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Cuando volvamos a California, Encinitas será nuestro paraíso

No es tan conocido como Monterrey ni falta que le hace. Cuando volvamos a Estados Unidos, iremos a Encinitas.


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Cuando volvamos a California, Encinitas será nuestro paraíso © iStock

¿Cuántas veces has pensado en hacer ese road trip por la costa californiana? Recorrer la mítica Pacific Coast Highway 101 conduciendo, por qué no, un descapotable y creyéndote un actor de peli. Al fin y al cabo, esto es California, la meca del cine. Bordear el océano y toparte con sus salvajes acantilados, disfrutar de algunos de los spots surferos más famosos del mundo, perderte por las mini urbes que aparecen en tu camino.
Una de esas villas es Encinitas, un lugar a dos horas de Los Ángeles y 30 minutos de San Diego que nos enamoró y atrapó más días de los que planeábamos. Pero nosotros, que nos dejamos llevar como la corriente a las olas, felices. Porque Encinitas es el rincón para escaparse en la costa californiana. Prepárate para zambullirte en el mundo del surf y desconectar de todo aquello que no sea mar-arena-sol (¡aquí siempre luce el sol!), tacos-tequila-cerveza y, por supuesto, mucha vida sana.




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Encinitas, California © Photo by Katie Rodriguez on Unsplash

Lo primero que hay que hacer al llegar a Encinitas es ir a la playa, ya sea a sentarse en la arena, darse un chapuzón o animarse a coger unas olas. Solo así, uno puede empezar a captar la onda de esta localidad, escondida entre las lagunas de San Elijo y Barquitos. Hay opciones playeras para todos los gustos: desde South Ponto Beach hasta Cardiff Beach (gozarás de una de las mejores puestas de sol), pasando por Beacon’s Beach (para surfistas intrépidos), Moonlight Beach (para los menos osados o familias con niños) o Swami’s (para los más melómanos, porque esta fue la que inspiró la famosa 'Surfin’ USA' de los Beach Boys).



En los últimos años, este enclave costero tan surfero es el destino elegido por familias jóvenes para vivir. Además de por el surf y the good vibes, nos cuentan los locales con hijos, por a la calidad de sus colegios. Precios de inmuebles subiendo como la espuma y negocios abriendo a ritmo trepidante. Pero aun así, Encinitas todavía conserva ese punto desenfadado de los 60 que permite disfrutar sin agobios ni aglomeraciones turísticas de todos sus recovecos.
Lo comprobamos al pasear por sus calles, especialmente Vulcan Avenue y la Highway 101, y sentir cómo sigue latiendo un espíritu bohemio que no se deja avasallar por los tiempos modernos. No hay más que ver La Paloma, el mítico cine de estilo colonial español con más de 100 años, Pannikin Coffee, una cafetería cuyo edificio de 1800 es una antigua estación de tren, o el Centro de Meditación, puesto en pie en 1948, dedicado a Paramahansa Yogananda (padre del yoga occidental) y que reconocerás por sus cúpulas doradas. Si buscas un retiro espiritual, este es el sitio.

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Cervecería Modern Times en Encinitas © Modern Times

Y entre tanto, lo clásico convive con lo nuevo de manera verdaderamente atractiva. Te darás cuenta en cuanto te pierdas por Old Encinitas, su downtown. Nos encantan sus edificios bajos, que le confieren un toque apacible y una sensación de amplitud, y su rollo despreocupado y amistoso. En una tarde cualquiera, puedes ver a la gente con sus perros disfrutando de una cerve en alguna de sus cervecerías locales. Nos gustan Culture, Modern Times y Saint Archer que, aunque esté un poco más alejada (en la zona de Leucadia), merece la pena visitar.


¿Hambre después de tanta playa y cerveza? The Taco Stand causa furor y las colas son de órdago; pero sí, los tacos merecen la espera. Si no tienes paciencia, déjate caer por Fish Shop, un restaurante donde tú eliges el pescado que quieres comer y cómo quieres que te lo cocinen. Uno de nuestros sitios favoritos durante el día.



Porque por la noche, sin dudarlo, tienes que ir a Valentina. Después de un día de mar, surf y sol, nada mejor que disfrutar de una cena tranquila con deliciosa comida (¿el risotto negro con langostinos? De escándalo) y un buen vino. Este pequeño restaurante nos atrae ya desde fuera, con su fachada de madera blanca sutilmente iluminada, y nos atrapa al entrar por su decoración (¡el patio es lo más!). Morgan y Mario Guerra son los propietarios de este local que nombraron como a su hija y que también cuentan con Moto Deli, donde sirven unos sándwiches a los que tampoco nos hemos podido resistir.

Pero sin lugar a dudas, lo que más nos seduce de Encinitas son sus mercados locales. El más molón es el que montan en el jardín del colegio Paul Ecke. ¿Qué por qué nos gusta tanto? Entre otras cosas, porque si vas en bici te hacen descuento. California es el paraíso de la filosofía healthy & organic y sus tenderetes, a rebosar de productos frescos de temporada, no iban a ser menos. Perderse por ellos es toparse con una paleta de colores con todas esas frutas, verduras y flores (¡nos chiflan sus múltiples puestos de flores!), de olores a panes y cruasanes recién hechos, incluso a auténticos tacos de baja california, ¿quién dijo que no se podían desayunar tacos? Abierto todos los domingos de 10.00 a 14.00.


Una de las mejores cosas de Encinitas es que puedes recorrerla entera en bicicleta, algo bastante inusual para una ciudad estadounidense, donde todo se hace en coche. Aquí, velocípedos y monopatines son la norma. No dudes en coger una bici (o un skate si eres más atrevido) y recorrer su magnífico Coastal Rail Trail, un camino de poco más de 2 kilómetros que discurre paralelo al océano y que te lleva hasta Cardiff-by-the-Sea. Y ya que estás aquí, entra en Vg’s a por una de las obsesiones de los californianos: los donuts, no te arrepentirás. Quién sabe, tal vez hasta te encuentres a Rob Machado, uno de los surfistas más pro de todos los tiempos. Sí, vive aquí y le van los donuts.

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Vg’s, los mejores donuts de Encinitas © Vg’s


DÓNDE DORMIR EN ENCINITAS

Si pensabas que no podías relajarte más, es porque no conoces Inn at The Moonlight Beach. Esta es la definición de paz y tranquilidad, de calma y sosiego. Tu salud y bienestar son el principal motor de este pequeño hotel que abrió sus puertas a principios de 2019 y que, de momento, es el único que cuenta con la Certificación WELL Platino. Desde el primer momento, sus propietarios, Shangwen y Mike Kennedy, tuvieron claro que querían crear un espacio donde uno pudiera desconectar del mundanal ruido para conectar con uno mismo y con el entorno que le rodea. Y vaya si lo han conseguido.




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Inn at The Moonlight Beach © Inn at The Moonlight Beach

Lo intuyes con solo ver el edificio, una pequeña estructura de dos pisos y 6 habitaciones con paredes interiores recubiertas de bambú y madera. Y lo confirmas al ver su jardín con distintos niveles y recovecos donde las fuentes con agua, plantas herbales y flores otorgan una placidez de lo más reparadora. Como no podía ser de otra manera, cuenta con un huerto con frutas y hortalizas locales y de temporada. Y con todo lo que sale de su pequeño vergel, preparan los tés y desayunos con los que mima a sus huéspedes.

Lo que más nos gusta es cómo nos cuidan desde primera hora de la mañana, llevándonos a la habitación una cesta con un desayuno de lo más saludable, ideal para empezar el día con buena energía. Frutas y hortalizas, tés y tisanas, pan y algún dulce recién hecho, ¡hasta chocolate negro y un ramito de flores! Así da gusto arrancar.

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Surf House © Surf House

Si en cambio tienes ganas de un poco más de adrenalina, Surf House es lo tuyo. Después de mucho viajar buscando olas, los hermanos Nikki y Sander decidieron que una meca del surf como Encinitas necesitaba un hotel como este, en el que uno pudiera vivir la auténtica experiencia californiana de rollo surfero, vida playera y mucha buena onda.


Aquí hay que venir dispuesto a disfrutar del Océano Pacífico y de sus olas, de los pies descalzos llenos de arena, de los neoprenos colgados de la barandilla, del pelo revuelto con sabor a sal, de la gente saludándote como si fueras un local. Porque si algo llama la atención cuando estás por estos lares, es que todo el mundo te saluda como si te conociera de toda la vida. ¡Y sienta tan bien!

Lo mejor de esta “casa surfera”, además de que te ofrece bicis gratuitas y te alquila tablas de surf, es que está en la mítica Highway 101, a tiro de piedra de un buen número de comercios (las legendarias tablas Bing tienen tienda enfrente y también las alquilan). ¿Quieres una recomendación que no puedes dejar escapar? Ve a desayunar y a comprar tus comidas para llevarte a la playa a Nectarine Grove. Además de hacerlo todo ellos (¡todo!), da igual cuál sea tu alergia o intolerancia que aquí la tienen en cuenta, adaptando cualquier cosa del menú a tus necesidades. Un puntazo que nos encanta.

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El desayuno playero perfecto en Encinitas © Nectarine Grove

https://www.traveler.es/naturaleza/...dtrip-estados-unidos-pueblo-con-encanto/17669
 
Cuando volvamos a California, Encinitas será nuestro paraíso

No es tan conocido como Monterrey ni falta que le hace. Cuando volvamos a Estados Unidos, iremos a Encinitas.


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Cuando volvamos a California, Encinitas será nuestro paraíso © iStock

¿Cuántas veces has pensado en hacer ese road trip por la costa californiana? Recorrer la mítica Pacific Coast Highway 101 conduciendo, por qué no, un descapotable y creyéndote un actor de peli. Al fin y al cabo, esto es California, la meca del cine. Bordear el océano y toparte con sus salvajes acantilados, disfrutar de algunos de los spots surferos más famosos del mundo, perderte por las mini urbes que aparecen en tu camino.
Una de esas villas es Encinitas, un lugar a dos horas de Los Ángeles y 30 minutos de San Diego que nos enamoró y atrapó más días de los que planeábamos. Pero nosotros, que nos dejamos llevar como la corriente a las olas, felices. Porque Encinitas es el rincón para escaparse en la costa californiana. Prepárate para zambullirte en el mundo del surf y desconectar de todo aquello que no sea mar-arena-sol (¡aquí siempre luce el sol!), tacos-tequila-cerveza y, por supuesto, mucha vida sana.




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Encinitas, California © Photo by Katie Rodriguez on Unsplash

Lo primero que hay que hacer al llegar a Encinitas es ir a la playa, ya sea a sentarse en la arena, darse un chapuzón o animarse a coger unas olas. Solo así, uno puede empezar a captar la onda de esta localidad, escondida entre las lagunas de San Elijo y Barquitos. Hay opciones playeras para todos los gustos: desde South Ponto Beach hasta Cardiff Beach (gozarás de una de las mejores puestas de sol), pasando por Beacon’s Beach (para surfistas intrépidos), Moonlight Beach (para los menos osados o familias con niños) o Swami’s (para los más melómanos, porque esta fue la que inspiró la famosa 'Surfin’ USA' de los Beach Boys).



