente. Los visitantes llegan en un barco al puerto, y hacen un recorrido por la isla y las celdas, así como un espectáculo de audio y narraciones con anécdotas de ex reclusos y guardias de Alcatraz.

La atmósfera de la penitenciaria aún es considerada como misteriosa y escalofriante. Protegida por National Park Service y National Register of Historic Places, los edificios mayormente dañados por la erosión, fueron sujetos a trabajos de mantenimiento y restauración en los últimos años.

Intentos de fuga
De acuerdo a los guardias de la prisión, una vez que un convicto llegaba al muelle de Alcatraz, sus primeros pensamientos eran enfocados a como escapar. Durante sus 29 años de operación, la penitenciaria declaró que ningún prisionero logró escapar con éxito. Un total de 36 prisioneros realizaron 14 intentos de fuga, 2 hombres lo intentaron 2 veces; 23 fueron descubiertos, 6 fueron disparados en la cabeza durante el escape, 2 se ahogaron, y 5 desaparecieron, presuntamente ahogados.

El primer intento fallido de escape fue el 27 de abril de 1936 por Joseph Bowers, a quien le fue asignado el deber de la quema de basura en el incinerador. Intentó escapar durante sus horas laborales escalando una cerca de alambre al borde de la isla. Cuando fue descubierto rechazó las ordenes del funcionario de prisiones localizado en la torre de vigilancia y fue disparado. Resultó gravemente herido en la caída de más de 15 metros y poco tiempo después falleció.

El primer intento de escape en romper la reputación de Alcatraz como “la prueba de escape” fue hecho el 16 de diciembre de 1937 por Theodore Cole y Ralph Roe. Durante sus horas de trabajo en uno de los talleres cortaron las barras de hierro de las ventanas y se sumergieron en las aguas de la bahía para escapar. Era un dia con una gran tormenta y el agua de la bahía era bastante turbulenta. Como nunca fueron encontrados, fueron declarados por las autoridades de la prisión como ahogados, ya que se cree que se ahogaron en la bahía y sus cuerpos fueron barridos dentro del mar debido a las corrientes turbulentas de la bahía.

Batalla de Alcatraz
El intento de escape más violento ocurrió en Mayo 2–4, 1946, cuando un intento fallido por seis prisioneros conllevó a la Batalla de Alcatraz, también conocida como “Alcatraz Blastout”. Fue llevada acabo por seis prisioneros; Bernard Coy, Joseph Cretzer, Sam Shockley, Clarence Carnes, Marvin Hubbard y Miran Thompson.

Los presos se hicieron con el control de la cárcel, apoderándose de las armas y las llaves de la puerta del patio recreativo. Su objetivo era escapar en bote desde el muelle, pero cuando fallaron en obtener las llaves de la puerta exterior, ellos decidieron luchar.

Consiguieron tomar a dos guardias como rehenes a quienes eventualmente mataron dos días después. Impulsados por Shockley y Thompson, Cretzer disparó a los rehenes a una distancia muy corta. Uno de los guardias, William Miller, sucumbió ante sus lesiones mientras el segundo guardia, Harold Stites, fue asesinado en la cárcel. Aunque Shockley, Thompson, y Carnes regresaron a sus celdas, los otros tres, Coy, Cretzer y Hubbard, persistieron en su pelea.

Los Marines de EUA intervinieron para ayudar a los guardias y matar a los tres prisioneros. En esta batalla, aparte de los guardias y los prisioneros asesinados, otros 17 guardias y un prisionero resultaron lesionados. Shockley, Thompson, y Carnes fueron enjuiciados por el asesinato de los guardias. Shockley y Thompson, quienes fueron sentenciados a muerte a través de la cámara de gas, la cual fue llevada acabo en San Quentin en diciembre de 1948. Carnes, quien tenía solo 19 años de edad, fue sentenciado a cadena perpetua.

“Escape de Alcatraz”
El 11 de junio de 1962, Frank Morris, John Anglin, y Clarence Anglin llevaron acabo llevaron a cabo una de las fugas más espectaculares. Detrás de las celdas de los prisioneros en el bloque B (donde la fuga fue planeada) existía un estrecho corredor de 0,9 metros. Los prisioneros hicieron un agujero en el hormigón, que estaba dañado de humedad, y salieron por el conducto de ventilación de éste corredor, usando herramientas como una cuchara de metal soldada con plata obtenida de un penique ( moneda de 10 centavos) y un taladro eléctrico improvisado de un motor limpiador vacío. El ruido fue disfrazado por acordeones que eran tocados durante la hora de música, y el progreso fue cubierto por paredes falsas las cuales, en la oscuridad de las celdas, engañaban a los guardias.