En los últimos años, este enclave costero tan surfero es el destino elegido por familias jóvenes para vivir. Además de por el surf y the good vibes, nos cuentan los locales con hijos, por a la calidad de sus colegios. Precios de inmuebles subiendo como la espuma y negocios abriendo a ritmo trepidante. Pero aun así, Encinitas todavía conserva ese punto desenfadado de los 60 que permite disfrutar sin agobios ni aglomeraciones turísticas de todos sus recovecos.
Lo comprobamos al pasear por sus calles, especialmente Vulcan Avenue y la Highway 101, y sentir cómo sigue latiendo un espíritu bohemio que no se deja avasallar por los tiempos modernos. No hay más que ver La Paloma, el mítico cine de estilo colonial español con más de 100 años, Pannikin Coffee, una cafetería cuyo edificio de 1800 es una antigua estación de tren, o el Centro de Meditación, puesto en pie en 1948, dedicado a Paramahansa Yogananda (padre del yoga occidental) y que reconocerás por sus cúpulas doradas. Si buscas un retiro espiritual, este es el sitio.

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Cervecería Modern Times en Encinitas © Modern Times

Y entre tanto, lo clásico convive con lo nuevo de manera verdaderamente atractiva. Te darás cuenta en cuanto te pierdas por Old Encinitas, su downtown. Nos encantan sus edificios bajos, que le confieren un toque apacible y una sensación de amplitud, y su rollo despreocupado y amistoso. En una tarde cualquiera, puedes ver a la gente con sus perros disfrutando de una cerve en alguna de sus cervecerías locales. Nos gustan Culture, Modern Times y Saint Archer que, aunque esté un poco más alejada (en la zona de Leucadia), merece la pena visitar.


¿Hambre después de tanta playa y cerveza? The Taco Stand causa furor y las colas son de órdago; pero sí, los tacos merecen la espera. Si no tienes paciencia, déjate caer por Fish Shop, un restaurante donde tú eliges el pescado que quieres comer y cómo quieres que te lo cocinen. Uno de nuestros sitios favoritos durante el día.



Porque por la noche, sin dudarlo, tienes que ir a Valentina. Después de un día de mar, surf y sol, nada mejor que disfrutar de una cena tranquila con deliciosa comida (¿el risotto negro con langostinos? De escándalo) y un buen vino. Este pequeño restaurante nos atrae ya desde fuera, con su fachada de madera blanca sutilmente iluminada, y nos atrapa al entrar por su decoración (¡el patio es lo más!). Morgan y Mario Guerra son los propietarios de este local que nombraron como a su hija y que también cuentan con Moto Deli, donde sirven unos sándwiches a los que tampoco nos hemos podido resistir.

Pero sin lugar a dudas, lo que más nos seduce de Encinitas son sus mercados locales. El más molón es el que montan en el jardín del colegio Paul Ecke. ¿Qué por qué nos gusta tanto? Entre otras cosas, porque si vas en bici te hacen descuento. California es el paraíso de la filosofía healthy & organic y sus tenderetes, a rebosar de productos frescos de temporada, no iban a ser menos. Perderse por ellos es toparse con una paleta de colores con todas esas frutas, verduras y flores (¡nos chiflan sus múltiples puestos de flores!), de olores a panes y cruasanes recién hechos, incluso a auténticos tacos de baja california, ¿quién dijo que no se podían desayunar tacos? Abierto todos los domingos de 10.00 a 14.00.


Una de las mejores cosas de Encinitas es que puedes recorrerla entera en bicicleta, algo bastante inusual para una ciudad estadounidense, donde todo se hace en coche. Aquí, velocípedos y monopatines son la norma. No dudes en coger una bici (o un skate si eres más atrevido) y recorrer su magnífico Coastal Rail Trail, un camino de poco más de 2 kilómetros que discurre paralelo al océano y que te lleva hasta Cardiff-by-the-Sea. Y ya que estás aquí, entra en Vg’s a por una de las obsesiones de los californianos: los donuts, no te arrepentirás. Quién sabe, tal vez hasta te encuentres a Rob Machado, uno de los surfistas más pro de todos los tiempos. Sí, vive aquí y le van los donuts.

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Vg’s, los mejores donuts de Encinitas © Vg’s


DÓNDE DORMIR EN ENCINITAS

Si pensabas que no podías relajarte más, es porque no conoces Inn at The Moonlight Beach. Esta es la definición de paz y tranquilidad, de calma y sosiego. Tu salud y bienestar son el principal motor de este pequeño hotel que abrió sus puertas a principios de 2019 y que, de momento, es el único que cuenta con la Certificación WELL Platino. Desde el primer momento, sus propietarios, Shangwen y Mike Kennedy, tuvieron claro que querían crear un espacio donde uno pudiera desconectar del mundanal ruido para conectar con uno mismo y con el entorno que le rodea. Y vaya si lo han conseguido.




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Inn at The Moonlight Beach © Inn at The Moonlight Beach

Lo intuyes con solo ver el edificio, una pequeña estructura de dos pisos y 6 habitaciones con paredes interiores recubiertas de bambú y madera. Y lo confirmas al ver su jardín con distintos niveles y recovecos donde las fuentes con agua, plantas herbales y flores otorgan una placidez de lo más reparadora. Como no podía ser de otra manera, cuenta con un huerto con frutas y hortalizas locales y de temporada. Y con todo lo que sale de su pequeño vergel, preparan los tés y desayunos con los que mima a sus huéspedes.

Lo que más nos gusta es cómo nos cuidan desde primera hora de la mañana, llevándonos a la habitación una cesta con un desayuno de lo más saludable, ideal para empezar el día con buena energía. Frutas y hortalizas, tés y tisanas, pan y algún dulce recién hecho, ¡hasta chocolate negro y un ramito de flores! Así da gusto arrancar.

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Surf House © Surf House

Si en cambio tienes ganas de un poco más de adrenalina, Surf House es lo tuyo. Después de mucho viajar buscando olas, los hermanos Nikki y Sander decidieron que una meca del surf como Encinitas necesitaba un hotel como este, en el que uno pudiera vivir la auténtica experiencia californiana de rollo surfero, vida playera y mucha buena onda.


Aquí hay que venir dispuesto a disfrutar del Océano Pacífico y de sus olas, de los pies descalzos llenos de arena, de los neoprenos colgados de la barandilla, del pelo revuelto con sabor a sal, de la gente saludándote como si fueras un local. Porque si algo llama la atención cuando estás por estos lares, es que todo el mundo te saluda como si te conociera de toda la vida. ¡Y sienta tan bien!

Lo mejor de esta “casa surfera”, además de que te ofrece bicis gratuitas y te alquila tablas de surf, es que está en la mítica Highway 101, a tiro de piedra de un buen número de comercios (las legendarias tablas Bing tienen tienda enfrente y también las alquilan). ¿Quieres una recomendación que no puedes dejar escapar? Ve a desayunar y a comprar tus comidas para llevarte a la playa a Nectarine Grove. Además de hacerlo todo ellos (¡todo!), da igual cuál sea tu alergia o intolerancia que aquí la tienen en cuenta, adaptando cualquier cosa del menú a tus necesidades. Un puntazo que nos encanta.

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El desayuno playero perfecto en Encinitas © Nectarine Grove

https://www.traveler.es/naturaleza/...dtrip-estados-unidos-pueblo-con-encanto/17669

Te felicito Compañera @Coti7495 , siempre conviene viajar a sitios sensatos y paradisiacos.- Debe uno asesorarse muy bien sobre a donde debe viajarse.-
El Sudeste Asiatico ahora mismo no me parece conveniente.-
Un Abrazo.-
 
Portugal, menos mal que nos quedas

Te tenemos cerca; te sentimos más cerca que nunca. Cuando volvamos a Portugal...


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Portugal, menos mal que nos quedas © Getty Images



Nunca me dejaban pasar el cruce. Mi pequeña BH, y mi pequeño mundo también, derrapaba a todo freno –jamás subestimes una BH– antes de que la estrecha carretera se enredase con otra de doble sentido, justo donde el cartel anunciaba la distancia a Portugal: 7 kilómetros. No me importaba. Sabía de sobra que el extranjero estaba aún más cerca; que, si pedaleaba con mi todoterreno por todos esos atajos reventones de jaras, encinas y chiviteros, llegaba al acantilado en un pispás. Y allí enfrente me esperaba Portugal, no digas separado, pegadito a España gracias a un Duero/Douro conciliador y salvaje.

Aunque la hazaña épica habría sido cruzar el río a nado, impensable e imposible plan, lo fácil era subir al coche, atravesar la frontera rumbo a Trás-Os-Montes y vivir sin cesar la emoción de retrasar una hora el reloj en apenas cinco minutos de trayecto. Ojo, en esa hora que le ganabas al cosmos te daba tiempo a hacer un montón de cosas: empacharte a pastéis de nata cuando los pastéis de nata aún carecían de libre circulación, decir obrigado a todo quisque para hacerte pasar (fatal) por portuguesinho, probar las pernas de rã en casa de aquellas aldeanas, pedir siempre posta de vitela con un montón de cogumelos y comprar sábanas muy blancas de infinitos hilos de algodón.

Pero eso fue hace mucho, mucho tiempo.

Siglo XXI. La primera vez que fuimos a Oporto nos entró tal ansia de realidad que ni soñamos. Tras una noche interminable, lo siguiente fue una ducha que nos supo a spa en la decadente, y no es eufemismo, Pensão dos Aliados, que desde fuera parecía un Ritz y sí, era nuestro Ritz. Tras devorar una francesinha y bebernos un galão –ese café con leche de altura descomunal que solo en Portugal saben poner en vaso de abuela–, somnolientos y veloces, queramos pensar que a lo Bande à part, fuimos a la Fundación Serralves para hacernos selfies –ah no, que no había– saltando de warhol en warhol. Corría el año 2000, vaya si corría, y ahí están las hemerotecas para confirmarlo.

En aquel tiempo tocó vivir en Coimbra, donde lo primero que aprendí fue que espanto quiere decir sorpresa, esquisito es raro, cuando brincas es porque bromeas, si te echas salsa te estás hartando a perejil y con la vassoura así barría así así. También un refrán que, normal, les hace gracia infinita, “De Espanha nem bom vento nem bom casamento”, que deja muy claro lo poco que se fían de nosotros si soplan vientos del Este o se avecina boda ibérica.


De esos días recordaré siempre los valientes baños en Figueira da Foz al inicio de la primavera, los tazones de caldo verde, el echarle a todo piri-piri, las serenatas de fado junto a la Sé Velha, los road trips por la Serra da Estrela, los desayunos pantagruélicos con venga de torradas cuando las torradas no engordaban porque éramos jóvenes, el Viaje al principio del mundo de ElAceitunoMisogino, el duplicarnos con Saramago, el querer escribir como Lobo Antunes, las madrugadas bailando esta, los traspiés de regreso asidos a un cachorro-quente.

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Y tocó vivir en Coimbra... © Pexels

Entonces ir a Portugal no era cool. O peor, nos creíamos nosotros muy cool, tan listos éramos, y pretendimos que Portugal no tenía pósters para fardar de pared. Le faltaba un Truffaut, un Fellini, un Berlanga también. Una Bardot, una Vitti o venga, una Montiel. Un Gainsbourg, una Mina o vale, Marisol. Quizá fue porque mientras Francia surfeaba en el chulesco desdén de la nouvelle vague, Italia capeaba el asunto entre maggiorate y neorrealismo y España hacía lo que podía, Portugal luchaba por salvarse a sí mismo de la dictadura más larga del siglo XX en Europa, que no era floja tarea. Eso sí, siempre con Amália Rodrigues en el pick up, que Amália fue una artista descomunal y a ella sí que no la tuvimos nadie. Pero ni con su rainha presumen de más los portugueses, atlánticos ellos y de fanfarria contrita. Ay, la saudade. Tampoco les falta cierta flema británica que –uno supone– les vendrá del 13 de junio de 1373, día en que se firmó una alianza aún vigente y la más antigua del mundo, el Tratado Anglo-Portugués. Con todo, nuestros vecinos han logrado hoy que cambiemos el póster por el azulejo, hasta la flamenca por el gallo, y, mientras el resto del mundo se enamora, nosotros, con cierta envidia y relativo disimulo, suspiramos sin cesar: “Menos mal que nos queda Portugal”.


Menos mal.

En los años siguientes se sucedieron las visitas por cualquier motivo, con cualquier excusa. Así fue como nos bañamos en playas kilométricas, interminables, que empezaban en Comporta cuando en Comporta no empezaba nada, solo a picarte los mosquitos según salías de Alcácer do Sal. Y lo conté por aquí y la gente decía que para qué ir allí si allí no hay nada. Fue también como otra vez nos perdimos por la estepa alentejana buscando lo mismo, la nada, una sombra si acaso. Y navegamos en Alqueva, y pisamos alfombras en Arraiolos, y regateamos entre velharias de Estremoz, y bordeamos la Costa Vicentina como el joven extranjero en la canción de Family, empapados en poesía, hasta que las olas de Carrapateira nos empaparon de sal. Y ya en Algarve llegamos a Tavira pero enseguida dimos la vuelta, no fuera a aparecer España con su reloj adelantado a decir que vaya horas.

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Detalle de a casa de Marina Espírito Santo Saldanha © Charlene Shorto y Carlos Souza

Y entre medias Lisboa, claro. Lisboa mil veces y siempre a destiempo para no toparnos con nadie más que con Lisboa, difícil asunto ahora que el orbe entero se ha encaprichado de ella. Noches de fado por los callejones de Mouraira, almoços rebosantes de sardinhas en tascas que luego resultaron ser hipsters, travesías hasta Cacilhas en pos de maratones de marisco, mañanas de Feira da Ladra y noches de robarle minutos al sol sentados junto a Pessoa para decirle que escribió la frase viajera más bella de la literatura: As viagens são os viajantes. O que vemos não é o que vemos, senão o que somos.







No se me olvida el viento molón de Guincho, ni las mil olas y siete faldas de Nazaré, el chocolate de Óbidos, las casitas de cuento de Piodão, los vinos de Colares, el estadio de Soto de Moura en Braga, el choco frito en las terrazas de Setúbal, las quintas imponentes de Peso da Régua. Y que nadie se acuerde de que existen las Azores, no vayamos a ir todos, ni las Ilhas Selvagens de Madeira, cuyas aguas son las más limpias y transparentes que viera Cousteau.
En fin, que en estos días inciertos, tão malucos, en los que los portugueses han vuelto a tendernos su mano, a agarrarnos fuerte, se te escapa un gracias enorme y una sonrisa al pensar en aquello de Carlos III: “Mientras Portugal no se incorpore a los dominios de España por los derechos de sucesión, conviene que la política la procure unir por los vínculos de la amistad y del parentesco”.

Hecho.

Portugal, ¿queres casar connosco?

Portugal, ¿queres casar connosco?


Portugal, ¿queres casar connosco? © David Moralejo

 
Así era -y será- la Semana Santa en Jerusalén

Este año no hay turistas en las calles de la ciudad más santa de Israel. Pero la esencia de la semana más especial se puede vivir… incluso desde casa.


Jerusalén


Jerusalén © Photo by Francesca Noemi Marconi



Las calles de la Ciudad Vieja de Jerusalén, una de las ciudades más fascinante del mundo, siempre, siempre, irradian una energía especial.
No importa si están vacías o repletas de gente, si es a primera hora de la mañana o a última de la noche. Si lo hacen mientras los almuecines inundan con su llamada a la oración musulmana la inmensidad del espacio, o cuando las campanas de las milenarias iglesias tañen recordando que aquí, en este preciso lugar, se halla el origen de todo.


De hecho, los detalles importan tan sumamente poco, que incluso el hecho de ser o no creyente deja de ser relevante a la hora de sentir esa espiritualidad que aquí, en este pedazo de universo sagrado para judíos, cristianos y musulmanes por igual, se palpa más que en ningún otro lugar.
Y es que Jerusalén no es una ciudad cualquiera.
La primera y única vez que pisé las calles de Jerusalén fue en la Semana Santa de 2015. No soy en absoluto una persona religiosa, más bien todo lo contrario, pero tenía claro que enfrentarme a la esencia de un lugar tan particular como este sería mucho más especial en estas fechas señaladas. Y no me equivocaba.


Quise vivir la mayor festividad cristiana en los mismos lugares donde sucedieron, hace más de dos mil años, los hechos que se conmemoran. Por algo cada año Jerusalén es invadida por miles de feligreses en busca de la historia que les une, pero también por turistas y curiosos ansiosos de vivir la experiencia en primera persona. Una peculiar combinación que hace que en sus calles la solemnidad del momento se combine con el ambiente festivo de quienes están de vacaciones.

El muro de las lamentaciones


El muro de las lamentaciones © Photo by Dave Herring on Unsplash

Recuerdo que mientras dedicaba las primeras horas en la ciudad a perderme en el laberinto de estrechas callejuelas de su zona antigua, todo me daba vueltas: la cabeza y las emociones.
Quedaba atrapada por las tiendas de souvenirs, presentes a cada paso, que lo mismo ofrecían una corona de espinas que un rosario, una estrella de David o el Corán. Me quedaba anestesiada contemplando esa mezcla tan maravillosamente increíble de creencias y religiones conviviendo en escasos metros cuadrados. Los judíos ortodoxos con sus inmensos shtreimels sobre la cabeza avanzaban rumbo al Muro de las Lamentaciones. El barrio musulmán desbordaba de vida con pequeños comercios en los que catar sus panes y un buen plato de falafel. Los frailes franciscanos caminaban con sus sobrias túnicas marrones arrastrando sobre los gastados adoquines radiantes de historia.


Todo sucedía sin cesar, sin apenas tiempo para analizar y asimilar la sobredosis de información y estímulos que llegaban a cada minuto: había que luchar por conservarlos. Para no olvidar ninguno.
Recuerdo con especial claridad, sobre todo, el primer vía crucis de muchos con los que acabaría topándome durante aquellos días.

Se trataba de un grupo de peregrinos alemanes que con cánticos y en filas de dos se abrían paso entre el tumulto repitiendo el recorrido que Jesús realizó, dos siglos atrás, por la Via Dolorosa. Lo hacían concentrados en sus plegarias, con los ojos entrecerrados, avanzando lentamente y ajenos a aquel mundo que seguía funcionando a su alrededor como si la cosa no fuera con ellos. Como si estuvieran más que acostumbrados a contemplar escenas similares día tras día.
Pero si en aquella primera ocasión fueron alemanes, en los días sucesivos la historia se repitió con mexicanos, húngaros, rusos y hasta filipinos. Estos últimos, de hecho, dieron un paso más allá y recrearon, con todo lujo de detalles, la penitencia de Jesús, romanos y cruz incluidas —estas, por cierto, se pueden alquilar en diversos negocios del centro—, hasta alcanzar la iglesia del Santo Sepulcro, el destino común a todas las procesiones y uno de los lugares más visitados de Jerusalén. ¿La razón? Se encuentra levantada en el lugar donde se produjo la crucifixión, el entierro y la resurrección de Cristo.


Envuelta por situaciones como esta a cada segundo, la vida en Jerusalén me resultaba casi irreal, como soñada. Como si todo se desarrollara en una dimensión diferente, en un universo paralelo. Como si traspasar las murallas de acceso a su Ciudad Vieja supusiera un viaje en el tiempo varios cientos de años atrás.
¿Acaso no era eso precisamente lo que estaba ocurriendo?

Monjes franciscanos (y un gato) en la iglesia del Santo Sepulcro


Monjes franciscanos (y un gato) en la iglesia del Santo Sepulcro © Photo by Dave Herring on Unsplash

Y EN 2020… ¿QUÉ?

Resulta extraño imaginar que aquellas mismas calles repletas de gente y aquellas mismas iglesias rebosantes de vida, se hallen vacías ahora, cuando más pletórica debería estar la ciudad.

Porque si la situación de este 2020 fuera normal, si medio mundo no anduviera confinado en su casa y las fronteras continuaran abiertas, las celebraciones en Tierra Santa que conmemoran los últimos días de vida de Jesucristo hubieran arrancado este Domingo de Ramos con la tradicional bendición y procesión de las palmas, un ritual multitudinario que comienza normalmente en lo más alto del Monte de los Olivos y que recrea la entrada de Jesús en Jerusalén.

Ese sería solo es pistoletazo de salida a una semana grande en la que la ciudad irradiaría misticismo a raudales. El fervor se sentiría en las calles y los eventos se desarrollarían sin cesar en cada uno de los barrios de la Ciudad Vieja.


Si todo transcurriera con normalidad, cualquier otro Jueves Santo los fieles se reunirían para conmemorar la Última Cena y los momentos previos al apresamiento de Jesús tanto en la iglesia del Santo Sepulcro como en el Cenáculo —el lugar donde Jesús se reunió aquella última noche con sus discípulos—.

Caminarían hasta la iglesia de Santa María Magdalena o se adentrarían en la de Santa Ana. Y por supuesto, participarían del via crucis que cada Viernes Santo recorre la Via Dolorosa hasta alcanzar, como ya habrían adelantado los fieles a lo largo de la semana, la iglesia del Santo Sepulcro, donde se celebraría el entierro de Cristo.

Iglesia del Santo Sepulcro


Iglesia del Santo Sepulcro © Photo by David Rodrigo on Unsplash

Sin embargo y a pesar de todo, la buena noticia para los feligreses es que la inventiva ha decidido hacerse fuerte también en el plano espiritual, y para que no se diga que la fe está reñida con las nuevas tecnologías, diversos eventos como las lecturas que se dan cada año en la Basílica de Getsemaní —el lugar donde según apunta la tradición, Jesús oró la noche antes de su crucifixión— serán retransmitidas en streaming hasta en seis idiomas diferentes por el Christian Media Center. También se compartirá mediante el —más que nunca— bendito internet la Vigilia desde el Santo Sepulcro del Sábado Santo.

Una manera diferente de vivir la Semana Santa, sí, pero al menos, es una manera.

UNA CIUDAD PARA REGRESAR

Lo que sí está claro es que cuando todo vuelva a la normalidad —que volverá—, y Jerusalén vuelva a ser la ciudad que ha sido y será siempre, las escenas bíblicas, los lugares sagrados y los enclaves históricos también volverán a ser los protagonistas del día a día.

Lo simple volverá a hacerse extraordinario y las calles rebosarán de nuevo de fieles y turistas, de curiosos y devotos ávidos de una experiencia que les llene. Que les permita comprobar y que les confirme que, efectivamente, nadie regresa igual de un viaje a Jerusalén.
Mucho menos, en Semana Santa.

 
78 elefantes tailandeses han dejado de cargar turistas -¡para siempre!- debido a la crisis del Coronavirus

El problema al que se enfrentan los dueños de estos paquidermos ahora es otro: ¿cómo conseguir dinero para alimentarlos?


elefante mama con su bebe




Afortunadmente, parece que está naciendo una conciencia global que protege a estos animales... © Photo by paweldotio on Unsplash



Es difícil verle alguna cara positiva a la complicada situación que vive el mundo últimamente. Sin embargo, la puesta en libertad de 78 elefantes tailandeses, que ya nunca más tendrán que cargar turistas a sus espaldas, podría ser una.