La ruta de escape fue dirigida a través de los conductos de ventilación; los prisioneros removieron el ventilador y el motor, reemplazándolos con una malla de metal y dejando espacio suficiente para que un prisionero pudiera entrar. Robaron un abrasivo de cable carborundum de un taller de la prisión, y con él consiguieron quitar los remaches de la rejilla.

En sus camas, los reclusos colocaron maniquíes hechos de papel maché y pelo que robaron de la barbería. Los fugitivos también construyeron una balsa inflable durante muchas semanas con más de 50 impermeables robados, los cuales prepararon en lo alto del bloque de celdas, oculto a los guardias por medio de hojas que habían colocado sobre los lados.

Las investigaciones oficiales por parte del FBI fue asistida por otro prisionero, Allen West, quien fue parte del grupo de los fugitivos pero que fue dejado atrás.

Artículos perteneciente a los prisioneros, incluyendo remos de madera y partes de la balsa hecha de impermeables fueron encontrados cerca de Isla Ángel.

La investigación del FBI que se llevó acabo de 1962 a finales de diciembre 1979 fue finalmente considerada como cerrada. Los reportes oficiales sobre la fuga indican que los prisioneros se ahogaron en las frías aguas de la bahía mientras intentaban tocar tierra firme, haciendo poco posible que pudieran recorrer las 1.25 millas que había hasta tierra firme, por las fuertes corrientes del océano y la baja temperatura del agua.

Sin embargo, han habido reportes que indican que había un bote ilegal en la bahía la noche de la fuga, que un Chevy fue robado por tres hombres en tierra firme, han habido avistamientos de los tres hombres, y que amigos y familiares han recibido muchas cartas postales y mensajes no firmados.

La madre de los hermanos Anglin recibía flores anónimamente cada Día de las Madre y el día de su funeral fueron vistas entre los asistentes dos grandes y extrañas mujeres.

En 1979 la película Escape from Alcatraz describe la fuga. Protagonizada por Clint Eastwood, Fred Ward, Jack Thibeau como Frank Morris, John Anglin, y Clarence Anglin, respectivamente. Allen West fue interpretado por Larry Hankin; el nombre de su personaje fue cambiado a Charley Butts.



VÍDEO: FUGA DE ALCATRAZ (PARTE 1)

VÍDEO: FUGA DE ALCATRAZ (PARTE 2)

https://criminalia.es/asesino/la-fuga-de-alcatraz/
 
Los cinco psicópatas más sanguinarios de España
https://www.msn.com/es-es/deportes/...artido/ar-BBORxyJ?li=BBpm69L&ocid=mailsignout

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© [CDATA[ EFE - EFE ]] Los cinco psicópatas más sanguinarios de España
En agosto de 2016, Patrick Nogueira, un joven brasileño de sólo 21 años, mató y descuartizó a sus tíos y sus primos, de 1 y 3 años, en un chalet de la localidad de Pioz, Guadalajara. El 24 de octubre se inició el juicio contra Nogueira, que se enfrenta a una pena de prisión permanente revisable.

Sin embargo, el juicio no determinará su culpabilidad, puesto que él ya se confesó autor de este atroz crimen con una frialdad y un desafecto, según la Fiscalía, propia de un “psicópata”, sino cuántos años pasará en prisión. El Ministerio Fiscal pide para él 20 años por cada una de las muertes de los dos adultos. El resto de acusaciones demandan la prisión permanente revisable, una pena que sólo puede ser impuesta en delitos de excepcional gravedad.

Por desgracia, el caso del crimen de Pioz no es el único escalofriante asesinato en manos de un psicópata. Estos son los mayores asesinos de la historia de España.

‘El Arropiero’, el mayor asesino de España
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© Proporcionado por The Objective Media SL ‘El Arropiero’ explica a un policía como mató a su primera víctima, Adolfo Folch. | Foto: EFE
Manuel Delgado Villegas, más conocido como ‘El Arropiero’, mató a 48 personas indiscriminadamente entre 1964 y 1978, en España, Italia y Francia, considerado el peor asesino de la historia criminal española. Su primer asesinato confirmado tuvo lugar en 1964. La víctima, Adolfo Folch Muntaner, un cocinero de un chiringuito de la playa de Llorach, Tarragona, a quien asesinó asestándole varios golpes con una piedra en la cabeza mientras este dormitaba en la arena.