La decisión de liberar de sus cadenas a los paquidermos -literalmente hablando- estaba tomada hacía un tiempo, pero la crisis sanitaria la ha acelerado unos meses. "El 23 de marzo de 2020, debido a la situación planteada por el Coronavirus, el gobierno tailandés anunció que todas las empresas no esenciales deberían cerrar hasta el 13 de abril. Se decidió entonces que ese sería el momento de finalizar el espectáculo de elefantes y los paseos de turistas en el campamento de Maesa", afirmaban el pasado 30 de marzo los responsables del negocio en sus redes sociales.



"Ese día, todas las sillas utilizadas para esos paseos fueron retiradas del campamento. No habrá más elefantes llevando cargas, no habrá más espectáculos para visitantes. Cuando Maesa Camp vuelva a abrir, será para que la gente venga y vea que los elefantes son elefantes, viven naturalmente, forman grupos sociales entre ellos y se divierten", continuaba el comunicado.
"La directora del campamento de elefantes de Maesa, la Anchalee Kalmapijit, decidió que había llegado el momento de un cambio", reflexiona para Traveler Colin Penberthy, responsable del departamento de Relaciones Públicas de Maesa Elephant Camp.


elefantes montados por mahouts en Maesa Elephant Camp


Esta imagen forma ya parte del pasado del Maesa Elephant Camp © Maesa Elephant Camp

"Los antiguos espectáculos que ofrecían estos animales, así como su monta, son actividades muy controvertidas estos días. Las personas están mejor informadas ahora, y existe un movimiento general hacia una práctica más ética para todas las atracciones de vida silvestre, no solo para los elefantes. La mayoría de los turistas ahora quieren ver a estos seres en un entorno natural, comportándose de una manera normal para ellos".
"Pero esto no va solo de negocios: se trata de lo que es correcto para los elefantes. Nuestro fundador, Choochart Kalmapijit, lamentablemente, falleció el año pasado, y queremos que Maesa Elephant Camp [ahora regido por su hija], se convierta en algo especial para honrar su memoria y continuar con su legado. Y qué mejor manera que ver a los elefantes libres para disfrutar de la vida", explica Penberthy.
LOS PRIMEROS DÍAS EN LIBERTAD
"Al principio fue raro para ellos", recuerda la profesional. "Estaban acostumbrados a la rutina de estar encadenados y de llevar el asiento para ser montados colocado sobre sus espaldas desde el comienzo del día. El descubrir de repente que eso ya no sucedía, los hizo no querer alejarse mucho de donde solían estar", continúa.
"Además, los mahouts ("domadores") desconfiaban del cambio. No estaban seguros de cómo reaccionarían. Tuvimos que formarlos para controlar a sus elefantes sin usar un anzuelo, sino dando órdenes verbales únicamente. Fue un proceso de aprendizaje tanto para el personal como para los animales".


No obstante, pasados esos primeros momentos llenos de dudas, ahora, menos de una semana después, ya se empiezan a notar los efectos positivos del cambio: "Los elefantes comienzan a mostrar su verdadero carácter", afirma Penberthy.

"Empezamos a ver que algunos son juguetones, otros traviesos, otros más prefieren mantener las distancias y darse caminatas solitarias por el campamento... Están formando sus grupos sociales, haciéndose amigos los unos con los otros. Es conmovedor observarlos mientras inician este nuevo capítulo en sus vidas".

Cuando todo vuelva a la normalidad, eso sí, los elefantes seguirán disfrutando de su merecida libertad, pero el campamento no reabrirá aún: hará falta todavía un tiempo para reconvertir las instalaciones del Thai Elephant Care Center, que forma parte de la misma empresa, en The Chang ("el elefante"), un espacio de museos y espacios educativos -de acceso libre- y centro de protección de los paquidermos salvajes que aún queden en el país, así como mejorar el hospital para estos animales que ya está en marcha.

También tratarán de darle mejor vida a los elefantes domesticados, con una escuela de mahouts en la que se enseñen modos de entrenamiento respetuosos a estos profesionales. Asimismo, en el lugar no se van a seguir criando animales en cautividad.


Con la reapertura, también, comenzará el programa de voluntariado, que formará el corazón de Maesa Camp, que pasará a llamarse The Maesa Elephant Conservation Center. El mismo permitirá estancias de hasta una semana para cuidar de los elefantes, cconvivir con la comunidad local para experimentar la cultura Lanna y prestar ayuda escolar a los niños de las tribus cercanas.

elefante en libertad en Maesa Elephant Camp


Una nueva y feliz vida para los elefantes © Maesa Elephant Camp

EL PROBLEMA TRAS EL FELIZ CAMBIO DE PARADIGMA

"Pasar del espectáculo tradicional de elefantes a permitir a estos animales más libertad, se está convirtiendo en un cambio popular para muchos campamentos", analiza la experta. "Este es el camino para cualquiera negocio relacionado con animales salvajes que quiera sobrevivir. Es cada vez más lo que el público quiere, y todos somos conscientes de que es lo adecuado".

Sin embargo, esta liberación no incluye la suelta de los paquidemos en la naturaleza por dos razones: la primera es que está prohibido hacerlo por ley, pero, aunque no lo estuviese, los animales no sabrían cómo desenvolverse en la selva. "Además, la invasión humana de la tierra conllevaría conflictos para los elefantes", añade Penberthy. "Lo vemos con demasiada frecuencia en los pocos rebaños de elefantes salvajes que quedan".

La profesional se refiere a los 3.000 ejemplares libres que viven en el ya poco espacio salvaje disponible en el país, un número menor que el de elefantes domesticados, que alcanza los 3.800, según recoge The New York Times. Así, suponiendo que liberar a los paquidermos en la jungla fuese posible, tampoco sería viable.


Por todo ello, durante estos meses en los que no hay turistas, con los animales liberados en Maesa Camp o simplemente de vacaciones forzosas en el resto de campamentos que aún los utilizan para comerciar con ellos, la preocupación principal radica en cómo conseguir los medios para poder alimentar a los elefantes.



"Estamos todos cerrados debido a la situación que plantea el Coronavirus, sin ingresos, mientras que alimentar y mantener la salud del elefante es una prioridad. Tratamos de ayudarnos mutuamente, suministrando alimentos y otros artículos esenciales que podemos facilitar a otros. También recibimos muchas donaciones del público, y no solo dinero [que se puede donar a través de transferencia], sino también comida. Por ejemplo, recibimos llamadas de granjeros que nos invitan a ir a sus tierras y cortar maíz u otros cultivos para alimentarlos", explica Penberthy.
Tal y como recoge el ya citado artículo de The New York Times, alimentar a uno solo de estos gigantescos animales, símbolo de la nación tailandesa, cuesta unos 40 dólares al día, una cantidad que multiplica por tres el salario mínimo diario en el país.

La presión es grande. Theerapat Trungprakan, presidente de la Asociación de Alianza de Elefantes de Tailandia, que reúne a atracciones que tienen por protagonistas a estos animales, ha declarado que teme que, a menos que intervenga el gobierno, algunos elefantes sean obligados a buscarse la vida en las calles o incluso a ser utilizados para operaciones de tala ilegal, uno de los oficios para los que tradicionalmente se han destinado estos paquidermos.

 
El ir llegando

"Son días raros estos. Días raros por el maldito virus, obviarlo sería naíf, que nos tiene a todos con el alma en cuarentena...
El ir llegando...



El ir llegando... © Íñigo Studio

Son días raros estos. Días raros por el maldito virus, obviarlo sería naíf, que nos tiene a todos con el alma en cuarentena, sí, pero también con la maleta lista para seguir el traqueteo en cuanto vuelva la tan feliz rutina. Que volverá. Desde Condé Nast Traveler somos muy conscientes de que esta situación deja feo margen para la improvisación viajera que tanto nos va y, aun así, sabemos que nuestra tarea, por encima de todo, es hacerte soñar... que para quimeras no hay freno.

Por eso llevamos meses preparando el número que tienes entre manos, un número especial, mucho, de los de guardar.



Si el año pasado dedicamos las páginas de abril a recorrer nuestro país de orilla a orilla hasta dibujar un nuevo mapa de la España desconocida, esta vez hemos querido incluir a Portugal en un caminar sin prisa a través de carreteras secundarias de la Península Ibérica y sus islas. Buscábamos viajar cerca para mirar más lejos, eso es.

Ni un páramo de los tantos arribados, ni una brizna de hierba soplada al tuntún tendrían aquí sentido sin Miguel Delibes, cuyo recuerdo hilvana este cuaderno coincidiendo con el centenario de su nacimiento. Las letras del escritor que más y mejor habló de lo rural, que se anticipó a todos en su visión realista –con su optimismo, con su pesimismo– de la España vacía, que previno de los latigazos del cambio climático y la mano torcida del hombre frente a la Naturaleza, inspiran cada línea. Y lo hacen de corazón, el que hemos puesto a la relectura de sus libros, con el que hemos seleccionado fotografías únicas de sus archivos personales gracias a la cariñosa ayuda de la Fundación Miguel Delibes, y el que destilan las ilustraciones del gran Íñigo Studio.


Cipreses, perros de caza, cigüeñas, perdices y otros pájaros de cuenta, bicicletas, bodegones y árboles mesetarios sirven de rúbrica a este viaje con mucha, muchísima parada y fonda. Ya lo explicó el mismo Delibes en El Norte de Castilla a cuento de la reedición de su diario Dos viajes en automóvil (1982): “Viajar no es desplazarse sin más de un lugar a otro, es ir descubriendo lugares y gentes a lo largo del camino. El viajero que solo tiene una meta a la que llegar se pierde todas las sorpresas y gozos del ir llegando”.

El ir llegando. A las pozas y regatos, pura vida, de La Vera, donde la protagonista de nuestra portada, la artista Itziar Aguilera, viajó con la fotógrafa Irina Isasia en pos de alargadas sombras bajo las que sestear, caminos de cadente pedaleo y bonitas milanas.

A la Costa da Morte, ese frenesí de olas que trepan y nubarrones que bajan al ras. A Lanzarote y Porto Santo, dos vecinas, duas vizinhas, que comparten paz volcánica y costumbres sin reloj. A los hoteles donde te despiertan las que te duermen, las chicharras. A lugares remotos donde unos nuevos souvenirs están reivindicando hoy el valor de lo artesano, de la vuelta a lo que una vez dejamos ir. A esas Alpujarras en las que Gerald Brenan descubrió el perfecto plan de fuga, huir para encontrarse.


La frase de Delibes se torna así, y hoy, más certera. Porque, pase lo que pase, nos seguiremos desplazando aquí mismo o allá lejos para perdernos por carreteras secundarias; para soñarnos descubridores. Y es que viajar, como vivir, era esto: ir llegando.

Ilustración reportaje de Miguel Delibes de Íñigo Studio


Ilustración reportaje de Miguel Delibes de Íñigo Studio © Íñigo Studio

https://www.traveler.es/viajeros/articulos/el-ir-llegando/17580
 
Cataratas en cuarentena: sin agua ni visitantes, el drama del principal punto turístico de la Argentina
Más del 80% de la población de Puerto Iguazú depende del turismo que se genera en torno a una de las siete maravillas naturales del mundo. La pandemia de coronavirus anuló por completo la llegada de visitantes en Semana Santa, el momento de mayor afluencia del año


Por Joaquín Cavanna
12 de abril de 2020

jcavanna@infobae.com










Cataratas del iguazú sin agua

Cuando en 2011 la fundación New7Wonders eligió a las Cataratas del Iguazú como una de las siete nuevas maravillas naturales del mundo, para los entonces 45.000 habitantes de Puerto Iguazú no fue una sorpresa. El impactante caudal de agua, sumado a un paisaje único en el mundo representaba una joya hace tiempo atesorada y la principal fuente de riqueza para la pequeña ciudad del norte de Misiones.

Sin embargo, nueve años después de aquel galardón histórico, Puerto Iguazú atraviesa una situación crítica e inédita. la pandemia del coronavirus que azotó al mundo castigó de manera directa a la región misionera. El turismo, actividad que involucra directa o indirectamente a más del 80% de la población, se encuentra totalmente frenado, con un panorama desolador por delante ante el riesgo de la pérdida de empleos y el temor al contagio que crecen a la par de la pandemia.

A la desesperante situación del turismo se le sumó un fenómeno que no ocurría desde 2006. Una sequía voraz originada en el cordón montañoso brasileño de Serra do Mar, provocó que hoy las cataratas se vean prácticamente sin agua, lo que no sólo afecta a la actividad comercial sino también a la fauna y la flora de la zona.

Hoy se ve a animales en zonas urbanas y algunas especies modifican comportamientos.




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Se cree que la sequía en la cuenca donde nace el Río Iguazú se prolongará hasta finales de mayo

Estamos ante el panorama más extraño y preocupante que yo recuerde. Tenemos a las cataratas sin agua y sin gente. Nunca imaginamos vivir algo así”, se lamentó Sergio Acosta, intendente del Parque Nacional Iguazú, en diálogo telefónico con Infobae.

“Lo del agua responde a un evento cíclico, que ocurre cada 15 años aproximadamente. Y justo se produjo al mismo tiempo que la pandemia”, agregó.

Acosta explicó que el caudal habitual de las cataratas es de 1500 metros cúbicos por segundo. “Ahora, el río Iguazú está en unos 280 metros cúbicos por segundo. Y, por cómo se ve el panorama, va camino a batir el récord de 1978, cuando se registraron 120 metros cúbicos. El último más bajo que recuerde ocurrió en 2006, cuando hubo 122 metros cúbicos”.

Desde algunos sectores de la provincia de Misiones se apunta al cierre de las compuertas de las seis represas aguas arriba en la región brasileña: Foz de Areia, Salto Segredo, Salto Santiago, Salto Osorio, Salto Caxias y Baixo Iguazú, inaugurada en 2019.

De hecho, las representantes por la provincia de Misiones en el Parlasur, Cecilia Britto y Julia Argentina Perié, presentaron hace unos días una recomendación al Consejo del Mercorsur para que se le exija a Brasil la reapertura de sus compuertas y así poder “regular el caudal, salvaguardando el derecho fundamental del acceso al agua”.


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La imagen de la roca, que debería estar cubierta por el agua de uno de los saltos

Sin embargo, la visión de Acosta es muy diferente. “La gente suele echarle la culpa a las represas, cuando en realidad lo que hacen las represas brasileñas es un condimento pero no es determinante. Las represas son reguladoras del agua en época de sobrante, no de faltante”.

“Habitualmente, en situaciones de faltante, las represas pueden cerrarse dos o tres días, pero cuando empieza a generar corriente las tenés que volver a abrir. Como este caudal ni siquiera es aprovechable, directamente no las están cerrando. Lo poco que van acumulando durante unos días, lo terminan soltando, porque lo que necesitan es generar energía”, completó.

“Además, el riesgo de la falta de potabilización del agua no es por la actividad de las represas en sí, sino que por la infraestructura de las construcciones en Argentina, sólo pueden trabajar las aguas con una creciente del río. En ciudades como Corrientes, Posadas o Reconquista, lo que está pasando es que las tomas se quedan bombeando en el aire porque no están lo suficientemente dentro del caudal. Sé que están tratando de readaptar ahora esa infraestructura”, explicó Acosta.


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Desde el 2006 que no se registraba una sequía de tal magnitud en las cataratas del Iguazú

Según el intendente del Parque Iguazú, la sequía y el faltante de agua responden a un proceso cíclico natural: "Cada 10 o 15 años sucede esto y es parte de un proceso natural. Hace dos meses que no llueve en la cuenca del Iguazú, donde normalmente llueve casi todas las semanas”.

Tanto Acosta como otros especialistas en ríos y clima cotejan día a día las previsiones climáticas en un sistema brasileño denominado Simepar. El panorama es aun más sombrío: la sequía en Brasil continuará al menos hasta fines de mayo o principios de junio.

Así y todo, la principal preocupación de Puerto Iguazú es la falta de visitantes. Es una ciudad tan dependiente del turismo, que todavía nadie empezó a imaginar alternativas de subsistencia en un año que será completamente incierto.

“La situación, sinceramente, es desesperante”, reflexiona el presidente de la Cámara de Turismo de Puerto Iguazú, Jorge “Pali” Bordín, en una charla telefónica con Infobae. “Hay muchos factores que complican toda nuestra vida. La Semana Santa representa nuestra temporada más alta. Si en un día normal, las cataratas promedian unos 4.500 visitantes por día, el jueves y el viernes santo llegamos a tener 11.000 cada día. La mayoría de los comercios pequeños y medianos dependen de lo que se gane en esta Semana Santa para poder pasar junio y julio, que es la temporada baja”. completó.


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La imagen imponente de las cataratas del Iguazú cuando hay creciente

En 2019, las cataratas del Iguazú batieron un récord histórico de visitantes: 1.650.000 turistas, cifra máxima de visitas en la región. En la Semana Santa de ese mismo año, la ocupación hotelera fue del 97,1%.

“Hoy, la cabeza de todos los pequeños y medianos comerciantes está en ver cómo pagar los sueldos a sus empleados. En marzo se pudo tirar, pero en abril y mayo no sabemos qué vamos a hacer. Y lo peor es que justo en nuestro rubro la reapertura y el regreso a la normalidad va a llegar al final, seremos de los últimos en reanudar nuestra actividad”, afirmó Bordín.

La situación para trabajadores cuentapropistas o informales, como los taxistas, los guías de turismo o los vendedores de accesorios o botellas de agua, es aún más comprometida. Viven del día a día y en estos momentos sus ingresos son nulos.

Hoy hay 13 mil personas de Puerto Iguazú relacionadas de manera directa a la actividad turística. Y de manera indirecta con más del 80% de nuestra población, unas 90 mil personas”.

“Acá todo funciona de acuerdo al turismo. Desde las empresas de refacción de aires acondicionados, cuyos clientes exclusivos son los hoteles, hasta los productores de alimentos, que proveen en especial a restaurantes y bares. Están todos parados, sin nada para hacer”, describió Bordin.


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La actividad hotelera de Puerto Iguazú se vio completamente detenida a raíz de la pandemia del coronavirus en todo el mundo

Según su cálculo, recién se puede aspirar a un atisbo de recuperación dentro de varios meses, hacia fin de año. Y será condicionado: sin una esperanza en puerta por la reapertura próxima de fronteras, la idea es volver a apostar de lleno a los turistas argentinos.

Hay un rubro al que los dos dramas actuales de la región afectaron de manera directa: el servicio de transporte y gomones dentro de las cataratas.

“Lo más paradójico de todo es que si en este momento no existiera la pandemia de Coronavirus y no hubiera cuarentena, nosotros también estaríamos parados. Con este faltante de agua, tampoco podríamos trabajar”, le explicó a Infobae Ignacio Acha, gerente general de Iguazú Jungle, la principal empresa que hace excursiones en el Río Iguazú.


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La principal empresa de gomones no podría retomar su actividad aún sin la pandemiadel coronavirus. La sequía anula su actividad comercial

“A la fuerza, nosotros nos tuvimos que preparar con anterioridad para escenarios de esta magnitud -agregó el empresario, señalando una relativa ventaja sobre otros rubros-. En el 2006, cuando hubo otra bajante fuerte del río, estuvimos entre dos y tres meses sin poder brindar nuestro servicio. Y los sueldos había que seguir pagándolos. Lo mismo nos pasa cuando un puma se escapa de la zona salvaje e invade los puntos de tránsito humano. Ahí también tenemos que cortar el servicio”, detalló Acha.

“Por eso, desde hace tiempo, contamos con un fondo de reserva para poder seguir pagando los sueldos a los 120 empleados que tenemos. Podemos tirar durante meses, pero aún así en un momento vamos a necesitar que se reanude nuestra actividad”, afirmó el empresario bonaerense, afincado desde hace 25 años en Puerto Iguazú.

“Realmente, no sabemos a lo que nos enfrentamos. Ante esta pandemia, no tenemos una noción clara de cómo va a afectar en el ser humano. Algunos dicen que esto va a tardar mucho, y otros nos aseguran que el turismo se va a reanudar rápidamente porque la gente va a querer disfrutar cada segundo al aire libre, va a cambiar su concepción de la vida”, añadió.


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La sequía del 2006 provocó que la empresa de gomones debiera permanecer cerrada entre dos y tres meses

La sequía, la cuarentena y la fauna

La sequía y la ausencia absoluta de visitantes también afectó a la fauna de Puerto Iguazú.

“Cada día, visitan las cataratas unas 4.500 personas promedio. Esa es la principal fuente de alimentación de los monos caí y los coatíes. Comen lo que les dan los turistas. Ahora estos animales se metieron en lo profundo de la selva en busca de una nueva alimentación. En los últimos días no los volvimos a ver”, contó Acosta.

“Hay una especie que se llama pájaro vencejo de cascada, que está adaptado a una vida constante en el spray que generan las cascadas. Este pájaro anida sobre la roca detrás de los saltos y utiliza como cobertura el chorro de la cascada para evitar la amenaza de depredadores. Ahora tiene que buscar un nuevo lugar”, explicó.


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El pájaro vencejo de cascada utiliza los saltos de las cataratas para poder anidar. La sequía afectó de manera directa su estilo de vida

Acosta también destacó la aparición de animales temerarios en zonas casi urbanas. En la última semana se vio a un Yaguareté a las 10 de la mañana en las inmediaciones de la estación Garganta, un lugar muy transitado habitualmente. La presencia del animal fue captada por cámaras trampa.

En la actualidad, el Parque Nacional Iguazú mantiene en sus funciones laborales a los 15 guardias de seguridad, de un total de 85 empleados.

Los guardias intentan proteger a las especies silvestres de la caza y la depredación humana. “Hay muchos cazadores que están aprovechando la cuarentena. Algunos salen a cazar por subsistencia y otros por negocio. Por eso, nuestra obligación es cuidar este ecosistema”, afirmó Sergio Acosta.


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A raíz de la ausencia total de visitantes, las cámaras trampa de una zona de paseo humano cotidiano registraron la aparición de un Yaguareté

“En los últimos días encontramos muchos más ‘saleros’ de los que habitualmente veíamos. El suelo de Iguazú es muy pobre en sales minerales y, por eso, toda la fauna tiene una necesidad fisiológica de sal. Lo que hacen los cazadores es colgar una bolsa con sal bajo el sol. Debido al calor, la sal se empieza a derrretir y gotea sobre la tierra y así se forma un lodo que es un ‘manjar’ para los animales”, describió. Los cazadores los esperan entonces a dos o tres metros de estos saleros. "Hay que tener en cuenta que una piel de yaguareté puede valer unos buenos dólares”.