‘El Arropiero’ nunca fue juzgado ya que se le diagnosticó una enfermedad mental y la Audiencia Nacional ordenó en 1978 su internamiento en un centro psiquiátrico. En 1998 quedó en libertad falleciendo poco después, a los 55 años, de afección pulmonar debido a su desmedida adicción al tabaco.

Joan Vilal, ‘El celador de Olot’
Este celador de un geriátrico gerundense asesinó entre 2009 y 2010 a 11 personas.Administraba medicamentos a sus víctimas, generalmente insulina y barbitúricos, aunque también empleó productos cáusticos. Con una actitud afable con sus víctimas, sabía sus nombres, conocía a sus familiares, se preocupaba por su salud e incluso pintaba las uñas a algunas de las mujeres a las que luego mató de una forma cruel, obligándolas a beber productos cáusticos.

En 2013 fue condenado a 127 años de prisión.

Alfredo Galán , ‘El asesino de la baraja’
Alfredo Galán Sotillo, conocido como ‘El asesino de la baraja’, demostró ser un buen tirador en sus seis asesinatos y las tres tentativas que cometió con una Tokarev 7,6 milímetros que compró por 400 euros en un bar de Mostar, Bosnia, donde estuvo durante dos años participando en dos misiones humanitarias como cabo primero en la Brigada Acorazada.

Su primera víctima fue un joven de 18 años, Juan Francisco Ledesma Ledesma, a quien disparó a quemarropa en febrero de 2003 en una parada de autobuses cerca de Barajas. Junto al cadáver había casualmente una carta de una baraja. La prensa le dio ese nombre y Galán tomó esa firma como propia dejando una carta al lado de cada una de sus víctimas.

Alfredo Galán Sotillo, que por entonces tenía 26 años, se entregó la tarde del 3 de julio de 2003 en la comisaría de Puertollano (Ciudad Real), siendo condenado a 140 años de prisión.

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© Proporcionado por The Objective Media SL Alfredo Galán a su salida de las dependencias policiales de Puerto Llano. | Foto: EFE
Francisco García Escalero, ‘El asesino de mendigos’
“Les cortaba la cabeza y a uno le saqué el corazón”, declaraba con tranquilidad pasmosa Francisco García Escalero a Jesús Quintero en una entrevista que le hizo en el hospital psiquiátrico penitenciario de Fontcalent (Alicante). Conocido como ‘El asesino de mendigos’, fue juzgado por el asesinato de 11 personas, la mayoría mendigos, aunque, dado su estado mental, fue absuelto de todos sus crímenes porque no era responsable de lo que hacía. Eso sí, la Audiencia de Madrid le condenó a estar encerrado en un centro psiquiátrico penitenciario hasta que se curase, a sabiendas de que no se iba a curar nunca, así que era una condena de por vida, que se acabó en 2014, cuando García Escalero falleció.

Su primer asesinato lo cometió en 1986 y su ‘modus operandi’ siempre era el mismo: se juntaba con otro mendigo y con el dinero que habían sacado, compraban cartones de vino. Bebían y en un momento dado, una “voz interior” le llevaba a matar a puñaladas o pedradas a su colega. Luego quemaba los cuerpos con colchones viejos y cartones, los mutilaba, los decapitaba y a veces les cortaba las yemas de los dedos para dificultar su identificación.

Enriqueta Martí, ‘La vampira de Barcelona’
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© Proporcionado por The Objective Media SL Composición fotográfica que muestra a Enriqueta Martí y a las dos niñas liberadas por la policía, Teresita Guitart y Angelita. | Foto: Wikipedia
En 1909 Enriqueta Martí fue detenida por regentar un burdel en el que prostituía a niños de entre 5 y 14 años. Sin embargo, nunca fue juzgada por ello (se cree que por las influencias de alguno de sus clientes). Años más tarde, la policía registró su casa después de que una vecina creyese reconocer en ella a una niña desaparecida días antes. En el domicilio se encontraron huesos de más de 10 menores, aunque la cifra de víctimas puede ser mucho mayor. También apareció una lista con nombres de personalidades catalanas a las que Martí podría haber estado vendiendo üngüentos, sobre todo para curar la tuberculosis, compuestos de sangre, grasa y huesos de las víctimas.

Enriqueta murió el 12 de mayo de 1913 al ser linchada en el patio de la cárcel antes de su juicio. Se cree que antes pudo haber sido envenenada.

https://www.msn.com/es-es/noticias/...españa/ar-BBOSFw1?li=BBpm69L&ocid=mailsignout
 
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