Por el momento, Puerto Iguazú no tiene un horizonte claro sobre cuándo se volverá a la normalidad. En principio, mientras ven cómo salir adelante con sus economías, los habitantes del destino turístico más importante de la Argentina esperan al menos poder volver a disfrutar de la belleza única de las Cataratas del Iguazú en todo su esplendor.

 
Hola, veo que este hilo está un poco muerto y voy a aprovechar para preguntar sobre un tema que me llama mucho (aunque evidentemente con la situación que hay ahora pues no podrá ser).

Quería saber si existe una forma de viajar por ejemplo a eeuu y vivir las vacaciones con una familia de allí, como cuando se hacen los intercambios pero sin intercambio y siendo ya mayor (más de 30) ¿existe algo así? ¿conoceis experiencias de alguien? es que me llama mucho la atención pero claro, una ya es mayor :LOL: y de inglés pues 0 patatero, un saludo.
 
Italia vacía: asómate en tiempo real a sus calles, plazas y monumentos

De la Fontana de Trevi al lago di Como pasando por el Duomo de Milán y la Piazza San Marco de Venecia: la estampa de una Italia vacía en la que solo la piedra y el hormigón permanecen impasibles.



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Italia vacía © Getty Images




Día (inserte número) de confinamiento. Poco importa en qué día estemos en realidad. Lo que de verdad importa es que se trata de un día menos.
El mundo vive una situación de crisis en la que todos y cada uno de nosotros desempeña un papel para salir de ella. ¿El nuestro? Simple pero totalmente necesario: quedarnos en casa.


Y mientras, en la calle, el silencio, momentáneamente interrumpido por el motor de un coche, el canto de un pájaro al amanecer o un coro de aplausos cuyo eco esperamos llegue con mucha fuerza a sus destinatarios, esa primera línea que se deja la piel día y noche.
Uno de los países más afectados es también el país con el mayor número de monumentos históricos y arquitectónicos del mundo. En efecto, nos referimos a Italia.
Palacios, iglesias, villas, fuentes, restos arqueológicos...
sin olvidar cada uno de los adoquines de sus calles y plazas.

Apocalíptica, sobrecogedora, escalofriante, triste, insólita... son muchos los adjetivos que podemos usar para describir la estampa. Pero gracias a estas cámaras repartidas por todo el territorio italiano, podemos asomarnos a un escenario cuyo decorado sigue intacto, a la espera de que los actores vuelvan a aparecer tras el telón. Forza Italia.





Fontana di Trevi

La Fontana di Trevi, sin un alma © Skyline Webcams


ROMA

Roma, la capital de Italia, la ciudad donde siempre cabe un turista más, el epicentro de un imperio al que conducían todos los caminos.

La imagen no puede ser más inaudita: un Coliseo solitario, una Piazza di Spagna con las escaleras desiertas, un Campo dei Fiori sin su concurrido mercado y un Panteón sin visitantes son algunos de los lugares que podemos contemplar a través de la cámara.
La Fontana di Trevi, a la que muchas veces no quedaba más remedio que acceder tras sortear una difícil carrera de obstáculos, se mantiene intacta esperando a unos viajeros que nunca llegan, al igual que el altar de la Patria, en Piazza Venezia y la torre del ayuntamiento, en la colina Capitolina.

Sus plazas –Navona, Barberini, Cavour...– también esperan ansiosas volver a llenarse de gente, de ambiente, de música, de vida.


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Las escaleras de la Plaza de España, en Roma, desiertas © Skyline Webcams



MILÁN

El pasado domingo, Andrea Bocceli sorprendía con un concierto en el Duomo de Milano con motivo de la Pascua, en una catedral vacía, ante una plaza vacía donde incluso las palomas parecen haber huido a cualquier otra parte.

El skyline de la capital lombarda también nos deja con una sensación extraña, al igual que la imagen de la Estación Central, normalmente abarrotada de viajeros.





VENECIA

Delfines y cisnes a parte, lo que sí es cierto es que los canales de Venecia están estos días libres de tráfico. La capital del Véneto, afectada hasta hace poco por el turismo masivo, está más vacía que nunca.

Del puente de Rialto a la Piazza San Marco
– el punto más bajo en Venecia y el primero en inundarse–, de la Riva degli Schiavoni a la isla de San Giorgio Maggiore, Venecia resiste porque sabe que volveremos a surcar sus canales.

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La Piazza San Marco, en Venecia © Skyline Webcams


FLORENCIA

En Florencia, las esculturas de la Piazza della Signoria se preguntan por qué ya nadie va a visitarlas. El David de Miguel Ángel (cuyo original se encuentra en la Galleria dell'Accademia), Hércules y Caco (de Bandinelli), Perseo (de Benvenuto Cellini), Neptuno (de Ammannati), la estatua ecuestre de Cosme I (de Giambologna). ¿Dónde está todo el mundo?

Los mismo se preguntan los candados que todavía aguantan en el Ponte Vecchio, viendo como el Arno sigue su curso, mientras en la plaza del Duomo, la catedral de Santa Maria del Fiore aguarda paciente, con sus puertas cerradas y su corazón abierto.

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El Arno pasa silencioso por debajo del ponte Vecchio, en Florencia © Skyline Webcams


VERONA

La Casa de Julieta, en Verona, no pierde la esperanza de que su balcón se vuelva a llenar de gente, de que su estatua vuelva a recibir a locales y turistas y sus muros vuelvan a ver tantos y tantos besos y declaraciones de amor.

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Verona © Skyline Webcams


LAGOS, PLAYAS E ISLAS, LITERALMENTE DESIERTAS

Las vistas de los lagos italianos también nos dejan unas imágenes de lo más fascinantes.
El lago de Como, el de Garda, el lago Maggiore y el lago Iseo, se presentan más salvajes que nunca, con las embarcaciones amarradas hasta nuevo aviso.

Las playas italianas,
que cada verano se ven abarrotadas por bañistas de todas las partes del mundo cuyas toallas apenas distan unos centímetros unas de otras, lucen hoy abandonadas a un letargo por ahora indefinido.

Tropea, Ischia, Palmaria, Gallinara, Aeolian, Eolian, Pantelleria, Giglio, Ponza, Ustica... las islas de Italia están desiertas, literalmente.

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Lago di Como © Skyline Webcams


SOÑANDO CON EL VERANO

Positano, Amalfi, Capri, Rimini, Cerdeña, Cinque Terre
y todas las protagonistas del verano italiano todavía mantienen la esperanza, ¿qué les queda si no?
Incluso el Etna y el Vesubio guardan silencio ante la incertidumbre.

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Arbatax, en Cerdeña © Skyline Webcams


LAS CIUDADES ITALIANAS –A LAS QUE VOLVEREMOS–

Las ciudades italianas aguantan porque saben que tras sus muros hay personas
, personas que volverán a llenarlas, a vivirlas y sentirlas como nunca.
La eterna Roma, la descarada Nápoles, la hermosa Venecia, la monumental Florencia, la enérgica Siena, la vigorosa Génova, la pequeña Pisa, la alegre Sicilia, la valiente Turín, la romántica Verona...

Ci vediamo presto Italia!

https://www.traveler.es/viajes-urba...gente-en-tiempo-real-crisis-coronavirus/17823
 
La Gran Barrera de Coral sufre el peor blanqueamiento masivo de la historia

Es el tercer evento de este tipo que tiene lugar en solo cinco años, y esta vez, el daño está más extendido que las anteriores


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La Gran Barrera de Coral, la mayor estructura viva del planeta, está en peligro © Oris


"Por primera vez, el blanqueamiento severo ha afectado a las tres regiones de la Gran Barrera de Coral: el norte, el centro y ahora, a gran parte de los sectores del sur", afirmaba hace unas semanas el profesor Terry Hughes, director del Centro de Excelencia ARC, que estudia los arrecifes en la universidad australiana James Cook. El experto también advertía en un comunicado que se trataba del tercer evento de este tipo en cinco años, puntualizando que esta vez es más grave y está más extendido que en ocasiones anteriores.

El fenómeno del blanqueo se produce cuando los corales -que son animales- se estresan porque cambia drásticamente la temperatura del mar o este se contamina. Entonces, el alga que recubre el tejido del coral y del que se alimenta en una relación simbiótica, abandona el lugar, dejándolo sin color (de ahí el término "blanqueo") y volviéndolo mucho más débil.


Esta vez, el triste fenómeno está causado, según Hughes, por las altas temperaturas de este último febrero, inusualmente caluroso: las cifras han sido las más elevadas contabilizadas nunca en la Gran Barrera desde que comenzaran los registros en 1900.


UNA SITUACIÓN POTENCIALMENTE IRREVERSIBLE

"El blanqueamiento no es necesariamente fatal, y afecta a algunas especies más que a otras", explica, a su vez, el profesor Morgan Pratchett, también de la universidad James Cook, que dirige estudios bajo el agua para evaluar este fenómeno. "Un coral pálido o ligeramente blanqueado generalmente recupera su color en unas pocas semanas o meses y sobrevive", cuenta.




Sin embargo, en situaciones como la actual, en las que el blanqueamiento es severo, el desenlace suele ser fatal, como ya ocurriera en 2016. Entonces, según Pratchett, más de la mitad de los corales de aguas poco profundas murieron en la región norte de la Gran Barrera de Coral.

A las terribles condiciones que sufrieron los corales en 2016 les siguieron otras de similar alcance en 2017. Ahora, solo tres años después, el problema vuelve a agudizarse. Los científicos de la James Cook avisan: el hecho de que la brecha entre las temporadas de blanqueamiento se esté reduciendo dificulta aún más una recuperación completa.

"Después de cinco eventos de blanqueamiento, la cantidad de arrecifes que hasta ahora han escapado del blanqueo severo continúa disminuyendo. Esos arrecifes se encuentran en alta mar, en el extremo norte y en partes remotas del sur", detallan desde el centro. El Gobierno de Australia, contactado por Traveler.es, apunta que, en las áreas turísticas, por el contrario, se registra el daño el más agudo.

Así, en estos momentos, los datos del Gobierno muestran que las últimas observaciones aéreas, que monitorizaron 1.036 arrecifes de aguas poco profundas (hasta cinco metros) encontraron que alrededor del 40% tenía poco o nada de blanqueamiento, "y eso es una buena noticia", según las autoridades del país.


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Estado de los corales en una de las zonas más afectadas por el blanqueamiento © Greg Torda, ARC Centre of Excellence for Coral Reef Studies

Por otro lado, en torno al 35% mostraban signos moderados de blanqueamiento. Y por último, alrededor del 25% revelaban un blanqueamiento severo. "Es decir, en cada arrecife, más del 60% de los corales se encuentran blanqueados", detallan. "El blanqueamiento severo es más generalizada que en eventos pasados de decoloración", resumen, coincidiendo con los datos de la Universidad James Cook.


¿QUÉ PODEMOS HACER PARA DETENER EL BLANQUEAMIENTO DE LOS CORALES?

Las autoridades australianas están llevando a cabo tareas para tratar de aumentar la resistencia de estos animales y de su entorno controlando las especies que los protegen, mejorando la calidad del agua, aumentando el monitoreo y la gestión efectiva del Parque Marino y previniendo la pesca ilegal. Sin embargo, no es suficiente para paliar las duras condiciones que debe soportar la mayor estructura viva del planeta.

"Este blanqueamiento masivo reafirma que el cambio climático sigue siendo el mayor desafío para el arrecife y que es esencial llevar a cabo un esfuerzo mundial lo más potente posible para reducir las emisiones", afirman desde el gobierno australiano.
https://www.traveler.es/naturaleza/...or-blanqueamiento-masivo-de-la-historia/17829
 
Diez viajeros que nos contaron el mundo en libros


Xavier de Maistre emprendió en 1794 un viaje de 42 días alrededor de su habitación, “esa comarca deliciosa en cuyo interior se encierran todos los bienes y todas las riquezas del mundo”.
Narró la excéntrica odisea en un libro dirigido a quienes no disponían de otro horizonte que un cuartucho; a saber: “todos los desgraciados, los enfermos y los aburridos del universo”, entre los cuales se incluiría a la población confinada por el coronavirus.
Suponiendo que a estas alturas de la cuarentena ya habréis explorado al completo vuestra geografía doméstica, aquí va una selección de lecturas para asomarse al exterior sin saltarse el estado de alarma, con los ojos y las palabras de grandes errabundos.

Ludovico de Varthema



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Ludovico de Varthema


Ludovico de Varthema (1470–1517) no necesitaba excusas para partir a la aventura. “Si alguno se pregunta sorprendido por las razones y el propósito de mi viaje, tenga por seguro que lo que me hizo actuar de esa manera es lo mismo que ha movido a tantos otros, que no pudieron resistir la tentación de ver mundo”. La curiosidad le podía.


“Pero ya hay muchas regiones de la tierra que nuestra gente recorre habitualmente en un continuo ir y venir…” —Parece que en 1502 también había masificaciones turísticas…— “Por eso decidí visitar precisamente aquellas que menos hubiesen sido exploradas por los nuestros, y así, partiendo de Venecia a la buena de Dios (quiero decir, no sin antes habernos encomendado a su Nombre), izamos velas y llegamos por mar a Alejandría…”

Al no hallar suficiente novedad en Egipto, se marchó de allí enseguida; estuvo aprendiendo "la lengua mora” en Siria. Hombre de acción, se enroló con los mamelucos bajo el nombre de Yunus y, haciéndose pasar por un servidor del islam, atravesó la península Arábiga escoltando a una caravana con destino a La Meca. Era el primer peregrino de la cristiandad que entraba en la ciudad santa.

Sospecharon de él en Adén, donde fue apresado con cargos de espía; le cayeron 55 días. Se recorrió toda la costa india, y bastó que alguien mencionara las Molucas para que quisiera conocer Java, Borneo, Sumatra, etc. Porque "un testimonio visual vale más que diez obtenidos del boca a boca", decía.
El boloñés relató seis años de correrías insaciables en El viaje de Ludovico Varthema (Akal), un emocionante itinerarium que el mismísimo Magallanes utilizó como fuente de información.



Matsuo Bashō



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Matsuo Bashō


“Como girón de nube arrastrado por el viento, me turbaban pensamientos de vagabundeo…”, cuenta Matsuo Basho (1644–1694) en uno de sus cuadernos. “Todo lo que veía me invitaba al viaje; tan poseído estaba por los dioses que no podía dominar mis pensamientos; los espíritus del camino me hacían señas y no podía fijar mi mente ni ocuparme en nada. Remendé mis pantalones rotos, cambié las cintas a mi sombrero de Paj* y unté moka quemada en mis piernas, para fortalecerlas…”
El anacoreta se recorrió todo el Japón del periodo Edo en largos peregrinajes a pie. “Ve al pino si quieres aprender algo sobre el pino, o al bambú si quieres aprender algo sobre el bambú”, aconsejaba a sus discípulos este poeta errante, que a su paso iba sembrando haikus.



Ando y ando.
Si he de caer, que sea
entre los tréboles.

Caminar pausado. Excursiones de 11 meses… de dos años. Solo así es posible contemplar el asombro de lo cotidiano.
¡Qué irrisión!
Bajo el yelmo
canta un grillo.

Habla con monjes, niños, campesinos, prost*tutas… Duerme en ermitas, en posadas sucias.
Piojos y pulgas;
mean los caballos
cerca de mi almohada

El maestro condensó sus deambulares en cinco diarios exquisitos, el más célebre de los cuales es el haibun Sendas de Oku (Atalanta).
Caído en el viaje:
mis sueños en el llano
dan vueltas y vueltas.

Fue el último poema del haijin. Escrito un día antes de morir.




Johann Wolfgang Goethe



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Johann Wolfgang Goethe


Era el 3 de septiembre de 1786 y marcaban las 3 de la madrugada en el reloj de Johann Wolfgang Goethe (1749–1832) cuando el príncipe de los poetas salió de Alemania para emprender su célebre viaje a Italia, con una bolsa de paño y una mochila de piel de tejón a la espalda, sin despedirse siquiera de su jefe, el duque de Weimar.


Como a la sazón ya era un escritor famoso, iba de incógnito, bajo la identidad de un tal Herr Weber, pintor de profesión.

Estuvo casi dos años recorriéndose el país de norte a sur. “He visto bien Verona, Vicenza, Padua y Venecia; he visitado de manera fugaz Ferrara, Cento y Bolonia, y apenas he dedicado tiempo al conocimiento de Florencia. El anhelo de llegar a Roma era tan intenso, aumentaba tanto con cada día que pasaba, que ya no era posible la permanencia en ningún sitio”.

Colmadas sus ansias, se hizo una escapada a Nápoles –con ascensión al Vesubio incluida– y a Sicilia. Un Grand Tour al completo que el titán de las letras narra en el libro Viaje a Italia (Ediciones B).



Alexandra David-Néel



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Alexandra David-Néel


“Cuando tenía seis años, pasaba horas y horas leyendo relatos de viajes de Julio Verne. Sus héroes poblaban con sus hazañas mis sueños infantiles: Phileas Fogg, Passepartout, los hijos del capitán Grant, el capitán Hatteras y tantos otros se habían convertido en mis compañeros inseparables. Había tomado una resolución… como ellos, y más aún si era posible, viajaría”.


Exploradora precoz, Alexandra David-Néel (1868–1969) era una adolescente cuando se escapó de casa para conocer Inglaterra y Holanda; luego se fugó a Italia, con las máximas de Epicteto y una alianza de casada para disimular su mocedad. En otro arrebato cogió la bicicleta y se pedaleó Francia de arriba abajo hasta España.

Su madre estaba desesperada. Encima, la chiquilla le salió anarquista, empezó a estudiar sánscrito y se hizo budista. Enseguida que tuvo ocasión, se embarcó hacia Oriente. Iban a ser unos meses, pero entre una cosa y la otra se tiró ¡14 años! investigando las culturas de Asia.
“He vivido principalmente en la India, Pakistán y el Tíbet: tras un largo viaje en que atravesé parajes aún sin explorar, llegué a Lhasa antes que ninguna otra mujer de raza blanca. Viví también en las regiones del Himalaya, en Sikkim, en Nepal, en China, en Japón, en Birmania, en Ceilán, en Corea, etc. Recorrí asimismo países del norte de África: Marruecos, Argelia, Túnez y los oasis del Sahara. En resumen, estos viajes empezaron antes de 1900 y no terminaron hasta después de la Segunda Guerra Mundial: todo a lo largo de una vida”.
Cumplió su palabra. “La palabra dada cuando era una niña: «¡Viajaré!»”. Así lo explica en uno de sus interesantes libros, La India en que viví (La Línea del Horizonte).




Apsley Cherry Garrard



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Apsley Cherry Garrard


“La exploración polar es la forma más radical y al mismo tiempo más solitaria de pasarlo mal que se ha concebido”. Apsley Cherry Garrard (1886–1959) fue uno de los supervivientes en la Expedición Terra Nova al Polo Sur, aquella donde el frío asesino acabó con la vida del capitán Scott y cuatro de sus compañeros.
Él era el benjamín del grupo, y a punto estuvieron de rechazarlo entre el resto de 8.000 candidatos: no tenía experiencia previa en los hielos, era debilucho y no veía tres en un burro.



”No es la fuerza física, sino la fuerza de voluntad, la que permite a un hombre llegar más lejos allí donde la mente y el cuerpo son sometidos a pruebas extremas”.

Ocupó las funciones de chico para todo: dirigir el periódico South Polar Times, despellejar focas… y jugarse la piel por tres huevos de pingüino emperador, misión para la cual arrastraron dos trineos de 340 kilos de peso a lo largo de 100 kilómetros; cinco semanas bajo la perpetua oscuridad del invierno austral, soportando temperaturas de hasta 60 bajo cero.
“Es imposible imaginar mayor sufrimiento…” Hambre, congelaciones, agotamiento, pesadillas... “Me consta que durante este viaje empezamos a considerar la muerte como a una amiga”.

El explorador relató la epopeya con su genuino humor inglés en un libro de acertado título: El peor viaje del mundo (Ediciones B).



Agatha Christie



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Agatha Christie


Agatha Christie (1890–1976) imaginó muchas de sus novelas de suspense mientras viajaba, porque a la gran dama del misterio le apasionaba tanto irse de vacaciones lejos de casa como cometer asesinatos a máquina.


Estuvo surfeando en Honolulu y en las islas Canarias, y se marchó sola a Mesopotamia, en un tour organizado por la agencia Thomas Cook que en 1928 le llevó de Damasco a Bagdad en autobús.

“Me enamoré de Ur, de su belleza al atardecer con los zigurats que se elevaban ligeramente ocultos por las sombras y aquel ancho mar de arena con sus colores pálidos, maravillosos, amarillo melocotón, rosa, azul, malva, cambiando a cada minuto…”

En esta antigua ciudad sumeria también se enamoró de un arqueólogo, con quien contrajo matrimonio y a quien acompañó por yacimientos de Irak y Siria, tolerando con gracia las molestias de compartir cama junto a chinches y ratas; aunque sin renunciar, nunca, a una almohada de plumas. “Para mí representa la diferencia entre la comodidad y la miseria”.
Además de preparar suflés de vainilla, restauraba y catalogaba cerámicas. “Pueden imaginar la emoción de limpiar con ahínco el polvo y la mugre y descubrir un amuleto de una antigüedad de 7.000 años”.

Los amigos le preguntaban cómo era su día a día en el Oriente Próximo, y ella les respondió con un libro de lo más hilarante y cautivador: Ven y dime cómo vives (Tusquets).






Beryl Markham



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Beryl Markham


Ninguna mujer lo había conseguido antes: sobrevolar el Atlántico de Inglaterra a Norteamérica. Hasta que en 1936 lo logró Beryl Markham (1902–1986) con un monoplano color turquesa de alas plateadas. Veinte horas y 6.000 kilómetros sin escalas. Los vientos principales en contra, sin radioayuda, confiando solo en su pericia, el mapa y la brújula.


Siempre se montaba en cabina con una caja de galletas, cerillas, un libro, una pistola Luger y morfina, para tomarle la delantera a la muerte en caso de fatal accidente.

“¿Por qué arriesga así su vida?”, le preguntó antes de emprender la travesía un periodista. “Volar es mi trabajo, y este vuelo atlántico forma parte de él”.

Era la única mujer con licencia comercial en África,
donde prestaba servicios postales, de rescate, ambulancia aérea, taxi… y como rastreadora de elefantes desde el aire en batidas de safaris.

La aviadora de Leicester llegó a Kenia de pequeña y se crió salvaje en la granja de su padre, cazando animales entre kavirondos, kikuyus y nandis. Podía saltar tan alto como un masái y hablaba igual de bien suajili que inglés. Una infancia y una juventud inusitada que relata brillantemente en Al oeste con la noche (Asteroide).



Martha Gellhorn



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Martha Gellhorn


Martha Gellhorn (1908–1998) se marchó a París con 65 dólares y una máquina de escribir. Tenía veintipocos y su plan era trabajar en el extranjero como corresponsal de prensa.


La estadounidense combatió con sus crónicas a favor de la República española. «¡A la mierda la objetividad, aquí lo que está en juego es la derrota del fascismo!». Y desde entonces se recorrió el mundo de trinchera en trinchera —aunque los estallidos de mortero siempre le estremecieron—.

Estuvo en Finlandia cuando el país fue atacado por la Unión Soviética; en China durante la contienda sino-japonesa; en el Blitz de Londres; en el desembarco de Normandía, en la liberación de Dachau, en medio de los disparos entre israelíes y árabes…

"No sabía que se pudiera ser aquello en lo que me convertí, una turista que salió ilesa de las guerras".

Criticó en primera línea de frente los horrores de Vietnam y la invasión estadounidense de Panamá. Por entonces contaba 81 años, y en un taxi le advirtieron que “no debía viajar sola”.
Era tan corajuda como divertida. Por eso hay que leer sus Cinco viajes al infierno. Aventuras conmigo y ese otro (Altaïr). “Ese otro” es Hemingway, por cierto, su “compañero reticente”.





Thor Heyerdahl



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Thor Heyerdahl


“Voy a cruzar el Pacífico en una balsa de troncos para comprobar la teoría de que las islas del Pacífico fueron pobladas desde el Perú. ¿Queréis venir?”
Ningún aventurero de cepa se habría resistido a semejante oferta. Así fue como Thor Heyerdahl (1914–2002) reclutó en 1947 a su tripulación: cinco noruegos, un sueco y un loro que solo hablaba español, el entretenimiento a bordo.



“Se había convertido desde el principio en un excelente marinero y estaba siempre rebosante de buen humor y alegría. Reconocíamos en él al séptimo miembro de la expedición”.
Tampoco cabían muchos más en aquella embarcación: construida al estilo indígena, con bambú y totora, medía 15 metros de eslora por cinco de manga.

Los más pesimistas agoraban que no aguantaría. Pero aguantó, aquel pedazo de madera capeó incluso tormentas. El loro fue la única pérdida. Todos los demás llegaron al atolón de Raroia cual Robinsones, sin que la fobia al agua que su líder sufría representara rémora alguna.

De este modo, demostraron que los pueblos primitivos estaban técnicamente cualificados para navegar a la deriva durante 101 soles y lunas.

”Un día ordinario a bordo de la Kon-Tiki se inauguraba con una sacudida al cocinero, propinada por el último hombre de la guardia nocturna; aquel se levantaba, soñoliento, salía a la cubierta llena de rocío y hacía la cosecha de peces voladores. En lugar de comer el pescado crudo, según recetas peruanas y polinesias, lo freíamos en una pequeña cocinilla Primus”. También se alimentaban de atunes y tiburones ballena.

”El mar entero era nuestro y, con todas las puertas del horizonte abiertas, verdadera paz y libertad descendía sobre nosotros desde el firmamento”.

Para embarcarse en esta historia fascinante, podemos recurrir al libro que el etnógrafo escribió, La expedición de la Kon-Tiki (Juventud), un documental rodado durante la singladura y oscarizado con una estatuilla; una película, protagonizada por Pål Sverre Hagen y un museo en Oslo.



Maurice Herzog



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Maurice Herzog


El 3 junio de 1950 fue un día histórico para los anales del himalayismo y para un grupo de alpinistas liderados por Maurice Herzog (1919–2012). Eran la elite de Francia, los mejor preparados para acometer una hazaña antes jamás realizada: ser los primeros seres humanos en ascender a una cumbre con más de 8.000 metros de altura. La que se dejara, el Dhaulagiri o el Annapurna —a la postre, decidiéndose por esta última—.


“Nunca he visto una montaña tan grande en todas sus proporciones. Es un mundo resplandeciente y amenazador al mismo tiempo, en el que la mirada se pierde”.
Veintidós expediciones antes que la suya habían fracasado
en la tentativa de cima. Sigue siendo el más mortífero de los ochomiles, según estadísticas.

“Un inmenso abismo me separa del mundo. Me muevo en un dominio diferente, desierto, sin vida. Un dominio fantástico en el que la presencia del hombre no está prevista, ni quizá deseada. Desafiamos una prohibición, afrontamos una negativa, y, no obstante, subimos sin ningún temor”.

Llámale Locura, llámale Vida. Avanzar sin certezas, despacio. Detenerse cada cuatro pasos… No usaron cuerdas fijas, ni equipo de oxígeno. El corazón asfixiado. Asfixiado de alegría. Por el chute de somníferos y aspirinas que llevaban encima o por las vistas: hacia abajo, el suave y fértil valle de Pokhara; hacia arriba, ¡nada!

“Sí, el Annapurna ha sido vencido; el primer 8.000, escalado.
Todos estábamos dispuestos al sacrificio para obtener este resultado. Sin embargo, ¿qué piensan hoy nuestros compañeros al ver nuestros pies y nuestras manos?”

A Momo tuvieron que amputarle, sin anestesia, todas las falanges renegridas y putrefactas. El relato de la tragedia (publicado por Desnivel) lo escribió —o más bien, dictó— cuando aún estaba recuperándose de las congelaciones en el hospital.

"Una nueva vida empieza. Hay otros Annapurna en la vida de los hombres…” (Y en la de las mujeres también, que en 1978 conquistaron su Annapurna abanderadas por la estadounidense Arlene Blum).

 
La gran pregunta: ¿cómo viajaremos cuando podamos hacerlo?

Tendremos más ganas de viajar que nunca, pero mil dudas y temores nos inquietan. Los expertos del sector hablan: así viajaremos.

Thelma & Louise


La gran pregunta: ¿cómo viajaremos cuando podamos hacerlo? © Alamy




¿Quién nos ha robado abril? Y marzo, y la Semana Santa… Primavera de terrazas, días largos, escapadas, flores, brindis y encuentros. La primavera es una de las estaciones más esperadas del año, pero este 2020 parece haber desaparecido del calendario sin dejar rastro. Miramos mas allá, fijamos nuestras ilusiones en el verano y en las ansiadas vacaciones, hasta que nos damos cuenta de que este agosto será muy diferente. ¿Cuándo y de qué manera regresarán los viajes?
Ya se han puesto en marcha numerosas campañas para regenerar el turismo y la hostelería: foros virtuales, charlas online, talleres de todo tipo y corrientes como #PospónNoCanceles. El consumo de reportajes de viaje incluso ha aumentado y las redes se han inundado de destinos soñados. Deseamos volver a hacer maletas, seguir añadiendo chinchetas a nuestros mapas.


Es difícil predecir cómo se desarrollará el mundo de los viajes tras esta crisis en la que el sector ha sido uno de los más castigados. Se habla de que la creatividad jugará un papel muy importante; empresas que se reinventen, aprovechen nuevas sinergias y apuesten por viajes sostenibles huyendo de la exagerada masificación a la que hemos llegado en los últimos años.




La Organización Mundial del Turismo (OMT) ha pedido apoyo urgente y firme para ayudar al sector turístico mundial, no solo para recuperarse del COVID-19, sino “para que cuando vuelva el crecimiento, éste sea más fuerte y sostenible” según Zurab Pololokashvili, secretario general de la OMT.


Mantener el empleo, levantar las restricciones a los viajes tan pronto como la emergencia lo permita, flexibilizar los visados, hacer campañas de marketing, pedir ayuda a emprendedores o abogar por el desarrollo sostenible; son las medidas que persigue un primer Comité Mundial de Crisis constituido por la OMT y con representantes de alto nivel del turismo y del sistema de las Naciones Unidas. Para ello han difundido el lema “Quedarse en casa hoy significa poder viajar mañana” con la etiqueta #ViajaMañana.




PERO CUANDO LLEGUE MAÑANA, ¿NOS ATREVEREMOS A VIAJAR?

“Una vez desaparezca la limitación de viajar, las personas aún tardarán un tiempo hasta realizar viajes por placer por factores como la hipervigilancia de síntomas físicos propios o ajenos, el propio miedo al contagio o incluso el temor a los extranjeros”, cuenta a Condé Nast Traveler el psicólogo Ricardo Bustos. "Para muchos la situación de confinamiento y su temor al contagio ha puesto en entredicho su salud mental experimentando estrés, episodios de ansiedad e incluso depresión. Motivo por el cual se va mermando su sensación de seguridad en cuanto a la salud se refiere. Si bien viajar tiene una inmensidad de efectos positivos a nivel psicológico, siempre supone un desafío para la propia persona, ya que de alguna manera uno se enfrenta, en mayor o menor medida, a lo desconocido: idioma, cultura y costumbre”.



¿A DÓNDE VIAJAREMOS?

La etiqueta #ViajaPorEspaña lleva casi desde el inicio del confinamiento moviéndose por las redes. Apoyar la recuperación del sector hasta que regresen los turistas extranjeros es uno de los motivos que ha llevado a la gente a utilizarla. “Probablemente primero se facilitarán los viajes dentro del mismo país. Las personas empezarán a realizar pequeñas salidas por su entorno con el objeto de volver a ganar esa seguridad perdida. Será un proceso de afrontamiento al miedo hasta volver a una normalidad”, prosigue Ricardo.

Nos hemos pasado años diciendo que preferimos dejar los destinos que tenemos más cerca para más adelante. Parece que ese momento ha llegado.

Marian Donate, propietaria de la agencia Viaja Sin Más, coincide en este apunte “En caso de que se pueda viajar, este verano la mayoría de los españoles se decantarán por el turismo nacional, a no ser que tengan un vuelo contratado y las aerolíneas empiecen a operar con normalidad.” El tema de las lunas de miel es el que ve tambalear más los ingresos en las agencias: “creo que los países menos afectados y con menos restricciones de entradas serán los más demandados, como por ejemplo Costa Rica. Para saber con certeza cuáles abrirán sus fronteras, debemos esperar unos meses”.

La estrategia que se está llevando a cabo en las agencias es recomendar destinos que supongan menos riesgos para dar tranquilidad a sus clientes, pero no tenemos que tener miedo a los destinos lejanos y exóticos: “Mauricio o Maldivas cerraron sus fronteras muy pronto, por lo que cuando abran, seguro que lo harán tomando todas las medidas precisas”, añade Marian.
Del mismo modo, Pangea, agencia de cabecera para muchos expertos viajeros, guarda el pasaporte de momento con la campaña Este verano quédate en casa, #TuNuevoMapaMundi. Escapadas, destinos novedosos e ideas renovadas para que cambiemos Hawai por Canarias y Sidney por Valencia. ¿Por qué no?



Portugal será uno de los primeros países a los que, con certeza, regresaremos. Está cerca y ha gestionado el COVID-19 desde el principio de la crisis, además ofrece opciones en plena naturaleza. “El Alentejo es una región con poca densidad de población, un destino muy vinculado al turismo de naturaleza, cultura, sol y mar; por lo que ofrece condiciones ideales para unas vacaciones seguras”, nos cuenta el presidente de turismo de la región, Vitor Silva, confiando en que este verano se reactive lentamente la actividad turística.

Algo que nos tiene intranquilos es cómo nos recibirán nuestros vecinos sabiendo que somos uno de los países más castigados por el virus. “La Agencia de Promoción Turística del Alentejo ha preparado una campaña de promoción en España que solo comenzará cuando las condiciones lo permitan. El mercado español es nuestro mercado natural y el primero internacional en número de visitantes y pernoctaciones, así que no hay miedo, solo precaución para recibir a todos con la mayor seguridad”.
 
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